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“El Príncipe” de Maquiavelo y su vigencia
Emiliano Raya Aguiar
El antiguo mito griego relata que una vez que los hombres decidieron reunirse y fundar
ciudades que les sirviesen de abrigo, comenzaron a tener problemas entre ellos por no
conocer el arte de convivir, y ofendían unos a otros por lo que pronto se empezaron a
dispersar de nuevo y a perecer. Entonces, Zeus, tuvo que intervenir para salvar por
segunda vez al género humano de la dispersión, y para ello envió a Hermes a fin de que
trajese a los hombres el respeto recíproco y la justicia, con el objeto de que fuesen
principios ordenadores de las comunidades humanas y crearan entre los ciudadanos
lazos de solidaridad y concordia. Zeus le otorgó a los hombres el don del arte político y
a diferencia de las artes mecánicas, el dios dispuso que todos participaran del arte
político y que quienes se negaran a participar de éste, fueran expulsados de la
comunidad humana o condenados a muerte.1
De este mito Abbagnano retoma algunas “verdades importantes”, según sus
propias palabras, una de las cuales es justamente que “el arte de la convivencia”, el
quehacer político, no surge de manera instintiva en los hombres, sino que debe ser
aprendido. Es decir, el hombre debe aprender a comportarse con los demás hombres de
un modo que garantice la colaboración y la solidaridad, de acuerdo con lo que Platón
denominaba “el respeto recíproco y la justica.”2
Esta necesidad de aprender el “arte” de la política ha llevado a múltiples
pensadores a preguntarse ¿Cómo y para qué se debe gobernar?
La obra de “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo mantiene una relevancia en el
estudio de la historia política de la humanidad, debido, entre otras cosas, a la capacidad
del autor de, a partir del análisis de las relaciones sociales de un espacio geográfico y
temporal particular, los estados italianos, estipular premisas generales aplicables para
los nuevos estados nacionales europeos, pero que, además, pueden ser leídas desde los
estados modernos, ya que muchas de sus premisas mantienen vigencia en
organizaciones sociales de estructuras piramidales.
1 El relato se encuentra en el Protágoras de Platón. Consultado en http://www.filosofia.org/cla/pla/protbil.htm2 Abbagnano, A. Visalberchi, Historia de la pedagogía, Fondo de Cultura Económica, México, 1995, p.9
“El Príncipe”, encuentra vigencia, en un primer momento, por su relevancia
historiográfica, ya permite entender las formas de concebir los estados, la política y las
relaciones entre los gobernados y las autoridades. Desde esta perspectiva la obra se
encuentra dentro de los textos clásicos como “La república”, de Platón o “El leviatán”
de Thomas Hobbes. En un según momento, “El príncipe” mantiene su relevancia debido
a lo general de las premisas que eleva Nicolás Maquiavelo.
En el presente trabajo pretendemos hacer un análisis puntual, aunque breve de
algunas citas que, a nuestro parecer, mantienen su vigencia dentro del estudio de las
relaciones políticas en los gobiernos y sus gobernados.
Sin embargo, antes de entrar al análisis, es importante señalar algunos puntos de
la forma en que está estructurada la obra.
Primero es importante hacer un breve esbozo del contexto histórico en el que
surge la obra.
El Renacimiento y el humanismo italiano
Nuestra concepción del mundo, naturalista y científica, es, lo esencial, una
creación del Renacimiento; pero el impulso hace la nueva orientación en la que tiene su
origen la concepción que ahora surge o dio el nominalismo de la Edad Media. El
naturalismo del siglo XV no es más que la continuación del naturalismo del gótico. Así
pues en el Romanticismo lo nuevo no era el naturalismo en sí, sino sus rasgos
científicos, metódicos e integrales del naturalismo; no eran la observación y el análisis
de la realidad los que superaban los conceptos de la Edad Media, sino simplemente la
conciencia y la coherencia con que los datos empíricos eran registrados y analizados.3
Esta nueva forma “científica” de ver y analizar el mundo, permeó no sólo en los
ámbitos artísticos, sino en todas las aristas de la vida cotidiana. Es esta la razón de que
en el Renacimiento se haya podido llegar al concepto de la verdad como filia temporis,
es decir, del progreso de la historia a través de la cual el hombre refuerza y acrece sus
potencias y merced al cual el hombre moderno, como un “pigmeo sobre el hombro de
un gigante”, puede avizorar horizontes que los antiguos ignoraron.4
3 Hauser Arnol, Historia social de la literatura y el arte, Tomo 1, Editorial Debate, Madrid, 1998, pa. 317-319.4 Abbagnano, A. Visalberchi, Ob., Cit., p. 202
Sin embargo, poco podremos identificar de la importancia del Renacimiento en
el pensamiento de Maquiavelo, sino entendemos a la Italia de los siglos XIV y XV
cómo la cuna del renacer del pensamiento.
Italia había alcanzado un grado de prosperidad sin igual en ningún otro país
europeo, y esa prosperidad era el fruto de una actividad comercial y productiva
esencialmente ligada al desarrollo de sus comunes y ciudades marítimas. Pero incluso
las diferencias entre ciudad y campo, muy claras en Alemania y muy acentuadas en
Francia, eran en Italia menores que en otras partes; la esclavitud de la gleba era un
lejano recuerdo, la pequeña propiedad se afirmaba, los contratos agrarios era menos
inicuos que en el resto de Europa. Todos estos factores concurrían a favorecer una
circulación continua de las fuerzas sociales, es decir, del ascenso de las clases burguesas
y pequeño burguesas o artesanas, la emigración a las ciudades de los campesinos
emprendedores y el interés por la vida rural de los ciudadanos ricos y de espíritu abierto
que compraban fincas rústicas a los nobles empobrecidos.5
Pero junto a estos factores, surgieron otros más complejos. Ante todo el hecho
de que las nuevas élites burguesas, dueñas tanto del poder económico como del
político, aspiraban a ennoblecerse a sí mismas y a sus funciones, aunque por otra parte
no les satisfacían las estructuras jerárquicas del añejo feudalismo que permeaban buena
parte de la cultura medieval. Como su enriquecimiento había surgido ligado a las
libertades comunales, era natural que se esforzaran por sacar de la clasicidad, tan rica de
tradiciones republicanas y sentimiento civil, los elementos aptos para revestir de
prestigio y nobleza su realidad. La afinidad profunda que existía entre el mundo clásico
y el mundo moderno tenía pues, como centro la conciencia del ciudadano libre.6
Este carácter civil del humanismo no limitaba su visión al cerco de los muros
urbanos o del confín del pequeño esta regional; por el contrario, la visión nacional se
halla a menudo presente y cobra una intensidad y una eficacia notables. Estas posiciones
nos ayudan a entender el valor del nexo profundo que Nicolás Maquiavelo reconoció
entre el humanismo y la vida civil 7
Maquiavelo y el Renacimiento
5 Ibíd., p. 206 6 Ibíd., p. 2077 Ibíd., p. 208
Estás únicas condiciones que dieron lugar al renacimiento se vieron acrecentadas
por la luchas militares entre las potencias europeas que buscaban incrementar su
territorio.
La circunstancia de no haber podido lograr la unificación del país en un sólido
bloque de pueblos hermanos, motivo que las potencias más o menos vecinas
ambicionasen cada cual una buena tajada para sí. La Francia de Carlos VIII, la España
de los Reyes Católicos y el imperio de Maximiliano de Austria llevaron de nuevo la
guerra a los confines de Italia: Francia, alegando derechos de solera angevina, reclamó
el reino de Nápoles que le disputó España. Esta última, en alianza con Venecia y el
papado, logró que Carlos VIII diera marcha atrás, a pesar de que Ludovico el Moro le
había abierto la frontera de Milán. Luis XII perseveró en la política de su antecesor,
Carlos VIII, y acabó por adueñarse del ducado de Milán. De esta manera, existieron en
la península por lo menos tres grandes y poderosos estados, Roma, Venecia y Milán.8
De esta forma, en los tiempos en que Maquiavelo escribe “el Príncipe”, Italia es
un territorio dividido en diferentes señoríos y divisiones territoriales. El Estado
nacional, como hoy lo conocemos, simple y llanamente no existía. La nación italiana se
encontraba política y militarmente dividida, y no se reunía a cabalidad los criterios
conformadores de una nación: territorio, cultura, lengua, e instituciones civiles y
militares comunes. Italia se encontraba profundamente dividida en diferentes regiones,
notándose ya, desde entonces, una abismal división entre el Norte, el Centro, el Sur y
las Islas. La frontera norte de Italia era también mucho más desarrollada que la frontera
Sur. Roma seguía siendo el epicentro donde convergían todos los caminos, y las élites
italianas se disputaban cotidiana y ferozmente cada milímetro de territorio, cada espacio
de poder y todo el tiempo político posible para gobernar con grupos familiares y
dinásticos la sempiterna dividid a Italia. Ésta no era una Nación, no era una República y
no era un espacio democrático, así pues en los tiempos en que Maquiavelo escribió su
obra, una de las principales preocupaciones de Italia era poder ser una nación soberana,
independiente de potencias extranjeras.9
En Florencia dónde se desarrolló la vida y obra de Maquiavelo era, en el
momento en que éste fungía como secretario, gobernada por Lorenzo el Magnífico, un
8 “Prologo”, en Maquiavelo, Nicolás, El príncipe, Editores Mexicanos Unidos, México, 2008, p. 8-99 Torres Maldonado, José Eduardo, El Príncipe: reflexiones sobre el método y los principios políticos de Maquiavelo, en “Alegatos”, núm. 74, México, enero/abril de 2010, p. 94
hombre inteligente, ni rico, ni pobre, pero dotado de un innato sentido político. Por su
parte Maquiavelo, a quien el desempeño de su cargo proporcionaba oportunidades de
aprender mucho en cuanto a la política, llegó a identificarse con ésta, dejando de lado
todo lo referente a los problemas sociales. Esto explica por qué sus obras no se muestran
nunca interesadas por las necesidades y los derechos del pueblo, y en cambio lo
supedita todo al Estado. El Estado es la “deidad” que inspiró sus doctrinas y guió su
pluma.10
Sin embargo, en su culto al Estado, Maquiavelo no se tituló republicano como
Savonarola. Mientras perduró el gobierno de los Médicis, les sirvió lealmente, porque
en ellos se encarnaba el Estado. Igualmente, más tarde sirvió a la República a la caída
de aquéllos, por la misma causa. Tampoco en su ideario germinó entonces la unificación
italiana. Su preocupación máxima del momento era la consolidación de su ciudad-
Estado, la administración perfecta de sus recursos naturales y la estructuración de
defensas militares.11
El Príncipe, tratado de política universal
Ahora bien podemos decir que la obra está estructurada a partir del análisis
puntal de las relaciones sociales entre los gobernantes y sus súbditos gestadas en los
principados, para de ahí construir “leyes generales” que rigen estás relaciones.
De esta forma podemos decir que, en sí mismo “El Príncipe”, en primera
instancia es un manual que muestra las clases de principados o reinos, y la clases de
príncipes o gobernantes en sus primeros capítulos, lo cual muestra el surgimiento de los
reinos por fundación, conquista y por herencia, mostrando en ello un prototipo o un
modelo de cómo gobernar cada uno de estos, mostrando cierta frialdad calculada
teniendo en cuenta las características de la persona humana sobre todo en su
colectividad es decir cómo responden las masas ante situaciones adversas, o de pánico.
Según Maquiavelo un gobernante exitoso es aquel que mantiene unido su reino
utilizando cualquier medio para realizar las cosas necesarias para su país conservando la
gratitud de sus súbditos. Por ejemplo de esto en los estados heredados son de más fácil
gobernabilidad ya que están acostumbrados a una familia y basta con no alterar el orden
establecido por príncipes anteriores, y con aclimatarse después a los cambios que
10 “Prologo”, en Maquiavelo… Ob., Cit., p. 14 11 Ibíd., p. 14-15
pueden producirse, pero cuando se conquista a un reino es más difícil debido a que estos
están acostumbrados a vivir libres, lo que propone Maquiavelo en sí es que al conquistar
el reino se debe preocuparse por los desordenes que puedan suceder cuando son
conquistados y también por los que puedan suceder en el futuro.
Entendido de esta forma, el príncipe es un manual que sirve a un contexto
determinado, que satisface las necesidades de un grupo específico de gobernantes y
gobernados que sólo existieron en una época de las historia de la humanidad.
Sin embargo, atendiendo al objeto central de estudio de la obra que es la
“política real”, no ideal, podemos decir que se centra en los hechos, las conductas o
acciones políticas de los hombres. Así pues, Maquiavelo entiende que la política se
forma y se rige por luchas, conflictos, guerras, pactos, convenios y gestiones destinadas
a la obtención, mantenimiento, prolongación y transmisión del poder.12
Desde una lectura moderna, las implicaciones de la obra de Maquiavelo toman
sentido y vigencia. Por ejemplo Para Antonio Gramsci, la figura del Príncipe, es
especialmente en tiempos modernos, no podría concebirse materializada en un
individuo, sino es una institución supra individual, que en todo caso se materializaría en
un partido político. La obra de Maquiavelo sería entonces, una especia de manual o
libro político aplicable en cualquier tiempo, de vigencia universal, que necesitaría para
materializarse, míticamente, en un super personaje, un príncipe, que sólo podría
configurarse corporativa y organizacionalmente en un partido.13
Asentado esto, pasaremos al análisis de algunas citas que, a nuestro parecer,
mantienen la vigencia del pensamiento de Maquiavelo plasmado en “El Príncipe”.
No se debe permitir jamás que continúe un desorden para evitar una guerra
porque no se la evita, sino que se la retrasa con desventaja propia.
Desde una lectura gramsciana, la tesis de Maquiavelo cobra vigencia en la necesidad de
los estados modernos por mantener el orden “natural” de las cosas. En la medida en que
los gobiernos puedan mantener el orden, por los diversos medios, tendrán la posibilidad
de mantener a su vez el control del estado.
12 Torres Maldonado, Ob. Cit., p., 11113 Gramsci Antonio, Notas sobre Maquiavelo sobre la política y el estado moderno, Nueva Visión, Madrid, 1980
Es conveniente convencer y atraer por las buenas a los súbditos, si no puedes,
elimínalos.
La posibilidad que tengan las elites gobernantes de generar consenso dentro de los
grupos dominados o subalternos, será directamente proporcional a la necesidad del uso
de la fuerza en contra de estos últimos. Ante mayor capacidad tengan de genera un
consenso dentro de los sectores populares, menor será la resistencia de estos a los
cambios propuestos por las élites gobernantes, sin embargo, a mayor resistencia y
mayor pérdida de consenso será mayor la necesidad de coerción por parte de los grupos
dominantes
Se debe eliminar al más fuerte, porque éste tarde o temprano te quitará el
poder.
En una lectura global, este enunciado cobra vigencia dentro de las pugnas imperialistas
por los mercados internacionales. Los estados más fuertes necesariamente entran en
lucha por obtener mejores condiciones para sus mercancías. Por lo mismo la necesidad
de enfrentarse bélicamente entre las naciones más poderosas, es un acto inevitable.
No hay medio más seguro para la posesión que la ruina, quien no lo hace así
prepárese para su propio ocaso.
Esta cita se inserta dentro de la explicación de la acumulación originaria. La forma en
que las élites necesitan de recursos y medios para realizar sus mercancías, la mayoría de
las veces, se ve ejemplificada por el uso de la fuerza física para despojar de éstos a sus
legítimos dueños. Necesidad que cada determinado tiempo se vuelve activar debido a la
necesidad de abarcar nuevos mercados.
La razón de Estado justifica medidas de dudosa ética o abiertamente tiránicas,
como la mentira, la traición, la crueldad y el crimen.
Lejos de perder vigencia, esta cita cobra cada vez mayor relevancia. Sin embargo esto
pasa por la necesidad de entender la configuración histórica del concepto de estado. El
Estado, debe ser concebido como un elemento de clase, es decir, el estado no es puro
por sí sólo, se construye para servir a los intereses y necesidades de una clase social
particular. Así pues el Estado no necesita satisfacer las necesidades de todos los
miembros de la sociedad, sino sólo de aquellos a los que se debe, por lo tanto, no está
dentro de sus intereses, el velar por el bien común, sino por el bien del grupo político
que lo usa. Si al contrario se entiende al Estado, como la unión de manera “voluntaria”
de todos los miembros de una sociedad que responde por el bienestar común, se
entendería entonces a falta de congruencia de la premisa maquiavélica.