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Gracia a Vosotros: Desatando la Verdad de Dios, Un Versículo a la Vez
El deber del cristiano en un mundo hostil, 2ª Parte
Escritura: 1 Pedro 4:7b-9
Código: 60-42
John MacArthur
En nuestro estudio juntos de la Palabra de Dios, estamos estudiando el gran texto de 1 Pedro.
Entonces, lo invito a que me acompañe en su Biblia a 1 Pedro, capítulo 4. Y de nuevo,
estamos viendo los versículos 7 al 11 considerando el tema: “El Deber Cristiano en un Mundo
Hostil.” El pasado día del Señor comenzamos a ver este texto. Continuaremos esforzándonos
por estudiar sus verdades el próximo día del Señor. Y por ello, nos encontramos a la mitad de
esta porción maravillosa de las Escrituras.
Antes de que examinemos el texto, permítame introducir el tema al referirnos a otro texto
tomado del Evangelio de Lucas. Las palabras de Jesús, capítulo 14, versículo 26. “Si alguno
viene a Mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y
aun también su propia vida, no puede ser Mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en
pos de Mí, no puede ser Mi discípulo.
Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los
gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el
cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo:
Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra
otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene
contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una
embajada y le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a
todo lo que posee, no puede ser Mi discípulo.”
Sin entrar en profundidad en ese texto en particular y reservando una profundidad tal para otra
ocasión, por lo menos podemos discernir a partir de ese texto, que nadie debe convertirse en
un seguidor de Jesucristo sin calcular el costo. Y es aparente a partir de ese texto que la
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implicación es que el costo es muy elevado. Ser un cristiano auténtico demanda una
disposición a pagar el precio.
Y cuando hablamos de ser un discípulo de Jesucristo, es con eso en mente. Necesitamos
alentar a la gente a calcular el costo, a medir el precio, a considerar qué es lo que Cristo pide
de nosotros. Es costoso seguir a Jesucristo. Recordamos en la parábola del tesoro en el
campo y la parábola de la perla de gran precio que, en cada caso, dice que el hombre vendió
todo lo que tenía para comprar el tesoro, la perla. En el caso del joven rico, Jesús le pidió que
tomara todo lo que tenía, lo vendiera, tomara su dinero, lo diera a los pobres y después, lo
siguiera a Él.
Jesús les dijo a algunas personas que querían ser discípulos que Él esperaba que dejaran
todo e inmediatamente lo siguieran a costa de cualquier otra cosa que hubieran tenido. Y no
quisieron y dijeron que tenían que hacer cosas como cuidar de su familia, sepultar a mi padre
y demás. Jesús también confrontó a aquellos que se convirtieron también en Sus discípulos
simplemente diciéndoles “dejen sus redes y síganme. Dejen su estilo de vida y los asuntos de
su vida a cambio de seguirme.” No vamos a hablar más del costo de la salvación, pero lo que
quiero recordarle es una verdad que fue expresada por lo menos en una ocasión por parte de
un hombre llamado Soren Kierkegaard, un filósofo, quien dijo esto: “le cuesta aún más a un
hombre ir al infierno.”
Proverbios 13:15 lo dice de esta manera: el camino de los trasgresores es duro. El camino del
discípulo podría ser costoso, pero el camino del discípulo no es difícil, porque Jesús dijo:
“tomad Mi yugo sobre vosotros y aprended de Mí, porque Mi yugo es fácil y ligera Mi carga.”
El precio real es pagado por el que no pagará el precio del discipulado. La dificultad pertenece
al camino del transgresor. Y todas las Escrituras y toda la experiencia humana, simplemente
registran la realidad de ese hecho. Rechazar la justicia, rechazar la salvación, rechazar el ser
un discípulo de Jesucristo es escoger el camino más duro. Una vida de culpabilidad
aplastante, una vida de preguntas a las que uno no encuentra respuesta, una vida de
decepción sin esperanza, una vida de problemas interminables e imposibles de resolver; y
después de todo eso, una eternidad en el infierno.
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Y entonces, debemos concluir y recordar, creo, de manera regular, que, aunque el costo del
discipulado es elevado y aunque demanda una disposición a entregar todo lo que somos por
seguir a Cristo, es pequeño cuando es comparado con el precio elevado de rehusarse a
convertirse en un seguidor de Cristo. Seguir a Jesucristo es costoso, pero fácil. Y esa es la
paradoja maravillosa del discipulado.
De hecho, en 1 Juan 5:3, Juan inclusive nos recuerda que Sus mandamientos no son
gravosos. Somos llamados a seguir a Cristo. Somos llamados a ser Sus discípulos. Somos
llamados, como tales, a obedecer Sus mandatos. Se nos da instrucción clara en la Biblia y
también se nos da un poder directo capacitador por parte del Espíritu Santo para cumplir con
esos mandamientos. Y el resultado es gozo. Y si estamos dispuestos a obedecer las doctrinas
fundamentales de la vida cristiana en el poder de una vida llena del Espíritu, entonces,
descubriremos que el yugo es fácil y la carga ligera. Y entonces, mientras que debemos
hablar del costo del discipulado, también debemos hablar de la facilidad del discipulado
debido a la gran gracia de Cristo dada en el Espíritu.
Vivimos en un mundo complejo. Nadie discutiría eso. No obstante, el cristianismo
contemporáneo parece estar inclinado en asumir que debido a que el mundo es complejo, las
soluciones a los problemas de los cristianos también son complejas. No obstante, ese no es el
caso. El yugo es fácil, la carga es ligera, un hombre, aunque fuera un necio, no necesita errar.
Los sabios y los prudentes no tienen el privilegio de tener acceso a esto. Los comunes y
corrientes, lo más bajo, los débiles, los infantes conocen las cosas de Dios. Los fundamentos
de la vida cristiana, creo yo, no son complejos, sino simples, directos. Y yo creo que lo que
Pedro comparte con nosotros en este texto nos lleva a los elementos simples, básicos,
fundamentales de vivir una vida cristiana. Es uno de esos grandes textos que resumen y que
dice tanto en tan pocas palabras.
Sígalas conforme leo. “Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en
oración. Y, ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de
pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el don que ha
recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.
Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme
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al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen
la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.”
Y entonces, conforme abordamos este texto, y abordamos, por así decirlo, la facilidad del
discipulado, el yugo fácil y la carga ligera, hecha así por la provisión de Jesucristo en Su
Espíritu y mediante la revelación de Su verdad, llegamos a los elementos básicos para la vida
cristiana. Un resumen maravilloso.
Pero antes de que veamos de nuevo de manera específica ese resumen, permítame alentarlo
con otra especie de pensamiento a manera de introducción. Creo que una de las
características de la vida cristiana, una de las manifestaciones de la naturaleza nueva, una de
las cosas que es implantada en el corazón de un creyente es un anhelo por ser lo que Dios
quiere que usted sea. Encontramos eso expresado en Romanos, capítulo 7, conforme Pablo
ve al pecado como algo que él no quiere hacer o algo que él hace cuando él no debe hacerlo
o algo que él no hace cuando debería hacerlo.
En otras palabras, hay un sentido en el que Romanos 7, conforme Pablo relata su experiencia
espiritual, de manera clara entendemos el mensaje de que él quiere obedecer la ley de Dios,
la cual es santa, justa y buena. Y cuando él no lo hace, es esa carne interna que se aferra a
su naturaleza redimida y hace que él no haga las cosas que él quiere hacer y que haga las
cosas que él no quiere hacer.
Y lo que extraigo de eso, entre muchas otras cosas, es el hecho de que dentro del creyente
hay un deseo por lo que es correcto, un anhelo por lo que es correcto, un anhelo por lo que es
lo mejor. Podríamos resumirlo al decir que los creyentes, debido a la naturaleza nueva, odian
al pecado y aman la justicia. Ahora, eso se puede oscurecer debido a nuestra naturaleza
caída, pero eso es el impulso básico de la nueva creación. Queremos hacer lo que es lo
correcto.
Pero amados, eso no es los suficiente. Ese anhelo no es suficiente para poder hacer lo que
Dios quiere que hagamos. Asumir que lo es, es como el niño que, como usted sabe, decide
que quiere ser como alguien más. Quizás, él tiene sueños de que quiere ser un jugador de
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ligas mayores de béisbol y entonces, él tiene su pequeño bate y él está ahí en el patio de
atrás. Y él tiene un retrato de su héroe de béisbol. Y él trata de ponerse de pie exactamente
como el héroe se pone de pie y él trata de tomar el bate como ese héroe lo sostiene. Y él trata
de mover su pequeño bate como ese héroe lo mueve. O quizás, él tiene un tío que es un gran
doctor, un médico, que quizás curado a cientos de personas. Y este pequeño, está
enamorado con la capacidad de su tío. Y anhela ser algún día como su tío. Y entonces, él
tiene su propio pequeño estetoscopio, uno que su tío ya no usa, que se coloca en el cuello
conforme lo desfila por la casa y juega al doctor. O quizás, está ese pequeño niño que quiere
ser un gran músico. Y entonces, él hace ruidos interminablemente en un violín que usted
desea que, de alguna manera, pudiera ser destruido.
Y quiero decirle que ese anhelo no obtiene eso. El querer eso no es suficiente. De alguna
manera, ese pequeño niño tiene que comenzar con la capacidad; y después, esforzarse por
buscar una vida entera de preparación. Durante esa vida, él invierte su tiempo y energía
invirtiendo en un cimiento de hábitos, de respuestas, de fortalezas, de tiempo. Inclusive, una
memoria que producirá el desempeño de la grandeza que él quiere. Pero quererlo no es
suficiente. Puede nacer en el querer, pero no se cumple en el querer.
Todos sabemos que un momento exitoso en el bate, en un tiempo crucial en las series
mundiales que hace girar el juego y gana la serie, esa capacidad de desempeñarse en el
momento crucial en un tiempo de crisis cuando todo está dependiendo de un momento, no es
determinado por un deseo fuerte, sino por la profundidad de preparación. ¿No es eso verdad?
Poder desempeñarse en el momento de la crisis en la sala de urgencias, cuando la vida está
al borde de la muerte y depende de usted el mantener al paciente vivo, no sucede por
desearlo. Sucede debido a una profundidad de preparación que lo ha preparado a usted para
el momento de crisis. Poder estar de pie ante esa audiencia critica con un ojo para discernir
los errores no sucede por desear que sucediera, sino por la profundidad de la preparación. Sí,
una vida de preparación.
Y quiero decirles, amados, que hay muchos cristianos, quizás la mayoría de los cristianos,
que tienen la visión, por así decirlo, porque pueden ver la imagen de Cristo en la Palabra de
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Dios y tienen el deseo de excelencia espiritual, pero, escuche con atención, no tienen la
disciplina diaria que es demandada para producirlo. Y el deseo no les va a permitir enfrentar el
momento de crisis.
Esa es la razón por la que muchos cristianos bien intencionados se desmoronan en la crisis.
Conforme se acercan a la crisis, quieren encontrar un atajo. Ellos quieren encontrar un estudio
rápido de fortaleza espiritual conforme desciende el momento de crisis. No sucede así.
La única manera en la que el yugo es fácil, la única manera en la que la carga es ligera, la
única manera en la que usted está listo para la crisis es cuando usted ha sido preparado por
la disciplina espiritual de caminar en obediencia a los principios revelados de la vida cristiana.
Y no hay atajos. Y no hay arreglos rápidos. En las disciplinas espirituales diarias, se forma la
fortaleza y la valentía y el denuedo y la profundidad que nos hacen enfrentar el momento de
crisis como Dios quiere.
Los cristianos parecen estar muy, muy presionados por aprender que usted no puede vivir una
vida fuera de control. Y después, cuando el momento de crisis viene, controlarla
instantáneamente y vivir o reaccionar como Cristo reaccionaría. Usted no lo puede hacer si en
el resto de su vida usted no está viviendo como Cristo quiere que usted viva. Pero es
simplemente ese tipo de cristianismo superficial que alimenta la superficialidad en nuestra
época.
Dallas Willard, escribiendo en un libro titulado El Espíritu de las Disciplinas, dice, y cito: “los
episodios momentáneos no son el lugar en donde podemos, inclusive por la gracia de Dios,
redirigir nuestras tendencias que no son semejantes a Cristo, pero que están profundamente
arraigadas de acción y redirigirlas hacia la semejanza a Cristo repentina. Nuestros esfuerzos
por tomar el control en ese momento van a fracasar de manera tan uniforme y de manera tan
no gloriosa que el proyecto entero de seguir a Cristo parecerá ridículo al mundo que nos ve.”
Fin de la cita.
Él añade: “hace algunas décadas atrás, apareció una novela cristiana muy exitosa titulada En
Sus Pasos, la cual leímos recientemente. La trama nos cuenta de una cadena de
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acontecimientos trágicos que llevan al ministro de una Iglesia próspera a darse cuenta de
cuán diferente de Cristo su propia vida había llegado a ser. El ministro, entonces, guía a su
congregación en un voto a no hacer nada sin que primero ellos hagan la pregunta “¿qué haría
Jesús en este caso?””
Ahora, conforme el contenido del libro lo presenta claramente, el autor hizo este mismo voto
por hacer lo mismo con la intención de seguir a Jesús, de caminar precisamente en los pasos
de Jesús. Esto, claro, es una novela. Pero inclusive en la vida real dependeríamos que eso
produjera cambios significativos en la vida de cristianos apasionados que hicieron un voto, así
como sucede en ese libro.
Después, él escribe esto: “pero hay una falla en su manera de pensar. Hacernos la pregunta
¿qué haría Jesús? Cuando repentinamente frente a una situación importante, simplemente no
es una disciplina adecuada o preparación adecuada para capacitarlo a uno a vivir como Cristo
vivió. Sin duda alguna, haría algo de bien. Y ciertamente, es mejor que nada en absoluto.
Pero ese acto en sí mismo no es suficiente para que de manera valiente y con confianza
enfrentemos una crisis. Y fácilmente, nos podríamos encontrar a nosotros mismos llegando a
la desesperanza por la tensión de incapacidad en la que los colocaría.” Fin de la cita.
El secreto para estar listo para una crisis en la que el yugo sea fácil y la carga sea ligera es
aprender a cómo vivir la vida cristiana todo el tiempo, de tal manera que hemos desarrollado
los hábitos, los recursos, las respuestas, el tiempo, las fortalezas, la memoria, la fe, la valentía
espiritual para enfrentarlo. Ése es el punto. Comportarnos como Jesucristo es nuestra meta.
Pero poder hacer eso no es el resultado de desear. Es el resultado de disciplina diaria,
espiritual.
Jesús dijo en Lucas 6:40, “sólo después de que ha sido totalmente preparado, un hombre será
como su maestro.” El novelista León Tolstoi escribió en una ocasión: “la vida entera del
hombre es una contradicción continua de lo que él conoce que es su deber. En todo
departamento de la vida él actúa en oposición desafiante a los dictados de su conciencia y su
sentido común.” Fin de la cita. Ahora, ahí hay un comentario de la tragedia del hombre caído.
Él es incapaz inclusive de hacer lo que él es su condición caída piensa que es lo correcto. Es
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parte de la naturaleza caída humana ser débil. La única manera en la que un cristiano
inclusive en su vida regenerada puede superar ese impacto de la caída es por el cultivo de
hábitos piadosos.
Y entonces, amados, todo eso para decir esto: lo que Pedro presenta aquí nos da patrones
para la vida diaria. Resumiendo: ¿cómo debemos vivir como creyentes? Tres puntos en el
texto que quiero presentarles. La semana pasada vimos el punto número uno, el incentivo. El
incentivo está en el versículo 7: más el fin de todas las cosas se acerca. Cuando él dice fin,
telos, él no quiere decir el cese. No es una idea cronológica. Él no se refiere al término. Él
quiere decir la consumación, el alcanzar de la meta, el llegar al propósito, el alcanzar el
destino. El propósito de alcanzar el destino. Y creo que él tiene en mente el regreso de
Jesucristo. El incentivo para la vida santa es vivir en una expectativa constante del regreso
repentino de Cristo. Pasamos la noche del domingo pasado en eso únicamente.
Vayamos al segundo punto, del incentivo a las instrucciones. Las instrucciones. Los versículos
7b hasta la primera parte del versículo 11, nos dan las instrucciones para la vida piadosa.
Cómo conducir su vida diariamente de tal manera que usted cultive el tipo de hábitos que le
van a ayudar a que permanezca fuerte en la crisis. Cómo vivir el tipo de vida que, aunque el
costo del discipulado sea alto, haga que usted diga que el yugo es fácil y la carga es ligera,
que lo haga a usted decir que los mandamientos de Dios no son gravosos.
Y aquí están los patrones de vida que deben ser establecidos. Se le dividen en tres
categorías. Santidad personal, amor y servicio. Esas son las tres dimensiones en las que
debemos concentrar nuestra vida cristiana. La primera, santidad personal, tiene que ver con
nuestra relación con Dios y Su Palabra revelada. La segunda, amor, tiene que ver con nuestra
relación con otros. La tercera, servicio, de nuevo, expresa responsabilidad de cumplir el plan
de Dios para nosotros en términos de ministerio dentro del cuerpo de Cristo. Santidad, amor y
servicio.
Hablemos de la santidad. Observe el versículo 7. Sed pues, dice él, debido a que el fin de
todas las cosas se acerca, sed pues sobrios y velad en oración. Esto realmente resume la
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santidad. El ser sobrio y velar en oración significa que mi vida es tan pura y está tan correcta,
está tan bien que mi comunión con el Dios vivo, santo no es estorbada.
¿Qué hay acerca de esa afirmación ‘sed sobrios’? El término viene de una palabra que
significa salvar y una palabra que tiene que ver con la mente. Y supongo que podríamos
extrapolar a partir de ahí la idea básica que es de mantener su mente a salvo. Guarde su
mente. A salvo. Guárdela, protéjala, manténgala clara. Otra manera de expresarlo sería:
enfóquela en prioridades espirituales. Fíjela en cosas santas. Tomando la afirmación de Pablo
a los colosenses, poner la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. También podría
implicar aquí no ser arrastrado por la emoción, no ser arrastrado por la pasión. Eso podría ser
parte de esto.
Es la misma palabra usada en Marcos 5:15 en donde habla del endemoniado, usted
recordará, a quien Jesús libró de una legión de demonios y dice que él estaba vestido y en su
juicio cabal. Mismo término. Es usada en Romanos 12:3, no debemos tener un concepto más
alto del que debemos tener, sino pensar con cordura, pensar de manera sensata. Llevar
nuestra mente, por así decirlo, para que sea cautiva a la verdad divina. Y todo procede de la
mente. La Biblia dice: como es su pensamiento en su corazón, tal es él. Una mente sana, un
juicio sano refleja una orientación santa. El mundo influenciado por demonios pecaminoso,
engañoso, que busca satisfacerse a sí mismo, ese mundo en el que vivimos es un mundo fácil
en el que usted puede perder su manera de pensar espiritual, ¿no es cierto? Es un gran lugar
en donde usted puede perder su equilibrio mental y moral. Y entonces, Pedro dice: sean
saludables espiritualmente.
¿Qué quiere decir? Piense en Dios, piense en cosas espirituales, piense en cosas santas.
Piense en pensamientos de Dios. Me lleva de regreso a un versículo que aprendí cuando era
un niño pequeño, Josué 1:8: “nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que
meditarás en él de día y de noche para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él
está escrito, porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien.” Desde el
principio mismo, desde el comienzo, Dios dijo: debes pensar en Mi Palabra. En Filipenses,
como hemos estudiado a lo largo de esa epístola maravillosa que concluimos esta mañana,
recordamos bien, yo lo sé, capítulo 4, versículo 8: “por lo demás, hermanos, todo lo que es
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verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo que es amable, todo lo que es
de buen nombre, si hay virtud alguna, si hay algo digno de alabanza, en esto pensad.
Mantener su mente a salvo, mantenerla sana, aferrarse a ella, es vital para la santidad
cristiana. Colosenses 3:16 nos da otro principio para esto. Dice: la palabra de Cristo ¿qué?
More en abundancia en vosotros. Eso guarda la mente, protege la mente. Mantiene la mente
enfocada en cosas puras. Pablo escribiéndole a Tito nos recuerda que la gracia de Dios se ha
manifestado para traer salvación a todos los hombres. Y con ella, instruyéndonos a dejar la
impiedad y los deseos mundanos y vivir de manera sensata, justa y piadosamente en este
tiempo presente.
Usted debe llevar su mente cautiva a Cristo, a la Palabra de Dios, la gran característica del
juicio sano, la gran característica de una mente sensata espiritual es que ve las cosas en sus
proporciones apropiadas, en sus prioridades apropiadas, en sus respectivas apropiadas. Ve lo
que es importante. Ve lo que no es importante. No es arrasada por la emoción repentina. No
es arrasada por las tendencias cambiantes. No es un fanatismo desequilibrado. No es
indiferencia necia.
Y amados, las únicas personas que tienen este tipo de juicio sano, sensato, son aquellos cuya
mente, como dijo el escritor, se queda en Ti. Este es un cristiano equilibrado estable. Pedro no
termina nada más con eso. Observe de nuevo el versículo 7. Él dice: “sed pues, sobrios”. Y
después, añade: “y velad”. Y este es un sinónimo o muy cercano a un sinónimo. Básicamente,
significa mantener una mente clara. Una cabeza clara. Tomar en serio las cosas serias. Ser
vigilante, estar alerta. En Mateo 24:42 es traducido “estad alertas”. Mateo 26:40 y 41: “velad”.
Usted podría combinar estos dos términos al expresarlo de esta manera, el pensamiento
bueno, claro, piadoso, bíblico lleva a estar espiritualmente alerta, a estar espiritualmente
vigilante. Lleva a la capacidad de ver las cosas en la perspectiva eterna. En la perspectiva
Divina. Y establecer respuestas correctas. Esto es indispensable. Y es indispensable para un
elemento muy, muy esencial de la vida cristiana que es señalado en el versículo 7. Sea tan
amable de llegar al clímax del pensamiento. El ser sobrio y velar son para el propósito de la
oración. ¿Por qué? Porque la santidad fluye de la comunión directa con un Dios santo. Y
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cuando esa comunión es estorbada por una mente nublada, una mente desequilibrada,
aquello que es lo más importante de experiencia cristiana se pierde. Una mente confusa, una
mente centrada en sí mismo, una mente derribada de su equilibrio por las pasiones y
búsquedas mundanas, una mente que se ha convertido en víctima de la emoción o la pasión
fuera de control, una mente que es ignorante de la verdad de Dios, una mente que es
indiferente a los propósitos de Dios, es una mente que no puede conocer la totalidad de la
comunión santa en oración con Dios. Después de todo, usted lleva su mente a esa comunión,
¿no es cierto?
Y entonces, su relación con Dios en un sentido muy real, el cual es expresado en este tema
de la oración, es determinado por las actitudes que usted trae. Dichas actitudes son el
resultado de sus pensamientos. Y si usted va a orar de manera eficaz y si usted va a tener
comunión con Dios de manera profunda y espiritual, entonces, debe pensar bíblicamente y
también espiritualmente. Amados, esto es tan básico para nosotros. Tantos cristianos en la
actualidad, usted sabe esto tan bien como yo, están deslumbrados por las fantasías del
mundo. Son arrastrados y confundidos por todas sus ideas. Su manera de pensar está fuera
del control, son víctimas de las cortinas de humo interminables de Satanás y como resultado,
su comunión con Dios simplemente es torcida, está estorbada o está perdida. Y con ella, el
poder de la oración y una vida poderosa.
Pedro está muy preocupado por este tema de la oración, no sólo aquí, sino que usted
recuerda al capítulo 3, versículo 7, en donde él dijo: más vale que corrija su matrimonio para
que sus oraciones no sean estorbadas. Para Pedro, el tener comunión con Dios tenía una
importancia central.
Por cierto, el término oración es plural en el texto griego. Indica un patrón repetido de vida.
Pedro fue una buena ilustración de un hombre que experimentó menos que una vida
aceptable de oración. Si usted lee Marcos 14:37 al 40, usted leerá acerca de eso. Él tendía a
intercambiar el sueño por la oración, si usted recuerda. La oración está en el corazón de
nuestra vida, el corazón de nuestro poder. Y no me refiero a una oración formal. Me refiero a
esa comunión viva, interminable con Dios, la cual nace de pensar los pensamientos de Dios.
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¿Y sabe una cosa? Yo me doy cuenta, simplemente a manera de ilustración personal, me doy
cuenta de que cuando estoy involucrado profundamente en el estudio de la Palabra de Dios y
mi mente simplemente está escudriñando profundamente las verdades grandes de Dios en los
tiempos de estudio, que hay un flujo de comunión que es inexplicable, porque estoy tocando
la mente de Dios, aunque sea de manera muy ligera. Estoy tocando el corazón de Dios. E
inclusive, con una comunión sin expresiones habladas, hay un sentido de presencia
abrumadora. Eso únicamente viene en esos momentos cuando nuestras mentes están siendo
sobrias. Con juicios sanos y tratando la verdad divina de manera sobria, alerta.
Entonces, la comunión realmente fluye. Y le voy a decir, la gente me dice esto todo el tiempo
cuando voy a conferencia de pastores. Cada vez que alguien, bueno, quizás, unas cuantas
excepciones. No debería decir todo el tiempo. Pero rara vez no me enfrento con la ocasión
cuando me preguntan: “describe algo en tu vida de oración, algo acerca de tu experiencia de
oración.” A lo cual, inevitablemente, respondo: “los tiempos de más grande comunión con Dios
para mí son los tiempos cuando estoy pensando con mayor profundidad los pensamientos de
Dios. Y estoy ligado a Él. Y entonces, entre más tengo la mente de Cristo, más dulce es la
comunión. Cuanto más pienso en los pensamientos de Dios, mayor es la frecuencia en la que
estoy en Su comunión.”
Entonces, dice Pedro, la vida cristiana resumida es tan simple como esto: piensa los
pensamientos de Dios. ¿Qué significa eso? Eso significa diariamente en la Palabra de Dios.
Diariamente meditando, pensando, absorbiendo, extrayendo, aprendiendo pensar los
pensamientos de Dios. Como lo digo con frecuencia, debe pasar que usted esté tan lleno a tal
profundidad de las Escrituras que sus respuestas involuntarias son piadosas, porque usted
está controlado así.
Y después, viene la dulzura de la comunión. Después, viene la oración eficaz. Después, viene
el poder. Ése es el eslabón vertical en la vida cristiana. Y después, con el genio del Espíritu
Santo, llegamos al eslabón horizontal. La segunda área que le preocupa a Pedro en este
asunto de instrucción tiene que ver con el amor. Supongo que no se puede decir más acerca
del amor que no se haya dicho 1000 veces. Y no quiero repetirlo, pero quiero enfatizar lo que
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Pedro dice. Observe el versículo 8. “Y, ante todo, tened entre vosotros ferviente amor, porque
el amor cubrirá multitud de pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones.”
Aquí, Pedro pasa del aspecto vertical de vivir una vida santa delante de Dios al aspecto
horizontal, de vivir una vida amorosa ante los hombres. Y él está preocupado primordialmente
por las relaciones con otros cristianos. Usted pregunta si él acaso no está preocupado por el
evangelismo. Sí, pero recuerde usted las palabras de Jesús que dijo que, si nos amamos los
unos a otros, por estos sabrán todos los hombres que somos Sus ¿qué? Sus discípulos. Esa
es la sustancia de nuestro testimonio.
Entonces, Pedro nos vuelve a presentar este asunto del amar. Es una palabra esencial para
nosotros. Y note la importancia que le da. En el versículo 8, él dice: y, ante todo, primero en
importancia en términos de relaciones, es el amor. Después de que usted ha fortalecido su
relación con el Señor, mediante desarrollar tiempos intensos de estudiar la Palabra de Dios y
tener comunión con el Señor de tal manera que piensa con una mente bíblica y una actitud
espiritual y usted tiene una vida de oración que está fluyendo con Dios, eso lo preparara a
usted para cualquier crisis.
Y entonces, su primera preocupación debe ser volverse a aquellos que lo rodean a usted y
tener ferviente amor entre vosotros. Hay una riqueza tremenda en este término. Se oye muy
parecido a las palabras de Pablo en Colosenses 3:14: “y sobre todo esto, vestíos de amor que
es el vínculo perfecto.” Pablo en Filipenses 2 dice: “amen a todos por igual.” El verbo aquí, por
cierto, es un participio y modifica a los verbos del versículo 7. Es como si dijera que, si usted
es sobrio y vela y está teniendo una comunión dulce con Dios, entonces, conforme usted ve
hacia donde eso debe fluir, lo primero debe ser que usted tenga ferviente amor. Este es un
corolario a una mente y espíritu bíblicamente equilibrados.
Me encanta la palabra ferviente, ektenēs, porque es una palabra anatómica. Significa ser
estirado, estirarse. Es usado de un corredor que está corriendo conforme a su máxima
capacidad con los músculos, estirándose hasta el límite. Es usado en cierta literatura extra
bíblica de un caballo que está estirando los grandes músculos conforme corre a máxima
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velocidad. Significa estirarse de manera intensa, tan lejos como usted puede hasta el límite de
su capacidad.
Esta, por cierto, no es la primera vez que Pedro usa esto. Ahí atrás en el capítulo 1, recuerda
en el versículo 22, “debido a que en obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas
en un amor sincero a los hermanos,” en otras palabras, debido a que se han convertido en
cristianos y debido a que ser cristiano significa que aman a los hermanos, amaos
fervientemente los unos a los otros de corazón porque habéis renacido. Él dice, es como si
estuviera diciendo, ahora que eres cristiano y has nacido de nuevo, la reacción obvia es amar
a otros y al amarse unos a otros, no de manera complaciente, no marginalmente, no de
manera marginal o mínima, sino de manera intensa, estirándose al máximo, esta es una
verdad cristiana fundamental. Él no está llamando a un tipo de sentimentalismo el cual
algunos solían llamar el agape flojo. Él está hablando de un amor demandante, él está
hablando de un amor intenso, él está hablando de un amor sacrificial.
Usted pregunta cómo se estira, cómo se vuelve intenso. Y la respuesta es al cruzar las
barreras de la emoción humana, esto es decir amando lo que no son fáciles de amar, amar a
sus enemigos. Amar a aquellos que no lo han tratado a usted de manera amable. Amando
cuando no parece racional. Cuando no parece razonable. Amar al punto de sacrificarse y si le
cuesta algo a usted, le cuesta demasiado, y, quizás, le cuesta todo. El tipo de amor que
demanda todo su músculo espiritual. Estirar el amor a los que no son fáciles de amar, a pesar
del insulto, a pesar de la herida, a pesar de que sea rechazado, a pesar de que sea tratado
mal. A pesar de ser tratado con hostilidad. A pesar de ser evaluado mal, maltratado y
representado de manera equivocada. Eso es amor ferviente.
Ese es el tipo de amor que es, creo yo, definido de manera maravillosa en 1 Corintios capítulo
13. Todos conocemos ese gran texto, pero permítame recordárselo. “El amor es paciente, el
amor es amable, no es celoso, no se jacta, no es arrogante, no actúa de manera inapropiada.
No busca lo suyo propio. No es provocado, no considera algo que se le hizo mal, no se goza
de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo soporta, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo
espera, todo lo soporta y nunca falla.” Puede recibir todo de cualquier persona en cualquier
momento, cree lo mejor, espera lo mejor, tolera lo peor.
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¿Y por qué debemos amarnos el uno al otro de esta manera? Le voy a decir por qué. Escuche
con mucha atención, versículo 8: porque el amor cubrirá multitud de pecados. Les voy a decir
amados, si como Iglesia llegamos al punto en el que no estamos molestándonos el uno al otro
debido a nuestros pecados, seremos despedazados. No somos perfectos. Y mientras que
estemos en esta carne caída, pecaremos. Y lo único que va a llegar hasta la parte de arriba
de eso y nos va a mantener juntos es el amor.
El amor siempre está escondiendo, kaluptō. El amor siempre está escondiendo una multitud
de pecados. Esa es su naturaleza. Dicho de manera simple, el amor perdona y perdona y
perdona y perdona. Y si no tenemos eso en la Iglesia, estamos en problemas serios.
Pedro, pensando que él había llegado al punto de madurez espiritual y pensando que él era
más magnánimo de cualquier otra persona que él podía imaginar, le dijo el Señor: “¿cuantas
veces perdonaré? ¿Siete?” Y sin duda alguna, se dio una palmada en la espalda por su
generosidad, porque el Talmud dice tres veces. Piense en lo lejos que él había llegado. Y el
Señor dijo: “Pedro, ¿qué tal setenta veces siete?”, porque el amor cubre de pecados. Y
amados, somos pecadores y tenemos que tener algo para cubrir eso, ¿verdad?
Por cierto, esa afirmación que Pedro tomó, la tomó de Proverbios 10:12. El odio causa
contienda, pero el amor cubrirá todo pecado. Tiempo presente aquí, indica aquello que es
constantemente verdadero. Es axiomático, es una verdad auto evidente. El amor siempre, por
su naturaleza misma, escondiendo una multitud de pecados, perdona, y perdona y perdona. Y
el gran, gran modelo de eso es Dios. ¿Por qué nos mostró misericordia? ¿Por qué perdonó
nuestros pecados? Efesios 2:4 y 5 dice: por Su gran amor con que nos amó. Es verdadero en
el caso de Dios. Es verdadero en el caso de nosotros.
Los comentaristas a lo largo de los años han luchado con esa afirmación “el amor cubrirá
multitud de pecados”. Y algunos han dicho que se está refiriendo a Dios y al amor de Dios
cubriendo nuestro pecado. Y otros han dicho que no, que se está refiriendo a nosotros, que
nosotros cubrimos nuestros pecados unos de otros porque nos amamos unos a otros.
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Y creo que la respuesta es muy fácil. Es un axioma, simplemente se refiere al amor, al agape
verdadero, al amor verdadero, deliberado, espiritual, sea de Dios al hombre o de cristiano a
cristiano, va a cubrir el pecado. Es axiomático. Es evidente en sí mismo y es la evidencia de
eso amar. Y la única manera en la que podemos ser salvos es porque Dios de tal manera amó
al mundo. Y sólo el amor podría cubrir nuestros pecados.
Y siendo pecadores, Pablo les dice a los romanos que Cristo murió por nosotros. ¿Por qué?
Porque nos amó. Es la única manera en la que nos amamos y es sólo conforme nos amamos
unos a otros que podemos cubrir los pecados. Amados, éste es el corazón de la Iglesia. Para
ser honesto con usted, si nos encargamos de esto, habremos cumplido la ley entera. ¿No es
eso verdad? La ley entera. Usted puede ver de nuevo el genio del Espíritu de Dios, como, en
una economía de palabras, Él dice tanto. ¿Quiere usted cubrir la dimensión entera de vivir
delante de Dios? Cultive una mente bíblica, una mente espiritual, esté en comunión con Cristo
y usted tendrá una vida poderosa.
¿Quiere usted saber cómo operar en la complejidad de la Iglesia? Simplemente, esté tan lleno
de un amor que usted está derramando en exceso que usted cubre el pecado. Eso no
excluye, por cierto, la disciplina de un miembro no arrepentido. Esto es tratado en otros textos.
Pero inclusive en la Iglesia creo que somos mucho más prontos a señalar el pecado de lo que
somos a cubrirlo. El odio producirá contienda. El egoísmo producirá contienda. El estar
centrados en nosotros mismos va a agitar la contienda. El amor esconderá el pecado. El amor
lo ocultará. El amor lo pasará por alto el silencio. ¡Y qué transformación traería eso a la
Iglesia! Es lo que se encuentra en la base misma de todas nuestras relaciones espirituales. Es
un mundo complejo, ¿no es cierto? Pero no hay soluciones complejas, sino simples. No
ejecutadas simplemente, dichas de manera simple, ejecutadas únicamente en el poder del
Espíritu.
Y Pedro da un paso más hacia adelante en el asunto del amor. En el versículo 9, él dice:
“hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones”. La palabra aquí significa amar a los
extraños. Él tiene que añadir esto porque tendemos a ser amorosos con nuestros amigos,
tendemos a cubrir rápidamente los pecados de nuestros amigos. Y él dice: por favor, ¿podrían
extenderle eso a los extraños? ¿Pueden ser afectuosos hacia los extraños?
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Aquí él tiene en mente, estoy seguro, un tipo de amor espiritual que cubre. Más que eso, él
también tiene en mente la apertura de nuestros corazones y nuestros hogares para aquellos
que tienen necesidad, porque el amor es intensamente práctico. Y si lo único que hubiera
fuera éste versículo 8, podríamos asumir que esto simplemente es algún tipo de sentimiento
emocional.
Y entonces, él lo lleva un nivel muy pragmático. Y cuando él usa el término “hospedaos”, él
simplemente está diciendo “amen a los extraños de una manera práctica”. La mayoría habría
asociado esta palabra con abrir el hogar. Toda persona que estudia el trasfondo del Nuevo
Testamento entiende que los cristianos que viajaban, ministros que viajaban y predicadores
que viajaban, no podían quedarse en las posadas de esos días, las cuales eran poco más que
casas de mala reputación. Los primeros cristianos, probablemente no pudieron haber existido
si no hubiera existido la hospitalidad que se ofreció por parte de la Iglesia.
Pero hay más que eso, ciertamente, eso es parte del ser hospedador. Abra su hogar, abrace a
alguien; y me encanta lo que dice en Hebreos, tengan cuidado por la manera en la que tratan
a un extraño. Podrían estar tratando a un ángel, recordando lo que sucedió ahí atrás en
Génesis, cuando Dios y un par de ángeles visitaron a Abraham y Sara. La hospitalidad se
mandó en Éxodo 22:21, Deuteronomio 14:28 y 29. Ciertamente, Jesús enfatizó dar un vaso de
agua fría al menor de los Suyos en Su nombre. Y ciertamente, en Lucas 14 usted tiene el
llamado de Cristo a salir a las carreteras y llamar a los pobres, y a los ciegos, y a los cojos, y
traerlos a su hogar y alimentarlos. Y Dios ciertamente honra a ese tipo de sacrificios.
Pero el espíritu entero de eso es mayor que tan sólo proveer una comida y abrir una puerta.
Es abrazar el hecho de que debemos amar a la gente que está afuera de nuestro círculo
normal y hacerlo sin murmuraciones, sin quejarnos. Lo que yo llamaría la mentalidad del
almanaque de Ricardo el pobre. El almanaque de Ricardo el pobre dice: “los pescados y las
visitas huelen en tres días”. Debe haber una hospitalidad generosa hacia aquellos que no
conocemos, una apertura de nuestro corazón hacia ellos.
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¿Cuál es entonces el deber de un cristiano en el mundo hostil? Es buscar la santidad con
Dios, buscar el amor con otros de tal manera que cubrimos sus pecados para que
satisfagamos sus necesidades, sean ellos amigos o extraños. El área final del deber, la
dejaremos para la próxima vez.
Inclinémonos juntos en oración. Padre, Te damos gracias de nuevo en esta noche por esta
gran palabra para nosotros. Y Señor, no queremos ser como el pequeño niño que quiere ser
alguien y asume que quizás, por desearlo, va a pasar. Que tengamos pensamientos más
maduros que ese, saber que comienza con el deseo y se cumple mediante el asunto de
buscar y cultivar diariamente los mandatos que Tú has presentado para nosotros.
Que sepamos que la única manera en la que estamos listos para la crisis, la única manera en
la que el yugo se vuelve fácil y la carga es ligera, la única manera en la que el costo elevado
del discipulado puede volverse gozoso es cuando estamos preparados para enfrentar la hora
inevitable de la prueba que prueba nuestra fe. Y entonces, ayúdanos Señor a buscar la
santidad, a buscar el amor, como hemos sido instruidos, para que verdaderamente, fielmente,
cumplamos ese llamado con el que nos has llamado. Y Te alabamos por la gracia del Espíritu
de Dios que nos capacita, en el nombre de Tu Hijo. Amén.
Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org
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