Post on 04-Aug-2015
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ADRIAN ARRIAGA R.
EL SOMBRIO SECRETO DE LA FELICIDAD.
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Bienvenido a este mundo sombrío de sensaciones tan humanas
como inhumanas. De luces rodeadas por sombras.
La belleza no existe sin las sombras que la rodean.
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A mis hermanas Leti y Vera con gran cariño.
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FELICIDAD
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EL SECRETO DE LA FELICIDAD.
Miré mi pequeña rata de cerámica. Tenía una vestimenta muy
invernal y un pequeño gorro azul sobre su cabeza.
La mire fijamente hasta que sus orejas vi moverse.
- Adrián, Adrián ¡Tú serás una tortuga!
- ¡Cállate rata! – Le dije, y bastante desconcertado salí a la
calle a despejar un poco mi mente. ¡Qué infortunio había
salido descalzo! Regresé a mi habitación y tomé mis
zapatos.
- ¡Tú serás una tortuga! – Me repitió la pequeña rata
exasperándome un poco.
- ¡Calla o explícame lo de la tortuga de una vez!.
- Si, lo veo en tus ojos… ¡tú serás una tortuga! – Me repitió
irritándome.
- Y tú serás una cerámica rota si no hablas más claro.
- Déjame explicarte – Dijo dando un salto, bajando del
anaquel de adornos. Se subió a la cama trepando por las
cobijas y se sentó a mi lado.
- Deja te platico el secreto de la felicidad…¡Tú serás una
tortuga!
- ¡Basta ya! – Le dije enfurecido tomándola entre mi mano.
- Está bien, está bien, no pierdas la paciencia amo Adrián,
solo he dicho que serás una tortuga y a mi parecer eso no
se considera una ofensa…a menos que quieras ser una
cerámica, claro.- Dijo estirando su pequeña cara de
cerámica de rata y mirándome con sus pequeños y
brillantes ojos de pintura negra.
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- ¡Rata…- Dije cuando de pronto me interrumpió la cara de
la vecina gorda que se asomó a mi habitación haciendo un
agujero en mi pared.
- ¡Vete o te muerdo! – Le gritó amenazantemente la rata.
La vecina gorda sacó su cabeza de mi habitación mirando
penetrantemente a la rata y temblando de temor.
- Vaya…Gracias rata, creo que comienzas a agradarme.
- Es solo que me molesta la gente entrometida. – Me dijo
con la mirada perdida.
- Pero ¡Tú serás una tortuga! – Repitió
- ¡Rata deja ya eso!
- Está bien, te contaré el secreto de la felicidad pero antes
déjame cambiar mis colores, no me ha gustado este tono
que me has dado.
- Está bien, ve rata – Accedí.
La rata bajó con cuidado de la cama y se dirigió a un
mueble de varias divisiones con ropa, abrigos y en la zona
baja, mis pinturas.
Abría los pequeños botes de pintura acrílica, los
observaba, cerraba y aventaba.
- ¡Rata, estás haciendo un desastre!
- Tú accediste, ahora no te quejes.
Encontró las pinturas adecuadas y sacó un pincel de mi
caja de pinturas.
- Ahora no quiero que mires como me pinto- Dijo la rata.
Suspiré.
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- Está bien rata – Tapé mis ojos con mis manos. La rata
comenzó a pintarse mientras decía en forma melódica
“Serás una tortuga, serás una tortuga, serás una tortuga”.
- ¡Rata te estoy escuchando! – Dije a la rata que hizo caso
omiso de mi reclamo y continuo tarareando. No insistí en
repetírselo, pues comenzaba a darme gracia y ternura la
pequeña rata.
- ¡Listo!, puedes abrir los ojos, he terminado.
Abrí los ojos y para mi sorpresa la rata no había cambiado
en lo más mínimo su color.
- Rata, pero si te has pintado exactamente igual – Le dije
incomprendido mientras ella subía por las cobijas.
- Sí, pero ahora estoy doblemente pintada. – Se sentó junto
a mí.
- Bien, ahora te contaré el secreto de la felicidad. La
felicidad radica en ser un ratón de cerámica excepto por
que al caer te rompes – Dijo y calló de la cama
rompiéndose.
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EMILIE EN OTOÑO.
Fue la época de los moños largos y la música del sublime
violín. Aquella época donde los hombres llevaban elegantes
moños por corbatas y Emilie tocaba su música sublime.
Emilie era una chica con un pasado sombrío y un corazón tan
rojo. Con sus talentosas manos creaba melodías salidas del
corazón más rojo, la melancolía más violeta y la naturaleza
más verde. Con su violín Emilie creaba música sublime,
rompiendo el viento.
Un día Emilie salió a las calles, uno de esos días tan nublados
con el cielo tan rosa tirando a rojo, donde los caminantes iban
por la delicia de los heladeros de las calles, donde los
heladeros trabajaban día y noche. Emilie salió a dar un paseo y
atravesó el puente que cruzaba las aguas de la ciudad, una
ciudad como Venecia pero con la gran pasión de Paris, el gran
misterio de Viena y el olor a arte de Praga.
Emilie caminaba acompañada por una posiblemente
inmejorable compañía. Ella misma.
Emilie no buscaba el amor, pues era la dueña del amor, no
buscaba precisamente compañía pues era la dueña de su alma
y no buscaba la música, pues era la dueña del viento y las
cuerdas.
Sin embargo toda Lucretia buscaba su música, su compañía y
su amor.
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Pero Emilie buscaba algo en especial y para ello se dirigía
rumbo a Praga. La gente rogaba por escuchar un poco de su
música, cuando menos un chirriante sonido de su violín, lo que
fuese, sin embargo ella estaba decidida a marcharse aun
cuando personas derramaban lagrimas.
Emilie era simplemente muy hermosa ¿Y más hermosa que
ella? Quien más que su música.
Los hombres se detenían frente a ella, haciendo una
reverencia y ofreciendo sus moños, la mayor distinción ante
una dama. Emilie los miraba extrañada, casi repugnada,
ignorando su gesto declaratorio.
Un arquitecto le ofreció la Klavokfka, una torre gigantesca,
llena de esculturas de gatos diminutos tallados en plata, una
torre que se erguía en una escalera que se extendía hacia las
alturas en forma de espiral, y estos pequeños gatos decorando
sus barandales. La torre tenía un color durazno muy crema.
Emilie acepto la oferta más aquel hombre pidió algo de música
a cambio. Emilie rechazo la oferta pues cada que un artista la
escuchaba su música embellecía. Ella pensaba que aquella
torre era una obra muy bella. Su música embellecería tanto
que la dejaría luciendo a ella en segundo plano.
Emilie camino observando de largo la torre que pudo ser suya,
entonces se acerco un joven entusiasmado y le ofreció las
joyas de la corona del duque de Lucretia. Emilie pensó “¿Por
qué arrancaría las joyas y no robaría la corona entera”, vaya
clase de idiota. Emilie rechazo la oferta pues las joyas eran
muy bellas pero cada que un idiota escuchaba su música, esta
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afeaba. Aquello la haría lucir muy bella a ella, dejando su
música en segundo plano.
Emilie siguió su camino rechazando otras tantas ofertas. Un
carpintero le ofreció un violín muy rustico, un soñador un
sueño, un gigoló pasión y un religioso el cielo.
Emilie camino y prosiguió pues nadie le ofrecía aquello que
tanto amaba.
Emilie camino y atravesó razonables extensidades. Finalmente
los hermosos campos a las afueras de Lucretia para después
llegar a Praga.
Llego a Praga, la tierra de los Stradivarius, la capital de la
música clásica, las pavimentadas calles con tantas historias
que contar y finalmente sus ojos brillaron. Había llegado al
final de su búsqueda, aquella inspiración, aquello
indispensable para ella. Miró el puesto de música más popular
y afamado en toda Praga, pero no era ello, claro que no, era
algo que en vez de cuerdas tenia pelo.
Emilie grito “willow“y su perro corrió hacia ella.
El perro perdido en las calles de Praga había vuelto a los
brazos cariñosos de su ama, de su compañera, de Emilie.
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UN DIA EN LA VIDA.
Mixtel se quedo profundamente perdido en un éxtasis de
zarkova violeta, la más adictiva del mundo entero, escuchando
aquella música tan violeta y melancólica miro el techo.
Perdido en sus fantasías vio un hombre con cara parecida a la
madera moverse frente a él. El hombre movía su mano frente
a el mientras Mixtel perdido con la boca semiabierta y sin
movimiento no pudo reaccionar más que para reírse
tenuemente de aquel hombre de cara preocupada y nariz
alargada. “Tienes, tenes, tens” dijo con la voz descoordinada
“tienes cara de madera” y empezó a reír sin cesar. “No te
parecerá tan gracioso cuando queme tu árbol de zarkova”.
Mixtel empezó a reír y reír. Era un chico de gustos simples y
humor refinado que solo gustaba de buenos ratos en su casa y
salir a golpear algunos de aquellos ojiazules, hombres
miniatura que el mundo entero odiaba. Eran muy bellos pero
se asentaban todas las noches, por las calles y campos de las
ciudades con sus casas armables miniatura y sombreros
graciosos. Siempre talando árboles y fumando
indiscriminadamente, escuchando su música pesada y
energética pero tan armónica como el mismísimo viento.
Mixtel pensó en contactar a su bandada pero se encontraba
tan extasiado con la zarkova que no puedo ni impedir la salida
de aquel hombre.
- Oye, oye, hombre con cara de misu ¿cómo te llamas? –
Dijo Mixtel divertido. Aquel hombre ofendido su cara de
preocupación cambio tenuemente a agresividad.
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- Me llamo kuvo y dejare toda tu zarkova como misu –
Recalco tomando una camitow para prender fuego al
árbol. La camitow era una pequeña esfera inflamable la
cual con el tronar de los dedos se prendía en fuego
enteramente
- Jajajajaja misu – Rió Mixtel recostado repitiéndose una y
otra vez aquella canción tan adictiva.
Kuvo salió a la enfurecido a la noche, a las afueras de la
casa de Mixtel donde se extendía un gran campo en cuyo
centro había un gran árbol con zarkova.
- Mira Mixtel, mira como prendo fuego a tu preciosa
zarkova jajajaja – Rio malvadamente kuvo
“Mi zarkova, mi preciosa zarkova” pensó mixtel y salió de
un salto de su pequeño sillón
- ¡Detente bastardo, deja mi zarkova! – dijo enojado y algo
desesperado por más que trataba de ocultarlo
- Tu tiempo de suplicas se acabo Mixtel, pobre joven adicto
que dijo que mi cara era misu- Dijo sujetando aquélla
pequeña esfera metálica que con el tronar de los dedos se
llenaba de fuego. Aventó el camitow al árbol de zarkova y
luego trono los dedos
- ¡¡¡Nooo!!!!- Grito Mixtel tomándose el cabello - ¡¿Que
acabas de hacer Bastardo de misu?! – Dijo realmente
frustrado y desesperado.
“Jajajaja” Rió kuvo mientras no podía notar que se le
quemaba la mano derecha. Rio aguda y burlonamente
mientras Mixtel sostenía una cara de angustia al borde de
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las lágrimas debido al coraje y la frustración, al ver como
su zarkova se incendiaba frente a sus ojos.
- ¡Bastardo! ¡Bastardo! ¡Bastardo! – Gritó coléricamente
Mixtel. En su frenesí de burla Kuvo se toco el estomago
con las manos llenando en llamas sus prendas largas fuera
de talla.
Mixtel lo miró y notó como llamas crecían de él. Su cara
de preocupación se relajó un poco para después reír
mirando a kuvo lleno en llamas.
- ¿Qué pasa contigo muchacho? Tú Zarkova desaparece y
no haces más que reír, hubiera pensado que arderías del
coraje jajaja- Rió kuvo pero Mixtel rió aun más.
- Jajajaja ¡¿arder?! Jajaja pero si ardiendo estas tu bastardo
jajaja- Kuvo bajó la mirada y entonces las vivas llamas
llegaron a su cara.
- ¡¡Mis ojos!! ¡Bastardo! ¡Bastardo! ¡Mira lo que me has
hecho! – gritó cubo con la reacción de llevarse las manos
a la cara, entonces su cara empezó a arder en su
totalidad.
- Jajajajaja, ¿lo que te he hecho? eso te pasa por atacar mi
zarkova – Kuvo comenzó a correr hasta que Mixtel
burlándose de él a más no poder lo vio adentrarse a las
lejanías del bosque. Los harapos largos se le caían a
cenizas y dejaron a entrever sus piernas flacas como dos
palos de escoba, cubiertas por mallones blancos.
Mixtel continuó riendo unos segundos después de perder
de vista a kuvo para luego sentarse y mirar como el fuego
casi consumía en su totalidad las zarkovas tan ligeras y
vulnerables ante cualquier maltrato.
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La zarkova había que cuidarla más que a una novia
hombreriega y aun más que a una hormiga con las patas
rotas.
Se recostó algo preocupado, más la noche fría le dio algo
de felicidad y refresco su mente. Entonces se recostó y
miró al cielo estrellado preguntándose si habría vida en
otro planeta. A la lejanía se alcanzaba a ver una pequeña
galaxia en forma de espiral debido a la cercanía que
Andrómeda tenia con la vía láctea.
“¿Algún día el hombre podrá llegar a la vía láctea?” Se
preguntaba Mixtel.
Se quedo pensando tanto tiempo que olvido que iría con
su bandada a golpear algunos casimes. Entonces vio como
su novia Minu se acercaba a lo lejos.
- ¿Mixtel que sucede? los chicos y yo te estuvimos
esperando en mi casa y nunca llegaste. He tenido pune
con cada uno de ellos debido al aburrimiento.
- Debes estar muy agotada, yo necesito pensar ahora que
un maldito cara de misu me ha quemado toda mi zarkova.
- M...Mixtel aun puedo estar contigo un breve momento
dijo subiéndose en Mixtel muy provocadoramente.
Es por ello que mixtel pensaba que la zarkova era tan
difícil de cuidar como a su novia hombreriega. Si Minu
hubiera estado con un hombre más aquella noche
seguramente habría decidido terminar con ella.
- No Minu en estos momentos solo quiero pensar. Algo que
puedes hacer es recostarte junto a mí para pensar juntos.
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- Está bien – dijo Minu y se puso muy pegada a Mixtel con
los brazos detrás de su cabeza, mirando así como el las
estrellas.
- ¿Mixtel crees que allá vida en otros planetas? – Dijo Minu
con su voz muy de una pequeña niña y volteando a ver a
Mixtel.
- No lo sé Minu, no lo sé, eso mismo pensaba…que mas
querría que un poco de zarkova ahora mismo.
- Yo tengo algunos cigarrillos de zamk. ¿Quieres?
- Claro, dijo Mixtel. – Minu saco dos cigarrillos de su media
falda. Los cigarrillos eran de un papel semigrueso en
forma de cono y median unos 13 centímetros. Aquellos
cigarros simplemente prendían chupando un poco de aire
desde su base. Tomaban el calor que había en el viento
aun así fuera del viento nocturno.
- ¿Mixtel seguro no quieres ir a golpear algunos casimes?
Debemos mostrarles quien manda – dijo Minu de manera
provocadora y entusiasta, acercando su fina cara dejando
caer su cabello rizado muy rubio casi blanco muy cerca de
Mixtel.
- Minu ya te he dicho que solo quiero pensar – Dijo un
tanto irritado Mixtel, cosa que no pareció grata a Minu. Lo
miró más fríamente y sus ojos cambiaron a un azul
ultramar muy intenso.
- No me agrada que me respondas de esa forma Mixtel ¿Lo
sabes?- Mixtel tomó un poco de humo de su cigarrillo y lo
soltó un tanto espantado
- Está bien, está bien Minu vamos a golpear y aplastar
algunos casimes – Minu volvió a sus cotidianos ojos color
miel y rió. Se levanto y tomó a Mixtel de la mano.
- Vamos – Dijo Minu. Mixtel se levantó un tanto en
desacuerdo, sin embargo no le parecía del todo mala la
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idea de ir a golpear algunos casimes, más que nada quería
olvidarse de aquella tragedia que había dejado aquella
noche.
- Tienes razón y quizá encontremos algo de zarkova o
algunas semillas de zarkova en el camino – Dijo Mixtel
entusiasmado.
- ¡¡Sí!!- Dijo Minu muy efusivamente - ¡Vamos!- Dijo con
su dulce voz aguda.
Se fueron en dirección contraria al bosque, al sur de su
cabaña donde los campos eran tan extensos. Algunas
cabañas y camunones había en el camino.
Los camunones eran más grandes que 10 cabañas juntas y
normalmente estaban muy bien decoradas. Algunos
posos y pequeños lagos de aguas cristalinas decoraban
todo el camino, así como arboles con frutas como la
comina, la koga, el jik, o el fresco y jugoso movokle, así
como arbustos pequeños y algo de arena en el frio viento
nocturno.
Con sus cigarros de zamk dando tanto calor a sus cuerpos
encontraron a Jivu, Maz, Mizél y a Juxel golpeando
algunos casimes con frondosas ramas espinosas de las
hermosas flores y rosas que crecían en los altos arboles
cosumes. Despedazando sus pequeños hogares,
silenciando su estruendosa música y derramando la
sangre de sus pequeños cuerpecillos.
- ¡Miren ahí viene mixtel con Minu! - gritó el gordo y calvo
juxel que tenía una voz muy de niño y un carácter muy
jovial y divertido.
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- Ten amigo aquí tienes una rama, solo límpiala que tiene
varios casimes insertados
- Claro, cuenta conmigo amigo – Juxel sonrió y Mixtel tomó
una bocanada de humo de su cigarro de zamk
- Ten Minu aquí tienes la tuya -Juxel volvió deprisa con los
demás.
Mixtel dio su cigarrillo a minu quien lo guardo en su
media falda. Aquellos cigarrillos de zamk tenían tanta
duración y tenían un aroma tan fresco y grueso. Dejaban
de consumirse con el simple hecho de dejar de jalar calor
con ellos.
Mixtel zafó algunos casimes y los arrojo al pasto. Aun se
retorcían y producían gemidos de dolor, heridos y
moribundos.
- Bien, deshagámonos de algunos casimes Minu – Minu rio
y Comenzaron a destrozar sus cabañas diminutas,
pateando y pisando. Golpeando y con gran diversión.
Cabe decir que no eran los únicos ahuyentando, o más
que ahuyentando matando casimes por aquellas horas.
Había jóvenes en bandadas más que nada, la mayor parte
de las bandas consistían en dos chicas y cuatro chicos.
Pequeñas partículas de hielo comenzaban a acompañar el
viento de aquella noche mientras despiadadamente
masacraban aquellos casimes.
Las chicas gritaban y brincaban de diversión. Los chicos
sonreían a dientes, golpeando y aplastando con gran
vigor. Risas, brincos, golpes, pocas cosas eran más
divertidas en aquellas noches.
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Se divirtieron por un buen rato hasta que Mixtel volvió a
recordar aquella tragedia con su árbol de zarkova
mientras destrozaba una cabaña con su gran vara.
- ¡Chicos, chicos! ¡¡Basta ya!!...¡Necesito hablarles de algo!
Todos se detuvieron a escuchar a Mixtel
- ¿Qué sucede mixtel?
- Vaya algo terrible ocurrió esta noche. – Todos se
detuvieron para escuchar a Mixtel.
- Bien, pues llego un tipo con cara de misu y llego a
destrozar mi árbol de nuestra preciosa zarkova.
- ¡¡¡Mixtel no!!! – gritó la chica de cabello naranja. Mizél –
¡¡Mixtel!! – Gritó de ira y frustración tirándose en el suelo
y derramando lagrimas, como rogando que fuera una
broma.
- ¡Chicos necesitamos encontrar a aquel bastardo cara de
misu y hacerlo pagar ¡¿Que dicen?
Los chicos enardecidos dejaron para otro día a los casimes
y acompañaron a Mixtel. Una bandada donde los chicos
usaban una especie de chaquetas echas de la más pura
tela de arboles cosumes y las chicas utilizaban sus medios
vestidos y medias faldas o en algunos casos hasta
comunives con la tela más fina. Desde arboles cosumes
hasta muquetez. La vestimenta de las chicas era algo tan
variado.
Enfurecidos dispuestos a utilizar fuerza pura con aquel
bastardo se encaminaron al bosque.
- ¿Mixtel quieres algunas pemas? – Dijo Mizél ofreciéndole
algunas pemas en la palma de su mano. Mizél
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normalmente iba tan bien equipada para defenderse
como cualquier chica de aquellos andares.
Las pemas eran básicamente piedras en extremo lisas,
bien afiladas manualmente.
- Gracias Mizél tengo suficientes.
- Está bien- dijo sonriendo – La mirada de Minu se torno
algo azul ultramar y Mizél lo sabía por lo que no pudo
esconder una clara sonrisa de satisfacción en su rostro
pálido.
Jivu tenía un peinado de picos justo en medio de la cabeza
y rapado a los lados. Tenía un cabello moldeado con algo
de arena y azimork por lo que cobraba una gran altura.
Era un tipo impulsivo y más cuando la zarkova, la vumba o
la jerka de los chicos estaban en peligro. Iba literalmente
apretando los dientes y agitando una especie de cadena
de pemas ahora que sabía que un tipo no había robado
algunas zarkovas si no había quemado el árbol entero. En
verdad era un chico de cuidado cuando se hallaba
enardecido.
Maz en cambio era un chico de cabello muy rizado muy
castaño pero un tanto transparente que le llegaba casi a
la cintura, era un chico bastante agraciado.
Se adentraron al bosque que entre sus incomodidades
tenía aquella molesta arena gris morada que se te metía
entre los dedos.
Jivu quien iba al frente del grupo ansioso de encontrarse
con kuvo apartaba las ramas y moskovitas que aparecían
en el camino.
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- Ya quiero encontrarme a ese bastardo para partirle la cara
de misu- Dijo Jivu. Todos rieron.
- ¡Era un tipo tan poco afortunado, tenía cara de madera
embarrada de misu!- Dijo Mixtel. Todos se divertían
bastante ofendiendo a aquel bastardo quien se hallaba
seguramente en el bosque.
- Entonces no habrá problema si me limpio la misu con su
cara – Dijo Minu “jajaja”
- Veamos si te empieza a lamer el culo, así será una
limpieza profunda – dijo Juxel, todos rieron menos Maz y
Mixtel quienes conocían bien el temperamento de Minu.
Minu volteó con una mirada fría y sus ojos se tornaron
azul ultramar. Juxel la miró con temor y Minu tomó una
pema del bolsillo de su media falda y la acerco al cuello de
Juxel.
- Vuelve a decir algo así cerdo y te la clavare en la garganta.
¿Entendido Juxel? – Juxel movió la cabeza asistiendo.
- Te estoy hablando y no escucho tu voz – Dijo Minu
- Si, ¡entiendo!
- Muy bien – Respondió Minu sonriente con una pequeña
risita
- Jajajaja que ocurre amigo se te ha caído el cabello del
espanto – Dijo Jivu tomando a juxel por el hombro.
Prosiguieron por el bosque hasta que Mixtel encontró unas
cuantas astillas tiradas.
- Esperen chicos…estas astillas se parecen a las de la cara
de kuvo. Seguramente se asentó por este lugar y se quito
un poco de su cara el muy bastardo. Miren bien arriba de
los árboles y a sus alrededores.
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Los chicos buscaron por mucho tiempo sin encontrar
nada.
- Mixtel dejemos las cosas así, aun tenemos vumba y jerka
en tu cabaña. ¿Quieres? – Dijo Mizél tocando detrás de la
oreja de Mixtel. Minu miro con ojos azul ultramar a Mizél.
Maz se dio cuenta de esto y se acerco a Minu “anda, quita
esa mirada”. Mixtel se encontraba más que nada afligido
por su zarkova. Con una cara de angustia y frustración
intensa si quiera miró a Mizél.
- Claro, está bien. Vámonos chicos.
Los chicos salieron del bosque cerca del lugar por el cual
había entrado Kuvo y se dirigieron hacia la cabaña.
- Vengan chicos contemplemos las estrellas como lo hacía
antes de que llegara Minu, vengan acompáñenme,
díganme que piensan- Dijo Mixtel para después tirarse en
el pasto.
Los demás chicos lo acompañaron y se recostaron todos
uno a un lado del otro.
- Pienso que las estrellas caerán algún día – dijo Jivu
- ¡Vaya que eres un cabeza dura! - Dijo Maz - las estrellas
no pueden caer, si lo hicieran serian del tamaño de una
nuez, no sabes nada sobre Hub?
- Sí, pero ese anciano está loco, además si fueran tan
pequeñas no podríamos verlas – Dijo Jivu
- Claro que podríamos verlas, pues son muy pequeñas pero
su brillantes las hace ver un billón de veces más grandes.
– Dijo Mizél.
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- ¡Claro Mizél, eso es muy cierto! Me encanta tu lógica- dijo
Mixtel. Los ojos de Minu se pusieron azules una vez más.
- Cierto, ¿te parece muy interesante no Mixtel? Pues
quédate a contemplar el cielo con Mizél.
Minu se levanto y observo a todos como esperando a que
alguno la detuviera. Al ver que Mixtel no hizo nada Minu
se fue enfurecida y triste. Se marchó en dirección oeste a
la cabaña
- Mixtel ¿No seguirás a minu? - Dijo Jivu
- Ella volverá enseguida ya lo verán.
Entonces como si nada los cuatro siguieron observando
las estrellas. Entonces Juxel sacó algunos cigarrillos de su
bolsillo.
- Nada mejor que unos cigarrillos para este frio tan de
medianoche no creen chicos – dijo juxel con su singular
carisma de siempre. “Claro” todos tomaron un cigarrillo.
- ¿Creen que haya vida en otro planeta?-Pregunto Maz.
- Claro, si no sería un gran desperdicio de constelaciones y
galaxias ¿no lo creen así? – Dijo Mixtel
- Claro que lo seria… ¿Crees que haya chicas tan hermosas
como yo en otras galaxias Mixtel? – Dijo Mizél
- Claro – dijo Mixtel.
- ¿Con este cabello tan hermoso y esta sonrisa tan
perfecta? – dijo Mizél como dando una segunda
oportunidad a Mixtel
- Claro, si no sería un gran desperdicio de galaxias y
constelaciones ¿no lo crees?
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- Creo que debe haber chicas muy feas, chicas con cara de
pescado y cuerpos escamados – Dijo Maz
- Creo que eso sería más asqueroso que yo siendo mujer –
Dijo Juxel. Todos rieron
- No creo que haya algo mas asqueroso que eso – Dijo
Mizél “jajajaja”
Los chicos siguieron conversando mientras Minu
caminaba enfadada maldiciendo entre dientes.
Caminó para después recostarse en el pasto y observar
por un rato la luna violeta.
Las tenues nubes pasaban ocultando repentinamente la
luna.
“Habrá vida en otros planetas” pensó Minu. “Claro que la
hay” le respondió una voz y pequeñas astillas comenzaron
a caer del cielo.
“¿Qué demonios?” se levanto Minu y vio a un hombre con
la cara algo descompuesta, con varias manchas negras
como carbonizado.
- Eres tú, tu eres el hombre que destrozo nuestra zarkova
- Así es mi querida hermosa
- ¡No me llames hermosa bastardo! Ya veras, iré por los
chicos y te las veras con todos nosotros.
- No creo que Mixtel te ame si tienes una cara astillada
- ¿Una cara astillada?...
- Si, siéntelo por ti misma jajajaja. – Minu se toco el rostro y
sintió madera en vez de piel. Atónita alzó la mirada para
ver que kuvo había desaparecido.
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“¡Bastardo! ¡Bastardo! ¡¡Bastardo!!”
Se fue corriendo hacia la cabaña tomándose la cara con las
manos pues esta podría pelarse.
“Si Mixtel me ve así ya no querrá siquiera mirarme” pensó
Minu y una voz le respondió “Así es, ni siquiera podrá besarte
sin astillarse jajaja”
¡Calla! Grito Minu envuelta en cólera. “¿Ahora qué hago?”, sus
ojos se tornaron azul ultramar.
Se dirigió a uno de aquellos pequeños lagos pues
posiblemente lavando su cara podría recobrar su normalidad.
Se hinco y metió su cabeza al agua, abrió los ojos debajo del
agua y vio como pequeños trozos de madera flotaban.
Después de unos segundos sacó su cabeza y tomó aire. Tocó
su rostro y notó que su piel había vuelto cambiando su
astillado rostro.
“¡Que buen truco el tuyo cara de misu jajaja!”, grito Minu
burlándose aliviada. “Claro, no puedes ver tus propios ojos
pero si los miraras ahora lucen tan pálidos”
“¿Pálidos?” pensó “¡Déjate de tonterías bastardo!” grito Minu
“jajaja, mira el agua ¿acaso no luce tan azul?”
Minu miró el agua azul ultramar y con un grito ahogado se
llevo las manos cubriendo su boca, con sorpresa y espanto.
“¡Bastardo! ¿Acaso envidias mi belleza?” “Vaya que me he
encontrado con chicos muy ególatras, jajaja…” La risa de cubo
se desvaneció en el viento.
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“¿Y ahora que hare?” Pensó Minu. Miro el agua observando
como el color de sus ojos no se dispersaba por el agua entera.
“¿Podre recuperar el color?” “Minu metió su cabeza en el lago
nuevamente abriendo muy bien los ojos. El color era atraído
por ambas pupilas absorbiendo aquel color ultramar. Saco su
cabeza y miro su reflejo. Sus ojos eran azul ultramar
nuevamente. Rápidamente volvieron a tornarse color miel con
la misma intensidad que siempre.
No ofendió de alguna forma a kuvo pues empezaba a notar
que había que ser cuidadosa con él, tal vez en cualquier
momento podría hacer algo con su hermosa cabellera. Se
tomo el cabello y lo miro, se encontraba en normalidad.
Camino pasando de vuelta los campos donde momentos atrás
habían masacrado algunos casimes. Pisaba algunos al pasar y
escuchaba como algunos se retorcían. Paso caminando con la
luna gigante a sus espaldas. Algunas bandadas aun se hallaban
pasando el rato después de la divertida persecución de
casimes.
Volvió a la cabaña y encontró a los chicos durmiendo boca
arriba. Minu llego y se recostó muy pegada a Mixtel después
de aquel mal rato que Kuvo le había hecho pasar.
El día había sido tan exhausto como la mayoría, tan divertido
como la mayoría, tan nocturno como siempre, pues lo que
llamaban noche era solo diferenciada por ser más fría, sin
embargo la noche era eterna. Tan fresca y jovial.
Diversión
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PATO.
Recuerdo mi primer vida, por cierto una de las mejores que he
tenido, que sin grandes riquezas y ambiciones vaya que la
disfrute. Era un pato, vivía en un amplio corral con otros
patos. Gente totalmente dispersa por el largo prado era lo
único que veía. Todos en pequeños grupos, vistiendo de
manera muy primitiva. Yo, con mis ojos de cada lado de la
cabeza observaba como cuidaban sus distintos animales,
desde cerdos hasta pavorreales, pero no pensaba en otra cosa
más que ¿Se odiaran tanto que prefieren alimentar a los
animales que a sí mismos? Obviamente al ser un pato no era
nada listo, mas no había otra cosa más divertida que ser
estúpido y vivir.
Mis compañeros patos que buenos compañeros eran. Si
estaba o no con ellos daba igual, lo único por lo que debía de
pelear era en ocasiones por el alimento, mas eso no solía
suceder muy a menudo pues aquellas personas eran muy
generosas.
Corría con mis dos patas de un lado para otro sintiendo la
fresca brisa y el agradable aroma a naturaleza pura. Era aun
muy joven y no tenía otra ambición que vivir, ni siquiera tenía
la mas mínima idea de cuánto era mi tiempo límite, mas
finalmente una ambición nació en mi. Observaba ladeando la
cabeza, a los demás patos, y es que es muy difícil ver como un
pato, ves o la izquierda o a la derecha más nunca ves de
frente. Observaba como salían unos y llegaban otros, siempre
sacaban a los más grandes y robustos y llevaban los más
frágiles y pequeños al corral. Mi curiosidad era muy grande,
30
aquel corral era fantástico, mas quería saber que era todo eso
que lo rodeaba, si, así es, ilusamente creía que llevaban a
aquellos patos gordos a las afueras del corral, a aquellos
extensos horizontes. Fue entonces que comí y comí como un
loco esperando que me dieran mi recompensa. Algunas veces
los otros patos me picoteaban por mi egoísta forma de
dejarlos sin comida.
Finalmente el día llego, era más robusto y grande que ningún
otro, así que dócilmente y sin ponerme revoltoso acepte los
brazos que me tomaban para llevarme al exterior del corral,
mas no me llevaban al verde horizonte, aquella mujer me
llevaba apretado en sus brazos hacia aquellas chozas en que
los humanos entraban a dormir y a comer. Llegue a la entrada
de la choza cuando de pronto un tajante dolor en el cuello
hizo presencia. Sintiendo el abrazador calor del pequeño
hogar lo único que recuerdo son las manos de aquella mujer
sosteniendo mi cuello roto.
31
AMOR
32
EL AZEBAKE.
Amané Sacó la cabeza por su ventana. El clima era muy fresco
y el cielo muy naranja. Estuvo a punto de caer. Estremecido
metió su cuerpo.
Bajo hacia su sala con un agujero en el estomago por el susto.
Tomó un poco de azebake del comedor, una fruta azul como
el cielo, muy ligera y suave. Con el tamaño de la esfera de un
árbol de navidad y un sabor similar al de las uvas.
Había preparado una fiesta para aquella tarde, por supuesto la
había invitado a ella. Estaba ansioso por que llegara la tarde.
Se sentó en la banca fuera de su casa. Tenía una vista hacia el
extenso prado.
Miró la luna y el cielo nocturno de la mañana comiendo
azebake. Sobre sus piernas un traste de cristal que contenía
más azebakes. Ansioso comió azebake.
La tarde llego y comenzaron a llegar personas a la fiesta en el
patio de su hogar.
Al patio de su casa, sin techo y carente de algunas paredes el
azul nocturno perpetraba en plenitud. Unos bailaban, otros
conversaban y unos cuantos se miraban a los ojos por
bastante tiempo.
Alkasar piso el vestido de Ramisa haciéndola caer. Las risas no
se hicieron esperar. Ramisa avergonzada y enfurecida miró a
Alkasar quien no dejaba de disculparse. Ramisa dió media
33
vuelta, tomó un vaso con jugo de azebake y se lo arrojó a
Alkasar.
- ¡Ramisa, te he dicho que soy alérgico al azebakeee…! –
Grito Alkasar transformándose en un árbol.
- ¡Ramisa dejó plantado a Alkasar en la fiesta, jajajaja!,
¡¿Entienden?! ¡Lo dejó plantado! – Dijo Rtomoz,
tomándose la pansa de tanta risa.
Todos rieron y Ramisa con otro gesto de indignación y enojo
tomó otro vaso de azebake y se lo arrojó a Rtomoz.
Rtomoz se volvió un pasto con un delicioso aroma a café.
Mientras tanto, Amané aun esperaba la llegada de Kané.
Ella llego como la naturaleza, tan hermosa como siempre.
- En verdad llegaste. Pasa – Le dijo Amané, tomándola de la
mano y atravesando entre la multitud de bailarines y
ebrios parlanchines, incoherentes por tanto beber
ozomake, la versión alcoholizada del azebake. Era rojo
- ¿Y este árbol? – Dijo Kané con curiosidad.
- Es Alkasar, ¿Sabías que es alérgico al Azebake? – Dijo
Amané burlándose de Alkasar. Ella se asustó un poco pero
pronto volvió a la normalidad.
- Es un árbol hermoso – Dijo tomando una de sus hojas.
Rtomoz desapareció y se volvió la luna, observando
solitariamente la fiesta desde lo alto.
- Ven, tengo algo que mostrarte – le dijo Amané
encaminándola, tomados de la mano hacia el poco
poblado comedor.
34
Kané aun anonadada soltó la hoja de Alkasar con gran
delicadeza.
- Es hermoso – Dijo Kané.
En el comedor se encontraban los padres de Amané, junto con
su tía, su hermana mayor y su pequeño primo, todos bebiendo
azebake y conversando.
Amané llegó con Kané, tomados por la mano, interrumpiendo
abruptamente su conversación.
- Les presento a Kané – Dijo Amané
- Hola – Dijo Kané dulcemente saludando con la mano.
- Hola – Respondieron en coro y murmuraron entre sí, “Es
una chica linda, si muy linda, si linda”. Kané lucía un tanto
desprotegida y confundida en aquel lugar. Los siguió con
la mirada mientras murmuraban.
- Eres una chica muy linda – Dijo su tía cuando finalmente
se pusieron desacuerdo.
- Gracias – dijo ella muy dulcemente. La familia volvió a su
conversación.
- Ven – Dijo Amané y la encamino hacia su habitación.
- Tengo algo que mostrarte – dijo Amané mientras subían
las escaleras.
Kané lo siguió sin resistencia.
Llegaron a su habitación. Tenía una gran ventana que
daba un ambiente muy fresco. El viento movía las cortinas
y Rtomoz los observaba desde lo alto.
El tomó su guitarra y ambos se sentaron sobre la cama. El
tocó una canción hasta que su primo “El pequeño
35
dinosaurio” abrió la puerta de la habitación. El pequeño
dinosaurio era un niño muy gracioso. Iba de un lado a otro
empujando descaradamente todo con su cola.
El dejó la guitarra y dijo.
- ¿Pequeño dinosaurio puedes traerme más azebake? –
Dijo dándole su vaso vacio.
- ¡Sí! – Respondió alegremente bajando las escaleras
brusca y graciosamente como siempre lo hacía.
Rizo y Plasku reían ebrios apoyados en las ramas de
Alkasar.
- Amigo, tu..t, tu, ¡eres un árbol!- “jajajaja”, estallaron
ambos en risas dando palmadas a Alkasar sobre su tronco.
Rtomoz por su parte escuchaba los sonidos tan extraños y
tranquilizantes del universo, observando estrellas, asteroides
y cuanto alcanzaba a ver, observando repentinamente la
fiesta.
Una vez el acabó de tocar la guitarra, Amané y Kané
observaron la luna. Se acostaron y ella se acerco más a él. La
conversación fue tan breve y se baso tanto en cosas de poco
sentido y las culturas del pasado que no vale la pena ser
mencionada.
Alkasar al viento, al sol y la luna jamás les falló. Como un árbol
murió sufriendo la desdicha de ser alérgico al azebake.
Rtomoz cobijó a Amané y Kané amenizando tanto su estancia.
36
¿QUE SERIA TU VIDA SIN TI?
En aquel día en que todo se puso pies de cabeza, cuando los
caballos cebras se volvieron y los primeros nombrados rayas
obtuvieron, cuando el amanecer pasó a ser la tarde y la luz del
mundo el abismo profundo. Ahí nació el Monsieur de Catidum
que más que Monsieur era el hielo de Catidum, aquel lugar
que el gran Dum Dum había aborrecido hace ya varias noches,
pero su cabeza era un maleficio entre los hermanos de la
caridad. Sus confines eran bizarros y sublimes. Y ahí fue, a la
época siguiente, donde nació Jasul quien enamorado de
Jussimi no encontró más que las ruinas de la caridad. Los
vientos fríos y el mármol eran tan característicos del viejo
Catidum como la sangre a los peces.
“Oh Catidum Catidum te amamos sin Dim Dum” cantaban al
aire los Clansam religiosos y alegres visitantes de Catidum.
Jasul en cambio imploraba a las hojas secas del viento, “Oh
Jussimi Jussimi ¿cuándo notaras que soy Jasul y no un Clansam
de Catidum?”. A los monumentales Jinetes de mármol Jussimi
miro los arboles de la plaza bella de Catidum.
“Oh árbol de frutos de Catidum, dame uno de tus frutos y yo
mi atuendo rosa te daré”
Jasul caminando entre los vientos de Catidum escribió un
poema en su mente de dilemas.
“Oh Jussimi Jussimi tu piel blanca me recuerda a las barrancas,
que si caes te desquebrajas y de ellas no te levantas…pero la
marea roja, la marea roja si tu no la traspasas pronto te
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descansa….Es muy literal, la metáfora le falta, pero pronto,
pronto Jussimi”
“Jussimi Jussimi ¿Qué sería mi vida sin mí?” Pensaba Jasul
mientras por Catidum andaba.
¡Dios, quien tenga ojos para ver sus inacontecidos recuerdos
vea el actual Catidum tan distanciado de Dum Dum!, vaya que
Dum Dum se gano vuestro desamor….sin embargo Jussimi,
Jussimi estaba tan cerca y a la vez tan distanciada de Jasul así
como los arboles al cielo.
Y la marea roja solo ignórala o déjala andar Jussimi, tu
decidirás pero tu mirada en rojo se tornara.
Todo gris y viento frio en Catidum y las añoranzas por Dum
Dum “Prefiero y recuerdo pero les daré su Catidum sin Dum
Dum” dijo algún día Dum Dum en el desierto nublado.
Jasul llego con Jussimi “Jussimi Jussimi ¿Qué seria tu vida sin
ti?”, “Mi vida sin mí sería tu amor por mi”, “Cierto Jussimi, te
amo viva o muerta pero mejor viva porque así te escucho y te
veo”, “¿Y si Catidum se parte en dos, quien nos dará cabida
Jussimi?”, “Yo te abrazare más fuerte de lo que Catidum
pueda hacerlo”, “¿Y si yo muero quien te amara Jussimi?”,
“¡Pero Jasul ¿Qué sería tu vida sin ti?” “Jussimi Jussimi mi vida
sin mí sería tu vida sin mi amor por ti”.
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MIEDO.
39
EL CORONEL HARRISTIF.
El caballero de la espada roja ataco al coronel Herreistif.
“¡Ayuda, ayuda!”
La película era genial, obviamente a mi corta edad me
sorprendía fácilmente, pero aquel día traumo mi vida.
Yo lidiaba con fantasmas dentro de mi mente todos los días,
aquello era fatal y todo empeoraba en los momentos en que
me encontraba en soledad. Voltee y miré fijamente la ventana
que daba vista al jardín. La noche roseaba los rosales y el árbol
de durazno que se encontraba entre seco. Imaginé a un
psicópata pegado a la ventana, tomando un cuchillo en su
mano. Cerré los ojos y pensé en cosas que pudieran hacerlo
olvidar. Era un intento fallido. Todo lo hermoso era
transformado en horribles caras, gestos animales y grotescas
criaturas. Era muy complicado luchar con una mente llena de
miedo. Para confirmar que mis pensamientos no eran más que
puras falsedades me acerque un tanto tembloroso al vidrio
que daba hacia el jardín Sin embrago no vi más que la locura
de mis patos. Mis cuatro patos solían danzar en forma muy
extraña cuando el cielo nocturno se tornaba en color rojo.
Me recosté en mi sillón con una tranquilidad transitoria y
prendí mi televisor en un fallido intento por olvidar los
fantasmas de mi cabeza, fantasmas engendrados por la
soledad absoluta. No añoraba otra cosa más que estar
acompañado…O ser el coronel Herreistif, su valentía era
implacable.
40
Cada pequeño sonido alarmaba mi corazón, encendiéndolo a
mil por hora. Los resonantes pasos que producían los
horrorosos enanos que cada noche se instalaban en la azotea
de la casa.
El estruendo que provocaban los niños limosneros al chocar
contra el zaguán estrujaba mi alma. Parecía que la cosa no
podría empeorar mas cuando de pronto escuche el
desgarrador grito de uno de los enanos. Era muy probable
que en tipo con una sierra eléctrica lo estuviese
descuartizando.
De pronto sentí pánico. La sala era un lugar muy abierto. Me
sentí vulnerable. El movimiento de los arboles a causa del
viento me provocaba pavor.
Subí corriendo a toda prisa por las escaleras. Llegue al pasillo
del piso superior. Se encontraba en penumbras. Prendí la luz.
Sentía como si un grotesco y horripilante ser me observase a
lo lejos del pasillo, escondido en la habitación de mi padre. La
habitación no era más que penumbras. Contemple la
habitación temblorosamente hasta que el anormalmente
fuerte sonido de las manecillas del reloj sobresalto mi
corazón.
Entré, apenas resistiendo mi miedo, a la habitación más
cercana a las escaleras. Cerré la puerta. Subí a la parte
superior de la litera y me tome tomé las rodillas temblando sin
control. El silencio era absoluto en aquella habitación. Apenas
era capaz de escuchar el alboroto que producía el viento. Me
tranquilice poco a poco. De pronto mi corazón se exaltó al mil
por hora. El sonido provenía de las escaleras. Era como de algo
que se arrastraba por ellas, subiendo lentamente. Sonaba
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como si fuesen fuertes pisadas, como aquellos hombres de las
películas de horror, que solo pueden mantenerse en una
pierna y suben lentamente a paso firme. Sin embargo estaba
seguro de que no eran pisadas. Se arrastraba y cada vez se
acercaba más, produciendo un ruido cada vez más y más
estridente. No sabía qué hacer. Temblaba como vagabundo en
invierno. ¡Se acercaba más y más a la puerta! Yo me
encontraba mas espantado que todas las pesadillas de un
mundo colapsadas en una sola…sin embargo no podía apartar
la mirada de la puerta. ¡Quería saber que era!
Mi corazón palpitaba en exceso, apretaba las cobijas hasta casi
desgarrarlas…De pronto el chirrido de la puerta, abriéndose
lentamente, congelo mi corazón. Mi desgarrador grito hizo
presencia únicamente en mi mente y con una horripilante
expresión que solo es capaz de provocar el miedo que rompe
el alma, vi una espalda entrar por la puerta.
Se tambaleaba de izquierda a derecha para poder avanzar,
produciendo un resonante sonido sobre el suelo.
Mi expresión se petrifico por unos diez segundos mientras la
espalda continuaba avanzando. Mis ojos no soportaron más
horror, rompiendo en diminutos cristales. De pronto ahogado
en el horror comprendí que aquella era mi espalda. Mi cara
boquiabierta y horrorizada se deslizo lentamente de mi cráneo
y cayó sobre las cobijas con la finura que cae un pétalo de
rosa. Mi cráneo cayo destrozándose en el duro suelo… yo
continúe sintiendo horror.
42
SOMBRIO.
43
SOMBRIO.
Augusta conversaba con la vecina mientras las calles se
llenaban de patos. Salían de todos los rincones, de arboles, de
agujeros en la tierra e inclusive de las coladeras.
De pronto un sonido muy chillante y oxidado comenzó a
esparcirse por la ciudad entera. Era el sonido que anunciaba el
toque de queda ante la amenaza que representaban los patos.
La amenaza que encarnaban no se debía a su agresividad,
mucho menos a una enfermedad que tuviesen, eran patos
comunes, de plumaje blanco y amarillo principalmente,
algunos pintos e inclusive algunos de un color azul
chillante…La amenaza era algo mucho más horrendo y mucho
más bizarro. Aquellos patos resultaban tan horrendos y
repulsivos para los ciudadanos. Sus ojos se volvían líquido al
atravesar su vista. Un cristalino liquido, una combinación de
lágrimas, sangre y dolor.
Al escuchar la alarma, la señora Augusta y su vecina, la señora
Damuatra, se alejaron corriendo a más no poder de las calles
frías rociadas por el azul intenso del cielo. Corrieron a toda
velocidad sin mirar hacia atrás por temor a contemplar a
alguno de aquellos horrorosos patos. Augusta que era un
tanto más rápida que Damuatra, llevaba la delantera.
- ¡Apresúrate antes de que el lugar se llene de esos
asquerosos animales! – Dijo augusta con desesperación,
abriendo con un rápido movimiento la puerta de su casa.
- ¡Anda, pasa!- Gritó Augusta a Damuatra, entrando rápidamente a la casa y dejando la puerta abierta.
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Damuatra estaba a unos cinco metros de la casa, cuando de
pronto lo peor ocurrió. De entre las hojas blancas de uno de
aquellos arboles otus (en los que se refugiaban para dormir
durante el día), un pato salto repentinamente justo frente a
ella.
El pato ladeo la cabeza y la miro con su brillante ojo negro
mientras su corazón latía con fuerza.
Damuatra se quedo petrificada, totalmente tensa, con la
sangre fría recorriendo todo su cuerpo. Con una expresión
horrorizada comenzó a sentir como si le insertasen una a una,
un millón de agujas en cada ojo. Todo comenzó a
distorsionarse y manchas negras invadieron velozmente su
visión hasta llegar al negro absoluto. Aquello había durado tan
solo segundos…mas el dolor era insoportable, inimaginable.
Repentinamente un grito agudo, un grito atestado de dolor y
horror hizo presencia en la garganta de Damuatra. Con las
manos en la cara corrió gritando como lunática.
El pato ladeo la cabeza para el lado contrario y la miró a través
de su pequeño ojo negro. Con un ¡cuack! Continúo su andar.
Damuatra, Para su fortuna, había dado con la entrada de la
casa. Dentro de la casa y con el cuerpo temblando de una
forma escalofriante, buscó con su desesperada mano la
puerta, encontrándola y azotándola con rencor.
Se tiro sobre el suelo de madera y comenzó a gritar. Su grito
era insoportable, más insoportable que el chillido de un millón
de arañas, más horrendo que cien amapolas caídas. Era
espantoso.
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Augusta entró en la sala, donde Damuatra se encontraba
retorciéndose y gritando tirada al suelo.
- ¡Uf! – Dijo augusta con la mano en la frente como si se
limpiase el sudor – Menos mal que te pasó a ti y no a mí –
Dijo con gran tranquilidad, al parecer insensible al sufrimiento de Damuatra.
- ¿No quieres una taza de te? – Ofreció Augusta a
Damuatra, que continuaba retorciéndose en el suelo con las manos puestas en la cara y con su hermoso vestido
blanco manchado por sus ojos.
- Está bien, creo que no es el momento adecuado… Bueno,
te veo mañana. Que duermas bien. – Dijo Augusta con voz tranquila y dulce, casi perversa ante la situación.
Subió la escalera en forma de caracol, dirigiéndose a su
habitación para dormir.
Al entrar a la habitación, tomo su pijama y la tiró sobre la
cama. Se colocó frente a su gigante espejo y comenzó a
quitarse su vestido rojo modelo medieval, (se estilaba mucho
en aquella época), para después comenzar a desatarse el
corsé.
Se coloco su hermosa pijama comenzó a cepillar su larga
cabellera pelirroja. Tomó su aparato musical, se acomodo los
audífonos en los oídos y puso el máximo volumen posible,
todo con tal de no escuchar el monstruoso sonido que emitían
aquellos repulsivos animales, invasores de las calles a cada
noche.
Se acostó en su cama de cabecera de plata, estiró el brazo
hacia la mesita de noche de al lado de la cama. Apagó la vela
que daba luz a la habitación.
46
La pequeña e inocente mesa de noche se encontraba atada a
la pata de la cama, sufriendo la condena de la luz de la luna y
los relámpagos nocturnos.
Augusta a medio dormir, se levanto de un salto al recordar a
sus hijos. Se quitó las cobijas de encima y se puso sus
pantuflas. Tomo una veladora de la mesita de velas, la
encendió con su reproductor musical, que en una de sus
tantas funciones llevaba un encendedor.
Se dirigió hacia el pasillo, cerrando la puerta de su habitación
cautelosamente. Apoyándose del barandal echó un vistazo
hacia la sala en donde observó a Damuatra con las manos en
la cara, gritando y diciendo cosas inentendibles por la
desesperación y el llanto,
“Vaya llorona que es” pensó Augusta, continuando su
despacio recorrido a través del pasillo. El pasillo tenia
colgando de sus paredes varias pinturas muy extrañas.
Incoherentes, tan distorsionadas que era casi imposible
descifrar lo que expresaban. Augusta se detuvo enfrente de la
puerta de la habitación de sus hijos. No tenía más que el
objetivo de confirmar que todo se encontrara en orden.
Casi segura de que sus pequeños se hallaban durmiendo giró
la perilla muy suavemente, tratando de hacer el menor ruido
posible para no despertarlos. Metió la vela y tras de ella su
cabeza.
La habitación resaltaba su vivo color a pesar de la total
obscuridad en que se encontraba, sin embargo resaltaba de
una manera opaca, tal y como lo hacen las esferas opacas de
los árboles navideños.
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Fue entonces que observó las tres pequeñas camas
individuales que se hallaban deshabitadas. Las rápidas
palpitadas de su corazón le advirtieron que algo horrendo
estaba ocurriendo. Se quedo boquiabierta y con los ojos como
platos.
-¡¡No!! – Grito pavorosamente, con desesperación y gran
fuerza - ¡Aléjense de la ventana! – Corrió hacia ellos
desesperadamente y a poco de llegar a la ventana cerró los
ojos asegurándose de no observar por equivocación algún
pato tras la ventana.
Con un rápido movimiento cerró las gruesas cortinas color
violeta.
Respiró agitada apretando los ojos y tomando las cortinas con
fuerza. Deshizo su apretada cara al abrir los ojos y velozmente
dirigió su pavorida mirada hacia sus tres pequeños hijos,
esperando lo peor.
La caída estrepitosa de la vela en su desesperación había
dejado en penumbra la habitación. Un relámpago hizo
presencia y dejo entre ver los contrastes de sentimientos
encontrados en el joven rostro de Augusta.
Se acercó como madre amorosa y tocó la cara de cada uno de
sus pequeños.
Revisó los ojos de cada uno y… ¿Qué es lo que ocurría? Con un
inesperado cambio del miedo a la sorpresa, visualizo como
tanto las dos pequeñas niñas como el pequeño varón aun
conservaban sus ojos. No comprendía cómo podían observar a
esas horrendas bestias, sin embargo suspiro de alivio. Se
acomodó el cabello un tanto alborotado.
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- Ya les he dicho que no se acerquen a la ventana a estas
horas del día – Dijo con una voz llena de falsa
tranquilidad, intentando ocultar el miedo que le provocaban sus hijos.
- ¿Por qué? – pregunto con real interés el pequeño Roskar,
con un movimiento en su pulgar que demostraba no
entender la razón. - Ya se los he mencionado que por mas inútiles que
parezcan, los ojos son muy importantes para intentar
vivir, y si ven a esas bestias horrendas los perderán- Dijo Augusta con voz tranquilizante, mirando muy de cerca a
sus pequeños demonios, aun tratando de ocultar el miedo
que le hacían sentir.
- No entiendo, ¿Por qué los llamas horrendos?, yo pienso que son lindos – Dijo Sicilia finalizando su frase con una
atemorizante nota llena de dulzura hacia las bestias.
Augusta retrocedió temblorosamente un paso, mirando
boquiabierta y con los ojos bien abiertos a Sicilia. La
miraba como si fuese el mismísimo diablo, disfrazado con
brillante cabello rizado y vestido blanco. Había estado
criando un monstruo. Su mente no conseguía como
reaccionar ante tal adjetivo para algo tan horrendo. El
sonido proveniente de los patos retumbaba por toda la
casa tal como el fondo de un filme de terror.
- Sicilia, es lo mas horrendo que escuchado, no quiero que
jamás vuelvas a decir algo así…Es más, ni siquiera quiero que vuelvas a pensarlo. Decir que un pato lo es me hace
desear vomitar de pavor – Dijo Augusta, ahora con miedo
de que Sicilia descubriera que le tenía un temor fatal.
- Pero mama, no entiendo porque la gente les tiene tanto miedo, parecen inofensivos…además no son tan horribles
como dicen – Dijo Arelli, dudando decir aquellas últimas
palabras ante la prevista reacción de su madre.
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- Yo quiero uno como mascota, sería mejor que mi viejo
topo – Dijo Roskar inocentemente. Aquello parecía haber sido el frijol que derramo el costal de
frijoles.
Augusta temblaba, mirándolos fijamente, no podía creer las
palabras que salían de sus pequeños, ¡Había criado unos
monstruos! Su mente poco a poco se obscureció, mancha tras
mancha, hasta finalmente aceptar dos posibles soluciones.
Una era matarlos y otra era castigarlos por su repulsiva e
inaceptable forma de pensar. Por un segundo, paso por su
cabeza la idea de salir corriendo y tomar el arma más cercana,
ya fuese una silla, una lámpara o una rama de árbol, y regresar
a la habitación para acabar con sus pequeños hijos del
demonio. Aunque esto parecía lo más factible se decidió por la
segunda opción.
- ¡Ya basta. No puedo tolerar tal manera de pensar en esta casa! No me dan otra opción que castigarlos – Dijo con
una firmeza bastante creíble que lograba ocultar su
miedo.
Así que comenzó con el pequeño Roskar, quien con toda
sinceridad era el que más pavor le provocaba. Saco del bolsillo
de su pijama de seda, su reproductor mp3, el cual entre sus
tantas funciones llevaba un cortaúñas incluido. Jalo un tanto
brusca a Roskar del brazo y comenzó cortándole la uña del
pulgar. El rostro de Augusta demostraba dolor y sus ojos
parecían querer escapar hacia algún otro lado ante aquel
castigo tan cruel al que sometía al pequeño Roskar. Sin
embargo continuo firmemente uña tras uña.
Roskar a diferencia de su madre, quien se encontraba
realmente adolorida y apesadumbrada, demostraba una total
indiferencia ante tan sombrío castigo. Ni dolor ni gozo existía
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en el, en vez de eso demostraba perturbación por la reacción
de su madre, sin embargo no emitió sonido alguno hasta que
el castigo finalizo, este castigo que simplemente le resultaba
demasiado bizarro. Contemplo las uñas emparejadas de sus
dos manos.
Prosiguió con las dos pequeñas niñas, aun con la misma
mortificación en su rostro, con tal mortificación que parecía
como si se le fuese a romper el rostro en mil pedazos, tal y
como un plato de barro.
Uña tras uña mostraron la misma indiferencia que Roskar
mostro, a excepción de Arelli quien demostraba un cierto
dolor en ciertas ocasiones al tener uñas tan largas y difíciles de
cortar.
Augusta observo la reacción de sus hijos al finalizar el
desgarrador castigo. “¡Pero qué diablos sucede!”, Alarmada
pensó Augusta. Era incapaz de creer que sus tres hijos fueran
capaces de conservar la compostura, o aun mas que
conservarla, que mostraran tal insensibilidad al dolor “Alguien
normal se estaría retorciendo de sufrimiento” pensó Augusta.
Ni el más valiente e insensible habría podido evitar como
mínimo gritar o sollozar.
Se encontraba realmente incrédula. No sabía si sentirse
orgullosa, sorprendida o aterrada. Sus hijos le provocaban un
horror tan enigmático y bizarro, que ahora que se encontraba
a un lado de una rama de árbol realmente reconsideraba la
opción de matarlos, mas no fue así, simplemente se limito a
observarlos fijamente. En lo más profundo de sus miradas no
tuvo oportunidad de ver nada pues de forma incomprensible
no tenía idea de cómo era la profundidad de una mirada. En
51
lo profundo se sus huesos aguardaba la esperanza de que
estuvieran fingiendo no sentir nada en un intento de
demostrar valentía.
De esa forma salió del cuarto color violeta de cortinas
anaranjadas, sin saber con certeza la realidad de los colores.
Tomó suavemente la perilla azul fosforescente para cerrar la
puerta sigilosamente, sin despegar la mirada, captando la
hermosa luz que emanaba el cuarto desde la más diminuta
rendija de luz a través de la puerta. Cerró la puerta con rudeza
para no asustar a los niños y caminó tranquilamente con su
hermoso vestido blanco estilo medieval, que mostraba su
esbelta figura moldeada por el corsé. Contempló alegremente
las pinturas de patos que colgaban de las paredes del pasillo.
Patos de todos los colores: verdes, violetas, anaranjados,
todos muy brillantes y hermosos. De pronto miro hacia abajo
con las manos puestas en el barandal. Aquella escena era
horripilante. Su sonrisa se borro al instante.
Damuatra se encontraba con las manos en el vestido color
rojo, gritando y diciendo cosas inentendibles por la
desesperación y el llanto. Damuatra sufría pues los ojos del
pato se habían derretido sobre su hermoso vestido rojo.
Era muy comprensible que el pato hubiera derretido sus ojos
sobre Damuatra. ¡Damuatra era horrenda!
Era repulsiva, era simplemente lo más feo que Augusta había
visto en su vida… ¿La había visto? Pero había algo que no
entendía, ¿Por qué sus ojos no se derretían si estaba viendo
algo tan horrible? Fue entonces que entró a su habitación y se
miró al espejo y notó…notó que no tenía ojos.
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“Ya que los niños son tan valientes les diré que maten a
Damuatra para comerla mañana como postre” pensó Augusta,
agotada y acostándose lentamente en la cama, acurrucándose
con el sonido de los patos. Aquel sonido era realmente
hermoso, pero...realmente no tenía idea de cómo sonaba,
“Creo que estoy sorda…Bueno, al menos soy más bonita que
Damuatra” Pensó Augusta.
53
ALICE.
A la madrugada en Roma el perro cachorro de apenas tres
meses chillaba atado a la sucia trabe con un lazo podrido. A
su vez, el bebe de la casa lloraba incesantemente en la
habitación violeta. Eran las 2:30 de la madrugada y como era
de esperarse la familia se encontraba durmiendo.
El niño.
El niño en la habitación anaranjada soñaba que acuchillaba a
un horrendo elefante. Era una pesadilla fatal, en cambio si el
elefante lo hubiese acuchillado a él hubiese sido un sueño
para recordar.
El padre.
El padre en la habitación roja soñaba, soñaba en medio de un
bosque de luz azul gris, repleto de árboles caídos. Comenzó a
pegarlos al suelo con un lazo. Una vez que todos estuvieron
pegados, cayeron uno tras otro. Contemplando a los arboles
caer, el hombre notó que soplaba un viento helado. Comenzó
a vestir todos los arboles para que estos no sufrieran un
resfriado. Inclusive sacrificó su propia vestimenta.
Satisfecho después de cubrir con ropa hasta el último árbol del
bosque, se detuvo para contemplar su acto de bondad, sin
embargo los arboles más que agradecidos parecían
enfurecidos. Uno tras otro comenzaron a enterrar sus prendas
recién adquiridas. Los arboles dieron un descanso a su furia y
contemplaron a aquel hombre desnudo de prolongada nariz
que continuaba observándolos con una gran sonrisa, como
54
quien espera algún agradecimiento. Su sonrisa hizo enfurecer
aun mas a los arboles quienes notaron que comenzaban a
crecer pequeños retoños con ropa por el bosque entero. Sin
compasión prendieron fuego de inmediato para que estos
desaparecieran.
El fuego comenzó a expandirse rápidamente por el bosque
entero. Tal parecía que la furia de los arboles aun no había
llegado a su fin. Todos se dirigieron a aquel odioso hombre
que continuaba con una gran sonrisa.
Uno de ellos, el más grande, muy posiblemente el líder,
levanto al hombre con sus frondosas ramas y lo bajo al suelo a
pocos metros del fuego que devoraba el bosque velozmente.
Sacaron clavos que median más de un metro y con martillos
comenzaron a clavarlo al suelo. El sonriente hombre observo
curiosamente como los arboles se dirigían corriendo en
dirección a una cabaña que se encontraba a punto de ser
arrasada por las llamas. Aquella escena era muy graciosa para
aquel hombre.
Las arboles salían uno tras otro de aquella cabaña, cada uno
sujetando un portafolios, caminando muy erguidos y a paso
firme.
Dejaron lentamente atrás a aquel despiadado hombre
enterrado en el bosque en llamas.
Los satisfechos arboles a través del atardecer llegaron a la
parada del autobús. Se enterraron uno tras otro esperando al
camión que los llevara a la ciudad para asistir al trabajo. Aquel
había sido un sueño hermoso.
55
Alice.
Alice en la otra habitación roja Yacía en su pequeña cama
individual de cobijas anaranjadas a una considerable distancia.
Al pie de su cama se encontraba su ornitorrinco, durmiendo
profundamente en su caja de arena. Alice daba vueltas y
vueltas tal y como un cocodrilo en su fiesta de graduación. El
frio aroma violeta que producía la noche la tenía hipnotizada.
Era tan hermoso que degradaba gradualmente el color rojo de
las paredes a un color anaranjado. Alice finalmente quedo
dormida.
Su sueño no tenía nada especial. Alice en la inmensa
habitación veía con sus brillantes ojos al rojo de la habitación
degradarse a Naranja.
Alice, extrañada por aquel suceso asomó su cabeza por la
ventanilla de la habitación.
El violeta obscuro del cielo nocturno junto con toda su gama
de estrellas se movía a velocidades inusuales.
Alice parpadeó un tanto desconcertada, sin embargo no
asustada.
Volvió a la cama y se envolvió en sus cobijas.
¿Pero qué sucedía? Sintió la presencia de una gran sombra,
una sombra monstruosa que incrementaba su tamaño.
Abrió los ojos como platos.
56
Su pequeño ornitorrinco cobraba la creciente forma de un
horroroso y repulsivo ser. Pico de pato, cuerpo de horror.
Salió corriendo con gran espanto.
La habitación había perdido su inmenso tamaño de tal forma
que había dado con la puerta con gran rapidez.
Salió, con el corazón palpitando peor que una zarkova.
El monstruo producía horrendos sonidos al tiempo que
rasgaba la puerta.
Alice con temor se coloco en la puerta, aferrándose a ella con
fuerza y decisión.
El rasgar y el alboroto dejaron de hacer presencia.
En cuanto retomo la calma a la desaparición de la bestia vio un
hermoso paisaje frente a ella.
Un gran prado, tulipanes y un rio dividiendo todo en dos
mitades. El cielo rojo como la pasión y unos pequeños conejos
sentados en torno a una mesa redonda.
Todo indicaba que Jugaban en una especie de tablero.
Producían explosiones a diminutas cajas de madera. Lucían
muy contentos y reían cada que una de aquellas cajas
explotaba. Cabe mencionar que es realmente difícil saber cuál
es el estado de ánimo de un conejo, ya que ríen cuando están
tristes al igual que cuando están felices. Un brillo en los ojos
de los conejos le decía a Alice que lo hacían de felicidad.
57
Alice desvió su mirada a una oruga que se desplazaba con
lentitud por una húmeda hoja. Un repentino estruendo
destruyo su concentración y fascinación. La mesa entera
exploto. Los cuatro conejos volaron en distintas direcciones.
Cayeron golpeando bruscamente. En un momento de silencio
se contemplaron los unos a los otros. Se encontraban intactos,
sin rasguño alguno. El silencio se rompió cuando los cuatro
estallaron en risas. En un descontrol total del tiempo Alice
noto que habían estado riendo por horas. Era tal su risa, que
sus alegres caras descendían lentamente, cayendo de sus
peludos cuerpos.
Las caras aun en risas se hallaban ya en la hierba,
arrastrándose por toda esta. Una a una cayeron en el rio.
Entre la corriente que las arrastraba desaparecieron, pero su
alegría no ceso por un segundo.
Alice contemplo con extrema curiosidad la desaparición de los
conejos. Una gota irrumpió en su rostro, deslizándose.
La lluvia llegó roja como la sangre.
Estiró los brazos y miro hacia el cielo. Cerró los ojos y con una
sonrisa dio la bienvenida a la lluvia.
Alice sintió una alegría inmensa en aquel bizarro mundo y no
sintió más que la frescura de las gotas sobre su rostro.
Tal despreocupación y complacencia desapareció cuando
sintió el agua cubrir sus talones.
Bajo la mirada lentamente. Sorprendida y con gran
preocupación noto la rápida inundación del lugar. Su vestido
blanco ahora estaba teñido en rojo.
58
Alice volteó desesperada para todas direcciones. Ya no había
vestigio de los conejos y el rio se desbordaba, aplastante en
las amapolas.
Aquello lucia mas como un diluvio que como una lluvia.
El viento movía a los arboles con brusquedad y el vivas rojo de
las nubes ahora era un obscuro color vino. Se desplazaban por
los cielos a grandes velocidades.
Un árbol volando entre una fuerte ráfaga de viento se
aproximo a Alice. Alice grito y se cubrió la cara. El árbol pasó
de largo para su fortuna.
Observo Una cueva a la lejanía. Decidida se dirigió hacia ella.
Aquello era una odisea pues el agua le cubría la cintura.
Luchando contra lo corriente persistió, hasta que el agua era
tal que comenzó a nadar.
Nado y nado hasta que sin fuerzas se quedo. Su cuerpo se
hundió en las rojizas aguas como un pétalo de rosa.
Inconsciente navego. La corriente la arrastro.
Despertó.
Se encontraba cercana a la cueva, justo tras una gran roca.
Se levanto con su larga cabellera mojada y su vestido
empapado. Miro al cielo y a su alrededor.
Aquel caos había cesado. No quedaban más que charcos y
humedad.
59
El ruido de una pequeña multitud hizo presencia. Alice se
agacho con rapidez, de rodillas, escondida detrás de la roca.
Hombres cavernarios llegaban a la cueva con gran algarabía,
acompañados por una bizarra criatura que por cabeza tenía un
cráneo de toro.
Consigo llevaba un gran instrumento musical, similar a un gran
clarinete, que pronto comenzó a tocar. Sonaba como la
naturaleza, tan bizarro y extraño.
Se colocó en medio de la docena de hombres primitivos,
quienes lo escucharon con fascinación.
Alice curiosa como siempre se entre asomó por un costado de
la roca, a deleitarse con el espectáculo. La tarde y la noche
llegaron acompañando su dulce melodía.
De pronto Alice se distrajo por la rareza del cielo nocturno de
aquel mundo.
Cuando volvió la mirada al extraño ser, este la señalaba con su
huesudo dedo. Alice suspiro de miedo y escondió con rapidez.
Salió a gatas, arrastrándose por la hierba, con gran miedo.
De pronto echó un vistazo hacia atrás para aserciorarse de
que no la seguían.
Lo que sintió fue tristeza y pena por aquel ser de cualidades
tan hermosas.
Aquellos primitivos hombres desgarraban a aquel ser. Lo
devoraban. Su raro instrumento musical cayó haciéndose
añicos.
60
Alice realmente triste y frustrada corrió hacia el bosque.
En un frustrante y extraño suceso era incapaz de dejar de ver
la despiadada eliminación de la existencia de aquel ser. Cerró
los ojos y tropezó varias veces con las ramas. Corrió y corrió
torpemente con los ojos cerrados, sin embargo continuaba
observando la voraz y cruda escena de los primitivos hombres.
Entre más apretaba los ojos contemplaba la escena a mayor
detalle. Abrió los ojos y noto sus brazos y sus rodillas
ensangrentadas por las caídas.
Se recostó sobre un árbol y comenzó a llorar. Entre su llanto
escuchó la risa de los pequeños conejos. Se acercaban a ella
con gran alegría. Exaltada y respirando agitadamente cerró los
ojos ignorándolos.
Abrió los ojos y no contemplo más que el cielo nocturno y la
luna.
Sintió el calor del fuego muy de cerca y fue incapaz de
moverse.
Frustrada y mirando de un lado para otro con desesperación,
solo contemplo los sucios pies de los primitivos hombres. Muy
cerca a su cabeza se hallaba una fogata…y precisamente eso
era lo único que quedaba de Alice. Su cabeza.
Los primitivos hombres giraban en saltos y gritos en torno a la
cabeza de Alice.
Alice estaba realmente asustada. No quería saber nada más de
aquel mundo que se había tornado tan sombrío. Cerró los
ojos.
61
Abrió los ojos y mirando la brillante luz de la luna imploro la
paz.
Alice derrotada cerró los ojos. En un espiral de sonidos la
algarabía de los cavernarios terminó en ecos y un sonido muy
tranquilizante nació. El fluir del agua sonaba muy cerca. No
solo el sonido sino la fresca brisa de esta.
Alice abrió los ojos, ahora en un panorama soñado.
Una cascada frente a ella, rodeada de vegetación y frescura en
medio de una montaña que se elevaba a gran altura. La luz
iluminaba aquella especie de santuario. Alice sonrió por la
calma.
Mirando al cielo recordó la sensación de un suave y pequeño
ser que tenia entre brazos.
Bajó la mirada y lo que vio fue un muy pequeño conejo, con
tan poco tiempo de vida como para permanecer con los ojos
abiertos por mucho tiempo. Su cara era tan tierna que hizo
brillar los ojos de Alice en aquel mundo que hace poco había
lucido tan sombrío.
Alice sonrió y bailoteo de alegría con su conejo en brazos.
Brinco por el lugar entero. Miró al cielo y notó una gran nube
que se aproximaba a su estadía. La nube lucia
prometedoramente como una inminente lluvia.
- Ven conmigo pequeño, debemos protegernos de esta
lluvia. Pues no queremos que este hermoso mundo
vuelva a ser sombrío– A un costado de la cascada se encontraba una entrada a un bosque.
62
Alice se dirigió a ella protegiendo al pequeño conejo en sus
brazos.
A su paso por el bosque la naturaleza entera volteo a observar
el paso de Alice por el bosque, con su conejo en brazos. Aquel
conejo era con seguridad el ser más feliz de aquel mundo,
inclusive por encima de Alice.
63
DAMIRU.
Damiru despertó de un sueño muy común al escuchar chillidos
y gritos provenientes de la habitación violeta y del baño de
esta. Tomó un camisón al estilo de aquella época Romana.
Comenzó a caminar rumbo a la planta baja que generaba tal
estruendo. Bajó por la gran escalera. Tardó mucho tiempo.
Horas y horas pasaron, hasta que la incansable madre llego
finalmente a la habitación violeta. La escena que ahí se
observaba era inentendible. A la lejanía la gran Roma junto
con su naturaleza era devorada por las llamas a plenitud de la
noche, mas eso no era de dar importancia pues tanto el niño
como el padre regañaban al bebe. Pero “¿Por qué regañaban
al bebe y no al perro muerto?”, se pregunto la madre.
Padre e hijo acusaban al bebe señalándole con el dedo,
- ¡Acaso están locos! – Gritó la madre - ¡Deberían de estar
regañando al perro en vez de a esa inocente criatura! – El bebe asintió con la cabeza, con los ojos hinchados de
tanto llorar, como rogando que los dejaran en paz.
- Pero si el bebe ha matado a nuestro pobre perro… ¡Ha
matado a nuestro perro!- dijo papa. - ¡Eso es de lo que hablo. La muerte del perro ha hecho
llorar al bebe. El bebe es la verdadera víctima, así que
déjenlo en paz! – Dijo la madre con gran autoridad, como culminando el caso.
Aquello había resultado muy razonable, así que el padre y el
hijo pidieron una disculpa al bebe y se dieron la vuelta,
quedando de frente a la trabe, donde se encontraba el
cadáver del perro que yacía amarrado al putrefacto lazo.
64
Comenzaron a señalar al perro, culpándole de haber hecho
llorar al bebe. Gritos y gritos se dirigían hacia el culpable
perro. Al cabo de un rato los gritos cesaron. Sonrientes y
tranquilos, la familia giro para observar al bebe que yacía con
gran sonrisa, sentado sobre la mesa de madera.
- Saben, creo que la real victima aquí eres tu madre, que
has perdido tus talones al bajar tan larga escalera.
65
DAKURNIS.
Yo soy Dakurnis y amo destrozar las rosas del bosque.
Las golpeo contra el frondoso tronco con tal brutalidad que el
hermoso puñado de pétalos no tiene ni el más mínimo tiempo
de aferrarse al botón que los sujeta.
Me divierto mucho y armo gran alboroto en el bosque cada
que una rosa muere por mi causa. Cada vez imprimo más
fuerza en mi golpetear, y es que, si no soy yo ¿quién las
destrozara?, ¿Quién lo hará?
Después de haber destrozado cuanto menos unas cien rosas
me siento bajo el roble que es alumbrado por el sol y miro al
horizonte. Con el viento en mi rostro realizo una mirada
orgullosa y pienso en lo buena gente que me he vuelto. Me
considero la persona más bondadosa sobre la tierra.
“Ahhh”, suspiro pensando en las pobre rosas que he salvado
de su marchito destino. Ahora no son más que pétalos
destrozados y botones secos. Lo que más me endulza la vida
es verlas destrozadas sobre el suelo, contemplando la forma
en que alguien aprovecho su existencia con tanta alegría. Las
he salvado de su marchito destino.
De pronto algo horrendo e incomprensible sucedió cuando me
inclinaba para tomar una rosa más. El árbol detrás de mí, en el
que me encontraba reposando, me tomo por las piernas,
prensándome con sus gruesas ramas. El árbol me tomaba
como si fuese un bate.
66
¡Qué demonios sucede!, ¡Quién demonios se cree para
tomarme de esa manera!, ¡Con quien cree que está tratando!,
¡¡Yo soy Dakurnis, solo y únicamente yo tengo el derecho de
tomar las cosas a como me plazca!! Hago todo lo posible para
liberarme, sin embargo no puedo hacer nada en contra de su
fuerza.
Camina tomándome como estropajo inservible. Llega frente a
otro árbol y se posiciona frente a él. Toma vuelo con sus
ramas que aprisionan mis piernas, fungiendo como si fuesen
dos enormes brazos. Solo veo el árbol de frente,
aproximándose a mi humanidad, esperando al brutal golpe
que me destrozara y terminara con mi existencia.
Mis ojos solo contemplan la velocidad con que me acerco al
árbol sin poder hacer nada. ¡No!, ¡¡Noo!!, ¡¡¡Noooo…!!!
Mi cuerpo cae hecho pedazos ante el brutal golpe, tal como si
fuese una rosa cayendo en pétalo. El árbol me observa. Con
una maldita expresión, gozando la extinción de mi existencia.
¡Qué imbécil!, ¡¿Por qué demonios goza de mi destrucción?!,
¡¡ ¿Qué demonios le da el derecho de destruirme?!! Sin
embargo los sentimientos de odio hacia el árbol no me causan
más furia y rabia que el pensar en que jamás podre destrozar
mas rosas.
67
TRISTEZA.
68
KISTINE.
Me encontraba en las sombras, no tenía nada más que el
único deseo de estar contigo. De pronto el gran abismo me
arrebato el conocimiento, me arrebato el corazón.
¿Dónde estoy?
Camine y camine por desiertos sombríos, llenos de
monstruosos alacranes negros. Corrí y corrí a toda prisa sin
siquiera estar asustado.
No siento Nada desde que mi alma escapo y me dejo solo en
el abismo.
¿Kristine, donde estas?, ¡Cuida de mis amados Venados!
Camino y camino. Ahora me encuentro ante un sombrío
bosque. No veo más que arboles tristes.
Voy caminando sobre el cristal bajo el cual se encuentra el
mundo y en lo alto, sobrepasando la inmensa obscuridad de lo
que podría llamar cielo, veo halcones gigantes.
¿Kristine, donde estas?, necesito tu ayuda.
De pronto un árbol de cara alargada se inclina para mirarme a
los ojos. Yo corro a toda prisa sin siquiera estar asustado.
¿Kristine qué día es hoy?, ¿Kristine dónde estoy?
Sigo corriendo y me pregunto ¿Por qué pido ayuda a Kristine?,
Kristine seguramente debe estar cuidando los venados.
69
Corro y corro hasta que dejo atrás el bosque. Los arboles no
hacen más que observarme. He llegado a una sombría playa
de aguas violetas. Intento beber agua tomándola con las
manos. Me es imposible, el agua traspasa mis manos. Las
tristes palmeras no hacen más que observarme. Me ahogaría
a mi mismo dentro de estas profundas aguas violetas, sin
embargo no tengo el más mínimo sentimiento hacia la
muerte… ni hacia la vida.
¿Kristine que me está sucediendo?
Corro y corro y pienso en Kristine. Las lagrimas brotan de mis
ojos sin siquiera estar triste.
Continúo corriendo hasta que me encuentro la única luz en
todo este horrible lugar. Es hermosa, brilla como mil soles. Es
un gran diamante…y ahí estas tu Kristine. Kristine, tu vestido
rojo es hermoso. Kristine eres demasiado bella. Kristine no
llores, tu tristeza arruina tu belleza.
Kristine está llorando, Inundando mi pequeño mundo. Para
de llorar, ¡Kristine para ya, destruirás todo!...Kristine, por
favor, no estés triste ya. ¡Vamos Kristine deja de llorar!
Kristine no me escucha, no haces más que gemir y tirar más y
más lagrimas. Está creando un diluvio. El diluvio de lágrimas
ha inundado todo y la tormenta que lo acompaña destroza mi
pequeño mundo. La marea de lágrimas me arrastra.
“Kristine solo te pido que pares de llorar.”
He quedado inconsciente sin siquiera sentirlo.
70
Abro los ojos. Estoy a las orillas de la sombría playa. El
diamante en el que se encuentra Kristine, está a mi lado.
Kristine ha dejado de llorar. Ya no luce triste. Kristine sonríe.
Kristine… ¿A caso me has olvidado? ¡Kristine, tu eres la única
que me recuerda, acaso no lo entiendes! Kristine por favor no
me olvides. No te desvanezcas. Kristine eres mi último sentir.
Kristine yo te amo… ¿Por qué luces tan lejana?... ¡Kristine no
te apagues!, Te lo ruego, no te apagues.
Kristine se ha desvanecido. Kristine…¿Por qué me has
olvidado? Ahora realmente estoy muerto. Sin tu luz no existirá
más que abismo en mi mundo.
Camino en el abismo sin siquiera sentir, sin siquiera pensar,
pero de pronto recuerdo a Kristine. Una lágrima resbala de mi
ojo izquierdo. Que peculiar, sentí algo y creo que fue triste.
Me encuentro esperando por la noche y espero por el día
aunque el día no tenga luz.
71
PERDICION.
72
COLOR SUEÑO.
Adame observaba a través de su ventana pasar los rembos.
Todos iguales; pedazos de nubes amarillas atadas a caballos
rojizos. Sobre las nubes iban sentadas las personas, que como
su transporte, eran igual de poco creativas. Todos vestidos de
igual forma. Sus simples vestimentas de colores ocres. La
única diferencia notable era el calzado y el peinado, los cuales
no tenían grandes variantes.
Adame detestaba haber llegado a aquella época. Era
demasiado deprimente que fuera tan monótona y aburrida.
Era tan poco atrevida.
Aquellas personas no tenían la intención de inventar, no
deseaban hacer algo fuera de lo cotidiano. Adame detestaba
aquel sistema llamado “Comunismo sentimental” en el cual
nadie tenía derecho de sentir más que los demás. De esta
forma no existía felicidad ni tristeza en los fieles al sistema,
que era la mayor parte de la población. Sin embargo…sin
embargo amaba como se empezaba a tornar obscuro el cielo a
aquellas horas de la tarde. Amaba como cambiaba de naranja
a un azul ultramar semi oscuro al llegar la tarde, y como al
llegar la noche cambiaba a un violeta oscuro de nubes claras.
Pero más que todo aquello amaba el momento Justo en que
las suaves nubes de algodón violeta aparecían, y cuando las
casas amarillas se tornaban más naranjas, era cuando aparecía
ella.
Su brillante y larga cabellera negra, su tierna cara que
demostraba mas emociones que cualquier otro, su tez blanca
73
como la nieve, su camisa blanca, cubierta finamente por su
pequeño camisón rojo, contrastando con el violeta del cielo,
combinando con el mundo entero y a la vez encendiendo a las
mismísimas estrellas con su inocencia.
Su sonrisa siempre mostraba una diversión traviesa e
inocencia al mismo tiempo, llena de sufrimiento, felicidad y
amor. Llena de vida. Era simplemente más hermosa que
cualquiera de las estrellas que había visto enterradas en el
bosque, más hermosa que cualquiera de las estrellas del
universo. Con tan solo verla, el sabia que ella era la única
diferencia, la única luz que existía además de él. Ni el mismo
sol iluminaba más que ella y el juntos, aunque esto sucediera
únicamente en su mente. Adame debía demostrarle que podía
ser tan genuino como ella, y no un apático como cualquier
otro.
Adame sintió aquel aire azul cristalino que entraba por las
ventanas de triangulo y enamoraba a las personas. Si, aquel
aire había entrado al interior de su cuerpo, dando un destello
a sus ojos negros y moviendo sus cortinas blancas. Pensó que
aquel era el momento para confirmar su existencia con ella,
pero estaba tan enamorado que dejo de observar las cosas,
simplemente era capaz de observar las nubes violetas, como si
estuviera hipnotizado por su belleza. Se imaginaba con ella,
solo ellos dos, mirando desde lo alto a todos. Lo imagino tanto
que no era capaz de controlar su vista, no era capaz de ver
nada más que las nubes, como si su cuerpo estuviera dentro
de un iceberg intentando tocar el cielo, sin pensar si quiera en
el repudio que sentía por aquellas frías personas, sabía que
aquella chica era su complemento, su alma gemela, cualquier
nombre que pueda recibir aquel indescriptible sentimiento,
cuando se sabe de la persona ideal.
74
Cuando pusó en su mente un objetivo claro, fue finalmente
capaz de moverse por sí mismo, sin embargo ella se había
esfumado ante sus ojos como solía hacerlo casi siempre, entre
la blanca neblina que provenía del bosque, con sus
movimientos graciosos.
Era momento de esperar al siguiente amanecer, y él sabía muy
bien lo que debía hacer, y es que tenía la esperanza de
obtener su atención al demostrarle su existencia.
El siguiente día amaneció con el cielo de un color naranja muy
claro, con nubes de un amarillo muy suave, tal y como el fino
merengue de un pastel. Adame continuaba aun muy
enamorado. Observó por su ventana tristemente, y es que sin
el brillo de aquella chica extraña aquello parecía un desierto.
Sin embargo, dejándose de sentimentalismos Adame salió de
su habitación dirigiéndose por el pasillo, rumbo a las escaleras
que daban a su azotea, en la cual se encontraba su jardín. Su
rembo se encontraba atado a su enorme árbol de hojas
violetas. El caballo armo un alboroto de felicidad en cuanto lo
vio entrar al jardín.
Comenzó pintando su nube con un extraño fruto rosa que
nacía de la mala hierba en su jardín. Su jardín era hermoso,
parecía ser unas tres veces más grande que su casa, sin
embargo era solo una ilusión de su belleza. Las ninfas
formadas por el viento le daban un toque muy fresco, además
tenía la suerte de colindar a escasos metros de las nubes. Solo
y exclusivamente en su jardín las nubes nunca cambiaban su
suave y apenas perceptible color violeta. A los costados,
cortinas blancas de terciopelo cubrían la visión, con el
propósito de que sus vecinos no se sintieran insultados ante la
posesión de algo tan hermoso, eran un tanto envidiosos, sin
75
embargo esto era únicamente una medida preventiva ya que
era prácticamente imposible que las personas voltearan hacia
arriba, pues al estar su jardín por encima de todas las otras
casas les causaba un exceso de pereza.
Finalmente pintó la nube de rosa en su totalidad. Aquel rosa
era tan hipnóticamente suave que acabo dormido sobre ella.
Comenzó a transportarse a uno de sus mundos preferidos.
Este era el mundo de los sueños.
Apareció de la nada en un campo extenso, lleno de hermosas
aves. De pronto, tal y como suele suceder en los sueños, el
acabo transformado en una hermosa ave de plumaje amarillo.
El cielo era coincidentemente como él lo prefería. Era violeta.
Un arpa sonaba en medio del paisaje a causa del zumbido del
viento.
Pero… ¿de quién era aquella silueta? El latido de su corazón
retumbaba al igual que si la estuviese viendo en persona.
Ella se encontraba sentada en el pasto, observando las
estrellas en el cielo despejado. Las observaba de una manera
muy única y especial, como si los demás fueran incapaces de
ver lo que ella observaba en ellas. Al horizonte se veía un
castillo de un gris violeta muy empastelado.
Se aproximo hacia ella volando velozmente pero cuando
estaba a punto de llegar a su hombro notó que el ave no era
él. Ahora él era simplemente un espectador, observando a su
amor con un ave amarilla sobre su hombro. El se encontraba
en un sitio desconocido y se sintió realmente frustrado,
simplemente observando aquella hermosa pintura de su
sueño y a la vez sintiendo celos hacia aquella ave.
76
Sin siquiera estar a su lado, aquel era su momento de
completa felicidad.
Un momento de abismo absoluto hizo presencia en su sueño.
Una imagen nueva fue la que el visualizo. Aun se encontraba
en el campo pero ya no la veía, ni siquiera veía al canario.
Sentía como si estuviese viendo todo desde una perspectiva
mucho más inferior. El cielo nocturno se había tornado en un
naranja obscuro.
De pronto volteó a su derecha y vió la figura de un enorme
cuervo negro. Lo veía como si sus ojos estuviesen al nivel de
sus patas y eso era exactamente lo que ocurría. Se encontraba
enterrado de cuerpo entero, solo su cabeza se encontraba
sobre la superficie.
Miró al gran cuervo con desprecio.
- ¿Por qué me has enterrado? – Le preguntó al gran cuervo.
- Es mi deber – Respondió seriamente el cuervo.
- Tu… ¿Qué? ¿pero de que me estás hablando, si yo no he
hecho nada malo? – dijo un tanto irritado Adame.
- No has hecho nada…claro, más que llegar a un nivel de
felicidad que no puedo permitir- Dijo el cuervo
serenamente.
- ¿Y eso que tiene de malo?- Dijo Adame realmente
confundido.
- Imagina tan solo la envidia que vas a causar en tantas
personas. Si es tu felicidad la que causará la angustia en
tantos, y si es necesario que para ello dejes de ver a
aquella chica extraña, aun simplemente en sueños, será
mejor que permanezcas enterrado aquí hasta que tu
77
felicidad regrese a su normalidad. Mi deber es apoyar a
las masas…A menos que esto haya cambiado tu felicidad
por el enfado- Dijo el cuervo, inclinándose para mirar a
Adame de cerca con sus pequeños ojos negros, esperando
casi burlonamente la respuesta de Adame.
- Bueno…pues me es imposible no estar enfadado contigo,
pero creo que eso no cambiara mi felicidad…de hecho me
siento más feliz que nunca, inclusive estando aquí
enterrado. Lo único que hago es pensar en ella. – Dijo
Adame.
- No puedo esperar por demasiado tiempo a que cambies
de parecer, tengo otros problemas. Mmm…- Medito el
cuervo con una de sus alas tocando su barbilla y con la
cabeza agachada.- Creo que no me queda más alternativa
que molestarte.
- ¿Molestarme? “¿qué le pasa a este cuervo?”…está bien,
haz lo que quieras, nada de lo que hagas va a cambiar las
cosas.- Contesto Adame un tanto molesto,
retadoramente.
- Si es así…- Dijo el cuervo caminando como si fuese un
pingüino hacia un puñado de ramas secas. Cogió las
ramas secas con su pico y regreso hacia Adame para tirar
las ramas sobre su cabeza. –…Comenzaré.
Pasaron los días y el cuervo no hacía más que tirar ramas
secas sobre su cabeza. Aquello en verdad que se estaba
convirtiendo en una tortura, hasta que de pronto sintió una
helada brisa de viento.
Despertó. Realmente se estaba congelando. Estaba recostado
sobre su nube rosa, observando las pocas nubes del suave
color violeta que se hallaban a pocos metros de el. El cielo se
78
encontraba semidespejado y el hermoso manto color azul
violeta cubría toda la ciudad. ¿Pero acaso estaba
anocheciendo? En verdad que había dormido por un largo
rato.
Sobresaltado se levantó de su nube. No podía perderse el
mejor momento del día. Bajo las escaleras corriendo y llegó a
su ventana de cortinas blancas. Ella ya no estaba. La calle lucía
hermosa cada noche debido al brillante reflejo del cielo
nocturno, sin embargo en aquel momento carecía de su
esplendor primordial.
Decidido subió corriendo nuevamente hacia su jardín. Desato
su caballo y monto su flameante rembo de nube rosada. Se
encamino hacia la interminable escalera en forma de caracol.
En ella no se percibía nada más que sus interminables
barandales, atestados de hierbas y flores entre las grietas.
Adame no pensaba en otra cosa más que en verla. Tal vez las
ilusiones y falsas expectativas que había creado en ella eran
inciertas, pero no existía nada que encendiera su vida más que
el simple hecho de contemplar su existencia. No tenía la más
mínima idea de cómo era su persona. Sin duda alguna nada
podía decepcionarlo. Bajó y bajó por las extensas escaleras de
suave color crema durazno.
De pronto cerró los ojos y en un parpadeo las escaleras se
tornaron en un color violeta con toques negros, asimilándose
más a una escalera hacia el inframundo. ¡¡Todo era horrendo!!
Poco a poco las escaleras se contraían y pequeños niños con
caras de ave salían a través de las paredes. Eran horribles.
Adame desconocía sus intenciones, lo único que reconocía era
79
que cada vez se acercaban mas y mas a él. Dentro de la
obscuridad que invadía cada vez más las escaleras. ¿Que se
estaba moviendo en las sombras? ¿Qué rayos sucedía en las
escaleras?
Los pequeños niños ave no le daban el más mínimo espacio.
Cada vez lo asfixiaban más y más. ¡Los muros se contraían!
Aquello no podía ser la realidad. Adame atrapado por los
horrendos niños ave notó que la mayoría carecía de ojos.
Algunos sonreían de manera que en cualquier otro niño
resultaría tierno. Venciendo las retorcidas imágenes de su
cabeza logró entre toda su pesadez mirar al cielo.
Repentinamente su escalera brindaba una mirada hermosa al
cielo azul violeta repleto de estrellas. Adame sonrió.
¡¿Que sucedía?! Adame se elevaba, de pronto todo aquel
infierno se desvaneció en sombras. Adame volaba cada vez
mas alto hasta que sobrepaso el espeso cumulo de nubes frías
que divisaba su planeta con el universo. Llego a una estrella de
la cual solo mitos había escuchado, la estrella del gran roble
parlante. Aquello era realmente hermoso, parecía salido de
otra dimensión. Había logrado salir de aquel mundo. La única
melancolía que existía en el era el hecho de no ver jamás a su
amor.
Tal parecía que el amor por aquella chica superaba cualquier
tipo de odio que existía en el.
El amor por ella era la única cosa que lo mantenía apegado a
la tierra. Fue entonces que al recordar su hermosa expresión
al sonreír, fue descendiendo lentamente abrazado por una
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hermosa melodía de arpa. De pronto en aquel confort recordó
a los horrendos niños ave.
Aquel suave confort desapareció al recordarlos. Adame
descendió bruscamente sin fuerza que lo ayudara a resistir su
caída. A pocos metros de tocar el suelo, con una frustración
total por no poder salvar su vida, abrió los ojos.
Adame se encontraba arriba de su nube, bajando la escalera
de caracol. Casi estaba por llegar al exterior. El viento se
tornaba muy frio.
Para él aquellos horrendos sueños estaban tan vivos como la
vida el mundo real. Excepto por un sueño, claro, que era solo y
únicamente igualable en una realidad. Ella.
Finalmente llego al exterior.
El día tenía un color muy peculiar. Tenía el color de la noche.
El sol alumbraba con su luz violeta sobre el planeta.
Al instante que salió de su pequeño túnel que daba al exterior,
las miradas reprobatorias no se hicieron esperar. Todos lo
miraban con desprecio, reprobando su abominable rembo.
“¿Cómo se atreve?”, “Que insolencia”, murmuraban las
personas al verlo.
Continuó avanzando erguido y orgulloso, Sin embrago aquello
realmente que hería su interior. Continuó avanzando,
abriéndose paso por las calles acompañadas por arboles a los
costados. Las calles eran alumbradas por candelabros. Aquella
ciudad tenía una estructura muy fina y bella, seguramente las
personas del pasado habían sido brillantes. Se había
81
conservado igual por la falta de intenciones de avance de sus
habitantes. Por aquel lado toda esa apatía valía la pena al
menos para algo. La vestimenta era hermosa (excepto por el
color, claro). Comenzó a lloviznar.
Adame.
El olor que provenía de la tierra húmeda era hermoso. De
hecho noté que amaba todo de aquel lugar excepto a sus
habitantes, a excepción de uno, claro.
Observe una mariposa. Sus colores eran muy bellos. Continúe
avanzando. ¿Pero que era aquello tan hermoso?, Aquello que
lucía tan raro y único… ¡Era ella! Me observaba fijamente con
su mirada traviesa, llena de gozo y sufrimiento a la vez, llena
de excentricidad. Corrió adentrándose en el bosque como
incitándome a seguirla. Baje de mi rembo y la seguí a toda
prisa.
Apartaba las ramas con ambos brazos, para observar su
camino. No podría resistir perderla. No fui capaz siquiera de
notar que la pequeña llovizna era casi un diluvio. Finalmente
fui capaz de alcanzarla. Llegue a un extenso campo de flores.
Ella me miró con su peculiar brillo en los ojos, con sus grandes
ojos. Como siempre, con su sonrisa traviesa. Riendo,
¡¡burlándose de mí!!. No era capaz de alcanzarla. A unos
cuantos metros de ella tropecé con una rama. La tecleé con
brusquedad. Caímos en un charco, su vestido blanco acabo
manchado por el lodo. A pesar de la caída ella me miro con
82
una sonrisa y yo no hice más que burlarme de su alborotado
cabello. Ella intento mirarme con rabia pero su sonrisa la
delataba. Yo solté una carcajada, realmente que me causaba
gracia. Sus expresiones me hacían reír. Ella me aventó agua
del charco, maldición, casi entra por mi boca abierta por tanta
risa. Se burló nuevamente y se echó a correr. Gritaba de una
manera muy divertida, muy agudamente. Seguramente ella en
su mente creía ir muy rápido, sin embargo la alcance con
rapidez. La agarre por los costados justo cuanto pise un charco
enlodazado y caímos nuevamente. Quedamos cara a cara, no
percibí si quiera un mínimo dolor. Los dos nos miramos y
comenzamos a reír hasta que la risa llegó a su fin. Nos
miramos fijamente a los ojos. No tenia que conocer nada mas
de ella, con el hecho de mirar sus ojos sabía que era única, tan
rara y única como un ángel. Sucedió lo que era inminente. La
bese.
Nos despegamos un poco, aunque realmente muy poco, lo
necesario para mirar las estrellas. Estrellas y estrellas
chocantes. No mencionaré aquello que ella me dijo sobre las
estrellas. Supe por que miraba con tanta diversión a las
estrellas. Jamás lo diré.
Era realmente gracioso verlas, y cuando llegaban aquellos
extraños gusanos era simplemente delicioso.
Ella me embarró lodo en la cara una vez que voltee buscando
sus labios. Se burlo y corrió de una manera muy graciosa.
Nuevamente con su grito muy particular.
Corrió, manchando su vestido entre los charcos, el cual
ciertamente ya no era blanco. Corrió por la colina. El cielo
violeta de la noche nos alcanzaba.
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Corrí detrás de ella, sin atraparla, simplemente muy cerca,
haciéndola gritar y correr más rápido.
Llegamos a un gran prado. Conocí a los duendecillos de los
cuales me habló. Y entonces comenzó a cantar. Una voz única,
cada que intentaba verla me apartaba la mirada con su mano.
Era rara, realmente era rara como un ángel.
Molestamos a los duendecillos por un rato, hasta que
enfurecidos nos persiguieron. La tome de la mano y corrimos
riendo y riendo.
Nuestra conversación se basaba en la risa. Y es que no había
nada con más gracia que ella.
Me hablo de un país extraño y luego le hice la propuesta de
intercambiar ojos. Ambos nos entusiasmamos. Parecía algo
realmente divertido, pero estábamos exhaustos. Terminamos
tirados en el pasto, mirando aquellas estrellas tan graciosas,
“¡mira esa! jajaja”, señalaba aquellas que lucían más
divertidas. La mire a los ojos, tome su hermoso cabello largo y
lacio, y la bese.
Toda la noche contemplamos a las estrellas.
Finalmente, abrazados, terminamos dormidos.
Despertamos. El día era esplendoroso. “¡¡Una ardilla!!”. La
perseguimos…. no la alcanzamos.
Fuimos con los duendecillos, les pedimos disculpas. Se
negaron por un largo tiempo hasta que finalmente cedieron.
Realizamos el intercambio esperado.
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Al instante vi un mundo dos veces más triste, dos veces más
alegre. Dos veces más vivo.
Caminamos como embriagados, torciendo torpemente los
pies por el pasto seco. Ella también lucia muy alegre.
Caminamos con los ojos cambiados por todo el día. Reímos
nuevamente con las estrellas y dormimos, Inclusive con ojos
cambiados.
¡¡Al siguiente día Vimos al gran lagarto!!. Nos montamos en el.
“Brincaremos”, “noooooo!!!”, “siiiiiiii!!”, le tome de la mano y
saltamos con un gran brinco acompañado de un grito agudo.
Caímos en el suave pasto, miramos el sol naciente. Parados en
un acantilado y observamos la intensidad del océano. Con ella
el mundo era infinito. El sol nos hipnotizo, hasta que se torno
muy aburrido. Se levanto y me tomó de las manos.
Comenzamos a dar vueltas y vueltas. Nos sentamos
asqueados.
Conversamos y conversamos hasta que llegaron las estrellas
Desperté, aun era de noche, ella ya no estaba.
Realmente triste, camine. El camino sin ella era realmente
extenso. Vaya que era un largo camino.
Había perdido un ángel, había perdido un sueño. Extraviado
en el mundo real.
Comenzó a nevar, perdí el camino, confundido entre la
blancura de la nieve.
Nada valía la pena sin ella. Extraña como los ángeles.
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Me levanté con fuerza de la nieve, no podría perderla, era
única en el mundo, en el Universo, en la existencia.
Caminé y caminé sin encontrarla. Mi cuerpo se congelaba, sin
embargo la frustración y la tristeza me abrigaban del frio.
Tal vez paso más de un día, no estoy seguro. Vi las estrellas
con tristeza, note que su gracia se debía a la dulce risa que
provocaban en ella. Ahora ella estaba únicamente en lo más
profundo de mi, sin embargo lo único que me provocaba
recordarla era tristeza…y felicidad.
Llegue finalmente al lugar en el que había dejado parado mi
rembo. Mi caballo comía pasto. Decaído me subí en el. Deje
que mi caballo cabalgara hacia cualquier lugar con libertad. El
cielo era violeta y mi mente no era más que un océano
perdido.
Contemple la posibilidad de que fuera un ángel. Pensé con mi
última esperanza buscarla en las nubes.
Me encontraba sentado, dormido sobre mi rembo que vagaba
sin órdenes, rumbo a mi castillo.
Mi sueño era realmente hermoso, soñaba con ella…hasta que
de pronto desperté furioso al sentir un ligero golpe.¿ qué
demonios me había despertado de tan hermoso sueño? Sentí
nuevamente un pequeño golpe en mi cabeza. Voltee hacia
atrás. Vi a un anciano con un puñado de pequeñas piedras. Lo
observe fijamente. Ignorando mi mirada me lanzo otra
pequeña piedra. “¿¡qué rayos le pasa!?”. Sentí otra roca,
proveniente de otra dirección. Esta vez era un niño el que me
atacaba.
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Me percate que estaba obstruyendo la avenida. Había un gran
tráfico de rembos detrás de mí. “¿Qué demonios les pasa a
estas personas?, ¿que no saben que hay otras vías?”, pensé,
pero creo no me encontraba en posición de atacarlos, me
había dormido a mitad de la avenida y no sé durante cuánto
tiempo.
Recibí unas cuantas pequeñas rocas más antes de avanzar.
Cuando me alejaba el anciano me grito a la lejanía “Se que
estabas feliz mientras dormías, y lo puedo confirmar por la
sonrisa que tenias”. Varias personas escucharon eso y me
miraron con repudio. Estaba rompiendo las leyes del
comunismo sentimental. “Nadie puede sentir más que nadie”,
es de esa forma que aquella comunidad se hallaba en
“equilibrio”, sin tristeza ni felicidad.
Me miraban de una manera distinta a la acostumbrada.
Normalmente no hacían más que ignorarme con sus miradas
vacías, ahora sentía realmente su odio. Tal parecía que había
excedido el límite a pesar de no hallarme en un punto máximo
de felicidad.
En el camino me tope con un grupo de chicos que jugaban su
clásico y patético juego de rocas. Trataba de ver quien era
capaz de encontrar la roca más grande. Corrían y cada uno
tomaba una roca. En cuestión de segundos se reunían y el que
tuviera la roca más grande triunfaba. Aquello resultaba
demasiado estúpido para mi, sin embrago siempre me
contenía tras mi mascara de respeto, pero aquellas personas
en verdad que me habían enfadado ese día.
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- Saben chicos, su juego luce muy insulso y ridículo, pero no
lo tomen apecho, es lo mejor que pueden dar de sí
mismos. – Me miraron con odio al igual que a mi rembo.
Cada uno me lanzo su roca (cuando menos su búsqueda no
había sido muy buena, pues todas eran pequeñas y medianas).
No podrían haber generado otra reacción, su capacidad no se
los permitía. Ante la estupidez la única manera en que se
reacciona es con agresividad. Ahora sé que mis pensamientos
eran realmente agresivos e intolerantes, realmente que
estaba desesperado. Perdía cada segundo sin ella.
Llegué a mi hogar y subí por la gran escalera. Llegué a mi
jardín y escale las nubes. Escale y escale nubes violetas.
Acampe para descansar ciertas noches.
Duré días, semanas, hasta que mi barba se torno descuidada y
mi cuerpo escuálido. Me movía con el corazón.
Observe desde las alturas la neblina que abrumaba la ciudad y
los rayos azules a la lejanía que prevenían una intensa
tormenta. El cielo se torno de un verde oscuro muy intenso.
Me sentía casi muerto, hasta que una calidez muy especial
llegó sobre mi hombro y sobre mi cabeza. ¡Era ella!,
refugiándose en una pequeña cueva de frías nubes.
Yo la abrace y llore de felicidad. Ella se notaba triste.
- Adame, ellos te odian y yo soy la causante de todo esto.
Sin mi tu no romperías las leyes, de esa forma no te
odiarían como lo hacen ahora…- su cara se entristeció con
la voz semi rota - Creo que debemos dejar de vernos…te
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quiero- me dio un beso…- ¿en verdad la estaba viendo?,
¿En verdad me odiaban? Mi mente era un océano.
Quedé desolado. Ahora el hambre y la falta de espíritu no
eran el factor primordial de mi debilidad física, ahora estaba
muriendo de tristeza. Esto fue la pizca de debilidad que acabo
con la fuerza de mi cuerpo y espíritu. Caí por las nubes. Al fin
podía volar y no era algo que me estuviera satisfaciendo como
sucedía en mis insólitas fantasías.
Atravesé nubes y nubes, hasta que una de aquellas nubes
detuvo mi caída fatal…sin embargo al llegar a ella yo ya me
encontraba muerto para ese mundo, si, muerto de
tristeza…¿Pero cuál mundo era ese?
Tal parecía que aquel comunismo de sentimientos, que para
mi resultaba ridículo, realmente salvaguardaba a la
personas…Muerto por alcanzar las máximas escalas de
felicidad y tristeza. Persiguiendo un ángel.
- Hola- Me dijo con una sonrisa
- Hola- le devolví la sonrisa
- ¡¡Adame!! estas herido- Dijo realmente preocupada
- Esto – dije señalando mi herida – No tiene importancia. Lo
único que importa es que estoy contigo otra vez.
Ahora el cielo realmente se tornaba violeta, era realmente
hermoso, no podía dejar de verlo. Era simplemente como ella.
Me encontraba ante la capa más baja de nubes. Una infinidad
de nubes blancas iluminadas por el violeta brillante. Al fin el
violeta salía de día, y al fin ella estaba nuevamente conmigo
para existir a mi lado en un mundo distinto, sin embargo no
más ni menos real que el otro.
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Nos tomamos de las manos y ambos sonreímos. Volamos
hasta atravesar la gran capa violeta de la tierra. Observamos la
inmensidad del universo y a distancia vimos la estrella en la
que habitaba el amable y amigable gran roble.
La gran escalera ahora no albergaba aquellos horribles niños
pájaro, ahora se observaban adorables y pacíficos patos
caminando por la escalera llena de pastizales con rosas que
movían las frescas brisas.
A las lejanías un sol rodeado de nubes rosas y pétalos
navegando a través de las corrientes del universo entero. Ella
riendo de fascinación, más hermosa que cualquier cosa.
Ambos perseguimos una estrella, hasta que la atrapamos y la
observamos juntos. La estrella dio un grito y ella sobresaltada
soltó un grito aun más intenso. Yo reí. Ella me miro
malvadamente, sin embargo vislumbró una sonrisa. También
comenzó a reír. Era muy graciosa.
Perseguimos unas cuantas estrellas más hasta que llegamos a
aquel mundo.
Mi mundo preferido, el pequeño mundo de las extensas
llanuras plagadas de flores y aves, donde un arpa expandía su
sonido por todos los rincones. A las lejanías del cielo violeta se
vislumbraba, tapado entre las nubes, un hermoso castillo de
un violeta empastelado y pequeñas montañas se observaban
al horizonte.
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¿Dónde están?
Se acostaron sobre la suavidad del pasto y observaron el
universo que jamás acabarían de recorrer.
Yo miraba las hermosas lunas de aquel pequeño planeta
cuando recordé aquel gracioso mundo en el que existía, y
comencé a reír observando juntos las estrellas. Ella me
observo y rio junto a mí. Ambos sabíamos que reíamos de
felicidad. La conexión que había entre nosotros hacia tan pero
tan divertido hablar entre sí, sin embargo en aquel momento
las palabras salían sobrando. Tomé su mano jugueteando con
ella.
El amor por el simple existir de una persona…pero, ¿Sabe que
existo?
En la sombría obsesión.
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PENSAR.
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TRISTAN.
Tristán se hallaba recostado sobre un árbol observando el
hermoso paisaje despejado y los barcos que se deslizaban
sobre el agua a la lejanía, siempre preocupado por sus
pensamientos catastróficos, Imaginando y leyendo sobre
catástrofes encontró en su mente una justificación al
preguntarse “¿En verdad soy una mala persona. Pensar y
emocionarme por la catástrofe me vuelve alguien malo?”.
Entonces una segunda voz en su cabeza le respondió. “No
Tristán, pensar que lo que piensas te hace malo te vuelve
bueno, por el simple hecho de pensar que pensar estas cosas
te vuelve malo”. Una tercera voz le respondió “Pensar que
eres bueno por pensar en que es malo lo que piensas no es
más que una excusa para tu maldad. Inventar una excusa para
ello solo te hace más malo”, una cuarta voz le dijo “Pensar que
lo que piensas es malo y pensar que pensar esto te vuelve
bueno, no es más que una excusa, pero pensar en que estas
pensando que esto se trata de una excusa que solo trata
ocultar tu maldad inicial, te vuelve bueno”. Entonces Tristán
se pregunto “¿entonces si pienso que es malo y eso me vuelve
mala persona pero al mismo tiempo me vuelve buena
persona…que es bueno y que es malo? Entonces,
repentinamente, un rayo partió el gran árbol en el cual Tristán
se hallaba recostado, aplastándolo por completo. Las aves
asustadas revolotearon. Tristán hizo un gran descubrimiento.
Se dio cuenta de que eso era realmente malo, y pensó “pensar
en catástrofes no es bueno ni malo, solo es pensamiento. Creo
que el problema no se planteaba sobre si pensar en
catástrofes era malo, si no en si las catástrofes eran
malas…ahora no pienso en ellas, ni pienso si pensar en ellas
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me vuelve malo o bueno, de hecho ya ni siquiera pienso, solo
sé que me ocurrió una catástrofe… y eso es malo.
Unas aves se alojaron de vuelta en el ahora árbol caído. El
viento siguió su marcha y los barcos su andar.
Solo las acciones valen.
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SABOR A RECUERDO.
El contexto no importa. En parís, en una tarde soleada de
verano o caminando por la acera al manto de la noche, en una
noche fría, tirados sobre el césped mirando las nubes o las
estrellas, en medio de las sombras, a la luz del sol, a través de la lluvia, no importa donde, lo único que importa es que ellos
recuerdan…y recordar sabe a musse de chocolate.
M: Marlín
A: André
M: ¿sabías que más de uno son dos?
A: No. es un gran descubrimiento
Jajajaja, tu cara (Viendo una fotografía)
Saliste bien
M: me veo adorable
A: si. Te favorece esa sonrisa torcida
M: jajajaja
Así estaré desde ahora todo el tiempo
A: Serías muy popular.
M: Lose...
Ya me empaché
A: ¿qué comiste?
M: Una gelatina de uva con crema
(BABA)
95
A: (BABA)
Suena delicioso. Me gusta la gelatina
¿Era gelatina de agua?
M: nooo
Era de pan
¡Hash!
A: (mueca)
Es que imagínate si fuera de uva y de leche
Sería la combinación perfecta.
M: siii
(BABA)
A: aunque sería difícil que alguien lograra combinar la uva con
la leche sin que sepa raro
Pero.... (BABA)
M: si existe
A: ¿sí?
M: y no creo que sepa raro
A: se me hace gelatina la boca
La buscare…aunque en guvy creo que no existe
M: ¿guvy?
A: si. ¿No la has probado? Es muy conocida
M: ¿qué es eso?
96
A: jajajajaja Es una marca de gelatina
M: ah no, pero las gelatinas de leche se preparan caseramente
con otro procedimiento,
Distinto al de la preparación de una gelatina común y
corriente
…recuerdo vagamente
A: también hay guvy de leche
M: que una vez yo probé una de cereza de leche que hizo mi
abuelita con lechera y estaba muy buena
A: suena deliciosa Creo que esa de cereza que dices suena mejor que la de uva
(BABA)
M: Si. Estaba bien excelente
A: hay un musse de durazno que está bien rico
Casi más rico que las gelatinas
¿Has probado el musse?
M: No
Solo el de chocolate
Me mataba de pequeña
…moría
A: ¿unos que vendían como en copitas de plástico?
M: si. Cafés
A: si. (BABA)
M: si, delicioso
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A: hace mucho que no como uno de esos …espero que todavía existan
Cuando lo vea me comeré uno.
Será como recordar Esos los comía cuando estaba chico
M: pero ya no existen ¿o sí?
A: no lo sé, yo los compraba en un carrife de por mi casa
que ahora es un walzivt
Cuando vaya buscaré…
Después sacaron unos como de arroz con leche que no me gustaron. ¿Los recuerdas?
M: si los recuerdo…
Oh si…
98
FUEGO
Y
HUMO
99
VIENTO.
Subí a mi azotea para fumar un cigarrillo. Me pusé mi larga
chamarra negra de cuero pues estaba lloviendo acompañado
por un viento tan vitalizante. Breve lluvia espanta gente, muy
común estos días en mi gran ciudad. Caminé y observe un lazo
mientras me acercaba al barandal que da hacia la mejor vista.
Aquel lazo era movido por el viento, como flotando a su
propio ritmo y manera, fuera de lugar. Me acerque para
tocarlo como esperando que tuviese algo en particular, algo
especial, solo para notar que no era más que un lazo roto que
colgaba y se suspendía entre la noche. Me recargue en el
barandal y prendí mi cigarrillo tapando el viento con mi
chamarra. Observe la luz de una patrulla a la distancia, la gran
universidad y las luces de las casas en la noche. Pensé “Debo
escribir mejores historias” “Puedo escribir algo que tenga
mayor significado”. Miré hacia abajo las hojas y el pasto de mi
jardín moviéndose. Mire mi cigarrillo humedecido y miré todas
las luces de las casas nuevamente. El cielo daba un fondo algo
rojizo. Cientos, miles de luces de diferentes tonos. Azules,
rojas, amarillas, y blancas. Tonalidades más intensas unas que
otras, luces que imagine como el mismísimo cielo estrellado,
luces incapaces de observarse en el cielo debido a la
contaminación y al clima nublado. Entonces pensé en mis
historias y no las pensé tan malas. Fumando mi cigarrillo miré
las luces pensando en una nueva historia, alguna que pudiera
hacerme pasar un buen rato, alguna historia enferma, fresca,
simple o divertida.
100
CIGARRILLOS.
Fumando, si fumando observe mi cigarrillo. Había escuchando
tantas pestes sobre ellos, decían que estaban hechos desde el
mismísimo infierno ¿Será que me importa poco? O
posiblemente me agrada la idea de tener un infierno en mis
manos, un pequeño infierno que puedo prender y extinguir
cuando me plazca, el poder de llevarlo a mi interior y
expulsarlo a mi placer, tiempo y fuerza me agrada. Entonces
miro el final de la ceniza ardiendo tan vivazmente y cuando
esta termina su agonía lo embarro contra la pared, apagando
lo último que queda en el, embarrando al mismísimo Satanás.
Claro, ese debe ser el misterioso poder adictivo de los
cigarrillos, el poder de ser dios por unos minutos.
101
ARTHUR.
102
CAPITULO I
103
Simone.
La joven y Bella Simone miró las estrellas recostada sobre el pasto.
Entre montañas y con el manto de la noche su piel blanca
resplandecía con intensidad. Reclino la cabeza para llevarse el
aroma de una hermosa flor violeta. De pronto una estrella fugaz y
los ojos verdes de Simone brillando con intensidad.
“Simone pide un deseo”, escucho Simone. “¿quien dijo eso?”, dijo
Simone levantándose un tanto asustada. “No te preocupes por
ello, tu solo pide un deseo”, “está bien”… “quiero tener una
estrella para mi sola”, deseó Simone y cerró los ojos con fuerza.
Abrió los ojos y miró a su entorno. Se reclino hacia delante y miró
el campo extenso. Notó que no había ninguna estrella para ella.
Rió, extrañada de sí misma, “¿Por qué parte de mi cabeza pasa
que una estrella pueda bajar para ser mía?”. Simone se puso en pie
y caminó con los brazos cruzados. Simone portaba un ligero suéter
violeta pero el frio nocturno era demasiado intenso. Su largo
cabello negro se movía por el viento y sus labios temblaban con
fuerza.
Caminó observada por la gran luna y su hermosa luz nocturna. De
pronto tropezó con algo que soltó un “¡AAaa!” Muy agudo y
tierno. Simone se inclino e hizo a un lado el pasto. “¡Vaya, es mi
pequeña estrella!”, Simone tomó a la aturdida estrella y la cubrió
con su suéter. Miro para todas partes y corrió.
Llego a su cabaña en medio del hierbero.
Toco a la puerta con fuerza. “¡papa, abre la puerta rápido!”.
104
Su padre se asomó a la puerta y encendió la luz. Observo a su
hermosa hija Simone que lucía mas pálida que de costumbre,
jadeante y con una gran sonrisa.
-Papa, mira lo que tengo, no lo vas a creer – Saco con ansias a la
pequeña estrella que lucía unos pequeños ojos negros muy
cansados. La tomo con ambas manos y la acerco a su padre.
Su padre abrió bien los ojos y acerco su cara a la pequeña estrella.
-¡¿Pe..Pero donde has encontrado esto Simone?!- Dijo atónito.
-En el bosque, yo la deseé– Simone rio de incontenible alegría.
- Jajaja… ¡Una estrella!, ¡no lo puedo creer Simone!
- ¡Si, es increíble!- Simone salto de alegría – Ambos miraron a la
pequeña estrella que lucía muy agotada.
- Vamos pasa. Tal vez necesite un poco de calor.
Simone se quito su suéter violeta y abrigo a la pequeña estrella. La
soltó con delicadeza sobre el sillón marrón. Se acerco a ella y la
acaricio con suavidad mientras su padre calentaba un poco de miel
de maple. “descansa mi pequeña estrella”, susurro Simone.
- Bien, veamos si le gusta la miel de maple – Llegó alegremente
su padre con una tetera con miel de maple. Simone lo volteo a
ver y con el dedo índice sobre su boca emitió un ligero
“sshhh”. Su padre no soltó la tetera y se acerco a la pequeña
estrella para contemplarla de cerca.
- ¿Es hermosa cierto? – dijo en voz baja Simone,
contemplándola con un brillo en sus ojos que iluminaba aun
mas su sonriente rostro.
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- Si…solo alguien tan bella como mi pequeña Simone pudo
haber encontrado algo así.
Simone volteo a ver a su padre y le dio una tierna sonrisa.
- La llamaré Stela…Bien, creo que debemos dormir papa.
- Si, es verdad. Descansa mi pequeña Simone y deja que Stela
haga lo mismo- Dio un beso a Simone en la frente y se
marcho.
- Y tú, tu mi pequeña Stela, no dejes de brillar – susurro a la
estrella y le dio un pequeño beso. Simone se separo de la
estrella y sus labios comenzaron a brillar con intensidad.
- ¡Padre!- Grito Simone asustada y emocionada a la vez.
- ¡Simone…estas brillando! – Dijo atónito su padre. Simone
comenzó a lucir un hermoso brillo en su piel, tan intenso como
la luz de la luna.
Simone miro alucinada sus manos y después su cuerpo entero.
Comenzó a despegarse del suelo fascinada. Miro a su padre con
una gran sonrisa.
- ¡Simone!, e...esto es simplemente imposible. ¡Es increíble!
Simone se elevo por la cabaña con gracia, como la mismísima luna.
La estrella abrió sus pequeños ojos y contemplo a Simone. Voló
hacia Simone dejando su cobija violeta. Simone atrapo a la
estrepitosa estrella y la abrazo.
- Padre, saldré de paseo con Stela, ¡volveré! – Grito Simone
saliendo por la puerta de la cabaña apretando cariñosamente
a Stela entre sus brazos.
- ¡Ten cuidado Simone!
106
Simone despego a gran altura para contemplar el panorama entero
con su pequeña estrella en manos. Vio los arboles y los pastizales,
atravesando las nubes. Cerró los ojos para sentir la brisa del
viento. Sobrevolaron sobre un gran lago. Inesperadamente Simone,
con los ojos cerrados, dejo resbalar de entre sus brazos a la
pequeña Stela.
Abrió los ojos y con desesperación movió las manos en un fallido
intento de atrapar a Stela.
_ ¡Stela! – Grito y voló en picada hacia el lago.
Stela cayó estrepitosamente en el agua del lago y poco después
Simone también lo hizo.
Bajo el agua contemplo a Stela que inconsciente descendía hasta el
fondo. Nado con fuerza hacia Stela. Miro sus brazos y noto que
su brillo desaparecía. Nado aun con más fuerza. Estiro su brazo y
a punto de tocar a Stela esta se deshizo lentamente en polvo
dorado. Simone abrió sus ojos irremediablemente tristes y perdió la
fuerza. De pronto una brillante luz en el fondo hizo presencia. La
luz aumento y burbujas comenzaron a salir del fondo. Una
corriente en forma de espiral salió con fuerza y se aproximó a
Simone. Simone suspendida en el agua se vio envuelta en esta
corriente en espiral, que arrastró consigo el polvo de Stela. Simone
observo sus manos que comenzaban a brillar con una aun más
potente luz blanca, más fuerte que la luz de la luna. La corriente
en espiral estallo en un fulgor como el oro y llevo a Simone a la
superficie. Simone acabo en superficie, tosiendo y sacando agua
por la boca. Se sintió extremadamente débil. Aun continuaba
brillando como mil lunas. Tirada en el pasto recordó a Stela, a
quien no fue capaz de salvar. Comenzó a llorar, estrujando el
pasto con rencor entre sus puños.
107
Levanto la mirada y observo la lejana cabaña.
Con gran debilidad notó que no era capaz de ponerse en pie. Se
arrastró por el pasto abrazada por la luna. Se arrastro y arrastro
soltando lagrimas de frustración y dolor, pues su cuerpo brillante
como mil lunas apenas y tenía fuerzas.
Miro al cielo como implorando a la luna hasta que después de
tanto arrastrarse dio con la cabaña. Apenas y pudo sostener con
las manos un escalón de madera al pie de la cabaña y grito
“¡Papa!, ¡Papa!”.
Su padre abrió la puerta y no vio más que el campo y la noche.
“¡papa!”, grito nuevamente Simone. Bajó la mirada y vio a su
ángel que lo miraba implorando ayuda con sus grandes ojos
húmedos de lagrimas.
- ¡Simone! –bajo las escaleras velozmente y cargo a Simone,
metiéndola a la cabaña. Simone Entro llorando.
- Papa, la perdí, no la pude rescatar…No pude…no… -
Simone quedo inconsciente en los brazos de su padre.
- Simone despierta. Simone- El brillante cuerpo de Simone se
comenzó a tornar muy ligero hasta que… - ¡Simone!- Simone
se volvió agua en los brazos de su padre.
108
Arthur.
Junto al gran rio se tiró de rodillas y se refresco el rostro con el
agua cristalina. Estaba cansado de huir como un bandido.
Escuchó un ruido entre el ramerio de arboles que cubría la entrada
al divino manantial.
La muchedumbre enfurecida, con palos y antorchas lo había
alcanzado. Con una nueva inspiración de adrenalina se levantó
entre tropiezos para continuar con su carrera. La muchedumbre lo
persiguió. Corrió y corrió.
Unos coloridos pájaros le nublaron la vista al revolotear cerca a su
rostro. Con manoteos los disperso. Atravesó el rio por las rocas y
subió por la cuesta pastosa y Pedroza, tropezando ocasionalmente
entre sus imperfecciones.
Llegó a la cima y se encontró atrapado entre un precipicio y la
muchedumbre. La muchedumbre lo miró. Parecían estatuas
mientras el respirando exaltadamente y lleno de frustración miró
al frio cielo. Volvió la mirada a la muchedumbre y finalmente ante
la muerte súbita intento el inútil dialogo.
- ¡¡ ¿Por qué me siguen?!!– Gritó con furia y desesperación,
haciendo eco por los aires.
La muchedumbre permaneció intacta, más solo por segundos.
Pronto se encontraron las miradas los unos a los otros y el
murmullo no se hizo esperar. El movió los ojos de un lado para
otro, esperando la respuesta irritado.
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Finalmente uno de entre el murmullo habló alto.
- ¡¿Y tu porque huyes de nosotros!? Es por nuestra pinta de
gente mala, ¿cierto?!
- ¡¡ ¿Pe…pero que dices?!!¡¡¿Pinta de gente mala?!! – Rió de
loca y desesperada ironía. - ¡Ustedes querían matarme!
- Piénsalo bien muchacho, tal vez si hubieras preguntado antes
te habrías evitado correr tanto.
Arthur trago saliva y los miro respirando aun un tanto agitado.
La muchedumbre permaneció quieta y decepcionada hasta que a la
lejanía uno de ellos visualizó a un hombre que tomaba frutos de
los arbustos.
- ¡¡Miren a ese hombre!! ¡¡Persigámoslo!! – La muchedumbre
furiosa dio marcha atrás.
Arthur sintió la fría ventisca moviendo sus arreglados atuendos de
la clase alta. De pronto un poco de sol salió para prestarle un poco
de su abrazador calor.
Agobiado por correr tan largas extensidades se derrumbó sobre el
pasto. Cerró los ojos y pensó en todos los hermosos paisajes y
panoramas que no tuvo la delicadeza de contemplar a detalle
debido a su exaltado estado.
Había pasado por tan diversa y hermosa naturaleza.
De pronto no pensó más que en la calidez de su hogar. El
abrazador calor del fuego de la fogata y el exquisito aroma del
panque de vainilla.
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Sin la preocupación del camino de regreso, terminó profundamente
dormido. Cuando abrió los ojos se encontraba en medio de la
noche.
Su piel se encontraba más pálida que de costumbre. Necesitaba
comer algo.
Aun con el cansancio y dolor en su cuerpo se puso de pie con
firmeza y comenzó su camino de retorno. Comió algunas frutillas
rojas que encontró en los arbustos de paso. Miró sorprendido la
luna. Lucía unas cuatro veces más grande de lo acostumbrado.
Entrecruzo los brazos y los apretó fuertemente contra su pecho
debido al frio nocturno. Caminó y caminó entre los pastizales
hasta que encontró una cabaña a la intemperie.
Tocó a la puerta y un educado y alargado hombre abrió.
- Pase usted, hombre perdido de la intemperie – Amablemente
dio la bienvenida.
- Gracias – Dijo Arthur temblando, apretando su capucha azul
con fuerza.- ¿Y usted como sabe eso?
- Digamos que su rostro habla por sí solo… Tomé asiento – Le
abrió paso a un pequeño sillón junto a la fogata. Frente a él
una pequeña mesa.
- Es muy amable de darme cabida en su humilde casa señor-
dijo agradecido Arthur.
- No agradezca joven, siempre he esperado la visita de alguien
como usted para hacer uso de mis servicios. Hablando de
servicios… ¿No quiere agua? – Dijo de una manera un tanto
extraña, ansiando la respuesta, mirando fijamente a Arthur.
- No, gracias señor.
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- Mmm…Que lastima- Respondió demostrando cierta
decepción.
- Pero, si no es aprovecharme demasiado de su servicial trato,
¿No me podría dar un café?
- Claro – Dio media vuelta y tomó de la pequeña alacena un
frasco con granos de café. Comenzó a prepararlo.
Arthur a la espera contemplo con intriga el hogar de aquel hombre.
Sus paredes se hallaban tapizadas de repisas con brillantes vasos
de vidrio. Arthur sintió en primera instancia gracia y curiosidad y
posteriormente un poco de temor.
El hombre llegó con la cafetera y la taza de café. Notó a Arthur
contemplado su gran colección. Vasos de todos los estilos y
complexiones.
- Joven, su café…Joven – Repitió haciendo ruido con la
cafetera.
- Ah…ah sí, por supuesto, disculpe. Gracias.
- Le ha gustado mi colección ¿Cierto?
- Si, es muy bella – Dijo Arthur dando un sorbo a su café.
- Si algún día alguien necesitara agua, quisiera que fuera con el
vaso adecuado. Es por ello que tengo un vaso de cada estilo.
Desde una copa hasta el cuello de ganso. – Arthur sintió
ternura y percibió inocencia en aquel hombre.
- Es usted impresionantemente servicial señor – Dijo Arthur
dándole una franca sonrisa.
- Gracias…¿No quiere agua?- Preguntó nuevamente
expectante.
- No gracias, con el café me basta – Respondió Arthur
nuevamente con una sonrisa y dio un sorbo.
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- ¡Acábese ya su café y tome agua! – Dijo golpeando la mesa.
Arthur sorprendido respondió ahora un tanto irritado.
- Señor ya le he dicho que no quiero agua, ¿De acuerdo?.
- Entiendo, discúlpeme joven y continúe con su café. Tal vez
eso lo deje sediento.
Arthur miró con un tanto de extrañeza al hombre y permaneció en
silencio hasta que terminó su café.
- Vaya, esta ha sido un café realmente exquisito. En verdad se
lo agradezco.- Arthur se puso de pie. – Bueno, creo que es
hora de continuar mi camino.
- ¿Pero qué dice?, la noche es muy fría como para estar
andando ahí afuera. ¿Por qué no espera al amanecer?. Tengo
una pequeña pero cómoda habitación, venga, se la mostraré.
Arthur se mostró indeciso. Miró a través de la ventana el fuerte
viento que sacudía con fuerza a los arboles. Sin remedio respondió.
- Tiene razón, no podré andar hasta el amanecer – Acepto y el
hombre lo guió hacia la habitación.
La cama era pequeña y sus cobijas muy cómodas. Durmió sin
problemas.
Al amanecer recordó el extraño comportamiento del hombre, que a
final de cuentas había sido tan amable y servicial con él.
Pensó en armarle una sorpresa. “Esto lo pondrá muy contento”,
pensó Arthur.
Bajo por la escalera de madera, estirándose.
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- Buenos días señor. Es una linda mañana ¿no lo cree?
- Concuerdo joven.
- Y es un día de sol.
- …Si, así es el día – Al hombre le brillaron los ojos y mostró
cierto interés.
- Sabe, estaba pensando en su colección de vasos.
- ¿Usted pensó en ellos? – Dijo el hombre ilusionado y
expectante.
- Si, y creo que quiero el cuello de ganso. Esta mañana de sol
me ha traído mucha sed. – Dijo Arthur regocijándose en su
interior al contemplar la desbordante alegría del hombre.
- ¿Está usted seguro joven. Ni la copa o el vaso común o…?
- No. Quiero el cuello de ganso
- Está bien – Dijo el hombre con radiante alegría. Arthur
esperó con una sonrisa.
- En serio quiere agua – preguntó el hombre limpiando con
dedicación el vaso, con un trapo rojo.
- Si, muero por un vaso de agua señor.
- Está bien- Dijo alegremente. Dejó el trapo de lado y tomo el
vaso con fuerza y la mano bien al frente. Arthur lo miro
extrañado. El hombre Cerró los ojos y dijo – Usted es un
hombre afortunado, ¿Lo sabe?, si, es un hombre con suerte-
Con una sonrisa se convirtió en innumerables y pequeñas
gotas de agua que se suspendieron en el aire simulando su
silueta por un segundo y cayendo con increíble tino dentro del
vaso que se tambaleó en el suelo de madera.
Arthur sorprendido y con los ojos bien abiertos salió asustado de
la cabaña mientras el vaso aun continuaba tambaleándose. Cerró
con un portazo que desequilibro el vaso asiéndolo caer,
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Derramando el liquido que no sería absorbido más que por la
madera del piso de la casa.
Arthur se tomó del cabello incrédulo de lo que había visto. Miró al
cielo y busco con desesperación el sol.
Sin éxito en su búsqueda corrió por los pastizales entre el frio
intenso.
La luz alumbraba el panorama entero y lo hacía lucir como un
lugar cálido.
Arthur corrió sintiendo sus extremidades frías como el acero.
Con la mirada en lo alto cayó, derrumbado por el frio insoportable.
Temblando y exhalando vaho intentó apretar los brazos contra su
pecho y compactarse como fuera posible, sin embargo, con una
intensa frustración, no pudo mover su cuerpo en forma alguna.
Con la mirada busco el sol con una gran desesperación.
Pensó en la calidez de su hogar, añorando estar ahí. El frio le
congelo tanto hasta que la inconsciente búsqueda por las cobijas
dentro del mundo real lo despertó.
Abrió los ojos. Vio las cobijas en el suelo y su ventana abierta. Se
puso de pie y se dirigió a la gran ventana. Contemplo la luna. Su
tamaño era el de siempre. Cerró la ventana y levanto las cobijas.
Se acostó nuevamente y pensó en el hombre de la cabaña. No
podía dejar de pensar en que había dejado caer aquel vaso. No
pudo volver a dormir.
Al amanecer se arregló y se puso se fina vestimenta. Bajó para
tomar el desayuno.
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Julián tenía listo un delicioso desayuno.
- Buenos días joven Arthur
- Buen día Julián. ¿Qué me has preparado?
- Un poco de carne asada a la naranja, un panque de vainilla,
su preferido señor, y chocolate caliente.
- Gracias Julián, vaya que añoraba un poco de esta calidez –
Dijo Arthur tomando asiento. Lo primero que acerco a él fue
la taza de chocolate, saboreando su delicioso aroma y
sintiendo su calor.
- Desea que le traiga un poco de agua para acompañar su carne
– Arthur perdió la concentración sobre la taza de chocolate y
miró a Julián desconcertado.
- No, gracias Julián. Solo comeré el panque.
- Como usted desee señor. – Julián se retiró con una pequeña
reverencia.
Arthur comió lentamente el panque, explotando al máximo su
suavidad y delicia. Una vez terminó con un último sorbo su taza
de chocolate, se puso en pie y se limpio con la servilleta.
- ¡Julián!
- ¿Sí señor? – Respondió Julián, aproximándose deprisa.
- Necesito que mantengas todo en orden, Iré a ver al rey.
- Pero señor, hoy es el gran festival del pueblo, las multitudes
se encuentran por las calles, no creo que pueda llegar hasta el
castillo.
- Deja que la gente se preocupe por festejar y tú ocúpate de este
lugar Julián.
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- Como usted diga señor – Julián hizo una reverencia mientras
Arthur salía deprisa.
La vista a las afueras de su mansión era muy al estilo de las
grandes casas de la clase alta. Un césped bien cortado con algunas
esculturas decorando el lugar y una gran fuente.
Se montó en su caballo y cabalgo a toda prisa.
Dos hombres le abrieron las puertas a su veloz cabalgar.
A su rápido y ágil paso por las calles de comercio, hombres y
mujeres con cargas y canastones le abrían el paso. “Miren, ahí va
el joven Arthur”, algunos hacían una reverencia y otros
simplemente le abrían paso y lo contemplaban.
Finalmente Arthur llegó a una amplia calle. La gran calle era un
camino cuesta abajo que daba con el centro del reino.
Desde la altura a la que se encontraba Arthur era posible ver el
camino entero.
“Julián tenía razón, grandes multitudes se hallan por el camino
entero”, pensó Arthur.
Arthur continuó su avance, ahora a un lento cabalgar.
Alegres hombre montados sobre enormes sancos, señoras gordas,
vendedores de dulces, niños corriendo de felicidad, viejos
limosneros, muchachas con sus mejores atuendos en búsqueda de
conquista, y chicos disimulando fino arreglo en la misma
búsqueda.
Todos caminando hacia la gran plaza.
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Un hombre tambaleando muy graciosamente en sus enormes
zancos, pasó a un lado de Arthur.
- ¡Míreme joven Arthur, soy más alto que usted!
- Sí, eso es lo que parece – Arthur continuo su lento cabalgar
entre la multitud mientras la gente murmuraba, “Miren, es
Arthur”, “Es el joven Arthur”, “Arthur también va al gran
festival”.
El mismo hombre en sancos se colocó frente a Arthur.
- Mire mi gracioso acto joven Arthur, que si no le causa risa le
causará vergüenza – dijo con un algodón de azúcar rosado en
la mano y con un frasco de caramelo en la otra.
- Míreme joven Arthur y no pierda detalle – Se echó caramelo
en los ojos y se puso un pedazo de algodón de azúcar en cada
ojo.
Caminando desorientado gritó a la multitud.
- Mírenme, mírenme, que soy el hombre de los ojos de algodón
de azúcar, y si no les causo gracia les causaré vergüenza! –
Caminó en sentido contrario a la multitud, golpeando a
algunas personas con sus zancos.
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Autor:
P?na personal:
P?na del libro:
AdrianArriaga
http://adrinishenkov.bubok.com
http://www.bubok.es/libros/21425/El-sombrio-secreto-de-la-Felicidad