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12/7/2014 El imaginario civilización y cultura del siglo XXI | Miguel Rojas Mix
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El imaginario civilización y cultura del
siglo XXI
Publié le décembre 11, 2010
Alcalá de Henares, 11/12/2010
Podría parecer abusivo para la lengua castellana usar el término imaginario en el sentido
que lo practico en el contexto de esta reflexión. Para el Diccionario de la Real Academia
Española, “sistemático libro espeso de lomo de buey pesado” como lo llamaba Neruda,
el vocablo alude “a lo que sólo existe en la imaginación”; reservando para imaginería la
expresión de estas figuras. En el contexto de la sociedad actual, alude el término a un
mundo y a una cultura y a una inteligencia visual, que se presentan como un conjunto de
íconos físicos o virtuales y se difunden a través de una diversidad de medios que
interactúan con las representaciones mentales.
En las últimas décadas del siglo XX, se ha verificado en forma radical la transición
epistemológica que representa la aceleración del paso de una forma de conocimiento a
otra, del conocimiento verbal al conocimiento visual.
La historia testimonia un enfrentamiento duradero entre el discurso escrito y el discurso
figurado. Logos e ícono representan antagonismos que atraviesan la historia y van más
allá de la pura esfera de la comunicación, alcanzando el dogma y el mito, pues se alzan
desde las profundidades de culturas religiosas. Santo Tomás afirmaba que los ángeles
no podían mentir porque, careciendo de cuerpo, comunicaban directamente con las
cosas sin pasar por la mediación de las palabras. Jonathan Swift cuenta que cuando
Gulliver visitó Balnibarbi conoció unos hombres sabios que, por economisar pulmones,
decidieron expresarse mostrando las cosas (expressing themselves by things) “dado
que las palabras no son sino nombres de las cosas –decían- , más valiera que cada
hombre transportara consigo todas las cosas de las que tiene intención de hablar…. El
único inconveniente se encontraba en que cuando los negocios eran grandes y variados
estaban obligados a cargar un enorme bulto con las cosas de las que iban a debatir,
salvo que tuvieran los medios para pagarse un par de fornidos valets” Harpo Marx dió
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cuerpo en el cine a esta imagen. Y la revolución informática resolvió el problema de los
fornidos valets con la televisión, el ordenador portátil y el power point.
La verdad es que un objeto se hace imagen y lenguaje cuando adquiere significación.
Una anécdota brillante la encontramos en los orígenes de nuestra historia: Se cuenta que
los incas enviaron al Virrey Abascal tres paquetes como presentes, el uno contenía sal, el
otro habas y el tercero cal; fonéticamente se leía “Sal Abascal”
Las religiones del libro, en sus orígenes rechazaron el ícono. Condenaron la
representación de Dios, incluso del ser humano. Sin embargo la Biblia recurre
frecuentemente a las imágens. Podríamos decir que incluso el primer spot publicitario es
bíblico: El de la serpiente que ofrece la manzana. Publicidad genial, pues no sólo hace
nacer en Eva el deseo, sino que además posee un factor multiplicador: Convence a Eva
que debe recomendársela a otros, en este caso a Adán. El Demonio se manifiesta un
publicista formidable y de vanguardia, porque utiliza todas la técnicas de la publicidad
moderna: la estrategia de lo deseable, la repetición del slogan: “muerde la manzana”,
“muerde la manzana”. Incluso la transformación del cliente en leader de opinión.
Ha sido el modelo cultural “esencialmente verbal”, el que desde sus orígenes hebreo-
griegos hasta más o menos el presente ha prestado soporte a la civilización occidental.
Lo que no quiere decir que esta cultura verbal no haya pasado por suscesivas
revoluciones. San Agustín se escandalizaba de que San Ambrosio leyera con los ojos sin
hablar, sentía que era el fin la civilización antigua donde la lectura era declamación en
voz alta. La historia de la civilización occidental esta marcada por sucesivas revoluciones
asociadas a la lectura: de la lectura en voz alta, pasamos a la lectura silenciosa del
manuscrito, de ésta a la lectura del libro impreso; y del libro a la lectura de la imagen.
Sin conocer a San Agustín una conocida periodista francesa se asombraba en una
entrevista a Umberto Eco de que un hombre tan culto se intesara por los cómics. No se
percataba que estaba justamente pisando la raya de otra etapa de la civilización. La idea
misma de saber y de cultura ha cambiado radicalmente. Todavía cuando yo estudiaba
en la universidad se pensaba que sólo el griego y el alemán eran aptos para filosofar.
Sin desconocer su importancia se ha ido abandonado el fundamentalismo de la idea. En
particular en el pensamiento contemporáneo, que arraiga más en lo cotidiano y lo
fragmentario que en lo metafísico y sistemático. Lo importante es ser capaces de
avanzar hacia nuevas categorías: en el lenguaje, en la figuración, en la inteligencia
simbólica…La cultura del ordenador está produciendo una revolución mucho más radical
que la de Gutenberg. Un gran vaivén en el conocimiento es que hoy el número de cosas
que sabemos sin haberlas leído es mucho mayor que hace cincuenta años. Sabemos
muchas cosas simplemente porque las hemos visto.
Es la naturaleza misma del conocimiento la que ha cambiado. Se pasa de la exigencia
de verdad del conocimiento alfabético a la búsqueda de lo verosímil del conocimiento
visual. A diferencia de la inteligencia verbal, que tiene como exigencia la verdad, la
inteligencia visual opera en términos de eficacia (le interesa convencer no razonar) La
inteligencia visual es retórica, mientras que la alfabética es dialéctica, busca hacerse
verosímil, no desentrañar la verdad. Aristóteles definía lo verosímil como el conjunto de lo
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que es creíble para la opinión del común.
Dice el DRAE en su primera acepción de imagen: Figura, representación, pero también
“semejanza” o “apariencia” de una cosa. En ese sentido la imagen es doxa (opinión),
Husserl aplicaba el adjetivo doxisch a todos los caracteres inherentes a la creencia. El
saber visual es doxisch; porque la imagen no es real. Únicamente lo es en cuanto
imagen; en tanto representación sólo es verosímil. En la cultura visual imagen, palabra,
símbolo y realidad se solapan y se complementan. Nada más ejemplificador en este
campo que la obra de Magritte: “Ceci n’est pas une pipe!” .
La verdad no es forzosamente verosímil. En cambio la ficción puede serlo. García
Márquez respondiendo a un periodista si era verdad lo de los dos mil muertos de la
bananera que relata en Cien años de soledad. Dijo, ¡No! La matanza fue de veinte mil,
pero si hubiera dicho esa cifra nadie me habría creido. Gombrich (Art and Ilusion, 1960)
menciona la imagen del rinoceronte de Durero cubierto de escamas como placas de
hierro, que influyó en los dibujantes incluso mucho después de que hubieran visto
verdaderos rinocerontes. La imagen resultaba más fuerte que la realidad y las placas de
la coraza de la bestia se convirtieron en signos convencionales que denotaban el
rinoceronte para el espectador habitual.
En la civilización de la imagen en la cual nos adentramos vertiginosamente, el estudio y
análisis del imaginario constituyen una opción esencial para entender el mundo en que
vivimos. Simultáneamente constatamos que su examen ha sido durablemente ignorado
por lo historiadores tradicionales, a lo más se han servido de él para ilustrar sus textos.
El sustrato positivista y racionalista de la historia los hacía pensar, desde una verdad
axiomática, que sólo hay sentido en el tiempo y que no hay sentido en el espacio. La
superación de esta incongruencia a la vez que abre anchas puertas a un replanteamiento
y enriquecimiento de la historia, en particular de aquellos aspectos relacionados con la
sensibilidad popular o a la manipulación de masas, resalta su importancia en la
formación de opiniones y creencias. Asimismo en la plasmación de los grandes mitos
sociales, del sentimiento nacional, la evolución del gusto, la interpretación de la historia
y otros aspectos básicos de la crónica cultural. Papel trascendental tuvo la imagen en la
forma de interpretar el grado de civilización de las sociedades. La morfología de la
historia que trasladaba las edades del hombre a las civilizaciones, encontró sus mejores
paradigmas en el arte: La juventud, momento de creación; la decadencia momento de
agotamiento de las formas. Sin ir más lejos, la conwsrucción da la Argentina moderna
estuvo marcada por dos imágenes esenciales: la de civilización y barbarie ¿Se han
superado, o continúan siendo rios profundos de la políticia argentina? Estas imágenes
mentales tomaron letras en la literatura con La Cautiva de Echeverría y se hicieron forma
en la iconografía con el tema del malón y el rapto de la mujer blanca. Los artistas no
dejaron de advertirlo, Rugendas hizo varias versiones. La cautiva era la civilización, el
indio fiero y el gaucho. la barbarie.
En este sentido la explicación del imaginario, no es un divertimento ilustrado, ni una
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receta estétioa, sino otra forma y otros método para acceder al conocimiento, en
particular de los grandes mitos sociales.
Por otra parte, es falso que sólo ahora nos encontremos en la llamada “cultura de la
imagen”. En realidad ella es anterior al saber del texto escrito. En el alba de la
humanidad la imagen desempeñaba una cometido esencial en la inteligencia ágrafa. Su
función era ejercer poder: poder sobre la naturaleza, poder sobre el enemigo… sobre la
realidad.. Desde sus primeras expresiones culturales, en las cuevas de Altamira o
Lescaux, el hombre trata de domesticar el mundo apropiándoselo por la imagen. Era un
instrumento mágico. Y todavía hoy proyecta ese recelo. En pleno vigor del logos
filosófico, los platónicos consideraron al ojo el órgano más importante del conocimiento
intelectual. Por eso Eliano propuso el ojo como imagen de dios, u ojo del mundo. El que
todo lo ve.
La gran revolución cultural, que comienza a fines del siglo XIX es la del triunfo de la
cultura de la imagen y del imaginario. Y, pese a las dimensiones gigantescas que hoy
ha alcanzado, todavía somos incapaces (salvo aventurándose en la ciencia ficción), de
vislumbrar las dimensiones que puede adquirir,.
Sin embargo, es falso afirmar que el desarrollo de la imagen se haga en detrimento de la
escritura. La imagen tienen necesidad de un texto para ser definida. La imagen da todo,
salvo el nombre y, en algunos casos como en la fotografía, es el nombre lo que importa.
Al tratar de precisarlo, el concepto de imaginario se abre como un retablo. Desde la
visión central, anclada en la cotidianidad, entendemos por él el mundo de imágenes que
caracteriza la circunstancia actual y donde se forma la cultura popular del hombre
contemporáneo, convertido ya, según Sartori, esencialmente en homo videns. En una
segunda tabla de este retablo conceptual, entendemos por imaginario el
encadenamiento de imágenes, con vínculo temático o problemático, que el estudioso
reconoce como conjunto, o el individuo interioriza como referente. Lo que a su vez se
desdobla en dos acepciones. Ambas nos sirven. La una se refiere a lo que sólo tiene
existencia en la imaginación y la otra a un corpus con unidad semántica. El Imaginario
americano es un corpus para el investigador, mientras que el imaginario nacional es un
referente para el ciudadano.
Actualmente circula por la red un fondo documental abundantísimo, es lo que llamamos
la sociedad de la información, pero su accesibilidad es relativa. Entraña además serios
peligros adicionales. Internet arrincona la memoria y amenza la identidad de las
culturas perifericas. La marea informática puede además ahogar la conciencia crítica.
Los datos saltan a golpes de clic, pero no los criterios de relevancia ni de pertinencia
que permitirían que cada sociedad y cada cultura pudieran transformar la globalidad de
la sociedad de la información en la especificidad de la sociedad del conocimiento. Las
imágenes ocupan cada vez más sitio en la gran memoria virtual que es Internet. La
visión en su globalidad arrastra al sujeto en forma mucho más intensa que la
verbalización. Las imágenes adquiere más y más peso en el aprendizaje y en la
comprensión del mundo, y apenas si hemos desarrollado métodos para procesar ese
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conocimiento. No existe ningún aparato crítico de la imagen comparable a la enorme
metodología desarrollada desde hace siglo sobre la lengua. De esta suerte la
manipualción cotidiana de la imagen se hace sin ningún control.
El peligro de la imagen es que es seductora. El razonamiento verbal se dirige a la razón
y opera preferentemente mediante la persuasión, mientras que la imagen, aún cuando
parta del intelecto, opera mediante la seducción, pues se dirige al sentimiento, rastrea
las emociones y busca despertarlas. El imaginario es una argumentación, como tal
busca un “acuerdo previo” con el espectador, pero el lugar que reserva a gustar, seducir
o emocionar es mucho mayor que el que le reserva la argumentación oral.
Todo psicólogo sabe que cualquier intento de persuasión provoca resistencia intelectual,
en cambio la seducción suspende el razonamiento“si tu me prends par les sentiments”
dice una expresión francesa para indicar que acepta el argumento sin discutir más.
Famosa es la afirmación de Pascal, “le coeur a des raisons, que la raison ne connait
pas” (El corazón tiene razones que la razón desconoce). Ante determinadas imágenes
los mecanismos internos del ser humano se ponen en marcha con estímulos físicos que
destacan el sentimiento de aprecio o rechazo, independiente de los teoremas de lo falso
o de lo verdadero. Es una especie de Reflejo de Pavlov. Huxley decía en El Mundo Feliz
que con el desarrollo de la alta tecnología el riesgo mayor para la cultura y las ideas
vendría de un hombre de rostro sonriente más que de un enemigo feroz que inspire odio
y horror.
El imaginario opera de manera axiomática, en el mismo sentido que funcionaba la
ideología según Marx. Los valores de una clase que se imponía a las otras como tal y
servían a su hegemonía y a la defensa de sus intereses. Al operar así funciona como la
ignava ratio, la razón perezosa (así denominó Platón el argumento sofístico), el argumento
que lleva a la inercia. Esta es la base de las técnicas publicitarias.
Toda imagen se revela como un sistema de representaciones y como un objeto exterior
que el espectador interpreta desde su banco de imágenes y con referencia a su cultura
semiótica. La mirada está también estructurada por la cultura, forma parte de la
identidad y la interpretación de la imagen se hace con claves diferentes según cada
cultura. También la mirada se encuentra seriamente amenzada por la globalización. La
paradoja de la cebra es un ejemplo. Los antropólogos han comprobado que si se le
pregunta a un negro cómo es una cebra dice: negras con rayas blancas; por el contrario
los blancos afirman que es blanca con rayas negras.
Lo que sabemos o lo que creemos afecta el modo de ver las cosas. De ahí otro problema
de la imagen, que es preciso analizar: ¿Qué visión hay detrás de ella? Es el problema
del colonialismo de la mirada ajena o de la visión anacrónica. Responder a esta
preguntas es necesario para desentrañar la circunstancia del imaginario. Sí, el imaginario
tiene “su circunstancia” como diría Ortega y Gasset, que puede ser un entorno
comercial, una manipulación política o geopolítica, una valoración aculturadora, una
dimensión histórica, o una creencia. Delaumeaux: La Peur en Occiden (XIV-XVIII siécle ,
comenta que el fuego se veía seguramente de manera muy distinta cuando el hombre
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creía en el infierno, que en las sociedades que han perdido la fe.
Las imágenes hacen cosas. Y las cosas que hacen depende de la fuerza mental que
puedan proyectar en el público. Hoy, en primer lugar, el imaginario se proponen formar
opinión. A diferencia de las certezas o de la fe, la opinión es manipulable, porque es
discutible y está en constante transformación. Ahí yace el peligro de manipualción de los
espíritus. Por otra parte, más que los discursos especulativos o las grandes teorías
políticas, lo que más ha contribuido a hacer avanzar los grandes temas del siglo XX ha
sido la fuerza de la imagen. Es claro en cuanto lo que se refiere a la defensa de los
derechos humanos, a los derechos de la mujer , así como que las luchas por la igualdad
racial hayan ganado más por su efecto movilizador con la difusión de la imagen del
“black is beautiful” y la música soul -incluyendo el discurso de Luther King: “I had a
dream”, que con todas las teorías sobre la negritud
Las comunicaciones monologales impuestas unilateralmente por los medios, a medida
que se repiten, se vuelven parte del conocimiento prácticoy terminan por convertirse en
el llamado “sentido común”. Es en el sentido común donde se instala la ignava ratio. El
sentido común está empedrado de imágenes dogmáticas, que son las que afirman como
verdad un hecho establecido histórica, política, litúrgica o culturalmente , pero que es
discutible. Son para lo que llamamos la opinión pública la base de la credibilidad.
Espiritualmente se siente como una trasgresión desacralizar estas imágenes. Una
referencia literaria es elocuente. Arthur C. Clark, ineludible escritor de ciencia ficción,
cuenta en El Fin de la Infancia, que llega a la Tierra una nave extra terrestre, desde la
cual un ser superior, oculto, pacifica a los hombres. Finalmente cuando éste se
descubre, tiene cuernos, rabo y pesuñas. Si se hubiese mostrado antes, nadie habría
creído que podía hacer el bien
Para concluir: la seducción simbólica del imaginario desempeña un importantísimo papel
en la geopolítica Norte/Sur. haciendo desable el “american way of life” y sus valores de
consumo. La sociedad de la información se construye sobre un discurso retórico, es “la
cultura del convencer”. Es este justamente el peligro de la globalización que vehicula los
valores de los programadores, que pueden ser totalmente ajenos a los de los usuarios.
De ahí la importancia de desarrollar los criterios de pertienecia y de afirmar las formas
cuturales que nos representan. Disney es un ejemplo sobresaliente, maneja en maestro
la iconografía de la inocencia. interpela al niño, y al niño que todos los adultos llevamos
dentro, propagando ideas valores y sueños conservadores, que refuerzan la colonización
por la imagen de la ideología consumista. Por ello es necesario desarrollar la conciencia
crítica frente a la iconografía dominante, crear nuestros propios íconos que corespondan
a nuestra identidad y signifiquen nuestros valores: por eso he dicho en alguna ocasión
que si el Pato Donald es la globalización, Mafalda es nuestra pertinencia.
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