Post on 05-Aug-2015
LOS FRUTOS DEL
ESPÍRITU SANTO
Cuando el alma es dócil al Espíritu Santo
se convierte en árbol bueno que se da a conocer por sus frutos.
AMOR
PACIENCIA
LONGANIMIDAD
GOZO
PAZ
BENIGNIDAD
BONDAD
MANSEDUMBRE
FE
CONTINENCIA
CASTIDAD
MODESTIA
AMOR: El fruto que nos da a Dios mismo
“El Amor viene de Dios, hace presente a Dios, es Dios con nosotros”.
GOZO: La primera manifestación del amor
El gozo espiritual es el disfrute de la presencia
amorosa de Dios.
¡Espíritu Santo, invádenos con tu gozo!
La alegría plena, reposada, serena, honda, la alegría total, se alcanza con la tranquilidad del espíritu, cuando estamos ‘en paz’ con Dios, con los hermanos.
PAZ: Un regalo de Cristo Resucitado
El don de sabiduría, que nos hace gustar, saborear las cosas de Dios, es como ‘el peldaño’ que conduce a la paz.
PACIENCIA: Saber que Dios no se retrasa
Las personas dóciles al Espíritu-Paráclito producen este fruto ante los obstáculos.
No pierden la paz ante la enfermedad, la contradicción, los defectos ajenos, las calumnias, y ante los propios fracasos,
aunque sean ‘espirituales’.
“Y a su hora, en el tiempo oportuno, cuando las lluvias tempranas y tardías han regado nuestra vida, el milagro se produce,
y se convierte el desierto en vergel”.
LONGANIMIDAD: Ánimo generoso, amplio
Nos ayuda a esperar todo el tiempo necesario, antes de alcanzar las metas ascéticas o apostólicas que nos proponemos, pensando que las ‘dilaciones’ o ‘tardanzas’ son queridas o permitidas por Dios.
Es el fruto del espíritu que nos da ánimo para tender a lo bueno, aunque haya que esperar, mucho, para alcanzarlo.
BONDAD: Buscando siempre el bien de los demás
Realizamos el bien sin buscar agradecimientos o dependencias de los favorecidos
Hacemos el bien con sencillez sin jactarnos de
ello y solo buscando la aprobación de Dios.
Compartimos los bienes espirituales y materiales en comunidad de fe y de amor.
“No se cansen de obrar el bien, porque a su tiempo nos vendrá la cosecha, si no desfallecemos…y hacemos el bien a todos”.
Gál. 6: 9 - 10
BENIGNIDAD: Sentir la dulzura del Espíritu
Transforma nuestras relaciones humanas en
bendiciones divinas.
Vivimos una dulce participación de la suavidad de Dios,
encarnada en Cristo.
Se manifiesta con amabilidad en las palabras, con suavidad en la convivencia y en el trato, y con servicialidad
comunicativa en el actuar.
MANSEDUMBRE: Soportarlo todo con paz
Desecha la ira, porque el Espíritu de Dios
reposa en el que es humilde y dulce.
Da la fortaleza para soportar malas palabras, mal comportamiento, gestos y actos amenazadores y toda clase de injusticias contra uno mismo o nuestros amigos.
FE: Mirar con los ojos de Dios
La fe fundamenta y dirige la obediencia, la confianza,
el abandono.
“Déjate guiar por el viento y por el fuego del Espíritu, pues la fe es estimulante, fermentadora”.
Es entregarse en las manos de Dios y aceptar su Palabra.
MODESTIA: El coraje de los humildes
Por este fruto, el creyente sabe que sus talentos son regalo de Dios y los pone al servicio de los demás
“Deja que Dios entre en tu vida, déjate querer por Dios, deja que Él te transforme, te cambie, te guíe, te forme.
Eso sí es humildad”.
CASTIDAD Y CONTINENCIA: Testigos de la fidelidad
y la ternura de Dios
Por estos frutos el alma está vigilante para evitar lo que pueda dañar la pureza interior y exterior.
Nos inclina a vivir la sexualidad como servicio a la VIDA, para hacer de nuestro cuerpo una entera alabanza.
“No extingáis el Espíritu”. I Tes 5,19
“No entristezcáis al Espíritu de Dios con el
que fuisteis sellados para el día de la
Redención”. Ef 4, 30
“Llenaos del Espíritu Santo”. Ef 5, 18