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¿Cuál es la influencia de los estilos parentales y las pautas de crianza en el desarrollo de
hábitos alimenticios en niños y adolescentes?
Trabajo de grado II
PRESENTADO POR
Margot Trujillo Uribe
CÓD. 3220141140
TRABAJO DE GRADO II MODALIDAD MONOGRAFIA
PROGRAMA DE PSICOLOGÍA
FACULTAD DE HUMANIDADES, ARTES Y CIENCIAS SOCIALES UNIVERSIDAD DE IBAGUÉ
IBAGUÉ- TOLIMA 2019
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Tabla de contenido
1. Portada…………………………………………………. ………….. 1
2. Tabla de contenido………………………………………………….. 2
3. Resumen…………………………………………………………… 3
4. Palabras claves …………………………………………………..….. 3
5. Introducción ……………………………………………………… .. 4
6. Antecedentes teóricos y empíricos………………………………….. 6
6.1 estilos parentales………………………………………………….7
6.2. estilos de alimentación ………………………………………….18
6.3. prácticas de crianza……………………………………………... 20
7. Metodología ……………………………………………………….. 25
8. Discusión ………………………………………………………….. 25
9. Referencias …………………………………………………………. 29
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Resumen
El presente estudio teórico tuvo como objetivo determinar la relación entre los estilos
parentales, las pautas de crianza y la obesidad en niños y adolescentes a partir del análisis de
diferentes estudios teóricos y empíricos. La obesidad actualmente representa un problema de
salud público, por cual la obesidad pediátrica y en los adolescentes se relaciona con
consecuencias físicas y psicológicas adversas, de manera que determinar la influencia de los
progenitores en el desarrollo de este problema es fundamental. De acuerdo a la revisión teórica
se encontró que hay un alto grado de relación entre los estilos parentales, las prácticas de
crianza y la obesidad en los niños y adolescentes, teniendo en cuenta que los buenos hábitos
alimenticios se han relacionado con los estilos parentales autoritarios y democráticos y la
ingesta de alimentos poco saludables con el indulgente e inconsciente.
Palabras claves: Estilos parentales, pautas de crianza y obesidad infantil.
Abstract
The objective of this theoretical study is to determine the relationship between parental
styles and obesity in children and adolescents, based on the analysis of different theoretical
and empirical studies. Obesity currently represents a public health problem, whereby pediatric
obesity and adolescents are related to adverse physical and psychological consequences, so
that the influence of parents in the development of this problem is essential. According to the
theoretical review it has been seen that there is a high degree of relationship between parental
styles and obesity in children and adolescents, taking into account that good eating habits have
been related to the authoritarian and democratic parental styles and intake of unhealthy foods
with the indulgent and unconscious.
Key words: Parental styles, child rearing patterns and obesity.
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Introducción
El presente estudio tuvo como objetivo identificar la relación entre los estilos
parentales, las pautas de crianza y la obesidad en niños, niñas y adolescentes. La obesidad es
una enfermedad crónica que actualmente afecta a una importante proporción de la población
mundial y que registra un acelerado crecimiento en su prevalencia (Dias y Enríquez-Sandoval,
2007). De acuerdo con La Organización Mundial de la Salud 2012, (como se citó en Lloyd,
A., Lubans, D., Plotnikoff, R., Collins, C. y Morgan, P, 2014) la obesidad es una acumulación
anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Teniendo en cuenta el
índice de masa corporal (IMC) a una persona adulta se le identifica si este obesa si su IMC es
igual o superior a 30; en niños, según el Centro de Control de las Enfermedades 2012 (como
se citó en Lloyd, A., Lubans, D., Plotnikoff, R., Collins, C. y Morgan, P, 2014), la obesidad
infantil se define con el criterio de un IMC igual o mayor al percentil 95, considerando la edad
y el sexo.
La obesidad pediátrica se relaciona con una serie de consecuencias adversas
fisiológicas y psicológicas para la salud Dietz, 1998, Lobstein et al, 2004, (como se citó en
Lloyd, A., Lubans, D., Plotnikoff, R., Collins, C. y Morgan, P, 2014). Los estudios han
demostrado que el exceso de peso en la infancia es probable que llegue hasta la edad adulta
Biro y Wien, 2010 (como se citó en Lloyd, A., Lubans, D., Plotnikoff, R., Collins, C. y
Morgan, P, 2014). Abordar la obesidad en niños pequeños, la obesidad severa en edades
jóvenes es un fuerte predictor de la persistencia en la edad adulta y la morbilidad relacionada
con la obesidad en la infancia (Gaffka, Hassink, Santos y Eneli, 2018). La importancia de la
familia en la problemática de la obesidad radica en la configuración de la actividad física de
los niños y las conductas dietéticas y el estado de peso ha sido bien establecida Swanson,
Studts, Bardach, Bersamin y Schoenberg, 2011(como se citó en Lloyd, A., Lubans, D.,
Plotnikoff, R., Collins, C. y Morgan, P, 2014).
En la obesidad infantil los estudios revelan que existe una relación entre padres e hijos
asociado a la dieta y las conductas alimentarias; esto ha sido ampliamente investigado durante
la etapa del desarrollo de la infancia (Yavuz y Selcuk, 2018). Además, se ha encontrado que
las prácticas dietéticas de los padres y cuidadores y la disponibilidad de los alimentos influyen
en los comportamientos alimenticios de los niños y adolescentes (Vaughn, et.al, 2015); es así
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como las estrategias de alimentación específicas de los padres, sus preocupaciones y creencias
con respecto a la alimentación infantil contribuyen al comportamiento alimentario de los niños
y, en última instancia, afectan el peso de los niños (Couch, Glanz, Zhou, Sallis y Saelens, 2014
); dado que los fundamentos de los hábitos alimenticios se construyen en la infancia (Natale,
Hapeman, Messiah, Schrack, Uhlhorn, y Delamater, 2013) y los patrones de alimentación
aprendidos tempranamente tienden a continuar en la vida posterior (Emmett, Jones y
Northstone, 2015).
Las prácticas de crianza y los estilos de crianza están asociados con el estado del peso
del niño, la ingesta dietética y los comportamientos alimentarios. Si bien, los padres mantienen
un estilo de crianza y al mismo tiempo que se involucran en las prácticas de crianza de
alimentos en el día a día; la mayoría de los estudios han examinado el impacto separado de
estos dos conceptos en los resultados del niño. Si se realiza un examen de ambas prácticas y
estilos esto permitiría la identificación de cómo coexisten mutuamente e influyen en el peso
del niño y los resultados relacionados con el peso (Jennings, Loth, Tate, Miner y Berge, 2019).
Antecedentes teóricos y empíricos
El desarrollo infantil está determinado por diferentes factores del nivel individual,
familiar y social (López, Cubides, y Duryea, 2018). En los últimos 25 años las investigaciones
sobre la familia han evaluado la influencia de diferentes estilos y prácticas parentales,
conceptos que frecuentemente los investigadores usan de manera intercambiable. Sin
embargo, son conceptos que deben ser distinguidos (Darling y Steinberg, 1993).
La crianza es considerada como el principal medio de transmisión de valores, creencias
y actitudes, que impactan en las conductas adaptativas de la infancia, por lo cual influye en el
desarrollo de los niños y puede ser considerada una predicción de bienestar infantil. Meunier y
Roskam, 2009, Darling 1999 y Baumrind 1991 (como se citó en Casais, Flores y Domínguez,
2017). En los más de 70 años de investigación general sobre la crianza de los hijos se han
identificado diversas conductas de los padres y las interacciones entre padres e hijos
intervienen en el desarrollo físico, cognitivo, social y emocional de los niños (Vaughn, et.al,
2015; Kaukonen, et,al, 2019)
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La crianza se manifiesta como una forma de cuidado y orientación del desarrollo de los
niños y niñas con tres componentes fundamentales: prácticas, pautas y creencias, lo cual
influye en las conductas alimentarias de los niños, niñas y adolescentes (Osorio, Cortés,
Herrera y Orozco, 2017). Las conductas alimentarias influyen en una de las problemáticas más
preocupantes en la actualidad, la obesidad, la cual no es inherente en las etapas del desarrollo
de la infancia y la adolescencia. Según Kauh, et. al. (2018) en los últimos 45 años, el
porcentaje de niños y adolescentes (de 2 a 19 años de edad) que se consideraron con obesidad
aumentó más del triple, aumentando de 5 % a más del 17%
Durante la infancia de los hijos los padres son quienes toman las decisiones sobre las
reglas familiares, así como lo que sus hijos pueden o no pueden hacer. A medida que los hijos
entran en la adolescencia, las relaciones familiares se transforman y es necesario pasar de la
autoridad unilateral paterna a la comunicación cooperativa con el hijo Musitu, Estévez,
Jiménez y Herrero, 2007 (como se citó en Ramos y Alvarado, 2015).
Según la teoría de los sistemas familiares el entorno familiar afecta los
comportamientos dietéticos de los miembros de la familia, teniendo en cuenta que el ambiente
familiar es considerado como el ambiente idóneo y potencializado para la crianza, pues a
partir de este se promueve el aprendizaje de las costumbres y normas sociales, la transmisión
de valores, actitudes y pautas de comportamiento Barneveld y Robles, 2014 (como se
citó en Zurita, Murillo y Defaz, 2017). Además, las investigaciones sugieren que la
aculturación de los niños está asociada con la ingesta y el comportamiento alimentario (Soto,
Arredondo, Shakya, Roesch, Parada y Ayala, 2019).
Las interacciones entre padres e hijos con respecto a los alimentos son una parte
importante del desarrollo de las preferencias alimentarias y los patrones de ingesta de los niños
(Musher-Eizenman y Kiefner, 2013). El entorno familiar desempeña un papel importante en la
configuración de los hábitos de los niños, incluidos los comportamientos alimentarios. Es así
como los padres, influyen de manera predominante en el entorno físico y social del hogar a
través de sus comportamientos.
Según modelos ecológicos sociales, el entorno físico del hogar e interacciones sociales
con los padres son algunos de los factores más inmediatos que influyen en la formación y
adopción de hábitos alimenticios saludables entre los niños (Davison y Birch, 2001). Por lo
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tanto, un número sustancial de estudios se han centrado en el comportamiento de los padres y
el estilo y las prácticas de crianza de los hijos, y su asociación con el consumo de alimentos de
los niños.
Estilos parentales
Los padres desempeñan un papel fundamental en la adquisición de habilidades,
actitudes y conocimientos de sus hijos. De acuerdo con Darling y Steinberg 1993 (como se
citó en Kim, Yang y Lee, 2015) el estilo de los padres se define como el conjunto de actitudes
dirigidas al niño, que crean un clima emocional en el que se expresan los comportamientos de
los padres, en contraste con las prácticas de los padres las cuales se reconocen como metas
específicas y comportamientos dirigidos a través de los cuales los padres realizan sus deberes
parentales. Los padres participan en prácticas parentales con el propósito de alcanzar objetivos
específicos de socialización y, en este sentido, las prácticas parentales tienden a tener un
impacto inmediato en la vida de un niño.
Isaza (como se citó en Manjarres, 2012), define el estilo de crianza como la forma de
criar y educar a los hijos. Estos están conformados por los comportamientos de los padres y
madres con sus hijos en relación con aspectos como: alimentación, protección y cuidados,
forma de enseñar las conductas, normas, castigos sanciones; y, son basados en creencias de lo
que se considera adecuado. Desde esta perspectiva el estilo articula las creencias, las pautas y
las prácticas, para generar una caracterización de la crianza.
Los estilos de crianza generalmente se clasifican en cuatro categorías de acuerdo con
las variaciones en las dimensiones de calidez o capacidad de respuesta y el grado de
expectativas de control o exigencia que expresan los padres Blissett, Rhee (como se citó en
García, Rivera y Reyes, 2014). A partir del nivel de exigencia y la capacidad de respuesta, se
integra una tipología de cuatro estilos parentales: autoritario, democrático, indulgente e
inconsistente.
Cada uno de los estilos parentales refleja diferentes patrones de valores, prácticas y
comportamientos que ocurren de manera natural y que distinguen el balance de respuesta y
exigencia. El estilo indulgente también se conoce como permisivo; y el inconsistente, como
negligente. Los cuatro estilos proveen una constelación de conductas parentales caracterizadas
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como la calidez, exigencia paterna y autonomía otorgada. El estilo parental autoritario implica
poder de aserción sin calidez, ni cuidado o comunicación García y Gracia (como se citó en
García, Rivera y Reyes, 2014). Los padres autoritarios buscan controlar las conductas y
actitudes de sus hijos mediante un conjunto absoluto de normas, es así como valoran la
obediencia, el respeto a la autoridad y la preservación del orden.
Los padres autoritarios carecen de sensibilidad hacia sus hijos, a los que demandan una
alta madurez debido a que su intolerancia ante los comportamientos inapropiados Mayseless,
Scharf y Sholt, (como se citó García, Rivera y Reyes, 2014). Se caracterizan por ser padres
estrictos, pueden ser altamente intrusivos, esperan obediencia a sus órdenes sin ninguna
explicación y reafirman el poder cuando sus hijos se portan mal; ofrecen ambientes ordenados
y estructurados, con reglas claramente definidas Baumrind; Becker (como se citó en Casais,
Flores y Domínguez, 2017). Por otra parte, los padres democráticos, tienen controles firmes
sobre las conductas de sus hijos y hacen fuertes demandas encaminadas a la madurez; son
flexibles y están dispuestos a escuchar el punto de vista de sus hijos; frecuentemente se ajustan
a los comportamientos de éstos. Combinan su estilo con calidez, cariño con límites firmes, un
alto nivel de supervisión, democracia y apertura en la comunicación; escuchan la opinión de
los hijos y explican las razones de los castigos (Coplan et al., 2002). Este estilo parental se
considera el estilo de crianza ideal en la formación de los hijos porque se asocia con una alta
autoestima y una baja depresión y ansiedad DeVores y Ginsburg ( como se citó en García,
Rivera y Reyes, 2014).
En el estilo de crianza permisivo, el apoyo por parte de los padres es alto y el control
es bajo. Este se caracteriza por ser un estilo libre que facilita a los hijos regular sus propias
actividades con poca interferencia de los padres, debido a que no se imparten reglas, solo las
enuncian sin que esto tenga una consecuencia por su transgresión, situación que permite su
fluctuación y transformación constante (Nardone, Giannot y Rocchi, 2003, García, Rivera y
Reyes, 2014). Estos padres son llamados indulgentes o no directivos, pues evitan la
confrontación y es generalmente ceden a las demandas de sus hijos, quienes tienen una alta
probabilidad de presentar problemas académicos y de conducta (Merino y Arndt, 2004;
Snyder, Cramer, Afrank y Patterson, 2005, García, Rivera y Reyes, 2014). Los padres
negligentes demuestran poco o ningún compromiso con su rol, no ponen límites a sus hijos
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porque se carece de interés en hacerlo, son pocas las respuestas afectivas o de control
conductual en situaciones diarias o en aquellas en que críticamente se requieren.
Los padres negligentes puntúan bajo en las dimensiones de exigencia y afectividad; en
casos extremos, explícitamente rechazan a sus hijos (Merino y Arndt, 2004). Al respecto, la
teoría de aceptación-rechazo parental, menciona que el rechazo de los padres tiene efectos
negativos en la adaptación psicológica y el funcionamiento de la conducta de niños y adultos
Khaleque, Rohner y Laukkala (como se citó en García, Rivera y Reyes, 2014), razón por la
cual los hijos pueden presentar irritabilidad e inestabilidad emocional Montts y Ulloa (como
se citó en García, Rivera y Reyes, 2014). Para comprender los procesos a través de los cuales
los estilos parentales influyen en el desarrollo de los hijos, es importante tener en cuenta tres
aspectos de la parentalidad: las metas hacia las cuales se dirige la socialización, las prácticas
parentales usadas por los padres para ayudar a los hijos a alcanzar estas metas, y el estilo
parental o el clima emocional en el que ocurre la socialización Darling y Steinberg (como se
citó en García, Rivera y Reyes, 2014).
Los estilos parentales abarcan una amplia gama de dominios de crianza de los hijos,
como la alimentación, la actividad física, la hora de acostarse, el tiempo de juego, la hora del
baño y la educación. Dos artículos de revisión recientes señalan que los estilos de
crianza pueden operar a un nivel más amplio en comparación con las prácticas parentales
Kremers et al., Patrick et al. (como se citó en Larsen, Hermans, Sleddens, Engels, Fisher y
Kremers, 2015 ). Por ejemplo, Patrick et al. (2013) manifiesta que los estilos pueden funcionar
como moderadores de la asociación entre prácticas de crianza específicas y resultados de salud
infantil, basándose en un trabajo anterior de Darling y Steinberg (como se citó en Larsen,
Hermans, Sleddens, Engels, Fisher y Kremers, 2015).
La influencia tanto de los estilos parentales como de las pautas de crianza son
fundamentales en el dominio de la alimentación, pues se ha encontrado que los padres
influyen en el comportamiento y las actitudes alimentarias de sus hijos, actuando directamente
como proveedores de alimentos e indirectamente a través de sus estilos de alimentación y
preocupaciones y prácticas de alimentación. Para los niños, los padres cumplen un rol
fundamental en la configuración de los patrones de consumo de alimentos. Las prácticas de
alimentación son definidas como técnicas o comportamientos específicos que se emplean
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generalmente para facilitar o limitar la ingestión de alimentos Blissett (como se citó en Rusell,
Hazard, Taylor, Heath, Taylor y Campbell, 2018). Se ha prestado mucha atención a dos
prácticas de este tipo, la restricción y la presión para comer, y ambas han resultado ser
contraproducentes.
La infancia media comprendida en las edades de 7 a 11 años, es un período de rápido
crecimiento; en este periodo se ha identificado de mayor riesgo de obesidad infantil, teniendo
en cuenta los cambios en los patrones de alimentación, así como el aumento del consumo de
alimentos ricos en energía y pobres en nutrientes Emmett y Jones (como se citó en López, et,
al., 2018). Los padres y sus estilos de crianza a su vez tienen una influencia primaria en
los hábitos alimentarios y en la dieta general de sus hijos Larson, Wall, Story y Neumark-
Sztainer; Vereecken, Legiest, De Bourdeaudhuij y Maes; Emmett y Jones (como se citó
en López, et, al., 2018). Por lo tanto, evaluar los estilos de crianza y las prácticas de crianza
relacionadas con los alimentos es importante para comprender la ingesta dietética de los niños
y el subsiguiente riesgo de obesidad.
En las intervenciones de prevención de la obesidad se ha identificado que se abordan
prácticas de crianza específicas o estilos generales de crianza. No obstante, la eficacia puede
mejorarse considerando la interacción de los dos ( Patrick et al., 2013). Comprender cómo
estas prácticas y estilos trabajan juntos para influir en los patrones de ingesta alimentaria
puede llevar al diseño de estrategias de intervención más eficaces. Un estudio transversal de
383 estudiantes apoya esta noción Van der horst et al. (como se citó en Larsen, Hermans,
Sleddens, Engels, Fisher y Kremers, 2015 ).
El abordar los problemas alimenticios en los niños requiere tener en cuenta los hábitos,
los cuales son definidos como acciones que se producen en respuesta a estímulos sin que
necesariamente se tenga en cuenta el objetivo de esa acción, en el caso de los hábitos
alimenticios estos se configuran desde la infancia Marteau et al., ( como se citó en Larsen,
Hermans, Sleddens, Engels, Fisher, y Kremers, 2015 ). Los estudios de la literatura sobre
conductas de salud generales han observado que los hábitos influyen de manera importante en
las conductas de salud y, a menudo, moderan la relación entre intención y conducta, por lo
cual los hábitos de los padres en torno a las señales de los alimentos, la reactividad emocional
a la alimentación y las emociones de los niños pueden tener un impacto importante en la
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crianza de los alimentos y moderar la brecha entre la intención y el comportamiento de los
padres.
A partir de diferentes investigaciones se ha encontrado la relación entre los estilos
parentales, las prácticas y la obesidad en los niños y adolescentes. Por ejemplo, un estudio
cualitativo desarrollado con 26 padres en su mayoría de origen mexicano de niños de 10 a 14
años en el cual se empleó el método de investigación de grupo focal a partir de los cual se
indago sobre la alimentación, la actividad física y los comportamientos de los adolescentes de
la primera infancia se encontró esta relación. En los grupos focales surgieron tres temas: las
creencias y preocupaciones paternas sobre la dieta, la actividad física y el tiempo frente a la
pantalla de los adolescentes; prácticas paternales de alimentación y actividad paterna; y
factores que pueden influir en la participación paterna en la promoción de conductas de estilo
de vida saludables (Zhang, Hurtado, Flores, Alba y Reicks, 2018)
En cuanto a las prácticas de crianza de alimentos y actividades informadas por los
padres incluyeron el establecer expectativas y límites, modelar roles, administrar la
disponibilidad y accesibilidad, enseñar y razonar, monitorear, motivar y hacer cosas juntos. En
los factores que influyeron en la participación paterna se identificaron a nivel intrapersonal,
interpersonal y socio ambiental, las conductas dietéticas y de actividad paternas, la
autoeficacia, limitaciones de tiempo y financieras, congruencia de los padres, resistencia
infantil, rol percibido de género y desafíos ambientales (Zhang, Hurtado, Flores, Alba y
Reicks, 2018)
Las prácticas de crianza informadas por los padres incluyeron la configuración de
expectativas de que sus hijos comieran frutas, verduras, porciones apropiadas de alimentos,
comidas tradicionales y que terminaran de comer alimentos para evitar el desperdicio, en lo
cual se encontró que 11 padres establecieron medidas autoritarias para lograr la ingesta de
alimentos saludables. Además, se identificó el establecimiento de límites, en donde las bebidas
azucaradas eran los artículos dietéticos más restringidos; con respecto a la accesibilidad a
través de la participación en la planificación, compra y preparación de alimentos, informaron
que evitaban la compra de bebidas azucaradas y comida rápida, pues sólo lo hacían de vez en
cuando como los fines de semana o en ocasiones especiales, también expresaron que
compraban frutas y verduras (Zhang, Hurtado, Flores, Alba y Reicks, 2018).
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Otras prácticas de crianza encontradas en el estudio se basaron en ser un modelo a
seguir, en el cual los padres mostraban a sus hijos la ingesta de alimentos saludables para así
evitar el consumo de comidas rápidas y bebidas azucaradas. Por otra parte, a partir de la
enseñanza y razonamiento los padres buscaban impartir conocimiento a sus hijos sobre los
beneficios de una buena nutrición y las propiedades saludables de los alimentos. En cuanto a
la vigilancia por parte de los padres se refirió a la supervisión por parte de estos con respecto
al tipo y cantidad de alimentos consumidos por sus hijos. Sin embargo, se identificaron
conductas de refuerzo a partir de los cuales los padres manifestaban que ofrecían incentivos
como chocolate, pizza y tiempo en la televisión para persuadir a sus hijos de que comieran
alimentos más saludables (Zhang, Hurtado, Flores, Alba y Reicks, 2018)
Otro de los hallazgos encontrados en el estudio, indicaron que seis padres de tres
grupos focales informaron que comían con sus hijos, lo cual les facilitaba el enseñar, controlar
o dar un ejemplo sobre el comportamiento alimentario. Por otro lado, con respecto a la tercera
categoría sobre los factores que pueden influir en la participación de los padres en la
promoción de conductas de estilo de vida saludables hacía referencia a los factores
intrapersonales positivos que incluyeron cambios saludables en el comportamiento que
hicieron los padres, respondiendo a las preferencias de los niños y la autoeficacia para
participar en las prácticas de crianza de los hijos (Zhang, Hurtado, Flores, Alba y Reicks,
2018)
En los factores interpersonales indagados en el estudio se encontró el apoyo mutuo y el
acuerdo con respecto a los comentarios de los padres que se referían a las similitudes entre los
padres o cuidadores primarios con respecto a las actitudes, reglas, decisiones y comunicación.
Nueve padres de cuatro grupos informaron que los acuerdos entre ellos y sus cónyuges
ayudaron a promover hábitos saludables en el hogar, lo cual era importante (Zhang, Hurtado,
Flores, Alba y Reicks, 2018)
En los factores socio ambientales se encontraron dos negativos los cuales fueron los
roles de género percibidos y un entorno desafiante. Ocho padres de cuatro grupos expresaron
los roles de género percibidos para las mujeres como principales responsables de las prácticas
de crianza de los hijos y la crianza de los hijos y para los hombres que carecen de interés en la
nutrición o en la preparación de alimentos (Zhang, Hurtado, Flores, Alba y Reicks, 2018)
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Los participantes identificaron la importancia de la nutrición como se indicó al afirmar
que una dieta deficiente había afectado su salud o la salud de sus familiares y que una buena
nutrición podía prevenir a sus hijos de la obesidad, la enfermedad y por ende mejorar el
rendimiento escolar. Los padres declararon que los alimentos y bebidas saludables incluían
frutas, verduras, alimentos naturales sin químicos, alimentos caseros y agua; mientras que las
bebidas azucaradas y los dulces, los alimentos procesados y preenvasados, los alimentos
enlatados, las hamburguesas y los alimentos y productos tratados con hormonas, pesticidas y
conservantes fueron considerados insalubres.
Los padres participantes del estudio describieron las prácticas dietéticas saludables
como equilibrar el consumo, controlar las porciones, ser conscientes de lo que uno come y
desayunar. Les preocupaba que la ingesta dietética de los niños no fuera saludable,
especialmente el consumo de bebidas azucaradas. Además, siete padres de cuatro grupos
expresaron desconfianza en la producción y el procesamiento de alimentos industrializados en
los cuales se utilizan químicos como pesticidas, hormonas y conservantes (Zhang, Hurtado,
Flores, Alba y Reicks, 2018).
El estilo de autoridad de los padres es un factor importante para investigar en niños con
obesidad. En un estudio que tuvo como objetivo describir las características del estilo de
crianza de las madres con hijos diagnosticados de obesidad contrastado con las madres con
niños de peso normal, y comparar el intergrupo por nivel educativo, ocupación y estado civil
se encontró que las madres de niños con peso normal que viven con su pareja y son amas de
casa utilizan con más frecuencia el estilo autoritario. Para llevar a cabo el estudio participaron
58 madres con sus hijos de entre dos y ocho años, quienes tuvieron que completar el
Cuestionario de dimensiones de los estilos parentales; este instrumento fue adaptado y
validado para la población mexicana. Sin embargo, con respecto a las comparaciones entre los
niveles educativos no fueron estadísticamente diferentes en la frecuencia de ninguno de los
dos grupos evaluados. (Montiel y López, 2017).
Un estudio realizado en Taiwan con 421 parejas de padres e hijos en promedio, 6,6
años de edad y que tenían sobrepeso o riesgo de sobrepeso (percentil medio de IMC = 84,9),
indica la relación entre los estilos parentales y la obesidad infantil. Para el desarrollo de este
estudio el personal midió la altura y el peso de los niños. Por otra parte, los padres
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completaron cuestionarios diseñados para evaluar los estilos generales de crianza autoritativos,
autoritarios y permisivos y las prácticas de alimentación infantil restricción y seguimiento. La
ingesta dietética infantil se evaluó mediante un sistema de recuerdo de 24 horas. Los
resultados fueron porciones diarias de frutas yverduras, bebidas azucaradas y refrigerios poco
saludables (Tung y Yeh, 2013, Rollins, Loken, Savage y Birch, 2014).
Los resultados del estudio exponen que la crianza permisiva se asoció inversamente
con el consumo de frutas y verduras, y el monitoreo parental se asoció inversamente con el
consumo de bebidas azucaradas. No hubo otros efectos principales del estilo de crianza de los
hijos o la práctica de alimentación en el consumo dietético infantil. Con respecto a la crianza
autoritaria moderó la asociación entre la restricción y la ingesta de bebidas azucaradas; un
efecto marginalmente significativo después de la corrección para comparaciones múltiples. La
restricción se asoció inversamente con el consumo de bebidas azucaradas cuando el
autoritarismo fue alto, pero no se asoció con el consumo de bebidas azucaradas cuando el
autoritarismo fue bajo (Tung y Yeh, 2013).
Los hallazgos indican que la práctica de los padres de controlar la ingesta de niños
asoció con un consumo más saludable independientemente del estilo de crianza (Tung y Yeh,
2013). Sin embargo, se asoció con una menor ingesta de bebidas azucaradas en el contexto de
un autoritarismo parental más alto, pero sin consecuencias en el contexto de un autoritarismo
parental más bajo (Tung y Yeh, 2013). Asimismo, en la revisión de Vollmer y Mobley
(2013), acerca de la relación entre estilo parental y los estilos de alimentación sobre los
comportamientos obesogénicos y el estatus de peso de los niños, se encontró que el estilo
autoritativo se asocia a menos comportamientos obesogénicos y, por el contario, el estilo
permisivo se asocia a más de estos comportamientos.
En un estudio realizado en los Estados Unidos con 174 diadas de madre e hijo quienes
informaron sobre sus prácticas de crianza utilizando el Cuestionario de estilos y dimensiones
de crianza en donde se buscaba encontrar una relación entre lo estilos de crianza y tres
prácticas de crianza relacionadas con los alimentos específicos: la hora de la comida, las
practicas estructurales, el modelo de los padres de alimentos saludables y las reglas de los
alimentos en el hogar. Se encontró que hubo un efecto indirecto positivo de las prácticas
estructurales entre la crianza autoritaria y el puntaje del índice de alimentación saludable. Las
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madres con un estilo parental autoritario presentan una mayor estructura de la hora de la
comida lo cual predijo una calidad de la dieta en los niños. En general, no hubo efectos
directos estadísticamente significativos entre los estilos de crianza y la ingesta dietética.
Debido a los efectos indirectos negativos, existe una mediación inconsistente de los estilos de
crianza autoritarios y permisivos con la calidad dietética de los niños (López, et, al., 2018).
Las prácticas de alimentación se identifican como potencialmente modificables, por lo
cual se consideran aspectos importantes para promover el de cambio de comportamiento con
el objetivo de mejorar las dietas de los niños durante el período de vida maleable y, a su vez,
disminuir el riesgo de sobrepeso y obesidad y sus secuelas Anzman, Rollins y Birch, (como se
citó en en Rusell, Hazard, Taylor, Heath, Taylor y Campbell, 2018). Claramente, el objetivo
de tales iniciativas es modificar las prácticas de alimentación de los padres de los
comportamientos asociados con dietas con un baje nivel alimenticio, hacia aquellos que
apoyan el desarrollo de ingestas de alimentos más saludables (Rusell, Hazard, Taylor, Heath,
Taylor y Campbell, 2018).
Para lograr el cambio de comportamientos en los padres con respecto a la ingesta de
alimentos de sus hijos, se considera necesario comprenden no solo qué prácticas están
estrechamente relacionadas con los resultados de interés de la dieta o el peso y es probable que
sean modificables a través de la intervención, sino también si el grupo de población de interés
se involucra en esas prácticas. Esto es relevante porque es probable que las intervenciones
tengan éxito solo si las prácticas a las que se dirige son ya relativamente poco comunes (o
comunes en el caso de prácticas menos deseables). Si bien una amplia gama de datos confirma
las asociaciones entre las prácticas de alimentación de los padres y los resultados de
alimentación y peso en bebés y niños Peters et al.; Ventura y Birch (como se citó en Rusell,
Hazard, Taylor, Heath, Taylor y Campbell, 2018)
Los niños están influenciados por el entorno físico y social de su hogar, que incluye: el
modelado por parte de sus padres de comportamientos específicos, el estilo de crianza, las
prácticas y creencias de los padres y las normas sociales Rhee (como se citó en Lloyd, A.,
Lubans, Plotnikoff, Collins y Morgan, 2014 ).Según Bandura (como se citó en Larsen,
Hermans, Sleddens, Engels, Fisher y Kremers, 2015), el modelado es un proceso cognitivo
mediante el cual los individuos estructuran las creencias y actitudes sobre los
16
comportamientos que observan en otros, lo que a su vez moldea e influye sobre su propio
comportamiento. Por lo cual se considera que las percepciones de los niños sobre la
alimentación de sus padres podrían influir en su propia ingesta de alimentos llevando a los
niños a adoptar las conductas alimentarias de sus padres, de modo que las "normas" de los
padres sean una referencia de lo que es apropiado Herman y Polivy (como se citó en Larsen,
Hermans, Sleddens, Engels, Fisher y Kremers, 2015).
Existe una gran probabilidad de que la modelación afecte los patrones de consumo a
largo plazo a través de las normas de alimentación establecidas y transmitidas a través de las
elecciones de alimentos y las cantidades consumidas por los padres. Por otra parte, factores
como la genética compartida puede desempeñar un papel en la correspondencia entre padres e
hijos en las ingestas: sin embargo, los factores ambientales del hogar, como la disponibilidad
de alimentos y el modelado de alimentos, pueden ser incluso más importantes entre los niños
más pequeños (Dickens y Ogden, 2014; Larsen, Hermans, Sleddens, Engels, Fisher y
Kremers, 2015).
Un estudio en gemelos establecido en esta población ha indicado que las influencias
ambientales compartidas son los promotores predominantes del comportamiento dietético en
los niños pequeños. Pimpin et al. (como se citó en Larsen, Hermans, Sleddens, Engels, Fisher
y Kremers, 2015). Entre los niños mayores, los estudios de gemelos proveen evidencia de los
efectos genéticos y ambientales compartidos sobre las preferencias alimentarias y el
comportamiento alimentario Hasselbalch et al , Wardle, Cooke (como se citó en Larsen,
Hermans, Sleddens, Engels, Fisher y Kremers, 2015). De lo cual se puede sugerir que las
influencias de los padres en el comportamiento alimentario de los niños disminuyen a medida
que los niños envejecen y los efectos genéticos se hacen más visibles.
Desde la investigación experimental se ha encontrado que la restricción al acceso a
alimentos apetitivos resulta en un mayor interés y la ingesta de tales alimentos por parte de los
niños Fisher y Birch, 1999 (como se citó en Langer, Seburg, Jaka, Sherwood y Levy,
2016). En contraste, se ha encontrado que presionar a los niños a comer da como resultado
más comentarios negativos con respecto a un menor consumo de alimentos presionados
Galloway, Fiorito, Francis y Birch (como se citó en Langer, Seburg, Jaka, Sherwood y Levy,
2016).
17
Se ha identificado que la restricción y la presión para comer también se han asociado
con un aumento en los resultados del peso infantil Blissett; Faith et al.; Monnery-Patris et al.;
(como se citó en Langer, Seburg, Jaka, Sherwood y Levy, 2016 ), con algunas excepciones
Farrow y Blissett,( como se citó en Langer, Seburg, Jaka, Sherwood y Levy, 2016; Wang et al.
2013). Sin embargo, a la tercera práctica de alimentación se le ha prestado menos atención, la
cual es el monitoreo de los padres. Este monitoreo se refiere al seguimiento de lo que el niño
consume, específicamente con respecto a los alimentos dulces, de bocadillos o altos en
grasa . La investigación sobre esta práctica de crianza con alimentos específicos sugiere que es
adaptable Haszard et al. (como se citó en Langer, Seburg, Jaka, Sherwood y Levy, 2016;
Wang et al. 2011).
Un estudio basado que tenía como método de recolección de datos un cuestionario
dirigido a 2021 niños de 5 años, se encontró que el monitoreo de los padres se asoció
positivamente con la ingesta de fibra infantil y se asoció inversamente con la ingesta de azúcar
infantil Gubbels et al., (como se citó en Langer, Seburg, Jaka, Sherwood y Levy, 2016). En
otro estudio basado en un cuestionario de 203 niños de 4 a 8 años con sobrepeso, el monitoreo
se asoció de manera inversa con la ingesta de alimentos no esenciales y las bebidas endulzadas
de niños no informados por los padres ; también se asoció de manera inversa con varios
comportamientos alimentarios relacionados con problemas infantiles, como el hecho de que
los padres expresaron una rabieta acerca de los alimentos, se negaron a comer ciertos
alimentos y solicitar alimentos entre comidas Haszard et al., (como se citó en Langer, Seburg,
Jaka, Sherwood y Levy, 2016 ).
En algunos de los países más desarrollados se están presentando actualmente
enfermedades graves como el sobrepeso y la obesidad en adultos y niños Popkin, (como se
citó en Liang- Pai y Contento, 2014). El riesgo de volverse obeso ha comenzado a cruzar los
antecedentes culturales, raciales y socioeconómicos. Los estudios muestran que la obesidad
infantil se ha asociado con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares posteriores. Es
así, como se ha identificado la importancia de determinar los factores que afectan algunos
problemas alimenticios como la obesidad en la infancia esto con el fin de criar generaciones
de niños sanos. Según la Organización Mundial para la Salud 2012, (citado por Demit y
Bektas, 2017) la obesidad, se define como la acumulación de grasa anormal o excesiva que
18
afecta la salud, siendo este uno de los problemas de salud más importantes en los países
desarrollados y en desarrollo.
La prevalencia de la obesidad infantil ha aumentado en las últimas tres décadas, con
uno de cada tres niños clasificados como con sobrepeso u obesos Ogden, Carroll, Fryar y
Flegal, (como se citó en López, et, al., 2018). En la actualidad la obesidad se acepta como una
enfermedad crónica y progresiva con alta mortalidad y morbilidad debido a la probabilidad de
comorbilidades, problemas sociales y mala calidad de vida Ergül y Kalkım, (como se citó en
Demir y Bektas, 2017).
En los últimos años, la prevalencia de la obesidad ha aumentado rápidamente entre los
niños. Los datos actuales muestran que alrededor del 25% al 30% de los niños tienen
sobrepeso o son obesos en todo el mundo Batch and Baur, 2005 , Maffeis, 2000, (citados por
Demir y Bektas, 201 ).Los estudios muestran que los estilos de alimentación de los padres
afectan los comportamientos alimentarios de los niños y la obesidad infantil afectada por los
comportamientos alimentarios de los niños ( Birch y Davison, 2001 , Birch y Fisher, 1998 ,
Erkorkmaz et al., 2013 , Yiğit, 2011).
Estilos de alimentación
Los estilos de alimentación de los padres consisten en los estilos de crianza general que
se han aplicado al dominio alimentario (Blissett, 2011 , Costanzo, Woody, 1985 , Rhee, 2008
). Así pues, constan de las mismas cuatro tipologías. La capacidad de respuesta se refiere a
cómo los padres fomentan la alimentación, lo cual hace referencia al nivel de cuidado que los
padres utilizan para dirigir la alimentación de sus hijos. La exigencia se determina a cuánto
alienta el padre a comer, es decir, cuán exigentes son durante la experiencia de comer
(Baranowski, 2013 , Blissett, 2011 , Hughes et al, 2005 ), lo cual ha demostrado que
desempeñan un papel importante en el estado de peso de los niños (Brann, Skinner, 2005 ,
Chen, Kennedy, 2004 , Chen, Kennedy, 2005 , Hughes et al, 2005 ).
Los estilos de alimentación, se refieren a una construcción separada adaptada de los
estilos de crianza, que se caracterizan generalmente en términos de las siguientes seis prácticas
de alimentación : responsabilidad, monitoreo, modelado, fomento, restricción y presión para
comer Hubbs-Tait, Kennedy, Page, Topham y Harrist , (como se citó en López,et, al.,
19
2018). Se ha encontrado que el estilo de alimentación autoritaria se asocia con un mayor
consumo de verduras por parte de los niños Patrick, Nicklas, Hughes y Morales, 2005, (como
se citó en López, et, al., 2018 ).
Una revisión sistemática concluyó que el modelado de los padres sobre la alimentación
saludable se asoció directamente con el consumo de frutas y jugos de frutas y verduras en los
niños Pearson, Biddle y Gorely, (como se citó en López,et, al., 2018). Por otra parte, un
estudio separado mostró que las reglas de los alimentos en el hogar se relacionan
positivamente con la calidad de la dieta de los niños, medida por el puntaje de los Enfoques
Dietéticos para Detener la Hipertensión (DASH) Couch, Glanz, Zhou, Sallis, y Saelens, (como
se citó en López, Schembre, Belcher,O’Connor, Maher, Maher,Arbel, Margolin y Dunton,
2018).
Desde el ámbito de la investigación se ha estudiado las relaciones entre las prácticas de
crianza de los hijos asociadas con la alimentación y la dieta de los niños. Sin embargo, pocos
estudios han incorporado muestras socioeconómicas y culturalmente diversas que permitan
tener en cuenta la diversidad de factores socioeconómicos y de raza o étnicos, lo cual es
importante para la generalización de los hallazgos (López,et, al., 2018).
Algunas investigaciones indican que los estilos de alimentación y de crianza no
siempre coinciden Hennessy, Hughes, Goldberg, Hyatt y Economos, (como se citó en López,
et, al., 2018). Si bien los estilos de alimentación son específicos del dominio de la
alimentación de los niños, no tienen en cuenta el alcance del contexto ambiental social y físico
en el que se producen las conductas dietéticas de los niños. Por lo tanto, examinar la influencia
de la medida global del estilo de crianza de los hijos en las conductas alimentarias de los niños
brinda la oportunidad de evaluar el entorno general en el que se producen las prácticas de
crianza.
Los padres crean un entorno hogareño que desempeña un papel fundamental en la
configuración de las preferencias alimentarias, los comportamientos alimentarios y el
consumo de energía de los niños. Según Ventura, Birch,, Savage et al.,(como se citó en Liang-
Pai, H. y Contento, 2014) indican que los niños aprenden qué, cuándo y cuánto comer, esto
basado en la transmisión de creencias, actitudes y prácticas culturales y familiares
relacionadas con la comida y la alimentación. Los padres determinan el desarrollo de los
20
comportamientos alimentarios de los niños, no solo por los alimentos que son accesibles para
los niños (como proveedores de alimentos) sino también por sus propias prácticas alimentarias
(como modelos a imitar), y sus estilos de crianza , estilos de alimentación infantil y
percepciones y prácticas ( Rhee, 2008 ,Ventura, Abedul, 2008 ).
La investigación existente sobre los efectos de la estructura de las comidas en la
ingesta dietética de los niños es limitada. Sin embargo, un estudio observacional examinó las
características interpersonales de la comunicación familiar y el manejo del comportamiento
durante las comidas. Estas características se asociaron positivamente con el consumo de
vegetales de los adolescentes Berge, Jin, Hannan y Neumark-Sztainer,( como se citó en
López,et, al., 2018 ). La investigación con respecto a los modelos de padres de alimentación
saludable y las normas alimentarias domésticas es más extensa tienen diferentes objetivos para
las conductas alimentarias de los niños y valoran diferentes prácticas de crianza ( Chao,
2000). Comprender cómo las prácticas de crianza relacionadas con los alimentos y el estilo de
crianza afectan la calidad de la dieta de los niños es importante para las futuras intervenciones
basadas en los padres destinadas a prevenir la obesidad infantil.
Prácticas de crianza
Las prácticas de crianza relacionadas con la alimentación se refieren a estrategias de
comportamiento orientadas a los objetivos que los padres emplean durante las comidas y
los refrigerios. Se han encontrado tres prácticas de crianza relacionadas con los alimentos en el
entorno familiar que pueden afectar los comportamientos dietéticos de los niños lo cual
incluye el establecer una estructura en torno a las comidas como el establecer un horario de
rutina para la cena, comidas no consumidas frente al televisor, ejemplos de una alimentación
saludable, y la presencia y cumplimiento de las normas alimentarias de los hogares.
Al igual que el comportamiento alimentario de los padres, las prácticas de crianza de
los alimentos también pueden intervenir en el comportamiento alimentario de los niños a
través de la disponibilidad y el modelo de alimentos. Sin embargo, las prácticas de crianza de
los alimentos son considerados procesos más activos, donde un padre, por ejemplo, elige
específicamente comprar un producto alimenticio específico o elige modelar las conductas
alimentarias frente al niño como una manera de tratar de promover la conducta
21
Es de tener en cuenta que inicialmente se consideraba que las prácticas de crianza de
los alimentos influían en los rasgos del apetito de los niños, continuando con una línea de
investigación experimental más antigua que sugiere que el uso de la práctica de alimentación
restrictiva puede aumentar el atractivo de los alimentos restringidos y poco saludables Birch et
al.; Fisher, Birch (como se citpo en Larsen, Hermans, Sleddens, Engels, Fisher y Kremers,
2015).
Las investigaciones posteriores han revelado que las prácticas de crianza de los
alimentos no solo afectan el apetito, pues hay una amplia gama de prácticas que pueden influir
en el entorno alimentario del niño Gevers et al., 2014, (como se citó en Larsen, Hermans,
Sleddens, Engels, Fisher y Kremers, 2015 ). Con respecto a las etapas tempranas del
desarrollo, como en la infancia estas son muy significativas. Sin embargo, en la adolescencia,
aunque existe influencia de otros ámbitos sociales, estas prácticas aún continúan teniendo un
papel significativo (Casais, Flores y Domínguez, 2017).
En general, las prácticas que controlan mucho o usan los alimentos como una forma de
cambiar el comportamiento o el estado de ánimo de los niños parecen ser menos efectivas para
promover una ingesta dietética moderada entre los niños. (Larsen, Hermans, Sleddens, Engels,
Fisher y Kremers, 2015). Las prácticas de crianza de alimentos en las que se emplean los
alimentos como recompensa con el fin de controlar los comportamientos de los niños
(alimentación instrumental) o las emociones (alimentación emocional) no parecen ser eficaces
para estimular la ingesta de niños sanos.
La investigación experimental sugiere que los niños cuyas madres suelen utilizar
alimentos para regular la emoción consumir alimentos más sabrosos en contraste con cuyas
madres usan esta práctica de alimentación con menos frecuencia, pueden generar el exceso en
la ingesta de alimentos lo cual puede ser obtenido en respuesta a estados de ánimo
negativos Blissett, Haycraft, y Farrow (como se citó en Larsen, Hermans, Sleddens, Engels,
Fisher y Kremers, 2015). En la misma línea, se ha demostrado que la alimentación emocional
está asociada con aumentos en los comportamientos alimentarios obesogénicos de los niños
Rodgers et al., (como se citó en Larsen, Hermans, Sleddens, Engels, Fisher y Kremers, 2015;
Rodenburg, Kremers, Oenema y Van, 2014).
22
En las investigaciones en donde las madres tienen un nivel educativo bajo Saxton,
Carnell, Van Jaarsveld y Wardle, (como se citó en Larsen, Hermans, Sleddens, Engels, Fisher
y Kremers, 2015) se ha encontrado niveles más altos de alimentación emocional , lo cual
sugiere que la alimentación emocional puede explicar en parte la asociación bien conocida
entre los niveles socioeconómicos más bajos (SES). ) y obesidad McLaren, 2007, (citado
por Larsen, Hermans, Sleddens, Engels, Fisher y Kremers, 2015). Cuando los padres usan la
comida como recompensa por los comportamientos deseados entre sus hijos, los niños
muestran aumentos en su ingesta de bocadillos con gran densidad energética y puntajes de
IMC a lo largo del tiempo ( Rodenburg et al, 2014 , Rodgers et al, 2013 ).
La alimentacion instrumental y emocional influye en el comportamiento alimentario de
los niños lo cual puede deberse a cambios directos en el entorno del hogar obesogénico del
niño como por ejemplo ofreciendo más dulces; con alimentación instrumental y emocional
caracterizada por el uso de productos alimenticios poco saludables Raaijmakers, Gevers,
Teuscher, Kremers, y van Assema, ( como se citó en Larsen, Hermans, Sleddens, Engels,
Fisher y Kremers, 2015).
Es posible que los padres que usan estrategias de alimentación instrumental y
emocional también estructuren el ambiente del hogar de una manera que sea más obesógena
que los padres que no lo hacen; es así como dichas prácticas pueden hacer que los niños
asocien las emociones negativas y la alimentación de una manera que resulte en patrones de
alimentación poco saludables. Hasta la fecha, la investigación sobre el uso de recompensas de
alimentos (en su mayoría poco saludables) y la alimentación para modular las emociones de
los niños es escasa. Se necesitan estudios de mecanismos de mediación inmediatos ya más
largo plazo que expliquen los efectos de estas prácticas en la conducta alimentaria del niño
(Larsen, Hermans, Sleddens, Engels, Fisher y Kremers, 2015).
Un factor importante asociado al problema del sobrepeso y la obesidad infantil es el
consumo excesivo de alimentos con alto contenido de grasa, sal y azúcar, como los bocadillos.
Un estudio tuvo como objetivo examinar el consumo de bocadillos de los niños pequeños y la
influencia de las estrategias de alimentación utilizadas por los padres en el contexto del estilo
de crianza general, las participantes fueron 611 madres de niños de 2 a 7 años quienes
23
completaron un cuestionario en línea que contenía las medidas de los dominios generales de
crianza y dos estrategias de alimentación particulares, la restricción y el control encubierto. En
este estudio se encontró que una mayor ingesta de bocadillos no saludables se asoció con una
mayor restricción y un menor control encubierto, mientras que una mayor ingesta de
meriendas saludables se asoció con una menor restricción y un mayor control encubierto
(Arranca, Tiggemann, Corsini y Mattiske, 2015).
Las relaciones entre las experiencias recordadas en la infancia de la presión de los
padres para comer y la restricción y la preocupación actual por los alimentos, las dietas y la
alimentación emocional en una muestra racialmente diversa de estudiantes universitarios . Es
un estudio con 711 estudiantes de pregrado de 18 a 23 años que asistían a una universidad
pública ubicada en el sur de los Estados Unidos se encontró que los alimentos medió la
asociación entre la restricción y la alimentación emocional (Williams, Dev, Hankey y Blitch,
2017).
Los resultados del estudio indicaron que la restricción de los padres, pero no la presión
para comer, está asociada con una alimentación más emocional; es así como el efecto indirecto
de la alimentación restrictiva en la alimentación emocional a través de la preocupación por los
alimentos fue significativamente diferente para las personas que hacen dieta y las que no lo
hacen. Estos hallazgos proporcionan información única sobre los mecanismos que vinculan las
prácticas de alimentación de los padres con la alimentación emocional en la edad adulta
temprana. Sin embargo, es importante que para los estudios futuros que intenten aclarar los
procesos a través de los cuales las prácticas de alimentación infantil impactan en las conductas
alimentarias posteriores deben considerar el papel de la dieta actual (Williams, Dev, Hankey y
Blitch, 2017).
En una gran muestra multiétnica de madres de niños de 4 años que viven en Suecia, se
utilizó el Cuestionario de Alimentación Infantil. En este estudio se examinaron las
asociaciones entre el estado del peso del niño y las prácticas de crianza en dos modelos a
través del modelo de ecuación estructural, en el cual se encontró que las prácticas de control
de los alimentos de los padres se vieron influenciadas por el estado del peso del niño,
informadas y percibidas, así como directamente por la educación de los padres y el origen
extranjero. Además, las comparaciones interculturales cuidadosamente diseñadas tal vez
podrían explicar por qué los niveles de comportamientos de alimentación restrictivos en las
24
familias suecas son los más bajos informados, y si estos niveles podrían estar relacionados con
un estilo de crianza receptivo centrado en el niño (Wijnhoven et al, 2013; Nowicka, Sorjonen,
Pietrobelli, Flodmark y Faith, 2014).
En la alimentación instrumental y emocional desarrollada por los padres o cuidadores
se ha encontrado una gran influencia en los comportamientos que incrementan la obesidad en
niños, niñas y adolescentes. Sin embargo, hay otros factores que deben tenerse en cuenta como
lo es el comportamiento dietético de los padres, el cual es considerado como un proceso
pasivo que influye en el entorno alimentario del niño y en el comportamiento alimentario
posterior. Los estudios transversales han mostrado la correspondencia entre padres e hijos en
la ingesta de alimentos y bebidas saludables y poco saludables, en particular para las madres
( Cooke y otros, 2004 , Fisher y otros, 2002 , Fisk y otros, 2011 , Grimm y otros, 2004 , Hart
et al, 2010 , McGowan et al, 2012 , Oliveria et al, 1992 , Ovaskainen et al, 2009 , Sonneville et
al, 2012 , Wroten et al, 2012 , Zuercher et al, 2011 ).
Un meta análisis reveló que estas asociaciones eran más bien débiles aunque
consistentes, y que las asociaciones eran ligeramente más fuertes para la ingesta de grasas y
para muestras que no eran de EE. UU. Wang, Beydoun, Li, Liu y Moreno, (como se citó en
Larsen, Hermans, Sleddens, Engels, Fisher y Kremers, 2015). Esto podría indicar una mayor
similitud en la composición dietética de padres e hijos y una mayor similitud cuando los
padres y los niños comen más comidas juntas (en las comidas escolares de los EE. UU.) entre
los niños en edad escolar y los adolescentes son más comunes en comparación con la mayoría
de los países que no son Estados Unidos respectivamente. Aunque este trabajo correlacional
ha generado evidencia que demuestra que el comportamiento alimentario de los padres podría
influir, al menos en cierta medida, en la ingesta de los niños, estos estudios no pueden
utilizarse para inferir la causalidad. Por lo tanto, los procesos por los cuales los padres afectan
la ingesta de alimentos de sus hijos a través de su propia ingesta siguen siendo en gran medida
poco claros.
La genética compartida puede desempeñar un papel en la correspondencia entre padres
e hijos en las ingestas: sin embargo, los factores ambientales del hogar, como la disponibilidad
de alimentos y el modelado de las conductas alimentarias de alimentos, pueden ser incluso
más importantes entre los niños más pequeños. Un gran estudio de gemelos basado en la
25
población ha demostrado que las influencias ambientales compartidas son los impulsores
predominantes del comportamiento dietético en los niños pequeños Pimpin et al., (como se
citó en Larsen, Hermans, Sleddens, Engels, Fisher y Kremers, 2015).
Metodología
En el presente estudio se llevó a cabo una búsqueda en la literatura científica, para lo
cual se utilizaron diferentes bases de datos como: Science direct, Google académico, Redalyc
y en Mary Ann Liebert, con el fin de encontrar estudios teóricos y empíricos que demostraran
asociaciones entre los estilos parentales, las pautas de crianza y la obesidad en niños, niñas y
adolescentes. Para esta búsqueda se tuvieron en cuenta artículos empíricos publicados desde el
año 2013, en el caso de los teóricos algunos con fechas inferiores a esta. Estas palabras clave
se cruzaron con el término estilos parentales y pautas de crianza: obesidad, alimentación e
infancia. Además, se examinaron las búsquedas hacia adelante y hacia atrás de las listas de
referencias de artículos relevantes para estudios adicionales. La búsqueda generó 50 artículos,
los cuales fueron examinados y evaluados según los criterios de inclusión
Discusión
Los padres desempeñan un papel fundamental en la adquisición de habilidades,
actitudes y conocimientos de sus hijos. Por lo cual el rol desempeñado por los cuidadores y
padres, se relaciona con el desarrollo infantil el cual aborda una amplia gama de dominios
como la crianza de los hijos, la alimentación, la actividad física, la hora de acostarse, el tiempo
de juego, la hora del baño y la educación. En el caso de la alimentación según Ventura, Birch,
2008, Savage et al, (como se citó en Liang- Pai, H. y Contento, 2014) indican que los niños
aprenden qué, cuándo y cuánto comer, esto basado en la transmisión de creencias, actitudes y
prácticas culturales y familiares relacionadas con la comida y la alimentación.
La influencia que tienen los cuidadores o padres pueden determinar el desarrollo de los
comportamientos alimentarios de los niños, no solo por los alimentos que son accesibles para
los niños actuando como proveedores de alimentos, sino también por sus propias prácticas
alimentarias, como modelos a imitar, y sus estilos de crianza, estilos de alimentación infantil y
percepciones y prácticas. De acuerdo con la presente revisión se ha identificado como desde
los estilos parentales y las pautas de crianza los padres o cuidadores influyen en que se
presenten problemas crónicos de salud asociados con la obesidad. Es así como se encontró que
las pautas de crianza desde la restricción y la presión para comer pueden influenciar el
26
aumento del peso infantil ( Blissett, 2011 , Faith et al., Monnery-Patris et al. (como se citó en
Langer, Seburg, Jaka, Sherwood y Levy, 2016 ), con algunas excepciones Farrow y Blissett,
2008 , Wang et al. 2013, (citado por Langer, Seburg, Jaka, Sherwood y Levy, 2016 ).
Las prácticas de crianza de los alimentos no solo afectan el apetito; investigaciones
posteriores han revelado una amplia gama de prácticas que pueden influir en el entorno
alimentario del niño Gevers et al., (como se citó en Larsen, Hermans, Sleddens, Engels, Fisher
y Kremers, 2015 ). En general, las prácticas que controlan mucho o usan los alimentos como
una forma de cambiar el comportamiento o el estado de ánimo de los niños parecen ser menos
efectivas para promover una ingesta dietética moderada entre los niños, por lo cual la
alimentación instrumental y emocional se ha asociado con el desarrollo de problemáticas
obesogénicas durante la infancia y la adolescencia (Larsen, Hermans, Sleddens, Engels, Fisher
y Kremers, 2015).
La exposición repetida promueve la ingesta de vegetales nuevos y que ofrecer variedad
y elección a los niños también puede fomentar la ingesta como lo expone un estudio realizado
con 95 niños entre los 24 a los 55 meses de edad presente, el cual tuvo como objetivo
comparar el impacto de ofrecer variedad sobre la exposición repetida simple como una
estrategia para aumentar el consumo de vegetales en los niños en edad preescolar (Ahern,
Caton, Blundell, y Hetherington, 2019).
La práctica parental del monitoreo de los padres se ha asociado positivamente con la
ingesta de fibra infantil y se asoció inversamente con la ingesta de azúcar infantil (Gubbels et
al., como se citó en Langer, Seburg, Jaka, Sherwood y Levy, 2016). Por otra parte,
una revisión sistemática concluyó que el modelado de los padres sobre la alimentación
saludable se asoció directamente con el consumo de frutas y jugos de frutas y verduras en los
niños Pearson, Biddle y Gorely, (como se citó en López, Schembre, Belcher,O’Connor,
Maher, Maher,Arbel, Margolin y Dunton, 2018 ).
Se encontró que diferentes prácticas de crianza de alimentos y actividades informadas
en la alimentación como el establecer expectativas y límites, modelar roles, administrar la
disponibilidad y accesibilidad, enseñar y razonar, monitorear, motivar y hacer cosas juntos. De
acuerdo con estas prácticas los padres refieren que utilizan medidas autoritarias para
incrementar la ingesta de alimentos saludables y evitar el desperdicio.
27
El estilo de crianza autoritario se ha asociado con el puntaje del índice de alimentación
saludable. Pues se ha identificado que las madres con un estilo parental autoritario presentan
una mayor estructura de la hora de la comida lo cual es un factor predictor a una calidad de la
dieta en los niños. Sin embargo, algunas investigaciones indican que los estilos de
alimentación y de crianza no siempre coinciden Hennessy, Hughes, Goldberg, Hyatt y
Economos, (como se citó en López, Schembre, Belcher,O’Connor, Maher, Maher,Arbel,
Margolin y Dunton, 2018).
En general, las enfermedades relacionadas con la alimentación como la obesidad se
identifican como retos globales que coexisten en la mayoría de los países. Por lo tanto, se
vuelve esencial la implementación de políticas intersectoriales de alimentación y nutrición
para afrontarlos. Las estrategias exitosas para combatir la obesidad infantil deben reflejar las
asociaciones independientes e interactivas de las influencias sociodemográficas y socio-
familiares en la salud, especialmente en la primera infancia (Kakinami, Barnett, Louise y
Paradis, 2015). De manera que las condiciones tempranas de la vida son importantes para el
desarrollo de la obesidad. Las características del hogar y la familia que reflejan los entornos
menos favorables durante la infancia se asociarán con un mayor IMC en los adultos y un
crecimiento más rápido del IMC entre las edades de 5 y 21 años (East, Delker, Blanco,
Burrows, Lozoffy y Gahagan, 2019).
Desde el ámbito de la investigación, aunque se ha abordado ampliamente las relaciones
entre las prácticas de crianza de los hijos asociadas con la alimentación y la dieta de los niños.
Sin embargo, pocos estudios han incorporado muestras socioeconómicas y culturalmente
diversas que permitan tener en cuenta la diversidad de factores socioeconómicos, raza y
étnicos, lo cual es importante para la generalización de los hallazgos (López, Schembre,
Belcher,O’Connor, Maher, Maher,Arbel, Margolin y Dunton, 2018). Asimismo, los estudios
longitudinales son necesarios para comprender mejor la dirección de la relación y evaluar en
qué medida las prácticas de alimentación de los padres son modificables a través de
intervenciones basadas en la familia
En conclusión, de acuerdo con el rol que cumplen los padres y cuidadores en la
alimentación durante la etapa de infancia y adolescencia es necesario identificar las acciones
de alimentación y nutrición con el fin de proporcionar un cuidado integral y reducir el riesgo
28
de enfermedades crónicas a través de hábitos alimenticios adecuados (Ogata, Beth N. et al.,
2014; Nunes, Alves y Pacheco, 2018). No obstante, no se deben descartar la influencia de
marcadores maternos e infantiles desde el ámbito genético en el desarrollo del sobrepeso en
los niños, niñas y adolescentes, lo cual debe ser ampliado en futuras investigaciones (Cunha,
Aparício, Duarte, Pereira, Albuquerque y Oliveira, 2013). Cabe destacar que la importancia de
los estilos de alimentación de los cuidadores en los resultados dietéticos de los niños ha sido
bien documentada, pero los instrumentos utilizados para evaluar el estilo de alimentación
están limitados por las altas demandas de alfabetización, lo que dificulta la autoevaluación con
poblaciones de bajos recursos económicos (Ontai, Sitnick, Shilts y Townsend, 2016).
Teniendo en cuenta la anterior, y basandome en la experiencia del trabajar con
población vulnerable en el aspecto socio económico, se puede establecer que dependiendo al
estrato de la población, así mismo es el tipo de alimentación que por diferentes circunstancias
la población de bajos recursos no tiene conocimiento alguno en el manejo de alimentos ricos
en proteína, carbohidratos, grasas y azucares, sino que los padres y cuidadores se enfocan en
alimentar a los niños, niñas y adolescentes con cualquier alimento, sin tener en cuenta el valor
nutricional y para ellos lo más importante es que estén alimentados.
Para cambiar esta estructura en la población según estas condiciones, habría la
necesidad de crear programas de prevención, enfocadaos en contribuir al mejoramiento de la
calidad de vida y que garantice a toda la población en general, sea cual sea su estratificación el
acceso y el conocimiento a un cambio alimentario y esto garantizaría una población sana,
incluyendo los estratos socioeconómicos bajos.
29
Referencias
Ahern, S., Caton, S., Blundell, P. y Hetherington, M. (2019). The effects of repeated exposure
and variety on vegatble intake in pre- school children. Appetite, 132 (1), 37-43.
Arranca, S., Tiggemann, M., Corsini, N. y Mattiske, J. (2015). Managing young children's
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