Post on 29-Jul-2022
Cuando el árbol de Thalía es misteriosamente envenenado, las fronterasmágicadelCampamentodelossemidiosescomienzanafallar.AhoraPercyysusamigostienenunosdíasparaencontrarelúnicoelementodemagiadegran alcance para salvar el campamento antes de que sea invadida pormonstruos. Las capturas: deben navegar en el mar de monstruos paraencontrarlo. En el camino, Percy debe organizar una audaz operación derescate para salvar a su viejo amigo Grover, y se entera de un terriblesecreto sobre su propia familia, que le hace preguntarse si ser el hijo dePoseidónesunhonorounamaldición.
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RickRiordan
ElmardelosmonstruosPercyJacksonylosdiosesdelOlimpo2
ePUBv1.2ikero08.07.12
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aPatrickJohnRiordan,elmejornarradordehistoriasdelafamilia
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CAPÍTULO1
Mimejoramigosepruebaunvestidodenovia
Mipesadillaempezabaasí:Estabaenunacalledesiertadeunpueblecitodelacosta,enmitaddelanoche,y
sehabíadesatadountemporal.Elvientoylalluviaazotabanlaspalmerasdelaacera.Unaseriedeedificios rosayamarillo,con lasventanasprotegidascon tablones, sealineabanalolargodelacalle.Asólounamanzana,másalládeunsetodehibisco,elocéanoseagitabaconestruendo.
«Florida»,pensé, aunquenoestabamuysegurodecómo lo sabía.NuncahabíaestadoenFlorida.
Luegooíungolpeteodepezuñassobreelpavimento.Medi lavueltayviamiamigoGrovercorriendoparasalvarelpellejo.
Sí,hedicho«pezuñas».Grover es un sátiro. De cintura para arriba, parece el típico adolescente
desgarbadoconunapelusilladechivoyunserioproblemadeacné.Caminaconunaextrañacojera,peronuncaadivinaríasquehayalgoenélquenoeshumano,amenosque lo sorprendieras sin pantalones (cosa que no te recomiendo). Unos tejanosholgadosyunoszapatosconrellenodisimulanelhechodequetienepezuñasyunospeludoscuartostraseros.
Groverhabíasidomimejoramigoensextocursoyhabíaparticipadoconmigoyuna chica llamadaAnnabeth en nuestra aventura para salvar elmundo. Pero no lohabíavistodesdeelmesdejulio,cuandoemprendiósolounapeligrosabúsquedadelaqueningúnsátirohabíaregresadovivo.
Elcasoesque,enmisueño,Groverveníahuyendoconlacolaentrelaspatasyloszapatosenlasmanos,comohacesiemprequenecesitamoversedeprisa.Pasóalgalope frente a las tiendas para turistas y los locales de alquiler de tablas de surf,mientraselvientodoblabalaspalmerascasihastaelsuelo.
Groverestabaaterrorizadoporalgoquehabíadejadoatrás.Debíadevenirdelaplaya,porqueteníaelpelajecubiertodearenahúmeda.Habíaconseguidoescaparyahoratratabadealejarsedealgo.
Unrugidoestremecedorresonóporencimadel fragorde la tormenta.DetrásdeGrover, enelotroextremode lamanzana, surgióuna figura indefinidaqueaplastóunafarola,queacabóestallandoenunalluviadechispas.
Grover dioun traspié y gimiódepuro terrormientrasmurmuraba: «Tengoqueescapar.¡Tengoqueavisarles!»
Yo no lograba distinguir quién o qué lo perseguía, pero oía a aquella cosa
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refunfuñar y soltar maldiciones. El suelo temblaba a medida que se aproximaba.Grover dobló a toda prisa una esquina y titubeó; se había metido en un patio sinsalida,llenodetiendas,yyanoteníatiempoderetroceder.Lapuertamáscercanasehabía abierto con los embates del temporal. El letrero que coronaba el escaparate,ahorasumidoenlaoscuridad,ponía:«VESTIDOSDENOVIAST.AUGUSTINE.»
Groverentrócorriendoyseocultótrasunpercherorepletodevestidosdenovia.Lasombradelmonstruopasópordelantede la tienda.Yo inclusopodíaolerlo.
Eraunacombinaciónrepugnantedelanamojadaycarnepodrida,coneseagrioolorcorporalquesólolosmonstruossoncapacesdedespedir;algoasícomounamofetaquesólosealimentaradecomidamexicana.
Grovertemblabatraslosvestidosdenoviaylasombrapasódelargo.Yanoseoíamásquelalluvia.Groverrespiróhondo.Quizáaquellacosasehabía
ido.Entonces centelleó un relámpago y explotó la fachada entera de la tienda,
mientrasunavozmonstruosabramaba:«¡¡¡Mííííía!!!»
***
Mesentéenlacamadegolpe,tiritando.No había tormenta ni ningúnmonstruo. La luz de la mañana se colaba por la
ventanademidormitorio.Meparecióatisbarunasombraatravésdelcristal:unaformahumana.Enseguida
oíquegolpeabanmipuertayamimadrellamándome:—Percy,vasallegartarde.—Lasombradelaventanadesapareció.Teníaquesermiimaginación.Eralaventanadeunquintopiso,conunasalidade
incendiosantiquísimaydesvencijada…Eraimposiblequehubieranadieahífuera.—Vamos, cariño—insistiómimadre—.Es el últimodía de colegio. ¡Deberías
estarentusiasmado!¡Casilohasconseguido!—Voy—logrédecir.Palpé bajo la almohada y para tranquilizarme agarré el bolígrafo con el que
dormíasiempre.Losaquédesuesconditeyexaminéunavezmáslainscripciónengriegoantiguoqueteníagrabadaaunlado:Anaklusmos.Contracorriente.
Pensé en quitarle la tapa, pero algo me detuvo. ¡Hacía tanto tiempo que norecurríaaContracorriente…!
Además, mi madre, el día que destrocé su vitrina manejando una jabalinatorpemente, me hizo prometer que no volvería a usar armas mortíferas en elapartamento.DepositéaAnaklusmosenlamesillaymearrastréfueradelacama.
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Me vestí lo más rápido que pude. Procuraba no pensar en mi pesadilla, ni enmonstruos,nienlasombradelaventana.
«Tengoqueescapar.¡Tengoqueavisarles!»¿QuéhabíaqueridodecirGrover?Con tres dedos forméunagarra sobremi corazóny lamoví hacia fuera, como
empujando: un gesto para ahuyentar males que me había enseñado Grover hacíamuchotiempo.
Aquelsueñonopodíaserreal.Últimodíadecolegio.Mimadreteníarazón,deberíasentirmeentusiasmado;por
primera vez en mi vida, casi había logrado pasar un año entero sin que meexpulsaran, sin accidentes extraños, sin peleas en clase, sin profesores que seconvirtiesen de repente enmonstruos decididos a acabar conmigo con una comidaenvenenadaomedierantareasparacasaconcargaexplosiva.Aldíasiguientemeiríahaciamilugarpreferidodeestemundo:elCampamentoMestizo.
Undíamásyyaestaba.Nisiquierayoeracapazdeestropearlo.Comodecostumbre,noteníaniideadeloequivocadoqueestaba.
***
Mimadrehabíapreparadogofresazulesyhuevosazulesparadesayunar.Ellaesasí,celebralasocasionesespecialespreparandocomidadecolorazul.Supongoquees su manera de decir que todo es posible: Percy casi termina séptimo curso, losgofrespuedenserazules…Pequeñosmilagrosporelestilo.
Desayunéenlacocinamientrasellalavabalosplatos.Ibavestidaconsuuniformedetrabajo:lafaldaazulconestrellasylablusaarayasrojasyblancasqueseponíaparavendergolosinasenSweetonAmerica,latiendadecaramelosdondetrabajaba.Llevabasulargopelocastañorecogidoenunacoladecaballo.
Los gofres estaban muy buenos, pero me temo que no los engullía como decostumbre,porquemimadrememiróyfruncióelceño.
—¿Teencuentrasbien,Percy?—Sí…perfecto.Ellasiempresedabacuentacuandoalgomepreocupaba.Sesecólasmanosyse
sentófrenteamí.—¿Eselcolegio,oes…?No hizo falta que terminara la frase, yo sabía muy bien lo que me estaba
preguntando.—Creo que Grover está metido en un aprieto—dije. Y le conté el sueño que
habíatenido.
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Ella apretó los labios. No solíamos hablar de ese otro aspecto de mi vida.Procurábamosvivirdelmodomásnormalposible,peromimadreestabaalcorrientedelasituacióndeGrover.
—Yo no me preocuparía, cariño —dijo—. Grover ya es un sátiro mayor; sihubiese algún problema, estoy segura de que nos habrían avisado desde elcampamento… —Me pareció que tensaba los hombros al pronunciar esta últimapalabra.
—¿Quéocurre?—pregunté.—Nada.¿Sabesquévamosahacer?Estatardeiremosacelebrarelfindecurso.
OsllevaréaTysonyatialRockefellerCenter,aesatiendademonopatinesqueosgustatanto.
Uf,esosíqueeraunatentación.Nosotrossiempreíbamosmuyjustosdedinero.Entre las clases nocturnas de mi madre y mi matrícula en la escuela privada, nopodíamospermitirnosningúnextra,comoporejemplounmonopatín.Peroalgoensuvozmeinquietaba.
—Unmomento—dije—.Creíaqueestatardeíbamosaprepararmiequipajeparaelcampamento.
Ellaempezóaestrujareltrapoqueteníaentrelasmanos.—Ay,cariño,esque…anocherecibíunmensajedeQuirón.Elcorazónsemeencogió.QuiróneraeldirectordeactividadesdelCampamento
Mestizo,ynosehabríapuestoencontactoconnosotrosamenosqueocurriesealgomuygrave.
—¿Quétedijo?—Consideraque… ir al campamentoahoramismopodría serpeligrosopara ti.
Quizátengamosqueaplazarlo.—¿Aplazarlo?¿Perocómovaaserpeligroso,mamá?¡Yosoyunmestizo!Esel
únicolugardelmundoseguroparaalguiencomoyo.—Normalmentesí,cariño.Peroconlosproblemasqueahoratenemos…—¿Quéproblemas?—Losiento,Percy.Losientomucho. Ibaacontárteloesta tarde,peroahorano
puedoexplicártelodel todo.NisiquieraestoyseguradequeQuirónfuesecapazdehacerlo.Haocurridotodotanderepente…
Mequedéatónito.¿Cómoeraposiblequenopudiera iralcampamento?Queríahacerleunmillóndepreguntas,perojustoenesemomentoelrelojdelacocinadiolamedia.
Mimadrecasiparecióaliviada.—Lassieteymedia,cariño.Tienesqueirte…Tysondebedeestaresperándote.—Pero…—Hablaremosestatarde,Percy.Ahoravetealaescuela.
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Era lo último que me apetecía hacer, pero mi madre tenía una expresión defragilidad,unaespeciedeavisoescritoensumirada.Silapresionabademasiado,seecharía a llorar.Además, lo que decía demi amigoTyson era cierto: no tenía quehacerle esperar en la estación del metro, eso lo disgustaba mucho, le daba miedoandarsoloporlugaressubterráneos.
Recogí mis cosas y me dispuse a marcharme, pero todavía me detuve en elumbral.
—Mamá… ese problema del campamento, ¿podría tener algo que ver con misueñosobreGrover?
Nomemiróalosojos.—Ya hablaremos luego, cariño. Te lo explicaré todo… al menos, todo lo que
pueda.Medespedídeellaaregañadientes.Corríescalerasabajoparapillaratiempoel
trenn.°2.No podía saberlo en aquel momento, pero no me sería posible mantener una
charlaconmimadreaquellatarde.Dehecho,yanovolveríaacasadurantemucho,muchotiempo.
Alsaliralacalle,miréeledificiodepiedrarojizadeenfrente.Porunsegundoviunasombraoscura,unasiluetahumanadibujándosecontralapared,unasombraquenoparecíaperteneceranadie.
Luegoempezóaondularseysedesvaneció.
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CAPÍTULO2
Partidodebalónprisioneroconunoscaníbales
Eldíaempezódeunmodonormal,oporlomenostannormalcomopuedeserloenlaEscuelaPreparatoriaMeriwether.
Yasabes,esaescuela«progresista»delcentrodeManhattan,loquesignificaquenos sentamos en grandes pufs, no en pupitres, que no nos ponen notas y que losprofesoresllevantejanosycamisetasderock,locualmeparecegenial.
YopadezcoTHDA,TrastornoHiperactivoporDéficitdeAtención,yademássoydisléxico,comolamayoríadelosmestizos.Poresonuncamehaidodemasiadobienen los colegios normales, incluso antes de que acabara expulsado. Lo único queMeriwetherteníademaloeraquelosprofesoressiempreseconcentrabanenelladomásbrillanteypositivodelascosas.Mientrasquelosalumnos…bueno,nosiempreresultabantanbrillantes.
Pongamospor caso laprimera clasede aqueldía, lade Inglés.Todoel colegiohabía leídoese libro tituladoElseñorde lasmoscas, enelqueungrupodechicosquedanatrapados enuna islay acabanchalados.Asípues, comoexamen final, losprofesores nos enviaron al patio de recreo y nos tuvieron allí una hora sin lasupervisióndeningúnadultoparaverquépasaba.Yloquepasófuequesearmóunconcurso de collejas entre los alumnos de séptimo y octavo curso, además de dospeleas a pedradas y un partido de baloncesto con placajes de rugby. Elmatón delcolegio,MattSloan,dirigiólamayorpartedelasactividadesbélicas.
Sloannoeragrandullónnimuyfuerte,peroactuabacomosilofuera.Teníaojosdeperrorabiosoyunpelooscuroydesgreñado;siempre llevabaropacara,aunquemuy descuidada, como si quisiera demostrar a todo elmundo que el dinero de sufamilia le traía sin cuidado. Tenía mellado uno de sus incisivos desde el día quecondujosinpermisoelPorschedesupadreparadarunavueltaychocóconunaseñalde«ATENCIÓN:NIÑOS—REDUZCALAVELOCIDAD».
ElcasoesqueSloanestabarepartiendotortasadiestroysiniestrocuandocometióelerrordeintentardarleunaamiamigoTyson.
TysoneraelúnicochavalsintechodelaEscuelaPreparatoriaMeriwether.Porloquemimadreyyohabíamosdeducido,suspadreslohabíanabandonadocuandoeramuy pequeño, seguramente por ser… tan diferente.Medía uno noventa y tenía lacomplexión del Abominable Hombre de las Nieves, pero lloraba continuamente ycasi todo ledabamiedo, inclusosupropioreflejo.Tenía lacaracomodeformadayconunaspectobrutal.Nosabríadecirdequécoloreransusojos,porquenuncameaniméamirarlomásarribadesusdientestorcidos.Aunquesuvozeragrave,hablaba
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deunmodomásbienraro,comounchavalmuchomáspequeño,supongoqueporquenunca había ido al colegio antes de entrar en elMeriwether. Llevaba unos tejanosandrajosos, unas mugrientas zapatillas del número 50 y una camisa a cuadrosescoceses con varios agujeros. Olía como huelen los callejones de Nueva York,porquevivíaenunodeellos,juntoalacalleSetentaydos,enlacajadecartóndeunfrigorífico.
LaEscuelaMeriwetherlohabíaadoptadoaresultasdeunproyectodeservicioscomunitarios para que los alumnospudieran sentirse satisfechos de símismos.Pordesgracia, la mayoría no soportaba a Tyson. En cuanto descubrían que era unblandengue, un blandengue enorme, pese a su fuerza descomunal y su miradaespeluznante,sedivertíanmetiéndoseconél.Yoeraprácticamentesuúnicoamigo,locualsignificabaqueéleramiúnicoamigo.
Mimadrehabíaprotestadounmillóndevecesenelcolegioyloshabíaacusadodenoestarhaciendolobastanteparaayudarlo.Tambiénhabíallamadoalosserviciossociales,peroalfinalnuncapasabanada.LosasistentessocialesalegabanqueTysonnoexistía.Jurabanyperjurabanquehabíanidoalcallejónqueleshabíamosindicadoyquenunca lo encontrabanallí.Cómopuede serposiblenoencontrar aunchavalgigantequeviveenlacajadeunfrigorífico,esonoloentiendo.
ElcasoesqueMattSloansedeslizópordetrásdeélytratódedarleunacolleja.ATysonleentrópánicoyloapartóconunempujónmásfuertedelacuenta.Sloansalióvolandoyacabóenredadoenelcolumpioquehabíacincometrosmásallá.
—¡Malditomonstruo!—gritó—.¿Porquénovuelvesatucajadecartón?Tyson empezó a sollozar. Se sentó al pie de las barras para trepar (con tanta
fuerzaquedoblóuna)yocultólacaraentrelasmanos.—¡Retiraeso,Sloan!—leespeté.Elmemirócondesdén.—¿Porquémedaslalata,Jackson?Quizátendríasamigossinotepasaraslavida
defendiendoaesemonstruo.Apretélospuños.Esperabanotenerlacaratanrojacomolasentía.—Noesunmonstruo.Sóloes…Traté de dar con la réplica adecuada, pero Sloan no me escuchaba. Él y sus
horriblesamigotesestabanmuyocupadosriéndoseacarcajadas.Mepreguntésiseríacosademi imaginaciónosi realmenteSloan teníaasualrededormásgorilasde lonormal.Mehabíaacostumbradoaverlorodeadodedosotres,peroaqueldíahabíamásdemediadocenayestabasegurodequenolosconocíadenada.
—¡EsperaalaclasedeDeportesyverás,Jackson!—gritóSloan—.Considératehombremuerto.
Cuando terminó la hora, nuestro profesor de Inglés, el señor DeMilo, salió ainspeccionar los resultados de la carnicería. Sentenció que habíamos entendidoEl
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señor de las moscas a la perfección. Estábamos todos aprobados. Y nunca, dijo,nuncadebíamosconvertirnosenpersonasviolentas.MattSloanasintióconseriedadyluegomelanzóunasonrisaburlonaconsudientemellado.
Para que dejara de sollozar, tuve que prometerle a Tyson que a la hora delalmuerzolecompraríaunsandwichextrademantequilladecacahuete.
—¿Soy…unmonstruo?—mepreguntó.—No—lotranquilicé,apretandolosdientes—.Elúnicomonstruoquehayaquí
esMattSloan.Tysonsesorbiólosmocos.—Eresunbuenamigo.Teecharédemenoselañoqueviene…siesquepuedo…Le tembló la voz. Me di cuenta de que no estaba seguro de que volvieran a
admitirlo en el proyecto de servicios comunitarios. Me pregunté si el director sehabríamolestadoenhablarconéldelasunto.
—Notepreocupes,grandullón—acertéadecir—.Todoirábien.Tysonmemiróconunaexpresióntanagradecidaquemesentícomountremendo
mentiroso.¿Cómopodíaprometerleaunchavalcomoélquetodoiríabien?
***
ElsiguienteexameneradeCiencias.LaseñoraTeslanosdijoqueteníamosqueircombinandoproductosquímicoshastaqueconsiguiéramosqueexplotasealgo.Tysonera mi compañero de laboratorio. Sus manos eran demasiado grandes para losdiminutosfrascosquesesuponíadebíamosusary,demodoaccidental,derribóunabandejaenteradeproductosquímicossobrelamesaydesencadenóenlapapeleraungranhongodegasesanaranjados.
EncuantolaseñoraTeslahuboevacuadoellaboratorioyavisadoalabrigadaderesiduos peligrosos, nos elogió a Tyson y a mí por nuestras dotes innatas para laquímica. Habíamos sido los primeros en superar su examen en menos de treintasegundos.
Mealegrabaque aquellamañanaestuviese resultando tan ajetreada, porque esome impedía pensar en mis propios problemas. No soportaba la idea de que sehubierancomplicadolascosasenelcampamento,nimuchomenosdeseabarecordarsiquiera la pesadilla de aquella noche. Tenía la horrible sensación de que Grovercorríaunseriopeligro.
EnSociales,mientrasdibujábamosmapasdelatitud—longitud,abrímicuadernodeanillasymirélafotoqueguardabadentro:miamigaAnnabeth,devacacionesenWashingtonD.C.IbaconvaquerosyunacazadoratejanasobreunacamisetanaranjadelCampamentoMestizo,llevabasupelorubiorecogidoconunpañueloyposabade
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pie frente al Lincoln Memorial, con los brazos cruzados y el aire de estar muysatisfechaconsigomisma,comosiellaenpersonahubieradiseñadoelmonumento.Yasabes,Annabethquiereserarquitectocuandoseamayoryporesosepasalavidavisitando monumentos famosos y cosas por el estilo. Es un poquito rara en estesentido.Me había enviado la fotografía por e—mail después de las vacaciones dePascua,yyo lamirabadevezencuandopara recordarmequeAnnabethera realyqueelCampamentoMestizonoeraunproductodemiimaginación.
Ojalá hubiese estado conmigo en aquel momento; ella habría sabido quésignificabamisueño.Nuncaloreconoceríaensupresencia,pero,adecirverdad,ellaeramáslistaqueyo,pormuyirritantequeresultaraaveces.
Estabaapuntodecerrarelcuaderno,cuandoMattSloanalargóelbrazoyarrancólafotodelasanillas.
—¡Eh!—protesté.Sloanleechóunvistazoalafotoyabriólosojoscomoplatos.—Nihablar,Jackson.¿Quiénes?¿Noserátu…?—Dámela.—Lasorejasmeardían.Sloanpasólafotoasusespantososcompinches,queempezaronasoltarrisitasy
romperlaenpedacitosparaconvertirlosenproyectiles.Debíandeseralumnosnuevosque estaban de visita, porque todos llevaban aquellas estúpidas placas deidentificación(«Hola,mellamo…»)quedabanenlaoficinadeinscripción.Ydebíande tener también un extraño sentido del humor, porque habían escrito en ellasnombres extrañísimos como «Chupatuétanos», «Devoracráneos» y«Quebrantahuesos».Ningúnserhumanotienenombresasí.
—Estos colegas se trasladan aquí el año que viene —dijo Sloan con airefanfarrón, como si saberlo hubiese de aterrorizarme—. Apostaría a que ellos sípuedenpagarselamatrícula,adiferenciadeltaradodetuamigo.
—Noesningúntarado.—Tuvequehacerunesfuerzoparanodarleunpuñetazoenlacara.
—Eresunauténticopringado,Jackson.Porsuerteparati,enlapróximaclasevoyaacabarcontodostussufrimientos.
Susenormescompinchesmasticaronmifoto.Yodeseabapulverizarlos,peroteníaórdenes estrictas de Quirón de no desahogar mi cólera ante simples mortales, pordetestablesquemeresultasen.Teníaquereservarmisfuerzasparalosmonstruos.
Aunasí,nopudedejardepensar:«SisupieraSloanquiénsoyrealmente…»Sonóeltimbre.Mientras Tyson y yo salíamos de la clase, una voz femenina me llamó en un
susurro:—¡Percy!Miréalrededoryescudriñélazonadelastaquillas,peronohabíanadiequeme
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prestaraatención.Porlovisto,laschicasdelMeriwethernosehabríandejadopillarnimuertaspronunciandominombre.
Antes de que pudiera considerar si no habrían sido imaginaciones mías, unmontón de chicos cruzaron el pasillo y nos arrastraron a Tyson y a mí hacia elgimnasio. Era la hora de Deportes. Nuestro entrenador nos había prometido unpartidodebalónprisionero, enplanbatalla campal.YMattSloanhabía prometidomatarme.
***
EluniformedegimnasiadelMeriwetherconsisteenunospantalonescortosazulcelesteyunascamisetasdesteñidasdecoloresvariopintos.Porsuerte,lamayorpartede los ejercicios atléticos los hacíamos de puertas adentro, de manera que noteníamosquetrotarporelbarriodeTribecaconelaspectodeunamanadadeniñoshippies.
Me cambié en los vestuarios lo más deprisa que pude porque no queríatropezarmeconSloan.EstabaapuntodesalircuandomellamóTyson:
—¿Percy?—Todavíanosehabíacambiado.Estabajuntoalapuertadelasaladepesasconeluniformeenlamano—.¿Teimportaría…?
—Ah,sí.—Procuréreprimireltonodefastidio—.Claro,hombre.Tysonsemetióen lasaladepesasyyomontéguardiaen lapuertamientrasse
cambiaba. Me sentía algo extraño haciendo aquello, pero Tyson me lo pedía casitodoslosdías.Imaginoqueeraporquetieneelcuerpototalmentelampiño,asícomounas extrañas cicatrices en la espalda sobre las cuales nunca me he atrevido apreguntarle.
En todocaso,yoyahabía aprendidoque si seburlabande él cuando se estabacambiando,podíadisgustarsemuchoyempezaraarrancarlaspuertasdelastaquillas.
Cuando entramos en el gimnasio, el entrenador Nunley estaba sentado ante suescritorio leyendo la revistaSports Illustrated.Nunley debía de tener unmillón deaños.Erauntipocongafasbifocales,sindientesyconungrasientomechóndepelogris.MerecordabaalOráculodelCampamentoMestizo—unamomiaapergaminada—,sóloqueelentrenadorNunleysemovíamuchomenosynodespedíaoleadasdehumoverde.Bueno,almenosyonolohabíavisto.
MattSloanseacercóyledijo:—Entrenador,¿puedoseryoelcapitán?—¿Cómo?—Nunleylevantólavistaymusitó—:Hum,estábien.Sloan sonrió satisfecho y se encargó de formar los equipos. Amíme nombró
capitándelequipocontrario,peronoteníaningunaimportanciaaquiéneseligieseyo,
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porque todos los tipos cachas y los chicos más populares se pasaron al bando deSloan.Ylomismohizoelgrupodevisitantes.
EnmiequipoestabanTyson,CoreyBailer—elflipadodelainformática—,RajMandali—unverdaderoprodigiodelcálculo—ymediadocenadechavalesalosqueSloany subanda sededicabanahostigarhabitualmente.Encondicionesnormales,habría tenido suficiente con la ayuda de Tyson, pues él solo ya valía por medioequipo, pero los visitantes eran casi tan altos y fuertes como él, al menos enapariencia,yhabíaseisdeellosenelotrobando.
Sloanvolcóunacestallenadepelotasenmediodelgimnasio.—Miedo—susurróTyson—.Huelenraro.Yolomiré.—¿Quiénhueleraro?—Ellos.—TysonseñalóalosnuevosamigosdeSloan—.Huelenraro.Losvisitanteshacíancrujirlosnudillosynosmirabancomosihubierallegadola
horadelamasacre.Volvíapreguntarmededóndehabríansalidoaquellostipos.Teníaque ser de algún sitio donde alimentaran a sus alumnos con carne cruda y losapalearanconbatesdebéisbol.
EntoncesSloantocóelsilbatodelentrenadoryempezóelpartido.Suequiposeabalanzóhacialalíneacentral.Enelmío,encambio,RajMandaligritóalgoenurdu—seguramente:«¡Necesitomiorinal!»—yechóacorrerhacialasalida.CoreyBailersealejóarastrasy tratódeescondersedetrásde lascolchonetasapoyadascontra lapared. Los demás hacían lo posible para no encogerse de miedo y convertirse enblancosseguros.
—Tyson—dije—.Vamosa…Recibíunpelotazoen labarrigaycaísentadoenmediodelgimnasio.Nuestros
oponentesestallaronencarcajadas.Veíaborroso.Mesentíacomosiungorilaacabaradedarmeunmasajeenlaboca
delestómago.Nopodíacreerquealguienfueracapazdelanzarunapelotacontantapotencia.
—¡Agáchate,Percy!—gritóTyson.Rodéporelsuelojustocuandootrabolapasabarozándomelaorejaalavelocidad
delsonido.¡Buuuuuum!LapelotarebotóenlacolchonetadelaparedyCoreyBailersoltóunaullido.—¡Eh!—gritéalosdelequipocontrario—.¡Porpocomatáisaalguien!Uno de los visitantes, el llamado Quebrantahuesos, me dirigió una sonrisa
malvada.Lohabíavistoantes,peroahoraparecía todavíamásdescomunal, inclusomásqueTyson.Losbícepsleabultabanbajolacamiseta.
—¡Esaeslaintención,PerseusJackson!
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Bastó que dijera mi nombre de aquella manera para que un escalofrío merecorriera de arriba abajo. Nadie me llamaba Perseus, salvo los que conocían miverdaderaidentidad.Amigos…oenemigos.
¿QuéhabíadichoTyson?«Huelenraro.»Monstruos.TodoslosquerodeabanaMattSloanestabanaumentandodetamaño.Yanoeran
chavales,sehabíanconvertidoengigantesdedosmetrosymedioconojosdelocura,dientes afilados y unos brazos peludos tatuados con serpientes, chicas bailando elhulahopycorazonesdeenamorado.
MattSloansoltólapelota.—¡Uau!¡VosotrosnosoisdeDetroit!¿Quién…?Losdemáschavalesdemiequipoempezaronachillaryretrocederhacialasalida,
peroelgiganteChupatuétanoslanzóunapelotaconmortíferaprecisión.PasórozandoaRajMandali,queyaestabaapuntodesalir,ydiodellenoenlapuerta,cerrándolacomoporartedemagia.Rajylosotrosempezaronaaporrearladesesperados,perolapuertanosemovía.
—¡Dejadlosmarchar!—gritéalosgigantes.El llamadoQuebrantahuesosmesoltóungruñido.Enelbíceps teníaun tatuaje
querezaba:«MegustanmisRicuras.»—¿Cómo? ¿Y dejar escapar unos bocados tan sabrosos? ¡No, hijo del dios del
mar! Nosotros los lestrigones no sólo estamos aquí para darte muerte. ¡Queremosnuestroalmuerzo!
Hizo un gesto con lamano y apareció otromontón de pelotas en el centro delgimnasio.Peroaquéllasnoerandegoma.Erandebronce,deltamañodeunabaladecañón,y teníanagujerosqueescupíanfuego.Debíandeestaral rojovivo,pero losgiganteslasagarrabanconlasmanoscomosinada.
—¡Entrenador!—grité.Nunleylevantólavistaadormilado,perosillegóaveralgofueradelonormalen
aquelpartidodebalónprisionero,nolodemostró.Éseeselproblemadelosmortales.Unafuerzamágica, laniebla,difuminaantesusojos laverdaderaaparienciade losmonstruosylosdioses,demaneraquetiendenaversolamenteloquesoncapacesdecomprender.Quizáelentrenadorvioavarioschavalesdeoctavoaporreando,comodecostumbre,a losmáspequeños.Quizálosdemásvierona losgorilasdeSloanapuntodelanzarcóctelesMolotov(tampocohabríasidolaprimeravez).Entodocaso,seguro que nadie se había dado cuenta de que nos enfrentábamos con auténticosmonstruosdevoradores—de—hombressedientosdesangre.
—Hummm…sí—murmuróentredienteselentrenador—.Jugadlimpio.Yvolvióaconcentrarseensurevista.ElgiganteDevoracráneoslanzóunapelota.Yomeechéaunladoparaesquivar
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aquelardientecometa,quemepasójuntoalhombroatodavelocidad.—¡Corey!—chillé.Tyson lo sacó de detrás de las colchonetas un segundo antes de que la bola
estallaraenellasylasconvirtieraenunmontóndejironeshumeantes.—¡Rápido!—dijeamiscompañeros—.¡Porlaotrasalida!Echaronacorrerhacialosvestuarios,peroQuebrantahuesoshizootrogestocon
lamanoytambiénaquellapuertasecerródegolpe.—Nadie saldrá de aquí hasta que tú quedes eliminado—rugió—.Yno estarás
eliminadohastaquetehayamosdevorado.Mearrojósuboladefuego.Miscompañerosdeequiposedispersaronsegundos
antesdequeelproyectilabrierauncráterenelsuelo.IbaaecharmanodeContracorriente,quesiempreguardabaenelbolsillo,cuando
me di cuenta de que llevaba puestos los pantalones de deporte, que no teníanbolsillos. Contracorriente se había quedado en mis tejanos, en la taquilla delvestuario. Y la puerta del vestuario estaba cerrada a cal y canto. Me encontrabacompletamenteindefenso.
Y ahora, otra bola de fuego venía haciamí a la velocidad del rayo. Tysonmeapartó de un empujón, pero la explosiónme alcanzó yme lanzó por los aires.Derepente,meencontréenelsuelodelgimnasio,aturdidoporelhumoyconlacamisetallena de agujeros chisporroteantes. Al otro lado de la línea central, dos giganteshambrientosmemirabandesdeloalto.
—¡Carne!—bramaron—.¡Filetedehéroeparaalmorzar!Losdossedispusieronarematarme.—¡Percynecesitaayuda!—gritóTyson,yseinterpusoentrenosotrosdeunsalto,
justocuandomelanzabansusbolas.—¡Tyson!—chillé,peroyaeratarde.Lasbolasseestrellaroncontra…No,éllasatrapóalvuelo.EltorpedeTyson,el
quevolcabaelmaterialdelaboratorioydestrozabalasestructurasdelparqueinfantiltodoslosdías,selashabíaarregladoparaatraparaquellasdosbolasdemetalalrojovivoquevolabanhaciaélauntrillóndekilómetrosporhora.Ynosóloeso,sinoqueselaslanzódevueltaasusatónitospropietarios.
—¡¡Nooooo!!—chillaron,perolasesferasdebroncelesexplotabanenelpecho.Los gigantes se desintegraron en dos columnas de fuego gemelas: un signo
inequívocodequeeranmonstruosdeverdad.Porquelosmonstruosnomueren,sólosedisipanenhumoypolvo,locualahorraunmontóndeproblemasaloshéroes,quenotienenqueponersealimpiardespuésdeunapelea.
—¡Mishermanitos!—gimióQuebrantahuesoselCaníbal.Flexionólosmúsculosysustatuajessecontorsionaron—.¡Pagaráscarasudestrucción!
—¡Tyson!—grité—.¡Cuidado!
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Otro cometa se precipitaba ya hacia nosotros y Tyson apenas tuvo tiempo dedesviarlodeungolpe.Saliódisparadocomouncohete,pasóporencimadelacabezadelentrenadoryaterrizóenlasgradasprovocandounatremendaexplosión.
¡¡BUUUUUUM!!Los chavales corrían en todas direcciones gritando y tratando de esquivar los
cráteres,queaúnhumeabanyechabanchispas;otrosaporreaban lapuertaypedíansocorro.ElpropioSloanestabapetrificadoenmitadde lapista,mirando incréduloaquellasbolasmortíferasquevolabanasualrededor.
El entrenador Nunley seguía sin enterarse de nada. Dio unos golpecitos a susaudífonos,comosilasexplosioneslehubieranprovocadoalgunainterferencia,perocontinuóabsortoenlarevista.
Todo el colegio debía de haber oído aquel estruendo. El director o tal vez lapolicíavendríaennuestraayuda.
—¡Lavictoriaseránuestra!—rugióQuebrantahuesoselCaníbal—.¡Nosvamosadarunfestíncontushuesos!
Queríadecirlequeseestabatomandodemasiadoenserioaquelpartidodebalónprisionero, pero antes de que pudiese hacerlome disparó otra bola. Los otros tresgigantessiguieronsuejemplo.
Sabíaqueestábamosperdidos.Tysonnopodríadesviartodasaquellasbolasalavez. Además, debía de tener graves quemaduras en las manos desde que habíadetenidoaquellaprimeravolea.Ysinlaayudademiespada…
Yentoncessemeocurrióunaideadesesperada.Corríendirecciónalosvestuarios.—¡Saliddeahí!—alertéamiscompañeros—.¡Apartaosdelapuerta!Las explosiones se sucedían a mi espalda. Tyson había bateado dos bolas,
devolviéndoselasasuspropietariosparaconvertirlosencenizas.Yasóloquedabanenpiedosgigantes.
Unatercerabolasedirigíaatodavelocidadhaciamí.Meobliguéaaguardarunossegundosymeechéaunlado.Laesferaardientederribólapuertadelvestuario.
Yameimaginabaquelosgasesacumuladosenlastaquillasdelamayoríadelosalumnosbastabanparaprovocarunaexplosión.Asíquetampocomesorprendióquelabolallameantedesencadenaraunestallidomonumental.
¡¡BRAAAAAAAM!!Laparedsevinoabajoylaspuertasdelastaquillas—asícomoloscalcetines,los
suspensorios y otros adminículos personales igual de chungos— llovieron sobre elgimnasio.
Me volví justo a tiempo para ver cómo Tyson golpeaba en la cara aDevoracráneos. El gigante se desplomó. Pero el único que quedaba,Quebrantahuesos,sehabíareservadoastutamenteunabolaalaesperadelaocasión
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propicia.YlalanzóenelmomentoprecisoqueTysonsevolvíahaciaél.—¡No!—chillé.La bola le dio de lleno en el pecho. Impulsado por el impacto,Tyson cruzó la
pista entera y fue a estrellarse contra la pared trasera, que se agrietó e incluso sedesmoronóenparte,abriendounagujeroporelqueseveía lacalleChurch.Yonoentendía cómo aún seguía vivo, pero él sólo parecía aturdido. La bola de broncehumeabaasuspies.Tysontratóderecogerla,perocayóatontadosobreunmontóndeladrilloscarbonizados.
—¡Bueno!—dijoQuebrantahuesos relamiéndose—.Soyelúnicoenpie.Voyatenercarnedesobra.HastaparallevarunabolsitaamisRicuras…
RecogióotrabolayapuntóaTyson.—¡Espera!—grité—.¡Esamíaquienbuscas!Elgigantesonrióconcrueldad.—¿Quieresmorirtúprimero,jovenhéroe?Teníaquehaceralgo.Contracorrientedebíadeestarporallí,enalgunaparte…Entoncesdivisémistejanosenunmontónhumeantederopa,justoalospiesdel
gigante. Si conseguía llegar hasta ellos… Sabía que era inútil, pero decidí ir a lacarga.
Elgiganteseechóareír.—Seacercamialmuerzo.—Levantóelbrazoparalanzarmeelproyectil,yyome
preparéparamorir.De repente, el cuerpo del gigante se puso todo rígido y su expresión pasó del
regodeo al asombro. En el punto exacto donde debía de tener el ombligo se ledesgarrólacamisetayaparecióalgoparecidoauncuerno.No,uncuernono:eralapuntarelucientedeunahojademetal.
Labolaselecayódelamano.Elmonstruobajólamiradayobservóelcuchilloquelehabíatraspasadodesdelaespalda.
—Uf—murmuró, y estalló en una llameante nube verde. Un gran disgusto,supongo,parasusRicuras…
Depie,entreelhumoqueseibadisipando,viamiamigaAnnabeth.Teníalacaramugrientayarañada;llevabaalhombrounamochilaandrajosaylagorradebéisbolmetidaenunbolsillo.Enlamanososteníauncuchillodebronce.Aúnbrillabaensusojos grises una mirada enloquecida, como si hubiera recorrido mil kilómetrosperseguidaporunamanadadefantasmas.
Matt Sloan, que había permanecidomudo de asombro todo el tiempo, pareciórecobrar por fin el juicio. Miró parpadeando a Annabeth, como si la recordasevagamenteporlafotografíademicuaderno.
—Éstaeslachica…Lachica…Annabethlotumbódeunpuñetazoenlanariz.
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—Déjameenpaz,amigo.Elgimnasioestabaenllamasmientrasloschavalesseguíangritandoycorriendo
en todasdirecciones.Oíelaullidode lassirenasyunavozconfusapormegafonía.Por lasventanillasde laspuertasdeemergenciadiviséaldirector, el señorBonsái,que luchaba furiosamente con la cerradura rodeado por un montón de profesoresagolpadosasuespalda.
—Annabeth…—balbuceé—.¿Cuántotiempollevas…?—Prácticamente toda lamañana—respondiómientrasenvainabasucuchillode
bronce—.Heintentadoencontrarunaocasiónparahablarcontigo,peronuncaestabassolo.
—La sombra que he visto esta mañana…—La cara me ardía—. Ay, dioses.¿Estabasmirandoporlaventanademihabitación?
—¡Nohaytiempoparaexplicaciones!—meespetó,aunquetambiénellaparecíaalgoruborizada—.Simplementenoquería…
—¡Allí!—gritóunamujer.Laspuertasseabrieronconunestallidoytodoslosadultosentrarondegolpe.—Te espero fuera—dijo Annabeth—.Y a él también.—Señaló a Tyson, que
seguía sentado con aire aturdido junto a la pared, y le lanzó una mirada derepugnanciaquenoacabédeentender—.Serámejorquelotraigas.
—¡Quédices!—measombré.—¡Nohaytiempo!—dijo—.¡Dateprisa!SepusosugorradebéisboldelosYankees,unregalomágicodesumadre,yse
desvanecióenelacto.Conlocualmequedésoloenmediodelgimnasioenllamas,justamentecuando
eldirectoraparecía,escoltadoporlamitaddelprofesoradoyunpardepolicías.—¿PercyJackson?—dijoelseñorBonsái—.¿Qué…?¿Cómo…?Junto a la pared agujereada, Tyson soltó un quejido y se incorporó entre un
montóndeladrilloscarbonizados.—Lacabezaduele.MattSloanseacercótambién.Memiróconunaexpresióndeterror.—¡HasidoPercy,señorBonsái!Haincendiadoeledificioentero.Elentrenador
Nunleyselocontará.Éllohavistotodo.El entrenador había seguido leyendo su revista todo el tiempo, pero—menuda
suerte la mía— eligió aquel momento para levantar la vista, al oír que Sloanpronunciabasunombre.
—¿Eh?Hummm…sí.Losdemásadultossevolvieronhaciamí.Sabíaquenuncamecreerían,inclusoen
casodequepudieracontarleslaverdad.EntoncessaquéaContracorrientedemistejanosdestrozados.
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—Vamos—ledijeaTyson.Ysaltéalacalleporelagujerodelapared.
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CAPÍTULO3
Tomamoseltaxideleternotormento
AnnabethnosesperabaenuncallejóndelacalleChurch.TiródeTysonydemíjustocuando pasaba aullando el camión de los bomberos en dirección a la EscuelaMeriwether.
—¿Dóndeloencontraste?—preguntó,señalandoaTyson.En otras circunstanciasme habría alegradomucho de verla. El verano anterior
habíamos acabado haciendo las paces, pese a que sumadre fuese Atenea y no sellevarademasiadobienconmipadre.Yyoseguramente lahabíaechadodemenosbastantemásdeloqueestabadispuestoareconocer.
Pero en aquel momento acababa de atacarme un grupo de gigantes caníbales;Tysonme había salvado la vida tres o cuatro veces, y todo lo que se le ocurría aAnnabetheramirarloconfiereza,comosiélfueseelproblema.
—Esamigomío—ledije.—¿Esunsintecho?—¿Quétieneesoquever?Puedeoírte,¿sabes?¿Porquénoselopreguntasaél?Ellapareciósorprendida.—¿Sabehablar?—Hablo—reconocióTyson—.Túerespreciosa.—¡Puaj!¡Asqueroso!—exclamóapartándosedeél.Nopodíacreerquesecomportaradeunmodotangrosero.Lemirélasmanosa
Tyson,esperandoverunmontóndequemadurasacausadeaquellasbolasardientes,perono,lasteníaenperfectoestado:mugrientas,esosí,yconcicatricesyunasuñassuciasdeltamañodepatatasfritas.Peroéseerasuaspectohabitual.
—Tyson—dijeconincredulidad—.Notieneslasmanosquemadas.—Claro que no —dijo Annabeth entre dientes—. Me sorprende que los
lestrigoneshayantenidolasagallasdeatacarteestandoconél.TysonparecíafascinadoporelpelorubiodeAnnabeth.Intentótocarlo,peroella
leapartólamanoconbrusquedad.—Annabeth—dije—,¿dequéestáshablando?¿Lestri…qué?—Lestrigones.Esosmonstruosdelgimnasio.Sonunarazadegigantescaníbales
queviveenelextremonortemásremoto.Ulisessetropezóunavezconellos,peroyonuncaloshabíavistobajartanalsurcomoparallegaraNuevaYork…
—Lestri…loquesea,noconsigodecirlo.¿Notienenalgúnnombremásnormal?Ellareflexionóunmomento.—Canadienses—decidióporfin—.Yahora,vamos.Hemosdesalirdeaquí.
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—Lapolicíadebedeestarbuscándome.—Ése es el menor de nuestros problemas —dijo—. ¿Has tenido sueños
últimamente?—Sueños…¿sobreGrover?Sucarapalideció.—¿Grover?No.¿QuépasaconGrover?Lecontémipesadilla.—¿Porquémelopreguntas?¿Sobrequéhassoñadotú?Laexpresióndesusojoserasombríayturbulenta,comosituvieralamenteacien
milkilómetrosporhora.—Elcampamento—dijoporfin—.Haygravesproblemasenelcampamento.—¡Mimadremehadicholomismo!¿Peroquéclasedeproblemas?—No loséconexactitud,peroalgonovabien.Tenemosque llegarallí cuanto
antes. Desde que salí de Virginia me han perseguido monstruos intentandodetenerme.¿Túhassufridomuchosataques?
Meneélacabeza.—Ningunoentodoelaño…hastahoy.—¿Ninguno?¿Perocómo…?—SevolvióhaciaTyson—.Ah.—¿Quésignifica«ah»?Tysonlevantólamano,comosiaúnestuvieraenclase.—LoscanadiensesdelgimnasiollamabanaPercydeunmodoraro…¿Hijodel
diosdelmar?Annabethyyonosmiramos.Nosabíacómoexplicárselo,perosentíqueTysonsemerecía laverdaddespués
dehaberarriesgadolavida.—Grandullón—dije—,¿hasoídohablardeesasviejashistoriassobrelosdioses
griegos?Zeus,Poseidón,Atenea…—Sí.—Bueno,puesesosdiosessiguenvivos.Escomosisedesplazaransiguiendoel
cursodelacivilizaciónoccidentalyvivieranenlospaísesmáspoderosos,demodoqueahoraseencuentranenEstadosUnidos.Yavecestienenhijosconlosmortales,hijosquenosotrosllamamos«mestizos».
—Vale—dijoTyson,comoesperandoquellegaraaloimportante.—Bueno,puesAnnabethyyosomosmestizos—dije—.Somoscomo…héroes
enfasedeentrenamiento.Ysiemprequelosmonstruosencuentrannuestrorastro,nosatacan.Poresoaparecieronesosgigantesenelgimnasio.Monstruos.
—Vale.Lo miré fijamente. No parecía sorprendido ni desconcertado, lo que me
sorprendióydesconcertóamí.
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—Entonces…¿mecrees?Tysonasintió.—Pero¿túeres…elhijodeldiosdelmar?—Sí—reconocí—.MipadreesPoseidón.Elfruncióelceño.Ahorasíparecíadesconcertado.—Peroentonces…Seoyóelaullidodeunasirenayuncochedepolicíapasóatodavelocidadpor
delantedelcallejón.—Nohaytiempoparaestoahora—dijoAnnabeth—.Hablaremoseneltaxi.—¿Untaxihastaelcampamento?—dije—.¿Sabesloquenospuedecostar?—Túconfíaenmí.Titubeé.—¿YTyson?Por un momento imaginé que llevaba a mi gigantesco amigo al Campamento
Mestizo.Siyasevolvíalocoenunterritorionormalconlosabusonesdecostumbre,¿cómo ibaa reaccionarenuncampamentodesemidioses?Porotro lado, lapolicíadebíadeestarbuscándonosalosdos.
—Nopodemosdejarloaquí—decidí—.Severíametidoenunbuenaprieto.—Ya.—Annabethadoptóunaexpresiónsombría—.Tenemosquellevárnoslo,no
hayduda.Venga,vamos.Nomegustósumaneradedecirlo,comosiTysonfueraunaenfermedadmaligna
que requiriera hospitalización urgente.Aun así, la seguí hasta el final del callejón.Los tresnos fuimosdeslizandoahurtadillaspor los callejonesdel centro,mientrasunagrancolumnadehumose elevabaanuestras espaldasdesdeelgimnasiode laescuela.
***
—Un momento. —Annabeth se detuvo en la esquina de las calles Thomas yTrimble,yrebuscóensumochila—.Esperoqueaúnmequedealguna.
Suaspecto era inclusopeorde loquemehabíaparecidoalprincipio.Teníauncorteenlabarbillayunmontónderamitasyhierbasenredadasensucoladecaballo,como si llevara varias noches durmiendo a la intemperie. Los desgarrones deldobladillodesusvaquerosseparecíansospechosamentealasmarcasdeunasgarras.
—¿Quéestásbuscando?—pregunté.Sonabansirenasportodaspartes.Supusequenotardaríanenpasarmáspolicías
por allí delante, en busca de unos delincuentes juveniles especializados enbombardear gimnasios. Seguro que Matt Sloan ya había hecho una declaración
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completa,yprobablementehabíatergiversadotantolascosasqueahoraloscaníbalessedientosdesangreéramosTysonyyo.
—Heencontradouna,loadosseanlosdioses.Annabeth sacó de la mochila una moneda de oro. Era un dracma, la moneda
oficialdelmonteOlimpo,conunretratodeZeusenunacarayelEmpireStateenlaotra.
—Annabeth—ledije—,ningúntaxistadeNuevaYorkvaaceptaresamoneda.—Stéthi—gritóellaengriegoantiguo—.¡Óhármadiabolés!Comosiempre,encuantosepusoahablarenlalenguadelOlimpo,yolaentendí
sindificultades.Habíadicho:«Detente,CarrodelaCondenación.»Fuera cual fuese su plan, aquello no me inspiraba mucho entusiasmo
precisamente.Annabetharrojólamonedaalacalle.Peroenlugardetintinearcomoesdebido,
eldracmasesumergióenelasfaltoydesapareció.Duranteunossegundosnoocurriónada.Luego,pocoapoco,enelmismopuntodondehabíacaídolamoneda,elasfalto
seoscurecióysefuederritiendo,hastaconvertirseenuncharcodel tamañodeunaplazadeparking…uncharcollenodeunlíquidoburbujeanteyrojocomolasangre.Deallífueemergiendouncoche.
Erauntaxi,deacuerdo,peroadiferenciadecualquierotrotaxideNuevaYorknoera amarillo, sino de un gris ahumado. Quiero decir: parecía como si estuvieseformadoporhumo,comosipudierasatravesarlo.Teníaunaspalabrasescritasen lapuerta—algocomoHREMNASSIGRS—,peromidislexiameimpedíadescifrarlas.
El cristalde laventanilladel copiloto sebajóyunavieja sacó la cabeza.Unasgreñasgrisáceaslecubríanlosojos,hablabararo,farfullandoentredientes,comosiacabarademeterseunchutedenovocaína.
—¿Cuántospasajeros?—Tres alCampamentoMestizo—dijoAnnabeth.Abrió la puerta trasera yme
indicóquesubiera,comositodoaquellofuesenormalísimo.—¡Agg!—chilló la vieja—. No llevamos a esa clase de gente. —Señalaba a
Tysonconundedohuesudo.¿Qué demonios ocurría? ¿Sería el día delAcosoNacional a losChicos Feos y
Grandullones?—Ganaráunabuenapropina—prometióAnnabeth—.Tresdracmasmásalllegar.—¡Hecho!—graznólavieja.Subí al taxi a regañadientes. Tyson se embutió enmedio y Annabeth subió la
última.El interior también era de un gris ahumado, pero parecía bastante sólido; el
asientoestabarajadoyllenodebultos,oseaquenoeramuydiferentedelamayoría
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delostaxis.Nohabíaunpaneldeplexiglásquenosseparasedelaancianadamaqueconducía…Unmomento…Noeraunadama.Erantreslasqueseapretujabanenelasiento delantero, cada una con el pelo grasiento cubriéndole los ojos, conmanossarmentosasyvestidosdearpilleragris.
—¡Long Island! —dijo la que conducía—. ¡Bono por circular fuera del áreametropolitana!¡Ja!
Pisó el acelerador y yome golpeé la cabeza con el respaldo. Por los altavocessonóunavozgrabada:«Hola,soyGanímedes,elcoperodeZeus,ycuandosalgoparacomprarlevinoalSeñordelosCielos,¡siempremeabrochoelcinturón!»
Bajé la vista y encontré una larga cadena negra en lugar del cinturón deseguridad.Decidíquetampocoeratanimprescindible…almenosdemomento.
EltaxiacelerómientrasdoblabalaesquinadeWestBroadway,yladamagrisquesesentabaenmediochilló:
—¡Mirapordóndevas!¡Doblaalaizquierda!—¡Simedieraselojo,Tempestad,yotambiénpodríaverlo!Aver,unmomento.¿Quéeraaquellodedarleelojo?No tuve tiempo de preguntar porque la conductora viró bruscamente para
esquivaruncamiónquesenosveníaencima, se subióalbordilloconun traqueteocomoparaastillarselosdientesyvolóhastalasiguientemanzana.
—¡Avispa!—ledijo la terceradamaa laconductora—.¡Damelamonedadelachica!Quieromorderla.
—¡Yalamordistelaúltimavez,Ira!—contestólaconductora,quedebíallamarseAvispa—.¡Estavezmetocaamí!
—¡Deesonada!—chillólatalIra.—¡Semáfororojo!—gritólaqueibaenmedio,Tempestad.—¡Frena!—aullóIra.En lugar de frenar, Avispa pisó a fondo, volvió a subirse al bordillo, dobló la
esquinacon losneumáticoschirriandoyderribóunquiosco.Miestómagodebíadehabersequedadotrescallesatrás.
—Perdone—dije—.Pero…¿ustedvealgo?—¡No!—gritóAvispa,aferradaalvolante.—¡No!—gritóTempestad,estrujadaenmedio.—¡Claroqueno!—gritóIra,juntoalaventanilladelcopiloto(odelartillero,en
laspelículas).MiréaAnnabeth.—¿Sonciegas?—Nodeltodo—contestóella—.Tienenunojo.—¿Unojo?—Sí.
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—¿Cadauna?—No.Unoparalastres.Tysonsoltóungruñidoamiladoyseaferróalasiento.—Nomesientobien.—Ay, dioses —exclamé, recordando cómo se mareaba en las excursiones del
colegio y, la verdad, no era algo que te apeteciera presenciar a menos de quincemetros—.Aguanta,grandullón.¿Alguientieneunabolsaoalgoasí?
Las tres damas grises iban demasiado ocupadas riñendo entre ellas como paraprestarmeatención.MiréaAnnabeth,queseagarrabacomosienellolefueralavida,yleechéunamiradadecómo—me—has—hecho—esto—a—mí.
—Bueno—medijo—,elTaxidelasHermanasGriseseslamaneramásrápidadellegaralcampamento.
—¿EntoncesporquénolotomastedesdeVirginia?—Esonocaeensuáreadeservicio—replicó,comosifueralacosamásevidente
delmundo—.SólotrabajanenlazonadeNuevaYorkyalrededores.—¡Hemos llevadoagente famosaeneste taxi!—exclamó Ira—. ¡AJasón,por
ejemplo!¿Osacordáis?—¡Nomelorecuerdes!—gimióAvispa—.Yenesaépocanoteníamostaxi,vieja
latosa.¡Yahacetresmilañosdeaquello!—¡Dameeldiente!—IraintentóagarrarlelabocaaAvispa,peroellaleapartóla
mano.—¡SólosiTempestadmedaelojo!—¡Nihablar!—chillóTempestad—.¡Túyalotuvisteayer!—¡Peroahoraestoyconduciendo,viejabruja!—¡Excusas!¡Gira!¡Teníasquegirarahí!AvispaviróporlacalleDelanceyymeviestrujadoentreTysonylapuerta.Ella
siguiódandogasysalimospropulsadosporelpuentedeWilliamsburgacientoypicoporhora.
Las tres hermanas se peleaban ahora de verdad, o sea, a bofetada limpia. Iratrataba de agarrar a Avispa por la cara y ésta intentaba agarrársela a Tempestad.Mientrassegritabanunasaotrasconlospelosalborotadosylabocaabierta,medicuentadequeningunadeellasteníadientes,salvoAvispa,quelucíaunincisivoentreamarillentoyverdoso.Enlugardeojos,teníanlospárpadoscerradosyhundidos,conexcepción de Ira, que sí disponía de un ojo verde inyectado en sangre que loescrutabatodoconavidez,comosinoleparecierasuficientenadadeloqueveía.
Finalmentefueella,Ira,quellevabaventajaconsuojo,laquelogróarrancarleeldientedeuntirónasuhermanaAvispa.EstasepusotanfuriosaquerozóelbordedelpuentedeWilliamsburg,mientraschillaba:
—¡Devuélvemelo!¡Devuélvemelo!
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Tysongimióyseagarróelestómago.—Porsialguienquieresaberlo—dije—,¡vamosamorir!—No te preocupes —dijo Annabeth, aunque sonaba superpreocupada—. Las
HermanasGrisessabenloquehacen.Sonmuysabias,enrealidad.Aun viniendo de la hija de Atenea, aquel comentario no logró tranquilizarme.
Corríamos a toda velocidad por el bordemismo del puente, a cuarentametros delEastRiver.
—¡Sí,muy sabias!—Ira nos lanzó una ancha sonrisa a través del retrovisor yaprovechóparalucireldientequeacababadeapropiarse—.¡Sabemoscosas!
—¡Todas las calles de Manhattan!—dijo Avispa fanfarroneando, sin dejar deabofetearasuhermana—.¡LacapitaldeNepal!
—¡Laposiciónqueandasbuscando!—añadióTempestad.Sushermanassepusieronaaporrearladesdeamboslados,mientraslegritaban:—¡Cierraelpico!¡Nisiquieralohapreguntado!—¿Cómo?—dije—.¿Quéposición?Yonoestoybuscando…—¡Nada!—dijoTempestad—.Tienesrazón,chico.¡Noesnada!—Dímelo.—¡No!—chillaronlastres.—¡Laúltimavezquelodijimosfueterrible!—dijoTempestad.—¡Elojoarrojadoaunlago!—asintióIra.—¡Añospararecuperarlo!—gimióAvispa—.Yhablandodeeso,¡devuélvemelo!—¡No!—aullóIra.—¡Elojo!—sedesgañitóAvispa—.¡Dámelo!LediounmamporroaIraenlacoronilla.Seoyóunruidorepulsivo—¡plop!—y
algo le saltó de la cara. Ira lo buscó a tientas, intentó atraparlo, pero lo único quelogrófuegolpearloconeldorsodelamano.Elviscosogloboverdesalióvolandoporencimadesuhombroyfueacaerdirectamenteenmiregazo.
Yodiunsaltotanbrutalquemegolpeélacabezaconeltechoyelgloboocularcayórodando.
—¡Noveonada!—berrearonlastreshermanas.—¡Dameelojo!—aullóAvispa.—¡Daleelojo!—gritóAnnabeth.—¡Yonolotengo!—dije.—Ahí,lotienesalladodelpie—dijoAnnabeth—.¡Nolopises!¡Recógelo!—¡Nopiensorecogerlo!El taxi golpeó la barandilla y continuó derrapando, pegado a aquella barra de
metal,conunespantosochirridodeafilarcuchillos.Elcochetemblabaysoltabaunacolumnadehumogris,comoapuntodedisolverseporpurafricción.
—¡Mevoyamarear!—avisóTyson.
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—Annabeth—grité—,¡déjaletumochilaaTyson!—¿Estásloco?¡Recogeelojo!Avispadioungolpebrusco al volantey el taxi se separóde la barandilla.Nos
lanzamos hacia Brooklyn a una velocidad muy superior a la de cualquier taxihumano. Las Hermanas Grises chillaban, se daban mamporros unas a otras yreclamabanagritoselojo.
Al final,mearmédevalor.Rasguéun trozodemicamisetadecolores,queyaestabahechajironesdetanchamuscada,yrecogíelgloboocular.
—¡Buenchico!—gritóIra,comosisupieradealgúnmodoquesupreciadoojosehallabaenmipoder—.¡Devuélvemelo!
—Noloharéhastaquemedigasaquétereferías.¿Quéeraesodelaposiciónqueestoybuscando?
—¡Nohaytiempo!—chillóTempestad—.¡Acelerando!Miréporlaventanilla.Nohabíaduda:árboles,cochesybarriosenterospasaban
zumbando por nuestro lado, convertidos en un borrón gris.Ya habíamos salido deBrooklynyestábamosatravesandoLongIsland.
—Percy —me advirtió Annabeth—, sin el ojo no podrán encontrar nuestrodestino.Seguiremosacelerandohastaestallarenmilpedazos.
—Primerohandedecírmelo—contesté—.Oabriré laventanillay tiraré el ojoentrelasruedasdeloscoches.
—¡No!—berrearonlasHermanasGrises—.¡Demasiadopeligroso!—Estoybajandolaventanilla.—¡Espera!—gritaron las hermanas—. ¡Treinta, treinta y uno, setenta y cinco,
doce!—¿Yesoquées?¡Notieneningúnsentido!—¡Treinta, treinta y uno, setenta y cinco, doce! —aulló Ira—. No podemos
decirtemás.¡Yahoradevuélvenoselojo!¡Yacasillegamosalcampamento!Habíamossalidodelaautopistaycruzábamoszumbandoloscamposdelnortede
LongIsland.YaveíaalfondolacolinaMestiza,consupinogigantescoenlacima:elárboldeThalia,queconteníalaenergíavitaldeunasemidiosaheroica.
—¡Percy!—dijoAnnabethcontonoapremiante—.¡Daleselojoahoramismo!Decidínodiscutir.SoltéelojoenelregazodeAvispa.La vieja dama lo agarró rápidamente, se lo colocó en la órbita como quien se
poneunalentillayparpadeó.—¡Uau!Frenóafondo.Eltaxiderrapócuatroocincovecesentreunanubedepolvoyse
detuvochirriandoenmitaddelcaminodetierraquehabíaalpiedelacolinaMestiza.Tysonsoltóuneructomonumental.—Ahoramuchomejor.
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—Está bien—les dije a las Hermanas Grises—. Decidme qué significan esosnúmeros.
—¡No hay tiempo! —Annabeth abrió la puerta—. Tenemos que bajar ahoramismo.
Iba a preguntar por qué, cuando levanté la vista hacia la colina Mestiza y locomprendí.
Enlacimahabíaungrupodecampistas.Ylosestabanatacando.
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CAPÍTULO4
Tysonjuegaconfuego
En cuestión de mitología, hay una cosa que odio aúnmás que los tríos de viejasdamas:lostoros.ElveranoanteriorhabíacombatidoconelMinotauroenlacimadelacolinaMestiza.Peroloquevialláarribaestavezerapeor;habíadostoros,ynotoros cualesquiera, sino de bronce y del tamaño de elefantes.Y por si fuera poco,echabanfuegoporlaboca.
En cuanto nos apeamos, lasHermanasGrises salieron a escape en dirección aNueva York, donde la vida debía de ser más tranquila. Ni siquiera aguardaron arecibirlostresdracmasdepropina.Selimitaronadejarnosaunladodelcamino.Allíestábamos:Annabeth,consumochilaysucuchilloportodoequipaje,yTysonyyo,todavíaconlaropadegimnasiachamuscada.
—Oh,dioses—dijoAnnabethobservandolabatalla,queproseguíaconfuriaenlacolina.
Loquemásmeinquietabanoeranlostorosensímismos,nilosdiezhéroesconarmadura completa tratandode salvar sus traseros chapados en bronce.Loquemepreocupabaeraquelos toroscorríanpor todalacolina, inclusoporelotro ladodelpino.Aquellonoeraposible.LoslímitesmágicosdelcampamentoimpedíanquelosmonstruospasasenmásalládelárboldeThalia.Sinembargo,lostorosmetálicoslohacíansinproblemas.
Unodeloshéroesgritó:—¡Patrulladefrontera,amí!—Eralavozdeunachica:unavozbroncaqueme
resultóconocida.«¿Patrulladefrontera?»,pensé.Enelcampamentonohabíaningunapatrullade
frontera.—EsClarisse—dijoAnnabeth—.Venga,tenemosqueayudarla.Normalmente, correr en socorro de Clarisse no habría ocupado un lugar muy
destacado en mi lista de prioridades; era una de las peores abusonas de todo elcampamento. Cuando nos conocimos trató de introducir mi cabeza en un váter.Además,erahijadeAres,yyohabíatenidoungraveencontronazoconsupadreelverano anterior, de manera que ahora el dios de la guerra y todos sus hijos meodiaban.
Aunasí,estabametidaenunaprieto.Losguerrerosqueibanconellasehabíandispersadoycorríanaterrorizadosantelaembestidadelostoros,yvariasfranjasdehierba alrededor del pino habían empezado a arder. Uno de los héroes gritaba yagitaba losbrazosmientrascorríaencírculoconelpenachodesucascoen llamas,
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comounfogosomohawk.LaarmaduradelapropiaClarisseestabamuychamuscada,yluchabaconelmangorotodeunalanza:elotroextremohabíaquedadoincrustadoinútilmenteenlaarticulacióndelhombrodeuntorometálico.
Destapémibolígrafoyconuntemblorempezóacrecer,ahacersemáspesado,yenunabrirycerrardeojostuvelaespadadebronceAnaklusmosenmismanos.
—Tyson,quédateaquí.Noquieroquecorrasmásriesgos.—¡No!—dijoAnnabeth—.Lonecesitamos.Yolamiré.—Esunmortal.Tuvosuerteconlasbolasdefuego,peroloquenopuede…—Percy,¿sabesquiénessonésosdeahíarriba?SonlostorosdeCólquide,obra
del mismísimo Hefesto; no podemos combatir con ellos sin el Filtro Solar FPSCincuentaMildeMedea,oacabaremoscarbonizados.
—¿Quécosa…deMedea?Annabethhurgóensumochilaysoltóunamaldición.—Teníaunfrascodeesenciadecocotropicalenlamesilladenochedemicasa.
Teníaquehaberlotraído,jolines.Hacíatiempoquehabíaaprendidoanohacerledemasiadaspreguntas,puessólo
lograbaquedartodavíamásdesconcertado.—Mira, no sé de que estás hablando, pero no voy a permitir queTyson acabe
frito.—Percy…—Tyson,mantentealejado.—Alcémiespada—.Vamosallá.Élintentóprotestar,peroyoyaestabacorriendocolinaarriba,haciaClarisse,que
ordenaba a gritos a su patrulla que se colocara en formación de falange; era unabuenaidea.Lospocosquelaescuchabansealinearonhombroconhombroyjuntaronsus escudos. Formaron un cerco de bronce erizado de lanzas que asomaban porencimacomopinchosdepuercoespín.
Por desgracia,Clarisse sólo había conseguido reunir a seis campistas; los otroscuatroseguíancorriendoconelcascoenllamas.Annabethseapresuróaayudarlos.Retóaunodelostorosparaquelaembistierayluegosevolvióinvisible,locualdejóalmonstruocompletamenteconfundido.ElotrocorríaaembestirelcercodefensivodeClarisse.
Yo estaba aún amitad de la cuesta, no lo bastante cerca como para echar unamano.Clarissenisiquieramehabíavisto.
Eltorocorríaaunavelocidadmortíferapeseasuenormetamaño;supellejodemetal resplandecía al sol. Tenía rubíes del tamaño de un puño en lugar de ojos ycuernos de plata bruñida, y cuando abría las bisagras de su boca exhalaba unaabrasadoracolumnadellamas.
—¡Mantenedlaformación!—ordenóClarisseasusguerreros.
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DeClarissepodíandecirsemuchasotrascosas,peronoquenofueravaliente.Erauna chicamás bien grandullona, con los ojos crueles de su padre, y parecía habernacidoparallevarlaarmaduragriegadecombate.Aunasí,yonoveíacómoselasibaaarreglarpararesistirlaembestidadeaqueltoro.
Porsifuerapoco,elotrotorosecansódebuscaraAnnabethy,girandosobresí,sesituóaespaldasdeClarisse,dispuestoaembestirlaporlaretaguardia.
—¡Detrásdeti!—chillé—.¡Cuidado!Nodeberíahaberdichonada,porqueloúnicoqueconseguífuesobresaltarla.El
toron.°1seestrellócontrasuescudoylafalangeserompió;Clarissesaliódespedidahacia atrás y aterrizó en una franja de terreno quemada y todavía llena de brasas.Despuésdetumbarla,eltorobombardeóalosdemáshéroesconsualientoardienteyfundiósusescudos,dejándolossinprotección.Ellosarrojaronsusarmasyecharonacorrer,mientraseltoron.°2sedirigíahaciaClarisseparaliquidarla.
Me lancé de un salto y la sujeté por las correas de su armadura. Conseguíarrastrarlaysacarladeenmedio,justocuandoeln.°2pasabacomountrendecarga.LediunmandobleconContracorrienteylehiceungrancorteenelflanco,peroelmonstruoselimitóachirriarycrujir,ynosedetuvo.
Nomehabíatocado,aunquepercibíelcalordesupellejometálico;conaquellatemperaturacorporalhabríaderretidounheladomásdeprisaqueunmicroondas.
—¡Suéltame!—Clarissemeaporreabalamano—.¡Malditoseas,Percy!Ladejéenunmontículo juntoalpinoymevolvíparahacer frentea los toros.
AhoraestábamosenlaparteinteriordelacolinaydesdeallísedominabaelvalledelCampamentoMestizo: las cabañas, los campos de entrenamiento, la CasaGrande;todoaquellocorríapeligrosinosvencíanlostoros.
Annabethordenóalosdemáshéroesquesedispersaranymantuvierandistraídosaaquellosmonstruos.
Eln.°1describióunampliocírculoparavenirhaciamí.Mientrascruzabalacimadelacolina,dondeloslímitesmágicosdeberíanhaberlodetenido,redujounpocolavelocidad, como si estuviera luchando con un fuerte viento; pero enseguida loatravesó y continuó acercándose al galope. El toro n.° 2 se volvió también paraembestirme; chisporroteaba y arrojaba fuego por el corte que le había hecho en elflanco. Yo no sabía si podía sentir dolor, pero sus ojos de rubí parecían mirarmefuriosos,comosisetratarayadeunacuestiónpersonal.
Nopodíacombatirconlosdostorosalmismotiempo,teníaquetumbarprimeroaln.°2ycortarlelacabezaantesdequeeln.°1meembistieraotravez.Sentíalosbrazos cansados y me di cuenta de que hacía mucho que no me ejercitaba en elmanejodeContracorrienteyhabíaperdidomuchapráctica.
Medisponíaaatacarcuandoeltoron.°2melanzóunallamarada;rodéhaciaunladomientras el aire se convertía en una oleada de puro calor yme arrebataba el
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oxígenodelospulmones.Tropecéconalgo—talvezunaraíz—ysentídoloreneltobillo;aunasí,melasarregléparalanzarunmandobleconlaespadaylecortéuntrozodelhocico.Elmonstruosealejóalgalope,enloquecidoyofuscado,peroantesdequepudieseregodearmedemasiado,notéquemecostabaincorporarme.Lointentéotra vez y me falló la pierna izquierda; tenía un esguince en el tobillo, o quizáestuvieraroto.
Eltoron.°1arremetiódirectamentehaciamí,ynohabíamododeapartarsedesucamino,nisiquieraarastras.
—¡Tyson,ayúdalo!—gritóAnnabeth.Nomuylejos,cercayadelacima,Tysongimió:—¡Nopuedo…pasar!—¡Yo,AnnabethChase,teautorizoaentrarenelCampamentoMestizo!Un trueno pareció sacudir la colina y, de repente, apareció Tyson como
propulsadoporuncañón.—¡Percynecesitaayuda!—gritó.Se interpusoentreel toroyyo justocuandoelmonstruodesatabauna lluviade
fuegodeproporcionesnucleares.—¡Tyson!—chillé.Laexplosiónsearremolinóasualrededorcomountornadorojo.Sóloseveíala
siluetaoscuradesucuerpo,y tuve lahorriblecertezadequemiamigoacababadeconvertirseenunmontóndeceniza.
Pero cuando las llamas se extinguieron, Tyson seguía en pie, completamenteileso;nisiquierasusropasandrajosassehabíanchamuscado.El torodebíadeestartan sorprendido como yo, porque antes de que pudiese soltar una segunda ráfaga,Tysoncerrólospuñosyempezóadarlemamporrosenelhocico.
—¡¡Vacamala!!Suspuñosabrieronuncráterenelmorrodebronceydospequeñascolumnasde
fuego empezaron a salirle por las orejas. Tyson lo golpeó otra vez y el bronce searrugó bajo su puño como si fuese chapa de aluminio. Ahora la cabeza del toroparecíaunamarionetavueltadelrevéscomounguante.
—¡Abajo!—gritabaTyson.Eltorosetambaleóysederrumbóporfinsobreellomo;suspatasseagitaronen
elairedébilmenteysucabezaabolladaempezóahumear.Annabethsemeacercócorriendoparavercómoestaba.Yonotabael tobillocomollenodeácido,peroellamediodebeberunpocode
néctarolímpicodesucantimplorayenseguidavolvíasentirmemejor.Enelaireseesparcíaunolorachamusquinaqueprocedíademímismo,segúndescubríluego:semehabíaquemadoelvellodelosbrazos.
—¿Yelotrotoro?—pregunté.
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Ellaseñalóhaciaelpiedelacolina.ClarissesehabíaocupadodelaVacaMalan.°2.Lehabíaatravesadolapatatraseraconunalanzadebroncecelestial.Ahora,conel hocico medio destrozado y un corte enorme en el flanco, intentaba moverse acámaralentaycaminabaencírculocomouncaballitodecarrusel.
Clarissesequitóelcascoyvinoanuestroencuentro.Unmechóndesugrasientopelocastañohumeabatodavía,peroellanoparecíadarsecuenta.
—¡Lohasestropeadotodo!—megritó—.¡Loteníaperfectamentecontrolado!Mequedédemasiadoestupefactoparapoder responder.Annabeth le soltóentre
dientes:—Yotambiénmealegrodeverte,Clarisse.—¡Arggg!—gruñóella—.¡Novuelvasaintentarsalvarmenuncamás!—Clarisse—dijoAnnabeth—,tienesvariosheridos.Esopareciódevolverlaalarealidad;inclusoellasepreocupabaporlossoldados
bajosumando.—Vuelvoenseguida—masculló,yechóacaminarpenosamenteparaevaluarlos
daños.MiréaTyson.—Noestásmuerto.Tysonbajólamirada,comoavergonzado.—Losiento.Queríaayudar.Tehedesobedecido.—Esculpamía—dijoAnnabeth—.No teníaalternativa,debíadejarqueTyson
cruzaralalíneaparasalvarte,sino,habríasacabadomuerto.—¿Dejarlecruzarlalínea?—pregunté—.Pero…—Percy—dijoella—,¿hasobservadoaTysondecerca?Quierodecir, sucara;
olvídatedelanieblaymíralodeverdad.Laniebla haceque los humanosvean solamente lo que su cerebro es capazde
procesar,yyosabíaquetambiénpodíaconfundiralossemidioses,peroaunasí…Miré a Tyson a la cara; no era fácil. Siempre me había costado mirarlo
directamente,aunquenuncahabíaentendidomuybienporqué.Creíaqueeraporquesiempre teníamantequilla de cacahuete entre sus dientes retorcidos.Me obligué aconcentrarmeensuenormenarizotabulbosayluego,unpocomásarriba,ensusojos.
No,noensusojos.Ensuojo.Unenormeojomarrónenmitaddelafrente,conespesaspestañasy
grandeslagrimonesdeslizándoseporambasmejillas.—Ty…son—tartamudeé—.Eresun…—Un cíclope —confirmó Annabeth—. Casi un bebé, por su aspecto.
Probablementeporesa razónnopodía traspasar la líneamágicacon tanta facilidadcomolostoros.Tysonesunodeloshuérfanossintecho.
—¿Delosqué?
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—Estánencasitodaslasgrandesciudades—dijoAnnabethconrepugnancia—.Son…errores,Percy.Hijosdelosespíritusdelanaturalezaydelosdioses;bueno,deundiosenparticular,lamayorpartedelasveces…Ynosiempresalenbien.Nadielosquiereyacabanabandonados;enloquecenpocoapocoenlascalles.Nosécómotehabrásencontradoconéste,peroesevidenteque lecaesbien.Debemos llevarloanteQuirónparaqueéldecidaquéhacer.
—Peroelfuego…¿Cómo…?—Esuncíclope.—Annabethhizounapausa,comosiestuvieserecordandoalgo
desagradable—.Yloscíclopestrabajanenlasfraguasdelosdioses;soninmunesalfuego.Esoesloqueintentabaexplicarte.
Yoestabacompletamenteestupefacto.¿Cómoeraposiblequenomehubieradadocuenta?
Pero no tuvemucho tiempo para pensar en ello. La ladera de la colina seguíaardiendo y los heridos requerían atención. Y aún había dos toros de bronceescacharradosdelosquehabíaquedeshacerseyque,muchometemía,nocabríanennuestroscontenedoresdereciclaje.
Clarisseregresóyselimpióelhollíndelafrente.—Jackson,sipuedessostenerte,pontedepie.Tenemosquellevarlosheridosala
CasaGrandeeinformaraTántalodeloocurrido.—¿Tántalo?—Eldirectordeactividades—aclaróClarisseconimpaciencia.—EldirectordeactividadesesQuirón.Además,¿dóndeestáArgos?Éleseljefe
deseguridad.Deberíaestaraquí.Clarissepusocaraavinagrada.—Argosfuedespedido.Habéisestadodemasiadotiempofuera,vosotrosdos.Las
cosashancambiado.—PeroQuirón…Élllevamásdetresmilañosenseñandoaloschicosacombatir
conmonstruos;nopuedehaberseidoasí,sinmás.¿Quéhapasado?—Pues…quehapasado—meespetó,señalandoelárboldeThalia.Todosloscampistasconocíanlahistoriadeaquelárbol.Tresañosatrás,Grover,
Annabeth y otros dos semidioses llamados Thalia y Luke habían llegado alCampamentoMestizo perseguidos por un auténtico ejército demonstruos. Cuandolos acorralaron finalmente en la cima de la colina,Thalia, una hija deZeus, habíadecididohacerlesfrenteallímismoparadar tiempoaquesusamigossepusieranasalvo.Supadre,Zeus,alverqueibaamorir,seapiadódeellaylaconvirtióenunpino.Suespírituhabíareforzadoloslímitesmágicosdelcampamento,protegiéndolocontralosmonstruos,yelpinohabíapermanecidoallídesdeentonces,llenodesaludyvigor.
Pero ahora sus agujas se habían vuelto amarillas; había un enorme montón
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esparcidoentornoalabasedelárbol.Enelcentrodeltronco,aunmetrodealtura,seveíaunamarcadeltamañodeunorificiodebaladedonderezumabasaviaverde.
Fuecomosiunpuñaldehielomeatravesaraelpecho.Ahoracomprendíaporquésehallabaenpeligroelcampamento:lasfronterasmágicashabíanempezadoafallarporqueelárboldeThaliaseestabamuriendo.
Alguienlohabíaenvenenado.
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CAPÍTULO5
Measignanunnuevocompañerodecabaña
¿Alguna vez has llegado a casa y te has encontrado tu habitación hecha un lío?¿Acasoalgúnalmacaritativa(hola,mamá)haintentado«limpiarla»y,derepente,yano logras encontrar nada?E incluso si no falta nada, ¿no has tenido la inquietantesensacióndequealguienhabíaestadohusmeandoentretuspertenenciasysacándoleelpolvoatodoconceraabrillantadoraallimón?
AsíescomomesentíalverelCampamentoMestizodenuevo.Aprimeravista,lascosasnoparecíantandiferentes.LaCasaGrandeseguíaensu
sitio,consu tejadoazuladosaguasysugaleríacubiertaalrededor; loscamposdefresas seguían tostándose al sol. Los mismos edificios griegos con sus blancascolumnascontinuabandiseminadosporelvalle:elanfiteatro,elruedodearenayelpabellóndelcomedor,desdedondesedominabaelestuariodeLongIslandSound.Yacurrucadas entre los bosques y el arroyo, las cabañas de siempre: un estrafalarioconjunto de doce edificios, cada unos de los cuales representaba a un dios delOlimpo.
Peroahoraelpeligroestabaenelaireypodíaspercibirquealgoibamal;envezde jugar al voleibol en la arena, los consejeros y los sátiros estaban almacenandoarmas en el cobertizo de las herramientas. En el lindero del bosque había ninfasarmadasconarcosyflechascharlandoinquietas,yelbosquemismoteníaunaspectoenfermizo,lahierbadelpradosehabíavueltodeunpálidoamarilloylasmarcasdefuegoenlaladeradelacolinaresaltabancomofeascicatrices.
Alguienhabíadesbaratadomi lugarpreferidodeestemundo,ynomesentía…bueno,nimedianamentecontento.
Mientras nos encaminábamos a la Casa Grande, reconocí a un montón dechavales del verano pasado, pero nadie se detuvo a charlar. Nadie me dio labienvenida.AlgunosreaccionaronalveraTyson,perolamayoríapasódelargoconairesombríoycontinuóconsustareas,comollevarmensajesoacarrearespadasparaquelasafilasenenlaspiedrasdeamolar.Elcampamentoparecíaunaescuelamilitar,ysédeloquehablo,créeme,amímehabíanexpulsadodeunpar.
NadadetodoesoleimportabaaTyson,puesestabaabsolutamentefascinadoporloqueveía.
—¿Qués—eso?—preguntóasombrado.—Losestablosdelospegasos—ledije—.Loscaballosvoladores.—¿Qués—eso?—Ah…losbaños.
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—¿Qués—eso?—Lascabañasde loscampistas;sinosabenquiénes tuprogenitorolímpico, te
asignan la cabaña de Hermes (esa marrón de allí), hasta que determinan tuprocedencia.Unavezquelosaben,teponenenelgrupodetupadreotumadre.
Memirómaravillado.—¿Tú…tienescabaña?—La número tres. —Señalé un edificio bajo de color verde, construido con
piedrasmarinas.—¿Tienesamigosenlacabaña?—No. Sólo yo.—En realidad no me apetecía explicárselo, contarle la verdad
embarazosa:yoeraelúnicoqueocupabaaquellacabañaporquesesuponíaquenodebíaestarvivo.LosTresGrandes(Zeus,PoseidónyHades)habíanhechounpactodespués de la SegundaGuerraMundial para no tenermás hijos con losmortales.Nosotros éramos más poderosos que los mestizos corrientes. Éramos demasiadoimpredecibles. Cuando nos enfurecíamos teníamos tendencia a crear problemas…comolaSegundaGuerraMundial,porejemplo.ElpactodelosTresGrandessehabíarotosólodosveces:una,cuandoZeusengendróaThalia;otra,cuandoPoseidónmeengendróamí.Ningunodelosdostendríamosquehabernacido.
Thalia había acabado convirtiéndose en un pino a los doce años. Yo… bueno,estaba haciendo todo lo posible para no seguir su ejemplo; tenía pesadillas sobreaquelloenloquepodríaconvertirmePoseidónsialgunavezmeencontrabaalbordedelamuerte.Quizáenplancton,oenunalgaflotante.
Cuando llegamos a la CasaGrande, encontramos aQuirón en su apartamento,escuchandosumúsicafavoritadelosañossesentamientraspreparabaelequipajeensus alforjas. Supongo que deberíamencionarlo:Quirón es un centauro.De cinturaparaarribapareceuntiponormaldemedianaedad,conunpelocastañorizadoyunabarbadesaliñada;decinturaparaabajoesuncaballoblanco.Parapasarporhumano,comprimelamitadinferiordesucuerpoenunasilladeruedasmágica.Dehecho,sehizopasarpormiprofesordeLatíncuandoyocursabasexto,perolamayorpartedeltiempo —siempre que el techo sea lo bastante alto— prefiere pasearse con suaparienciadecentauro.
Nadamásverlo,Tysonsedetuvoenseco.—¡Poni!—exclamóenunaespeciedearrebato.Quirónsevolvióconaireofendido.—¿Cómodices?Annabethcorrióaabrazarlo.—Quirón, ¿qué está pasando?No irás amarcharte, ¿verdad?—ledijo convoz
temblorosa.Quiróneracomounsegundopadreparaella.Éllealborotóelpeloylamiróconunasonrisabondadosa.
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—Hola,niña.YPercy,cielos.Hascrecidomuchoesteaño.Traguésaliva.—Clarissehadichoquetú…quetehan…—¡Despedido! —Había una chispa de humor negro en su mirada—. Bueno,
alguiendebíacargarconlaculpaporqueelseñorZeusestabasumamentedisgustado.¡Elárbolquecreóconelespíritudesuhijahasidoenvenenado!ElseñorDteníaquecastigaraalguien.
—Aalguienquenofueraél—refunfuñé.Sólopensareneldirector,elseñorD,yameenfurecía.
—¡Peroesunalocura!—exclamóAnnabeth—.¡TúnopuedeshabertenidonadaqueverconelenvenenamientodelárboldeThalia!
—Sin embargo —repuso Quirón suspirando—, algunos en el Olimpo ya noconfíanenmí,dadaslascircunstancias.
—¿Quécircunstancias?—pregunté.Surostroseensombreció.MetióenlasalforjasundiccionariodeLatín—Inglés,
mientraslavozdeFrankSinatraseguíasonandoensuequipodemúsica.Tyson seguía contemplándolo, totalmente flipado. Gimoteó como si quisiera
acariciarleellomoperotuvieramiedodeacercarse.—¿Poni?Quirónlomirócondesdén.—Miestimadocíclope,soyuncen—tau—ro.—Quirón—ledije—,¿quéhapasadoconelárbol?Elmeneólacabezatristemente.—ElvenenoutilizadocontraelpinodeThaliahasalidodel inframundo,Percy.
Una sustancia que ni siquiera yo había visto nunca; tiene que proceder de algúnmonstruodelasprofundidadesdelTártaro.
—Entonces,yasabemosquiéneselresponsable.Cro…—No invoqueselnombredel señorde los titanes,Percy.Especialmenteaquíy
ahora.—¡Pero el verano pasado intentó provocar una guerra civil en elOlimpo!Esto
tienequeserideasuya;habráutilizadoaltraidordeLukeparahacerlo.—Quizá—dijoQuirón—.Perotemoquemeconsideranresponsableamíporque
no lo impedí ni puedo curar al árbol. Sólo le quedan unas semanas de vida. Amenos…
—¿Amenosquequé?—preguntóAnnabeth.—Nada—dijoQuirón—.Una ideaestúpida.Elvalleentero sufre laaccióndel
veneno;lasfronterasmágicasseestándeteriorandoyelcampamentomismoagoniza.Sólo hay una fuente mágica con fuerza suficiente para revertir los efectos de eseveneno.Peroseperdióhacesiglos.
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—¿Quées?—pregunté—.¡Iremosabuscarla!Quiróncerrólasalforjasypulsóelstopdesuequipodemúsica.Luegosevolvió,
pusounamanoenmihombroymemiróalosojos.—Percy,tienesqueprometermequenoactuarásdemanerairreflexiva.Yaledije
atumadrequenoqueríaquevinierasesteverano,esdemasiadopeligroso.Peroyaquehasvenido,quédate,entrénateafondoyaprendeapelear.Ynosalgasdeaquí.
—¿Por qué? ¡Quiero hacer algo! No puedo dejar que las fronteras acabenfallando.Todoelcampamentoserá…
—Arrasado por losmonstruos—terminóQuirón—. Sí, esome temo. ¡Pero nodebesdejartellevarporunadecisiónprecipitada!Podríaserunatrampadelseñordelostitanes.¡Acuérdatedelveranopasado!Porpocoacabacontuvida.
Eracierto,peroaunasímemoríaporayudardealgunamanera,yqueríahacerlepagaraCronossucomportamiento.Desdeluego,unotenderíaacreerqueelseñordelos titanesyahabríaaprendido la leccióneonesatrás,cuandofuederrocadopor losdioses.Elhechodequelohubiesendespedazadoenunmillóndetrozosyarrojadoalas profundidades más oscuras del inframundo tendría que haberle indicadosutilmentequenadiequería ni verle.Puesno.Comoera inmortal, seguíavivo alláabajo,enelTártaro,sufriendodoloreseternosydeseandoregresarparavengarsedelOlimpo.Nopodíaactuarporsímismo,peroeraunauténticomaestroenelartedemanipular lamente de losmortales e incluso de los dioses para que le hiciesen eltrabajosucio.
Elenvenenamientoteníaquesercosasuya.¿Quién,sino,podríasertanvilcomopara atacar el árbol de Thalia, lo único que quedaba de una semidiosa que habíaentregadosuvidaheroicamenteparasalvarasusamigos?
Annabethhacíaesfuerzosparanollorar.Quirónlesecóunalágrimadelamejilla.—PermanecejuntoaPercy,niña—ledijo—.Ymantenloasalvo.Laprofecía…
¡acuérdate!—S—sí,loharé.—Hummm… —murmuré—. ¿Te refieres por casualidad a esa profecía
superpeligrosaen laqueyoaparezco,peroque losdiosesoshanprohibidoquemecontéis?
Nadierespondió.—Estábien—dijeentredientes—.Sóloeraparaasegurarme.—Quirón…—dijoAnnabeth—.Túmecontasteque losdioses tehabíanhecho
inmortal sólomientras fueses necesario para entrenar a los héroes; si te echan delcampamento…
—Juraqueharás todo loquepuedasparamanteneraPercyfueradepeligro—insistióél—.JúraloporelríoEstigio.
—Lojuro…porelríoEstigio—dijoAnnabeth.
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Untruenoretumbó.—Muy bien—dijoQuirón, al parecermás aliviado—.Quizá recobremi buen
nombreypuedavolver.Hastaentonces, iréavisitaramisparientessalvajesen losEverglades.Talvezellosconozcanalgúnantídotocontraelvenenoqueamísemehaolvidado. En todo caso, permaneceré en el exilio hasta que este asunto quederesuelto…deunmodouotro.
Annabeth ahogó un sollozo. Quirón le dio unas palmaditas en el hombro conciertatorpeza.
—Bueno, bueno, niña, tengo que dejarte en manos del señor D y del nuevodirectordeactividades.Esperemos…bueno,talveznodestruyanelcampamentotandeprisacomometemo.
—¿QuiéneseseTántalo,porcierto?—pregunté—.¿Ycómoseatreveaquitartetupuesto?
Unacaracolaresonóentodoelvalle.Nomehabíadadocuentadelotardequesehabíahecho.Eralahoradereunirsecontodosloscampistasparacenar.
—Idya—dijoQuirón—.Loconoceréisenelpabellón.Mepondréencontactocon tu madre, Percy, y le contaré que estás a salvo; a estas alturas debe de estarpreocupada.¡Recuerdamiadvertencia!Corresungravepeligro.¡Nocreasniporuninstantequeelseñordelostitanessehaolvidadodeti!
Ydichoesto,saliódelapartamentoycruzóelvestíbuloconunredobledecascos,mientrasTysonlegritaba:
—¡Poni,notevayas!MedicuentaentoncesdequehabíaolvidadocontarlemisueñosobreGrover.Ya
erademasiado tarde;elmejorprofesorquehabía tenidonuncasehabía ido talvezparasiempre.
TysonempezóallorarcasitanescandalosamentecomoAnnabeth.Intentéconvencerlosdequetodoiríabien,peronomelocreíaniyo.
***
El sol se estaba poniendo tras el pabellón del comedor cuando los campistassalieronde sus cabañasy se encaminaronhacia allí.Nosotros losmiramosdesfilarmientras permanecíamos apoyados contra una columna de mármol. Annabeth sehallabaaúnmuyafectada,peroprometióquemástardevendríaahablarconnosotrosyfueareunirseconsushermanosde lacabañadeAtenea:unadocenadechicosychicasdepelorubioyojosverdescomoella.Annabethnoeralamayor,perollevabaen el campamentomásveranosquenadie; esopodías deducirlomirando su collar:unacuentaporcadaverano,yellateníaseis.Asípues,nadiediscutíasuderechoaser
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laprimeradelafila.Luego pasó Clarisse, encabezando el grupo de la cabaña de Ares. Llevaba un
brazoencabestrilloyseleveíauncortemuyfeoenlamejilla,peroapartedeesosuenfrentamiento con los toros de bronce no parecía haberla intimidado. Alguien lehabíapegadoenlaespaldauntrozodepapelqueponía:«¡Muuuu!»Peroningunodesuscompañerossehabíamolestadoendecírselo.
Después del grupo de Ares venían los de la cabaña de Hefesto: seis chavalesencabezadosporCharlesBeckendorf,unenormeafroamericanodequinceañosqueteníalasmanosdeltamañodeunguantedebéisbolyunrostroendurecido,deojosentornados, sin duda porque se pasaba el día mirando la forja del herrero. Erabastantebuentipocuandollegabasaconocerlo,peronadiesehabíaatrevidonuncaallamarleCharlie,ChuckoCharles;lamayoríalollamabaBeckendorfasecas.Segúnsedecía,eracapazdeforjarprácticamentecualquiercosa;ledabasuntrozodemetalyéltehacíaunaafiladísimaespadaounrobot—guerrero,ounbebederoparapájarosmusicalparaeljardíndetumadre;cualquiercosaqueseteocurriera.
Siguieron desfilando las demás cabañas: Deméter, Apolo, Afrodita, Dioniso.Llegarontambiénlasnáyadesdellagodelascanoas;lasninfasdelbosque,queibansurgiendo de los árboles; y una docena de sátiros que venían del prado y quemerecordarondolorosamenteaGrover.
Siemprehesentidodebilidadpor lossátiros.Cuandoestabanenelcampamentoteníanque realizar todaclasede tareasparaeldirector, el señorD,pero su trabajomás importante lo hacían fuera, en el mundo real. Eran buscadores; se colabandisimuladamenteenloscolegiosdetodoelmundo,enbuscadeposiblesmestizos,ylostraíanalcampamento.AsífuecomoconocíaGrover;élhabíasidoelprimeroenreconocerqueyoeraunsemidiós.
Despuésde lossátiros,cerraba lamarcha lacabañadeHermes, siempre lamásnumerosa.ElveranopasadosulídereraLuke,eltipoquehabíaluchadoconThaliayAnnabeth en la cima de la colina Mestiza. Yo me había alojado en la cabaña deHermesduranteuntiempo,hastaquePoseidónmereconoció;yLukesehabíahechoamigomío…perodespuéstratódematarme.
Ahora, los líderesde lacabañadeHermeseranTravisyConnorStoll.Noerangemelos, pero se parecían como si lo fueran. Nunca recordaba cuál era el mayor.Ambos eran altos y flacos, y ambos lucían unamata de pelo castaño que casi lescubríalosojos;lacamisetanaranjadelCampamentoMestizolallevabanporfueradeun short muy holgado, y sus rasgos de elfo eran los típicos de todos los hijos deHermes:cejasarqueadas,sonrisasarcásticayundestellomuyparticularenlosojos,cuandotemiraban,comosiestuviesenapuntodedeslizarteunpetardoporlacamisa.SiempremehabíaparecidodivertidoqueeldiosdelosladroneshubieratenidohijosconelapellidoStoll(sepronunciaigualquestole,pretéritodelverbosteal,«robar»),
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pero laúnicavezquesemeocurriódecírseloaTravisyConnormemirarondeunmodoinexpresivo,sincaptarelchiste.
Cuandohubodesfiladotodoelmundo,entréconTysonenelpabellónyloguiéentre lasmesas. Las conversaciones se apagaron al instante y todas las cabezas sevolvíananuestropaso.
—¿Quiénhainvitadoa…eso?—murmuróalguienenlamesadeApolo.Lancéunamiradafulminanteenaquelladirección,peronopudeadivinarquién
habíasido.Desdelamesaprincipalunavozfamiliardijoarrastrandolaspalabras:—Vaya,vaya,perosiesPeterJohnson…loúnicoquemequedabaporvereneste
milenio.Apretélosdientes.—MinombreesPercyJackson…señor.ElseñorDbebióunsorbodesuCoca—ColaDiet.—Sí,bueno…Loquesea,comodecísahoralosjóvenes.Llevaba la camisa hawaiana atigrada de siempre, un short de paseo y unas
zapatillas de tenis con calcetines negros. Con su panza rechoncha y su caraenrojecida,parecíaeltípicoturistadeLasVegasquehaidodecasinoencasinohastaaltashorasdelanoche.Detrásdeél,unsátirodemiradanerviosaseafanabaenpelarunasuvasyselasofrecíadeunaenuna.
El verdadero nombre del señor D es Dioniso. El dios del vino. Zeus lo habíanombrado director del Campamento Mestizo para que dejase el alcohol y sedesintoxicasedurantecienaños:uncastigoporperseguiraciertaninfaprohibidadelbosque.
Juntoaél,enelsitiodondeQuirónsolíasentarse(opermanecerdepie,cuandoadoptabasuformadecentauro),habíaalguienquenohabíavistoantes:unhombrepálido y espantosamente delgado con un raído mono naranja de presidiario. Elnúmeroquefigurabasobresubolsilloera0001.Bajolosojosteníasombrasazuladas,las uñas muy sucias y el pelo gris cortado de cualquier manera, como si se lohubieran arreglado con una máquina de podar. Me miró fijamente; sus ojos meponían nervioso. Parecía hecho polvo; enfadado, frustrado, hambriento: todo almismotiempo.
—Aestechaval—ledijoDioniso—hasdevigilarlo.EselhijodePoseidón,yasabes.
—¡Ah!—dijoelpresidiario—.Ése.Eraobvioporsutonoqueyahabíanhabladodemílargoytendido.—YosoyTántalo—dijoelpresidiarioconunafríasonrisa—.Enmisiónespecial
hasta…bueno,hastaqueelseñorDionisodecidaotracosa.Encuantoa ti,PerseusJackson,esperoqueteabstengasdeprovocarmásproblemas.
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—¿Problemas?—pregunté.Dionisochasqueólosdedosyapareciósobrelamesaunperiódico,elNewYork
Postdeaqueldía.Enlaportadasalíaunafotomía,tomadadelanuariodelaEscuelaMeriwether.Mecostabadescifrarel titular,peroadivinébastantebienloquedecía.Algoasícomo:«Unmaníacodetreceañosincendiaungimnasio.»
—Sí, problemas—dijo Tántalo con aire satisfecho—. Causaste un montón elveranopasado,segúntengoentendido.
Me sentí demasiado furioso para responder. ¿Era culpa mía que los dioseshubieranestadoapuntodeenzarzarseenunaguerracivil?
UnsátiroseaproximónerviosoaTántaloylepusodelanteunplatodeasado.Elnuevodirectordeactividadesserelamióloslabios,mirósucopavacíaydijo:
—Gaseosa.UnaBarq'sespecialdelsesentaysiete.La copa se llenó sola de una gaseosa espumeante. Tántalo alargó vacilante la
mano,comositemieraquelacopapudiesequemarlo.—Vamos, adelante, viejo amigo—le dijoDioniso con un extraño brillo en los
ojos—.Talvezahorafuncione.Tántalofueaagarrarlacopa,peroéstasemoviódesitioantesdequelatocara.
SederramaronunascuantasgotasyTántalointentórecogerlasconlosdedos,perolasgotas echarona rodar como si fuerandemercurio.Conungruñido se centró en elplatodeasado.Tomóuntenedoryquisopincharuntrozodelomo,peroelplatosedeslizóporlamesayluegosaltódirectamentealasascuasdelbrasero.
—¡Malditasea!—refunfuñó.—Vaya—dijo Dioniso con falsa compasión—. Quizá unos cuantos días más.
Créeme,camarada,trabajarenestecampamentoyaesbastantetortura.Estoysegurodequetuantiguamaldiciónacabarádesvaneciéndosetardeotemprano.
—Tarde o temprano…—repitió Tántalo entre dientes,mirando la Coca—ColaLight de Dioniso—. ¿Te haces una idea de lo seca que se te queda la gargantadespuésdetresmilaños?
—Ustedeseseespíritude losCamposdeCastigo—tercié—.Elqueestáenellagoconunárbolfrutalalalcancedelamano,perosinpodercomernibeber.
Tántaloesbozóunasonrisasarcástica.—Eresunalumnomuyaplicado,¿eh,chaval?—En vida debió de hacer algo terrible —dije, impresionado—. ¿Qué,
exactamente?Él entornó los ojos. A sus espaldas, los sátiros sacudían la cabeza intentando
prevenirme.—Voyaestarvigilándote,PercyJackson—dijoTántalo—.Noquieroproblemas
enmicampamento.—Sucampamentoyatieneproblemas…señor.
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—Venga,veasentarteya,Johnson—suspiróDioniso—.Creoqueesamesadeallíeslatuya:ésaalaquenadiequieresentarse.
Lacarameardía,peronomeconvenía replicar.Dioniso siemprehabía sidounniñomalcriado,peroeraunniñomalcriadoinmortalymuypoderoso.
—Vamos,Tyson—ledije.—No,no—intervinoTántalo—.Elmonstruosequedaaquí.Tenemosquedecidir
quéhacemosconesto.—Conél—repliqué—.SellamaTyson.Elnuevodirectordeactividadesalzóunaceja.—Tysonhasalvadoelcampamento—insistí—.Machacóaesostorosdebronce.
Sino,habríanquemadoestelugarentero.—Sí—suspiróTántalo—,habríasidounaverdaderalástima…Dionisoreprimióunarisita.—Déjanossolos—ordenóTántalo—paraquepodamosdecidireldestinodeesta
criatura.Tysonmemiróconunaexpresiónasustadaensuojoenorme,peroyosabíaque
nopodíadesobedecerunaordendirectadelosdirectoresdelcampamento.Almenos,abiertamente.
—Volveréluego,grandullón—leprometí—.Notepreocupes.Teencontraremosunbuenlugarparadormirestanoche.
Tysonasintió.—Tecreo.Eresmiamigo.Locualmehizosentirmuchomásculpable.CaminépenosamentehastalamesadePoseidónymedesploméenelbanco.Una
ninfadelbosquemetrajounplatodepizzaolímpicadeolivasypepperoni,peroyono tenía hambre.Habían estado a punto dematarme dos veces aquel día yme lashabía arreglado para terminar el curso desastrosamente. El Campamento Mestizoestabametidoenungraveaprietoy,peseaello,Quirónmeaconsejabaquenohiciesenada.
No me sentía muy agradecido, pero llevé mi plato, según era costumbre, albraserodebronceyarrojéunapartealasllamas.
—Poseidón —dije—, acepta mi ofrenda. —«Y de paso mándame ayuda, porfavor»,recéensilencio.
Elhumodelapizzaardiendoadquirióunafraganciamuyespecial—comoeldeuna brisa marina mezclada con flores silvestres—, pero tampoco sabía si esosignificabaquemipadremeestabaescuchando.
Volví ami sitio.No creía que las cosas pudiesen empeorarmás, pero entoncesTántalo ordenó a un sátiro que hiciera sonar la caracola para llamar la atención yanunciarnosalgo.
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—Sí, bueno —dijo cuando se apagaron las conversaciones—. ¡Otra comidaestupenda!Oesomedicen.
Mientrashablaba,aproximólentamente lamanoasuplato,quehabíanvueltoallenarle,comosilacomidanofueraadarsecuenta.Perosí:encuantoestuvoadiezcentímetros,salióotravezdisparadaporlamesa.
—Enmiprimerdíademando—prosiguió—,quierodecirqueestaraquíresultaun castigo muy agradable. A lo largo del verano espero torturar, quiero decir,interaccionarconcadaunodevosotros;todostenéispintadesernutri…eh,buenoschicos.
Dioniso aplaudió educadamentey los sátiros lo imitaron sin entusiasmo.Tysonseguíadepieantelamesaprincipalconaireincómodo,perocadavezquetratabadeescabullirse,Tántaloloobligabaapermanecerallí,alavistadetodos.
—¡Y ahora, algunos cambios! —Tántalo dirigió una sonrisa torcida a loscampistas—.¡Vamosainstaurarotravezlascarrerasdecarros!
Unmurmullodeexcitación,demiedoeincredulidad,recorriólasmesas.—Yasé—prosiguió,alzandolavoz—queestascarrerasfueronsuspendidashace
unosañosacausa,eh,deproblemastécnicos.—¡Tres muertes y veintiséis mutilaciones! —gritó alguien desde la mesa de
Apolo.—¡Sí,sí!—dijoTántalo—.Peroestoysegurodequetodoscoincidiréisconmigo
encelebrarlavueltadeestatradicióndelcampamento.Losconductoresvictoriososobtendrán laureles dorados cada mes. ¡Mañana por la mañana pueden empezar ainscribirse los equipos! La primera carrera se celebrará dentro de tres días; osliberaremosdevuestrasactividadessecundariasparaquepodáisprepararloscarrosyelegirloscaballos.Ah,nosésihemencionadoquelacabañadelequipoganadorselibrarádelastareasdomésticasdurantetodoelmes.
Hubo un estallido de conversaciones excitadas. ¿Nada de cocinas durante unmes?¿Nilimpiezadeestablos?¿Hablabaenserio?
Hubounaobjeción.Ylapresentólaúltimapersonaquemehubieseimaginado.—¡Peroseñor!—dijoClarisse.Parecíanerviosa,peroaunasísepusodepiepara
hablardesdelamesadeAres.Algunoscampistassofocaronlarisacuandovieronensu espalda el letrero de «¡Muuuu!»—. ¿Qué pasará con los turnos de la patrulla?Quierodecir,silodejamostodoparaprepararloscarros…
—Ah, la heroína del día —exclamó Tántalo—. ¡La valerosa Clarisse, que havencidoalostorosdebroncesinayudadenadie!
Clarisseparpadeóyluegoseruborizó.—Bueno,yono…—Y modesta, además. —Tántalo sonrió de oreja a oreja—. ¡No hay de qué
preocuparse, querida! Esto es un campamento de verano. Estamos aquí para
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divertirnos,¿verdad?—Peroelárbol…—Yahora—dijoTántalo,mientrasvarioscompañerosdeClarissetirabandeella
paraquevolvieraasentarse—,antesdecontinuarconlafogatayloscantosacoro,un pequeño asunto doméstico. Percy Jackson y Annabeth Chase han creídoconveniente por algúnmotivo traer esto al campamento—dijo señalando con unamanoaTyson.
Unmurmullodeinquietudsedifundióentreloscampistasymuchosmemirarondereojo.TuveganasdemataraTántalo.
—Ahorabien—dijo—, los cíclopes tienen famade sermonstruos sedientosdesangreconunacapacidadcerebralmuyreducida.Encircunstanciasnormales,soltaríaa esta bestia en los bosques para que la cazarais con antorchas y estacas afiladas,pero…¿quiénsabe?Quizáestecíclopenoseatanhorriblecomolamayoríadesuscongéneres;mientrasnodemuestrequemereceseraniquilado,necesitamosunlugardondemeterlo.Hepensadoenlosestablos,peroloscaballossepondríannerviosos.¿TalvezlacabañadeHermes?
SehizounsilencioenlamesadeHermes.TravisyConnorStollexperimentaronun repentino interés en los dibujos del mantel. No podía culparlos. La cabaña deHermes siempre estaba llena hasta los topes. No habíamodo de que encajase allídentrouncíclopedecasidosmetros.
—Vamos—dijoTántaloentonodereproche—.Elmonstruoquizápuedahacertareas menores. ¿Alguna sugerencia sobre dónde podríamos meter una bestiasemejante?
Derepente,todoelmundoahogóungrito.TántaloseapartódeTysonsobresaltado.Loúnicoquepudehacerfuemirarcon
incredulidad la brillante luz verde que estaba a punto de cambiar mi vida: unadeslumbranteimagenholográficahabíaaparecidosobrelacabezadeTyson.
Con un retortijón en el estómago, recordé lo que había dichoAnnabeth de loscíclopes:«Sonhijosdelosespíritusdelanaturalezaydelosdioses…Bueno,deundiosenparticular,casisiempre…»
Girando sobre la cabeza de Tyson había un tridente verde incandescente: elmismosímboloquehabíaaparecidosobrelamíaeldíaquePoseidónmereconociócomohijosuyo.
Hubounmomentodemaravilladosilencio.Ser reconocido era un acontecimiento poco frecuente y algunos campistas lo
aguardabanenvanotodasuvida.CuandoPoseidónmereconocióelveranoanterior,todo el mundo se arrodilló con reverencia, pero esta vez siguieron el ejemplo deTántalo,queestallóenunagrancarcajada.
—¡Bueno!Creoqueahorayasabemosdóndemeteraestabestia.¡Porlosdioses,
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yodiríaqueinclusotieneunairedefamilia!Todoelmundosereía,salvoAnnabethyunospocosamigos.Tysonnopareciódarsecuenta,estabademasiadoperplejotratandodeaplastarel
tridente queya empezaba a desvanecerse sobre su cabeza.Era demasiado inocenteparacomprendercómosereíandeélyquécruelpuedellegaraserlagente.
Yosílocapte.Teníaunnuevocompañerodecabaña.Teníaaunmonstruoporhermanastro.
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CAPÍTULO6
Laspalomasdemonionosatacan
Lossiguientesdíasfueronunaauténticatortura,comoTántalodeseaba.Enprimer lugar,veraTyson instalándoseen lacabañadePoseidónmientras le
entrabalarisaflojacadaquincesegundos,yafuetodaunaexperiencia.—¿Percy,mihermano?—decíacomosilehubiesetocadolalotería.Ynohabíamododeexplicárselo.Estaba levitando.Encuantoamí,en fin,por
más que me cayera bien aquel grandullón, no podía dejar de sentirme algoincómodo…avergonzado,seríalapalabraadecuada.Yalahedicho.
Mipadre,eltodopoderosoPoseidón,sehabíaencaprichadodealgúnespíritudelanaturaleza y Tyson había sido el resultado. Yo había leído los mitos sobre loscíclopes,einclusorecordabaqueconfrecuenciaeranhijosdePoseidón,peronuncahabía reparadoenqueeso losconvertíaenparientesmíos.Hastaque tuveaTysoninstaladoenlaliteradeallado.
Yluegoestabanloscomentariosdelosdemáscampistas.Derepente,yoyanoeraPercyJackson,eltipoguayqueelveranopasadohabíarecuperadoelrayomaestrodeZeus;ahoraeraelpobreidiotaqueteníaaunmonstruohorribleporhermano.
—¡Noesmihermanodeverdad!—protestabayocuandoTysonnoandabaporallí—. Es más bien un hermanastro del lado monstruoso de la familia, como unhermanastrodesegundogrado…oalgoasí.
Nadieselotragaba.Loadmito:estabafuriosoconmipadre.Ahora tenía lasensacióndequesersu
hijoeraunchiste.Annabeth hizo lo posible para que me sintiera mejor. Me propuso que nos
presentáramos juntos a la carrera de carros y tratáramos de olvidar así nuestrosproblemas.Nomemalinterpretéis: los dos odiábamos a Tántalo y estábamosmuypreocupadosporlasituacióndelcampamento,peronosabíamosquéhacer.HastaquesenosocurrieraunbrillanteplanparasalvarelárboldeThalia,nosparecióquenoestaríamal participar en las carreras.Al fin y al cabo, fue lamadre deAnnabeth,Atenea,quieninventóelcarro,ymipadrehabíacreadoloscaballos.Losdosjuntosnosharíamoslosamosdeaqueldeporte.
***
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Unamañana, mientras Annabeth y yo estudiábamos distintos diseños de carrojuntoallagodelascanoas,unasgraciosasdelacabañadeAfroditaquepasabanporallímepreguntaronsinonecesitaríaunlápizdeojo…
—Ay,perdón.Deojos,quierodecir.—Nohagas caso, Percy—refunfuñóAnnabeth,mientras las chicas se alejaban
riendo—.Noesculpatuyatenerunhermanomonstruo.—¡Noesmihermano!—repliqué—.¡Ytampocoesunmonstruo!Annabethalzólascejas.—Oye,¡ahoranoteenfadesconmigo!Ytécnicamentesíesunmonstruo.—Bueno,fuistetúquienlediopermisoparaentrarenelcampamento.—¡Porqueeralaúnicamaneradesalvartelavida!Bueno…losiento,Percy,no
me imaginabaquePoseidón ibaa reconocerlo.Loscíclopes sonmuymentirososytraicioneros…
—¡Élno!Pero,dime,¿quétienestúcontraloscíclopes?Annabethsesonrojóhastalasorejas.Tuvelasensacióndequehabíaalgoqueno
mehabíacontado;algobastantemalo.—Olvídalo—medijo—.Veamos,elejedeestecarro…—Estástratándolocomosifueseunserhorrible—dije—.Ymesalvólavida.Annabethsoltóellápizysepusodepie.—Entoncesquizádeberíasdiseñarelcarroconél.—Talvezsí.—¡Perfecto!—¡Perfecto!Sealejófuriosayyomesentíaúnpeorqueantes.
***
Durantelosdosdíassiguientesintentéalejardemimentetodoslosproblemas.SilenaBeauregard,unadelaschicasmásguapasdelacabañadeAfrodita,medio
mi primera lección paramontar un pegaso.Me explicó que sólo había un caballoaladoinmortalllamadoPegaso,quevagabaaúnenlibertadporloscielos,peroqueenel curso de los eones había ido engendrando unmontón de hijos.Ninguno era tanveloznitanheroicocomoél,mastodosllevabansunombreglorioso.
Siendoelhijodeldiosdelmar,nuncamehabíagustadoandarporlosaires.Mipadre tenía una vieja rivalidad con Zeus, de modo que yo procuraba mantenermealejadodelosdominiosdelseñordeloscielos.Ahora,cabalgarenuncaballoaladome parecía diferente, nome ponía tan nervioso, nimuchomenos, como viajar enavión.Quizáfueseporquemipadrehabíacreadoloscaballosconespumamarina,de
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maneraquelospegasosveníanaserunaespeciede…territorioneutral.Además,yopodíacaptarsuspensamientosynomealarmabacuandomipegasoechabaagaloparsobre las copas de los árboles o cuando se lanzaba a perseguir por las nubes unabandadadegaviotas.
El problema era que Tyson también quería montar un «poni gallina», y lospegasos se asustaban en cuanto se les acercaba. Yo les decía telepáticamente queTysonnolesharíadaño,peroellosnoparecíancreerme,yélseponíaallorar.
Laúnicapersonadelcampamentoqueno teníaningúnproblemaconTysoneraBeckendorf, de la cabaña deHefesto. El dios herrero siempre había trabajado concíclopes en su forja, así que Beckendorf se llevaba a Tyson a la armería paraenseñarleatrabajarelmetal.DecíaqueenunperiqueteconseguiríaqueTysonforjaseinstrumentosmágicoscomounmaestro.
DespuésdelalmuerzomeentrenabaenelruedodearenaconlosdelacabañadeApolo.Elmanejodelaespadahasidosiempremifuerte.Lagentedecíaqueyoeramejoreneseterrenoqueningúnotrocampistadelosúltimoscienaños,salvoLukequizá.SiempremecomparabanconLuke.
A los chicos de Apolo les daba verdaderas palizas sin esforzarme demasiado.Debería haberme entrenado con las cabañas de Ares y Atenea, que tenían a losmejores combatientes, pero no me llevaba bien con Clarisse y sus hermanos y,despuésdemidiscusiónconAnnabeth,tampocoqueríaverlaaella.
Ibatambiénalaclasedetiroconarco,aunqueenestaespecialidaderamuymaloylaclasesinQuirónyanoeralomismo.Enartesyoficios,habíaempezadounbustodemármol de Poseidón, pero como cada vez se parecíamás a Sylvester Stallone,acabé dejándolo. También trepé por la pared de escalada en el nivelmáximo, queincluía lava y terremoto a todo trapo. Por las tardes, participaba en la patrullafronteriza. Aunque Tántalo había insistido en que no nos preocupáramos por laproteccióndelcampamento,algunoscampistaslahabíamosmantenidosindecirnadayestablecidoturnosennuestrotiempolibre.
Estaba sentado en la cimade la colinaMestiza, contemplando a las ninfas queibanyveníanmientraslecantabanalpinoagonizante.Lossátirostraíansusflautasdecañaytocabanmelodíasmágicasy,duranteunrato,lasagujasdelpinoparecíanmejorar. Las flores de la colina tenían también un olor más dulce y la hierbareverdecía,perocuandolamúsicasedetenía,laenfermedadseadueñabaotravezdelaatmósfera.Lacolinaenteraparecíainfectada,comosielvenenoquehabíallegadoalasraícesdelárbolestuvieramatándolotodo.Cuantomástiempopasabaallí,másmeenfurecía.
AquelloeraobradeLuke.Meacordabade suastuta sonrisayde lacicatrizdegarradedragónquelecruzabalacara.Habíasimuladosermiamigo,peroenrealidadhabíasidotodoeltiempoelsirvientenúmerounodeCronos.
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Abrílapalmadelamano;lacicatrizqueLukemehabíadejadoelveranopasadoestabadesapareciendo,peroaúnseveíaunpoco:unaheridaconformadeasteriscoenelpuntodondeelescorpióndelabismomehabíapicado.
Pensé en loquemehabíadichoLuke justo antesde intentarmatarme:«Adiós,Percy.SeavecinaunanuevaEdaddeOro,perotúnoformaráspartedeella.»
***
Por las noches teníamás sueños en los que aparecíaGrover. A veces sólomellegaba su voz a ráfagas, y una vez le oí decir: «Es aquí.»Y otra: «Le gustan lasovejas.»
Pensé en contárselo a Annabeth, pero me habría sentido estúpido. Es decir…«¿Legustanlasovejas?»Pensaríaquemehabíavueltoloco.
La noche antes de la carrera, Tyson y yo terminamos nuestro carro. Era unaverdaderapasada.Tysonhabíahecholaspartesdemetalenlaforjadelaarmería,yyolijélasmaderasylomontétodo.Eraazulyblanco,conundibujodeolasaambosladosyuntridentepintadoenlapartedelantera.Despuésdetodoaqueltrabajo,erade justicia que Tyson se situara a mi lado en la carrera, aunque sabía que a loscaballosnolesgustaríayquesupesoextraseríaunlastreynosrestaríavelocidad.
Cuandoíbamosaacostarnos,Tysonmevioceñudoypreguntó:—¿Estásenfadado?—No,noestoyenfadado.Seechóensuliteraypermaneciócalladoenlaoscuridad.Sucuerpoeramucho
másgrandequeelcolchónycuandosecubríaconlacolcha,lospiesleasomabanpordebajo.
—Soyunmonstruo.—Nodigaseso.—Nomeimporta.Seréunbuenmonstruo.Ynotendrásqueenfadarte.No supe qué responder.Miré el techo y sentí queme estabamuriendo poco a
poco,almismotiempoqueelárboldeThalia.—Essólo…quenuncahabíatenidounhermanastro.—Procuréevitarqueseme
quebrara la voz—. Es una experiencia muy diferente para mí; además, estoypreocupadoporelcampamento,yademástengootroamigo,Grover,quequizácorrapeligro.Sientoquedeberíahaceralgo,peronoséqué.
Tysonpermaneciócallado.—Losiento—añadí—.Noesculpatuya.EstoyenfadadoconPoseidón;tengola
sensación de que trata de ponerme en una situación embarazosa, como si quisieracompararnosoalgoasí,ynoentiendoporqué.
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Oíunruidosordoygrave.Tysonestabaroncando.Suspiré.—Buenasnoches,grandullón.Yyotambiéncerrélosojos.
***
Enmisueño,Groverllevabaunvestidodenovia.Nolequedabamuybien;erademasiadolargoyteníaeldobladillosalpicadode
barroseco,elescoteseleescurríaporloshombrosyunvelohechojironeslecubríalacara.
Estabadepieenunacuevahúmeda,iluminadaúnicamenteconantorchas.Habíauncatreenunrincónyun telaranticuadoenelotro,conun trozode telablancaamedio tejer en el bastidor.Memiraba fijamente, como si yo fuera el programa detelevisiónquehabíaestadoesperando.
—¡Graciasalosdioses!—gimió—.¿Meoyes?Mi yo dormido fue algo lerdo en responder. Seguía mirando alrededor y
registrándolo todo: el techo de estalactitas, aquel hedor a ovejas y cabras, losgruñidos, gemidos y balidos que parecían resonar tras una roca del tamaño de unfrigorífico que bloqueaba la única salida, como si más allá hubiese una cavernamuchomásgrande.
—¿Percy?—dijoGrover—.Porfavor,notengofuerzasparaproyectarmemejor.¡Tienesqueoírme!
—Teoigo—dije—.Grover,¿quéocurre?Unavozmonstruosabramódetrásdelaroca:—¡Ricura!¿Yahasterminado?Groverdiounpasoatrás.—¡Aúnno,cariñito!—gritóconvozdefalsete—.¡Unospocosdíasmás!—¡Pero…!¿Nohanpasadoyalasdossemanas?—N—no,cariñito.Sólocincodías.Oseaquefaltandocemás.Elmonstruopermanecióensilencio,quizátratandodehacerelcálculo.Debíade
serpeorqueyoenaritmética,porqueacabórespondiendo:—¡Estábien,perodateprisa!QuieroVEEEEERloquehaytrasesevelo,¡je,je,
je!Groversevolvióhaciamí.—¡Tienes que ayudarme! ¡No queda tiempo!Estoy atrapado en esta cueva.En
unaislaenmediodelmar.—¿Dónde?
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—Noloséexactamente.FuiaFloridaydobléalaizquierda.—¿Qué?¿Cómopudiste…?—¡Esuna trampa!—dijoGrover—.Esa es la razóndequeningún sátirohaya
regresadonuncadeestabúsqueda.¡Élesunpastor,Percy!Ytieneesoensupoder.¡SumagianaturalestanpoderosaquehueleexactamentecomoelgrandiosPan!Lossátiros vienen aquí creyendo que han encontrado a Pan y acaban atrapados ydevoradosporPolifemo.
—¿Poli…qué?—¡Elcíclope!—aclaróGrover,exasperado—.Casilogréescapar.Recorrítodoel
caminohastaSt.Augustine.—Pero él te siguió—dije, recordandomi primer sueño—.Y te atrapó en una
boutiquedevestidosdenovia.—Exacto.Miprimeraconexiónporempatíadebiódefuncionar,despuésdetodo.
Ymira,esevestidodebodaesloúnicoquemehamantenidoconvida.Elcreequehuelobien,peroyoledijequeeraunperfumeconfraganciadecabra.Porsuerte,novedemasiado;aúntieneelojomediocegadodesdelaúltimavezqueselosacaron,peroprontodescubriráloquesoy.Mehadadosólodossemanasparaqueterminelacoladelvestido.¡Ycadavezestámásimpaciente!
—¡Esperaunmomento!Elcíclopecreequeeres…—¡Sí!—gimióGrover—.¡Creequesoyunacíclopeyquierecasarseconmigo!Enotrascircunstanciashabríaestalladoencarcajadas,peroeltonodeGroverera
serioytemblabademiedo.—¡Iréarescatarte!—leprometí—.¿Dóndeestás?—EnelMardelosMonstruos,porsupuesto.—¿Elmardequé?—¡Yatelohedicho!¡Noséexactamentedónde!Yescucha,Percy,deverdadque
lo siento, pero esta conexión por empatía… Bueno, no tenía alternativa. Nuestrasemocionesahoraestánconectadas.Ysiyomuero…
—Nomelodigas:tambiénmoriréyo.—Bueno,talvezno,quizásigasviviendoenunestadovegetativoduranteaños.
Pero,eh…seríatodomuchomejorsimesacarasdeaquí.—¡Ricura!—bramóelmonstruo—.¡Eshoradecenar!¡Yhaydeliciosacarnede
cordero!—Tengoqueirme—lloriqueóGrover—.¡Dateprisa!—¡Espera!Hasdichoqueéltiene«eso»…¿Elqué?LavozdeGroveryaseestabaapagando.—¡Dulcessueños!¡Nomedejesmorir!El sueñosedesvanecióymedespertéconun sobresalto.Eraplenamadrugada.
Tysonmemirabapreocupadoconsuúnicoojo.
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—¿Teencuentrasbien?—mepreguntó.Unescalofríomerecorriólacolumnaaloírsuvoz.Sonabacasiexactamenteigual
queladelmonstruoqueacababadeoírenmisueño.
***
La mañana de la carrera hacía calor y mucha humedad. Una niebla baja sedeslizaba pegada al suelo como vapor de sauna. En los árboles se habían posadomilesdepájaros:gruesaspalomasblancoygris,aunquenoemitíanelarrullotípicode su especie, sino una especie de chirridometálico que recordaba al sonar de unsubmarino.
Lapistade la carrerahabía sido trazadaenunpradodehierba situadoentre elcampo de tiro y los bosques. La cabaña de Hefesto había utilizado los toros debronce,domesticadosporcompletodesdequeleshabíanmachacadolacabeza,paraaplanarunapistaovalencuestióndeminutos.
Habíagradasdepiedraparalosespectadores:Tántalo,lossátiros,algunasninfasy todos los campistas que no participaban. El señor D no apareció. Nunca selevantabaantesdelasdiezdelamañana.
—¡Muybien!—anuncióTántalocuandolosequiposempezaronacongregarseenlapista.Unanáyadelehabíatraídoungranplatodepastelesdehojaldrey,mientrashablaba,sumanoderechaperseguíaunpalodenataychocolateporlamesadelosjueces—.Yaconocéislasreglas:unapistadecuatrocientosmetros,dosvueltasparaganarydoscaballosporcarro.Cadaequipoconstadeunconductoryunguerrero.Lasarmasestánpermitidasyesdeesperarquehayajuegosucio.¡Perotrataddenomatar a nadie! —Tántalo nos sonrió como si fuéramos unos chicos traviesos—.Cualquier muerte tendrá un severo castigo. ¡Una semana sin malvaviscos conchocolateenlahogueradelcampamento!¡Yahora,aloscarros!
Beckendorf,el líderdelequipodeHefesto, sedirigióa lapista.El suyoeraunprototipo hecho de hierro y bronce, incluidos los caballos, que eran autómatasmágicos como los toros de Cólquide. No tenía la menor duda de que aquel carroalbergabatodaclasedetrampasmecánicasymásprestacionesqueunMaseraticontodossuscomplementos.
Del carro de Ares, color rojo sangre, tiraban dos horripilantes esqueletos decaballo.Clarissesubióconjabalinas,bolasconpúas,abrojosmetálicos,deesosquesiemprecaenconlapuntahaciaarriba,yunmontónmásdecacharrosmuychungos.
ElcarrodeApolo,eleganteyenperfectoestado,eratododeoroylotirabandoshermosospalominosdepelajedorado,colaycrinblanca.Suguerreroestabaarmadocon un arco, aunque había prometido que no dispararía flechas normales a los
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conductoresrivales.ElcarrodeHermeseraverdeyteníaunaireanticuado,comosinohubiesesalido
del garaje en años. No parecía tener nada de especial, pero lo manejaban loshermanosStollyyo temblabasólodepensaren las jugarretasquedebíandehaberplaneado.
Quedabandoscarros:unoconducidoporAnnabethyotropormí.Antes de empezar la carrera,me acerqué a ella y empecé a contarlemi sueño.
ParecióanimarsecuandomencionéaGrover,peroencuanto leexpliqué loquemehabíadicho,volvióamostrarsedistanteysuspicaz.
—Loquequieresesdistraerme—decidióalfin.—¡Deningunamanera!—¡Ya,claro!ComosiGrovertuviesequeiratropezarprecisamenteconloúnico
quepodríasalvaralcampamento.—¿Quéquieresdecir?Ellapusolosojosenblanco.—Vuelveatucarro,Percy.—Nomeloheinventado.Grovercorrepeligro,Annabeth.Ella vaciló, intentando decidir si confiaba en mí o no. Pese a nuestras peleas
ocasionales, juntoshabíamossuperadomuchascosas.YyosabíaqueellanoqueríaquelepasaranadamaloaGrover.
—Percy,unaconexiónporempatíaesmuydifícildeestablecer.Quierodecirquelomásprobableesqueestuvierassoñando.
—ElOráculo—dije—.PodemosconsultaralOráculo.Annabethfruncióelceño.El verano anterior, antes de emprender la búsqueda del rayomaestro, visité al
extrañoespírituquevivíaenlaCasaGrandeymehizounaprofecíaquesecumplióde unamanera imprevisible. Aquella experienciame había dejado flipado durantemeses.AnnabethsabíaquenomehabríapasadoporlacabezavolveraconsultaralOráculosinoestuviesehablandoenserio.
Antesdequepudieraresponder,sonólacaracola.—¡Competidores!—gritóTántalo—.¡Asuspuestos!—Hablaremosdespués—medijoAnnabeth—.Cuandohayaganadolacarrera.Mientrasibahaciamicarro,advertíquehabíamuchasmáspalomasenlosárboles
soltandoaquelchirridoenloquecedoryhaciendoquecrujieraelbosqueentero.Nadieparecíaprestarlesatención,peroamímeponíannervioso;suspicosbrillabandeunmodoextrañoysusojosrelucíanmásdelonormal.
Tysonteníaproblemasparacontrolarloscaballos.Tuvequehablarconellosunbuenratoparacalmarlos.
«¡Esunmonstruo,señor!»,sequejaban.
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«EshijodePoseidón—lesdije—.Igualque…bueno,igualqueyo.»«¡No!—insistían—.¡Monstruo!¡Devoradordecaballos!¡Noesdefiar!»«Osdaréterronesdeazúcaralfinaldelacarrera»,lesdije.«¿Terronesdeazúcar?»«Terronesenormes.Ymanzanas.¿Yaoshabíadicholodelasmanzanas?»Asíquesedejaronponerlasriendasylosarreos.Por si nunca habéis visto un carro griego, debéis saber que es un vehículo
diseñado exclusivamente para la velocidad, no para la seguridad ni el confort.Básicamente,vieneaserunacanastillademaderaabiertapordetrásymontadasobreunejecondosruedas.Elaurigapermanecedepietodoeltiempo,yosaseguroquesenota cada bache. La canastilla es de una madera tan ligera, que si uno pierde elcontrol en la curva que hay en cada extremo de la pista, lo más probable es quevuelqueyacabeaplastadobajoelcarro.Esunacarreramuchomásrápidaquelasdemonopatín.
Tomélasriendasyllevéelcarrohastalalíneadesalida.ATysonlediunaestacade tres metros y le encomendé mantener lejos a los rivales que se acercarandemasiado,asícomodesviarcualquiercosaquepudieranarrojarnos.
—Nogolpearalosponisconelpalo—insistíaél.—No—confirmaba yo—. Y tampoco a la gente, si puedes evitarlo. Vamos a
correr jugando limpio. Tú limítate a evitarme distracciones para que puedaconcentrarmeenconducir.
—¡Venceremos!—dijosonriendoabiertamente.«Vamosaperderseguro»,penséyo.Peroteníaqueintentarlo.Queríademostrara
losdemás…bueno,nosabíamuybienquéexactamente.¿QueTysonnoeratanmaltipo?¿Queamínomeavergonzabaquemeviesenenpúblicoconél?¿Otalvezquenomehabíanafectadotodossuschistesyapodos?
Mientrasloscarrossealineaban,enelbosqueseibanreuniendomáspalomasdeojos relucientes.Chillaban tantoque loscampistasde la tribunaempezaronamirarnerviosamentelosárboles,quetemblabanbajoelpesodetantospájaros.Tántalonoparecía preocupado, pero tuvo que levantar la voz para hacerse oír entre aquelbullicio.
—¡Aurigas!—gritó—.¡Asusmarcas!Hizounmovimientoconlamanoydiolaseñaldepartida.Loscarroscobraron
vida con estruendo. Los cascos retumbaron sobre la tierra y lamultitud estalló engritosyvítores.
Casideinmediatoseoyóunestrépitomuychungo.Miréatrásjustoatiempodever cómovolcaba el carrodeApolo; el deHermes lohabía embestido; tal vez sinquerer,o talvezno.Susocupanteshabían saltado,pero loscaballos, aterrorizados,siguieronarrastrandoelcarrodeoroycruzandolapistaendiagonal.TravisyConnor
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Stoll,losdelHermes,seregocijarondesubuenasuerte.Peronopormuchotiempo,porque los caballos de Apolo chocaron con los suyos y su carro volcó también,dejando en medio del polvo un montón de madera astillada y cuatro caballosencabritados.
Dos carros fuera de combate en los primeros metros. Aquel deporte meencantaba.
Volvíacentrarmeenlacabezadelacarrera.Íbamosabuenritmo,pordelantedeAres,peroelcarrodeAnnabethnosllevabamuchaventaja,yaestabadandolavueltaal primer poste, mientras su copiloto sonreía sarcástico y nos decía adiós con lamano:
—¡Nosvemos,chavales!ElcarrodeHefestotambiénempezabaaadelantarnos.Beckendorfapretóunbotónyseabrióunpanelenellateraldesucarro.—¡Losiento,Percy!—chilló.Tres bolas con cadenas salieron disparadas hacia nuestras ruedas. Nos habrían
destrozado si Tyson no las hubiese desviado con un golpe rápido de su estaca.Además, lediounbuenempujónalcarrodeHefestoy lomandódando tumbosdeladomientrasnosotrosnosalejábamos.
—¡Buentrabajo,Tyson!—grité.—¡Pájaros!—exclamóél.—¿Qué?Avanzábamostandeprisaqueapenasoíamosniveíamosnada,peroTysonseñaló
hacia el bosque y entonces vi lo que lo inquietaba. Las palomas habían alzado elvueloydescendíanatodavelocidad,comounenormetornado,directamentehacialapista.
«Nadaserio—medije—.Nosonmásquepalomas.»Intentéconcentrarmeenlacarrera.Hicimoselprimergiroconlasruedaschirriandoyelcarroapuntodevolcar,pero
ahora estábamos sólo a tresmetros deAnnabeth. Si conseguía acercarme un pocomás,Tysonpodríausarsuestaca…
ElcopilotodeAnnabethyanoreía.Sacóunajabalinadelacolecciónquellevabaymeapuntóalpecho.Ibaalanzármelacuandoseprodujoungrangriterío.
Milesdepalomasselanzabanentrombacontralosespectadoresdelasgradasylosdemáscarros.Beckendorfestabacompletamenterodeado.Suguerrero intentabaahuyentarlas amanotazos, pero no veía nada. El carro viró, se salió de la pista ycorrióporloscamposdefresasconsuscaballosmecánicosechandohumo.
En el carro deAres,Clarisse dio órdenes a gritos a su guerrero, que cubrió deinmediato la canastilla con una malla de camuflaje. Los pájaros se arremolinaronalrededor,picoteandoyarañandolasmanosdeltipo,quetratabademantenerlamalla
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en su sitio. Clarisse se limitó a apretar los dientes y siguió conduciendo. Susesqueletos de caballo parecían inmunes a la distracción. Las palomas picoteabaninútilmente sus órbitas vacías y atravesaban volando su caja torácica, pero loscorcelescontinuabangalopandocomosinada.
Losespectadoresno tenían tantasuerte.Lospájarosacometíancontracualquiertrozodecarnequehubiesealavistaysembrabanelpánicoportodaspartes.Ahoraque estabanmás cerca, resultaba evidente que no eran palomas normales; sus ojospequeñosy redondosbrillabandeunmodomaligno, sus picos erandebroncey, ajuzgarporlosgritosdeloscampistas,afiladísimos.
—¡PájarosdelEstínfalo!—gritóAnnabeth.Redujolavelocidadypusosucarrojuntoalmío—.¡Sinologramosahuyentarlos,picotearána todoelmundohasta loshuesos!
—Tyson—dije—,debemosdarlavuelta.—¿Vamosendirecciónequivocada?—preguntó.—Esosiempre—dijeconungruñido,ydirigíelcarrohacialastribunas.Annabethcorríaamilado.—¡Héroes, a las armas! —gritó. Pero no creo que nadie la oyera entre los
rechinantesgraznidosyelcaosgeneral.Mantuve las riendasenunamanoy logré sacaraContracorriente justo cuando
una oleada de pájaros se abalanzaba sobremi rostro, abriendo y cerrando su picometálico.Losacuchillé enel aire conviolentosmandoblesy sedisolvieronenunaexplosióndepolvoyplumas.Peroquedabanmilesaún.Unodeellosmepicoteóeltraseroypocomefaltóparaabandonarelcarrodeunsalto.
Annabethnoteníamejorsuerte.Cuantomáscercaestábamosdelastribunas,másdensaeralanubedepájarosquenosrodeaba.
Algunos espectadores trataban de contraatacar y los campistas de Ateneareclamabansusescudos.LosarquerosdelacabañadeApolohabíansacadosusarcosyflechas,ysedisponíanausarlosparaterminarconaquellaamenaza,perocontantoscampistasrodeadosdepájaros,erapeligrosodisparar.
—¡Son demasiados!—le grité a Annabeth—. ¿Cómo vamos a quitárnoslos deencima?
Ellaatravesóunapalomaconsucuchillo.—¡Hércules utilizó el ruido! ¡Campanas de latón! Las ahuyentó con el sonido
máshorriblequepudo…Susojosseabrieroncomoplatos.—Percy…¡lacoleccióndeQuirón!Laentendíenelacto.—¿Creesquefuncionará?Ellaleentrególasriendasasuguerreroysaltóamicarrocomosifueralacosa
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másfácildelmundo.—¡AlaCasaGrande!¡Esnuestraúnicaposibilidad!Clarisse acababa de cruzar la línea de meta sin la menor oposición, y sólo
entoncespareciódarsecuentadelogravequeeralasituación.Cuandonosvioalejarnos,gritó:—¿Salíshuyendo? ¡La luchaestáaquí, cobardes!—Desenvainó suespaday se
fuehacialastribunas.Puseloscaballosalgalope;elcarrocruzóretumbandoloscamposdefresasyla
pistadevoleibol,ysedetuvoconunasacudidafrentealaCasaGrande.AnnabethyyocorrimoshaciaelinterioryderribamoslapuertadelapartamentodeQuirón.
Suequipodemúsicaseguíaenlamesilladenoche,ytambiénsuscedesfavoritos.Agarré los más repulsivos, Annabeth cargó con el equipo y nos precipitamos devueltaalcarro.
En la pista se veían carros en llamas y campistas heridos corriendo en todasdirecciones, mientras los pájaros les destrozaban la ropa y arrancaban el pelo.Entretanto,Tántaloperseguíapastelesdehojaldreporlastribunas,gritandodevezencuándo:
—¡Todoestábajocontrol!¡Nohaydequépreocuparse!Nos detuvimos en la línea de meta. Annabeth preparó el equipo de música,
mientrasyorezabaparaquelaspilasfuncionasen.ApretéplayysepusoenmarchaeldiscofavoritodeQuirón:Grandeséxitosde
DeanMartin.Elairesellenódeprontodeviolinesyunapandilladetiposgimiendoenitaliano.
Laspalomasdemoniosevolvieroncompletamente locas.Empezaronavolarencírculo y a chocar entre ellas como si quisieran aplastarse sus propios sesos.Enseguida abandonaron la pista y se elevaron hacia el cielo, convertidas en unaenormenubeoscura.
—¡Ahora!—gritóAnnabeth—.¡Arqueros!Con un blanco bien definido, los arqueros de Apolo tenían una puntería
impecable.Lamayoríasabíadispararcincooseisflechasalmismotiempo.Enunosminutos, el suelo estaba cubierto de palomas con pico de bronce muertas, y lassupervivientesyanoeranmásqueunalejanacolumnadehumoenelhorizonte.
Elcampamentoestabasalvado,perolosdañoseranmuyserios;lamayoríadeloscarroshabíasidototalmentedestruida.Casitodoelmundoestabaheridoysangrabaacausa de los múltiples picotazos, y las chicas de la cabaña de Afrodita chillabanhistéricasporqueleshabíanarruinadosuspeinadosyrajadolosvestidos.
—¡Bravo! —exclamó Tántalo, pero sin mirarnos a Annabeth y a mí—. ¡Yatenemosalprimerganador!—CaminóhastalalíneademetayleentrególoslaurelesdoradosaClarisse,quelomirabaestupefacta.
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Luegosevolvióhaciamíconunasonrisa.—Yahora,vamosacastigaralosalborotadoresquehaninterrumpidolacarrera.
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CAPÍTULO7
Aceptoregalosdeunextraño
TalcomoloveíaTántalo,lospájarosdelEstínfaloestabanenelbosqueocupadosensus propios asuntos y no nos habrían atacado si Annabeth, Tyson y yo no loshubiéramosmolestadoconnuestramaneradeconducirloscarros.
Aquelloeratanrematadamenteinjustoqueledijequesefueraaperseguirdónutsaotraparte,cosaquenoayudóamejorarlascosas.Noscondenóalostresapatrullarpor la cocina, o sea, a fregar platos y cacharros toda la tarde en el sótano con lasarpíasde la limpieza.Lasarpías lavabanconlava,noconagua,paraobteneraquelbrillosúperlimpioyacabarconel99,9porcientodelosgérmenes.AsíqueAnnabethyyotuvimosqueponernosdelantalyguantesdeasbesto.
ATysonnoleimportaba;sumergiósusdesnudasmanosyempezóafregar,peroAnnabeth y yo tuvimos que soportar durante horas aquel trabajo peligroso ysofocante, especialmente porque había toneladas de platos extra. Tántalo habíaencargado a la hora del almuerzounbanquete especial para celebrar la victoria deClarisse: una comida muy completa que incluía pájaros del Estínfalo fritos a lapaisana.
Lo único bueno del castigo fue que nos proporcionó a Annabeth y a mí unenemigocomúnytiempodesobraparahablar.DespuésdeescucharotravezelrelatodemisueñosobreGrover,meparecióquequizáempezabaacreerme.
—Sirealmentelohaencontrado—murmuró—,ysipudiéramosrecuperarlo…—Esperaunmomento—dije—.ActúascomosiesoqueGroverhaencontrado,
sealoquesea,fueralaúnicacosadelmundocapazdesalvaralcampamento.¿Quéesexactamente?
—Te voy a dar una pista. ¿Qué es lo que consigues cuando despellejas a uncarnero?
—¿Montarunestropicio?Ellasuspiró.—Unvellón.Lapieldelcarnerosellamavellónovellocino,ysiresultaqueese
carnerotienelanadeoro…—ElVellocinodeOro.¿Hablasenserio?Annabethdejóenlalavaunplatollenodehuesosdepájaro.—Percy,¿teacuerdasdelasHermanasGrises?Dijeronqueconocíanlaposición
deloqueandabasbuscando,ymencionaronaJasón.TambiénaélleexplicaronhacetresmilañoscómoencontrarelVellocinodeOro.ConoceslahistoriadeJasónylosArgonautas,supongo.
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—¡Sí!—dije—.Esaviejapelículaconlosesqueletosdearcilla.Annabethpusolosojosenblanco.—¡Oh,dioses,Percy!Eresimposible.—¿Cómoera,pues?—Escúchamebien.LaverdaderahistoriadelVellocinodeOrotratadedoshijos
deZeus,CadmoyEuropa,¿sí?,que ibanaconvertirseenvíctimasdeunsacrificiohumanoysuplicaronasupadrequelossalvara.Zeusenvióuncarneroaladoconlanadeoro,que los recogióenGreciay los trasladóhastaCólquide, enelAsiaMenor.Bueno,enrealidadsólotrasladóaCadmo,porqueEuropasecayóeneltrayectoysemató.Peroesonoimporta.
—Aellasíleimportaría…—La cuestión, ¡Percy!, es que cuando Cadmo llegó a Cólquide, ofrendó a los
dioseselcarnerodeoroycolgóelvellocinoenunárbolenmitaddeaquelreino.Elvellocinollevólaprosperidadaaquellastierras;losanimalesdejarondeenfermar,lasplantascrecíanconmásfuerzayloscampesinosobteníancosechasabundantes.Lasplagasdesaparecieron,yporesoJasónqueríaelvellocino,porquelograrevitalizarlatierradondesehalla.Curalaenfermedad,fortalecelanaturaleza,limpialapoluciónatmosférica…
—PodríacurarelárboldeThalia.Annabethasintió.—Yreforzaríatambiénlasfronterasdelcampamento,Percy.PeroelVellocinode
Orollevasiglosperdido;montonesdehéroeslohanbuscadosinéxito.—PeroGroverlohaencontrado—dije—.SalióenbuscadePanyhaencontrado
elVellocinodeOro,porquelosdosirradianmagianatural.Tienesentido,Annabeth;podemosrescatarloysalvarelcampamentoalmismotiempo.¡Esperfecto!
Ellavaciló.—Quizáunpoquitodemasiadoperfecto,¿nocrees?¿Ysiesunatrampa?Me acordé del verano pasado y de cómo había manipulado Cronos nuestra
búsqueda.Casihabíaconseguidoengañarnosparaqueloayudáramosadesencadenarunaguerraquehabríadestruidolacivilizaciónoccidental.
—¿Quéalternativatenemos?—pregunté—.¿VasaayudarmearescataraGrover,síono?
Ella miró a Tyson, que había perdido todo interés en nuestra conversación yjugabatancontentoconlastazasylascucharas,comosifuesenbarquitosdejuguetesurcandoolasdelava.
—Percy—susurró—,tendremosquelucharconPolifemo,elpeorcíclope.Ysólohayunsitiodondepuedeestarsuisla:elMardelosMonstruos.
—¿Dóndequedaeso?Memirócomosicreyesequemehacíaeltonto.
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—ElMardelosMonstruos.ElmismomarporelquenavegóUlises,yJasón,yEneas,ytodoslosdemás.
—¿ElMediterráneo,quieresdecir?—No.Bueno,sí…perono.—Otrarespuestadirecta,muchasgracias.—Mira,Percy,elMardelosMonstruoseselmarquecruzantodosloshéroesen
susaventuras.EstabaenelMediterráneo,sí,pero,comotodolodemás,hacambiadodeposiciónamedidaqueelcentrodepoderoccidentalsedesplazaba.
—ComoelmonteOlimpo,queahoraestáencimadelEmpireState,¿no?OcomoelreinodeHades,queseencuentraenelsubsuelodeLosÁngeles.
—Exacto.—Perounmarenterollenodemonstruos…¿Cómopuedeocultarsealgoasí?¿No
verían los mortales que pasaban cosas raras, quiero decir, barcos tragados por lasaguasydemás?
—Claroqueloven.Nolocomprenden,perosabenqueocurrealgoextrañoenesaparte del océano. ElMar de losMonstruos queda junto a la costa este deEstadosUnidos,alnordestedeFlorida.Losmortalesinclusolehanpuestonombre.
—¿ElTriángulodelasBermudas?—Exacto.Tratédeasimilartodoaquello;supongoquenoeramásextrañoquetodoloque
habíaidoaprendiendodesdemillegadaalCampamentoMestizo.—Deacuerdo…Almenos,sabemosdóndebuscar.—Esunáreaenorme,Percy.Buscarunapequeñaislaenunasaguasinfestadasde
monstruos…—Bueno,yosoyhijodeldiosdelmar.Éseesmiterreno.¿Tandifícilpuedeser?Annabethfruncióelceño.—TendremosquehablarconTántaloyobtenersuautorizaciónparaemprenderla
búsqueda;aunquenosdiráqueno.—No si se lo decimos esta noche al calor de la hoguera, delante de todo el
mundo.Elcampamentoenterolooirá,lopresionaránentretodosynoserácapazdenegarse.
—Talvez—dijoconunpequeñoresquiciodeesperanzaensuvoz—.Mejorqueterminemosconestosplatos.Pásameelpulverizadordelava,¿quieres?
***
En la fogata de aquella noche, la cabaña de Apolo dirigía los cantos a coro.Trataban de levantar el ánimo general, pero no era fácil tras el ataque de aquellos
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pajarracos.Estábamossentadosenel semicírculodegradasdepiedra,cantandosingranentusiasmoycontemplandocómoardíalahogueramientrasloschicosdeApolonosacompañabanconsusguitarrasyliras.
Cantamos todas las canciones clásicas de campamento. La hoguera estabaencantada y, cuanto más fuerte cantábamos, más alto se elevaban sus llamas;cambiaba de color, y también la intensidad de su calor, según nuestro estado deánimo.Enunabuenanochelahabíavistoalcanzarunaalturadeseismetros,conuncolorpúrpuradeslumbrante,ydesprenderuncalortantremendoquetodalaprimerafilademalvaviscossehabía incendiado.Aquellanoche,encambio, las llamassóloalcanzabanunmetro,apenascalentabanyteníanuncolorceniciento.
Dioniso se retiró temprano. Tras aguantar unas cuantas canciones, farfulló quehasta las partidas de pinacle conQuirón eranmás divertidas, le lanzó unamiradadesagradableaTántaloyseencaminóalaCasaGrande.
Cuandohubosonadolaúltimacanción,Tántaloexclamó:—¡Bueno,bueno!¡Hasidoprecioso!Echómanodeunmalvaviscoasadoensartadoenunpaloysedispusoahincarle
el diente en plan informal, pero antes de que pudiese tocarlo, el malvavisco salióvolando.Tántalo intentó atraparlo a la desesperada, pero elmalvavisco se quitó lavidaarrojándosealasllamas.
Élsevolvióhacianosotrosconunafríasonrisa.—Yahora,veamosloshorariosdemañana.—Señor—dije.Leentróunaespeciedeticenelojo.—¿Nuestropinchedecocinatienealgoquedecir?AlgunoschavalesdeAresreprimieronunarisita,peronoibaadejarmeintimidar.
MepuseenpieymiréaAnnabeth.Graciasalosdioses,ellatambiénselevantó.—Tenemosunaideaparasalvarelcampamento—dije.Silenciosepulcral.Habíaconseguidodespertarelinterésdetodoelmundo,ylas
llamasdelahogueraadquirieronuntonoamarillobrillante.—Sí, claro—dijoTántalo en tono insulso—.Bueno, si tiene algo que ver con
carros…—ElVellocinodeOro—dije—.Sabemosdóndeestá.Las llamas se volvieron anaranjadas. Antes de que Tántalo pudiese responder,
contédeun tirónmi sueñosobreGrovery la isladePolifemo.Annabeth intervinopararecordarlosefectosqueproducíaelVellocinodeOro;sonabamásconvincenteviniendodeella.
—Elvellocinopuedesalvarelcampamento—concluyó—.Estoycompletamentesegura.
—Tonterías—dijoTántalo—.Nonecesitamosningunasalvación.
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Todoelmundolomirófijamentehastaqueempezóasentirseincómodo.—Además —añadió—, ¿el Mar de los Monstruos? No parece una pista muy
exactaquedigamos;nosabríaisnipordóndeempezarabuscar.—Sí,sí,losé—dije.Annabethseinclinóhaciamíymesusurró:—¿Deveraslosabes?Asentí.Ellamehabíarefrescadolamemoriaalrecordarmenuestroviajeentaxi
conlasHermanasGrises.Enaquelmomento,lainformaciónquemedieronnoteníaningúnsentido.Peroahora…
—Treinta,treintayuno,setentaycinco,doce—dije.—Muy bien—dijo Tántalo—. Gracias por compartir con nosotros esas cifras
inútiles…—Son coordenadas de navegación—aclaré—. Latitud y longitud. Lo estudié,
eh…ensociales.InclusoAnnabethparecióimpresionada.—Treintagrados,treintayunminutosnorte;setentaycincogrados,doceminutos
oeste.¡Tienerazón!LasHermanasGrisesnosdieronlascoordenadas.DebedecaerenalgúnpuntodelAtlánticofrentealascostasdeFlorida;elMardelosMonstruos.¡Hemosdeemprenderunaoperacióndebúsqueda!
—Unmomento—dijoTántalo.Perotodosloscampistassepusieronacorear:—¡Unabúsqueda!¡Unaoperacióndebúsqueda!Lasllamassealzaronaúnmás.—Nohacefalta—insistióTántalo.—¡¡Unabúsqueda!!¡¡Unabúsqueda!!—¡Está bien! —gritó Tántalo, los ojos llameantes de furia—. ¿Queréis que
autoriceunaoperacióndebúsqueda,mocosos?—¡¡Sí!!—Muybien—asintió—.Darémiautorizaciónparaqueunpaladínemprendaesa
peligrosatravesía,recupereelVellocinodeOroylotraigaalcampamento,oparaquemueraenelintento.
Elcorazónsemehenchíadeemoción.NoibaapermitirqueTántalomeasustara.Aquello era lo que tenía que hacer: salvaría a Grover y al campamento; nadamedetendría.
—PermitiréquenuestropaladínconsultealOráculo—anuncióTántalo—.Yqueelijadoscompañerosdeviaje.Creoquelaelecciónesobvia.
TántalonosmiróaAnnabethyamícomosiquisieradesollarnosvivos.—Esepaladíntienequeseralguienquesehayaganadoelrespetodetodos,que
hayademostradosusrecursosenlascarrerasdecarrosysuvalentíaenladefensadel
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campamento.¡Túdirigiráslabúsqueda…Clarisse!El fuego chisporroteó con un millar de colores diferentes. La cabaña de Ares
empezóapatearelsueloyestallóenvítores:—¡¡Clarisse!!¡¡Clarisse!!Ellasepusoenpie,atónita.Tragósalivaysupechosehinchódeorgullo.—¡Aceptolamisión!—¡Unmomento!—grité—.Groveresmiamigo;fuiyoquienlosoñé.Elsueño
mellegóamí.—¡Siéntate! —aulló un campista de Ares—. ¡Tú ya tuviste tu oportunidad el
veranopasado!—¡Sí!¡Loquequiereesserotravezelcentrodeatención!—dijootro.Clarissemelanzóunamiradafulminante.—¡Acepto la misión! —repitió—. ¡Yo, Clarisse, hija de Ares, salvaré el
CampamentoMestizo!Los deAres la vitorearon aún conmás fuerza.Annabeth protestó y los demás
campistas de Atenea se sumaron a su protesta. Todo el mundo empezó a tomarpartido, a gritar y discutir y a tirarse malvaviscos; temí que aquello fuera aconvertirseenunabatallademalvaviscosasadoscontodaslasdelaley…hastaqueTántalogritó:
—¡Silencio,mocosos!Sutonomedejópasmadoinclusoamí.—¡Sentaos!—ordenó—.Yoscontaréunahistoriadefantasmas.No sabía qué se proponía, pero todos volvimos a sentarnos a regañadientes.El
auramalignaqueTántaloirradiabaahoraeratanpoderosacomoladecualquieradelosmonstruosalosquemehabíaenfrentado.
—Éraseunavezunreymortalmuyqueridoporlosdioses.—Sepusolamanoenelpechoytuvelasensacióndequehablabadesímismo—.Eserey—dijo—inclusotenía derecho a participar en los festines del monte Olimpo. Pero un día trató dellevarseunpocodenéctaryambrosíaa laTierraparaaveriguar lareceta(sólounabolsita,adecirverdad),yentonceslosdioseslocastigaron.¡Lecerraronlapuertadesus salones para siempre! Su propia gente se mofaba de él, incluso sus hijos lereprendían su acción. Sí, campistas, tenía unos hijos horribles. ¡Chavales como…vosotros!
Señalóconundedoencorvadoaunoscuantosdelaaudiencia,yoentreellos,porsupuesto.
—¿Sabéis loque leshizoaaquellosniños ingratos?—preguntóenvozbaja—.¿Sabéis cómo se vengó de los dioses por aquel castigo tan cruel? Invitó a losOlímpicos aun festín en supalacio, parademostrarlesqueno lesguardaba rencor.Nadienotólaausenciadesushijos,ycuandosirviólacenaalosdioses,misqueridos
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campistas,¿adivináisloquehabíaenelguiso?Nadie se atrevió a responder. La hoguera adquirió un resplandor azul oscuro y
arrojóunbrillomalignoalrostrotorcidodeTántalo.—Ah, los dioses lo castigaron en la vida de ultratumba—gruñó—.Vaya si lo
hicieron; pero él también gozó de su momento, ¿no es verdad? Sus niños novolvieron a replicarle más ni tampoco a cuestionar su autoridad. ¿Y sabéis qué?Correnrumoresdequeelespíritudeaquelreymoraenestemismocampamento,alaesperadeunaoportunidadparavengarsedelosniñosingratosyrebeldes.Asípues…¿algunaotraquejaantesdedejarqueClarisseemprendasubúsqueda?
Silencio.Tántalolehizoungestoconlacabeza.—ElOráculo,querida.Vamos.Clarisseseremovióinquieta,comosinisiquieraelladesearalagloriasihabíade
serelpreciodeconvertirseensumascota.—Señor…—¡Ve!—gruñóél.EllaesbozóunatorpereverenciayseapresuróhacialaCasaGrande.—¿Ytú,PercyJackson?—preguntóTántalo—.¿Ningúncomentariodenuestro
lavaplatos?Permanecíensilencio.Noibaadarleelgustodecastigarmeotravez.—Muybien.Ydejadqueoslorecuerdeatodos:nadiesaledeestecampamento
sinmipermiso.Quienlointente…bueno,sisobrevivealintento,seráexpulsadoparasiempre,peronisiquieraharáfaltallegaraesepunto.Lasarpíasmontaránguardiadeahora en adelante para reforzar el toque de queda. ¡Y siempre están hambrientas!Buenasnoches,estimadoscampistas,dormidbien.
Hizoungestoconlamanoylahogueraseextinguió.Loscampistasdesfilaronenlaoscuridadhaciasuscabañas.
***
No podía explicarle toda la situación a Tyson, pero él sabía que estaba triste.SabíaquequeríasalirdeviajeyqueTántalonomelopermitía.
—¿Irásdetodosmodos?—preguntó.—Nolosé—reconocí—.Seríaunviajeduro,muyduro.—Yoteayudaría.—No…nopodríapedirtequelohicieras,grandullón.Esdemasiadopeligroso.Tysonbajólavistayseconcentróenlaspiezasdemetalqueestabaensamblando
en su regazo:muelles, engranajes y pequeños alambres. Beckendorf le había dado
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variasherramientasychatarrasuelta,yahoraTysonsepasabalasnochesjugueteandocon ellas, aunque yo no entendía cómo podía manejar con sus enormes manosaquellaspiezastanpequeñasydelicadas.
—¿Quéestásconstruyendo?—lepregunté.Tysonsoltóunquejidolastimero.—AAnnabethnolegustanloscíclopes.Tú…¿noquieresqueteacompañe?—No es eso—dije sin demasiada convicción—. A Annabeth le caes bien, de
verdad.Teníalágrimasenlosrabillosdelojo.RecordéqueGrover,comotodoslossátiros,podíaleer lasemocioneshumanas.
Mepreguntésiloscíclopesteníanesamismadestreza.Tysonenvolviósuartefactoenuntrozodehule.Seechóensuliterayabrazóla
colchacomosifueraunosito.Cuandosevolvióhacialapared,viaquellasextrañascicatrices que tenía en la espalda, como si alguien hubiese arado con un tractorencimadeél.Mepreguntéporenésimavezcómosehabríahechosemejantesheridas.
—Papisiempresehabíapreocupadopormí—dijosorbiéndoselanariz—.Pero…creoquehizomalenteneruncíclope.Yonodeberíahabernacido.
—¡Nodigaseso!Poseidóntehareconocido¿no?Oseaquedebesimportarle…mucho…
Mi voz se fue apagando amedida que pensaba en todos aquellos años en queTysonhabíavividoenlascallesdeNuevaYork,enlacajadecartóndeunfrigorífico.¿CómopodíacreersequePoseidónsehabíapreocupadoporél?¿Quéclasedepadrehabríapermitidoqueleocurrieraaquelloasuhijo,inclusoaunqueesehijofueraunmonstruo?
—Tyson,elcampamentoseráunbuenhogarparati.Losdemásseacostumbraránaverte,teloprometo.
Él suspiró. Aguardé a que dijese algo, pero enseguida advertí que se habíadormido.
Metendíenlacamaeintentécerrarlosojos,peronopodía.Medabamiedosoñarcon Grover. Si la conexión por empatía era real, si le ocurría algo, ¿volvería adespertar?
La luna llenabrillabaa travésde laventanayel ruidodeloleaje resonabaa lolejos.Percibíalacálidafraganciadeloscamposdefresasyoíalasrisasdelasninfas,queperseguíanalosbúhosporelbosque.Perohabíaalgoquenoestababienenlanochedelcampamento:eralaenfermedaddelárboldeThalia,queseibaextendiendoportodoelvalle.
¿Sería Clarisse capaz de salvar la colina Mestiza? Pensé que tendría tantasprobabilidadescomoqueTántalomeotorgaraelpremioalMejorCampista.Osea,ninguna.
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Melevantéde lacamaymepusealgode ropa, saquéuna toalladeplayayunpaquete de seisCoca—Colas de debajo de la litera. LaCoca—Cola iba contra lasnormas; no se podían entrar refrescos ni bolsas de patatas del exterior, pero sihablabasconeltipoindicadodelacabañadeHermesylepagabasunosdracmasdeoro,conseguíaloquefueraenelsúpermáscercanoytelotraíadecontrabando.
Salirahurtadillasdespuésdeltoquedequedaibacontralasnormastambién.Simepillaban, o bienmemetería en un lío, o sería devoradopor las arpías, pero yoqueríaverelocéano.Allísiempremesentíamejor;pensabaconmásclaridad.Salídelacabaña,pues,ymeencaminéhacialaplaya.
***
Extendímitoallacercadelaguayabríunalata.Poralgúnmotivo,elazúcarylacafeína siempre serenabanmi cerebro hiperactivo.Traté de pensar en lo que debíahacerparasalvarelcampamento,peronosemeocurríanada.
MehabríagustadohablarconPoseidónparaquemediesealgúnconsejo.El cielo se veía despejado y plagado de estrellas. Estaba repasando las
constelaciones que Annabeth me había enseñado—Sagitario, Hércules, la CoronaBoreal—cuandoalguiendijo:
—Hermoso,¿verdad?Pocomefaltóparaatragantarme.De pie a mi lado, había un tipo con pantalones cortos y una camiseta de la
maratóndeNuevaYork.Estabadelgadoyenbuenaforma;teníaelpeloentrecanoysonreíadeunmodotaimado.Suaspectomeresultabafamiliar,aunquenosabíaporqué.
Miprimerpensamientofuequeeltipohabíasalidoacorrerporlaplayayhabíacruzadosindarsecuenta las fronterasdelcampamento.Perosesuponíaqueesonoeraposible; losmortalescorrientesnopodíanentrarenelvalle.Quizá ladebilidadcada vezmayor del árbol de Thalia le había permitido colarse dentro, pero… ¿enmitad de la noche? Además, en los alrededores no había nada, salvo campos delabranzayterrenosrústicos.¿Dedóndehabíasalidoaqueltipo?
—¿Puedosentarmecontigo?—preguntó—.Haceunaeternidadquenomesiento.Sí,yalosé:unextrañoenmitaddelanoche.Elsentidocomúndicequetendría
quehabersalidocorriendo,gritarpidiendoayuda,etcétera;peroeltipoactuabacontantacalmaquemeresultabadifícilsentirmiedo.
—Eh,sí,claro—dije.Élsonrió.—Tuhospitalidadtehonra.Ah,¡Coca—Cola!¿Puedo?
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Sesentóenlaotrapuntadelatoalla,abrióunalatayechóuntrago.—Uf,estoesideal.Pazytranquilidaden…Unteléfonomóvilsonóensubolsillo.Suspiró. Sacó el teléfono y yo abrí los ojos de par en par, porque emitía un
resplandorazulado.Cuandoextendiólaantena,doscriaturasempezaronaretorcerseentornoaella:dosculebrasverdes,pequeñascomolombrices.
Élnoparecióadvertirlo.Mirólapantallaysoltóunamaldición.—Tengoqueatenderestallamada.Unseg…—Hablóalteléfono—.¿Hola?Mientras él escuchaba, lasminiculebras siguieron retorciéndosepor la antena a
unoscentímetrosdesuoreja.—Sí—dijo—.Oiga,yasé,pero…me tienesincuidadoqueestéencadenadoa
una roca y con buitresmordiéndole el hígado. Si no tiene el número de envío, nopodemos localizar el paquete… Un regalo para la humanidad, fantástico… ¿Sabecuántos regalos entregamos? No importa. Oiga, dígale que pregunte por Eris enatenciónalcliente.Ahoratengoquedejarle.
Colgó.—Perdón.Elnegociodeenvíosnocturnosvavientoenpopa.Bueno,como iba
diciendo…—Tieneunasserpientesenelteléfono.—¿Qué?Ah,nomuerden.Saludad,GeorgeyMartha.«Hola,GeorgeyMartha»,dijoenmicabezaunavozronca.«Noseassarcástico»,repusounavozfemenina.«¿Porquéno?—preguntóGeorge—.Soyyoquienhacetodoeltrabajo.»—¡Oh,novolvamosadiscutireso!—Elhombresemetióotravezelteléfonoen
elbolsillo—.Bien,¿dóndeestábamos…?Ah,sí.Pazytranquilidad.Cruzólaspiernasylevantólavistahacialasestrellas.—Hacemuchísimo que no tenía un rato para relajarme.Desde que apareció el
telégrafo,hasidounnoparar.¿Tienesunaconstelaciónfavorita,Percy?Todavíaestabapensandoenlaspequeñasculebrasverdesqueselehabíanmetido
enelbolsillodelpantalón,perocontesté:—Hummm…megustaHércules.—¿Porqué?—Bueno…porque teníauna suerte fatal, inclusopeorque lamía; lo cualhace
quemesientamejor.Eltiporióentredientes.—¿Noporquefuerafuerteyfamosoydemás?—No.—Eresunjoveninteresante.Yentonces…¿ahoraqué?Comprendí en el acto lo que me preguntaba. ¿Qué pensaba hacer respecto al
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VellocinodeOro?Antes de que pudiera responderle, salió de su bolsillo la voz amortiguada de
Marthalaculebra:«TengoaDeméterenlalíneados.»—Ahorano—dijoelhombre—.Dilequetedejeelmensaje.«Nolevaagustar;laúltimavezquelohicistesemarchitarontodaslasfloresen
laseccióndeenvíosflorales.»—¡Puesdilequeestoyenunareunión!—Pusolosojosenblanco—.Perdonade
nuevo,Percy.Estabasdiciendo…—Hummm…¿Quiénesustedexactamente?—¿Unchicotanlistocomotúynolohasadivinadotodavía?«¡Muéstraselo! —suplicó Martha—. ¡Hace meses que no adquiero mi tamaño
normal!»«¡Nolehagascaso!—dijoGeorge—.¡Sóloquierepavonearse!»Elhombresacóotravezelteléfono.—Formaoriginal,porfavor.El teléfono emitió un brillante resplandor azul y se fue alargando hasta
convertirseenunavarademaderadeunmetrodelargo,delaquebrotaronunasalas.George y Martha, ahora culebras de tamaño normal, se enroscaban juntas en elcentro.Aquelloerauncaduceo:elsímbolodelacabaña11.
Semehizounnudoenlagarganta.Comprendíaquiénmerecordabaeltipoconsusrasgosdeelfoyaquelbrillopícaroenlosojos…
—UstedeselpadredeLuke—dije—.Hermes.Eldiosapretóloslabiosyclavósucaduceoenlaarena,comosifueseelpalode
unasombrilla.—«ElpadredeLuke…»Normalmente,lagentenomepresentadeesemodo.El
diosdelosladrones,sí,oeldiosdelosmensajerosyviajeros,siquierenseramables.«Diosdelosladronesesperfecto»,dijoGeorge.«No le hagas caso a George.—Martha chasqueó la lengua—. Está amargado
porqueHermesmeprefiereamí.»«¡Noesverdad!»«¡Yalocreo!»—¡Vosotrosdos,comportaos—lesadvirtióHermes—,ovuelvoaconvertirosen
unmóvilyosdejoenmodovibración!Bueno,Percy,todavíanohasrespondidoamipregunta.¿Quépiensashacerrespectoalabúsqueda?
—Notengopermisoparasalirdelcampamento.—Enefecto,nolotienes.¿Esotevaadetener?—Yoquieroir.TengoquesalvaraGrover.Hermessonrió.
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—Conocí una vez a un chico… Mucho más joven que tú. Casi un niño, enrealidad.
«Yaestamosotravez—dijoGeorge—.Siemprehablandodesímismo.»«¡Cállate!—leespetóMartha—.¿Quieresquenospongaenmodovibración?»Hermesnoleshizocaso.—Unanoche,cuandolamadredelchiconomiraba,sedeslizófueradesucueva
yrobóunascabezasdeganadoqueeranpropiedaddeApolo.—¿Yéllohizoexplotarenmilpedazos?—Hummm…no.Dehecho,lacosasalióbastantebien.Paracompensarleporel
robo, el chico le dio aApolo un instrumento que había inventado: una lira.Apoloestabatanencantadoconlamúsicaqueseolvidóporcompletodesuenfado.
—¿Cuáleslamoraleja?—¿Lamoraleja?Cielos,lodicescomosisetratasedeunafábula.Esunahistoria
verdadera.¿Laverdadtambiéntienemoraleja?—Eh…—Digámosloasí:robarnosiempreesmalo—concluyóHermes.—Nocreoqueamimadrelegustaraesamoraleja.«Lasratassondeliciosas»,dijoGeorge.«¿Quétienequeveresoconlahistoria?»,preguntóMartha.«Nada.Peroestoyhambriento.»—Yalotengo—dijoHermes—.Losjóvenesnosiemprehacenloqueselesdice,
pero si logran lo que se proponen y hacen algo fantástico, a veces se libran delcastigo.¿Quétal?
—Meestádiciendoquedebería irmede todosmodos—dije—,aunque sea sinpermiso.
LosojosdeHermescentellearon.—Martha,¿mepasaselprimerpaquete,porfavor?Marthaabriólaboca…ylasiguióabriendohastaquesevolviótananchacomo
mi brazo. Eructó un bote de acero reluciente. Era un termo anticuado con tapa deplástico;teníalosladosesmaltadosconantiguasescenasgriegasenrojoyamarillo:unhéroematandoaunleón;unhéroelevantandoporlosairesaCerbero,elperrodetrescabezas…
—EsHércules—dije—.¿Perocómo…?—Nunca hagas preguntas sobre un regalo —me reprendió Hermes—. Es una
piezadecoleccionistadeHérculesRompeCabezas.Delaprimeratemporada.—¿HérculesRompeCabezas?—Unaseriefantástica—suspiróHermes—.AntesdequelatelevisióndeHefesto
se llenara de reality shows. Desde luego, ese termo sería mucho más valioso sihubieseconseguidolacanastilladelalmuerzocompleta…
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«OsinohubierapasadoporlabocadeMartha»,añadióGeorge.«Éstamelavasapagar.»Marthaempezóaperseguirloentornoalcaduceo.—Unmomento…—dije—.¿Esunregalo?—Unodelosdosquetehetraído—dijoHermes—.Venga,míralobien.Pocomefaltóparaquesemecayera,porqueporunladoestabaheladoyporel
otro quemaba. Lo raro era que, cuando le daba la vuelta, el lado que miraba alocéano,haciaelnorte,erasiempreelcongelado.
—¡Esunabrújula!Hermespareciósorprendido.—¡Quélisto!Nolohabíapensado,peroelusoparaelqueestádiseñadoesalgo
másespectacular.Aflojalatapaydesatarásloscuatrovientosparaqueteimpulsenentu camino. ¡Ahorano!Ypor favor, cuando llegueelmomento,desenrosca sólounpoquitolatapa,losvientossonunpococomoyo…siempreincansables.Siloscuatrose escaparan al mismo tiempo… Pero bueno, estoy seguro de que andarás concuidado.Yahora,misegundoregalo.¿George?
«Meestá tocando»,sequejóGeorgemientrasélyMarthaseguíandeslizándosealrededordelavara.
—Vayanovedad—replicóHermes—.Estáisentrelazados. ¡Ysinoparáisahoramismo,osharéunnudootravez!
Lasculebrasdejarondepelearseenelacto.Georgeabrió lamandíbulacasihastadislocarlayexpectoróunbotedeplástico
llenodevitaminasmasticables.—Estádebroma—dije—.¿EsasdeahínotienenformadeMinotauro?Hermestomólabotellitaylaagitó.—Lasde limón, sí; lasdeuvasonFurias,meparece.¿OeranHidras?En todo
caso,sonmuyfuertes;notomesunaamenosquedeverdadlanecesites.—¿Cómovoyasabersideverdadlanecesito?—Lo sabrás, créeme. Nueve vitaminas esenciales, minerales, aminoácidos…
Todoloquenecesitasparasentirtebien.Melanzólabotellita.—Bueno,gracias—dije—.Pero…¿porquémeayuda,señorHermes?Mesonriómelancólico.—Quizáporqueesperoquepuedassalvaramuchagenteenestamisión,Percy,no
sóloatuamigoGrover.Lomiréfijamente.—¿Noquerrádecir…aLuke?Hermesnorespondió.—Mire,señorHermes,osea,muchasgraciasytal,peroquizáseamejorquese
quedeconlosregalos.NoesposiblesalvaraLuke,inclusosiloencontrara…Medijo
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quequeríademolerhastalaúltimapiedradelOlimpoyhatraicionadoatodoslosqueloconocían.Yaustedloodiaespecialmente.
Hermeslevantólavistaymirólasestrellas.—Mijovenyqueridoprimo,sihayunacosaqueheaprendidoenelcursodelos
eonesesquenopuedesrenunciaratufamilianidejarlaporimposible,portentadorqueavecespuedaresultar.Noimportaqueteodien,queteponganenridículooque,sencillamente, sean incapaces de apreciar el genio que has demostrado inventandoInternet…
—¿UstedinventóInternet?«Fueideamía»,dijoMartha.«Lasratassondeliciosas»,dijoGeorge.—¡Fueideamía!—dijoHermes—.MerefieroaInternet,noalasratas.Peroésa
noeslacuestiónahora.Percy,¿entiendesloquetedigosobrelafamilia?—N—noestoyseguro.—Algún día lo estarás.—Se incorporó y se sacudió la arena de las piernas—.
Entretanto,hedecontinuar.«Tienesquedevolversesentallamadas»,dijoMartha.«Y mil treinta y siete e—mails —añadió George—. Sin contar las ofertas de
descuentoonlineenlospedidosdeambrosía.»—Ytú,Percy—dijoHermes—, tienesunplazomáscortode loquecreespara
completartubúsqueda.Tusamigosdebenestarapuntode…Oí la voz de Annabeth llamándome entre las dunas. Y también a Tyson, que
gritabadesdeunpocomáslejos.—Espero haberte hecho bien el equipaje —dijo Hermes—. Tengo cierta
experienciaencuestióndeviajes.Chasqueólosdedosyaparecieronamispiestrespetatesamarillos.—Son impermeables, claro.Y si se lopides con amabilidad, creoque tupadre
podríaayudarteaalcanzarelbarco.—¿Québarco?Hermes señaló con el dedo. En efecto, un gran crucero estaba atravesando el
estuariodeLongIslandSound.Suslucesblancasydoradasresplandecíansobrelasaguasoscuras.
—Espere—dije—.Noentiendonada.¡Nisiquierahedichoquevayaapartir!—Yo en tu lugar me decidiría en los próximos cinco minutos—me aconsejó
Hermes—.Que es cuando las arpías vendrán a devorarte; y ahora, buenas noches,primo.Y…¿meatreveréadecirlo?Quelosdiosesteacompañen.
Abriólamanoyelcaduceovolóhaciaella.«Buenasuerte»,medijoMartha.«Tráemeunaratacuandovuelvas»,dijoGeorge.
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El caduceo se convirtióotra vez en teléfonomóvil yHermes se lometió en elbolsillo.
Echóacorrerporlaplaya.Veintepasosmásallá,resplandecióunsegundoysedesvaneció,dejándomesoloconuntermo,unbotedevitaminas,trespetatesycincominutosescasosparatomarunadecisiónimposible.
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CAPÍTULO8
NavegamosabordodelPrincesaAndrómeda
EstabacontemplandolasolascuandoAnnabethyTysonmeencontraronporfin.—¿Quéocurre?—preguntóAnnabeth—.¡Teheoídopidiendosocorro!—¡Yyo!—dijoTyson—.Gritabas:«¡Nosatacancosasmalas!»—Yonooshellamado,chicos.Estoybien.—Pero entonces, ¿quién…?—Annabeth se fijó en los tres petates amarillos y
luegoeneltermoyelbotedevitaminasqueteníaenlamano—.¿Yesto?—Escucha—dije—.Notenemostiempo.Les conté mi conversación con Hermes. Para cuando terminé, ya empezaba a
oírse un chillido a lo lejos: era la patrulla de arpías, que habían olfateado nuestrorastro.
—Percy—dijoAnnabeth—,hemosdeemprenderestamisión.—Nosexpulsarán.Créeme,soytodounexpertoenlodeserexpulsado.—¿Yqué?Sifracasamostampocohabrácampamentoalqueregresar.—Sí,perotúleprometisteaQuirón…—Leprometí que temantendría fueradepeligro. ¡Y sólopuedohacerloyendo
contigo!Tysonpuedequedarseyexplicarles…—Yoquieroir.—¡No!—LavozdeAnnabethparecíarozarelpánico—.Quierodecir…Vamos,
Percy,túsabesquenopuedeser.Mepreguntéotravezporquéestaba tanresentidacontra loscíclopes.Debíade
haberalgoquenomehabíacontado.Losdosmemiraron,esperandounarespuesta,mientraselcrucerosealejabamás
ymás.UnapartedemínoqueríaqueTysonviniera.Mehabíapasado los tresúltimos
díasconelpobre tipoconvertidoenmisombra,osea,expuestoa lasburlasde losdemás campistas y metido mil veces al día en situaciones embarazosas, que merecordabanatodashorasnuestroparentesco.Necesitabaunpocodeaire.
Además, no sabía hasta qué punto podría sernos de ayuda, ni cómo me lasarreglaría paramantenerlo a salvo.Desde luego, Tyson eramuy fuerte, pero en laescaladeloscíclopesnopasabadeserunniñoysumentalidadseríadeunossieteuocho años; podía imaginármelo ñipando de repente o echándose a llorar cuandointentáramosdeslizarnosahurtadillasjuntoaalgúnmonstruo,oalgoporelestilo.Oquizáconsiguieraquenosmatasen.
Pero,porotrolado,lasarpíassonabancadavezmáscerca…
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—No podemos dejarlo aquí —decidí—. Tántalo le haría pagar a él nuestraescapada.
—Percy—dijoAnnabeth, tratandodemantenerlacalma—,¡VamosalaisladePolifemo!YPolifemoesun«ese»,«i»,«ce»…Digo,un«ce»,«i»,«ce»…—Pateóelsueloconfrustración;pormuyinteligentequefuera,tambiénellaeradisléxicayteníaaccesos agudos. Nos podríamos haber pasado allí la noche mientras trataba dedeletrearlapalabra«cíclope»—.Bueno,yasabesaquémerefiero.
—Tysonpuedevenirsiquiere—insistí.Tysonaplaudió.—¡Quiero!Annabethme echó unamirada fulminante, pero supongo que sabía que yo no
cambiaría de opinión. O quizá era consciente de que ya no teníamos tiempo dediscutir.
—Estábien—dijo—.¿Cómovamosasubiraesebarco?—Hermesdijoquemipadremeayudaría.—¿Ybien,sesosdealga?¿Aquéesperas?Siempre me costaba un montón llamar a mi padre, o rezarle, o como queráis
llamarlo,pero,enfin,memetíenelagua.—Hummm,¿padre?—dije—.¿Cómovatodo?—¡Percy!—cuchicheóAnnabeth—.¡Estoesurgente!—Necesitamostuayuda—dijelevantandounpocolavoz—.Tenemosquesubir
aesebarcoantesdequenosdevorenytal,asíque…Alprincipio,nopasónada.Lasolassiguieronestrellándosecontralaorillacomo
siempre.Lasarpíassonabancomosiyaestuvierandetrásde lasdunas.Entonces,aunos cien metros mar adentro, surgieron tres líneas blancas en la superficie. Semovían muy deprisa hacia la orilla, como las tres uñas de una garra rasgando elocéano.
Al acercarsemás, eloleaje se abrióy la cabezade tres caballosblancos surgióentrelaespuma.
Tysoncontuvoelaliento.—¡Ponispez!Teníarazón.Encuantollegaronalaarena,viqueaquellascriaturassóloteníande
caballolapartededelante;pordetrás,sucuerpoeraplateadocomoeldeunpez,conescamasrelucientesyunaaletaposteriorconloscoloresdelarcoiris.
—¡Hipocampos!—dijoAnnabeth—.Sonpreciosos.ElqueestabamáscercarelinchóagradecidoyrozóaAnnabethconelhocico.—Yalosadmiraremosluego—dije—.¡Vamos!—¡Ahí están!—chilló una voz a nuestra espalda—. ¡Niñosmalos fuera de las
cabañas!¡Lahoradelaperitivoparalasarpíasafortunadas!
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Había cinco de ellas revoloteando en la cima de las dunas: pequeñas brujasrollizas con la cara demacrada, garras afiladas y unas alas ligeras y demasiadopequeñasparasucuerpo.Parecíancamarerasdecafeteríaenminiaturacruzadasconpingüinos;noeranmuyrápidas,graciasalosdioses,perosímuycruelessillegabanaatraparte.
—¡Tyson!—dije—.¡Agarraunpetate!Elseguíamirandoboquiabiertoaloshipocampos.—¡Tyson!—¿Eh?—¡Vamos!Conseguí que se moviera con la ayuda de Annabeth. Recogimos las bolsas y
montamosennuestroscorceles.PoseidóndebíadesaberqueTysonseríaunodelospasajeros, porque un hipocampo era mucho mayor que los otros dos: del tamañoadecuadoparauncíclope.
—¡Arre!—dije. El hipocampo dio media vuelta y se zambulló entre las olas.AnnabethyTysonmesiguieron.
Lasarpíasnoslanzabanmaldicionesyaullabanreclamandosuaperitivo,peroloshipocampos se deslizaban por el agua a la velocidad de una moto acuática yenseguida lasdejamosatrás.Muypronto laorilladelCampamentoMestizono fuemás que unamancha oscura.Mepreguntaba si volvería a verlo de nuevo.Pero enaquelmomentoteníaotrosproblemasenquepensar.
Maradentro,empezabavislumbrarseelcrucero:nuestropasaportehaciaFloridayelMardelosMonstruos.
***
Montarunhipocampoerainclusomásfácilquemontarunpegaso.Corríamosconel viento de cara, sorteando las olas con tal suavidad que casi no era necesarioagarrarse.
Amedidaquenosacercábamosalcrucero,mefuidandocuentadeloenormequeera. Sentí como si estuviesemirando un rascacielos deManhattan desde abajo; elcasco,deunblancoimpecable,teníaalmenosdiezpisosdealturayestabarematadoconunadocenadecubiertasadistintosniveles,cadaunadeellasconsusmiradoresysusojosdebueyprofusamenteiluminados.Elnombredelbarcoestabapintadojuntoa la proa con unas letras negras iluminadas por un foco. Me llevó unos cuantossegundosdescifrarlo:PrincesaAndrómeda.
Adosadoalaproa,unenormemascaróndetrespisosdealto:unafiguradeunamujerconlatúnicablancadelosantiguosgriegos,esculpidadetalmodoqueparecía
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encadenadaalbarco.Erajovenyhermosa,conelpelonegroylargo,peroteníaunaexpresión aterrorizada. Cómo se le podía ocurrir a nadie poner a una princesachillando de pánico en la proa de un crucero de vacaciones. No me cabía en lacabeza.
RecordéelmitodeAndrómedaycómohabíasidoencadenadaaunarocaporsuspropiospadresparaofrecerlaensacrificioaunmonstruomarino.Quizáhabíasacadodemasiadossuspensosenlaescuela.Elcasoesquemitocayo,Perseo,lasalvójustoatiempoyvolviódepiedraaaquelmonstruomarinousandolacabezadelaMedusa.
AquelPerseoacababavenciendosiempre,poresomimadremehabíapuestosunombre,aunqueélfuerahijodeZeusyyodePoseidón.ElPerseooriginaleraunodelospocoshéroesde lamitologíagriegaque teníaun final feliz.Losdemásmoríantraicionados, destrozados, mutilados, envenenados o malditos por los dioses. MimadreesperabaqueyoheredaselasuertedePerseo.Teniendoencuentacómohabíaidomividahastaelmomento,nopodíasertanoptimista.
—¿Cómo vamos a subir a bordo?—gritó Annabeth para hacerse oír entre elfragordelasolas.
Pero no hubo de qué preocuparse. Los hipocampos parecían saber lo quequeríamos;sedeslizaronhaciael ladodeestribordelbarco,cruzandosindificultadsuenormeestela,ysedetuvieronjuntoaunaescalademanosuspendidadelaborda.
—Túprimero—ledijeaAnnabeth.Ellaseechóalhombroelpetateyseagarróalúltimopeldaño.Cuandosehubo
encaramado,suhipocamposoltóunrelinchodedespedidaysesumergióenelagua.Annabethempezóaascender.Yoaguardéaquesubieravariospeldañosylaseguí.
ElúnicoquequedabaenelaguaeraTyson.Suhipocampogirabaenredondoydababrincoshaciaatrás,yTysonsedesternillabaderisadetalmodoqueelecodesuscarcajadasrebotabaportodoelcostadodelbarco.
—¡Chitón,Tyson!—exclamé—.¡Vamos,muévete!—¿No podemos llevarnos a Rainbow? —preguntó, mientras la sonrisa se
desvanecíadesurostro.Yolomiréatónito.—¿Rainbow?Elhipocamporelinchócomosilegustarasunuevonombre.—Tenemosqueirnos,Tyson—dije—.YRainbow…bueno,élnopuedesubirpor
laescala.Tysonsesorbiólanarizyapretólacaracontralacrindelhipocampo.—¡Tevoyaechardemenos,Rainbow!El hipocampo soltó una especie de relincho que yo hubiese jurado que era un
llanto.—Quizávolvamosaverloenotromomento—sugerí.
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—¡Sí,porfavor!—dijoTyson,animándose—.¡Mañana!Noleprometínada,perologréquesedespidierayseagarraraalaescala.Conun
tristerelincho,Rainbowdiounavolteretahaciaatrásysezambullóenelagua.
***
Laescalaconducíaaunacubiertadeserviciollenadebotessalvavidasdecoloramarillo.HabíaunadoblepuertacerradaconllavequeAnnabethlogróabrirconsucuchilloyunabuenadosisdemaldicionesengriegoantiguo.
Pensaba que tendríamos quemovernos a escondidas, ya que éramos polizones,pero después de recorrer unos cuantos pasillos y de asomarnos por unmirador alenormepaseoprincipalflanqueadodetiendascerradas,empecéacomprenderquenohabía razón para esconderse de nadie. Quiero decir, era verdad que estábamos enplenanoche,perollevábamosyarecorridomediobarcoynohabíamosvistoanadie.Habíamospasadopordelantedecuarentaocincuentacamarotesynohabíamosoídoniunsoloruido.
—Esunbarcofantasma—murmuré.—No—dijoTyson,jugueteandoconlacorreadesupetate—.Malolor.Annabethfruncióelceño.—Yonohuelonada.—Los cíclopes son como los sátiros—dije—.Huelen a losmonstruos. ¿No es
así,Tyson?Él asintió, nervioso. Ahora que estábamos fuera del Campamento Mestizo, la
nieblavolvíaahacerquevierasucaradistorsionada.Sinomeconcentrabamucho,meparecíaqueteníadosojos,ynouno.
—Estábien—dijoAnnabeth—.¿Quéhuelesexactamente?—Algomalo—respondióTyson.—Fantástico—refunfuñóAnnabeth—.Esoloaclaratodo.Salimosalexteriorenlacubiertadelapiscina.Habíafilasdetumbonasvacíasy
unbarcerradoconunacortinillametálica.Elaguadelapiscinateníaunresplandormisteriosoychapoteabaconunrítmicovaivénporelmovimientodelbarco.
Había aún más niveles por encima de nosotros, tanto a proa como a popa,incluyendo un muro artificial de escalada, una pista de minigolf y un restaurantegiratorio.Peronoseveíaelmenorsignodevida.
Sinembargo,yopercibíaalgoquemeresultabaconocido.Algopeligroso.Teníalasensacióndequesinohubieraestadotancansado,tanfundidoporlaadrenalinadeaquellalarganoche,quizáhabríasidocapazdediscernirquénoandababien.
—Necesitamosunescondite—dije—.Algúnsitiosegurodondedormir.
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—Sí,dormir—repitióAnnabeth,tambiénagotada.Exploramosunoscuantoscorredoresmás,hastaquedimosenelnovenonivelcon
unasuitevacía.Lapuertaestabaabierta,cosaquemepareciórara.Enlamesahabíaunacesta congolosinasdechocolatey en lamesilladenocheunabotellade sidrarefrescándoseenuncubodehielo.Sobrelaalmohada,uncaramelodementayunanotamanuscrita:«¡Disfrutedelcrucero!»
AbrimosnuestrospetatesporprimeravezydescubrimosqueHermesrealmentehabíapensadoen todo:mudasderopa,artículosde tocador,víveres,unabolsitadeplásticocondineroytambiénunabolsadecuerollenadedracmasdeoro.InclusosehabíaacordadodeponerelpaquetedehuledeTyson,consusherramientasypiezasmetálicas,ylagorradeinvisibilidaddeAnnabeth,locualcontribuyóaqueambossesintieranmuchomejor.
—Voy a la habitación de al lado —dijo Annabeth—. No bebáis ni comáisdemasiado,chicos.
—¿Creesqueesunsitioencantado?Ellafruncióelceño.—Nolosé.Hayalgoquenoencaja…Veconcuidado.Cerramosnuestraspuertasconllave.Tysonsedesplomóeneldiván.Jugueteóunosminutosconsuartilugiodemetal,
queseguíasinquererenseñarme,yempezóabostezar.Loenvolviótodoenelhuleycayódesfallecido.
Metendíenlacamaymiréporelojodebuey.Meparecióoírvocesenelpasillo,una especie de cuchicheo. No podía ser; habíamos recorrido todo el barco y nohabíamos visto a nadie.Aquellas voces, sin embargo,memantenían despierto,merecordabanmi viaje al inframundo: eran como elmurmullo de los espíritus de losmuertosalpasarpormilado.
Alfinal,mevencióelcansancio.Caídormido…ytuveelpeorsueñodemivida.
***
Estaba en una caverna al borde de un tremendo abismo.Conocía el lugarmuybien,eralaentradadelTártaro.Yreconocíalavozgélidaquesurgíacomounecodelfondodelaoscuridad.
—¡Perosieseljovenhéroe!—Lavozeracomolahojadeuncuchilloraspandounaroca—.Decaminoaotragranvictoria.
QueríagritarleaCronosquemedejaraenpaz.QueríasacaraContracorrienteyderribarlodeunmandoble.Peronopodíamoverme.Einclusosihubierasidocapaz,¿como habría podido matar a alguien que ya había sido destrozado, troceado y
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arrojadoaunaeternaoscuridad?—No dejes que te entretenga—dijo el titán—.Quizá esta vez, cuando acabes
fracasando, te preguntes si vale la pena trabajar como un burro para los dioses.¿Cómotehademostradotupadresugratitudúltimamente?
Sucarcajadainundólacavernay,derepente,elescenariocambió.Eraotracueva:laprisióndeGroverenlaguaridadelcíclope.Grover estaba sentado junto al telar, con su vestido de novia sucísimo, y se
afanabaendeshacerlashebrasdesucolanupcial,todavíainacabada.—¡Ricura!—gritóelmonstruodesdedetrásdelaroca.Grover ahogó un grito y se puso a tejer otra vez las hebras que acababa de
deshacer.Toda la estancia retembló mientras la roca era desplazada de su sitio. Por la
entradaasomóuncíclopetandescomunalqueTysonhabríaparecidounenanoasulado; tenía unos dientes amarillentos y afilados y unasmanos nudosas tan grandescomo mi cuerpo. Llevaba una camiseta morada desteñida, con la leyenda «ExpoMundial de Ovekas 2001». Debía de medir al menos cinco metros, pero lo másasombroso era su enorme ojo nublado, cubierto de cicatrices y la telaraña de unascataratas;sinoestabacompletamenteciego,pocodebíafaltarle.
—¿Quéhaces?—preguntóelmonstruo.—¡Nada!—dijoGrover con suvozde falsete—.Tejermi cola denovia, ya lo
ves.El cíclope introdujo una mano en la cueva y tanteó hasta dar con el telar.
Manoseólatela.—¡Nohacrecidoniuncentímetro!—Eh…síhacrecido,cariñito.¿Noloves?Leheañadidoalmenostresdedos.—¡Demasiadodespacio!—bramóelmonstruo.Luegosepusoahusmearelaire
—.¡Huelesbien!¡Comolascabras!Groversimulóunarisita.—¿Tegusta?EsEaudeChévre.Melapongoparati.—¡Hummm!—El cíclope mostró sus dientes afilados—. ¡Como para comerte
enterita!—¡Ay,quépicarón!—¡Seacabaronlosretrasos!—¡Pero,querido,aúnnoestoy!—¡Mañana!—No,no.Diezdíasmás.—¡Cinco!—Bueno,siete.Siinsistes.—¡Deacuerdo,siete!Esoesmenosquecinco,¿no?
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—Porsupuesto.Elmonstruorefunfuñó,todavíadescontentoconelacuerdo,perodejóqueGrover
siguieratejiendoyvolvióacolocarlarocaensulugar.Grovercerrólosojosy,aúntembloroso,inspiróprofundamenteparaserenarse.—¡Dateprisa,Percy!—murmuró—.¡Porfavor,porfavor,porfavor!
***
Me despertó la sirena del barco y una voz pormegafonía: un tipo con acentoaustralianoquesonabademasiadoalegre.
—¡Buenos días, señores pasajeros! Hoy pasaremos todo el día en el mar. ¡Eltiempoesexcelenteparabailarelmambojuntoalapiscina!Noolvidenelbingodeun millón de dólares en el salón Kraken, a la una de la tarde. Y para nuestrosinvitadosespeciales,¡ejerciciosdedestripamientoenlagaleríaPromenade!
Mesentédegolpeenlacama.—¿Quéhadicho?Tysonrezongó,mediodormidotodavía.Estabatiradobocaabajoeneldiványlos
pieslesobresalíantantoquellegabanhastaelbaño.—Creoquehadicho…¿ejerciciosdeestiramiento?Ojalá tuvieserazón,peroseoyóungolpeapremianteen lapuerta interiorde la
suiteyAnnabethasomólacabeza,consupelorubioalborotado.—¿Handicho«ejerciciosdedestripamiento»?Encuantoestuvimostodosvestidos,nosaventuramosporelbarcoydescubrimos
asombrados que había más gente. Una docena de personas de edad avanzada sedirigíanatomareldesayuno.Unpadrellevabaasustrescríosalapiscinaparaquesedieran un chapuzón. Los miembros de la tripulación, vestidos con impecableuniformeblanco,saludabanalospasajerostocándoselagorracondosdedos.
Nadienospreguntóquiéneséramos.Nadienosprestabaatención.Perohabíaalgoquenoencajaba.
Mientraslafamiliaqueibaadarseelbañopasabapornuestrolado,elpadrelesdijoaloscríos:
—Estamosdecrucero.Nosestamosdivirtiendo.—Sí —dijeron al unísono los críos con expresión vacía—. Nos lo estamos
pasandobomba.Vamosanadaralapiscina.Ysiguieronsucamino.—Buenos días —nos dijo un tripulante de ojos vidriosos—. Nos lo estamos
pasandomuybienabordodelPrincesaAndrómeda.Que tenganunbuendía.—Ypasódelargo.
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—Percy,estoesmuyraro—susurróAnnabeth—.Estántodosenunaespeciedetrance.
Al pasar frente a una cafetería, vimos al primer monstruo. Era un perro delinfierno: un mastín negro con las patas delanteras subidas al buffet y el hocicoenterrado en una fuente de huevos revueltos. Debía de sermuy joven, porque erabastantepequeñocomparadoconlamayoría:noseríamásgrandequeunosopardo.Aun así, se me heló la sangre. Uno de aquellos perros había estado a punto dematarmeunavez.
Lo raro era esto: había unapareja demediana edad en la cola del buffet, justodetrásdelperrodel infierno,esperandoconpacienciasuturnoparaservirsehuevosrevueltos…Ellosnoparecíannotarnadaanormal.
—Yanotengohambre—murmuróTyson.AntesdequeAnnabethoyopudiéramos responder, seoyóunavozde reptilal
fondodelpasillo:—Ssseisssmássssssenosunieronayer.Annabethgesticulófrenéticamentehaciaelesconditemáscercano—ellavabode
mujeres— y los tres nos abalanzamos a su interior. Estaba tan alucinado que nisiquierasemeocurriósentirmeviolento.
Unacosa—omejor,dos—sedeslizaronfrentealapuertadelbañoconunruidocomodepapeldelijasobrelinóleo.
—Sssí—dijo una segunda voz de reptil—. Él losss atrae. Pronto ssse volverámuyvigorossso.
Sedeslizaronhacialacafeteríaconunsiseoglacialquetalvezfueraunarisadeserpiente.
Annabethmemiró.—Tenemosquesalirdeaquí.—¿Creesquemegustaestarenellavabodeseñoras?—¡Quierodecirdelbarco,Percy!Tenemosquesalirdelbarco.—Huele mal —asintió Tyson—. Y los perros se comen todos los huevos.
Annabethtienerazón,tenemosquesalirdelbañoydelbarco.Meestremecí.SiAnnabethyTysonestabandeacuerdoporunavez,seríamejor
escucharles.Entonces se oyó otra voz fuera. Una voz que me dejó más helado que la de
cualquiermonstruo.—…sóloescuestióndetiempo.¡Nomepresiones,Agrius!EraLuke,sinlamenorduda.Aquellavozerainconfundible.—¡No teestoypresionando!—refunfuñóel talAgrius.Suvozeramásgravey
sonabamásfuriosa—.Loúnicoquedigoesquesiestajugadanoresulta…—¡Resultará!—replicóLuke—.Morderánelanzuelo.Yahora,vamos,tenemos
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queiralasuitedelalmirantazgoyecharunvistazoalataúd.Susvocesseperdieronporelfondodelpasillo.Tysondijoenunsusurro:—¿Nosvamosahora?Annabethyyonosmiramosyllegamosaunacuerdosilencioso.—Nopodemos—ledijeaTyson.—Hemos de averiguar qué se propone Luke —asintió Annabeth—. Y si es
posible,ledaremosunabuenapaliza,loencadenaremosylollevaremosarastrasalmonteOlimpo.
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CAPÍTULO9
Asistoalapeorreunióndefamiliademivida
Annabeth se ofreció para ir a investigar ella sola, ya que tenía la gorra deinvisibilidad, pero la convencí de que era demasiado peligroso. O íbamos todosjuntosonoibanadie.
—¡Nadie!—votóTyson—.¡Porfavor!Al finalnosacompañó,aunquecomiéndose lasenormesuñasdepurosnervios.
Nosdetuvimosenelcamaroteunmomentopararecogernuestrascosas;pasaraloquepasase, no pensábamos quedarnos otra noche a bordo de aquel crucero lleno dezombis, por más que tuviesen un bingo de un millón de dólares. Comprobé quellevaba aContracorriente en el bolsillo y que las vitaminas y el termodeHermesestabanamanoenmipetate;noqueríaqueTysoncargaracontodo,peroélinsistióyAnnabethmedijoquenomepreocupara.Tysonpodíacargartrespetatesalhombroconlamismafacilidadconqueyollevaríaunamochila.
Nos deslizamos por los pasillos hacia la suite del almirantazgo, siguiendo losplanos de «Usted está aquí» que había por todo el barco. Annabeth iba delante,invisible,explorandoelterreno.Nosescondíamossiemprequepasabaalguien,perolamayoríadelagentequevimoseranpasajerosconojosdezombi.
Acabábamosdesubirlasescalerasdelacubierta13,dondesesuponíaqueestabalasuitedelalmirantazgo,cuandoAnnabethnosdijoenunsiseo:
—¡Escondeos!—Ynosmetióaempujonesenuncuartodelalimpieza.Oíadostiposqueveníanporelpasillo.—¿Hasvistoaesedragónetíopeenlabodega?—dijounodeellos.Elotrosoltóunarisita.—Sí,esespantoso.Annabethera todavía invisible,peromeapretóelbrazoconfuerza.Mepareció
reconocerlavozdelsegundotipo.—He oído que tienen dos más en camino —dijo aquella voz conocida—. Si
siguenllegandoaesteritmo,colega,novaahabercolor…Lasdosvocessefueronapagandoporelpasillo.—¡Ése eraChrisRodríguez!—Annabeth se quitó la gorra y se hizo visible—.
¿Teacuerdas?Delacabañaonce.RecordabavagamenteaChrisdelveranoanterior.Eraunodeaquelloscampistas
de origen indeterminado que se habían quedado varados en la cabaña de Hermesporquesumadreosupadreolímpiconoloshabíareconocido.Ahoraquelopensaba,medabacuentadequeesteveranonohabíavistoaChrisenelcampamento.
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—¿Quéhaceotromestizoaquí?Annabethmeneólacabeza,preocupada.Continuamos por el pasillo. No necesitaba ningún mapa para saber que nos
acercábamosaLuke.Teníaunasensaciónfríaydesagradable: lapresenciadelmal,sinduda.
—Percy.—Annabethsedetuvoderepente—.Mira.Estaba ante una pared de cristal desde la que se dominaba un atrio central de
variospisosdealturaquerecorríaelbarcoporlamitad.AnuestrospiessehallabalagaleríaPromenade,uncentrocomercialllenodetiendas.PeronoeraesoloquehabíallamadolaatencióndeAnnabeth.
Un grupo demonstruos se había congregado delante de la tienda de golosinas.Eranunadocenadegiganteslestrigones,comolosquemehabíanatacadoconbolasdefuego,dosperrosdel infiernoyvariascriaturasmásextrañasaún:unashembrashumanoidescondoblecoladeserpienteenlugardepiernas.
—DracaenaedeEscitia—susurróAnnabeth—.Sonmujeresdragón.Losmonstruosformabanunsemicírculoentornoaunjovenconarmaduragriega
queestabahaciendo trizasunmaniquídepaja.Semehizounnudoen lagargantacuandoadvertíqueelmaniquíllevabalacamisetanaranjadelCampamentoMestizo.Eltipodelaarmaduraloensartóporelvientreylofuedesgarrandohastapartirloendos;lapajavolabaportodaspartesylosmonstruosloaclamabanysoltabanalaridos.
Annabethseapartódelcristalconelrostrolívido.—Vamos—ledije,intentandosonarmásvalientedeloquemesentía—.Cuanto
antesencontremosaLuke,mejor.Alfondodelvestíbuloseveíaunadoblepuertaderoblequedabalaimpresiónde
conducir a un lugar importante. Cuando estábamos a unos diez metros, Tyson sedetuvo.
—Vocesdentro.—¿Lasoyesdesdeaquí?—pregunté.Tysoncerrólosojoscomoparaconcentrarse.Yderepentesuvozsetransformó
enunaroncaimitacióndelavozdeLuke:—…laprofecíanosotrosmismos.Losmuyidiotasnosabránhaciaquéladoir.Antesdequeyopudiesereaccionar,lavozdeTysonsehizomásgraveybrutal,
comoladelotrotipoquehabíamosoídohablandoconLukefrentealacafetería.—¿Estássegurodequeelviejohombrecaballosehaidodefinitivamente?TysonimitólarisadeLuke.—Yanosefíandeél.Nopuedenfiarseconlosesqueletosquetieneenelarmario.
Elenvenenamientodelárbolhasidolagotaquecolmaelvaso.Annabethseestremeció.—¡Paraya,Tyson!¿Cómolohaces?Esespeluznante.
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Tysonabriósuojoconairedesconcertado.—Estoyescuchando.—Sigue—ledije—.¿Quémásdicen?Tysonvolvióacerrarelojo.Siseóconaquellavozbrutal:—¡Silencio!LuegocuchicheóconladeLuke:—¿Estásseguro?—Sí—dijoTysonconlaotravoz—.Ahífuera.Medicuentademasiadotardedeloqueocurría.Sólotuvetiempodedecir:—¡Corred!LaspuertasdelcamaroteprincipalseabrierondegolpeyallíestabaLuke,entre
dos gigantes peludos armados con jabalinas; sus puntas de bronce nos apuntabandirectamentealpecho.
***
Elcamaroteprincipalerapreciosoyhorrible.Lo precioso: había grandes ventanales curvados en la pared del fondo, desde
dondeseveíalapopadelbarco;elaguaverdeyelcieloazulseextendíanportodoelhorizonte. El suelo estaba cubierto con una alfombra persa; dos sofás de lujoocupabanelcentrodelahabitación,aunladohabíaunacamacondosel,alotrounagranmesadecaoba.Lamesaestaballenadecomida:cajasdepizza,refrescosyunmontóndesándwichesderosbifenbandejasdeplata.
Lohorrible:enunestradodeterciopelosituadoenlapartetraseradelahabitaciónhabía un ataúd de oro de tresmetros.Un sarcófago con grabados de estilo griegoantiguo,querepresentabanescenasdeciudadesenllamasyhéroessufriendomuerteshorripilantes. Pese a la luz solar que entraba a raudales por las ventanas, el ataúdimpregnabadefríotodalahabitación.
—Bueno—dijoLuke,abriendolosbrazosconorgullo—.Molaunpocomásquelacabañaonce,¿no?
Había cambiado desde el verano pasado. En lugar de bermudas y camiseta,llevabaunacamisaabotonada,pantalonescaquiymocasinesdepiel.Elpelo rubiorojizo, antes siempre alborotado, lo llevaba ahora muy corto. Parecía un modelomasculinomalvado,mostrandocómovestiríanaquelañoenHarvardlosgranujasdemoda.
Aún tenía la cicatriz debajo del ojo: una línea dentada blanca que le habíaquedadodesucombateconundragón.YapoyadaenelsofáreposabaBackbiter, su
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espadamágica, quedespedíaun rarodestello con aquella afiladísimahoja—mitadacero, mitad bronce celestial— capaz de matar tanto a los mortales como a losmonstruos.
—Sentaos—dijo.Hizounademánconlamanoytressillasdelamesasedeslizaronhastaelcentro
delahabitación.Ningunodenosotrossesentó.LosgrandiososamigosdeLukeseguíanapuntándonosconsusjabalinas.Parecían
gemelos, pero no eran humanos. Debían demedir unos dosmetros ymedio, y laúnica ropa que llevaban eran unos tejanos, seguramente porque su enorme cajatorácicayaestabacubiertaconunespesopelajemarrón.Teníangarrasen lugardemanos; sus pies parecían pezuñas y sus narices, hocicos. En cuanto a sus dientes,todoserancolmillosafilados.
—¡Vaya modales los míos! —dijo Luke en tono zalamero—. Estos son misayudantes,AgriusyOreius.Esposiblequehayáisoídohablardeellos.
No dije nada. Lo que me asustaba no eran los dos osos gemelos, pese a lasjabalinasconquemeapuntaban.
MehabíaimaginadomuchasvecesquevolvíaaencontrarmeaLuke,despuésdequeintentaramatarmeelveranoanterior.Meveíaamímismoplantándolecaraconaudaciaydesafiándolo a unduelo.Pero ahoraquenos encontrábamos cara a cara,apenaspodíaimpedirquemetemblaranlasmanos.
—¿Noconocéis lahistoriadeAgriusyOreius?—nospreguntó—.Sumadre…bueno,esunatristehistoria,laverdad.Afroditaleordenóqueseenamorase;lajovense negó y corrió a Artemisa para suplicarle que la ayudara. Artemisa le permitióconvertirseenunadesusdoncellascazadoras,peroAfroditasevengó.Hechizóalajovenparaqueseenamorasedeunoso,ycuandoArtemisalodescubrió,laabandonócon repugnancia. Típico de los dioses, ¿no? Se pelean entre ellos y los pobreshumanosquedan atrapados enmedio.Losdoshijosgemelosde la joven,AgriusyOreius, no sientenningún amor por elOlimpo; sin embargo, les gustanmucho losmestizos…
—Paraalmorzar—gruñóAgrius.Suvozásperaybrutal era laqueanteshabíaoídohablandoconLuke.
SuhermanoOreiusseechóareírmientrasserelamíaloslabiosrodeadosdepelo.—¡Je,je,je!Continuóriendocomosilehubieraentradounataquedeasma,hastaqueLukey
Agriuslomiraronfijamente.—¡Cierralaboca,idiota!—gritóAgrius—.¡Aplícatetúmismoelcastigo!Oreius se puso a lloriquear. Se dirigió penosamente a un rincón, se desplomó
sobreuntabureteyempezóagolpearselafrenteconlamesadecaoba.Lasbandejas
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deplatabrincabanacadagolpe.Lukesecomportabacomositodoaquellofuesedelomásnormal.Seacomodóen
unsofáyapoyólospiesenlamesilladecafé.—Bueno,Percy,hemospermitidoquesobrevivierasunañomás.Esperoqueestés
agradecido.¿Quétaltumadre?¿Yelcolegio?—HasenvenenadoelárboldeThalia.Élsuspiró.—Directoalgrano,¿eh?Estábien:porsupuestoqueenvenenéelárbol.¿Yqué?—¿Cómoteatreviste?—Annabethparecíatanfuriosaquecreíqueibaaexplotar
—.¡Thaliatesalvólavida!¡Nuestrasvidas!¿Cómohaspodidoprofanarla…?—¡Yo no la he profanado! —replicó Luke—. ¡Fueron los dioses quienes la
profanaron,Annabeth!SiThaliaestuviesevivasepondríademilado.—¡Mentiroso!—Sisupierasloqueseavecinaentenderías…—¡Loqueentiendoesquequieresdestruirelcampamento!—gritó—. ¡Eresun
monstruo!Lukemeneólacabeza.—Los dioses te han cegado. ¿No puedes imaginarte un mundo sin ellos,
Annabeth? ¿Dequé sirve toda esahistoria antiguaque estudias? ¡Tresmil añosdelastre!Occidenteestápodridohastalamédula.Tienequeserdestruido.¡Úneteamí!Podemos volver a construir el mundo partiendo de cero. Y podríamos utilizar tuinteligencia,Annabeth.
—¡Seráporquetúnotienesninguna!Élentornólosojos.—Teconozco,Annabeth.Temerecesalgomejorqueparticiparenunabúsqueda
inútilparasalvarelcampamento.LacolinaMestizaseráarrasadaporlosmonstruosantesdeunmes.Loshéroesquesobrevivannotendránotraalternativaqueunirseanosotrososerperseguidoshastasucompletaextinción.¿Deverdadquieresquedarteenelequipoperdedor…consemejantecompañía?—añadióseñalandoaTyson.
—¡Tencuidado!—dije.—Viajandoconun cíclope—prosiguió en tonode reproche—. ¡Y túhablasde
profanarlamemoriadeThalia!Mesorprendes,Annabeth.Quetúprecisamente…—¡Paraya!—gritóella.NosabíaaquésereferíaLuke,peroAnnabethhabíaescondidolacabezaentrelas
manos,comoapuntodellorar.—¡Déjalaenpaz!—dije—.YnotemetasconTyson.Lukeseechoareír.—Ah,sí,yameheenterado.Tupadrelohareconocido.Debídemostrarmisorpresa,porqueélsonrió.
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—Sí,Percy,estoyenteradodetodo.YtambiéndevuestroplanparaencontrarelVellocinodeOro.¿Cómoeranlascoordenadas…?¿Treinta,treintayuno,setentaycinco, doce?Ya ves, aúnmequedan amigos en el campamento quememantieneninformado.
—Espías,querrásdecir.Élseencogiódehombros.—¿Cuántasofensasdetupadreestásdispuestoasoportar,Percy?¿Tepareceque
hasidoagradecidocontigo?¿CreesquePoseidónsepreocupamásportideloquesepreocupaporestemonstruo?
Tysonapretólospuñosyemitióunruidosordoconlagarganta.Lukeahogóunarisita.—Losdiosesteestánutilizandodemalamanera,Percy.¿Tienesideadeloquete
espera si llegas a cumplir los dieciséis años? ¿Nunca te ha explicado Quirón laprofecía?
Loqueyoqueríaeraprovocarloydesafiarlo,pero,comodecostumbre,élsabíapillarmedesprevenido.
¿Sillegabaacumplirlosdieciséis?YosabíaqueelOráculolehabíahechounaprofecíaaQuirónmuchosañosatrás,
yqueunapartedeesaprofecíateníaqueverconmigo.¿Peroquéqueríadeciraquellodesillegabaacumplirlosdieciséis?Nosonabanadabien.
—Séloquenecesitosaber—logrédecir—.Comoporejemplo,quiénessonmisenemigos.
—Entoncesesqueerestonto.Tysonaplastólasillamáscercanaylaconvirtióenunmontóndeastillas.—¡Percynoestonto!Antesdequeyopudiesepararlo,TysonarremetiócontraLuke.Lanzólospuños
hacia su rostro—un par de golpes capaces de agujerear una plancha de titanio—,perolosososgemelosseinterpusieronantesdelimpacto.CadaunoatrapóunbrazodeTysony lodetuvoenseco.Luego ledieronunbuenempujóny lomandaronalsueloalfombradocontantafuerzaqueretumbólacubiertaentera.
—Qué pena de cíclope—dijo Luke—. Por lo visto, mis dos osos juntos sondemasiadoparaél.Quizádeberíapermitirlesque…
—Luke—leinterrumpí—.Escucha.Tupadrenoshaenviado.Sucaraenrojeció.—¡Noteatrevasamencionarlosiquiera!—Nos dijo que tomáramos este barco. Yo creí que era sólo un medio de
transporte,peroenrealidadnoshaenviadoaquíparaqueteencontráramos.Medijoquenopiensarenunciarati,pormuyenfadadoqueestés.
—¿Enfadado?—rugióLuke—.¿Renunciaramí?¡Élmeabandonó,Percy!¡Yyo
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quierodestruirelOlimpo!¡Triturarcadatronohastaconvertirloenescombros!DileaHermes que eso es lo que va a ocurrir. Cada vez que se nos une unmestizo, losOlímpicossevuelvenmásdébilesynosotrosmásfuertes.Élsevuelvemásfuerte.—Señalóelsarcófagodeoro.
Aquellacajameponíacarnedegallina,perohacíaloposiblepordisimular.—¿Ah,sí?—pregunté—.¿Yquétienedeespecial…?Entonces se me ocurrió lo que podía haber en el interior del sarcófago. La
temperaturaenlahabitaciónpareciódescenderdegolpeveintegrados.—¡Uau!¿Noquerrásdecir…?—Seestáreagrupando—dijoLuke—.Pocoapoco,estamosextrayendosufuerza
vital del abismo. Con cada recluta que se une a nuestra causa, aparece un nuevofragmento…
—¡Quéasqueroso!—dijoAnnabeth.Lukelesonriócondesdén.—Tu madre surgió del cráneo abierto de Zeus, Annabeth. Yo en tu lugar no
hablaría demasiado.Muy pronto habrá suficiente sustancia del señor de los titanescomopararecomponerloporentero.Piezaapieza,leconstruiremosunnuevocuerpo:unatareadignadelasfraguasdeHefesto.
—Estásloco—dijoAnnabeth.—Únete a nosotros y serás recompensada. Tenemos amigos muy poderosos,
patrocinadores lo bastante ricos para comprar este crucero ymuchomás. Percy, tumadre no tendrá que volver a trabajar; puedes comprarle una mansión si quieres.Tendráspoder,fama,todoloquedesees.Ytú,Annabeth,podrásrealizartusueñodeconvertirte en arquitecto. Podrás construir unmonumento que dure mil años. ¡Untemploparalosdiosesdelanuevaera!
—VetealTártaroahacergárgaras—ledijoella.Lukesuspiró.—Esunapena.Sacó algo que parecía un mando a distancia y pulsó un botón rojo. En unos
segundos, lapuerta seabrióyaparecierondosmiembrosde la tripulaciónarmadoscon porras. Tenían lamismamirada vidriosa que los otrosmortales que habíamosvisto, pero me dio la sensación de que eso no los haría menos peligrosos en unapelea.
—Ah,muybien,seguridad—dijoLuke—.Metemoquetenemospolizones.—Sí,señor—dijeronconvozsoñolienta.LukesevolvióhaciaOreius.—Yaeshoradedarle de comer al dragón etíope.Lleva a estos idiotas abajoy
enséñalescómosehace.Oreiusempezóareírestúpidamente.
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—¡Je,je,je!—Déjameiramítambién—refunfuñóAgrius—.Mihermanoesuninútil.Yese
cíclope…—Noseráningunaamenaza—dijoLuke.Sediolavueltaparaecharunvistazoalataúddeoro,comosialgolepreocupara.—Túquédateaquí,Agrius.Tenemosasuntosimportantesdequehablar.—Pero…—Nome falles,Oreius.Quédate en labodegay encárgatedeque el dragón se
alimentecomoesdebido.Oreiusnosaguijoneóconsujabalinaynosarrastrófueradelcamaroteprincipal,
seguidoporlosdosguardias.
***
MientrasrecorríamoselpasilloconlajabalinadeOreiuspinchándomelaespalda,penséenloquehabíadichoLuke:quelosdosgemelosjuntoserandemasiadoparalasfuerzasdeTyson.Quizáporseparado…
Abandonamoselcorredorhacialamitaddelbarcoycruzamoslacubiertaalairelibrellenadebotessalvavidas.Sabíayalobastantedeaquelbarcoparacomprenderqueaquéllaibaasernuestraúltimaoportunidaddeverelsol.Cuandollegáramosalotrolado,tomaríamoselascensor,bajaríamosalabodegayasuntoconcluido.
MiréaTysonydije:—¡Ahora!Graciasalosdioses,loentendió.Sediomediavueltaydeunmanotazomandóa
Oreius diezmetros hacia atrás, directo a la piscina, donde fue a caer enmedio deaquellafamiliadeturistas.
—¡Aggg!—chillaronlostrescríosalavez—.¡Estonoespasárselobomba!Uno de los guardias sacó su porra, peroAnnabeth le dio una patada con tanta
punteríaquelodejósinaliento.Elotroguardiacorrióhacialaalarmamáscercana.—¡Detenlo!—gritóAnnabeth,peroyaeratarde.Antes de que lo golpeara en la cabeza con una tumbona, el tipo consiguió
accionarlaalarma.Empezaronaparpadearlucesrojasyaullarsirenas.—¡Unbotesalvavidas!—chillé.Corrimosalmáscercano.Cuando logramos quitarle la cubierta, había ya un montón de monstruos y
guardias pululando por la cubierta y empujando a los turistas y camareros, quellevaban bebidas tropicales en sus bandejas. Un tipo con armadura griega sacó su
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espaday arremetió contra nosotros, pero resbaló enun charcode piña colada.Losarqueroslestrigonessereunieronenlacubiertaquequedabaporencimadelanuestrayprepararonlasflechasensusenormesarcos.
—¿Cómosearrancaestecacharro?—gritóAnnabeth.Unperrodelinfiernosaltóhaciamí,peroTysonloapartódándoleunporrazocon
unextintor.—¡Sube!—grité.DestapéaContracorrienteycortéenelairelaprimeralluviade
flechas.Unossegundosmásyacabaríanconnosotros.El bote salvavidas estaba suspendido a un lado del barco, a mucha altura por
encimadelagua.AnnabethyTysonnolograbanaflojarlapolea.Yomepuseasuladodeunsalto.—¡Agarraos!—chillé,ycortélassogas.Unalluviadeflechassilbósobrenuestrascabezasmientrasnosdesplomábamos
encaídalibrehaciaelocéano.
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CAPÍTULO10
Losconfederadosmuertosnosllevanenautostop
—¡Eltermo!—gritémientrasnosprecipitábamoshaciaelagua.—¿Qué? —Annabeth debió de pensar que había perdido la chaveta. Ella se
aferrabaaunadelascorreasdelboteparasalvarelpellejo,contodoelpelodisparadohaciaarribacomosifueraunpincel.
Tysonsímeentendió.LogróabrirmipetateysacareltermomágicodeHermessinqueselecayeray,loqueesmás,sincaerseél.
Lasflechasyjabalinassilbabananuestroalrededor.Agarréeltermo.Confiabaennocometerunerror.—¡Sujetaosbien!—¡Yaestoysujeta!—aullóAnnabeth.—¡Másfuerte!Afirmélospiesbajoelbancohinchabledelbote;Tysonnosasióporlacamisaa
Annabethyamí,yyoledialtermouncuartodevuelta.Alinstanteemitióunchorrodevientoquenospropulsólateralmenteyconvirtió
nuestracaídaenpicadoenunestrepitosoaterrizajeenunángulodecuarentaycincogrados.
Elvientoparecíareírsemientrassalíadeltermo,comosisealegraradeliberarseporfin.Alimpactarconlasuperficiedelagua,rebotamosuna,dosveces,comounapiedra lanzadaal ras, yde repente salimoszumbandocomoenuna lanchamotora,conelaguarociándonoslacaraysinotracosaenelhorizontequeelmarabierto.
Oíunclamorfuriosoenelbarco,peroyanoshallábamosfueradelalcancedesusdisparos.ElPrincesaAndrómedaseconvirtióenseguidaenunbarquitodejugueteydesapareció.
***
Mientras nos deslizábamos a toda velocidad por el agua, Annabeth y yointentamos enviarle un mensaje Iris a Quirón. Pensábamos que era importanteexplicarleaalguienloqueseproponíaLuke,ynosabíamosenquiénmásconfiar.
A aquella velocidad, el bote levantaba una fina cortina de agua y la luz se
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descomponíaenunarcoirisalatravesarla:eranlascondicionesidealesparaenviarunmensaje Iris, aunque lacoberturaerabastantemala.Annabetharrojóundracmadeoro a la cortina de agua y yo recé para que la diosa del arco iris nos mostrara aQuirón.Apareció,sucarasinproblemas,perohabíaunaextrañaluzestroboscópicayunamúsicaderockatronandoensegundoplano,comosiestuvieseenunadiscoteca.
Selocontamostodo:nuestrasalidafurtivadelcampamento,LukeyelPrincesaAndrómeda,elataúddeoroconlosrestosdeCronos…Peroentreelruidoquehabíade su lado y el zumbido del viento y del bote surcando las olas, no sabía cuántolograríacaptardetodoaquello.
—Percy—chillóQuirón—,tienesquetenercuidadocon…Suvoz quedó ahogada por un gran griterío alzado a su espalda: unmontón de
vocesaullandoenplenajuergacomoguerreroscomanches.—¿Qué?—grité.—¡Malditaparentela!—Tuvoqueagacharseparaesquivarunplatoquepasópor
encimadesucabezaparairaestrellarsefueradenuestrocampovisual—.¡Annabeth,nodeberíashaberpermitidoquePercysalieradelcampamento!Perosiconseguíselvellocino…
—¡Sí,pequeña!—chillabaalguienqueteníadetrás—.¡Uau,Uau!Alguien subió la música y puso los bajos tan a tope que hasta nuestro bote
vibraba.—…Miami—gritabaQuirón—.Tratarédevigilar…Nuestranebulosapantallasedesintegrócomosialguiendelotroladolehubiese
arrojadounabotella,yQuirónseevaporó.
***
Unahoramás tardedivisamos tierra:una largaextensióndeplayaen laque sealineaban hoteles de muchos pisos. Las aguas empezaron a llenarse de barcos depescaybuquescisterna.Unguardacostaspasóporestriboryluegodiomediavuelta,como para echar un segundo vistazo. Imagino que no veían cada día un botesalvavidassinmotor,tripuladoportresadolescentesylanzadoamásdeciennudos.
—¡EsVirginiaBeach!—dijoAnnabethcuandonosacercamosalaorilla—.¡Porlosdioses!¿CómoesposiblequeelPrincesaAndrómedahaya llegado tan lejosenunasolanoche?Debendeser…
—Cincomiltreintamillasnáuticas—dije.Ellamemiróasombrada.—¿Cómolosabes?—Pues…noestoyseguro.
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Annabethreflexionóunmomento.—Percy,¿cuálesnuestraposición?—Treinta y seis grados, cuarenta y cuatrominutos norte; setenta y seis grados,
dos minutos oeste —respondí automáticamente. Luego sacudí la cabeza—. ¡Uau!¿Cómoesquelosé?
—Por tu padre —dedujo Annabeth—. Cuando estás en el mar, posees unaorientaciónperfecta.Esgenial.
Yonoestabatanseguro.NoqueríaconvertirmeenunGPShumano,peroantesdequepudieradecirnada,Tysonmediounosgolpecitosenelhombro.
—Vienebote.Medilavuelta.Elguardacostas,ahorayaabiertamente,veníapornosotros.Nos
hizoseñalesconlaslucesyempezóaganarvelocidad.—Nopodemosdejarquenosatrapen—dije—.Nosharíandemasiadaspreguntas.—SigueadelantehastalabahíadeChesapeake—dijoAnnabeth—.Conozcoun
sitiodondeescondernos.Nolepreguntéaquésereferíaniporquéconocíatanbienlaregión.Mearriesgué
aaflojarunpoquitomás la tapadel termo:unnuevochorrodevientonos impulsócomouncoheteentornoalextremonortedeVirginiaBeachyluegohacialabahíadeChesapeake.Elguardacostasseibaquedandocadavezmásatrás.Noaminoramoslamarcha hasta que las orillas de la bahía empezaron a estrecharse. Entoncesme dicuentadequeestábamosentrandoenladesembocaduradeunrío.
Percibíelcambiodelaguasaladaaladulce.Mesentíarepentinamentecansado,exhausto,comosihubierasufridounabruscabajadade tensión.Yanosabíadóndemeencontrabanienquédireccióndebíaorientarelbote.MenosmalqueAnnabethmeindicabaelcamino.
—Allí—dijo—.Despuésdeesebancodearena.Viramoshaciaunazonapantanosainvadidademalezaydetuveelbotealpiede
unciprésgigante.Los árboles se cernían sobre nosotros, cubiertos de enredaderas. Los insectos
zumbabanentrelahierba;elambienteerabochornoso,sofocante,ydelasuperficiedel río se levantaba una nube de vapor. En resumen, no era Manhattan y no megustabanada.
—Vamos—dijoAnnabeth—.Estáahí,enelbancodearena.—¿Elqué?—pregunté.—Tú sígueme.—Agarró su petate—.Y serámejor que ocultemos el bote.No
debemosllamarlaatención.Despuésde cubrirlo con ramas,Tysonyyo seguimos aAnnabethpor la orilla,
conlospieshundidosenunlodorojizo.Unaserpientesedeslizójuntoamizapatoydesaparecióentrelashierbas.
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—Noessitiobueno—dijoTyson,yaplastólosmosquitosqueempezabanahacercolaensubrazocomosifueraunbuffet.
—Aquí—dijoAnnabethporfin.Loúnicoqueyoveíaeraunmontóndezarzas.Ellaapartóunasramasenredadas,
comosifuesenunapuerta,yderepenteviqueteníaantemíunrefugiocamuflado.El interior era lo bastante grandepara tres, incluso si el tercero eraTyson.Las
paredes eran de plantas entretejidas, como las chozas de los nativos, y daban laimpresión de ser impermeables.Amontonado en un rincón había todo lo necesarioparaunaacampada: sacosdedormir,mantas,unaneveraportátilyuna lámparadequeroseno.Tambiénhabíaprovisionesparasemidioses:puntasdebroncedejabalina,uncarcajrepletodeflechas,unaespadayunacajadeambrosía.Olíaamoho,comosiellugarhubieraestadodesocupadomuchotiempo.
—Unesconditemestizo.—MirémaravilladoaAnnabeth—.¿Loconstruistetú?—Thaliayyo—dijoenvozbaja—.YLuke.Aquello no debiera haberme preocupado. Ya sabía que Thalia y Luke habían
cuidado de ella cuando era pequeña, y también que habían vivido los tres comofugitivos, ocultándose de los monstruos y sobreviviendo por sus propios medios,hasta que Grover los encontró y trató de conducirlos a la colina Mestiza. Perosiempre que Annabeth hablaba de la época que había pasado con ellos, yo mesentía…Nosé.¿Incómodo?
No.Ésanoeralapalabra.Lapalabraera«celoso».—Ytú…—dije—.¿NocreesqueLukevengaabuscarnosaquí?Ellanegóconlacabeza.—Construimos una docena de refugios como éste. Dudo mucho que recuerde
siquieradóndeestán.Nicreoqueleimporte.Setendiósobrelasmantasyempezóahurgarensupetate.Sumododemoverse
decíabienalasclarasquenoleapetecíahablarmásdelasunto.—Hummm…¿Tyson?—dije—. ¿Te importaría echar un vistazo por ahí? Para
buscarunsúperselváticooalgoporelestilo.—¿Unsúper?—Sí,paracomprarpatatasfritas.Odónuts.Cosasasí.Peronotevayasmuylejos.—Dónuts—dijoTyson,muyserio—.Voyabuscardónutsporlaselva.—Salióy
empezóagritar—:¡Dónuts!Encuantosefue,mesentéjuntoaAnnabeth.—Oye,sientolode…Yasabes,queteencontrarasconLukeytal.—Noesculpatuya.—Desenvainósucuchilloyempezóalimpiarlahojaconun
trapo.—Noshadejadoescaparcondemasiadafacilidad—dije.
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Enrealidad,esperabaquefueranimaginacionesmías,peroAnnabethasintió.—Yoestabapensando lomismo.Esoque le oímosdecir sobreuna«jugada»y
tambiénlode«morderánelanzuelo».Meparecequehablabadenosotros.—¿Elvellocinoeselanzuelo?¿OGrover?Ellaestudióelfilodelcuchillo.—Nolosé,Percy.Quizáquierequedarseelvellocino.Quizáesperaquehagamos
nosotroslomásdifícilparaluegorobárnoslo.Aúnnopuedocreerqueenvenenaseelárbol…
—¿QuéqueríadecirconesodequeThaliasehabríapuestodesulado?—Seequivoca.—Noparecesmuyconvencida.Annabeth me lanzó una mirada fulminante y entonces casi deseé no haber
hablado,almenosmientrasellaempuñaraelcuchillo.—¿Sabesaquiénmerecuerdassobre todo,Percy?AThalia.Sois tanparecidos
que resulta espeluznante.Quiero decir: o bien habríais sido amigos inseparables, obienoshabríaisestranguladoelunoalotro.
—Dejémosloen«amigosinseparables».—Thalia se enfadaba a veces con su padre, igual que tú. Ahora bien, ¿tú te
revolveríascontraelOlimpoporesemotivo?Miréfijamenteelcarcajdeflechasquehabíaenelrincón.—No.—Muybien.Puesellatampoco.Lukeseequivoca.Annabethclavóelcuchilloenelsuelo.QueríapreguntarleporlaprofecíaqueLukehabíamencionadoyporlarelación
que tenía conmi decimosexto cumpleaños, pero pensé que nome lo iba a contar.Quirónhabíadejadobien claroqueno estaba autorizado a conocerlahasta que losdioseslodecidieran.
—¿YaquésereferíaLukecuandoterecriminabaqueviajarasconuncíclope?—pregunté—.Hadichoquetúprecisamente…
—Yaséloquehadicho.Serefería…alaverdaderacausadelamuertedeThalia.Aguardé,sinsabermuybienquédecir.Annabethinspiró,temblorosa.—Nuncapuedes fiartedeuncíclope,Percy.Unanoche,haceseisaños,cuando
GrovernosllevabahacialacolinaMestiza…Seinterrumpióaloírchirriarlapuertadelachoza.Tysonentróagachándose.—¡Dónuts!—dijoorgulloso,sosteniendouncaja.Annabethlomiróincrédula.—¿De dónde has sacado eso?Estamos enmedio del pantano.No hay nada en
varioskilómetros…
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—Asóloquincemetros—dijoTyson—.UnatiendadeDónutsMonstruo.Ahí,enlacolina.
***
—Estomehuelemuymal—murmuróAnnabeth.Estábamosagazapadosdetrásdeunárbolymirábamosaquellatiendadedónuts
en medio de la maleza. Parecía bastante nueva, con unos escaparates muy bieniluminados,unazonadeaparcamientoyunestrechocaminoquese internabaenelbosque. Pero no había nada más en los alrededores, y tampoco coches en elaparcamiento. Vimos sólo a un empleado que leía una revista detrás de la cajaregistradora.Elletrerodelamarquesina,conunasenormesletrasnegrasqueinclusoyopodíadescifrar,ponía:DÓNUTSMONSTRUO.
Unogrodetebeoleestabadandounmordiscoalaúltima«O».Elsitioolíamuybien,nosllegabaeltípicoaromadedónutsdechocolatereciénhechos.
—Estonodeberíaestaraquí—susurróAnnabeth—.Hayalgoquenoencaja.—Essólounatiendadedónuts—dije.—¡Chist!—¿Porquécuchicheas?Tysonhaentradoyhacompradounadocena.Ynoleha
pasadonada.—Élesunmonstruo.—Venga ya, Annabeth. Dónuts Monstruo no significa que sean sólo para
monstruos.Esunacadena.EnNuevaYorkhayvarios.—Unacadena—repitióella—.¿Ynoteresultaextrañoqueaparezcaunlocalasí
inmediatamente después de pedirle a Tyson que fuera a buscar dónuts? ¿Aquí, enmediodelpantano?
Pensé en ello.Sí parecíaunpoquito raro, perobueno, las tiendasdedónutsnoocupabanunpuestomuydestacadoenmilistadeamenazassiniestras.
—Podríaserunaguarida—dijoAnnabeth.Tysonsoltóungemido.NocreoqueentendieseaAnnabethmásdeloqueyola
entendía (que no eramucho), pero su tono había conseguido ponerlo nervioso. Sehabíazampadomediadocenadedónutsde lacajay tenía labocaembadurnadadeazúcar.
—Unaguarida¿paraqué?—pregunté.—¿Nunca te has preguntado por qué proliferan tan deprisa las tiendas que
funcionanconunafranquicia?—repuso—.Undíanohaynadayalotrodía…¡zas!,aparece una hamburguesería, o un café, o lo que sea. Primero un local, luego dos,cuatro…Réplicasexactasdiseminándoseportodoelpaís.
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—Hummm…Puesnuncalohabíapensado.—Percy, si algunas cadenas se multiplican a tanta velocidad es porque sus
sucursales están conectadas de unmodomágico a la fuerza vital de unmonstruo.Algunos hijos de Hermes se las ingeniaron para hacerlo en la década de milnovecientoscincuenta.Criaron…—Sequedópetrificada.
—¿Qué?—pregunté—.¿Quécriaron?—Nohagas…movimientos…bruscos—dijocomosisuvidadependieradeello
—.Muuuydespacio,datelavuelta.Entonceslooí:unaespeciederoce,comodealgoenormearrastrándoseentreel
follaje.Medilavueltayviunacosadeltamañodeunrinocerontedeslizándoseentrelas
sombrasdelosárboles.Emitíaunpotentesilbidoysumitaddelanteraseretorcíaentodasdirecciones.Alprincipionoentendíloqueveía.Luegocomprendíqueaquellacosa tenía múltiples cuellos: al menos siete, cada uno rematado con una sibilantecabeza de reptil. Tenía la piel curtida y debajo de cada cuello lucía un babero deplásticoconunaleyenda:«¡SoyelMonstruodelosDónuts!»
Saquémi bolígrafo, peroAnnabethme sostuvo lamirada yme transmitió unasilenciosaadvertencia.
Todavíano.Captéelmensaje.Muchosmonstruostienenunavistadesastrosa.Eraposibleque
aquellahidrapasaradelargo,perosidestapabalaespada,elbrillodelbroncellamaríasuatención.
Aguardamos.Lahidra estaba amenosdeunmetro.Parecía husmear el terrenoy los árboles
comosibuscaraalgo.Luegoadvertíquedoscabezasestabandesgarrandountrozodelona amarilla: uno de nuestros petates. Aquella cosa había estado ya en nuestrorefugio.Estabasiguiendonuestrorastro.
Mepalpitabaelcorazón.Enelcampamentoyahabíavistounacabezadehidradisecada,peroaquellonomehabíapreparadoenabsolutoparaenfrentarmeconunade verdad.Cada cabeza tenía forma de diamante, como las serpientes de cascabel,peroenlabocacontabaconunadoblehileradedientesdetiburón.
Tysontemblaba.Diounpasoatrásypartiósinquererunaramita.Alinstante,lassietecabezassevolvieronsilbandohacianosotros.
—¡Dispersaos!—gritóAnnabeth,yselanzóhacialaderecha.Yorodéhacialaizquierda.Unacabezadelahidraescupióunchorrodelíquido
verdequepasó junto amihombroy acabó rociandounolmo.El tronco empezó aecharhumoydesintegrarse.El árbol entero sevenía abajo sobreTyson, queno sehabíamovidodesusitioypermanecíaparalizadofrentealmonstruo.
—¡Tyson!—Le hice un placaje con todasmis fuerzas y logré derribarlo justo
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cuando la hidra se lanzaba sobre él. El árbol se desplomó con estrépito sobre doscabezas.
La bestia retrocedió dando tumbos, liberó de un tirón sus cabezas atrapadas ygimióenfurecida.Leescupióácidoalárbolconlassietecabezasalavez,yeltroncosedisolvióhastaconvertirseenunhumeantecharcodedesperdicios.
—¡Muévete!—ledije aTyson.Mehiceaun ladoydestapéaContracorrienteconlaesperanzadedesviarlaatencióndelmonstruo.
Funcionó.Lavisióndelbroncecelestialresultaodiosaparalamayoríadelosmonstruos.En
cuantoapareciólahojaresplandecientedemiespada,lahidraseabalanzóhaciaellacontodassuscabezas,silbandoymostrandolosdientes.
LabuenanoticiaeraqueTysonestabafueradepeligroporelmomento.Lamalaeraqueyoestabaapuntodedisolvermeenuncharcodemateriaviscosa.
Unacabezahizoamagodemorderme.Sinpensarlo,enarbolélaespada…—¡No!—aullóAnnabeth.Demasiado tarde.Le rebané limpiamente la cabeza, que rodó sobre la hierba y
dejó en su lugar unmuñón palpitante: unmuñón que enseguida dejó de sangrar yempezóahincharsecomounbalón.
Encuestióndesegundos,elcuellocercenadoseramificóenotrosdosycadaunocreció hasta convertirse en una nueva cabeza. Ahora tenía antemí a una hidra deochocabezas.
—¡Percy! —me regañó Annabeth—. ¡Acabas de abrir en alguna parte otrasucursaldeDónutsMonstruo!
Esquivéotrochorrodeácido.—¿Estoyapuntodemoriryesoes loúnicoque tepreocupa?¿Cómopodemos
acabarconella?—¡Confuego!—gritóAnnabeth—.¡Necesitamosfuego!En cuanto lo dijo, recordé la historia. Las cabezas de la hidra sólo dejarían de
multiplicarse si quemábamos losmuñones antes de que volvieran a crecer. Eso, almenos,eraloqueHérculeshabíahecho.Peronosotrosnoteníamosfuego.
Retrocedíhaciaelrío.Labestiamesiguió.Annabeth se movió hacia mi izquierda e intentó distraer una de sus cabezas,
manteniendoarayaaquellosdientesafiladísimosconsucuchillo.Perootracabezaseabalanzódeladosobreellayladerribóenellodo.
—¡Nolastimesamisamigos!—TysonselanzóalacargayseinterpusoentrelahidrayAnnabeth.Mientrasellase incorporabadenuevo,Tysonempezóaaporrearcon los puños las ocho cabezas a una velocidad increíble. Pero ni siquiera Tysonpodríadetenerlaspormuchotiempo.
Retrocedíamos poco a poco, esquivando chorros de ácido y desviando las
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acometidasde lascabezas sincercenarlas.Peroeraconscientedequenohacíamosmásque aplazarunamuerte segura.Al final cometeríamosunerrory aquella cosanosmataríaalostres.
Entoncesoíunruidoextraño:unchuc—chuc—chucquealprincipiotoméporloslatidosdemicorazón.Sonabacontantafuerzaquehacíatemblarlaorilladelrío.
—¿Quéeseseruido?—gritóAnnabeth,sinquitarlosojosdelahidra.—Motordevapor—dijoTyson.—¿Qué?—Meagachéylahidraescupiósuácidoporencimademicabeza.Entonces,delríoqueteníamosanuestraespalda,nosllegóunavozfemeninamuy
conocida:—¡Allí!¡Preparadlabateríadeltreintaydos!Nomeatrevíaadesviarlavista,perosilachicaqueteníamosdetráseraquienyo
creía,ahorateníamosenemigosendosfrentes.Unarasposavozmasculinadijo:—¡Estádemasiadocerca,señora!—¡Malditoshéroes!—dijolachica—.¡Avanteatodovapor!—Sí,señora.—Fuegoadiscreción,capitán.Annabethentendióloqueibaaocurrirunafraccióndesegundoantesqueyo.—¡Alsuelo!—gritó,ynos tiramosbocaabajo justocuandolaexplosiónsurgía
delríoysacudíalatierra.¡¡BUUUUUM!!Huboun fogonazode luzyunagran columnadehumo,y la hidra explotó allí
delante,duchándonosconunarepulsivababaverdequeseevaporabadeinmediato,comosueleocurrirconlasvíscerasdelosmonstruos.
—¡Quéasqueroso!—gritóAnnabeth.—¡Barcodevapor!—aullóTyson.Mepusedepie,tosiendoaúnporlanubedepólvoraqueseguíaflotandojuntoa
laorilla.Antenosotros, resoplandopenosamente, bajabapor el río el barcomás extraño
quehevistoenmivida.Navegabamuyhundidoenelagua,comounsubmarino,ylacubierta era de hierro. En el centro había una torreta de forma trapezoidal controneras a ambos lados para los cañones. Una bandera ondeaba encima: un jabalísalvajeyunalanzaenuncamporojodesangre.Lacubiertaestaballenadezombisconuniformegris:soldadosmuertosconunapielbrillantequelesrecubríaelcráneosólo en parte, como los espíritus demoníacos que había visto en el inframundomontandoguardiaanteelpalaciodeHades.
Era un acorazado. Un barco de la guerra de Secesión. Conseguí descifrar sunombre,escritojuntoalaproaconletrasmohosas:CSSBirmingham.
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De pie junto al cañón humeante que por muy poco no había acabado connosotros,estabaClarisseconlaarmaduragriegadecombate.
—¡Pringados!—dijo con una sonrisa sarcástica—. Aunque supongo que deborescataros.Venga,subidabordo.
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CAPÍTULO11
Clarisselohacesaltartodoporlosaires
—Estáismetidosenunlíotremendo—nosdijoClarisse.Acabábamosdeterminarunpequeñotourporelbarco,quehabíamoshechosin
ningunasganasatravésdeunaseriedecamarotessombríos,atestadosdemarinerosmuertos. Habíamos visto el depósito de carbón, las calderas y máquinas, queresoplabanycrujíancomosiestuvieranapuntodeexplotar.Habíamosvistolacabinadelpiloto,lasantabárbaraylastorretasdeartillería(lossitiospreferidosdeClarisse):doscañonesDahlgrenababoryestribor,ydoscañonesBrookeaproaypopa,todospreparadosparadispararbolasdebroncecelestial.
Allá donde íbamos, los marineros confederados nos miraban fijamente, conaquellas caras fantasmales y barbudas que relucían bajo sus cráneos.Annabeth lescayóbienencuantolesdijoqueeradeVirginia.Alprincipiotambiénseinteresaronpormí,porelhechodellamarmeJackson,comoelfamosogeneralsudista,peroloestropeéaldecirlesqueeradeNuevaYork.Todossepusieronasilbarymaldeciralosyanquis.
Tysonlesteníaverdaderopánico.DurantetodoelpaseoinsistióaAnnabethparaqueledieselamano,cosaqueaellanoleentusiasmabademasiado.
Porfin,nosllevaronacenar.ElcamarotedelcapitándelCSSBirminghamveníaatener el tamaño de una despensa, pero aun así era mucho mayor que los demáscamarotes del barco. La mesa estaba preparada con manteles de lino y vajilla deporcelana; habíamantequilla de cacahuete, sandwiches de gelatina, patatas fritas ySevenUp,todoelloservidoporesqueléticosmiembrosdelatripulación.Amínomeapetecía nada ponerme a comer rodeado de fantasmas, pero el hambre acabóvenciendomisescrúpulos.
—Tántalo os ha expulsado para toda la eternidad —nos dijo Clarisse con untonillopresuntuoso—.ElseñorDañadióquesiseosocurreasomarosotravezporelcampamento,osconvertiráenardillasyluegoosatropellaráconsudeportivo.
—¿Hansidoelloslosquetehandadoestebarco?—pregunté.—Porsupuestoqueno.Melodiomipadre.—¿Ares?Clarissememirócondesdén.—¿Oesquetecreesquetupapieselúnicoconpotencianaval?Losespíritusdel
bandoderrotadoencadaguerra ledeben tributoaAres.Es lamaldiciónporhabersidovencidos.Lepedíamipadreuntransportenaval…yaquíestá.Estostiposharáncualquiercosaqueyolesdiga.¿Noesasí,capitán?
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Elcapitánpermanecíadetrás,tiesoyairado.Susardientesojosverdesseclavaronenmíconexpresiónávida.
—Siesosignificaponerfinaestaguerrainfernal,señora,ylograrlapazporfin,haremosloquesea.Destruiremosaquiensea.
Clarissesonrió.—Destruiraquiensea.Esomegusta.Tysontragósaliva.—Clarisse—dijo Annabeth—. Luke quizá vaya también tras el vellocino. Lo
hemos visto; conoce las coordenadas y se dirige al sur. Tiene un crucero lleno demonstruos…
—¡Perfecto!Lovolaréporlosaires,losacarédelmaracañonazos.—Noloentiendes—dijoAnnabeth—.Tenemosqueunirnuestrasfuerzas.Deja
queteayudemos…—¡No!—Clarissediounpuñetazoenlamesa—.¡Estamisiónesmía,listilla!Por
finlogroseryolaheroína,yvosotrosdosnovaisaprivarmedeunaoportunidadasí.—¿Ytuscompañerosdecabaña?—pregunté—.Tedieronpermisoparallevara
dosamigoscontigo,¿no?—Pero…lesdejéquedarseparaprotegerelcampamento.—¿Oseaquenisiquieralagentedetupropiacabañahaqueridoayudarte?—¡Cierraelpico,niñarepipi!¡Nolosnecesito!¡Yatitampoco!—Clarisse —dije—, Tántalo te está utilizando. A él le tiene sin cuidado el
campamento. Le encantaría verlo destruido. ¡Te ha tendido una trampa para quefracases!
—¡Noesverdad!YmeimportaunpimientoqueelOráculo…Seinterrumpióbruscamente.—¿Qué?—pregunté—.¿QuétedijoelOráculo?—Nada.—Enrojecióhastalasorejas—.Loúnicoquehasdesaberesquevoya
llevar a cabo esta búsqueda sin tu ayuda. Por otro lado, tampoco puedo dejarosmarchar…
—Entonces¿somostusprisioneros?—preguntóAnnabeth.—Misinvitados.Porelmomento.—Clarisseapoyólospiesenelmanteldelino
blanco y abrió otra botella de SevenUp—.Capitán, llévelos abajo.Asígneles unashamacas en los camarotes. Y si no se portan como es debido, muéstreles cómotratamosalosespíasenemigos.
***
Elsueñollegóencuantomequedédormido.
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Groverestabasentadojuntoaltelar,deshaciendodesesperadamentelacoladesuvestidodenovia,cuandolarocarodóhaciaunladoyelcíclopebramó:
—¡Aja!Groversoltóunaullido.—¡Cariño!Notehabía…¡Hashechotanpocoruido!—¡Estásdeshaciéndolo!—rugióPolifemo—.Oseaqueéseeraelretraso.—Oh,no.Yonoestaba…—¡Venga!—AgarróaGroverporlacinturay,medioenvolandasmedioarastras,
locondujoatravésdelostúnelesdelacueva.Groverluchabaparaqueloszapatosdetacónnoselecayesendelaspezuñas.Elvelolebailabasobrelacaraypocofaltabaparaqueselecayera.
Elcíclopelometióenunacavernadeltamañodeunalmacén,decoradatodaellacon despojos de oveja. Había un sillón reclinable recubierto de lana, un televisorforradodelanayunosburdosestantescargadosdeobjetosovinosdecoleccionista:tazasdecaféconformadecabezadecordero,ovejitasdeyeso,juegosdemesa,librosilustrados, muñecos articulados… El suelo estaba plagado de huesos de corderoamontonados, y también de otros huesos distintos: seguramente, de los sátiros quehabíanllegadoalaislabuscandoaPan.
Polifemo dejó a Grover en el suelo sólo el tiempo justo paramover otra rocaenorme.LaluzdeldíaentróenlacuevaaraudalesyGrovergimiódepuranostalgia.¡Airefresco!
Elcíclopeloarrastrófueraylollevóhastalacimadeunacolinadesdelaquesedominabalaislamásbellaquehevistoenmivida.
Tenía forma de silla demontar, aunque cortada por la mitad con un hacha. Aambosladosseveíanexuberantescolinasverdesyenmediounextensovalle,partidoendospor un abismo sobre el que cruzabaunpuente de cuerdas.Había hermososarroyosquecorríanhastaelbordedelcañónycaíandesdeallíencascadascoloreadaspor el arco iris. Los loros revoloteaban por las copas de los árboles y entre losarbustoscrecíanfloresdecolorrosaypúrpura.Centenaresdeovejaspacíanporlosprados.Sulanarelucíadeunmodoextraño,comolasmonedasdecobreyplata.
Enelcentrode la isla,al ladodelpuentedecuerdas,habíaunenormerobledetroncoretorcidoqueteníaalgoresplandecienteensuramamásbaja.
ElVellocinodeOro.Aunque fuera un sueño, percibía cómo irradiaba su poder por toda la isla,
haciendo que reverdeciera la hierba y las flores fueranmás bellas.Casi podía oleraquellamagianaturalenplenaefervescencia.Apenaspodíaimaginarlointensaquedebíadeseraquellafraganciaparaunsátiro.
Groversoltóunquejido.—Sí—dijoPolifemoconorgullo—.¿Lovesallí?¡Elvellocinoes lapiezamás
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preciadademicolección!Selorobéaunoshéroeshacemuchoydesdeentonces,yalo ves, ¡comida gratis! Acuden sátiros de todo el mundo, como las polillas a unallama.¡Lossátirossoncomidarica!Yahora…
Polifemosacóunashorrorosastijerasdepodar.Grover ahogó un aullido, pero Polifemo se limitó a agarrar a la oveja más
cercana,comosifueseunanimaldisecado,yleesquilótodalalana.LuegoletendióaGroveraquelamasijoesponjoso.
—¡Ponloenlarueca!—ledijoorgulloso—.Esmágico.Yaveráscomoéstenoseenreda.
—Ah…bueno…—¡PobreRicura!—dijoPolifemo sonriendo de oreja a oreja—.No eres buena
tejiendo. ¡Ja, ja!No tepreocupes.Estehilo resuelveelproblema. ¡Mañana tendrásterminadalacola!
—¡Qué…amabledetuparte!—Je,je.—Pero,cariño—Grovertragósaliva—,¿quépasaríasiviniesenaresca…digo,a
atacar esta isla? —Me miró fijamente mientras lo decía y yo comprendí que lopreguntabaparafacilitarmeelcamino—.¿Quélesimpediríaascenderyllegarhastatucueva?
—¡Mi mujercita, asustada! ¡Qué linda! No te preocupes. Polifemo tiene unsistemadeseguridadultramoderno.Tendríanquevencerprimeroamismascotas.
—¿Mascotas?Grover miró por toda la isla, pero no había nada a la vista, salvo las ovejas
paciendotranquilamenteenlosprados.—Yluego—gruñóPolifemo—,¡tendríanquevencermeamí!Diounpuñetazoalarocamáscercana,queseresquebrajóypartióporlamitad.—¡Yahora,ven!—gritó—.Volvamosalacueva.Groverparecíaapuntodellorar:tancercadelalibertadytandesesperadamente
lejos.Mientraselcíclopehacíarodarlaroca,encerrándolootravezenaquellacuevahúmedayapestosa,iluminadasóloporantorchas,losojosselellenarondelágrimas.
***
Medespertóelruidodelasalarmas,quesehabíandisparadoportodoelbarco.—¡Todosacubierta!—Eralavozrasposadelcapitán—.¡Encontradalaseñora
Clarisse!¿Dóndeestáesachica?Luegoapareciósurostro,mirándomedesdearriba.—Levántate, yanqui. Tus amigos ya están en cubierta. Nos acercamos a la
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entrada.—¿Laentradadequé?Élmedirigióunasonrisaesquelética.—DelMardelosMonstruos,porsupuesto.
***
Metímisescasaspertenencias—lasquehabíansobrevividoalataquedelahidra—enunamochiladelonaymelaechéalhombro.Teníalaligerasospechadeque,pasaraloquepasase,nodormiríaotranocheabordodelCSSBirmingham.
Estaba subiendo las escaleras cuando algo me dejó helado. Una presenciacercana: algo conocido y muy chungo. Sin ningún motivo, me entraron ganas debuscarpelea.Queríadarleunpuñetazoaalgúnconfederado.Laúltimavezquehabíasentidoaquellarabia…
En lugar de seguir subiendo, trepé hasta la rejilla de ventilación y atisbé en elinteriordelasaladecalderas.
Justo debajo demí,Clarisse hablaba con una imagen trémula que resplandecíaentreelvapordelacaldera:unhombremusculosoconuntrajedecueronegro,cortedepelomilitar,gafasdecristalesrojosyuncuchilloenelcinto.
Apretélospuños.DetodoslosOlímpicos,aquéleraelquepeormecaía:Ares,eldiosdelaguerra.
—¡Nomevengasconexcusas,niña!—gruñó.—S—sí,padre—musitóClarisse.—Noquerrásquemepongafurioso,¿verdad?—No,padre.—«No,padre»—repitióAres,imitándola—.Erespatética.Deberíahaberdejado
estabúsquedaenmanosdeunodemishijos…—¡Lo conseguiré! —prometió Clarisse con voz temblorosa—. ¡Haré que te
sientasorgulloso!—Serámejorquecumplastupalabra—leadvirtió—.Túmepedisteestamisión,
niña.Sidejasqueesecríoasquerosotelaarrebate…—PeroelOráculodijo…—¡¡Metienesincuidadoloquedijera!!—Aresbramócontalfuerzaqueincluso
supropiaimagenretembló—.Túlovasaconseguir.Ysino…Alzóunpuño.Aunquesólofueseunaimagenentreelvapor,Clarissediounpaso
atrás.—¿Entendido?—gruñóAres.Lasalarmasvolvieronasonar.Oívocesqueveníanhaciamí,oficialesordenando
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agritosquepreparasenloscañones.Me descolgué de la rejilla de ventilación y terminé de subir las escaleras para
unirmeaAnnabethyTysonenlacubiertaprincipal.
***
—¿Quépasa?—mepreguntóAnnabeth—.¿Otrosueño?Asentí,peronodijenada.Nosabíaquépensarsobreloqueacababadeverabajo.
CasimeinquietabatantocomomisueñosobreGrover.Clarissesubiólasescaleras.Yoprocurénomirarla.Tomólosprismáticosdeunoficialzombiyescudriñóelhorizonte.—Alfin.¡Capitán,avanteatodamáquina!Miréenladirecciónqueellalohacía,peroapenasseveíanada.Elcieloestaba
nublado. El aire era brumoso y húmedo, como el vapor de una plancha. Inclusoentornando losojosy forzando lavista, sólodivisabaa lo lejosunpardeborrosasmanchasoscuras.
Miinstintonáuticomedecíaqueestábamosenalgúnpuntofrentealacostanortede Florida. O sea que aquella noche habíamos recorrido una distancia enorme:muchísimomayordelaquehabríapodidocubrircualquierbarconormal.
Elmotorcrujíaamedidaqueaumentábamoslavelocidad.—Demasiada tensión en los pistones —murmuró Tyson, nervioso—. No está
preparadoparaaguasprofundas.Yonoteníaniideadecómolosabía,peroconsiguióponermenervioso.Tras unos minutos, las manchas oscuras del horizonte empezaron a perfilarse.
Hacia el norte, unagigantescamasa rocosa se alzaba sobre las aguas: una isla conacantiladosdetreintametrosdealtura,porlomenos.Laotramancha,unkilómetromásalsur,eraunaenormetormenta.Elcieloyelmarparecíanhaberentradojuntosenebulliciónparaformarunamasarugiente.
—¿Esunhuracán?—preguntóAnnabeth.—No—dijoClarisse—.EsCaribdis.Annabethpalideció.—¿Tehasvueltoloca?—Es la única ruta hacia el Mar de los Monstruos. Justo entre Caribdis y su
hermanaEscila.Clarisseseñalóaloaltodelosacantiladosytuvelasensacióndequealláarriba
vivíaalgoconloqueeramejornotropezarse.—¿Cómo que la única ruta?—pregunté—.Estamos enmar abierto.Nos basta
condarunrodeo.
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Clarissepusolosojosenblanco.—¿Es que no sabes nada? Si trato de esquivarlas, aparecerán otra vez en mi
camino.ParaentrarenelMardelosMonstruos,hasdepasarentreellasporfuerza.—¿Y qué me dices de las Rocas Chocantes?—dijo Annabeth—. Ésa es otra
entrada;lautilizóJasón.—No puedo volar rocas con mis cañones —respondió Clarisse—. A los
monstruos,encambio…—Túestásloca—sentencióAnnabeth.—Mirayaprende, sabionda.—Clarissesevolvióhaciaelcapitán—.¡Rumboa
Caribdis!—Muybien,señora.Gimióelmotor,crujióelblindajedehierroyelbarcoempezóaganarvelocidad.—Clarisse—dije—.Caribdissuccionaelaguadelmar.¿Noesésalahistoria?—Yluegovuelveaescupirla,sí.—¿YEscila?—Ella vive en una cueva, en lo alto de esos acantilados. Si nos acercamos
demasiado,suscabezasdeserpientedescenderányempezaránaatrapartripulantes.—Elige a Escila entonces —dije—. Y que todo el mundo se refugie bajo la
cubiertamientraspasamosdelargo.—¡No!—insistióClarisse—.SiEscilanoconsigue supitanza,quizá se ensañe
con el barco entero. Además, está demasiado alta y no es un buen blanco. Miscañones no pueden disparar hacia arriba. En cambio, Caribdis está en medio deltorbellino.Vamoshaciaellaatodamáquina,laapuntamosconnuestroscañones…¡ylamandamosvolandoalTártaro!
Lodijocontalentusiasmoquecasideseécreerla.El motor zumbaba, y la temperatura de las calderas estaba aumentando de tal
modoquenotécómosecalentabalacubiertabajomispies.LaschimeneashumeabancomovolcanesyelvientoazotabalabanderarojadeAres.
Amedidaquenosaproximábamosa losmonstruos,el fragordeCaribdiscrecíamásymás.Eraunhorriblerugidolíquido,comoelvátermásgigantescodelagalaxiaal tirar de la cadena.CadavezqueCaribdis aspiraba, el barco era arrastradohaciadelante, entre sacudidas y bandazos.Cada vez que espiraba, nos elevábamos en elaguaynosveíamoszarandeadosporolasdetresmetros.
Tratédecronometrarel remolino.Segúnmiscálculos,Caribdisnecesitabaunostres minutos para succionar y destruirlo todo en un kilómetro a la redonda. Paraevitarla, tendríamos que bordear los acantilados. Por mala que fuese Escila, a míaquellosacantiladoscasiempezabanaparecermebien.
Losmarinerosseguían tranquilamenteconsus tareasen lacubierta.Comoellosya habían combatido por una causa perdida, todo aquello les traía sin cuidado. O
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quizánolespreocupabaquelosdestruyeranporqueyaestabanmuertos.Ningunodeambospensamientosmereconfortaba.
Annabethestabaamilado,aferradaalabarandilla.—¿Todavíatienesesetermollenodeviento?Asentí.—Peroespeligrosoutilizarloenmediodeuntorbellino.Conmásviento,talvez
empeorenlascosas.—¿Ysi tratarasdecontrolarlasaguas?—preguntó—.EreselhijodePoseidón.
Lohashechootrasveces.Tenía razón. Cerré los ojos e intenté calmar las aguas, pero no lograba
concentrarme.Caribdis era demasiado ruidosa.Ydemasiadopoderosa.Lasolas norespondían.
—N—nopuedo—dijecondesaliento.—Necesitamosunplanalternativo—repusoAnnabeth—.Estonovaafuncionar.—Annabethtienerazón—dijoTyson—.Lasmáquinasnovanbien.—¿Quéquieresdecir?—preguntóella.—Lapresión.Hayquearreglarlospistones.Antesdequepudieraexplicarse,oímoscómolacisternadeaquelvátercósmico
sevaciabaconunespantoso rugido.Elbarcosebamboleó, salídespedidoycaídebrucessobrelacubierta.Estábamosdentrodeltorbellino.
—¡Atrás a todovapor!—gritabaClarisse, desgastándosepara hacerse oír entreaquel estruendo. El mar giraba enloquecido a nuestro alrededor y las olas seestrellaban contra la cubierta. El blindaje de hierro estaba tan caliente que echabahumo.
—¡Acercaoshastatenerlaatiro!¡Preparadloscañonesdeestribor!Losconfederadosmuertoscorríandeunladoaotro.Lahélicechirriabamarcha
atrásparafrenarnuestroavance,peroelbarcoseguíadeslizándosehaciaelcentrodelavorágine.
Un marinero zombi salió a escape de la bodega y corrió hacia Clarisse. Suuniformegrisechabahumo.Subarbaestabamedioquemada.
—¡Lasaladecalderasseharecalentadodemasiado,señora!¡Vaaestallar!—¡Bueno,bajeyarréglelo!—¡Nopuedo!—chillóelmarinero—.¡Nosestamosfundiendoconelcalor!Clarissediounpuñetazoenunladodelatorreta.—¡Sólonecesitounosminutosmás!¡Losuficienteparatenerlaatiro!—Vamos demasiado deprisa—dijo con aire sombrío el capitán—. Prepárense
paramorir.—¡No!—bramóTyson—.Yopuedoarreglarlo.Clarisselomiróincrédula.
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—¿Tú?—Es un cíclope —dijo Annabeth—. Inmune al fuego. Y sabe mucho de
mecánica.—¡Corre!—aullóClarisse.—¡No,Tyson!—dijeagarrándolodelbrazo—.¡Esdemasiadopeligroso!Élmedioungolpecitoenlamano.—Eslaúnicasalida,hermano.—Teníaunaexpresióndecidida,confiadaincluso.
Nuncalohabíavistodeaquellamanera—.Loarreglaré;enseguidavuelvo.Mientras lo contemplé seguir al marinero humeante por la escotilla, tuve una
sensación espantosa. Quería correr tras él, pero el barco dio otro bandazo… YentoncesviaCaribdis.
Aparecióaunoscentenaresdemetros,entreuntorbellinodeniebla,humoyagua.Loprimeroquemellamólaatenciónfueelarrecife:unpeñasconegrodecoralconunahigueraaferradaenloalto.Unavisiónextrañamentepacíficaenmediodeaquelverdaderomaelstrom.Entornoalarrecife,elaguagirabaenembudo,igualquelaluzen un agujero negro. Justo por debajo de la superficie del agua vi aquella cosahorrible anclada al arrecife: una boca enorme con labios babosos y unos dientesgrandes como remos y cubiertos demusgo. Peor: aquellos dientes tenían aparatos,unasbandasdemetalasquerosoycorroídoentrelascualesquedabanatrapadostrozosdepescado,maderasydesperdiciosflotantes.
Caribdis era la pesadilla de un técnico en ortodoncia. No era otra cosa queaquellasfaucesoscurasydescomunales,quepadecíanunamalaalineacióndentalyunagrave tendenciade los incisivossuperioresamontarsesobre los inferiores.Sinembargo,durantesiglosnohabíahechootracosaqueseguircomiendosincepillarselosdientesdespuésdecadacomida.Mientrasmiraba,todoloquehabíaalrededorfuetragado por el abismo: tiburones, bancos de peces, un calamar gigante… ElCSSBirminghamibaaserelsiguienteensólocuestióndesegundos.
—¡SeñoraClarisse!—gritóelcapitán—.¡Loscañonesdeestriborydeproaestánlistos!
—¡Fuego!—ordenóClarisse.Tres bolas de cañón salieron disparadas hacia las fauces delmonstruo. Una le
saltóelbordedeunincisivo,otradesaparecióporsugaznateylatercerachocóconunadelasbandasdemetalyrebotóhacianosotros,arrancandolabanderadeAresdesuasta.
—¡Otravez!—ordenóClarisse.Losartilleroscargarondenuevo,peroyosabíaqueaquelloerainútil.Habríamos
tenidoquemachacaralmonstruouncentenardevecesmásparacausarleverdaderodaño,ynodisponíamosdetantotiempo.Nosestabasuccionandoagranvelocidad.
Peroentonceslavibracióndelacubiertasufrióuncambio.Elzumbidodelmotor
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sehizomásvigoroso,másregular.Elbarcoenterotrepidóyempezamosaalejarnosdelaboca.
—¡Tysonlohaconseguido!—dijoAnnabeth.—¡Esperad!—dijoClarisse—.¡Hemosdemantenernoscerca!—¡Acabaremostodosmuertos!—dije—.¡Tenemosquealejarnos!Meaferréalabarandillamientraselbarcoluchabaparazafarsedeaquellafuerza
succionadora. La bandera rota de Ares pasó de largo a toda velocidad y se fue aenredar entre los hierros de Caribdis. No ganábamos mucho terreno, pero por lomenosmanteníamosnuestraposición.Tysonhabíalogradodealgúnmododarnoselimpulsosuficienteparaevitarqueelbarcofuesetragadoporeltorbellino.
Entonceslabocasecerródegolpe.ElmarsesumióenunacalmacompletayelaguaempezóadeslizarsesobreCaribdis.
Luego,conlamismarapidezconquesehabíacerrado,labocaseabriódenuevocomoenunaexplosióny empezóa escupir aguaaborbotones, expulsando todo loquenoeracomestible,incluidasnuestrasbolasdecañón,unadelascualesseestrellócontra el flancodelCSSBirmingham con esedong de la campana cuandogolpeasfuerteconunmartillodeferia.
Fuimosdespedidoshacia atrás,montados enunaola quedebía de tener quincemetros de altura. Utilicé toda mi fuerza de voluntad para impedir que el barcovolcara, pero aún así seguíamos girando sin control y precipitándonos hacia losacantiladosalotroladodelestrecho.
Otromarinerohumeantesurgiódeprontodelabodega.TropezóconClarisseyapuntoestuvodellevárselapordelanteycaerambosporlaborda.
—¡Lasmáquinasestánapuntodeexplotar!—¿YTyson?—pregunté.—Todavíaestáabajo.Impidiendoquelasmáquinassecaiganapedazos,aunque
noséporcuántotiempo.—Debemosabandonarelbarco—dijoelcapitán.—¡No!—gritóClarisse.—Notenemosalternativa,señora.¡Elcascoseestápartiendo!Yanopuede…Nologróterminarlafrase.Unacosamarrónyverde,velozcomounrayo,llegó
disparadadel cielo, atrapóal capitány se lo llevópor losaires.Loúnicoquedejófueronsusbotasdecuero.
—¡Escila!—aullóunmarineromientrasotrotrozodereptilsalíadisparadodelosacantiladosyselollevabaaél.
Ocurríatandeprisaqueeracomointentarmiraraunrayoláser,noaunmonstruo.Nisiquierahabíapodidoverlelacaraaaquellacosa:sólounrelámpagodedientesyescamas.
Destapé a Contracorriente y traté de asestarle un mandoble mientras nos
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arrebataba a otromarinero de la cubierta. Pero yo era demasiado lento para aquelmonstruo.
—¡Todoelmundoabajo!—grité.—¡Nopodemos!—Clarissesacósupropiaespada—.Abajoestátodoenllamas.—¡Losbotessalvavidas!—dijoAnnabeth—.¡Rápido!—No nos servirán para sortear los acantilados—dijo Clarisse—. Acabaremos
todosdevorados.—Hemosdeintentarlo.Percy,eltermo.—¡NopuedodejaraTyson!—¡Tenemosqueprepararlosbotes!Clarisse obedeció la orden deAnnabeth.Con unos cuantosmarinerosmuertos,
destapóunodelosdosbotesderemos.LascabezasdeEscila,mientrastanto,caíandelcielocomouna lluviademeteoritoscondientesyse llevaban,unoauno,a losconfederados.
—Tomaelotrobote—ledijeaAnnabethlanzándoleeltermo—.YoiréabuscaraTyson.
—¡Nolohagas!—dijo—.¡Elcaloracabarácontigo!No la escuché. Corría ya hacia la escotilla de la sala de calderas, cuando de
repente mis pies dejaron de tocar la cubierta. Estaba volando, con el vientosilbándomeenlosoídosylarocadelacantiladoasólounosmetrosdemicara.
Escilamehabíaagarradoporlamochilaymeestabaizandohaciasuguarida.Sinpensármelo, agité mi espada hacia atrás y conseguí asestarle una estocada en surelucienteojoamarillo.Elmonstruodioungruñidoymesoltó.
Lacaídahabríasidobastantemala,considerandoqueestabaaunostreintametrosdealtura.Peromientrasmedesplomaba,elCSSBirminghamexplotóderepenteamispies.
¡¡BRAAAAAM!!Habían estallado las máquinas y los pedazos del acorazado volaban en todas
direccionescomounaardientebandadademetal.—¡Tyson!—chillé.Los botes salvavidas habían conseguido alejarse del barco, aunque no lo
suficiente,y los restosen llamas les llovíanencima.ClarisseyAnnabethacabaríanaplastadas o carbonizadas, o bien se verían arrastradas al fondo por la fuerza desuccióndelbarcoalhundirse.TodoesosiendomuyoptimistaydandoporsupuestoquelograranlibrarsedeEscila.
Entonces oí otra clase de explosión: el sonido del termomágico deHermes alabrirseunpocomásdelacuenta.Estallaronchorrosdevientoentodasdirecciones,que dispersaron los botes y detuvieron mi caída libre, propulsándome hacia elocéano.
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Noveíanada.Giréygiréenelaire,mediunporrazoconalgoduroenlacabeza(sonóhueco)ymeestrelléviolentamentecontralasuperficiedelmar.Desdeluego,mehabríarototodosloshuesosdenohabersidoelhijodeldiosdelmar.
Mehundíenunasaguasardientes,pensandoqueTysonsehabíaidoparasiempreydeseandopoderahogarmecomocualquiermortal.
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CAPÍTULO12
NosalojamosenelbalnearioC.C.desaludybelleza
Desperté en un bote de remos con una vela improvisada con la tela gris de ununiforme confederado. Annabeth, sentada a mi lado, iba orientando la vela paraavanzarenzigzag.
Intentéincorporarmeydeinmediatomesentímareado.—Descansa—medijo—.Vasanecesitarlo.—¿YTyson…?Ellameneólacabeza.—Losientomucho,Percy.Guardamossilenciomientraslasolasnossacudían.—Quizáhayasobrevivido—dijo,aunquenomuyconvencida—.Yalosabes,el
fuegonopuedematarlo.Asentí,peronoteníaningúnmotivoparaalbergaresperanzas.Habíavistocómo
aquellaexplosióndestrozabaelhierroblindado.SiTysonestabajuntoalascalderasenaquelmomento,eraimposiblequehubierasobrevivido.
Habíadadosuvidapornosotros,yyonopodíadejarderecordartodaslasvecesenquemehabíaavergonzadodeélyhabíanegadoqueestuviéramosemparentados.
Las olas rompían contra el bote.Annabethme enseñó algunas cosas que habíalogradosalvardelnaufragio:eltermodeHermes(ahoravacío),unabolsaherméticallenadeambrosía,unpardecamisasdemarineroyunabotelladeSevenUp.Ellamehabíasacadodelaguaytambiénhabíaencontradomimochila,aunquelosdientesdeEscila la habían desgarrado por la mitad. La mayor parte de mis cosas se habíanperdidoenelagua,perotodavíateníaelbotedevitaminasdeHermes.YtambiénmiespadaContracorriente,desdeluego.Noimportabadóndeperdieraaquelbolígrafo:siemprevolvíaaaparecerenmibolsillo.
Navegamosdurantehoras.AhoraqueestábamosenelMardelosMonstruos,elaguarelucíaconunverdetodavíamásbrillante,comoelácidodelahidra.Elaireerafrescoy salado, pero tenía ademásun raro aromametálico, como si se aproximaraunatormentaeléctrica,oalgoaúnmáspeligroso.Yosabíaenquédireccióndebíamosseguir. Y sabía que nos hallábamos exactamente a ciento trece millas náuticas denuestrodestino,endirecciónoestenoroeste.Peronoporesolograbasentirmemenosperdido.
Sin importar en qué dirección virásemos, el sol siempre me daba en la cara.
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Compartimos unos sorbos de SevenUp y utilizamos la vela por turnos paraguarecernos un poco con su sombra. También hablamos de mi último sueño conGrover.
SegúnAnnabeth, teníamosmenos de veinticuatro horas para encontrarlo, y esodandoporsupuestoquemisueñofuesefiableyquePolifemonocambiaradeideaeintentaracasarseantes.
—Sí—dijeamargamente—.Nuncapuedesfiartedeuncíclope.Annabethfijólavistaenelagua.—Losiento,Percy.MeequivoquéconTyson,¿vale?Ojalápudieradecírselo.Traté de mantener mi enfado, pero no era fácil. Habíamos pasado juntos un
montóndecosas;mehabíasalvadolavidamuchísimasvecesyeraunaestupidezpormiparteseguirhaciéndomeelofendidoconella.
Bajélavistaparaexaminarnuestrasescasaspertenencias:eltermovacío,elbotedevitaminas.MeacordédelamiradarabiosadeLukecuandointentéhablarledesupadre.
—Annabeth,¿cuáleslaprofecíadeQuirón?Ellafruncióloslabios.—Percy,no…—Ya sé que Quirón prometió a los dioses que no me lo diría. Pero tú no lo
prometiste,¿verdad?—Sabernosiempreesbueno.—¡Tumadreesladiosadelasabiduría!—¡Yalosé!Perocadavezqueunhéroeseenteradesufuturointentacambiarlo,
ynuncafunciona.—Losdiosesestánpreocupadosporalgoqueharécuandocrezca—aventuré—.
Osea,cuandocumplalosdieciséis.¿Eseso?AnnabethretorcióentrelasmanossugorradelosYankees.—Noconozcolaprofecíaentera,Percy,perosíséquealertaalosdiosessobreun
mestizodelosTresGrandes:elpróximoquevivahastalosdieciséisaños.Ésaeslaverdadera razón de que Zeus, Poseidón y Hades hicieran un pacto después de laSegundaGuerraMundialydequejurarannotenermáshijos.ElsiguientehijodelosTresGrandesquellegueacumplirlosdieciséisseconvertiráenunarmapeligrosa.
—¿Porqué?—PorqueesehéroedecidiráeldestinodelOlimpo.Éloellatomaráunadecisión
y,conesadecisión,obiensalvarálaEradelosDiosesobienladestruirá.Pasé un rato asimilando todo aquello. Nunca me mareo cuando navego, pero
ahoramesentíamal.—PoresoCronosnomematóelveranopasado.Ellaasintió.
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—Podrías resultarlemuyútil. Si consigue que te pongas de su lado, los diosesestaránmetidosenungraveaprieto.
—Perosilaprofecíaserefiereamí…—Sólo lo sabremos si sobrevives otros tres años. Lo cual puede llegar a ser
muchotiempoparaunmestizo.CuandoQuirónoyóhablarporprimeravezdeThalia,dio por supuesto que ella era la persona de la profecía. Por eso procuró tandesesperadamentequellegaraasalvoalcampamento.Luegoellacayóluchandoyfuetransformada en un pino, y ninguno de nosotros sabía ya qué pensar. Hasta queaparecistetú.
Una aleta verde y erizada de púas, de unos cinco metros de largo, saliócontoneándosealasuperficieporelladodebaboryenseguidavolvióadesaparecer.
—Elprotagonistadelaprofecía…quierodecir,éloella,¿nopodríasercomouncíclope, por ejemplo? —pregunté—. Los Tres Grandes tienen un montón demonstruosentresushijos.
Annabethmeneólacabeza.—El Oráculo dijo «mestizo». Y eso siempre significa medio humano medio
divino.Realmentenohaynadievivoquepudieraserlo,salvotú.—Entonces¿porqué losdiosesmehandejadovivirsiquiera?Seríamásseguro
matarme.—Tienesrazón.—Muchasgracias.—Percy, no lo sé. Supongo que algunos dioses preferirían matarte, pero
seguramentetemenofenderaPoseidón.Otrosdiosesquizáteestánobservandoaún,intentandodecidirquéclasedehéroevasaser.Podríasconvertirteenunarmaparasusupervivencia, al fin y al cabo. La verdadera cuestión es qué harás dentro de tresaños,quédecisióntomarás.
—¿Laprofecíadabaalgunapista?Annabethvaciló.Quizámehabríacontadoalgomás,peroenesemomentounagaviotadescendió
de repente en picado, como salida de la nada, y se posó en nuestro mástilimprovisado. Annabeth se sobresaltó cuando el pájaro dejó caer en su regazo unenredoderamitasyhojasquedebíanhabérseleenganchado.
—Tierra—dijo—.¡Tienequehabertierracerca!Mesenté.Nohabíaduda:seveíaunalíneaazulymarrónalolejos.Unminuto
mástardesedivisabaunaislaconunamontañitaenelcentro,conundeslumbranteconjuntodeedificiosblancos,unaplayasalpicadadepalmerasyunpuertoquereuníaunsurtidobastanteextrañodebarcos.
***
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—¡Bienvenidos!—dijounamujerquesosteníaunsujetapapeles.Parecíaunaazafata: traje azulmarino,maquillaje impecableycabello recogido
enuna cola de caballo.Nos estrechó lamano en cuantopisamos elmuelle. Por ladeslumbrante sonrisa que nos dedicó, uno habría creído que acabábamos dedescenderdelPrincesaAndrómeda,nodeunbotederemosbastantemaltrecho.
Pero ya digo que la nuestra no era la única embarcación extraña del puerto.Ademásdeunabuenacoleccióndeyatesderecreo,habíaunsubmarinodelamarinanorteamericana, muchas canoas de troncos y un antiguo barco de vela de tresmástiles.Había tambiénunapista parahelicópteros, conun aparatodelCanal 5, yotraparaavionesenlaqueseveíaunjetultramodernojuntoaunavióndehélicequeparecía un caza de la Segunda Guerra Mundial. Quizá eran réplicas para que lasvisitaranlosturistas,oalgoasí.
—¿Eslaprimeravezquenosvisitan?—preguntólamujerdelsujetapapeles.Annabethyyonosmiramos.—Hummm…—dijoAnnabeth.—Primera… visita… al balneario —dijo la mujer mientras lo anotaba—.
Veamos…Nosmiródearribaabajoconairecrítico.—Hummm…Paraempezar,unamascarillacorporaldehierbasparaladama.Y
desdeluegountratamientocompletoparaelcaballero.—¿Qué?—dije.Ellaestabademasiadoocupadatomandonotaspararesponder.—¡Perfecto!—dijoconunaanimadasonrisa—.EstoyseguradequeC.C.querrá
hablarconustedespersonalmenteantesdelbanquetehawaiano.Poraquí,porfavor.Eseeraelproblema:queAnnabethyyoyanoshabíamosacostumbradoaquenos
tendierantrampas.Ynormalmenteesastrampasteníanalprincipiobuenaspecto.Oseaqueyameesperabaquelamujerconelsujetapapelesderepenteseconvirtieraenunaserpiente,undemoniooalgoasí.Pero,porotrolado,llevábamoscasitodoeldíaflotando en un bote de remos. Estaba acalorado, cansado y hambriento, y cuandoaquellamujermencionóunbanquetehawaiano,miestómagosesentósobresuspatastraserasyempezóajadearcomounperroconlalenguafuera.
—Noperdemosnada—murmuróAnnabeth.Vaya si podíamos perder, pero aun así seguimos a aquellamujer.Mantuve las
manos en los bolsillos, donde atesoraba mis únicas defensas mágicas, o sea, lasvitaminas de Hermes y mi bolígrafo. Pero a medida que nos internábamos en elbalneario,mefuiolvidandodeellos.
Ellugareraalucinante.Allídondemiraseshabíamármolblancoyaguaazul.Laladera de lamontaña se iba escalonando en amplias terrazas, con piscinas en cada
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nivelconectadasentresímediante toboganes,cascadasypasadizossumergidosquepodíascruzarbuceando.Habíafuentesconsurtidoresquerociabanelairedeaguayadoptabanformasimposibles,comoáguilasvolandoocaballosalgalope.
A Tyson le encantaban los caballos y sabía que le habríanmolado unmontónaquellasfuentes.Casimedilavueltaparaversuexpresión,antesderecordarqueyanoestaba.
—¿Tesientesbien?—mepreguntóAnnabeth—.Teveopálido.—Estoybien—mentí—.Essólo…Sigamosandando.Vimostodaclasedeanimalesdomesticados.Unatortugademardormitabasobre
unmontóndetoallas.Lasclientasdelbalneario—sólomujeresjóvenes,porloqueiba viendo— ganduleaban tiradas en tumbonas, tomando combinados de fruta oleyendo revistas,mientras se les secabanen lacara lasmascarillasdehierbasy leshacíanlasuñasunasmanicurasconuniformeblanco.
Alsubirporunaescalerahacialoqueparecíaeledificioprincipal,oíaunamujercantando. Su voz flotaba perezosamente como si estuviese entonando una nana.Cantaba en un idioma que no era griego clásico, pero sí igual de antiguo: lenguaminoica tal vez, o algo parecido. Entendía más o menos de qué iba la canción:hablabadelaluzdelalunaentrelosolivos,deloscoloresdelamanecer,ytambiéndemagia.De algo relacionado con lamagia. Su voz parecía elevarme del suelo ytransportarmehaciaella.
Llegamosaunagranestanciacuyaparedfrontaleratodadecristal.Lapareddelfondoestaba cubiertade espejos, demodoqueel lugarparecía extendersehasta elinfinito.Habíaunaseriedemueblesblancosdeaspectomuycaro,ysobreunamesasituadaenunrincón,unaenormejaulaparamascotas.Parecíafueradelugarallí,peronomedetuveapensarenello,porquejustoenesemomentovialadamaquehabíaestadocantando…¡Uau!
Estabasentadajuntoauntelardeltamañodeunapantalladetelevisióngigante,tejiendohilosdecoloresconlasmanosconunadestrezaasombrosa.Eltapizteníaunbrillo trémulo, como si fuera en tres dimensiones, y representaba una cascada tanvividamentequeseveíacómosemovíaelaguaycómosedesplazabanlasnubesporuncielodetela.
Annabethcontuvoelaliento.—Esprecioso.La mujer se volvió. Ella era más preciosa aún que su tapiz. Su largo cabello
oscuroestabatrenzadoconhilosdeoro;teníaunospenetrantesojosverdesyllevabaun vestido de seda negra con estampados que parecían moverse también. Eransombrasdeanimalesennegrosobrenegro,creoqueciervoscorriendoporunbosquenocturno.
—¿Tegustatejer,querida?—preguntólamujer.
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—Sí,señora—dijoAnnabeth—.Mimadrees…Sedetuvoenseco.Yconrazón.Nopuedesirporahíexplicandoquetumamáes
Atenea, la diosa que inventó el telar. La mayoría de la gente te encerraría deinmediatoenunaceldaacolchada.
Nuestraanfitrionaselimitóasonreír.—Tienesbuengusto,querida.Mealegramuchoqueestésaquí.MellamoC.C.Los animales en la jaula del rincón empezaron a dar chillidos. Debían de ser
cobayas,porelruidoquehacían.Nosotrosnospresentamos también.Memiróconciertadesaprobación,comosi
hubiesefalladoenalgunaprueba,yesomehizosentirmal.Poralgunarazón,deseabacomplaceraaquelladama.
—Ah,querido—dijoconunsuspiro—.Túsínecesitasmiayuda.—¿Señora?—dije.C.C.llamóalamujercontrajedeazafata.—Hylla, hazle un tour completo a Annabeth, ¿quieres? Muéstrale todos los
serviciosdisponibles.Habráquecambiarle la ropa,yelpelo ¡cielos!Solicitaremosunaconsultaexhaustivadeimagenencuantohayahabladoconestecaballero.
—Pero…—Annabethpareciódolida—.¿Quépasaconmipelo?C.C.sonrióconbenevolencia.—Eres encantadora, querida. ¡De veras! Pero no estás sacando partido de ti
mismanidetusencantos.Enabsoluto.¡Semejantepotencialdesperdiciado!—¿Desperdiciado?—Bueno,seguroquenoestáscontentacontuaspectoactual.Cielos,nohayuna
solapersonaque loesté,perono tepreocupes.Aquí, enelbalneario,mejoramosacualquiera. Hylla te mostrará a qué me refiero. ¡Has de liberar tu auténtico ser,querida!
Los ojos de Annabeth brillaban anhelantes. Nunca la había visto tandesconcertada.
—Pero…¿yPercy?—Claro —dijo C. C, lanzándome una triste mirada—. A Percy tengo que
atenderlopersonalmente.Elrequieremástrabajo.Normalmente,sialguienmehubieradichoesomehabríaenfadado.Peroaloírlo
de C. C. me sentí abatido. La había decepcionado. Tenía que buscar el modo demejorar.
Lascobayaschillabancomosiestuviesenhambrientas.—Bueno…—dijoAnnabeth—.Supongo…—Por aquí, querida—dijoHylla.YAnnabeth se dejó llevar hacia los jardines
llenosdecascadas.C.C.metomódelbrazoymeguióhacialapareddelosespejos.
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—Verás,Percy…Paraliberartupotencialnecesitasmuchaayuda;ahorabien,elprimerpasoesadmitirquenoestáscontentocontuactualformadeser.
Memovínerviosoanteelespejo.Nosoportabatenerquepensarenmiaspecto:porejemplo,enelprimergranoquemehabíasalidoenlanarizaprincipiosdecurso,oenmisdos incisivos,quenoestabanniveladosa laperfección,oenmipelo,quenuncapermanecíaensusitioyteníatendenciaadispararsehaciacualquierlado.
La voz de C. C. me hacía pensar en todas esas cosas, como si me estuvieraobservandoalmicroscopio.Ymiropanoeraguay.Esoyalosabía.
«¿Quémásda?»,pensabaunapartedemímismo.Peroallídepie,frentealespejodeC.C,resultabadifícilverenmíalgopositivo.
—Bueno, bueno —dijo C. C. en tono de consuelo—. ¿Qué te parece siprobamos…esto?
Chasqueólosdedosysobreelespejosedesplegóunacortinaazulceleste.Teníaunbrillotembloroso,comoeltapizdeltelar.
—¿Quéves?—preguntó.Miréelpañoazul,sinsaberaquéserefería.—Nosé…Entonceshubouncambiodecolores.Meviamímismoenunaespeciedereflejo,
pero no era un reflejo. Temblando en medio de aquel paño se veía una versiónsuperguay de Percy Jackson, con ropa adecuada y una sonrisa de confianza. Losdientesperfectamentealineados,niunsolograno,unbronceadoideal,másatlético,quizátresocuatrocentímetrosmásalto.Erayo,perosinningúndefecto.
—¡Uau!—logrédecir.—¿Tegustaasí?—preguntóC.C.—.¿Oprobamosuntipodiferente…?—No;asíestábien.Estoes…increíble.¿Deveraspuede…?—Puedoofrecerteuntratamientocompleto—measeguróC.C.—¿Cuáleseltruco?¿Tengoqueseguirunadietaespecial?—Oh,esmuyfácil.Muchafrutafresca,unprogramaligerodeejerciciosy,desde
luego…esto.Seacercóalmueblebaryllenóunvasodeagua.Luegoabrióunpaquetedealgo
efervescente y vertió en el vaso un polvo rojo. La mezcla adquirió un resplandormomentáneo.Cuandosedesvaneció,labebidateníaelaspectodeunbatidodefresa.
—Unodeéstosequivaleaunacomidacompleta—dijoC.C.—.Tegarantizoqueveráslosresultadosdeinmediato.
—¿Cómoesposible?Ellaseechóareír.—¿Paraquéhacerpreguntas?Quierodecir,¿nodeseasconvertirtesinmásentu
«yo»perfecto?Nolograbaacallarunasensacióndesospecha.
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—¿Porquénohaychicosenestebalneario?—Ah,perosíloshay—measeguró—.Losconocerásmuypronto.Túpruebael
combinadoyverás.Miréelpañoazulyaquelreflejomíoquenoerayo.—Mira,Percy—mereprendióC.C.—,lapartemásdifícildelprocesoesdejar
de querer controlarlo todo. Tienes que decidirte: ¿te vas a fiar de tu criterio sobrecómodeberíasser,otevasafiardelmío?
Teníalagargantaseca.Meoídecir:—Delsuyo.Ellasonrióymetendióelvaso.Yyomelollevéaloslabios.Teníaelsaborqueeradeesperarporsuaspecto:comounbatidodefresa.Caside
inmediato, una cálida sensaciónme inundó las tripas: una sensación placentera, alprincipio; luegodolorosa y ardiente, abrasadora, como si el combinado estuviera apuntodehervirenmiinterior.
Medobléydejécaerelvaso.—¿Quémeha…?¿Quéocurre?—Notepreocupes,Percy—dijoC.C.—.Eldolorpasará.¡Mira!Talcomotehe
prometido.Resultadosinmediatos.Algohabíaidomal,espantosamentemal.Cayólacortinayvienelespejocómosemearrugabanyretorcíanlasmanosy
mecrecíanunasuñaslargasydelicadas,ymebrotabapeloportodalacara,bajolacamisayenlosrinconesmáschungos.Sentíalosdientesdemasiadopesados,miropaseagrandabapormomentos,oquizáeraC.C.laqueestabacreciendodemasiado…No:yoestabaencogiendo.
Y súbitamente, me encontré sumido en una caverna de tela oscura. Me habíaquedado enterrado bajomi propia camisa.Traté de correr, perome agarraron unasmanostangrandescomomipropiocuerpo.Intentépedirayudaagritos,peroloúnicoquesalíademibocaera:
—¡Rit,rit,rit!Aquellasmanosgigantesmeestrujabanpor lamitadymeizabanenelaire.Yo
forcejeaba y daba golpes con piernas y brazos, que ahora tenían un aspecto muyachaparrado.Yderepente,meencontrémirandoconhorrorlacaraenormedeC.C.
—¡Perfecto! —retumbó su voz. Me retorcí alarmado, pero ella se limitó aapretarmemásporelvientre,tambiéncubiertodepelo—.¿Loves,Percy?¡Ahorahasliberadotuverdaderoser!
Mesostuvoanteelespejoyloquevimehizoaullardepuroterror.—¡Rit,rit,rit!Allí estaba C. C, hermosa y sonriente, sosteniendo a una criatura peluda con
dientesdeconejo,conuñasdiminutasyunpelajeblancoynaranja.Siyomeretorcía,
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elbichopeludoseretorcíatambiénenelespejo.Yoera…era…—Unacobaya—dijoC.C.—,tambiénllamada«cerditodeGuinea».¿Adorable,
verdad? Los hombres son unos cerdos, Percy. Yo solía convertirlos en cerdos deverdad,peroolíanmal,ocupabandemasiadoespacioydabanmuchotrabajo.Osea,nomuydistintosdecomoeranantes,laverdad.LoscerditosdeGuinearesultanmásadecuados.Yahora,venaconoceralosdemáshombres.
—¡Rit!—protesté, tratando de arañarla, peroC.C.me agarró con tanta fuerzaquepocomefaltóparadesmayarme.
—Nadadeeso,pequeñín—mereprendió—,oteecharédecomidaalaslechuzas.Ahora entra en la jaula como una buena mascota. Mañana, si te portas bien, tepondrásencamino.Siemprehayalgúncolegioquenecesitaunanuevacobaya.
Mi mente se movía a tanta velocidad como mi corazón diminuto. Tenía queregresaradondeyacíamiropaamontonadaenelsuelo.Sipudierallegarallí,sacaríaaContracorrientedelbolsilloy…¿yqué?Nopodríadestaparelbolígrafo.Einclusosipudiese,noseríacapazdesostenerlaespada.
Meretorcíatotalmenteimposibilitado,mientrasC.C.mellevabaalajauladelascobayasyabríalapuerta.
—Tepresentoamisproblemasdedisciplina,Percy—dijoentonodeadvertencia—.Nunca llegarán a ser buenasmascotas en un colegio, pero quizá te sirvan paraaprendermodales. Lamayoría llevan en esta jaulamás de trescientos años. Si noquieresquedarteconellosdemodopermanente,tesugiero…
—¿SeñoraC.C?—EralavozdeAnnabeth.C.C.soltóunamaldiciónengriegoantiguo.Medejóenlajaulaycerrólapuerta.
Yodabaalaridosyarañaba losbarrotes,peroenvano.C.C.metiómi ropabajoeltelardeunapatadajustocuandollegabaAnnabeth.
Apenaslareconocí.Llevabaunvestidodesedablancasinmangas,comoeldeC.C.Teníaelpelorubioreciénlavadoypeinado,ytambiéntrenzadoconhilosdeoro,pero lopeorera…que lahabíanmaquillado.NuncahabríacreídoqueAnnabethsedejarapillar en semejante estadonimuerta.Vamosaver: teníabuenaspecto.Muybuenaspecto.Semehabrían atragantado laspalabras seguramente, en casodequehubierasidocapazdedecirotracosaque«rit,rit».Pero,porotraparte,habíaensuaspectoalgodeltodoequivocado.AquéllanoeraAnnabeth,sencillamente.
Ellamiróalrededoryfruncióelceño.—¿Dóndeestá,Percy?Yomedesgañitabagritando,peroellanoparecíaoírme.C.C.sonrió.—Le están aplicando uno de nuestros tratamientos, querida. No te preocupes.
¡Estáspreciosa!¿Quétehaparecidoeltour?LosojosdeAnnabethseiluminaron.
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—¡Subibliotecaesimpresionante!—Sí,desdeluego.Todoelconocimientodelostresúltimosmilenios.Cualquier
cosaquequierasestudiar,ocualquiercosaquedeseesser,querida.—¿Arquitecto,porejemplo?—¡Puaggg!—exclamóC.C.—.Tú,querida, tienesmaderadehechicera,como
yo.Annabethdiounpasoatrás.—¿Hechicera?—Sí,querida—C.C.alzólamanoyunallamasurgiódesupalmaybailóporla
puntadesusdedos—.MimadreesHécate, ladiosade lamagia.ReconozcoaunahijadeAteneaencuantolaveo.Túyyonosomostandiferentes;lasdosbuscamoselconocimiento, las dos admiramos la grandeza y ninguna necesita permanecer a lasombradeloshombres.
—No…noacabodecomprender.Grité una vez más con todas mis fuerzas, tratando de llamar la atención de
Annabeth, pero ella no podía oírme o no creía que aquellos ruidos tuvieranimportancia.Mientrastanto,lasdemáscobayashabíanidosaliendodesuscubículospara echarme un vistazo. No sabía que las cobayas pudieran tener un aspecto tanchungo,peroaquéllasmedemostraronquesí.Habíamediadocena,ytodasteníanelpelajesucio,losdientesroídosylosojosenrojecidos.Estabancubiertasdevirutasyolíancomosirealmentellevaranallítrescientosañossinquenadielimpiaralajaula.
—Quédate conmigo—le decía C. C. a Annabeth—. Estudia conmigo. Puedesunirteanuestroequipo,convertirteenhechicera,aprenderadominarlavoluntaddelosdemás.¡Tevolverásinmortal!
—Pero…—Eres demasiado inteligente, querida.Demasiado para confiar en ese estúpido
campamentoparahéroes.Dime,¿cuántasgrandesheroínasmestizasseríascapazdeenumerar?
—Bueno…Atalanta,AmeliaEarhart…—¡Bah! Son los hombres los que se llevan siempre toda la gloria—Apretó el
puño y extinguió aquella llama mágica—. El único camino que les queda a lasmujeres para adquirir poder es la hechicería. ¡Medea y Calipso son ahora muypoderosas!Yyo,desdeluego.Lamásgrandedetodas.
—Usted…¡C.C.esCirce!—Sí,querida.AnnabethretrocedióyCirceseechóareír.—Notemas.Novoyahacerteningúndaño.—¿QuélehahechoaPercy?—Sóloayudarloaencontrarsuauténticaforma.
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Annabethescudriñólaestancia.Finalmente,reparóenlajaulaymevioarañandocondesesperaciónlosbarrotes,rodeadodecobayas.Abrióunosojoscomoplatos.
—¡Olvídalo!—dijoCirce—.Úneteamíyaprendeloscaminosdelahechicería.—Pero…—Tuamigoestarábienatendido.Seráenviadoa tierrafirme,aunnuevohogar
maravilloso.Losniñosdel jardínde infancia loadorarán.Y tú, entretanto, teharásmássabiaymáspoderosa,tendrástodoloquesiemprehasdeseado.
Annabethseguíamirándome,peroconunaexpresiónsoñadora.Lamismaqueyodebía de tener cuando Circe me había embelesado para que bebiera aquel batidomaléfico.Chilléyarañécon todasmis fuerzas, tratandodesacaraAnnabethdesuensueño,peromesentíadeltodoimpotente.
—Déjeme pensarlo —murmuró Annabeth—. Sólo un minuto… a solas. Paradespedirme.
—Claroquesí,querida—susurróCirce—.Unminuto.Ah,yparaquedispongasde completa intimidad…—Hizoun ademán con lamanoy descendieron de golpeunasbarrasdehierrosobrelasventanas.Luegosedeslizófueraycerrólapuertaconllave.
La expresión embelesada de Annabeth se desvaneció en el acto. Se acercócorriendoalajaula.
—Bueno,¿cuáleres?Mepuseachillar,perolomismohicieronlasdemáscobayas.Annabethparecía
desesperada;escudriñólaestanciaconlamiradaydivisólaspernerasdemistejanosasomandobajoeltelar.
¡Sí!Corrióhaciaallíyhurgóenmisbolsillos.Pero, en lugar de sacar a Contracorriente, encontró el bote de vitaminas de
Hermesyempezóaforcejearconeltapón.Yoqueríagritarlequenoeramomentode tomarvitaminas. ¡Teníaque sacar la
espada!Semetióenlabocaunlimónmasticablejustocuandoseabríalapuertadegolpe
yentrabaCircedenuevo,acompañadapordosazafatas.—Bueno —suspiró—, ¡qué rápido pasa un minuto! ¿Cuál es tu respuesta,
querida?—Ésta—dijoAnnabethysacósucuchillodebronce.Lahechiceradiounpasoatrás,peroenseguidaserecobró.Sonriócondesdén.—¿Deveras,pequeña?¿Uncuchillocontratodamimagia?¿Teparecesensato?Circe se volvió hacia sus ayudantes, que sonrieron. Alzaron las manos, como
disponiéndosealanzarunconjuro.«¡Corre!», habría querido decirle aAnnabeth, pero lo único que lograba emitir
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eran ruiditos de roedor. Las demás cobayas chillaban y se escabullían hacia losrincones.Yotambiénsentíaelmismopánicoyelimpulsodecorreraesconderme…¡Peroteníaquepensarenalgo!NopodríasoportarlosiperdíaaAnnabethcomohabíaperdidoaTyson.
—¿CuálseríalaformaadecuadaparaAnnabeth?—dijoCirceconairepensativo—.Unacosapequeñaymalhumorada…¡Yasé,unamusaraña!
De sus dedos surgieron espirales de fuego azul, que se retorcieron comoserpientesalrededordeAnnabeth.
La miré paralizado de horror, pero no sucedió nada. Annabeth seguía siendoAnnabeth, sóloque ahoramás furiosa.Dioun salto y le puso aCirce la punta delcuchilloenelcuello.
—¿Yporquénoconvertirmeenunapantera?¡Unaquetepongalaszarpasenelcuello!
—¿Cómodemonios…?—aullóCirce.Annabethalzóelbotedevitaminasparaquelovieselahechicera.Circediounalaridodefrustración.—¡Maldito seaHermes y sus vitaminas! ¡No sonmás que unamoda pasajera!
¡Noteaportanningúnbeneficio!—¡DevuélveleaPercysuformahumana!—dijoAnnabeth.—¡Nopuedo!—Túlohasquerido.LasayudantesdeCircedieronunpasoadelante,perosujefalasdetuvo.—¡Atrás!¡Esinmunealamagiamientrasdureelefectodeesamalditavitamina!AnnabetharrastróaCircehastanuestra jaula, learrancóel techoyvertióensu
interiorelrestodelasvitaminas.—¡No!—gritóCirce.Yo fui el primero en atrapar una gragea, y todas las demás cobayas salieron
corriendodesusescondrijosparaprobaraquellanuevacomida.Mebastóunbocaditoparasentirunardorpordentro.Seguíroyendoy,depronto,
la vitamina dejó de parecerme enorme, la jaula empezó a achicarse y… ¡bang!Lajaula explotó y me encontré sentado en el suelo, otra vez con mi forma humana(también con mi ropa puesta, gracias a los dioses), rodeado de seis tipos queparpadeabanconairedesorientadomientrassesacudíanlasvirutasdelpelo.
—¡No!—gritóCirce—.¡Túnoloentiendes!¡Éstossonlospeores!Uno de ellos se puso en pie: era un tipo enorme con una barba negra, larga y
enredada,yconlosdientesnegrostambién.Vestíadeunmodobastanteincongruente,conropadelanaycuero,botasaltasyunsombrerodealaflexible.Losotrosvestíandemodomássencillo,concalzonesycamisasblancasllenasdemanchas.Todosibandescalzos.
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—¡Argggg!—bramóaqueltipo—.¿Quémehahechoestabruja?—¡No!—gimióCirce.Annabethahogóungrito.—¡Teconozco!¿NoeresEdwardTeach,elhijodeAres?—Sí,muchacha—gruñoél—.¡AunquetodosmellamanBarbanegra!Yésaesla
hechicera que nos capturó. Vamos a cortarla en pedazos y luegome zamparé unabuenaensaladadeapio.¡Argggg!
Circeechóagritarysaliócorriendoconsusayudantes,perseguidaporlospiratas.Annabethenvainósucuchilloymemiró.—Gracias…—dijeconvoztemblorosa—.Losientomucho…Antesdequesemeocurriesealgúnmododeexcusarmeporhabersidotanidiota,
ellaseacercóymediounabrazo.Luegoseseparódemíconlamismarapidez.—Mealegrodequenoseasunacobaya.—Yotambién.—Confiabaennotenerlacaratanrojacomolasentía.Elladeshizoloshilosdeoroqueteníatrenzadosenelpelo.—Vamos, sesos de alga—dijo—. Tenemos que largarnos mientras Circe esté
distraída.Corrimoscolinaabajo,atravesandoterrazasydejandoatrásalosempleadosdel
balneario, que gritaban desesperados mientras los piratas se entregaban al saqueo.Los hombres de Barbanegra rompían las antorchas dispuestas para el banquetehawaiano,arrojabanalapiscinalosemplastosdehierbasyderribabanlasmesas.
Casimesentímalpordejarsueltosaaquellospiratastanrevoltosos,perotambiénpenséquedespuésde trescientosañosencerradossemerecíanalgomásentretenidoquelaruedaparacobayasdelajaula.
—¿Québarco?—preguntóAnnabethcuandollegamosalmuelle.Mirécondesesperaciónentodasdirecciones.Nopodíamostomarotravezelbote
de remos. Teníamos que abandonar la isla de inmediato. ¿Pero qué nos conveníamás?¿Unsubmarino?¿Unavióndecombate?Bueno,tampocoesquesupierapilotaresaclasedecacharros…
Entonceslovi.—Allí—dije.Annabethparpadeó.—Pero…—Podríahacerlofuncionar.—¿Cómo?Nopodíaexplicárselo,perodealgúnmodosabíaqueunviejobarcodevelaerala
apuestamássegura.ToméaAnnabethdelamanoylaarrastréhacialaembarcacióndetresmástiles.Enlaproalucíaelnombrequesólomástardedescifraría:VengadordelaReinaAna.
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—¡Arggg!—aullóBarbanegraalolejos—.¡Esossinvergüenzasestánabordandomibuque!¡Detenedlos,muchachos!
—¡Nolograremossaliratiempo!—gritóAnnabethmientrasnosencaramábamosabordo.
Cuandollegamosarriba,miréeldesesperantetingladodevelasysogasqueteníaalrededor. Para ser un buque de trescientos años, estaba en perfectas condiciones.Aunasí,habríahechofaltaunatripulacióndecincuentamarinerosymuchashorasdetrabajoparaponerloenmovimiento.Nosotrosnoteníamostantotiempo.Lospiratasbajabancorriendolasescaleras,agitandoantorchashawaianasytallosdeapio.
Cerrélosojosymeconcentréenlasolasquechapoteabancontraelcasco,enlascorrientesdelmar,enlosvientosquemerodeaban.Ydeprontomevinoalamentelapalabraadecuada:
—¡Palodemesana!—grité.Annabethmemirócomosimehubiesevueltoloco,peroenunsegundoelairese
llenó de un silbido de sogas que se tensaban, ruido de velas que se desplegaban ycrujidodepoleas.
Annabeth se agachó justo para esquivar un "cable que pasó por encima de sucabezayfueaarrollarseenelbauprés.
—Percy,¿cómo…?Noteníarespuesta,perosentíaqueelbarcomerespondíacomosifuesepartede
micuerpo.Ordenéquelasvelasseizaranconlamismafacilidadconqueflexionabaunbrazo.Yluegoordenéquegiraseeltimón.
ElVengadordelaReinaAnaseapartóconunasacudidadelmuelle,ycuandolospiratas llegaron por fin a la orilla, nosotros ya navegábamos hacia el Mar de losMonstruos.
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CAPÍTULO13
Annabethintentavolveranado
Porfinhabíaencontradoalgoenloqueerabuenodeverdad.ElVengadordelaReinaAnarespondíaatodasmisórdenes.Yosabíaquécabos
tensar,quévelasizaryenquédirecciónnavegar.Avanzábamosentrelasolasaunosdieznudos,segúncalculé.Ylobuenoesqueinclusocomprendíaquévelocidaderaésa.Paraunbarcodevela,bastanterápido.
Todoparecíaperfecto:elvientoafavor,lasolasrompiendocontralaproa…Peroahoraquenos encontrábamos fuera depeligro, sólo conseguía pensar en lomuchoqueechabademenosaTysonyenlainquietantesituacióndeGrover.
Tampococonseguíaquitarmede lacabezamiestúpidamaneradecomplicar lascosasenla isladeCirce.DenoserporAnnabeth, todavíaseríaunpequeñoroedoragazapado en aquella jaula junto a un puñado de piratas peludos. Pensé en lo queCircemehabíadicho:«¿Loves,Percy?Hasliberadotuverdaderoser.»
Aún me sentía cambiado. No sólo porque tenía un repentino deseo de comerlechuga,sinoque,además,menotabaasustadizo,comosielinstintodeunanimalitodespavorido formaseahorapartedemí.Oquizásiemprehabíaestadoallí.Aquelloeraloquemepreocupabadeverdad.
Navegamostodalanoche.Annabethintentóecharmeunamanoenelpuestodemando,peronavegarnoera
losuyo.Trasunascuantashorasdebalanceo,sucarasepusodecolorguacamoleybajóatumbarseenunahamaca.
Yoobservabaelhorizonte.Divisémonstruosmásdeunavez.Viunpenachodeaguatanaltocomounrascacieloselevándosealaluzdelaluna.Luegounahileradepúasverdessedeslizóentrelasolas:unreptil,oalgoasí,deunostreintametrosdelargo.Noteníamuchasganasdeaveriguarlo.
También llegué a ver nereidas, los brillantes espíritus femeninos del agua. Leshice señas,perodesaparecieronen lasprofundidades,dejándomecon ladudade simehabíanvistoono.
Pocodespuésdemedianoche,Annabethsubióacubierta.Precisamenteenaquelmomentopasábamosjuntoaunaislaconunvolcánhumeante.Elaguaentornoalaorillaburbujeabaydespedíavapor.
—Una de las fraguas de Hefesto —dijo Annabeth—. Donde construye susmonstruosdemetal.
—¿Comolostorosdebronce?Ellaasintió.
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—Daunrodeo.Yponteaunabuenadistancia.Nonecesitéquemelorepitiera.Nosalejamosdelaislaymuyprontonofuemás
queunborróndeneblinarojaapopa.MiréaAnnabeth.—Elmotivodequeodiestantoaloscíclopes…osea,lahistoriadecómomurió
Thaliadeverdad…Cuéntame,¿quéocurrió?Apenasveíasuexpresiónenlaoscuridad.—Estábien.Tal vez tengasderechoa saberlo—dijopor fin—.Aquellanoche,
mientras Grover nos llevaba al campamento, se confundió y tomó varios desvíosequivocados.¿Recuerdasquetelocontóunavez?
Asentí.—Bueno, pues el peor de esos desvíos nos llevó a la guarida de un cíclope en
Brooklyn.—¿CíclopesenBrooklyn?—pregunté.—Nopodrías creer la cantidaddecíclopesquehay,peroésanoes la cuestión.
Aquelcíclopenos tendióuna trampa; logróquenosseparásemosenel laberintodepasillosdeunaviejacasadelazonadeFlatbush.Además,eracapazdeimitarlavozdecualquiera,Percy.IgualqueTysonabordodelPrincesaAndrómeda.Unoauno,noshizocaerenlatrampa.ThaliacreyóquecorríaasalvaraLuke.Estecreyóquemehabíaoídogritaramípidiendosocorro.Yyo…yoestabasolaen laoscuridad.Teníasieteaños.Nosabíacómoencontrarlasalida.
Seapartóelpelodelacara.—Recuerdo que llegué a la habitación principal. El suelo estaba cubierto de
huesos.Y allí estabanThalia,Luke yGrover, atados y amordazados, colgando deltechocomojamones.Elcíclopehabíaempezadoaencenderunahogueraenmediodela habitación. Saqué mi cuchillo, pero él me oyó. Se volvió y sonrió; empezó ahablar, y de algún modo averiguó cómo era la voz de mi padre. Supongo que laarrebató demimente.Medijo: «No te preocupes,Annabeth.Yo te quiero.Puedesquedarteconmigo.Puedesquedarteparasiempre.»
Meechéatemblar.ElmodoqueteníaAnnabethdecontarlo,inclusoahora,seisaños después, logró asustarmemás que el cuento de fantasmasmás espantoso quehubieraoídoenmivida.
—¿Quéhiciste?—Leclavéelcuchilloenunpie.Lamiréfijamente.—¿Metomaselpelo?¿Teníassieteañosyapuñalasteauncíclopeenorme?—Élmehabríamatado,peroconseguísorprenderlo.Medioeltiempojustopara
correrhaciaThaliaycortarlelascuerdasdelasmanos.Ellaseencargódelresto.—Bueno,pero…esofuemuyvalientedetuparte,Annabeth.
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Ellasacudiólacabeza.—Nos salvamos por los pelos. Todavía tengo pesadillas, Percy. Con el cíclope
hablándomeconlavozdemipadre.Sinoscostótantollegaralcampamentofueporsuculpa.Todoslosmonstruosquenoshabíanestadopersiguiendoaprovecharonparadarnosalcance.Ésaes laverdaderarazóndequeThaliamuriese.Denohabersidoporesecíclope,aúnviviría.
Permanecimos sentados en la cubierta, contemplando cómo ascendía laconstelacióndeHérculesporelcielo.
—Veaecharteunrato—medijoAnnabethporfin—.Necesitasdescansar.Asentí.Mepesaban los ojos. Pero cuando bajé yme tendí en una hamaca,me
costó mucho conciliar el sueño. Seguía pensando en la historia de Annabeth. Mepreguntabasiyoensulugarhabríatenidoelvalordecontinuaraquellabúsqueda,denavegardirectamentehacialaguaridadeotrocíclope.
***
NosoñéconGrover.Encambio,meencontrédenuevoenelcamarotedeLuke,abordodelPrincesa
Andrómeda. Las cortinas estaban abiertas. Fuera era de noche, y el aire se fuellenandodesombras,devocesquesusurrabanamialrededor.Eran losespíritusdelosmuertos.
«¡Cuidado!—murmuraban—.Trampas.Engaños.»ElsarcófagodeorodeCronosemitíaunleveresplandor.Eralaúnicaluzentodo
elcamarote.Unafríarisamesobresaltó.Parecíaprocederdeunlugarsituadomuypordebajo
delbarco.«Notieneselvalorsuficiente,joven.Nopodrásdetenerme.»Sabíaloquedebíahacer.Teníaqueabriraquelataúd.DestapéaContracorrienteylosfantasmassearremolinaronentornoamicuerpo
comountornado.«¡Cuidado!»Elcorazónmepalpitaba.Noconseguíaquemispiessemovieran,peroteníaque
deteneraCronos.Debíadestruirloquehubieseenaquellacaja.Entoncesoílavozdeunachicaamilado.—¿Ybien,sesosdealga?Medilavuelta,pensandoqueseríaAnnabeth.Peronoloera.Llevabaropapunk,
con cadenas plateadas en las muñecas. Tenía el pelo negro erizado de púas, unagruesarayaentornoasusojosazulesyturbulentos,yunpuñadodepecasesparcidas
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porlanariz.Meresultabaconocida,peronosabíadequé.—¿Ybien?—preguntó—.¿Vasadetenerlo,síono?Yonopodíaresponder.Nimoverme.Lachicapusolosojosenblanco.—Perfecto.DéjameloamíyalaÉgida.Se dio un golpecito en lamuñeca y sus cadenas plateadas se transformaron—
aplanándoseyexpandiéndose—enunenormeescudo.Eradeplataybronce,conlamonstruosa cabeza de laMedusa sobresaliendo en el centro. Parecía una máscaramortuoria,comosilaverdaderacabezadelaGorgonahubieraquedadoimpresaenelmetal.Nosabíasiaquelloeracierto,ytampocosielescudopodíapetrificarme,perodesviélamirada;sólosuproximidadmedejabaheladodemiedo.Tuvelasensaciónde que, en un combate real, el portador de aquel escudo sería casi invencible.Cualquierenemigoensuscabalesledaríalaespaldayecharíaacorrer.
Lachicasacósuespadayavanzóhaciaelsarcófago.Lassombrasfantasmalesleabrieronpasoysedispersaronanteelauraterribledesuescudo.
—No—dije,tratandodeadvertirla.Peroellanomeescuchó.Sefuedirectaalsarcófagoyapartósutapadorada.Poruninstante,permanecióconlavistafijaenelcontenidodelacaja.Elataúdadquirióunresplandormásintenso.—No.—Lavozdelachicatemblaba—.Nopuedeser.Desde las profundidades del océano, Cronos se reía con tal estruendo que se
estremecióelbarcoentero.—¡Noooo!—Lachicachillómientraselsarcófagoselatragabaenunaexplosión
deluzdorada.Mesentéenlahamacagritando.Annabethmezarandeabaporelhombro.—Percy,eraunapesadilla.Vamos.Tienesquelevantarte.—¿Qué…quépasa?—dijefrotándomelosojos—.¿Cuáleselproblema?—Tierra—dijoconuntonolúgubre—.Nosacercamosalaisladelassirenas.
***
Apenaspodíadivisarlaislaenelhorizonte.Sóloveíaunborrónentrelaniebla.—Quiero que me hagas un favor —dijo Annabeth—. Las sirenas… pronto
estaremosalalcancedesuscantos.Recordé las historias sobre las sirenas: cantaban de un modo tan dulce que
encantabanalosmarinerosconsusvocesylosatraíanaunamuertesegura.—Nohayproblema—leaseguré—.Podemos taparnos losoídos.En labodega
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hayunbarreñollenodeceraparavelas…—Esqueyoquierooírlas.Parpadeé.—¿Cómo?—Dicenque las sirenascantan laverdad sobre loquedeseas.Te revelancosas
sobre timismode lasqueni siquiera tehasdadocuenta.Por eso te embelesan.Sisobrevives, te vuelves más sabio. Yo quiero oírlas. ¿Cuándo volveré a tener unaocasióncomoésta?
Viniendodecualquierotrapersona,aquellonohabríatenidoningúnsentido.PerotratándosedeAnnabeth…Bueno,siellaeracapazdeleerlibrossobrearquitecturadela antigua Grecia o de disfrutar de los documentales del canal Historia, eracomprensiblequelassirenaspudieranatraerle.
Mecontósuplan.Aregañadientes,laayudéaprepararse.Encuantotuvimosalavistalaorillarocosadelaisla,ordenéaunadelassogas
queataraaAnnabethporlacinturaalpalomayor.—Nomedesates—dijo—.Paseloquepase.Pormuchoquesuplique.Porqueyo
desearésaltarsinmás,ysilohagomeahogaré.—¿Quierestentarme?—Ja,ja.Leprometíquelamantendríaasalvo.Luegotomédosbolasdecera, lasamasé
hastaconvertirlasentaponesymelasmetíenlosoídos.Annabeth asentía, sarcástica, como diciéndome que aquellos tapones me
quedabanmuychulos.Lehiceunamuecaymevolvíhaciaeltimón.El silencio era espeluznante. No oía nada, salvo el latido de la sangre en mis
sienes.Amedida que nos aproximábamos a la isla, iban asomando rocas dentadasentre la niebla. Ordené al Vengador de la Reina Ana que las sorteara; si nosacercábamosdemasiado,aquellasrocasharíantrizasnuestrocascocomolascuchillasdeunalicua—dora.
Miréamiespalda.Alprincipio,Annabethparecíacompletamentenormal.Luegoaparecióensurostrounaexpresiónperpleja.Abrióunosojoscomoplatosyempezóaforcejear con las cuerdas. Me llamaba por mi nombre: lo veía en sus labios. Suexpresión eramuy clara; tenía que liberarla, era cuestión de vida omuerte.Debíasoltarlaahoramismo.
Parecíatanafligidaquecostabamuchoresistirseynodejarlalibre.Me obligué a desviar la vista.Apremié alVengador de la Reina Ana para que
aumentaselavelocidad.Aún no podía ver gran cosa de la isla: sólo niebla y rocas. Pero en el agua
flotaban trozos demadera y fibra de vidrio, restos de naufragios, incluso chalecossalvavidasdelíneasaéreascomerciales.
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¿Cómoeraposiblequelamúsicahubiesehechodescarrilartantasvidas?Sí,vale,habíacancionesenelTopTenquemedabanganasdelanzarmeenpicado,peroaunasí…¿Quépodríancantarlassirenas?
Durante un peligroso segundo comprendí la curiosidad de Annabeth. Sentí latentación de quitarme los tapones, sólo para probar un sorbo de aquella músicamisteriosa.Notabacómolasvocesvibrabanenlamaderadelbarco,cómoañadíansulatidoalrugidodelasangreenmisoídos.
Annabeth seguía suplicándome.Las lágrimas corrían por susmejillas.Luchabaconlascuerdas,comosileimpidieranreunirseconloquemásleimportabaenestemundo.
«¿Cómo puedes ser tan cruel? —parecía preguntarme—. Creía que eras miamigo.»
Miréconfuriaaquellaislaenvueltaenniebla.Deseabasacarmiespada,peronohabíanadaconloqueluchar.¿Cómovasacombatirunacanción?
ProcurénomiraraAnnabeth.Loconseguíduranteunoscincominutos.Ésefuemigranerror.Cuando ya no pude resistirlo más, me di media vuelta y vi… un montón de
cuerdascortadas.Elmástilvacío.ElcuchillodebroncedeAnnabethtiradosobrelacubierta.Dealgúnmodoselashabíaarregladoparacolocarloalalcancedesumano,yamísemehabíaolvidadodesarmarla.
Corríalabarandillayladiviséchapoteandofrenéticamenteparallegaralaorilla,mientraslasolaslaempujabanhacialasrocas.
La llamé a gritos, pero en caso de quemeoyera, no sirvió de nada.Estaba entranceynadabahacialamuerte.
Mevolvíhaciaeltimónygrité:—¡Esperaaquí!Melancésinmásporlaborda.Encuantomezambullí,ordenéalascorrientesqueseretorcieranentornoami
cuerpoyformasenunflujoenchorroquemepropulsóhaciadelante.SalíalasuperficieyviaAnnabeth,peroenesemismomomentolaatrapóunaola
yselallevóentredosafiladossalientes.Noteníaalternativa.Melancétrasella.Buceébajoelcascodestrozadodeunyateyavancéserpenteandoentreunasbolas
metálicasflotantes,sujetasconcadenas,quesólodespuéscomprendíqueeranminas.Me veía obligado a utilizar todomi poder sobre el agua para no acabar aplastadocontralasrocasoenredadoenlasredesdealambredeespinotendidasjustoarasdesuperficie.
Paséa todavelocidadentre losdossalientesydeprontomehalléenunabahíaconformademedialuna.Elaguatambiénestabasembradaderocas,restosdebarcos
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yminasflotantes.Laplayaeradearenavolcánicanegra.Miréalrededor,desesperado,buscandoaAnnabeth.Allíestaba.Por suerte o por desgracia, era unabuenanadadora.Había logrado atravesar el
cercodeminasyrocasypocolefaltabaparallegaralaplayanegra.Entonceslanieblaseaclaróyvialassirenas.Imaginaos una bandada de buitres del tamaño de una persona, con un sucio
plumajenegro,garrasgrisesycuellosrosadosllenosdearrugas.Yahoraimaginaosque en lo alto de esos cuellos hubiera cabezas humanas, pero unas cabezas encontinuatransformación.
Nopodíaoírlas,peroveíaqueestabancantando.Yamedidaquemovíanlaboca,susrostrosseconvertíanenlosrostrosdepersonasqueconocía:mimadre,Poseidón,Grover,Tyson,Quirón.Osea,laspersonasalasquemásdeseabaver.Mesonreíandeun modo tranquilizador, como invitándome a acercarme, pero, fuera cual fuese elaspecto que adoptaran, siempre tenían la boca grasienta ymanchada con restos decomida.Comolosbuitres,debíancomermetiendotodalacara.YnoenlatiendadeDónutsMonstruoprecisamente.
Annabethseguíanadandohaciaellas.Nopodíapermitirquesalieradelagua.Elmareramiúnicaventaja.Deunmodo
u otro, siempreme había protegido.Me propulsé hacia delante y la agarré por eltobillo.
Encuantolatoqué,sentíunadescargaportodoelcuerpoyvilassirenastalcomoAnnabethdebíaestarviéndolas.
Había tres personas sentadas en una manta de picnic en Central Park, con unverdaderofestínanteellas.ReconocíalpadredeAnnabethporlasfotosqueellamehabía enseñado: un tipo atlético, deunos cuarenta añosypelo rubio rojizo.EstabaacariciandolasmanosaunamujermuyguapaqueseparecíaunmontónaAnnabetheibavestidaenplaninformal,convaqueros,camisatejanaybotasdemontaña,perohabía algoenellaque irradiabauna sensacióndepoder.Comprendíque tenía antemisojosaladiosaAtenea.Juntoaelloshabíaunjovensentado.EraLuke.
Laescenaresplandecíaconuna luzcálida.Los treshablabanyreíany,alveraAnnabeth, sus rostros se iluminaron de alegría. Sumadre y su padre abrieron losbrazos en señal de bienvenida. Luke le sonreía y le hacía gestos para que fuera asentarse a su lado: como si nunca la hubiera traicionado, como si todavía fuesenamigos.
Tras los árboles de Central Park se dibujaba el contorno de los rascacielos.Contuveelaliento,porqueeraManhattan,sí,peronoladesiempre.Laciudadhabíasido reconstruida totalmente con un mármol blanco deslumbrante; se veía másgrande, más esplendorosa que nunca con aquellas ventanas doradas y aquellos
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jardinesenlasazoteas.EramejorqueNuevaYork,mejorqueelmonteOlimpo.Comprendí al instante que era Annabeth quien la había diseñado. Ella era la
arquitecta deunnuevomundo; había vuelto a reunir a sus padres, había salvado aLuke,habíahecholoquesiemprehabíadeseado.
Parpadeé con fuerza. Cuando abrí los ojos, lo único que vi fueron las sirenas:buitresandrajososconrostrohumano,listosparadevoraraotravíctima.
Tiré deAnnabeth y la arrastré hacia el agua.No la oía, pero sabía que estabagritando.Mediounapatadaenlacara,peronolasolté.
Ordenéalascorrientesquenossacarandeallí.Annabethmeaporreabaymedabapatadas,yamímeresultabamásdifícilconcentrarme.Seretorcíacontalviolenciaquepocofaltóparaquechocáramosconunaminaflotante.Yanosabíaquéhacer:siellacontinuabaforcejeando,nollegaríamosvivosalbarco.
Entonces nos sumergimos y Annabeth dejó casi enseguida de luchar. Suexpresiónparecíadesorientada.Cuando salimos a la superficie, empezóa forcejearotravez.
¡Eraelagua!El sonido no se transmitía bien debajo del agua. Si la sumergía el tiempo
suficiente, conseguiría romperelhechizo.Annabeth tampocopodría respirar,desdeluego,peroaquelloparecíademomentounproblemamenor.
Laagarréporlacinturayordenéalasolasquenosempujasenhaciaelfondo.Nos zambullimos en las profundidades: tres metros, seis metros… Sabía que
debía andarme con cuidado, porque yo podía resistir mucha más presión queAnnabeth.Cuandoempezaronaascenderburbujasanuestroalrededor,ella luchóyforcejeóbuscandoaire.
¡Burbujas!Estabadesesperado;teníaquemantenerconvidaaAnnabeth.Penséentodaslas
burbujasdelmar,siempreagitándoseyascendiendo;melasimaginéunidas,viniendohaciamí.
El mar obedeció. Noté una avalancha blanca, una sensación de cosquilleo portodoelcuerpoy,cuandolavisiónsemeaclaró,viqueestábamosrodeadosporunaenormeburbuja.Sóloteníamoslaspiernassumergidasenelagua.
Ellajadeóytosió.Sentíaescalofríosentodoelcuerpo.Peroencuantomemirósupequeelhechizosehabíaroto.
Prorrumpióenunossollozosterribles,quetepartíanelcorazón.Apoyólacabezaenmihombroylaabracé.
Lospecesseagolpabanalrededorparamirarnos,unbancodebarracudas,algunospecesaguja.
«¡Largodeaquí!»,lesdije.Se alejaron a regañadientes. Habría jurado que conocía sus intenciones: se
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disponíanahacercorrerpor losmareselrumordequeelhijodePoseidónyciertachicahabíansidovistosenelfondodelabahíadelassirenas…
—Voyahacerquevolvamosalbarco—ledije—.Todosaldrábien.Túaguanta.Annabeth asintió, dándomea entender queya se sentíamejor, ymurmuró algo
quenopudeoírporquellevabalostaponesdeceraenlosoídos.Ordené a la corriente que guiara nuestra peculiar burbuja submarina entre las
rocasyelalambredeespino,hastaelVengadordelaReinaAna,quehabíaempezadoaalejarsedelaislaaunritmolentoyregular,paraquepudiéramosdarlealcance.
Seguimosalbarcopordebajodelagua,hastaquemeparecióqueloscantosdelassirenasyanopodrían llegaranuestrosoídos.Entonces salimosa la superficiey laburbujaexplotó.
Ordenéalaescaladecuerdaquesedesenrollaraporelflancodelbarcoysubimosabordo.
Aún teníapuestosmis tapones,porsiacaso.Continuamosnavegandohastaqueperdimos la isla de vista definitivamente. Annabeth se había acurrucado con unamantaencubierta.Finalmente,levantólavista,tristeytodavíaaturdida,ydijosóloconloslabios:«Salvados.»
Entonces me quité los tapones: ya no se oía ningún canto. La tarde estabatranquila,salvoporelsonidodelasolascontraelcasco;lanieblasehabíadisueltoyhabíadejadouncielodeltodoazul,comosilaisladelassirenasnohubieseexistidojamás.
—¿Estás bien?—le pregunté. En cuanto lo dije,me di cuenta de lo torpe quesonaba.Porsupuestoquenoestababien.
—Nosabía—murmuró.—¿Qué?Susojosteníanelmismocolorquelanieblaquecubríalaisladelassirenas.—Lopoderosaqueseríalatentación.No quería contarle que había visto lo que las sirenas le habían prometido,me
sentíacomounintrusoenunterritorioíntimo,perotambiénpenséqueteníaquesersincero.Selodebía.
—HevistocómohabíasreconstruidoManhattan—ledije—.HevistoaLukeyatuspadres.
Ellasesonrojó.—¿Hasvistotodoeso?—Aquello que te dijo Luke en el Princesa Andrómeda, lo de reconstruir el
mundopartiendodecero…tetocólafibraíntima,¿no?Ellasearrebujóenlamanta.—Midefectofatídico.Esoesloquememostraronlassirenas.Midefectofatídico
eslahibris.
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Parpadeé.—¿Esacosamarrónqueponenenlossándwichesvegetarianos?Ellapusolosojosenblanco.—No,sesosdealga.Esoeshummus.Lahibrisespeor.—¿Quépuedeserpeorqueelhummus?—Hibrissignificaorgullodesmedido,unorgullomortal,Percy.Creerquepuedes
hacerlascosasmejorquenadie…inclusomejorquelosdioses.—¿Tútesientesasí?Ellabajólamirada.—¿Nuncahassentidoeso,queelmundotalvezseaunverdaderodesastre?¿Yno
tehaspreguntadoquépasaríasipudiésemosrehacerlopartiendodecero?Singuerras,sinpobres,sinlibrosobligatoriosparaleerenverano.
—Continúa.—Vale,sesuponequeOccidenterepresentaenbuenapartelosmayoreslogrosde
lahumanidad,poresosigueardiendolallama,poresoelOlimpocontinúaexistiendo.Pero,aveces,loúnicoqueveseslapartemásnegativa,¿sabes?YempiezasapensarigualqueLuke:«Sipudieseanularlo,yoseríacapazdehacerlomejor.»¿Nuncahassentidoeso?¿Quésitúgobernaraselmundopodríashacerlomejor?
—Eh…puesno.Siyogobernaseelmundoseríaunaespeciedepesadilla.—Tienessuerte.Lahibrisnoestudefectofatídico.—¿Cuáles,entonces?—Nolosé,Percy,perocadahéroetieneelsuyo.Sinoloaveriguasynoaprendes
acontrolarlo…Bueno,poralgolollaman«fatídico».Penséentodoaquelloynomesirvióparalevantarmeelánimoprecisamente.También me di cuenta de que Annabeth no me había hablado de las cosas
personalesquehabríacambiado,comoreunirotravezasuspadresosalvaraLuke.Lacomprendíaperfectamente;aunquemecostaraadmitirlo,tambiénhabíasoñadounmontóndevecesquevolvíaareuniramispadres.
Meimaginéamimadre,solaennuestropequeñoapartamentodelapartealtadelEastSide.Intentérecordarelolordesusgofresazulesenlacocina.Peroahoratodoaquelloparecíamuylejano.
—Asípues,¿havalidolapena?—lepreguntéaAnnabeth—.¿Tesientes…mássabia?
Ellamiróelhorizonte.—Nolosé.Perotenemosquesalvarelcampamento.SinodetenemosaLuke…No tenía que terminar la frase. Si el modo de pensar de Luke podía resultar
tentador incluso para Annabeth, a saber la cantidad de mestizos que estaríandispuestosaunirseaél.
Penséenmisueñosobrelachicayelsarcófagodorado.Noestabasegurodesu
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significado, pero tenía la sensación de que algo seme escapaba, algo terrible queCronosestabaplaneando.¿Quéhabríavistolachicacuandoabriólatapadelataúd?
Derepente,Annabethabriólosojosdeparenpar.—Percy.Medilavuelta.Alolejossedivisabaotramanchadetierra:unislaenformadesillademontar,
concolinasboscosas,playasdearenablancayverdesprados:talcomolahabíavistoensueños.
Missentidosnáuticosseencargarondeconfirmarlo:30grados,31minutosnorte;75grados,12minutosoeste.
Habíamosllegadoalaguaridadelcíclope.
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CAPÍTULO14
Nosencontramosconlasovejasasesinas
Sipiensasen la«isladelmonstruo», te imaginasunmontónde rocasescarpadasyhuesosesparcidosporlaplaya,comoenlaisladelassirenas.
Perolaisladelcíclopenoteníanadadeeso.Sí,vale,habíaunpuentedecuerdassobreunabismo,locualnoerabuenaseñal.Veníaaserlomismoqueponerunavallapublicitariaque advirtiese: «Algomalignovive aquí.»Pero el lugar, apartede eso,parecíaunapostalcaribeña.Teníapradosverdes,árbolesdefrutastropicalesyplayasde arena blanquísima. Mientras navegábamos hacia la orilla, Annabeth inspiróprofundamenteaquelaireperfumado.
—ElVellocinodeOro—dijo.Asentí. No lo veía aún, pero percibía su poder. Ahora sí podía creer que el
Vellocinoeracapazdecurarcualquiercosa,inclusoelárbolenvenenadodeThalia.—¿Semorirálaislasinoslollevamos?Annabethmeneólacabeza.—Perderásuexuberancia,esosí.Yvolveráasuestadoanterior,fueracualfuese.Mesentíunpococulpablepordestrozaraquelparaíso,peromerecordéqueno
teníamos alternativa. ElCampamentoMestizo corría peligro, yTyson aún seguiríaconnosotrosdenohabersidoporaquellamisión.
Enelpradoquehabíaalpiedelbarranco,seagolpabanvariasdocenasdeovejas.Parecíanpacíficas,aunqueeranenormes, tangrandescomohipopótamos.Másallá,un camino subía hacia las colinas. En lo alto de ese camino, cerca del borde delabismo, se levantaba el roble descomunal que había visto en sueños. Había algodoradoquerelucíaensusramas.
—Estoesdemasiadofácil—dije—.¿Subimosallícaminandoynoslosllevamos?Annabethentornólosojos.—Sesuponequehayunguardián.Undragóno…Justo en esemomento surgió entre los arbustos un ciervo. Trotó por el prado,
seguramenteenbuscadepasto,yderepentetodaslasovejassepusieronabalaryseabalanzaronsobreél.Ocurriótandeprisaqueelciervosetambaleóydesaparecióenunmardelanaypezuñas.
Hubounrevuelodehierbaymechonesdepelajemarrón.Unos segundos más tarde, las ovejas se dispersaron y volvieron a deambular
pacíficamente.Enelsitiodondehabíaestadoelciervosóloquedabanunmontóndehuesosblancos.
Annabethyyonosmiramos.
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—Soncomopirañas—dijoella.—Pirañasconlana.¿Cómovamos…?—¡Percy!—Annabethahogóungritoymeagarródelbrazo—.Mira.Señalóhacialaplaya,justodebajodelprado,dondeunbotehabíasidoarrastrado
hastalaarena…ElotrobotesalvavidasdelCSSBirmingham.
***
Llegamosa la conclusióndeque era imposible atravesar aquel cercodeovejascaníbales.Annabethqueríadeslizarseporelcaminoconsugorrade invisibilidadyhacerseconelvellocino,perolaconvencídequenosaldríabien.Lasovejaspodíanolería, o aparecería otro guardián, cualquier cosa. Y si ocurría algo así, yo estaríademasiadolejosparaayudarla.
Además, nuestra primera tarea tenía que ser encontrar a Grover y a quieneshubieran llegado a la orilla con aquel bote. Eso suponiendo que hubiesen logradosortear a las ovejas. Estaba demasiado nervioso para decir en voz alta lo que aúnesperabaensecreto…osea,queTysonsiguieravivo.
FuimosaamarrarelVengadordelaReinaAnaalapartedeatrásdelaisla,dondelosacantiladossealzabanenverticalaunossesentametrosdealtura.Semeocurrióqueallíseríamenosprobablequeelbarcofueravisto.
Aquellos acantilados parecían escalables. Debían de ser tan difíciles, más omenos,comoelmurodelavadelcampamento.Almenos,nohabíaovejasporaquellado.ConfiéenquePolifemonotuvieratambiéncabrasmontesascarnívoras.
Remamos en un bote hasta el borde de la roca y empezamos a subir muydespacio.Annabethibadelante,porqueellaeramejorescaladoraqueyo.
Sóloestuvimosapuntodematarnosseisosieteveces,locualmeparecióbastanteaceptable.Unadeellas,perdípieymeencontrécolgadodeuna solamanodeunacornisaaquincemetrosde las rocasquesobresalíanentre lasolas.Menosmalqueencontré otro punto de apoyo y seguí escalando. Unminuto más tarde, Annabethpusoelpiesobreuntrozodemusgoyresbaló.Porsuerte,consiguióafirmarelpieunpocomásabajo.Pordesgracia,fueenmicara.
—Perdona—murmuró.—No…pasanada—gruñí,aunquenuncahabíatenidoelmenorinterésenprobar
elsabordesuszapatillas.Porfin,cuandoyateníalosdedoscomodeaceroderretidoytodoslosmúsculos
me temblaban de puro agotamiento, alcanzamos la cresta del acantilado y nosderrumbamosdesfallecidos.
—¡Uf!—dije.
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—Aggg—gimióAnnabeth.—¡Grrrrr!—bramóotravoz.Sinohubieseestadotancansado,habríadadounbrincodeotrossesentametros.
Miréalrededor,peronovianadie.Annabethmetapólabocaconunamanoehizoseñasconlaotra.La cresta sobre la que nos hallábamos era más estrecha de lo que me había
parecido.Porelotroladoterminababruscamente,yeradeallídedondeveníaaquellavoz:delterraplénquehabíadebajo.
—¡Erespeleona!—bramóaquellavozronca.—¡Atrévete a desafiarme! —La voz de Clarisse, sin la menor duda—.
¡Devuélvememiespadaylucharécontigo!Elmonstruoseechóareírcongranestruendo.Annabeth y yo nos arrastramos hasta el borde.Estábamos encimamismode la
entrada de la cueva. Polifemo y Grover, que aún iba con su vestido de novia, sehallabanjustoanuestrospies.Clarisseestabaatadaycolgadabocaabajosobreunaolla de aguahirviendo.Yo tenía la esperanzadever también aTyson allí.Aunquefuera corriendo peligro, almenos habría sabido que estaba vivo, pero no había nirastrodeél.
—Hummm —murmuró Polifemo mientras reflexionaba—. ¿Me como a estabocazasahoramismooladejoparaelbanquetedeboda?¿Quéopinaminovia?
SevolvióhaciaGrover,queretrocedióycasitropezóconsucolanupcial,porfinterminada.
—Eh,bueno,yonoestoyhambrientaahoramismo,querido.Quizá…—¿Cómoquenovia?—preguntóClarisse—.¿Quién?¿Grover?Annabethsusurróamilado.—Cierraelpico,idiota…Tienequecerraresabocaza.Polifemofruncióelceño.—¿QuéGrover?—¡Elsátiro!—aullóClarisse.—¡Ay!—gimióGrover—.Elcerebrodelapobreyasehapuestoahervirconel
aguacaliente.¡Bájala,querido!Polifemo entornó el párpado sobre su siniestro ojo nublado, tratando de ver a
Clarisseconmayorclaridad.Elcíclopeerainclusomáshorriblequeenmissueños.Enparteporqueahorame
llegabasuranciohedordesdemuycerca,yenparteporqueibaconsutrajedeboda:unafaldaescocesayunchalcosidoschapuceramentesobreunesmoquinazulceleste.Comosihubiesedesvalijadoatodoslosinvitadosdeunaboda.
—¿Dequésátirohablas?—preguntóPolifemo—.Lossátirossonbuenacomida.¿Mehastraídounsátiro?
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—¡No,malditoidiota!—bramóClarisse—.¡Esesátiro!¡Grover!¡Elquellevaelvestidodenovia!
QueríaretorcerleelcuelloaClarisse,peroyaerademasiadotarde;loúnicoquepodíahacereramiraraPolifemo,quesediolavueltaylearrancóelveloaGrover,descubriendo supelaje ensortijado, sudesaliñadabarbita adolescentey suscuernosdiminutos.
Elcícloperespirópesadamente,tratandodecontenersufuria.—Noveodemasiadobiendesdehacemuchosaños—refunfuñó—,cuandoaquel
otrohéroemepinchóenelojo.Peroaunasí…¡¡túnoeresunacíclope!!Yledesgarróelvestidoporcompleto.Debajo,aparecióelviejoGroverconsus
tejanosysucamiseta.Soltóunaullidoyseagachójustocuandoelmonstruolanzabaungolpeasucabeza.
—¡Espera!—suplicóGrover—.¡Novayasacomermecrudo!¡Tengounabuenareceta!
Busquémiespada,peroAnnabethmedetuvoconunsiseo:—¡Quieto!Polifemo, con una roca preparada para aplastar a la que había sido su novia,
pareciódudar.—¿Unareceta?—preguntó.—¡Oh, sí! No vas a comerme crudo, ¿verdad? Te agarrarías una colitis, el
botulismo,unmontóndecosashorribles.Tendrémuchomejorsaborasadoa fuegolento.¡Consalsapicantedemango!Podrías irahoramismoabuscarunosmangos,alláenelbosque.Yoteesperoaquí.
Elmonstruosepusoareflexionar.Elcorazónmeretumbabacontralascostillas.Imaginé que acabaría muerto si atacaba, pero no podía permitir que el monstruomataseaGrover.
—Sátiro asado con salsa de mango —musitaba Polifemo. Se volvió haciaClarisse,queseguíacolgadasobrelaolladeaguahirviendo.
—¿Tútambiéneresunsátiro?—¡No,malditomontóndeestiércol!—chilló—.¡Yosoyunachica! ¡Lahijade
Ares!¡Ahoradesátameparaquepuedarebanartelosbrazos!—Pararebanarmelosbrazos—repitióPolifemo.—¡Yparametértelosporlaboca!—Túsíquetienesagallas.—¡Bájamedeaquí,pedazodeanimal!PolifemoagarróaGroveryloizócomosifueraunperritodesobediente.—Ahora hay que apacentar las ovejas. La boda la aplazamos hasta la noche.
¡Entoncescomeremossátirocomoplatofuerte!—Pero… ¿es que todavía piensas casarte? —Grover sonaba ofendido—. ¿Y
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quiéneslanovia?Polifemomiróconelrabillodelojohacialaollahirviendo.Clarisseahogóungrito.—¡Oh,no!Nolodirásenserio.Yono…AntesdequeAnnabethoyopudiésemoshacer algo,Polifemo la arrancóde la
cuerdacomosifueraunamanzanamaduraylosarrojóaellayaGroveralinteriordelacaverna.
—¡Poneos cómodos! ¡Estaré de vuelta cuando se ponga el sol para el granacontecimiento!
Luego dio un silbido y un rebaño de cabras y ovejas—más pequeñas que lasdevoradorasdehombres—empezóasalirdelacueva.Mientrasdesfilabanparairapastar,Polifemolesdabapalmaditasaalgunasylasllamabaporsunombre:Chuleta,Lanita,Superburger…
Cuandopasó laúltima,Polifemohizorodarunarocafrentea laentrada,con lamisma facilidad con que yo cerraría la puerta de la nevera, y ahogó de golpe losgritosdeClarisseyGrover.
—Mangos—refunfuñóPolifemo—.¿Quésonmangos?Sealejócaminandomontañaabajoconsutrajedebodaazulcelesteynosdejóen
compañíadeunaolladeaguahirviendoyunarocadeseistoneladas.
***
Lointentamosduranteloquemeparecieronhoras,perosinningúnéxito.Larocano semovía.Chillamos por las grietas, dimos golpes, hicimos todo lo que puedasimaginarteparamandarleunaseñalaGrover,perononosllegóelmenorindiciodequenoshubieseoído.
InclusosiseproducíaunmilagroylográbamosmataraPolifemo,nonosserviríadenada.GroveryClarissemoriríanenel interiordeaquellacuevaherméticamentecerrada.Elúnicomododemoverlarocaeraconseguirqueelcíclopelohiciera.
Porpurafrustración,destapéaContracorrienteyleasestéunmandoblealaroca.Saltaron chispas, pero nadamás.Una roca enorme no es la clase de enemigo quepuedascombatirconunaespadamágica.
Annabethyyonossentamosenlacumbreyobservamosdesesperadoslasiluetaazulcelestedelcíclopemoviéndoseentresurebaño.Habíaseparadojuiciosamenteelganadonormaldelasovejasdevoradorasdehombres,situandocadagrupoaunladode la profunda sima que dividía la isla. Sólo era posible cruzarla por el puente decuerdas,ylastablasestabandemasiadoseparadasparalaspezuñasdeunaoveja.
Observamos a Polifemomientras visitaba también a su rebaño carnívoro en el
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otrolado.Pordesgracia,noselocomieron.Dehecho,semovíaentreaquellasovejascontotaldespreocupación;lesdabadecomerunacarnemisteriosaquellevabaenunagrancestademimbre,locualnohizomásquereforzarunsentimientoquealbergabadesdequeCircemeconvirtieraencobaya:osea,laideadequeyaibasiendohoradeimitaraGroveryhacermevegetariano.
—Conartimañas—decidióAnnabeth—.Sinopodemosvencerloconlafuerza,tendremosquehacerloconalgunaartimaña.
—Deacuerdo—dije—.¿Quéartimaña?—Esaparteaúnnosemehaocurrido.—Estupendo.—Polifemotendráquemoverlarocaparadejarpasaralrebaño.—Alponerseelsol—dije—.QueescuandosecasaráconClarisseysezampará
aGrover.Nosecuáldelasdoscosasmeparecemásrepugnante.—Yopodríavolvermeinvisible—dijo—ymetermedentro.—¿Yyoqué?—Las ovejas—musitóAnnabeth.Yme lanzó una de aquellasmiradas astutas
que siempre me inspiraban un enorme recelo—. ¿Hasta qué punto te gustan lasovejas?
***
—¡Sobretodonotesueltes!—dijoAnnabeth,yainvisible,desdealgúnpuntoamiderecha.
Erafácildecirlo.Ellanoestabacolgadadelvientredeunaoveja.De acuerdo, reconozco que no era tan difícil como había pensado al principio.
Unavezyamehabíametidoarastrasdebajodelcochedemimadreparacambiarleelaceite. Aquello no era muy distinto. A la oveja le daba igual, e incluso la máspequeñadelrebañoeralobastantegrandeparasoportarmipeso,ytodasteníanunalanamuyespesa.Retorcílalanaconlasmanoshastatransformarlaenunpardeasas,afirmélospiesenloshuesosdelacaderaylisto…Mesentíacomounbebécanguromientrasme paseaba abrazado al pecho del animal, procurando que nome entraralanaporlabocanilanariz.
Yporsiosloestáispreguntando,losbajosdeunaovejanohuelenespecialmentebien.Imagínateunsuéterdeinviernoarrastradoporelbarroyluegoabandonadoenlacestadelaropasuciaduranteunasemana.Algoasí.
Elsolseestabaponiendo.Apenashabíaencontradolaposiciónmásadecuada,cuandooírugiralcíclope:—¡Eh,cabritas!¡Ovejitas!
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Elrebaño,obedientemente,empezóasubirlacuestahacialacaverna.—¡Allávamos!—susurróAnnabeth—.Estarécerca,notepreocupes.Entonceshiceensilenciounapromesaalosdioses:sisalíamosvivosdeaquellío,
lereconoceríaaAnnabethqueeragenial.Mi oveja empezó a subir la cuesta penosamente. Tras unos cienmetros yame
dolían lasmanos y los pies.Me aferré conmás fuerza a la lana y la oveja dio ungruñido. No podía culparla. A mí tampoco me gustaría que alguien practicara laescaladapormianatomía.Perosinomeagarrababienmecaeríaallímismo,a lospiesdelmonstruo.
—¡Estofado! —dijo el cíclope, dándole palmadas a una oveja que iba másadelante—.¡Manchada!¡Trasto…!¡Eh,Trasto!
Polifemo lediounaspalmaditasamiovejaypoco faltóparaquemecayeraalsuelo.
—¿Qué,engordandounpoquitoesapanza?«¡Uf!—pensé—.Ahoramedescubrirá.»PeroPolifemose limitóa reíryadarleunempujónen loscuartos traserosque
nospropulsóhaciadelante.—¡Vamos,gordita!¡Prontoserásunbuendesayuno!Yasí,sinmás,meencontréenelinteriordelacueva.Observécómoentrabalaúltimaoveja.Annabethteníaqueapresurarseaponeren
prácticasumaniobradedistracción.Elcíclopeyaestabaapuntodevolveracolocar larocaensusitio,cuandoella
gritódesdefuera:—¡Hola,bichohorrible!Polifemoseirguiódegolpe.—¿Quiénhadichoeso?—¡Nadie!—chillóAnnabeth.Aquello provocó exactamente la reacción que ella había esperado: la cara del
monstruoenrojecióderabia.—¡Nadie!—rugióPolifemo—.¡Yameacuerdodeti!—¡Eresdemasiadoestúpidoparaacordartedealguien!—semofóAnnabeth—.Y
muchomenosdeNadie.Yorezabaalosdiosesparaqueellasefueramoviendomientrashablaba,porque
Polifemoempezóabramarfurioso,agarrólaprimerarocaqueencontró(queresultóladelaentrada)ylaarrojóhaciadondesonabalavozdeAnnabeth.Oícómosehacíaañicoscongranestruendo.
Duranteunmomentoterriblehubounsilencio.LuegoAnnabethgritó:—¡Nisiquierahasaprendidoatirarpiedras,soinepto!Polifemoaulló:
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—¡Venaquí!¡Venquetemato,Nadie!—¡NopuedesmataraNadie,estúpidozoquete!—volvióamofarseAnnabeth—.
¡Venabuscarme!Polifemocorrióladeraabajosiguiendosuvoz.Lodellamarse«Nadie»nohabríafuncionadoconningúnotroser,peroAnnabeth
mehabíaexplicadoqueaquélhabíasidoelnombrequeutilizóUlisesparaengañaraPolifemo siglos atrás, justo antes de pincharle el ojo con un palo al rojo vivo.Annabethhabíasupuestoqueaquelnombredespertaríainstantáneamentesurencor,ynosehabíaequivocado.Ensu frenesíporatrapara suantiguoenemigo,el cíclopeolvidócerrarlaentradadelacueva.Porlovisto,nisiquierasedetuvoapensarquelavoz de Annabeth era de mujer, mientras que el primer Nadie había sido hombre.Tambiéneracierto,porotrolado,quehabíaqueridocasarseconGrover.Oseaquenoeramuyavispadoentodoelasuntomasculino—femenino.
Confiaba en que Annabeth se mantuviera a salvo y lo distrajera lo suficientemientrasyobuscabaaGroveryClarisse.
Me descolgué por fin, le di una palmadita a Trasto y me disculpé por miatrevimiento.Busquéenlacuevaprincipal,peroallínohabíanirastrodeellos.Meabrípasoentreelrebañodecabrasyovejashastaelfondodelacueva.
Habíasoñadoconaquellugar,peromecostómuchoorientarmeporellaberintode galerías. Crucé corredores sembrados de huesos, pasé por estancias llenas dealfombrasdelanayovejasdecementotamañonatural,quereconocícomoobrasdelaMedusa.Habíatambiéncoleccionesdecamisetasconovejasestampadas;barreñosdeaceitedelanolina;chaquetasycalcetinesdelanaysombrerosadornadosconcuernosdecarnero.
Finalmenteencontrélahabitacióndeltelar.AllíestabaGrover,acurrucadoenunrincón,intentandocortarconunastijerasromaslosnudosqueaúnmanteníanatadaaClarisse.
—Esinútil—decíaella—.¡Estascuerdasparecendehierro!—¡Sólounosminutosmás!—¡Maldición,Grover!—gritóexasperada—.¡Llevashorasintentándolo!Entoncesmevieron.—¿Percy?—dijoClarisse—.¡Sesuponíaquehabíassaltadoporlosaires!—Yotambiénmealegrodeverte.Ahoranotemuevasmientras…—¡Perrrrrcy!—Groversepusoabalarymediounabrazocabruno,unaespecie
deplacaje—.¡Oístemismensajes!¡Hasvenido!—Sí,amigo—dije—.Claroquehevenido.—¿DóndeestáAnnabeth?—Fuera—dije—.Peronohaytiempoparahablar.Clarisse,estatequieta.Destapé aContracorriente y corté las cuerdas. Ella se puso de pie con cierta
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rigidezmientrassefrotabalasmuñecas.Memiróconhostilidadunmomento;luegobajólavistaymurmuró:
—Gracias.—Denada—contesté—.¿Habíaalguienmásentubarco?Clarissememirósorprendida.—No, sólo yo. El resto de la tripulación delBirmingham… Bueno, ni siquiera
sabíaquevosotrososhabíaislibrado.Miréalsuelo.MenegabaaadmitirquemiúltimaesperanzadevervivoaTyson
acababadeevaporarse.—Estábien.Vamos.Tenemosqueayudar…Seoyóunestruendo,cuyoecofuerebotandoportodalacueva,yluegoungrito
quemehizotemerquellegáramostarde.EraAnnabethlaquegritabadepánico.
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CAPÍTULO15
NadieconsigueelVellocinodeOro
—¡HeatrapadoaNadie!—decíaPolifemo,regodeándose.Nosdeslizamoshasta laentradade lacavernayalasomarnosvimosalcíclope,
quesonreíaconairemalvadoysosteníaunpuñadodeaire.Elmonstruoagitóelpuñoyunagorradebéisbolcayóalsueloplaneando.AllíestabaAnnabeth,sujetaporlaspiernasyretorciéndosebocaabajo.
—¡Ja!—dijoPolifemo—.¡Repulsivaniñainvisible!Yatengootramuypeleonaparacasarme.¡Atitevoyaasarconsalsapicantedemango!
Annabethforcejeaba,peroparecíaaturdida.Teníauncortemuyfeoenlafrenteylosojosvidriosos.
—Voyaatacarlo—susurréaClarisse—.Nuestrobarcoestáenlaotrapartedelaisla.TúyGrover…
—Ni hablar —dijeron los dos al unísono. Clarisse iba armada con una lanzarematada con un cuerno de cordero que había sacado de la colección del cíclope.Grover había encontrado un hueso de muslo de oveja con el que no parecíademasiadocontento,peroloblandíacomosifueseunaporra.
—Atacaremosjuntos—gruñóClarisse.—Sí—dijoGrover. Y pestañeó atónito, como si no pudiera creer que hubiese
coincididoenalgoconClarisse.—Estábien—dije—.PlandeataqueMacedonia.Ellosasintieron.Los treshabíamospasado losmismoscursosdeentrenamiento
enelCampamentoMestizo.Sabían de qué estaba hablando.Ellos se deslizarían a hurtadillas y atacarían al
cíclope por los flancos mientras yo atraía su atención por el frente. Seguramente,aquello significabaquemoriríamos todos,yno sóloyo,peronopor esodejabadeagradecersuapoyo.
Blandímiespadaygrité:—¡Eh,tú,bichohorrible!Elgigantegiróenredondo.—¿Otro?¿Túquiéneres?—Dejaamiamiga.Soyyoelqueteinsultó.—¿TúeresNadie?—¡Esoes,apestosobarrildemoco!—Nosonabatanbiencomolos insultosde
Annabeth,perofueloúnicoquesemeocurrió—.¡YosoyNadieyamuchahonra!Ahora,déjalaenelsueloyvenaquí.Quierosacarteelojootravez.
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—¡¡Raaaarrr!!—rugió.Labuenanoticia:soltóaAnnabeth.Lamala: ladejócaerdecabezasobreunas
rocas,dondequedóinmóvilcomounmuñecodetrapo.Otramalanoticia:Polifemocorrióhaciamí,quinientosapestososkilosdecíclope
quedebíacombatirconmipequeñaespada.—¡Por Pan! —Grover surgió por la derecha y lanzó su hueso de oveja, que
rebotó, inofensivo, en la frente del monstruo. Clarisse apareció por la izquierda,colocólalanzacontraelsuelo,justoatiempoparaqueelcíclopelapisara,yseechóaunladoparanoquedaratrapada.Polifemosoltóunaullidodedolor,perosearrancólalanzacomosifueseunaastillaysiguióavanzando.
Aguardéconlaespadapreparada.Elmonstruo trató de agarrarme con sumano gigantesca.Yo rodé de lado y le
lancéuntajoenelmuslo.Tenía la esperanza de ver cómo se desintegraba, pero aquel monstruo era
demasiadograndeypoderoso.—¡EncárgatedeAnnabeth!—legritéaGrover.Corrióhaciaella,recogiósugorradeinvisibilidadylaalzóenbrazos,mientras
ClarisseyyotratábamosdedistraeraPolifemo.Tenía que reconocerlo: Clarisse era muy valiente. Atacaba una y otra vez al
cíclope, que intentaba pisotearla y echarle mano sin ningún éxito. Era demasiadorápida para dejarse atrapar. Y en cuanto ella lanzaba un ataque, yo la secundabapinchándolealcíclopeundedodelpie,eltobilloolamano.
Pero no podíamos seguir así eternamente. Al final acabaríamos exhaustos o elmonstruotendríasuerteydaríaenelblanco.Lebastabaunsologolpeparamatarnos.
Con el rabillo del ojo, vi que Grover había llegado al puente y empezaba acruzarloconAnnabethenbrazos.Yoquizánohabríaelegidoaqueltrayecto,teniendoen cuenta que al otro lado estaban las ovejas carnívoras, pero en aquel momentocualquiercosaparecíamejorquequedarsedenuestrolado.Locualmediounaidea.
—¡Retirada!—legritéaClarisse.Ellarodóporelsuelomientraselpuñodelcíclopeaplastabaunolivoquehabía
juntoalaentrada.Echamosacorrercolinaabajoconelmonstruosiguiéndonosdecerca.Elcojeaba
acausade lasheridasy loscortesque teníapor todoelcuerpo.Habíamos logradovolverloalgomáslento,perotambiénenloquecerlodefuria.
—¡Osvoyahacerpicadillo!—chillaba—.¡Malditoseasmilveces,Nadie!—¡Másrápido!—ledijeaClarisse.Bajamoscorriendoporlaladera.Elpuenteeranuestraúnicaposibilidad.Grover
yaestabaalotro ladoyhabíadejadoaAnnabethenel suelo.Teníamosquecruzarnosotrostambién,antesdequenospillaraelgigante.
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—¡Grover!—aullé—.¡SacaelcuchillodeAnnabeth!Abrió unos ojos como platos cuando vio al cíclope detrás de nosotros, pero
asintió como si hubiera captado la idea. Mientras Clarisse y yo atravesábamos elpuente,Groverempezóacortarlascuerdas.
Laprimeraserompióconunchasquido.Polifemosaltabaanuestraespaldadeunatablaaotrayhacíaoscilarelpuentede
unmodobrutal.Lamitadde lascuerdasyaestabancortadas.Clarisseyyosaltamosenplancha
para alcanzar tierra firme y aterrizamos junto a Grover. Lancé un mandoble a ladesesperadaycortélascuerdasquequedaban.
Elpuentecayóenelabismoyelcíclopeaulló…defelicidad,porqueloteníamosallí,anuestrolado.
—¡Hasfallado!—aullóeufórico—.¡Nadiehafallado!Clarisse yGrover intentaron atacarlo, pero elmonstruo los apartó deungolpe,
comosifueranmoscas.Mepusefuriosodeveras.Nopodíacreerquehubiéramosllegadotanlejos,que
hubieseperdidoaTysonypasadotantosapurossóloparaacabarfallandoenelúltimominuto:paraserderrotadoporunestúpidomonstruoconfaldaescocesayesmoquinazul. ¡Nadie iba a aplastar amis amigos de aquellamanera!Quierodecir…nadie,nadie,noNadie.Bueno,yameentendéis.
Sentírenovadosbríos.Alcélaespadaymelancéalataque,olvidandoqueerauncombateabsolutamentedesigual.Leclavélaespadaenlabarriga,ycuandosedoblódedolor,leasestéungolpeenlanarizconlaempuñadura.Rebané,coceéyaporreéconfuria,yderepentePolifemoestabaenelsuelo,aturdidoysoltandogemidos,yyoencimadeél,conlapuntadelaespadaapuntandoasuúnicoojo.
—¡Huy,huy,huy,huy!—gemíaelmonstruo.—¡Percy!—jadeóGrover—.¿Cómohas…?—¡Noooo,porfavor!—suplicabaelcíclope,mirándomelastimero.Lesangraba
lanarizyporelrabillodelojoleasomabaunalágrima—.Misovejitasmenecesitan.¡Yosóloquieroprotegeramisovejitas!—Yempezóasollozar.
Yohabíavencido.Yasóloteníaqueclavarlelaespada.Ungolpesecoyseacabó.—¡Mátalo!—chillóClarisse—.¿Aquéesperas?Elcíclopesonabatandesolado.Igual…igualqueTyson.—¡Esuncíclope!—meadvirtióGrover—.¡Notefíesdeél!Sabíaqueteníarazón.YqueAnnabethhabríadicholomismo.PeroPolifemosollozaba…Yporprimeravezcaíenlacuentadequeéltambién
eraunhijodePoseidón,comoTyson,comoyo.¿Cómoibaamatarloasangrefría?—SóloqueremoselVellocinodeOro—ledije—.¿Dejarásquenoslollevemos?—¡No!—gritóClarisse—.¡Mátalo!
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Elmonstruosesorbiólanarizruidosamente.—Mihermosovellocino,lamejorpiezademicolección.Llévatelo,hombrecruel.
Tómaloyveteenpaz.—Voy a retrocedermuy despacio—le dije al monstruo—. Unmovimiento en
falsoy…Polifemoasintiócomosicomprendiera.Diunpasoatrásy,rápidocomounacobra,elmonstruomelanzóalbordedela
simadeunmanotazo.—¡Estúpidomortal!—bramómientrasseincorporaba—.¿Llevartemivellocino?
¡Ja!Primerohedecomerte.Abriósubocazaycomprendíquesusmuelaspodridas ibanaser loúltimoque
vería.Entonces,algosilbóporencimademicabezay…¡zum!Unapiedracomounapelotadebaloncestosecolópor lagargantadePolifemo.
Untripleimpresionante,directoalacanasta.Elcíclopeseatragantóeintentódeglutiraquellapíldorainesperada.Setambaleóhaciaatrás.Sóloquenohabíaespacioparatambalearse. Le resbaló un talón, se resquebrajó el borde de la sima y el granPolifemo,aleteandoconlosbrazoscomounagallina,sedesplomóenelabismo.
Medilavuelta.Hacia lamitad del camino que llevaba a la playa, completamente ileso aunque
estuvieraenmediodeunrebañodeovejasasesinas,diviséaunviejoamigo.—¡Polifemomalo!—exclamóTyson—. ¡No todos los cíclopes son tan buenos
comoparecemos!
***
Tyson nos dio una versión resumida de lo que había pasado: Rainbow elhipocampo, que por lo visto nos había seguido desde Long Island Sound con laesperanzadequeTyson jugaseconél, lohabía rescatadocuandosehundíabajo lachatarradelCSSBirminghamyhabíalogradoponerloasalvo.LosdosjuntoshabíanrecorridodesdeentonceselMardelosMonstruostratandodelocalizarnos,hastaqueTysondetectóunfuertetufoaovejaydioconlaisla.
Queríaabrazaralmuyzoquete,peroestabarodeadodeovejasasesinas.—Tyson,graciasalosdioses.¡Annabethestáherida!—¿Dasgraciasalosdiosesporqueestáherida?—preguntódesconcertado.—¡No!—Mearrodillé juntoaAnnabethymeasustómucholoquevi.Elcorte
queteníaenlafrenteeramuchopeordeloquesuponía.Teníaelnacimientodelpeloensangrentado.Estabapálidaysudorosa.
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Groveryyointercambiamosmiradasnerviosas.Entoncessemeocurrióunaidea.—Tyson,elvellocino.¿Melopuedestraer?—¿Cuál?—dijoTyson,mirandoalasdocenasdeovejasqueteníaasualrededor.—¡Enelárbol!—ledije—.¡Eldeoro!—Ah.Québonito.Sí.Semovió pesadamente, procurando no pisar las ovejas. Si alguno de nosotros
hubieraintentadoacercarsealvellocino,habríasidodevoradovivo,perosupongoqueTyson olía igual que Polifemo, porque el rebaño ni siquiera le prestó atención.Seguíanacurrucándosea sualrededorybalandocariñosamente,comosiestuvieranesperandounagolosina.Tysonextendióelbrazoylevantóelvellocinodelaramadelaquellevabasigloscolgando.Alinstante,lashojasdelroblesevolvieronamarillas.Tysonempezóacaminardespaciohaciamí,peroyolegrité:
—¡Nohaytiempo!¡Tíramelo!Ladoradapieldecorderocruzóporlosairescomounfrisbeepeludoyreluciente.
Soltéunbufidoalatraparla.Eramáspesadadeloqueesperaba:unostreintakilosdepreciosalanadeoro.
LaextendísobreAnnabeth,cubriéndoletodoelcuerposalvolacara,yroguéensilencioatodoslosdioses,inclusoalosquemecaíanmal.
«Porfavor.Porfavor.»Surostrorecuperóelcolor.Letemblaronlospárpadosyabriólosojos.Elcorte
ensufrenteempezóacerrarse.VioaGroveryledijodébilmente:—Notehabrás…casado,¿verdad?Groversonriódeorejaaoreja.—No.Misamigosmehanconvencidodequenolohiciera.—Annabeth—dije—,notemuevas.Peseanuestrasprotestas,ellasesentóyentoncesadvertíqueelcorteselehabía
curadocasidel todo.Teníamuchomejoraspecto.Dehecho,parecía irradiar salud,comosilehubieseninyectadounresplandorbenéfico.
Entretanto,Tysonempezabaatenerproblemasconlasovejas.—¡Abajo! —les decía al ver que intentaban subírsele en busca de comida.
Algunashusmeabanennuestradirección—.No,ovejitas.¡Poraquí!¡Venid!Lehacíancaso,peroeraobvioqueteníanhambreyempezabanadarsecuentade
queTysonnoteníagolosinasparaellas.Noseibanacontenerdemasiadotiempocontantacarnefrescaasualcance.
—Tenemosqueirnos—dije—.Nuestrobarcoestá…ElVengadorde laReinaAna estabademasiado lejos.La rutamás corta habría
sidoatravésdelasima,peroacabábamosdedestruirelúnicopuentequelacruzaba.Laúnicaposibilidadquenosquedabaerapasarentrelasovejas.
—Tyson—ledije—,¿podríasllevarteelrebañolomáslejosposible?
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—Lasovejasquierencomida.—¡Yalosé!¡Quierencarnehumana!Intentaalejarlasdelcamino.Danostiempo
parallegaralaplayayluegoreúneteconnosotros.Tysonparecíaindeciso,perodiounsilbido.—¡Vamos,ovejitas!¡Lacarneestáporallí!Sealejótrotandohaciaelprado,contodaslasovejasdetrás.—Sigue con el vellocino encima —le dije a Annabeth—. Por si no estás
totalmentecurada.¿Puedesponertedepie?Hizounintento,peropalidecióenelacto.—¡Uf!Nodeltodocurada…Clarisse se sentó a su lado y le examinó el pecho, lo que le arrancó un grito
sofocado.—Tieneunpardecostillasrotas—dijo.—¿Cómolosabes?—pregunté.Clarissemelanzóunamiradairacunda.—Porqueyomelasherotomásdeunavez,enano.Voya tenerquecargarcon
ella.Antes de que pudiese discutir, agarró aAnnabeth como si fuera un saco, se la
cargósobreloshombrosylallevóhacialaplaya.Encuantollegamosalaorilla,meconcentréenelVengadordelaReinaAnna.Le
ordené que levara el ancla y viniera a buscarnos. Tras unos minutos de ansiosaespera,lovirodeandoelextremodelaisla.
—¡Ya vengo!—gritó Tyson, y bajó a saltos por el caminomientras las ovejasbalaban frustradas, cincuenta metros más atrás, visto que su amigo se largaba sindarlesdecomer.
—No creo que nos sigan en el agua—les dije a los demás—. Lo único quetenemosquehaceresnadarhaciaelbarco.
—¿ConAnnabethenesteestado?—protestóClarisse.—Podemoslograrlo—insistí.Empezabaarecuperarmiconfianza.Mehallabade
nuevoenmiterreno,elagua—.Yunavezabordo,estaremosfueradepeligro.Estuvimosapuntodeconseguirlo.Íbamosvadeandoporel agua juntoa laentradadelbarranco,cuandooímosun
tremendorugidoyvimosaPolifemo,arañadoymagulladoperotodavíavivo,consuesmoquinazulhechojirones,chapoteandohacianosotrosconunarocaencadamano.
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CAPÍTULO16
Nosvamosapique
—¿Esquenoseleacabannuncalasrocas?—murmuré.—¡Nademoshastaelbarco!—dijoGrover.ÉlyClarisse sezambulleronentre lasolas.Annabeth seagarrabadelcuellode
Clarisseeintentabanadarconunbrazo,aunqueelpesodelvellocinolaabrumaba.Peroloqueleinteresabaalmonstruonoeraelvellocino.—¡Tú,jovencíclope!—rugióPolifemo—.¡Traidoratucasta!Tysonsequedóhelado.—¡Noloescuches!—ledije—.Vamos.Tiréde subrazo,peroeracomo tirardeunamontaña.El sevolvióyencaróal
viejocíclope.—Nosoyningúntraidor.—¡Sirvesa losmortales! ¡A ladroneshumanos!—gritóPolifemo,y learrojó la
primeraroca.Tysonladesvióconelpuño.—Nosoytraidor—dijo—.Ytúnoeresdemicasta.—¡Victoriaomuerte!—Polifemoseadentróentrelasolas,peroaúnteníaelpie
herido.Dio un traspiés y cayóde cabeza.Habría sidomuydivertido si no hubieraempezadoalevantarseotravez,escupiendoaguasaladaysoltandogruñidos.
—¡Percy!—chillóClarisse—.¡Vamos!Yacasihabíanllegadoalbarcoconelvellocinoacuestas.Siconseguíadistraeral
monstruounpocomás…—¡Sigue!—medijoTyson—.YaentretengoyoalGranFeo.—¡No!Tematará.YahabíaperdidoaTysonunavez.Noqueríaperderlodenuevo.—Lucharemosjuntos.—Juntos—repitióél,asintiendo.Saquémiespada.Polifemo avanzaba despacio, cojeando cada vez más, pero no tenía ningún
problemaenelbrazo.Nosarrojólasegundaroca.Melancéenplanchahaciaunlado,peromehabríaaplastadoigualmentesiTysonnohubiesehechoañicoslarocaconelpuño.
Ordenéaloleajequeselevantarayacontinuaciónunaoladeseismetrosmealzóensucresta.Cabalguésobreellahaciaelcíclope, lediunapatadaenelojoysaltéporencimadesucabezamientraselagualolanzabahastalaplaya.
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—¡Tedestruiré!—farfullabaPolifemo—.¡Mehasrobadoelvellocino!—¡Fuiste tú el que robó el vellocino!—grité—. ¡Y lo has convertido en una
trampamortalparalossátiros!—¿Yqué?¡Lossátirossonbuenacomida!—¡El Vellocino de Oro está hecho para curar! ¡Y pertenece a los hijos de los
dioses!—¡Yo soy hijo de los dioses!—Me lanzó un golpe, perome hice a un lado a
tiempo—.¡PadrePoseidón,maldiceaesteladrón!Ahoraparpadeaba sinparar, comosi apenasvieranada,ymedi cuentadeque
apuntabaguiándoseporelsonidodemivoz.—Poseidónnovaamaldecirme.—Diunpasoatrásyelcíclopeaferróunpuñado
deaire—.Yotambiénsoysuhijo.Élnovaafavoreceraningunodelosdos.Polifemo rugió. Arrancó un olivo que había echado raíces en la ladera del
acantiladoyloaplastójustoenellugarqueyoocupabaunmomentoantes.—¡Loshumanosnosonlomismo!¡Malos,traidores,mentirosos!AnnabethyaestabasubiendoabordoconlaayudadeGrover.Clarissemehacía
señasfrenéticasparaquelossiguiera.TysonrodeóaPolifemoytratódeponerseasuespalda.—¡Joven!—dijoelmonstruo—.¿Dóndeestás?¡Ayúdame!Tysonsedetuvo.—¡No te criaron como es debido!—aulló Polifemo, agitando aún el olivo—.
¡Pobrehermanitohuérfano!¡Ayúdame!Nosquedamosinmóviles.Poruninstantenooínada,salvoelfragordelocéanoy
eldemicorazón.EntoncesTysondiounpasoadelante,cubriéndoseconlasmanosporsiacaso.
—Noluchesmás,hermanocíclope.Dejaese…Polifemobuscósuvoz.—¡Tyson!—grité.El árbol logolpeó conuna fuerzaque amímehabría convertido enunapizza
cuatro quesos. Tyson salió disparado hacia atrás, abriendo una zanja en la arena.Polifemoseechósobreél.
—¡No!—grité.Yme lancé en tromba blandiendo aContracorriente.EsperabapincharaPolifemoenlapartetraseradelmuslo,perosaltéunpocomásarribadelacuenta.
—¡Aaaaaah!Polifemoseechóabalarcomosusovejasytratódeatizarmeconelárbol.Mezambullíotravez,aunqueconsiguióazotarmelaespaldaconaquellasramas
afiladas.Mipielsangraba,estabamagulladoyexhausto.Lacobayaquehabíaenmíqueríasalirhuyendo,peroaunasímetraguéelmiedo.
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Polifemoblandiódenuevoelárbol,peroestavezmepillópreparado.Agarréunaramaalvuelo,sentíunfuertetirónenlasmanosalserimpulsadohaciaarribaydejéqueelcíclopemealzaraporlosaires.Cuandoalcancéelpuntomásalto,mesoltéyfuiacaersobrelacaradelmonstruoconlospiespordelante,queaterrizaronenaquelojoenormeyyamuydañado.
Polifemomugiódedolor.Tysonlehizounplacajeyloderribó.Yocaíasuladoespada en mano, a la distancia perfecta para clavársela en el corazón. Pero miréfijamenteaTysonycomprendíquenopodíahacerlo.Noestababien,simplemente.
—Déjalo—ledijeaTyson—.Vamos,corre.Conunúltimoesfuerzo,apartódeunempujónalviejocíclope,quenodejabade
soltarmaldiciones,ycorrimoshacialasolas.—¡Os aplastaré!—aullabaPolifemo, doblándose de dolor y cubriéndose el ojo
consusmanosenormes.Tysonyyonoszambullimos.—¿Dóndeestáis?—gritabaPolifemo.Recogióelárbolylolanzóalagua.Cayó
salpicandoanuestraderecha.Ordenéaunacorrientequenosarrastrarayempezamosaganarvelocidad.Casi
creíaquelograríamosllegaralbarco,cuandoClarissegritódesdecubierta:—¡Muybien,Jackson!¡Entuspropiasnarices,malditocíclope!«Cierraelpico»,quisegritarle.—¡Grrrrrrr!—rugióPolifemo.Agarróunarocaylalanzóorientándoseporlavoz
deClarisse,perosequedócortoynonosalcanzóporpoco.—¡Vengaya!—semofabaClarisse—.¡Tirascomouncagueta!¡Asíaprenderás!
¡Porquerercasarteconmigo,idiota!—¡Clarisse!—aullé—.¡Cierraelpico!Demasiado tarde. Polifemo arrojó otra roca y esta vez contemplé, impotente,
cómopasabaporencimademicabezayatravesabaelcascodelVengadordelaReinaAna.
Nooscreerías lorápidoquepuedehundirseunbarco.ElVengadorde laReinaAna gimió, crujió y la proa se fue inclinando como a punto de deslizarse por untobogán.
Soltéunamaldiciónyordenéalmarquenosimpulsaramásdeprisa,peroelaguayaseestabatragandohastalosmástiles.
—¡Sumérgete!—ledijeaTyson.Ymientras volaba otra roca por encima de nuestras cabezas, nos zambullimos
bajoelagua.
***
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Mis amigos se hundían muy deprisa y trataban de nadar sin éxito en elburbujeantetorbellinodelnaufragio.
Nomuchagentesabequecuandounbarcosevaapique,seformaunaespeciedesumideroquese tragatodoloquehayalrededor.Clarisseeramuybuenanadadora,peronisiquieraellalograbagrancosa.Groverdabacocesfrenéticasconsuspezuñas.Annabethseaferrabaalvellocino,querefulgíacomountesoroenelagua.
Nadéhaciaellossabiendoquequizánotendríalafuerzasuficienteparasacarlosdel apuro. Y consciente de algo peor todavía: había trozos de maderaarremolinándoseasualrededor,yningunodemispoderesserviríadenadasiunodeaquellosmaderosmegolpeabaenlacabeza.
«Necesitamosayuda»,pensé.«Sí.»EralavozdeTyson,sonandoaltayclaraenmicabeza.Lomiréatónito.Habíaoídoalgunaavezalasnereidasyotrosespíritusacuáticos
bajoelagua,peronuncasemehabríaocurrido…Bueno,alfinyalcabo,TysonerahijodePoseidón.Podíamoscomunicarnos.
«Rainbow»,dijoTyson.Asentí.CerrélosojosparaconcentrarmeyunímivozaladeTyson:«¡Rainbow!
¡Tenecesitamos!»Y casi de inmediato, temblaron unas siluetas en la oscuridad del fondo: tres
caballosconcoladepezgalopabanyahacianosotros,másveloces inclusoque losdelfines. Rainbow y sus compañeros nos miraron y parecieron leernos elpensamiento. Se zambulleron en el remolino del naufragio y momentos despuéssurgieronentreunanubedeburbujasconGrover,AnnabethyClarisseaferradoscadaunoalcuellodeunhipocampo.
Rainbow, que era elmás grande, cargaba conClarisse.Corrió hasta nosotros ydejó que Tyson se agarrase a su crin. Lomismo hizo conmigo el hipocampo quellevabaaAnnabeth.
SalimosalasuperficieynosalejamosaescapedelaisladePolifemo.Anuestrasespaldas,oítodavíaalcícloperugiendovictorioso:
—¡Loconseguí!¡HemandadoaNadiealfondo!Esperoquenohayadescubiertoqueestabaequivocado.Nosotrosnosdeslizamossobrelasolasmientraslaislaseconvertíaenunpuntoy
desaparecíaporfin.—Loconseguimos—murmuróAnnabeth,exhausta—.Hemos…Sedesplomósobreelcuellodelhipocampoysequedódormidaenelacto.Nosabíasiloshipocampospodríanllevarnosmuylejos.Tampocosabíaadonde
nos dirigíamos. Acomodé a Annabeth para que no pudiera caerse, la cubrí con elVellocinodeOroquetantosesfuerzosnoshabíacostadoypronunciéunasilenciosaoracióndeagradecimiento.
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Locualmerecordóqueteníaunadeudapendienteconlosdioses.—Eresgenial—ledijeenvozbajaaAnnabeth.Luego apoyé la cabeza en el vellocino y, antes de darme cuenta, ya estaba
dormido.
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CAPÍTULO17
NosllevamosunasorpresaenMiamiBeach
—Percy,despierta.Elaguasaladamesalpicabalacara.Annabethmesacudíaporelhombro.Alolejos,elsolseponíatraslosrascacielosdeunaciudad.Diviséunacarretera
flanqueada de palmeras junto a la playa, escaparates de tiendas con deslumbrantesneonesdecolorrojoyazul,yunpuertoabarrotadodecrucerosybarcosdevela.
—Es Miami, me parece —dijo Annabeth—. Pero los hipocampos se estáncomportandodeunmodoraro.
Eracierto:nuestrosamigoshabíanaminoradolamarcha,relinchabanynadabanencírculosmientrashusmeabanel agua.Noparecíanmuycontentos.Unode ellosestornudó.Yosabíaloqueestabanpensando.
—Novanaacercarsemás—dije—.Demasiadoshumanos.Demasiadapolución.Tendremosquenadarhastalaorilla.
Aningunodenosotrosleentusiasmabalaidea,peronosresignamosyaRainbowysusamigoslesdimoslasgraciasporelviaje.Tysonderramóunaslágrimasydesatóaregañadienteselpaquetequehabíausadocomosillaimprovisada,dondeguardabasusherramientasyunpardecosasmásquehabía logrado salvardelnaufragiodelBirmingham. Abrazó a Rainbow, rodeándole el cuello con los brazos, le dio unmangopasadoquesehabíallevadodelaislayledijoadiós.
Cuando las crines blancas de los hipocampos desaparecieron en el mar, nospusimos a nadar hacia la orilla. Las olas nos empujaban, y en muy poco tiempoestábamosdevueltaenelmundodelosmortales.Recorrimoslosmuellesdondesealineaban los cruceros, abriéndonos paso entre unmontón de gente que llegaba devacaciones. Había mozos trajinando con carros llenos de maletas. Los taxistashablabanagritosenespañole intentabancolarseenlafilapararecogerclientes.Sialguiensefijóennosotros,cincochavaleschorreandoyconpintadehabersepeleadoconunmonstruo,nadiediomuestrasdeello.
Ahora que estábamos de nuevo entre mortales, el único ojo de Tyson no sedistinguía bien gracias a la niebla. Grover había vuelto a ponerse su gorra y suszapatillas. E incluso el vellocino se había transformado y ya no era una piel decordero,sinounachaquetadeinstitutorojaydorada,conunaOmegaresplandecientebordadasobreelbolsillo.
Annabethcorrióalexpendedordeperiódicosmáscercanoycomprobó la fechadelMiamiHerald.Soltóunamaldición.
—¡Dieciochodejunio!¡Hemosestadodiezdíasfueradelcampamento!
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—¡Noesposible!—dijoClarisse.Yo sabía que sí lo era. El tiempo transcurría de otro modo en los lugares
monstruosos.—ElárboldeThaliadebedeestarcasimuerto—gimióGrover—.Tenemosque
llegarallíconelvellocinoestamismanoche.Clarissesedejócaerenelpavimento,abatida.—¿Cómodemoniossesuponequevamosahacerlo?—dijoconvoztemblorosa
—.Estamosamilesdekilómetros.Sindineroysinvehículo.EsexactamenteloquedijoelOráculo.¡Tútieneslaculpa,Jackson!Sinotehubiesesentrometido…
—¿Que es culpa de Percy? —estalló Annabeth—. ¿Cómo puedes decir eso,Clarisse?Ereslapeor…
—¡Bastaya!—zanjé.Clarisseseagarrólacabezaconlasmanos.Annabeth,frustrada,diounapatadaal
suelo.Casisemehabíaolvidado,perosesuponíaqueaquellabúsquedaeradeClarisse.
Duranteunmomentoespeluznantevi lascosasdesdesupuntodevista.¿Cómomehabríasentidosiunpuñadodehéroessehubieseentrometidoymehubieradejadoenmallugar?
Pensé en la conversación que había oído en la sala de calderas del CSSBirmingham:AreshabiéndoleagritosaClarisseyadvirtiéndolequenofallara.Aélleteníasincuidadoelcampamento,perosiClarisselohacíaquedarmal…
—Clarisse—pregunté—,¿quetedijoexactamenteelOráculo?Ellalevantólavista.Penséquemeibamandarapaseo.Perono:respiróhondoy
recitólaprofecía:
Navegarás en el buque de hierro con guerreros de hueso, acabaráshallando lo que buscas y lo harás tuyo, pero habrás de temer por tu vidasepultadaentrerocas,ysinamigosfracasarásynopodrásvolarsolaacasa.
—¡Uf!—musitóGrover.—No—dijeyo—.Esperaunmomento…Yalotengo.Busquédineroenmisbolsillos,perosóloencontréundracmadeoro.—¿Alguientienedinero?Annabeth y Grover menearon la cabeza, malhumorados. Clarisse sacó de su
bolsilloundólarconfederado,todavíahúmedo,ysuspiró.—¿Dinero?—preguntóTysonvacilante—.¿Quieresdecir…papelesverdes?Lomiré.—Sí,eso.—¿Comoelquellevábamosenlospetates?
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—Sí,peroésoslosperdimos…—MeinterrumpíalverqueTysonhurgabaentresuscosasysacabalabolsaimpermeablellenadebilletesqueHermeshabíaincluidoennuestroequipaje—.¡Tyson!—exclamé—.¿Cómo…?
—CreíqueeraunabolsadecomidaparaRainbow—dijo—.Laencontréflotandoenelmar,perosólohabíapapeles.
Metendiólabolsa.Almenostrescientosdólaresenbilletesdecincoydediez.Corríalaparadaydetuveuntaxiqueacababadedejaraunospasajeros.—Clarisse—llamé—.Venga.Tevasahoramismoalaeropuerto.Annabeth,dale
elvellocino.NosécuáldelasdosparecíamáspasmadamientrasyolequitabaaAnnabethla
chaquetadelvellocino,metíatodoeldineroenelbolsilloyselaentregabaaClarisse.—¿Vasadejarme…?—Estabúsquedaestuya—dije—.Ysólohaydineroparaunbillete.Además,yo
no puedo viajar en avión. Zeus me haría volar en mil pedazos. Eso es lo quesignificaba la profecía: fracasarás sin amigos, o sea, no podrás hacerlo sin nuestraayuda,perotendrásquevolartúsolaacasa.HasdellevarallíelVellocinosinfalta.
Vicómotrabajabasumente,primeroconsuspicacia,preguntándosequéclasedetrampaintentabatenderle,yalfinalconvencidadequehablabaenserio.
Subióaltaxi.—Cuentaconmigo.Nofallaré.—Convendríaquenofallaras.Eltaxisaliózumbandoentreunanubedehumo.ElVellocinodeOroyaestabaen
camino.—Percy—dijoAnnabeth—,esohasido…—¿Muygeneroso?—propusoGrover.—Unaverdaderalocura—locorrigióAnnabeth—.Teestásapostandolavidade
todalagentedelcampamentoaunasolacarta:queClarissellegueestanocheconelvellocino.
—Estabúsquedaerasuya—dije—.Semereceunaoportunidad.—Percyesbueno—dijoTyson.—Percyesdemasiadobueno—refunfuñóAnnabeth.Pero yo no pude dejar de pensar que tal vez, sólo tal vez, había logrado
impresionarlaunpoquito.Lasorprendí,entodocaso.Yesonoerafácildeconseguir.—Venga—lesdijeamisamigos—.Vamosabuscarotromododellegaracasa.Yfueenesemomentocuandomevolvíymeencontrélapuntadeunaespadaen
lagarganta.—Eh,colega—dijoLuke—.BienvenidoaEstadosUnidos.Susmatonesde siempre, aquellosdosososgemelos, sematerializaronaambos
lados.UnosujetóaAnnabethyaGroverporelcuellodelacamiseta.Elotrointentó
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agarraraTyson,peroésteloderribósobreunmontóndemaletasylesoltóunrugidoaLuke.
—Percy—dijoLuke con calma—, o le dices a tu gigante que se aparte demivistaolepidoaOreiusquecompruebecómoresuenanlasdoscabezasdetusamigos.
Oreius sonrió de oreja a oreja y levantó del suelo a Annabeth y Grover, quepataleabanygritaban.
—¿Quéquieres,Luke?—refunfuñé.Esbozóunasonrisaqueledeformabalacicatrizdelacara.Señaló el otro extremodelmuelle ymedi cuenta de una cosa que tendría que
habermesaltadoalavistadesdeelprincipio:elcruceromásgrandedelpuertoeraelPrincesaAndrómeda.
—Bueno—dijoLuke—,loquequieroesofrecerteotravezmihospitalidad,porsupuesto.
***
LosososgemelosnossubieronabordodelPrincesaAndrómedaynosllevaronala cubiertadepopa, frente a aquellapiscinacon surtidoresque rociabanagua.Unadocena dematones variados—reptiles, lestrigones, semidioses con armadura— sehabíareunidoparabrindarnossu«hospitalidad».
—Bueno—musitóLuke—.Elvellocino.¿Dóndeestá?Nosexaminóconatención.Mepinchó lacamisacon lapuntadesuespada.Se
asomóalosvaquerosdeGrover.—¡Eh!—protestóél—.¡Esoespelodecabranatural!—Perdona,viejoamigo—dijoLukeconunasonrisa—.Túdameelvellocinoy
yopermitiréquereanudeslabúsquedaquehabíasemprendido.—¡Ja!—dijoGrover—.Conque«viejoamigo»,¿eh?—Quizánomehasoído.—LavozdeLukesonabapeligrosamentetranquila—.
¿Dónde…está…elvellocino?—Aquí no—dije. Seguramente no tendría que habérselo dicho, pero resultaba
agradablesoltarlelaverdadenlacara—.Lohemosenviadopordelante.Estavezlahaspifiado,«amigo».
Lukeentornólosojos.—Mientes. No puedes haber…—Se sonrojó repentinamente ante la espantosa
posibilidadqueseleestabaocurriendo—.¿Clarisse?Asentí.—¿Lehasconfiado…?¿Lehasdado…?—Asíes.
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—¡Agrius!Elosogiganteretrocedió.—¿S—sí?—Baja y prepara mi corcel. Súbelo a cubierta. Tengo que irme volando al
aeropuerto.¡Rápido!—Pero,jefe…—¡Deprisa!—gritóLuke—.Oteecharédecomidaaldragón.Elosotragósalivaybajópesadamenteporlasescaleras.Lukedeambulabajunto
alapiscina,soltabamaldicionesengriegoantiguoyaferrabasuespadacontalfuerzaquelosnudillosparecíanapuntodeestallarle.
Elrestodelapandillateníaunairemásbienincómodo.Quizánuncahabíanvistoasujefetandesquiciado.
Me puse a pensar… Si pudiera utilizar la furia de Luke, hacerle hablar de talmodoquetodosvieranlodelirantesqueeransusplanes…
Mirélapiscina,lossurtidorespulverizandoelaguayformandounarcoirisalaluzdelcrepúsculo.Ydeprontosemeocurrióunaidea.
—Has estado jugando con nosotros desde el principio —le recriminé—.Pretendíasquetetrajéramoselvellocinoyahorrarteasíeltrabajodeencontrarlotú.
—¡Por supuesto, idiota!—replicó ceñudo—. ¡Y tú has acabado estropeándolotodo!
—¡Traidor!—mesaquédelbolsillomiúltimodracmadeoroyseloarrojé.Talcomo esperaba, él lo esquivó fácilmente. La moneda atravesó la cortina de aguailuminadaporelarcoiris.
Confié en que mi silenciosa oración fuese escuchada. Puse en ella todo micorazón:«Oh,diosa,aceptamiofrenda.»
—Nosengañastea todos—lo increpé—.¡InclusoaDionisoenelCampamentoMestizo!
Asuespalda,elsurtidorempezóatemblar,peroyodebíaacapararlaatencióndetodoelmundo,asíquedestapéaContracorriente.
Lukesonriócondesdén.—Noesmomentodehacerseelhéroe,Percy.Tira tumiserableespaditaoharé
quetematenmásprontoquetarde.—¿QuiénenvenenóelárboldeThalia,Luke?—Yo,por supuesto—gruñó—.Ya te lodije.Usévenenodepitónvieja, traído
directamentedelasprofundidadesdelTártaro.—¿Quirónnotuvonadaqueverenelasunto?—¡Ja! Sabesmuy bien que él nunca lo habría hecho.Ese viejo idiota no tiene
agallas.—¿Esosonagallas,segúntú?¿Traicionaratusamigos?¿Ponerenpeligroatodo
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elcampamento?Lukelevantósuespada.—Túnoentiendesnilamitaddetodoesteasunto.Ibaadejarquetellevasesel
vellocino…unavezqueyolohubieseutilizado.Aquellomehizovacilar. ¿Porquéhabríadedejarqueme llevaseelvellocino?
Seguramentementía,peroentodocasodebíaseguircaptandosuatenciónacualquierprecio.
—PensabasreconstruiraCronos—dije.—¡Sí!Ylamagiadelvellocinohabríaaceleradodiezvecessuregeneración.Pero
nocreasquenoshasdetenido,Percy.Sólohasralentizadounpocoelproceso.—O sea que envenenaste el árbol, traicionaste a Thalia y nos tendiste una
trampa…todoparaayudaraCronosadestruiralosdioses.Lukeapretólosdientes.—¡Yalosabes!¿Porquémesiguespreguntando?—Porquequieroqueteoigatodalaaudiencia.—¿Quéaudiencia?Entornó losojos,miróatrásy todos susmatoneshicieron lomismo.Dieronun
gritoyretrocedieronunpaso.Sobrelapiscina,enmediodelarcoirisnubladodevapor,temblabalaimagende
un mensaje Iris: Dioniso, Tántalo y el campamento entero en el pabellón delcomedor.Todospermanecíansentadosyensilencio,mirándonosatónitos.
—Bueno—dijoDionisosecamente—,unainesperadadistracciónnocturna.—Señor D, ya lo ha oído —dije—. Todos han oído a Luke. Quirón no tuvo
ningunaculpaenelenvenenamiento.ElseñorDsuspiró.—Supongoqueno.—EsemensajeIrispodríaserunatrampa—sugirióTántalo,aunqueélteníacasi
toda su atención puesta en una hamburguesa de queso, que estaba intentandoacorralarconambasmanos.
—Metemoqueno—dijoelseñorD,mirandoconrepulsiónaTántalo—.Porlovisto,tendréquerehabilitaraQuiróncomodirectordeactividades;creoqueechodemenoslaspartidasdepinacleconeseviejocaballo.
Tántaloatrapólahamburguesa,queestaveznoseleescapóvolando.Lalevantódelplatoylaobservóasombrado,comosifueseelmayordiamantedelmundo.
—¡Latengo!—dijoriendoacarcajadas.—Yanonecesitamostusservicios,Tántalo—anuncióelseñorD.Tántaloparecíaestupefacto.—¿Qué?Pero…—Puedesregresaralinframundo.Estásdespedido.
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—¡No!Pero…¡Nooooooooo!Mientrasseibadisolviendoenunaniebla,asióconfuerzalahamburguesayquiso
llevárselaa laboca,peroyaerademasiado tarde.Sedesvanecióporcompletoy lahamburguesacayóenelplatodenuevo.Loscampistasestallaronenvítores.
Lukebramabade rabia.Atravesóel surtidorconsuespadayelmensaje Iris sedisolvió.Peroyahabíacumplidosumisión.
Mesentíbastantesatisfechodemímismo,hastaqueLukesevolvióymedirigióunamiradaasesina.
—Cronosteníarazón,Percy.Erespocofiable.Habráquereemplazarte.No estuve muy seguro de lo que quería decir, pero no tuve tiempo para
reflexionar.Unodesushombrestocóunsilbatodebronceylaspuertasdelacubiertaseabrierondegolpe.Aparecieronunadocenadeguerrerosque formaronanuestroalrededoruncírculoerizadoconlaspuntasdebroncedesuslanzas.
Lukemesonrió.—Nosaldrásvivodeestebarco.
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CAPÍTULO18
Lainvasióndelosponis
—Unocontrauno—ledijeaLuke,desafiándolo—.¿Dequétienesmiedo?Lukeapretóloslabios.Losguerrerosqueestabanapuntodematarnosvacilaron,
aguardandosusórdenes.Antesdequepudiesedecirnada,Agriusapareciódegolpeencubierta llevando
delabridaauncaballovolador:elprimerpegasocompletamentenegroqueveía,conunasalasdecuervogigantes.Eraunayegua;dababrincosyrelinchaba.Yocaptabasus pensamientos. AAgrius y Luke les dedicaba unos insultos tan tremendos queQuirónlehabríalavadoelhocicoconjabónindustrial.
—¡Señor!—dijoAgrius,esquivandouncascodelpegaso—.Sucorcelestálisto.Lukeseguíaconlosojospuestosenmí.—Ya te lo dije el verano pasado, Percy.No vas a embaucarme para que pelee
contigo.—O sea que sigues rehuyéndome —respondí—. ¿Tienes miedo de que tus
guerrerosveancómotederroto?Lukeechóunamiradaasushombresycomprendióqueloteníaatrapado.Sise
echaba atrás, daría una impresión de debilidad. Si combatía conmigo, perdería untiempopreciosoparadarcazaaClarisse.Encuantoamí,nopodíaesperarotracosaquedistraerloybrindarles amis amigosunaoportunidaddehuir.Si alguienpodíaidearunplanparasacarlosdeallíeraAnnabeth.Porlodemás,sabíalobuenoqueeraLukemanejandolaespada.
—Acabaré contigo deprisa—decidió, y alzó su espadaBackbiter, unos treintacentímetrosmás largaque lamía.Suhoja relucíaconunmalignobrillodeungrisdoradoenelpuntodondeelacerosehabíafundidoconelbroncecelestial.Casisellegabaapercibirlatensióninternadeaquellahoja.Eracomosisehubieranunidoalafuerzadosimanesopuestos.Nosabíacómohabíasidofabricada,perointuíaunatragediadetrásdeella:alguienhabíamuertomientraslaforjaban.Lukesilbóaunodesushombres,quelearrojóunescudoredondodecueroybronce.
Esbozóunasonrisamalvada.—Luke—dijoAnnabeth—,proporciónaleunescudoalmenos.—Losiento,Annabeth.Aestafiesta,cadaunosetraesupropioequipo.Elescudonoeraningúnproblema.Lucharsóloconunaespadasujetaconambas
manostedamásfuerza,perolucharsosteniendolaespadaconunamanoyelescudocon la otra te proporciona mejor defensa y también más flexibilidad. Tienes másmovimiento,más opciones,másmodos de alcanzar al contrario. Pensé otra vez en
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Quirón,quemehabíadichoquemequedaseenelcampamento,pasaraloquepasase,yqueaprendieraacombatir.Ahoraibaapagarcaronohaberleescuchado.
Luke embistió y por pocono acabó conmigo a la primera. Su espada pasó pordebajodemibrazo,medesgarrólacamisaymeobsequióconunabuenacariciaenlascostillas.
Retrocedídeunsaltoycontraataqué,peroLukedesviómihojaconungolpedesuescudo.
—Madremía,Percy—dijoentonodereproche—.Estásenbajaforma.Volvióotravezalacargaymelanzóunmandoblealacabeza.Loparéyensayé
unaestocada,peroélsehizoaunladosinproblemas.Elcorteenlascostillasmedolíayelcorazónmelatíaenloquecido.CuandoLuke
embistióotravez,saltéhaciaatrásymesumergíen lapiscina.Sentíunaoleadadeenergía. Giré bajo el agua, creando un torbellino, y salí desde el fondo disparadodirectamentehaciaél.
Lafuerzadelagualoderribóylodejófarfullandoymediocegado.Peroantesdequepudiesedarleunaestocada,rodóhaciaunladoysepusootravezenpie.
Volví al ataque y le rebané el borde del escudo, pero Luke ni se inmutó; seagazapóymelanzóunmandoblealaspiernas.Elmusloempezóaardermetantoquemederrumbé;mehabíadesgarrado los tejanosporencimade la rodillay teníaunaherida, aunque no sabía si grave. Luke lanzó un tajo desde arriba y yo rodé pordebajodeunatumbona.Tratédeincorporarme,perolapiernanomesostenía.
—¡Peeeercy!—balóGrover.Echéarodarotravez,justocuandoLukepartíalatumbonaendos,incluidoslos
tubosmetálicos.Mearrastréhacialapiscina,haciendounesfuerzoparanodesmayarme.Noibaa
lograrlo.YLukelosabía.Semeacercódespacioconunasonrisa.Elfilodesuespadaestabateñidoderojo.
—Quiero que veas una cosa antes demorir, Percy.—Le dirigió unamirada aOreius, que aún tenía a Annabeth y Grover agarrados por el cuello—. Ya puedeszampartetucena,Oreius.Buenprovecho.
—¡Je,je!—Elosoalzóamisamigosymostrósuscolmillos.Yentoncessedesatóunlíodeldemonio.¡Zas!UnaflechaconunpenachorojoapareciódegolpeclavadaenlabocadeOreius.
Con una expresión de sorpresa en su rostro peludo, el oso se desmoronó sobre lacubierta.
—¡Hermanito!—aullóAgrius,yaflojóunpoco las riendasdelpegaso: lo justoparaqueel corcel learreaseunacozen lacabezayecharaavolarpor labahíadeMiami.
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Duranteunafraccióndesegundo,losguardiasdeLukesequedarontanatónitosquenohicieronotracosaquemirarcómosedisolvíanenhumoloscuerposdelosdosgemelos.
Enseguidasedesatóuncoroenloquecidodegritosdeguerraycascosretumbandosobrelacubierta.Unadocenadecentaurosaparecióporlaescaleraprincipal.
—¡Ponis!—gritóTyson,extasiado.Mimentenolograbaprocesartodoloqueveía.Quirónestabaentrelosatacantes,
pero la verdad es que sus parientes apenas se parecían a él. Había centauros concuerponegrodesementalárabe,otrosconelpelajedoradodelospalominosyotroscon manchas blancas y anaranjadas, como caballos pintados. Algunos llevabancamisetas de brillantes colores con leyendas fosforescentes que ponían: «PONISPARAFIESTASYCUMPLEAÑOS.ÁREADEFLORIDA.»Unosibanarmadosconarcos,otrosconbatesdebéisbolyalgunos inclusoconpistolasdepintura.Unodeellos tenía la cara pintarrajeada como un guerrero comanche, otro iba a pechodescubiertoytodopintadodeverde,yuntercerollevabaunagorradebéisbolyunasgafasconojosdeplásticocolgandodedoslargosmuelles.
Irrumpieron sobre la cubierta con tal ferocidad y tanto colorido que hasta elmismísimo Luke pareció por un momento completamente flipado. Yo no estabasegurodesiveníandefiestaoensondeguerra.
Lasdoscosas, alparecer.MientrasLukealzaba suespadapara reagrupar a sustropas,uncentaurodisparóuna flechaconunguantedeboxeoen lapunta.ConelgolpequeledioaLukeenlacara,lomandódirectoalapiscina.
Susguerrerossedispersaban.Noeraparaculparlos.Enfrentarsealoscascosdeuncaballoencabritadoyaessuficienteparaponertelospelosdepunta,perosiresultaqueencimasetratadeuncentauroarmadoconunarcoyconganasdejuerga,hastaelguerreromásvalerososebatiríaenretirada.
—¡Aporellos!—gritóunodelosponis.Dispararonsuspistolasdepintura.Unaoleadadeazulyamarilloexplotósobre
losguerrerosdeLukeylosdejóciegosyembadurnadosdepiesacabeza.Intentabanecharacorrer,peroloúnicoqueconseguíaneraresbalarycaerse.
QuirónseacercóalgalopeaAnnabethyGrover, losalzó limpiamenteyse loscolocóenellomo.
Yotratédelevantarme,perolaheridadelapiernameseguíaardiendodedolor.Lukesearrastrabafueradelapiscina.—¡Atacad, idiotas!—gritaba a sus tropas. Por debajo de la cubierta, empezó a
sonarunaalarmaenloquecida.EncualquiermomentonosveríamosdesbordadosporlosrefuerzosdeLuke.De
hecho,susguerrerosyaempezabanarecuperarsedelasorpresayseenfrentabanaloscentaurosconsuslanzasyespadas.
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Tyson apartó de un guantazo a media docena y los mandó por encima de labarandillaalabahíadeMiami.Peroyallegabanmásguerrerosporlasescaleras.
—¡Retirada,hermanos!—gritóQuirón.—¡No te saldrás con la tuya, hombre caballo!—le gritóLuke.Alzó su espada
furioso,perovolvióarecibirenplenacaraotraflechaconunguantedeboxeoycayósentadoenunatumbona.
Uncentaurodepelajedoradomeizósobresulomo.—¡Llamaatuamigoelgrandullón!—¡Tyson!—grité—.¡Vamos!Tyson dejó caer a los dos guerreros que estaba a punto de retorcer en un solo
nudo,corrióhacianosotrosysaltósobreellomodelcentauro.—¡Ostras,colega!—gruñóelcentauro.Laspatascasiseledoblabanbajoelpeso
deTyson—.¿Nohasoídohablardeunacosallamada«dieta»?LosguerrerosdeLukeseestabanreorganizandoparaadoptarunaformaciónde
falange. Pero cuando por fin estuvieron preparados para avanzar, los centauros yagalopaban hasta el borde de la cubierta y saltaban la barandilla sin ningún temor,comosiaquellofueselavalladeunacarreradeobstáculosynoladeuncrucerodediez pisos de altura. Estaba convencido de que no saldríamos vivos de aquélla.Caímos en picado hacia el muelle y pensé que íbamos a estrellarnos. Pero loscentauros aterrizaron en el asfalto con una simple sacudida y salieron al galope,dando gritos y soltando pullas contra el Princesa Andrómeda mientras cruzabancorriendolascallesdelcentrodeMiami.
***
No tengoni idea de lo que debió de pensar la gente deMiami al vernos pasargalopando.
Las calles y los edificios empezaron a hacerse borrosos a medida que loscentauroscobrabanvelocidad.Parecíacomosielespacioseestuviesecomprimiendo,comosi cadapasodecentauroequivaliera akilómetrosykilómetros.Atravesamoscampospantanososllenosdehierbas,charcasyárbolesraquíticos.
Finalmente,llegamosaunaparcamientodecaravanasalbordedeunlago.Todaserancaravanasparacaballos,provistasdetelevisores,minifrigoríficosymosquiteras.Estábamosenuncampamentodecentauros.
—¡Colega!—dijounode losponismientrasdescargaba losbártulos—.¿Tehasfijado en aquel tipo que parecía un oso? Era como si estuviese diciendo: «¡Guau,tengounaflechaenlaboca!»
Elcentauroquellevabalasgafasconojosdeplásticoseechóareír.
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—¡Hasidoimpresionante!¡Chocaesacabeza!Los dos centauros se embistieron de cabeza con todas sus fuerzas y luego se
retirarontambaleantes,cadaunoporsulado,conunasonrisaaleladaenlacara.QuiróndiounsuspiroydepositóaAnnabethyGroveramilado,sobreunamanta
depicnic.—Ojalá no tuvieran mis primos esa manía de darse cabezazos. No es que les
sobrendemasiadasneuronas.—Quirón—dije,todavíasincreermequeestuvieraallí—.Noshassalvado.Medirigióunasecasonrisa.—Bueno,nopodíadejartemorir.Sobretododespuésdequeteocuparasdedejar
asalvomibuennombre.—¿Perocómosabíasdóndeestábamos?—preguntóAnnabeth.—Eso era previsible, querida. Me figuré que acabaríais cerca de Miami si
lograbais salir vivos delMar de losMonstruos. Casi todas las cosas raras acabanyendoapararaMiami.
—Ya,muchasgracias—murmuróGrover.—No,no—dijoQuirón—.Yonoqueríadecir…Bueno,daigual.Mealegrode
verte,jovensátiro.LacuestiónesqueinterceptéelmensajeIrisdePercyyconseguírastrearlallamada.Irisyyosomosamigosdesdehacesiglos;lepedíquemeavisarade cualquier mensaje importante enviado desde esta zona. Y luego no me resultódifícilconvenceramisprimosparacorrerenvuestraayuda.Comohabéisvisto,loscentaurossomoscapacesdeviajarbastantedeprisacuandoqueremos; lasdistanciasparanosotrosnosonigualesqueparaloshumanos.
Miréhacialahogueradelcampamento,dondetresponisleenseñabanaTysonamanejarunapistoladepintura.Esperabaquesupieranenquélíoseestabanmetiendo.
—¿Yahoraqué?—ledijeaQuirón—.¿VamosapermitirqueLukeselargueconsucrucero?TieneaCronosabordo,oalmenosunapartedeél.
Quirón se arrodilló, cruzando las patas delanteras bajo su cuerpo. Abrió elpequeñoestuchequellevabaenelcinturónyempezóaocuparsedemisheridas.
—Metemo,Percy,quehoysehaproducidounaespeciedeempate.Nosotrosnoteníamos fuerzas suficientes para tomar ese barco, y Luke no estaba lo bastanteorganizadoparaperseguirnos.Nadiehasalidovencedor.
—¡Pero nosotros tenemos el vellocino! —dijo Annabeth—. Clarisse va ahoramismoconélcaminodelcampamento.
Quirónasintió,peroaúnparecíainquieto.—Soisunosauténticoshéroes.YencuantocuremosaPercy,tenéisqueregresara
lacolinaMestiza.Loscentaurososllevaránhastaallí.—Tútambiénvienes,¿no?—pregunté.—Sí, Percy. Para mí será un alivio volver a casa. Mis hermanos de aquí no
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aprecian mucho la música de Dean Martin. Además, tengo pendiente unaconversaciónconelseñorD.,yquedaelrestodelplandeverano.Todavíatenemosmucho entrenamiento por delante. También quiero ver…Bueno, siento curiosidadporelvellocino.
No sabía exactamente a qué se refería, pero consiguió que volviese apreocuparme por lo que me había dicho Luke: «Iba a dejar que te llevaras elvellocino…unavezqueyolohubierautilizado.»
¿Era mentira? Para entonces, ya había aprendido que en el caso de Cronossiemprehabíaunplandentrodelplan.ElseñordelostitanesnoeraconocidocomoelRetorcidoporquesí,siemprese lasarreglabaparaencontrarpersonasquehacíanloqueélqueríasinquesedierancuentasiquieradesusverdaderasintenciones.
Juntoalahoguera,Tysonempezabaaarmarjaleoconsupistoladepintura.Unproyectilazulestallócontrauncentauroyloimpulsóhastaellago.Elcentaurosaliósonriendodelagua,cubiertodeporqueríaypinturaazul,ylehizoaTysonungestoconelpulgar,comodándolesuaprobación.
—Annabeth—dijoQuirón—,túyGroverpodríaisiracontrolaraTysonyamisprimosantesde…Bueno,antesdequeadquierandemasiadasmalascostumbresentreunosyotros.
Annabethlomiróalosojos.Seentendieronsinpalabras.—Desdeluego—dijoella—.Venga,niñocabra.—¡Amínomegustanlaspistolasdepintura!—Claro que te gustan.—Lo obligó a ponerse sobre sus pezuñas y se lo llevó
hacialafogata.Quirónterminódevendarmelapierna.—Percy,tuveunacharlaconAnnabethdecaminohaciaaquí.Unacharlasobrela
profecía.«¡Uf!»,pensé.—Nofueculpasuya—ledije—.Yolaobliguéacontármelo.Parpadeó con irritación. Estaba convencido de que iba a regañarme, pero
enseguidaadoptóunaexpresióndecansancio.—Supongoquenopodíaesperarquesemantuvieraensecretoeternamente.—Asípues,¿soyyoeldelaprofecía?Quirónguardólasvendasensubotiquín.—Ojalá lo supiera, Percy. Aún no tienes dieciséis años. Por ahora, hemos de
seguirentrenándotelomejorposibleydejarelfuturoalasMoiras.LasMoiras.Hacíamuchoquenopensabaenaquellasancianas,peroencuanto
Quirónlasmencionó,algohizoclicenmicabeza.—Esoesloquesignificaba…—dije.Quirónfruncióelceño.
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—¿Elqué?—Elveranopasado.ElpresagiodelasMoiras,cuandolasvicortarconsustijeras
elhilodelavidadealguien.Penséquequeríadecirqueyoibaamorirdeinmediato,perono: es algopeor, tienequever con tuprofecía.Lamuertequepresagiaban seproducirácuandocumplalosdieciséis.
Quirónsacudíanerviososucolasobrelahierba.—Muchacho,nopuedesestarsegurodeeso.Nisiquierasabemossilaprofecíase
refiereati.—PeronohayotromestizoqueseahijodelosTresGrandes.—Quenosotrossepamos.—YCronosseestárecuperando.¡DestruiráelmonteOlimpo!—Lo intentará —asintió Quirón—. Y también tratará de destruir toda la
civilizaciónoccidental,sinolodetenemos.Perovamosalograrlo.Noestarássóloenestabatalla.
Sabíaqueestabahaciendo loposibleparaquemesintieramejor,peroenaquelmomento recordé loqueAnnabethmehabíadicho.Al final, todose reduciríaaunsolohéroe.UnasoladecisiónquesalvaríaodestruiríaOccidente.Yestabasegurodeque las Moiras me habían lanzado una especie de advertencia al respecto: algoterribleibaaocurrir,conmigooconalguienmuycercanoamí.
—Sólosoyunchico,Quirón—ledijecon tristeza—.¿YdequésirveunhéroepiojosofrenteaalguiencomoCronos?
Quirónconsiguióesbozarunasonrisa.—«¿Dequésirveunhéroepiojoso?»JoshuaLawrenceChamberlainmedijouna
vezalgoparecido,justoantesdequeélsolocambiaraelcursodelaguerracivil.Sacóunaflechadesucarcajehizogirarsuafiladapuntaparaquedestellaraala
luzdelahoguera.—Broncecelestial,Percy.Unarmainmortal.¿Quéocurriríasiseladisparasesa
unhumano?—Nada—dije—.Loatravesaríasinhacerlenada.—Exacto —dijo—. Los humanos no existen en el mismo plano que los
inmortales.Nisiquieraresultanheridosconnuestrasarmas.Perotú,Percy,eresmitaddios,mitadhumano,vivesenambosmundos,puedesserheridoporambosytambiénpuedesactuarenambos.Esoesloqueconviertealoshéroesenserestanespeciales.Túllevaslasesperanzasdelahumanidadalreinodeloeterno.Losmonstruosnuncamueren, renacen del caos y la barbarie que continúa bullendo siempre bajo lacivilización: la materia misma que hace más fuerte a Cronos. Por eso deben serderrotadosunayotravez,poresohayquemantenerlosaraya.Loshéroesencarnáisesaluchainterminable,libráislasbatallasquelahumanidaddebeganar,generacióntrasgeneración,paracontinuarsiendohumana.¿Entiendes?
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—Nosé…—Tienesqueintentarlo,Percy.Porque,seasonoelchicodelaprofecía,Cronos
cree que podrías serlo. Después de lo de hoy, abandonará cualquier esperanza deatraerteasubando.Esaeslaúnicarazóndequenotehayamatadoaún,¿sabes?Encuantoestésegurodequenopuedeutilizarte,tedestruirá.
—Hablascomosiloconocieses.Quirónfruncióloslabios.—Loconozco.Lomiréfijamente.Avecessemeolvidabaloviejoqueera.—¿PoresarazónelseñorDteculpócuandoelárbolfueenvenenado?¿Poreso
dijistequehabíagentequenoconfiabaenti?—Enefecto.—Pero Quirón… ¡Venga ya! ¿Cómo pudieron creer que tú serías capaz de
traicionaralcampamentoenfavordeCronos?LosojosdeQuirón,decolorcastañooscuro,parecíanhabitadosporunatristeza
demilesdeaños.—Percy, recuerda tu entrenamiento, tus estudios de mitología. ¿Cuál es mi
relaciónconelseñordelostitanes?Intentéhacermemoria,peroencuestionesdemitologíasiempremehehechoun
lío.Inclusoentonces,cuandohabíallegadoasertanreal,tanimportanteparamivida,mecostabaemparejarcorrectamentelosnombresylashistorias.Meneélacabeza.
—Tú,eh…¿ledebíasaCronosunfavoroalgoasí?¿Otesalvólavida?—Percy—dijoQuirónenvozmuybaja—.EltitánCronosesmipadre.
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CAPÍTULO19
Lacarreradecarrosterminaconfuegosartificiales
Graciasalacapacidadespecialdeloscentaurosparaviajar,llegamosaLongIslandpoco después de que lo hiciera Clarisse. Cabalgué a lomos de Quirón, pero nohablamosmuchoduranteel trayecto,ymenosaúndeCronos.TeníaquehabersidodifícilparaQuirónhablarmedeélynoqueríaagobiarloconmáspreguntas.Osea,antesyamehabíatropezadoconotroscasosdeparientesembarazosos.Pero…¿teloimaginas? ¿Cronos, el malvado señor de los titanes, el que pretendía destruir lacivilizaciónoccidental?Enfin,noeralaclasedepadrequeinvitaríasalcolegioeldíadefindecurso.
Cuandollegamosalcampamento,loscentaurosteníanmuchasganasdeconoceraDioniso.Lehabíandichoqueorganizabaunasfiestasincreíbles.Perosellevaronunadecepción, el dios del vino no estaba para fiestas precisamente cuando elcampamentoenplenosereunióenloaltodelacolinaMestiza.
Enelcampamentohabíanpasadodossemanasmuyduras.LacabañadeartesyoficioshabíaquedadocarbonizadahastaloscimientosacausadeunataquedeDracoAionius(que,porloquepudeaveriguar,eraelnombrelatinodeunlagarto—enorme—que—escupe—fuego—y—lo—destruye—todo). Las habitaciones de la CasaGrandeestabanarebosardeheridos;loschicosdelacabañadeApolo,queeranlosmejores enfermeros, habían tenido que hacer horas extras para darles los primerosauxilios. Todos los que se agolpaban ahora en torno al árbol de Thalia parecíanagotadosyhechospolvo.
EncuantoClarissecubriólaramamásbajadelpinoconelVellocinodeOro,lalunapareció iluminarseypasardel colorgris al plateado.Unabrisa fresca susurróentre las ramas y empezó a agitar la hierba de la colina y de todo el valle, todoparecióadquirirmásrelieve:elbrillodelasluciérnagasenlosbosques,elolordeloscamposdefresas,elrumordelasolasenlaplaya.
Pocoapoco,lasagujasdelpinoempezaronapasardelmarrónalverde.Todoelmundoestallóenvítores.La transformaciónseproducíadespacio,pero
no había ninguna duda: la magia del Vellocino de Oro se estaba infiltrando en elárbol,lollenabadenuevovigoryexpulsabaelveneno.
Quirónordenóque se establecieran turnosdeguardia lasveinticuatrohorasdeldía en la cimade la colina, almenoshasta que encontráramos almonstruo idóneopara proteger el vellocino. Dijo que iba a poner de inmediato un anuncio en El
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OlimpoSemanal.Entretanto,loscompañerosdecabañadeClarisselallevaronahombroshastael
anfiteatro,donderecibióunacoronadelaurelyotrosmuchoshonoresentornoalahoguera.
AAnnabethyamínonoshacíannicaso.Eracomosinuncahubiésemossalidodelcampamento.Supongoqueéseerasumejormododedarnoslasgracias,porquesihubieranadmitidoquenoshabíamosescabullidodelcampamentoparaemprenderlabúsqueda,sehabríanvistoobligadosaexpulsarnos.Ylaverdad,yoyanoqueríamásprotagonismo,resultabaagradableseruncampistamás,almenosporunavez.
Aquellanoche,mientrasasábamosmalvaviscosyescuchábamosdelabiosdeloshermanosStollunahistoriadefantasmassobreunreymalvadoquefuedevoradoporunospastelillosdemoníacos,Clarissemeempujópordetrásymesusurróaloído:
—Sóloporquetehayascomportadounavezcomoesdebido,novayasacreerqueyatehaslibradodeAres.Sigoesperandolaocasiónparapulverizarte.
Sonreídemalagana.—¿Quépasa?—preguntó.—Nada—dije—.¡Estanagradableestardevueltaencasa!
***
Alamañanasiguiente,unavezquelosponispartieronparaFlorida,Quirónhizoun anuncio sorprendente: las carreras de carros continuarían como estaba previsto.TraslamarchadeTántalo,todoscreíamosqueyaeranhistoria,peroafindecuentasparecíalógicovolveracelebrarlas,enespecialahoraqueQuirónhabíaregresadoyelcampamentoestabaasalvo.
ATysonno le entusiasmaba la idea de volver a subirse a un carro, después denuestra primera experiencia, de modo que le pareció estupendo que formáramosequipo con Annabeth. Yo conduciría, Annabeth combatiría y Tyson sería nuestromecánico.Mientrasyomecuidabadeloscaballos,TysonarreglóelcarrodeAteneayleintrodujounmontóndemodificaciones.
Pasamosdos días entrenándonos como locos.Annabeth y yo acordamosque sillegábamosaganar,elpremio,osea,lodelibrarsedelastareasdomésticasduranteelrestodelmes, lo repartiríamosentrenuestrasdoscabañas.ComoAtenea teníamáscampistas,ellossellevaríanlamayorpartedeesetiempolibre,algoquetampocomeimportaba.Amíelpremiometeníasincuidado.Yoloquequeríaeraganar.
Lanocheantesde lacarrera,mequedéhastamuy tardeen losestablos.Estabahablandoconnuestroscaballosydándolesunúltimocepillado,cuandoalguiendijoamisespaldas:
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—Estupendosanimales,loscaballos.Ojaláhubierapensadoenellos.Apoyadoen lapuertadelestablohabíaun tipodemediaedadconuniformede
cartero.Eradelgado,depelooscuroyrizadobajoelsalacotblancoyconunabolsadecorreoscolgadadelhombro.
—¿Hermes?—balbuceé.—Hola,Percy.¿Nomereconocíassinmiropadedeporte?—Bueno…—nosabíasidebíaarrodillarmeocomprarlesellosoqué.Yentonces
semeocurrióporquéestabaallí—.Oiga,señorHermes,encuantoaLuke…Elarqueólascejas.—Eh,lovimos,sí.Pero…—¿Nolograstemeterleunpocodesensatezenlamollera?—Bueno,estuvimosapuntodematarnosenundueloamuerte.—Yaveo.Intentasteunaaproximacióndiplomática.—Lo lamento de veras, quiero decir que usted nos hizo todos esos regalos
impresionantes y tal… Y ya sé que deseaba que Luke volviera al campamento,pero…lacuestiónesquesehavueltomalo,realmentemalo.Medijoquesientequeustedloabandonó.
Creí que Hermes se enfadaría, que me convertiría en un hámster o algo así,aunque, la verdad, no quería pasar más tiempo convertido en un roedor. Pero no:Hermesselimitóasuspirar.
—¿Hassentidoalgunavezquetupadretehabíaabandonado,Percy?Vayapregunta.«Sólo unos centenares de veces al día», tuve ganas de responder. No había
hablado con Poseidón desde el verano anterior y nunca había ido a su palaciosubmarino.Además,estabatodoelasuntoTyson:sinadvertencias,sinexplicaciones.Sólo…¡zas!,tienesunhermano.Unodiríaqueunacosaasímereceríaunallamaditadeavisooalgoporelestilo.
Cuanto más pensaba en ello, más furioso me ponía. Me di cuenta de que sídeseabaunreconocimientoporlamisiónquehabíacompletado,peronodelosdemáscampistas,queríaquemipadremedijesealgo,quemeprestaraunpocodeatención.
Hermesseacomodólabolsadecorreosenelhombro.—Percy,loqueresultamásdurocuandoeresundiosesqueamenudotienesque
actuardemodoindirecto,enespecialentodolorelacionadocontuspropioshijos.Sihubiésemosdeintervenircadavezquenuestroshijostuvieranunproblema…Bueno,esosóloserviríaparagenerarmásproblemasyrencores.Peroestoysegurodeque,silopiensasunpoco, tedaráscuentadequePoseidón sí tehaprestadoatención.Harespondido a tus oraciones. No me queda sino esperar que Luke algún día se décuentadeesomismorespectoamí.Tantosicreesqueloconseguistecomosino,lociertoesquelerecordasteaLukequiénes.Hablasteconél.
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—Tratédematarle.Hermesseencogiódehombros.—Las familias suelen ser un buen embrollo. Y Las familias inmortales, un
embrolloeterno.Aveces, lomejorquepodemoshaceres recordarnosunosaotrosqueestamosemparentados,parabienoparamal…ytratardereduciralmínimolasmutilacionesylasmatanzas.
Nosonabaprecisamentecomounarecetaparalafamiliaideal,ysinembargo,alrepasar mentalmente todami búsqueda, me di cuenta de que Hermes tenía razón.Poseidón había enviado a los hipocampos en nuestra ayuda, me había otorgadopoderessobreelmar,yencuantoaTyson,¿noseríaquePoseidónnoshabíareunidoapropósito?¿CuántasvecesmehabíasalvadoTysonlavidaaquelverano?
Sonólacaracolaalolejos,marcandoeltoquedequeda.—Tienes que irte a la cama—dijo Hermes—. Ya te he ayudado ameterte en
bastanteslíosesteverano;enrealidad,sóloveníaahacerestaentrega.—¿Unaentrega?—Soy elmensajero de los dioses, Percy.—Sacó una agenda electrónica de su
bolsaymelatendió.—Firmaaquí,porfavor.Tomé el lápiz sin darme cuenta de que tenía entrelazadas un par de diminutas
culebras.—¡Ay!—exclamé,soltandoellápizylaagenda.«¡Uf!»,dijoGeorge.«Laverdad,Percy—meregañóMartha—.¿Atitegustaríaquetetirasenalsuelo
enunestablo?»—Oh,perdón.—Nuncamehahechomuchagraciatocarserpientes,perorecogí
laagendayellápiz.MarthayGeorgeseretorcíanbajomisdedos.«¿Mehastraídounarata?»,preguntóGeorge.—No—dije—.Hummm…Noencontramosninguna.«¿Yunacobaya?»«¡George!—loreprendióMartha—.Noletomeselpeloalchico.»FirméyledevolvílaagendaaHermes.Acambio,élmeentregóunsobreazul.Metemblabanlosdedos.Inclusoantesdeabrirlo,yasabíaqueerademipadre.
Percibía su poder en el fresco papel azul, como si el sobre mismo hubiese sidofabricadoconunaoladelocéano.
—Buenasuertemañana—dijoHermes—.Tienesunosbuenoscaballos,aunque,simedisculpas,yoanimarélacabañadeHermes.
«Ynotedesanimescuandolaleas,querido—medijoMartha—.Élcuidadetusinteresesytellevaensucorazón.»
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—¿Quéquieresdecir?—pregunté.«No lehagas caso—dijoGeorge—.Y lapróximavez, recuerda: las serpientes
vivendelaspropinas.»—Yabasta—dijoHermes—.Adiós,Percy.Porelmomento.Brotaronunasalitasblancasdesusalacotyempezóa resplandecer.Yaconocía
bastantealosdiosesparasaberquedebíadesviarlamiradaantesdequeéladoptasesuverdaderaformadivina.Desaparecióconundeslumbrantefogonazoblancoymedejósoloconmiscaballos.
Miréelsobreazulqueteníaenlasmanos.Ladirecciónestabaescritaconlaletraenérgica pero elegante que ya había visto una vez, en un paquete que me habíaenviadoPoseidónelveranopasado.
PercyJacksonCampamentoMestizoFarmRoad3.141LongIsland,NuevaYork11954
Una carta de mi padre. Quizá me diría que había hecho un buen trabajorecuperandoelVellocinodeOro,otalvezmeexplicaríalodeTyson,osedisculparíapornohabersecomunicadoantes.Habíaunmontóndecosasquequeríaquedijeseaquellacarta.
Abríelsobreydespleguéelpapel.Unasolapalabrafigurabaenmitaddelapágina:
Prepárate
A lamañana siguiente, todoshablabande la carrera de carros, aunquemirabanconinquietudalcielocomosiesperasenqueaparecieraunabandadadepájarosdelEstínfalo.Noaparecióninguno.Eraunhermosodíadeverano,conelcieloazulyunsolresplandeciente.Elcampamentoempezabaarecuperarelaspectodesiempre:losprados,verdesyexuberantes;lasblancascolumnasdelosedificios,reluciendoalsol,ylasninfasdelbosquejugandoalegrementeentrelosárboles.
Yo,encambio,mesentíafatal.Mehabíapasadolanochedespierto,pensandoenlaadvertenciadePoseidón.
«Prepárate.»Esdecir:setomalamolestiadeescribirunacarta,¿yescribeunasolapalabra?Martha,laculebra,mehabíadichoquenomedesanimara.QuizáPoseidóntenía
motivosparasertanparco,quizánisiquieraélsabíasobrequémeestabaadvirtiendo,pero intuía que algo muy gordo estaba a punto de ocurrir: algo que me acabaríaarrollandoamenosqueestuviesepreparado.Noerafácil,perointentécentrartodos
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mispensamientosenlacarrera.MientrasAnnabethyyoguiábamosnuestroscaballoshacialapista,nopudedejar
de admirarme ante el trabajo que Tyson había hecho con el carro de Atenea. Lacarrocería, cubierta de refuerzos de bronce, estaba reluciente. Las ruedas contabancon una nueva suspensión mágica y no notábamos el menor traqueteo mientrasavanzábamos. Los aparejos estaban tan bien equilibrados que los dos caballosrespondíanalamenorseñaldelasriendas.
Tysonnoshabíafabricadotambiéndosjabalinas,cadaunacontresbotonesenelasta.Elprimerbotóndejabala jabalinalistaparaexplotaralprimerimpactoyparalanzarunalambredecuchillasqueseenredaríaenlasruedasdelcontrarioylasharíatrizas.Elsegundobotónhacíaaparecerenelextremodelajabalinaunapuntaroma(pero no menos dolorosa), diseñada para derribar de su carro al auriga. El tercerbotónaccionabaunganchodecombatequepodíaservirparaengancharsealcarrodelenemigooparamantenerloalejado.
Pensabaqueestábamosenbuena formapara lacarrera,peroTysonmeadvirtióque tuviera cuidado. Los otros equipos llevaban gran cantidad de trampas ocultasentrelastogas.
—Toma—medijoantesdeempezarlacarrera.Ymeentregóunrelojdepulseraquenoparecíatenernadadeespecial:sólounaesferablancayplateadayunacorreade cuero negro. Pero almirarlome di cuenta de que aquél era el artilugio en quehabíapasadotrabajandotodoelverano.
Normalmente,nomegusta llevar reloj. ¿Quémásda lahora?PeroaTysonnopodíarechazárselo.
—Muchas gracias, hombre. —Me lo puse y noté que era sorprendentementeligeroymuycómodo.Apenasmedabacuentadequelollevabapuesto.
—No pude terminarlo a tiempo para el viaje—musitó Tyson—. Lo siento, losiento.
—Eh,Tyson,quenopasanada.—Sinecesitasproteccióndurantelacarrera,aprietaelbotón.—Deacuerdo.—Noveíadequémeibaaservircronometrar lacarrera,peroel
interésdeTysonmeconmovió.Leprometíquelotendríapresente—.Oye,Tyson…Élmemiró.—Queríadecirte…—Intentéencontrarunamaneradedisculparmeporhaberme
avergonzadodeélalprincipio,pordecirleatodoelmundoquenoeramihermanodeverdad.Noerafácildarconlaspalabrasapropiadas.
—Ya sé lo que me vas a decir —dijo él, avergonzado—. Que Poseidón sepreocupópormí,alfinyalcabo.
—Bueno…—Teenvióparaayudarme.Justoloquelehabíapedido.
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Parpadeé.—¿Lepedistequemeenviaseaayudarte?—Quemeenviaraunamigo—dijoTyson,retorciendosucamisaconlasmanos
—.Loscíclopesjóvenescrecensolosenlacalle,poresoaprendenahacercosasconchatarra,aprendenasobrevivir.
—¡Esunagrancrueldad!Tysonmeneólacabezaconseriedad.—No.Hacequeapreciemosmáscualquierbendición,yquenoseamosglotones,
mezquinosygordos comoPolifemo,peroyomeasusté.Losmonstruosmehabíanperseguidotanto…meclavaronsusgarrastantasveces…
—¿Esascicatricesdelaespalda?Selesaltóunalágrima.—FuelaEsfinge,enlacalleSetentaydos.Unaabusonaterrible.Yorecéapapá
para que me ayudase, y muy pronto la gente de la Escuela Meriwether vino abuscarme,yteconocí.Esafuelamayorbendición.SientohaberdichoquePoseidóneramalo;élmeenvióunhermano.
MiréelrelojqueTysonmehabíahecho.—¡Percy!—gritóAnnabeth—.¡Vamos!Quirónyaestabaenlalíneadesalida,listoparahacersonarlacaracola.—Tyson…—dije.—Ve—dijoél—.¡Ganaréis!—Yo…Sí, de acuerdo, grandullón.Ganaremos en tu honor.—Subí al carro y
tuveeltiempojustoparasituarmeenlalíneadesalidaantesdequeQuiróndieselaseñal.
Los caballos sabían lo que tenían que hacer. Salimos disparados por la pista atantavelocidadquemehabríacaídoalsuelosinohubiesetenidolasriendasdecueroenrolladasenlosbrazos.Annabethseagarrabaconfuerzadelabarandilla.Lasruedasgiraban maravillosamente. Dimos el primer giro con una buena ventaja sobreClarisse, que estaba ocupada intentando zafarse del ataque con jabalinas de loshermanosStoll,delacabañadeHermes.
—¡Yalostenemos!—aullé.Peromeprecipitabaunpoco.—¡Quevienen!—aullóAnnabeth.Ylanzósuprimerajabalina,enlamodalidad
«gancho de combate», librándonos de una red lastrada con plomos que nos habríaatrapado.ElcarrodeApolosehabíasituadoanuestrolado.AntesdequeAnnabethpudieraarmarsedenuevo,elguerrerodeApolo lanzóuna jabalinaanuestra ruedaderecha.Lajabalinaacabóhechaañicos,peronosinantesdestrozarnosunoscuantosradios.Nuestrocarrodiounbandazoyse tambaleó.Estabasegurodeque la ruedaacabaríaaplastándose,peroentretantoseguimosadelante.
Azucéloscaballosparaquemantuvieranlavelocidad.Ahoraestábamosalapar
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con los de Apolo. Hefesto nos seguía de cerca, Ares y Hermes se iban quedandoatrás,elunojuntoalotro,conClarisseyConnorStollenzarzadosenuncombatedeespadacontrajabalina.
Sabíaquebastaríaotrogolpeenlaruedaparaquevolcáramos.—¡Ya os tenemos! —chilló el auriga de Apolo. Era un campista novato, de
primeraño.Norecordabasunombre,peroparecíamuysegurodesímismo.—¡Esotecreestú!—gritóAnnabeth.Echómanodesusegundajabalina—locualeraasumirungranriesgo,puesaún
nosquedabaunavueltaentera—yselaarrojóalaurigadeApolo.Tenía unapuntería perfecta.La jabalina le dio en el pecho, lo derribó sobre su
compañero y, finalmente, los dos se cayeron del carro con un salto mortal deespaldas.Alnotarqueseaflojabanlasriendas,loscaballosenloquecieronycorrieronhacia los espectadores, que se apresuraron a trepar hacia arriba para ponerse acubierto.Losdoscaballossaltaronporunextremodelasgradasyacabaronvolcandoelcarrodorado;luegogaloparonhaciasuestablo,arrastrándoloconlasruedasalaire.
Conseguíqueelnuestrosaliera ilesodelsegundogiro,pesea loscrujidosdelarueda derecha.Cruzamos la línea de salida y nos lanzamos tronando hacia nuestraúltimavuelta.
El eje chirriabaygemía.La rueda tambaleantenoshacíaperdervelocidad, pormuchoque los caballos respondieranamisórdenesy corrierancomounamáquinabienengrasada.
ElcarrodeHefestonosibaganandoterreno.Beckendorfsonriómaliciosomientraspulsabaunbotóndesuconsolademandos.
Unos cables de acero salieron disparados de la parte frontal de sus caballosmecánicosysenosenredaronenlabarandillatrasera.Nuestrocarroseestremecióencuantoel tornoquecontrolaba loscablesempezóagirar, tirandodenosotroshaciaatrásmientrasBeckendorfaprovechabaparatomarimpulso.
Annabethsoltóunamaldiciónysacósucuchillo.Tratódecortarloscables,peroerandemasiadogruesos.
—¡Nopuedocortarlos!—gritó.AhorateníamosalcarrodeHefestopeligrosamentecercaysuscaballosestabana
puntodepisotearnos.—¡Cámbiameelsitio!—ledijeaAnnabeth—.¡Tomalasriendas!—Pero…—¡Confíaenmí!Vinoalapartedelanterayagarrólasriendas.Yomevolví,tratandodemantener
elequilibrio,ydestapéaContracorriente.Bastóunmandobleparaqueloscablessepartierancomoelhilodeunacometa.
Nos despegamos de ellos con una sacudida hacia delante, pero el conductor viró
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hacialaizquierdaysecolocóanuestrolado.BeckendorfdesenfundósuespadaylelanzóuntajoaAnnabeth;logrépararelgolpeydesviarlo.
Estábamosllegandoalúltimogiro.Noíbamosaconseguirlo.Teníaqueinutilizarel carro de Hefesto y sacarlo de en medio, pero también tenía que proteger aAnnabeth. Aunque Beckendorf fuese un buen tipo, eso no significaba que noestuviesedispuestoamandarnosalaenfermeríasibajábamoslaguardia.
Ahoraestábamosalapar.Clarisseseacercabadesdeatrásytratabaderecuperareltiempoperdido.
—¡Hasta la vista, Percy! —chilló Beckendorf—. ¡Ahí va un regalito dedespedida!
Arrojó a nuestro carro una bolsa de cuero. En cuanto tocó el suelo, empezó adesprenderunhumoverde.
—¡Fuegogriego!—gritóAnnabeth.Soltéun juramento.Habíaoídohablarde losefectosdel fuegogriegoysupuse
quenosquedabanunosdiezsegundosantesdequeexplotara.—¡Sácalodeahí!—megritóAnnabeth,peroeramásfácildecirloquehacerlo.ElcarrodeHefestoseguíapegadoalnuestro,esperandohastaelúltimoinstante
para asegurarse de que su regalito estallaba. Y Beckendorf me mantenía muyocupadoconsuespada.Sibajabalaguardiaparadeshacermedelfuegogriego,seríaAnnabethlaqueresultaríaheridaynosestrellaríamosigualmente.Intentédarleunapatadaalabolsadecuero,peronololograba.Parecíapegadaalsuelo.
Entoncesmeacordédelreloj.No sabíamuy bien cómo podría ayudarme, perome las arreglé para apretar el
botón del cronómetro. El reloj se transformó en el acto. Empezó a expandirserápidamente, con el borde metálico girando en espiral como el obturador de unacámaraantigua.Unacorreadecueromeenvolvióelantebrazoalmismotiempo.Yderepentemeencontrésosteniendounescudoredondodemásdeunmetrodediámetro.Pordentroeradecuero;porfueradebroncepulido,condibujosgrabadosquenotuvetiempodeexaminar.
Tyson se había superado a símismo.Alcé el escudo: la espada deBeckendorfrepicósobreélcomounacampanaysehizoañicos.
—¿Quédem…?—gritó—.¿Cómo…?Notuvotiempodedecirmásporqueleaticéenelpechoconelescudoylomandé
fueradelcarro.Loperdídevistamientrasdabavolteretasporelbarro.EstabaapuntodelanzarleuntajoalaurigacuandoAnnabethmegritó:—¡Percy!Elfuegogriegohabíaempezadoachisporrotear.Metílapuntadelaespadabajo
la bolsa de cuero y la levanté de golpe como si fuera una espátula.La bolsa saliódisparada por el aire y acabó a los pies del conductor de Hefesto, que empezó a
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chillar.Enunafraccióndesegundotomóladecisióncorrecta,osea,saltódelcarro,que
se fue escorando y explotó entre un surtidor de llamas verdosas. Los caballosmetálicos parecieron sufrir un cortocircuito. Dieronmedia vuelta y arrastraron losrestosdelcarroardiendohaciaClarisseyloshermanosStoll,quesevieronobligadosavirarbruscamenteparaesquivarlo.
Annabeth mantuvo bien sujetas las riendas para tomar la última curva. Yocontuve la respiración, convencido de que acabaríamos volcando, pero ella se lasarregló para superar el giro y espoleó a los caballos hasta la línea de meta. Lamultitudestallóenungrangriterío.
Cuando nos detuvimos por fin, todos nuestros amigos se agolparon a nuestroalrededor.Empezaronacorearnuestrosnombres,peroAnnabethgritóaúnconmásfuerza:
—¡Unmomento!¡Escuchad!¡Nohemossidosólonosotros!Lamultitudnodejabadegritar,peroAnnabethselasarreglóparahacerseoír:—¡No lo habríamos conseguido sin la ayuda de otra persona! ¡Sin ella no
habríamos ganado esta carrera, ni recuperado el Vellocino de Oro, ni salvado aGrover,ninada!¡LedebemosnuestrasvidasaTyson!
—¡Amihermano!—dijeavozencuello,paraquetodospudiesenoírme—.¡Amihermanopequeño!
Tysonsesonrojóhastalasorejas.Lagenteestallóenvítores.Annabethmediounbesoen lamejilla,despuésde locualel rugidode lamultitudaumentóbastantedevolumen.LacabañaenteradeAteneanossubióahombrosaAnnabeth,aTysonyamí,ynosllevóhastalaplataformadelosvencedores,dondeQuirónaguardabaparaentregarnosnuestrascoronasdelaurel.
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CAPÍTULO20
Lamagiadelvellocinofuncionademasiadobien
Aquellatardefueunadelasmásfelicesquehabíapasadoenelcampamento,locualquizá sirva para demostrar que nunca puedes saber cuándo todo tumundo se va adesmoronarenpedazos.
Groveranuncióquepasaríaelrestodelveranoconnosotrosantesdereanudarlabúsqueda de Pan. Tan impresionados tenía a sus jefes del Consejo de los SabiosUngulados, por no haberse dejado matar y por haber allanado el camino de losfuturosbuscadores,queleconcedieronunpermisodedosmesesyunjuegonuevodeflautas de junco. La únicamala noticia era queGrover insistía en pasar las tardestocando con aquellas flautas, porque sus dotes musicales no es que hubieranmejoradomucho,laverdad.InterpretabaunaviejacancióndeVillagePeopletituladaYMCA junto a los campos de fresas, y las plantas parecían enloquecer y se nosenredaban en los pies como si quisieran estrangularnos. Supongo que no podíaculparlasporello.
Grover me dijo que, ahora que estábamos frente a frente, podía disolver laconexiónporempatíaquehabíaestablecidoentrenosotros,peroyolecontestéque,pormí,podíamantenerla.Éldejósuflautaymemirófijamentealosojos.
—¡Simemetootravezenunaprietocorreráspeligro,Percy!¡Podríasmorir!—Si temetes enun aprietootra vez, prefiero saberlo.Y saldrédenuevo en tu
ayuda,hombrecabra.Nopodríahacerotracosa.Alfinal,accedióanoromperelvínculo.YvolvióalacargaconYMCA.Nome
hacíafaltaunaconexiónporempatíaconlasplantasparasabercómosesentían.
***
Mástarde,durantelaclasedetiroconarco,QuirónmellevóaparteymedijoquehabíaarregladomisproblemasconlaEscuelaPreparatoriaMeriwether.Ahorayanomeacusabandedestruirelgimnasioylapolicíanoseguíabuscándome.
—¿Cómolohasconseguido?—pregunté.Susojosseiluminaron.—Me limité a sugerirles que lo que habían visto aquel día era otra cosa, la
explosióndeunhorno,enrealidad,yquetúnohabíastenidoningunaculpa.—¿Yellosselotragaron?
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—Manipulé un poco la niebla.Algún día, cuando estés preparado, te enseñarécómosehace.
—¿MeestásdiciendoquepuedovolveraMeriwetherelañoqueviene?Quirónarqueólascejas.—Oh, no. Estás expulsado igualmente. Tu director, el señor Bonsái, dijo que
tienes…¿cómoera?,unkarma,sí,unkarmapocomodernoqueperturbalaatmósferaeducativadelaescuela.Perobueno,almenosyanotienesproblemaslegales,locualhasidounalivioparatumadre.Ah,yhablandodetumadre…
Sacódesucarcajelteléfonomóvilymelotendió.—Yaeshoradequelallames.
***
Lopeorfueelprincipio:«PercyJackson…Enquéestabaspensando…¿Tehacesunaideadelopreocupada…?Escapartesinpermisodelcampamento…Unamisiónpeligrosísima…Aquímuertademiedo…»Todaesaparte.
Perofinalmentehizounapausaparatomaralientoydijo:—¡Oh,Percy,cómomealegrodequeestésasalvo!Esoeslobuenodemimadre,quenoconsigueestarenfadadamuchotiempo;lo
intenta,peroesevidentequenolollevaenlasangre.—Losiento,mamá—ledije—.Novolveréadartemássustos.—Noseteocurraprometérmelo,Percy.Sabesbienqueestonohahechomásque
empezar.Hizo loposibleparadecirlo enplan informal,peromedi cuentadequeestaba
asustada.Mehabríagustadodecirlealgoparaquesesintieramejor,perosabíaqueellateníarazón.Siendounmestizo,nopararíadedarlesustosacadacosaquehiciera.Yamedidaquecreciese,lospeligrosseríantodavíamayores.
—Iréacasaunosdías—lepropuse.—No, no.Quédate en el campamento.Entrénate.Haz lo que tengas que hacer.
Pero¿vendrásacasaparaelpróximocurso?—Sí,porsupuesto.Bueno,sialgunaescuelameacepta.—Algunaencontraremos,cariño—dijoellasuspirando—.Algunadondenonos
conozcanaún.
***
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EncuantoaTyson, loscampistas lo tratabancomoaunhéroe.Amímehabríaencantado tenerlo siempre como compañero de cabaña, pero aquella tarde, cuandonossentamosenunadunadesdelaquesedominabaLongIslandSound,medijoalgoquemepillódesprevenido:
—Papámeenvióunsueñoanoche.Quierequevayaaverlo.Penséquemetomabaelpelo,peroTysonnosabíatomarelpelo.—¿Poseidónteenvióunmensajeensueños?Elasintió.—Quiere que pase el resto del verano en el fondo del océano, que aprenda a
trabajarenlasfraguasdeloscíclopes.Éllollamauninter…uninter…—¿Uninternado?—Eso.Necesitéunmomentoparaasimilarlo.Reconozcoquemesentíunpococeloso;a
míPoseidónnuncamehabíainvitadoalmundosubmarino.Peroluegopensé:¿Tysonsemarcha?¿Asícomoasí?
—¿Cuándotevas?—lepregunté.—Ahora.—¿Ahora—ahora?—Ahora.Miré las olas de Long Island Sound. El agua se teñía de rojo con la luz del
crepúsculo.—Mealegroporti,grandullón—conseguídecir—.Enserio.—Esdurodejaraminuevohermano.—Lavozletemblaba—.Peroquierohacer
cosas,armasparaelcampamento;lasnecesitarás.Por desgracia, tenía razón. El Vellocino de Oro no había solventado todos los
problemasdelcampamento.Lukeseguíaporahí, reuniendounejércitoabordodelPrincesa Andrómeda, y Cronos continuaba regenerándose en su ataúd de oro. Alfinal,tendríamosquecombatirconellos.
—Haráslasmejoresarmasdelmundo—ledije,mostrandoorgullosomireloj—.Yapuestoaquedaránlahoraexacta,además.
Tysonsesorbiólanariz.—Loshermanoshandeayudarseentreellos.—Ytúeresmihermano—dije—.Nohayningunaduda.Mediounaspalmaditasenlaespaldacontantafuerzaqueporpocoechéarodar
porlapendiente;luegosesecóunalágrimadelamejillaysepusoenpie.—Usaelescudo.—Asíloharé,grandullón.—Algúndíatesalvarálavida.Sumododedecirlo,comounhechoincuestionable,hizoquemepreguntarasiel
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ojodeuncíclopetendríalacapacidaddeverelfuturo.Sedirigióhacialaplayaydiounsilbido.Rainbow,elhipocampo,surgióentrelas
olasyenseguidalosvialejarsehaciaelreinodePoseidón.Una vez a solas, miré otra vez mi nuevo reloj. Pulsé el botón y el escudo se
desplegóenespiralhastaadquirirsutamañocompleto.Sobrelasuperficiedebroncehabíadibujosgrabadosalantiguoestilogriego,conescenasdenuestrasaventurasdeaquel verano: Annabeth, matando a uno de los lestrigones que jugaban al balónprisionero; yo, luchando con los toros de bronce en la colina Mestiza; Tyson,cabalgando con Rainbow hacia el Princesa Andrómeda. También aparecía elCSSBirmingham disparando sus cañones aCaribdis.Deslicé lamano por un dibujo deTyson en el que aparecía combatiendo con la hidra mientras sostenía una caja deDónutsMonstruo.
Nopudeevitarlatristeza.Tysonibaapasárseloengrandebajoelocéano,peroyoloecharíademenosporunmontónderazones,comolafascinaciónquesentíaporloscaballos, o su destreza para arreglar carros y moldear el metal con las manosdesnudas,osuhabilidadparaagarraraunpardemalvadosyhacerunnudoconellos.Inclusoecharíademenossusronquidos,queerancomotenerunterremotoenlaliteradeallado.
—Eh,Percy.Mevolví.Annabeth y Grover aparecieron en lo alto de la duna. Supongo que me había
entradounpocodearenaenlosojos,porquemepuseapestañearcomounloco.—Tyson…hatenidoque…—dije.—Yalosabemos—repusoAnnabethenvozbaja—.NoslohadichoQuirón.—Lasfraguasdeloscíclopes.—Groverseestremeció—.¡Mehandichoquela
comidadelacafeteríaeshorrible!¡Nohayenchiladas,porejemplo!Annabethmetendióunamano.—Venga,sesosdealga.Eshoradecenar.Regresamos hacia el pabellón del comedor; los tres juntos, como en los viejos
tiempos.
***
Aquellanochesedesatóunatormentatremenda,aunquediounrodeoentornoalCampamentoMestizo,comosiemprehacíanlastormentas.Losrelámpagosrasgabanelhorizonteylasolasarreciabanenlaplaya,peronocayóunasolagotadeaguaentodo el valle.Estábamosotra vez protegidos, gracias alVellocino deOro; aisladosdentrodenuestrasfronterasmágicas.
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Aunasí,missueñosfueronagitados.PrimerooíaCronosmofándosedemídesdelasprofundidadesdelTártaro:«Polifemosigueciegoensucueva,jovenhéroe,peroconvencidodequehaobtenidounagranvictoria.¿Notedaquepensar?»
Larisagélidadeltitáninundólaoscuridad.Luegoelsueñocambió.YoseguíaaTysonhastaelfondodelmaryllegabaala
cortedePoseidón.Eraunasalaradianteinundadadeluzazulyconelsuelocubiertodeperlas.Allí, sentado enun tronode coral, se hallabamipadrevestido comounsimplepescador,conpantalonescortoscaquiyunacamisetadesteñida.Mirésurostrobronceado y curtido, sus profundos ojos azules, y él dijo una sola palabra:«Prepárate.»
Medespertéconunsobresalto.OíungolpeenlapuertayGroverentrósinesperarrespuesta.—¡Percy!—balbuceó—.Annabeth…enlacolina…La expresión de sus ojos me decía que algo iba espantosamente mal. Aquella
nocheAnnabethteníaturnodeguardiaparaprotegerelvellocino.Sihabíaocurridoalgo…
Apartélacolchadegolpe.Lasangresemehabíaheladoenlasvenas.MepusealgoderopaencimamientrasGroverintentabapronunciarunafrasecompleta.Peroestabademasiadoestupefactoynoconseguíarecuperarelaliento.
—Estáallítendida…tendida…SalídelacabañacorriendoycrucéelpatiocentralseguidodeGrover.Acababa
de romper el alba, pero el campamento entero parecía en movimiento. Estabacorriendo la voz; tenía que haber sucedido algo tremendo. Algunos campistas sedirigíanhacia lacolina,enundesfilede sátiros,ninfasyhéroesque formabanunaextrañacombinacióndearmadurasypijamas.
Oí un ruido de cascos y aparecióQuirón al galope, con una expresión lúgubrepintadaenlacara.
—¿Escierto?—lepreguntóaGrover.Elselimitóaasentirconaireaturdido.Iba a preguntar qué ocurría, pero Quirón me tomó del brazo y sin esfuerzo
aparentemeizódelsueloymedepositóensulomo.Galopamoshacialacimadelacolina,dondeyasehabíareunidounapequeñamultitud.
Esperabadescubrirqueelvellocinohabíadesaparecidodelárbol,perono:seveíadesdelejos,refulgiendoconlasprimeraslucesdelalba.Latormentahabíaamainadoyelcieloestabarojo.
—Malditoseaelseñordelostitanes—dijoQuirón—.Noshaengañadootravezysehabrindadoasímismootraoportunidaddecontrolarlaprofecía.
—¿Quéquieresdecir?—pregunté.—ElVellocinodeOrohafuncionadodemasiadobien—dijo.
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Seguimos galopando.Todos se apartaban a nuestro paso.Allí, al pie del árbol,yacía una chica inconsciente; arrodillada junto a ella, había otra chica con unaarmaduragriega.
Lasangremeretumbabaenlosoídos.Nolograbapensarconcoherencia.¿HabíanatacadoaAnnabeth?¿Ycómoesqueseguíaallíelvellocino?
El árbol estaba en perfectas condiciones, intacto y saludable, embebido de laesenciadelVellocinodeOro.
—Ha curado al árbol—dijo Quirón, con la voz quebrada—. Y no sólo le hahechoexpulsarelveneno.
EntoncesmedicuentadequenoeraAnnabethlaqueestabatendidaenelsuelo.Ellaera laquellevabalaarmadura, laquesehabíaarrodilladojuntoa lachica.Encuantonosvio,AnnabethcorrióhaciaQuirón.
—Esella…derepente…Tenía los ojos anegados en lágrimas, pero yo aún no comprendía nada. Estaba
demasiadoalucinadoparacomprenderelsentidodetodoaquello.SaltédellomodeQuirónycorríhacialachicadesmayada.
—¡Espera,Percy!—gritóQuirón.Mearrodilléasulado.Teníaelpelocortoyoscuro,ypecasportodalanariz;era
de complexión ágil y fuerte, como una corredora de fondo, y llevaba una ropa amedio camino entre el punk y el estilo gótico: camiseta negra, vaqueros negrosandrajososyunachaquetadecueroconchapasdegruposmusicalesde losquenohabíaoídohablarenmivida.
No era una campista, no la identificaba con ninguna de las cabañas. Y sinembargo,teníalaextrañasensacióndehaberlavistoantes.
—Escierto—dijoGrover,jadeandoaúnporlacarreracolinaarriba—.Nopuedocreer…
Nadiemásseacercabaalachica.Lepuseunamanoenlafrente.Teníalapielfría,perolapuntadelosdedosme
hormigueabancomosisemeestuviesenquemando.—Necesitanéctaryambrosía—dije.Campistaono,eraunamestizasinlugara
dudas; lo percibí con sólo tocarla. No entendía por qué todo elmundo estaba tanaterrorizado.
Latomépor loshombrosy la levantéhastasentarla,apoyandosucabezaenmihombro.
—¡Venga! —grité a los demás—. ¿Qué os pasa? Vamos a llevarla a la CasaGrande.
Nadiesemovía,nisiquieraQuirón.Estabanabsolutamenteatónitos.Entonceslachicatomóaireconunaespeciedetemblor.Luegotosióyabriólos
ojos.
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Teníaelirisdeunazulasombroso:azuleléctrico.Memiródesconcertada.Tiritabayteníaunaexpresiónenloquecida.—¿Quién…?—MellamoPercy—dije—.Estásasalvo.—Elsueñomásextraño…—Todovabien.—Morir.—No—leaseguré—.Estásbien.¿Cómotellamas?Yentonceslosupe.Inclusoantesdequelodijera.Sus ojos azules se clavaron en los míos y en aquel momento comprendí el
verdadero sentido de la búsqueda del Vellocino de Oro, del envenenamiento delárbol, de todo aquello. Cronos lo había hecho para poner en juego otra pieza deajedrez,paradarse«otraoportunidaddecontrolarlaprofecía».
Incluso Quirón, Annabeth y Grover, que deberían haber celebrado aquelmomento,estabandemasiadotrastornadospensandoenlasimplicacionesquepodríatenerenelfuturo.Yyomismososteníaaunachicadestinadaasermimejoramiga,oacasomipeorenemiga.
—MellamoThalia—dijo—.HijadeZeus.
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Agradecimientos
Muchasgraciasamisjóvenes«experimentadores»GeoffreyColeyTravisStoll,porleer el manuscrito y hacerme interesantes sugerencias; a Egbert Bakker, de laUniversidad de Yale, por su ayuda con el griego antiguo; a Nancy Gallt por susolventetrabajocomorepresentante;amieditoraJenniferBesserporsusconsejosysu perseverancia; a los estudiantes de lasmuchas escuelas que he visitado, por suapoyo entusiasta; y, por supuesto, a Becky, Haley y Patrick Riordan, que hacenposiblesmisexcursionesalCampamentoMestizo.
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