Post on 20-Apr-2021
El periodista, el científico y la objetividad1 Peter Galison
1. Los hechos y la objetividad A partir de mediados del siglo XIX, una nueva forma de descripción gráfica surgió
en las ciencias, atravesando disciplinas desde la anatomía a la astronomía, y
remodelando las imágenes de las galaxias, las plantas, los cráneos, las nubes y los
fósiles. Esta transformación en la práctica científica se desarrolló junto a una
alteración relativa a lo que significaba ser un científico, a una reforma del yo
científico. En Objectivity, Lorraine Daston y yo seguimos este cambio en las
ciencias a través de imágenes debido a que los atlas científicos ofrecían un
corpus de conocimiento grande, limitado, autorreferencial y cuasi continuo que
abarcaba nuestros diferentes intereses a nivel disciplinario y temporal (desde el
siglo XVIII hasta el día de hoy). Haciendo a un lado la pregunta del significado de
la objetividad en una multitud de otras disciplinas, esperábamos obtener
claridad en el rol de la objetividad en la representación científica. Nos
prometimos volver a la pregunta de como las prácticas de la objetividad eran
aplicadas en otros campos. Después de terminar Objectivity, pensamos que sería
posible observar cómo la historia de la objetividad se podía aplicar —o no– a
estos otros campos. Historia, política, literatura, documental, periodismo, cada
uno de estos y otros campos también ha tenido sus propias objetividades.
Llegado este momento, en el presente artículo queremos dar un primer paso que
permita relacionar la historia de la objetividad en la ciencia con la del
periodismo, terminando con un gesto hacia un entendimiento común de los
debates contemporáneos sobre la objetividad de las imágenes digitales en la
ciencia y en el mundo de la imprenta y la post-‐imprenta.
La historia de la objetividad no puede ser comprendida sin incluir la historia
de la subjetividad, de la misma manera que el concepto de la izquierda no se
puede comprender sin el de la derecha, o el concepto de arriba sin el de abajo.
1 Este artículo, cuyo título original es “The Journalist, the Scientist, and Objectivity", apareció en el volumen 310 de la publicación Boston Studies in the Philosophy and History of Science (2015, pp. 57-‐75). Agradecemos a Peter Galison, a la editorial Springer, y a Lucy Fleet, miembro de su comité editorial, la cesión de los derechos pertinentes para la traducción y la publicación del artículo. También a Juanita Becerra, doctoranda de la Universidad de Harvard, que accedió a revisar la traducción y la enriqueció con algunas consideraciones.
Al centrarnos en la cambiante frontera histórica entre lo que es nuestro y lo
que es del mundo, hemos encontrado que los asuntos epistémicos y los éticos
están entrelazados irreductiblemente. Manejar los contornos del yo y manejar
los contornos del mundo fuera de nosotros es parte del mismo proyecto. La orilla
define simultáneamente el borde del continente y el inicio del mar. La
objetividad, concluimos, es una entre varias virtudes epistémicas. En ocasiones
la utilidad pedagógica, la precisión, la reproducibilidad, la exactitud, e incluso la
verdad pueden llevarnos a la ambición dejar que la naturaleza se escriba a sí
misma en la página.
Simplificando mucho, para comprender la historia de la objetividad, Daston y
yo encontramos útil advertir tres eras como puntos de partida. La primera era
comienza en el siglo XVIII y continúa en cierto modo hasta el presente ("la
verdad natural”). En ella los objetos representados no son particulares, sino
universales; no es mi esqueleto o el tuyo, sino el esqueleto humano en su
perfección. La forma correcta de la visión aquí es la idealización, sin distraerse en
los detalles de una costilla agrietada o de una hoja mordida por una oruga. Y el
tipo correcto de científico, un genio o un sabio que tiene la capacidad de ver
detrás de la cortina de las apariencias. En segundo lugar, una era que comienza a
mediados del siglo XIX que complementa pero no elimina la primera. La
"objetividad mecánica", como la llamamos, se caracterizaba por una cultivada
voluntad de no-‐tener-‐voluntad, por el sosiego de los deseos y objetivos propios, y
por una búsqueda de la perfección estética. La parte mecánica de esta forma de
alta objetividad en las ciencias convirtió en virtud la atención a los detalles y en
vicio la idealización; era un tipo de visión que veía lo que, en el caso límite, se
daba independientemente de nosotros. En tercer lugar, una era de juicio
capacitado, en la que el tipo adecuado de observador era un experto, no por
constitución innata (no era un genio), sino gracias a una larga y cuidadosa
formación que permitió al investigador reidentificar los patrones de manera
efectiva, descartar los “errores añadidos” por los equipos o aparatos técnicos y
categorizar el mundo.
Concretamente, en la década de 1850 ya fue posible para el fisiólogo de
Leipzig Otto Funke, el primero en cristalizar la hemoglobina, producir un
volumen de referencia de imágenes, un atlas, en el que compilaba dibujos de lo
que observaba a través de la lente, incluso cuando el propio científico sabía que
algunas cosas se representaban de maneras que se alejaban de la naturaleza. Un
amarillamiento alrededor de los bordes, refracciones en las esquinas que
estaban claramente distorsionadas, eran producto de la óptica y de la muestra.
Funke, sin embargo, dibujó lo que vio y no lo que sabía; era una necesidad tanto
moral como epistémica. Funke no estaba solo. En toda Europa y Estados Unidos,
la antigua forma de los atlas científicos comenzó a adoptar una nueva forma, de
interpretación mínima, de costosa producción, fiel a la observación más que a la
verdad última, accesible en tres idiomas e impresa para durar siglos. Otros
científicos, desde Berlín hasta Boston, comenzaron a controlarse, incluso cuando
todo lo que creían hablaba en contra de esa abnegación y de la "corrección" de
las pruebas.
El periodismo, como la ciencia, estaba en auge en la década de 1830. En la
época de Jackson, en los Estados Unidos estaba emergiendo una nueva forma de
periódico conocida como penny-‐press. Comparada con la six-‐penny press, estaba
basada en una distribución masiva, sin afiliación a ningún partido político y era
promiscua en sus anuncios2. Algunos años más tarde, durante la Guerra Civil en
los Estados Unidos, los periodistas comenzaron a normalizar una forma de
escritura que reforzaba esta no afiliación con la forma de la pirámide invertida
ahora canónica: comienza con el quién-‐qué-‐cuando-‐dónde y la interpretación
más amplia de los acontecimientos, para luego, paulatinamente, párrafo a
párrafo, dar cada vez más importancia a los detalles. Finalmente, durante la
década de 1890, la "noticia" y la "opinión" llegaron a ocupar secciones separadas
del periódico y tenían diferentes estilos de escritura. Para un historiador del
periodismo, "la década de 1890 es un buen momento para terminar con una
historia de la ‘objetividad’ porque es una de las primeras décadas en que la
‘objetividad’ se convierte en un principio ético reconocido por el periodismo,
pero también una de las últimas en que la ‘objetividad’ es esencialmente
incuestionable" (Mindich 1998: 114).
En el periodismo, como en la ciencia, la objetividad era una tarea
conjuntamente moral y epistémica. El historiador Michael Schudson lo expresó 2 Ver Schudson 1978. Dan Schiller modifica el relato de Schudson haciendo hincapié en que el público democrático de clase media existe más como un ideal que como una realidad (Schiller 1981).
de esta manera: "la creencia en la objetividad en el periodismo, como en otras
profesiones, no es sólo una afirmación sobre qué tipo de conocimiento es fiable.
Es también una filosofía moral, una declaración sobre el tipo de pensamiento con
el que uno debería comprometerse en la toma de decisiones morales" (Schudson
1978: 8).
Subrayando igualmente la dimensión ética, Stephen J.A. Ward nos invita a
simpatizar con los reporteros que se aferran a la objetividad en las décadas
posteriores a la Primera Guerra Mundial: "Impulsados por la controversia y las
poderosas corrientes cruzadas en la sociedad, estos periodistas buscaron una
solución para hacer avanzar la profesión. Inventaron la objetividad como un
signo ético en tiempos difíciles" (Ward 2004: 257)3. De acuerdo. Aunque los
argumentos periodísticos sobre la objetividad se relacionan más directamente
con la situación política del momento, y las disputas científicas más con la
producción del conocimiento, las dos historias de la objetividad (científica y
periodística) se entrelazan en muchos puntos. Ahora que tenemos esbozado el
inicio para la comprensión de ambos, merece la pena retroceder para hacer la
comparación (y el contraste) necesario.
Comencemos con los “hechos”. Los hechos fueron los fragmentos compartidos
en estas décadas de 1830 a 1890. Los hechos fueron los residuos que quedaron
tras el distanciamiento del partido, la lealtad, el pago, el valor, la interpretación y
la emoción. Las noticias basadas en hechos eran móviles, vendibles,
comunicables. Los hechos se convirtieron en la moneda común de los
periodistas, no como un procedimiento, sino como módulos de información4. La
insistente búsqueda del siglo XIX del "quién, qué, cuándo, dónde" se convirtió en
el lema de las redacciones. Sobre estos fragmentos comenzó la noticia. Desde
hace algún tiempo, los historiadores se han esforzado para explicar este giro a la
facticidad, a veces infravalorando los años del "empirismo ingenuo”. Estos
historiadores han atribuido el resultado a nuevas tecnologías de impresión, a la
expansión de la alfabetización, de las nuevas ideologías dominantes, a la
"necesidad evolutiva natural" de informar que cualquier sociedad experimenta.
3 Ward ofrece un argumento apasionado y persuasivo para que una nueva "objetividad pragmática" se implante después de que los límites de la "objetividad tradicional" se hayan vuelto demasiado evidentes. 4 Sobre la historia del hecho científico, véase, por ejemplo, Daston (1991) y Poovey (1998).
Pero todas estas versiones, por más que las evaluemos, todas hablan del
surgimiento del hecho más que de una objetividad constituida sobre una
voluntad de no-‐tener-‐voluntad. Eso vino después.
1.2 La objetividad periodística
Walter Lippmann fue uno de los primeros periodistas en volver a pensar los
hechos, no simplemente en forma de antítesis (hecho/opinión, hecho/interés),
sino en un marco conceptual más amplio. Le interesaba lo que hacía posible la
comprensión, observándose en este sentido un cambio hacia una problemática
más kantiana (había estudiado filosofía en Harvard con William James y George
Santayana). La guerra también creó un nuevo conjunto de condiciones sobre las
cuales tenía que entenderse el conocimiento de los eventos: Estados Unidos, bajo
el mandato del presidente Wilson, había instituido, como Francia y Alemania,
estructuras dramáticas de censura para aquellos tiempos de guerra. Aunque no
negaba que la censura era necesaria, Lippmann rechazó su uso desenfrenado y
enmarcó su noción de objetividad periodística en los años posteriores a la
Primera Guerra Mundial como condición de visibilidad. Hay ciertas condiciones
que deben obtenerse para que algo llegue ser candidato a noticia:
Las noticias no son un espejo de las condiciones sociales, sino la comunicación de algún
aspecto que se impone por sí mismo. Las noticias nunca nos dicen cómo está germinando
la semilla plantada bajo tierra, sino que narran el momento en que el primer brote hace su
aparición en la superficie. En ocasiones nos refieren incluso que el brote no apareció
cuando se esperaba; es decir, cuantos más puntos de apoyo tengan los sucesos, o más sean
los aspectos que les den carácter material o que permitan [fijarlos, objetivarlos], medirlos y
nombrarlos, el número de puntos en los que podrán generarse noticias será mayor
(Lippman 1922: 345)5
Entonces surge la pregunta: ¿cuáles son las condiciones bajo las cuales los
"acontecimientos" pueden ser fijados, objetivados y medidos? ¿Qué hace que
5 Sobre la invocación de Lippmann de un "naturalismo científico" y una amplia búsqueda bibliográfica que muestra la escasez de referencias a la objetividad periodística antes de Lippmann ver, por ejemplo, Richard Streckfuss (1990). N del T: en la traducción española de Blanca Guinea Zubimendi los dos calificativos entre corchetes han sido suprimidos, mientras que es precisamente en la “objetivación” donde Galison quiere hacer el énfasis.
esto sea así? Algunos acontecimientos se presentan, más o menos
evidentemente, como "invasivos". Este es el argumento de Lippmann: un informe
en el escritorio de un secretario del condado muestra que John Smith está en
bancarrota. Pero conforme avanza el informe uno entra en un mundo más turbio:
“la historia de las causas del fracaso de John Smith, de sus debilidades humanas y
de las condiciones económicas en que naufragó puede narrarse de mil formas
distintas. La psicología aplicada carece de una disciplina, como la que hay en
medicina, ingeniería o incluso en derecho, que tenga el poder de dirigir la mente
de los periodistas una vez que hayan cruzado la frontera que separa las noticias
del vago reino de la verdad. No hay cánones que permitan dirigir su propio
pensamiento, como tampoco los hay para forzar las opiniones de lectores o
editores“ (ibíd: 362). La "versión de la verdad" de un periodista no es más que
una de esas formas, y el periodismo, al igual que la escritura de ficción, nunca
puede reclamar una visión universal y omnisciente. Sinclair Lewis, escribe
Lippmann, nunca puede demostrar que posee la verdad completa y definitiva
acerca de Main Street (ibíd: 362). Así es también para los periodistas.
Conscientes de sus propias "debilidades", saben muy bien que están
encuadrados en algún lugar entre los intereses y las formas admitidas de ver.
Para Lippmann “no resulta posible comprobar con objetividad el grado de
veracidad de las noticias, en alguna medida vital sus opiniones se basarán en sus
estereotipos personales, sus propios códigos y las necesidades de su intereses.
Por tanto, sabrán que están viendo el mundo a través de unas lentes subjetivas y
no podrán negar que también ellos son, como dijo Shelley, cúpulas construidas
con cristales de muchos colores que manchan el blanco resplandor de la
eternidad” (ibíd: 362-‐363).
Esta dependencia de los acontecimientos por parte del escritor significaba
que, según Lippmann, había una socialización en la ontología de la noticia, lo que
cuenta como un acontecimiento debe tener ciertas cualidades. De lo contrario,
termina totalmente dependiente de la situación no sólo del escritor, sino del
entorno del escritor: "A menos que lo ocurrido se preste a ser nombrado,
medido, moldeado y hecho algo específico, o bien no podrá tomar el carácter de
noticia, o quedará sujeto a los accidentes y prejuicios de la observación” (ibíd:
365). Así que las noticias constituyen una forma de verdadero empirismo
colectivo, un empirismo que depende fundamentalmente de la naturaleza de las
instituciones de esa colectividad.
La calidad de las noticias que versan sobre la sociedad moderna es, en su conjunto, un
índice de su organización social. Cuanto mayor sea el grado de perfección de las
instituciones, más acertadamente lograrán representar formalmente todos los intereses
implicados, más asuntos se esclarecerán, más criterios objetivos se introducirán y mayor
será el grado de exactitud con que los asuntos se podrán presentar en forma de noticias.
En el mejor de los casos, la prensa es un servidor y guardián de las instituciones; en el
peor, un medio por el que unos pocos explotan la falta de organización social para alcanzar
sus fines. En la medida en que las instituciones funcionen mal, los periodistas sin
escrúpulos podrán pescar en río revuelto, mientras que los más concienzudos se verán
obligados a correr el riesgo de la incertidumbre (ibíd: 363).
La noticia, dice Lippmann, no puede hacer una sociedad democrática. En cierto
sentido, la noticia debe crecer junto a las instituciones democráticas. Es cierto
que la prensa podría aplicar un correctivo al abuso gubernamental y ser la que
informe a los ciudadanos. Pero sin las estructuras institucionales que arrojan luz
sobre ciertos acontecimientos, los acontecimientos mismos pierden cualquier
rigidez en su estructura. Maleable, toda nuestra realidad se desplaza y se
distiende a manos de periodistas sin restricciones y a menudo sin escrúpulos.
"El estudio de los errores", insistió Lippmann, "no es sólo profiláctico en grado
sumo, sino que además constituye una introducción estimulante al estudio de la
verdad. A medida que nuestras mentes tomen conciencia de su propia
subjetividad, apreciaremos las bondades del método objetivo, que de lo contrario
no seríamos capaces de hallar” (ibíd: 409). Este es el tipo de reflexión sobre el
periodismo que lo convierte en una forma de epistemología, un estudio del error
periodístico que prueba exactamente lo que el epistemólogo de la ciencia
Alexandre Koyré encontró buscando errores en el estudio de la ciencia. Según
Lippmann: "Veremos con más nitidez de lo que en circunstancias normales nos
es dado ver, todo el daño que causan, y la crueldad fortuita de nuestros
prejuicios. Y la destrucción de un prejuicio, aunque puede resultar dolorosa al
principio, debido a su conexión con nuestro amor propio, proporciona un
inmenso alivio y un sano orgullo cuando se lleva a cabo con éxito" (ibíd: 409-‐
410). La eliminación del prejuicio es una especie de cultivo del yo, una
reconfiguración lo que somos que altera nuestra percepción y por lo tanto
nuestra evaluación sobre nuestro mundo:
El ámbito de nuestra atención se amplía radicalmente. A medida que se desintegran las
categorías al uso, una versión opaca y simple del mundo se hace añicos. El escenario cobra
vida y plenitud. A continuación, sentiremos un incentivo emocional que nos permitirá
apreciar con entusiasmo el método científico, y que de lo contrario resultaría difícil de
estimular, e imposible de mantener. Los prejuicios son mucho más fáciles e interesantes.
Pues si enseñamos los principios de la ciencia como si siempre se hubieran aceptado, su
principal virtud como disciplina, que es la objetividad, hará que parezcan aburridos. Sin
embargo, si los enseñamos como victorias de la mente sobre la superstición, y como el
júbilo de la caza y la conquista, evitaremos a los alumnos esa difícil transición que consiste
en pasar de su propia experiencia autolimitada a la fase en la que su curiosidad ya ha
madurado, y en la que la razón ya ha adquirido pasión (ibíd: 410).
Es el tipo de cultivo del yo, la extirpación de la subjetividad que el fisiólogo
alemán Rudolf Virchow buscaba en su discurso de 1877 en la Versammlung
Deutscher Naturforscher und Ärzte (Asamblea de científicos naturales y médicos
alemanes):
He estado enseñando mi ciencia por más de treinta años, y en estos treinta años
honestamente he trabajado en mí mismo, para acabar con cada vez más de mi ser
subjetivo y dirigirme cada vez más hacia aguas objetivas. No obstante, debo confesar
abiertamente que no me ha sido posible desubjetivarme por completo. Cada año,
reconozco una vez más que en aquellos lugares en los que me consideraba completamente
objetivo, todavía me mantengo en un gran número de puntos de vista subjetivos (Virchow
1877: 74).
Para Virchow, la batalla moral-‐epistémica se lanzó contra las subjetividades
subversivas del yo científico: "mis opiniones, mis representaciones, mi teoría, mi
especulación" (ídem). Exigía paciencia y más: el cultivo del yo científico mediante
la destreza y el arte (Geschick und Kunst), lo que ha constituido un tema central
en nuestra obra Objectivity. Para Lippmann, en 1922, la lucha por el yo análoga
tenía por objeto reprimir los "prejuicios", los "códigos", las "supersticiones" y la
"propia experiencia" que sobresimplificaban el mundo. En ambos casos, la
objetividad periodística de Lippmann y la objetividad científica de Virchow, el
objetivo era crear un yo abierto, atento a un mundo que, de hecho, se parecía
más a la ciencia. La diferencia era que la lucha de Virchow fue en solitario;
Lippmann exigía un autoanálisis que ya era social. Pero individual o colectivo, el
cultivo del yo era una condición previa tanto para la ciencia como para el
periodismo, especialmente porque la objetividad científica existía como modelo
para la auto-‐transformación periodística.
Los principales historiadores del periodismo no están de acuerdo sobre
cuándo establecer el comienzo de la objetividad como un ideal. Algunos
identifican el concepto con la “caza del hecho” (fact-‐hunting) en las décadas
1830-‐1870, otros con los artículos más explícitamente apartidistas de las
décadas de 1880 y 1890. Pero los argumentos más fuertes ubican el origen en las
décadas de 1920 y 1930, cuando el término "objetividad" se introduce de forma
explícita6. Curiosamente, esto ocurre en torno al momento en que (como hemos
argumentado) la objetividad mecánica se empieza a cuestionar y la
interpretación y la subjetividad empiezan a ser concebidas como parte necesaria
de la actividad científica. Y aquí comienzan a cruzarse la epistemologías
históricas de los dos dominios, el del periodismo y el de la ciencia. Porque en
ambos, la objetividad sigue siendo un ideal y un objetivo: queremos la
objetividad, desdeñamos la objetividad.
El 27 de mayo de 1939, el magnate de la prensa, editor de Time, Henry Luce,
en una reunión en el Buckwood Inn., en Shawnee-‐on-‐the-‐Delaware, hizo a sus
empleados una advertencia contra el periodismo objetivo. Time, según dijo, no se
limitaba a ser un medio "imparcial"; nunca lo había sido y nunca lo sería. La
revista "es atacada con igual resentimiento por estar a favor y en contra de la
misma cosa. Lo que más sorprende de esta reputación es que Time nunca, al
menos con mi conocimiento y consentimiento, nunca ha reivindicado la 6 Schudson (1978, 120): “[En la década de 1920,] la gente comprendió que los hechos podían ser interesados, que la memoria y los sueños podían ser selectivos, y que incluso la racionalidad misma podía ser un frente del interés, de la voluntad o de los prejuicios. Este periodismo influyó en los años 1920 y 1930 y dio lugar al ideal de la objetividad como la conocemos". O también, en p. 122, sólo después de la Primera Guerra Mundial, "cuando el valor de la sociedad de mercado democrática estaba siendo radicalmente cuestionada y su lógica interna puesta al descubierto, los líderes del periodismo y otros campos, como las ciencias sociales, experimentaron en su totalidad la duda y el escepticismo que la democracia y el mercado animaron. Sólo entonces surge el ideal de la objetividad como aquella confirmación sobre el mundo consensualmente validada y afirmada en una separación radical entre hechos y valores".
imparcialidad. La obligación de Time es decir la verdad sobre lo que ha sucedido,
la verdad tal como la ve. La imparcialidad es a menudo un impedimento para la
verdad. Time no permitirá que el muñeco de la imparcialidad se interponga en su
camino de decir la verdad tal como la ve" (Luce 1969: 56–57).
Se podría pensar que la imparcialidad era sólo una faceta particular de la
objetividad, que la objetividad misma estaría a salvo del ataque de una de las
revistas estadounidenses más establecidas y conservadoras en el apogeo de la
Guerra Fría. Pero, en todo caso, la Guerra Fría redobló el cinismo de Luce sobre
el concepto. El 27 de marzo de 1950, Time censuró al New York Times por su
ciega adhesión a los reportajes objetivos cuando la asimetría era parte del día a
día. El Times había publicado un artículo sobre los campos de trabajo forzado en
la Unión Soviética y al día siguiente, uno sobre el tratamientos al que los
“espaldas mojadas” eran sometidos en los Estados Unidos. Así lo contaba Time:
La semana pasada, William E. Bohn, del New Leader, dio a The New York Times una lección
contundente sobre los peligros de la objetividad mecánica… los dos titulares [del Times]
comparan el sistema de contratación laboral en los Estados Unidos, que moviliza a algunos
cientos de miles de trabajadores por todo el país bajo condiciones reconocidamente malas,
con el sistema soviético de esclavitud en campos de concentración, lo que implica la
muerte de millones de personas. [Mejicanos] cruzaron a nado el Rio Grande… Pero no hay
constancia de ninguna persona que haya cruzado nada para alcanzar un campo de
concentración ruso. Pretender que los dos males son comparables es perpetrar una
enorme y peligrosa falsedad7.
En 1952, Luce hizo saber en términos inequívocos a los editores de Time cuál era
la limitación de la objetividad: "Queremos objetividad porque hay una verdad
objetiva, una verdad universal, una verdad científica, una verdad moral, que es
bastante independiente de lo que cualquiera de nosotros piensa en un momento
dado. Las mayorías no hacen la verdad. Las modas intelectuales no hacen la
verdad. Los profetas individuales se acercan a ella: Amós o Juan el Bautista o
Walt Whitman". Luce continuó distinguiendo los dos significados de la
objetividad periodística. Uno tenía más que ver con el tono, era plano, vacío de
emoción. Ese aspecto de la objetividad era opcional. Pero en la búsqueda de un
7 TIME 55, n. 13 (1950), p. 30, énfasis añadido.
periodismo que no tuviera presuposiciones de valor o interpretación alguna, se
invitaba al sinsentido. Tal periodismo antiséptico era, para Luce, imposible. "Eso
es un uso moderno, estrictamente ficticio, al que tuve que renunciar y denunciar.
Cuando decimos 'al infierno con la objetividad', esto es de lo que estamos
hablando. Es teórica y prácticamente imposible seleccionar, reconocer u
organizar hechos sin utilizar juicios de valor"8.
La anti-‐objetividad de Luce llegó a la política precisamente cuando los
reportajes sobre la Guerra Fría simbolizaron lo que para él era cualquier cosa
menos una situación simétrica. El equilibrio, según Luce, no era más que una
excusa. En un editorial de 1959, "Objetivity Rampant", Time se puso furiosa con
la forma en que los medios de comunicación escribieron sobre el "turista" ruso
Mikoyan, el principal emisario de Krushchev, en su viaje a los Estados Unidos. En
primer lugar, Time insistió en que los relatos de The New York Times y
Minneapolis Tribune eran simplemente "desequilibrados", habiendo "reculado
para preservar la ‘objetividad’ que la prensa estadounidense defendía con
orgullo desmedido. La mayoría de las historias se desarrollaban como sencillos
relatos sobre el viaje, sin calificaciones, sin reservas, sin mostrar cautelosa
conciencia del ‘otro’ Mikoyan, el calculador emisario ruso, que siguió al ‘turista’
Mikoyan por todas partes". Dicho esto, otras noticias sobre Mikoyan (como en el
Daily News) fueron tan negativas y desequilibradas que terminaron creando
simpatía por él. En general, "la prensa estadounidense no cayó en la trampa de
Mikoyan, pero en nombre de la objetividad lo hizo parecer muy bueno". No es
sorprendente que los rusos dieran una visión de este episodio que ilustró cuán
peligrosos podrían ser los "paralelismos". La Gaceta Literaria de Moscú "buceó
en la historia de los Estados Unidos para hacer una equivalencia con la visita de
Mikoyan, y recordó cómo el embajador Ben Franklin calmó los prejuicios y las
8 14 de noviembre de 1952, Henry Luce a los editores de Time, en Luce 1969: 70–71, o poco después, el 4 de mayo de 1953, Time cita al Denver Post: “Al reportero se le dijo el primer párrafo… Deberías de decir el quién, el qué, el cuándo, el dónde y el por qué, y nada más… Los periódicos deberían continuar luchando por la mayor cantidad de objetividad posible, pero no deberían tener tabúes contra la ‘interpretación’ cuando sea necesaria para entender cualquier cosa que haya sucedido… La tendencia será hacia una mayor interpretación…”, en “The Fetish of Objectivity,” Time 61, no. 18, p. 51.
sospechas monárquicas de Francia, y se vendió con éxito a sí mismo y a la recién
nacida república estadounidense"9.
Pero los ataques a la objetividad del “lado derecho” de la Guerra Fría fueron
pronto ahogados por las respuestas de la izquierda. A lo largo de los años
sesenta, ninguna de las nuevas tendencias periodísticas privilegiaban la
objetividad: ni el periodismo de promoción, ni "el nuevo periodismo", ni tampoco
el "periodismo gonzo" de Hunter S. Thompson. Muchos en The New York Times se
sintieron ofendidos por estas incursiones en el ethos de la objetividad. En
octubre de 1972, Lester Markel, editor retirado del New York Times, lamentó que
"el esfuerzo por la objetividad se ha hecho más difícil por la llegada de dos
técnicas bien difundidas: ‘la defensa’ y el ‘nuevo’ periodismo”. Por supuesto, los
reporteros eran humanos, por supuesto sus prejuicios debían quedar aclarados.
Pero la aplicación de "técnicas de ficción" a la no ficción conllevaba graves
peligros. Los personajes construidos (composite characters), por ejemplo,
ofrecían un cierto desvío de la realidad, y Markel reconocía que "a menudo es
posible que los hechos obstaculicen la verdad ". Sin embargo, el editor del Times
juzgó que la solución a los problemas asociados con la objetividad clásica no
radicaban en las direcciones de las nuevas técnicas, sino en la extensión y
refinamiento del "viejo periodismo" (Markel 1972)10.
Los historiadores de la izquierda criticaron la manera en que, a principios de
siglo, el “reportaje objetivo” de los linchamientos que había seguido
cuidadosamente la fórmula del quién-‐qué-‐cuándo-‐dónde, narraba simplemente
la muerte de hombres, mujeres y niños afroamericanos como si no hubiesen sido
asesinados. Los artículos incluso ofrecían "explicaciones" para estas muertes
(existencia de dos bandos, respeto al equilibrio), lo que para los críticos de los
años sesenta y setenta constituía una violación ética de primer orden. Vietnam
reavivó la atención a estos temas en un presente lleno de conflictos. Se ve
claramente en la forma en que se relató el incidente del Golfo de Tonkin, el
supuesto casus belli. Los periodistas sólo repitieron la versión del gobierno: los
9 TIME 73, no. 4 (1959), p. 58. 10 Sobre el género del "nuevo periodismo" (centrado en Tom Wolfe) véase Hanson (1997). Hanson sigue a Tom Wolfe al ver el "nuevo periodismo" como una alternativa o incluso sucesor de lo "objetivo" ("viejo periodismo"), para luego caracterizar los aspectos formales de este nuevo estilo narrativo.
vietnamitas del Norte, sin ser provocados, dispararon contra un barco
estadounidense. Tiempo después de que altos funcionarios gubernamentales
admitieran que los disparos de los barcos posiblemente no se habían producido,
el periodista que publicó la historia, preguntado sobre ello, respondió que si el
presidente dice que “el negro es blanco”, usted escribe, "el presidente dice que el
negro es blanco". El historiador Daniel C. Hallin concluyó que aquí, como en
tantos otros casos durante la divisiva guerra de Vietnam, "el efecto de la
‘objetividad’ no fue liberar la noticia de la influencia política sino abrir de par en
par el canal por el cual fluía la influencia oficial”11.
Si queremos hacer comparables las historias de la objetividad periodística y
científica, también necesitamos conocer sus reglas directrices: cómo la
objetividad como práctica se enseña y se regula moralmente. En este aspecto,
merece la pena prestar atención a la larga serie de "Códigos Éticos" adoptados
por la Sociedad de Periodistas Profesionales, que se remontan décadas y,
después de 1973, a cada 10 o 15 años: 1926, 1973, 1984, 1987, 1996 12.
En 1987, el preámbulo del Código colocó a la objetividad en lugar prioritario:
La Sociedad de Periodistas Profesionales, cree que el deber de los periodistas es servir a la
verdad.
CREEMOS que las agencias de comunicación de masas son portadoras de debate público e
información, actuando sobre su mandato Constitucional y con la libertad para aprehender
y referir los hechos.
CREEMOS en la enseñanza pública como precursora de la justicia y en nuestro papel
constitucional para buscar la verdad como parte del derecho del público a conocer la
verdad.
11 Ver Calcutt y Hammond (2011, 102); Hallin (1989, 25 y 70 -‐ 71). El artículo de 1972 de Gaye Tuchman "Objectivity as Strategic Ritual: An Examination of Newsmen’s Notions of Objectivity" atacó la idea de objetividad de manera diferente, argumentando que la "objetividad" puede ser vista como un ritual estratégico que protege a los periodistas de los riesgos de su comercio. El ritual se define "como un procedimiento rutinario que tiene relativamente poca o sólo una importancia tangencial al fin buscado". Es "compulsivo" y "estratégico" (Tuchman 1972: 660, 661). 12 "La versión actual del código fue adoptada por la Convención Nacional del SPJ de 1996, después de meses de estudio y debate entre los miembros de la Sociedad. El Primer Código de Ética Sigma Delta Chi fue tomado prestado de la Sociedad Americana de Editores de Periódicos en 1926. En 1973, Sigma Delta Chi escribió su propio código, que fue revisado en 1984, 1987 y 1996”, en “Why Doesn’t the SPJ Enforce its Code of Ethics”. http://www.spj.org/ethicsfaq.asp Consultado el 4 de julio de 2012.
CREEMOS que esas responsabilidades conllevan obligaciones que requieren que los
periodistas desempeñen su tarea con inteligencia, objetividad, exactitud y justicia13.
A continuación, el Código dedica la totalidad de la sección IV a la "exactitud y
objetividad", según la cual:
La “buena fe” con el público es la base de todo periodismo digno.
1. La verdad es nuestro objetivo final.
2. La objetividad de las noticias es otra meta que sirve como marca de un profesional con
experiencia. Es un estándar de rendimiento hacia el cual nos esforzamos. Honramos a
quienes lo logran14.
Curiosamente, aunque la verdad es el "objetivo último", la objetividad se
distingue claramente de ella (es "otro objetivo") que marca, como práctica, el
estándar de la profesión. Si bien la verdad puede ser la asíntota inalcanzable
hacia la cual se esfuerza el periodista, hay quienes "logran" la objetividad. La
verdad es una cosa, quizá platónica, pero la objetividad es un proceso que puede
seguirse e incluso alcanzarse honradamente.
En 1996, la Sociedad de Periodistas Profesionales había reconsiderado su
posición, y el código revisado de ese año eliminó la objetividad en todos los
casos. No hagan daño, estableció el Código, actúen de manera independiente,
sean responsables, traten a los sujetos como seres humanos, todo esto y más,
pero la objetividad había desaparecido15 .
Aunque no por mucho tiempo. En 1997, Sandra S. Nelson, periodista del
ámbito de la educación y, en su faceta no profesional, activista política, se
enfrentó con McClatchy Newspapers, Inc., donde trabajaba. The News Tribune, en
el estado de Washington, no estaba satisfecho con su actividad política,
organizando manifestaciones, piquetes, presionando para celebrar votaciones,
entre otras cosas, y la transfirió al departamento de corrección de textos. Ella los
demandó, y el periódico la demandó a ella: “Las actividades de Nelson han
violado el código ético [del periódico] y han suscitado preocupación sobre la
imagen de TNT en términos de objetividad". O en otros términos, esta vez ante la 13 http://ethics.iit.edu/ecodes/node/4340, énfasis añadido por el autor. 14 http://ethics.iit.edu/ecodes/node/4340 15 http://www.spj.org/ethicscode.asp
Corte Suprema de los Estados Unidos, la Compañía McClatchy insistió: "Las
normas editoriales en cuestión en este caso son fundamentales para la garantía
de la Primera Enmienda de una prensa libre. La objetividad está en el corazón de
la presentación de noticias en The News Tribune, y la exigencia de The News
Tribune de que los periodistas se abstengan de activismo político apoya
directamente la objetividad real y asumida del periódico". Al final, el Tribunal
Supremo de los Estados Unidos aceptó la norma de Washington: el derecho a una
prensa libre, dijo el tribunal, incluía el derecho de imponer un cierto tipo de
abstinencia política a sus periodistas, lo cual prevalecía sobre su derecho a la
libertad de expresión16. Otros estados, para preocupación de sus periodistas y
comentadores, podrían seguir al estado de Washington hacia la implantación de
una objetividad jurídicamente vinculante.
La noticia de la muerte de la objetividad periodística es, al parecer, prematura.
Lo que resulta claro de esta historia es que la objetividad periodística, como la
objetividad científica, exige sobre todo un acondicionamiento del yo hacia
diferentes modos de autocontrol. En enero de 2012, el New York Times hizo
saber a sus periodistas que sigue exigiendo la restricción de la vida como
ciudadano para mantener la vida como reportero. Los reporteros no deben tener
demasiada amistad con las fuentes de noticias, pasar mucho tiempo con ellas,
involucrarse románticamente, no deben pagarles ni recibir regalos de ellas, o
cooperar en proyectos. “La gente de nuestra compañía son miembros de familia,
ciudadanos responsables, y también periodistas. Nada en esta normativa tiene la
intención de restringir su derecho a vivir una vida privada, educar a sus hijos, a
seguir cualquier culto y a formar parte de los asuntos de la comunidad. Pero al
igual que otros profesionales dedicados, a sabiendas asumimos una disciplina, en
nuestro caso, con el objetivo de un periodismo ético e imparcial". En el trabajo no
se debe hacer alarde de las preferencias políticas, defiende el Times. Es más, no
deben mostrarse insignias políticas de ningún tipo. Tampoco el largo brazo de la
objetividad se detuvo fuera del ámbito laboral: los empleados no pueden dar
dinero a candidatos. No pueden buscar cargos públicos, no pueden manifestarse
ni movilizarse. En caso extremo, un cierto grado de participación local podría ser
16 Ver Calvert (1998–1999, 23 y 31–32). Contenido descargado e impreso desde HeinOnline (http:// heinonline.org), 17 de enero de 2012, 18:33:30 201232.
aceptable, pero nada más. Los reporteros no podrán informar sobre cónyuges o
parientes cercanos, y la lista continúa17.
El ex editor de asignaciones de la CNN, David T. Z. Mindich, ha argumentado
que la "objetividad" debería ser reemplazada por características más específicas:
desapego, no partidismo, escritura de pirámide invertida, reverencia por los
hechos y equilibrio (Mindich 1978). Me inclino a estar de acuerdo en que una
evaluación más analítica de la objetividad es de hecho necesaria, pero clasificaría
las características de manera diferente. La reverencia por los hechos, por
ejemplo, era una preocupación para los periodistas en el siglo XIX, mucho antes
de que la objetividad apareciera. Centrar la atención en los hechos estaba
asociado, como Schudson y otros han sostenido, con la penny press, con un
modelo económico basado en la separación de un partido o grupo especifico en
su origen o en su público de destino. La estructura de la escritura de la pirámide
invertida parece aún más particular, y a pesar de su utilidad es solo una entre
muchas otras formas de exposición. El desapego y el equilibrio, por distintos que
sean, parecen más asociados a la objetividad en el periodismo.
Lo que tenemos en la historia de la objetividad es una construcción continua y
siempre inacabada de un tipo de profesional a través de prácticas de abnegación.
¿Qué es un científico? ¿Qué es un periodista? Quizás pensar en el yo de cada
período como pasando por capas, encontrando formas específicas de ver a
medida que cambia el estatus de la imagen (o de las noticias o de la historia) nos
ofrezca una manera productiva de pensar en el “experto” en general.
Tres conclusiones intermedias: 1) el compromiso periodístico del siglo XIX
con la imparcialidad, la independencia y el equilibrio no es lo mismo que la
orientación científica del siglo XIX hacia la objetividad como una forma de
autocontrol consumado, una "voluntad de no tener voluntad" (2). Después de la
17 The New York Times Company, "B1. Participación en la vida pública ", en Policy on Ethics in Journalism (http://www.nytco.com/press/ethics.html#keeping). En 2010, Daedalus publicó un número completo sobre ética periodística, y aunque planteó los grandes desafíos de la objetividad en la era digital, concluyó que los beneficios de la objetividad superaban sus costos. Según Jane B. Singer: "En un entorno en red, la interacción con los miembros de la audiencia se ha convertido en parte integral del proceso periodístico. Consideremos de nuevo la noción de objetividad. Uno de los temas más debatidos en la industria hoy en día es si la objetividad sigue siendo valiosa (o incluso plausible) o si está siendo reemplazada por un espíritu ético más adecuado con el surgimiento de un medio relativista. Un consenso emergente parece sugerir que la credibilidad periodística en un entorno de información sin restricciones sigue siendo crucial y descansa en gran medida en la independencia de los intereses partidistas " (Singer 2010: 95).
Primera Guerra Mundial, las condiciones epistémicas clave del periodismo se
movieron más allá de un esfuerzo total para encontrar imparcialidad e
independencia y se apropiaron explícitamente de un ideal ético-‐procedimental
más cercano, y explícitamente más cercano a las ciencias. Pero esto ocurrió justo
en el momento en que la objetividad en la ciencia misma estaba siendo revisada
por los científicos. (3) La objetividad científica fue cuestionada en el periodismo
desde el momento en que fue introducida y esta contestación nunca ha cesado.
1.3 La imagen manipulada
Los periodistas nunca han dejado de cuestionar la objetividad en el periodismo.
En todas las generaciones, desde 1920, se puede encontrar escritores que se han
lamentado o que han celebrado la inminente muerte de lo objetivo. Periodismo
Gonzo, ficción histórica, infoentretenimiento, talk radio, blogs. Cada nuevo
formato ha reavivado el debate. Pero por complejos que sean el préstamo, la
superposición y la renuncia de la objetividad científica, hay un ámbito en el que
el científico y el periodista se han desarrollado no sólo en paralelo, sino casi
como una sola entidad: en la ética y la epistemología de la manipulación digital.
Por supuesto, la manipulación de la imagen fotográfica se remonta hasta los
orígenes de la propia fotografía. El reencuadre, la sobre y la subexposición
modificaban la visibilidad de los objetos. También se podía añadir o reducir el
contraste, modificar el tiempo de exposición, posicionar la cámara o “preparar”
la escena. Las convenciones sobre la fotografía "no retocada" llegaron tarde al
fotoperiodismo. La revista Life comenzó a lidiar con estos problemas en los años
treinta18. Pero un cambio, más que cualquier otro, ha traído modificación a las
masas: Photoshop. Este programa ha tenido un mayor efecto sobre las imágenes
científicas, periodísticas y publicitarias que casi cualquier innovación en
cámaras, películas o sistemas de impresión en los últimos 50 años. Creado por
18 Véase, por ejemplo, Hicks (1952, 42): "Durante su período experimental [1934-‐1936], Life adoptó como parte de su filosofía de trabajo el principio de que la fotografía no debería ser retocada excepto en las circunstancias más raras. Los días de la intervención del dibujante entre el reportero y el lector habían terminado y, sin embargo, la mayoría de los periódicos y otras revistas, principalmente por razones mecánicas, y también "artísticas", habían llevado el retoque a un punto en que, en muchos casos, la imagen resultante era una combinación de una fotografía y una obra de arte "manual".
John Kroll, estudiante de postgrado de la Universidad de Michigan en 1987, el
primer Photoshop salió en 1990 y, en pocos años se utilizó en todo el mundo con
millones de copias autorizadas y, según se dice, con un número igual de copias
piratas19.
Lo sorprendente es que las mismas técnicas que se utilizan para mejorar los
cuerpos de las modelos se utilizan para ordenar datos científicos y reorganizar
las producciones de los fotoperiodistas. En este estado de ansiedad que ha
llegado a periódicos, revistas y revistas científicas, ha surgido una nueva
especialización: el forense digital. Uno de los investigadores más prominentes de
esta nueva generación es Hany Farid, que tiene muy claro que la modificación de
las imágenes se remonta a mucho tiempo atrás, como poco, a las imágenes de
guerra civil de Mathew Brady. Lo que es diferente es la facilidad con la que se
hacen tales esfuerzos: "En el mundo de hoy, cualquier persona con una cámara
digital, un PC, Photoshop y un poco de tiempo puede hacer falsificaciones
digitales bastante convincentes." Según Farid, el aumento de las acusaciones de
fraude a las imágenes se ha disparado. En 1990, la Federal Office of Research
Integrity (Oficina Federal de Investigación de la Integridad) informó que menos
del 3% de los cargos de fraude científico se dirigían contra las imágenes. Un poco
más de una década más tarde, ese número era del 26% y en 2007, era más del
44% (Dreifus 2007).
Tan similares son los problemas que enfrentan, que Farid y sus colegas
rastrean constantemente en la tríada formada por ciencia, moda y noticias.
Desde el punto de vista científico, el problema es tan endémico que casi todas las
principales publicaciones científicas han publicado directrices éticas para el uso
de imágenes digitales. Mike Rossner, editor gerente del Journal of Cell Biology, y
su co-‐autor y editor Kenneth M. Yamada, lo expresaron de esta manera en el
artículo principal "What’s in a Picture? The Temptation of Image Manipulation"
en 2004.
Todo es tan fácil con Photoshop. En los días antes de que el software de imágenes se
volviera tan ampliamente disponible, hacer ajustes a los datos de imagen en el cuarto
19 Ver, por ejemplo, las siguientes historias de Photoshop: http://creativeoverflow.net/history-‐de-‐photoshop-‐journey-‐from-‐photoshop-‐1-‐0-‐to-‐photoshop-‐cs5 / y http: //en.wikipedia. Org / wiki / Adobe_Photoshop_version_history. Accedido el 10 de junio de 2012.
oscuro requería un esfuerzo considerable y / o experiencia. Ahora es muy simple, y por lo
tanto tentador, ajustar o modificar archivos de imagen digital. Muchas de estas
manipulaciones, sin embargo, constituyen cambios inapropiados de sus datos originales, y
hacer tales cambios puede clasificarse como mala conducta científica. El personal de
redacción competente puede detectar tales manipulaciones utilizando las características
del software de imagen, por lo que la manipulación es también una propuesta arriesgada
(Rossner y Yamada 2004, fig. 1)20
Fig. 1 Los editores Rossner y Yamada dieron un ejemplo de manipulación de imágenes en este caso: La imagen manipulada parece ser una vista microscópica única, mientras que la de la derecha (sometida a un ajuste de alto contraste) revela que una variedad de imágenes se han combinado para presentar la ilusión de una sola imagen (reproducido de Rossner y Yamada 2004)
En resumen: está mal y te atraparemos.
En la década de 1980, yo estaba en el comité de una Academia Nacional de
Ciencias en búsqueda de fraudes, mentiras y plagios en la ciencia. La
manipulación de la imagen era una consideración muy minoritaria, y la
manipulación digital ni siquiera el fantasma de una amenaza. Ahora, la ciencia
tiene criterios muy explícitos sobre lo que constituyen cambios permisibles y
prohibidos a la imagen:
Science no permite ciertas mejoras electrónicas o manipulaciones de micrografías, geles u
otras imágenes digitales. Las figuras montadas a partir de múltiples fotografías o
imágenes, o partes no concurrentes de la misma imagen, deben indicar las partes
separadas con líneas entre ellas. El ajuste lineal del contraste, el brillo o el color debe
20 Rossner y Yamada (2004). Publicado el 6 de Julio de 2004. Último acceso el 10 de junio de 2012. http://jcb.rupress. org/content/166/1/11.full.
aplicarse igualmente a una imagen o placa completa. Los ajustes no lineales deben
especificarse en la leyenda de la figura.
La mejora selectiva o la alteración de una parte de una imagen no es aceptable. Además,
Science puede solicitar a los autores de los documentos devueltos para su revisión que
proporcionen documentación adicional de sus datos primarios.21
Este es el residuo digital de la objetividad: Otto Funke pudo sentirse tentado a
eliminar la distorsión cromática amarilla de la lente de su microscopio, pudo
haber querido más que nada arreglar la apariencia extraña de los bordes de
cristal que se refractaban sin respetar sus respectivas posiciones físicas. Pero su
ambición era dibujar lo que veía, no lo que sabía. El equivalente aquí es la
exigencia de Science de que sus autores se abstengan de producir imágenes a
partir de una variedad de imágenes, de que marquen la separación entre
imágenes enfrentadas y de que apliquen cambios en la calidad de la imagen al
conjunto, no sólo a una parte. Aquí y en otras restricciones reside la objetividad
digital.
A principios de los años 2000, la desestabilización producida por la distorsión
de la imagen en las ciencias estaba calando, e incluso se publicó en un clip que
mostraba la preocupación tanto de los directores de revistas científicas como de
la Academia Nacional de Ciencias. El Journal of Cell Biology informó
sistemáticamente acerca de los tipos de distorsión que querían eliminar: los
geles usados en la electroforesis impresos con bandas que se “limpiaban”
selectivamente usando la herramienta de clonación, las células en una imagen
microscópica reordenadas a través del corta-‐pega, los datos de Immunogold que
se resaltaban mientras que otros datos se eliminaban para limpiar la imagen.
Según un grupo de editores, lo que impulsó esta preocupación, el uso en
expansión de la manipulación selectiva, se produjo por el deseo de los autores de
"embellecer" sus datos. Según Nature Cell Biology:
De lejos, el problema más importante es que los científicos no se toman el tiempo
necesario para entender estas herramientas complejas de adquisición de datos y
21 Science, “About the Journal, Information for Authors”. Último acceso el 17 de enero de 2012, 5.44 p.m. http://www.sciencemag.org/site/feature/contribinfo/prep/prep_subfigs.xhtml
ocasionalmente parecen estar engañados por la facilidad de uso de los programas de
procesamiento de imágenes para manipular los datos de una manera que equivale a falsas
representaciones. La intención no suele ser engañar, sino hacer la historia más llamativa
presentando datos claros, seleccionados o simplificados, un enfoque que hemos
denominado "embellecimiento de datos". El Journal of Cell Biology ha estudiado el
problema de forma sistemática y estima que hasta el 20% de los documentos aceptados
contienen algunos datos cuestionables, una tasa que no ha disminuido desde que la revista
instituyó un proceso editorial de filtrado de datos22.
Hace una generación, uno de los principales problemas de las revistas era el uso
demasiado fácil de los paquetes estadísticos, con los investigadores utilizando
una variedad de pruebas estadísticas (una cola, dos colas, etc.) hasta que
encontraban una que les daba la mejores valores. En respuesta, las mejores
publicaciones (incluido el New England Journal of Medicine) se armaron con
personal estadístico sofisticado para reproducir el análisis realizado por cada
grupo de autores y evaluar la idoneidad de la prueba desarrollada. Pero para
entonces, el "embellecimiento" se había convertido en la orden del día.
En la edición del 9 de agosto de 2007 de Paris Match, parece que Nicolas
Sarkozy necesitaba aún más embellecimiento que el Immunogold mientras
navegaba en canoa con su hijo en el lago Winnipesaukee (New Hampshire). Si no
pudo hacer ejercicio o dieta, Photoshop podía. Los michelines desaparecieron.
Los anuncios publicitarios van mucho más lejos. En una foto, el rostro de Twiggy
estaba tan completamente transformado para un anuncio de Olay que la
Advertising Standards Authority del Reino Unido prohibió la foto por engañosa.
Otro anuncio con la modelo Filippa Hamilton redujo su cintura a tal grado que se
convirtió en una cuestión de disputa pública. En respuesta, Hany Farid y su
equipo se pusieron a trabajar para desarrollar una métrica que se calibrara
contra el juicio humano para luego proceder de forma algorítmica, utilizando
criterios geométricos y fotométricos, y establecer el grado de distorsión. "Esta
métrica", afirmaron Eric Kee y Hany Farid, "se correlaciona bien con los juicios
perceptivos del retoque fotográfico y puede utilizarse para juzgar objetivamente 22 El Journal cita a The Journal of Cell Biology 166: 11–15 (2004) y Nature 434: 952–953 (2005). En Nature Cell Biology 8: 101–102 (2006). Último acceso el 10 de junio de 2012. http:// www.nature.com/ncb/journal/v8/n2/pdf/ncb0206-‐ 101.pdf
cuánto una foto retocada se ha desviado de la realidad"23. Aquí lo tenemos: una
norma objetiva para medir las desviaciones de la objetividad.
Precisamente, este tipo de manipulación por Photoshop que ha plagado la
imagen objetiva en revistas científicas, modelos y políticos, aflige aún más al
periodismo. "Embellecimiento" una vez más, sólo que esta vez no mejora los
geles de electroforesis, los michelines, las arrugas o la cintura, sino los
acontecimientos violentos que han terminado como imagen de portada de
distintos periódicos del mundo. El lunes 31 de marzo de 2003, Los Angeles Times
publicó una dramática fotografía de Brian Walski en la primera página. La
imagen mostraba a un soldado británico alertando, agarrando su arma,
señalando a civiles iraquíes que se agachasen bajo el fuego iraquí justo a las
afueras de Basora. Dos días después, The L.A. Times explicó:
Después de la publicación, se observó que varios civiles en el fondo aparecen dos veces. El
fotógrafo, Brian Walski, consultado por teléfono al sur de Irak, reconoció que había
utilizado su computadora para combinar elementos de dos fotografías [una con el soldado
en una postura dramática mientras un padre se encorvaba discretamente en el fondo, el
otro con el mismo soldado en una posición sin pretensiones, esta vez con el padre
corriendo hacia delante y centrándose hacia la cámara mientras él aferraba al niño],
separadas por un momento, para mejorar la composición. La política de Times prohíbe
alterar el contenido de las fotografías de las noticias. Debido a la violación, Walski,
fotógrafo del Times desde 1998, ha sido despedido. La foto alterada, junto con las dos fotos
que se utilizaron para producirla, se publica hoy en A6.24
Detectar estas y otras manipulaciones ha involucrado a investigadores forenses a
ambos lados de la división ciencia/periodismo por ser un conjunto superpuesto
de análisis estadísticos y de técnicas de procesamiento de imágenes que se
utilizan indistintamente en ambas disciplinas. Farid y su compañía, por ejemplo,
se han convertido en investigadores contra el fraude tanto para el periodismo
como para la ciencia.
23 Kee y Farid (2011, 19907), énfasis añadido por el autor. Último acceso el 10 de junio de 2012, http://www.pnas.org/ content/early/2011/11/21/1110747108.abstract 24 Los Angeles Times, 2 de abril de 2003. Último acceso el 10 de junio de 2012, http://articles.latimes.com/2003/apr/ 02/news/war-‐ 1walski2
Incluso las medidas recomendadas por científicos y periodistas han
comenzado a superponerse. En ambos casos, se ha convertido en un lugar común
para ambas partes para hacer cumplir una ética muy similar de la imagen digital.
Ambos han comenzado regularmente a requerir la presentación de imágenes
digitales "en bruto", ambos militan contra la modificación "selectiva" dentro de la
imagen, ambos requieren especificación de lo que se ha hecho a la imagen y con
qué programas. En la infinita espiral de embellecimiento y autocontrol, no hay
duda de que siempre permanecerá un vaivén. Pero en la búsqueda de una
imagen verdaderamente "en bruto", en el impulso compensatorio entre la
regulación personal y la del exterior, vemos el residuo muy contemporáneo de
un debate muy antiguo en la historia de la objetividad.
1.4 Conclusión
La objetividad no tiene una sola historia. Tiene varias historias. Por el lado de la
ciencia, esta virtud epistémica particular es muy diferente de la verdad o la
exactitud, la precisión o la cuantificación. En cambio, surge a mediados del siglo
XIX, centrada en torno a la aspiración de los científicos de contenerse a sí
mismos y, en la medida de lo posible, permitir que una especie de naturaleza “en
bruto” se inscriba en la página. Esta objetividad mecánica no constituye un
objetivo central del periodismo. Sí hay una fascinación en el periodismo del siglo
XIX con los hechos —que/qué/cuándo/dónde–, pero la compilación de hechos
detallados es muy diferente de los procedimientos de rastreo, fotografiado y
entintado que utilizan los científicos naturales. Los científicos buscaban un
empirismo colectivo, una codificación del conocimiento compartido que les diera
los objetos básicos de trabajo de sus respectivos campos (nubes, partículas
elementales, cráneos), mientras que los periodistas buscaban un medio
discursivo móvil que pudiera atraer a una gama mucho más amplia de público y
audiencia, formalizado en un texto piramidal, desprovisto de emociones y que
tendría su mejor ejemplo en la penny press.
Sin embargo, la objetividad científica y la periodística se acercaron mucho
más a la convergencia en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial. Para
los científicos, más numerosos, con mejores recursos y no tan epistémicamente a
la defensiva, era un momento en el que podían abrazar abiertamente el juicio de
los expertos como complemento necesario al procedimiento puro. Como dijeron
los propios científicos, ya no estaban dispuestos a sacrificar la exactitud en el
altar de la objetividad. Es decir, ya no intercambiarían una buena imagen
dibujada de un cráter lunar por una borrosa fotografía telescópica en blanco y
negro. Por el contrario, si obtener un diagnóstico compartido y reproducible de
un encefalograma significaba usar un ojo experimentado, entonces adelante. En
el lado de los periodistas, lejos de reforzar su autoconfianza profesional, la
Primera Guerra Mundial los había sometido a una tremenda presión para que
siguiesen los boletines gubernamentales, la propaganda y la censura. Al
terminar la guerra, los periodistas buscaban en la ciencia un modelo de
objetividad justo en el momento en que tenían mayor duda de que se podía
lograr. En pocas palabras: después de la Gran Guerra, los científicos comenzaron
a complementar la objetividad mecánica con el juicio entrenado y los periodistas
introdujeron el discurso de la objetividad lanzando un impulso que nunca ha
dejado de guardar un lugar para la interpretación. La objetividad periodística ha
sido, durante toda su historia, siempre discutida.
A partir de finales del siglo XX, las dos objetividades comenzaron a compartir
un discurso alrededor de la imagen manipulable. He aquí un recurso que facilitó
radicalmente la adquisición, procesamiento, transmisión y reproducción de
imágenes. Pero, al mismo tiempo, la imagen numérica ofrecía una vulnerabilidad
mucho mayor que nunca a la malversación intencional e inadvertida. Más
notable aún fue que el mismo conjunto de vulnerabilidades de Photoshop y de
diagnósticos forenses fue el que promovió este período de objetividad ansiosa en
ambos lados de la división ciencia/periodismo. Se trata de una historia que acaba
de comenzar. Al igual que en la guerra electrónica, las medidas, las
contramedidas y las contra-‐contramedidas constituyen una cadena continua. Los
mandatos se suceden uno tras otro tanto para los científicos como para los
periodistas: proveen imágenes en bruto, no alteran el significado de la imagen,
evitan el uso de herramientas de clonación, evitan cambios excesivos de
contraste. Pero el siglo XXI no es estable ni para los científicos ni para los
periodistas. Las presiones comerciales alteran el laboratorio y la redacción, los
científicos emprendedores y los periodistas de infoentretenimiento no llegan a
ningún consenso sobre lo que significa ser un científico o un periodista. Y con
estos cambios, la epistemología ética de cada uno fluctúa.
Sobre la historia pasada de la objetividad periodística también tenemos
todavía mucho que aprender. Necesitamos una historia verdaderamente
comparativa de la objetividad en el periodismo, que mire a las tradiciones
periodísticas fuertes, por ejemplo, en Rusia, Francia, Gran Bretaña y en otros
lugares, que analicen y periodicen cambios en el estilo retórico, en el papel de las
imágenes, en la atención cambiante a los hechos y en la ambición de abrazar o
desafiar un procedimiento de objetividad extraído de las ciencias. Aunque no es
una tarea fácil, sería una que podría hacer mucho para ayudarnos a comprender
las disyunciones ético-‐epistemológicas que han dado forma a los últimos 150
años.
Traducción: Oscar Gómez
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