Post on 09-Feb-2021
BizkaiLab
Área prioritaria / Lehenetsitako arloa: AP6 / 6. LA
Código Proyecto / Proiektu Kodea: 5741
Responsable / Arduraduna: Pedro Pablo Fernández de Larrinoa Palacios
Bizkaia Solidarioa: acción social y ciudadanía / Bizkaia Solidarioa: gizarte ekintza eta herritartasuna
Iniciativa / Ekimena: Personas con discapacidad / Desgaitasunak dituzten pertsonak
Equipo / Lan taldea: Pedro Pablo Fernández de Larrinoa Palacios, Ignacio Gómez Marroquín, Silvia Martínez Rodríguez, Nuria Ortiz Marqués
Acción - proyecto / Ekintza - proiektua: Participación y mecanismos de prevención de la discapacidad y dependencia / Desgaitasuna eta dependentzia prebenitzeko partaidetza eta mekanismoak
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ÍNDICE
Presentación del estudio …………………………………………………………………………………………………… 5
1. El papel de la participación social en el envejecimiento activo ………………………………………. 8
1.1 El concepto de participación social ………………………………………………………………………. 8
1.2 La participación social en la tercera edad……………………………………………………………. 11
1.2.1 Beneficios de la participación social en la tercera edad ………………………. 11
1.2.2 Factores que potencian o limitan la participación social ……………………… 15
1.2.3 La importancia de promover la participación social en personas
mayores ………………………………………………………………………………………………………. 19
2. La valoración de la participación social en las personas mayores …………………………………. 21
2.1. La importancia de valorar la participación social en las personas mayores ………. 21
2.2 Instrumentos para valorar la participación social en las personas mayores ……….. 22
3. Objetivos del estudio ……………………………………………………………………………………………………. 26
4. Metodología del estudio ………………………………………………………………………………………………. 28
4.1 El Assessment of Life Habits (LIFE‐H) ………………………………………………………………….. 28
4.1.1 Descripción del cuestionario: LIFE‐H 3.1 …………………………………………….. 28
4.1.2 Ámbito de aplicación ………………………………………………………………………..... 29
4.1.3 Propiedades psicométricas …………………………………………………………………. 34
4.2 Adaptación del cuestionario ………………………………………………………………………………. 35
4.2.1 Traducción y adaptación transcultural del cuestionario ……………………. 37
4.2.2 Juicio de expertos ………………………………………………………………………………. 37
4.2.3 Estudio de aplicabilidad ……………………………………………………………………… 38
5. Resultados ……………………………………………………………………………………………………………………. 38
5.1 Traducción del cuestionario ……………………………………………………………………………….. 38
5.2 Juicio de expertos ………………………………………………………………………………………………. 40
5.3 Estudio de aplicabilidad ……………………………………………………………………………………… 44
6. Conclusiones generales ………………………………………………………………………………………………… 46
7. Siguiente paso: estudio de validez y fiabilidad del Cuestionario de actividades
Cotidianas ………………………………………………………………………………………………………………………… 48
Bibliografía consultada ……………………………………………………………………………………………………. 51
ÍNDICE DE TABLAS
Tabla 1. Instrumentos de medición de la participación …………………………………………………… 24‐25
Tabla 2. Categorías, número de ítems y ejemplos de los ítems del cuestionario LIFE‐H 3.1… 30
Tabla 3. Definición de los diferentes niveles de logro para realizar las actividades ………………. 31
Tabla 4. Definición de los diferentes tipos de ayuda que la persona necesita para realizar las
actividades …………………………………………………………………………………………………………………………… 31
Tabla 5. Puntuación del nivel o grado de logro en la realización de las actividades ……………… 32
Tabla 6. Ejemplo de cálculo de puntuaciones de una categoría ……………………………………………. 33
Tabla 7. Puntuación del grado de satisfacción al conseguir realizar la actividad …………………… 33
Tabla 8. Ejemplo del proceso de traducción‐retrotraducción en una de las opciones de
respuesta correspondiente al tipo de ayuda necesario para realizar la actividad …………………. 39
Tabla 9. Ejemplo del proceso de traducción‐retrotraducción en algunos de los ítems del
cuestionario ………………………………………………………………………………………………………………………… 40
Tabla 10. Ejemplo de falta de equivalencia entre la versión original y la retrotraducción …… 41
Tabla 11. Ejemplos de cambio en el lenguaje de los ítems ……………………………………………………. 42
Tabla 12. Ejemplos de cambio en el lenguaje de los ítems (2) ………………………………………………. 42
Tabla 13. Ejemplos de cambios en las preguntas del cuestionario ………………………………………… 43
Tabla 14. Ejemplos de cambios realizados en las definiciones de las opciones de respuesta .. 44
ÍNDICE DE FIGURAS
Figura 1. Componentes de la CIF (OMS, 2001) ……………………………………………………………………… 10
Figura 2. Recomendaciones de la II Asamblea Mundial sobre Envejecimiento, Naciones Unidas
(2002) …………………………………………………………………………………………………………………………………… 20
Figura 3. Preguntas y opciones de respuesta del cuestionario LIFE‐H 3.1 ……………………………… 30
Figura 4. Fases del proceso de traducción y adaptación del cuestionario …………………………….. 37
Figura 5. Contenidos trabajados en las reuniones de expertos …………………………………………….. 41
5
PRESENTACIÓN DEL ESTUDIO
El presente proyecto de investigación nace del interés por el estudio de los mecanismos que
pueden favorecer el logro de un envejecimiento activo y saludable. En este sentido,
entendemos que las personas debemos tomar parte activa en nuestro propio proceso de
envejecimiento, lo que conlleva la toma de decisiones en el ámbito personal pero también la
participación e implicación dentro del entorno social y comunitario. Además, se sabe que la
posibilidad de involucrarse de manera activa y satisfactoria en diversas situaciones vitales
(concepto de participación aportado por la Organización Mundial de la Salud) previene la
aparición y el desarrollo de la dependencia y la discapacidad, contribuyendo al desarrollo de la
propia persona y de la sociedad. Sin embargo, a pesar de la importancia y relevancia que
adquiere la participación social en el proceso de envejecimiento, la evidencia científica sugiere
que ésta disminuye a medida que vamos envejeciendo. Ante estas evidencias, la intervención y
promoción de la participación social en el colectivo de la tercera edad se convierte en un reto
de gran relevancia para la sociedad.
La identificación de los factores (personales, psicosociales y ambientales) que contribuyen al
aumento o la disminución de la participación social, así como el estudio de las variables
personales y contextuales que van a ejercer una influencia en el proceso de participación
(desde el inicio hasta la permanencia o adhesión), resulta necesario y relevante de cara a
desarrollar políticas y acciones concretas, que favorezcan la participación social y empoderen a
las personas mayores para implicarse en procesos de participación.
El presente proyecto de investigación tiene como objetivo responder a estos interrogantes,
además de investigar su efecto sobre la salud, la calidad de vida y la satisfacción vital de las
personas mayores. Consideramos que de esta manera lograremos una serie de pautas que nos
permitan desarrollar programas y estrategias psico‐educativas que promuevan en la persona el
deseo de involucrarse en su propio proceso de envejecimiento a través de la participación.
Sin embargo, la revisión del estado de la cuestión nos ha permitido detectar una falta de
herramientas que nos permita valorar la participación social en las personas mayores y realizar
los diferentes estudios que nos permitan alcanzar los objetivos marcados. En este sentido,
consideramos de gran relevancia contar con instrumentos de medición adaptados a nuestro
contexto, válidos y fiables.
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Ante esta circunstancia, hemos considerado relevante realizar un paso previo que ha
consistido en identificar una herramienta adecuada y ampliamente utilizada para valorar la
participación social y realizar un proceso de traducción, adaptación y validación de la misma. El
instrumento seleccionado, tras una revisión de las herramientas existentes, ha sido el
cuestionario The Assessment of Life Habits (LIFE‐H 3.1) (Fougeyrollas, Noreau y St‐Michel,
2002). Consideramos que se trata de un instrumento que aborda la participación social desde
varias dimensiones, valorando situaciones vitales propias de la vida diaria de la persona y que
influyen en su integración social, y situaciones que implican un contacto más directo de la
persona con su entorno social y comunitario. Además, se ha empleado en múltiples colectivos
con diversas edades y condiciones de salud, y sus propiedades psicométricas nos sugieren que
la herramienta es válida y fiable para evaluar la participación social en las personas mayores.
Desde esta base, hemos comenzado nuestro proyecto de investigación con el proceso inicial
de adaptación y validación a nuestro contexto del cuestionario LIFE‐H. Hasta el momento, se
ha realizado un proceso de traducción de la herramienta, mediante el método de traducción‐
retrotraducción, que nos ha permitido obtener una primera versión en castellano del
cuestionario. Además, se han realizado varias reuniones en las cuales han participado expertos
en el ámbito de la Gerontología, con el objetivo de valorar la equivalencia entre el cuestionario
retrotraducido y la versión original. También se han realizado cambios en el lenguaje en base a
las aportaciones de los diferentes profesionales, implicados en dichos encuentros, para
obtener un instrumento cuyo lenguaje sea adecuado, coherente y comprensible en nuestro
entorno. Finalmente, se ha llevado a cabo un estudio de aplicabilidad, en el cual han
participado personas mayores de 50 años que residen en diferentes entornos (hogar,
residencia, centro de día), con el objetivo de identificar dificultades para contestar a las
diferentes cuestiones que se plantean en la herramienta. De esta manera, hemos obtenido
una versión del cuestionario LIFE‐H cuyo proceso de validación se realizará en una siguiente
fase del proyecto, lo que nos permitirá comprobar su validez y fiabilidad.
Consideramos que, la decisión de llevar a cabo este paso previo, resulta de gran relevancia de
cara a realizar los diferentes estudios que nos permitirán ahondar en los interrogantes que nos
planteamos en el presente proyecto de investigación. Pero además, consideramos que la
posibilidad de contar con una herramienta adecuada para valorar la participación social en
nuestro contexto resulta una gran aportación, tanto para el ámbito de la investigación como
también para el ámbito de la intervención. De esta forma, los diferentes agentes implicados en
la promoción de la participación social en las personas mayores podrían servirse de un
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instrumento que permita conocer tanto la participación de la persona en diferentes ámbitos
de su vida, como la ayuda o el grado de dificultad para poder llevarla a cabo, e incluso el
sentimiento que genera en la persona implicada. Dicha información puede resultar relevante
de cara a desarrollar acciones, políticas y programas concretos dirigidos a aumentar y
fomentar la participación social en la tercera edad.
El informe que se presenta a continuación contiene los resultados del proceso de adaptación y
validación del instrumento LIFE‐H obtenidos hasta el momento. En un primer capítulo se
realiza un breve repaso del significado de la participación social, se describen sus efectos
beneficiosos en la población mayor y se realiza una breve descripción de los factores que
pueden limitar o favorecer la participación en el colectivo de personas mayores. En el segundo
capítulo se resalta la importancia de medir o valorar la participación en las personas mayores y
se realiza un repaso de las principales herramientas, la gran mayoría en lengua inglesa,
existentes para ello, así como la causa por la cual hemos decidido realizar la adaptación y
validación del cuestionario LIFE‐H. Posteriormente se explican y detallan las características del
cuestionario, así como la metodología empleada para su traducción y adaptación. A
continuación y en el quinto capítulo se presentan los resultados obtenidos hasta el momento
en relación a la traducción ya adaptación transcultural de la herramienta. Finalmente se
presenta la metodología que se llevará a cabo con el objetivo de analizar la validez y fiabilidad
del cuestionario. Este proceso nos permitirá establecer si el cuestionario LIFE‐H es una
herramienta adecuada para valorar la participación en las personas mayores para poder así,
centrarnos en los objetivos del proyecto de investigación, esto es, analizar su efecto positivo
en la calidad de vida, en la salud y en el bienestar de las personas mayores, identificar las
variables que contribuyen a potenciar la participación y que influyen en todo el proceso que
supone, desde su inicio hasta la adhesión a la actividad, lo cual nos permitirá desarrollar
programas y estrategias psico‐educativas para promover la participación en la tercera edad.
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1. EL PAPEL DE LA PARTICIPACIÓN SOCIAL EN EL ENVEJECIMIENTO ACTIVO
La necesidad de dotar de una serie de garantías que aseguren el bienestar de las personas
mayores a medida que envejecen se percibe en los importantes esfuerzos que nuestra
sociedad encamina, de forma constante, para alcanzar dicha meta. Estos esfuerzos se han
centrado en buena medida en lo que se conoce como “envejecimiento activo”, concepto que
resalta la importancia de “aprovechar y optimizar al máximo las diferentes oportunidades de
salud, participación y seguridad con el objetivo de mejorar la calidad de vida de quienes
envejecen”. La Organización Mundial de la Salud (OMS) definió por primera vez este concepto
en el año 1990, aunque por entonces se refería al mismo como una parte dentro de lo que se
consideraría un envejecimiento saludable. Posteriormente, en el año 2002, se llegaría a un
modelo mucho más integrador, en el cual, además de la salud, se resaltaría la importancia de
otros factores sociales, económicos y culturales, como es el caso de la participación.
Así, la participación social constituye uno de los determinantes fundamentales que facilitará
un proceso de envejecimiento favorable para la persona. Sin la participación social,
difícilmente podrá llevarse a cabo el aprovechamiento y optimización de los recursos
disponibles en el entorno, con lo cual, la meta de mejorar la propia calidad de vida y el
bienestar subjetivo podría no alcanzarse. Esto supone que la participación del individuo en su
ambiente cotidiano será básica para acceder y utilizar tales recursos, y poder llegar así al
objetivo último que el envejecimiento activo tiene: la mejora de la calidad de vida del
individuo. Por ello, diseñar políticas y planes para promover la participación se torna una tarea
indispensable. Sin embargo, antes de abordar el papel de la participación social en el proceso
de envejecimiento, consideramos relevante realizar un breve repaso de lo que significa e
implica la participación social.
1.1. El concepto de participación social
La participación social ha sido y sigue siendo un concepto muy mencionado en la gran mayoría
de las investigaciones que se realizan en torno a la interacción de los individuos con la
sociedad en la que viven. Es considerada uno de los indicadores del “capital social”, es decir, la
colaboración que se produce entre los grupos que habitan en una sociedad y las
oportunidades que la misma generará para el desarrollo de los individuos, lo que a su vez,
favorecerá una mayor cooperación en el futuro (Guillen, Coromina y Saris, 2010). También se
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sabe que se trata de un importantísimo factor de la salud de las personas, además de una
meta de intervención esencial en muchos tratamientos de rehabilitación, habiéndose
comprobado que la mortalidad, la comorbilidad (o concurrencia entre varias enfermedades) y
la calidad de vida general, se encuentran íntimamente vinculadas a la participación social
(Levasseur, Richard, Gauvin y Raymond, 2010). Pero, a pesar de su dilatado uso, que ha ido en
aumento a lo largo de estas últimas décadas, parece que no existe un consenso claro sobre
cómo podríamos definir la participación. Esto nos lleva a pensar que aún no existe una
definición unificada y aceptada de forma generalizada sobre el concepto de participación
social, y una carencia así, sin ninguna duda, dificulta sobremanera su posterior análisis y el
estudio que su influencia puede tener.
Además, hay que considerar lo frecuente que resulta que la participación social se confunda
con otros términos similares pero no idénticos: de esta guisa, vemos que muchas veces se
intercambia el término por el de “red social”. Aunque carece de la misma significación, sí se
encuentra ligado a éste. Por ejemplo, las redes sociales favorecen que la persona mantenga su
identidad personal, garantizando también una serie de apoyos esenciales para el desarrollo de
la persona y para su posible participación social (Concha, Olivares y Sepúlveda, 2000). La red
de apoyo social es, por tanto, fundamental en la percepción que la persona tiene sobre su
estado de salud y su bienestar psicológico (Clemente, Tartaglini y Stefani, 2008), y no cabe
duda que gran parte de la participación social que alguien lleva a cabo gira en torno a tal
percepción.
Con todo ello, continúa siendo un término muy ambiguo y es complicado delimitarlo, lo que
provoca una dificultad añadida a la hora de afrontar su estudio. Por otro lado, esta
delimitación es posible si nos fijamos en su propia etimología. Así, el verbo “participar”
procede del latín “participare”, que significa “tomar parte activa” y también “comunicar”. Este
significado hace clara referencia al mundo social, ya que también el término “comunicación”
tiene como raíz lo común. Por lo tanto, la participación social se encuentra íntimamente ligada
a la comunidad, a aquello que es común a todos los individuos que componen una
determinada sociedad (Vega, Buz y Bueno, 2002). La mera interacción, el contacto de la
persona con su mundo cotidiano, es ya una forma de participación, porque en menor o mayor
grado, la persona está influyendo, con su interacción, sobre su entorno social inmediato. Sin
embargo, existen múltiples formas en que esta participación social puede producirse, desde el
entorno más inmediato de la persona (su vecindario, sus amistades más cercanas…) hasta
otros entornos más variopintos (su lugar de trabajo, un club, alguna asociación). Prácticamente
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cualquier forma de interacción con el resto de la sociedad puede considerarse participación
social por parte del individuo, aunque en cierto modo, este hecho no hace sino añadir más
confusión al término.
Para intentar resolver esta confusión, varios modelos teóricos han intentado proporcionar una
definición acerca de lo que es realmente la participación social (Vega et al., 2002). Una de las
definiciones más completas y aceptadas ha sido la elaborada por la Organización Mundial de la
Salud (2001) dando fe, de nuevo, de la gran importancia que la participación social tiene para
la salud de cualquier persona. En esta línea, la Clasificación Internacional del Funcionamiento,
Discapacidad y Salud (CIF) constituye un modelo integrador del funcionamiento, la
discapacidad y la salud. En base a este modelo (Figura 1.), la participación constituye uno de
los elementos del funcionamiento de una persona y consiste en involucrarse en situaciones
vitales.
Figura 1. Componentes de la CIF (OMS, 2001)
Condición de salud(trastorno o enfermedad)
Actividades ParticipaciónFunciones y estructuras
Factores ambientales Factores personales
Muy próxima a este modelo, nos encontramos el “Disability Creation Process model”,
desarrollado por Fougeyrollas, Cloutier, Bergeron, Côté y St‐Michel (1998), cuyo objetivo
consiste en estudiar las causas y consecuencias de las diferentes enfermedades y trastornos
que afectan a la integridad y al desarrollo de la persona. El modelo define el concepto de
participación como el conjunto de actividades cotidianas o hábitos de vida que realiza una
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persona, resultado de la interacción entre el individuo (sus características personales, sus
habilidades o discapacidades) y los factores ambientales del entorno que le rodea. Estas tareas
cotidianas se refieren a “las actividades diarias y los roles sociales que favorecen o aseguran la
supervivencia y el desarrollo de una persona dentro de la sociedad a lo largo de toda su vida”.
Según este modelo, toda participación comprende, además de las actividades que se llevan a
cabo en la sociedad, las tareas diarias necesarias para lograr una adecuada interacción con los
demás. Por lo tanto, una participación plena implicará el cumplimiento adecuado de los
hábitos de vida que la persona cotidianamente lleve a cabo, favoreciendo de esta manera el
logro de un envejecimiento activo y exitoso.
1.2. La participación social en las personas mayores
Teniendo claro el marco teórico desde el cual hemos decidimos abordar la complejidad de la
participación social, la pregunta que cabe hacerse ahora es el papel que la participación ejerce
en el proceso de envejecimiento y la importancia de intervenir en el colectivo de la tercera
edad para aumentar y fomentar la participación. En este sentido, los múltiples beneficios y
efectos positivos de la participación social resultan ser una causa de gran relevancia para su
promoción.
1.2.1. Beneficios de la participación social en las personas mayores
La importancia de la participación social a la que hemos aludido se debe, en gran medida, a los
muchos y muy positivos beneficios que ha demostrado tener entre las personas. En el caso de
las personas mayores, les permite experimentar un proceso de envejecimiento mucho más
saludable en todos los aspectos de su vida. Pero, sobre todo, la participación logra facilitar
enormemente el mismo proceso de envejecer a través de sus múltiples beneficios. En este
sentido, la participación parece estar ligada a una mayor calidad de vida (Levasseur, Desrosiers
y Whiteneck, 2010) y a un mayor bienestar físico y psicológico, que favorece el deseo de
continuar involucrándose en situaciones vitales de manera activa y satisfactoria. Otro dato
muy interesante y que merece la pena destacar es el hecho comprobado de que la
participación social activa en las personas mayores disminuye su necesidad de cuidado
residencial (en aproximadamente un 15%), en comparación con aquellas personas mayores
con una menor participación (Bridge, Phibbs, Kendig, Mathews y Cooper, 2008).
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Además, la participación social, en sus muy diversas y variopintas formas, se encuentra muy
valorada entre las personas mayores y ello hace que su utilidad y efectos positivos aumenten
considerablemente (Levasseur et al., 2010). De ahí que no suponga para nadie a estas alturas
una sorpresa que la participación sea un componente habitual en una enorme cantidad de
modelos teóricos que versan sobre el funcionamiento humano y el envejecimiento saludable,
destacando su papel en el logro de un bienestar físico, psicológico y social, como veremos a
continuación.
Con respecto al papel de la participación social en el bienestar físico, se ha comprobado que
resulta particularmente beneficiosa para la salud de nuestros mayores, en lo que se refiere a
indicadores de salud físicos. Por ejemplo, la mayor participación social parece estar
relacionada con una mayor sensación de vitalidad en la persona, así como una mejor salud
general percibida (Richard, Gauvin, Gosselin y Laforest, 2009). También ha demostrado ser una
magnífica herramienta a la hora de mantener la independencia funcional de las personas
mayores durante la ejecución de sus tareas cotidianas (Rubio, Lázaro y Sánchez‐Sánchez, 2009).
La posibilidad de mantener la autonomía física durante el transcurso del día a día, contribuye a
reducir gastos sanitarios derivados de los cuidados que exige un nivel de dependencia muy alto.
En esta línea, Brach et al. (2003) comprobaron cómo la participación en actividades físicas y
ejercicio de forma regular en el pasado, permitía durante la vejez mantener mejor conservadas
las habilidades funcionales.
Otro desafío de la vejez, que es a la vez uno de los factores que pueden impedir la
participación social, es la presencia de barreras físicas en su ambiente cotidiano, y que puedan
limitar tal participación. De hecho, estas barreras tienden a aumentar con la edad, tanto en
número como en magnitud. Afortunadamente, tomar parte en actividades sociales también
ayuda a superar estos problemas. Por ejemplo, pasear se ha probado como una actividad
social viable para personas mayores, que proporciona importantes beneficios psicosociales y
físicos, entre los que encontramos la superación de aquellas barreras que les impiden
participar y de esta forma, beneficiarse de los efectos saludables de dicha participación
(Stephenson, Culos‐Reed, Doyle‐Baker, Devonish y Dickinson, 2007).
Asimismo, se ha podido probar lo beneficiosa que resulta la participación a la hora de abordar
ciertos síntomas de enfermedades incapacitantes, que requieren largos tratamientos médicos
e ingresos hospitalarios frecuentes, y que pueden causar una merma importante en la
realización de sus actividades diarias, el desempeño de sus roles, y el establecimiento y
mantenimiento de sus relaciones sociales (Van Brakel et al., 2006). Lo cierto es que tanto para
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personas sanas como para aquellas que sufren algún tipo de discapacidad o dolencia, la
participación en actividades de ocio y recreacionales, que suelen implicar participación social
de algún tipo, presenta numerosos beneficios para el estado de salud y la condición física
(Williams, Vogelsong, Green y Cordell, 2004).
Anaby et al. (2011) comprobaron que los beneficios de participar, o más bien la satisfacción
que se obtenía de la propia participación, favorecían enormemente las perspectivas vitales y el
bienestar en personas mayores que padecían enfermedades crónicas. En esta línea, Mars,
Kempen, Mesters, Proot y Van Eijk (2008) también observaron cómo la participación social era
percibida como una experiencia altamente positiva y enriquecedora, por personas mayores
que sufrían enfermedades crónicas.
En referencia al bienestar psicológico, se ha observado que la participación social protege la
salud mental de las personas mayores, impidiendo y limitando la posible incidencia de otros
trastornos mentales concomitantes. De hecho, Chiao, Weng y Botticello (2011) concluyen que
la participación social reduce los síntomas depresivos de las personas mayores, lo cual
contribuye a hacer que descienda el riesgo de suicidio y el deterioro cognitivo.
Otros estudios también resaltan el papel de la participación como un factor que contribuye a
mantener un adecuado funcionamiento cognitivo (Smits, Van Rijsselt, Jonker y Deeg, 1995).
Igualmente, Hsu (2007) demostró de manera muy consistente, que la participación social,
entendida, no sólo como el ejercicio de un empleo remunerado, sino como la participación en
otros trabajos como la participación en voluntariado o asociaciones de diverso tipo, reducía
considerablemente el riesgo de muerte prematura y de deterioro cognitivo. Asimismo, la
participación social puede atenuar la reducción en la velocidad perceptiva de la persona que
puede producirse durante el proceso de envejecimiento (Lövdén, Ghisletta y Lindenberger,
2005).
La participación parece influir, además, en las estrategias de afrontamiento que las personas
mayores utilizan para hacer frente a las exigencias de su vida cotidiana, lo que determina en
gran medida el mantenimiento de su independencia funcional y de su salud mental (Demers,
Robichaud, Gélinas, Noreau y Desrosiers, 2009).
Mantener redes sociales y amistades ha demostrado ser uno de los medios más eficaces para
mejorar la salud de las personas, lo que a su vez, redunda en favor de un envejecimiento más
saludable (Thanakwang y Soonthorndhada, 2011). De hecho, más que las actividades sociales
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en sí mismas, ha podido comprobarse que, entre los mayores de 70 años, pasar más tiempo en
compañía de sus amistades se correlaciona positivamente con un aumento en la supervivencia,
entendida como una mayor esperanza de vida y una calidad de vida superior (Maier y Klumb,
2005). Este dato deja entrever la enorme importancia que va a tener a estas edades el
disponer de un amplio apoyo social, y que además, ayuda a fomentarlo. Igualmente digna de
mención es la circunstancia de que las interacciones positivas nacidas de una participación
social continuada permiten aumentar la disponibilidad de recursos sociales cuando la persona
atraviesa momentos difíciles en los que pueda necesitarlos (Ouwehand, de Ridder y Bensing,
2007).
Además, el apoyo social sumado a un adecuado respaldo familiar, se correlaciona
negativamente con la soledad y el aislamiento al que a veces se enfrentan las personas
mayores, sobre todo aquellas que quedaron viudas o que no disponían de una gran red de
apoyos familiares (Wu et al., 2010). Disponer de un amplio abanico de relaciones sociales
también permite a las personas mayores mejorar considerablemente su estado de ánimo y su
calidad de vida (Golden et al., 2009). Además, la integración y la red de apoyo social que se
derivan de participar en actividades sociales facilitan la adopción y mantenimiento de hábitos
saludables en lo referente a la actividad física (Gellert, Ziegelmann, Warner y Schwarzer, 2011).
Consideramos de relevancia destacar que el envejecimiento es una etapa más en la vida, con
sus propias características (González y Rodríguez, 2006), pero no uniforme ni idéntica para
todos los individuos, por lo que muchos de estos estereotipos, acaban cayendo por su propio
peso cuando permitimos a nuestros mayores tomar parte activa en los cambios sociales por
medio de su participación.
A modo de conclusión para este apartado, añadiremos que facilitar la participación social
contribuye a lograr un envejecimiento más saludable: al estar más integrados en la sociedad
en la que viven, se reducirá la soledad y el aislamiento de las personas mayores que no
disponen de una amplia red social de apoyo; al tomar parte activa en ciertas decisiones que
posteriormente tendrán una influencia, se sentirán poseedores de una utilidad que puede
paliar su retirada del mundo productivo, y aumentar también su responsabilidad; al colaborar
con otros, pueden aprender a trabajar en equipo, o desarrollar nuevas aptitudes para este tipo
de trabajo, además de obtener nuevos puntos de vista que complementen los propios; al estar
en compañía de otras personas, sus redes sociales también aumentarán…
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Por lo tanto, los muchos beneficios que la participación social proporciona al individuo nos
permiten resaltar la gran relevancia de la participación en el camino hacia un envejecimiento
saludable y satisfactorio para las personas mayores. Sin embargo, a pesar de los múltiples
efectos negativos es importante atender y conocer los diversos factores que pueden favorecer
o limitar la participación, como veremos a continuación.
1.2.2. Factores que potencian o limitan la participación social
La participación social adquiere una importancia fundamental precisamente a edades
avanzadas porque las pérdidas que acompañan al propio envejecimiento deben ser
compensadas de forma adecuada si se quiere conseguir un proceso de envejecimiento activo y
positivo para el individuo. Además, estas pérdidas, como por ejemplo la disminución de la
condición física, pueden limitar tal participación, ocasionando más problemas en la persona,
que, multiplicados por el número cada vez mayor de personas mayores que hay en nuestra
sociedad, supondrán un gasto muy elevado de recursos de todo tipo (económicos, materiales,
de servicios…) para paliarlos, con la consecuente merma de los recursos disponibles para el
conjunto de la sociedad, y como resultado final, un empeoramiento en la calidad de vida
general. Y tampoco se debe olvidar que las formas de participación social variarán según las
diversas características específicas de cada persona, como por ejemplo el lugar en el que
habita, su condición física o estado de salud presente, la disponibilidad de transporte o de
medios para mantenerse comunicado con su entorno, su situación económica… algunas de las
cuales también pueden acabar convirtiéndose en factores que limiten tal participación (Cloos
et al., 2010).
A pesar de sus múltiples beneficios, no podemos olvidar un dato que juega en nuestra contra:
una edad más avanzada parece provocar un menor nivel de participación, especialmente a
partir de la franja comprendida entre los 70 y 75 años (Desrosiers et al., 2006). Parece que tal
nivel de participación tenderá a reducirse progresivamente a medida que se sigua
envejeciendo a partir de ésa franja de edad. Otros estudios también han observado esta
misma tendencia (Anaby, Miller, Eng, Jarus y Noreau, 2009). Ya en 1995, Smits y sus
colaboradores, estudiando una muestra dividida en tres grupos de edad (comprendidos entre
55 a 64 años, 65 a 74, y 75 a 89), constataron cómo la participación social era mucho menor en
los grupos de mayor edad. La literatura científica que gira en torno al tema de la participación
social en personas mayores también destaca el hecho de que algunas de las actividades de la
16
vida cotidiana, así como los roles sociales que ejercen, se ven afectados por una mayor edad
(Demers et al., 2009).
Añadido a esta circunstancia, también nos encontramos que las prácticas de ocio de nuestros
mayores se caracterizan por un elevado grado de sedentarismo y pasividad, que tienden a
aumentar con la edad y con independencia de su estado de salud (Miller y Buys, 2007). Esto se
ve respaldado por medio de los resultados extraídos de la encuesta sobre tiempo libre de las
personas mayores de nuestro país (IMSERSO, 2007), que nos muestra una destacable
correlación inversa entre la edad y la realización de actividades. De hecho, a medida que se
envejece, las personas prefieren actividades que no les supongan desplazamientos, y el propio
hogar se vuelve cada vez más relevante, arrebatando tiempo y espacio a las relaciones más allá
del mismo (Cachadinha, Branco y Carmo, 2011). La evidencia nos demuestra, por tanto, que
una mayor edad puede acompañarse de un nivel de participación inferior (Bukov, Maas y
Lampert, 2002; Desrosiers et al., 2009) y de hecho, parece que el nivel de actividad y la
participación social tienden a reducirse de forma progresiva según aumenta la edad de las
personas (Lirio, Alonso y Herranz, 2009).
Con estas evidencias en la mano, podemos entender el motivo por el cual, en años recientes,
el foco de atención en torno al concepto de la participación social se ha centrado
especialmente en las personas mayores, y teniendo en consideración sus numerosos
beneficios, se ha puesto en evidencia la necesidad de promover dicha participación entre los
mayores de nuestra actual sociedad, con la meta clara de facilitar su proceso de
envejecimiento y reducir, en la mayor medida de lo posible, las consecuencias negativas que
pueden acompañar a este ciclo vital.
Además del aumento de la edad, existen otros factores que pueden limitar o impedir que se
produzca una participación social activa entre las personas mayores. Entre estos factores,
caben destacar especialmente: el género, el estado civil de la persona, las barreras físicas
(tanto ambientales como personales), y las propias especificidades que cada individuo posee
(su personalidad, su historia personal, sus circunstancias…).
Con respecto al género, la evidencia sugiere una mayor participación en el caso de las mujeres
que de los hombres (Adler, Schwartz y Kuskowski, 2007; Zettel‐Watson y Britton, 2008). Otros
estudios analizan posibles diferencias en función del tipo de actividad. En concreto, Anaby et
al. (2009) y Desrosiers et al. (2009) hallaron que las mujeres obtienen mayores puntuaciones
en actividades relacionadas con la nutrición (selección de alimentos y preparación de comidas)
17
y el hogar (limpieza, mantenimiento del hogar…), y que los hombres lo hacen en el dominio de
movilidad, lo cual es consistente con los roles de género tradicionales. En cuanto al estado civil,
Desrosiers et al. (2009) comprobaron que los niveles de participación son mucho menores en
personas mayores casadas, por lo que quizás haya que trabajar en un futuro en esa parcela,
promoviendo formas de participación que impliquen a ambos miembros de la pareja.
Otro problema que puede surgirnos si pretendemos motivar a personas mayores a participar
son las barreras físicas que se pueden encontrar en su entorno cotidiano y que pueden limitar
sus deseos de participar, como ya se ha indicado previamente. Se sabe que cuando una
persona percibe mayor cantidad de obstáculos en su entorno físico, su participación se reduce
considerablemente (Levasseur, Desrosiers y Tribble, 2008). Por eso, se convierte en una tarea
crítica identificar aquellos factores que puedan conducir a estas personas hacia una mayor
participación social (Richard et al., 2008) y de ahí que en tiempos recientes, se esté dando
tanta importancia a los proyectos que giran en torno a la construcción de ciudades amigables
con la tercera edad. Muy acorde con estas nuevas políticas de facilitar la participación de las
personas mayores y personas con discapacidades a través de proyectos urbanísticos más
integradores, encontramos un amplio número de descubrimientos que las respaldan y que nos
enseñan que tales políticas no son meros adornos para engalanar nuestras urbes o gastos
inservibles. Moore et al. (2010) han resaltado, por poner un ejemplo, que la existencia de
parques y de otras estructuras de uso comunitario potencian particularmente la participación
social de personas mayores, al permitirlas reunirse, crear y fortalecer relaciones
interpersonales, realizar ejercicio físico y muchas otras actividades que no podrían llevar a
cabo solas o aisladas y que indudablemente, redundan en su beneficio.
Las dificultades que acompañan a las personas que presentan una discapacidad pueden limitar
o mermar su participación social. Anaby et al. (2009) destacan que éstas pueden explicar la
participación o la ausencia de participación en actividades diarias en adultos con
enfermedades crónicas, especialmente las habilidades físicas y mentales de la persona, si bien
también comprobaron que el género juega un papel importante, como se ha comentado
previamente, pues las mujeres tienden a participar más en actividades cotidianas que los
hombres. Por citar un ejemplo de cómo las dificultades que acompañan a la discapacidad de la
persona pueden limitar su participación, podemos recurrir a Desrosiers et al. (2009) que
pudieron comprobar que personas mayores con deterioro visual mostraban una menor
participación que otras personas que no sufrían tal impedimento. Esto supone que no sólo
debemos llevar a cabo planes e ideas políticas para vencer los escollos visibles, también
18
debemos proporcionar medios a las personas para que puedan superar o compensar sus
propias limitaciones y que éstas no les impidan participar activamente en la sociedad en la que
viven.
Tampoco podemos olvidar que las personas mayores, entendidas como aquellas personas que
ya no pertenecen al mundo productivo, no son un conjunto de individuos uniforme, ni
poseedores todos ellos de idénticas características. Esto nos lleva a pensar que igualmente,
tampoco sus motivaciones a la hora de participar serán todas idénticas, y tampoco podemos
perder de vista las particularidades que cada individuo tiene y que lo distingue de los demás, al
margen de su edad (Chen y Fu, 2008). Del mismo modo, las actividades concretas con que la
persona dará pie a su participación, serán muy diferentes de un caso a otro (González y
Extremera, 2010). Las formas de participación son muy variopintas, desde actividades de
voluntariado hasta clubes informales centrados en determinadas aficiones, y la historia de vida
de cada individuo, su personalidad y sus gustos (además de las limitaciones que posea y las
que perciba en su propio entorno) serán determinantes a la hora de dilucidar cómo alcanza
cada cual su propio bienestar. Para motivar realmente a que alguien participe, debemos partir
de la base de su idiosincrasia, por lo que los programas de motivación tampoco podemos
plantearlos de manera idéntica para todas las personas.
Por otra parte, cabe añadir que, como ya se comentó anteriormente entre los beneficios que
tiene la participación social, la calidad de vida está muy vinculada a ésta y en general, a medida
que el individuo participe en mayor medida, mejor tenderá a ser su calidad de vida. Sin
embargo, además de tener en cuenta el hecho de que la persona se involucre o no se involucre
en situaciones vitales, la sensación que genera la participación en la persona será un aspecto
muy importante a considerar. En esta línea, Levasseur, Desrosiers y Noreau (2004) destacaron
que la satisfacción que experimentaban personas mayores con ciertas discapacidades físicas al
participar en diferentes actividades, contribuía a mejorar notablemente su calidad de vida.
Este es un factor interesante de cara a conseguir promover la participación social entre los
mayores y que tendremos que considerar cuando afrontemos esta tarea.
Finalmente y de lo expuesto anteriormente, podemos extraer dos conclusiones: primera, que
la participación social es esencial para mejorar la calidad de vida de las personas,
especialmente de aquellas que enfrentan diferentes pérdidas y limitaciones por causa de su
envejecimiento; y segunda, que debemos promover y facilitar en la mayor medida posible que
la gente tome parte activa, que participe de la vida social de su comunidad, para asegurar una
adecuada calidad de vida que además, facilitará el proceso de envejecimiento de las personas.
19
1.2.3. La importancia de promover la participación social en personas mayores
Los beneficios que se han visto resultan bastante numerosos y positivos como para reforzar la
necesidad de promover la participación social entre nuestros mayores, una franja de edad que
aumenta progresivamente cada año que pasa, y que según la mayoría de las previsiones,
llegará a ocupar la cuarta parte de la población total de nuestro país en menos de dos décadas.
De hecho, este inusitado crecimiento, provocado sobre 2todo por el aumento de la esperanza
de vida y la mejora en la higiene y la medicina, se está produciendo también más allá de
nuestras fronteras, en la total mayoría de los países avanzados del mundo, y en menor medida,
en los restantes países también. Encontrarnos con un mundo que envejece nos permite ver la
necesidad imperiosa de tomar medidas que puedan dar respuesta a los desafíos que ello
acarreará en un futuro cada vez más próximo a nuestra realidad cotidiana.
Una de las respuestas que buscamos la podemos encontrar, precisamente, en la promoción de
una mayor participación social por parte de nuestras personas mayores, cada vez más
numerosas, más diversas (lejos del estereotipo de que todos los integrantes de la tercera edad
constituyen un grupo uniforme e invariable), con inquietudes muy variopintas, necesidades
cambiantes, y el mismo derecho que las personas de franjas más jóvenes a tomar parte activa
en los cambios que la sociedad experimenta. Hay que tener en cuenta que las personas
mayores no envejecen por igual; la idea de éstas como colectivo es correcta, pero no como
grupo homogéneo, pues favorece la perpetuación de estereotipos negativos y de falsos mitos
en torno a la vejez. El proceso de envejecimiento es individual, existiendo diferentes formas de
vivirlo y de afrontarlo en función del contexto social de cada individuo, así como de su propia
situación personal, que es siempre específica de cada uno (Melero y Buz, 2005).
La tarea, dadas las muchas dificultades que entraña, puede antojarse sumamente complicada,
pero desde hace ya algún tiempo, llevan realizándose importantes y fructíferos esfuerzos para
superar estos impedimentos desde diversas esferas de nuestra sociedad, habida cuenta del
paulatino crecimiento de este sector de la población y la perspectiva de lograr dar respuesta a
sus necesidades. De hecho, la importancia que en los últimos años ha adquirido la promoción
de la participación social en personas mayores es tal, que no ha escapado de la atención de los
más importantes organismos internacionales. Así, la II Asamblea General de las Naciones
Unidas promulgó en 2002 un Plan de Acción Internacional sobre el Envejecimiento, que por
supuesto incluía especial énfasis en la necesidad de la participación social a estas edades. A
continuación se exponen algunas de las conclusiones a las que se llegaron:
20
Figura 2. Recomendaciones de la II Asamblea Mundial sobre Envejecimiento, Naciones Unidas
(2002)
Objetivo 1: Reconocimiento de la contribución social, cultural, económica y política de las personas de edad. Objetivo 2: Participación de las personas de edad en los procesos de adopción de decisiones a todos los niveles.
Artículo 10 El potencial de las personas de edad es una sólida base para el desarrollo futuro. Permite a la sociedad recurrir cada vez más a las competencias, la experiencia y la sabiduría que las personas de edad aportan, no sólo para asumir la iniciativa de su propia mejora, sino también para participar activamente en la de toda la sociedad. Participación activa en la sociedad y en el desarrollo 19. Una sociedad para todas las edades incluye el objetivo de que las personas de edad tengan la oportunidad de seguir contribuyendo a la sociedad. Para trabajar en pro de la consecución de ese objetivo es necesario eliminar todos los factores excluyentes o discriminatorios en contra de esas personas. La contribución social y económica de las personas de edad va más allá de sus actividades económicas, ya que con frecuencia esas personas desempeñan funciones cruciales en la familia y en la comunidad. Muchos de sus valiosos aportes no se miden en términos económicos, como en el caso de los cuidados prestados a los miembros de la familia, el trabajo productivo de subsistencia, el mantenimiento de los hogares y la realización de actividades voluntarias en la comunidad. Además, esas funciones contribuyen a la preparación de la fuerza de trabajo futura. Es necesario reconocer todas esas contribuciones, incluidas las del trabajo no remunerado que realizan en todos los sectores las personas de todas las edades, y en particular las mujeres. 20. La participación en actividades sociales, económicas, culturales, deportivas, recreativas y de voluntariado contribuye también a aumentar y mantener el bienestar personal. Las organizaciones de personas de edad constituyen un medio importante para facilitar la participación mediante la realización de actividades de promoción y el fomento de la interacción entre las generaciones.
Aparte de los organismos internacionales, también existen importantes esfuerzos, en este
sentido a niveles más regionales, como por ejemplo el Plan Gerontológico que se puso en
marcha en nuestro país en 1992 y que se convirtió en uno de nuestros principales referentes,
trabajando cinco áreas de clara influencia sobre la calidad de vida de los mayores: pensiones,
asistencia médica, servicios sociales, cultura y ocio, y la consabida participación social.
La presencia de la participación social en estos proyectos sólo es una prueba más que denota
la clara importancia que este concepto tiene cuando hablamos de un adecuado proceso de
envejecimiento.
21
En resumen: • En primer lugar, la participación social consiste en un contacto activo de cada persona
con el entorno en el que vive. De este contacto activo, la persona ejerce una determinada influencia (que podrá ser mayor o menor) sobre la comunidad y el entorno cotidiano en el que vive. Supone involucrarse en situaciones vitales como un componente esencial en el logro de un envejecimiento activo y saludable.
• La participación social y la experiencia que se desprende de ella, es decir, la satisfacción que conlleva la participación, puede resultar sumamente beneficioso para las personas mayores en su funcionamiento cotidiano, así como en otras muchas parcelas de su vida diaria (salud, calidad de vida, autonomía, autoestima, contacto social con otras personas…), dotándolas de herramientas para desenvolverse mejor en el transcurso de su cotidianeidad. De hecho, la participación social ejerce una gran influencia en el logro de un bienestar físico, psicológico y social.
• Dada la evidencia que apoya sus múltiples beneficios y efectos positivos, promover la participación entre personas mayores resulta una tarea de gran relevancia. La disminución de dicha participación a edades avanzadas es otro motivo de peso para focalizar nuestra atención en este colectivo. Además, es necesario tener en cuenta los factores que pueden favorecer o limitar dicha participación para poder actuar y desarrollar estrategias de intervención en base a dichos determinantes (características personales, estado de salud, barreras físicas y ambientales...).
• Una sociedad para todas las edades debe fomentar la participación de las personas de mayor edad, reconociendo su valor como miembros activos de la misma y promoviendo su contribución e integración social. Este desafío se ha convertido en un pilar fundamental para los diferentes organismos internacionales, nacionales y territoriales que persiguen la promoción y consecución de estrategias que favorezcan el logro de un envejecimiento activo y saludable.
2. LA VALORACIÓN DE LA PARTICIPACIÓN SOCIAL EN LAS PERSONAS MAYORES
2.1. La importancia de valorar la participación social en las personas mayores
Habiendo explicado la enorme importancia que tiene la participación social entre las personas
mayores, se torna necesario ahora comprobar cómo y hasta qué punto se produce dicha
participación en este sector de la población. Conocer esta información es fundamental si lo
que pretendemos es extender los efectos saludables de la participación social al mayor
número posible de personas mayores. Para ello debemos cuantificar de algún modo esta
participación para saber qué pasos seguir ante esta tarea, beneficiosa no sólo a nivel individual,
sino también para toda la sociedad. Sin embargo, las definiciones sobre lo que es la
participación social son sumamente subjetivas, y de hecho, no existe un consenso al respecto,
22
como ya se ha comentado previamente. La ausencia de una definición unitaria complica la
tarea de medición de la participación social.
Pero lo cierto es que mantener una participación social activa y satisfactoria tiene una
influencia muy positiva en la calidad de vida, el bienestar psicológico y la salud del individuo.
Además, un funcionamiento social continuado de este tipo vaticina un envejecimiento activo
exitoso (Cachadinha et al., 2011). Teniendo en cuenta este hecho, podemos entender por qué
se vuelve tan necesario una categorización precisa y lo más exacta posible de la participación
social, pese a las dificultades que pueda entrañar este objetivo.
Afortunadamente, y dada la gran importancia que la participación social ha adquirido en los
últimos años, diversos organismos y asociaciones han tratado de analizar dicha participación,
en un intento por dilucidar cuáles sus principales indicadores (Duque y Mateo, 2008). Además,
han surgido algunos instrumentos que nos ayudan a cuantificar su influencia en las personas,
para convertirla así en algo susceptible de ser estudiado y analizado con auténtico rigor
científico. La mayoría de estos instrumentos fueron desarrollados en las dos últimas décadas,
naciendo a la par que aumentaba el interés por la participación social y sus implicaciones.
Estos materiales nacieron partiendo desde puntos de vista conceptuales que se cuestionaban
la utilidad y beneficios que podía tener una participación social continuada sobre la vida de las
personas mayores, y con el propósito de comprobar si las hipótesis que se habían planteado
hasta entonces en un marco puramente teórico, resultaban verídicas en su aplicación práctica.
2.2. Instrumentos para valorar la participación social en personas mayores
A continuación, vamos a explicar brevemente algunas de las herramientas cuyo objetivo ha
sido cuantificar la participación. Muchas de ellas se sirven de cuestiones o preguntas de
creación propia, a través de las cuales se codifican las respuestas subjetivas dadas a las mismas
y puede llegarse a unos resultados objetivos, susceptibles de ser medidos y evaluados. A partir
de los datos que se obtienen, podemos estudiar de qué forma, cuando el individuo interactúa
con su entorno social y ejerce una influencia sobre el mismo, o cuando dicho entorno le
influye de algún modo, dicha interacción puede influir sobre su calidad de vida y bienestar
percibido. Y como ya se explicó, en eso consiste la participación social: en interactuar con el
entorno social, dando y recibiendo influencias del mismo, y resultando éstas positivas y
edificantes para el desarrollo individual.
23
Sin embargo, y antes de continuar, hay que considerar que las herramientas aquí presentadas
fueron creadas por diferentes autores, lo que supone que la base conceptual y teórica de cada
herramienta será también distinta. Esto influye en la manera en que cada una de ellas define lo
que es la participación social, y también determinará la forma en que abordará el
acercamiento a este concepto. De hecho, algunos autores evalúan la participación social desde
una comprensión parcial de la misma, esto es, pretenden medir la participación en su conjunto
haciendo referencia a los dominios que el autor considera como participación, o dan
importancia y destacan sólo alguno de ellos, tratando de objetivar únicamente algunos campos
de interés.
En este sentido, los instrumentos que aquí presentamos (tabla 1), la gran mayoría en lengua
inglesa, ostentan un cierto reconocimiento y adecuados datos de fiabilidad y validez. Sin
embargo, el cuestionario LIFE‐H, basándose en el Disability Creation Process model, nos
proporciona, a nuestro parecer, una concepción más amplia de lo que la participación significa
e implica, en comparación con las definiciones que se han empleado en otras escalas. En este
sentido, el cuestionario LIFE‐H, además de ser un instrumento válido, fiable y ampliamente
utilizado para valorar la participación, evalúa ampliamente diversas dimensiones que implican
tanto actividades diarias de la persona, que favorecen su integración social, así como
actividades de carácter más social y comunitario. Por ello, creemos que este instrumento es
uno de los más completos y detallados en lo que se refiere al concepto de la participación. A
pesar de que no aparece detallado en la siguiente tabla, sus características se describirán en el
siguiente punto.
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Tabla 1. Instrumentos de medición de la participación Título Factores o elementos
que mide Descripción Propiedades
psicométricas Observaciones
Cuestionario de Apoyo Social Comunitario de Gracia, Herrero y Musitu (2002)
Tres escalas: integración y participación comunitaria; apoyo social en los sistemas informales; apoyo social en los sistemas formales.
Cuestionario autoaplicado. Compuesto por 25 ítems con sistema de respuesta mediante escala Likert de 5 puntos
Coeficiente alpha de Cronbach en las 3 escalas (α = ,879; α = ,856; α = ,845)
‐ Aplicable a cualquier persona adulta.‐ Discrimina a personas mayores de 64 años que viven en diferentes entornos (hogar vs residencia). ‐ Solamente una de sus escalas mide la participación en las actividades de la comunidad.
Social Activities Checklist (SOCACT) de Cruice, Worrall y Hickson (2005)
Tipo y frecuencia con que las personas se involucran en actividades sociales.
Compuesto por 20 ítems, se dividen en tres categorías: actividades de ocio, participación formal e informal.
Cualidades psicométricas en estudio, carecemos de datos.
‐Material muy completo para investigar actividades sociales, a pesar de su brevedad. ‐ Carecemos de datos acerca de su fiabilidad y validez, pues el test aún se encuentra bajo pruebas. ‐ En lengua inglesa. No está adaptada a nuestro contexto
The Participation Scale de Van Brakel et al. (2006)
Uso de la participación social como ayuda en la rehabilitación de personas que sufren una enfermedad incapacitante a largo plazo.
Está compuesta por 18 ítems, en los que se pregunta a la persona por varias actividades cotidianas para saber si es capaz de llevarlas a cabo o no.
Coeficiente alpha de Cronbach: α = ,92. Fiabilidad intra‐test: ,83. Fiabilidad inter‐test: ,80
‐ Concepción de la “participación social” en base a la CIF. ‐ Discrimina correctamente entre pacientes y personas sin enfermedad limitante ‐ Desarrollada para pacientes de enfermedades a largo plazo, podría presentar problemas a la hora de generalizar sus resultados a otras poblaciones. ‐En lengua inglesa. No está adaptada a nuestro contexto
Social‐functional Autonomy Measurement System (SMAF) de Pinsonnault, Dubuc, Desrosiers, Delli‐Colli y Hébert (2009)
Participación: actividades de la vida diaria, movilidad, comunicación, funciones mentales o cognitivas y actividades instrumentales
Formado por 29 ítems con sistema de respuesta mediante escala Likert de 5 puntos, valorando en grado de dependencia a la hora de realizar las actividades.
Coeficiente de correlación interclase: ,78. Presenta significativas correlaciones con otros tests, como el LIFE‐H (r= ‐ ,31)
‐ Instrumento de reciente elaboración por lo que casi no se ha empleado en investigación. ‐ En lengua inglesa. No está adaptada a nuestro contexto
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Tabla 1. Instrumentos de medición de la participación (continuación) Título Factores o elementos
que mide Descripción Propiedades
psicométricas Observaciones
Maastricht Social Participation Profile (MSPP) de Mars, Kempen, Post, Proot, Mesters y Van Eijk (2009)
Participación social en personas que padecen alguna enfermedad física crónica
Instrumento autoadministrado. Se compone de 26 ítems, clasificados en cuatro índices: participación consumista, participación formal, participación informal con amigos, y participación informal con familiares. Se responde en base a la frecuencia con la que se realizan las actividades.
Coeficientes de correlación interclase entre ,63 a ,83. Fiabilidad moderada en la discriminación entre grupos.
‐Sus cualidades psicométricas dependen demasiado del uso concreto y específico que queramos darle. ‐Problemas en la generalización de resultados a sujetos sanos, por ser un test ideado especialmente para personas con enfermedad crónica. ‐ En lengua inglesa. No está adaptada a nuestro contexto
Escala Este II de Soledad Social de Rubio, Pinel y Rubio (2010)
Tres factores: la percepción del apoyo social que tiene el sujeto, su uso de nuevas tecnologías, y un índice de participación social subjetiva.
Se compone de 15 ítems, con tres opciones de respuesta: siempre, a veces, o nunca.
Coeficiente alpha de Cronbach: α = ,72
‐ Se centra en mayor profundidad en el factor relacionado con la Soledad Social, presentando pocos ítems relacionados con la participación social.
Victoria Longitudinal Study Activity Questionnaire revisada por Jopp y Hertzog (2010)
Diversas actividades, algunas de las cuales implican participación por parte de la persona evaluada.
Compuesto por 82 ítems en la versión revisada del cuestionario con respuestas mediante escala Lykert en la que se indica la frecuencia con la que se realizan las actividades propuestas en cada ítem.
Fiabilidad test‐retest: r entre ,61 y ,82.
‐ Completa, aunque la escala aún debe ser estudiada y sometida a nuevas pruebas psicométricas para asegurar su adecuada construcción. ‐ En lengua inglesa. No está adaptada a nuestro contexto
Meaningful Activity Participation Assessment (MAPA) de Eakman, Carlson y Clark (2010)
Actividades significativas para la persona en su cotidianeidad.
Consta de 28 ítems en los cuales se indica la frecuencia con la que participan en dichas actividades y el grado de significación personal que experimentan con cada una de ellas.
Coeficiente Alpha de Cronbach: α = ,85. Fiabilidad test‐retest: r = ,84.
‐ Podría tener limitaciones a la hora de generalizar sus resultados: el tiempo de aplicación de la prueba es muy largo, pudiendo ocasionar cansancio en quien responde, y las pruebas psicométricas para validar la herramienta se llevaron a cabo con muestras de sujetos muy homogéneas. ‐ En lengua inglesa. No está adaptada a nuestro contexto
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En resumen:
• Consideramos fundamental conocer cómo y hasta qué punto la participación social influye en las personas mayores. Esta información nos puede ayudar a extender sus efectos saludables al mayor número posible de personas. En este sentido, la posibilidad de cuantificar la participación resulta una tarea de relevancia para saber qué pasos seguir y poder promover una mayor participación entre las personas mayores.
• Se han realizado múltiples esfuerzos por valorar la participación. Sin embargo, cada autor se basa en una propia conceptualización de lo que significa “participar”, e incluso se emplean diferentes metodologías, lo que da lugar a una gran diversidad a la hora de medir la participación.
• Tras una revisión de las diferentes herramientas desarrolladas para medir la participación, la mayoría de ellas en lengua inglesa, hemos detectado un instrumento que ofrece una visión más global y completa de la participación, ampliamente utilizada, válida y fiable. Nos referimos al cuestionario LIFE‐H, el cual comprende la participación desde un punto de vista muy similar a la conceptualización que sugiere la OMS en torno al significado de la participación.
• Dada la escasez de herramientas existentes en nuestro contexto que nos permitan medir y cuantificar la participación de una manera amplia y teniendo en cuenta diversas dimensiones de la persona que contribuyen a su integración e implicación social a través de procesos de participación, consideramos de gran relevancia llevar a cabo un proceso de traducción, adaptación transcultural y validación a nuestro contexto de la herramienta seleccionada, la LIFE‐H.
3. OBJETIVOS DEL ESTUDIO
El presente proyecto de investigación surge en base a la evidencia según la cual involucrarse
en situaciones vitales de manera satisfactoria (“participación”, según definición de la OMS)
protege y previene la aparición y el desarrollo de la discapacidad y de la dependencia en las
personas a lo largo de todo el ciclo vital, enriquece a las personas y contribuye a su desarrollo
y al de la sociedad en su conjunto.
En base a esta idea nos proponemos los siguientes objetivos de estudio:
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1. Analizar los factores (personales, las condiciones de salud, psicosociales, ambientales) que
pueden explicar una mayor o menor participación de las personas en etapas avanzadas de su
ciclo vital.
2. Identificar el impacto de la variable participación como factor predictor y/o correlato de la
salud (objetiva) y de la salud percibida, la calidad de vida y la satisfacción vital en las personas
estudiadas.
3. Analizar los factores psicosociales y ambientales implicados en la involucración (inicial) y
permanencia (adhesión) de participación de las personas mayores (voluntariado, proyectos
intergeneracionales, actividad física, actividades de ocio, participación ciudadana…) en
entornos comunitarios y socio‐sanitarios.
4. Diseñar, implementar y evaluar el impacto de diversas intervenciones psico‐educativas tanto
en los factores psicosociales relacionados con diversas situaciones de involucración
satisfactoria en situaciones vitales (participación) como en su adherencia‐permanencia en las
mismas.
Sin embargo, para poder lograr estos objetivos y llevar a cabo los diferentes estudios que
respondan a dichos interrogantes, el equipo de investigación ha detectado, durante el proceso
de revisión del estado de la cuestión, la necesidad de evaluar la variable principal de este
proyecto de investigación (la participación social) mediante una herramienta o instrumento de
valoración válido y fiable. Dada la falta de instrumentos que valoren la participación social en
nuestro contexto se ha optado por traducir, adaptar y validar una herramienta ampliamente
utilizada en diferentes colectivos, incluido el de personas mayores, que consideramos
adecuado y con unas buenas propiedades psicométricas para valorar la participación social: El
Assessment of Life Habits (LIFE‐H).
En este informe se presenta, por lo tanto, un paso previo, y que consideramos necesario, al
estudio de los objetivos planteados en este proyecto de investigación: el proceso de
traducción, adaptación y validación del cuestionario LIFE‐H. Hasta el momento, se han
obtenido los resultados correspondientes a la traducción y adaptación del instrumento, siendo
el siguiente paso el proceso de validación del mismo.
28
4. METODOLOGÍA DEL ESTUDIO
Una vez expuesta la necesidad observada de llevar a cabo este paso previo (la traducción,
adaptación y validación de una herramienta que nos permita valorar de una manera eficaz la
participación social), pasaremos a describir el cuestionario que se ha seleccionado así como la
metodología empleada en el proceso de traducción y adaptación del mismo.
4.1 El Assessment of Life Habits (LIFE‐H)
El cuestionario LIFE‐H fue creado por Fougeyrollas et al. (1998) con el objetivo de valorar,
inicialmente, la participación en personas con discapacidad. El instrumento se basa en el
modelo Disability Creation Process, que ya se ha mencionado y explicado previamente.
Recordemos que, según el modelo, la participación social se entiende como el conjunto de
actividades cotidianas o hábitos de vida que realiza una persona, resultado de la interacción
entre el individuo (sus características personales, sus habilidades o discapacidades) y los
factores ambientales del entorno que le rodea. Estas tareas cotidianas se refieren a “las
actividades diarias y los roles sociales que favorecen o aseguran la supervivencia y el
desarrollo de una persona dentro de la sociedad a lo largo de toda su vida”. Este modelo
presenta una gran similitud con el concepto que ofrece la Organización Mundial de la Salud en
su Clasificación Internacional del Funcionamiento, Discapacidad y Salud de la participación
como el hecho de involucrarse en diversas situaciones vitales. De hecho, al elaborar las
diversas categorías de actividades o hábitos de vida que conforman el cuestionario LIFE‐H, los
autores se basaron en ambos modelos teóricos.
Así, desde este marco conceptual se elaboró la primera versión del cuestionario LIFE‐H, para