Post on 30-Sep-2018
EL CIRCO
“Memorias de Otras Vidas y Ensayos de Otros Mundos”
Autor: García León, Luis Eduardo
Alias: Halflyn
Sitio Web: http://halflyn.wordpress.com/
Caracas-Venezuela
Derechos de la Obra:
¿Qué puedes hacer con esta obra?
El autor autoriza su difusión, impresión y reproducción libre para el uso personal o público
siempre y cuando no sea modificada, alterada, renegada su autoría moral o atribuida a
terceros, ni se perciba beneficio económico alguno. Cualquier alteración de la obra debe ser
realizada con autorización previa del autor así como su explotación comercial, tanto en lo
referente al contenido como a los personajes que forman parte de ella.
INDICE
Sonriente……………………………………………………………………………………1
Primavera……………………………………………………………………………………9
La Zorra…………………………………………………………………………………….16
El Circo del Sol…………………………………………………………………………….21
¡Hay que Visitar a Nuestra Sangre!......................................................................................31
El Trono de Espinas………………………………………………………………………..34
El Primogénito……………………………………………………………………………..43
Nota del Autor
Esta recopilación de cuentos, responde a mi más temprana e inmadura fase como escritor, los
cuales pertenecen a un universo y obra en constante expansión y que hasta el sol de hoy no
ha concluido. Son mi tesoro personal, siendo ellos el testimonio de mi evolución no solo
como escritor, sino de la madurez de mis personajes que para quienes hayan leído alguna de
mis obras seguramente encontraron pistas y trazos de quienes han cambiado sus nombres,
sus intereses y su apariencia. Que sea de su agrado darse un paseo por mis cuentos, que sea
de su gusto permitirse disfrutarlos sin olvidar, que lo aquí escrito, responden a la iniciativa
personal, carente de cualquier formación rigurosa o que comprenda los recursos y medios
para su pulimiento, lo que la convierte en un impulso bruto y nato de su servidor en su
necesidad de escribir.
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Sonriente
Dicen que todas las historias tienen un final feliz, pero eso es, porque nunca han
escuchado mi historia ¿Qué es un final feliz? Esa es la pregunta que día y noche me hago,
para algunos, felicidad es vivir mientras para otros, felicidad es justicia…
Cosas felices me rodean, pero hay una historia en mi vida, que aún no tiene final
porque no deseo que lo tenga.
Antes de unirme a este circo, fui como cualquiera de ustedes, fui un mortal más con
sueños y esperanzas. Mi esencia, mi naturaleza, mis ambiciones eran otras muy distintas a
servir a Luna, a servir a Asterion, el señor y amo del Circo de la Luna.
Crecí en una familia como cualquier otra, con un padre y una madre, dos hermanos y
una vida absolutamente normal. Con frecuencia, escucho como nos llaman monstruos las
víctimas de nuestros espectáculos que han sido escogidas por Luna para ser enjuiciadas en
nuestro circo y cuya sentencia es la muerte. Pero siempre me pregunto ¿Quiénes son de
verdad los monstruos? Y la realidad es que estamos lejos de ser humanos, que cada habitante
de este circo de locuras, rencores, dolores, demencias y sufrimientos renunció a su
humanidad es busca de justicia.
Algunos son víctimas y otros victimarios, pero todos buscan la paz. Paz que me fue
arrebatada de un día para otro, sin aviso, sin oportunidad a despedirme del mundo que amaba
y de la persona que alguna vez fui.
Recuerdo aun los días de paseo después de la escuela, aquellos días donde soñar era
fácil y donde el alma no estaba herida, donde no había pesadillas que perturbaran el sueño
durante la noche, ni lágrimas que recorrieran el rostro ante la frustración de lo que pudo ser
y no fue.
Mi familia siempre fue estricta, pero no demasiado, la existencia a su lado no era más
complicada que la de otros jóvenes con sus padres. Dolía tener que ocultarme y no contar
con su apoyo, pues se encontraban demasiado sumergidos en su deseo de verme triunfar, aun
así, la vida con ellos era buena. El calor de mi madre me reconfortaba durante las noches de
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pesadilla, donde a pesar de mi edad, me escurría entre las sabanas de su cama en busca de su
abrazo y protección.
Qué curioso es el mundo y que curioso son los hombres, adoran aquello a lo que les
tienen miedo, enseñan aquello que son incapaces de practicar… ¿Puedo acaso culparlos? No
lo sé… pero lo cierto es, que el ser distinto a ellos me costó más caro de lo que nunca imaginé.
Ellos deseaban el bien, su concepción de bien, pero olvidaron en su camino que
mientras crecía yo descubría el mundo a través de mis sentidos, más allá de lo que ellos
deseaban enseñarme. Por más que se esforzaban, resultaba imposible combatir contra una
realidad que se desbordaba en significados y emociones, que se mostraba sin timidez
dándome opciones infinitas e interminables más allá de la imaginación, de cualquier
imaginación.
La juventud me alentaba a descubrir, a explorar, a pensar y considerar lo que era el
mundo y lo que debería ser para mí. Trataba de complacerlos, pero resultaba imposible
siempre llevar acabo esa tarea, pues alguien quien descubre por sus sentidos un mundo, no
puede actuar ajeno a lo que desea.
Lentamente el tiempo se encargó de demostrarme que no siempre la sangre responde
a su llamado, que lo natural no existe y que solo el espíritu indomable es la única realidad.
Primero fueron mis palabras, mis padres siempre vigilantes habían trazado con toda claridad
mi destino, pero yo había decido otro, que lejos de la acción comenzaba a manifestarse en el
mundo de las ideas, en el mundo de las palabras, perturbando la mente de aquellos que las
escuchaban y que no concebían la imaginación, la pasión e incluso la libertad.
Buscaron moldearme, en un principio usaron técnicas tentadoras disfrazadas de amor,
que ingenuamente creí y traté de complacer a un atentando en contra de mis deseos, pues mi
alma si respondía a una naturaleza creada, pero verdadera de mi ser, creía en esa siempre
pura capacidad de amar y por eso confié… Pero la verdad fue otra, el hombre no ama a otro
por encima de sí mismo, yo no era capaz de amarlos por encima de mi deseo pues anhelaba
ser feliz.
De la palabra pasé a la acción, decidí guardar silencio para así no alertarlos y no
perturbar. Tal vez por ingenuidad consideré que si callaba y actuaba cuando me descubriesen,
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admirarían el valor de mi egoísmo y respetarían mi decisión, pero no fue así. El
descubrimiento, la verdad, no trajo otra cosa que dolor e ira por parte de sus manos y sus
bocas. Fui golpeado e insultado por ir en contra de sus deseos, mejor dicho, de los deseos de
una realidad inalterable que no concibe los sueños.
Aun así, decidieron fingir ser mi familia una vez más, todavía quedaba tiempo para
moldearme. La libertad no me contaminaría, esperaban ellos, pero lo cierto fue que hacía
mucho que había dejado de soñar para crear realidades.
Aprendiendo de ellos, usé las mismas armas que usaban en mi contra, aunque con un
fin diferente. No solo cree otra vida, otro mundo, los reemplacé, me hice de amigos, de
aliados, compañeros y construí un mundo de mentiras que resultaba mucho más real y feliz
que mi mundo verdadero, que lentamente se torcía y oscurecía ante la insatisfacción de mente
angulares y finitas.
Cada tarde al salir de clases, huía cual fugitivo, amparado por una mentira y un
cómplice. Las clases de ballet, el canto, la actuación, el escenario era mi mundo. Un mundo
que me llamaba y al cual no me podía resistir. Y mientras más me aferraba a ese sueño de
alcanzar una estrella llamada fama, más se desvanecía la realidad que me había concebido y
alimentado.
Luché para mantener mis dos mundos juntos, estaba atrapado en una situación que
tarde o temprano me obligaría a soltar una de las dos cadenas, y dejar que alguno de los
mundos cayera al vacío. Tal vez esa lucha constante, tal vez el vivir recurrente dentro de la
clandestinidad de un sueño prohibido pero auspiciado por aquellos que pertenecían a un
mundo ajeno a mi origen, era lo que me había alentado a dar el próximo paso… amar a lo
prohibido, fue así como conocí el amor de manos de un semejante, de un igual a mí, un amor
condenado por Dios, por el hombre, por mi familia.
Sin darme cuenta, el día llegó, los mundos se hicieron sentir con todo su peso y me
obligaron a escoger. No tuve la suficiente cobardía para amar a mis progenitores por encima
de mis sueños, así que los deje caer al vacío, estrellándolos contra la realidad y destrozando
sus ilusiones. No había otro remedio, eran ellos o yo, la elección estaba tomada.
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Pero el precio por haberlos dejado caer al vacío y haber profanado las reglas
impuestas por el hombre sería el odio.
En contra de todo lo concebido por el mismo hombre, la locura se apoderó de aquellos
cuya función era protegerme. Me enjuiciaron y condenaron a algo menos que un animal, me
encerraron negándome aquello por lo que tanto había luchado, mi libertad.
Pronto descubrí que estaba sólo, que mi hogar era mi prisión, que mi familia era el
enemigo. Cada día consistía en sobrevivir, a las arremetidas de amor convertido en
desprecio, debía permanecer arrinconado en lo más oscuro y solitario de aquel lugar, pues
solo así sus golpes no me alcanzarían con tanta facilidad.
La sangre en mi ropa era un hábito, así como los restos de comida en el piso del baño
que apenas se diferenciaban de la comida nueva, ninguna de las dos tenía buen sabor, el odio
que contenían y el temor que sentía no me permitían comer.
Ya no existía diferencia entre los días y la noche, ambos eran fríos y solitarios. En mi
tiempo de ocio, que eran muchos cuando no estaba llorando atemorizado por el terror de
nunca más ver la luz, recordaba mi cuerpo tibio, vivo, mientras danzaba lleno de alegría en
los grandes salones con sus espejos monumentales y sus luces brillantes. Pero al abrir los
ojos me daba cuenta que estaba nuevamente ahí, en aquel rincón, bajo una regadera gris y
austera que lloraba en mi lugar, pues ya mis lágrimas se habían secado.
Dos meses viví en ausencia de la humanidad, dos meses existí fuera del mundo, sin
que nadie lo hubiese notado. Dos meses en los cuales ellos reían y yo lloraba, ellos reían de
mi dolor porque me despreciaban por ser distinto, por osar a soñar, por desafiar su voluntad.
Solo alguien se acordó de mí, solo alguien pudo notar mi ausencia de un mundo al
cual ya no pertenecía. Siempre agradeceré su valor, siempre agradeceré su amor, siempre
agradeceré su esfuerzo.
Sin más que dudas, sin más que sospechas, sin más que solo ella se escurrió en la
noche siguiendo a mis captores en busca de algo que le confirmara aquello que temía. Y así
fue, lo obtuvo, sentada en un rincón logró ver el momento donde algunas ropas eran
desechadas con ira y desprecio.
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Un poco de paciencia, un poco de silencio, de sutileza al caminar. Su curiosidad y su
instinto la llevaron a lo correcto y con mi camisa ensangrentada en sus manos obtuvo todo lo
que necesitaba.
Esa noche se marchó, la verdad había sido descubierta, ella buscaría ayuda, pero lo
cierto es que nunca llegarían a tiempo.
A la mañana siguiente, la puerta había sido violada. Ella había irrumpido buscándome
desesperadamente, yo no podía responder, pues la golpiza de la noche anterior me había
dejado demasiado débil y ahora me debatía entre la vida y la muerte.
Como pudo abrió otra puerta y con todas sus fuerzas me arrastró, pero mi vida se
escurría en sus intentos de salvarme. La golpiza de la noche anterior había sido demasiado
para mi cuerpo, dos meses de maltrato constante me habían debilitado y la herida en mi
costado era demasiado profunda.
Pero la suerte no estaba de mi lado, era mucho que el destino hubiese permitido que
mi amiga me encontrara. Justo cuando la libertad estaba cerca, el odio se manifestó encarnado
en uno de mis captores que al ver la escena rugió de ira. Como pudo, mi amiga me arrastró
hasta uno de los cuartos y ahí nos encerramos, mientras poseído por la rabia golpeaban
incesantemente la puerta con la misma barra de metal que instantes atrás habían usado para
liberarme de mi prisión.
Mi amiga se aferraba a mí, en un intento inútil de protegerme, mientras me hacía
promesas de las cuales yo estaba consciente en mi agonía que ella no podría cumplir. Ya no
me importaba morir, ya no había remedio, era demasiada sangre, pero ahora temía por ella.
Curiosamente, aunque estaba muriendo, no podía dejar de notar los payasos de
cerámica que mi mamá tenía en el cuarto. Siempre los odié, siempre odié a los payasos, nunca
entendía por qué sonreían, por qué me miraban de esa manera.
Pero lo entendí, entendí por fin por qué reían los payasos. Mientras mi amiga se
aferraba a mí, mis captores destrozaban la puerta y mi vida se escurría en la sangre que
brotaba de mi costado, yo por fin había logrado entender y reír con ellos.
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Comencé a reír, reía sin parar, como si alguien me hubiese contado un chiste. Fue
entonces cuando me hablaron, primero solo escuché sus voces y reía, luego al parpadear pude
darme cuenta que me observaban y que era real todo aquello.
- ¿Por fin has entendido porque reímos?
- ¡Si!
- ¿Por qué ríes ahora aparte de todo esto?
-Porque nunca reiré más cuando esté muerto.
-Cierto, es lamentable tener una vida para reír y desperdiciarla así.
-Me gustaría tener más tiempo, no deseo morir así, no deseo dejar de reír. Ellos rieron,
mientras yo lloraba solo, en la oscuridad.
-Lo sabemos, Luna te vio llorar en aquel rincón ¿La recuerdas?
-Sí, la recuerdo. Era la única que en ocasiones me hacía compañía, siempre parecía
sonriente, alegre a pesar de lo malo de lo situación ¿Se han fijado que si observas bien,
podrás ver un conejo sobre el rostro de la luna?
- ¿Por eso sonreías cuando llorabas aquellas noches?
-Sí, imaginaba a aquel conejo saltando sobre la luna, corriendo de un lado a otro, libre como
yo no era, su libertad me hacía feliz por unos instantes y me hacía olvidar lo que vivía.
- ¿Desearías ser ese conejo?
- ¡Sí!
- ¿Desearías ser libre?
- ¡Sí!
- ¿Desearías siempre sonreír?
- ¡Sí!
- ¿Desearías acompañar a Luna?
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- ¡Sí!
- ¿Qué deseas?
- ¡Justicia! ¡Sálvenla, ella no merece morir así! ¡No dejen que le arrebaten su sonrisa!
- ¿Serás uno de nosotros?
- ¡Sí! Siempre que pueda sonreír, como ellos sonrieron con mi dolor… nunca más deseo
conocer la tristeza.
- ¡Que así sea!
Las ventanas se abrieron, el aire entró arremolinado, llevando por su camino todo
cuanto pudiese arrastrar. Los gritos de ambos se perdían antes la conmoción, la puerta cedía
ante los golpes incesantes que la destazaban parte por parte, hasta que de repente en su delirio
y terror, un silencio se apoderó de aquel instante.
Una mano blanca, de dedos afilados, largos, cubiertos por un guante sujetaron la
cabeza de mi captor mientras la estrellaba con fuerza contra la puerta, una y otra vez
terminándola de destrozar. La sangre salpicaba por todos lados, sus gritos estaban llenos de
terror como si un demonio lo atacase al otro lado.
La puerta cayó, una nube de polvo y escombros se levantó y al disiparse, una figura
alta y delgada cuyos brazos arrastraban hasta el piso se reveló. Vestía un traje ajustado de
rombo azules, rojos, morados y negros. Poseía una máscara de marfil con una expresión de
odio, no se veían sus ojos y en su lugar oscuridad, llevaba puesto un gorro de campanas y en
una de sus manos aun sostenía la cabeza ensangrentada, desquebrajada por los brutales golpes
a mi captor.
Con indiferencia soltó el cadáver, su expresión de odio cambió de manera
perturbadora, su máscara se cuarteó pasando de ira a felicidad. Extendió sus brazos y se
inclinó sobre mi amiga sin emitir palabra alguna.
Nuevamente el silencio se apoderó de aquel lugar, solo una brisa leve soplaba,
moviendo las campanillas de aquel extraño visitante de figura arlequinesca.
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-Es hora de irse, no queda mucho tiempo, si deseas que se salve entrégamelo por favor. El
estará bien- Exclamó, dirigiéndose a mi amiga con voz profunda y suave.
Confundida y preocupada por mi futuro inmediato me miró, dándose cuenta que mi
tiempo se acababa y se escurría lentamente. Fue así como en brazos de aquel ser, salí de la
habitación partiendo para nunca volver al mundo mortal.
- ¡Espera! ¿A dónde lo llevas?
El Arlequín se detuvo y volteándose suavemente respondió:
-Al circo, ahí estará bien. Ya el no pertenece más a este mundo… a tu mundo.
- ¿Lo volveré a ver?
-Tal vez, pero pasara mucho tiempo antes que eso suceda y lo mejor es que lo olvides.
- ¿Puedo acompañarlos?
-No, hoy no. Todavía no es tu momento, ni la ocasión, pero ten esto- El arlequín extendió su
mano y le entregó un ticket para una función de circo- Si algún día deseas verlo, podrás
asistir a su función una vez al año en esta misma fecha, cuando la luna este en lo más alto.
- ¿Cómo se llamará entonces?
-No lo sé…- Respondió el arlequín al cual interrumpí y con esfuerzo dije entre una sonrisa-
¡Sonriente!
Fue así como terminé en el circo, fue así como llegué a este lugar. Nunca más he
vuelto a ver a mi amiga, ese fue el final para ella sobre mi historia, para ella fue un final feliz
en el cual yo había recuperado mi libertad. Pero lo cierto era, que para mí no había terminado,
años después yo volvería como aquello que más odie, un payaso llamado… Sonriente, y esta
vez yo escribiría mi propio final, mi final feliz.
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Primavera
El sol se ahogaba en el horizonte, sus últimos rayos cabalgaban a través del cielo
bañando con su luz cada rincón de la montaña. Como poseído por una magia, aquel claro
donde habitaba el majestuoso árbol de flores blancas y tamaño monumental, resaltaba entre
la frondosa vegetación de verde color, arrojando sus pétalos al viento que, al ritmo de una
melodía inaudible para los oídos mortales, danzaban de manera sutil y ligera.
Con lágrimas en sus ojos, que arrastraban todo su maquillaje multicolor, permanecía
recostada sobre uno de sus brazos y a la vez sobre el tronco de aquel místico y extraño árbol.
Luciérnagas, cientos de ellas, se encontraban posadas en sus ramas alumbrando tímidamente,
haciendo relucir las flores que de blanco se iluminaban de manera tornasolada revelando su
naturaleza mágica de cristal.
Primavera se encontraba sumida en la tristeza, sus rodillas sangraban, pues se
apoyaban sobre pequeñas piedras que habían rasgado su piel. Su falda de tul se encontraba
polvorienta, por la tierra rojiza sobre la que estaba sentada al pie del árbol. Sus guantes se
habían coloreado en una mezcla de lágrimas, maquillaje y algo de sangre ajena.
Pobre payaso, estaba condenada al sufrimiento y ella lo sabía bien. Cuando se unió al
circo muchas lunas atrás, decepcionada de la vida por nunca haber conocido el amor, jamás
imaginó que su dolor sería peor que en vida. Se entregó en cuerpo y alma, renunció al mundo
mortal para vivir una pesadilla a luz de Luna, en donde junto con Asterion y sus hermanos,
traerían la justicia al mundo por parte del Circo de la Luna.
Pero lo cierto, es que la vida nunca actúa como lo esperamos y Primavera lo había
aprendido bien. Aquella decepción que la había arrojado al circo, ahora era inexistente, pues
había conseguido el amor en el mismísimo infierno.
Y tal como si la vida se burlase de ella, después de nunca haber sido amada, en el
circo era amada por dos. Un payaso llamado “Avaricia” y un augusto llamado “Bochorno”
eran sus dos amantes, sus dos amados, aquellos dos que vivían dentro de la oscuridad y las
tinieblas acompañándola en su camino y brindándole paz a su corazón.
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Pero como era de esperarse, la suerte no le había sonreído, eso solo había sido una
pequeña trampa por parte de la desgracia. Avaricia, no estaba dispuesto a compartir y más
pudo su naturaleza corrupta que el amor que sentía… vencido por su instinto humano, cedió
al temor.
El resultado fue simple, y se podía apreciar en aquel árbol de flores blancas hechas
de cristal. Bochorno, le había dado muerte a Avaricia, tan solo por proteger a Primavera, pero
no era por amor que la protegió, sino por culpa.
No amaba lo suficiente a ninguno de los dos, no tenía el coraje para escoger a alguno;
consciente de su cobardía y de la duda que lo embargaba, se aferró a una palabra llamada
“Justicia” y en nombre de ella, lo encerró en aquel árbol.
Primavera nunca pudo dejar de llorarlo, ni mucho menos olvidarlo. Siempre se sintió
culpable de haber despertado el amor entre dos individuos y haber creído que ambos podrían
amarla, sin que el miedo se hiciera presente. Y hoy lloraba, igual que aquel día de muerte y
tragedia. Pues hoy la desgracia se había repetido, encarnada en tres jóvenes mortales que por
infortunio de la vida habían llegado a aquel claro, al refugio de Primavera, donde una vez,
tan solo por un día hasta el atardecer, ella podía volver con “Avaricia” y alimentar a la
montaña con su esperanza de que un día, el estaría ahí de nuevo con ella.
Cierto o no, que tal milagro pudiese ocurrir y que su amado no correspondido pudiese
volver de la muerte, ella había enloquecido. Pobre jóvenes que tuvieron que vivir y pagar los
errores de un pobre payaso que temió enfrentar a la vida.
Pero era imposible que tanta casualidad tuviese otro final. Solo un día al año, solo un
lugar en la inmensidad de la montaña, solo un sendero que lleva al árbol, solo una única
oportunidad de encontrarse con aquella maravilla de la oscuridad. Y ellos tres, lograron tocar
por única vez el secreto de aquella fortaleza de piedra revestida de vida y esencia.
Se aferraba al tronco, evitando mirar hacia atrás, con la esperanza que así los cuerpos
destazados por las bestias dominadas por su magia desaparecieran. Pero aún seguían ahí,
tendidos en el césped bajo la luz amarilla del sol que moría en horizonte. Su sangre se había
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esparcido sobre el césped y a pesar que hacía mucho que el último aliento se había marchado,
ella podía escucharlos suplicar.
Pero no era la súplica desesperada lo que la atormentaba, sino el sacrificio de uno de
ellos ante el dolor y la decepción.
Él y ella no habían podido justificar, ni responder a las preguntas de Primavera.
Ninguno de los dos podía dar fe de que su amor era verdadero y sincero. Pero ella, la última,
amaba de corazón. Tanto fue su amor, que aun pudiendo conservar su vida y recorrer una vez
más el sendero a través de la montaña hasta su hogar, decidió perecer, para que su cuerpo y
alma descansaran al lado de sus dos amores no correspondidos.
Un grito se alzó en el aire, era el árbol que se lamentaba, sus ramas estaban
incendiadas y fue entonces cuando Primavera pudo percatarse que todo a su alrededor estaba
ardiendo al ritmo de los aleteos de mariposas de fuego. La montaña se consumía, su
esperanza, su refugio, su santuario, sus recuerdos ardían.
Los animales huían del claro, las aves alzaban vuelo mientras que el fuego se esparcía
rápidamente, devorando todo lo que estuviese en su camino. Los cuerpos de los jóvenes no
tardaron muchos antes de ser alcanzados por las llamas, el árbol gritaba, sus flores se
enrojecían y se escurrían de entre las ramas cual cristal fundido.
Su cuerpo se estremecía, ante su esperanza que ardía, imposibilitada de no poder hacer
otra cosa más que ver. La guerra entre los circos, entre el Circo del Sol y la Luna había
alcanzado a su santuario. Ya no le quedaba nada, todo aquello que había amado se convertía
en cenizas antes sus lágrimas de frustración, la magia de la montaña se desvanecía con cada
segundo que pasaba donde su esencia se convertía en polvo gris y era arrastrado por el viento
cómplice, que discretamente avivaba las llamas.
Al otro extremo, más atrás de ella, cruzando el muro de fuego que la había aislado,
cerca del abismo, una figura se alzó entre las llamas. El sol se escondía por detrás de él, el
tiempo trabajaba a su favor ralentizando la llegada de la noche, la luz inundaba su figura
dejando tan solo ver su silueta. Ahí se encontraba de pie, tranquilo, sereno, con su traje
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holgado que iba desde el cuello hasta los pies, sus grandes botones, su corbata de lazo y sus
inmensos zapatos, su nariz redonda y sus cabellos alborotados alargados hacia los lados.
De pie, atrapada por el fuego, Primavera miraba a su alrededor observando como todo era
arrasado. Fue entonces cuando lo vio a través de las llamas, tan solo dibujado por su silueta,
ante un sol agonizante.
- ¡Bochorno! ¿A qué has venido? ¿Fuiste tú, verdad? - Bochorno negó con la cabeza y con
una paz inexplicable extendió su mano indicándole que era momento de partir - ¿Cómo me
puedes pedir que me vaya? ¿Acaso no vez que me necesita? Yo no me puedo ir así, no puedo
dejarlo solo entre las llamas y traicionarlo una vez más, yo lo amo al igual que tú. Tal vez
aquella vez no pude hacer nada, pero en esta ocasión todo puede ser distinto- Bochorno la
observó fijamente girando su cabeza hacia un lado- ¡No me digas que es una locura! ¿Acaso
ya dejaste de amarlo? ¿Acaso ya olvidaste a Avaricia y todo lo que vivimos a su lado? ¿A
eso le llamas amor? ¡Mírala! - Exclamó Primavera, señalando al cuerpo de la joven- Ella
murió en nombre de su amor, tuvo el coraje que nunca tuve, prefirió la muerte antes de la
ausencia de los seres amados; yo por el contrario, no tuve el valor de arrancarme la vida y
dejarlos felices, ni siquiera pude huir, porque ya era una fugitiva de un mundo al cual odiaba
y él a mi ¿Cómo puedo volver ahora con esta verdad acuesta? Una mortal ha tenido más
coraje que nosotros, los hijos de Luna, ha tenido la valentía que muchos de los payasos
tristes al servicio de Asterion nunca han tenido, ni tendrán… ¿Qué valor tiene mi vida si no
soy capaz de probar mi amor? - Bochorno esbozó una sonrisa mientras con su mano negaba-
¡No me puedes decir eso! Siempre has tenido el amor de tu lado, siempre has tenido la dicha
de ser amado, no estás en el circo porque el amor te haya abandonado sino, porque la
vergüenza te perseguía al ser un inútil, un inútil alimentado por la compasión y la caridad
de otros- Bochorno se cruza de brazos observándola con mirada recriminatoria-
Discúlpame… yo… ¡No sé qué hacer! El dolor y el desconcierto me están devorando viva,
no los deseaba matar, pero sino lo hacia Asterion me arrancaría la vida, tal vez… debí
haberlos dejado marchar, así podría alcanzar la paz. Aunque en el fondo sé que esa no es la
solución ¿Cómo puedo decir que te amo si me arrancaba de tu lado sin pensar en el dolor
que mi partida pudiese causarte? ¿En verdad te amo o es que amo solo al amor? - Bochorno,
con expresión de quien escucha lo absurdo azota su mano contra su frente- ¿La respuesta no
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puede ser tan simple amor mío? ¿Cómo haces para ver el amor con tanta ligereza? ¿Acaso
no es su pasión y su densidad lo que lo hace mágico y maravilloso? - Nuevamente Bochorno
niega con una expresión amable y cálida- ¿No? ¿Entonces está mal que sienta como siento?
¿Entonces está mal que ella se hubiese sacrificado por sus dos amores o que su contraparte
deseara quedarse con el joven para ella? ¡No entiendo! ¡Dime por favor! ¿Qué debo sentir?
¿Cuál es la verdad? ¿Por qué no logro ver la respuesta acerca de este sentimiento que me
nubla la mente y el alma?- Bochorno mete sus manos en los bolsillos y se encoge entre
hombros haciendo una mueca de desconcierto ante sus preguntas- Entonces el amor no tiene
respuesta, eso es lo que me quieres decir, que cualquiera puede decidir que es amar ¿Tienes
idea al desconcierto y el temor al que me estas sometiendo?- Bochorno sonríe de medio lado
encogiéndose entre hombros una vez más brevemente- Tus respuestas siempre son la
muestra más pura de elocuencia, nunca he logrado escuchar una respuesta apasionada o
dicha con absoluta certeza de ti, pero supongo que igual tienes razón. El amor no tiene
respuesta, el amor no es nada, excepto aquello que uno desee que sea, bien puede para ser
feliz o para sufrir, el amor no goza de lógica o verdad, ni de certeza o realidad, porque es
algo que vive cada ser en su mundo imaginario, de verdades contingentes, alucinantes y
demenciales. Nada sobre lo que alguien pueda decidir sobre el amor está mal, solo está mal
el no saber que se decide y el por qué, y hoy me toca aceptar eso… nadie ama igual, nadie
nunca te corresponderá a plenitud, ni entenderá tus sentimientos; por eso nunca nadie será
culpable por algo respecto al amor. Nadie puede culparlos de amarse como lo hicieron
Algunos deciden amar de manera egoísta y posesiva, otros de manera ignorante y a la deriva
y algunos otros de manera sacrificada; algunos deciden morir por quienes aman y otros
deciden vivir por aquellos que aman- Sonriéndole a Bochorno tímidamente- ¡Sabes! Hoy
creo entender el porqué de tus acciones, eres un mal mentiroso, pero nunca había decidido
darme cuenta, sé que el incendio no lo causaste tú, pero si le dijiste a la líder del circo de
Sol donde encontrarme y la guiaste hasta acá, deseabas que ella incendiara a la montaña,
pero está bien, no te odio por eso. Después de todo, lo hiciste por amor y si algo no tiene
sentido, está bien, nada sobre el amor lo tiene. Hace años cuanto mataste a Avaricia, lo
hiciste porque deseaste que tu amor fuese libre, amarías a todo aquel que decidiese que lo
amases, pero no permitirías que se dañaran. Avaricia decidió que su amor fuese las cadenas
que lo ataran al ser amado, decidió ser esclavo de su amado negándose cualquier otra
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posible realidad, por miedo a ser dañado. Cada uno busca felicidad como mejor puede y
como más quiere, yo la busqué en esta montaña, aferrándome a una esperanza que debía
darme felicidad, que debía devolverme a mi amor no correspondido, pero no me di cuenta
que confundir la culpa con el amor no está bien y menos cuando actuó inconforme y sin ser
feliz. Ni esta historia, ni la de ellos, ni ninguna otra relacionado con el amor tendrá sentido
alguno… es tiempo de marcharnos a casa Bochorno.
Bochorno sonrió y extendiendo su mano una vez más, Primavera avanzó dejando
atrás su esperanza y aceptando que de nada servía aferrarse si el precio a pagar debía ser la
infelicidad. Renunciado al sufrimiento y a la inconformidad cruzó el muro de fuego,
estrechando su mano con la de su amado quien la tomó entre brazos.
- ¡Un momento! Hay algo que deseo hacer- Exclamó Primavera devolviéndose hasta los
cuerpos de los tres jóvenes muertos- Si desean puedo darles otra oportunidad, pueden venir
conmigo y Bochorno, unirse al circo en mi compañía, solo deben decidir que desean y tal
vez algún día, puedan decidir amarse los tres de la misma manera… jajaja no importa si no
lo entienden o no tiene sentido, el amor nunca ha tenido sentido- Extendió su mano y con
ligereza sopló, liberando de sus pulmones un aliento verde y brillante que se arremolinaba y
danzaba, mientras penetraba en el cuerpo de los jóvenes muertos.
Los cadáveres comenzaron a moverse tímidamente y de entre sus ropas rasgadas, tres
ardillas surgieron, las cuales jugueteaban entre ellas ante la mirada tierna de Primavera. Una
vez extendió su mano, las ardillas se treparon por su brazo hasta su hombro y así
emprendieron juntos el viaje en la compañía de Bochorno quien esperaba, contento por los
nuevos miembros del circo.
Tomados de la mano Primavera y Bochorno miraron hacia el horizonte, el sol casi
muerto extendió un último rayo para ellos, formando un puente de luz por debajo de sus pies
que terminaba en el infinito y que los llevaría a su hogar, el Circo.
Un grito se elevó, el árbol lloraba, no deseaba que Primavera se marchara. El fuego
lo consumía y en su agonía liberó una de sus flores que voló hasta las manos de su amada.
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-Lo siento, no esta vez, no más amor mío. Por fin he logrado en esta incoherencia llamada
amor, la comunión entre mis acciones y la satisfacción, por primera vez me siento libre al
hacer algo de manera conforme. Nunca dos personas amaran de la misma manera, pero tú
y yo, amamos de maneras distintas, demasiado distintas, y la verdad sobre el amor, sobre mi
amor, es que prefiero vivir lo que es a lo que puede ser.
El árbol rugió lleno de furia, el precio que pagó por amar como amo fue alto, la
inconformidad era el verdadero fuego que quemaba sus raíces. Decidido a verter su odio y
su insatisfacción sobre sus acciones, levantó sus raíces y ramas incandescentes en contra de
sus dos antiguos amores con plena intención homicida.
Primavera sonrió libre de culpa, extendió sus manos y las tres ardillas saltaron en
dirección hacia las ramas, transformándose en bestias gigantescas como las que alguna vez
les arrebataron la vida cuando fueron humanos.
Solo un tronco estéril, seco, incendiado, apenas en pie y sin ramas ni flores fue lo que
quedó. Decepcionada, Primavera dejó caer la última flor de cristal y se marchó a través del
sendero de luz hacia el infinito en compañía de Bochorno y sus mascotas, siempre sin mirar
atrás.
-Nunca más mi esperanza será mi prisión, nunca más la montaña será desvirtuada con mi
inconformidad. Hoy quédate en el pasado, yo seguiré hacia mi futuro, cada quien debe ser
responsable de su forma de amar y de aquello que decide para sí, cada payaso decide cómo
es su espectáculo en el circo de la vida, el aplauso solo es la recompensa a la seguridad
absoluta de aquello que se hace con y por amor.
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La Zorra
La historia más triste no es de aquel que perdió su amor, sino de aquel que nunca lo
tuvo. Mientras Asterion sufre por la Diosa y el Hada, mientras Gogdle se levanta en venganza
por su amado que le fue arrebatado, Tristán solo puede callar y llorar…
Hace muchas lunas atrás, cuando Asterion era tan solo una máscara y Gogdle apenas
había caído en el ensueño, víctima de su dolor. Tristán, vagaba por el mundo. No siempre
tuvo un circo y no siempre Argus lo acompañó…
Alguna vez sirvió a un propósito que no era el suyo, un propósito de odio y venganza;
pues era su destino al ser hijo, amante y hermano de la desquiciada Gogdle.
Antes uno, ahora era libre, aunque todavía sujeto a verter sobre los hombres el odio
que en el corazón de Gogdle se contenía. Su existencia era vacía y transcurría entre días y
noches, soles y lunas. Cuando no permanecía en la sombra esbozando su sonrisa por la muerte
de algún inocente, entonces caminaba entre los hombres portando una máscara, ocultando su
vergüenza y su inhumanidad.
No amaba, no sentía, pues no era libre de hacerlo. Había nacido para castigar a los
hombres y para llenar la ausencia de Gogdle sobre la tierra. En su caminar solitario, había
conocido a la muerte y ella se había fijado en él, no obstante ella no lo amaba y solo
permanecía a su lado en burla, en compañía, en… silencio.
Tristán conocía la verdad sobre aquel amor, amor construido de soledad, de recuerdos
y necesidad. Y fue en tiempos cuando la muerte se embarcó y navegó a lo lejos por el río de
los muertos que, Tristán en soledad, una vez más, volvía a andar.
El mago, su amigo, le había aconsejado que diera muerte a su corazón. Que enterrara
a su humanidad en el ensueño donde moraba Gogdle, pero para Tristán resultaba imposible…
Su batalla con ella lo había dejado herido, ellos compartían la misma sangre y el
mismo deseo de ser amados, aunque nunca fuese correspondido ese amor. Con frecuencia en
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las tardes de caminata, Tristán podía escuchar el canto de Gogdle, canto que luego entonaría
a la luna, como todo Pierrot que llora por amor.
Y ahí estaba, inocente y silencioso, en medio del bosque ante los ojos del sol y la luna
el espíritu de la Zorra que lo había encontrado. Tristán no sabía qué hacer, pues hacia mucho
que la suerte lo había abandonado.
Desconcertado lo miró, la Zorra se encontraba en lo alto de una rama, desde donde le
sonrío. Mientras, el sol se ocultaba y la luna resplandecía, no pudo evitar sentir fascinación
ante una criatura que con inocencia y osadía lo seducía, exenta de saber que ante ella tenía a
un monstruo, al Señor de las Sombras.
Sin palabra alguna, la Zorra convidó a Tristán, el cual fascinado aceptó. Trepó hasta
lo alto del árbol y sentado a su lado en una rama se presentó:
-Soy Tristán el enmascarado, mi rostro es de marfil y mi oficio es cantar.
La Zorra sonrió y exclamó:
-No sé qué es un enmascarado, ni mucho menos que significa cantar ¿Me enseñarías?
¿Cantarías para mí?
Por un instante Tristán solo pudo guardar silencio, no comprendía como existía un
alma tan llena de inocencia. De sus ojos una lágrima brotó por culpa de su corazón asustado
ante aquella criatura solo concebible en la imaginación. La Zorra sonriente y con ternura se
acercó a él, desenmascarándolo y viendo no a la máscara, sino al Pierrot.
Con su hocico acarició su rostro, mientras lo miraba fijamente haciéndole saber que
no le temía y que lo deseaba a él. Fue amor, amor que nació de la inocencia y la casualidad,
amor entre dos desconocidos. Uno perturbado en su alma y otro inocente de la maldad del
mundo, nunca se había sentido así, por vez primera sentía la paz en su alma y al amor a su
alcance.
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Aquella tarde en la que vieron despertar a la luna, caminaron juntos bajo las estrellas.
Contándolas y saludando a las luciérnagas que curiosas se asomaban para ver por primera
vez sonreír al pierrot. Apenas hablaban, pues no necesitaban las palabras, sus manos juntas
y sus cuerpos entre lazados era lo único que les hacía falta para ser felices. Por vez primera
Tristán no necesitaba herir, ni lastimar, por vez primera era amado con inocencia pues la
Zorra al igual que él, nunca había sido amado de verdad.
Sin saber de qué se trataba del verdadero amor, ambos caminaron juntos desde ese
momento durante muchas lunas. El Pierrot le enseñó a cantar, le enseñó sobre la maldad y la
oscuridad, pero nunca corrompió su alma inocente. La Zorra le devolvió a Tristán la sonrisa
al rostro, la paz al corazón, la capacidad de soñar y la alegría de amar. Y aunque el Pierrot
llevaba un mundo de conocimiento, nunca había aprendido tanto de nadie, que irónica era la
vida, que quien más le enseñaría seria quien menos sabía.
Nunca más necesitó matar, nunca más necesitó dañar, ni beber la sangre de un
inocente. Y en aquellas noches donde la luna se teñía de sangre, en aquellas noches en donde
Tristán no podía dejar de lado su oscuridad, la Zorra callaba. Ella permanecía en silencio
mirándolo con ternura, paciente, esperando a que sus ansias monstruosas se calmaran y
volviera a ser el hombre que amaba.
Pero aquello que los unía era lo que separaba, aquella inexperiencia e inocencia sobre
el amor le costaba con cada día un pedazo de su unión. Su amor crecía, pero su tiempo
acababa y un día el Pierrot sabiendo ya amar, o creyendo que ya sabía, conoció a la diosa,
quien a un no era vengativa, sino sirena.
La conoció en una noche de luna y se amaron, pero aquella noche la luna estaba teñida
de rojo. Y a pesar de todo el amor, él la lastimó. No sería hasta mucho después que se daría
cuenta de su error, pero eso es otra historia, lo cierto era que la diosa lo abandonó y cuando
herido y entregado a la muerte estuvo, yaciendo en las manos del mago la Zorra apareció.
El viento la había devuelto a él, sin rencores, sin odio ni resentimiento. Ella nunca
supo que pasó, y cuando lo supo igual no le importó. Pues ella había regresado por su Pierrot,
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aquel que cantaba para ella y quien lo arrullaba por las noches para dormir y soñar. Una
oportunidad se levantó, esta vez Tristán no la dejaría ir…
Se entregó en cuerpo y alma, la amó como deseó amar a la diosa, y poco a poco su
corazón fue sanando de las espinas envenenadas que la sirena había dejado en su partida.
Lleno de amor y de arrepentimiento, Tristán decidió hacer lo único que podía hacer,
sacrificarse.
Así terminó su máscara, máscara que había perfeccionado durante las noches de amor
con la sirena, y máscara que ahora sería su rostro eterno pues si amaba a la Zorra, él debía
morir para nunca dañarla, como había dañado a la sirena. Fue por eso que de rodillas le pidió
perdón por la sangre de los inocentes, le confesó la verdad sobre su monstruosidad y aun
estando al rojo vivo, fijo aquella máscara de marfil, para que ella fuese su nuevo rostro.
De recuerdo y dolor, de lágrimas y de un adiós, Tristán forjo a Argus, aquel que sería
su protector, pero también su vigilante. El nunca más debería dañar a un alma inocente, y
Argus se encargaría de eso. Fue bajo la luna cuando le otorgó la vida a su compañero eterno
de piedra, fue bajo la luna cuando depositó su alma en él y fue bajo la luna que le pidió que
le arrebatara la vida.
Así murió el Pierrot, a manos de aquel a quien le dio vida, a manos de aquel que nació
para proteger lo único que había amado y que lo había amado aparte de la diosa. Argus quien
no sentía, cumplió el último deseo su maestro y llevó su cuerpo ante la Zorra, quien
conmovida con su gesto le devolvió la vida con otro nombre, ahora se llamaría… Asterion.
Y aunque fueron felices juntos por mucho tiempo más, la verdad los había apartado,
su sacrificio no había sido en vano, pero… la Zorra era muy frágil, y la oscuridad de Tristán
había dejado una huella, una huella difícil de borrar, la cual la obligó a partir y a dejar solo
al Arlequín.
En cuanto Argus… debió marchar solo. Asterion no tuvo la fuerza para darle muerte
aquel que preservaba el alma del Señor de las Sombras, pues aquel ser sombrío a pesar de
sus pecados, a pesar de sus crímenes en un acto tal vez demasiado humano, aun para los
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hombres, se sacrificó para poder regalarle a su amado un ser digno de él. Y es por esta razón,
que Asterion le enseñó el camino al sirviente pétreo hacia el bosque, justo hacia el árbol
donde alguna vez se amaron la Zorra y el Pierrot, en donde el sirviente levantó un circo, el
cual sirvió de tumba para honrar al monstruo más humano que nunca nadie hubiese conocido.
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El Circo del Sol
Cuando Asterion cruzó la puerta nunca imaginó el precio que tendría que pagar. Su
osadía de abandonar la tierra de Dios y Luna lo llevaría a la guerra más cruenta que jamás
hubiese visto, él sería el protagonista de una historia que tendría comienzo y fin, en él y solo
en él. Ahora era un dios, pero todo dios posee un demonio al cual enfrentarse…
Una vez hijo de Dios, una vez hombre, una vez un artista con otro nombre… Gogdle
es su nombre, una hermosa dama llevada por la demencia, vacía por dentro, consumida por
la ira y decepcionada del mundo, todo por no conseguir el amor. En cada circo hay un payaso,
cada payaso posee su Augusto, aunque en realidad es este último quien escoge al payaso
entregándose en cuerpo y alma, aceptando las penurias y los castigos en nombre de su amor.
Pero para Gogdle nunca existió un payaso, nunca existió ese amor, solo la decepción.
Olvidada por esa maravilla que otros mortales podían disfrutar, se hizo de lo único que
tenía… su arte. Así profanó el nombre de aquel que la abandonó y levantó su propio circo,
“El Circo del Sol” una elección bastante controversial, tomando en cuenta el hecho que al
igual que Asterion y Tristán ella odiaba a Dios con toda su alma, alguna vez lo había venerado
pero ahora se encontraba en guerra con él y la creación.
Era por esto que permanecía largas horas tendida en su carpa, flotando entre sus
pensamientos, siempre ante la mirada inquietante de los maniquíes y las voces silenciosas de
las mariposas que cantaban para ella.
-¡Madre! Has estado en silencio toda la tarde, ¿Sucede algo? - Exclamó una voz que
retumbó entre los maniquíes, haciendo que las mariposas alzaran vuelo y revolotearan por
todos lados.
Gogdle permanecía tumbada en el suelo, sosteniendo en uno de sus dedos la mariposa
más grande y colorida de todas – ¡Me encuentro aburrida! ¡Extraño a nuestra familia!
¡Ahora… estamos tan distantes! ¡Quisiera verlos! ¿Y si nos reencontramos? ¿Cuál es tu
opinión Vacío?
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-Uhmmm… ¿No crees que deberíamos consultarles una decisión así al resto de la familia
Madre? - Preguntó Vacío, quien permanecía de pie en una de las paredes de la carpa, de
brazos cruzados atento a la respuesta de su amada Madre.
- ¡Tienes razón hijo mío! Pero… Demencia es muy pequeño para decidir algo así, aún tiene
muchos juguetes que probar, su carpa todavía está llena de ellos, siempre tiene más, no creo
que se fuese a negar, al cabo, lo más seguro es que se sentiría alegre de poder jugar con
nuevos cuerpos ¡Tiene tanto talento para hacer juguetes!; Decepción es toda una artista,
vive es su búsqueda inalcanzable de la obra perfecta, su alma no tiene descanso ni otro
propósito más que ese, además, ante tal decisión sabes que ella nunca acepta sin antes estar
presentable, no tenemos tanto tiempo para esperar… son demasiados vestidos, ¡Yo los veo
todos iguales! Pero según ella cada uno de sus vestidos blancos es único y peculiar ¡Cosas
de pintores! ¡Que locura!; en cuanto a Ira… sabes cuan pensativo es, le encanta tomar en
cuenta cada detalle, un hombre sobrio y centrado, ¡La relación entre Decepción y él es muy
hermosa! Nuca tuve un hermano así, ojalá Tristán y Asterion hubiesen sido así conmigo…
nuestra familia sería tan feliz, lo más seguro es que Ira no se oponga, sabes que él no
desperdicia ninguna oportunidad de ayudar a Decepción a crecer como artista, ¡Capaz y
logra ayudarla a inspirarse!; pero tu mi hija, mi hermosa Vacío siempre tienes tu mente en
blanco dispuesta a llenarse de cualquier idea, por eso acudo a ti, ¡Tú eres la única que me
puede aconsejar!
- ¡Me halagas madre! Uhmmm… uhmmm… uhmmm… ¡Lo tengo! Creo… ¡Demonios, he
quedado en blanco!
- ¡Eres un genio hija mía! ¡Eso es! - Sonriendo le susurró a la mariposa en su dedo y con un
ligero movimiento la echó a volar, esta se alzó en el aire desvaneciéndose en fuego, dejando
no más que cenizas- ¡Anda preciosa! ¡Ya sabes que hacer! ¡Vacío! Prepara a tus hermanos,
dile que pronto tendremos visitas, que organicen una función deseo que luzcan el mejor de
sus trajes… ¿Me has escuchado hermano? ¡Pronto otro más sufrirá y tú no podrás hacer
nada! ¡Así como no hiciste nada por mí! ¡Él no la tendrá, ella morirá a mis manos! ¡Sufre
como lo hecho yo! ¡Revuélcate en tu trono, pues pronto blasfemaré sobre tu nombre y
conmigo, todos mis hijos! ¡Jajajajajajajajaja…! - Las mariposas se alzaron en vuelo mientras
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que se trasformaban en pequeñas llamas voladoras quemando todo a su paso, Vacío
observaba a su madre desde la sombra del fuego, quien reía y lloraba de dolor, para así como
llegó marcharse exclamando – Ahhhh… otra carpa incendiada, a Ira le molestara saber eso
¡Bueno! ¡De todas formas no soy yo quien la cambia!
En vuelo ligero y silencioso aquella emisaria de la desgracia voló por el cielo, pasando
entre los habitantes de la ciudad quienes caminaban inadvertidos del significado de aquel
bello ser. Para sus ojos solo era belleza, pero para los de Luna era la desgracia disfrazada de
alegría y color. La guerra que pocos conocían, pero que muchos ya habían sido víctimas
estaba a punto de tomar un nuevo giro; Gogdle se había levantado en armas, sus hijos se
preparaban para la más grande de las funciones jamás vista… atravesó la ciudad y llegó al
bosque, en donde solo quedaban los restos quemados de lo que alguna vez fue el gran “Circo
de la Luna” aun los cadáveres todavía ardían, alimentando el fuego que la diosa había
esparcido y con el que arrancó la vida de aquellos que servían a Asterion. Un poco más allá,
en la espesura del bosque, se podía apreciar al invierno eterno, todo a su alrededor se
encontraba congelado, estático, inmóvil; era el Hada de Cristal quien aún envenenada por la
Diosa se había sumergido en un sueño de dolor y pena, su corazón moría lentamente pues su
alma no conseguía descanso a la decepción a la que Asterion la había sometido.
Ella permanecía en un claro, nada se le podía acercar, ni siquiera su amado quien
ahora después de despertar y salir del infierno portando su nueva máscara, permanecía a sus
pies, arrodillado suplicando perdón. Ella no deseaba escucharlo, muchas habían sido las
veces que lo perdonó, muchas habían sido las ofensas y aunque él aun amaba a la Diosa,
ahora amaba al Hada…
Siguió en vuelo ligero, dejando atrás al invierno eterno, dejando atrás al Hada y al
arlequín. Aquella mariposa tenía un propósito claro, una misión ineludible dictada por su
señora, ella debía buscar a aquel que le cantaba a la Luna en honor a sus amores perdidos,
aquel que vivía en la compañía eternamente solitaria de su sirviente pétreo.
Más allá de la ciudad, más allá del circo en ruinas, más allá del bosque sumergido en
fuego y sangre, más allá del invierno, aquel emisario lo pudo encontrar. Residía en lo
profundo de una cueva a las orillas del mar, en donde unas puertas de acero se levantaban
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luciendo su grabado demoníaco y advirtiendo que lo que ahí se encontraba, ahí debía
permanecer… sin importar la oscuridad la mariposa voló confiada y segura, alumbrando su
camino con el fuego del que Gogdle la había creado.
A los pies de la puerta, se posó sobre el hombro de una criatura que jugaba incauta en
el umbral con una familia de ratones, ella lo contemplaba en silencio y no fue hasta que sus
alas brillantes resplandecieron con el fuego de las antorchas que el bufón se percató de su
acompañante. Un grito liberó, los ratones volaron por el aire arrojados sorpresivamente a
causa de la impresión mientras corría desesperado, cayéndose, arrastrándose torpemente
hacia adentro del umbral en busca de su padre.
- ¡Padre! ¡Padre! ¡Padre! ¡Ella está aquí! ¡Ha llegado! ¡Es el fin! ¡Padre! - Gritó Guiles
“El Bufón” quien irrumpió histérico sumergido en llanto y nerviosismo a la tienda de su señor
padre, Tristán “El Pierrot”.
Aquellas palabras cambiaron de manera repentina la expresión somnolienta del señor
oscuro, quien para ese momento reposaba sumergido en su desidia sobre los brazos de su
siempre obediente Argus. Su desidia se tornó en ira absoluta y con la misma sujetó por el
cuello al bufón que tenía por hijo.
- ¡Repite lo que has dicho! ¡Dilo una vez más! ¿Qué has visto Guiles? - Gritó Tristán con
toda furia.
- ¡Una mariposa! ¡Una mariposa! ¡Una mariposa! Ha bajado al infierno, ¡Esta aquí!
¡Aquí…! ¡Hay una mariposa en el infierno, padre! ¡Nos ha encontrado y ha venido a
buscarnos! ¡Ella despertó!
Estupefacto, Tristán dejó caer a Guiles, para luego dejarse caer en vuelo libre y directo
contra el suelo, Argus lo atrapó con una de sus manos y lo acurrucó entre sus brazos. El
bufón solo podía observar como su padre, el gran señor se acurrucaba entre los brazos de la
mascota de piedra, tembloroso cual niño susurrando:
- ¡Estamos perdidos Argus…! ¡Abrázame Argus, abrázame…!
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Gritos comenzaron a escucharse por doquier, Guiles miraba perturbado a todos lados
temeroso de lo peor y tal como un perro se acercó arrastrándose a los pies de Argus, sujetando
la mano de su padre.
- ¡Padre! ¿Estaremos bien?
Tristán no tuvo corazón para decirle la verdad, con esfuerzo acarició el rostro de
Guiles y de la manera más tierna le mintió.
- ¡Sí Guiles! ¡Claro que estaremos bien! No te preocupes más… Argus y yo te protegeremos,
tus hermanos también ayudaran, no hay que temer…
Pero incluso Argus sabía que esto era una mentira. Guiles sonrió cual niño ingenuo y
dando un salto hacia atrás sacó de uno de sus bolsillos un ratón muerto.
- ¿Has escuchado? ¡Nuestro padre nos defenderá! ¡Todo va estar bien! Argus y él nos
protegerán, ella no nos podrá tocar… mis hermanos también van ayudar y juntos vamos a
derrotarla como aquella vez.
Firme y pesado Argus avanzó fuera de la carpa llevando a su señor en brazos. Afuera
el pueblo circense se encontraba reunido observando la tan nefasta visitante.
- ¡Padre! ¡Una mariposa ha llegado al infierno…! - Exclamó Pierre con suma preocupación
saliendo de entre la multitud.
Tristán levantó su mano en señal de silencio, Argus lo colocó suavemente en suelo,
apenas se podía mantener en pie por lo cual Guiles y Pierre le sirvieron de apoyo, ayudándolo
avanzar hasta un farol en el cual se encontraba el esbirro que Gogdle había enviado en su
nombre.
-Escúchame bien… tu presencia aquí no es bien recibida, dile a tu ama que el que Asterion
haya caído no implica que yo también lo haya hecho. Aún conservo la fuerza suficiente como
para encerrarla de nuevo, ¡Tal como lo hice la primera vez!, no le temo y tampoco ninguno
de mis hijos. Yo no soy Asterion, quien es débil ante las emociones, que no se atreva a tocar
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a mi pueblo, pues entonces… ¡Será su fin! Que recuerde que yo soy “Un Monstruo” y que
aun cuenda ella sea mi sangre, no tendré compasión. ¡Márchate! ¡Fuera de mi circo maldito
esbirro! ¡Llévate contigo tu mal augurio y lárgate para no volver, jamás! ¡No acepto su
invitación, ni sus regalos! ¡Fuera….! Argus, sácame de aquí….
Argus nuevamente tomó entre sus brazos a Tristán y emprendió su camino hacia el
aposento de su señor, cuando una voz dual se escuchó.
- ¡Pero tío! ¿Qué clase de modales son esos? ¿Acaso no deseas reunirte con la familia? -
Era la voz inconfundible de Vacío, quien hablaba desde más atrás, oculta en alguna sombra.
Sus pupilas se dilataron, con mayor fuerza se refugió entre los brazos de Argus y con
voz temblorosa exclamó:
-No deseo verte, ni a ti, ni a tu madre. Largo de aquí sobrino, que te haya enviado no
cambiará nada… las reglas siempre han sido claras, cada uno tuvo su momento para reinar,
nunca más ni Asterion ni yo le serviremos, ahora somos libres y poseemos nuestro circo. La
puerta nos dio vida propia, y ella la desperdició sumergiéndose en el odio por haberlo
perdido ¿En verdad piensas que no se ha que ha vuelto? Sus intenciones son claras para mí,
ella envidia lo que Asterion ha conseguido y desea arrebatárselo, yo tengo un pacto con él
y no la ayudaré….
-Mi madre pensó que si enviaba a tu sobrina favorita recapacitarías, todos en casa se
encuentra ansiosos por reunirse una vez más con la familia, como aquellos tiempos en donde
todos éramos uno ¡Por favor tío, recapacita! ¿Lo harás?
-Ya has escuchado mi decisión ¡Fuera!
- ¡Excelente!
Las sombras se agitaron y comenzaron a reír descontroladamente, aglomerándose en
un solo punto formando una oscuridad infinita a través de la que surcaban las estrellas y los
planetas. De ella una figura emergió lentamente, era Vacío quien se levantaba dejando ver su
cuerpo de infinidad y luciendo su brillante mirada y desproporcionada sonrisa. La mariposa
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levantó vuelo y con cada aleteo, el fuego comenzó avivarse esparciéndose por el circo e
incendiando rápidamente las carpas.
El pueblo circense observaba inmóvil mientras el fuego avanzaba rápidamente.
Tristán se levantó alzando su mirada soberbia, iracunda y demente. De pie, su sombra se
dividió en cuatro, y pronto estas comenzaron a levantarse con sus cuerpos oscuros, tomando
volumen y solidez.
El pánico comenzó a reinar, el pueblo circense huía despavorido antes las llamas
mientras, Tristán y Vacío se observaban fijamente, inmóviles. La mariposa revoloteaba
conjurando el fuego que Gogdle había enviado como regalo, lentamente se acercaba al farol
en donde todo había iniciado, en las paredes de la cueva cientos de ojos blancos y sonrisas
desproporcionadas comenzaron aparecer murmurando y riendo entre sí, mientras las sombras
de Tristán bailan a su alrededor de manera alegre y ágil.
El esbirro tocó el farol, las sombras sonrientes se abalanzaron desde los cielos como
cientos de agujas contra el pueblo y Tristán, quien con un gesto de su mano tornó una de sus
sombras en una cúpula que se expandió brindando refugio del ataque de Vacío mientras, las
otras tres sombras se desplazaban por el suelo velozmente, cruzándose entre ellas en donde
frente a Vacío, dejaron salir a Argus quien había sido envuelto por un manto de oscuridad y
quien emergió atacando sorpresivamente.
A pesar de la sorpresa, Vacío reaccionó con serenidad y chasqueando sus dedos la
sombra de Argus mismo se levantó, envolviéndolo y desvaneciéndolo en el suelo.
- ¡Pierre, Vincent! ¡Saquen a mi pueblo de aquí! ¡Llévenlo a lugar seguro fuera del alcance
de Gogdle!- Gritó Tristán al ver como con tal facilidad Vacío se había desecho de Argus
desvaneciéndolo en su propia sombra.
Sus dos hijos asintieron con la cabeza la orden de su padre y comenzaron de manera
inmediata a reunir al pueblo, guiándolo lo más a prisa hacia la salida. Sin embargo, Tristán
no pudo sostener por más tiempo la cúpula la cual requería gran esfuerzo, esta se desquebrajo
dejándolo completamente exhausto e indefenso de rodillas en el suelo. Las sombras de Vacío
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prosiguieron su descenso mortal desde los cielos, Vacío observaba complacido la caída del
señor oscuro y sin moverse de su sitio su cuerpo comenzó a proyectar una sombra la cual, se
extendió hasta Tristán.
Un segundo Vacío emergió de la sombra teniendo por mano una cuchilla y dejando
ver de manera clara la intención de hacer rodar la cabeza de Tristán. El golpe fue rápido y
veloz, pero antes de que la hojilla oscura e infinita tocara el cuello del gran señor, uno de sus
hijos comenzó a gritar.
- ¡Nadie toca a mi padre! ¡Nadie! ¡Nadie! ¡Nadie! ¡Nadie! - Era la voz de Vincent, quien
observaba la escena cerca de la puerta. Su mirada se encontraba perdida, su rostro reflejaba
una demencia indescriptible, mientras con sus manos se arrancaba los cabellos y azotaba su
cabeza contra el suelo.
Un segundo grito se escuchó, era Vacío quien de rodillas sostenía su cabeza gritando
de agonía y desesperación como si algo estuviese dentro de su mente, acosándolo y
atormentándolo. Las sombras se detuvieron en su caída mortal, transformándose en pequeños
espíritus sombríos y sonrientes que al igual que su amo gritaban de dolor y desesperación.
Desde el techo descendió Olliver, quien había permanecido todo ese tiempo
escondido sujeto de una espada incrustada en la piedra. Cayó girando sobre sí mismo
empuñando una espada en cada mano, con la cual partió a la mitad al segundo Vacío que
trataba de dar muerte a su padre. Con el mismo movimiento tomó a Tristán en brazos y saltó
hacia la pared más próxima, aferrándose a ella con otra de las innumerables espadas que
poseía incrustadas en su cuerpo.
-Olliver… busca al espíritu de la Zorra, él es el único capaz de sacar de su miseria a
Asterion. Cuéntale todo lo que ha sucedido, háblale sobre Gogdle y a que ha venido. ¡Ella
sabrá que hacer! Ahora… ¡Vete! ¡Búscala y no te detengas por nada!
Y así fue, Oliver dejó a Tristán en el suelo y a toda marcha corrió esquivando las
llamas y los escombros, llegando hasta la puerta y saltando con un solo impulso al pueblo
circense, aferrándose una vez más al techo con sus espadas a toda velocidad.
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Extendiendo su mano con gran esfuerzo y dificultad, Vacío comenzó a asfixiar a la
distancia a Vincent, quien era responsable del ataque mental que sufría. Pronto el aire
comenzó a faltarle y los gritos de Vincent se silenciaron, dejando libre de su sortilegio a
Vacío quien ahora se disponía a darle muerte, iracundo por su intromisión.
- ¡Deja a mi hijo! ¡Tú lucha es conmigo! - Gritó Tristán, de pie frente a Vacío quien soltó
con desdén a Vincent.
- ¡Entonces acabemos con esto!
Desplegando su sonrisa más amplia, Vacío comenzó a reunir a todas sus sombras por
encima de él en un mismo punto, formando un gran agujero negro que comenzó a absorber
con cada vez más fuerza todo en aquel sitio. El suelo se desquebrajaba en grandes pedazos,
aun incluso las llamas eran absorbidas por aquel vacío, Tristán lo había decido…
Cuando el último de los miembros del pueblo circense estuvo al otro lado de la puerta
Tristán gritó con todas sus fuerzas:
- ¡Ahora Pierre!
Vacío volteó en dirección hacia la puerta y con horror observó como todo el pueblo
circense halaban cientos de cadenas, ayudados por Pierre quien con las cuerdas de su arpa
también halaba con la clara intención de dejarlo atrapado dentro del infierno. Pero Tristán no
le daría oportunidad a reaccionar y cuando Vacío intentó tan si quiera moverse, del suelo se
levantaron las sombras de Tristán que se aferraron a piernas y brazos, mientras que Tristán
mismo lo sujetaba desde atrás por el cuello sonriente, exclamando:
- ¿Unas últimas palabras sobrino?
- ¿No serás capaz? - Exclamó Vacío temiendo lo peor.
-Solo observa… ¡Argus, ahora!
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Del suelo del infierno emergió él desaparecido Argus, quien ahora poseía un tamaño
descomunal. Con un gran rugido, Argus empuñó sus dos garras y con toda su fuerza golpeó
el techo haciendo que este se desplomara, mientras las puertas se cerraban ante el grito de
Vacío bajo la lluvia de piedras.
Fuera de la puerta, Pierre no podía aun creer lo que había visto, su respiración todavía
se encontraba acelerada. Volteó a un lado para ver a su hermano Vincent quien permanecía
inconsciente, agotado se recostó de las puertas del infierno, ahora selladas, dejando caer su
arpa al suelo.
- ¡Que la Luna nos ampare! ¡Olliver, hermano, no nos falles! ¡Encuentra a la Zorra, ella es
nuestra única esperanza!
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¡Hay que Visitar a Nuestra Sangre!
Por lo general no resulta fácil escuchar en las calles de aquella ciudad algún otro ruido
que provenga de las cloacas, a excepción del caer incesante de las aguas mal olientes y
putrefactas, pero esta noche era diferente. Bien sea por amor o por odio, algo había perturbado
a Tristán “El Pierrot”, quien desde lo profundo de su oscura carpa tocaba de manera
perturbadora.
Los payasos, bufones, arlequines, mimos y demás escuchaban desde sus aposentos,
temerosos de lo que ahora rondaba en la cabeza de su oscuro señor, fuese lo que fuese algo
era seguro… ¡No era nada bueno! Habían transcurrido tres noches, desde que la primera nota
sonó en aquel circo que moraba entre la pestilencia y los muros oscuros de las cloacas de
aquella ciudad olvidada por Dios. Aun sus cuatro hijos: Pierre “El Arpista” siempre perfecto
y arrogante; Guiles “El Bufón” siempre ocurrente e inocente consumido por su locura;
Olliver “El Devorador de Espadas” siempre devoto y obediente y Vincent “El Malabarista”
siempre ansioso del amor de su padre, eran mantenidos afuera del refugio de su señor, por
Argus “El Sirviente Pétreo”, quien debido a su naturaleza eterna e inhumana nunca
descansaba, siempre vigilante en la entrada a la espera de aquel que osara a desafiar a su amo.
Ocasionalmente, se podía escuchar breves momentos de silencio profundo, el órgano
reposaba y la quietud lentamente se transformaba en terror al escuchar los gritos repentinos
y desquiciados de su señor. Desesperados los miembros del circo decidieron detener toda
función, así durante una semana completa hasta la luna llena las guillotinas no cantaron y los
látigos no entonaron su melodía de sangre y dolor. No hubo más funciones, ya el circo no
cumplía su propósito… satisfacer los deseos de odio y venganza de los corazones sombríos
y atormentados. Fue en el séptimo día, cuando la luna se encontraba en su punto más alto que
entonces sucedió, un grito profundo se escuchó:
-¡Aaaaaaarguuuuuus!
El temor invadió el circo, su padre y señor había encontrado la respuesta que durante
noches había buscado refugiado en su fúnebre y demoníaca música, no había duda alguna,
cabezas habrían de rodar y solo quedaba esperar que no fuese la cabeza propia; su señor era
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un líder muy benevolente y carismático, conocido por gobernar con justicia, pero de la misma
manera era también conocido por ser la demencia encarnada.
Cada payaso, arlequín, bufón, mimo y artista de aquel circo de fenómenos espectrales
se reunió a las afuera de la carpa de su señor en la espera de aquel nuevo dictamen caprichoso
y demente que causaría la muerte de tantos, pero la diversión de muchos. Argus se apartó
lentamente retirando el velo que cubría la entrada, la oscuridad era profunda, la luz
escasamente penetraba y todos esperaban nerviosos la aparición de su amo, mientras
escuchaban el tintinear de sus campanas.
-¡EURECA! – gritó Tristán desde el techo de las cloacas para el asombro de todos, mientras
que danzaba frenéticamente ante la estupefacción del circo, quien cada vez más temía el
nuevo designio que estaba por venir.
- ¡Recojan sus cosas! ¡Levanten las carpas! ¡Nos hemos de marchar esta noche! ¡Ellos… no
esperan! -
Miradas perdidas comenzaron a surgir entre los espectadores circenses, quienes no
comprendían por qué habrían de marcharse de la ciudad que tantas noches los vio actuar.
Uno de sus cuatro hijos de sangre mostró su rostro saliendo de entre el tumulto de
espectadores asombrados y exclamó:
- ¿Por qué padre? ¿Por qué debemos abandonar nuestra ciudad? ¿Acaso la demencia te ha
abrumado o simplemente es un capricho de tu ánimo cambiante? -
Su baile frenético se detuvo de manera instantánea y pronto las manos de Tristán
estrechaban los hombros de Pierre, mientras que con su boca le susurraba al oído desde sus
espaladas:
-¿Espero que eso no haya sido un desafío a mi autoridad, porque lamentaría que hayas
escogido un mal momento para mostrar el carácter traidor y conspirador que siempre he
anhelado de ti y que en esta ocasión podría costarte algo más que la vida? Mi lindo y bello
Pierre…. ¿Sabes? Siempre aspire que serias tú el primero que me apuñalaría mientras
dormía, llenándome de orgullo y haciéndote cargo de mi trono, pero veo que tu único talento
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es tu lengua viperina ¡Torpe e inútil! – Así gritó en voz alta- ¡ARGUS! Pierre se ha ofrecido
a ayudar con las tiendas… ya han escuchado, usen su lengua para amarrar las lonas, eso
sí…. No se la despeguen del cuerpo ¿Alguien más tiene algo que objetar a mi decisión de
levantar marcha de este miserable rincón lleno de desolación?- Preguntó Tristán entre la
multitud, ante las miradas temerosa del pueblo circense que observaban con horror como el
sirviente pétreo había comenzado a estirar la lengua de Pier para poder cumplir el mandato
de su señor.
- ¡Padre! ¡Padre! ¡Paaaaaaaadre…! ¡Yo! ¡Yo tengo algo que decir!- Exclamó Guiles el
bufón, quien se acercó arrastrándose y llorando poseído por la histeria. Tristán sonrió ante su
estúpido y atormentado hijo, se arrodilló y colocándose a su altura preguntó en voz baja:
- ¿Qué sucede Guiles?
- ¿Nos podemos llevar los ratones?- Preguntó Guiles el bufón, mientras este agitaba entre
sus manos una familia de ratones que ahora yacían muertos después del desafortunado
encuentro con aquel retorcido personaje.
Una leve risa se fue levantando desde la oscuridad más profunda de su ser, una risa
que fue trepando cada muro y cada ser, una risa que pronto rompió en carcajada dejando
saber su intención, ante la pregunta de aquel bufón salido del horror.
- ¡Claro que sí, Guiles! ¡Lleven consigo toda rata, alimaña y suciedad de esta mísera ciudad,
que no quede alguna en rincón alguno, que todo aquello profano, vil y despreciable sea
nuestro y venga con nosotros, que entonen nuestra canción y se divierta de la sombría
perversión que anima este circo corrupto! Es de mala cortesía llegar con las manos vacías
y seguramente a la Diosa no le gustará que irrumpamos en su función… así como a mí no
me ha gustado que irrumpa el corazón de aquel que alguna vez fue mi bufón, carne de mi
carne, sangre de mi sangre, rostro sobre mi rostro ¡Muévanse, el Circo de la Luna nos
espera, mi hermano Asterion ansia nuestra llegada! ¡Hoy el Circo de las Sombras ha de
viajar! Al fin al cabo… ¡Hay que visitar a nuestra sangre!
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El Trono de Espinas
“Ha sido una experiencia dolorosa, cuan dolora ha sido. Nunca pensé que tenerte entre mis
brazos causaría tanto dolor, pero así ha sido. Por ti he perdido todo ¡Que curioso! ¿Y yo
que pensé que lo habías rechazado? Ya veo que no, lo que hiciste fue algo más que tomarlo,
fue arrebatármelo… pero está bien, aun así, te sigo amando, maldita bruja de los mil
demonios… esta herida que has abierto en mi corazón, no ha hecho otra cosa más que hacer
que me enamore más de ti.
Puede que ya no me quede nada, puede que esta batalla haya terminado, pero la guerra aún
no. Apenas esta batalla está comenzando y al final, seré yo quien gane, seré yo quien me
siente en tu trono, entre las espinas ensangrentadas mientras devoro tu alma por tu ofensa y
osadía de rechazar mi amor.
Criatura tan perfecta y maliciosa, nunca imaginé que serias más mortal que tu maestro….
nunca imaginé que fueses tan poderosa, has robado incluso lo que muchos han muerto por
obtener… mi corazón, me has arrebatado mi identidad, has desquebrajado mi máscara y hoy
me has hecho verme, después de un muy largo tiempo, nuevamente en el reflejo de mi propia
sangre que brota de las heridas que tú con tus espinas me has causado. ¡Pero no importa!
Aun así te amo, y esa será tu condena, esa será tu perdición, tu alma será mía, así como mi
corazón es tuyo pues hoy has arrebatado lo que más amaba.
Tú has quemado mi circo y has partido mi máscara, has revelado parte de mi identidad y
has acabado con mi función, el telón no ha de levantarse… pero no importa, yo regresaré,
regresaré una vez más triunfante para devorar tu alma, eso puedes jurarlo, sé que aún me
escuchas, sé que permaneces escondida, silenciosa, observando entre la oscuridad y
celebrada por Luna mi juramento de amor, odio y sangre.
Cual perfecta eres, no eras nada ni nadie cuando te conocí, y ahora lo eres todo ¡Bruja!
¡Debería arrancarte la lengua y dártela de comer, arrancarte los ojos, freírlos y arrojarlos
a los cuervos, desmembrar tu cuerpo y esparcirlo por el mundo para que nunca fuese
encontrado! Sin embargo lo deseo para mí…, te tendré cuésteme lo que cueste, te tendré y
cuando te tenga entonces moriremos juntos, nuestras almas inmortales se consumirán entre
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las estrellas, solo quedarán mis cascabeles y mi máscara, quien será portada por aquel que
lleva mi signo, y tú… dejarás tu trono de soberbia, dejarás tus espinas ensangrentadas y te
entregarás a mí en tu lecho de muerte, amándome como nunca amaste a ningún ser y como
alguna vez me amaste en el pasado.
¡Maldita! ¡Bruja! Tú has crucificado, asesinado, mutilado, desmembrado, destajado a cada
uno de mis payasos, bufones y arlequines, tú has quemado mi circo y rasgados mis ropas,
has roto mis máscaras infinitas dejando ver parte de mi rostro y parte de mi humanidad, has
escondido a mi hijo lejos de mi… pero no importa… yo igual lo conseguiré.
Noche malévola en la cual te encontré, Luna sabía quién eras, sabía que eras una Galatea,
sabía que eras tú una Pandora, sabía que eras tú aquella sirena malévola que arrastraba a
los hombres al fondo del mar para verlos sufrir y devorar sus corazones. No te guardo rencor
Luna, yo te adoro, así de maliciosa como eres, así de perversa, pues aun cuando hoy sea tu
víctima, reconozco tu grandeza y una vez más me inclino para honrar tu belleza.
Amor, dulce amor, espina punzante y penetrante que llegó a lo más profundo de mi corazón,
tú traidora criatura que me encantaste con tus hechizos, tú quien me sedujo con su cuerpo y
su falsa pero a la vez tan cierta inocencia, tú quien con su mirada de gloria me sumergía en
el éxtasis. Bruja de las mil aguas, no hay palabras que pueda desbordar para maldecir tu
nombre y a la vez adorar, sin embargo prepárate para mi venganza, ten cuidado porque
Asterion no es alguien de fiar, no es alguien de quien se pueda burlar, pasaran mil años y
recordaré tu ofensa y aun cuando vuelvas a mi deberás tener cuidado, pues no vaya a ser
que un día mientras duermas a mi lado sea mi mano quien arranque tu corazón, como dagas
que cortan la piel cobrando cada una de tus palabras y reclamando cada una de mis
lágrimas.
¡YO SOY EL GRAN ASTERION, EL MAESTRO DEL CIRCO! ¡YO SOY QUIEN DIRIGE,
COMIENZA Y TERMINA LA FUNCIÓN… ¡Y ESTA FUNCIÓN AUN… NO HA
TERMINADO! ¡LO DIGO YO… EL GRAN ASTERION MAESTRO DE CEREMONIAS!
No importa que mi máscara este rota, no importa que mi rostro aún se vea, todavía conservo
mi magia, todavía soy capaz de cambiar, mentir y engañar, todavía soy la mentira andante
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del deseo humano, del corazón que anhela la verdad o el amor, soy yo quien brinda paz y
esperanza a aquellos que la han perdido a cambio de su corazón, soy yo quien roba las almas
de los incautos y les hace conocer el temor, soy yo quien porta la espada con la que la
venganza siempre es cobrada. Un circo nuevo se levantará y yo renaceré, mi primogénito
ha de volver a mí y entonces él será como yo, un infeliz más, un ser sin alma, un ser
devorador de vidas, una rata insignificante cuya alma torturada y desesperada solo tendrá
paz en la soledad de su demencia o en los brazos de su amada, destino de aquellos que
portamos la máscara, pues la demencia es nuestra única salida; no teman hijos míos ser un
maldito, ser un rechazado por dios no es tan malo, pues en la oscuridad aún existe el calor,
el calor de aquellos que son como tú y como yo.
Reina del trono de las espinas ¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué me has traicionado?
¿Acaso no fue suficiente todo lo que te he dado? Te he dado todo, te he dado hasta mi
identidad, te he dado mi maldita inmortalidad y tú osas a despreciarla, tu osas a ir más allá
de las nubes, he querido ser más que aquel quien con sus campanas hace temer a los
corazones y hace retorcer a cada sombra. Soy yo quien hace que la oscuridad misma se
arrodille, soy yo quien camina entre la noche oscura sin temor, pues ella lo ama y él no le
teme, soy yo quien es arrullado por la más profunda negrura, pues no existe mayor vacío
que el de mi negro e inalcanzable corazón.
¡Y tú, con tu cuerpo y sensualidad! ¡Tú, con tu humanidad y fragilidad! !Tú, con tu sonrisa
inocente que cautiva las almas, aquella mirada que roba el aliento y que desquicia, que
sumerge al corazón en la más profunda de las locuras, que lo arrastra a un frenesí de
emoción, me has quitado todo! ¿Por qué amada mía? ¿Por qué me has abandonado por un
bufón? ¿Piensas que podrás divertirte con sus chistes? ¿Piensas que acaso conoce la
inmortalidad?
¡NO, NO, NO, NO, NO, NO LA CONOCE, PRONTO TE DARÁS CUENTA Y ALLÍ ESTARÉ
YO! No te preocupes, no te lastimaré, porque aun tendré heridas y mi máscara estará
sanando, mi traje estará en construcción, mis cascabeles no sonarán y mi circo no tendrá
función… pero pronto, pronto, muy pronto… el telón se alzará.
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¿No creerás tú que olvidaré esta traición, no creerás tú que olvidaré esta ofensa? Pagarás
maldita bruja de los océanos de sangre, tus espinas serán arrancadas y seré yo quien te haga
tragar una por una reviviendo cada dolor, cada recuerdo del ayer como si fuese hoy. No
descansaré hasta verte a mis pies, mataré a cada ser, a cada alma que me niegue tu presencia
pues no aceptaré que nada se interponga en mi camino, tú serás la responsable que este
mundo se enfrente a mi duro juicio. Ya los hombres debían temer, pues era yo quien juzgaba
sus pecados, pero ahora seré yo quien juzgue y castigue sus pecados y no podrás hacer nada,
callaré y solo actuaré y cuando este tras tuyo con mi espada, te abrazaré y recibirás el beso
más dulce que nunca nadie te haya dado, para luego arrebatarte la vida como el ser
miserable que eres.
Diosa inmortal que yace entre los humanos, ¿Crees que siempre podrás ocultarte tras tu
máscara de seducción y fragilidad? Tal vez sedujiste a mi corazón porque no eras capaz de
engañar a mi alma, tal vez me envenenaste con tu cuerpo y me hiciste que te acogiera, que
te deseara, que te volviera parte de mí, pero eso no evitará que te destruya, pues solo así te
podré amar en paz.
¿Y que de las almas frágiles e inocentes? Sí, es verdad ellas no tienen la culpa, ¿Pero qué
puedo hacer yo? ¿Quién cargará con mi dolor? Ya mi público no está, tú mataste a cada
uno de mis bufones, tu crucificaste a mis arlequines, quemaste mis trajes, rompiste mis
máscaras y me has dejado en la nada aquí tendido en el suelo, desangrándome con una
herida casi mortal.
Te felicito… aprendiste bien, sabes cómo herir, sabes cómo matar, pero aun te falta de tu
maestro mucho que aprender, pues la muerte está muy lejos de tu mano, te arrancaré algo
más que la vida y cuando seas como yo, entonces, te amaré y estaremos juntos. Destrozaré
cada rincón de tu vida, así como destrozaste a mi circo, aquel circo multicolor que con cada
estación cambiaba, destrozaré tu vida, así como destrozaste la magia que en él habitaba,
cuando tu trono se alzó en medio de mi última función de amor y liberaste tu venganza sin
compasión.
Tú has odiado a las hadas, no soportas su magia, no soportas su belleza, no soportas su
ingenuidad, ellas son verdaderas, pero tú eres una mentira y es por eso que no aceptabas
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vivir en mi carpa, en mi circo, pues sabes que somos la mentira, aquellos que viven de la
ilusión y que ofrecen esperanza para aquellos que han renunciado a ser humanos. Criatura
lujuriosa te has burlado de mí, tus espinas me han herido, y no hallo como arrancarlas de
mi cuerpo, aun así, dulce placer, que calidez es tu veneno recorriendo por mi cuerpo, casi
puedo sentir como me tocas, casi puedo sentir como me amas, tus labios tocándome
diciéndome que solo soy tuyo y tienes razón, nada más soy tuyo, porque ni las hadas me
pudieron tener.
Muchas veces han venido a mi circo, muchas veces han visto mi espectáculo con horror e
incluso han sido víctima de mis horrores, pero nunca ninguna se había robado mi corazón,
y cuando alguna llega a donde nadie llegó con su cálida luz, tú espinaste mi corazón
¡BRUJA! ¡Maldita seas por tu traición! ¡Maldita seas por tu profanación! ¿Cómo osas a
recordarme que aun soy humano, como osas a recordarme que aun soy aquel triste payaso
que no se supo maquillar, como osas a recordarme que soy un mimo que no sabe
figurar? ¡Tú, bruja, pagarás por tu osadía!
Escúchame bien Luna, su alma será mía y no habrá nada que puedas hacer, soy yo tu más
fiel servidor, pero no intervengas en mi juramento, pues si se ha de romper que sea Cronos
quien dicte mi voluntad, no aceptaré intromisiones.
Pobre criatura, creo que aun brilla, creo que aún tiene luz, me causa lástima saber que tu
veneno la ha alcanzado, ella no debía ser tocada, ella debía estar libre de nuestra traición,
ella no era culpable de nuestra locura, ni de nuestra demencia, tu odio debía ser vertido sin
tocar a las hijas del bosque, ahora mira cómo has ennegrecido su alma. Vil ser, ¡Espero que
estés feliz! Tranquila, su alma sanará, tranquila ella brillará, aun cuando me vaya ella lo
hará, el cristal es eterno y eso por lo que brilla y brillará, tal vez devoraste a las demás
pero a ella no la devorarás.
Tu pueblo arderá como ardió en aquella ciudad, tu pueblo arderá como ardió a manos de la
prostituta, tu pueblo arderá como el fuego de aquel dios que murió a manos del ángel que
ilumina el cielo con su presencia, sus doces hijos estaremos ahí reunidos cuando nos llame
el profeta para una vez darle muerte a tu dios y bailar sobre sus cenizas. No te preocupes,
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dejaremos lo suficiente para que se levante, pues esta batalla deberá ser eterna, pues tu
condena será la derrota eterna y la agonía que nunca termina.
Hoy has separado a mi hijo de mí, no sé dónde está, solo me quedan estas migajas de pan y
no sé si quiera recuperarlo, pero has de temer pues si vuelve a mí, será porque mi magia ha
vuelto a nacer y entonces su sangre será negra, comeré su alma y será por fin un arlequín,
por fin será como Asterion aquel que ni rostro, ni alma tiene, pues nunca tuvo opción.
No me interesa el perdón, solo me interesa la venganza, como una vez solo me interesó para
que tu gente ardiera, para que tu gente, la misma que me devoró en aquella mesa pagara.
Tu osadía diosa de las mil espinas no será olvidada, y aunque estemos juntos deberás temer,
no se cual sea mi futuro, ahorita estoy sangrando más, mi sangre es negra y mi muerte debe
estar cerca, pero no te preocupes eso no es nada, la muerte nunca ha sido problema pues
hay alguien quien me espera… ¡Tristán! Es él quien me levantará, ya Argus está en las
puertas del infierno esperando mi cuerpo herido y maltratado por tus mortales y mentirosas
espinas.
Tu soberbia no será suficiente para acabar con mi función, la función debe continuar, el
gran ASTERION no morirá, y aunque me refugiaré en el infierno eso solo será para
descansar; Tristán ya se ha preparado, aquel Pierrot oscuro ya me ha escuchado llorar y
desea cobrar venganza y solo desea a cambio salir del infierno, infierno que por culpa de tu
dios fue condenado. El sanará mis heridas, el hará que sus hijos tejan una nueva tienda para
mí, el hará que sus hijos confeccionen un nuevo traje y mejor aún… una nueva máscara a la
cual deberás temer, pues esta nunca podrás partir ni apartar de mi rostro, tus labios nunca
tocarán nuevamente mi piel.
¿Demasiado? ¡Demasiado es la herida que tus espinas han dejado en mí, demasiado es el
dolor que mi alma sufre al saber que no estas y que me has traicionado por irte con un
bufóooooooooon! ¡Yo soy el gran ASTERION el gran arlequín, el que nunca tiene rostro, el
señor de la mentira, el señor de los mil rostros, amo de la ilusión, rey de los sueños y la
desilusión y tú has abandonado todo por él! Pide a tu dios que te proteja, pide a tu dios que
limpie mi corazón del odio que en el fondo se acumula y crece, pide a dios que mi mano no
toque tu cuello pues hasta ese día veras la luz del sol, tu inmortalidad será tu castigo, morirás
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a mis manos una y otra vez sin descanso y cada vez que mueras te diré al oído “Te amo”
para que así nunca olvides el significado del verdadero amor, para que así respetes al
hombre que creaste en mí queriendo dar muerte al arlequín, no temas a la máscara, no temas
al arlequín herido, teme al hombre que creaste tras la máscara, al hombre herido tras este
traje desecho.
Nunca debí dejar que fueras más allá de mis ropas, nunca debí dejar que tocases mi piel,
nunca debí dejar que quitaras mi máscara y vieras quien soy, pues en ese momento me
aprisionaste, en ese momento mi magia murió ante ti y quedé condenado a la desgracia,
desgracia que fue sellada con el beso de un amor puro e incondicional a través de la muerte
y el tiempo, amor que hoy haz profanado y amor que habrá de ser vengado.
Ya no me quedan fuerzas, la sangre se escapa por mis heridas, la muerte está cerca, sus hijos
deben estar por llegar para llevarme a las puertas del infierno y entregarme a Argus siempre
pétreo, siempre eterno al servicio de Tristán, no te preocupes, sobreviviré para volver y
sentarme en tu trono mientras te cargo en brazos y solo un milagro te habrá de salvar, solo
un milagro que no está al alcance de tu dios podrá cuidar tu alma frágil… y eso milagro es
el Hada de Cristal.
Ella aún no ha renunciado, ella aún está ahí, ella aún brilla, ella aún me ama, ella aún me
desea, ella aún quiere lo que queda de mí, me teme, me odia, me desprecia, pero aun así me
ama hasta morir. Ella ha decidido venir al infierno, ella me desea cuidar, ella me desea
sanar, ella me desea amar, ella me desea recuperar, aun cuando eso signifique su muerte o
el final de su historia, ella no le teme a Tristán, ella me ama por encima de su temor, ella
me protegerá aunque su poder no iguale al de una diosa que escupe espinas y sangre, ella
me vengará si yo no puedo… pide al destino, pide a las aguas, pide al bosque, pide a Luna,
aquella que fue tu cómplice, pídele al sueño que la vio nacer, a la inocencia pura que tu
amor lujurioso y malicioso han corrupto, que ella no me abandone, pide que ella en verdad
logre enamorarme y borrarte de mi alma, pide que sus canciones me sigan arrullando como
hasta ahora… haciéndome olvidar el dolor, pide que ella no ceda al terror que significa
TRISTAN pues de lo contrario tu destino podría ser algo más allá de la fatalidad.
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Pido al cielo que ella me enamore, pido que en el infierno mi amor se consuma y mientras
mi máscara se construye ella y yo aprendamos a danzar, que sea ella ahora quien en tu
ausencia cante conmigo a la luna y baile, mientras la sangre haga rocío y los inocentes
gritan en aquel circo de horrores y justicia, pide que ella desee acompañarme aun en contra
de su naturaleza y que no desista de lo que Dios considera imposible, pues deseo amarla por
justicia y deseo amarla por temor a lo que yo o peor , ella en su dolor y venganza te pueda
hacer.
Tristán, amigo mío, allá voy, prepara tu circo, dile que he llegado, dile a tus hijos que
necesito de sus cuidados, diles que debo expulsar este veneno, dile que hay una venganza
que preparar, diles que debo aprender a cantar en el silencio la canción de aquellos que
moran en la locura y desilusión, busca tú a mi hijo y tráelo de nuevo, cuida tú a mi hada y
no dejes que le pase nada, yo debo dormir, saldrás del infierno como lo hemos acordados,
déjame descansar en tu refugio, en tu santuario, déjame dormir en los brazos de tu protector
de piedra mientras en sueños me enamoro de mi Hada de Cristal, guardando la esperanza
que su inocencia frágil y moribunda construyan una nueva alma en mi capaz de amar,
déjame descansar creyendo que podrás contenerla y que sus espinas no atravesaran las
puertas de este infierno para reclamarme cuando se dé cuenta que un bufón… no es más que
un bufón y que nunca será ¡ASTERION, el gran arlequín!
Cierra las puertas amigo mío, cierra las puertas Tristán, no la dejes pasar, y no me dejes
salir, coloca a mi Hada de Cristal cerca de mi oído y que cante mientras duermo, que su
canción me arrulle mientras poseído por su veneno trato de correr a sus brazos para cumplir
mi juramento de venganza y amor, deseo que esta sea mi última voluntad, amigo mío cuídala
en mi ausencia, cuida al hada de las espinas envenenadas, protégela de mí y reúne a aquellos
que hayan sobrevivido pues cuando despierte habrá un nuevo circo en la ciudad y espero
que su carpa no sea de color negro… pues entonces cosas terribles pueden que pasen, ahora
es tiempo de dormir… la función pronto continuara”
Y es así, con estas palabras, Argus aquel siempre pétreo, aquel guardián que burlaba
a la muerte y al tiempo cargó entre sus brazos a Asterion, llevándolo a través de las puertas
del infierno mismo donde moraba Tristán, aquel que fue olvidado, aquel que fue condenado,
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y ahí sus hijos lo recibieron con una fiesta y con alegría, pues su muerte significaba su
liberación y pronto ellos verían la luz del sol. Tristán quien inmóvil no decía nada, solo
sonreía expresando su felicidad, pronto sería tiempo de volver, pronto sería tiempo de
torturar, pero ahora, había una máscara que forjar, su hermano, su amigo lo necesitaba, la
magia que el mago le había enseñado no había bastado para protegerlo y hacerlo feliz, la
Diosa lo había destrozado y él se encargaría de traerlo de nuevo a la vida.
Y tal como su hermano lo había suplicado, su hada fue colocada a su lado, a su oído
para que ella pudiese cantar, los hijos de Tristán no entendían que era aquello que Argus
protegía, porque aquella minúscula luz era tan importante para el terrible señor, para el señor
de los infinitos rostros, aun así obedecieron a su padre y los dejaron en soledad a los tres…
era tiempo de descansar.
Tristán se retiró lentamente y desde su forja con dolores y penas de un pasado
tormentoso comenzó a forjar la nueva máscara que su hermano portaría, mientras sus hijos
cerraban las puertas de aquel nefasto lugar dejando ver muy al fondo, muy en su final, al
señor de las mil máscaras, al señor de las mentiras quien ahora permanecía dormido,
descansando en los brazos del guardián pétreo, bajo el arrullo del Hada de Cristal.
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El Primogénito
Yacía con su cabeza recostada del vidrio frío, su piel se encontraba pálida y sus labios
ya no eran rosados sino azules, sus ojos se habían cerrado en un sueño profundo del que
nunca iba a despertar. Su mano inerte daba cuenta de lo que había sucedido, producto de una
espera de aquello que nunca llegó.
Tal vez llevaba horas, parecía que nadie se hubiese percatado. Su habitación se
encontraba a oscuras, tan solo alumbrada por la luz de la luna que débilmente dejaba ver con
su brillo el rostro de la criatura. No tenía más de cinco primaveras, no tenía edad para estar
solo, sin embargo, lo estaba. En la casa reinaba un silencio absoluto, no se escuchaba sonido
alguno más que el de la brisa al pasar recorriendo los pasillos solitarios, la mesa aún
permanecía servida y sobre ella la comida que no fue tocada.
En la cama se podían ver innumerables peluches de felpa y algodón que adornaban la
habitación. Sus formas eran muchas, desde marineros hasta animales vestidos de graciosas y
raras maneras, sin embargo, era el más sencillo de ellos quien permanecía al lado del cuerpo
del niño como arrojado en el último suspiro. Al verlo se podía sentir el aprecio que alguna
vez le habían tenido, todos los otros peluches lucían colores brillantes y pieles limpias, pero
este, se encontraba oscurecido y maltratado por el uso constante que seguramente el niño le
había dado.
Sin duda era el preferido, pues entre los peluches era el único con su nombre escrito
con bolígrafo en su pie y un cascabel colgado con cinta azul en su cuello. Tenía una cara
graciosa y tierna junto con una curiosa expresión. Aun llovía, el reloj marcaba un poco más
de las tres de la madrugada, doce horas habían pasado desde que aquella criatura allí se sentó
y tal vez cuatro, desde la última vez que respiró. La ventana permanecía abierta por lo que la
lluvia entraba empapando la habitación, el rostro del niño y su ropa escurrían pequeñas gotas
delicadas y cristalinas que, por un momento lo hacían parecer seguir esperando aquello que
ansiaba mientras lloraba de desencanto y desamor.
Seguía lloviendo y la casa continuaba sola. Únicamente las sombras habitaban el
lugar murmurando lo ocurrido. Una corriente de aire frío se paseaba entre las esquinas de la
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habitación moviendo papeles y cantando en susurros. Jugaba silenciosa y solitaria entre los
juguetes y los retratos del niño junto a sus padres que se encontraban en lo alto de la repisa
donde solía colocar su lámpara para dormir y no ser devorado por los monstruos.
Conmovida por la imagen la corriente de aire revoloteó entre las cuatro esquinas de
la habitación levantando todo a su paso con energía, algunos papeles salieron por la ventana
mientras que algunos cuadros y retratos se caían y descolgaban de su sitio. Un sonido
metálico susurraba una canción, era suave y apenas perceptible, sin embargo, se podía
escuchar prestando atención. Era el cascabel del muñeco favorito del niño que permanecía
tirado en el suelo a su lado. Este se movía por el viento que lo agitaba con fuerza cual
campanero agita las campanas. Su sonido era débil pues no era de gran tamaño, aun así,
causaba una linda melodía que asemejaba una canción; al ritmo de esa tonada y en medio del
revoloteo de la habitación el amigo de felpa y algodón cobró vida levantándose en sus dos
piernas. Reaccionó con impresión y tristeza al ver la imagen de su niño amado inmóvil y sin
vida. Su cabeza permaneció gacha por unos minutos mientras se sentaba tratando de entender
lo ocurrido, luego de poco tiempo se reincorporó aceptando la tragedia.
Con resignación y dolor caminó a través de la habitación internándose bajo la cama
para buscar su gorro, pues jugando él y su niño lo habían escondido ahí como el tesoro del
pirata. En un momento tal juego le había parecido divertido, ahora solo le causaba tristeza y
dolor, pues ya no tendría con quien conseguir el tesoro y ya no tenía valor.
Sacudiéndose el polvo y ajustando su sombrero caminó a través de la casa
sumergiéndose entre las sombras y mirando melancólicamente a su alrededor.
No pudo evitar sentirse molesto y adolorido, con energía arrojaba su sombrero y lo
pateaba lo más lejos que podía para luego correr tras él, pues no quería perderlo, su niño se
lo había hecho de fieltro como regalo de navidad. Pasó aproximadamente media hora y el
peluche se encontraba ahora al lado de su amo tratando de negarse a sí mismo lo que había
pasado, aunque bien lo entendía, no deseaba aceptarlo y por el contrario le halaba
enérgicamente su pantalón con la idea ingenua de que tan solo dormía y que así despertaría
como en otras ocasiones. Halaba y halaba, sin embargo, su amo no despertaba, era un sueño
profundo, era el sueño del nunca acabar. Con su corazón de algodón desquebrajado rompió
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en llanto, sus lágrimas corrían por su cara secándose en pocos instantes por ser precisamente
de algodón y aquellas que no lo hacían, las secaba el mismo con un pañuelo diminuto que el
niño le había hecho para cuando jugaban a los duelos, incluso le había puesto unos pequeños
guantes de seda blanca para poder dar los respectivos bofetones.
La triste criatura lloraba sentada al lado de su amo con tristeza y resignación
preguntándose que podía hacer para remediar aquella terrible y penosa situación. Por un largo
tiempo no encontró respuesta hasta que se acordó del cascabel que guindaba de su cuello,
aquel que le había regalado el niño en su primer año de estar juntos, aquel que le despertó y
le dio vida como por acto de alguna magia misteriosa. El muñeco sabía que tenía vida gracias
al cascabel y que de perderlo sus días de moverse libremente terminarían. No obstante, pensó
que, así como había funcionado con él podría funcionar con su amo. Renunciaría a su vida
para devolvérsela al niño y aunque triste de que ya no podría estar con él llegó a la conclusión
que sería lo mejor. Fue de esa manera que con un gran esfuerzo se trepó a través del pantalón
llegando hasta su camisa y de ahí hasta su cuello, desató el tan preciado cascabel lo que
requirió gran habilidad y paciencia de su parte tomando en cuenta que no tenía dedos, y luego
con sumo cuidado lo colocó alrededor del cuello de su amo atándolo con un lazo firme.
Lentamente se bajó hasta sus piernas en donde con un salto lo golpeó haciéndolo sonar y
esperó, primero unos segundos, pero no funcionó, luego unos minutos y no funcionó, así que
lo intentó de nuevo y de nuevo… Pasaron minutos y nada ocurrió, el muñeco se entristeció
acostándose en las piernas del niño y llorando desesperadamente. Su triste llanto apenas se
escuchaba, era como un débil respiro, algo que no era de extrañar por su tamaño y por ser de
algodón. Su actitud era la de un niño, parecía llorar a un hermano sin entender lo que pasa de
manera racional, pero si de una manera espiritual.
Al final, el muñeco de felpa y algodón se quedó tendido en las piernas de su amo
entonando una canción, no sabía dónde o como la había aprendido, no obstante, igual la
cantó. Desde el otro lado de la puerta se escuchó una canción en respuesta que no era la del
muñeco, esta era alegre y animada, sonaba como la de una feria y lo sabía pues creía
recordarla de cuando no tenía vida, de aquel momento en que el niño lo abrazó por vez
primera cuando lo ganó en uno de los juegos. La expresión del muñeco rápidamente cambió
a una de asombro y de gozo. No entendía lo que sentía y no sabía por qué, sin embargo,
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rápidamente se bajó y con sus torpes pasos corrió hacia la puerta y lentamente esta se abrió
y detrás de ella una mano larga y delgada con dedos como dagas se mostró. Una figura
esquelética de traje de colores y zapatos largos de punta enrollada entró, debía medir como
dos metros y medio y apenas cabía en la habitación, su rostro era de marfil y como única
expresión una sonrisa perpetua. Tenía un gorro largo de colas de colores con cascabeles en
las puntas.
El extraño personaje entró agachando su cabeza por debajo del marco y se colocó a
la altura del amigo de felpa recogiéndolo entre sus manos. Con curiosa expresión lo miró y
sin mediar palabra alguna como si ambos leyesen el pensamiento del otro entendió. El
muñeco apuntó con su mano en dirección del niño y el visitante con la cabeza asintió
haciendo sonar sus cascabeles. Se acercó al niño colocando a su amigo en sus piernas y
mientras lo veía con su gran sonrisa y curiosa expresión extendió uno de sus dedos largos y
afilados y golpeando el cascabel en el cuello del niño exclamo:
- ¡Despierta! -
Como por arte de magia el niño despertó. Abriendo sus ojos miró extrañado y
confundido a su amigo de felpa quien emocionado lo abrazó lleno de alegría y amor. El niño
no entendía lo que sucedía, sin embargo, respondió con igual cariño y luego de unos instantes
de acomodarle la ropa y el sombrero le preguntó lo que había sucedido. El muñeco no habló,
simplemente siguiendo el sonido señaló hacia la ventana sin saber una razón, ambos se
asomaron y entonces vieron un sendero de blanca nieve que se había formado.
El niño observó el sendero con curiosidad y a la distancia vio una figura peculiar,
delgada, alta y de colores con un gorro llamativo lleno de cascabeles. El muñeco con emoción
haló de su camisa señalando a la visión, para luego bajarse y halarlo ahora del pantalón,
corriendo enérgicamente hasta la puerta y deteniéndose en espera de su amo. La criatura se
encontraba algo extrañada, sin embargo, tanta emoción por parte de su amigo lo hizo olvidar
todo y tan solo enfocarse en seguir el sendero.
Y así, llevados por la alegría, el niño y el muñeco sujetos de manos caminaron a través
del blanco camino siguiendo a la extraña visión que más que miedo les causaba curiosidad y
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emoción. Mientras caminaban curiosas figuras se asomaban desde los balcones de las casas,
ojos brillantes, cuerpos de algodón y muecas sonrientes señalaban al niño y a su compañero.
Eran los muñecos de otros niños que, desde las ventanas, alegres y emocionados,
saludaban al niño y a su compañero. El peluche al verlos entusiasmado los llamó haciendo
señas con su pata, los muñecos gustosos aceptaron y poco a poco fueron bajando; algunos se
lanzaban desde las ventanas rebotando contra el piso, mientras otros se trepaban o bajaban
torpemente por las escaleras, todos corrían enérgicos a la reunión. El compañero del niño a
medida que se encontraba con ellos se alegraba más, saltaba y sonreía como quien se
encuentra con un familiar, los muñecos respondían igual, incluso lo levantaron entre todos
arrojándolo al aire varias veces. El niño se sentía fascinado por aquella curiosa escena de
muñecos de algodón jugando y cantando a su alrededor, encantando a su alma inocente quien
había soñado innumerables noches con compañía para él y su amigo.
Los muñecos eran de todos los tamaños y de todas formas y colores, eran cientos o
tal vez miles, había osos, elefantes, jirafas, marineros, todos llevaban trajes curiosos, juguetes
y artefactos. Algunos vestían lindos vestidos hechos por sus dueños, mientras otros llevaban
cadenas, collares y pulseras, los que pertenecían a los niños más pequeños mostraban con
orgullo sus marcas hechas con marcador como símbolo de honor y aquellos más antiguos
eran venerados por el tiempo de servicio a sus amos.
Un río gigantesco de compañeros fieles se formó acompañando al niño en su
peregrinación, nadie prestó atención a donde se dirigían y más bien se dedicaron al juego, a
contar historias y a cantar. El niño en su paseo habló con numerosos muñecos, cada uno le
contó sobre su amo y señor, algunos hablaban de sus juegos mientras otros mostraban los
regalos que les habían hecho con tanto amor.
Así transcurrieron las horas y los minutos, y en medio de los juegos y los cantos
llegaron por fin al destino incierto que perseguían, aquel sitio de donde debía haber venido
la curiosa figura que seguían. Frente a ellos una carpa blanca de enorme tamaño se levantaba,
a su alrededor gigantes faros con luces de color alumbraban el cielo nocturno llenando los
espíritus de los espectadores de emoción. Aunque no había una sola alma, numerosas risas y
carcajadas se escuchaban desde adentro de la carpa, los ruidos de los animales y la música
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de la orquesta resultaban grandiosos y atractivos. Debía ser un gran espectáculo, el niño
escuchaba con atención y su emoción crecía. Deseaba entrar, sin embargo, no tenía boleto y
eso lo entristecía.
No obstante, cuando su sueño se desvanecía, su amigo de felpa haló su pantalón, el
niño con sus ojos empañados lo vio y entonces el muñeco señaló una pancarta a su lado.
Pegada en la caseta de los boletos decía en grandes letras y color:
“Hoy función gratis para niños y peluches”
Corriendo desaforadamente como poseídos por el frenesí el niño y los peluches
entraron en la carpa de blanco algodón, encontraron para su sorpresa que adentro no había
función. Se vieron desanimados por esto hasta que alguno de los peluches sugirió que pronto
debería comenzar. Así cada uno se sentó en las gradas. El niño y el peluche se colocaron en
la primera fila querían ver lo más cerca posible el espectáculo. Durante largo rato hubo una
espera, sin embargo, nadie se aburrió pues vendedores de golosinas llenaron el sitio haciendo
alarde de sus ricos dulces de colores, gritaban ofreciéndolos gratis, en especial al niño, se
entretuvieron escuchando música de la orquesta conformada por osos pandas gigantes,
vestidos de carnaval que sabían tocar todos los instrumentos, incluso el trombón.
Todos escucharon felices y rieron durante su larga espera al inicio del acto. De repente
todo se calló, los tambores retumbaron y comenzó la función.
De una nube de humo apareció, el arlequín, el mismo que el niño había visto en otra
ocasión. Era alto y delgado como una vara, sus brazos llegaban al suelo y sus pies largos
terminando en punta, su traje era de colores y brillaba con las luces como un espejo, en su
cabeza llevaba un gorro de 6 colas cada una con un cascabel y en su rostro portaba una
máscara blanca que solo dejaba ver unos ojos agudos y una sonrisa perenne.
- ¡Bienvenidos! - Exclamó, mientras miraba al niño - Esta noche tenemos una gran función
con un invitado de honor, déjenme presentarme, soy Asterion el gran maestro del circo,
espero que disfruten la función y ahora sin más retraso ¡Que comience la función!
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Como invocados por sus palabras cientos de acróbatas y malabaristas aparecieron
realizando piruetas de gran asombro, aros de fuego, hombres voladores, tan solo fueron
algunas de las atracciones; el espectáculo era algo sin igual, nada se le podía comparar, tal
vez en un inicio podría semejar al de otros circos, pero a medida que avanzaba todo cambiaba
y maravillaba convirtiéndose en algo irreal. Animales de dos cabezas e incluso un dragón,
que fascinante resultaba la función. Así continuó, el tiempo transcurría y nada importaba ya,
cualquier tristeza quedaba olvidada.
El niño y su amigo se divertían, reían a carcajadas mientras exclamaban:
- ¡Que espectáculo tan maravilloso! - Con sus ojos veían cosas que ni en sus sueños
imaginarían y fue en el último acto que ocurrió, donde una vez más el arlequín apareció y
con voz estruendosa exclamó cuando ya todos pensaron que sería la despedida:
-Espero que hayan disfrutado y que sus ojos se hayan maravillado, sin embargo, aún no
digan adiós pues hoy les tengo una función especial, algo traído para esta ocasión para
deleitar a nuestro invitado de honor.
Con esas palabras el arlequín se aproximó al niño quien sorprendido lo miró,
acercándose como para un secreto y en voz baja el arlequín le susurró:
- ¡Ven conmigo criatura, es hora de tu aventura, no temas, nada pasará e incluso
seguramente te divertirás, para este espectáculo te necesito!
Como poseído por el encanto y la emoción el niño la mano del arlequín sujetó, alegres
caminaron hasta el escenario en donde en medio de las luces al público saludaron. El arlequín
sonriente lo miró y colocando su mano sobre la cabeza del niño le dijo en voz alta con gran
emoción:
-Cierra tus ojos y piensa por favor, en dos personas que ocupen tu corazón y te aseguro que
cuando abras tus ojos te sorprenderás.
La criatura no puso oposición a la petición, todo el público sabía lo que ahí pasaría y
aunque con frecuencia no ocurría, no era raro en sus vidas, porque cómplices habían sido en
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otra ocasión. El arlequín sonrió y de su manga sacó un pañuelo de rojo color que por el aire
extendió, de pequeño a grande pasó y en una sábana se convirtió cubriendo el aire que bajo
de él se solidificó.
- ¡Abre tus ojos niño mío, deseo que veas lo que viento te ha traído!
La criatura inocente sus ojos abrió y frente a él esta gran tela roja encontró, el arlequín
le sonrió y rápidamente con sus manos la haló dejando ver lo que según sus palabras el viento
había traído. Suspendido por cadenas encima de una caja de acero se encontraba el padre del
niño amordazado quien veía callado el espectáculo de horror, a su lado en una caja de negra
madera y algo astillada estaba la madre quien lloraba aterrada y desesperada pues no tenía
idea de lo que pasaba.
El niño no supo en que forma reaccionar, la macabra imagen lo logró perturbar. De
la mano soltó a su amigo de felpa y algodón, quien como un cómplice se acercó al lado del
sonriente anfitrión quien en su hombro lo colocó.
- ¡No temas! Niño mío, este espectáculo está por comenzar, míralo como un juego en el que
vas a ganar sin importar como valla a terminar- Exclamó el arlequín.
El niño temeroso logró hablar y casi en susurro le preguntó:
- ¿Cómo se llama el juego?
El arlequín de alegría gritó y en voz alta exclamó, levantando en su mano afilada una
espada que previamente afiló:
- ¡EL JUICIO! Ahora con la aprobación de mi invitado de honor déjenme explicar este juego,
las reglas son fáciles, no hay por qué temer, excepto por perder sus vidas déjenme hacerles
saber, yo haré cinco preguntas y ustedes cinco respuestas y es mejor que no me mientan pues
cada vez que suceda le daré a mi imaginación rienda suelta…ahora criatura ¿Quieres ser
tú quien haga la primera pregunta?”
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La criatura miraba paralizada la imagen del arlequín con la espada, lentamente a su
madre se acercaba quien lloraba de forma desesperada. Triste el destino que le esperaba y
más vale que bien jugara pues el anfitrión no bromeaba por curioso que resultara. Así el
arlequín se colocó sosteniendo la espada en extremo afilada, mientras a la madre callaba y
luego que hizo silencio al niño preguntó:
- ¿Dime criatura, entonces preguntas tú o pregunto yo? ¡Ya se! Déjame preguntar primero
yo, tal vez de esa manera les des rienda suelta a tu imaginación…
Y con aquellas palabras se colocó al lado de la madre del niño, empuñando la filosa
espada que pronto causaría dolor con gran premeditación.
- ¿Si yo le dijese que es culpable de traición y de causarle a alguien daño en el corazón, que
diría usted ante tal acusación?
Desesperada y consumida por el miedo la mujer en un principio no respondió,
entonces en llanto gritó:
- ¡No sé a qué te refieres, a nadie daño yo, eres un monstruo libérame por favor!
El arlequín atento escuchó y luego decepcionado y complacido la espada blanca
clavó, la mujer gritó de dolor y el arlequín disfrutó con gran perversión. La sangre roja salpicó
bañando al niño, nadie hablaba ni cantaba, solo el silencio reinaba con excepción de los gritos
de dolor.
- ¡Creo que no he hablado claro, que pena siento yo, espero que no sea por su terca intención
de mentirle al público como lo hizo con este niño! ¿Acaso piensa que puede engañarme, a
mi quien desde su cama la arrastró en medio de gritos y horror? No quiero verme en la
placentera obligación de seguir mutilando su cuerpo ¡Por favor! Ahora responda a mi
pregunta, ¿Ha lastimado a alguien quien la quiera con el corazón? Y más vale que no
responda nadie ¡PUES SU HIJO YA UNA VEZ LA ESCUCHÓ Y DE HACERLO DE NUEVO
LE JURO YO QUE SU LENGUA EN MI DESAYUNO TENDRAN LOS CUERVOS,
TENGALO POR SEGURO!
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La mujer aterrorizada no respondió y por el contrario solo gritó, en algún momento
conciencia tomó al ver a su hijo asustado con ojos de horror. Su mente cegada por el dolor
parecía haber deslumbrado el misterio y fue entonces cuando recordó las innumerables veces
que solo lo dejó.
El arlequín fascinado la miraba en la espera de aquella respuesta que anhelaba, sabía
que no tardaría mucho en encontrar la respuesta al pecado del cual era acusada. Sin embargo,
no era su intención sanar aquella maltratada relación.
-Hijo mío perdóname, nunca quise abandonarte, si tan solo hubiese sabido lo que en tus ojos
el llanto había recorrido jamás me hubiese perdido entre el trabajo y los deberes del mundo
de acero frío.
Con molestia el arlequín la miró y clavando otra espada en su cuerpo gritó:
- ¡NO ES SUFICIENTE, PIDE PERDON, AUN NO ESCUCHO TU VOZ!
La mujer gritaba de dolor mientras exclamaba con grandes gritos:
- ¡PERDONAME HIJO POR FAVOR!
El arlequín furioso seguía perforando su cuerpo, una tras otras las clavaba y por nada
se demoraba, con cada filosa espada la mujer lloraba y suplicaba la redención de su terrible
pecado de desamor; gritos, gritos, gritos y más gritos se escucharon hasta que el grito más
agudo a los anteriores opacó, sumergiendo a todos en el más profundo de los silencios, era el
niño quien con temor había gritado en su desesperación.
Todos guardaron silencio con gran asombro, nadie entendió lo que sucedió ¿Qué le
pasaba al niño? El arlequín y la madre callaron, el guardó su sadismo y ella su dolor, su padre
colgado miraba y el público puso atención al niño quien con cabeza gacha en susurro
exclamó:
- ¡Mentirosa!
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Pasaron unos segundos después de dicha exclamación, y entonces un grito
estruendoso por parte del arlequín se escuchó:
-Es hora de su muerte, ya lo escuchó, no se sienta inocente pues culpable es usted, para eso
le mostraré las memorias del niño sufrido que creo usted.
El arlequín con malicia le mostró a la madre embustera el horror que significaba vivir
la vida de sufrimiento y dolor que aquella criatura vivió. En su mente veía cada recuerdo del
niño, los momentos oscuros en que por culpa de ella él vivió, infinitas noches de horror
solitario con su temor sin la mano protectora de quien lo engendró, mientras ella vivía su
propio horror de frivolidades banales sin valor.
Al terminar de mostrarle cada recuerdo el arlequín retiró su mano aguda de su rostro
y con gran emoción exclamo:
- ¡Que suelten la guillotina por favor!
Desde cielo desconocido cayó una gigantesca hojilla que la picó en dos mitades iguales que
sangre desparramó, bañando al niño y al público, quien sorprendidos exclamaron mientras la
criatura en silencio permaneció.
Sorpresivamente el público ovacionó con gran emoción el sangriento espectáculo, los
peluches aplaudían con gran emoción la lluvia roja de aquel acto de horror. Y el arlequín
satisfecho al niño abrazó y rodeándolo con su brazo a su oído exclamó:
-Bien hecho mi niño sabia decisión, ahora sigue tu padre, tan solo queda uno ya no dos.
El arlequín saltando se acercó, al padre quien colgaba de los pies sobre una caja del
terror, llena de lo que parecía ser recuerdos afilados de fotos de cientos de momentos felices
olvidados y tomando una palanca exclamó:
-Continuemos con el juego, a continuación, el juego de la caja del horror. Las reglas son la
mismas con la excepción de que por cada vez que mientas presionaré yo, esta palanca que
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te bajará hasta la muerte final, te aseguro que indolora no será pues el vidrio tarda en
desfigurar, ahora comencemos a preguntar. Dime mi niño: ¿Quieres empezar?
El arlequín sonrió observando al niño con emoción esperando su aprobación para
continuar su espectáculo de horror, sin embargo, este no lo miró y con su cabeza gacha
continuó inmóvil y callado ante la situación; así que el arlequín asumió que podía comenzar
y gritó:
-No te preguntaré por primera vez, asumiré que fallarás pues en vez de cinco tendrá solo
cuatro a fallar, más vale que pienses bien pues me muero por halar la palanca que por fin
te arrojará a la tortura final.
Así con perversa intención, haló la palanca con emoción. El hombre gritó asustado
pensado que al vacío había sido arrojado, sin embargo, su cuerpo se detuvo y sobre la caja
quedó, balanceándose de un lado a otro por lo que el arlequín se rió.
-Dime mi niño ¿Será que lo arrojo? - El arlequín preguntó y al no conseguir respuesta
entonces exclamó:
- ¡Perfecto! Me encanta nuestra comunicación, enseguida lo arrojo a los recuerdos rotos de
falso amor, complacido estoy.
El arlequín la palanca haló y el cuerpo del padre descendió y cuando casi el vidrio
tocó hubo un grito estremecedor:
- ¡DETENTE POR FAVOR! No lo hagas te lo suplico… si lo arrojas a la caja solo quedaré
yo, no es que haya diferencia en lo que ya tengo, sin embargo, no deseo más horror, el ya
aprendió la lección o eso deseo pensar yo.
El arlequín sumamente sorprendido lo miró y con una expresión de asombro se acercó
inclinándose hasta quedar a la altura de la perturbada criatura.
- ¿Acaso mi espectáculo no te gustó, pensé que te divertías que de malo hice yo?
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El niño apenas con expresión y algo de temor, que claramente no era por el arlequín
sino por la ocasión, sosteniendo entre brazos a su amigo de algodón de manera temblorosa
exclamó:
- ¡Si me ha gustado tu espectáculo y te pido perdón por no dejarte culminar tu función, y
aunque seguro estoy de que tu público lo desea, no creo que mi alma pueda resistir el horror
de otra muerte atroz, no es que no aprecie tu arte pero no me exijas más pues soy tan solo
un niño incapaz, a diferencia de ti que eres el arlequín yo aún tengo una conciencia por la
cual me puedo arrepentir, no es que sienta orgullo de tal cosa o defecto, por el contrario sé
que pronto estaré en el arrepentimiento, pues aunque esperanza tenga eso no lo hará
realidad y al regresar a casa todo igual o peor continuará.
El arlequín con una cara triste lo observó, su mano larga y aguda el extendió encima
de la cabeza del pequeño niño.
-Está bien criatura mía, así lo haré, todo lo que aquí se ha hecho ha sido por tu bien, si tu
deseo es que él viva así yo lo haré y en paz lo dejaré ¡Han escuchado al niño, márchense de
una vez, esta función ya ha culminado ya no hay nada que ver!
En las afueras del circo los peluches se reunieron en círculo, en cuyo centro el niño
de la mano de su padre tomaba y frente a él, el arlequín que los observaba. Era la despedida
y el adiós, la culminación de la función, había quedado incompleta en acción, sin embargo,
el niño y el padre habían aprendido la lección.
-Supongo que es la despedida criatura mía, nunca olvides a este circo te pido yo, ha sido un
placer servirte a ti, espero que hayas disfrutado lo que hice yo.
El niño observó al arlequín y por primera vez desde que comenzó la función el niño
le sonrió, su expresión era amable algo que salía desde el corazón, el arlequín se sonrió y
enseguida entendió, el niño le agradecía por la función y no le guardaba rencor.
- ¡Gracias por lo que has hecho yo te doy! No espero que nadie entienda lo que ocurrió hoy,
no te sientas mal por mi reacción. Nunca olvidaré este circo y lo que he visto yo, solo te pido
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antes de irme que por favor quédate con mi amigo de felpa y algodón, no deseo que él sufra
lo mismo que yo en esta vida oscura que está por venir, sé que lo cuidarás y lo harás feliz.
El arlequín sonrió y con su mano aguda al amigo de felpa él recogió, lo colocó en su
hombro y el cascabel desató y colocándolo en la mano del niño exclamó:
-Así cumpliré tu deseo como siempre ha sido mi función, ten este cascabel para que nunca
nos olvides, aunque no deseo lo que sigue, es hora de partir.
Y con estas palabras el niño regresó de la mano de su padre por el sendero de blanco
color, en la lejanía los peluches y el arlequín se despedían con amor, amor de quien despide
a alguien familiar que por desgracia se marchó.
Así caminaron por el sendero y llegaron a su habitación, el sol salió por el horizonte
y la noche terminó, el padre miraba el amanecer en el balcón mientras que sostenía con amor
al niño que en la noche había sido el invitado de honor.
En alguna noche que siguió, cuyo tiempo no se definir, el niño inocente se acercó. Su
padre dormía en paz, en su cama de suave algodón, tenía una expresión placida y el niño
quien lo observaba sosteniendo el cascabel de forma sonriente exclamó:
- ¡Que continué la función!