Post on 01-Jan-2016
HISTORIA DE LAS NECESIDADES
EDUCATIVAS ESPECIALES
La historia de la Educación Especial se convierte así en una historia de la
antropología y más en concreto de la antropología cultural. Se trata con ello de
poner de manifiesto cómo la acción educativa, entendida como un proceso de
perfeccionamiento de la persona, se ha aplicado a sujetos que presentan
características claramente diferentes. Y todo ello con un propósito claro y firme:
afirmar que el derecho a la educación, y más en concreto a una educación
especial, no se justifica tanto en función de los fines como de los principios.
El derecho a una Educación Especial es por encima de todo y antes que nada un
principio insoslayable, emanado de la virtualidad misma de la condición humana,
que exige y demanda –en el marco de sus circunstancias particulares–
perfeccionar y actualizar en sus máximas posibilidades la condición irrenunciable
del ser.
Para tener una comprensión global de lo que es la Educación Especial, se debe
analizar primeramente su desarrollo histórico. Conocer los antecedentes de ello
permite comprender su evolución desde sus inicios hasta las épocas actuales.
La Educación Especial ha soportado, a lo largo de los siglos, diferentes tratos,
actuaciones y definiciones dependiendo de cada periodo histórico del que se
analice. Por muchos siglos los seres humanos han desarrollado la incertidumbre
ante la presencia de una enfermedad o discapacidad que llevaba a una persona
inocente al encarcelamiento e incluso hasta el asesinato.
Dentro de la historia de la Educación Especial hay una multitud de figuras
importantes que han desarrollado diversas teorías para que finalmente, en el siglo
XXI, podamos tomar en cuenta esta información para tratar a personas con alguna
discapacidad física, psíquica o motórica.
La prehistoria de la Educación Especial (Edad Antigua) llega hasta finales del siglo
XVIII. Este período está dominado por el pesimismo y el negativismo. También se
aceptaba como práctica habitual el infanticidio cuando se observaba algún tipo de
anomalía (sobre todo externa) en niños y niñas.
Las primeras referencias históricas sobre la educación especial se caracterizan
por la ignorancia y el rechazo hacia las personas deficientes. Se recurre a razones
de naturaleza demoníaca o divina para explicar la conducta anómala. Se
consideraban personas poseídas por el demonio y otros espíritus.
El tratamiento de estas personas iba desde terapias físicas drásticas, a actos de fe
o quema de brujas o exorcismos. Otras explicaciones son la de pérdida del alma,
violación de un tabú o bien de un castigo divino.
En la Antigua Grecia, sobretodo en Esparta y Atenas, se practicaban ritos de
infanticidio. En Esparta las leyes permitían despeñar a los débiles y a los
“deformes” desde el Monte Taigeto y en Roma se permitía lo mismo. Estas
matanzas solo se llevaban a cabo con los niños con deformaciones físicas, puesto
que esto significaba que no iban a servir ni para trabajar ni para la guerra.
Si nos remontamos a la Antigüedad Clásica, el mal, la miseria, la enfermedad y
todo aquello que escapaba a la libertad humana tenía un origen profético,
diabólico o mítico. Frente a ello, la terapia de sortilegios, conjuros, magia,
encantamientos o hechicerías se presentaba como alternativa para curar esos
males y en casos extremos el abandono, el desprecio o la aniquilación formaban
parte de la solución del problema.
La medicina grecorromana fue la primera que trato de dar una explicación a las
enfermedades psíquicas. Las investigaciones comenzaron pero no se tenían
explicaciones realmente científicas de los trastornos que presentaban algunas
personas.
Hipócrates, Asclepiades, Galeno, Sorano, Celso, etc., son algunos teóricos que le
dieron un enfoque más científico y natural a las deficiencias patológicas internas
en ese entonces. Se guiaban por la razón, observaban los síntomas y los signos
de las enfermedades con mucho detenimiento, y rechazaban las supersticiones,
leyendas y creencias populares que señalaban como causantes de las
enfermedades a las fuerzas sobrenaturales o divinas. Sus esfuerzos y resultados
marcaron una trascendencia histórica y aunque no consiguieron su propósito,
marcaron en la ciencia el camino a seguir para diversas investigaciones
contemporáneas.
En la Edad Media Occidental, la consideración de la infancia, del pobre y del
disminuido físico y psíquico proyecta un comportamiento plural que entremezcla
situaciones de entidad pedagógica, sanitaria y asistencial abiertamente positivas
con comportamientos de abandono y desprecio notables por las minusvalías
físicas y psíquicas. No cabe duda que la pedagogía patrística contribuyó a generar
un optimismo pedagógico que se apoyaba en el optimismo de la fe y en la
dignidad de la persona humana. Paralelamente el derecho romano cristianizado y
la legislación canónica fueron creando un corpus legislativo que favorecía el
cuidado y la protección de la infancia. Ya, el Tercer Concilio de Toledo, celebrado
en el 529, establecía que los jueces y los obispos investigarán y castigarán a los
padres que matasen a sus hijos “con las penas más severas, excepto la pena
capital”. Las leyes de los reyes godos, establecía la pena de muerte o de ceguera
a las madres que mataran a sus hijos antes o después de nacer, e imponía duras
penas a los maridos que lo mandaren y a quienes abandonaran a los recién
nacidos.
Los aires renacentistas y modernos, abonados por las reformas de la escolástica
tardía y al abrigo de los nuevos descubrimientos científicos y culturales,
empezarán a poner en tela de juicio los paradigmas antropológicos y pedagógicos
sostenidos hasta entonces. Los nuevos tiempos empezarán el edificio de la
educación no tanto por la sublimación y trasmisión de valores tradicionales como
por el redescubrimiento del hombre como sujeto y principio de educación. Ya no
se trataba tanto de reformar la naturaleza encaminándola a los valores del adulto y
la tradición, se tratará sobre todo de perfeccionarla desde sus propias
circunstancias individuales. Principio que abrirá unas posibilidades inusitadas para
aquellos colectivos que hasta entonces no habían tenido acceso a la educación,
tal es el caso de algunas minusvalías físicas, sociales y culturales.
El hombre y su experiencia se convertían en los principios validadores de la
realidad, en los nuevos dioses del universo. La educación ya no se entendería
tanto como la asunción de valores externos, se rendirá con respeto a la
individualidad y personalidad del sujeto, y se tomaría la sensación y
experimentación como principios irreductibles de acción pedagógica. Para
desarrollar todo esto, algunos autores trascendieron en el cultivo de la educación
especial en general.
Dentro de algunos esta Paracelso (1530), quien al hablar de subnormales hace
alusión a su “inocencia”. A principios de la edad moderna aparecen los primeros
“centros especiales” para subnormales, habilitando para ello las vacías
leproserías.
A principios del siglo XIX situamos el comienzo de lo que podríamos llamar
rehabilitación de subnormales. En 1789 Pinel intervino en el estudio de un caso
clínico, “el salvaje Aveyon” probablemente se trataba de un débil mental, pero
gracias a los informes de Pinel, en el Instituto de Sordomudos de París se intentó
la rehabilitación de subnormales.
Seguín y María Montessori aprovechan esas experiencias para elaborar
programas de educación especial.
En el año 1818, el psiquiatra francés Esquirol propone el término “idiota” para los
retrasados mentales a los que define como seres que no habían desarrollando sus
capacidades intelectuales, no son enfermos y no tienen capacidad de
recuperación.
La colaboración entre Seguín y Esquirol constituye el primer equipo médico-
pedagógico. En 1837 Seguín funda la primera escuela dedicada especialmente a
la educación de débiles mentales, utilizando metodologías específicas para el
desarrollo de facultades y funciones mentales. También hay que destacar las
aportaciones de educadores como Pereira, quien fomenta la educación de los
sentidos sustituyendo la palabra por el tacto.
Pestalozzi funda en Suiza en centro de educación donde aplica un procedimiento
intuitivo y natural. En la medida en que avanzan los conocimientos psicológicos,
se deja de considerar la inteligencia humana como un conjunto de facultades que
pueden ser adiestradas individualmente, y se empieza a vislumbrar se sentido
globalizador, al tiempo que se desechan los métodos que pretenden adiestrar por
separado cada uno de los sentidos.
En 1853 el cirujano inglés William Little elaboró la primera descripción de lo que
hoy conocemos por parálisis cerebral, y en 1866 el médico inglés Langdown dio
nombre al “Síndrome de Down” y propuso la denominación de “mongolismo” para
pacientes que suponía afectados de “degeneración racial”.
En 1898 Claparêde inicia en Ginebra clases para formación de niños retrasados, y
en 1904, en colaboración con Naville neurólogo de profesión, abren la primera
consulta médico-pedagógica destinada a enumerar, mediante el diagnóstico,
criterios para la selección y clasificación de alumnos destinados a las clases
especiales que ya fueron incorporadas a la enseñanza pública.
Se incrementan progresivamente la atención a ciegos y sordomudos en
residencias especiales, iniciándose a finales de siglo, en Inglaterra, Alemania y
Estados Unidos, la institucionalización de los deficientes mentales, que se irá
extendiendo a lo largo del primer cuarto del siglo XX a la mayor parte de los
sujetos excepcionales. Ésta época, marcada por una gran ambigüedad respecto
del fenómeno de las múltiples diferencias individuales, implica, por una parte, la
tendencia a apartar a estos seres, pues se les considera un amenaza social, y por
otra, la segregación se entiende como algo beneficiosa para los propios sujetos.
En la década de los 60, en los países Noreuropeos comenzó a difundirse las
Escuelas Especiales, en relación con las personas con alguna discapacidad. Por
primera vez en la historia se plantea una mejor calidad de vida para estas
personas en su ámbito social.
Con estas escuelas se pretendió aproximar a todas las personas, especialmente a
aquellas con discapacidad, a las formas de vida y condiciones sociales de toda la
humanidad para poder compensar las desventajas que tienen por el mero hecho
de ser un colectivo con deficiencias. También se engloba en este concepto el
respeto y la solidaridad con el semejante, sabiendo que todas las personas tienen
los mismos derechos y privilegio.