Esto es agua david foster wallace

Post on 08-Apr-2017

362 views 34 download

Transcript of Esto es agua david foster wallace

«Había una vez dos peces jóvenesque iban nadando y se encontraronpor casualidad con un pez mayorque nadaba en dirección contraria;el pez mayor les saludó con lacabeza y les dijo: “Buenos días,chicos. ¿Cómo está el agua?”».

A los seis años de la muerte deDavid Foster Wallace se publicaEsto es agua, la legendariaconferencia que impartió en laceremonia de graduación de laUniversidad de Kenyon, ante unauditorio plagado de alumnos

embelesados.

Escrito en 2005 y debatidoampliamente tras su muerte, estediscurso es el conciso legado de unode los más grandes autores denuestro tiempo, que se quitó la vidaen el momento álgido de su fama ycon tan solo cuarenta y seis años.

David Foster Wallace

Esto es aguaAlgunas ideas, expuestas en una

ocasión especial, sobre cómovivir con compasión

ePub r1.0Trujano 11.01.15

Título original: This Is WaterDavid Foster Wallace, 2009Traducción: Javier Calvo

Editor digital: TrujanoePub base r1.2

David Foster Wallace fueinvitado a pronunciar undiscurso en una ceremonia degraduación en la Universidad deKenyon, sobre un tema de suelección. Fue el único discursode este tipo que dio en su vida.

ESTO ES AGUA

Había una vez dos peces jóvenes queiban nadando y se encontraron porcasualidad con un pez mayor que nadabaen dirección contraria; el pez mayor lossaludó con la cabeza y les dijo: «Buenosdías, chicos. ¿Cómo está el agua?».

Los dos peces jóvenes siguieronnadando un trecho, por fin uno de ellosmiró al otro y le dijo: «¿Qué demonioses el agua?».

Este es un requisito estándar de losdiscursos de las ceremonias degraduación en América: el empleo depequeñas historias didácticas a modo deparábolas.

Lo de contar historias resulta ser una delas mejores convenciones del género ytambién de las menos estúpidas… perosi os preocupa la posibilidad de que yome presente a mí mismo como el pezviejo y sabio que viene a explicarles loque es el agua a los peces jóvenes comovosotros, por favor, que no os preocupe.

Yo no soy el pez viejo y sabio.

El sentido inmediato de la historia delos peces no es más que el hecho de quelas realidades más obvias, ubicuas eimportantes son a menudo las que máscuestan de ver y las que más cuestan deexplicar.

Como frase en sí misma, por supuesto,esto no es más que una perogrullada; ysin embargo, el hecho es que en lastrincheras donde tiene lugar la luchadiaria de la existencia adulta, lasperogrulladas pueden tener unaimportancia vital.

O eso es lo que os quiero sugerir en estaseca y encantadora mañana.

Por supuesto, el principal requisito delos discursos como el presente es que yoos hable a vosotros del sentido devuestra educación en el campo de lashumanidades, y que os intente explicarpor qué el título que estáis a punto derecibir tiene un verdadero valor humanomás allá de una simple recompensamaterial.

Así pues, hablemos del estereotipo máscomún del género de los discursos delas ceremonias de graduación, que es elque nos dice que la educación en elcampo de las humanidades no tiene tantoel sentido de llenaros de conocimientocomo de, entre comillas, «enseñaros apensar».

Si vosotros sois como era yo cuandoestudiaba en la universidad, nunca os hagustado oír esto, y tendéis a sentiros unpoco insultados por la afirmación de queos hace falta que alguien os enseñe apensar, dado que el hecho mismo de queos hayan admitido en una universidadcomo esta parece ser la prueba de queya sabéis pensar.

Sin embargo, yo voy a postular antevosotros que ese estereotipo sobre lashumanidades no es para nada insultante,puesto que la enseñanza para pensar tanimportante que se supone que recibimosen un sitio como este no tiene que ver enrealidad con la capacidad en sí depensar, sino más bien con la elección deen qué pensar.

Si vuestra libertad completa para elegirqué es lo que pensáis parece algodemasiado obvio como para perder eltiempo hablando de ello, yo os pediríaque pensarais en peces y en agua, y quepusierais en suspenso durante unosminutos vuestro escepticismo acerca delvalor de lo que es completamente obvio.

Aquí va otra pequeña historia didáctica.

Hay dos tipos sentados juntos en un baren los remotos páramos de Alaska.

Uno de los tipos es religioso y el otro esateo, y están discutiendo sobre laexistencia de Dios con esa intensidadespecial que llega después de la cuartacerveza.

Y el ateo dice: «Mira, no es que notenga razones de peso para no creer enDios.

»No es que no haya experimentadonunca con todo eso de Dios y de rezar.

»El mes pasado mismo me pilló encampo abierto aquella tormenta terriblede nieve y yo no podía ver nada y estabacompletamente perdido y estábamos adiez bajo cero, así que lo hice, lointenté: me puse de rodillas en la nieve ygrité: “¡Dios, si existes, estoy perdidoen esta tormenta de nieve y me voy amorir como no me ayudes!”».

Y ahora, en el bar, el tipo religioso miraal ateo, perplejo: «Bueno, pues entoncesdebes de creer en él —dice—. Al fin yal cabo estás vivo para contarlo».

El ateo pone los ojos en blanco como siel religioso fuera corto de luces: «No,tío, lo único que ocurrió es que pasaronpor casualidad un par de esquimales yme enseñaron cómo se volvía alcampamento».

Es fácil someter esta historia a unaespecie de análisis estándar desde laóptica de las humanidades: la mismaexperiencia exacta puede querer decircosas completamente distintas para dospersonas distintas, dependiendo de lospatrones respectivos de creencias quetenga cada uno y de las formas distintasque tengan de construir el sentido apartir de la experiencia.

Debido a que valoramos la tolerancia yla diversidad de creencias, en ningúnmomento de nuestro análisis humanísticoqueremos afirmar que la interpretaciónde uno de los tipos es cierta y la del otroes falsa o errónea.

Lo cual está bien, salvo por el hecho deque terminamos no hablando nuncasobre de dónde vienen esos patrones ycreencias individuales, con lo cualquiero decir sobre de qué parte dedentro de los dos tipos vienen.

Como si la orientación más básica deuna persona hacia el mundo y el sentidode su experiencia fueran algo que yaviene de fábrica, igual que la altura o latalla de los zapatos, o bien algo que seabsorbe de la cultura, como el idioma.

Como si la forma en que construimos elsentido no fuera en realidad fruto de unaelección personal e intencionada, de unadecisión consciente.

Además, está la cuestión de laarrogancia.

El tipo no religioso rechaza con unaconfianza completa y odiosa todaposibilidad de que los esquimales hayansido resultado de la oración en la quepedía ayuda.

En verdad: hay mucha gente religiosaque también parece arrogantementesegura de sus interpretaciones.

Probablemente resultan todavía másrepulsivos que los ateos, por lo menospara la mayoría de los que estamos aquí,pero lo cierto es que el problema de losdogmáticos religiosos es exactamente elmismo que el del ateo de la historia:arrogancia, confianza ciega y unacerrazón mental que es como unencarcelamiento tan completo que elprisionero ni siquiera sabe que estáencerrado.

Lo que intento decir es que pienso queesto forma parte de lo que se supone quesignifica en realidad ese mantra de quelas humanidades «te enseñan a pensar»:ser un poco menos arrogante, tenercierta «conciencia crítica» de mí mismoy de mis certidumbres… porque un granporcentaje de las cosas de las que sueloestar automáticamente seguro resultanser completamente erróneas y fruto delautoengaño.

Esto es algo que yo he aprendido a basede cometer errores, tal como predigoque os pasará a los que ahora osgraduáis.

He aquí un ejemplo de la equivocaciónabsoluta de algo de lo que tiendo a estarautomáticamente seguro.

Todo lo que conforma mi experienciainmediata apoya mi creencia profundaen el hecho de que yo soy el centroabsoluto del universo, la persona másreal, nítida e importante que existe.

Casi nunca pensamos en esteegocentrismo tan básico y natural,debido al hecho de que es socialmenterepulsivo, y sin embargo en gran medidatodos lo tenemos, en el fondo.

Es nuestra configuración por defecto,que nos viene ya de fábrica al nacer.

Pensad en ello: nunca habéis tenidoninguna experiencia de la que no fueraisel centro absoluto.

El mundo tal como lo experimentáis seencuentra delante de vosotros, o biendetrás, o a vuestra izquierda o a vuestraderecha, o en vuestra televisión o envuestro monitor o donde sea.

Los pensamientos y sentimientos ajenosse os tienen que comunicar de algunamanera, pero los vuestros soninmediatos, apremiantes y reales.

Ya me entendéis.

Pero, por favor, no os preocupéis por sime estoy preparando para soltaros unsermón sobre la compasión o eldesprendimiento o alguna otra de esassupuestas «virtudes».

No es de virtud de lo que estamoshablando: estamos hablando de decidirsi nos tomamos o no la molestia dealterar de alguna manera o incluso dequitarnos de encima esa configuraciónpor defecto que nos viene de fábrica, yque consiste en ser profunda yliteralmente egocéntricos, y en verlo einterpretarlo todo a través de esa lenteque es el yo.

De la gente que es capaz de ajustar asísu configuración natural por defecto sesuele decir que son, entre comillas,gente «equilibrada», un término que yoos sugiero que no es accidental.

Dado el contexto académico en que nosencontramos, una pregunta obvia quesurge es en qué medida esa tarea deequilibrar nuestra configuración pordefecto requiere un verdaderoconocimiento o uso del intelecto.

No es de extrañar que la respuesta seaque depende de qué clase deconocimiento estemos hablando.

Probablemente lo más peligroso quetiene la educación académica, por lomenos en mi caso, es que habilita mitendencia a intelectualizar las cosas enexceso, a perderme en el pensamientoabstracto en lugar de limitarme a prestaratención a lo que está pasando delantede mí.

Y en lugar de prestar atención a lo queestá pasando dentro de mí.

No me cabe duda de que a estas alturasya os habréis dado cuenta de que resultaextremadamente difícil permaneceralerta y atento en lugar de dejarsehipnotizar por el monólogo constanteque suena dentro de la cabeza de uno.

Lo que todavía no habéis averiguado esqué hay en juego en esa lucha.

En los veinte años que han pasado desdeque me gradué, yo sí he podido irentendiendo gradualmente qué hay enjuego, y también he podido ver que eseestereotipo de que las humanidades «teenseñan a pensar» era en realidad laversión breve de una verdad muyprofunda e importante.

Lo de «aprender a pensar» en realidadquiere decir ejercer cierto control sobrecómo y qué piensa uno.

Quiere decir ser lo bastante consciente yestar lo bastante despierto como paraelegir a qué prestas atención y paraelegir cómo construyes el sentido apartir de la experiencia.

Porque si no podéis o no queréis llevara cabo esa clase de elecciones envuestra vida adulta, vais a estar jodidosdel todo.

Pensad en ese viejo cliché que dice quela mente es «un siervo excelente pero unamo terrible».

Igual que tantos otros clichés, tanbanales y pobres en la superficie, enrealidad expresa una verdad grandiosa yterrible.

No es para nada una coincidencia el quelos adultos que se suicidan con armas defuego casi siempre se peguen un tiroen… la cabeza.

Y la verdad es que la mayoría de esossuicidas en realidad ya están muertosmucho antes de apretar el gatillo.

Y yo sostengo que esto es lo que va aacabar siendo el valor verdadero devuestra educación de humanidades:cómo evitar vivir vuestras cómodas,prósperas y respetables vidas adultasestando muertos, siendo inconscientes,meros esclavos de vuestras cabezas y devuestra configuración natural pordefecto que os dice que estáisextraordinaria, completa eimperialmente solos, día tras día.

Esto puede parecer una hipérbole, o unatontería abstracta.

Así que vayamos a lo concreto.

Lo que está claro es que al licenciarosde la universidad todavía no tenéis niidea de qué quiere decir en realidad laexpresión «día tras día».

Resulta que hay partes enormes de lavida adulta americana de las que nadiehabla en los discursos de las ceremoniasde graduación.

Y una de esas partes incluye elaburrimiento, la rutina y las pequeñasfrustraciones.

Los padres y la gente mayor que hayaquí sabe perfectamente de qué estoyhablando.

Para poner un ejemplo, digamos que hoyes un día normal de la vida adulta, y quetú te levantas por la mañana y te vas a tunada fácil trabajo de oficina de personacon estudios universitarios, y allítrabajas duro durante nueve o diezhoras, y estás estresado, y lo único quequieres es irte a casa y cenar bien y talvez relajarte un par de horas y despuésirte a la cama temprano porque al díasiguiente hay que levantarse y volver ahacerlo todo otra vez.

Pero entonces te acuerdas de que encasa no hay comida, de que esta semanano has tenido tiempo de hacer la comprapor culpa de ese trabajo nada fácil, asíque después del trabajo te tienes quemeter en el coche e ir al supermercado.

Es la hora en que la gente vuelve deltrabajo y hay mucho tráfico, así quetardas mucho más de lo que deberías enllegar al supermercado, y cuando por finllegas, te encuentras el supermercadoabarrotado de gente, ya que por supuestoes esa hora del día en que toda la demásgente que trabaja también intentaencontrar un momento para hacer lacompra, y la tienda está iluminada conuna luz fluorescente y repulsiva, ybañada en ese hilo musical que te matael alma o en música pop corporativa, yviene a ser el último lugar donde teapetece estar, pero te resulta imposibleentrar y salir deprisa.

Te ves obligado a pasearte por todos ycada uno de los pasillos abarrotados dela tienda enorme e inundada de luz paraencontrar las cosas que quieres, y tienesque maniobrar con tu carro destartaladode la compra para esquivar a toda lademás gente cansada y apresurada quetambién empuja carros de la compra, ypor supuesto están también los ancianosglaciarmente lentos y la gente que estáen Babia y los niños con desorden dedéficit de atención que obstruyen elpasillo, y tú te tienes que aguantar ytratar de ser educado cuando les pidesque te dejen pasar, y por fin, de unasanta vez, consigues todo lo quenecesitas para la cena, pero ahora

resulta que no hay las bastantes cajasregistradoras abiertas pese al hecho deque es la hora punta del final del día, asíque la cola para pagar es increíblementelarga.

Lo cual es estúpido y exasperante, y sinembargo uno no puede desahogar sufuria con la señora que está trabajandofrenéticamente en la caja registradora,que ya está trabajando más de lo quedebe en un puesto cuyo tedio diario ycuya falta de sentido sobrepasan laimaginación de ninguno de los queestamos aquí en una universidad deprestigio… pero bueno, por fin llegas alfrente de la cola de la caja registradoray pagas tu comida, y esperas a que unamáquina compruebe la autenticidad de tucheque o de tu tarjeta y a que te desee«Que tenga un buen día» con una vozque es sin lugar a dudas la misma voz dela muerte.

Y después tienes que meter esas bolsasde la compra repulsivas y endeblesllenas de comida en ese carro con unarueda descoyuntada que no para dedesviarse exasperantemente hacia laizquierda, cruzar todo el aparcamientoabarrotado, lleno de baches y de basuratirada por el suelo, y tratar de cargar lasbolsas en el coche de manera que no secaiga todo de las bolsas y ruede por elmaletero de camino a casa, y luego hayque hacer todo el trayecto en coche acasa en pleno tráfico de hora punta,lento, tortuoso y lleno demonovolúmenes, etcétera, etcétera.

Todos los presentes hemos hecho estascosas, está claro; pero todavía noforman parte de la rutina real de lasvidas de los que os estáis graduandohoy, día tras semana tras mes tras año.

Pero lo serán, y se les sumarán muchasmás rutinas espantosas, irritantes yaparentemente absurdas…

Pero esa no es la cuestión.

La cuestión es que es precisamente enesas chorradas nimias y frustrantes comola que os acabo de contar donde entra enjuego la tarea de elegir.

Porque los atascos de tráfico y lospasillos abarrotados y las largas colaspara llegar a la caja registradora me dantiempo para pensar, y si no llevo a cabouna decisión consciente de cómo debopensar y a qué debo prestar atención,voy a estar triste y cabreado cada vezque tenga que ir a comprar comida,porque mi configuración natural pordefecto me dice que en esa clase desituaciones lo importante soy yo, mihambre y mi cansancio y mis ganas dellegar de una vez a casa, y me va a dartoda la impresión de que todos losdemás me estorban, ¿y quién coño estoda esa gente que me estorba?

Y mira lo repulsivos que son la mayoríay lo estúpidos que se ven en esa colapara pagar en caja, y parecidos a vacas,y no humanos, y lo muertas que se vensus miradas, y lo irritante y maleducadoque es que la gente se ponga a hablar agritos por el móvil en medio de la cola,y mira qué profunda injusticia hay aquí:me he pasado el día entero trabajandocomo un esclavo y me muero de hambrey de cansancio y ni siquiera puedo llegara mi casa para comer y relajarme porculpa de toda esta estúpida gente de loscojones.

O bien, por supuesto, si adopto unaforma más socialmente considerada yhumanística de mi configuración pordefecto, puedo pasarme el rato en elatasco de tráfico del final de la jornadafurioso y asqueado ante todos esosenormes y estúpidos monovolúmenes ycuatro por cuatros y camionetas V-12que bloquean los carriles y consumensus contaminantes y egoístas depósitosde gasolina de ciento cincuenta litros, yme puedo fijar en el hecho de que losadhesivos patrióticos o religiosossiempre están en los vehículos másgrandes y asquerosamente egoístas, queson donde van los conductores más feos,desconsiderados y agresivos, que suelen

ir hablando por el móvil mientras cortanel paso a la gente para poder avanzarcinco estúpidos metros en el atasco, ypuedo pensar en que los hijos denuestros hijos nos despreciarán porhaber consumido todo el combustibledel futuro y por habernos cargadoprobablemente el clima, y en cómo deconsentidos estamos y en cómo deestúpidos y egoístas y asquerosos somostodos, y en que todo es una mierda, yetcétera, etcétera…

Mirad, si elijo pensar de esta manera, nopasa nada, lo hacemos muchos: pero esque pensar de esa manera suele ser tanfácil y automático que no hace falta queyo lo elija.

Pensar de esa manera es miconfiguración natural por defecto.

Es cuando experimento de formaautomática e inconsciente las partesaburridas, frustrantes y abarrotadas de lavida adulta cuando estoy funcionandobajo la creencia automática einconsciente de que yo soy el centro delmundo y de que mis necesidades ysentimientos inmediatos son lo quedebería determinar las prioridades delmundo.

La cuestión es que hay manerasobviamente distintas de pensar en esaclase de situaciones.

En medio de todo ese tráfico, de todosesos vehículos atascados y marchando alralentí que obstruyen mi avance: no esimposible que alguna de esa gente queva en los monovolúmenes haya sufridoaccidentes espantosos en el pasado yahora conducir les resulte tan traumáticoque su psiquiatra prácticamente les haordenado que se compren unmonovolumen bien enorme y pesadopara que puedan sentirse segurosconduciendo; o bien que el cuatro porcuatro que me acaba de cortar el pasotal vez tenga al volante a un padre cuyohijito va herido o enfermo en el asientode al lado, y que ahora esté intentandollegar cuanto antes al hospital, y tenga

una prisa muchísimo mayor y máslegítima que la mía: que en realidad seayo quien le está obstruyendo el avance aél.

O bien puedo elegir obligarme a tener encuenta que lo más probable es que todala gente que hay conmigo en la cola parapagar en caja del supermercado seencuentre igual de aburrida y frustradaque yo, y que alguna de esa gente enrealidad tenga unas vidas que enconjunto sean mucho más duras, mástediosas o más dolorosas que la mía.

Etcétera.

Nuevamente, por favor, no penséis queos estoy dando consejo moral, ni que osestoy diciendo que así es como «tenéis»que pensar, ni que nadie espera que lohagáis automáticamente, porque se tratade algo duro, que requiere voluntad yesfuerzo mental, y si sois como yo,habrá días en que no seréis capaces dehacerlo, o en que simplemente osnegaréis de plano a hacerlo.

Pero la mayoría de los días, si sois lobastante conscientes como para daros avosotros mismos esa opción, podéiselegir mirar de forma distinta a esaseñora gorda de mirada muerta ydemasiado maquillada que le acaba depegar un grito a su niño en la cola parapagar en caja; tal vez ella no sea asínormalmente, tal vez lleve tres nochesseguidas cogiendo la mano de sumarido, que se está muriendo de cáncerde huesos, o tal vez esa señora no seaotra que la empleada mal pagada deldepartamento de tráfico que ayer mismoayudó a vuestro marido o a vuestramujer a resolver un problemapesadillesco de papeleo mediante un

pequeño acto de amabilidad burocrática.

Por supuesto, nada de todo esto esprobable, pero tampoco es imposible;simplemente depende de lo que vosotrosqueráis tomar en consideración.

Si estáis automáticamente seguros deque sabéis lo que es la realidad y dequién y qué es lo realmente importante,si queréis funcionar con vuestraconfiguración por defecto, entonces lomás probable es que vosotros, igual queyo, no queráis tomar en consideraciónposibilidades que no sean absurdas oirritantes.

Pero si de verdad habéis aprendido apensar, y a prestar atención, entoncessabréis que tenéis otras opciones.

Tendréis el poder real de experimentaruna situación masificada, calurosa ylenta del tipo infierno consumista comoalgo no solo lleno de sentido sinotambién sagrado, que arde con la mismafuerza que ilumina las estrellas: lacompasión, el amor, la unidad última detodas las cosas.

Tampoco es que este rollo místico seanecesariamente cierto: lo único que escierto con C mayúscula es que uno tienela oportunidad de decidir cómo va aintentar ver las cosas.

Esta, sostengo, es la libertad que entrañala verdadera educación, el aprender aser equilibrado: que puedes decidirconscientemente qué tiene sentido y quéno lo tiene.

Puedes decidir a qué dioses adorar…

Porque he aquí otra cosa que es cierta.

En las trincheras del día a día de la vidaadulta, el ateísmo no existe.

No existe el hecho de no adorar nada.

Todo el mundo adora algo.

La única elección que tenemos es quéadoramos.

Y una razón excelente para elegir adorara algún dios o cosa de naturalezaespiritual —ya sea Jesucristo o Alá, yasea Yavé o la diosa madre de la Wicca olas Cuatro Nobles Verdades o algúnconjunto inquebrantable de principioséticos— es que prácticamente cualquierotra cosa que te pongas a adorar se te vaa comer vivo.

Si adoras el dinero y las cosasmateriales —si es de ellas de dondeextraes el sentido verdadero de la vida—, entonces siempre querrás más.

Siempre sentirás que quieres más.

Es la verdad.

Si adoras tu propio cuerpo y tu belleza ytu atractivo sexual, siempre te sentirásfeo, y cuando se empiece a notar en ti elpaso del tiempo y la edad, morirás unmillón de veces antes de que por fin temetan bajo tierra.

A cierto nivel todos ya sabemos estascosas: han sido codificadas en forma demitos, proverbios, estereotipos, lugarescomunes, epigramas y parábolas; elesqueleto de todas las grandes historias.

El truco es mantener la verdad pordelante en la conciencia diaria.

Si adoras el poder, te sentirás débil,tendrás miedo y siempre necesitarás máspoder sobre los demás para mantener araya el miedo.

Si adoras tu intelecto, el hecho de que teconsideren listo, acabarás sintiéndotetonto y un fraude y siempre estarás conmiedo a que te descubran.

Etcétera.

Mirad, lo insidioso de todas esas formasde adoración no es que sean malvadas opecaminosas; es el hecho de que soninconscientes.

Son configuraciones por defecto.

Son la clase de adoración en la queacabas cayendo, día a día, volviéndotecada vez más selectivo con lo que ves ycon cómo mides el valor sin darte cuentadel todo de que lo estás haciendo.

Y el supuesto «mundo real» no te va aintentar disuadir de que funciones bajotu configuración por defecto, puesto queel supuesto «mundo real» de loshombres y del dinero y del poder ya vatirando bastante bien con el combustibledel miedo y el desprecio, de lafrustración, el ansia y la adoración deuno mismo.

Nuestra cultura presente ha utilizadoestas fuerzas de formas que hangenerado una riqueza y una comodidad yuna libertad personal extraordinarias.

La libertad para ser todos señores deesos reinos diminutos que tenemos en elcráneo, a solas en el centro de lacreación entera.

Se trata de una clase de libertad muyrecomendable.

Pero, por supuesto, hay muchas clasesdistintas de libertad, y de la máspreciosa de todas no vais a oír hablarmucho en ese gran mundo de triunfos ylogros y exhibiciones que hay ahí fuera.

El tipo realmente importante de libertadimplica atención, y conciencia, ydisciplina, y esfuerzo, y ser capaz depreocuparse de verdad por otraspersonas y sacrificarse por ellas, una yotra vez, en una infinidad de pequeñas ynada apetecibles formas, día tras día.

Esa es la auténtica libertad.

Y esa libertad consiste en que te enseñena pensar.

La alternativa es la inconsciencia, laconfiguración por defecto, lacompetitividad febril: la sensaciónconstante y agobiante de que has tenidoalgo infinito y lo has perdido.

Sé que lo más probable es que estascosas no resulten divertidas nisimpáticas ni grandiosamenteinspiradoras, que es como han deresultar las ideas centrales de undiscurso de ceremonia de graduación.

Lo que son, bajo mi punto de vista, es laverdad, ya despojada de un buen montónde chorradas retóricas.

Obviamente, vosotros podéisconsiderarlas lo que queráis.

Pero, por favor, no las despreciéis comosi fueran un sermón moralista deconsultorio radiofónico.

Nada de esto tiene que ver con lamoralidad ni con la religión ni con lasgrandes y elaboradas preguntas sobre lavida después de la muerte.

La verdad con V mayúscula tiene quever con la vida antes de la muerte.

Tiene que ver con llegar a los treintaaños, o incluso a los cincuenta, sinquerer pegarte un tiro en la cabeza.

Tiene que ver con el verdadero valor deuna verdadera educación, que no pasapor las notas ni los títulos y sí en granmedida por la simple conciencia: laconciencia de algo que es tan real y tanesencial, y que está tan oculto delantemismo de nuestras narices y por todaspartes, que nos vemos obligados arecordarnos a nosotros mismos una yotra vez:

«Esto es agua».

«Esto es agua».

«Puede que estos esquimales seanmucho más de lo que parecen».

Y hacer esto resulta inimaginablementedifícil: vivir de forma consciente yadulta día tras día.

Lo cual quiere decir que todavía hayotro cliché que es cierto: vuestraeducación realmente es la tarea de unavida entera, y empieza… ahora.

Os deseo mucho más que simple suerte.

DAVID FOSTER WALLACE (NuevaYork, 1962 - California, 2008) era paramuchos el novelista más importante desu generación. Publicada en 1987, Laescoba del sistema fue su debutliterario. Tres años más tarde publicóLa niña del pelo raro, relatos con losque captó la atención de la crítica. Su

siguiente obra es la monumental yreconocida novela La broma infinita,que ha sido considerada por la revistaTime una de las cien mejores novelasescritas en lengua inglesa. En español sehan publicado también Entrevistasbreves con hombres repulsivos (2001),Algo supuestamente divertido quenunca volveré a hacer (2001),Extinción (2005), Hablemos delangostas (2007), En cuerpo y en lootro (2013) y su novela póstuma El reypálido (2011). En septiembre de 2008David Foster Wallace, que sufría unafuerte depresión, se suicidó en su casade California.