Post on 14-Apr-2020
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El asentamiento de inmigrantes extranjeros en el medio rural de
Castilla y León: pautas territoriales y lógicas sociales.1
Rosario Sampedro Gallego
Universidad de Valladolid
sampedro@soc.uva.es
Resumen: Este texto analiza el asentamiento de población extranjera en diferentes tipos
de municipios no urbanos en Castilla y León, una de las comunidades autónomas más
rurales de España, y que con más intensidad sufre los efectos de la despoblación. Se
tratan también los efectos que la actual crisis económica está teniendo en diferentes
grupos nacionales de inmigrantes extranjeros. El análisis muestra que la capacidad de
las áreas rurales para retener a la población extranjera depende tanto de las
características de los municipios como de los propios inmigrantes, y que los efectos
diferenciales de la crisis podrían ser un indicador de la integración de los diferentes
colectivos de inmigrantes en las comunidades locales.
Palabras clave: Castilla y León, inmigración extranjera, medio rural, crisis económica.
Introducción.
El asentamiento de inmigrantes extranjeros en el medio rural a lo largo de las
dos últimas décadas es sin duda uno de los procesos que más ha transformado el paisaje
social de muchos pueblos españoles. Es también uno de los que más atención ha
merecido por parte de investigadores y estudiosos de las dinámicas sociales vinculadas
al medio rural en las sociedades posindustriales.
El estudio de las lógicas económicas, sociales y territoriales de este fenómeno se ha
asociado de forma casi automática a la cuestión de cómo y hasta qué punto estos nuevos
pobladores podían detener o incluso revertir el declive demográfico de muchas áreas
rurales que parecían avocadas a la desaparición. Hasta qué punto y de qué forma la
inmigración extranjera podía revitalizar un tejido social roto por el envejecimiento, la
masculinización y la falta de oportunidades vitales y laborales atractivas para la
población autóctona. Todas estas inquietudes se proyectan con especial intensidad
1 Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación VA005A10-1, sobre “La integración social de
los inmigrantes en Castilla y León”, concedido por la Junta de Castilla y León para el trienio 2010-2012 y
dirigido por el profesor D. Francisco Javier Matia Portilla.
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cuando hablamos de contextos territoriales en que los que la inmigración extranjera se
ha visto como la última oportunidad para conjurar un declive demográfico y social
irreversible, es decir en las comunidades autónomas menos dinámicas en términos
demográficos y territoriales –las del nordeste e interior peninsular- y en aquéllos
núcleos rurales que han quedado al margen de los nuevos flujos de población entre el
campo y la ciudad propios de las sociedades posindustriales.
En realidad, y a pesar los numerosos estudios ya realizados, todavía no sabemos lo
suficiente sobre el efecto que la presencia de estos nuevos residentes pueda tener a largo
plazo en los núcleos rurales, ni sobre las lógicas económicas y sociales que subyacen a
sus estrategias migratorias, o sobre las pautas de movilidad rural-urbana que presentan.
Sabemos que el asentamiento de población extranjera en España sigue la misma pauta
temporal y geográfica en núcleos rurales y urbanos, incrementándose notablemente en
la primera década de este siglo y afectando de forma primera y más intensa a las
comunidades autónomas del litoral mediterráneo, a las insulares y a la Comunidad de
Madrid, siendo el proceso más lento y menos intenso en el resto de las comunidades
autónomas del interior y del noroeste peninsular (Roquer y Blay, 2008). Algunos
estudios apuntan a que nos encontramos ante un proceso de carácter esencialmente
urbano –urbanos son los puntos de entrada y los destinos fundamentales de los nuevos
residentes extranjeros- y a que las estrategias de movilidad de la población inmigrante
se caracterizan por una desvinculación progresiva de la residencia rural y de los sectores
económicos más vinculados al medio rural (Pumares, García y Asensio, 2006; Miguélez
et al., 2011; Camarero, Sampedro y Oliva, 2013). La desagrarización y la
desruralización serían, como apuntan otros estudios de tipo cualitativo, intrínsecos al
deseo de movilidad y progreso social que caracterizan el proyecto migratorio (Pedone,
2005). En cierto sentido, el medio rural, aun ofreciendo oportunidades laborales a
muchos inmigrantes extranjeros en un primer momento, no dejaría de ser una “estación
de paso” para ellos. Todo ello no es óbice para que muchos pueblos hayan visto
detenido su declive demográfico gracias a la inmigración extranjera (Collantes et al.,
2010). Buscando los elementos que pudieran vincularse al arraigo de los inmigrantes al
medio rural, se ha apuntado también la importancia que puede tener la situación
familiar, y en ese sentido el papel que pueden jugar las diferentes estrategias familiares
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de migración que presentan los distintos colectivos de inmigrantes, según sus orígenes
geográficos (Camarero y García, 2004; Camarero, 2010).
En relación al impacto demográfico que pudiera tener la inmigración extranjera en las
áreas rurales, algunos estudios apuntan cómo la recuperación demográfica que implica
una población joven y activa, puede ir unida, paradójicamente, y debido al carácter
selectivo de estos procesos migratorios en cuanto a sus protagonistas y sus estrategias
de asentamiento territorial, a una acentuación de desequilibrios demográficos previos,
como es una mayor masculinización de las áreas rurales, o una mayor distancia entre
los núcleos rurales mayores y más dinámicos y aquéllos pequeños y más periféricos
(Camarero et al., 2009). La capacidad de los distintos tipos de núcleos urbanos para
retener a estos nuevos pobladores a largo plazo aparece así como una cuestión
importante. A todos estos interrogantes se suman ahora los efectos que la crisis
económica global que estalla en el año 2007 puede tener, no solo por la paralización o
reversión de los flujos migratorios sino por el posible cambio en las pautas de
asentamiento y movilidad.
Este texto presenta un análisis de las pautas de asentamiento territorial de inmigrantes
extranjeros en el medio rural de Castilla y León, basado en datos del Padrón Municipal
de Habitantes, teniendo en cuenta diferentes tipos de asentamientos rurales y diferentes
colectivos de inmigrantes según su procedencia geográfica, y prestando especial
atención a la evolución observada desde el año 2007, último año del ciclo de bonanza
económica que vive España en el comienzo del nuevo siglo, hasta el año 2012, último
para el que disponemos de datos padronales detallados. Los datos se refieren a
población “nacida en el extranjero”, y no a población “extranjera”, para que el análisis
no esté distorsionado por la gran cantidad de personas que han adquirido en estos años
la nacionalidad española, fundamentalmente inmigrantes de origen latinoamericano.
Esta opción tiene el inconveniente menor –por su escaso número- de estar incluyendo a
los hijos de españoles nacidos en el extranjero, y de estar infravalorando la repercusión
demográfica de la inmigración extranjera al no tener en cuenta a los hijos de
inmigrantes, nacidos ya en España.
La clasificación de municipios utilizada combina el tamaño de población con las
relaciones espaciales y funcionales que tienen los municipios con los centros urbanos –
distinguiendo entre municipios periurbanos y municipios en área de influencia urbana-,
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así como el tipo de centros urbanos –distinguiendo entre las capitales de las nueve
provincias que forman la comunidad autónoma, y el resto de las ciudades, éstas últimas
siempre mayores de 10.000 habitantes. En cuanto a los municipios no urbanos que son
centros comarcales, distinguimos entre centros comarcales de primer orden, mayores
de 5.000 habitantes; centros comarcales de segundo orden, mayores de 2.000
habitantes, y centros comarcales de tercer orden, mayores de 1.000 habitantes. Los
municipios menores de 1.000 habitantes que no son periurbanos o no están en un área
de influencia urbana, se denominan simplemente rurales, y podrían ser identificados
con lo que en ocasiones se denomina el rural profundo. Aunque hay una elevada
correlación entre el carácter funcional de un municipio rural y su tamaño de población,
esta tipología puede reflejar más adecuadamente las lógicas de asentamiento territorial
de la población inmigrante en entornos no urbanos, en el contexto de una comunidad
como Castilla y León (CESCyL, 2012).
El objetivo de este texto es analizar la distribución y las pautas de asentamiento de la
población inmigrante en los distintos tipos de municipio; las diferencias observables
entre distintos grupos de inmigrantes según su procedencia geográfica; la capacidad de
retención de la población inmigrante de estos distintos tipos de asentamiento tras el
inicio de la crisis económica, y las consecuencias que de todo ello pudieran
desprenderse en relación con el equilibrio demográfico de los distintos núcleos rurales y
el arraigo de estas poblaciones.
Inmigración extranjera y medio rural: el impacto de la ola migratoria en una
comunidad autónoma interior, rural y en declive demográfico.
El espectacular crecimiento de la inmigración en nuestro país desde el comienzo
del nuevo siglo tiene un carácter esencialmente urbano, ya que son los núcleos urbanos
los que concentran mayor proporción de población extranjera y en los que este
crecimiento ha sido más intenso. Según datos de la ENI, del año 2007, son urbanos
también los municipios de entrada de los inmigrantes, ya que algo más del 65% tuvo
como primer municipio de residencia uno mayor de 50.000 habitantes, y solo un 11.7%
uno de menos de 10.000. Es cierto que se produce una cierta ruralización posterior (ya
que el municipio de residencia en el momento de realización de la encuesta era mayor
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de 50.000 habitantes en un 57,7 de los casos y menor de 10.000 habitantes en un
13,5%), pero las pautas de asentamiento siguen siendo fundamentalmente urbanas
(Camarero, Sampedro y Oliva, 2011).
Esto tiene bastante lógica si consideramos que nos encontramos ante una migración
fundamentalmente laboral que se dirige a los mercados de trabajo más dinámicos.
También son los entornos urbanos donde se manifiestan con mayor intensidad los
procesos socio-demográficos que están en la base del boom migratorio: un periodo de
intenso crecimiento económico, con desarrollo de sectores muy intensivos en mano de
obra, y que coincide con la llegada a la edad activa de generaciones autóctonas muy
reducidas y con un nivel formativo elevado que convierte a esos sectores y esos empleos
en poco atractivos para la mano de obra nacional (Cachón, 2002). Con todo no hay que
olvidar que el medio rural se ve afectado muy tempranamente por estos flujos
migratorios, sobre todo por el papel que la expansiva agricultura intensiva de frutas y
hortalizas en fresco del litoral mediterráneo, las islas y el Valle del Ebro juega al
emplear grandes cantidades de mano de obra jornalera de origen extranjero entre
mediados de los años ochenta y mediados de los años noventa (Pedreño, 1999; Pedreño
y Riquelme, 2006). Solo hace falta recordar que son los denominados “sucesos de El
Ejido” en el año 2000 los que marcan un antes y un después en la percepción social de
la inmigración en nuestro país, y los que alertan del peligro de la xenofobia cuando
inmigrantes y autóctonos más que convivir, coexisten en un territorio (Castellanos y
Pedreño, 2001; Cachón, 2006 y 2009).
La presencia de inmigrantes extranjeros en el medio rural y en las grandes ciudades
responde a la misma lógica territorial: son las comunidades autónomas donde radican
las mayores aglomeraciones urbanas –Madrid, Barcelona, Valencia- y en general las del
arco mediterráneo y las insulares, las que presentan un mayor y más temprana presencia
de inmigración extranjera. Son también las que presentan un mayor dinamismo
económico vinculado al auge de la construcción, el turismo, y la agricultura intensiva,
así como una mayor demanda de personal doméstico por parte de familias en las que las
mujeres ya no pueden o no quieren asumir el cuidado de las personas dependientes.
A medida que avanza el nuevo siglo, sin embargo, la presencia de inmigrantes
extranjeros va haciéndose cada vez mayor en las ciudades y pueblos de las comunidades
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autónomas del interior y el norte peninsular, en una especie de, al menos aparente,
efecto de desbordamiento o difusión desde las áreas más dinámicas hacia las menos
dinámicas en términos económicos y poblacionales (Pedreño y Riquelme, 2006;
Collantes et al., 2010). Castilla y León es una de esas comunidades a las que la ola
migratoria llega de forma tardía pero donde cobra especial intensidad desde mediados
de la primera década de este siglo.
Castilla y León es una comunidad con escaso dinamismo poblacional y económico, con
una estructura territorial extremadamente rural, caracterizada por multitud de pequeños
núcleos rurales, y un número muy reducido de núcleos intermedios y urbanos. La
estructura territorial de la comunidad se articula en gran medida en torno a los
principales ejes de comunicación que la atraviesan – sobre todo la Nacional I y la
Nacional VI- sobre las que se localizan muchos de sus centros urbanos más
importantes. El medio rural presenta un elevado grado de envejecimiento y
masculinización, del que solo se libran los municipios periurbanos que experimentan los
efectos de la desconcentración urbana (Camarero y Sampedro, 2008; CESCyL, 2012).
La pérdida de población, que viene afectando a Castilla y León desde hace décadas, se
ha convertido en una suerte de seña de identidad negativa, que suscita enorme
preocupación política y social. En este contexto, la inmigración laboral extranjera, que
se produce con retraso respecto a lo sucedido en otras comunidades autónomas, pero
con una considerable intensidad desde el año 2005, se ha percibido como una
oportunidad de conjurar el declive demográfico de la región (CESCyL, 2006 y 2012)
En Castilla y León la inmigración extranjera se nutre, al igual que en otras
comunidades, del auge de la construcción en entornos urbanos y periurbanos, o del
crecimiento de la demanda de trabajadores domésticos, pero también viene a dar
continuidad a un proceso antiguo de atracción de mano de obra extranjera hacia sectores
que ya no pueden nutrirse de mano de obra autóctona en los entornos rurales: la
agricultura y la ganadería familiar, el comercio y la hostelería local, o ciertas industrias
rurales, como la minería o la cantería. En Castilla y León de hecho encontramos algunos
colectivos de inmigrantes extranjeros asentados desde mucho antes de que comenzara la
gran ola migratoria de los años noventa: es el caso de las comunidades pakistaní y
caboverdiana asentadas desde los años setenta en la comarca del Bierzo y vinculadas a
la actividad minera; o los marroquíes que trabajan también desde la década de los
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setenta en las explotaciones agrarias y ganaderas del norte de la provincia de Segovia
(Varios autores, 2004; Ibáñez Angulo, 2006). El medio rural y sus sectores económicos
tradicionales llevaban años experimentando los mismos procesos que Cachón señalara
como base de la gran oleada migratoria de los años noventa: cambios sociales y
demográficos muy relevantes que disminuyen la deseabilidad social de ciertos empleos,
y que hacen que determinados sectores económicos solo puedan sobrevivir mantenidos
por poblaciones con otro tipo de expectativas laborales, o culturas del trabajo más
próximas a modelos tradicionales que están en crisis entre la población autóctona.
Si hacemos una pequeña perspectiva de las líneas generales que han guiado la
investigación sobre la inmigración extranjera en el medio rural, podemos observar que
se ha ido pasando de investigaciones de ámbito local, con estudios de caso e indagación
cualitativa, a otros de carácter más global en los que utilizando fuentes de información
estadística se trata de establecer tendencias, lógicas más generales de las que pudieran
extraerse conclusiones de mayor alcance en torno al impacto que estos nuevos
residentes pudieran tener en los núcleos rurales a medio y largo plazo.
El estudio de este fenómeno se ha caracterizado también por explorar la diversidad en
un triple sentido: en primer lugar distinguiendo conceptualmente entre residentes
extranjeros e inmigrantes, es decir diferenciando las migraciones de retiro –
protagonizadas por jubilados de países ricos del centro y norte de Europa, que se
asientan en localidades turísticas del mediterráneo y las comunidades insulares, tras
haber pasado en ellas largas temporadas en sus periodos de ocio o vacaciones-, las
migraciones de retorno –de familiares y descendientes de antiguos emigrantes
españoles que retornan a sus lugares de origen desde Europa o Latinoamérica, al final
de su vida activa- y las migraciones laborales, procedentes sobre todo del norte de
África, Latinoamérica, y los países de la Europa del este, que se produce con
posterioridad, y cuya lógica fundamental es ocupar esos puestos de trabajo para los que
no existe suficiente mano de obra autóctona. Es este último tipo de migración la que se
identifica con la condición social inmigrante, una mezcla de inserción subordinada en el
mercado de trabajo y acceso imperfecto a la ciudadanía (Camarero, Sampedro y Oliva,
2011).
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En el caso de Castilla y León, donde no hay migraciones de retiro, aunque sí de retorno
(fundamentalmente desde Francia, Suiza, Alemania y Bélgica), nos encontramos con un
colectivo que no se adecúa a ninguna de estas categorías y que quizá se podría
denominar “migración de frontera”, es el caso de los ciudadanos portugueses, en
muchas ocasiones casados con españoles, que se asientan en las provincias castellano
leonesas limítrofes con el país vecino, y que expresan la tradicional relación entre los
territorios fronterizos (según datos del Padrón de 2012, los portugueses residentes en
Castilla y León son 16.868, el cuarto colectivo nacional de residentes nacidos en el
extranjero, tras los rumanos, los búlgaros y los marroquíes).
En segundo lugar, el análisis de la diversidad ha apuntado el carácter selectivo del
asentamiento de los inmigrantes extranjeros respecto a los núcleos rurales, poniéndose
de manifiesto cómo, paradójicamente, estos flujos de población vienen a agudizar
desequilibrios previos al revitalizar aquéllos núcleos rurales de mayor tamaño, más
cercanos o mejor comunicados con centros urbanos, o con un mayor atractivo turístico.
La inmigración tendría el mismo carácter selectivo que las migraciones de población
urbana autóctona hacia determinados núcleos rurales. Algunos estudios apuntan a que
ésta parece ser también la tendencia en Castilla y León, y en este texto queremos
comprobar si es real esta tendencia y si se refuerza tras el periodo de crisis económica
(CESCyL, 2012).
En tercer lugar, se han analizado la diversidad entre los inmigrantes de diferentes
orígenes nacionales. Si los inmigrantes laborales suelen ser siempre hombres y mujeres
jóvenes, africanos, latinoamericanos, asiáticos o naturales de países del este de Europa
presentan perfiles sociales muy diferenciados en cuanto a sus orígenes rurales o
urbanos, sus niveles educativos y de cualificación profesional previa a la experiencia
migratoria, y más específicamente en sus estrategias familiares de migración, que se
reflejan en una muy diferente presencia relativa de hombres y mujeres, y unas pautas y
ritmos diferentes en los procesos de reagrupación familiar o de formación de nuevas
familias en nuestro país (Camarero y García, 2004; Camarero, 2010; Sampedro, 2012).
La inmigración extranjera hacia el medio rural ha provocado, en general una
acentuación de la masculinización, por el peso en ella de los inmigrantes africanos, un
colectivo muy masculinizado y en el que los procesos de reagrupación familiar son
largos o no llegan a producirse. La inmigración procedente de los países del este es
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mucho más equilibrada por sexo, y tiene un carácter más familiar. En el extremo
opuesto, la inmigración latinoamericana, muy feminizada, ha podido en algunos casos
contribuir a paliar los efectos negativos de la masculinización rural, ya que se han
producido un número considerable de matrimonios entre inmigrantes de ese origen y
hombres españoles (Sánchez Domínguez, de Valk y Reher, 2011)
Uno de los objetivos de este texto es analizar la distribución de los diferentes colectivos
nacionales entre municipios rurales y urbanos, y entre distintos tipos de municipios
rurales, para calibrar el efecto que esta diferente presencia puede tener en ellos. Nos
interesa también saber cómo la crisis económica se refleja en la evolución de los
distintos colectivos nacionales. Hay que tener en cuenta que nos encontramos también
con situaciones muy diferentes en lo relativo a la posibilidad de acceder al pleno
ejercicio de los derechos ciudadanos: la condición de ciudadanos comunitarios de
algunos inmigrantes de los países del este, o el más fácil acceso a la nacionalidad
española para los inmigrantes latinoamericanos, les coloca potencialmente en una
situación más favorable respecto a los inmigrantes africanos o asiáticos a la hora de
resistir la crisis económica.
La literatura académica ha mostrado también una suerte de especialización en ciertos
empleos o sectores ocupacionales entre los distintos colectivos nacionales, relacionada
no solo con la mayor o menor facilidad para acceder a determinado status jurídico sino
también con sus niveles de formación o cualificación profesional previa, con
determinadas pautas culturales (que condicionan especialmente el acceso femenino a
determinados empleos), o con la capacidad de trabajar en negocios propios y no de
forma asalariada (como sucede con el colectivo chino, por ejemplo). Esta suerte de
especialización puede verse reforzada por los estereotipos sociales respecto a unos u
otros grupos, especialmente los relativos a la percepción de la lejanía o cercanía cultural
respecto a la sociedad de acogida, que se ha comprobado actúa primando a
determinados grupos sobre otros a la hora de acceder al empleo en general, y al empleo
más cualificado y mejor remunerado, en particular (Pedreño y Riquelme, 2006; Ibáñez
Angulo, 2006). En cualquiera de los casos, esta especialización laboral puede tener
potencialmente un reflejo en las pautas de residencia rural o urbana de los distintos
colectivos (aunque la no coincidencia de los espacios de residencia y de trabajo es
probablemente un rasgo que afecta especialmente a la población inmigrante): por
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ejemplo, la especialización de la comunidad china en el ámbito del comercio minorista
y la restauración, o en el empleo doméstico para las inmigrantes latinoamericanas las
sitúa preferentemente en entornos urbanos o periurbanos; la mayor presencia de los
inmigrantes africanos en la agricultura, en entornos más rurales, etc. (Pedreño, 2005).
Al igual que sucede con la población autóctona, tener información acerca del empleo de
los inmigrantes extranjeros que residen en el medio rural es muy difícil. Las estadísticas
laborales no proporcionan información diferenciada para el medio rural, y las
estadísticas municipales no proporcionan información económica o laboral. Los
registros de la seguridad social, aparte de la limitación que implica recoger únicamente
el empleo formal, solo distinguen entre grandes sectores ocupacionales, proporcionando
una información muy pobre. En este terreno, no queda más remedio que acudir a
estudios locales para conocer la vinculación de unos y otros colectivos de inmigrantes a
unos u otros empleos.
Las pautas territoriales de asentamiento de los inmigrantes extranjeros en Castilla
y León: de la bonanza a la crisis económica.
En 1998, año en el que los registros padronales comienzan a revisarse
anualmente, la comunidad autónoma de Castilla y León tiene un 1,6% de su población
nacida en el extranjero. Es una de las comunidades con menos presencia de personas de
origen extranjero. En ese momento la media nacional es de 2,9% y las comunidades
autónomas con mayor porcentaje son las insulares: Baleares con un 6,8% y Canarias
con un 5,3%. Entre 1998 y 2012, la población de nacidos en el extranjero en Castilla y
León experimenta un aumento considerable, de forma que en este último año ya
representa un 8,2 % del total. Este crecimiento es muchísimo menor que el que se ha
producido en las comunidades insulares, en las del levante mediterráneo y en la
comunidad de Madrid, en las que ese porcentaje supera o se acerca al 20%, o en
comunidades como La Rioja, Aragón o Navarra que se sitúan en torno al 15%.
Hay que tener en cuenta que la evolución de los porcentajes de población de origen
extranjero está condicionada tanto por el volumen de inmigración como por la dinámica
demográfica de la población autóctona. Lógicamente, esos flujos de población van a
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tener un reflejo más intenso en las cifras cuando la población receptora se encuentra en
estancamiento o declive demográfico. Por ello el crecimiento porcentual a lo largo del
periodo refleja mejor la intensidad de los flujos migratorios: entre 1998 y 2012 la
población de origen extranjero ha crecido en Castilla y León un 534%, bastante menos
que en Murcia (943%), Cataluña (692%), o Madrid (617%), y muchísimo menos que en
Castilla-La Mancha (1.484%), La Rioja (1.169%), Aragón (1.119%) o Navarra (957%).
Parece claro que en este el periodo se consolida la afluencia de extranjeros en las
comunidades autónomas inicialmente receptoras y otras nuevas del interior peninsular
asisten a un crecimiento espectacular del fenómeno. La ola migratoria llega a Castilla y
León de forma no tan intensa, pero sí con mayor fuerza que en otras comunidades del
interior y el noroeste peninsular como Galicia, Asturias o Extremadura.
Podemos fijar en el año 2007 el inicio de la crisis económica, o el final del periodo de
bonanza que tan relacionado está con la conversión de España en un país de
inmigración. No es hasta el año 2010 en el que se hace notar el desplome del
crecimiento de la población extranjera, que, con todo sigue ofreciendo cifras positivas
de crecimiento a nivel nacional (un 1,2% en 2012). En Castilla y León, la población de
origen extranjero ha crecido en los años de la crisis económica, al tiempo que la
población autóctona decrecía, pasando de representar un 5,9% en el año 2007 a un 8,2%
en el año 2012 (Tabla 1)
Tabla 1. Evolución población residente en Castilla y León, según lugar
de nacimiento. 2007-2012
Población Castilla y León
2007 2012
Nacidos en España 2.378.419 2.336.640
Nacidos en el extranjero 149.998 209.238
Población total 2.528.417 2.546.078
% nacidos extranjero 5,9 8,2
Fuente: Padrón Municipal 2007 y 2012
La Tabla 2 nos muestra los principales colectivos nacionales residentes en Castilla y
León en 2007 y 2012. En los años de la crisis destaca el crecimiento del colectivo
rumano, que pasa de representar el 9,4% de todos los nacidos en el extranjero a un
14,3%. La cara de la inmigración extranjera en Castilla y León tiene un perfil donde
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destacan los inmigrantes procedentes de la Unión Europea (Bulgaria, Rumania y
Portugal), del norte de África (Marruecos) y de Latinoamérica (Colombia y Ecuador,
como principales países de origen).
Tabla 2. Nacidos en el extranjero en Castilla y León, por país de nacimiento (10 principa-
les grupos nacionales)
País de nacimiento
2007 2012
Total % respecto al total
de no nativos Total
% respecto al total
de no nativos
Bulgaria 20.132 13,4 29.315 14,0
Rumanía 14.062 9,4 29.933 14,3
Marruecos 13.209 8,8 19.869 9,5
Portugal 12.277 8,2 16.898 8,1
Colombia 10.813 7,2 14.448 6,9
Francia 9.301 6,2 9.479 4,5
Ecuador 8.799 5,9 10.294 4,9
Brasil 5.430 3,6 6.885 3,3
Argentina 5.223 3,5 5.121 2,4
República Dominicana 5.108 3,4 8.801 4,2
Total 10 naciones 104.358 69,6 151.079 72,1
Fuente: Padrones Municipales, 2007 y 2012.
En la Tabla 3 podemos ver la evolución en números absolutos de la población nativa y
no nativa según diferentes tipos de municipio, y según los principales continentes de
origen, en el caso de esta última. La inmigración extranjera ha permitido que la
población se mantenga en el periodo estudiado: la comunidad pierde casi 42.000
habitantes autóctonos, pero gana casi 60.000 nacidos en el extranjero. Las pérdidas de
población autóctona son propias de una demografía envejecida y de un tejido
económico que no es capaz de retener a mucha población joven que se traslada a otras
comunidades o a otros países.
Si nos fijamos en la lógica territorial de esta evolución poblacional, podemos observar
cómo los únicos municipios que ganan población autóctona son los municipios
periurbanos y en áreas de influencia urbana. Los procesos de desconcentración urbana
que experimentan las capitales de provincia y los núcleos urbanos más populosos
aparecen claramente.
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Tabla 3. Evolución de la población residente en Castilla y León, según tipo de municipio y
lugar de nacimiento. 2007-2012
Tipo de municipio
Nacidos en
España
Nacidos
fuera
Unión
Europea África América
Capitales -27.702 25.214 10.300 3.966 9.475
Ciudades -3.568 5.869 3.143 745 1.578
Periurbanos 22.223 4.424 2.126 404 1.544
Áreas de influencia urbana 19.916 3.798 2.257 391 920
Centros Comarcales 1er orden -620 5.066 3.176 814 817
Centros Comarcales 2º orden -5.238 5.306 3.946 616 659
Centros Comarcales 3er orden -2006 1.318 1.020 181 112
Rurales -44.784 8.445 6.107 1.196 1.041
TOTAL -41.779 59.440 32.075 8.313 16.146
Fuente: Padrones Municipales, 2007 y 2012
La población de origen extranjero, cuyo número crece en todos los tipos de municipio,
contribuye a mantener la población urbana, a alimentar los procesos de
desconcentración hacia los núcleos periurbanos y áreas de influencia urbana;
contribuyen también al crecimiento de los centros comarcales mayores, al
mantenimiento de los centros comarcales de segundo y tercer orden, aunque se ven
incapaces de detener la sangría demográfica de los municipios rurales más pequeños y
periféricos.
Una primera constatación es que, como apuntaban algunos de los primeros estudios que
analizan el efecto de la crisis económica en la inmigración, en los últimos años
asistimos no tanto a una salida masiva de inmigrantes como una fuerte ralentización de
las nuevas llegadas, que probablemente respondan cada vez en mayor medida a
reagrupaciones familiares de inmigrantes que tienen su situación económica más o
menos asentada en el país (Arango, 2012). En el caso de Castilla y León, los años de la
crisis se saldan con cerca de 60.000 nuevos residentes que son en su mayor parte
procedentes de países de la Unión Europea, de América Latina y del norte de África.
La Tabla 4, en la que observamos el crecimiento relativo de estas poblaciones en los
diferentes tipos de municipios, nos ayuda a visualizar cómo entre los municipios que se
encuentran fuera de la influencia directa de los grandes núcleos urbanos, los que tienen
mayor capacidad para retener a la población de origen extranjero son los centros
comarcales, y que los núcleos rurales en su conjunto ven un mayor crecimiento de su
población extranjera que las capitales de provincias y los núcleos mayores. La
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población extranjera que mejor “aguanta la crisis” es la procedente de la Unión Europa
y de África, mientras que la población de origen americano crece en menor medida.
Tabla 4. Evolución de la población residente en Castilla y León, según tipo de municipio y
lugar de nacimiento 2007-2012 (2007=100)
Tipo de municipio
Nacidos en
España
Nacidos
fuera
Unión
Europea África América
Capitales 97 137 143 147 132
Ciudades 98 131 137 133 124
Periurbanos 115 156 158 164 155
Áreas de influencia urbana 117 152 160 144 143
Centros Comarcales 1er orden 100 146 152 157 128
Centros Comarcales 2º orden 96 144 162 136 120
Centros Comarcales 3er orden 94 141 150 150 116
Rurales 92 139 146 153 120
TOTAL 98 140 147 146 130
Fuente: Padrones Municipales, 2007 y 2012
Si nos fijamos en la distribución territorial de la población de origen extranjero en el
año 2007, es decir en la situación que se había alcanzado en el inicio de la crisis
económica, pocas dudas caben de que la inmigración es un fenómeno urbano (Tabla 5).
Tabla 5. Distribución territorial de la población autóctona e inmigrante en Castilla y
León al inicio de la crisis económica (2007)
Tipo de municipios
Nacidos en
España
Nacidos en el
extranjero
% nacidos en el
extranjero sobre
población total
Capitales 42,5 45,3 6,3
Urbanos 9,7 12,5 7,5
Periurbanos 6,2 5,3 5,1
Áreas de influencia urbana 4,8 4,9 6,0
Centros Comarcales 1er orden 5,9 7,4 7,3
Centros Comarcales 2º orden 6,2 8,1 7,5
Centros Comarcales 3er orden 1,4 2,1 8,9
Rurales 23,2 14,4 3,8
TOTAL 100 100 5,9
Total (N) 2.378.419 149.998
2.528.417
Fuente: Padrón Municipal 2007
Casi el 60% de los inmigrantes residen en las capitales de provincia y los núcleos
urbanos mayores. Sin embargo, merece la pena reseñar también que los inmigrantes
tienen una presencia relativa tanto o más importante en los centros comarcales de la
15
comunidad. Parece innegable por tanto el papel que la inmigración está teniendo en el
sostenimiento de los espacios rurales de Castilla y León, a pesar de que su presencia en
los núcleos más pequeños y aislados es bastante limitada, al menos en términos globales
(solo un 3,8% de la población residente).
La siguiente Tabla nos permite conocer más acerca de las pautas de asentamiento
territorial de los diferentes colectivos de inmigrantes, según su origen geográfico, en el
inicio del periodo estudiado. ¿Qué colectivos son más o menos urbanos, más o menos
rurales y qué repercusión puede tener esto en las dinámicas demográficas y sociales de
los espacios rurales?
Tabla 6. Distribución territorial de la población inmigrante en Castilla y León,
según origen geográfico, al inicio de la crisis económica (2007)
Tipo de municipio
Nacidos
fuera de
España
Unión
Europea África América
Capitales 45,3 35,4 47,2 55,2
Ciudades 12,5 12,5 12,5 12,6
Periurbanos 5,3 5,4 3,5 5,3
Áreas de influencia urbana 4,9 5,6 4,9 4,0
Centros Comarcales 1er orden 7,4 9,1 8,0 5,5
Centros Comarcales 2º orden 8,1 9,5 9,5 6,3
Centros Comarcales 3er orden 2,1 3,0 2,0 1,4
Rurales 14,4 19,5 12,4 9,8
TOTAL 100 100 100 100
TOTAL (N) 149.998 67.551 18.054 53.171
Fuente: Padrón Municipal, 2007
Como podemos observar, hay unas pautas muy diferenciadas en cuanto presencia en los
diferentes tipos de municipios: los inmigrantes procedentes de la Unión Europea-
fundamentalmente de los países del Este- son mucho más “rurales” que el resto: el 41%
residen en municipios no urbanos, frente a un 32% de los africanos y solo un 23% de
los americanos. La supuesta mayor vinculación de los africanos con el trabajo en la
agricultura no parece tener un reflejo en una mayor residencia rural.
Esta estructura de asentamiento se mantiene prácticamente invariable en el año 2012,
por lo que no se puede decir que la crisis haya producido cambios dramáticos en las
pautas de asentamiento territorial de los inmigrantes extranjeros. Aunque, debido a las
16
dinámicas demográficas de la población autóctona e inmigrante que hemos observado
anteriormente, el porcentaje de población inmigrante ha crecido de forma considerable
en todos los ámbitos territoriales, siendo aún más clara su presencia en los centros
comarcales no urbanos.
Tabla 7. Porcentaje de nacidos en el extranjero sobre población total, según tipo
de municipio, 2007 y 2012
Tipo de municipio
2007
2012
Capitales 6,3 8,7
Ciudades 7,5 9,8
Periurbanos 5,1 6,8
Áreas de influencia urbana 6,0 7,6
Centros Comarcales 1er orden 7,3 10,3
Centros Comarcales 2º orden 7,5 10,8
Centros Comarcales 3er orden 8,9 12,8
Rurales 3,8 5,6
TOTAL Castilla y León 5,9 8,2
Total (N) 2.528.417 2.546.078
Fuente: Padrón Municipal 2007 y 2012
Se ha señalado con anterioridad cómo uno de los efectos que la inmigración extranjera
ha podido tener en el medio rural es una acentuación de uno de los desequilibrios
demográficos más propios de este medio, la masculinización. El hecho de ser varones la
mayoría de los migrantes, al menos en los primeros estadios del ciclo migratorio,
provoca este efecto.
Como vemos en la Tabla 8, que muestra los valores al inicio del periodo analizado, las
diferentes pautas de asentamiento territorial de los distintos colectivos nacionales, se
unen a perfiles demográficos muy diferentes en lo que respecta a la presencia relativa de
hombres y mujeres. La inmigración procedente del continente americano está, como es
conocido, muy feminizada (con 141 mujeres por cada 100 hombres) sin que haya una
pauta clara asociada al tipo de municipio de residencia, salvo en lo que respecta a un
ligero mayor equilibrio en las capitales de provincia y en las áreas de influencia urbana.
Por el contrario, los inmigrantes de origen africano presentan una acusada
masculinización (solo 52 mujeres por cada 100 hombres) que se acentúa en los núcleos
rurales más pequeños. La inmigración procedente de la Unión Europea es la más
equilibrada en estos términos, aunque sigue siendo una población relativamente
masculinizada, con 85 mujeres por cada 100 hombres.
17
Tabla 8. Razón entre los sexos (mujeres por cien hombres) de la población residente en
Castilla y León, según lugar de nacimiento y tipo de municipio (2007)
Tipo de municipio
Nacidos
en España
Nacidos
fuera de
España
Unión
Europea África América
Capitales 111,7 103,0 91,7 51,2 139,1
Ciudades 105,2 93,6 76,2 55,1 144,4
Periurbanos 97,7 105,3 86,8 62,5 145,3
Áreas de influencia urbana 92,0 88,7 77,3 58,8 122,5
Centros Comarcales 1er orden 100,6 91,9 80,2 61,1 149,2
Centros Comarcales 2º orden 99,3 88,3 83,1 47,6 134,0
Centros Comarcales 3er orden 97,0 93,0 87,9 43,5 148,8
Rurales 91,0 93,3 84,1 49,2 154,2
TOTAL 102,4 97,5 85,1 52,4 141,1
Fuente: Padrón Municipal, 2007
En 2007 la población autóctona de Castilla y León presenta la típica pauta de
feminización de los núcleos urbanos mayores (acorde con un mayor envejecimiento y
una concentración de los empleos feminizados del sector terciario en ellos) y
masculinización de los núcleos rurales más pequeños. Es de señalar, que los centros
comarcales presentan un equilibrio entre los sexos que les coloca al margen de la
masculinización rural. La población de origen extranjero es un elemento que contribuye
a la masculinización de la población rural, o que no ayuda a corregirla, mientras que por
el contrario contribuye a feminizar la población de las capitales de provincia y los
núcleos periurbanos. Viene a reforzar por tanto tendencias ya existentes en la población
autóctona.
Si la crisis no ha producido grandes cambios en la distribución territorial de la
población de origen extranjero, sí que es razonable pensar que la disminución de los
flujos de entrada haya venido acompañada de un cambio en su composición por sexo y
edad. Los procesos de reagrupación familiar tenderán siempre a equilibrar la
composición por sexos y a rejuvenecer las poblaciones, aumentando la presencia
relativa de los grupos infantiles. Cuando el retorno al país de origen, o la paralización de
los proyectos migratorios de los que todavía están allí, tienen un carácter selectivo por
sexo - de acuerdo con el de mayor o menor efecto que la crisis económica esté teniendo
en los distintos sectores y empleos- se podrían producir procesos de masculinización o
18
feminización detectables en los datos padronales. Desafortunadamente, los datos por
edad que proporciona el Padrón a nivel municipal solo se refieren a personas de
nacionalidad extranjera distribuidos en grandes grupos de edad (0-15 años, 16-64 años,
y 65 y más años), lo que no permite un análisis demasiado fino del proceso. Estos datos,
que excluyen lógicamente a los inmigrantes que han adquirido la nacionalidad española,
no reflejan grandes cambios en la estructura por edad, salvo un ligero mayor peso de los
más jóvenes y los más mayores. Por el contrario, las variaciones en la razón entre los
sexos sí son reseñables. Como podemos observar en la Tabla 9, los tres grupos de
inmigrantes extranjeros más numerosos en Castilla y León presentan también una
evolución diferente en los años de la crisis, en cuanto a la presencia relativa de hombres
y mujeres.
Tabla 9. Evolución de la razón entre los sexos (mujeres por cien hombres) entre la
población residente en Castilla y León, nacida en el extranjero según origen geográfico y
tipo de municipio: 2007-2012.
Tipo de municipio
Total nacidos en
el extranjero
Unión
Europea África América
2007 2012 2007 2012 2007 2012 2007 2012
Capitales 103,0 103,7 91,7 90,3 51,2 62,1 139,1 137,9
Ciudades 93,6 97,5 76,2 78,1 55,1 63,7 144,4 155,8
Periurbanos 105,3 104,5 86,8 83,5 62,5 69,8 145,3 148,2
Áreas de influencia urbana 88,7 92,6 77,3 78,3 58,8 62,9 122,5 139,4
Centros Comarcales 1er orden 91,9 93,6 80,2 83,7 61,1 67,7 149,2 147,7
Centros Comarcales 2º orden 88,3 89,0 83,1 77,3 47,6 68,4 134,0 145,3
Centros Comarcales 3er orden 93,0 87,4 87,9 80,0 43,5 62,9 148,8 143,7
Rurales 93,3 92,5 84,1 82,8 49,2 57,0 154,2 162,0
TOTAL 97,5 98,3 85,1 83,9 52,4 63,0 141,1 143,7
Fuente: Padrones Municipales, 2007 y 2012
Los inmigrantes africanos evolucionan hacia un mayor equilibrio entre los sexos, lo que
podría responder a una intensificación de los procesos de reagrupación familiar,
especialmente reseñable en los centros comarcales más pequeños; la población
inmigrante de origen americano, la más urbana, acentúa su feminización, lo que podría
deberse al retorno selectivo de inmigrantes varones y/o a la paralización de los procesos
de reagrupación familiar. Los inmigrantes procedentes de los países de la Unión
Europea, mantienen unos valores relativamente estables en este sentido, que
hipotéticamente podrían reflejar el ser los menos afectados, en términos relativos, por la
crisis económica.
19
Conclusiones provisionales.
El fin del periodo de bonanza económica que vivió España desde mediados de
los años noventa y que podríamos fijar en el año 2007, no parece haber tenido unas
consecuencias dramáticas en la presencia de inmigrantes de origen extranjero en
Castilla y León. Más bien al contrario esta población ha crecido entre 2007 y 2012,
contribuyendo de una forma clara al mantenimiento de la población de la comunidad.
Aunque la inmigración extranjera es un fenómeno urbano, hay que señalar que su
presencia relativa es mayor en los centros comarcales que en los municipios
estrictamente urbanos. Parece innegable por tanto el papel que la inmigración está
teniendo en el sostenimiento de los espacios rurales de la comunidad, aunque su
presencia en los núcleos más pequeños y aislados es bastante limitada.
Las pautas de asentamiento territorial de los tres grandes grupos de inmigrantes de la
comunidad, según su origen geográfico, los procedentes de la Unión Europea (sobre
todo rumanos y búlgaros); los del continente americano (sobre todo latinoamericanos),
y los africanos (con una gran mayoría del colectivo marroquí), presentan pautas de
asentamiento territorial muy diferenciadas. Los inmigrantes procedentes de la Unión
Europea son mucho más “rurales” que el resto: en 2007 el 41% residen en municipios
no urbanos, frente a un 32% de los africanos y solo un 23% de los americanos. Esta
distribución se mantiene a grandes rasgos en 2012.
Son los inmigrantes procedentes de la Unión Europea, los más rurales en sus pautas de
asentamiento, los que más crecen en el periodo considerado, y también los que
presentan una composición por sexo más equilibrada, aunque siguen siendo un
colectivo considerablemente masculinizado. A lo largo del periodo se puede apreciar
también que la población inmigrante africana tiende a corregir su elevada
masculinización, algo que se produce con especial intensidad en los centros comarcales
más pequeños. Por el contrario, la población americana, la más urbana en sus pautas de
asentamiento, acentúa su feminización, lo que puede deberse a los efectos de la crisis en
la recomposición de los flujos migratorios por sexo. La población inmigrante
procedente de la Unión Europea, no presenta variaciones reseñables en su composición
20
por sexo, lo que podría indicar que está siendo la menos afectada, en términos relativos,
por la crisis económica.
En definitiva, los datos apuntan a que en Castilla y León, el medio rural, y sobre todo
los centros comarcales y las pequeñas villas, han tenido una capacidad notable para
retener a la población inmigrante de origen extranjero, a lo largo de los años de la crisis.
Esto es especialmente claro en el caso de aquellos grupos nacionales que tienen pautas
de asentamiento más rurales, los procedentes de la Unión Europea. Hay tener en cuenta
también que son éstos los que presentan una composición por sexo más equilibrada, lo
que puede asociarse a pautas de migración más familiares, y a una potencial mayor
vinculación al territorio. Otro dato relevante es que, en los años de la crisis, la ratio
entre los sexos ha evolucionado hacia un mayor equilibrio en la población inmigrante
de origen africano, especialmente en los pequeños centros comarcales, lo que podría ser
un indicador de procesos de reagrupación familiar que a la postre pueden favorecer
también el arraigo local.
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