Post on 23-Oct-2015
El ejercicio físico cambia el ADN y reorganiza el cerebroEl ejercicio físico tiene un efecto beneficioso para la salud mental y física incuestionable,
como sin duda sabrá cualquiera que lo practique. Dos estudios recientes explican ahora,
además, algunas de las razones fisiológicas que subyacen a dicho efecto.
El primero de ellos, realizado por científicos de la Universidad de Princeton (EEUU),
reveló que la actividad física reorganiza el cerebro, de tal forma, que su respuesta al
estrés se reduce. En consecuencia, es menos probable que la ansiedad interfiera con el
funcionamiento corriente de este órgano.
En experimentos realizados con ratones, cuyos resultados ha publicado el Journal of
Neuroscience, se constató que cuando éstos hacían ejercicio regularmente aumentaba en
sus cerebros la actividad de unas neuronas que “frenan” el “encendido”
del hipocampo ventral, una región del cerebro vinculada al estrés.
Al mismo tiempo, las neuronas de estos ratones liberaron más
neurotransmisores GABA (ácido gamma-aminobutírico), que también aplacan la
excitación neuronal.
Por último, la proteína que encapsula el ácido gamma-aminobutírico en pequeños
“paquetes” o vesículas para su liberación en las sinapsis o conexiones entre neuronas,
también estuvo presente en mayores cantidades en ratones activos, en comparación con
otros ratones que no habían hecho ejercicio.
Experimentos y resultados
Los experimentos consistieron en proporcionar a un grupo de ratones (activos) acceso
ilimitado a una rueda para correr, mientras que a otros ratones (sedentarios) no se les
proporcionó rueda alguna. Los ratones que sí corrieron hicieron una media de cuatro
kilómetros por jornada.
Después de seis semanas, todos los animales fueron expuestos a agua fría como factor
estresante, durante un breve período de tiempo.
De este modo, pudo comprobarse que los cerebros de los ratones activos y de los
sedentarios se comportaban de manera distinta, cuando eran sometidos a estrés.
En los ratones activos se dio el proceso ya explicado, mientras que en las neuronas del
segundo grupo de ratones –los sedentarios-, el agua fría estimuló el incremento de los
“genes de expresión inmediata” (IEGs), que son genes que se activan transitoria y
rápidamente como respuesta a una amplia variedad de estímulos celulares.
La ausencia de estos genes IEGs en las neuronas de los ratones activos sugiere que sus
células cerebrales no pasaron a un estado excitado como respuesta al factor estresante,
explican los científicos.
En lugar de eso, su cerebro mostró todas las señales de control de reacción al estrés
mencionadas, en un grado no observado en los cerebros de los ratones sedentarios.
Implicaciones del descubrimiento
Desde un punto de vista evolutivo, la investigación muestra que el cerebro
puede ser extremadamente flexible y adaptar sus propios procesos al estilo de
vida o al entorno, afirma la autora principal de la investigación, Elizabeth
Gould, en un comunicado de la Universidad de Princeton.Una mayor
probabilidad de comportamiento ansioso puede suponer una ventaja
adaptativa para las criaturas físicamente menos aptas. El estrés, a menudo,
conlleva conductas de evitación de situaciones potencialmente peligrosas, por
lo que puede aumentar la probabilidad de supervivencia.En cuanto a los
conocimientos adquiridos con esta investigación, Gould explica que, hasta
ahora, “el impacto de la actividad física sobre el hipocampo ventral no se había
explorado a fondo”. Y que “el establecimiento de las regiones clave para la
regulación del estrés puede ayudar a los científicos a comprender y a tratar
mejor los trastornos de ansiedad humanos”.
¿Qué pasa en el ADN?
La segunda investigación reciente sobre los efectos del ejercicio físico en el
organismo ha sido la realizada por científicos de la Universidad de Lund, en
Suecia.Ésta ha revelado que el ejercicio, incluso en pequeñas dosis, cambia la
expresión innata de nuestro ADN, publica dicha Universidad en un comunicado
difundido a través de Alphagalileo.El estudio ha descrito en concreto, por vez
primera, lo que sucede a nivel epigenético en las células de grasa o células
adiposas, cuando se realiza una actividad física. Según una de sus autoras,
Charlotte Ling: “Cuando hacemos ejercicio, el patrón epigenético de los genes
que afectan a la acumulación de grasa en el cuerpo se modifica”.Las células
del cuerpo contienen ADN, que a su vez contiene a los genes. Heredamos
nuestros genes, y éstos no se pueden cambiar. Pero los genes están
vinculados a ‘grupos metilo’, que son los que condicionan la expresión
genética (esto es, si los genes se activan o se desactivan).
Estos grupos metilo pueden ser influenciados de varias maneras: a través del
ejercicio, la dieta o el estilo de vida, merced a un proceso conocido como
‘metilación del ADN’ y del que se ocupa la epigenética, un campo
relativamente nuevo de investigación que en los últimos años ha atraído cada
vez más la atención de los especialistas.
En su estudio, los científicos investigaron qué sucedía con los grupos metilo en
las células adiposas de 23 hombres con sobrepeso, de unos 35 años, y que no
habían participado anteriormente en actividad física alguna, cuando asistían
regularmente a clases de aeróbic. Lo hicieron durante un período de seis
meses.
Gracias a una tecnología que analiza 480.000 zonas de todo el genoma, se
constató que, después del ejercicio, los cambios epigenéticos habían tenido
lugar en 7.000 genes (cada persona tiene entre 20 mil y 25 mil genes).
A continuación, los investigadores analizaron específicamente la metilación
acaecida en genes vinculados a la diabetes tipo 2 y a la obesidad, y
encontraron cambios en estos genes también lo que, según ellos, significaría
que podría contarse con una herramienta para influir en la función de estos
genes de riesgo.
Los investigadores de la Universidad de Lund llevan un tiempo buscando “si se
puede reducir el riesgo de diabetes tipo 2 cambiando el grado de metilación
del ADN en las variantes de riesgo genéticas para la enfermedad, tal y como
ellos mismos anunciaron el pasado mes de marzo, a raíz de un estudio
anterior, en otro comunicado de dicha Universidad.
Por otra parte, en el laboratorio, los científicos pudieron confirmar sus
hallazgos in vitro (estudio de cultivos de células en tubos de ensayo),
desactivando ciertos genes y reduciendo así su expresión. Esto dio lugar a
cambios en el almacenamiento de grasas en las células adiposas.