!Cambio Radical! - Luigi Garlando

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JUVENIL

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Los Cebolletas han terminado sucampeonato y esperan ansiosos laliga regional. Pero para cumplir estesueño tendrán que fusionarse conotro equipo… Y el míster GastonChampignon ya ha decidido concuál: sus eternos adversarios, losTiburones Azules. La noticia causapánico entre Tomi y sus amigos:¿será el fin del equipo o elnacimiento de una nueva y mejorformación?

Luigi Garlando

¡Cambio radical!¡Gol! - 21

ePub r1.0Titivillus 02.07.15

Título original: Cambia tutto!Luigi Garlando, 2011Traducción: Santiago Jordán SempereIlustraciones: Marco GentiliniDiseño de cubierta: Stefano Turconi

Editor digital: TitivillusePub base r1.2

A los jugadores abucheados

Querido Ceboamigo, ¿te acuerdas decómo nos habíamos quedado en elúltimo volumen?

Con la boca abierta, ni más nimenos…

Durante la fiesta en el Pétalos a laCazuela para celebrar la primera ligaentre equipos de once jugadores ganadapor los Cebolletas, Gaston Champignon

había hecho una propuesta inesperada,que había dejado atónitos a todos,incluidos Charli y los muchachos de losTiburones Azzules, invitados a la cena.

Ahora puedo revelarte por fin de quése trataba. Agárrate fuerte porque es unanoticia bomba…

¡El cocinero-entrenador propuso quelos Cebolletas se fundieran en un soloequipo con los Tiburones Azzules!

Sí, has leído bien, un solo equipoformado por los amigos de Tomi y losde Pedro, para que puedan competir conmayores posibilidades y ambición en eltorneo autonómico que los Cebolletastienen derecho a disputar tras haberganado la liga.

Como puedes imaginar, la propuestamotivó reacciones y comentarios entrelos chicos, que han tenido todo el veranopara reflexionar sobre el tema. Ahoralas vacaciones han acabado y losCebolletas han vuelto a Madrid,dispuestos a reiniciar losentrenamientos. Se acerca el momentode la decisión: ¿formar un superequipocon los Zetas o participar solos en laliga autonómica?

En espera de la respuesta, losCebolletas vuelven al trabajo en elcampo de la parroquia de San Antoniode la Florida. Con Zetas o sin ellos,tendrán que disputar un torneo muycomplejo, porque se enfrentarán a los

mejores equipos de la Comunidad deMadrid, así que les conviene empezar aentrenar con ganas.

Naturalmente, en el vestuario no sehabla solo de la fusión, porque losmuchachos acaban de volver de lasvacaciones y tienen muchas cosas quecontarse.

Bruno, por ejemplo, muestra a suscompañeros las fotografías de suespléndido viaje a Sudáfrica, un paísideal para un apasionado de lanaturaleza y los animales como él.

—¡Pero si es una ballena! —saltaNico.

—En efecto —confirma Bruno,enseñando a los demás amigos la imagen

del enorme cetáceo que emerge delagua.

—¿Cómo has conseguido sacar unafoto de tan cerca? —pregunta Elviraque, como sabes, adora la fotografía.

—Estábamos en un pueblecito de lacosta de Sudáfrica, donde organizanexcursiones en pequeñas barcas para verballenas —explica el centrocampista—.A veces aparecían a menos de cincuentametros de distancia…

—¿Y no te dio miedo? —preguntaSara.

—Más miedo da Fidu cuando salede la portería… —interviene Aquiles.

Se oye una gran carcajada.—Fidu volvió ayer de la playa —

anuncia Tomi—. Tino, que lo ha visto,me ha dicho que no está en su pesoideal… Tengo la impresión de que se hapasado las vacaciones metido en lanevera de los helados.

Bruno enseña más fotosespectaculares, que asombran a suscompañeros de equipo.

—¡Un león! —exclama Pavel—.Qué maravilla…

—Aquí estamos en el parque Kruger,uno de los parques naturales más bonitosdel mundo —cuenta Bruno—. ¡Conseguíver a los Big Five!

—¿Y eso qué es? —inquiereAquiles—. ¿Un grupo de rock?

—Qué va —le responde Nico, el

lumbrera—, los Big Five son los CincoGrandes, es decir: el león, el leopardo,el búfalo, el elefante y el rinoceronte.Los cazadores los bautizaron así porqueson los animales más difíciles decapturar y, por lo tanto, también lostrofeos más deseados.

—No me digas que los has visto tande cerca como las ballenas… —comenta Lara.

—Los leones y los leopardos losvimos de lejos, con prismáticos —cuenta Bruno—. Para conseguirlo nostuvimos que despertar al amanecer ycaminar más de dos horas detrás de unguía armado con un fusil, que nos repetíasin cesar que no hiciéramos ruido y

avanzáramos en fila india. Tengo quereconocer que no estaba del todotranquilo…

—Yo tampoco lo habría estado —reconoce Becan—. Ver a un león asomarpor detrás de un arbusto no es lo mismoque ver al gato Cazo en su olla…

—En cambio, los elefantes,rinocerontes y búfalos los vimos decerca —continúa Bruno—. Atravesaronel camino justo en el momento en quellegábamos con el jeep. Nos paramoscomo si estuviéramos delante de unsemáforo y ellos pasaron por delantecon toda la tranquilidad del mundo.¿Habéis visto qué fotos?

João estudia el cuerno de un

rinoceronte en primer plano y se rasca lacabeza, pensativo.

—A este tipo ya lo he visto antes…¡Ah, claro! ¡Es Vlado, el rinoceronte delos Zetas!

—Te equivocas —le corrige Dani—. Míralo mejor, ¡es César!

Los Cebolletas vuelven a soltar unarisotada.

Cuando se callan todos, se hace enel vestuario un silencio embarazoso. Elcomentario de João ha recordado atodos el problema de la fusión, peronadie se atreve a ser el primero enabordar el tema.

Al final lo hace el capitán.—¿Qué os parece la idea de

Champignon, colegas?—A mí, para empezar no me gusta la

idea de tener a un rinoceronte en elequipo —salta João.

—A mí tampoco —coincideAquiles.

Nico no comparte su opinión.—En cambio, yo creo que

comprendo las razones de la propuestadel míster.

—¿Que son…? —le apremia Julio.—Creo que a Champignon no le

gustaron los días previos a la finalísimacontra los Zetas. ¿Os acordáis de todaslas bromas de mal gusto que nosgastamos? —pregunta el número 10—.El tendido eléctrico saboteado, el polvo

pica pica, los globos de tinta lanzados ala piscina, el estadio inundado…Seguramente nos pasamos de la raya.

—¡Fueron ellos los que se pasaronde la raya! —se defiende João.

—Es verdad que se portaron comounos impresentables —prosigue Nico—,pero eso no es lo que importa. Creo queChampignon quiere formar un soloequipo justamente para acabar connuestra rivalidad con los Tiburones, quese estaba volviendo algo peligrosa.¿Estáis de acuerdo?

—Sí, creo que tienes razón —coincide Tomi.

—A mí, en cambio, no me parecejusto que ellos participen en la liga

autonómica, porque ese privilegio nos lohemos ganado nosotros en el campo,haciéndonos con el torneo de la ciudadde Madrid —observa Rafa.

—¡Totalmente de acuerdo con elNiño! —exclama Aquiles—. No es justosobre todo porque han jugado sucio yhan hecho todo lo que se les ha ocurridopara que perdiéramos. ¿Habéis olvidadoque Vlado le aplastó el pie a Tomi? ¿Ycomo premio le vamos a dar la camisetade los Cebolletas?

—A lo mejor con la camiseta de losCebolletas aprende a jugardeportivamente —apunta Nico.

—No tengo grandes esperanzas… —comenta Dani—. Los rinocerontes no

suelen convertirse en corderitos.—Aunque es verdad que con el

refuerzo de los Zetas tendríamos unequipazo, como los que nosencontraremos en la liga autonómica.Imaginaos contar con un delantero tanrápido como Diouff y un centrocampistade la clase de Ángel… —observa Sara.

—Ya sé cuánto te gustaría que tunovio Ángel jugara contigo… —rebatecomo un rayo João.

Los Cebolletas ríen entre dientes,mientras la gemela fulmina con lamirada al brasileño.

—¡Te podías haber ahorrado esatontería!

João da un paso atrás, fingiendo

estar aterrado.—¡Vaya, qué ojos de tigresa, Sara!

Me parece que te tendrían que incluirentre los Big Five…

Los chicos ríen por fin con ganas,incluida Sara, que no logra conservar laseriedad después de la ocurrencia delextremo izquierdo.

Tomi zanja la discusión.—Bueno, ya tendremos tiempo para

hablar de la fusión. Ahora vamos aentrenar. Con o sin los Zetas, lasituación es la misma: tenemos pordelante un campeonato durísimo conequipos que serán sin duda mejores quelos que hemos conocido hasta ahora. Sino nos preparamos bien, nos exponemos

a hacer el ridículo cada semana…Los Cebolletas salen al campo de la

parroquia de San Antonio de la Florida.—No me extrañaría que nos

esperara un entrenamiento agotador —comenta Becan.

—Es probable —coincide João,resignado—. Los primerosentrenamientos de la temporada siempreson los peores. Los entrenadores tehacen correr un montón y no te dejan verel balón. A los brasileños nos gustacorrer tanto como a los madrileños elBarça…

—En ese caso me siento másbrasileño que albanés —suelta Becan,sonriente.

João tiene razón: los primerosentrenamientos de la temporada sonsiempre agotadores, porque es entoncescuando los futbolistas llenan el depósitode gasolina, es decir, corren mucho paraagrandar su capacidad pulmonar, queluego aprovecharán durante el torneo, yse someten a duros ejercicios parareforzar los músculos de las piernas.

Pero João olvida que GastonChampignon no es un entrenador comolos demás…

Para el cocinero-entrenador, ladiversión es lo primero y por eso quizálos Cebolletas se encuentran con tres

bicicletas apoyadas a los postes de laportería, tres balones y una veintena debotellas de plástico diseminadas por elcampo.

—¿Qué nos espera hoy, míster? —pregunta enseguida Dani, curioso.

—¡Una espectacular carrera derelevos! —contesta el cocinero-entrenador, que consulta una hoja yanuncia—: El primer equipo, quellevará chaleco verde, lo formaránTomi, Sara, João, Dani e Ígor. En elsegundo, con chaleco rojo, estarán Nico,Lara, Becan, Bruno y Pavel. De amarilloirán Rafa, Elvira, Julio, Aquiles y elGato.

Mientras los muchachos van a

ponerse los chalecos que les han tocado,Gaston Champignon les explica lasreglas del juego:

—Os propongo una especie detriatlón, es decir, una competicióndividida en tres disciplinas. La primeraes el ciclismo. Tomi, Nico y Rafasaldrán los primeros y tendrán que darcinco vueltas al campo en bici. Luegoles pasarán las bicicletas a uncompañero. Cuando todos hayancompletado el recorrido, Tomi, Nico yRafa volverán a dar cinco vueltas, estavez corriendo. La última parte de losrelevos se hará con la pelota a travésdel campo: eslalon entre las botellashasta la portería, vuelta atrás y pasar el

balón a un compañero. Ganará el equipoque acabe antes todo el recorrido, pero¡ojo con las sanciones! Por ejemplo,habrá que pasar del otro lado de losbanderines, tanto en bici comocorriendo. ¡Os aviso de que seré un juezmuy severo! ¿Listos, chicos?

Tomi, Rafa y Nico,superconcentrados, ya están subidos asus bicis, listos para pedalear.

El brasileño se levanta, se encaramaotra vez al sillín y se lanza a lapersecución de los rivales.

Al final de la etapa ciclista, losamarillos van en cabeza, pero los rojosremontan en la carrera a pie, gracias aBecan y Bruno.

—Vaya —comenta Ígor, admirado—. Después de tanto perseguir leones yleopardos, Bruno corre como uno deellos…

Nico es el primero en salir con lapelota al pie para afrontar el últimotramo de la carrera de relevos, animadoa grandes voces por sus compañeros deequipo. El Niño sale en segundo lugar,mientras que los verdes, muy atrasados,

parecen descartados para la victoriafinal. Pero Tomi hace sembrar la dudaen todos.

El eslalon del capitán es majestuoso,la pelota pasa rozando las botellas y, encada regate, gana un poco de terreno asus adversarios. Cuando entrega elbalón a Sara, los verdes ya solo tienenun par de metros de desventaja conrespecto a los amarillos y menos decuatro con los rojos, que van en cabeza.

Gaston Champignon, con la puntaderecha del bigote entre los dedos,disfruta observando el entusiasmo de loschicos, que se desgañitan para apoyar asus compañeros.

Pavel tira una botella, retrocede

para ponerla de nuevo en pie y pierde untiempo precioso. El Gato, que comoportero es más ágil con las manos, haceperder un poco de tiempo a losamarillos, de modo que, en el últimorelevo, los tres equipos cambian dejugador casi al mismo tiempo.

El último en salir es João, quetodavía tiene que recuperar un ligeroretraso. Lo consigue a lo grande, graciasa su refinadísima técnica.

—Superbe! —exclama Champignon—. ¡Los verdes han ganado la carrera!

Los Cebolletas, agotados, van arefrescarse a una fuente, comentando elapasionante partido.

—Estoy destrozado… —confiesa

João con flato.—Y yo —admite Becan—. Creo que

hemos caído en la trampa deChampignon. Con la excusa de disputarun juego, nos ha hecho correr, pedalear ynos ha masacrado, como hacen todos losentrenadores por esta época.

—Sí, pero al menos nos hemosdivertido —puntualiza el brasileño—.No nos podemos quejar de nuestrasuerte: ¡tenemos al entrenador mássimpático del mundo!

Sentados en un banco de laparroquia de San Antonio de la Florida,Vlado, Pedro y César han seguido laapasionante carrera de relevos de losCebolletas.

—¿No te parece raro que los Zetashayan asistido a nuestro entrenamientosin burlarse en ningún momento? —pregunta Nico.

—Sí, es verdad, es muy raro —coincide Tomi.

—Yo creo que la fusión tiene algoque ver —aventura el número 10—. Alo mejor ya nos miran como compañerosde equipo.

El capitán observa a los tres Zetasde lejos y encoge los hombros.

—No lo sé, pero pronto lodescubriremos.

Tomi y Nico han quedado delante de laparroquia de San Antonio de la Florida.Fidu reconoce a lo lejos a los dosamigos, a los que no ve desde lasvacaciones, y decide saludarles con unnúmero circense.

Se coloca la visera de la gorra sobrela nuca, se ajusta la cadena de luchalibre que lleva al cuello y coge

carrerilla para tomar velocidad con sumonopatín.

Tomi lo ve llegar como un tren y daun grito:

—¡Pero si es Fidu!

Asustado y azoradísimo, Fidu searrodilla para socorrerlo.

—Perdona, perdona, perdona… Nolo he hecho a propósito, de verdad.

—¡Solo faltaba que lo hubierashecho aposta, pedazo de animal! —exclama Nico, sujetándose la rodilladolorida—. ¿Quién te ha dado el carnéde conducir? Si no eres capaz de ir enmonopatín, ¿por qué no coges el autobúso vas andando?

—No lo entiendo… Este número mesale siempre —se justifica el portero,confuso—. ¿Te duele?

—No, estoy encantado. Es más, sime das un porrazo en la otra rodillaestaré divinamente —contesta el número10—. Qué dolor. Espero que no mehayas roto un hueso…

—¡Entonces te tengo que llevarahora mismo al hospital! ¡Agárrate, que

despegamos! —advierte Fidu, antes delevantar a Nico y, sin el menor esfuerzo,echárselo a los hombros, como si fuerauna mochila.

—¡Bájame enseguida! —aúlla elnúmero 10—. Prefiero romperme unapierna a destrozarme la cabeza… ¡Noquiero subir a tu monopatín! ¡Suéltame,animal!

—¡No puedo, tengo que salvarte lavida! —replica el portero—. Agárrate,pulga, que te llevo a urgencias para quete escayolen la rodilla. De aquí a un añopodrás volver a jugar.

—¡Pero si no me he hecho nada, essolamente un golpe! —grita otra vez elnúmero 10—. ¡Si subo a tu monopatín sí

que acabaré escayolado! ¡Bájame! ¡Estatarde tengo que entrenar y me gustaríahacerlo con dos piernas sanas!

Tomi, que cuando ha llegado Fidu se

había echado a reír, tiene ahora los ojosbañados en lágrimas…

El portero deja en el suelo a Nico yfinalmente los tres amigos puedenabrazarse. Después de contarsemutuamente las vacaciones, sale el temade la fusión.

—¿A vosotros qué os parece la ideade Champignon? —pregunta elcancerbero.

—A mí no me parece mal —contestaNico—. La liga autonómica es muy duray, si unimos fuerzas, podremos formar unequipazo. Además, en el fondo tú ya hasdemostrado que las fusiones funcionan.Sin tus paradas, los Zetas no habríanllegado en la vida a la finalísima.

—Sí, pero también es verdad quevosotros habéis conseguido el trofeosolos —observa Fidu—. Además, mecuesta imaginar a César y a Vlado en elCebojet… ¿Tú qué opinas, capitán?

—No sé —le contesta Tomi,rascándose la cabeza—. Como diría mipadre, con una de sus salidas: tengo algode confusión sobre la fusión… A lomejor deberíamos volver a hablarlo conel míster. Seguramente está en elaparcamiento del supermercado, Issaprueba una minimoto nueva allí. ¿Venís?

—¡Corriendo! —salta Fidu—. ¡Memuero de ganas de saludar a mi amigoteIssa!

Como recordarás, el hijo adoptivo

de Gaston Champignon, procedente deÁfrica, se encariñó enseguida de Fidu, ysu amistad se reforzó gracias al sustoque se dieron en la sierra durante unasemana blanca.

No habrás olvidado tampoco queIssa no es precisamente un crackjugando al fútbol, a pesar de que marcóel penalti decisivo en la gran final. Encambio, ha demostrado que es un granpiloto de minimotos. En su primeracarrera acabó segundo, después de unaprueba de las que crean afición. Esteaño disputará un campeonato completo.Por eso Charli y su hijo Fernando le hanconstruido una minimoto nueva, queestán probando en el pequeño circuito

preparado en el aparcamiento de unsupermercado del barrio, hoy cerrado.

En cuanto reconoce a Fidu, Issadesmonta y corre a abrazar a su amigote.

—¡Qué bien volver a verte, Issa! —exclama el portero—. ¿Me equivoco ohas adelgazado?

—Tú, en cambio, de adelgazarnada… —responde el pequeño africanotamborileando con los dedos en la panzadel portero.

Todos sueltan una carcajada.—Pues tienes razón, he cogido

algunos kilitos —se justifica Fidu—.Pero la culpa es de la fusión.

—¿Y qué tiene que ver la fusión? —tercia Tomi.

—En vacaciones, cuando comprabaun helado, no era capaz de decidirmepor la nata, el chocolate, la avellana, lavainilla o el pistacho. Ante la duda,escogía un cono de cinco gustos y losfusionaba todos…

Se echan de nuevo a reír con ganas.—Querido Fidu, luego entrenaremos

en el parque del Retiro —anunciaChampignon—. Te aconsejo que vengas,así igual logras perder algunosgramos…

—Creo que iré, míster —contesta elguardameta.

—Así que ¿eres partidario de lafusión? —interviene Charli.

—La de los helados, seguro —

responde Fidu—. Sobre la de losTiburones con los Cebolletas todavíatengo que meditar un poco.

—No hay mucho que pensar. Unidosganaremos, hazme caso —insiste Charli—. Issa te lo ha demostrado. Era unjugador de los Cebolletas y yo elentrenador de los Zetas. ¡Formamos unequipo, y nació la minimoto que este añodará un vuelco al campeonato!

—Es verdad —reconoce Fidu—,pero también es verdad que losCebolletas ya han ganado una liga. Y sinfusión…

—¡Te equivocas! —salta Fernando,que está trabajando con el motor de laminimoto de Issa—. Si no hubiera

llevado a Tomi al aeropuerto deGuadalajara, no habría llegado a tiempopara el partido en el Vicente Calderón, ylos Cebolletas no habrían ganado.

—¿Lo ves, Fidu? —le azuza Charli—. ¡Tus amigos ganaron la liga deMadrid gracias a la fusión!

—Sí, pero ya vale de hablar defútbol —concluye Fernando—. Tenemosque seguir probando la moto. No haytiempo que perder. Vamos allá, Issa.

El hijo de Gaston Champignon, queviste su mono de carrera con refuerzosen las rodillas y la espalda paraprotegerse de las caídas, se pone elcasco.

—Nos vemos luego, chicos.

—¿Por qué no pintas la moto? —inquiere Nico—. Toda de negro quedaun poco triste.

—Ya lo había pensado —contestaIssa, que cada día habla mejor español,aunque todavía tiene un ligero acento—.Dentro de unos días, las gemelas, queson grandes pintoras, decorarán miminimoto, mientras mi tía Violette seencargará del casco: ¡lo quiero con unaequis, como el de Jorge Lorenzo!

—¡Buena idea, Issa! —aprueba Fidu—. Y ahora, ¡que empiece elespectáculo! Nos vamos a quedar aadmirarte.

El hijo de Gaston Champignon subeal sillín, pone la moto en marcha y

empieza a girar por el circuitodelimitado por neumáticos.

—¿Qué modificaciones le has hechoa la moto, Fer? —se informa Tomi.

—Issa decía que los frenos estabanun poco duros —explica el hermano dePedro—. No basta con ir rápido paraser un buen piloto, también hay quesaber «escuchar» la moto y comprendercómo mejorarla. Por eso Issa es unauténtico crack. Siempre me da losconsejos justos. Cuando vuelva a pasarpor la línea de meta le haré la señal ycronometraremos una vuelta.

Nico, Tomi y Fidu se lanzan a la pistapara felicitar a su amigo.

El único que observa la escena sinentusiasmo y se lleva la mano al extremoizquierdo del bigote es GastonChampignon.

—Charli, ¿estás seguro de que nohas construido una moto demasiadopotente para un chiquillo?

—No te preocupes, papá —letranquiliza el entrenador de losTiburones—. No es que la moto seademasiado potente, es que tu hijovuela… No tengas miedo. Se exponíamucho más a lesionarse en el campo defútbol. Créeme. ¡En la pista el únicoriesgo que corre es convertirse encampeón de España de minimotos! Si sehace la fusión, podré seguir más decerca a tu hijo y tú te quedarás en elbanquillo a seguir al mío.

El cocinero-entrenador observa a lolejos a Issa, feliz con su casco bajo el

brazo, rodeado por sus amigos, que lefelicitan, y lleva la mano de la puntaizquierda del bigote a la derecha.

Como diría Becan, Gaston Champignonles ha tendido una nueva trampa… Esdecir, se ha inventado un juego divertidoque en realidad es un entrenamientoagotador. Obligará a los Cebolletas adar saltos en subida, un ejercicio de lomás útil para fortalecer los músculos delas piernas. Es una rutina que siguentambién los jugadores de primeradivisión. Por algo realizan supreparación estival en la montaña ydisponen de montículos artificiales en

sus centros de entrenamiento, para poderdar saltos hacia arriba también durantela temporada de competición.

El cocinero-entrenador escoge unacolinita del parque del Retiro, ordena aFidu y al Gato que suban a la cima unaolla y luego les explica el juego:

—Esa olla es un castillo que tenéisque conquistar. Nuestros porteros estánahí para defenderlo. Para haceros conél, os tenéis que acercar con la pelota alpie, lanzar y acertar a la olla, hasta quecaiga rodando. Disponéis de veinteminutos para lograrlo, de lo contrarioganarán los defensores del castillo.¿Alguna duda?

—Está clarísimo que va a ser una

tortura, míster —se lamenta João—.Cada vez que disparemos el balón caerárodando, tendremos que ir a por él yescalar de nuevo la montaña…

—No es una tortura, João —rebateChampignon—. Es un juego de lo másdivertido, ya lo verás. Gato, Fidu, ¿yaestáis listos? ¡Adelante con el asalto alcastillo!

El ejercicio no es útil solamentepara fortalecer las piernas, también esmuy bueno para el control del balón.Para avanzar subiendo hay que golpearla pelota con una serie de toquesprecisos, a fin de que no se alejedemasiado y no caiga cuesta abajo.

Los dos porteros defienden la olla

sin ningún problema, hasta que losasaltantes comprenden que paraconquistar el castillo no basta con darbalonazos, sino que hay que utilizar elcerebro y aplicar estrategias másrefinadas.

La primera idea la tiene Becan, queobtiene la ayuda de João, Aquiles, Daniy Sara. Los cinco Cebolletas vuelven aescalar la colinita codo con codo y,cuando están casi en la cima, preparanel balón para el tiro.

—Superbe! —aplaude Champignonal pie de la montañita.

Los dos guardametas, satisfechos, se«chocan la cebolla» apresuradamente ysiguen defendiendo.

—Tenemos que repartirnos mejor a

lo ancho de la cuesta —propone Nico—. Así lograremos sorprenderlos por laespalda.

Como de costumbre, el sabelotodoha dado en el clavo. Ahora llegan tirosdesde todas partes, y al Gato y a Fiducada vez les cuesta más defender elcastillo.

—¡Cuidado con Ígor! —grita Fidu.—¡Ya me ocupo yo! —responde el

Gato—. ¡Ojo con Elvira, que está apunto de chutar!

Bruno se detiene a un par de metrosde la olla, peloteando con el muslo,espera que los dos guardametas estén enel suelo después de una estirada ydispara un tremendo cañonazo con el

empeine, que tumba la olla.—¡Tocada! —aúllan a coro los

Cebolletas.La olla rueda un poco sobre sí

misma, pero se para antes de llegar a lacuesta abajo.

—¡Ánimo, chicos, un golpecito másy se cae! —vocifera Lara.

—¡Aguanta, Gato, solo faltan cincominutos! —exclama Fidu para animar asu amigo—. ¡Lo conseguiremos!

Los Cebolletas, obnubilados por eljuego, suben y bajan por la cuesta consaña. Gaston Champignon se atusa elbigote por la punta derecha, contento:sus pupilos están realizando de la mejormanera posible un entrenamiento

sumamente útil y, lo que es todavía másimportante, se están divirtiendo comolocos…

—¡Último minuto! —anuncia elcocinero-entrenador.

Tomi y Rafa se han acercado a lazona de tiro. Es posible que se hayanpuesto de acuerdo para hacer el últimointento.

¡Han conquistado el castillo!—Qué mala pata —se queja Fidu,

hincándose de rodillas—, hemosperdido en el último segundo…

Tomi y el Niño se abrazan comodespués de marcar un gol.

—¡Fantástico! ¡El plan nos ha salidoa pedir de boca!

Los Cebolletas, extenuados por lascarreras cuesta arriba, van a beber a lafuente y a descansar a la sombra.

Tomi lo aprovecha para acercarse alestanque de los peces de colores, que,como sabes, el capitán consulta siempreque tiene una duda que resolver. Cuandoestá volviendo junto a sus amigos, sequeda de piedra al contemplar unaescena que no consigue explicarse. Sumadre está sentada en un banco verde. Asu lado se encuentra un hombre rubio, alque no había visto nunca y que aporreaun destornillador con un martillo, comosi quisiera grabar algo en la madera del

banco.

A estas alturas seguro que ya lo sabes:cuando flota en el aire una situaciónpolémica o peliaguda, tarde o tempranoaparece un artículo del MatuTino queprecipita los acontecimientos…

En efecto, después de unos díasagitados ante la perspectiva de unaposible fusión entre el equipo de losTiburones y el de los Cebolletas, llega

puntualmente la crónica de la discordia,escrita por Tino, el aprendiz deperiodista, que de vez en cuando mojasu pluma en veneno.

En realidad, el artículo en cuestiónresponde a una intención positiva,legítima.

Todo el mundo está hablando delnuevo megaequipo que podría nacer dela unión entre Zetas y Cebolletas parahacer frente a una dura liga autonómica,y Tino ha intentado imaginar cuálespodrían ser los once jugadores titulares.

El número especial del MatuTino,que abre la nueva temporadafutbolística, lleva por ello el siguientetitular de primera plana: «Estos son los

once principales».En el centro de la página se presenta

la presunta formación ideal. Es lasiguiente:

Es posible que tenga una plumavenenosa, pero como periodista sabe loque se hace. Lo demuestra el montón de

gente agolpada delante del tablón deanuncios de la parroquia, que observa ycomenta la posible formación. Todosdan su opinión en voz alta, como siestuvieran en el mercado.

Naturalmente, los jugadores que hanquedado excluidos del equipo «Los onceprincipales» son los que menos aprecianla alineación propuesta.

João, por ejemplo, comenta:—Se ve enseguida que Tino sabe

poco de fútbol…—A mí, sinceramente, me parece

una buena formación —observa Nico—.La defensa es fuerte y está bienprotegida por Bruno y Ángel, muydotados físicamente. Con la velocidad

de Diouff por la derecha, la clase delNiño por la izquierda y Tomi en elcentro, de ariete, tendríamos un tridentede ataque con el que los demás nopueden ni soñar…

—¿Y tú crees que un brasileño comoyo no merecería un puesto de titular? —pregunta João.

—¿Cómo es capaz de no alinear ados extremos de la clase de João y lamía? —insiste Becan.

—¿Y yo, qué queréis que piense? —tercia Pedro—. Soy el capitán de losZetas y este periodicucho de tres alcuarto me deja en el banquillo…

Tino intenta defenderse.—Perdón, pero cuando dos equipos

se fusionan, hay que convertir aveintidós titulares en once. ¡Alguientiene que chupar banquillo! He tenidoque hacer una selección…

—¡En ataque casi todos sonCebolletas! —replica Pedro—. Tres decuatro: Nico, Tomi y Rafa.

Sara, tan desilusionada como elcapitán de los Zetas, se adelanta a larespuesta del periodista.

—Pero en defensa ha puestoprácticamente todo Zetas: César, Vlado,David… ¡Yo no estoy!

—¡Nunca estáis contentos! —resopla Tino—. He intentado formar unequipo equilibrado con los oncemejores, y no menospreciar a nadie. Por

si no os habíais fijado, he puesto a cincoCebolletas, cinco Zetas y en la porteríaa Fidu, que ha jugado en las dosformaciones. ¡Imposible ser más neutral!

—No te enfades, Tino —le consuelaRafa—. Es imposible contentar a todos.A mí me gusta tu propuesta.

—Cómo no, a ti te ha incluido… —observa Dani, antes de alejarse junto aJoão, Becan y Aquiles, todos ellosdescartados del equipo del MatuTino.

Nico y Tomi, que han observado laescena, intercambian una mirada depreocupación. Si Champignon se acabadecidiendo por formar un solo equipocon los Tiburones Azzules, habrámuchos problemas.

—Hacer una fusión entre dosequipos parece tan fácil como sumar unomás uno —comenta Nico—, pero lasmatemáticas del fútbol son muyespeciales.

—Ya —coincide el capitán—. Enfútbol, once más once da once, noveintidós.

Ángel y Sara han quedado delante delcampo del Club Huracán.

La idea de hacer algúnentrenamiento extra ha sido de lagemela, que no ha apreciado quedarexcluida de «Los once principales», yquiere presentarse en una forma

insuperable al comienzo de la liga.Ángel ha aceptado encantado, en parteporque Charli está demasiado ocupadocon la puesta a punto de la moto de Issay los Zetas están entrenando muy poco.

En un primer momento escogieron elRetiro, pero para no exponerse a volvera aparecer en la primera página delMatuTino y que les tome el pelo toda laparroquia, han preferido un lugar másseguro: el campito del antiguo equipo deÁngel.

—Has tenido una fantástica idea —le felicita Sara.

—Esperemos que a Tino no se leocurra venir a meter las narices tambiénaquí…

Ángel y Sara dan unas vueltas alcampo, hacen algunos estiramientos paradesentumecer los músculos y luegocomienzan a entrenar con el balón.

Más tarde practican el mismo ejercicio,pero dándole a la pelota con el empeiney no con el interior.

Ahora entrenan a controlar el balón.Sara, otra vez con las manos, lanza la

pelota al aire. Ángel la detiene con elpecho, pelotea con el muslo y ladevuelve al vuelo a la gemela. Diezparadas él, diez la Cebolleta.

Ángel da un pase raso a Sara, que seha alejado unos diez metros. La gemeladetiene la pelota con el pie derecho y ladevuelve a Ángel con el izquierdo.

El Zeta se da cuenta de que de vezen cuando la Cebolleta tiene queperseguir el balón porque no lo hacontrolado bien, así que se acerca a suamiga para darle un consejo:

—Cuando pares el balón, no pongasel pie rígido, si no te rebota encima.Échalo un poco hacia atrás paraamortiguar el impacto y verás como la

pelota se te queda más cerca del pie.—Gracias por el consejo —le

contesta la gemela—, pero yo no tengolos pies tan finos como loscentrocampistas… Soy una tigresa de ladefensa. ¡Mi misión no es tener el balónpegado al pie, sino lejos de la portería!

—¡Tienes razón, tigresa! —apruebaÁngel, que se aleja sonriendo a supuesto para seguir con los ejercicios.

Después de practicar controles ypases, se ponen a bombear balones alárea y a hacer tiros a puerta.

Sara dispara sin parar desde elbanderín pases a Ángel, que chuta alvuelo desde el borde del área, tratandode marcar. Luego invierten los papeles:

Ángel pasa y Sara tira a portería.Los dos amigos acaban el

entrenamiento con un reñidísimopartidito de uno contra uno.

Ángel coloca una pequeña porteríade un metro de ancho sobre la línealateral y propone:

—El que llegue antes a cinco golesgana, ¿vale?

—Vale —acepta la Cebolleta—,empieza a atacar tú.

El antiguo Huracán avanza conpequeños toques, estudiando el modo deregatear a la gemela.

Aparta la pelota hacia la derecha yluego cambia de repente de dirección,sin embargo Sara no se deja engañar:

alarga el pie y le roba el balón. Ahora letoca atacar a ella.

La gemela va desplazándosehorizontalmente hasta que encuentra unhueco. Echa a correr de golpe,sorprendiendo a Ángel, y dispara apuerta: ¡1-0 para ella!

—¡Muy bien, Sara! —la felicita elZeta.

—Gracias, aunque ha sido méritotuyo… —le explica la Cebolleta—. Hasdefendido mal. Cuando te atacan, tienesque colocarte entre la pelota y laportería, tratando de obligar al rival aescorarse hasta el banderín, donde tienemenos posibilidades de atacar. Encambio, tú me has dejado el camino

despejado hasta la puerta.—¡Gracias por el consejo, tigresa!

—dice Ángel con una sonrisa.De gol en gol, el partido llega al

empate a 4.—¡El que marque gana! —anuncia

Sara, preparándose para defender.—Pues voy a ser yo —adelanta el

Zeta con una sonrisa desafiante—. Estapelota está a punto de entrar al fondo dela red…

—¡Pero si le he dado al balón! —sejustifica la Cebolleta—. Mira hastadónde se ha ido…

—Sí, pero además de al balón mehas atizado en el talón —se lamentaÁngel—. ¿No podías tener máscuidado?

—Perdona, pero una tigresa essiempre una tigresa, aunque se estéentrenando —replica Sara—. Te

ayudaré a quitarte la bota. Mójate eltobillo con agua fría, que te aliviará.

—Sí —aprueba el Zeta, que se poneen pie con una mueca de dolor,apoyándose en el hombro de laCebolleta—. Creo que hemos acabadoempatados…

Elena, la preciosa joven checa quegestiona la tetería de GastonChampignon, se acerca a la mesaocupada por tres Cebolletas.

—Hola, chicos, a juzgar por la caraque ponéis, no es el día más feliz devuestra vida… Aunque tengo lo quenecesitáis: ¡una infusión de hierbas que

os devolverá la sonrisa en cincominutos!

—Gracias por el detalle, Elena —contesta Aquiles—, pero no nos sientanbien las fusiones ni las infusiones.

—Pues sí —aprueba Dani—. Noscontentaremos con unos zumos denaranja.

—Como queráis, pero no sabéis loque os perdéis —comenta Elena, antesde alejarse hacia la barra.

Dani mira a su alrededor paracomprobar que nadie les esté espiando ypregunta:

—Bueno, João, ¿por qué nos hashecho venir?

—Para hablar de la fusión —

responde el brasileño—. En unos díasGaston Champignon tendrá que decidirqué equipo inscribe en la liga. Siestamos convencidos de que tenemosque participar por nuestra cuenta,deberíamos hacer algo lo antes posible.

—Yo estoy superconvencido —interviene Aquiles—. La idea de losZetas subiendo a bordo de nuestroCebojet me produce urticaria.

—César siempre tiene el dedometido en la nariz. No me extrañaría quese sacara un moco y lo pegara en unasiento del autobús… —comenta Danicon cara de asco, como si acabara deprobar un helado de cebolla.

—Por favor, qué repugnante —dice

Aquiles.—Además, muchos de nosotros no

tendremos más remedio que quedarnosen el banquillo o incluso en casa —observa João—. No es justo queparticipen otros en la liga que nosotrosnos hemos ganado el derecho a disputar.

—Vale, estamos todos de acuerdo —concluye Aquiles—, pero ¿qué podemoshacer? La decisión la tomaráChampignon.

—A lo mejor podemos hacer algopara influir en esa decisión —replicaJoão con un tono de vozdeliberadamente misterioso.

—¿Algo como qué? —le azuza elexmatón.

—Se me ha ocurrido una idea —explica el brasileño en voz baja—. Osla voy a contar…

El gato Cazo, que se acaba dedespertar después de una siestecita decuatro horas, entra en la teteríacaminando lentamente, se dirige a lafuente, se tumba en el borde y vuelve aquedarse dormido, sereno y feliz.

Issa entra en la parroquia San Antoniode la Florida a bordo de la minimotocon la que va a correr toda latemporada. No ha encendido el motor,sino que avanza caminando. Los amigosle rodean inmediatamente, fascinadospor la pequeña moto, y lo asaltan apreguntas.

—¿Qué velocidad puedes alcanzar

en carrera, Issa? —pregunta uno.—No demasiada, porque las rectas

no son muy largas, para evitar que seacelere demasiado y se corran riesgos.Pero llegamos a los sesenta o setentakilómetros por hora —contesta el hijode Champignon.

—¿Y no te da miedo?—No, ¿ves?, las motos son muy

bajitas. Si te caes, llegas enseguida alsuelo… —explica Issa—. Además,corremos con monos reforzados, comolos campeones de verdad. Es más fácilpelarse las rodillas jugando al fútbol.

En ese momento interviene Sara, quelleva una bata blanca llena de manchasde colores. Va disfrazada de pintora.

—Se acabó la entrevista. Lo siento,chicos, pero tenemos que trabajar.

—Hacednos sitio —les pide Lara,que viste una bata parecida a la quelleva su hermana y empuña un bote despray.

Los chicos de la parroquia dan unospasos atrás, creando un círculo, y sequedan observando a Sara y a Lara, quepintan de blanco con sus botes eldepósito y la parte delantera de laminimoto y luego se ponen a decorarlacon pinceles. Sara dibuja con cuidado elnúmero 99, el de Jorge Lorenzo, ídolode Issa, mientras Lara pinta algunascebollas amarillas.

—¿Por qué no escribís en algún lado

«¡Píssale, Issa!», mi famoso grito deguerra? —sugiere Fidu—. Es una fraseque da buena suerte. En su primeracarrera hizo una gran remontada graciasa ella.

—¡Buena idea! —aprueba Sara, queescribe con un pincel la frase y luego, enla parte posterior de la minimoto, añadelas letras QSDSG.

—¿Qué son esas siglas? —preguntaNico con curiosidad—. ¿La matrícula dela moto?

—No —responde enseguida lagemela—. Son las iniciales de nuestrolema: «Quien se divierte siempre gana».¡Porque Issa tendrá que llevar a laspistas el espíritu de los Cebolletas!

De repente, los chicos que rodeabanla moto del hijo de Champignon seapartan todos a la vez, como unabandada de pájaros cuando despega deun tejado y se aleja volando.

—¿Adónde van todos? —inquiereSara.

—Al tablón de anuncios —respondeJoão—. Y harías bien en seguirles,porque Tino ha colgado algo que tieneque ver contigo…

La gemela, que está arrodilladapintando, se levanta de golpe y se dirigehacia el tablón con el pincel en la mano.

El titular de la primera plana delMatuTino anuncia: «¡Dos ya se hanfusionado!».

En la página una foto muestra aÁngel, dolorido, caminando abrazado ala gemela.

El artículo dice lo siguiente:«Vuestro enviado especial hadescubierto el afectuoso entrenamientoque Sara y Ángel han intentado manteneren secreto. Sin embargo, para el granperiodista Tino no hay secretos. Lespilló en el campo del Club Huracán.Como podéis deducir de la foto, se diríaque un huracán ha arrasado suscorazones…».

—¡¿Qué huracán ni qué ochocuartos?! ¡¿Qué corazones?! —estalla lagemela, con las mejillas coloradas y sucaracterística mirada feroz—. ¡No

hemos hecho más que practicar algunosejercicios juntos! Durante elentrenamiento estuvo tan simpático quele pegué una patada en el tobillo, ¡y poreso camina apoyando el brazo en mihombro!

—Si no teníais nada que esconder,¿por qué no entrenasteis aquí, en laparroquia, en lugar de ocultaros en elterreno de los Huracanes? —preguntaTino con una sonrisita desafiante.

—¡Porque estábamos seguros deque, si nos veías, escribirías tonteríascomo las que has acabado escribiendo!—rebate Sara.

—Pues ahora ya lo sabéis: esimposible escapar al olfato de un gran

periodista… —comenta Tino sonriente yorgulloso.

—Tú lo que tienes que hacer esutilizar tu gran olfato para cosas másútiles, ¡y no para meter las narices enlos asuntos ajenos! —aúlla la gemela,que agita el pincel en el aire y luego dala vuelta para dirigirse hacia la moto deIssa.

Tino, sorprendido entre las risasgenerales, tiene la punta de la narizpintada de amarillo.

Mientras las gemelas, acurrucadasen el suelo, dan los últimos retoques a ladecoración de la minimoto, una vozconocida a sus espaldas comenta:

—Me parece que mis alumnas

favoritas están haciendo un trabajo deprimera…

Sara y Lara exclaman a coro«¡Violette!» y abrazan con cariño a lamujer de Augusto, que como sabes esuna pintora de fama internacional.

Violette les cuenta el éxito de suúltima exposición de cazuelas pintadas,abre una mochila que lleva a la espalday anuncia con una gran sonrisa:

—Esto lo he hecho para ti,sobrinito…

Issa, emocionado, coge el casco quela hermana de Champignon ha decoradopara él. En la parte posterior, Violette hadibujado una cabeza de león que rugecon las fauces abiertas de par en par.

—¡Es fantástico! —salta Sara, conlos ojos abiertos como platos.

—Parece de verdad —comentaLara.

—Era la intención. Así, si algúnrival de Issa se le pone detrás y trata desuperarlo, se asustará y frenará —explica la pintora.

Los chicos sueltan una carcajada. Enese momento se oye el claxon delCebojet, que Augusto está metiendo enla parroquia.

—Ahí viene mi maridito… —anuncia Violette.

Augusto aparca el autobús de lospartidos a domicilio en medio del patio,como le han pedido las gemelas, que

aprovecharán los colores y pincelespara decorar también el Cebojet. Hayque poner al día la lista de los éxitos delequipo. Sara y Lara pintan la copa de laliga entre equipos de once jugadores queganaron en el partido de desempatecontra los Tiburones Azzules.Naturalmente, la operación no haceninguna gracia a César y a Vlado cuandopasan por delante…

—¿Tú te subirías a este carricoche?—le pregunta César.

—Ni en sueños, los asientos apestana cebolla —contesta Vlado.

—Tienes razón —coincide César—.Espero que no haya fusión.

—Tranquilos —tercia Lara—.

Aunque se haga la fusión, vosotros solotendréis sitio en el maletero.

A diferencia de Vlado y César,algunos de los Zetas no creen que laidea de la fusión entre los dos equipossea tan descabellada. Por ejemploTamara, la excentrocampista del SúperViola, que, después de leer el artículodel MatuTino sobre el entrenamiento deSara y Ángel, propone a Nico:

—¿Qué me dirías de que hiciéramosalgunos ejercicios juntos?

El lumbrera, cogido por sorpresa,balbucea una respuesta:

—¿Cómo? Ah, sí… Claro… ¿Porqué no? Encantado…

—Se me dan fatal las faltas —

explica Tamara—, y tú eres unespecialista. Podrías darme consejos.

—Las faltas son asunto de losnúmeros 10, no de loscentrocampistas… —bromea Nico—.Pero te puedo enseñar algunos trucos,entre otras cosas porque prontopodríamos ser compañeros de equipo.

—¿Nos vemos mañana por la tardeaquí, en el campo de la parroquia? —pregunta Tamara.

—Si te apetece, podemos empezarahora mismo —propone el Cebolleta—.Hoy no entrenamos, y el campo estálibre. Voy a preguntar a Fidu si leapetece hacer de portero para nosotros.

—¡Perfecto! —lo celebra Tamara—.

Nos vemos aquí en una hora, voycorriendo a casa a cambiarme.

—Vale, pero luego no te extrañe queacabemos en la primera página delMatuTino…

—Me da igual. —La centrocampistade los Zetas sonríe—. Es más, ¡soy muyfotogénica!

Una hora más tarde, Nico y Tamaraestán vestidos de futbolistas en elcampito para equipos de siete jugadoresde la parroquia San Antonio de laFlorida. El número 10 coloca lassiluetas de madera de la barrera alborde del área y pone el saco de losbalones unos metros por detrás, hacia laizquierda de la portería.

—Veamos cómo disparas desde aquí—le propone Nico, colocando el primerbalón.

Tamara estudia la barrera y alportero, toma carrerilla y dispara. Lapelota pasa rozando las siluetas y acabaentre los brazos de Fidu, que la blocasin problemas.

—Buen tiro —comenta Nico—,aunque así es difícil marcar, porque hasapuntado a la zona de la porteríadefendida por Fidu. Tendrías que tratarde superar la barrera y alcanzar la zonaopuesta, donde al portero le cuesta másllegar…

—Si fuera capaz no te habría pedidoconsejo —responde la Zeta.

—Prueba otra vez —la anima elnúmero 10, colocando otro balón en elsuelo.

Tamara vuelve a coger carrerilla ychuta, pero el balón se estrella contra labarrera.

—Le has dado demasiado en elcentro y con el empeine —explica elsabelotodo—, por eso el tiro te hasalido recto. Para superar la barreratienes que hacer que la pelota gire en elaire.

—Ese es mi problema… —reconoceTamara.

—Mira cómo disparo yo —sugiereel Cebolleta.

Una falta perfecta, digna de unauténtico número 10.

—¡Fantástico! —lo celebra Tamara,aplaudiendo a su amigo.

—¿Has visto bien dónde le he dadoal balón y con qué parte del pie? —

pregunta Nico.—Bueno, yo… —contesta la antigua

Súper Viola rascándose la cabeza.—Ven aquí —sugiere Nico, al

tiempo que se agacha en el suelo.El número 10 coge con las dos

manos la bota derecha de Tamara y laguía hasta que toca el balón.

—Tienes que darle aquí, por la parteexterior, pero no con el empeine, sinoentre el empeine y el interior del pie.

—¿Con efecto? —inquiere Tamara.—¡Exacto! —le confirma Nico—. Si

lo golpeas con efecto, el balón girasobre sí mismo, cada vez más rápido.

—Vale, voy a volver a intentarlo —anuncia la centrocampista, que toma

carrerilla y chuta como le ha enseñadoel Cebolleta.

Esta vez la trayectoria no es recta,pero la pelota, después de describir unacurva en el aire, se pierde por encimadel travesaño, altísima.

—Mucho mejor —comenta Nico—.El balón ha tomado efecto, aunque hasmantenido el cuerpo demasiado atrasadoy la pelota se ha elevado. Cuando vayasa disparar, tienes que inclinar un pocomás el cuerpo hacia el suelo. Además, tevoy a revelar uno de mis trucos: yoapunto a la cabeza del último hombre dela barrera. El balón tiene que pasarlecerca, girar y luego dirigirse hacia elposte más alejado del portero. Prueba

otra vez.Tamara

coloca otra pelotaen el suelo, cogecarrerilla, repasamentalmentetodos losconsejos de suamigo y saca lafalta. El balónsupera la barrera,se estrella contrala parte inferiordel larguero y

entra. Imposible de alcanzar para Fidu.—¡Perfecto! —aplaude Nico—.

¡Casi insuperable!

—¡Lo he conseguido! —gritaTamara, saltando con los brazoslevantados como si celebrara un gol—.¡Gracias, gracias, gracias, gracias!

Después de la ráfaga de gracias,Tamara estampa un gran beso en lafrente de su maestro de faltas.

Tomi, Dani, João, Becan y lasgemelas, que estaban observando elejercicio sentados en un banco, se ponena aplaudir fervorosamente.

En parte por el beso y en parte porlos aplausos, el pobre Nico se pone rojocomo un tomate…

Gaston Champignon y Augustotambién ríen entre dientes al contemplarla escena.

—¿Ves como la fusión es una buenaidea? —pregunta el cocinero-entrenador, acariciándose el bigote porel extremo derecho.

—Pues sí —coincide el chófer delCebojet—. Nico y Tamara lo acaban dedemostrar. Unirse significa poner adisposición de los demás las virtudes ylos conocimientos propios. Todospodemos aprender de los demás.

Armando entra en la parroquia y sesienta junto a los Cebolletas.

—Tomi, ¿sabes dónde está mamá?—No, ¿por qué?—He pasado por Correos —

contesta Armando—. Me han dicho quetu madre se ha tomado una hora de

permiso y ha salido antes de tiempo,pero no ha dicho a nadie adónde iba.¿Tú lo sabes?

—No, papá —dice Tomi,extendiendo los brazos.

El delantero centro recuerda laextraña escena a la que asistió en elRetiro: Lucía sentada con undesconocido rubio que martilleaba unbanco.

La tarde siguiente, los Cebolletas setopan con el desaguisado.

Entran todos juntos para elentrenamiento y se quedan boquiabiertosmirando el Cebojet.

—¡Esta vez nos lo pagarán muycaro! —salta Lara, con la mirada másferoz del mundo.

Los Cebolletas se acercan al Cebojet apaso lento, casi asustados por elespectáculo de los grafitis que hanpintado en los laterales del autobús conun bote de spray. Sara los lee en vozalta:

—CEBOLLAS Y GALLINAS:SOMOS LOS CEBOLLINAS.

Al lado de la copa de la liga entre

equipos de once jugadores, queacababan de pintar las gemelas, hay unaflecha, junto a la cual han escrito:TROFEO ROBADO.

En la parte posterior del autobús hayotro mensaje: ¡CUIDADO, NO SUBAN!¡PELIGRO DE PESTE A CEBOLLA!

Por último, los saboteadoresanónimos han puesto barba y bigote alos retratos de Tomi y sus compañeros,que también decoraban el autobús.

—¿Quién habrá sido? —se preguntaElvira, atónita.

—¿Quién quieres que sea? —contesta Lara—. ¡Los impresentables delos Zetas! ¿No te acuerdas de cómo seburlaban ayer del Cebojet mientras lo

pintábamos?—César y Vlado hablaron

precisamente de peste a cebolla —observa Nico—. Qué casualidad que lamisma frase aparezca aquí…

—¡Esta vez no se pueden ir derositas! —salta Dani.

—Yo por lo menos tengo algo claro—comenta João—. No quiero volver aoír hablar de fusiones. ¡No me apetecejugar con bromistas de esta calaña!

—Otra cosa está clara —coincideAquiles—. Ningún Zeta subirá jamás anuestro Cebojet después de lo que hapasado. ¡Nunca!

Delante del autobús desfigurado, niTomi, ni Nico, ni Sara, los Cebolletas

que mejor habían acogido la perspectivade la fusión con los Tiburones Azzules,se atreven a abrir la boca paracontradecir al exmatón.

—Ahí vienen nuestros héroes… —avisa Pavel.

Por la verja de la parroquia entranPedro, César y Vlado, alegres como sifuera el último día de colegio. Al ver alos Cebolletas agrupados en torno a suautobús, se acercan a curiosear. Césarlee en voz alta:

—¡CUIDADO, NO SUBAN!¡PELIGRO DE PESTE A CEBOLLA!

Los tres Zetas se echan a reír.Lara se pone a un palmo del duro

defensa de los Tiburones y, con los

brazos en jarras, le ordena:—Ahora mismo te vas a casa, coges

tu camiseta de los Zetas, la usas comotrapo y limpias estas inscripcionesintolerables.

César da un paso atrás y replica:—¡Eh, tigresa, un poco de calma!

¡No tengo nada que ver con esta broma!—Ah, claro que no… —rebate la

gemela—. No os basta conpintarrajearnos el Cebojet, encimatenéis que venir aquí a tomarnos el peloy decirnos que no tenéis nada que ver.

—César no miente —tercia Pedro—. Si hubiera sido algún Zeta el que osha gastado esta maravillosa broma, melo habría dicho…

César y Pedro ríen con ganas.—Reíd, reíd —comenta Dani—. En

cualquier caso, olvidaos de poner lospies en el Cebojet y participar en la ligaautonómica con nosotros.

—Pues esa es la segunda buenanoticia de esta tarde —responde Vlado—. No va a haber fusión con losCebolluchos.

—¿Y la primera? —inquiere Pedro.—¡Los simpáticos lemas escritos en

el autobús! —salta Vlado.Los tres Zetas vuelven a carcajearse

y se alejan hacia el bar de la parroquia.En ese momento entran Ángel y

Tamara.—Hola, chicos, ¿qué tal? —pregunta

el excentrocampista de los Huracanes—.¿Listos para el primer partido adomicilio?

—Fatal, gracias —contesta Sara,lanzándole una mirada torva.

Ángel y Tamara ven entonces lasinscripciones y se quedan boquiabiertos.

—¿Quién ha hecho esto? —preguntaTamara, mientras acaricia un flanco delCebojet, como para consolarlo.

—Tus compañeros de equipo —responde Nico.

—No creo… Son unos vándalos —comenta Ángel.

—Has usado la palabra adecuada —asiente Sara.

—Lo siento de verdad, chicos.

Espero que esta vez les den una buenalección —dice el antiguo Huracán—.Menos mal que no todos los Zetas somosasí.

—Es verdad —prosigue Tamara—.De hecho, hemos venido a preguntaros sipodemos entrenar con vosotros estatarde. Yo he aprendido mucho con losconsejos de Nico.

—Mi entrenamiento con Saratambién me vino de perlas, a pesar de lapatada —apunta Ángel—. Estos díasCharli se preocupa más por la moto deIssa que por nuestra preparación, y cadavez falta menos para que empiece laliga. ¿Podemos jugar con vosotros?

Nico está a punto de responder que

sí, porque Gaston Champignon haenseñado a los Cebolletas que son unaflor unida, no pétalos sueltos, y que unaflor hermosa no rechaza nunca a lasabejas que se le acercan, pero se leanticipa Aquiles:

—Lo siento, pero hasta que no nospidan perdón por las pintadas, creo quetenemos que evitar cualquier tipo defusión. Aunque solo sea con dos Zetas.

—Tienes razón —aprueba João.Ángel y Tamara se quedan mirando a

Nico y a Sara, con la esperanza de queellos se opongan al veto del exmatón,pero los dos Cebolletas comprenden quesus compañeros están furiosos por labromita y no se atreven a llevarles la

contraria.—Vale, no importa —concluye

Ángel—. Entiendo cómo os sentís. Hastapronto.

El antiguo Huracán y Tamara sealejan cabizbajos. Al cabo de unospasos, la exjugadora del Súper Viola seda la vuelta y pregunta a Nico:

—¿Has visto? Ya te había dicho quesalía guapa en las fotos…

Los Cebolletas se dirigeninmediatamente al tablón. En la primerapágina del MatuTino se ve a Nico conlos ojos cerrados, mientras Tamara le daun gran beso en la frente.

Todos se echan a reír, todos menosel número 10, que se pone rojo como un

tomate.

El día siguiente, suena el teléfono encasa de Tomi durante la comida. Lucíase levanta como un resorte.

—¡Ya lo cojo yo!—No tenías por qué correr —

comenta Armando—. Ninguno de losdos tenía la más mínima intención delevantarse, ¿verdad, Tomi?

—Ni se me había pasado por lacabeza… —contesta el capitán con unasonrisa cómplice.

Lucía vuelve a la mesa más de uncuarto de hora después.

—¿Quién era? —pregunta con

curiosidad Armando.—Sofía —contesta la madre de

Tomi.—¿Habéis repasado juntas el listín

telefónico de Madrid? —insisteArmando.

—Qué gracioso… Tenía quecontarme una historia un poco larga.Cosas nuestras —explica Lucía, querenuncia a acabar sus espaguetis, que sehan quedado fríos.

Una hora más tarde, Tomi yArmando salen juntos, el primero paraacompañar a Eva a sus clases de baile,el segundo para ponerse al volante delautobús número 54. Delante del Pétalosa la Cazuela se encuentran con el

matrimonio Champignon.—Venga, Sofía, ¡cuéntanos también a

nosotros la apasionante historia que leacabas de explicar a mi mujer! —saltaArmando.

—Perdona, pero ¿qué historia? —pregunta sorprendida la señoraChampignon.

—La que le has contado a Lucíahace un rato al teléfono —contestaArmando.

—Pero si no he hablado con Lucíapor teléfono —rebate Sofía.

—¿He oído mal o tu madre ha dichoque había estado hablando al teléfonocon Sofía? —pregunta el chófer del 54.

—Bah, creo que sí, pero no estoy

seguro —dice Tomi, que se encoge dehombros.

—A lo mejor lo hemos oído mal —concluye Armando—. Nos vemos estatarde, amigos. Yo me voy corriendo.Llego tarde, para variar. Mis pasajerosya se estarán quejando.

El matrimonio Champignon sedespide de Armando, que sube a uncoche para dirigirse al terminal del 54.

—¿Acompañas a Eva a sus clases?—pregunta Sofía.

—Por fuerza… —replica Tomi—.Después del anuncio para la tele quegrabé con Adriana, tengo que hacer queme perdone. Le he prometido que laacompañaré tres meses seguidos y le

llevaré la bolsa.—¡Bravo, capitán! —le felicita

Gaston Champignon—. Así secomportan los verdaderos caballeros.Pero no te canses demasiado, por favor,¡luego entrenamos!

—De acuerdo, míster —respondeTomi—. Nos vemos en el campo.

Champignon se queda esperando aAugusto en el Pétalos a la Cazuela.

Han quedado a las cuatro de latarde.

El chófer del Cebojet llega a la horaen punto. Se toman una infusión, charlanun poco con Elena y luego van al tallerde carrocería de Charli.

Se encuentran con el entrenador de

los Zetas valorando los desperfectos quetiene su puerta.

—Hola, Charli, ¿qué ha pasado? —se informa Champignon.

—Esta noche unos ladrones hantratado de colarse en el taller —contestael padre de Pedro.

—¿Han robado algo? —inquiereAugusto.

—No —contesta Charli—. Los haespantado la alarma, pero es la segundavez que me pasa en un mes. Quieroinstalar un circuito cerrado detelecámaras, como el que ha colocadodon Calisto para vigilar la parroquia. Aver si así los desanimo…

—Me parece una idea estupenda —

comenta Champignon—. Oye, Charli, hevenido a decirte que tus chicos se hanpasado de la raya.

—¿Las pintadas en el Cebojet? —pregunta el padre de Pedro.

—Efectivamente —contesta elcocinero-entrenador—. Ha sido unabroma de pésimo gusto.

—Y por culpa de esa broma se haido a pique el plan de la fusión —añadeAugusto—, porque hasta los que estabande acuerdo, como Nico, Tomi o Sara,ahora han cambiado de idea. Unaauténtica lástima. Había que unir a loschavales y hoy están todavía másdivididos que antes.

—Podéis creerme, renunciar a la

fusión me disgusta más que a vosotros—explica Charli—. Por eso les heechado unas broncas terribles a mi hijo,a César y a Vlado. Sé que se hanportado fatal y que han cometido todotipo de fechorías, pero creo que esta vezno tienen nada que ver. No puedoprobarlo, pero estoy seguro de que ellosno han sido.

Gaston y Augusto se despiden ysalen del taller. En el camino de vuelta,el cocinero-entrenador rememora conatención las palabras de Charli y seatusa el bigote por el lado derecho.

—Querido Augusto —proponeChampignon—, ¿por qué no pasamos asaludar a don Calisto, a ver cómo va su

eterno resfriado?

A última hora de esa misma tarde, losCebolletas se encuentran en la parroquiade San Antonio de la Florida paraentrenar. También ha acudido Fidu, queno desperdicia nunca la ocasión depasar un rato con sus amigos.

Gaston Champignon entrega doschalecos rojos a Sara y a Tomi y dosazules a Lara y a Rafa, mientras Fidu yel Gato se colocan en la puerta.

—Empezaremos con un partido dedos contra dos —explica el cocinero-entrenador—. El equipo que encaje ungol podrá tener un jugador más de

refuerzo.Gana el partido el equipo que acabe

con menos jugadores, ¿de acuerdo?Champignon lanza el balón al campo

y pita el inicio del encuentro.

—Superbe! —aplaude Champignon.João entra como refuerzo del equipo

que va perdiendo. Los dos rojos tienenahora problemas para defender, porquesus adversarios lo tienen muy fácil paradejar a uno desmarcado.

De hecho, los tres azules avanzanintercambiándose rápidamente el balón,hasta que Rafa se queda solo delante delGato y lo bate con un potente derechazo,que se cuela bajo el travesaño.

Nico entra con los rojos yreequilibra los equipos: cuatro contracuatro, incluidos los porteros.

Mientras el partido se anima, GastonChampignon deja el silbato a Augusto yse dirige al bar de la parroquia, en

busca de don Calisto.Los azules marcan dos goles

consecutivos, de João y el Niño. EntranElvira y Bruno con los rojos.Aprovechando la ventaja de contar condos jugadores más, los rojos acortandistancias (2-3) tras una rosca de Nicoque golpea el poste y entra.

Dani entra con los azules, que ahorason cinco contra seis rojos.

Un saque de falta de Tomi lleva a losdos equipos al empate, con un resultadode 3-3 y seis jugadores en el campo, trasla entrada de Aquiles con los azules.

Tras una imparable serpentina a labrasileña, João se deshace hasta delGato y entra en la portería con el balón

pegado al pie: 4-3 para los azules y unjugador más para los rojos, con laentrada de Becan.

A pesar de su inferioridad numérica,los azules marcan de nuevo tras unajugada espectacular: un pase raso deLara desde la banda derecha, una fintade Rafa, que deja pasar la pelotaseparando las piernas, y un toquecitofácil de Dani que acaba al fondo de lared.

—¡Atención! —advierte Augustomuy serio—. El parcial es de 5-3 paralos azules. Ígor entrará con los rojos,que tendrán dos jugadores más. Fuerasolo quedan Julio y Pavel. Está a puntode decidirse el partido. ¡Ánimo,

Cebolletas, es la hora de la verdad!—¡Nos basta un gol para ganar! —

exclama Rafa—. ¡Vamos, azules, unomás!

—¡Tenemos que empatar cueste loque cueste! —aúlla en cambio Tomi alos suyos—. ¡Vamos, chicos, nos hacenfalta dos goles, dos!

El primero llega de la mano deBruno, que controla con el pecho unpase de Elvira y marca de media chilenapor la escuadra, dejando clavado a Fidu.

—¡Fabuloso, Bruno! —lo celebraNico—. Uno más y empatamos. ¡Ánimo!

Pavel entra con los azules, que vanganando por 5-4 aunque, con un jugadormenos, parecen tener problemas. Pero es

João, desmelenado, quien vuelve a serdecisivo.

Tomi felicita a su adversario João:—Ya estás en forma. Parecías

Garrincha…

—Ya verás como ganamos la ligaautonómica, capitán. Y sin la ayuda delos Zetas —contesta con orgullo João.

Al salir del vestuario, los Cebolletasse topan con Gaston Champignon, queanuncia una cita misteriosa:

—Chicos, esta noche os espero atodos después de la cena en el Pétalos ala Cazuela: ¡proyectaré una películaespecial!

—¿Una película? —repite Sara, concuriosidad—. ¿Qué película?

—Es un secreto —le contesta elcocinero-entrenador—. Lo descubriréisesta noche.

—Es la cinta con el partido de lafinalísima contra los Zetas, ¿verdad,

míster? —pregunta João.—Secreto de sumario. —

Champignon se mantiene en sus trece—.No os diré nada.

—Sí, tiene que ser nuestra victoriasobre los Zetas. ¡No veo la hora deasistir otra vez al penalti decisivo deIssa contra Fidu! —exclama Nico,dando una palmada al portero en elhombro.

Este se muestra un poco dubitativo.—Supongo que tendrá alguna

relación con unos merengues a la rosa,¿no, míster?

—Tranquilo, Fidu, no faltarán —leasegura Champignon—. Os espero a lasdiez en el restaurante.

El cocinero-entrenador se atusa elbigote por el lado derecho y guiña el ojoa Augusto.

En el Pétalos a la Cazuela se presentaninesperadamente también Charli, Pedro,César, Vlado y otros Zetas.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntaAquiles—. ¿No os han dicho que no hayfusión?

—Nos ha invitado GastonChampignon —le replica Pedro.

—Estamos aquí por la película, la

fusión no tiene nada que ver —explicaCésar.

—Tengo la impresión de que no osvais a divertir demasiado —rebate João—. Creo que el míster nos va aproyectar el partido de desempate en elVicente Calderón…

—Esperemos que no… —diceVlado.

—Te veo algo preocupado, Fidu —observa Issa—. ¿No te apetece volver aver el superpenalti que te metí?

—Estoy preocupado por otra cosa—explica el portero—. Con la llegadade los Zetas somos demasiados aquídentro. No me gustaría que nos tocara unsolo merengue por cabeza…

Los Cebolletas celebran conalborozo el comentario.

A pesar de la inquietud de Fidu,Gaston Champignon lleva a la mesagrandes cantidades de sus famososmerengues a la rosa, y nadie se quedacon el estómago vacío.

—Ahora que os habéis endulzado elpaladar, os mostraré una pequeñapelícula, que a mí me ha dejado unregusto de lo más amargo en la boca —anuncia el cocinero-entrenador,atusándose el bigote por el ladoizquierdo—. Miradla atentamente yluego lo comentamos.

Después de las enigmáticas palabrasde Champignon, los chicos intercambian

miradas de perplejidad.—Entonces no es la película sobre

la finalísima en el Vicente Calderón —deduce Becan, mientras Augusto deja lasala a oscuras.

—¡Esa es nuestra parroquia! —saltaÍgor en cuanto ve las primeras imágenessobre la pantalla.

—¡Ahí está el Cebojet! —indicaJulio, apuntando con el dedo.

De repente se ve a tres chicos quesaltan con agilidad la verja y entran enel patio de la parroquia, que estádesierta. La hora de grabación de lapelícula, que se ve en un ángulo de lapantalla, informa de que son las siete ymedia de la mañana. Los tres

muchachos, captados por lastelecámaras del circuito cerrado quehizo instalar don Camilo, llevanmochilas a la espalda: probablementevan camino de la escuela.

Uno de los tres chicos saca de sumochila un bote de spray, mientras losotros dos miran a su alrededor paravigilar que nadie les esté viendo, y sepone a escribir en los laterales delCebojet y a pintar cuernos, barbas ybigotes a los Cebolletas retratados en elautobús.

Cuando han acabado de pintarrajearel Cebojet, los tres vuelven a saltar laverja y desaparecen.

En cuanto Augusto enciende las

luces del restaurante, todos se vuelven amirar a los tres protagonistas de lagrabación.

¿Vlado, César y Pedro?Te equivocas.¡Son João, Dani y Aquiles!En la sala se ha hecho un silencio

absoluto, como durante un examen.No se oye más que la risita de

Vlado, que comenta entre dientes:—Te equivocabas cuando me has

dicho que no me divertiría, João… ¡Hasido todo un peliculón!

La primera que recupera el uso de lapalabra es Sara, que se pone en pie y sedirige hacia João, Aquiles y Dani,sentados juntos. Con una mirada

furibunda les lanza una pregunta:—¿Se puede saber qué tenéis en la

cabeza, además de serrín? ¡Habéisdesfigurado nuestro Cebojet!

A ninguno de los tres se le ocurreuna respuesta.

—Ya os digo yo lo que tenían en lacabeza —contesta Pedro—. Organizaronla broma para luego echarnos la culpa anosotros. Así ningún Cebolleta querríaluego fusionarse con los maleantes delos Tiburones.

—¿Es verdad? —pregunta Tomi.João mira a Aquiles y a Dani, y

admite en voz baja:—Sí, es verdad…—No nos parece justo que los Zetas

se aprovechen del derecho a participaren una liga que nos hemos ganadonosotros —intenta justificarse Aquiles—. O que algún Cebolleta tenga quequedarse en el banquillo mirando.

—No sé si tenéis razón o no —lerebate el capitán—, pero una cosa esdiscutirlo y otra muy distinta tratar deimponer vuestros argumentos a base deengaños. Es como marcar un gol cuandoel portero está en el suelo, lesionado.Los Cebolletas no juegan así.

—Los Cebolletas chocan la mano desus rivales después del partido, nointentan derrotarlos a base de mentiras—añade Nico.

—Sin contar con que Lara y yo nos

hemos pasado varias horas para decorarel Cebojet y vosotros lo habéis echadotodo a perder —salta Sara—. Muchasgracias, de corazón…

Inesperadamente, Charli es elprimero en salir en defensa de los tressaboteadores.

—De acuerdo, han cometido unerror. Ha sido una broma de mal gusto ydesafortunada, pero tampoco han matadoa nadie. Todos nos equivocamos, loimportante es reconocer los errores ytener el valor de pedir perdón. ¿A quesí, chicos?

João, Aquiles y Dani asienten con lacabeza.

—Charli tiene razón —coincide

Champignon—. Habría preferido perderla final en el Vicente Calderón a ver estapelícula, pero también se aprende de lasexperiencias negativas. Este episodiodemuestra que probablemente esnecesaria de verdad una fusión paraacabar con una rivalidad que estácausando demasiados problemas.

—¿O sea que jugaremos convosotros? —pregunta Pedro.

—Se me ha ocurrido una idea —responde el cocinero-entrenador—. Unreferéndum.

—¿Sobre qué, míster? —inquiereNico.

—Me gustaría saber qué piensa lagente del barrio al respecto —contesta

Champignon—. Si prefiere que larepresente un equipo o dos.Organizaremos una votación y según elresultado decidiremos si realizar o no lafusión.

—Me parece una idea sabia —asiente Charli—. Pero ¿cómoinformaremos a la gente del barrio?

—Ya se encargarán de ello losCebolletas —responde el cocinero-entrenador—. Las tres próximas tardesrecorrerán las calles y las tiendas pararepartir las octavillas sobre elreferéndum que ya ha imprimido donCalisto. Quien quiera podrá votar hastael domingo próximo en el Paraíso deGaston.

—¿Y los entrenamientos, míster? —pregunta Becan.

—Se suspenden tres días —responde Champignon—. Como castigo.

—¡Pero nosotros no tenemos nadaque ver con la broma! —protesta Rafa.

—Te recuerdo que somos una flor,no pétalos sueltos —replica el cocinero—. Y lo somos cuando jugamos ycuando nos equivocamos. Además,Dani, Aquiles y João ayudarán a lasgemelas a limpiar las pintadas delCebojet, ¿de acuerdo?

Los tres saboteadores vuelven aasentir con la cabeza.

—Preparaos a sufrir… —lesamenaza Sara, hecha un basilisco—. Os

haremos rascar vuestras pintadas con lasuñas.

—No me gustaría estar en tu piel,brasileño —dice Fidu a João, mientraslo abraza riendo.

João, Aquiles y Dani salen delPétalos a la Cazuela cabizbajos yavergonzados. No solo han hecho elridículo delante de todos, sino que eltiro les ha salido por la culata, porquehan logrado exactamente lo contrario delo que se proponían: ahora la fusiónentre Cebolletas y Tiburones parececada vez más cercana.

El día siguiente, al volver a casa del

colegio, Tomi se encuentra a Armando alos fogones de la cocina.

—Hola, papá —le saluda el capitán—, ¿quieres suplantar a Champignon ensu trabajo?

—Ni por asomo —respondeArmando—, pero tu madre nos hadejado una simpática cartita en la quenos pide que calentemos la comida queha cocinado.

—¿Adónde ha ido? —preguntaTomi.

—Dice que la han llamado deCorreos para un trabajo urgente… Nosé… —comenta—. ¿No la encuentras unpoco rara estos días? Primerodesaparece del trabajo, luego la

misteriosa llamada de Sofía…—El Retiro… —añade Tomi.—¿Qué tiene que ver el Retiro? —

inquiere Armando.—El otro día estábamos entrenando

en el parque —cuenta el capitán— y vi amamá sentada en un banco con unhombre.

—¿Un hombre? —se extrañaArmando.

—Era rubio, iba muy elegante ygrababa la madera del banco con unmartillo y un destornillador —explica eldelantero centro.

—¿Como hacen los enamoradoscuando escriben fechas en la corteza delos árboles? —inquiere Armando, cada

vez más inquieto.—Exacto —confirma Tomi—.

¿Estás celoso, papá?—¿Celoso yo? ¿Estás de broma? —

replica Armando con una risita nerviosa—. Tu madre y yo confiamos ciegamenteel uno en el otro. Hace siglos que nosqueremos. Además, ¿por qué tendría queestar nervioso? ¿Se quedaron muchotiempo en el banco?

—No, mamá se despidió casienseguida y se fue con su bici de cartera—contesta el capitán.

—¿Ves? —dice Armando con unsuspiro de alivio—. Seguro que habíaentregado el correo de la zona, setomaba un descanso en el parque y

conoció a un chiflado que dabamartillazos contra un banco. Como eseducada, se despidió de él y se fue. Estodo.

—Lo raro es que no nos hayacontado algo tan curioso —comentaTomi.

—¿Raro por qué? Si supieras lacantidad de cosas raras que me ocurrenen el 54 —dice Armando—. Pero no oslas cuento todas.

—Entonces no hay nada de quepreocuparse. ¿Estás tranquilo? —pregunta el capitán.

—¡Claro! —asegura su padre—.¿Por qué no lo iba a estar?

—Porque te estás echando agua en el

vaso sin haberle quitado el tapón a labotella… —responde Tomi.

—Por eso no caía… —concluyeArmando, antes de desenroscar el tapóny llenarse el vaso.

No parece tan tranquilo como dice…

Aunque se han suspendido losentrenamientos de los Cebolletas por elcastigo a los tres saboteadores, loschicos intentan mantenerse en forma.

Nico, Tamara, Sara y Ángel, porejemplo, han quedado esta tarde en laparroquia para entrenarse juntos.

La idea ha sido de Nico.—Por el tono de Champignon

cuando hablaba, creo que habrá fusión,así que cuanto antes empecemos apracticar juntos mejor.

El número 10 ha propuesto unosejercicios contra la pared, que es unagran maestra de fútbol… Comorecordarás, cuando empezó su carrera enlos Cebolletas, el lumbrera no eraprecisamente un fenómeno con el balón.Tenía unos pies de pato y con susdisparos al través rompía un jarrón trasotro en el patio, ante la desesperaciónde la portera.

Luego Gaston Champignon leaconsejó que peloteara solo contra lapared: un toquecito con la derecha, otrocon la izquierda, derecha, izquierda, etc.

Se pasó así varias horas al día durantemeses y meses, y al final sus pies depato se transformaron en los pies de ungran número 10, capaces de hacer tirosprecisos y sacar faltas mortíferas.

Nico, Tamara, Ángel y Sara se hancolocado en fila india delante de lapared que hay a un lado del campo paraequipos de siete jugadores. El número10 tira contra la pared y se pone al finalde la fila. Tamara recoge el rebote,dispara al vuelo y se coloca a su vez ala cola. Siguen así, disparando uno trasotro contra la pared, al vuelo, tratandode evitar que el balón toque el suelo.

Es un ejercicio de lo más útil paraentrenar la sensibilidad de los pies y la

precisión del toque.Los chicos repiten el ejercicio

golpeando con la cabeza en lugar del piey luego con una parada intermedia:pelota contra la pared, control con elpecho, pelota de nuevo contra la pared ysiguiente turno.

Para acabar, los cuatro bajan la redde voleibol y juegan un disputadopartido de fútbol-tenis: Ángel y Saracontra Nico y Tamara.

Gaston Champignon disfruta de laescena sentado en un banco yacariciando al gato Cazo, que duerme ensus brazos. El cocinero-entrenador estácontento de ver cómo se divierten juntosdos Zetas y dos Cebolletas.

Su alegría es como una esponja queva borrando poco a poco las malvadaspintadas de los laterales del Cebojet.

La tarde siguiente, Nico, Tamara, Ángely Sara se citan de nuevo en la parroquiade San Antonio de la Florida, pero nopara jugar al fútbol.

La idea esta vez se le ha ocurrido ala gemela.

—Vamos juntos a distribuir lasoctavillas sobre el referéndum yaprovecharemos para explicar a la gente

del barrio las ventajas de la fusión. Silogramos convencerles de que votenafirmativamente nos podremos divertirtodo el año como hicimos ayer.

Los cuatro chicos cogen un paquetede octavillas por cabeza del despachode don Calisto y empiezan adistribuirlas a las personas que seencuentran en los parques y por lascalles del barrio, explicando a todos dequé se trata, dónde se puede votar y porqué deben hacerlo a favor de la fusiónde los dos equipos.

—Dejemos algunas hojas en lastiendas —propone Tamara—, para losque van a comprar.

—Buena idea —aprueba Nico—.

Mirad, ahí está el panadero delante desu tienda. Empecemos por él… ¡Buenosdías, don Pedro!

—Hola, chicos —les saluda elpanadero, que lleva una camiseta detirantes, pantalones bombacho y zuecosy tiene los brazos llenos de harina—.¿Estáis repartiendo publicidad?

—No, estamos organizando unreferéndum en el barrio para sabercuánta gente está de acuerdo con lafusión del equipo de los Cebolletas conel de los Tiburones —explica Sara—.Se describe en esta hojita. Aquí tiene.

El señor Pedro la coge y empieza aleer.

—¿Dice dónde se puede votar?

—Sí, en la tetería el Paraíso deGaston —responde Ángel.

—¿Y por qué sois partidarios de lafusión? —insiste el panadero.

—Porque este año participaremos enuna liga muy complicada —explica Nico— y, si juntamos fuerzas, podremosformar un equipo duro como el acero.¿Sabe que el acero no existe, señorPedro?

—¿Cómo que no existe? —preguntael panadero—. Mi horno es de acero.

—No es un elemento natural, quierodecir —continúa el número 10—. Elacero es una aleación de dos metales,para crearlo hay que fundir juntos elhierro y el carbono. ¿Entiende lo que le

quiero decir? Se juntan dos elementospara crear un tercero, más fuerte que losdemás.

—Tienes razón, Nico —conviene elpanadero—. En el fondo, yo tambiénjunto agua y harina para fabricar mispanecillos. Creo que votaré que sí,chicos…

—¡Gracias, señor Pedro! —exclaman a coro los cuatro amigos.

Una hora después, João, Aquiles y Danientran en una frutería con intención derepartir una de las octavillas de donCalisto.

—Gracias, João —comenta la

propietaria, doña Juliana—, pero ya hapasado Nico y me lo ha explicado todo.

—Espero que esté de acuerdo connosotros en que es mejor conservar dosequipos en el barrio —explica Dani—.¿No dicen los comerciantes «dos por elprecio de uno»?

—Tienes toda la razón, Dani, yotambién pensaba lo mismo —coincide laseñora Juliana—, hasta que Nico me hahecho cambiar de opinión con lamenestra y la macedonia.

—¿La menestra? —repitesorprendido Aquiles.

—Sí, para hacer una menestrasabrosa y una buena macedonia hay quemezclar verduras y frutas de todo tipo

—explica la frutera—. ¿Por qué nohacer una deliciosa ensalada a base deCebolletas y Zetas? Creo que votaré quesí.

Los tres saboteadores salen abatidosde la verdulería y de las demás tiendas.Los cuatro de la banda del sí se les hanadelantado y parece que han resultadomuy convincentes en todas partes.

—Ese empollón de Nico es un magocon las palabras… —reconoce João.

—¡Por fuerza, con todos los librosque estudia! —exclama Aquiles.

—Tengo la impresión de que elreferéndum pinta mal para nosotros —concluye Dani.

De la calle llega el estruendo de un

claxon. Son César y Vlado a bordo deuna especie de bicicleta doble quearrastra un baldaquín.

—Solo nos faltaban las burlas de losZetas —se lamenta João—. Este díaasqueroso ya está completo.

—¡Venid aquí, rápido! —exclamaCésar.

Los tres Cebolletas se miran,sorprendidos.

—Venid —insiste Vlado—. No osqueremos tomar el pelo, estamos aquípara ayudaros.

—Me da la impresión de que nosestán tendiendo una trampa —avanzaDani.

—Qué más da, peor de lo que nos ha

ido hasta ahora no nos puede ir. Vamos aver qué quieren —propone Aquiles.

—Hola, Cebolletas —les saludaCésar—. Si creéis que os tenemos maníapor las pintadas del Cebojet que habéistratado de endosarnos, estáis muyequivocados.

—Era una broma genial, y siento queno haya funcionado —prosigue Vlado—,porque estamos de acuerdo convosotros: ¡hay que evitar como sea lafusión! Por eso, por una vez, podemosaliarnos.

Dani, Aquiles y João se mirandubitativos.

—Estamos aquí para echaros unamano —explica César—. Y me parece

que os hace falta. Siempre llegáisdespués de Nico y no sois tanconvincentes como él, ¿me equivoco?

—No… —reconoce João.—Subid a bordo, ¡vamos! —ordena

Vlado.—¿A bordo de eso? —pregunta

Dani, señalando poco convencido elbaldaquín.

—Pues claro, subid y, mientraspedaleamos, os contaremos nuestro plan—explica César.

Aquiles, João y Dani se sientan en elbicitaxi, que se aleja tocando la bocina.

—Olvidémonos de las tiendas —dice Vlado—. Nico y sus amigos ya hanentrado en todas. Concentrémonos en la

gente que pasea por la calle. Ya son másde las cinco, empiezan a volver deltrabajo. Coloquémonos en las paradasdel autobús y en las salidas de losmetros y tratemos de conquistar algúnvoto.

—¿Cómo? —pregunta Dani.—Me he traído un micrófono y un

amplificador —explica Vlado—. Daréun pequeño mitin ambulante mientrasvosotros repartís las octavillas a laspersonas que se acerquen a pedirinformación.

—¡Una idea genial! —exclamaAquiles.

—No sabes hasta qué punto —comenta César—. Aunque somos

grandes y fuertes y nos llamáis animales,el cerebro nos funciona bastante bien…

Los tres Cebolletas ríen, divertidos.Vlado enciende el micrófono y

empieza su proclama:—Escuchen, señoras y caballeros.

¿Les gustaría que un día el Atlético y elReal Madrid se unieran para formar unsolo equipo? Piénsenlo, sería unadesgracia, porque nos perderíamos suderbi, es decir, ¡uno de los partidos másemocionantes del año! Además, habríaque cerrar uno de los dos estadios. ¿Hayalgo más triste que un estadio vacío y encompleto silencio? En cambio, mientrasel Atlético y el Real Madrid siganseparados, el Bernabéu y el Vicente

Calderón se llenarán cada dos semanasde alegría y colores. ¿Por qué les digoesto? ¡Porque quieren quitarnos el derbide nuestro barrio! Está en juego elemocionante encuentro entre Cebolletasy Tiburones Azzules, que ha dadograndes espectáculos estos años. Seexponen a ver en la parroquia de SanAntonio de la Florida un solo partidocada dos semanas, en lugar de uno todoslos domingos. ¿Les parece justo? Si larespuesta es que no, como creemos,todavía pueden hacer algo: ¡votar NO enel referéndum sobre la fusión!¡Acérquense y les daremos una hoja contoda la información útil para salvar elderbi del barrio!

Elprimero enacercarse albicitaxi es unhombre conchaqueta ycorbata y unmaletín detrabajo en lamano, querecoge laoctavilla demanos deDani. Luego llegan dos señoras con labolsa de la compra. En pocos minutos seforma una pequeña aglomeración depersonas, que atrae a otros curiosos. Los

tres Cebolletas distribuyen octavillas sinparar.

—¡Qué exitazo! —exclama João,incrédulo.

—¿Qué os decíamos, Cebolluchos?—recalca Vlado.

—¿De dónde habéis sacado elmicrófono y el amplificador? —preguntaDani.

—Es mío —explica el Zeta—, louso para cantar con mi grupo de rock.

—¿Cantas en un grupo? —inquiereDani, sorprendido—. ¿Qué tipo decanciones tocáis?

—Nos gustan las de Amaral —responde Vlado—, aunque tambiénhemos compuesto algunas.

—¡Amaral es mi grupo favorito! —salta Dani—. Sé tocar todas suscanciones a la guitarra.

—Pues podríamos probar a tocarjuntos alguna vez —propone Vlado—.¿Qué te parece?

Otro Cebolleta está de lo másocupado haciendo publicidad delreferéndum sobre la fusión.

Es Tomi, que ha subido a Eva sobrela Merengue, su famosa bici rosa, yrecorre las calles del barrio. El capitánpedalea mientras la bailarina, sentada enel sillín, distribuye las hojas a laspersonas que se les acercan. Para eldelantero es además un buenentrenamiento, para compensar la

suspensión de la preparación previa a laliga que ha decretado Champignon.

—¡Tengo una idea! —salta endeterminado momento Eva.

—¿Qué idea? —pregunta Tomi.—Una idea para llegar a más gente

con las octavillas —explica la bailarina.—Yo también tengo una —rebate

Tomi.—Dime primero la tuya —propone

Eva.—Podríamos darle unas cuantas a

Adriana, para que las enrolle en torno asus flechas y las haga entrardirectamente en las casas por lasventanas —explica el capitán.

—¡Siempre tienes en la cabeza a la

italianita! —protesta la bailarina—. ¡Yome dedico a perder el tiemporepartiendo hojas, y tú, mientras tanto,pensando en Adriana! ¡Déjame bajar,que me voy a casa!

El capitán suelta una carcajada.—¡Lo he hecho aposta para ver si te

enfadabas! ¡Era una broma y has picado!—Una broma estúpida, que no me ha

gustado nada —le espeta la bailarina—.¡Déjame bajar de la Merengue!

—Vamos, explícame cuál es tuidea… —insiste Tomi.

Después de darle muchas vueltas,Eva se deja convencer.

—Es algo muy sencillo. Perdona,pero ¿tu madre no es cartera? Le damos

algunas octavillas y ella las puede irmetiendo en los buzones mientrasentrega el correo.

—Vaya, ¿cómo no se nos ha ocurridoantes? —salta el capitán—. Tienesrazón, ¡vamos a buscar enseguida a mimadre!

Tomi pedalea a toda velocidad hastala oficina de Correos, donde descubreque Lucía acaba de salir en bici parahacer un recado en una calle del barrio.Van a buscarla y le explican su plan.

La madre de Tomi se vuelve a poneren marcha con un paquete de octavillassobre el referéndum. Poco después selanza en su persecución un ciclista conun casco, gafas de sol y una bici de

carreras.—¡Pero si es Armando! —salta Eva.—Pues sí, no me lo puedo creer…

—Tomi se ha quedado boquiabierto.—¿Y hace mucho que tu padre monta

en bici de carreras? —inquiere labailarina.

—Desde que está celoso —contestael delantero, antes de contarle a suamiga los extraños hechos que hansucedido en los últimos días: el hombrerubio del banco del Retiro, la extrañallamada telefónica de Sofía, lasmisteriosas desapariciones de sumadre…

—O sea que los celos son unaenfermedad en tu familia —comenta

Eva.—¿Qué quieres decir? ¿Que tengo

celos de ti? —pregunta Tomi, exaltado—. Pues yo diría que no, en absoluto.

—Qué vaaa… —rebate la bailarina—. ¿Recuerdas cómo te comportaste conRodrigo en Río, con Tití en París y conel Halcón en Pekín, que fueron tansimpáticos conmigo? Y también están

Pedro, Rafa, Ángel… ¿Sigo?—Ya basta… —reconoce el capitán

ligeramente abochornado, en pie sobrelos pedales de la Merengue.

Sara ve a lo lejos a un grupo depersonas.

—¡Mirad cuánta gente hay en losjardines! Vamos, podremos repartir unmontón de octavillas de golpe.

Pero, en cuanto se acercan,reconocen la voz que habla por elmicrófono y al llegar al parque seencuentran para su sorpresa conAquiles, João y Dani, que estándistribuyendo hojitas al pie del bicitaxi.

—¿Qué estáis haciendo? —preguntaÁngel.

—Lo mismo que habéis hechovosotros en las tiendas del paseo de laFlorida —replica João.

—La única diferencia es quenosotros explicamos que la fusión es unapésima idea —precisa Dani.

—Eso es lo que tú crees —rebateNico—. Casi todas las personas con lasque hemos hablado están de acuerdo connosotros. Estoy seguro de queganaremos el referéndum, como osganaríamos ahora mismo un partido sijugáramos los cuatro contra vosotroscinco…

—Para saber el resultado del

referéndum tenemos que esperar —contesta César—, pero el partido defútbol podemos echarlo enseguida aquí,en los jardines. Si no nos tenéismiedo…

—¿Miedo de vosotros? —exclamaSara—. Esperadme aquí, voy corriendoa la parroquia a por un balón y a llamara mi hermana, así seremos cinco contracinco.

Mientras esperan a las gemelas, losCebolletas y los Zetas organizan elcampo, colocando cuatro ladrillos comopostes.

Aquiles sugiere una táctica a lossuyos.

—Propongo la siguiente alineación:

César y Vlado en la defensa; Dani y yoen el centro del campo y João en ataque.Formación 2-2-1.

Sus compañeros aceptan.Al no disponer de delanteros, Nico

propone en cambio un esquema 2-3.—Sara y Lara en la defensa, Ángel,

Tamara y yo en el centro del campo. Unode los tres subirá al ataque, por turnos.¿Vale?

Los chicos se ponen de acuerdosobre la duración del partido: elprimero que llegue a dos goles gana.

Como habrás calculado, lascaracterísticas de los dos equipos sonmuy distintas. El de las gemelas, graciasa la depurada técnica de Nico y Ángel,

está mejor dotado; el de João, gracias ala musculatura de Vlado, César yAquiles, es mucho más poderosofísicamente y de hecho se poneenseguida en cabeza.

—¡No vale! —protesta la gemela—.¡Ha sido obstrucción!

—¡Ni obstrucción ni nada! ¡Noshemos quedado quietos! —se justificaCésar—. ¡Sois vosotras las que oshabéis tirado encima de nosotros! Elfútbol no es un deporte paraseñoritingas…

—Tiene razón —coincide—. No hahabido falta. El gol es válido.

—¡Bravo! —salta Lara, con ganasde pelea—. Cuando jugaban contranosotros decías que eran unos animales,y ahora que juegan contigo losdefiendes…

—Te recuerdo que sois vosotros losque queréis la fusión —puntualiza João.

César, Vlado, Dani y Aquilesrecuperan su posición riendo entredientes y felicitando al brasileño.

Nico recoge el esférico y reúne alequipo. Ha tenido una idea.

—Pensad en cómo está dibujado elnúmero 5 de un dado —pide Nico.

—¿De un dado? —responde Tamara—. Cuatro puntos en los ángulos y unoen el centro.

—Exacto —confirma el número 10—. Coloquémonos así: yo haré de puntoen el centro del campo, Sara y Lara enlos ángulos de la defensa, Tamara y

Ángel en los de la delantera. Con estaalineación nos pasaremos continuamenteel balón. Ellos son más fuertes: si leshacemos frente cuerpo a cuerpo nosdestrozarán. En cambio, si hacemoscircular la pelota y les obligamos acorrer, se cansarán y, en cuanto dejenalgún hueco, ¡nos lanzaremos contra suportería!

—Me parece un plan perfecto —aprueba Sara—, digno de un granajedrecista como tú.

El partido se reanuda.

El esférico circula un buen rato así, deun punto a otro del lado número 5 deldado, mientras los rivales corren sintregua, pero sin lograr interceptarlo.Hasta que Vlado y César, nerviosos, seencaran a la vez con Tamara.

La ex Súper Viola pasa la pelota a Nico,que ve la portería descubierta y marcade un cómodo disparo con el interior: 1-1.

Mientras el equipo de las gemelascelebra el empate, Vlado llama a suscompañeros con una sonrisita que nopresagia nada bueno.

—A mí también se me ha ocurrido

un plan, chicos…João reanuda el juego en el centro

del campo levantando el balón paraVlado, que llega en tromba y suelta untremendo trallazo hacia la puerta. Nicono se aparta a tiempo y encaja elbalonazo en pleno estómago. Caerodando a tierra sin poder respirar,boqueando como una sardina reciénpescada.

—¡Es el momento de atacar, son unomenos! —exclama César.

El equipo de las gemelas intentadefenderse, pero entre cuatro no puedenmarcar a todos los adversarios, y alfinal João puede disparar tranquilamentey marcar el gol definitivo: ¡2-1!

—Felicidades, un gol de lo másdeportivo —comenta Sara, mientrasÁngel y Lara echan una mano a Nico,que está recuperando la respiración.

—¿Hemos cometido alguna falta? —pregunta Vlado—. ¿Desde cuándo esfalta tirar a puerta? Nadie le ha pedido aNico que se pusiera en medio. Hemosganado limpiamente.

—Es verdad —reconoce Nico, quese levanta trabajosamente con la ayudade Ángel—, pero nosotros tambiénhemos ganado. Tú has disparado y hamarcado João. ¿Lo veis? La fusión entreZetas y Cebolletas funciona, comodecimos nosotros.

A última hora de la tarde los primerosvotantes se presentan en el Paraíso deGaston, donde este ha preparado unaurna muy especial: una marmita.

Cuando llega alguien que quieredejar constancia de su opinión sobre lafusión, Champignon le tiende una hoja yun lápiz. El votante escribe SÍ o NO enla hojita, la dobla y la mete en lamarmita, sobre la que luego el místerpone la tapa. Como agradecimiento porparticipar en el referéndum, todosreciben una bolsita de panecillos conpipas.

Al final del tercer día, la marmitaestá llena hasta el borde. Nadie

esperaba una participación tan nutridaen la consulta popular. Es obvio que losúltimos años la gente le ha cogidocariño a los dos equipos: por eso se hantomado tanto interés por este dilema.

Esta noche Gaston Champignonprocederá al recuento de los votos ytomará una decisión definitiva. Por finsabremos si los Cebolletas participaránsolos en la liga autonómica o siformarán un nuevo equipo con losmuchachos de los Tiburones Azzules.

A la espera de su vaciado, lamarmita reposa sobre una mesa de latetería, fascinante y misteriosa como un

tótem indio. Tomi, João, Nico, Becan,Dani y las gemelas, que se estántomando un zumo de naranja, no lepueden quitar los ojos de encima.

—¿Vendréis esta noche a la aperturade las papeletas? —pregunta Tomi.

—Claro —contesta Sara—, memuero de curiosidad por saber cómoacaba este asunto.

—Yo no veo la hora de volver aentrenar —rebate João—. A fuerza dedarle vueltas a la fusión, nos estamosolvidando de que se acerca elcampeonato y que nos las veremos conequipos muy duros.

—Pase lo que pase, Champignon hadicho que mañana volveremos a entrenar

—apunta Nico.—Menos mal —comenta Becan—.

Tengo la impresión de que ganará el SÍ,¿y vosotros?

—Yo todavía confío en que gane elNO, pero tengo que admitir que tener aCésar y Vlado en mi equipo memolestaría menos que antes —confiesaJoão.

—¿Por qué? —le pregunta Lara.—Porque he pasado algún tiempo

con ellos últimamente, y no son tanantipáticos como parecen en el campo—contesta el extremo izquierdo.

—Es verdad —confirma Dani—.¿Sabíais que Vlado canta en un grupo?Nos hemos puesto de acuerdo para

ensayar juntos.—¿De dónde sacaron el bicitaxi del

otro día? —inquiere Lara.—El padre de César tiene una tienda

de bicis y las alquila —responde João—. César hace carreras de bici. Ayerinvitó a Aquiles a que probara.

—¿Lo veis? A veces basta conconocer un poco más a alguienantipático para que deje de serlo —observa Nico—. Por eso digo que lafusión con los Zetas es una ocasión quehay que aprovechar.

—Sí, pero por muy simpáticos oantipáticos que sean, la liga de latemporada pasada la ganamosnosotros… —precisa João.

—No volvamos a discutir sobre eltema, es inútil —concluye Tomi—. Hacedías que estamos repitiendo lo mismo.Esta noche el míster vaciará la marmitay sabremos qué nos espera.

Nadie rebate sus palabras. Todosvuelven la mirada al misterioso tótem deChampignon, que se ha llenado de síes ynoes y contiene la voluntad del barrio.

Rompe el silencio el Gato, que entraen la tetería con una bolsa al hombro yun par de raquetas de tenis en losbrazos.

—¿Vaya, Gato, te has pasado altenis? —pregunta Becan.

—No, lo que pasa es que hoy quieroentrenar —contesta el violinista.

—Los entrenamientos se hansuspendido hasta mañana —le informaTomi.

—Ya lo sé, pero los porteros nopodemos quedarnos parados demasiadotiempo —explica el Gato—. Losreflejos hay que ejercitarloscontinuamente, si no se pierden. Si untigre deja de cazar, se convierte en ungato de salón.

—¿Y para qué quieres las raquetas?—le pregunta Dani.

—Para los reflejos —explica elportero—, aunque me hace falta alguienque sepa jugar al tenis.

—¡Sara y yo somos dos campeonas!—salta Lara.

—¿Os apetece ayudarme una horita?—inquiere el Gato.

—Encantadas —responde la gemela—. Explícanos qué tenemos que hacer.

Tomi se despide de sus amigosporque ha quedado con su padre en elautobús de la línea 54. El capitán tieneque comprar un par de botas de fútbolpara la liga y Armando le ha prometidoque lo acompañaría en cuanto acabarasu turno de trabajo. Los demás se van ala parroquia de San Antonio de laFlorida, donde el Gato organiza unentrenamiento personalizado que tienehechizados a los espectadores.

Sara y Lara se colocan al borde delárea, a la altura de los dos postes, cada

una con una cesta llena de pelotas detenis. Van dando raquetazos por turnos,dirigiendo las pelotas hacia la portería.El Gato las bloca con autoridad.

Entrenar los reflejos y blocar bolasde tenis da más seguridad cuando seutiliza un balón de fútbol, que es muchomás grande.

El Gato pide ahora a las gemelasque disparen al mismo tiempo, de modoque le lleguen dos pelotas a la vez.Bloca la primera con las dos manos yrechaza con el pie y al vuelo la segunda.Se levanta, se lanza hacia el poste másalejado con los brazos tendidos y alejacon los puños las dos bolas posteriores.¡Todo un espectáculo!

El ejercicio siguiente es igual deduro.

El Gato ha pedido a las gemelas quealternen los tiros directos con los querebotan en el suelo. Es el mejorentrenamiento posible para los reflejosde un portero, que tiene que reaccionaren una fracción de segundo ante latrayectoria de una pelotita que rebota yse le echa encima a toda velocidad.Además, puede cambiar de golpe dedirección si choca contra una piedrecita,por ejemplo.

La primera rebota a solo un metro dela línea de meta, se eleva y está a puntode colarse bajo el larguero. El Gato laintercepta tras un enérgico golpe de

riñones y la levanta por encima de lamadera dándole una palmada.

El episodio final deja a todosboquiabiertos.

No consiguen entrar en la red más de

dos o tres bolas de cada diez.Cuando a las gemelas se les acaban

las pelotas, todos los chicos de laparroquia que se han parado a seguir elentrenamiento del guardameta le dedicanun sonoro aplauso. Pero también se oyenpalmas en las ventanas de los edificiosmás cercanos.

Fidu, que se encuentra sentado en unbanco al borde del campo, se mete en laboca el megacono de helado queempuñaba para aplaudir a su amigo.

Tino, sentado a su lado, comentaentre risas:

—Fidu, si Champignon organiza lafusión, me temo que te tocará hacer dereserva del Gato.

A Fidu se le atraviesa el helado depistacho en la garganta y se pone a toser.

Tomi se encuentra con el autobús deArmando al principio de la callePrincesa. Se pone al lado del chófer yempieza a charlar con su padre.

—¿Desde cuándo sientes pasión porel ciclismo?

—Desde siempre —contestaArmando—, y al final me he decidido acomprar una buena bici de carreras. Esoes todo. Pedalear es de lo mássaludable.

—¿No la habrás comprado porcasualidad para espiar a mamá? —

pregunta Tomi.—¿Estás de broma? ¿Cómo se te ha

ocurrido eso? —se extraña su padre.—Hace unos días vi que la seguías

muy de cerca… —le informa Tomi.—Una simple coincidencia, me la

encontré en la calle —asegura Armando—. Te he dicho mil veces que no soyceloso. Además, ¿me crees capaz deespiar a la gente?

En ese preciso instante, Tomi ponelos ojos como platos y señala algo delotro lado del parabrisas:

—¡Pero si es mamá! ¡Y con el tiporubio al que vi en el Retiro!

—¿Dónde, dónde? —preguntainmediatamente Armando.

—¡Ahí! —indica de nuevo el capitán—. Está girando a la derecha.

—¡Sigámosla! —exclama el chófer,antes de dar un volantazo e inclinarpeligrosamente el autobús hacia un lado.

Muchos pasajeros tienen queagarrarse a las asas que cuelgan de lasbarras para no caer al suelo.

—¡Pero qué manera de conducir! —protesta uno—. ¿Dónde cree que está, enel Jarama?

Todos a una se quejan del cambio derecorrido.

—Pero ¿adónde va? ¡Esta no es laruta del 54!

—¡Deténgase, conductor, me quierobajar!

—¡Se ha saltado dos paradas! ¡Pare!¿Adónde nos lleva?

Abochornado por el infierno que haestallado a bordo y por la manera deconducir de su padre, Tomi intentaconvencerle de que se detenga, peroArmando está de lo más concentrado ensu persecución.

—¡Ahí están! ¡Han girado por esacallejuela, a lo mejor podemosalcanzarles!

—¡Es una calle de un solo sentido,papá! —aúlla Tomi—. ¡Vas encontradirección! ¡Cuidado!

Un coche aparece en sentidocontrario y se para tras un bruscofrenazo a pocos centímetros del

parachoques del 54.—¡Ven, Tomi, sigamos a pie! —

decide Armando, que abre las puertas,salta del vehículo y echa a correrdejando el autobús en medio de la calle.

Tomi sigue a su padre, que exclama:—¡Han entrado en esa joyería,

vamos!Armando irrumpe en la tienda sin

resuello y grita, fuera de sí:—¡Espero que me lo expliques todo

desde el principio!—¡Armando! ¿Qué haces aquí? —

pregunta Lucía, sorprendida.—Eres tú quien me tiene que decir

qué haces aquí y qué hacías con esteseñor en un banco del Retiro. ¿Os estáis

comprando las alianzas para la boda? —suelta el marido—. Además, quiero unaexplicación del resto: las supuestasllamadas telefónicas de Sofía, losrecados inesperados en el trabajo…

—Pero ¿te has vuelto loco,Armando? —le espeta Lucía,preocupada.

—Estoy sano de cuerpo y de mente—responde el padre de Tomi—. ¡Yesperando una explicación!

Lucía cambia de repente deexpresión y se transforma en unbasilisco.

—¡Ahí va mi explicación! Siestuvieras en tu sano juicio, recordaríasque fue en ese banco del Retiro donde

nos dimos nuestro primer beso, ¡haceveinte años! ¡Dentro de cinco díashabrán pasado exactamente veinte años!Este señor es el propietario de lajoyería. Ha tenido la amabilidad decoger una astilla de ese banco, que iba aengastar en una pulsera de oro que tepensaba regalar para nuestro aniversariode boda. Por mí ya te la puedes quedar,¡porque lo has echado todo a perder!¡Gracias de corazón! ¡Y sobre todo porla confianza!

Mientras habla, Lucía coge lapulsera del mostrador, se la arroja a sumarido y sale a paso de carga, con losojos rojos de furia.

Armando, confuso, recoge la pulsera

y la estudia: una pequeña pala de cristalsujeta una astilla de madera verde; enuna medallita de oro en forma decorazón está grabada la fecha de suprimer beso.

Le parece la pulsera más bonita delmundo y se la pone en la muñeca.

—He metido la pata hasta el fondo,¿verdad? —pregunta el conductor.

El joyero rubio y Tomi asienten conla cabeza.

Cebolletas y Zetas, todos se encuentranen el Paraíso de Gaston.

Con una tiza en la mano, Nico sedispone a ir anotando el recuento de los

votos.El cocinero-entrenador levanta la

tapa de la marmita y coge la primerapapeleta. La lee y anuncia:

—¡Sí!Nico marca una crucecita en la

columna de los síes.Champignon coge otra papeleta:

«¡No!».El número 10 hace lo propio con el

nuevo voto.Los chicos asisten al recuento

conteniendo la respiración. En la teteríano se oye una mosca.

Cuando ha vaciado la mitad de lamarmita, Gaston Champignon interrumpeel recuento y pide a Nico que haga uncontrol parcial de la situación. Elnúmero 10 cuenta las equis pintadas enla pizarra y anuncia:

—¡Va ganando el NO por oncevotos!

Vlado y Dani se miran con

satisfacción, mientras se oyen murmullosen la tetería, que se ha ido llenando decuriosos. Son vecinos que hanparticipado en la votación y quierensaber cómo acaba el asunto de la fusión,que ha despertado un gran interés.

El cocinero-entrenador lo adviertecon satisfacción, mira agradecido a losespectadores que llenan la sala, seacaricia el bigote por el lado derecho yreanuda el recuento de las papeletas.

—Sí… No… No… Sí… Sí…Hacia el final del proceso, Gaston

Champignon dispara una ráfaga de síes:—Sí… Sí… Sí… Sí… Sí… Sí…

Sí… Sí… No… Sí… Sí… Sí…Sara da un codazo a Ángel, que está

sentado junto a ella, y susurra:—¡Estamos remontando!Todos siguen la lista de equis en la

pizarra bajo la columna de los síes, quese alarga sin parar y parece la estela deun barco en alta mar.

Al final, el cocinero-entrenador metelos dos brazos en la marmita y saca dospapelillos arrugados, mientras anuncia:

—¡Los dos últimos! ¿Cómo va lacosa, Nico?

El número 10 cuenta nuevamente lasequis que hay anotadas en la pizarra.

—Los noes van ganando por un solopunto.

Los murmullos aumentan de volumenen la sala.

Champignon levanta un brazo parapedir silencio.

—Amigos, ha llegado la hora de laverdad. Basta con un solo NO para queganen los noes. Veamos si en estapapeleta…

El cocinero-entrenador desdobla elpapelito con suma lentitud, para creartodavía más suspense en la tetería, yexclama por fin:

—¡Sí! ¡Empate! ¡La votación seresolverá con la última papeleta!

El público aplaude instintivamente,mientras Zetas y Cebolletasintercambian los últimos comentarios.Ha llegado el momento decisivo. Dentrode unos segundos descubriremos

finalmente si los Cebolletas participaránsolos en la próxima liga autonómica ocontarán con el refuerzo de los Zetas.

Inesperadamente, Champignon llamaa Tomi y a Pedro y les pide que seacerquen a la mesa.

—Serán los dos capitanes los quecomuniquen el resultado final. Ánimo.

Pedro coge la papeleta, la abre y sela tiende a Tomi, que la lee y anuncia:

—¡Sííí!Sara, Tamara, Ángel y todos los

partidarios de la fusión saltanlevantando los brazos, como sicelebraran un gol.

Champignon alza nuevamente lamano para pedir silencio y da el anuncio

definitivo:—Queridos amigos, la mayoría de

los votantes está por lo tanto de acuerdoconmigo. Así que la decisión estátomada: va a nacer un nuevo y fantásticoequipo, que representará a nuestrobarrio en la liga autonómica. Cebolletasy Tiburones Azzules jugarán con lamisma camiseta, que para mí es elsímbolo de un abrazo entre dos gruposde amigos. Los abrazos siemprefortalecen, así que estoy seguro de quedisputaremos una estupenda temporada.Como he aprendido durante mis muchosaños de cocinero, uniendo dosingredientes de sabor distinto a menudose obtiene un resultado mucho más

sabroso que los dos por separado.Quiero agradecer a todos vuestro interésy participación en el referéndum, esperoque os hayan gustado mis panecillos conpipas y os propongo que nosdespidamos con un caluroso aplauso alequipo que acaba de nacer.

Cebolletas y Zetas se ponen en piepara agradecer el estruendoso aplausoque resuena en la tetería.

Tomi estrecha la mano de Pedro.—Buena liga, entonces… Ahora que

juegas conmigo, tendrás muchas másposibilidades de ganar.

—Pues sí, estamos en el mismobando —admite a regañadientes el hijode Charli—. Ya no me podré burlar de ti

cuando juegues, es una lástima.

Y a ti, ¿qué te parece? ¿Estás contentocon la fusión? ¿Sientes curiosidad por lanovedad o habrías preferido que losCebolletas y los Tiburones Azzulessiguieran jugando por separado?

Al final, hasta los que habían hechocampaña contra la fusión, como Vlado,César, Dani, João o Aquiles, hanaceptado la decisión sin dramatismos.Entre otras cosas porque, durante suspaseos en el bicitaxi para distribuiroctavillas, los chicos se han conocidomejor y han descubierto que podíanestar juntos sin pelearse constantemente.

Por ejemplo, Vlado y Dani hanencontrado en la música y en lascanciones de Amaral una pasión común.Aquiles, al que le encanta haceracrobacias temerarias con la bici, hapedido al padre de César, que tiene unatienda de ciclismo, que le montara unosamortiguadores especiales. El jugadorde los Zetas ha llevado al exmatón a unapista clandestina, bajo la avenida dePortugal, donde hay bañeras, baches yrampas espectaculares. Han dado variasvueltas con las bicis preparadas por elpadre de César. Gracias a los nuevosamortiguadores, ahora los aterrizajes deAquiles después de los saltos son muchomás suaves…

En resumen, al final todos, algunoscon mayor entusiasmo que otros, hanaceptado la idea de formar un soloequipo. Sin embargo, al cabo de unosdías aparece en el tablón de anuncios dela parroquia la nueva edición delMatuTino y vuelven de inmediato losproblemas.

Como de costumbre, el aprendiz deperiodista ha sabido pulsar las teclasadecuadas para crear polémicas. Enrealidad, hasta en este caso hay quereconocer que Tino ha hecho un buentrabajo, es decir, que ha sacado a relucirdudas legítimas que habrá que atenderantes de que empiece la liga.

Lo reconoce el propio Nico:

—Tino se divierte sembrandocizaña, pero tiene razón. Estosproblemas habrá que resolverlos.

—¿Qué problemas? —inquierePedro.

—Os leo un pasaje del artículo —responde el número 10—: «MísterChampignon tiene razón, la fusión dedos equipos es tan bonita como unabrazo, pero ese abrazo planteadificultades prácticas. Por ejemplo,¿cómo se llamará el nuevo equipo? ¿Quécolores lucirá la camiseta? ¿Quién seráel nuevo capitán? ¿Cuál de los dosentrenadores escogerá la alineación? Nobasta con entrar todos juntos en elmismo vestuario. Cebolletas y Zetas

tendrán que ponerse de acuerdo sobremuchas cosas. Y no sé si será fácil…».Creo que Tino ha dado en el clavo y quenos quedan muchos asuntos que resolver.

—A mí el problema del nombre meparece muy sencillo —sostiene João—.Hemos ganado la liga como Cebolletas ynos inscribiremos en la próxima con elmismo nombre.

—Tampoco no es obligatorio —objeta Tamara—. Si es un equipo nuevo,es justo que tenga también un nombrenuevo.

—¿Por ejemplo? —inquiere Rafa.—No sé —contesta Tamara—, pero

creo que tendría que tener una zeta.—¡Tengo una idea! —exclama Nico

—. ¿Qué os parece «Cebozetas»?—Suena bien —comenta Ígor.—Tendríamos que conservar nuestra

zeta en las camisetas —observa César.—Sí, pero no tan grande como la

que tenéis ahora —precisa Becan—.Como mucho, tan grande como lacebolla que nosotros llevamos en elpecho.

—No estoy de acuerdo —rebateCésar—. Creo que tendría que ser tangrande como la que llevábamos.

—¡Ni sueñes con que yo vaya ajugar con una zeta en la barriga! —terciaLara.

—Al menos por lo que se refiere albrazalete de capitán creo que no hay

dudas —dice João—. Lo llevará el queha ganado el campeonato, es decir,Tomi. ¿Todos de acuerdo?

—Pues yo no del todo… —protestaPedro—. Se juntan dos equipos quetienen sendos capitanes. A mí meparecería justo que lo lleváramos unpartido cada uno. Una vez yo, lasiguiente Tomi.

Todos miran al capitán de losCebolletas, que no parece demasiadoconvencido de compartir la capitanía.

Como ves, la fusión creará no pocosproblemas al vestuario de losCebozetas. Para empezar, ¿quién sabe sise llamarán así?

Lucía se está preparando para ir altrabajo. Se pone la cazadora, va a sucuarto a por la bolsa y pasa por lacocina para ver qué falta en la nevera.Va de un lado a otro de la casa junto conArmando, que la sigue como un perrito yno para de hacerle preguntas:

—¿Quieres que vaya yo alsupermercado, cariño? ¿Te apetece iresta noche al Pétalos a la Cazuela? Hoytengo tarde libre, ¿quieres que vaya alavar el coche? No te preocupes por lalavadora, ya la cargo yo, que sé hacerlo.¿Por qué no me contestas, amor?Háblame, te lo ruego, ya te he pedidoperdón un millón de veces…

Pero Lucía se despide únicamente deTomi y sale de casa sin contestar.

Armando se tumba en el sofá,abatido.

—Sigue ligeramente enfadada,¿verdad? —observa el capitán.

—Nunca había visto a nadie tanfurioso —responde Armando—. No séqué hacer para que me perdone. ¿Notendrás algún consejo que darme, porcasualidad? Eva y tú os peleáis cadacinco minutos y luego siempre hacéis laspaces.

—Sí, pero yo nunca he metido lapata tan hasta el fondo como tú… —replica Tomi—. De todos modos, teprometo que me lo pensaré y, si puedo,

te echaré una mano.—Gracias —responde Armando—.

Todavía faltan algunos días para elaniversario. Para entonces tengo quehaber hecho las paces con tu madrecomo sea.

—Prometido, papá —le asegura elcapitán—. Si se me ocurre algo, iré adecírtelo al trabajo.

—¿Qué trabajo? —pregunta elpadre.

—El de conductor, ¿cuál va a ser?—replica Tomi.

—Me han quitado el carné —cuentaArmando—. No puedo negar que unchófer que se pasa las paradas, cambiade recorrido, conduce en

contradirección y deja tirado el autobúsen medio de la calle no se lo merezca…

—Es cierto… —reconoce Tomi—.Aguanta, papá. Es una mala racha, peroverás como pasa pronto. Seguro.

Tumbado en el sofá, Armando sigueadmirando la pulsera que lleva en lamuñeca, con la astilla de madera metidaen la pala de cristal.

«Qué regalo más bonito me ha hechoLucía. Y yo lo he echado todo aperder…», piensa el padre de Tomi.

Y luego rememora el primer ymaravilloso beso en el banco del parquedel Retiro.

—¡Entra con nosotras al vestuario,Tamara, vamos a cambiarnos! —exclama Elvira, seguida por las dosgemelas.

Está a punto de comenzar el primerentrenamiento del nuevo equipo surgidode la fusión entre Cebolletas yTiburones Azzules. Lo dirigen juntosCharli y Gaston Champignon, queobservan al grupo de chicos dar vueltasalrededor del campo.

—¿No notas nada raro? —preguntael cocinero-entrenador.

—Corren un poco despacio —contesta el mecánico.

—No, no me refería a eso. Miracómo se han colocado. Todos losCebolletas delante y todos los Zetasdetrás —aclara Champignon—. Eso noes un grupo, son dos grupos que correnuno detrás del otro.

—Bueno, supongo que es natural queocurra en el primer entrenamiento. Escomo durante el primer día de escuela,cuando los amigos se sientan juntos —opina Charli.

—Tienes razón, pero creo quepodemos hacer algo para que lasdiferentes mesas se junten —observaGaston atusándose el bigote por la puntaizquierda—. En estos casos no hay nadamejor que un juego divertido.

Gaston Champignon pita, mandareunirse a los muchachos en el centrodel campo, entrega dos chalecosamarillos a Sara y Ángel y explica:

—Ponéoslos. Luego Sara se subirá ahombros de Ángel. Tú, Nico, súbete alos hombros de César, João se subirá alos de Vlado, Tamara a los de Aquiles…

Se forman dos equipos, azul yamarillo, compuestos por jugadores ados alturas. Una portería la defiendeFidu, que lleva a hombros a Edu, elportero de los Zetas, y la otra Augusto,que lleva encima al Gato.

—Ojo —señala Champignon—, conlos pies solo se puede pasar.Únicamente valen los goles marcados de

cabeza por los de arriba, ¿de acuerdo?Charli lanza el balón al campo y

empieza el partido.

—¡No puedes tirarte al suelo con uncompañero a hombros! —le regañaJoão.

—Perdona, estaba demasiadoconcentrado en el partido y he olvidadoque te estaba llevando en la grupa… —se justifica Vlado—. ¡Es que pesas tanpoco!

Pedro, que lleva a Elvira a hombros,saca la falta cometida por Vlado. Ángelecha a correr hacia el área y avisa:

—¡Cuidado con el balón, Sara, queme tiro!

El antiguo Huracán se inclina haciadelante agarrando las piernas de lagemela, que va sentada sobre sushombros. Sara se estira por el aire,

observa la pelota acercársele y marcade un cabezazo, a pesar de que elportero de dos cabezas (Fidu y Edu) seha tirado a por el balón.

Los compañeros de su equipocelebran el gol de Ángel y Sara. En elabrazo se funden Cebolletas y Zetas, queno se habían divertido nunca tanto en unentrenamiento.

Gaston Champignon se toca el bigotepor el lado derecho: ahora sí que hay unsolo grupo sobre el campo.

Por primera vez funciona la fusión.

El día del castigo ha llegado. A lasórdenes de las gemelas, João, Dani yAquiles pasan un trapo empapado condisolvente por las pintadas del Cebojet.

—¡Un poco más de energía! —lesrecrimina Sara—. Lo que tenéis quequitar es pintura, no polvo.

—¡Pero si rascamos demasiadoquitaremos también vuestros dibujos! —

observa João.—No os preocupéis —rebate la

gemela—, vosotros quitad esos lemasvergonzosos, que nosotras ya nosocuparemos de restaurar las pinturas conun pincel.

—Y no os olvidéis de borrar lasbarbas, las gafas y los bigotes denuestros retratos —añade Lara.

Dani frota con el trapo con la manoderecha y se tapa la nariz con laizquierda.

—¡Este disolvente apesta!—Mucho menos que tus medias de

la suerte —replica Sara—. ¡Vamos,menos hablar y más trabajar!

Nico observa divertido y comenta:

—Estáis haciendo un trabajo deprimera, colegas. Felicidades. ¡Vamos arecorrer la región con un Cebojet másbrillante que el sol!

—Eso es, tú tómanos el pelo.Gracias, eres un amigo de verdad… —contesta João, que hace una pequeñapausa—. Se me está cayendo el brazo decansancio.

—Se te tenía que haber caídomientras hacías las pintadas —le regañaLara—. ¡Vamos, a limpiar! No he oído anadie darte permiso para descansar.

—¿O sea que no pueden hacer ni unapequeña pausa para echar un partido deZiao? —pregunta el número 10, quelleva en la mano las famosas cartas de

juego de los Cebolletas.—¡Ni hablar! —niega Sara—.

Primero que limpien el Cebojet y luego,si les quedan fuerzas para sujetar lascartas, jugarán contigo.

Aquiles restriega la panza delCebojet y resopla.

—Qué tortura… Y lo mejor es queno ha servido para nada, porque detodas formas se ha hecho la fusión.

Julio aparece entonces como un rayoy anuncia:

—¡Tino ha colgado del tablón deanuncios el calendario de la ligaautonómica! ¡Vamos a ver contra quiénjugamos!

Dani, Aquiles y João se paran, se

miran, tiran los trapos y echan a correrhacia el tablón, pero les detienen deinmediato los gritos de las gemelas, quevociferan a coro:

—¡Venid aquí enseguida!Los tres saboteadores frenan y

vuelven para recoger sus trapos,obedientes como perritos llamados porsus amas.

Delante del tablón de anuncios de laparroquia se ha formado una pequeñaaglomeración de curiosos.

—¿Habéis visto? —pregunta Rafa—. El primer partido lo disputamos adomicilio, en Alcobendas.

—¡Es verdad! —salta Pavel—.Contra los Corzos de Alcobendas.

Estos son los equipos queparticiparán en el campeonato, junto alos Cebozetas: los Águilas de Torrejón,los Genios de la Colina (Las Rozas), losCorzos de Alcobendas, el Atlético Miau(Leganés), los Sobresalientes (Villalba),los Guantes Blancos (Aranjuez) y elDínamo de Móstoles.

—¡Este año no vamos a parar de darvueltas por la región de Madrid! —exclama Elvira.

—Pues sí —coincide Becan—.Augusto tendrá que recorrer un montónde kilómetros.

—Menos mal que el Cebojet lucirácomo nuevo… —comenta Nico,señalando con el dedo a los tres

saboteadores al trabajo, bajo lasupervisión de las gemelas.

Todos sueltan una carcajada.

El que no tiene ganas de reír es Tomi,que se ha citado con Eva en el Paraísode Gaston. Sentada a su mesa estátambién la señora Sofía.

—¿Cómo van las cosas en casa? —se informa la mujer de Champignon.

—Más bien mal, diría yo… —responde el capitán.

—¿Todavía no han hecho las paces?—pregunta Sofía.

—Me temo que no —contesta Tomi.—¿Cómo está Armando? —insiste

la profesora de danza.—Bastante mal. Se pasa el día

tumbado en el sofá mirando el techo —cuenta Tomi—. Sale a la calle cuandosabe que mamá está haciendo rutas paraentregar el correo y va tras ella pegadoa su rueda, pero ella sigue sin dirigirlela palabra.

—Ya lo sé, esta vez se lo ha tomadoen serio —confirma Sofía—. Hablo conella a diario, pero no consigoconvencerla de que perdone a tu padre.

—La comprendo —comenta Eva—.Armando ha metido la pata bien metida.Lucía le había hecho un regalo preciosoy él lo ha arruinado todo.

—Sí, pero lo ha hecho por celos —

rebate Tomi, intentando justificar a supadre—, y cuando uno está muy celosoeso significa que está muy enamorado.

—¡Si estás muy enamorado tienesque tener mucha confianza! —salta labailarina con severidad.

—Vale, mi padre se ha equivocado,pero desde entonces no levanta cabeza,y creo que ya ha pagado con creces suerror. Hasta le han quitado el carné…Creo que tendríamos que hacer algopara ayudarle —observa el capitán.

—¿Tienes alguna idea? —preguntaSofía.

—A lo mejor… —replica Tomi,antes de exponer su plan.

Sofía y Eva intercambian una sonrisa

de aprobación.—Es una idea muy bonita, Tomi —le

felicita la bailarina.—Llamemos a Gaston y

preguntémosle si puede funcionar —propone la profesora de baile.

El cocinero, que estaba preparandolas flores para la cena, llega de lacocina y se sienta a una mesa delParaíso. Escucha el plan de paz ideadopor Tomi, reflexiona un poco, se toca elbigote por el lado derecho y concluye:

—Sí, puede funcionar. Aunque habráque estudiarlo bien y tendrán queparticipar todos. ¿Por qué no locelebramos bebiendo algo bueno?

Gaston Champignon llama a Elena y

le pregunta:—¿Qué le aconsejas a mi capitán,

que tiene la moral un poco baja?—Una buena tisana de espino blanco

—contesta Elena con una sonrisa.—¡Pues espino blanco para todos!

—zanja el cocinero.Tomi sonríe. Ya está de mejor

humor. Un entrenador con un corazón tangrande como Champignon es la mejortisana del mundo.

La publicación del calendario harecordado a todos que la liga se acercay será muy dura, porque se mediráncontra las mejores formaciones de todo

Madrid.Razón de más para que los

Cebolletas y los Zetas, reunidos por lafusión, se entrenen con mucho ahínco.Aunque surja algún que otroproblemilla…

—¿Por qué dejas tu camiseta encimade mis pantalones? —se lamenta João.

—Porque ya no quedan perchaslibres —aclara Pedro—. ¿O quieres quela ponga en el suelo?

—Cuando acabes, ¿me dejarás tusilla para atarme las botas? —preguntaVlado.

—Claro, enseguida te la paso —contesta Dani.

Desde que se tomó la decisión de la

fusión, en el vestuario hay el mismotráfico que en el metro en hora punta. Almíster también le cuesta dirigir unentrenamiento con tanta gente. Por esohoy Charli y Gaston han decididodividir el grupo en dos: los defensores ylos centrocampistas se ejercitarán con elmecánico, y los atacantes y los mediaspuntas trabajarán con el cocinero-entrenador.

Charli saca al campo la barrera conlas siluetas de madera que sirve parapracticar los saques de falta y la usapara un ejercicio sobre la anticipación.

El padre de Pedro lanza el balón alaire, los defensores alineados detrás delas siluetas echan a correr hacia delante

y tratan de tocarlo antes de que caiga alsuelo.

En cambio, Champignon estáponiendo a prueba un sistema de ataque.

Ha hecho formar a Nico y a Ángel enel centro, a Julio y a Becan en la bandaderecha, a João y a Diouff a laizquierda, y a Rafa, a Pedro y a Tomi enel centro del área.

Tomi felicita al Niño «chocándole lacebolla».

—Superbe! —exclama Champignon.Al final, el nuevo equipo nacido de

la fusión tiene un ataque fulgurante, ¿note parece?

La clase de Tomi y Rafa, los regatesde João, los bombeos al área de Becan,la velocidad de Diouff y Julio, el don dela oportunidad en el área de Pedro… ¡Elcocinero-entrenador no puede quejarsede que le falten ingredientes paracocinar una liga rica en goles!

Para acabar el entrenamiento,Gaston Champignon anuncia la revanchadel partido en dos pisos del día anterior.

—Pero esta vez jugaremos en la

planta baja —explica el cocinero-entrenador, que luego forma las parejas(un Zeta con cada Cebolleta) y repartecuerdas para que los componentes decada pareja se aten por el tobillo: lapierna derecha de uno atada a laizquierda del otro, para formarjugadores con tres piernas.

Además de divertir, este extrañopartido servirá para que vaya cuajandola fusión, es decir, para lograr unamayor compenetración entre unos yotros.

Sara, por ejemplo, nunca ha sentidouna gran simpatía por César, pero ahoraestá atada a él y, para detener a losdelanteros que se dirigen a su portería,

no les queda más opción que colaborar.En caso contrario, mira lo que pasa…

Nico, atado a Ángel, lanza el balón amedio camino entre las parejas Pedro-Tomi y João-Diouff.

—¡Cerremos el paso a los capitanes!—propone César, echando a correrhacia la derecha.

Pero la gemela se acaba de escorarhacia la izquierda. Los dos defensassienten un fuerte tirón en la pierna y caenal suelo.

Un par de jugadas más tarde, lascosas van mejor.

João y Diouff echan a correr por labanda izquierda. En esta ocasión, Sara yCésar se ponen de acuerdo.

—En cuanto te avise, nos lanzamosderrapando contra ellos —sugiere lagemela.

—Vale —aprueba el Zeta.Los dos defensas se acercan a la

pareja de delanteros, hasta que Saragrita: «¡Ahora!».

Los dos se lanzan con las piernaspor delante e interceptan el balón,cediendo un saque de esquina.

—Superbe! —aprueba Champignon,mientras César y Sara lo celebran«chocándose la cebolla».

Pedro y Tomi también tienen quelograr entenderse, porque su primerintento ha sido un fracaso. Se hanlanzado al vuelo hacia el pase cruzado

de Becan, sincronizándoseperfectamente, pero no se habían puestode acuerdo sobre quién había decabecear, así que lo han hecho los dos ala vez. El resultado es que ninguno delos dos ha alcanzado el balón y se handado un tremendo cabezazo.

Augusto ha ido rápidamente conagua y una esponja para socorrer a loscapitanes, tumbados en el suelo.

—No me imaginaba que tuvieras lacabeza tan dura… —comenta Pedro conuna mueca de dolor.

—¿Por qué, la tuya es blanda? —rebate Tomi con una mueca parecida—.Tengo la sensación de haberle dado uncabezazo a un poste…

Al final de ese partido tanentretenido, Gaston Champignon reúneal equipo en el centro del campo parapronunciar un discurso que nadieesperaba:

—Queridos chicos, como sabéis, losCebolletas siempre han tenido suspuertas abiertas. Hemos dado labienvenida a todos los que se hanpresentado para jugar con nosotros. Heenseñado a mis pupilos que el equipo esuna flor y que una hermosa flor norechaza a ninguna abeja. Pero la fusiónha creado una situación particular.Ahora somos más de treinta, y elreglamento no nos permite inscribir amás de dieciocho jugadores en la liga

regional.Champignon hace una pausa, y los

muchachos, sentados en el suelo,intercambian miradas de sorpresa einquietud.

—En función de los entrenamientosy los partidos amistosos quedisputaremos las próximas semanas,Charli y yo nos veremos obligados ahacer una selección de los jugadores queapuntaremos a la liga —continúa elcocinero-entrenador—. Pero quierodejar clara una cosa: nadie tiene quesentirse suspendido y, si no encuentraotro equipo con el que disputar uncampeonato, podrá seguir entrenándosecon nosotros, porque nuestras puertas

seguirán abiertas y seguiremos siendouna flor dispuesta a acoger abejas. Sihemos pensado en la fusión ha sido porespíritu de amistad, y será este espírituel que guíe las decisiones del nuevoequipo, aunque tengamos que efectuaruna selección y no podamos alinearos atodos en la liga autonómica.

Al entrar en los vestuarios, todosvan meditando sobre las palabras deChampignon. No reina la clásica alegría.Los chicos se cambian en silencio. Devez en cuando alguien mira a sualrededor y quizá se pregunte: «¿Haydieciocho jugadores mejores que yo?»,«¿me quedaré dentro o fuera?».

Son las nueve de la noche.Lucía sale por el portal de su casa.

La esperan en un coche Daniela, lamadre de las gemelas, y la señora SofíaChampignon. Celebrará con ellas elvigésimo aniversario del primer besoque le dio a Armando, porque todavíano ha hecho las paces con su marido.

—Hola, chicas —las saluda la

madre de Tomi al subir al coche.—Exchicas, me temo… —precisa

Sofía, poniendo el motor en marcha.—¡Lucía tiene razón, todavía somos

chicas! —salta Daniela—. Es posibleque con algunos años más, pero¡seguimos teniendo alma de niñas y lodemostraremos divirtiéndonos toda lanoche!

—¡Exacto! —aprueba Lucía,divertida—. ¿Adónde me lleváis?

—A un restaurante incomparable —contesta Sofía—. Pero de momento no tepodemos decir nada más. Es un secreto.

—¿Has vuelto a hablar conArmando? —se informa Daniela.

—¡Ni por asomo! —exclama la

madre de Tomi—. Me ha decepcionadoprofundamente. No solo ha arruinado miregalo, sino que se ha olvidado inclusode nuestro aniversario y, sobre todo, noha confiado en mí. ¡Creo que no le voy avolver a dirigir la palabra al menos endos años! Como mucho, aprovechandoque soy cartera, le enviaré una cartita…

Daniela y Sofía sueltan unacarcajada.

—¿No le perdonarías ni aunquecometiera una gran locura por ti? —pregunta la madre de las gemelas.

—¡Ni aunque me llevara en brazosde aquí a París! —asegura Lucía.

Sofía aparca en una de las entradasdel parque de El Retiro.

—Pero ¿adónde me habéis traído?—pregunta sorprendida la madre deTomi.

—Han abierto un restaurantedelicioso dentro del parque —respondela mujer de Gaston—. ¿No has oídohablar de él?

—Pues la verdad es que no —contesta Lucía—. Ni siquiera lo hevisto, lo cual es un poco extraño, porquepaso a menudo en bici por aquí.

—Está en un sitio recóndito, muyreservado —aclara Daniela—. Estoysegura de que te encantará.

Las tres amigas echan a andar por uncaminito.

—Está oscuro como boca de lobo y

no hay nadie —se lamenta Lucía—.¿Estáis seguras de que no corremosningún riesgo atravesando el parque aestas horas?

—No te preocupes, no pasa nada —la tranquiliza Sofía—. Además, yahemos llegado: ¿no es maravilloso?

—A decir verdad, no veo nada… —replica la cartera.

No puede acabar la frase, porque unpotente faro se enciende e ilumina unbanco verde, el del primer beso.

Sentado encima, elegantísimo con untraje oscuro y una pajarita, estáArmando con un ramo de veinte rosasrojas y una cajita en la mano.

El padre de Tomi se levanta, se

arrodilla a los pies de Lucía y,entregándole las flores, proclama:

—Lucía, yo toco los platillos en labanda de los tranviarios, pero la músicamás dulce que conozco es tu voz. Teruego que vuelvas a hablar conmigo.

Lucía, confusa, toma las rosas yluego la cajita, cuya entrega Armandoacompaña con estas palabras:

—Un pequeño regalo para pedirtedisculpas y desearte otros cien años debesos junto a mí.

La madre de Tomi saca de la cajitaun precioso anillo de oro, con una astillade madera verde engastada entre losbrillantes.

Lucía sonríe emocionada y se lo

pone en el dedo. Luego se sienta en elbanco y dice a su marido:

—Veamos si lo haces tan bien comohace veinte años…

El conductor del 54 se sienta junto asu mujer y le da un beso delicadísimo.

Cuando vuelven a abrir los ojos, seencuentran delante de ellos una mesavestida con gran elegancia e iluminadacon velas.

Gaston Champignon se quita elsombrero con forma de hongo y saluda asus invitados con una elegantereverencia.

—Queridísimos homenajeados,¡bienvenidos a mi nuevo restaurante alaire libre! Ahora mis ayudantes os darán

una copita de champán y luego osserviremos un menú muy especial, quehe estudiado aposta para vuestroaniversario. A base de flores,naturalmente. Espero que lo disfrutéis.

Becan, que, como sabes, sueña conser camarero, sirve el champán demanera irreprochable.

Lleva una camisa blanca, unachaqueta de color nata y una pajaritaroja. Igual que Tomi, que durante la cenacocinada por Champignon será ayudantede camarero.

—¿Qué decías, Lucía? —preguntaDaniela—. ¿Que no le ibas a perdonaraunque te llevara en brazos hasta París?

La cartera, con los ojos brillantes deemoción, contesta:

—Le he perdonado porque ha hechomucho más que eso…

Ni después de marcar cien goles enla liga autonómica estaría Tomi tan feliz

como ahora: ¡sus padres han hecho laspaces!

¿Cómo irá el proceso de selección paraformar el nuevo equipo?

¿Quedará algún Cebolleta fuera dela nueva flor?

¿Cómo se llamará la nuevaformación? ¿Y qué camiseta llevará?

¿Será Tomi el capitán, o tendrá quellevar el brazalete a turnos con Pedro?

¿Quién será titular? ¿Cómo irán losprimeros partidos amistosos?

¿Quién jugará en la portería, Fidu oel Gato?

Te lo contaré todo (y mucho más…)

en el próximo episodio.¡Hasta pronto! O, más bien, ¡hasta

prontísimo!«¡Choca esa cebolla!»

EL DERECHO DEJUGAR AL

FÚTBOL… ¡YDIVERTIRSE!

A los Cebolletas, Gaston Champignonles recuerda siempre que la reglanúmero 1 es divertirse, no ganar. Porquequien se divierte… ¡siempre gana!

Bueno, no es el único que piensa de esamanera: en 1992, en Ginebra, se redactóla Carta de los derechos del niño en eldeporte. ¡Leedla bien y procurad que se

respeten siempre vuestros derechos!

LUIGI GARLANDO (Milan 1962).Escritor y periodista italiano, LuigiGarlando es conocido por su trabajopara la Gazzetta dello Sport, donde hacubierto grandes eventos comoCampeonatos del Mundo de Fútbol o elTour de Francia. Además, Garlando hapublicado varios libros de literatura

infantil y juvenil, siendo ganador depremios como el Cento o el BancarellaSport.