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DEDICATORIA
A Susana, mi mujer, que desde 1980 me sostiene en casi todos mis
proyectos.
A mis hijos, Georgina, Nicolás y Alejandro que aprendieron a ser consecuentes entre su pensamiento y su acción. A todos los docentes, profesores, historiadores y bibliotecarios que me guiaron y aportaron datos. Al Papa Francisco por trabajar para devolver la fe a los hombres. A todos los políticos actuales y venideros para que entiendan que la función pública consiste en ayudar a los ciudadanos y no servirse de ellos para aumentar su patrimonio personal. A todos aquellos que sólo expresan deseos, para decirles que los mismos se concretan con acciones. A todos los jóvenespara decirles que sin educación, constancia y trabajo, no es posible concretar ninguna utopía.Mañana es mentira.
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Belgrano: Una Mente Brillante
1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2014.
E-Book.
ISBN 978-987-33-5608-7
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BELGRANO: UNA MENTE BRILLANTE
INDICE 3
- Introducción 7
- Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano 11
- Su Juventud 13
- Jovellanos y Genovesi 14
- En la Secretaría del Consulado 15
- Cronista 22
- La formación intelectual de Belgrano 24
- Periodista 25
- La vida en la colonia 39
- Belgrano continúa trabajando 42
- Los Niños Expósitos 44
- Las calles 46
- Contextualización histórica 48
- 1ra Invasión inglesa 50
- 2da Invasión Inglesa 51
- Belgrano y las invasiones inglesas 52
- Beresford y platería que se llevó 56
- Actividad literaria 57
- Comercio en manos británicas 62
- El proyecto “Carlotista” 63
- Cisneros el último Virrey 66
- El Plan de Operaciones 69
- Amigos y enemigos de la Revolución 71
- La educación 72
- Ideas económicas 75
- Camino a la Semana de Mayo 76
- La Plaza Mayor 79
- La expedición al Paraguay 81
- Una verdadera proeza 83
- Detalles de la campaña al Paraguay 90
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- La batalla de Paraguay 90
- Andresito 98
- El tambor de Tacuarí 100
- Belgrano traductor de Washington 102
- La clase trabajadora 107
- La Banda Oriental 108
- Proceso y absolución 109
- Comandante del Regimiento de Patricios 113
- Creación de la Bandera114
- Las Baterías “Libertad” e “Independencia” 115
- La Escarapela nacional 116
- Creación de la Bandera Nacional 117
- Los colores de la Bandera 120
- Confección de la Primera Bandera 121
- Los colores de las Primeras Banderas de la Patria 123
- La más antigua 127
- El enigma 128
- El Éxodo Jujeño 130
- Tres fundaciones 131
- El Ejército Auxiliar del Perú 133
- Las Piedras 135
- La Batalla de Tucumán 136
- La Batalla de Salta 138
- La Escuela que espero 191 años 142
- El Cacique Cumbai 143
- Vilcapugio 145
- Tres Sargentos 147
- Ayohuma 149
- María de los Remedios del Valle 153
- Belgrano y San Martín 154
- Misión Diplomática a Europa 159
- El Ejército de Observación 164
- Congreso de Tucumán 166
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- Belgrano no perdono la insurrección 169
- Los últimos años de vida de Belgrano 170
- La lucha interna 172
- Regreso a Buenos Aires 174
- 20 de junio de 1820 177
- Repercusión 179
- Belgrano y sus enfermedades183
- Belgrano: una mente brillante 187
- Una vida sin lujos 189
- Frases de Manuel Belgrano que no pierden vigencia 190
- Ingratitud 195
- El reloj 197
- Las armas obsequiadas 198
- Conclusión 199
- Cronología Belgraniana(1770-1820) 200
- Lugares Belgranianos 204
- Al Padre de la Patria 207
- Sobre el autor 210
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INTRODUCCIÓN
A pesar de su descarada tendencia a la soberbia, el hombre no es otra
cosa que un vivo testimonio de su pesimismo. Tal vez lo segundo sea la
inevitable consecuencia de lo primero; y acaso esté en ello la raíz de la
posibilidad del optimismo. Sea como fuere, el hombre ha encontrado en
su propia naturaleza la disculpa y los atenuantes de sus faltas y errores.
Con decir “es humano” ya está casi todo justificado, explicado y excusado,
desde el asesinato y la traición hasta el adulterio, el robo o la negligencia…
y por su puesto son humanos. Pero también son humanos el heroísmo, la
fidelidad, la ética y la verdad, es que nunca vemos elogiar su ejercicio con
la frasecita “Es humano”.
En cambio si hemos oído llamar “inhumano” a quién maltrata a los
animales con el pretexto de que la crueldad es una manifestación de falta
de humanidad. El ser humano manifiesta muy mala opinión acerca de su
humanidad: en lo que acierta, a fuerza de equivocarse. El ser humano
desprecia a su humanidad pero desde el punto de vista de la conducta y
precisamente explica su mala conducta “porque es humano”, y considera
extraordinario –genial o maravillosa- la buena conducta, con muy poca
lógica, por cierto, por la sencilla razón de que la conducta es hija de la
voluntad. Y al ser humano no le conviene manifestar buena opinión
general de la voluntad porque esto lo llevaría al plano del reconocimiento
de la responsabilidad.
Si bien es cierto que el debido ejercicio de la voluntad puede llevar a una
vida ejemplar, no es menos verdad que un desaprensivo cultivo puede
llevar al éxito. Es humano, claro. Sin embargo, los humanos suelen atribuir
sus éxitos –buenos o malos- a su inteligencia y no se fijan tanto en la
elección del camino seguido en la elaboración de sus planes. Hay algo de
superstición, sin duda, en esto de la inteligencia.
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La inteligencia puede llevarnos a la cultura de las letras, las artes y las
ciencias, desde el gobierno de los pueblos, a la investigación de los
microorganismos, pero no puede, por si sola, llevarnos a la santidad o al
heroísmo. Tiene que “llevar a” la voluntad.
El ser humano no sólo admira ilimitadamente a la inteligencia, sino que se
admira a sí mismo por ella; lo que no es más que una forma de narcisismo.
Los intelectuales hablan de la inteligencia como cosa de ellos y la verdad
es que, es un don tan absolutamente graciosos como la belleza. Los
intelectuales son, quizá, los “fundadores” del desprecio de la voluntad. Al
intelectual le alcanza –o se lo cree- con la inteligencia, aunque sea ajena,
del mismo modo que al místico le alcanza con la voluntad, sobre todo si es
de su Dios. Pero tanto una como la otra son potencias del alma,
respectivamente ordenadas a servir al conocimiento y a la virtud.
El intelectual suele caer en la estúpida tentación de despreciar al santo,
sobre todo si éste es gloriosamente analfabeto. El héroe puede caer en la
alevosa tentación de despreciar al intelectual, sobre todo si éste es
vergonzosamente cobarde. Pero hay una tercera potencia del alma: la
memoria, cuyo casi general olvido constituye la más deliciosa paradoja del
hombre.
Muchos intelectuales desprecian a la memoria, en su afán de exaltar a la
inteligencia, sin reparar en que, sin memoria no hay imaginación, y sin
imaginación no hay literatura, así como sin esperanza no hay futuro. Y el
héroe puede despreciar a la voluntad, sin reparar en que sin memoria no
hay leyenda y que sin leyenda no hay mitología, así como sin esperanza no
hay inmortalidad.
Existe un profundo misterio, sin duda, en esto de la memoria, madre
abnegada de toda realidad y de todas las posibilidades, tan
imperdonablemente subestimada como la modestia misma, madre de
todo buen ejemplo.
Todo es memoria, porque el pasado es el padre presente y del futuro.
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“… y la América del Sur será el templo de la Independencia y la Libertad”.
Se cumplieron los bicentenarios de la creación de la Bandera, el Éxodo
Jujeño y la victoria de Tucumán, fruto de la firmeza con que Belgrano
rechazó la orden del Triunvirato de retirarse en vez de enfrentar al
enemigo. Estas, junto a distintos aspectos poco conocidos, divulgados o
invisibilizados por distintos intereses, hacen que esta obra contribuya a
que se acreciente el conocimiento y la admiración de los argentinos por
Manuel Belgrano, auténtico fundador de la Argentina.
El fin que persigo en estas humildes líneas es dar a conocer a este hombre
extraordinario, Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, que
admiro a pesar del profundo desprecio que me inspira lo sucedido antes y
después de su muerte.
La crítica no me interesa, cuento con la inteligencia del lector. Toda
sociedad sabe que si tiene miedo es dominada y conducida por los
miembros menos capacitados, soberbios y más insensatos. En la Argentina
existe una especie de absorción de unas ideas por otras que se destruyen
como las olas del mar que se rompen contra aquellas que las preceden,
sin advertir que todas mueren suavemente en la playa o en forma violenta
contra las rocas.
El arte de mentir se ha generalizado desde hace algunas décadas.
Actualmente la mentira no se expresa en términos concretos como en los
tiempos de nuestros padres, sino que se manifiesta empleando formas
ambiguas y vagas que tornan difícil reprochar al mentiroso y sobre todo
refutarlo en pocas palabras.
Todos estamos de acuerdo en que aquel que narra algo debe "decir la
verdad". El tono de la verdad se siente en el hombre.
¿Cuántas cosas falsas se han dicho de Belgrano?
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La hipocresía es un defecto de las costumbres tan fuertes en nuestros
tiempos, que es necesario tomar toda clase de precauciones para no verse
envuelto y arrastrado por ella.
No cabe duda que el arte de mentir florece con la ayuda del buen estilo
académico y de frases impuestas por la elegancia. O para hacer de la
literatura un trampolín para buscar alguna cosa mejor.
La fuerte admiración por Belgrano es la única pasión que me ha llevado a
escribir, la cual no impide darme cuenta de los defectos y debilidades que
se le pueden reprochar. Estimado lector, soy un rústico investigador sin
ambición alguna. Muy buenos observadores me han asegurado que
dentro de veinte o treinta años se podrá publicar la historia razonable de
Manuel Belgrano. En la actualidad es un galardón para muchas personas
respetables, el llamar a Belgrano el Padre de la Patria.
Vamos a recorrer juntos, pasajes de la vida de un hombre extraordinario,
del cual no hemos tenido la humildad para apreciar, en su justo valor, las
dificultades por las que han debido pasar sus empresas.
El lector, bien puede figurarse, que en 1810 el único sentimiento interior y
profundo de los hombres y mujeres estaba resumido en una idea: ser útil
a la naciente Patria. Todo lo demás, el vestido, el alimento, no eran a los
ojos, más que un miserable detalle efímero. Los éxitos sociales, cosa tan
importante en el carácter de nuestra nación, no existían, pero si corazones
ardientes que para sentir la vida, tenían necesidad de amar u odiar con
pasión.
En nuestros días, cuando tantos personajes se contradicen porque se hace
de todo un juego de comedia, nadie obra con franqueza, y todos se rigen
a la consecución de goces vanidosos, muy pocas existencias fueron tan
limpias de hipocresías, y a mi modo de ver, tan nobles como la de Manuel
Belgrano.
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He evitado las profusas notas a pie de página y las citas de autoridades,
una práctica que tal vez hizo famosa por primera vez William Prynne, el
abogado, político, escritor y crítico teatral del siglo XVII a quien John
Milton le tomaba el pelo diciendo que siempre ponía su ingenio en el
margen, para estar al margen de su ingenio en el texto…
MANUEL JOSÉ JOAQUÍN DEL CORAZÓN DE JESÚS BELGANO
- INSPIRADOR DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO
- ESTADISTA Y PARADIGMA DEL FUNCIONARIO PÚBLICO
- FUNDADOR DE LAS ACADEMIAS DE NÁUTICA, DIBUJO Y
MATEMATICA
- PIONERO DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA
- PROMOTOR DEL ROL SOCIAL DE LA INDUSTRIA Y EL COMERCIO
- ECONOMISTA, ABOGADO, PERIODISTA, POLÍTICO, Y ECOLOGÍSTA
- PROTECTOR DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
- IMPROVISADO JEFE DE LAS FUERZAS DE LA REVOLUCIÓN
- PRIMER CONSTITUCIONALISTA
- PROCER DE LA INDEPENDENCIA HISPANOAMERICANA
- PRECURSOR DE LA UNIDAD SUDAMERICANA
- CREADOR DE LA BANDERA NACIONAL
- PADRE DE LA PATRIA
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Cuando falleció Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, el 20
de junio de 1820, su gran amigo José de San Martín, después de haber
liberado a Chile, se aprestaba a zarpar en unas pocas semanas hacia el
Perú. La Argentina se debatía en luchas civiles en lugar de estar
empeñados en apoyar al Genio de los Andes, en la gran empresa
latinoamericana. Caudillos y gobernadores luchaban por apetitos
personales y feudales, mientras los mejores hombres luchaban del otro
lado de la cordillera y aquí el poder personal y la anarquía desgastaban las
fuerzas que no tenía San Martín y sí tuvo Bolívar. Cuando una gran nación
lucha por su independencia cualquier gloria es secundaria. De allí la
justificada frase de Belgrano en el momento de morir: “¡Ay Patria mía!”
Belgrano dejó el sello de su impronta, en obras inmortales de profunda
inspiración humana. Creo escuelas, fundó periódicos, comando ejércitos,
echó las bases económicas, políticas y sociales para estructurar la Nación y
después de afrontar los graves riesgos y peligros que entrañaban el
desafío patriótico, frente al poderío colonialista español, ofrendó los
últimos diez años de su vida, para consolidar los principios que había
sustentado como ideólogo.
La figura de Belgrano se acrecienta a medida que transcurre el tiempo.
Siempre indicó el camino a seguir sin demagogia. Sabía lo que era
conveniente para la República y los medios para lograrlo. En momentos
tan difíciles como los que nos toca vivir, cuando los ideales más puros
parecieran naufragar en el mar del escepticismo, la corrupción y la
violencia de todo tipo, está bien evocar a hombres como Belgrano para
recuperar los ideales perdidos, para recordarnos que la Patria tuvo
hombres que pensaron en el bien colectivo y lo dieron todo por mantener
los ideales de Mayo, a pesar de los infieles.
Si bien el tema ha sido tratado por tanto meritorio historiador,
reconocemos que la instancia en su estudio no sólo es grata, sino
justificada, dado que el pensamiento y el trabajo de Belgrano, representan
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el esfuerzo más vasto y hondo realizado en el país, para extender a través
de órganos apropiados la educación como fundamento de la formación
argentina. Aunque pocos de sus numerosos proyectos llegaron a
realizarse, por causas ajenas a él, sus nobles afanes están patentes en su
labor precursora y sistemática a favor del país. La simple enunciación de
su acción, tomada de las fuentes documentales, es elocuente para
conocer su singular personalidad.
SU JUVENTUD
El 4 de noviembre de 1757, Domingo Belgrano y Peri, nacido en Liguria,
Italia y radicado en Buenos Aires, se casa con una joven porteña llamada
María Josefa González Casero. La familia había alcanzado una destacada
posición económica y habitaban en la calle de Santo Domingo (actual Av.
Belgrano 430, un edificio donde sólo queda un cuadro del prócer y una
placa recordatoria). El 3 de junio de 1770 nace con el nombre de Manuel
José Joaquín del Corazón de Jesús el cuarto de los trece hijos del
matrimonio. Es bautizado por el Dr. Juan Baltazar Maciel y cursa las
primeras letras en el Real Colegio de San Carlos bajo la guía del Dr. Luis
Chorroarin. Estudia latín, filosofía y recibe lecciones de lógica, física,
metafísica y literatura. A los 16 años, sus padres deciden que acompañado
por su hermano Francisco, complete sus estudios en España.
Belgrano estudia en la Universidad de Salamanca y a principios de 1789, se
gradúa de Bachiller en leyes en Valladolid para luego ser abogado en
1793. Al respecto, en su Autobiografía expresa:
“Confieso que mi aplicación no la contraje tanto a la carrera que había ido
a emprender, como al estudio de los idiomas vivos, de la economía política
y al derecho público, y que en los primeros momentos en que tuve la suerte
de encontrar hombres amantes al bien público que me manifestaron sus
útiles ideas, se apoderó de mí el deseo de propender cuanto pudiese al
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provecho general, y adquirir renombre con mis trabajos hacia tan
importante objeto, dirigiéndolos particularmente a favor de la patria”.
España vivía el auge de los estudios sobre economía política y Belgrano se
vincula con sociedades económicas y destacadas personalidades. Llega a
ser Presidente de la Asociación de prácticas forenses y economía política
en Salamanca y durante su permanencia en Madrid, llega a ser miembro
de la Academia de Santa Bárbara en la misma especialidad. Esto le sirve
para adquirir vastos conocimientos en economía, derecho y religión a
través de autores como Montesquieu, Quesnay, Rousseau, Filanghieri,
Genovesi, Galiani, Campomanes, Jovellanos y Adam Smith, alguno de los
cuales traduce. Asimismo, debemos destacar su dominio en idiomas como
el italiano, el francés y el inglés.
Estando en España, lo sorprendió la Revolución Francesa, que causa una
profunda impresión en su espíritu y así lo recuerda:
“… se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, propiedad y solo
veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no
disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido,
y aún las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento
directa o indirectamente”.
JOVELLANOS - GENOVESI
El español que más influyó en el prócer fue Jovellanos y de él tomó el
concepto de gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza primaria, y el de
la necesidad del estudio de las carreras técnicas: matemática, dibujo,
comercio y náutica especialmente. También recibió la influencia de
Genovesi de quien asimiló el concepto de dar educación a los labradores.
El estado de la escuela y de la enseñanza en la época colonial era
lamentable. Relata Belgrano que “no es fácil entender en que ha podido
consistir, ni en que consista que el fundamento más sólido, la base
digámoslo así, y el origen verdadero de la felicidad pública, cual es la
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educación, se halla en un estado tan miserable, que aún las mismas
capitales se resienten de su falta. Mas es, los ha habido, los hay, es a
saber, escuelas de primeras letras, pero sin unas constituciones formales,
sin una inspección del gobierno y entregadas acaso a la ignorancia
misma”.
Continúa su prédica en el periódico “El Correo de Comercio” el 17 de
marzo de 1810: “Así pues, debemos tratar de atender una necesidad tan
urgente, como en la que estamos de establecimientos de enseñanza, para
cooperar con las ideas de nuestro sabio gobierno a la propagación de los
conocimientos y formar al hombre moral al menos con aquellas nociones
más grandes y precisas con que en adelante pueda ser útil al Estado”.
Después de la Revolución, persiste en su política educadora, aun cuando
otras tareas más inmediatas -especialmente militares- ocupaban su
tiempo. Para combatir el ocio propone trabajar las materias primas de que
se dispone: la lana, el algodón y “otras infinitas materias que tenemos y
podemos tener con nuestra industria, pueden proporcionar mil medios de
subsistencia a estas infelices gentes que, acostumbradas a vivir en la
ociosidad desde niños, les es muy penoso el trabajo en la edad adulta, y
son y resultan unos salteadores o unos mendigos”. Para terminar con esa
situación expresa: “Hay que crear escuelas gratuitas donde puedan los
infelices mandar a sus hijos, sin tener que pagar cosa alguna por su
instrucción”.
EN LA SECRETARÍA DEL CONSULADO
Belgrano recibe una comunicación oficial el 6 de diciembre de 1793,
donde le informan que ha sido nombrado Secretario Perpetuo del
Consulado en Buenos Aires. También se lo consulta acerca de los posibles
candidatos para ocupar esas funciones en otros puntos de América.
Con el espíritu lleno de ilusiones y con los mayores anhelos de trabajo,
Belgrano que recién contaba con 24 años, regresa a Buenos Aires para
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iniciar sus tareas en el Consulado. Sus ansias de progreso debieron sufrir
un verdadero desencanto cuando conoció a los hombres designados por
el Rey para integrar la Junta: “todos eran comerciantes españoles,
exceptuando uno que otro, nada sabían más que su comercio
monopolista… comprar por cuatro para vender por ocho con toda
seguridad… Mi ánimo se abatió y conocí que nada se hacía a favor de las
Provincias por unos hombres que por sus intereses particulares, posponían
el del común; sin embargo ya que por las obligaciones de mi empleo
podían hablar y escribir sobre tan útiles materias me propuse al menos
echar las semillas que algún día fuesen capaces de dar frutos, ya porque
algunos estimulados del mismo espíritu se dedicasen a su cultivo, ya
porque el orden mismo de la cosas las hiciese germinar”.
El 7 de mayo de 1794 llega a Buenos Aires para consagrarse a sus
obligaciones y con la idea de aplicar los principios liberales más
adelantados de la época, comprender y transformar la realidad de la
colonia, tomando las “… providencias acertadas para su felicidad”.
El 2 de junio de 1794 el Consulado celebra su primera sesión y se le
concede jurisdicción mercantil para el fomento de la agricultura, la
industria y el comercio. Entre las atribuciones del Secretario figura la de
“escribir cada año una memoria sobre los objetos propios de su instituto”,
donde Belgrano despliega una incansable actividad para mejorar la
situación general del Virreinato tales como:
- Reformar los abusos del comercio exterior y fomentar el interno,
reduciendo los gravámenes.
- Facilitar la navegación fluvial.
- Construcción de nuevos caminos como los de Catamarca y Córdoba,
Tucumán y Santiago del Estero, San Luis y Mendoza, Buenos Aires y
Chile.
Para ello organiza, junto con personal capacitado, viajes de
reconocimiento a las diferentes zonas, interesándose por la suerte de
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los nativos allí instalados y tomando nota de sus formas de vida, sus
cultivos y hasta las ventajas de su integración al comercio interno. Bajo
su inspiración, el Consulado comienza la construcción del muelle de
Buenos Aires conjuntamente con el sondeo del río y el reconocimiento
de la costa.
Con relación al fomento de la agricultura dice: “En todos los pueblos
(…) la agricultura ha sido la delicia de los grandes hombres y aún la
misma naturaleza parece que se ha complacido y complace en que los
hombres se destinen a ella (…) Dios ha prescripto a la naturaleza, no
tiene otro objeto que la renovación sucesiva de las producciones
necesarias a nuestra existencia”.
En la primera Memoria (junio 1796) realiza estudios económicos que van
más allá de su época. Sintetiza un vasto programa económico de fomento
de la agricultura, el libre comercio, como así también el desarrollo y
protección de la industria nacional. En “Medios generales de fomentar la
agricultura, animar la industria y proteger el comercio en un país
agricultor”, detalla las ventajas de un estudio experimental del suelo, la
rotación de cultivos, la selección de granos y además propone la creación
de una Escuela Práctica de Agricultores, como así también otra de
Comercio.
Tampoco se olvida de los habitantes más humildes:
“… Esos miserables ranchos donde se ven multitud de criaturas, que llegan
a la edad de la pubertad, sin haberse ejercitado en otra cosa que en la
ociosidad, deben ser atendidos hasta el último punto. Uno de los
principales medios que se deben adoptar a este fin son las escuelas
gratuitas, a donde puedan los infelices mandar sus hijos, sin tener que
pagar cosa alguna por su instrucción: allí se les podrán dictar buenas
máximas, e inspirarles amor al trabajo, pues un pueblo donde reine la
ociosidad, decae el comercio y toma su lugar la miseria”.
También se refiere a la educación de las mujeres:
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“Igualmente se deben poner escuelas gratuitas para las niñas, donde se les
enseñara la doctrina cristiana, a leer, escribir, coser, bordar etc. Y
principalmente inspirarles amor al trabajo, para separarlas de la
ociosidad, tan perjudicial, o más en las mujeres que en los hombres”.
La creación de escuelas de primeras letras para ambos sexos, tanto en la
ciudad como en la campaña se plantea en momentos en que en la colonia
del Río de la Plata existía una sola escuela solventada por la Corona de
España. No obstante, Belgrano, renueva sus esfuerzos para lograr distintos
establecimientos educativos.
Cuando en lugares tan progresistas como la Asamblea de París se discutía
sobre sí era o no conveniente destinar dineros y esfuerzos a la educación
de la mujer, Belgrano fue pionero en la defensa y dignificación de la
condición femenina, comenzando por su derecho inalienable a la
educación. En un mundo machista en el que la mujer quedaba relegada a
las tareas domésticas y a las de trabajadora peor remunerada, donde era
menospreciada por sus compañeros varones, él entendía que: “Por
desgracia el bello sexo que debe estar dedicado a sembrar las primeras
semillas lo tenemos condenado al imperio de las bagatelas y de la
ignorancia… a pesar del talento privilegiado que distingue a la mujer y que
tanto más es acreedora a la admiración cuanto más privado se halla de
medios de ilustrarse… La mujer es la que forma en sus hijos el espíritu del
futuro ciudadano”.
Belgrano pensaba que la primera tarea a emprender para construir un
país más justo consistía en modificar radicalmente el sistema educativo:
“Los niños miran con fastidio las escuelas, es verdad, pero es porque en
ellas no se varía jamás su ocupación; no se trata de otra cosa que de
enseñarles a leer y escribir, pero con un tesón de seis o siete horas al día,
que hacen a los niños detestable la memoria de la escuela, que a de ser
alimentada por la esperanza del domingo, se les haría mucho más
aborrecible este funesto teatro de la opresión de su espíritu inquieto y
siempre amigo de la verdad. ¡Triste y lamentable estado el de nuestra
pasada y presente educación. Al niño se lo abate y castiga en las aulas, se
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le desprecia en las calles y se le engaña en el seno mismo de su casa
paternal. Si deseoso de satisfacer su curiosidad natural pregunta alguna
cosa, se le desprecia o se le engaña haciéndole concebir dos mil absurdos
que convivirán con él hasta su última vejez”.
Belgrano sabía que si no se cambiaba el sistema, si no se producía un
mejor reparto de las riquezas, nada podía hacerse. “Tenemos muchos
libros que contienen descubrimientos y experiencias que se han hecho en
agricultura, pero estos libros no han llegado jamás al trabajador y a otras
gentes del campo”. Y agregaba: “¿Cómo se quiere que los hombres tengan
amor al trabajo, que las costumbres sean arregladas, que haya copia de
ciudadanos honrados, que las virtudes ahuyenten los vicios, y que el
Gobierno reciba el fruto de sus ciudadanos, si no hay enseñanza, y si la
ignorancia va pasando de generación en generación con mayores y más
grandes aumentos?. Pónganse escuelas de primeras letras costeadas por
los propios y arbitrios de las ciudades y Villas, en todas las Parroquias de
sus respectivas jurisdicciones, y muy particularmente en la Campaña,
donde, a la verdad, residen los principales contribuyentes aquellos ramos y
quienes de justicia se les debe una retribución tan necesaria. Obliguen los
Jueces a los Padres, a que manden sus hijos a la escuela, por todos los
medios que la prudencia es capaz de dictar”. Promovió, además, el
estudio de la historia porque: “Se ha dicho muy bien que el estudio del
pasado enseña cómo debe manejarse el hombre en lo presente y
porvenir… Nada importa saber o no la vida de cierta clase de hombres, que
todos sus trabajos y afanes los han contraído a sí mismo y ni un solo
instante han concedido a los demás”.
El 30 de marzo de 1799 se crea la Escuela de Náutica. Belgrano en su
carácter de Secretario Real del Consulado redacta el reglamento y nombra
a Pedro Cerviño como Director y a Juan Alsina como segundo. El 15 de
setiembre de 1806 es clausurada por Real Orden. La apertura de la
Academia de Dibujo, -cuyo verdadero nombre era Escuela de Geometría,
Arquitectura, Perspectiva y Dibujo- fue el 29 de mayo de 1799. Belgrano
también redacta su Reglamento inicial y designa a Juan Antonio
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Hernández como primer Director. La misma deja de funcionar en octubre
de 1804 por Orden Real del 26 de junio del mismo año. Mientras tanto, la
primer Escuela de Matemática se establece bajo protección del Consulado
a propuesta de Carlos O´Donell.
También propone premios a los trabajos agrícolas, a la industria y al
estudio, por ejemplo de quien pueda presentar un plan para forestar
jurisdicciones de la capital, introducir un nuevo cultivo provechoso,
aguadas permanentes en la campaña, preservar los cueros de la polilla o
realizar un estudio minucioso (lo que hoy llamamos censo) del estado de
la población de cada provincia del Virreinato, distinguiendo
características, habilidades, conformación del grupo familiar, ocupaciones,
cultivos, industrias, etc.
La historia del Consulado está íntimamente ligada a las necesidades de la
colonia y los anhelos de bien común, sirven para completar la imagen de
este Padre de la Patria cuya vida y acción constituyen un alto ejemplo de
la abnegación y sacrificio personal.
Durante doce años (1794-1806), sin dejar de cumplir sus obligaciones
administrativas y sus funciones de consejero económico, se entregó sin
medida a la tarea educativa, labor que ampliaría con la publicación de
traducciones, artículos periodísticos, gestiones públicas y privadas. Las
memorias fueron catorce, de ellas conocemos cuatro. Los libros de
Acuerdos del Consulado indican la materia tratada en casi todas.
Tradujo del francés y a través de la Imprenta de los Niños Expósito publicó
en 1796, los Principios de la ciencia económico-política. Dedicada al Virrey
Melo. La obra consta de una breve introducción redactada por Belgrano y
sigue con la exposición de principios de la nueva ciencia, escrita por “el
conde de C” y continúa con un instructivo sobre los fundamentos de la
fisiocracia. Para algunos historiadores Belgrano utilizó el seudónimo “El
conde de C”, para ocultar un escrito propio inspirado en la obra de Dupont
de Nemours “Origine et progres d´unescienbcenoubele“. Si bien los
fisiócratas consideraban que la prosperidad de los pueblos depende “de la
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instrucción regular y uniforme de todos los estados” y consideraba “la
educación aunque colocada en segundo orden entre las necesidades
naturales del hombre”, en realidad consistía en mantener, defender y
hacer prosperar a la sociedad, factor de primer orden.
Reconocida la importancia educativa y social de la enseñanza agrícola,
Belgrano cree indispensable para el ejercicio de las profesiones y para el
adelantamiento industrial, el aprendizaje del dibujo. La instalación de una
escuela de este género beneficiaría a “todo menestral para perfeccionarse
en su oficio: carpintero, cantero, bordador, sastre, herrero, y hasta los
zapateros no podrían cortar sus zapatos sin el ajuste y la perfección debida
si no saben dibujar”. Este estudio conviene a los “filósofos principiantes
que no entienden los planisferios de las esferas celestes y terrestres, ni los
armilares que se ponen para (estudiar) el movimiento de la tierra, y (de)
más planetas… y por consiguiente, a los dueños de las máquinas eléctricas
y neumáticas… al teólogo a quién le es indispensable algún estudio de
geografía… a los agrimensores… al médico quien entenderá con más
facilidad las partes del cuerpo humano que se ve y se estudia en las
láminas y libros de anatomía: en una palabra debe ser este conocimiento
tan general, que aun las mujeres lo debían tener para el mejor desempeño
de sus labores” .
Para proteger el comercio Belgrano propone abrir una escuela comercial
donde se desarrolle un plan de acuerdo a tres ciclos:
1.- Uno propiamente contable, donde se enseñe el modo de llevar las
cuentas, tener los libros, saber las reglas de cambio, atender la
correspondencia mercantil, etc.
2.- Otro jurídico, destinado a adquirir el conocimiento de las leyes de
navegación y de comercio, lo mismo que las normas sobre seguros.
3.- Otro económico, donde se instruya sobre la geografía económica y la
economía política.
22
Complementaria a esta iniciativa sería la creación de una Escuela de
Náutica, cuyos cursos serían obligatorios para todo aquel que quisiese ser
patrón de lanchas o piloto de río.
CRONISTA
Manuel Belgrano se convirtió en el primer cronista de viajeros, aunque sus
experiencias escritas no fueran dadas a publicidad sino modestamente
relegadas a los documentos del Real Consulado. En lo que podríamos
llamar una de estas crónicas, el Secretario del Consulado registra la visita
del cacique Juan Rosales Yanpilangien, hijo del cacique Juan Caniulangien,
quien venía procedente de la banda occidental de la Cordillera de los
Andes. El cacique fue invitado al Consulado, lo cual se verificó el 6 de
octubre de 1804, siendo los anfitriones el mismo Belgrano, el prior
Francisco de Ugarte y el segundo cónsul Juan de Alsillal.
Belgrano lo sometió a un interrogatorio, donde saca información sobre sus
acompañantes, determinadas rutas recorridas por el viajero y el grado de
lealtad a la Corona. También pudo enterarse de hechos curiosos y valiosos
para el conocimiento toponímico de la Colonia, y advertirse del estado de
las relaciones entre españoles e indígenas.
Preguntado sobre los pasos que tenía la Cordillera de los Andes, el cacique
respondió que eran las de Valle Hermoso, Alico, Antuco, Villucura, Santa
Bárbara, Lonquimay, Llaima y Chague, "por donde pasó para venir de su
tierra".
El viajero contó que había salido con su primo hermano Juan de Dios
Dominguala y su sobrino Juan Lumullanca desde Truptu, arribando a poco
al Valle de Lama; "de Lama salimos a un llano llamado Leblonga de este
lado de la Cordillera, en la cual no encontramos más repecho que un alto
de tierra del tamaño de la Plaza Mayor, y lo pasamos con nuestras cargas
y se puede componer para carretas pues no hay ni una piedra". El dato era
23
interesante: el valle de marras bien podía convertirse, con poco costo, en
una pequeña ruta para carretas, dada la carencia de accidentes
geográficos.
El cacique señala más tarde que Valle Grande era una zona "donde
siempre hay gentes y todo lo necesario para la vida, de carnes, aguas,
leñas, frutales y árboles muy grandes".
De la crónica se desprende la existencia de los ríos Ranchil y Naukien, y
que hacia el sur aparecía el río Limanleu, que se junta con el primero,
siendo prácticamente un dominio de los wichis. Sus costas eran
hospitalarias, repletas de árboles, frutos y carentes de piedras. Más hacia
el norte, sin embargo, se toparon con el río Wielen, de aguas turbias, que
hubo que vadear con las cargas.
El caminante le informó a los cónsules la existencia de una región llamada
Guada, muy abundante en calabazas silvestres, y de una laguna salina
cuyo nombre desconocía. Más hacia acá, un lugar denominado Fresco
parecía constituir un verdadero oasis, por disponer de leña y agua todo el
año en esteritos, lo que permitía la presencia de numerosos aborigenes.
Después de Nahuelcó, de salobres aguas, el cacique Yanpilangien reveló
que "siempre al Norte llegamos a una cuesta que se llama Curamalá, que
en lengua (indígena) quiere decir Corral de Piedra, que dicen los indios
vienen desde la mar, y vimos indios Pampas en un toldo o dos que tenían
más de 2.000 animales; de allí llegamos a otros toldos que se llaman
Guayquelen, que quiere decir Río Salobre, donde hay otra toldería; de allí
cortamos al Sur y llegamos a una laguna, cuyo nombre no me acuerdo, de
buena agua".
El fin del viaje era ya cercano, pues en compañía de un guía indio, los
viajeros enfilaron directamente hacia el sur, galoparon durante media
24
jornada, arribaron a Inbaranga y por último, tras tres días de camino, a la
Guardia del Monte.
En los finales de la entrevista, el cacique dejó bien en claro que él había
aconsejado a los indios una relación estrecha y cordial con los españoles,
"y al fin se fue contentísimo dando señas nada equívocas de su afecto a la
nación".
LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE BELGRANO
El dominio de lenguas como el francés, italiano e inglés, le posibilitan a
Belgrano el acceso directo a diversas fuentes de conocimiento, como el
contacto personal con autoridades y personajes relevantes de su época.
Tiene especial vocación por el estudio de la economía política, el derecho
público y dedica mucho de su tiempo de Secretario Consular a la atención
y fomento de nuevos sistemas y métodos de producción, dirigidos al logro
de un mayor rendimiento del suelo y mejores condiciones laborales del
campesinado. De ahí su inquietud por la difusión de los mismos, o el
establecimiento de centros que instruyan adecuadamente en sus
diferentes especialidades. Incluso, llega a recabar de la Corona el envío de
maestros especializados o el traslado de colonos a la Metrópoli a fin de
que adquieran allí la debida instrucción, solicitud inaudita para los
españoles peninsulares.
Su pluma de pensador profundo encuentra en el periodismo el medio más
apropiado de expresión, pero no debemos olvidar su enorme labor de
cronista, a través de las actas consulares, reflejo de sus esfuerzos por
lograr el mejoramiento general del virreinato. Siendo Secretario del Real
Consulado, Belgrano hace que ese cuerpo se suscriba a diferentes
periódicos europeos como el “Almanak Mercantil” y los madrileños
“Semanario de Agricultura” y “Correo Mercantil”.
25
PERIODISTA
La idea de libertad aparece por primera vez en Buenos Aires en 1794, en la
obra de Belgrano, advertido de las nuevas doctrinas sociales y
económicas, que habrían de difundirse entre las clases cultas e inspirar su
acción. Cabe destacar que como antecedente a su actividad periodística ya
en 1796, Manuel Belgrano obtuvo una licencia para imprimir en la casa de
los Niños Expósitos un compendio cuyo texto traduce del francés, al cual
titula: “Principio de la Ciencia Económica-Política”.
Luego con el “Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e
Historiográfico del Río de la Plata” que sale a la calle el 1 de abril de 1801,
fundado y dirigido por el militar, abogado y escritor Francisco Antonio
Cabello y Mesa. Primero aparece dos veces a la semana (miércoles y
sábados) para luego transformarse en un semanario dominical. El mismo
surge con licencia oficial exclusiva y es sostenido por la suscripción de casi
doscientos lectores, una cantidad muy importante para la época. Es
importante recordar que el antecedente más antiguo del periodismo
colonial en el Río de la Plata, se halla en lo que paradójicamente también
se había llamado “Gaceta de Buenos Ayres”, la cual era manuscrita y
circulaba entre los pobladores de la ciudad en el año 1764.
Volviendo al “Telégrafo Mercantil…”, editado en Buenos Aires, estaba
destinado a la divulgación de ideas de interés general, artículos acerca de
la agricultura, el comercio, el progreso, los precios en plaza y los recursos
naturales y no deja de realizar audaces críticas dirigidas al poderoso
monopolio español.
Algunos historiadores sostienen que Belgrano es el inspirador de Cabello y
Mesa en la fundación de ese periódico y colabora en sus páginas junto a
Juan José Castelli, Julián de Leiva y Domingo de Azcuénaga entre otros.
En el N° 4 del 11 de abril de 1801, se escribe sobre la necesidad de
implantación de una fábrica de “Lonas y toda especie de telas, no sólo
para promover navegación mercantil que ya empieza a tener incremento
en estos puertos, sino para la armada y la navegación de la península en
26
ciertos casos”. La memoria de estos hechos señala “solo sirven para
aplicarnos a remediarlos fomentando la agricultura, la industria y el
comercio”.
Propulsaba el crecimiento y mejora de los puertos del país para hacer un
comercio exclusivo por su abundancia y perfección, pues “nadie podrá
entrar en comunicación con nosotros”.
“En el fruto más abundante los cueros y pieles, tenemos pues cuanto
necesitamos para la curtiembre”, luego se refiere a la industria y todo lo
relativo a la misma, inclusive lo que era motivo de grave preocupación, la
polilla de los cueros, e indicaba cuánto se beneficiaban los comerciantes
que no eran del medio, con nuestras pieles y cuanto se fomentaría el
comercio nacional con la curtiembre de cueros.
En un párrafo reproducía este pensamiento: “Yo no me atrevo a decidir
pero si clamare ante esta ilustre Universidad, para que en la parte que le
toque medite y piense en lo mejor que puede traer utilidad a esta
Provincia, que se halla en la obligación de atender, pues de ser bien este
debe resultar el de la Madre Patria”.
Desde 1803 hasta 1807, Belgrano se ocupó, entre otros temas, del muelle,
la Escuela de Náutica, las invasiones inglesas y sus escritos económicos. En
las memorias del Consulado de los años 1804 y 1805, se refieren a los
viajes científicos por los ríos del virreinato, levantando sus planos
topográficos, y la necesidad de aumentar nuestra población. En la
memoria del año 1807 se refirió al comercio interior, aunque no se conoce
su texto, lo mismo que las de los años 1808 y 1809, que se suponen
dedicadas, la primera al plan estadístico del virreinato y la segunda a la
apertura del comercio con los países neutrales.
En la memoria que Belgrano realizó de los certámenes públicos de la
Academia de Náutica, en enero de 1806, y publicada en el “Semanario de
Agricultura” expresó: “el hombre inflamado por el deseo de
engrandecerse, comienza por ser pastor, sigue labrador y acaba siendo
27
comerciante”.También impulsa el estudio de la matemática como ciencia
auxiliar del comercio.
Más adelante expresa: “conocida la necesidad de embarcaciones propias
para exportar nuestros voluminosos frutos, se auxilian de las matemáticas
que en todos los objetos exceden su poderío, y se levantan astilleros a las
márgenes de los ríos Paraguay, Paraná y Uruguay, y ya hemos visto que
surcaban sus aguas hermosas fragatas y otros buques que llegaron a la
Europa para ser la admiración del extranjero por sus exquisitas maderas,
tal vez alguna por su elegante construcción”.
A punto de cumplirse un año de su aparición comienzan ciertas rispideces
entre Belgrano y Cabello y Mesa, por lo que el Consulado le retira su
apoyo y el 17 de octubre de 1802 deja de publicarse. Se habían publicado
110 números y por orden del Virrey del Pino, es clausurado, a raíz de un
artículo considerado agraviante para las autoridades de la colonia, que
bajo el título de “Circunstancias en que se halla la provincia de Buenos
Aires e Islas Malvinas, y modo de repararse”.
Entre sus consideraciones el artículo decía: “El Rio de la Plata, además de proporcionar tantos y tan seguros Puertos para las operaciones del Comercio, es también abundante de pescados que no hay Viernes ó Vigilia que dexen de llegar á sus Plazas de 36 a 40 carretas cargadas, las cuales á las 10 horas de la mañana se retornan a sus casas… Esos Pescadores, y lo mismo los carniceros tienen la criminal costumbre de tirar pescado y carne sobrante, de forma que en la plaza mayor, en las calles, y paseos se encuentran diariamente multitud de estas especies corrompidas que exhalan muchos measmas venenosos, infinicionan el ayre puro, y causan muchas enfermedades. La sabia Policia no hay duda que aplicará toda su atención para corregir estos desórdenes”. Luego agregaba: “La parte del bello sexo, tiene a todo Europeo una
singular afición, y es tan abundante que estoy por asegurar que á cada
hombre le tocará una docena, y las mas, llena de mil encantos y gracias á
que es difícil resistirse. Víendose las mugeres, como he dicho, en tan
crecido número, y que a buen librar una de treinta es la que logra casarse,
o se queda en un forzado celibato, ó se corrompen. Los mas de los
28
Europeos que llegan de España son muchachos á quienes el deseo de
hacer fortuna saca de sus casas y Patria, y por consiguiente, lo menos en
que ellos piensan es en casarse: viven en una libertad sin límites, y con la
esperanza de imitar á Fulano que vino de España de Marinero, o Grumete,
y volvió á ella rico, compro casas, y tierras, y al fin se caso con una moza
de su Pueblo, no acostumbrada á emplear las mas horas del día delante
del tocador, ó sentada en conversación en el estrado, sino connaturalizada
con el huso, la rueca, y cuya principal gala es regularmente un guardapiés
de carro, duroy, ó tafetán”.
Y describía a la ciudad de esta forma: “Encierra Buenos Ayre y sus
suburbios una multitud de Negros y Mulatos libres que solo sirven para
ocultar y proteger los Esclavos prófugos. Esta gente es proporcionada para
el establecimiento Malbinas, ahorrándose por este modo el desembolso
que hace el Rey para mantener aquella posesión la qual, ese susceptible
de cultura, y propagarse muy bien los Negros, a pesar de la mala fama que
tienen… Es verdad que en Malbinas no hay madera, pero todo su terreno
está cubierto de turba, la qual hace un fuego y brasas que no dexan
desear el mejor carbón. Abunda de aves, pescado marino, huevos de
pájaro Niño: se cria bien toda suerte de hortaliza á excepción de la que
necesita mucho calor. Hay una especie de Lobos marinos (en los años de
791, 92, 93, se extrageron once millones, y medio de pieles de estos
Lobos) que sin exágeracion, larga cada uno media pipa de aceyte, y son
tan abundantes sque se encuentran tendales de mas de 300 tan torpes
para huir y ofender que sin recelo se puede llegar a ellos y matarlos á
palos”.
Con relación a los pueblos originarios, entre otras cosas decía: “ En vestir
casi no hay diferencia de unos á otros. Se peynan con unos majitos de
yerbas, órayses muy duras, se untan la cabeza con grasa de caballo, y les
sale de ella una insufrible hediondez: comen los piojos, de cuyo género
abundan mucho. Los hombres y mujeres se pintan la cara con sangre, y
con almagres de diferentes colores, y además de la cara se pintan el
cuerpo, el que no descubren fácilmente las mugeres, que en esto son
29
bastante recatadas, y sin embargo de no ser el vestido muy propio para
recatarse. La comida mas estimada por los Indios es el caballo, y
verdaderamente es carne de buen gusto, blanca, y tierna. Los Pampas la
comen casi siempre, y quando les van faltando los caballos, van á hurtar, y
siempre que tengan abundancia de ellos no comen otros animales. Los
Abucas comen también caballo, pero usan de otros alimentos además de
la caza, como son cabras, ovejas, ganado vacuno, semillas, y legumbres
que siembran. LosTeguelchus, comen pocos caballos, porque entre ellos
están escasos y los mas se mantienen de Gianacos, Gamas, Liebres,
Avestruces, Matacos, Javalies, Zorrillos, y no perdonan el Lobo marino.
Sacan de la tierra batatas silvestres poco mayores que avellanas, y las mas
grandes como nueces, las que comen crudas, y cocidas en agua… Aunque
todos son sumamente sucios, estos exceden a los otros, y solo tienen aseo
particular con la boca lavándola muchas veces en el discurso del dia. Se
levantan temprano, y su primera diligencia es irse junto al agua, y lavarse
repetidas veces la boca: y así aunque sean muy viejos conservan todos los
dientes muy iguales, blancos, y hermosos. Son por lo regular de mas talla,
y mas blancos que los Aucas, y Pampas, y no he visto ninguno calvo”.
Este trabajo publicado el 8 de octubre de 1802, atribuido a Cabello y
Mesa, en realidad había sido tomado de un manuscrito de Juan de la
Piedra, escrito en marzo de 1778, pero fue la excusa para que el Virrey lo
clausurara.
El “Semanario de Agricultura, Industria y Comercio”, bajo la dirección de
Juan Hipólito Vieytes, comerciante criollo, comienza a salir un mes antes
de la clausura del “Telégrafo Mercantil…”. Publica 218 números entre el 2
de setiembre de 1802 y el 11 de febrero de 1807. Esta publicación
también cuenta con el auspicio del Real Consulado y se transforma en su
vocero, difundiendo los beneficios de las teorías económicas vigentes en
Europa, compartidas por Belgrano.
En su primer número puede leerse: “La agricultura, bien ejercitada, es
capaz por sí sola de aumentar la opulencia de los pueblos hasta un grado
casi imposible de calcularse… Es excusado exponer la preeminencia moral,
30
política y física de la agricultura sobre las demás profesiones, hijas del lujo,
y de la depravación de las sociedades…”.
El “Semanario de Agricultura…” deja de circular por la grave situación que
enfrenta Buenos Aires ante la amenaza de una nueva invasión de las
fuerzas inglesas acantonadas en Montevideo. Entre tanto, el 23 de mayo
de 1807, los ingleses inician en esa ciudad la publicación de un periódico
bilingüe (inglés-español) llamado TheSouthernStar (La Estrella del Sur) con
el fin de alentar a los criollos a independizarse de España, adoptando el
sistema de libre comercio que posibilite la introducción de los productos
británicos. Se publicaron solo siete números.
A todo esto, entre octubre de 1809 y enero de 1810, Cisneros dispone la
edición de la “Gaceta de Gobierno de Buenos Aires”, destinada a difundir
textualmente los documentos oficiales. Una medida del nuevo Virrey con
la intención de ganarse el apoyo de los criollos.
Transcurrido un tiempo de la desaparición del “Semanario de
Agricultura…” y destacando las buenas iniciativas de su fundador,
Belgrano escribe en el “Prospecto de Comercio” editado a principios de
1810:
“El ruido de las armas –en referencia a las invasiones inglesas- cuyos
gloriosos resultados admira el mundo, alejó de nosotros un periódico
utilísimo con que los conocimientos lograban extenderse en la materia
más importante a la felicidad de estas Provincias; tal fue el Semanario de
Agricultura, cuyo editor se conservará siempre en nuestra memoria,
particularmente en la de los que hemos visto a algunos de nuestros
labradores haber puesto en práctica sus saludables lecciones y consejos de
que no pocas ventajas han resultado”.
Desde las páginas del “Correo de Comercio” sostuvo la necesidad de
afirmar la libertad de prensa, dándola como base segura de toda
ilustración ciudadana:
31
“Es tan justa dicha facultad –escribía Belgrano- como lo es de pensar y de
hablar, y es tan injusto oprimirla, como lo sería tener atados los
entendimientos, las lenguas, las manos o los pies de todos los ciudadanos.
Y continuaba: “Es necesaria para la instrucción pública, para el mejor
gobierno de la nación y para su libertad civil, es decir, para evitar la tiranía
de cualquier gobierno que se establezca.
“Sólo pueden oponerse a la libertad de prensa los que gusten mandar
despóticamente y que aunque se conozca, no se les puede decir; o los que
sean tontos, que no conociendo los males del gobierno, no sufren los
tormentos de los que los conocen, y no los pueden remediar por falta de
autoridad, a los muy tímidos, que se asustan con el coro de la libertad,
porque es una cosa nueva, que hasta ahora no han visto en su fuerza y no
están fijos y seguros en los Principios que la deben hacer tan amable y tan
útil.
“Pero quitarnos las utilidades de la pluma y de la prensa porque de ellas se
puede abusar, es una contradicción notoria y un abuso imperdonable de la
autoridad, y es querer mantener a la nación en la ignorancia, origen de
todos los males que sufrimos y el arma en que el tirano se confía”, para
agregar que: ”Sin esta libertad, no pensemos haber conseguido ningún
bien después de tanta sangre vertida y de tantos trabajos”.
En el “Correo de Comercio” que se editó del 3 de mayo de 1810 al 6 de
abril de 1811 bajo la dirección de Belgrano, éste reunió muchas de sus
ideas económicas e instruyó a la generación de Mayo en las ramas de la
agricultura, la industria y el comercio.
El “Correo” era un semanario del que se editaron 52 números, en él
Belgrano volvió a volcar muchas de sus ideas, ya expuestas en sus
“Memorias” del Consulado. Surgen en sus páginas el continuo estímulo a
la colonización y la promoción de la agricultura, la ganadería, el comercio,
32
y la industria. También expone descripciones geográficas, labores rurales,
y temas literarios.
En el número uno figura una dedicatoria a los labradores y luego
reflexiones sobre el comercio indicando la mayor importancia del exterior
sobre el interior, y considerando la plata y el oro como “frutos del país” y
se cita a Adam Smith expresando: “un país que no tiene minas, debe por
necesidad arrancar la plata y el oro de países extranjeros, del mismo modo
que el que no tiene viñas conduce el vino que necesita consumir” y agrega:
“¡Labradores, que con vuestros afanes y sudores proporcionáis a la
sociedad precisa subsistencia, los frutos de regalo y las materias primas
para promover lo necesario a los trabajos provechosos al Estado!
¡Artistas, vosotros que dando una nueva forma a las producciones de la
Naturaleza, sabéis acomodarlas para los usos diferentes a que
corresponden, y les añadis un nuevo valor con que enriquecéis al Estado, y
aumentaís su prosperidad!
¡Comerciantes, que con vuestra actividad agitais el cambio, así interior
como exteriormente, y por vuestro medio se fomenta la agricultura e
industria, y el Estado recibe las utilidades con que poder atender a sus
necesidades y urgencias!”.
Continúa haciendo referencia a este tema en el número dos de ese
semanario con argumentos de la “Representación de los Hacendados”.
Bajo el título de “Navegación” se llama la atención sobre el puerto de
Ensenada de Barragán, en la provincia de Buenos Aires, y sus
posibilidades.
Escritos con cautela, al mismo tiempo que con adulación al virrey,
inculcaban en el pueblo sentimientos de dignidad y rebeldía. “Esos
papeles –decía– no eran otra cosa más que una acusación al gobierno
español, pero todo estaba y así creíamos ir abriendo los ojos a nuestros
paisanos, tanto fue que salió uno de mis papeles titulado “Origen de la
grandeza y de la decadencia de los imperios”, en vísperas de la Revolución,
que así contentó a los de nuestro partido como a Cisneros, y cada uno
33
aplicaba el ascua a su sardina, pues todo se atribula a la unión y desunión
de los pueblos”.
Desde el primer número del “Correo de Comercio”, Belgrano había
sentado el valor del comercio y la importancia del oro y la plata como
signos de conversión. Pero muy prudentemente advertía que el dinero “es
en realidad un fruto idéntico a los demás, del mismo modo que ellos se
conducen a los mercados para tener en cambio las especies que desean
conseguirse por su medio”.
A través del “Correo de Comercio” Belgrano también manifestaba que
estaba sirviendo de “ilustración en unos países donde la escasez de libros
no proporcionaba el adelantamiento de las ideas a beneficio del particular
y en general de los habitantes”.
Y escribió en el Nº 15: “la Nación China está dando a todos los del mundo
conocido un ejemplo constante de lo que es el comercio interior auxiliado...
es inmenso y el externo insignificante, respecto a la extensión del
Imperio... su población es de 333 millones... y todo su giro se ejecuta entre
sus habitantes, ascendiendo las ventas del Imperio a 250 millones de
pesos, según estados publicados por Sir Jorge Stauton en Inglaterra...”.
Para Belgrano era necesario modificar la estructura social: “tres millones
de habitantes que la América de Sud abriga en sus entrañas han sido
manejados y subyugados sin más fuerza que la de rigor y capricho de unos
pocos hombres”.
“Verdad es que la industria se establece por sí misma, y que sería
perjudicial para un país agricultor violentar los brazos de sus habitantes
hacia este preciso ramo, pero también lo es igualmente que habiendo
muchas manos que por débiles son del todo ineptos a las otras
profesiones, se las debe incluir precisamente hacia el trabajo, así porque
no devoren en la ociosidad el fruto del sudor del que trabaja, como porque
acrecentándose el valor a las producciones rudas de la tierra, se
34
aumentaría con la misma proporción el capital comerciable de la
provincia, y con él su riqueza permanente”
Todos debían trabajar para evitar la injusticia social, reiteraba a través de
sus artículos y memorias, para facilitar una correcta distribución entre los
habitantes donde se podían plasmar correctamente derechos y
obligaciones.
Manuel Belgrano estaba cargado de ideas y proyectos. Enamorado de un
país inventado en reuniones clandestinas antes de que estallara el 25 de
mayo de 1810. Allí se juega el destino de sus sueños.
Resulta interesante advertir que en el número del 14 de abril de 1810, se
inaugura en el “Correo de Comercio” una sección parecida a la actual
“carta de lectores”, que se repetirá en distintos números. Ese día se
publica la “Carta de un labrador a los Editores”, dónde se da vigencia a la
doctrina fisiocrática de Belgrano. La riqueza de una Nación se cimenta en
el trabajo, “… en la copia de brazos que aplicar al trabajo útil”, dice la
carta. Esa es la razón por la cual debe fomentarse permanentemente la
labor agrícola “… como único manantial de subsistencia: en su virtud se
han establecido escuelas en la Campaña para mejorar la educación, y con
ella introducir amor al trabajo; se ha respetado la propiedad del labrador
como un bien sagrado, a que no se han atrevido las manos poderosas…”
La reparación de caminos, la construcción de puentes, apertura de
canales, establecimiento de riegos, introducción de máquinas, se
estimulan para facilitar la labranza y el transporte de productos y agrega:
“Así se ha conseguido el ver poblado los campos, cubiertas las heredades
de inmensas producciones; a sus habitantes alegres en medio de la
ocupación y la abundancia; desterrada la lóbrega mendiguez y la siempre
detestable ociosidad; arraigarse la virtud y desconocerse los vicios y los
crímenes que degradan la dignidad del hombre”.
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Según los estudios científicos realizados a fin de conocer su origen, todo
indica que la doctrina socio-económica que la sustenta, como su estilo
literario, son elementos que pueden señalar a Belgrano como su autor.
El mismo día se publica un artículo titulado “Estadística”, donde se
destaca la importancia de cierta ciencia en el conocimiento del suelo a fin
de fomentar adecuadamente la cultura, la industria y el comercio de una
Nación. Puede advertirse que en algunas actas del Consulado, se refleja la
iniciativa del Secretario, advirtiendo la necesidad de elaborar un
reglamento topográfico de las provincias del virreinato y su interés por las
condiciones naturales que ofrecen sus territorios, de las poblaciones
establecidas y sus recursos.
En la primera plana del sábado 19 de mayo de 1810 escribe: “… basta la
desunión para originar las guerras civiles, para dar entrada al enemigo por
débil que sea, para arruinar el Imperio más floreciente”. Palabras
premonitorias de las futuras situaciones que viviría nuestro país.
En el número 28, del sábado 8 de setiembre de 1810, en plena marcha del
proceso revolucionario, se continúa un artículo sobre el comercio donde
expresa: “La riqueza real de un Estado es el más grande grado de
independencia en que está de los otros para sus necesidades y el de mayor
sobrante que tiene para exportar” y expone los siguientes principios
comerciales de los ingleses:
* “La exportación de los superfluos es la ganancia más clara que puede
hacer una nación”.
* ”El modo más ventajoso de exportar las producciones superfluas de la
tierra, es ponerlas ante con otra o manufacturadas”.
* ”La importación de mercancías que impidan el comercio de las del país, o
perjudican el progreso de sus manufacturas y de su cultivo, lleva tras si
necesariamente la ruina de una nación”.
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* ”La importación de las mercaderías extranjeras de puro luxo a cambio
de dinero quando este no es un fruto del país como es el nuestro, es una
verdadera pérdida para el Estado”
* ”Es un comercio ventajoso dar sus baxeles a flete a las otras naciones”.
En el número siguiente, se refiere al comercio interior, haciendo
interesantes reflexiones sobre la necesidad del legislador de frenar la
producción de artículos de lujo y “aliviar con franquezas y privilegios la
parte que sufre”.
En el número 31, del 29 de setiembre de 1810, divide a los comerciantes
en tres categorías: “Regatones”, aquellos que compran las producciones
para revenderlas en pequeñas partes a los ciudadanos. Resultan más
cómodos que necesarios y frenan parte del comercio interno.
Los “Manufactureros”, que dan forma a las materias, dando trabajo y
conduciendo a un grupo de hombres; califica a esta categoría de muy
necesaria.
Finalmente, están los “Negociantes”, que hacen “pasar al extrangero las
producciones de su patria, para cambiarlas por otras producciones
necesarias o por el dinero” y agrega: “Esta profesión es muy necesaria
porque ella es el alma de la navegación y aumenta las riquezas relativas
del estado”.
En el número siguiente (32) se refiere a la agricultura, destacando que los
pueblos sólo la utilizan como subsistencia, para cubrir sus necesidades,
han vivido en “el temor de sus miserias y las han experimentado a veces”,
pero aquellos que la han tomado como objeto de comercio han gozado de
una abundancia muy sostenida. Cita el ejemplo de Inglaterra y su
enriquecimiento por la exportación de granos y el fomento de la
navegación.
En los números 34 y 35 se refiere a la construcción de “almacenamiento
de trigo” para “entretener la abundancia en el reyno” y los problemas que
plantea son aplicables a la falta de silos en nuestro país.
37
En el número 37 se refiere a la entrada de materias prima extranjeras y
dice: “Quando se puede esperar recogerlas con su propio fondo en
cantidad suficiente y que ellas no necesitan un poco de favor en el precio
para animar la agricultura, la proporción del derecho debe entonces
reglarse sobre las necesidades de las manufacturas y sobre el valor que
falta al cultivo”. Y agrega: “Quando una materia prima entre en alguna
forma que también podría haberse dado por la nación que la compra, no
es justo que entre transformada como si no tuviese nada de obra… las
manufacturas deben dar a las tierras de un estado el mayor valor posible y
a sus hombres la mayor abundancia de trabajo”.
En el número 39 de fecha 24 de noviembre de 1810 se refiere a la
navegación y expresa: “Toda nación, que dexa hacer por otras una
navegación que podría emprender ella misma, disminuye sus fuerzas
reales y relativas a favor de sus rivales”.
En el número 40 del 1° de diciembre de 1810 refiriéndose al comercio
marítimo dice: “Si una nación navega por otra, o abarca el monopolio de
sus mercaderías, que viene a ser lo mismo, la agricultura y las
manufacturas de ésta serán restringidas a animadas según el interés que
encontrará en ella la primera” , es decir que el trabajo del pueblo y los
recursos del estado vendedor, estarán en mano del estado navegante y
finaliza: “De donde se puede concluir que la salud y la conservación de un
estado exige que no dexen jamás entrar a los extranjeros en concurrencia
con sus navegadores en la exportación de sus producciones, ni en la
importación de las mercaderías de quai no hay necesidad”. Refiriéndose a
los puertos expresa: “la abundancia de los buenos puertos es una de las
mayores incitaciones para la navegación”.
Mayor originalidad reviste una “Proclama a los Cochabambinos”, de
Francisco Javier Iturri Patiño, en la edición del 23 de febrero de 1811,
impresa a dos columnas, en quechua y español.
Siendo Brigadier General de Ejército, un año después, publica en Tucumán
un semanario que llama “Diario Militar del Ejército Auxiliador del Perú”,
38
donde divulga las noticias de carácter militar, referentes a las alternativas
de la campaña: aunque como diario de operaciones no desestima los
principios morales que, en la opinión de Belgrano, debía impartirse a la
tropa. La redacción se confía al general chileno Manuel Antonio Pinto y a
Patricio Sánchez de Bustamante, secretario del comandante en jefe. Entre
el 10 de julio de 1817 y el 31 de diciembre de 1818 se publican 78
números. La vocación periodística de Belgrano se extiende con igual
sentido didáctico ya sea ante el soldado o ante el hombre común, siempre
con profunda abnegación y con un profundo y constante esfuerzo con el
fin de alcanzar los objetivos más caros al espíritu humano.
Manuel Belgrano jamás renunció a la lucha que inició en 1810. Su
proyecto no sólo es indispensable para modificar el presente, sino
también su pasión para transformar las individualidades a partir de la ética
y la coherencia de los dirigentes. En la hora actual, donde se intenta
mostrar a líderes y revolucionarios falsos, que imponen sus ideas y
convicciones, cuando el rumbo de la Nación está a la deriva, se les debe
mostrar a los ciudadanos que Belgrano tenía un proyecto de país,
principios éticos a los que nunca renunció y una pluma con la que expresó
todos sus pensamientos.
El Dr. Manuel Belgrano advirtió desde siempre la formidable ventaja que
podía esgrimirse con la prensa y, en ese sentido, es un auténtico precursor
del periodismo argentino. Su pluma resultó temible porque –sin manejar
la ironía, un elemento profesional que aparecería más tarde– desnudó
una estructura y preparó los ánimos para las grandes reformas que se
avecinaban en la ya bullente Buenos Aires colonial. Su penetrante
percepción le hizo advertir que la libertad no es un fin en sí mismo, sino
un alto y digno medio para el bien común. Por lo tanto, respetar la
libertad, protegerla y alentarla, es un deber de todos.
Lo fundamental de la obra de Belgrano se cumplió durante los 16 años en
que formó parte del Consulado. Como Secretario permanente adquirió
prestigio y posición. Siguió desarrollando sus ideas comerciales hasta poco
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después del movimiento de Mayo, pero luego la patria le exigió
improvisarse como general de sus ejércitos.
Dentro de la extensa obra de Belgrano podemos indicar los siguientes
puntos:
1.- Libertad progresiva del comercio marítimo: que dirigió con sus ideas y
realizaciones acompañado por Juan José Castelli, Hipólito Vieytes,
Mariano Moreno, Antonio de las Cajigas, Francisco Antonio de Escalada y
Pedro Cerviño, entre otros patriotas.
2.- Fomento de la Marina Mercante: Comprende la creación de la Escuela
de Náutica y el proyecto de la creación de una Compañía de Seguros
Marítimos, además de numerosos artículos periodísticos e ideas
progresistas.
3.- Conocimiento, evaluación y difusión de los intereses marítimos.
Belgrano fue el primero en reconocer la magnitud de nuestras riquezas
marítimas. Las comentó y las hizo conocer entre sus compatriotas. La
pesca, los cetáceos y otros animales del mar, ocuparon su fecunda pluma.
4.- Fomento de Puertos y tareas de hidrografía y seguridad marítima.
Dentro de lo que comprende: la Construcción del Muelle de Buenos Aires;
la jerarquización de los puertos de Barragán, Maldonado y Carmen de
Patagones, el balizamiento, el establecimiento de embarcaciones
salvavidas, limpieza de los puertos de Buenos Aires y Montevideo,
construcción de faros y aprovechamiento del Río Negro entre otros.
5.- Dirección de guerra de las embarcaciones corsarias del Consulado de
1801 a 1805.
6.- Influencia de sus ideas marítima en Rivadavia, Sarmiento y Roca.
LA VIDA EN LA COLONIA
Buenos Aires era una colonia. Tenía calles anchas y algunas estaban
empedradas, la gran mayoría eran de tierra, lo que representaba un gran
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problema y complicaciones los días de lluvia. Las casas contaban con
pesadas puertas y ventanas con rejas. La habitaban gauchos, negros,
mulatos, españoles, criollos, gente de a pie y a caballo. Una de las
diversiones predilectas de los chicos de la colonia era jugar a la bolita,
remontar barriletes, las nenas jugaban con muñecas de trapo o de cuero.
Jugaban a la rayuela, el gallito ciego, la escondida y a buscar sapos.
Sólo los varones estudiaban y las clases se daban entre las 7 y las 10 de la
mañana, almorzaban en sus casas y seguían entre las 15 y 17 hs. La
educación era sólo para las clases acomodadas y los maestros eran
hombres. Para las chicas no había colegios. En sus casas aprendían las
tareas del hogar. Algunas recibían clases particulares o les enseñaban a
tocar algún instrumento musical. Las chicas se casaban a los 14 o 15 años
con maridos elegidos por sus padres. Las familias eran muy numerosas y
estaban integradas por los padres, hijos, tíos, abuelos y esclavos. La
comida era el puchero, realizado con carne vacuna, gallina, chorizos,
morcillas, papas, porotos, garbanzos y cebollas. En la mesa los chicos no
podían hablar, ni siquiera para pedir más comida.
El gaucho consumía asado, debido a la abundancia de ganado salvaje y en
general se cocían directamente sobre las brazas los trozos de carne sin
cuerear.
Existían las pulperías, lugares similares a los almacenes ubicados al
costado de los caminos, donde se vendía vino, tabaco, yerba, azúcar, miel,
jabón y legumbres. En las pulperías los parroquianos jugaban a los dados,
las cartas, la perinola y en algunos casos a la riña de gallos, donde los
asistentes hacían sus apuestas. También se armaban guitarreadas, bailes y
payadas. Los que asistían a esos encuentros sociales no pertenecían a las
clases acomodadas del virreinato, sino que eran los “gauchos” y “chinas”
nacidos del mestizaje entre los blancos europeos y los indios americanos.
Se bailaba en los pisos de tierra debajo de la sombra de los árboles o a la
luz de las fogatas. El blanco era llamado “el patrón”.
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Por su parte, la población de raza blanca, que obtenía certificado de
“pureza de sangre”, organizaba en distintas casas tertulias y bailes todas
las noches. Concurrían las “niñas” de la ciudad vestidas con sus galas. Las
que no estaban comprometidas se sentaban todas juntas para poder
charlar o bailaban el vals, la danza europea de moda, con los jóvenes más
distinguidos. La música provenía del clavicordio y en algunos casos de la
guitarra. La concurrencia era atendida por esclavas negras que
participaban de la reunión como “sirvientes”. Otras de las distracciones
era ir al café, el teatro y la plaza de toros.
Uno de los grandes acontecimientos eran las fiestas religiosas, donde se
llevaban a cabo grandes procesiones por las calles de la ciudad. Se iba a
misa todos los días y no se festejaba el cumpleaños el día del nacimiento,
sino el día de su santo. No había muchos médicos y abundaban los
curanderos. Los primeros médicos diplomados en el país egresaron en
1808 del Real Colegio de Medicina y Cirugía dirigido por Cosme Argerich,
recibido bajo la supervisión del Protomedicato de Madrid.
La mayoría de las casas eran de un solo piso, construidas con adobe. Sus
ventanas no contaban con vidrios ni telas para frenar el viento. El vidrio
era un artículo de lujo que se podía conseguir importándolo de Europa,
trámite que duraba de cuatro a seis meses.
Desembarcar en el puerto de Buenos Aires era una verdadera odisea. No
había muelles, por lo que pasajeros y mercancías eran bajados de los
barcos hasta unos lanchones que los llevaban hacia donde el río hacía
playa. Allí eran trasbordados a carros y carretas que los dejaban en tierra
firme.
La población de origen afro que existía en Buenos Aires, superaba el 20%
de las casi 30.000 personas que vivían en la ciudad portuaria. Los negros
argentinos fueron una parte sustancial e indispensable de la lucha por la
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independencia, al punto que llegaron a cubrir másdel 65% de los puestos
de batalla en las tropas comandadas por Belgrano y San Martín.
BELGRANO CONTINÚA TRABAJANDO
Belgrano sigue trabajando para lograr plasmar sus ideales. Mientras
refuerza sus influencias sobre las milicias porteñas, persuade a su entorno
de la conveniencia de llevar a cabo sus principios contra la autoridad
española: “… y la conferencia vino a proporcionarme el inducirlo a que
levase a ejecución la idea que ya tenía de franquear el comercio a los
ingleses en la costa del Río de la Plata, así para debilitar a Montevideo,
como para proporcionar fondos para el sostén de las tropas, y atraer a las
provincias del Perú por las ventajas que debía proporcionarles el Tráfico”.
Lamentablemente las circunstancias se tornan adversas cuando intenta
enviar a Liniers un informe completo con la intención de llevar a la
práctica aquellas medidas. Momento en que llega a Buenos Aires un
ayudante de Cisneros quién se encontraba en Montevideo camino a
Buenos Aires.
Cisneros debía tomar el mando a principio de Julio y ya estaba enterado
de los movimientos secretos de los porteños que deseaban la
emancipación y oponerle resistencia. Belgrano se encuentra entre ellos y
no duda en enfrentar resueltamente a Liniers, quién era el encargado de
entregarle el mando.
“Los ánimos de los militares estaban adheridos a esta opinión; mi objeto –
escribe Belgrano- era que se diese un paso de inobediencia al ilegítimo
gobierno de España, que en medio de su decadencia quería dominarnos;…
conocí que Liniers no tenía espíritu ni reconocimiento a los americanos que
lo habían elevado y sostenido…”
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El fracaso del intento no lo hace cesar en su objetivo; el proyecto
carlotista no se abandona todavía, vuelven a iniciarse las negociaciones y
se renuevan las esperanzas con el arribo a Buenos Aires de Felipe
Contucci, emisario y favorito de la infanta Carlota y Belgrano dice: “…
tomé el partido de entregarle dos cartas que tenía para él de la infanta
Carlota. Las puse en sus manos y le hablé con toda ingenuidad: le hice ver
que no podía presentársenos época más favorable para adoptar el partido
de nuestra redención, y sacudir el injusto yugo que gravitaba sobre
nosotros”.
Belgrano aguarda la llegada de Saavedra –que no desestima sus ideas
pero manifiesta que debe meditar el proyecto- mientras arriba Juan
Martín de Pueyrredón, quién le manifiesta sobre la reunión que la Junta
de Comandantes celebraría en su casa a las once de la noche.
Durante las dos reuniones que se llevan a cabo tanto Saavedra como
Martín Rodríguez no desean que Cisneros asuma como Virrey. Pero los
jefes españoles presentes, exigen conocer el parecer de Belgrano y la
temerosa indecisión de varios de los integrantes llevan el plan al fracaso.
El desaliento lleva a pensar a Belgrano que es imposible que aquellos
hombres trabajen unidos por la libertad del país y que jamás lograrán
elaborar un proyecto que los conduzca a alcanzar el verdadero interés
general. Decide entonces, abandonar la reunión, seguro de que luego,
será perseguido por haber manifestado con su “… deseo de que
formásemos una de las naciones del mundo”. Después de ese episodio,
Pueyrredón –que había participado activamente en el proyecto carlotista-
fue tomado prisionero en el cuartel de Patricios y Belgrano se ocupa de
facilitar su liberación.
La incertidumbre invade las mentes de los patriotas, sin embargo el
sentimiento de oposición al régimen continúa y se fortalece entre los
criollos, civiles y militares
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Belgrano continua manteniendo correspondencia con la princesa Carlota y
el 9 de agosto de 1809 en un extenso informe le manifiesta la difícil
situación por la que atraviesa el puerto ante la llegada del nuevo virrey, de
lo beneficiosa que sería su presencia como Regente de estos dominios y le
anuncia, además, el viaje que realizará Pueyrredón a Río de Janeiro.
La princesa Carlota ignora totalmente al enviado de Buenos Aires,
haciendo que las ideas de los criollos tomen diversos causes con el anhelo
de relevar al régimen tanto opresor como decadente y ya sin autoridad.
LA CASA DE LOS NIÑOS EXPÓSITOS
Para defender las Colonias Españolas del Atlántico Sur de las expediciones
militares que Portugal, Francia y Gran Bretaña venían realizando, Carlos III
crea en 1776 el Virreinato del Río de La Plata, abre el puerto de Buenos
Aires a la navegación directa con España y envía a 9.000 soldados a la
ciudad, apenas habitada por 28.000 personas.
La presencia de tantos hombres en tránsito, produjo un significativo
aumento de embarazos no deseados, con el consecuente abandono de
numerosos recién nacidos, según el Virrey Vértiz, expuestos por sus
deslizadas madres a la caridad pública.
El 14 de julio de 1779, exactamente 10 años antes de la Revolución
Francesa, el Virrey Vértiz dispone la apertura de la Casa de Expósitos para
que estos hijos ilegítimos puedan educarse en el Santo Temor de Dios y ser
hombres útiles a la Sociedad, según fundamenta en carta al Rey. La Casa
tenía como modelos la Inclusa de Madrid, fundada por Felipe IV en 1623
para cuidar a los menores abandonados en dicha ciudad y la de Lima, en
1590. Se asemejaba a las Casas de Expósitos de Méjico y Santiago de Chile,
casi contemporáneas a la de Buenos Aires. Vértiz tenía experiencia directa
en esta problemática por haber sido juez de menores.
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La Junta de Temporalidades, creada para administrar localmente los
bienes de los Jesuitas recientemente expulsados de América, la
desaparecida Compañía, ofrece una parte de la luego conocida
como Manzana de las Luces, que los Jesuitas habían comenzado a
construir en 1622, la esquina parcialmente demolida en 1936 para abrir la
Diagonal Sur, de San Carlos y San José (hoy Alsina y Perú) en ese momento
Arsenal de Guerra, como edificio para la Casa Cuna, y el alquiler de nueve
pequeñas propiedades frente a la Plaza Mayor, (casas redituantes) como
presupuesto para su funcionamiento. De este primer edificio de la Casa
quedan en pie dos salas que hoy se usan para el Mercado de las Luces, una
galería de artesanías y antigüedades.
El 7 de agosto de 1779 Martín de Sarratea, su primer Director, en la hoja
inicial del libro de ingresos, anota junto a la frase de subido paternalismo
autoritario todo debe hacerse para el pueblo y nada por él, a la primera
expósita admitida, una afrodescendiente bautizada Feliciana Manuela.
No era fácil entonces conseguir recursos suficientes en la comunidad
porteña, golpeada por las dificultades económicas producidas por la
expulsión de los industriosos jesuitas y la declinación del Imperio Español.
Vértiz echó mano por eso a toda su fértil imaginación. En 1781, con el aval
del Rey, dispuso trasladar a la Casa de Expósitos a costa de no pequeños
gastos, la imprenta que los Jesuitas habían hecho en la Misión de Loreto y
que estaba abandonada en los sótanos del Colegio Montserrat de
Córdoba, desde la expulsión de la Compañía en 1767, dándosela en
concesión a Silva Aguiar, para que la recaudación de su trabajo reforzase
el magro presupuesto; pero con su tecnología primitiva y lo reducido de
sus tiradas no pudo competir, ni en precio ni en calidad, con los impresos
llegados de España.
Recién a comienzos del siglo XIX, con la impresión de los sucesivos
periódicos y piezas literarias producidas en Buenos Aires, la imprenta fue
rentable. En ella se imprimieron hasta las esquelas que invitaban al
Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, los bandos y proclamas
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elaboradas a raíz de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires frente a los
ingleses, y las de los primeros Gobiernos Patrios.
Algunos trabajos religiosos se imprimieron en latín, pero los documentos
propios de la administración virreinal y las publicaciones de información
general y de política, que superaban las censuras virreinal y eclesiástica, se
hacían en castellano, guaraní, aymará o quechua. Fue tanta la importancia
política de esta imprenta que ingleses y portugueses, cuando dominan
Montevideo, se apresuran a traer sus propias imprentas para
contrarrestarla.
Para compensar el escaso rédito de la imprenta, se le agregaron
recaudaciones de funciones teatrales a beneficio, en el Teatro de la
Ranchería luego Coliseo de Comedias, con obras de autores locales, como
Labardén, que pudo estrenar su drama Siripo.
El esfuerzo de sostener la Casa de Expósitos, facilitó entonces la
producción periodística, literaria y teatral de la Ciudad, con evidentes
consecuencias en la formación cultural e ideológica y en la toma de
conciencia, de la comunidad en la que crecía la idea de la Independencia.
LAS CALLES
Promediando 1790 –gestión del Virrey Arredondo- se construye el primer
empedrado con piedras provenientes de la isla Martín García. La primera
pavimentación se efectuó en la calle del Cabildo (hoy Alsina) y Victoria
(actual Bolivar) concretando planes y propósitos del Virrey Vertiz, quién
tuvo iniciativas de valores en función del adelanto edilicio de la ciudad.
La administración de obras, sobre cuya importancia huelgan comentarios
fue ejercida por el insigne Miguel de Azcuénaga y durante su gestión (que
duró seis años) llegaron a empedrarse unas cuarenta cuadras, lo que
representa un magnífico resultado, teniendo en cuenta lo precario de
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recursos, movilidad y personal (presos) utilizados en la medida de lo
posible.
Recién en 1868 se utilizaron adoquines en lugar de piedras, y en 1893 se
hizo el adoquinado sobre bases de hormigón.
Por muchos años las referencias a casas, esquinas o calles sólo se debieron
a la inventiva popular que las tomaba o acreditaba por tales o cuales
causas que recordaban algún acontecimiento.
En realidad, corresponde al gobernador Miguel de Salcedo la primera
iniciativa para denominar las calles en 1734 y autorizar el primer
nomenclador de la ciudad. Esos primeros nombres instituidos
correspondían a santos o motivos vinculados con la iglesia católica. El
sistema duró hasta que Santiago de Liniers dispuso el cambio de nombre a
numerosas calles, para instituirles otros correspondientes a patriotas,
criollos y españoles que habían luchado contra el invasor inglés. Luego de
la Revolución de Mayo, el Cabildo tomó igual determinación y así
surgieron en la nomenclatura los nombres de los héroes de la gesta
emancipadora.
A Liniers corresponde haber dispuesto la numeración de las casas. Y
uniendo nomenclador y numeración, digamos que ambas referencias se
fijaron sobre tablitas escritas a tiza y otras con cal sobre las paredes, ya
que el erario no permitía otros lujos ni existían mejores posibilidades.
Luego de numerosos ensayos y en razón de que la edificación aumentaba,
se fueron desechando tipos de numeración hasta que en 1894, por una
orden municipal, se adoptó el sistema de disponer cien números para
cada cuadra, sistema que rige hasta la actualidad.
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CONTEXTUALIZACION HISTORICA
Después del regreso al país de Belgrano, en 1791, hasta su muerte en
1820, España vivió casi continuamente en guerra. Breves períodos de paz,
no alcanzaban a recuperarla del debilitamiento general de su poderío.
En 1793, a raíz de la ejecución de Luis XVI, España se alió contra Francia,
su aliada casi permanente desde el Pacto de Familia y se puso al lado de
Austria, Prusia e Inglaterra.
El 22 de julio de 1795, España se separó de Inglaterra y sus otros aliados y
firmó la paz con Francia. Pronto se restauró la alianza galo-hispana. Por el
tratado de San Ildefonso de agosto de 1796, ambas naciones se unían
definitivamente. España entró así nuevamente en guerra con Inglaterra y
obtuvo algunos triunfos pero fue derrotada por el genio de Nelson, en la
batalla naval de San Vicente el 14 de febrero de 1797.
En cuanto a Francia, la victoria de Abukir demostró al joven e impetuoso
Napoléon, la importancia del poder naval. Si bien a principios de 1801 se
firmó la paz de Lunerville y España abandonó la lucha que reiniciaría luego
con Portugal.
Francia e Inglaterra reanudan hostilidades en 1803. España ayudando a
Francia mantuvo una neutralidad sospechosa hasta 1804 al ser atacada
por Inglaterra una división que fue despojada de sus caudales. Esta guerra
duró hasta 1808. Durante la misma Inglaterra conquistó el centro de los
mares en Trafalgar y Buenos Aires fue atacada dos veces por los ingleses
en 1806 y 1807.
Al invadir Napoleón a España y levantarse el pueblo español, Inglaterra se
alió con aquella y cooperó con la primera derrota del genio de Córcega,
expulsado y vencido a fines de 1813. Al terminar la guerra Peninsular, la
armada española solo tenía unas pocas naves en actividad.
Todos estos acontecimientos repercutieron sobre Buenos Aires y su
comercio. Las naves españolas eran insuficientes para hacer frente al
poderío naval inglés. Los comerciantes más liberales pedían entonces
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libertad de comerciar con los neutrales o aliados para salvar la angustiosa
situación. Los monopolistas pedían que aquellas ventajas fueran anuladas.
En 1779 durante la guerra de Emancipación de los Estados Unidos, España
intervino contra Inglaterra y el Río de la Plata quedó aislado de la
metrópoli y sin recursos. La situación fue planteada por el virrey Vértiz
quien sugirió comerciar con los barcos portugueses. El Rey autorizó el
comercio con naves neutrales, y con mercaderías que no se producían en
España.
Los portugueses se hicieron cargo del tráfico y al estar ligados a los
ingleses desde principios de siglo, significó que siguieron enviado, hasta
1873, sus mercaderías al Río de la Plata, de forma legal y violando la
disposición de producción en España. El comercio rioplatense creció en
tráfico y volumen con excelentes recaudaciones aduaneras. Es lógico
reconocer que las mercaderías españolas no podían competir con las
inglesas. La revolución industrial traía aparejado una mayor producción, a
costos más baratos y de mejor calidad. Se preferían las mercaderías
inglesas que entraban por vía legal o de contrabando.
En esos años la recaudación de la Aduana de Buenos Aires era similar a los
ingresos de la Aduana de Lima y en 1783 logró superarla, convirtiéndose
en el puerto más importante por su comercio en América del Sur.
El principal renglón de exportación de Buenos Aries era el cuero de
ganado vacuno y caballar. Se exportaban también sebo, tasajo, astas,
crines, pieles de nutria, plumas de avestruz y se importaban textiles, vinos,
aguardientes, artículos manufacturados, zapatos, sombreros, artículos de
perfumería y por su puesto esclavos. La carne salada no adquirió mayor
volumen hasta fines de siglo.
Otro punto de interés en este período, antes de la creación del Consulado,
es la creación de la “Real Compañía de Pesca”. La presencia de loberos y
balleneros, ingleses y norteamericanos habían devastado nuestro mar
austral, costas patagónicas y Malvinas con total impunidad.
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España consolidó con presencia permanente sus derechos patagónicos y
en 1779 fundó el Puerto de San José, en el golfo de ese nombre en Chubut
y más tarde Carmen de Patagones en Río Negro. En 1780 Antonio de
Viedma fundó las poblaciones de Deseado y Floridablanca. De estas
fundaciones sólo subsistió Carmen de Patagones. Floridablanca fue
abandonada en 1784. Deseado fue refundado en 1807 y San José fue
destruida por un malón el 7 de agosto de 1810.
PRIMERA INVASIÓN INGLESA
A mediados de 1806 Buenos Aires se vio conmovida por la primera
invasión inglesa. Ocupada la ciudad por la audacia de Pophan y las fuerzas
comandadas por Beresford. Recordamos las ideas de Sir Home Popham
sobre el comercio de Buenos Aires, expuestas en partes remitidos a la
oficialidad y que expresaban:
I°) Que el comercio marítimo se hace con naves mercantes
norteamericanas y portuguesas, estas últimas cubriendo a casas españolas
y francesas con su pabellón.
II°) Que el contrabando es de gran volumen y permitido por los mismos
funcionarios españoles que debían combatirlo.
III°) Que el Río de la Plata puede surtir de carne salada a las Antillas, el
Cabo, la India y al Mediterráneo.
IV° Que también en las Antillas se las puede surtir de maíz y harina, que
juntamente con la carne salada podrían competir y hacer bajar los precios
de esas mercaderías provenientes de los Estados Unidos de América.
V°) Que se introducen 2.000 esclavos por año en el país y que dos tercios
siguen viaje con destino al Perú. Este comercio ha sido realizado por los
portugueses y podría serlo por los ingleses.
La toma de Buenos Aires, produjo un gran entusiasmo en Londres y casi
un centenar de naves mercantes se aprestaron y zarparon rumbo al Río de
la Plata. Cuando amarraron a nuestras costas ya la ciudad había sido
51
reconquistada, pero los comerciantes ingleses trataron entonces de
vender sus mercaderías a menor precio.
Entre las medidas adoptadas por Beresford, se encuentra declarar el
“libre” comercio. El consulado porteño, mientras tanto había tenido una
activa participación en la guerra contra los corsarios ingleses, no la tuvo
igual cuando el invasor ocupó la capital servilmente le prestó juramento y
obediencia.
Belgrano se excusó de esa medida que le repugnaba y la evitó viajando a
la capilla de Mercedes en la Banda Oriental.
Cuando Buenos Aires fue reconquistada, el Consulado votó la prohibición
de comerciar con neutrales y la permanencia de buques extranjeros en
aguas del Río de la Plata. A esta medida se opuso Juan José de Lezica.
Los ingleses habían sido expulsados, pero su poder naval les permitía
permanecer en nuestras aguas, reunir más de 10.000 hombres en varias
expediciones y volver a atacar, apoderarse de Montevideo, el mejor
puerto del Plata y tratar de ocupar por segunda vez Buenos Aires. Las
autoridades inglesas, una vez asentadas en Montevideo, abrieron el
puerto a los navíos mercante cuyos capitanes esperaban ansiosos el
momento de desembarcar y vender sus cargamentos de géneros y
productos manufacturados. Los derechos de aduana fijados fueron muy
bajos y alrededor de 2.000 comerciantes y empleados ingleses
irrumpieron en la plaza. Montevideo no podía absorber tanto giro
comercial y entonces se recurrió al expediente comercial de siempre, la
introducción de mercaderías de contrabando en Buenos Aires, a través del
Delta y el puerto de las Conchas.
SEGUNDA INVASIÓN INGLESA
El segundo ataque inglés a Buenos Aires fracasó ante la heroica y férrea
defensa de las pocas tropas veteranas, los improvisados milicianos, el
pueblo, los esclavos y hasta los niños. Las rentas de aduana cayeron
estrepitosamente debido a la guerra.
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Después de la hora tan gloriosa de Buenos Aires, los ingleses permanecían
en Montevideo y las mercaderías seguían entrando de contrabando. Es
importante destacar lo expuesto por el Secretario de Estado inglés de la
Cartera de Guerra, Vizconde de Castlereagh, quién después de las
invasiones dijo: “Hasta podría dudarse de si las silenciosas e
imperceptibles operaciones del intercambio comercial ilícito que
mantenemos con aquella porción del mundo durante la guerra, serían más
operantes y beneficiosas cuando los abordamos sólo como comerciantes
que cuando la abordamos como enemigos, lo cual presta al gobierno local
nuevas energías que, con seguridad, le permitan hacer cumplir mejor las
disposiciones prohibitivas contra nuestro comercio”.
La introducción de efectos ingleses de contrabando, sin embargo, produjo
una situación de crisis en el virreinato. Los productos de comercio interior
hacia Buenos Aires, habían sido reemplazados por los ingleses. También
desde las invasiones se acrecentó la rivalidad comercial y política entre
Buenos Aires y Montevideo, iniciándose un largo proceso que terminaría
con la separación de la Banda Oriental.
BELGRANO Y LAS INVASIONES INGLESAS
Inglaterra y Francia se enfrentaban hacia fines del siglo XVIII y el conflicto
arrastraba a España que en silencio era aliada de la segunda. Esta
situación desencadenará más tarde en el Río de la Plata una serie de
acontecimientos que además de afectar el sistema colonial hispano darán
a nuestro pueblo la primera oportunidad de manifestar su soberanía. Es
aquí donde Manuel Belgrano hace sus primeros ensayos militares.
Dado las informaciones que llegaban de Europa, las colonias del Río de la
Plata se encontraban amenazadas por Portugal o el Imperio Británico,
naciones fuertemente aliadas en ese momento. Estos acontecimientos y
obedeciendo órdenes directas de la corona se designa a Belgrano como
capitán de las milicias urbanas. Esto acontece el 7 de marzo de 1797 y se
trata, por el momento de un título honorífico, ya que no tendrá la
posibilidad de una actuación directa. Apenas iniciado el siglo XIX, y ante la
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necesidad de mercados exteriores, Gran Bretaña lanza expediciones
corsarias hacia toda la América española para abrir nuevas plazas al
comercio inglés. La Corte española advierte el peligro en que se hallan sus
posesiones y ordena la organización de la defensa, sabiendo que el Río de
la Plata carece de tropas adiestradas.
A principios de junio de 1806 un vigía de Maldonado avista la presencia de
naves enemigas, entonces el Virrey Marqués de Sobremonte, concentra
las tropas regulares en la Banda Oriental y en Buenos Aires, designando a
Belgrano capitán graduado agregado al Batallón de Milicias Urbanas,
asignándole la formación de una compañía de caballería integrada con
jóvenes del comercio porteño, que serán instruidas por oficiales
veteranos.
“… los busqué, dice Belgrano, no los encontré, porque era mucho el odio
que había a la milicia de Buenos Aires; con lo cual no se había dejado de
dar algunos golpes a los que ejercían la autoridad, o tal vez a esta misma
que manifestaba demasiado su debilidad”.
Unos 8.000 ingleses desembarcaron en Quilmes el 26 de junio
encontrando la resistencia de un centenar de milicianos con escasa
instrucción en el terreno militar. Las defensas de la ciudad, que cuenta con
poco más de 40.000 habitantes, son casi nulas y Belgrano en su
Autobiografía recuerda los momentos vividos:
“Se tocó la alarma general, y conducido del honor volé a la fortaleza,
punto de reunión; allí no había orden ni concierto en cosa alguna, como
debía suceder en grupos de hombres ignorantes de toda disciplina y sin
subordinación alguna: allí se formaron las compañías, y yo fui agregado a
una de ellas, avergonzado de ignorar hasta los rudimentos más triviales de
la milicia, … no habiendo tropas veteranas ni milicias disciplinadas que
oponer al enemigo, venció éste todos los pasos con la mayor felicidad…
todavía fue mayor mi incomodidad cuando vi entrar a las tropas enemigas
y su despreciable número… esta idea no se apartó de mi imaginación y
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poco faltó para que me hubiese hecho perder la cabeza: me era muy
doloroso ver a mi patria bajo otra dominación…“
William CarrBeresford comandaba las tropas inglesas que se dirigían hacia
la capital, mientras el Virrey Sobremonte, considerando inútil toda
defensa, dispone el envío de todos los caudales hacia Córdoba. El día 27
los ingleses ocupan el fuerte de Buenos Aires. El 2 de julio se firma la
capitulación y el jefe inglés toma juramento de fidelidad a su Majestad
Británica, a todas las autoridades civiles y militares entre las que se debía
encontrar Belgrano:
“Me liberté de cometer, según mi modo de pensar, este atentado, y
procuré salir de Buenos Aires casi como fugado; porque el general se había
propuesto que yo prestase juramento, habiendo repetido que luego que
sanase lo fuera a ejecutar; y pasé a la banda septentrional del Río de la
Plata, a vivir en la capilla de Mercedes”.
La ciudad pronto se transformó en centro de conspiraciones para acabar
con el dominio inglés. Desde Montevideo, al mando de Santiago de
Liniers se comienzan a organizar distintas acciones. Belgrano se entera en
su retiro del proyecto y cuando se dispone a pasar a la capital para
participar de la lucha, recibe la noticia de la heroica Reconquista de
Buenos Aires, producida el 12 de agosto de 1806. Beresford capitula y
Belgrano regresa a Buenos Aires.
Un cabildo abierto reunido el 14 de agosto le retira al Virrey el mando
militar que recae sobre Liniers, quien dispone la organización de cuerpos
armados para asegurar la defensa de la plaza. Los habitantes de Buenos
Aires comienzan a agruparse según su origen, bajo el mando de Liniers.
Belgrano, por su parte, participa activamente en la formación de los
cuadros, mientras decide tomar lecciones sobre milicias y manejo de
armas:
“Todo fue obra de pocos días –dice- me contraje como debía, con el
desengaño que había tenido en la primera operación militar, de que no era
lo mismo vestir el uniforme de tal, que serlo”.
55
Sobremonte lo designa como Sargento Mayor de la Legión de Patricios
voluntarios urbanos de Buenos Aires el 8 de octubre. Mientras tanto, la
repercusión en Londres, mueve a los británicos a extender las acciones a
otros puntos del continente, pero el grueso de sus fuerzas es destinado al
Río de la Plata.
A fines de 1806 una nueva expedición inglesa llega a las costas
rioplatenses. El 3 de febrero de 1807, conducidos por el Brigadier General
Samuel Auchmuty, ingresan a Montevideo. Buenos Aires envía refuerzos
pero la plaza es tomada a pesar de la heroica defensa.
Ante la necesidad de reasumir como Secretario del Consulado Belgrano
solicita su baja de Patricios “… quedando por oferta mía, dispuesto a servir
en cualquier acción de guerra que se presentase, dónde y cómo el
gobierno quisiera…”
Representantes del Cabildo, la Audiencia y los jefes de las milicias de
Buenos Aires destituyen al Virrey por su desastrosa actuación y mientras
Liniers es confirmado comandante Militar de Buenos Aires, la Audiencia
asume el poder político.
Mientras tanto, los ingleses con más de 10.000 hombres y una poderosa
flota de apoyo, se aseguraron la posesión de Maldonado y Colonia en la
Banda Oriental. El 28 de junio de 1807, el Teniente General John
Whitelocke desembarca sus tropas en las inmediaciones de la Ensenada
de Barragán e inicia la marcha con 8.000 hombres hacia la capital de
Buenos Aires, que alertada del gran despliegue, comienza a organizar su
defensa. Manuel Belgrano revistaba como Ayudante de Campo del Cuartel
Maestre General Balbiani.
Los porteños sufren una derrota el 2 de julio en los Corrales de Miserere,
pero luego bajo la dirección de Martín de Alzaga primero y más tarde de
Liniers, ofrecen una heroica defensa. Belgrano también participó y su jefe
manifestó en su informe:
56
“… estuvo pronto al toque de generala, salió a campaña, donde ejecutó
mis órdenes con el mayor acierto en las diferentes posiciones de mi
columna, dando con su ejemplo mayores estímulos a su distinguido
cuerpo, me asistió en la retirada hasta la colocación de los cañones en la
plaza, tuvo a su cargo la apertura de la zanja en las calles de San Francisco
para la mejor defensa de la plaza, y lo destine a vigilar y hacer observar el
mejor arreglo inmediatas a Santo Domingo, donde ha acreditado su
presencia de espíritu y nociones nada vulgares con el mejor celo y
eficiencia para la seguridad de la plaza, hallándose en ellos hasta la
rendición del General de Brigada Crawford, con su plana mayor y restos de
la columna a su mando abrigada en el convento de dicho Santo
Domingo…”
El 6 de julio Whitelocke capitula. Los nativos armados son orgullosos
vencedores, llenos de gloria, habían dado pruebas suficientes de su
conciencia formada. El sistema colonial español estaba en crisis y la
independencia de estos dominios se consideraba remota. Belgrano, al
mantener una conversación con el Brigadier General Crawford, ya
prisionero, en prolijo francés ambos coinciden en que aunque mediara la
protección de Inglaterra “… nos faltaba mucho para aspirar a la empresa…
y he ahí que sin que nosotros hubiésemos trabajado para ser
independientes, Dios mismo nos presenta la ocasión…”
BERESFORD Y LA PLATERÍA QUE SE LLEVÓ
Durante las invasiones inglesas no faltaron complacientes que derivaron
en cierto colaboracionismo con el enemigo. Algunas familias acomodadas
recibieron muy cordialmente a los apuestos oficiales ingleses de Albión.
Beresford, por ejemplo, recibía como muestras de admiración, ricos
dulces, fundamentalmente el de leche, zapallo y sidra en magníficas
dulceras y fuentes de plata. Luego de consumir los dulces encajonaba las
dulceras y fuentes y las enviaba a Inglaterra.
57
En el año 1817 formo parte de una misión diplomática a Río de Janeiro y
conversando con un amigo, recordaba su estadía en Buenos Aires y los
gratos recuerdos que conservaba de los ricos dulces y dulceras, como
también las bandejas de plata en las que se las presentaban y él remitía a
Inglaterra. El amigo le manifestó que no era de buena costumbre
quedarse con la platería de las familias rioplatenses. Al regresar a
Inglaterra Beresford tomó la lista de las mujeres y familias que les habían
dado la platería y como agradecimiento, les envió pendientes, abanicos,
encajes y diversos presentes pidiéndoles disculpas por ignorar las
costumbres, pero no les devolvió ninguna de las piezas que había recibido.
ACTIVIDAD LITERARIA
La población criolla sobre todo, se inquieta y apasiona después de sus
triunfos provocando el nacimiento de la poesía en el Río de la Plata.
Décimas y letrillas anónimas, sátiras irreverentes, salen a flor de pluma y
de labios. Prego de Oliver, Gabriel Ocampo, Miguel Belgrano, Pantaleón
Rivarola, componen odas y sonetos junto a Vicente López que escribe El
Triunfo Argentino, a Nicasio Gallegos, Oda a la Defensa de Buenos Aires, y
otros poetas de renombre en España y América. De toda aquella
producción efímera merecen un recuerdo: Romance de la heroica
Reconquista y Romance de la gloriosa Defensa que publica Pantaleón
Rivarola, porque anuncian un sentimiento patriótico que no tardará en
hacerse evidente.
La obra de los enciclopedistas franceses, el ejemplo de la Revolución
Norteamericana y de la Francesa, han hecho su labor de simiente.
Hombres como Moreno, Paso, Belgrano, Castelli, Monteagudo, Rivadavia,
salen a luz: el pueblo escucha y forma ejércitos. Y la lira -según la frase de
Juan María Gutiérrez- se coloca a la altura de la espada.
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En dos libros se halla recopilada la obra que el momento produjo: La lira
argentina, de Ramón Díaz y la Colección de poesías patrióticas, realizada
bajo la sugerencia de Rivadavia. En ellas encontramos los nombres de
Vicente López, Juan Ramón Rojas, Esteban de Luca, Juan Crisóstomo
Lafinur, Fray Cayetano J. Rodríguez, Juan Cruz Varela, José Agustín Molina,
Fray Camilo Herríquez (chileno), Bernardo Vera y Pintado y Bartolomé
Hidalgo (uruguayo). Coplas, vidalas, cielitos anónimos, se dejan oír,
acompañados de guitarras en los fogones, en las pulperías y en los
campamentos.
Con el ejército de Belgrano salen estas canciones populares rumbo al
norte, atraviesan los Andes, y llegan al Ecuador, y son aprendidas por los
soldados de Bolivar y Sucre.
Muchas se han perdido, otras se han recogido en cancioneros -como el de
Estanislao S. Zeballos o el de Justiniano A. Carranza- y pueden leerse
Cielitos de la Patria, Cielitos de la Independencia, Cielitos de Maipú,
Canciones del Ejército del Alto Perú, Canciones del Ejército Libertador de
Chile, y el más intenso de todos, el Cielito a la venida de la expedición
española al Río de la Plata, seguramente debido a la pluma popular de
Bartolomé Hidalgo.
José Antonio Miralla, llamado "el forastero en su patria", salió de Buenos
Aires en 1809, recorrió América y Europa, peleo por la libertad de Cuba,
hizo labor de periodista y dejó una meritoria obra de poeta original y
traductor del inglés. Merece citarse su elegía "A la temprana muerte de
William Wiston”.
Vicente López, es antes que nada, el autor del Himno Nacional, vibrante y
encendido del fuego libertario. Escribió otras poesías patrióticas y
bucólicas. Entre aquellas: el “Triunfo Argentino”, “A la vitoria de
Suipacha”, “A la victoria de Maipú”; y entre otras: “Oda a la Armonía de
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los cielos” y “Delicias del labrador”. Todo muy inferior al “Himno Nacional”
que lo ha hecho inmortal.
Más personalidad presenta, sin escapar a la actitud de seudo clásico, Juan
Cruz Varela, que tratará la obra de Rivadavia. De la época es también José
Agustín Molina, sacerdote que escribió poesías místicas en un instante de
lucha y Domingo de Azcuénaga, fabulista que satirizó a los nuevos ideales.
El montevideano Bartolomé Hidalgo, hombre de pueblo, en la parte
popular de su obra -ya que la otra es de imitación, como la de todos-
presenta caracteres más imperecederos. Continuador de Maciel y
Rivarola, comparte con el mendocino Juan Gualberto Godoy, la poesía
gauchesca del momento. Con sus Cielitos y sus “Diálogos patrióticos”,
presenta una poesía original, netamente rioplatense por momentos plena
de brío y fuerza. Hidalgo –que se desempeñaba como peluquero- posee
frescura y espontaneidad, su lenguaje es rico en color y resulta el más
humilde de los poetas.
Entre los prosista, apuntaremos el nombre del Deán Gregorio Funes,
actúo en la Revolución. Publicó: “Historia Civil de las Provincias Unidas del
Río de la Plata”, escrita en prosa de estilo claro y conciso.
Juan Ignacio Gorriti, verbo de la Junta y en los Congresos Constituyentes
de los derechos de las provincias, autor de Reflexiones sobre las causas
morales de las convulsiones interiores de los nuevos estados americanos y
examen de los medios eficaces para reprimirlos, un compendio de la vida
pública del autor. En este libro editado en Chile, Gorriti aboga con estilo
oratorio, por la educación popular y la democracia.
Mariano Moreno, el alma de la Revolución de Mayo, fundador de la
“Gaceta de Buenos Aires” y de la Biblioteca Nacional, es autor de una serie
de artículos de pujante prosa, recopilados por su hermano y biógrafo
Manuel Moreno, aparecidos en Londres el año 1836 junto a artículos
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periodísticos, La Representación del Hacendados y el Plan de Operaciones
-de autenticidad discutida- fruto de su fervor combativo y fuerza
revolucionaria.
Otro hombre de acción es Bernardo Monteagudo, que colaboró en la
Gaceta de Buenos, fue su director después de Moreno, Funes y Agrelo.
Fundó “Martir o Libre” y levantó la antorcha del fogoso secretario de la
Primera Junta. Sus “Memorias Políticas”, sus “Cartas a Bolivar” y demás
escritos -memorias, cartas, ensayos, traducciones- dejados caer la pasar
de su vida aventurera revelan a un prosista de primera magnitud, fuerte y
sincero.
El teatro de esta época, traduce admirablemente el espíritu que la anima.
El pequeño Coliseo -después teatro Argentino-, un galpón con techo de
cinc, se agranda, inflamado por el espíritu de la Revolución. En él, por
primera vez en Buenos Aires, se oyen gritos de libertad, en él se canta en
coro el Himno Nacional, en él sale la multitud enardecida, dispuesta
a ejecutar grandes acciones. El teatro es una escuela de heroísmo. Los
autores españoles son sustituidos por Alfieri, Moliére, Metastasio,
Corneille, Voltaire, Shakespeare, y por autores locales, como el actor
indígena Ambrosio Morante, gran animador del momento, que escribe:
“La batalla de Tucumán”, “Siripo y Yara”,
“TupacAmaru”,“CorneliaBororquia”. Otros autores, Santiago Spencer
Wilde, autor de comedias, Manuel Belgrano, sobrino del General escribe
“Molina”, tragedia hispano-incaica. El chileno Camilo Henríquez, es autor
de “La Patriota de Sur América”; José Manuel Sánchez escribe: “Arauco
Libre” y “El nuevo Coupolican”.
Además obras de autores anónimos: El Hipócrita Político, comedia de
intención combativa; La Libertad Civil, La Acción de Maipú, el sainete
popular: las Bodas de Chivico y Pancha.
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Traducciones de Bernardo Vélez Gutiérres, Ambrosio Mitre, Bernardo
Monteagudo, Juan Ramón Rojas,piezas como El Triunfo de la Naturaleza,
Roma Libre o La Jornada de Marathon, destinadas a levantar el espíritu
heroico del pueblo.
Los actores, ya criollos, sienten el espíritu que anima a este teatro y se lo
trasmiten a sus espectadores. Allí está Ambrosio Morante, animador y
director, actor, autor y traductor; Ventura Ortega, Francisco Cáceres,
Francisco Velarde y los dos mejores artistas: Trinidad Guevara y Juan
Aurelio Casacuberta.
Los directores mentales de la Revolución de Mayo se habían dado cuenta
que no sólo en los campos de batalla se debatían los problemas de la
emancipación, y era preciso llevar a los pueblos la nueva conciencia que a
esos directores empujaba por nuevos caminos.
Fray Camilo Henríquez, desde El Censor, predica un teatro político que
sirva a los ideales de la Revolución. "El teatro -escribe- debe respirar odio
a la tiranía y amor a la libertad".
Se funda la Sociedad del Buen Gusto en el Teatro, para que sirva de
censora estética no política. Forman parte de ella, los hombres más cultos
como López, Henríquez, Luca, Rojas, Núñez, Wilde, Vélez Gutiérrez. Lo
godo, lo colonial, lo que exalte a la monarquía es rechazado para aceptar
lo americano, lo que cante a la libertad y al pueblo. Están vinculados los
recuerdos de las manifestaciones del entusiasmo por la libertad de los
primeros años de la Revolución. Allí, la juventud entusiasta que se
preparaba a la lucha cubriéndose la cabeza con el gorro frigio, símbolo de
las ideas democráticas. Allí también, se reunían vestidas con los colores
del cielo, las madres y esposas de los héroes y las víctimas de la nueva
causa.
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Los clubes y sociedades constituyen otro foco de irradiación cultural y
libertaria. Mencionaremos la Sociedad Patriótica fundada desde las
primeras horas de la Revolución por Mariano Moreno. Luego la Sociedad
de Monteagudo, con sede en el famoso Café de Marco. La Sociedad del
Buen Gusto en 1817. La Sociedad Literaria que dirige Julián Segundo de
Agüero funda los semanarios El Argosde Buenos Aires y La Abeja
Argentina.
Nunca como en esta época el arte literario se halló tan compenetrado con
la vida pública argentina. Ser escritor en aquel momento era llenar una
función, y los más sobresaliente del momento, no fueron sólo escritores,
sino que su pluma y su vida estuvieron confundidas en el mismo fuego y a
él se entregaron.
La cultura del pueblo había desterrado del teatro la "tonada" sevillana
para dar lugar a las interpretaciones de Mozart y Rossini, aunque este
ambiente superior sólo era una ilusión creada por un puñado de hombres
cultos. Esto era Buenos Aires, con un suburbio casi salvaje a las pocas
cuadras de la Plaza de Mayo. El resto del país, colonial aún, y muy distinto,
a los intereses que fermentaban en Buenos Aires.
COMERCIO EN MANOS BRITÁNICAS
Producida la Revolución de Mayo, la Junta Provisional de Gobierno rebajó
los derechos de exportación de frutos del país. Esta tendencia a disminuir
derechos de exportación siguió en 1811 y se acrecentó con el Reglamento
sancionado el 21 de enero de 1812.
El comercio exterior, en su gran mayoría, pasó a manos británicas debido
a que su marina mercante y su comercio eran mayores que los del resto
de las naciones del mundo, y porque aquí no había marinos, teníamos
pocos buques y era necesario crear una marina mercante nacional. Como
consecuencia del libre comercio, Buenos Aires y Río de Janeiro quedaron
rebasados de productos ingleses. Cabe destacar que en enero de 1810
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había frente al puerto de Buenos Aires 50 naves inglesas repletas de
mercaderías.
Terminado el comercio con los países neutrales en forma dispositiva, pero
continuando en la práctica y por necesidad con “permisos” y restricciones,
el último vibrante alegato sobre una mayor libertad de comercio lo
expresó Pedro Cerviño con motivo de la inauguración oficial de la
Academia de Náutica, el 25 de noviembre de 1795. Belgrano leyó el acta
constitutiva y Cerviño pronuncio una fogosa argumentación al señalar
que: “Con frutos y marina haremos un comercio activo; nuestras
relaciones mercantiles tomarán la extensión de que son capaces; ya no
seremos comisionistas serviles de los extranjeros; nuestras embarcaciones
irán a los puertos del norte, los fletes que hasta ahora han utilizado y dado
fomento a la marina de los enemigos del Estado, se difundirán en la nación
y la harán rica y opulenta”.
Este discurso provocó una reacción entre los monopolistas y Alzaga
califico sus teorías de “insolentes, heréticas y subversivas”. Trato por todos
los medios que el discurso no fuera impreso, pero el virrey no opinó lo
mismo y se lograron publicar algunos ejemplares.
Belgrano, en 1802, hace un cálido elogio de Cerviño al inaugurar los
certámenes públicos de la Academia de Náutica.
EL PROYECTO “CARLOTISTA”
Luego de los tres años de las invasiones inglesas los criollos continúan
manteniendo un clima de conspiraciones, incertidumbres, a las que se
suman muchas y diversas indecisiones. Las informaciones llegadas desde
Europa sobre la ocupación Francesa a España, proporcionan el ambiente
favorable para que en las colonias se acelere el proceso de independencia
y Belgrano manifiesta: “… los americanos empiezan por primera vez a
hablar con franqueza de sus derechos….”
Precisamente, el 6 de junio de 1808, Napoleón había proclamado Rey de
España a su hermano José y llevado a Francia conducido, en calidad de
64
detenido, a Fernando VII y a su familia. Por su parte, José Bonaparte llega
para imponer una nueva constitución que los españoles no aceptan. Ante
esta situación estalla una sangrienta insurrección y comienzan a
organizarse distintas juntas de gobierno.
Mientras tanto, en Portugal, atentos al consejo del ministro inglés Lord
Strangford, se comienza a pensar en trasladar la corona a Brasil, -en ese
momento colonia portuguesa- para evitar caer bajo el poder napoleónico
y contar con la protección de Inglaterra. La princesa Carlota Joaquina de
Borbón, hermana de Fernando VII y esposa del príncipe Juan, heredero de
la monarquía portuguesa, llega a Río de Janeiro.
A todo esto, en el Río de la Plata, Liniers es confirmado, por las
autoridades españolas, como Virrey interino en diciembre de 1807,
actitud que los criollos advierten con gran inquietud. Liniers, tiene
actitudes de gobierno vacilantes y Napoleón, queriendo aducir derechos
sobre estas tierras, envía al Marqués de Sassenay, que en 1808 viene a
buscar el reconocimiento de José I, hermano de Napoleón, como rey de
España. Dicha propuesta es rechazada y el Virrey duda en proclamar la
jura de Fernando VII. Esta situación provoca la separación de Montevideo,
estableciendo una junta a cargo de Francisco Javier de Elio.
Mientras tanto, Belgrano comienza a trabajar en el establecimiento de un
gobierno nacional, independiente de España. En 1808 y 1809 es el
referente de un grupo de porteños que proyecta coronar a la princesa
Carlota Joaquina de Borbón como Reina de la Plata….
Ahora bien, dedicaremos las próximas líneas a destacar el sentido de estos
principios sustentados por Belgrano y que durante toda la breve historia
argentina ha sido tan cuestionado. No olvidemos fundamentalmente que,
el gobierno al establecerse debía ajustarse a la forma monárquica
constitucional que sustituiría a la obsolutista, dando al gobierno las
posibilidad de participar en el gobierno.
65
Tanto Belgrano como Saturnino Rodríguez Peña trabajan en la elaboración
de un proyecto con la adhesión de patriotas como Hipólito Vieytes, Juan
José Castelli, Juan José Paso y Juan Martín de Pueyrredón, entre otros. La
“jabonería de Vieytes” es el lugar de las reuniones secretas, donde
autorizan a Belgrano a intercambiar correspondencia directa con la
Infanta Carlota. Actúan como intermediarios José Presas, Felipe Contucci y
Saturnino Rodríguez Peña, quien a su vez, es agente del proyecto en Río
de Janeiro.
Es necesario entender que con este proyecto, los “carlotistas” intentaban
independizarse de la dominación española y establecer un gobierno libre.
Esta situación contaba con el apoyo de Inglaterra.
En octubre de 1808 Rodríguez Peña, revela los principios políticos que
sustentan al movimiento y la decidida participación de Belgrano que junto
con otros patriotas dan nacimiento al partido de la independencia:
“Debemos decidirnos a la mayor brevedad y admitir algún gobierno o
establecimiento bajo un sistema libre, honroso y respetable, al mismo
tiempo que heroico, útil y ventajosísimo a sus habitantes…La aclamación –
refiriéndose a la Infanta- por su Regenta en los términos que sean
compatibles con su dignidad y la libertad de los americanos, … acordando
todas las condiciones y circunstancias que tengan o puedan tener relación
con la feliz independencia de la patria y con la dinastía que se establece”. Y
agrega: “… aprovechando la oportunidad de sacudir, sin los honores de la
subversión…, una dominación corrompida por el abuso de ministros
codiciosos,… aunque debemos afianzarnos, y sostener como un indudable
principio que toda autoridad es el Pueblo, y con éste solo puede
delegarla…”
En este sentido se nota como Belgrano contribuye para que las bases
políticas de la conspiración se propaguen hacia los pueblos del interior.
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Las intenciones “carlotistas” son más que precisas: la libertad e
independencia de los americanos, y no su simple autonomía. Esos
propósitos harán fracasar el proyecto porque la princesa no acepta
aquellas ideas que se oponen a su ambición de reinar como monarca
absolutista y denuncia a los criollos –sus presuntos súbditos- ante las
autoridades de Buenos Aires.
Entretanto, se insinúa con mayor nitidez, el sentido de nacionalidad que
se va cristalizando activamente en conspiraciones secretas por la
independencia. El Cabildo y las tropas porteñas encabezadas por Martín
de Alzaga intentan deponer a Liniers – de nacionalidad francesa- el 1ro de
enero de 1809 y reponerlo por una junta similar a las surgidas en España.
Las milicias porteñas apoyan al Virrey, pero la Junta Central de Sevilla
nombra, el 11 de febrero de 1809, virrey del Río de la Plata a Baltasar
Hidalgo de Cisneros.
CISNEROS, EL ÚLTIMO VIRREY
Producida la invasión de España por los franceses y el levantamiento de
los españoles el 2 de mayo de 1808, se produjo un acercamiento de
ingleses y españoles, y la tercera invasión inglesas a Buenos Aires, que
dirigía el futuro Duque de Wellington, desembarcó en España para
combatir junto a su flamante aliada. Por esa razón Liniers permitía
parcialmente el comercio con los ingleses, sobre todo desde el momento
en que Carlos IV y Fernando VII fueron prisioneros de Napoleón. Liniers
apoyado por los criollos queda triunfante, pero unos meses después llegó
a Montevideo el nuevo virrey, Brigadier de Marina Baltasar Hidalgo de
Cisneros.
Un grupo de patriotas, liderados por Belgrano, entre los que se
encontraban Cornelio Saavedra y Martín Rodríguez, -que apoyaban el
“carlotismo”- trató de evitar la toma de posesión del nuevo virrey y lograr
que Liniers se pusiera al frente de la oposición. No obstante el
67
últimovirrey de Buenos Aires se hizo cargo de sus funciones en medio de
una crisis política y comercial.
El rendimiento económico de la Aduana era prácticamente nulo por la
inexistencia del tráfico comercial español y la anulación del neutral. Por
otra parte, los gastos de mantenimiento de la tropa creada con motivo de
las invasiones y de la administración, que crecía con la importancia de
Buenos Aires eran sumamente elevados. De manera que Cisneros se veía
ante la inmediata e imperiosa necesidad de arbitrar fondos. Dice Belgrano
del virrey en su autobiografía: “Las cosas de España empeoraban y mis
amigos buscan de entrar en relación con Cisneros. Este se había explicado
de algún modo y, a no tener la horrenda canalla de oidores que lo
rodeaba, seguramente hubiera entrado por si en nuestros intereses”.
Cisneros llegó al virreinato con órdenes de no permitir el comercio con
neutrales, pero las circunstancias que encontró lo predispusieron a favor
de esa medida. Por otra parte la alianza de España e Inglaterra protegía al
comercio inglés y el espíritu era otorgarle concesiones. Prestaciones de
comerciantes ingleses, la opinión del Consulado que apreciaba que se
debía permitir el comercio siempre que no perjudicara a la metrópoli, y el
Cabildo que también se pronunció por el comercio con neutrales,
favorecían las condiciones para adoptar la medida.
Una respuesta contraria a las anteriores fue la adoptada por el Consulado
de Cádiz, que respondía a los intereses monopolistas de aquella ciudad.
Por otra parte, José de la Rosa, apoderado de los labradores hacendados,
que trataba de obtener la representación de toda la Banda Oriental, se
dirigió al virrey informando que había 6.000.000 de cueros “estancados”.
De la Rosa era apoyado por Belgrano y el 30 de setiembre presentó la
famosa “Representación de los hacendados y labradores” escrita por el
Dr. Mariano Moreno.
La “Representación” tiene argumentos legales y económicos. Las
primeras, sin dudas, corresponden a Mariano Moreno, pero la segunda
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responde a la prédica constante de Belgrano para una mayor liberación
del comercio, idea que pregonaba desde hacía más de 15 años.
En otro párrafo de la “Representación” se pedía que las negociaciones
inglesas no se hicieran solamente con comerciantes matriculados, tal
como lo indicaba el Consulado, sino por españoles, matriculados o no.
También se solicitaba que la extracción de frutos nacionales no fuera
gravada por ser excesivos. Se pronuncia por la libre extracción de la plata,
pues hará bajar su valor y se prefería entonces adquirir dinero en metal
por resultar más conveniente, según las formulas del liberalismo
económico del siglo XVIII.
Animado por la necesidad y respaldado por las argumentaciones en pro
del comercio libre, Cisneros convocó una Junta Consultiva, integrada por
miembros del Consulado, del Cabildo y de la Audiencia. También
estuvieron representados los hacendados a través de Juan José Castelli, y
también el comercio representados por Tomás Antonio Romero.
Finalmente Cisneros expidió el “Reglamento de libre Comercio” el 6 de
noviembre de 1809.
Las principales cláusulas establecían que los consignatarios fueran
comerciantes españoles que debían presentar manifiestos y facturas ante
de las 24 horas del arribo del buque, credencial de propiedad y patente de
las autoridades del puerto, entre otras. Los productos cuya introducción
fuese perjudicial a la industria del país pagarían, además de los derechos
aduaneros, 12% adicional. Se prohibía la importación de aceites, vinos,
vinagres y aguardientes extranjeros, excepto el de caña. Los cueros que se
exportaban abonarían derechos municipales. Lo sebos, lanas, pieles,
cueros de animales raros, estaban recargados un 20%. El trigo, la harina y
otros cereales y frutas pagaban el 2% de su valor y los vinos abonaban
para su exportación 10 pesos por barril. Se prohibía la extracción de oro y
plata y los extranjeros podían traer buques en lastre para cargar el
sobrante de precio sobre los que habían introducido, es decir que así
debían llevarse “frutos de la tierra” y no dinero.
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EL PLAN DE OPERACIONES
En 1810 las perspectivas de lograr una progresiva autonomía de gobierno
aún dentro del mantenimiento del vasallaje a Fernando VII, “el deseado”,
son amplias. Pero la Junta Gubernativa por unanimidad de sus integrantes
decide elaborar un “Plan de Operaciones” secreto, sobre las medidas a
corto y largo plazo a tomar y recae en Belgrano la tarea de organizar su
temario básico. El 15 de julio de ese mismo año la Junta certifica el
contenido y firma ese temario y sus considerandos de manos de su autor.
Entre los puntos “conducentes al desempeño de nuestros deberes y
consolidación del sistema de nuestra causa” Belgrano expresa distintas
consideraciones que remiten a una prospectiva estratégica y operativa
que indudablemente refiere a una intencionalidad de desarrollo del país,
fuese éste en términos de independencia, de relativa autonomía, o de
distintos aspectos. El temario de Belgrano corresponde a los capítulos
expuestos en la versión del “Plan de Operaciones” que tan larga polémica
ha motivado alrededor de su autenticidad. Esa coincidencia ha servido de
argumento a los sostenedores de su efectiva originalidad y de la autoría
de Mariano Moreno, colocando a Belgrano en una misma posición táctica
frente al apoyo inglés sostenido por el Secretario de la Junta en su “Plan”.
Las cartas entre uno y otro prócer manifiestan que son indudables las
ideas comunes de ambos, según se desprende del presente documento:
Art. 1° - En primer lugar la conducta gubernativa más conveniente a las
opiniones públicas y conducentes a las operaciones de este gobierno.
Art. 2° - El medio más adecuado y propio a la sublevación de la Banda
Oriental del Río de la Plata, rendición de la Plaza de Montevideo, y demás
operaciones a este fin.
Art 3° - El método de las relaciones que las Provincias Unidas deben estar
secretamente entablas en la España para el régimen de nuestra
inteligencia y gobierno.
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Art 4° - La conducta que sea más propia y debamos mantener con Portugal
y el gabinete de Inglaterra.
Art 5° - Las comisiones que deban entablarse secretamente por nuestros
agentes, en lo interior, y demás provincias dependientes de este gobierno,
para consolidad nuestro sistema.
Art 6° - Los arbitrios que deben adoptarse para fomentar los fondos
públicos, luego que el Perú, y demás interior del Virreinato sucumban,
para los gastos de nuestras guerras y demás emprendimientos, como
igualmente para la creación de fábricas, ingenios y otras cualesquiera
industrias, navegación, agricultura, etc.
Art 7° - Las relaciones secretas que nuestros agentes y emisarios deben
desempeñar en países extranjeros, como Portugal e Inglaterra.
Art 8° - Las comisiones y clases de negocios que nuestros agentes y
emisarios deben entablar secretamente en las provincias del Brasil para
sublevarlas, haciéndolas gustar de las dulzuras de la libertad y derechos
naturales.
Art. 9° Los medios que deben adoptarse, cuando estando consolidado y
reconocido por la Inglaterra, Portugal y demás principales naciones de la
Europa el sistema de nuestra libertad; y cuál debe ser el fin de sus
negociaciones entonces en las provincias del Brasil, con relación a la
conquista de todo el Río Grande y demás ´provincias de dicho reino.
Es cuanto se me ofrece representar en cumplimiento de la comisión para
el efecto se me instruyó.
Dios guarde a V.E. por muchos años.
Buenos Aires, 15 de julio de 1810
Doctor Manuel Belgrano
Es copia de su original. Cornelio de Saavedra, presidente. Doctor Juan José
Passo. Secretario.
El antecedente, proyecto presentado por el miembro de este Superior
Gobierno, el señor doctor Manuel Belgrano, en cumplimiento de la
comisión dada por dicho para el efecto, fue leído una y dos veces, en acto
secreto por todos los señores de esta Junta Gubernativa, quienes después
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de una madura y reflexiva consulta, aprobándolo todos, y apoyándolo en
todas sus partes determinaron que, leyéndose por tercera vez, para el día
siguiente, se nombrase la comisión que habría de desempeñar este
encargo, que dicha comisión fuese a pluralidad de votos secretos, que
deberían recogerse por uno de los señores secretarios, y puestos en
manos del señor presidente, mandase se oficiase luego inmediatamente al
citado a pluralidad de votos, para que pasando a presentarse en la
primera Junta que se le citare prestase juramento en la más debida forma,
y según costumbre…
(Tomado de “Escritos de Mariano Moreno”, Bs. As. 1896)
AMIGOS Y ENEMIGOS DE LA REVOLUCIÓN
Belgrano sabía que existían patriotas nacidos en la Península –como
Larrea, Matheu o el después célebre Gral.Alvarez de Arenales- y que
existían criollos que se oponían a la revolución como los generales Pío de
Tristán, Goyeneche y Olañeta. Por lo tanto, le parecía que debía juzgarse
con espíritu de gran equidad a los españoles que –como decía- “son
buenos y malos; atender a aquellos y castigar a éstos debe ser nuestro
objeto: ejecutándolo de un modo visible para que no se nos acuse de
parcialidad” y advertía a su amigo Chiclana: “Hay también muchos
patriotas que tienen las cabezas volcanizadas y no nos conviene tanto
fuego”.
Belgrano tenía experiencia en lo intrincado que resultan ser las relaciones
humana: “Yo sé bien que el que más hace menos merece, y también sé que
en revoluciones los que las intentan y ejecutan, trabajan las más de las
veces, para que se aprovechen los intrigantes”
Belgrano reconoció que “nuestros patriotas están revestidos de pasiones,
y en particular, la de la venganza; es preciso contenerla, y pedir a Dios que
la destierre, porque de no, esto es de nunca acabar y jamás veremos la
tranquilidad” y le advertía a su amigo Chiclana: “Si Ud. no presta oídos
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más que a los patriotas, le llenarán la cabeza de especies, y le acalorarán,
como me sucede muchas veces a mí mismo, pero luego doy lugar a la
reflexión, observo las consecuencias y me detengo de hacer disparates;
alguno de hecho antes de ahora por mi ligereza, del que estoy
arrepentido”.
En su deseo de actuar con la mayor justicia entre los enemigos de la
revolución, Belgrano se preguntaba si “¿No habrá un medio de atraerlos, o
cuanto menos hacer que no perturben la tranquilidad pública?”, y
agregaba: “Yo creo de buena fe que no hay tanto malo como se piensa, y
observo que aun los que nos sirven, son tildados” de antipatriotas. Luego,
con ironía examinaba las diversas actitudes que tenían sus compatriotas
frente a los que identificaban como enemigos: si éstos hacían algo a favor
de la revolución, se los criticaba diciendo “ahora quieren ser patriotas; si
se callan, tal vez de vergüenza al instante salimos con que están
obstinados; si ríen, ¡oh! Están alegrándose de nuestras desgracias”.
LA EDUCACIÓN
En toda su obra literaria, como desde los comienzos de su actuación
pública, Manuel Belgrado destaca con énfasis las virtudes de la educación
“… persuadido de que la enseñanza es una de las primeras obligaciones
para prevenir la miseria y la ociosidad…”
Belgrano difunde su doctrina con espíritu de maestro y realiza
innumerables esfuerzos en procura de establecimientos de escuelas
públicas y gratuitas de primeras letras, técnicas o especializadas, tanto en
la capital como en la campaña, los señalan como el verdadero precursor
de la educación en nuestro país. Se anticipa a su época y señala el camino
para remediar los graves males que en materia de educación nos tenía
sumidos el régimen colonial.
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En 1802 sus primeros trabajos periodísticos sobre educación se publican
en el “Semanario de Agricultura, Industria y Comercio” bajo el título
“Educación Moral”, luego “Educación político-moral” y se dirige a los
jóvenes destacándoles el esplendor de un Estado, con una crecida
población de “hombres industriosos y ocupados”, a los que es necesario
agregarles la formación moral “único molde en que se pueden vaciar los
hombres grandes”.
Bajo el título de “Educación” en setiembre de 1805, se ocupa de los niños
y manifiesta que debe instruírseles correctamente en el conocimiento de
la geografía, la geometría, la práctica y teoría de la agricultura, además de
la lectura y escritura. Por otra parte, dice a los padres: “El amor a nuestros
semejantes es obra de la naturaleza; pero el dirigirnos hacia los deberes de
verdaderos ciudadanos es una sagrada obligación que nos impone la
sociedad”.
Las páginas del “Correo de Comercio” reflejan también la inquietud de
Belgrano por modificar el sistema de enseñanza de las primeras letras en
el virreinato; despertando el interés de los funcionarios, manifestando la
necesidad de coordinar las medidas tendientes a solucionar tantos males.
Sometió a las escuelas a una inspección periódica para sacarlas del
abandono y fundar otras gratuitas en la campaña, costeadas por las
ciudades. Destaca también que el Estado tiene la obligación de atender
por igual a la educación de la mujer, a fin de poder generalizar las buenas
costumbres señalando que: “por desgracia el sexo que principalmente
debe estar dedicado a sembrar las primeras semillas lo tenemos
condenado al imperio de las bagatelas y de la ignorancia”. Cabe recordar
que en ese entonces, sólo en Buenos Aires, existía una escuela pública
para niñas: el Colegio de Huérfanas de San Miguel.
Manuel Belgrano asigna a la prensa el sentido insustituible de divulgar
cultura y permanecer unida al principio de libertad: “… es necesaria para
la instrucción pública, para el mejor gobierno de la Nación y para su
libertad civil, es decir, para evitar la tiranía de cualquier gobierno que se
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establezca… Solo pueden oponerse… los que gusten mandar
despóticamente… los que sean tontos, que no conociendo los males del
gobierno, no sufren los tormentos de los que los conocen y no los pueden
remediar…, o los muy tímidos que se asustan con el eco de la libertad…”
Las intensas tareas que Belgrano desarrollaba en lugares tan distantes, no
le hicieron olvidar una institución cultural a cuyos primeros proyectos de
instalación había asistido en Buenos Aires: la Biblioteca Pública. Las
primeras disposiciones concretas las conoció siendo vocal de la Junta,
cuando ordenó que las ricas bibliotecas de los conspiradores de Córdoba
pasasen a integrar el fondo de la proyectada fundación, y días después se
enviaba una comunicación al Obispo Lue para que entregase los libros que
había donado al Colegio de San Carlos. De Belgrano podría ser el artículo
titulado “Educación” publicado en La Gaceta del 17 de setiembre de 1810,
donde da cuenta de la futura biblioteca. Mientras se reunían las
donaciones y se preparaba el local, llego la primera contribución cuyo
testimonio consigna La Gaceta del 17 de enero de 1811 y dice: “El Señor
Vocal don Manuel Belgrano ofreció toda su librería para que se trajesen
todos los libros que se considerasen útiles, y se sacó de ella una porción
considerable”. Según el libro de donaciones de la Biblioteca Nacional estas
donaciones alcanzaron ochenta y seis obras distribuidas en 149
volúmenes.
Un año y medio después de haber sido lanzada la iniciativa de creación de
la Biblioteca Pública, el 1 de marzo de 1812, el Triunvirato invitaba para la
solemne inauguración. Con su reconocida generosidad otra vez Belgrano
se había anticipado y en La Gaceta del 24 de enero de 1812 se lee: “El
señor coronel don Manuel Belgrano después de los cuantiosos anteriores
donativos anunciados se ha despojado aún de los libros que había
reservado para su uso poniendo a disposición del Director de la Biblioteca,
su maestro Chorroarín, el último resto de su librería sin reserva para que
trajese todos los libros de que careciese aquélla; y así se ha ejecutado
reiterando al mismo tiempo la oferta de contribuir a los aumentos de ese
público establecimiento por todos los medios que le surgieran el decidido
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interés e ilustrado celo de su patrimonio de que tiene dadas tantas
relevantes pruebas”. Los libros eran muy variados, desde los autores
clásicos antiguos como Marco Aurelio y Ovidio, pasando por Petrarca y el
Romancero del Cid, hasta los textos de matemática, física y economía
política que proclaman las preocupaciones intelectuales del poseedor.
Extraído de sus memorias, cartas y artículos, se puede advertir la noble
preocupación con que Belgrano se anticipó a muchas realidades actuales,
en cuanto a la educación, a la acción por el bienestar social y a ideas
económicas de progreso. Con relación a la docencia dijo: “El maestro
procurará con su conducta y en todas sus expresiones y modos inspirar a
sus alumnos amor al orden, respeto a la religión, moderación y dulzura en
el trato, sentimientos de honor, amor a la virtud y a las ciencias, horror al
vicio, inclinación al trabajo, despego del interés, desprecio de todo lo que
diga profusión y lujo en el comer, vestir y demás necesidades de la vida y
un espíritu nacional… Tendrá gran cuidado de que todos se presenten con
aseo en su persona y vestido, pero no permitirá que nadie use lujo, aunque
sus padres quieran y puedan costearlo”.
IDEAS ECONÓMICAS
El Dr. Manuel Belgrano entendía que las ideas económicas son fruto de la
actividad intelectual, pero su eficacia social -tanto para provocar la
producción de otras ideas como paras su empleo (ya sea para el
mejoramiento o el empeoramiento) de la sociedad, dependen de su
transferencia a otros.
En 1810 no existían ni la máquina de escribir , ni la fotocopiadora, ni
internet, por lo cual, para hacer conocer sus ideas y los problemas
económicos del virreinato, Belgrano debía redactar una y otra vez los
textos completos de sus pensamientos para que luego los "copistas" -
esclavos africanos adiestrados para tal fin- pudieran hacer conocer sus
ideas.
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Otro de los recursos, al que muy pocos podían acceder, era la imprenta de
los Niños Expósitos. Precisamente a fines de 1797, se imprimió el primer
tratado de teoría económica producido en Buenos Aires, los Principios de
la Ciencia Económico-Política, una traducción de Belgrano sobre dos
textos fisiocráticos, aquellos del "dejar hacer, dejar pasar".
Belgrano era un apasionado por el estudio de la botánica y la agricultura.
Aconsejaba que no se dejara la tierra en barbecho, pues “el verdadero
descanso de ella es la mutación de la producción”. En aquellos tiempos en
Alemania, los curas eran los guías de los agricultores, gracias a sus
conocimientos y experimentos con la tierra. Belgrano, el más católico de
nuestros próceres, entendía que estas eran las funciones de los curas que
encuadraban dentro de su ministerio, “pues el mejor medio de socorrer la
mendicidad y miseria es prevenirla y atenderla en su origen”.
En el “Reglamento para los pueblos de las Misiones”, el 30 de diciembre
de 1810 escribió: “Hallándome convencido de que los excesos horrorosos
que se comenten por los beneficiadores de la yerba, no sólo talando los
árboles que la traen, sino también con los naturales, de cuyo trabajo se
aprovechan sin pagárselo, y además hacen padecer con castigos
escandalosos, constituyéndose jueces en causa propia, prohibido que se
pueda cortar árbol alguno, sopena de diez pesos por cada uno que se
cortase, a beneficio, la mitad del denunciador, y la otra mitad para el
fondo de las escuelas”.
CAMINO A LA SEMANA DE MAYO
A partir de las invasiones inglesas, Buenos Aires perdió su aire soñoliento
de aldea colonial. Ya no era sólo la guardia militar puesta siglos antes por
España para cuidado de los ríos y la residencia de un núcleo de
comerciantes hispanos que, en su modestia, añoraban la pujanza y el
boato de los otros virreinatos de América, sino el centro de nuevas
corrientes de ideas, el emporio de inquietudes políticas, la realidad
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viviente donde hombres de mentalidad moderna estudiaban la
experiencia económica y la renovación cultural.
En corto lapso, el panorama cambió fundamentalmente. La marcha del
mundo había influido, al final del siglo XVII y las discusiones del Consulado
desde cuyo seno Manuel Belgrano intentó introducir cambios en el
ambiente, entre ellos el del comercio libre, que fue rechazado, quedando
firme, en consecuencia, el monopolio, fueron signos de que algo se
agitaba debajo de la superficie tranquila.
¿Qué eran, sino rasgos sediciosos, esos afanes de Belgrano de popularizar
la educación, llevando sus beneficios a las clases menos pudientes de la
sociedad; de elevar la condición de la mujer pobre, brindándole
oportunidades de trabajo adecuado a sus fuerzas y substrayéndola a
verdaderas formas de esclavitud, entre ellas la más abyecta; de formar
técnicos y artesanos a quienes entregarles la responsabilidad de
diversificar y perfeccionar la producción y, por último de crear la escuela
de náutica y de dibujo?.
América –era evidente- no estaba conforme con su destino; y esa
disconformidad, que en el Río de la Plata se manifestaba tímidamente en
los más esclarecidos nativos de estas tierras, fue percibida no sólo por
quienes ejercían el poder en nombre de la monarquía, sino también por
los españoles residentes aquí, para los que el nacimiento de una clase
autóctona significaba seguro e inminente peligro para las posiciones que
ellos mantenían.
Aunque unidos para rechazar al invasor de 1806, hispanos y criollos se
separaron definitivamente bajo el fuego de los cañones británicos. No sólo
la resistencia, que dio la medida de la capacidad de heroísmo de nuestra
comunidad, sino y también la aptitud reconquistadora, añadidas a la
defección del virrey, produjeron la mutación fundamental, acentuada
como consecuencia del dominio napoleónico en la península y del
consiguiente cautiverio del rey.
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Confuso es el período que va de 1807 a 1809, no por insuficiencia en la
investigación histórica, sino por la naturaleza misma de las tendencias en
pugna. Mientras por una parte los residentes españoles, con don Martín
de Alzaga a la cabeza, abrigaban el propósito de heredar para ellos las
colonias americanas, estableciendo así una oligarquía que confirmaría en
el derecho lo que de hecho existía casi sin excepciones. También se
contaban entre ellos los que nada deseaban que significase la mínima
infidelidad a la corona, y por otra parte estaban los criollos que buscaban
afanosamente las soluciones para una situación que consideraban
insostenible, sin que entre ellos pudiese existir uniformidad de miras. De
ahí que la democracia naciente no tuviese al principio un único ideal en
cuanto a la forma de gobierno.
Lo que sí se había despertado, sin duda, era una conciencia americana y,
por natural inclinación de amor del hombre hacia la tierra de su
nacimiento, una sensibilidad nacional. “La libertad –escribió el biógrafo de
Belgrano- era un anhelo vago hacia lo desconocido, la independencia era
una esperanza remota, cuando ya los vínculos morales y materiales que
habían ligado las colonias a su metrópoli estaban completamente
relajados”. Esos vínculos prácticamente no existían.
La suerte de América debía resolverse desde América misma, cuya
españolidad profunda, que en el corazón de los criollos se negaba a
aceptar el yugo de los franceses, fue fuerza de choque contra el
españolismo. Esa fuerza maduró y se modeló bajo la acción de los
acontecimientos. Abandonado el terreno por Liniers, caudillos que así lo
había exigido, cuando el 30 de junio de 1809 ingresó en Buenos Aires don
Baltasar Hidalgo de Cisneros, con los títulos de nuevo virrey, ya la
revolución estaba triunfante en los espíritus.
Los eventos de la Revolución de Mayo se sucedieron durante el transcurso
de la Semana entre el 18 de mayo, fecha de la confirmación oficial de la
caída de la Junta Suprema Central y el 25 de mayo, fecha de asunción de
la Primera Junta.
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LA PLAZA MAYOR
Todos los acontecimientos porteños que anunciaron la Revolución de
Mayo, tuvieron por escenario la plaza que hoy recuerda a la revolución
emancipadora. Antes y después de 1810, esta plaza –cuna y corazón de la
patria de los argentinos- fue escenario de nuestra historia. Veamos cómo
nació y cuáles fueron algunos de los sucesos de su vida.
Cuando don Juan de Garay dispuso el trazado de la ciudad de Buenos
Aires, la plaza tuvo allí, en el papel y en la realidad, sus dimensiones
actuales. Pero fue el mismo adelantado quien cedió la mitad de esa tierra
a Torres de Vera y Aragón: la mitad comprendida por las actuales calles
Rivadavia, Hipólito Irigoyen, Balcarce y la línea de la Pirámide. Como
ningún signo visible separaba ese solar de lo que era la Plaza Mayor, ésta
sólo se diferenciaba por su ápice de cuidado junto al abandono del
terreno vecino. En 1608, los jesuitas, que hacía poco habían llegado al país
levantaron una capilla y un rancho en el sitio abandonado. Destinaron el
rancho a escuela, pero tuvieron que convertirlo en sacristía por falta de
alumnos. Los descendientes de Torres de Vera y Aragón, residentes en
España, encomendaron al notario don Rodrigo del Granado para que
defendiese sus derechos construyendo algo. El defensor se quedó con la
propiedad en cobro de honorarios y la vendió a don Pedro de Rojas y
Acevedo, a cuya muerte la viuda transfirió títulos y casa a la Compañía de
Jesús.
La capilla y las otras construcciones incomodaron a los gobernantes, no
por motivos estéticos, sino por razones militares: obstruía la posibilidad
de tiro de los cañones del Fuerte, construido por Garay donde hoy está la
casa Rosada. Esta Real Fortaleza de San Juan Baltasar de Austria no pudo
así como así hacer prevalecer su fuerza. La aldea que era entonces nuestra
metrópoli se dividió en dos partidos. Por último, los jesuitas recibieron
una indemnización en metálico y la manzana que hoy ocupan la iglesia de
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San Ignacio y el Colegio Nacional Buenos Aires, que con la presencia de sus
cultos moradores se llamó Manzana de la Luces.
Entretanto, ¿qué era de la hectárea dejada por la congregación del santo
de Loyola? La urgencia del desalojo se desvaneció en los aires. Quedaron,
convirtiéndose en ruinas, la capilla y lo que debió haber sido colegio. Las
mulas del representante de Su Majestad, tenían allí su refugio. Por las
mañanas, el solar se convertía en mercado y cuando la justicia lo exigía era
el sitio elegido para que, pendientes de la horca, los cadáveres de los
criminales sirviesen de ejemplo. Allí mismo se pasaba del drama a la
fiesta. Para hacer posible esta última los vecinos cortaron las malezas y
apisonaron la tierra. Iban a gozar del espectáculo de las corridas de toros.
La primera lidia fue facilitada por un carnicero, que entregó tres bueyes
con la condición de que no se los estropeasen al matarlos.
En honor a San Martín de Tours, patrono de la ciudad, se efectuaron año
tras año las corridas, a las que les salió un empresario que cobraba la
entrada. El Cabildo convidaba con refrescos a los invitados especiales y, si
la bebida sobraba, también en las populares podían probarlos, eso sí, a
cambio de unas monedas.
Los toreros no eran los famosos que por entonces lidiaban en España, en
Perú o en México. Se trataba de aficionados pertenecientes a las familias
más encumbradas de Buenos Aires y de profesionales decididos a trabajar
en ese oficio por repulsa a cualquier otro menester.
Víctima de los ajusticiados en la horca y de los toreros profesionales eran
algunas de las presencias que inquietaban en la noche de “El Hueco de las
Anímas”, un baldío que perduró hasta mediados del siglo XIX, famoso por
las “apariciones”, que a menudo no eran otra cosa que las de hábiles
asaltantes disfrazados de fantasmas.
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Con la Catedral, a la que se le derrumbó una torre y le suprimieron la otra;
con el Cabildo, cuya construcción se inició en 1711, y la Recova, que
empezó a levantarse en 1803, la Plaza Mayor, esperaba el momento de
ser de la Victoria y luego se convirtió en la actual Plaza de Mayo.
LA EXPEDICIÓN AL PARAGUAY
Período rico el del medio siglo que duró la vida de Belgrano, motivo por el
cual siempre tuvo su inteligencia abierta. Aprendió rápido y fue el gestor
inicial de la grandeza y el progreso del país. Mucho de lo que vio y asimiló
se refería al comercio marítimo, a las riquezas del mar, a las marinas
mercantes y de guerra, a las necesidades portuarias, fomento de
conciencia marítima, el estímulo de las producciones que el país podía
producir con exceso para exportar y el cuidado de los puertos y vías de
comunicación marítima y fluvial. También asimiló en Europa las
tendencias comerciales en boga y pensó en ellas para imponerlas en
nuestro país con las adaptaciones que fueran necesarias.
Por otra parte, consideró que la expedición al Paraguay que le había
encomendado el primer gobierno patrio “solo pudo caber en unas cabezas
acaloradas que sólo veían su objeto y a quienes nada era difícil porque no
reflexionaban ni tenían conocimiento”. Luego opinaría: “Siempre nuestro
gobierno, en materia de milicia, no ha dado en el clavo”.
En su marcha militar a esa región se convenció muy pronto de que, con su
pequeño ejército nada logaría y que necesitaría esfuerzos para la
conquista “de los salvajes paraguayos, que sólo se pueden convencer a
fuerza de balas”. Consideró asimismo que esa jurisdicción del antiguo
Virreinato, como era el Paraguayo, “en muchos años no proporcionará
ventajas de consecuencia a ninguno que lo posea, y por su situación,
siendo nosotros fuertes, perecerán faltos de nuestras relaciones”.
Es importante destacar que siendo la Argentina un país marítimo y semi
insular, el que sin embargo no ha desarrollado sus capacidades marítimas,
cobra más trascendencia esta visión de futuro de Belgrano que ya desde la
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colonia trata de atraer la atención hacia el mar y sus enormes riquezas. Él
es el primero que vislumbra la magnitud espectacular de nuestro
patrimonio marítimo.
Belgrano fue un prócer, y grandes hombres, además de los hechos que
han plasmado en la historia de sus países, son aquellos que han visto con
mayor alcance y acierto las incógnitas del futuro. Mucha lectura, el
conocimiento de la historia del país y de las otras naciones, puede ayudar
a tener esas presunciones, pero sólo un hombre genial las asociará y
comprenderá en toda su grandeza e importancia.
En ese sentido también San Martín captó la importancia del poder naval
en las grandes operaciones estratégicas. Si bien tuvo lecciones históricas
en su vida como Aboukir y Trafalgar, grandes batallas de la época, de las
cuales saco experiencias y visiones personales, lo cierto es que captó esas
enseñanzas integralmente, para ponerlas en vigencia en la campaña
libertadora al Perú.
Belgrano tiene el mérito de haber sido el primero en hacer resaltar la
importancia del factor marítimo, y si bien no pudo llevar a cabo todas sus
ideas, dejó el estudio profundo, la memoria esclarecedora, que orientaron
a sus seguidores. Estas ideas rectoras de los próceres, en especial del
creador de nuestra bandera, son hoy de gran interés para la Argentina en
el afianzamiento de su dominio y soberanía sobre su plataforma marítima,
su mar territorial, sus islas del Atlántico Sur y sector Antártico.
La Argentina constituye un rico complejo de 7.500.000 km2 de extensión,
de los cuales 3.500.000 km2 son marítimos, pero buena parte de ellos,
pese a innegables razones jurídicas, como históricas y geográficas, están
ocupados o son pretendidos por otras naciones, especialmente Inglaterra.
Las Islas Malvinas son una herida abierta en nuestro desarrollo histórico,
que sólo cerrara con la devolución, por vía diplomática, de las mismas.
Nuestras riquezas pesqueras, el petróleo de nuestro subsuelo submarino,
las riquezas en nódulos, sales y algas de nuestra plataforma bajo el mar,
que por su extensión se ubica en cuarto lugar entre las principales del
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mundo, y una de las menos explotadas, nos hacen mirar al mar como el
tesoro que nos abrirá sus arcas en un futuro próximo, pero también
debemos pensarlo como un objetivo de la codicia extranjera.
Durante sus campañas militares, después de Mayo de 1810, Belgrano tuvo
a menudo que vadear ríos, arroyos y aún librar algunas acciones, y las
principales fueron realizadas durante su primera empresa militar, la
hazaña épica de la expedición al Paraguay, de la que muchos –aún hoy- no
han tomado conciencia.
Disciplinando a sus hombres, instruyendo a los jefes, Belgrano se detuvo
cinco días en Paraná. A fines de octubre sus efectivos, formados en cuatro
divisiones mixtas de infantería y caballería, comenzaron a salir de Paraná
en dirección a Curuzú-Cuatiá, con un puñado de hombres, durante la cual
debió cruzar tres veces un río tan ancho y caudaloso como el Paraná, sin
tener fuerzas navales propias.
UNA VERDADERA PROEZA
A principios de setiembre de 1810, se inicia la expedición al Paraguay,
gigantesca empresa para un ejército bien pertrechado, pero imposible de
cumplir con un puñado de hombres, milicianos en su gran mayoría. El
ejército de Belgrano, mientras estaba estacionado en la provincia de Santa
Fe, se componía de 200 hombres de infantería y 200 de caballería, que
más tarde se completaría con las milicias de Entre Ríos y Corrientes. El
número llegó a alcanzar los 1000 hombres, pero cuando tuvo que actuar
no lo hizo con un número superior a los 700. Con esa fuerza minúscula se
pretendía alcanzar la Gobernación Intendencia del Paraguay, cuya capital
distaba 1400 km de Buenos Aires.
El Paraguay hacía tiempo que gozaba de cierta autonomía debido a la
distancia y a su naturaleza selvática regada por los ríos y arroyos. Tenía
recelos hacia Buenos Aires a raíz del comercio, pues la yerba, mieles,
maderas y otros productos paraguayos debían abonar derechos
aduaneros que encarecían la producción y lo hacían dependiente de
nuestra metrópoli. También desde la época del Virrey Vértiz, un pleito de
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límites con Corrientes había favorecido a esa provincia, lo que había
causado cierta animosidad. De allí que la revolución porteña no era
mirada con simpatía, ni buena disposición por parte de los paraguayos.
Mientras tanto, Belgrano marchaba convencido del apoyo que lograría
para su causa y su pequeño ejército, y pensaba, además, que terminaría
por vencer toda reacción con la ayuda de los pueblos.
En una operación que duro casi 15 días, cruzaron el Río Paraná desde
Santa Fe, en balsas, botes y pequeñas embarcaciones, unos 400 hombres
con 4 cañones. En Paraná, Belgrano reagrupa a sus fuerzas, que
alcanzaban a 673 hombres. Las primeras desilusiones de una adhesión
masiva a la Junta, por parte de los paraguayos, hizo que le enviarán a
Belgrano un refuerzo de 200 Patricios y que además éste creara un
escuadrón de caballería, con todo lo cual su ejército alcanzó a estar
compuesto por 950 hombres repartidos entre infantería y caballería.
Por el río Uruguay, mientras tanto, una escuadrilla de los realistas de
Montevideo compuesta por dos faluchos –según Belgrano- al mando del
Capitán de Navío D. Angel Michelena, que izaba su insignia en el bergantín
“Cisne”, remontó el río Uruguay y ocupó a viva fuerza la población de
Arroyo de la China (hoy Concepción del Uruguay), el 6 de noviembre de
1810.
Belgrano tenía que avanzar por un territorio cuyas aguas limítrofes eran
dominadas por las escuadrillas del Paraguay y Montevideo, lo que
significaba una grave situación estratégica y una amenaza para sus
comunicaciones. El primer obstáculo que debió enfrentar en su marcha
hacia Curuzú-Cuatiá fue el arroyo de Las Conchas, a unos 15 km de la
Bajada del Paraná. En esta oportunidad parte de los pertrechos se pasaron
a una balsa con un cable de guía (a maroma) para pasar de una orilla a
otra. Durante este trabajo un carro de municiones de fusil se volcó y 17
cajones con balas y pólvora se perdieron causando un gran disgusto a
Belgrano.
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El 4 de noviembre Belgrano llegó al Arroyo Alcaraz y escribió a la Junta de
Gobierno informando que el gobernador de Misiones, Tomás Rocamora,
creía que los portugueses de la frontera estaban de acuerdo con los
paraguayos y orientales de Montevideo. No obstante continuó su marcha
cruzando los ríos Feliciano y Guayquiraró.
Al poco tiempo Belgrano se enteró del ataque y ocupación del Arroyo de
la China por parte de Michelena y escribió solicitando autorización para
atacarlo, apartándose de su misión. La Junta le negó el pedido pero
Belgrano se enteró al llegar a Curuzú-Cuatiá el 8 de noviembre.
Juan Angel Michelena puso en campaña una tropa de desembarco, que
avanzó hacia el oeste, alcanzando terreno hasta la mitad de la provincia.
Fueron hostilizados por la guerrilla gaucha que logró detenerlos en las
proximidades de Nogoyá, evitando el corte de las comunicaciones entre el
sur y el norte de la provincia.
Mientras tanto, en CuruzúCuatiá, Belgrano hizo un alto y ordenó al
gobernador de Corrientes, Elías Galván, que dirigiera algunas fuerzas al
Paso del Rey, como un amague del cruce del río Paraná en ese lugar.
Paraguay no sólo no se adhería, como lo había adelantado José de
Espíndola y Peña, sino que juraba al Consejo de Regencia de España,
adoptaba una actitud neutral y negaba obediencia a la Junta de Buenos
Aires, que envió un alerta a los puertos de La Conchas, Santa Fe y
Corrientes, cerrando las comunicaciones con el Paraguay.
El Gobernador Intendente del Paraguay, Brigadier Bernardo Velazco,
adoptó varias medias militares, y con el fin de evitar cualquier ataque
contra su territorio preparó un ejército de 6.000 hombres. Dispuso la
vigilancia en los pasos del río Paraná y alistó 5 embarcaciones para
patrullar hasta la desembocadura del río Paraguay. También preparó una
acción ofensiva fluvial contra Corrientes consistente en atacarla con una
escuadrilla integrada por 4 embarcaciones y 210 hombres al mando del
Teniente Coronel Juan Antonio de Zavala y Delgadillo.
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La misión de esa fuerza naval era tratar de recuperar barcos y
cargamentos detenidos en Corrientes. Zarpó el 21 de setiembre de 1810 y
a los pocos días encontró en el puerto de Corrientes a las naves
paraguayas detenidas que se dirigían a Santa Fe. Los paraguayos enviaron
a una cañonera en rescate de las naves y luego las trasladó de Corrientes a
Asunción.
Desde CuruzúCuatiá Belgrano le envía una carta a Mariano Moreno,
fechada el 13 de noviembre de 1810, donde hace referencia a algunos
temas marítimos. Luego de cruzar el río Guayquiraró, Belgrano instaló su
cuartel general en CuruzúCuatiá donde fundó el pueblo de ese nombre y
el de Mandisoví, para continuar su expedición hacia el norte, cruzar el río
Corrientes por el paso de Caaguazú.
Continuando su marcha hacia el Paraguay, Belgrano nos informa que
cruzaron el río Corrientes en “dos muy malas canoas” que sirvieron de
balsas, a nado o con pelotas de cuero. Allí se le ahogaron dos hombres y
se les mojó alguna munición. Las pelotas de cuero consistían en un cuero
seco de potro que se ahuecaba con argollas o manijas en sus extremos
que se reunían en un aro central, de madera o hierro, del que colgaban un
canasto.
Finalmente, luego de bordear por el oeste la laguna del Iberá, Belgrano se
vio ante el río Paraná, que debía forzar, dado que el enemigo lo esperaba
en la otra orilla. Este pasaje representó una importante acción fluvial,
antecesora de la que en el año 1866 realizaron los ejércitos aliados por el
Paso de la Patria, durante la guerra de la Triple Alianza.
El 4 de diciembre Belgrano se halló a la altura de la Isla Apipé y luego
siguió su marcha hasta Candelaria, por donde pensaba efectuar el cruce.
Mientras tanto, los paraguayos habían requisado las embarcaciones
existentes por la cercanía con el fin de dificultar el pasaje del río por las
fuerzas de Belgrano.
En Candelaria el río Paraná tiene un acho de 800 metros y corre
encajonado entre altas orillas de hasta 90 metros de alto. Frente a
87
Candelaria se hallaba el bosquecito de Campichuelo, donde se podía hacer
pie. La corriente allí es rápida, pues el río se estrecha y tiene unos 25
metros de profundidad.
Para evitar el paso de los paraguayos, Belgrano ordenó establecer en la
margen correntina de Paso del Rey, cerca de Corrientes, Itatí, isla Ibaté y
San Antonio de Itatí, algunos destacamentos con indígenas y milicianos,
simulando que por allí se invadiría al Paraguay. Con esto se intentaba
desorientar al enemigo sobre el sitio real por donde se efectuaría el cruce.
Los paraguayos al mando del gobernador Intendente, Bernardo Velazco,
militar experimentado, contaban con una fuerza de por lo menos 6000
hombres, pero muchos carecían de armas. Los mismos estaban apostados
a lo largo de la ruta que tendría que seguir Belgrano hacia Asunción.
Frente a él, en Campichuelo, se encontraba una avanzada paraguaya de
más de 500 hombres al mando del Comandante Thompson.
Belgrano desplegó sus fuerzas por la zona con base en Candelaria y el 6 de
diciembre remitió una comunicación al Gobernador del Paraguay,
exhortándolo al acatamiento de la Junta de Buenos Aires, pero
conteniendo conceptos de verdadero ultimátum en caso de no ser
aceptado. También dirigió oficios al Cabildo, al Obispo del Paraguay y al
Comandante Thompson, con idénticos propósitos. Para entregar estas
comunicaciones, Belgrano designo a su secretario, el Sargento Mayor
Ignacio Warnes, quien recibió un trato bastante duro por parte de los
paraguayos y fue tomado prisionero.
Mientras tanto, Belgrano intentaba proveerse de los medios para pasar el
río, dado que los paraguayos habían requisado todas las embarcaciones.
Construyeron 4 botes de cuero y al saberse que en Cáraguatá se había
estado construyendo una nave quemada por los paraguayos, Belgrano se
dirigió al lugar y logro reunir varias canoas y balsas para transportar hasta
60 hombres. En una de las balsas colocó un cañón. El 15 de diciembre
liberaron a Warnes que navegó río arriba observando sitios para poder
efectuar el cruce.
88
El 17 de diciembre, Belgrano decidió, al no recibir noticias de sus oficios,
responder las hostilidades paraguayas, utilizando el paso por Candelaria.
Antes de atacar al enemigo, les hizo avisar a gritos que iba a probar un
cañón a través del río y que se apartarán. Los paraguayos se retiraron y se
efectuaron varios disparos.
El día 18, al no establecer comunicación con la otra orilla, Belgrano decidió
forzar el paso y arengó a su tropa, los hizo embarcar y realizó un ensayo
con el fin de probar la capacidad de las embarcaciones y distribuir a sus
hombres para el día siguiente. A las diez de la noche se presentó el
baqueano Antonio Martínez que propuso cruzar el río con 10 hombres y
sorprender al enemigo. Aceptada la operación se presentaron 10
voluntarios, además de los sargentos Rosario Ábalos y Evaristo Bas.
Siendo las once de la noche la patrulla cruzó el río en tres canoas
pequeñas y sorprendió a la guardia enemiga, tomándole una canoa y dos
prisioneros. Martínez envió las cuatro canoas y los prisioneros al cuartel
de Belgrano y le informó que podía desembarcar donde él lo había hecho.
Tras el éxito logrado por la patrulla, Belgrano alistó sus 700 hombres y
comenzó el embarque a las dos y media de la mañana del día 19. Para
cruzar el río había primero que remontar cerca de una “legua y media”
para anular el efecto de la corriente rápida. El cruce se efectuó sin
contratiempos y al amanecer Belgrano le envió a Warnes la orden para
reunir a la gente. En un bote de cuero se encontraban varios entusiastas
patriotas como Manuel Artigas, Gerónimo Helguera, Juan Espeleta, Juan
Mármol y otros. Haciendo pie en la orilla atacaron a la avanzada
paraguaya, con sólo 30 hombres y soportando el fuego de la artillería
paraguaya, realizaron una excelente defensa. Los paraguayos se
desconcentraron y suponiendo que el ataque era mayor, se retiraron
dejando abandonadas tres piezas de artillería. El cruce del río estaba
asegurado y Belgrano continuaba la operación embarcando artillería y
pertrechos.
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El Comandante Thompson situó su cuartel general en Itapirú (hoy
Encarnación), pero al acercarse los patriotas con los efectivos
desembarcados se retiró. Debido al mal estado de los caminos, Belgrano
embarcó la tropa que estaba en Campichuelo, en balsas y canoas y los
desembarcó en el río Tacuarí. Belgrano se embarcó en Ytapuá y navegó
aguas arriba por el río Tacuarí, estableciendo su cuartel el día 25 de
diciembre de 1810. Lo acompañaban embarcados en balsas y canoas
tomadas en Ytapuá, 100 patricios, la compañía de Arribeños, más de 40
hombres de caballería y 2 cañones. Era la Navidad de 1810.
Gran parte del ejército de Belgrano hizo el recorrido de Candelaria,
Campichuelo e Itapuá a Tacuarí por vía fluvial. Las carretas, con los
pertrechos y municiones lo hicieron por tierra. El gran bote de cuero era
transportado sobre ruedas tiradas por ocho yuntas de bueyes y prestó
grandes servicios desde Tacuarí.
Cabe consignar que se considera a esta como “una de las más notables
operaciones que registra la historia militar argentina”, dado que se
realizó con medios improvisados, desconcentrando al enemigo y sobre un
río caudaloso.
El repaso del río Paraná por las tropas de Belgrano, luego de sus
legendarios combates de Paraguiarí y Tacuarí sembró la semilla
revolucionaria entre los paraguayos, a mediados de mayo de 1811
La adhesión del interior a la causa revolucionaria no se produce
inmediatamente dado que varios factores, tanto políticos como
económicos, derivados de la situación geográfica de Buenos Aires, hacen
que ésta se vea favorecida con las ventajas del comercio libre. Entre
tanto, las provincias del interior siguen siendo gobernadas por las
autoridades virreinales, que habían sido previamente informadas por los
revolucionarios. El ideal de la independencia, ha quedado oculto por el
sometimiento a Fernando VII, que imponían las circunstancias políticas.
Recordemos que recién a fines de junio son depuestos en Buenos Aires,
los funcionarios españoles que querían reconocer la legalidad del Consejo
90
de Regencia en Cadiz, y hasta el mismo Virrey Cisneros insta a las
autoridades del interior a desconocer al nuevo gobierno.
Por otra parte, existe un fuerte espíritu localista, favorecido por las
grandes extensiones y los ineficientes medios de comunicación. Los
principales centros de resistencia a la Junta están en el Alto Perú, Córdoba
y la Banda Oriental, quienes reconocían al Consejo de Cadiz y en el
supuesto caso de poder llegar a coordinar sus acciones hacían peligrar la
Revolución. Recién en setiembre de 1810 es reconocido por más de veinte
ciudades y pueblos.
DETALLES DE LA CAMPAÑA AL PARAGUAY
La Junta de Buenos Aires envía al Coronel José Espíndola a Asunción
otorgándole el cargo de Comandante General de Armas del Paraguay. Esta
designación causa indignación general entre los paraguayos. El 24 de julio
un Cabildo Abierto reunido en Asunción dispone el juramento como
legítimo soberano a Fernando VII y desconocer a la Junta Provisional de
Buenos Aires. Para atender la defensa del territorio, constituye una Junta
de Guerra a cargo del gobernador Bernardo de Velazco, quien
inmediatamente pasa a requisar armas para formar un ejército, tanto en
los pueblos de Misiones como de la otra banda del Paraná. De esta forma
quedan acantonadas tropas de observación sobre los ríos Paraguay,
Paraná y Uruguay.
Ante esta situación, la Junta Provisional adopta una serie de disposiciones,
con la idea de neutralizar las acciones de los realistas y en agosto hace la
última advertencia a las autoridades de Asunción:
“… requiere a V.S. por última vez que se una a la capital, que deje obrar al
pueblo libremente, que reconozca la dependencia establecida por las leyes,
y que promueva la reunión del Diputado, para la celebración del Congreso
que debe tranquilizar a las Provincias. Si V.S. persiste en su pertenencia,
será responsable ante Dios y el Rey de los males que se preparan…”.
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Los distintos pueblos de Misiones, que se encuentran dentro de la
jurisdicción de la independencia del Paraguay, reconocen a la Junta y su
Comandante de Armas, Coronel Tomás de Rocamora, y solicita pasar a
depender de Buenos Aires. Esto se concreta el 16 de setiembre, con lo
cual se cierra toda comunicación con el territorio Paraguayo.
Entretanto, el 4 de setiembre, la Junta le encomienda a Manuel Belgrano
la misión de proteger a los pueblos, perseguir a sus invasores y poner el
territorio en la obediencia y tranquilidad. Le otorga, como representante
de la Junta, la jerarquía de General en Jefe de la Fuerzas destinadas a la
Banda Oriental. Pero dieciocho días más tarde se le ordena que proceda a
someter tanto a los paraguayos, como a Santa Fe y Corrientes. Años
después en sus Memorias Belgrano escribiría:
“La Junta puso las miras en mí, para mandarme con la expedición
auxiliadora, como representante y general en jefe de ella; admití, porque
no se creyese que repugnaba los riesgos, que solo quería disfrutar de la
capital, y también porque entrevía una semilla de división entre los
mismos vocales, que yo no podía atajar, y deseaba hallarme en un servicio
activo, sin embargo de que mis conocimientos militares eran muy cortos…
expedición que solo pudo caber en unas cabezas acaloradas que solo veían
su objeto y a quienes nada era difícil, porque no reflexionaban ni tenían
conocimientos… Se creía que allí –en el Paraguay- había un gran partido
por la revolución, que estaba oprimida por el gobernador Velazco y unos
cuantos mandones, y como es fácil persuadirse de lo que halaga se prestó
crédito”.
Belgrano parte de Buenos Aires hacia Santa Fe al día siguiente de su
designación. En la Bajada (Paraná) organiza su pequeño ejército de 200
hombres, tomados de los cuerpos de Granaderos de Fernando VII,
Arribeños, Pardos y Morenos a los que se agregan el regimiento de
Caballeros de la Patria (nueva denominación de los Blandengues de la
frontera), una compañía de los Blandengues de Santa Fe y las milicias de
Paraná. Forma las milicias patrióticas de Entre Ríos para proteger a
Gualeguay, Gualeguaychú y Arroyo de la China ante cualquier amenaza
92
española. Unos 900 hombres que no tiene preparación militar “los más
huyen la cara para hacer fuego”, dice Belgrano a la Junta y agrega con
relación a las armas que llevan “… a los tres tiros quedan inútiles”.
Belgrano continúa rumbo a Santa Fe, previamente destaca 400 hombres al
mando de Juan Ramón Balcarce, a la Bajada del Paraná, mientras que Juan
Angel Michelena toman Arroyo de la China para defender la costa
uruguaya amenazada por Montevideo.
A pesar del mal tiempo, Belgrano ingresa en Santa Fe el 1ro de Octubre y
escribe: “A pesar de ser la noche oscura y del mucho barro que había en la
calles oí vivas y aclamaciones del pueblo que descubren claramente los
sentimientos de que están animados y el respeto y obediencia que
prestan”
El gobierno patrio es reconocido por los santafecinos que le entregan
pertrechos, auxilios, 600 caballos y 12 carretas. Belgrano se interesa por
algunos problemas de la ciudad que luego informa a la Junta. Uno de los
graves problemas era el gran ausentismo en la escuela: “Los medios que le
dicte la prudencia para que no se distraigan los estudiantes de las aulas, a
que por su tierna edad deben dedicarse con intervención de sus padres, a
quienes llamará a la mayor brevedad, para amonestarlos, con el objeto de
que no se separen a sus hijos de una instrucción que es tan propia y de
tanto provecho para la juventud”, para lo cual solicita al Cabildo que
arbitre los medios para solucionar el problema.
Como vemos responsabiliza a los padres de la vagancia infantil
instándolos, a través del Ayuntamiento, a que logren una cultura
adecuada, no solo en su beneficio, sino también de la Patria.
Entre los donativos que recibe Belgrano, se encuentra el de Doña Gregoria
Pérez quien le extiende una nota poniendo a su disposición: “… haciendas,
casas y criados, desde el río Feliciano hasta el puesto de las Estacas, en
cuyo trecho es V.E. dueño de mis bienes, para que con ellos pueda auxiliar
al ejército de su mando, sin interés alguno…”. Belgrano organiza su
93
ejército y designa a José Díaz Vélez comandante de Entre Ríos, mientras
abriga la idea de que tanto Uruguay como Paraguay se sumen a su gesta.
El 7 de noviembre llega a CuruzúCuatiá y procede a la fundación de los
pueblos de “Nuestra Señora del Pilar” y “Mandisoví” y escribe: “En los
ratos que con bastante apuro me dejaban mis atenciones militares para el
apresto de todo, disciplina del ejército, sus subsistencias y demás, que todo
cargaba sobre mí, hice delinear el nuevo pueblo de Nuestra Señora del
Pilar de CuruzúCuatiá, expedí un reglamento por la jurisdicción y aspiré a
la reunión de población, porque no podía ver sin dolor, que las gentes de la
campaña viviesen tan distantes unas de otras lo más de su vida, o tal vez,
en toda ella, estuviesen sin oír la voz de su pastor eclesiástico, fuera del ojo
del juez, y sin un recurso para lograr educación”.
Es así que manda a Domingo Brugus a delinear las calles, señala la cuadra
para el cementerio, hace construir una escuela e iglesia y ordena que de la
venta de los solares, se tome un fondo para el sostenimiento de escuelas.
Provee, además, todo lo necesario para el orden y la seguridad de sus
habitantes, obligando a los hacendados de la jurisdicción a que levantaran
su casa en el pueblo. Belgrano a su paso, imparte los beneficios de la
civilización, mientras aumenta el número de sus fuerzas y pertrechos
militares, y dota a su tropa de una férrea disciplina, siendo implacable con
quienes trasgreden las reglas: “… iba yo en marcha recorriendo las
divisiones del ejército para observar si se guardaban mis órdenes y si todo
seguía del modo que me había propuesto… de modo que los jefes
ignoraban cuando estaría con ellos, y su cuidado era extremo, y así es que
en camino, logré establecer la subordinación de un modo encantador, y sin
que fueran precisos mayores castigos ”. Pero los tuvo que imponer: “Había
principiado la deserción, principalmente en los de Caballería de la Patria, y
habiendo yo mismo encontrado dos, los hice prender con mi escolta y
conducirlos hasta el punto de CuruzúCuatiá, donde luego se reunió el
ejército los mandé pasar por las armas con todas las formalidades de
estilo, y fue bastante para que ninguno se desertase”.
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Mientras Belgrano avanza con su ejército, expide una proclama dirigida a
los naturales de Misiones, y hace distribuir algunas copias en el Paraguay,
donde anuncia que acude a restituirles sus derechos de libertad,
prosperidad y seguridad, de los que han sido privados durante tanto
tiempo y les advierte a fin de desvirtuar la versión que le atribuye el
propósito de oprimirlos: “… así como trabajaré por nuestra utilidad y
provecho… del mismo modo descargaré la espada de la justicia sobre
vosotros, si olvidados de lo que debéis a la Patria, al rey y vosotros
mismos, siguiereis las huellas de esos mandatarios…”
Hacia fines de noviembre el pequeño ejército va con dirección noroeste,
sin poder eludir el paso del río Corrientes, que vadean a nado con gran
dificultad. En tres días avanzan a lo largo de su curso hasta Yaguareté-
Corá, a través de un camino difícil, de senderos inundados, con fuertes
calores y bajo una lluvia torrencial. Flanqueando la laguna de Iberá y
atravesando los numerosos esteros que desaguan en ella, continúa la
marcha hasta enfrentar la isla de Apipe o sea hasta la costa en San
Gerónimo. Cruzan el Paraná y llegan a Santa María de la Candelaria.
Frente a esta población, sobre la costa paraguaya, está el Comandante
Pablo Thompson con 500 hombres, con quien Belgrano intenta un
armisticio. Entretanto, juzga conveniente enviar oficios al Gobernador, al
Cabildo y al Obispo de Asunción, invitándolos a someterse a la Junta
Provisional Gubernativa y designar diputado para el Congreso General.
Belgrano escribe al Gobernador: “Traigo conmigo la persuasión y la fuerza
y no puedo dudar que V.S. admita la primera, excusando la efusión de
sangre entre hermanos, hijos de un mismo suelo, vasallos de un mismo
rey. No se persuada V.S. en entusiasmo, porque defienden la causa de la
Patria y del Rey, bajo los principios de la sana razón”.
Ignacio Warnes es el portador de los oficios, pero es detenido por el
comandante de las fuerzas paraguayas Fulgencio Yegros quien
desconociendo tanto el carácter parlamentario como las leyes de guerra,
lo envía con barra de grillos a Asunción. Belgrano intenta acercamiento
95
con los paraguayos quienes rechazan las premisas revolucionarias
impuestas por la fuerza.
Belgrano da por finalizado el armisticio el 17 de diciembre y le informa al
comandante Thompson, acampado en Itapuá, el inicio de las hostilidades.
Las primeras partidas muestran a los paraguayos abandonando sus
lugares y pertrechos con el objeto de atraer a Belgrano hacia el centro de
la provincia. Belgrano escribe a la Junta: “… no encuentro a los enemigos,
todo lo van dejando franco, sin duda se han refugiado hacia la ciudad
donde se fortifican”
Estos resultados favorables infunden ánimo a los soldados patriotas que
inician la marcha hacia Asunción hasta ubicarse a orillas del río Tacuarí,
alejándose de su base de operaciones que se hallaba en Candelaria, para
internarse en un medio terriblemente inhóspito, lleno de pantanos, selvas
y esteros. En Tacuarí, precisamente el 30 de diciembre de 1810, Belgrano
redacta el “Reglamento para los naturales de Misiones”, mostrando una
vez más su preocupación por mejorar las condiciones sociales de los
naturales:
“… he venido en determinar los siguientes artículos, con que acredito que
mis palabras no son las del engaño… con que hasta ahora se ha tenido a
los desgraciados naturales bajo el yugo de hierro…
1ro Todos los naturales de Misiones son libres, gozarán de sus propiedades
y podrán disponer de ellas como mejor les acomode…
2do Desde hoy les liberto de tributo…
3ro Concedo un comercio franco y libre de todas sus producciones, incluso
la del tabaco…
4to Respecto a haberse declarado en todo iguales a los españoles que
hemos tenido la gloria de nacer en el suelo de América les habilito para
todos los empleos civiles, políticos, militares y eclesiásticos…
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8° En atención en que nada se haría con repartir tierras a los naturales, si
no se les hacían anticipaciones así de instrumentos para la agricultura,
como de ganados para el fomento de las crías, ocurriré a la exelentísima
Junta, para que abra una subscripción para el primer objeto… “
Este documento traduce el pensamiento revolucionario de Belgrano, que
le entrega a Misiones una Constitución para el gobierno de su pueblo.
LA BATALLA DE PARAGUAY
El 15 de enero Belgrano y su Estado Mayor, llegan a orillas del arroyo
Ibañez donde puede observar a las fuerzas paraguayas que divididas en
tres divisiones alcanzaban a un total de 7.000 hombres, cuando las fuerzas
patriotas contaban con sólo 600. La lucha se inicia en la madrugada del 19
con el avance de la primera línea patriota al mando de Machain y la
segunda del capitán Gregorio Perdriel.
Pese a la desigualdad de los efectivos la fuerza de la primera ofensiva
logra dispersar el centro enemigo. Algunos oficiales paraguayos, entre
ellos Velazco, se dan a la fuga. Ante esta situación se descuidan los
flancos por la persecución a los dispersos y se malogra la victoria. Las
fuerzas de reserva de los enemigos atacan a la avanzada patriótica, pero
Belgrano logra organizar la retirada, y escribe a la Junta: “Estoy convencido
de que este país no quiere perder los grillos, aunque me persuado que con
el tiempo llegará a convencerse de los erros en que está contra nuestra
justa causa”.
En su retirada a Santa Rosa, Belgrano recibe el nombramiento de Brigadier
General pero continúa apelando a los recursos diplomáticos a fin de
alcanzar una conciliación pacífica con los paraguayos, a quienes les hace
llegar varios números de “La Gaceta” y su manifiesto del 18 de diciembre,
donde entre otras cosas dice:
“Nobles paraguayos, paisanos míos: el ejército de Buenos Aires no ha
tenido otro objeto en su venida, que el de libertaros de la opresión en que
estáis, que elijáis vuestro diputado para el congreso y, mientras, quitaros
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el servicio inicuo de las milicias, y poner un comercio franco de vuestras
producciones, incluso la del tabaco… pero con dolor he sabido por vuestros
compatriotas que están padeciendo a causa de aspirar por su libertad,
que el gobernador Velazco con los europeos, como le llamáis, matuchos,
os tienen engañados y os conducen a los estragos de la guerra civil por su
interés particular… abrid los ojos, creed que el ejército es de amigos y
paisanos vuestros, que tienen la misma religión, el mismo rey Fernando,
unas mismas leyes y un mismo idioma…”.
Pone en libertad a los prisioneros y escribe a la Junta: “Muchas cosas me
influyeron a seguir la máxima de tratar bien a los prisioneros paraguayos,
darles libertad, incluyendo en ellos un europeo y un hijo de esa capital:
entre ellas la consideración de los nuestros en poder de los insurgentes; el
que impuesto de nuestra causa podrían hablar a los suyos y, sobre todo,
que es ajeno de mis sentimientos el terror, por más que se me arguya para
adoptarlo…”
La oposición del pueblo paraguayo a las fuerzas de Belgrano es unánime
en virtud de una instintiva actitud localista. Belgrano recibe a fines de
febrero, en calidad de parlamentario a un oficial de Cavañas, llamado
Antonio Thomas Yegros, a quien Belgrano le advierte que el origen de
aquella guerra debe hallarlo en el aspirar de los pueblos de América a
gozar de los derechos que tienen los de España, “y esto no lo consentirá
jamás nuestro gobierno, ni los que dependemos de él, aunque perdamos
nuestra existencia en la demanda”.
Los paraguayos toman posición de batalla a principios de marzo con una
división de 2000 hombres y 6 piezas de artillería. La Junta Provisional de
Buenos Aires, respondiendo al pedido de auxilio de Belgrano, crea la
primera escuadrilla naval al mando de Juan Bautista Azopardo. Este
remonta el Paraná pero una flota realista le da alcance en San Nicolás, los
derrota el 2 de marzo.
Los paraguayos atacan a los 600 hombres que estaban al mando de
Belgrano y a pesar de la heroica resistencia son vencidos y nuestro
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patriota opta por capitular: “… habían ido a auxiliar y no a conquistar el
Paraguay; pero, puesto que rechazaban con la fuerza a sus libertadores,
había resuelto evacuar la provincia, repasando el Paraná con su ejército,
para lo cual proponía una cesación de hostilidades que contuviese para
siempre la efusión de sangre entre hermanos”.
ANDRESITO
Andrés Guacurarí, también conocido como Andresito o Andresito Artigas
nació en Santo Tomé el 30 de noviembre de 1778.
Algunos historiadores afirman que podría haber nacido en San Francisco
de Borja, actual São Borja. Se lo considera uno de los primeros caudillos
federales de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Gobernó entre 1811
y 1822 la Provincia Grande de las Misiones, que incluía territorios de
países hoy limítrofes de Argentina como Brasil y Paraguay.
Fue uno de los más fieles colaboradores del General José Gervasio
Artigas, militar federalista del noreste argentino, quien lo apadrinó; por lo
que llegó a ser llamado "Andresito Artigas". Era de familia guaraní, lo cual
(de no haber mediado su amistad con Artigas) le hubiera excluido de la
oficialidad de la época por la poca consideración social que los integrantes
de la población originaria merecían entonces. Sin embargo, recibió una
formación nada común reflejada en la redacción de sus proclamas en tres
idiomas: español, portugués y guaraní.
Formó parte de la generación posterior a la actividad desplegada por los
Jesuitas, clérigos de La Compañía de Jesús durante su prédica del
Evangelio esparcidos en los actuales territorios de Misiones (Argentina),
Itapúa (Paraguay) y Grande do Sul (Brasil), pueblos que se encontraban en
un momento de esplendor económico, social y cultural, lograda una
convivencia pacífica y autosuficiente basada en el trabajo de la tierra y la
solidaridad, cuando el Rey de España, Carlos III, ordenó su expulsión de
todos sus dominios.
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Fueron estos pueblos rezagados de aquella singular organización social
quienes quedaron en una desprotección absoluta ante el abandono de
“los hijos de San Ignacio de Loyola” como se los llamaba a los integrantes
de La Compañía de Jesús.
Por ello el gran mérito de Andrés Guacurarí reside (desde una mirada en
retrospectiva) en que sólo él pudo a través de sus valores personales guiar
a su gente, incluso empuñando las armas en defensa de su tierra y su
cultura, avasallados como se encontraban sobre todo por fuerzas luso
brasileñas que en esa época atacaban la región en busca de mano de obra
esclava para ser usada en las bandeiras, en territorios tan lejanos y con un
destino impregnado sólo de la fatalidad.
Si bien los guaraníes habían aprehendido naturalmente la religión católica
llevando como estandarte la no violencia, llegado ese momento crucial de
la necesidad de responder con firmeza y con igual saña al atacante, este
pueblo de aborigenes mansos y trabajadores finalmente supo presentar
batalla.
En esta situación la persona de Guacurarí se erigió en un líder nato y
efectivo que luchó con gran fervor, ahínco y sabiduría pues sus acciones
no solo repelieron al invasor sino que también cuando se presentó la
disyuntiva entre unitarios y federales, aquella espina ideológica que
obstaculizaba la futura unión argentina en una sola patria con varios
estados federales, Andrés Guacurarí supo también elegir la opción que
finalmente favorecería su región como una porción más del tremendo país
que Argentina llegó a ser.
Se puede decir que Guacurarí participó de todas las luchas por la
Independencia Argentina adquiriendo verdadero protagonismo histórico
cuando en 1811 se sumó a las tropas del General Manuel Belgrano en el
intento de libertar al Paraguay de los realistas, luego lo acompañó hasta la
Banda Oriental con el mismo objetivo y cuando el Creador de la Bandera
Argentina fue suplantado por el unitario José Rondeau, Guacurarí decidió
adherir a los federales liderados por José Gervasio Artigas.
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EL TAMBOR DE TACUARÍ
El heroísmo de Pedro Ríos, un niño de 12 años acompañó a Belgrano en
la Expedición al Paraguay, dando muestras de valentía y patriotismo.
Pedro Ríos era un niño nacido en Yaguareté-Corá, que significa “corral de
tigres” en guaraní , actual ciudad de Concepción. Este es uno de los
pueblos más antiguos de la provincia de Corrientes, fundado en 1796.
Contaba con 58 pobladores. 32 españoles y 26 nativos.
En 1810, el entonces coronel Manuel Belgrano se encontraba al mando de
la Expedición Libertadora del Paraguay, enviada por el gobierno de la
Junta Gubernativa.
En la mañana del 26 de noviembre de 1810 se produjo la entrada del
Ejército de Belgrano en Concepción. Belgrano ingreso por las calles del
pueblo acompañando por parte de su plana mayor, se dirigió a orar a la
capilla del Curato de San Roque, se arrodilló ante el patrono de Yaguareté-
Corá que era entonces San Francisco de Asís. Al abandonar el oratorio
para ir a visitar la escuela de primeras letras del pueblo, se encontró en el
atrio con varios paisanos, que le solicitaron ingresar a las filas del ejército
patriota, encontrándose entre ellos un niño de 12 años, Pedro Ríos, quien
pedía insistentemente entrar al Ejército. Belgrano dudo al principio de
llevar a ese niño a una expedición militar, pero el propio padre, llamado
Antonio Ríos dijo: “No solo doy mi consentimiento, sino también ruego
que lo acepte, porque yo, con mis 65 años de existencia, soy un hombre
anciano y la entrega de mi hijo es la única ofrenda que puedo hacer a la
Patria”.
El comandante Celestino Vidal, que llegó a ser luego general, hombre
medio ciego, le solicito a Belgrano que aceptara al niño para servirle de
guía y compañero en la campaña Libertadora del Paraguay. Por lo tanto
Pedro Ríos fue incorporado.
101
La marcha del Ejército de Belgrano demandó grandes sacrificios por las
características del terreno, dado que existían numerosos ríos, arroyos,
lagunas, esteros y bosques, que eran difíciles de cruzar por la carencia de
caminos, planos y poblaciones de abastecimiento.
El 19 de diciembre se efectuó el cruce del Alto Paraná para ingresar a
territorio paraguayo. Pedro Ríos no tuvo mucho tiempo para ejercitarse
en el uso del tambor, debido a que batir el parche en la zona enemiga
hubiera significado delatar la posición del ejército a los espías realistas.
La primera intervención de Pedro Ríos se produjo en el ataque al
campamento enemigo de Yuquerí, el 19 de enero de 1811, Batalla de
Paraguari, derrota para las fuerzas patriotas. Pedro Ríos tuvo la misión
junto a 70 soldados y 14 peones de fortificar las carretas del parque de
armas, como también el hospital de campaña. En las escaramuzas de
Itapúa, estuvo lejos de las acciones con el grueso del ejército. En la batalla
de Paraguari, los patriotas lucharon denodadamente, pero el agotamiento
de las municiones contribuyó a que sufrieran la primera derrota en
territorio paraguayo. Pudieron retirarse en orden y fortificarse en las
proximidades del río Tacuarí.
Cuando Belgrano advirtió que 120 de sus hombres quedaron encerrados
en la capilla de Paraguari, ordenó tocar reunión para auxiliarlos,
produciéndose el bautismo de Pedro Ríos como tambor. En la batalla de
Tacuarí, que tuvo lugar el 9 de marzo de 1811, se destacó la figura de
Pedro Ríos. Fue guía del comandante Celestino Vidal mientras batía los
parches de su tambor.
En pleno desarrollo de las operaciones bélicas, fue alcanzado por dos
proyectiles de fusil en el pecho, cayendo herido de gravedad y falleciendo
minutos después en el campo de batalla. El general Vidal decía hacia el
final de su vida: “Lo recuerdo y me estremezco. Me parece estar viéndolo
impasible avanzar a mi lado. Yo lo he visto caer y abandoné la lucha para
socorrerlo. Murió de dos disparos en el pecho. Estoy seguro de que su
102
muerte fue mi salvación, porque al detenerme, no caí como cayeron casi
todos los del ala donde estábamos nosotros”...
La expedición auxiliar a Paraguay ha fracasado en su aspecto militar, pero
las cualidades políticas de Belgrano hicieron germinar en muchos
paraguayos la doctrina revolucionaria: “Habrá desde hoy, paz, unión,
entera confianza, franco y liberal comercio de todos los frutos de la
provincia; incluso el tabaco con el río de la Plata y particularmente con la
capital de Buenos Aires”.
El intercambio de emisarios es permanente y la correspondencia de
Belgrano se extiende a otros jefes paraguayos: “Es preciso conocer a los
países –decía-, si yo hubiera conocido al Paraguay no se hubiera
derramado una gota de sangre”.
La prédica de Belgrano comienza a dar sus frutos, un movimiento
encabezado por los criollos se extiende por toda la provincia y el 14 de
mayo de 1811, un grupo de revolucionarios ocupan los cuarteles de
Asunción. El gobierno de Velazco es reemplazado por una Junta
Gubernativa de cinco miembros.
BELGRANO TRADUCTOR DE WASHINGTON
Uno de los documentos fundamentales de la historia de los Estados
Unidos de Norte América es el FarewelAddress, el mensaje o discurso de
despedida, el adiós, dirigido por Jorge Washington al hacer entrega del
poder a su sucesor John Adams. Washington acaba de cumplir su segundo
período presidencial después de haber encabezado los ejércitos
libertadores de su Patria y haber sido uno de sus organizadores
constitucionales.
Fatigado de la vida pública y sintiendo que sus fuerzas comenzaban a
flaquear, había resuelto retirarse a la vida privada, pero antes de hacerlo
tuvo la necesidad de hablar a su pueblo, dejar un documento de
103
despedida, una especie de testamento político, las conclusiones de su
experiencia y el mensaje de sus convicciones democráticas.
El FarewellAddress fue publicado en los Estados Unidos el 17 de setiembre
de 1796. Recién en el año 1805 el Dr. Manuel Belgrano lo conoció. El
norteamericano David Curtis de Forest, pintoresco amigo suyo que luego
de la Revolución de Mayo habría de hacerse argentino, se lo hizo conocer.
La lectura del adiós entusiasmo a Belgrano y desde el primer momento
pensó que ese documento debía ser conocido por todos los americanos.
¿Pero cómo difundirlo, cómo hacerlo llegar a los pueblos? No bastaba con
traducirlo era necesario imprimirlo en gran cantidad de ejemplares para
poder distribuirlos, pero la falta de fondos y la carencia de imprenta como
también la severísima vigilancia ejercida por las autoridades españolas en
torno a cualquier clase de publicaciones y muy especialmente a la
literatura política era considerada subversiva. La sola lectura de la
constitución de los Estados Unidos estaba prohibida en todas las colonias
españolas.
Estas dificultades desanimaron a Belgrano y se limitó a hablar del
documento con sus amigos para hacerlo conocer a los pocos que sabían
inglés. Los acontecimientos vividos en el país lo distrajeron
momentáneamente del asunto.
Producida la Revolución de Mayo, el Dr. Manuel Belgrano, por imperiosas
necesidades del momento, es convertido de la noche a la mañana en
militar para conducir las menguadas y desorganizadas unidades para
marchar hacia el Paraguay.
Durante el desarrollo de la campaña vuelve a su pensamiento el viejo
proyecto de hacer conocer a los pueblos el adiós de Washington. Él lo
juzga un excelente instrumento para la preparación política de las gentes y
sin pérdida de tiempo inicia la tarea de su traducción. Está a punto de
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darle fin en su tienda de campaña la noche antes de la batalla de Tacuarí.
Pero al día siguiente, cercado por el enemigo, temeroso de una derrota
que hiciera caer en mano de los realistas algunas cartas comprometedoras
de sus agentes patriotas en Asunción, ordena a su edecán que queme
todos sus papeles antes de entrar en batalla.
La traducción del Address, la primera, se perdió así en aquel prudente
acto de fe. Pero Belgrano no era hombre de abandonar un proyecto.
Ahora que el poder estaba en manos de los patriotas, y no había tiranía
que impidiera la difusión en América de la literatura política necesaria a
los intereses de la Revolución, no iba a dejar de realizar su viejo sueño.
Cuando de vuelta en Buenos Aires, se le ordena partir de nuevo para
hacerse cargo de la jefatura del Ejército del Norte, el proyecto vuelve a
bullir en su cabeza.
El 2 de febrero de 1813 a orillas del Río Pasaje, da término a la segunda
traducción del adiós. El gobierno de la Revolución autorizó su publicación
y bajo sus auspicios se hicieron miles de ejemplares para ser distribuidos
en toda América.
Uno de esos ejemplares –el único del que hay noticias- se halla en la
biblioteca del Parlamento en Washington. Es la única traducción al
español del documento dado como testamento político del primer
presidente de los Estados Unidos.
Hay una fascinación especial en especular en los pasajes que Belgrano
sintió tan hondamente que escribió “paisanos míos… a cuantos piensen en
la felicidad de la América…”, exhortándolos a que leyeran y reflexionaran
en el consejo de “ese gran hombre… que se había dedicado de todo
corazón a la libertad y felicidad de su patria…” para que transmitiera esas
ideas a sus hijos… si les tocaba la suerte de trabajar por la libertad de
América”.
105
Él compartía el anhelo, apasionado de Washington por la unidad.
Comprendían ambos que las rencillas entre los estados, o provincias,
debían evitarse a fin de que sus países pudieran ser suficientemente
fuertes para mantenerse por sí libres e independientes. “También os es
apreciable en el día de la unidad de gobierno, que os constituye una
nación”, escribió Washington (para seguir haciendo uso de la versión de
Belgrano). “y á la verdad justamente la apreciáis; pues es la columna
principal del edificio de vuestra verdadera independencia, el apoyo de
vuestra tranquilidad interior, de vuestra seguridad, de vuestra prosperidad
y de esa misma Libertad que tanto amáis”. Añadió luego: “Pero como es
fácil prever, que por diferentes motivos… se trabaje con mucho empeño…
para debilitar, en vuestro concepto, el convencimiento de esta verdad:
siendo este el punto de vuestro baluarte político contra el cual se han de
dirigir con más constancia y actividad las baterías de los enemigos
interiores y exteriores (aunque muchas veces oculta e insidiosamente…)”
Tanto Belgrano como Washington percibieron el ominoso augurio de
discordancias internas y su peligro inminente. Su propio país, no liberado
todavía, estaba dividido en facciones en las distintas provincias.
Felizmente para él, no vivió lo suficiente para experimentar en carne
propia los años de las luchas intestinas. Washington también, se libró del
horror de la guerra civil.
En su “Introducción” Belgrano dice de Washington: “Hablo con cuantos
tenemos, y con cuantos puedan tener la gloria de llamarse americanos,
ahora, y mientras el globo no tuviese otra variación”. En las palabras de
Washington: “El nombre de los americanos que nos pertenece… siempre
debe excitar un justo orgullo patriótico, más que cualquier otro nombre,
que derive de los lugares en que habéis nacido”. No meramente
virginianos, ni neoyorquinos, ni nombres de Pensilvania. Juntos habéis
peleado y triunfado por una causa común: la independencia y la libertad
que penséis”, recuerda Washington, “es la hora de vuestros consejos, de
106
los peligros, de los sufrimientos y de las ventajas comunes, que en Unión
habéis conseguido”.
El documento es extenso. Abarca el prodigioso campo de la defensa, el
comercio, las finanzas y los problemas internos, sin dejar de analizar su
política exterior. Es importante destacar el complicado escenario
internacional de fines del siglo XVIII y la indigencia económica de las
débiles Trece Colonias. Europa se debatía en el tumulto mientras Francia e
Inglaterra estaban en guerra y en el continente norteamericano restaban
la posesiones de las potencias europeas, como Francia, Inglaterra y
España. “No puede haber error mayor –decía Washington- que esperar o
contar con favores verdaderos de nación a nación. Es una ilusión, que la
experiencia de curar, que justo orgullo debe arrojar”.
Consciente de la generosidad de Belgrano hacia la instrucción pública y su
honda fe religiosa este pasaje debe haber tocado toda una fibra íntima en
el corazón de este patriota: “Promoved, pues, como un objeto de gran
importancia, las instituciones para que se difundan los conocimientos. Es
esencial –escribió Washington- que la opinión pública se ilustre en
proporción de la fuerza que adquiere por la forma de gobierno” y “la
religión y la moral son apoyos indispensables de todas las disposiciones y
hábitos que conducen á la prosperidad pública. En vano reclamaría el
título de patriota el que intentase derribar estas grandes columnas de la
felicidad humana…”
“Cuando os ofrezco paisanos míos –expresó en su mensaje- estos consejos
de un viejo y apasionado amigo, no me atrevo á esperar que hagan una
impresión tan duradera como quisiera, ni que tengan el curso común de
las pasiones, ó impidan que nuestra nación experimente el destino que han
tenido hasta aquí las demás naciones, pero sí puedo solamente
lisonjearme… que alguna vez contribuyan á moderar la furia del espíritu
del partido, á cautelaros contra los males de la intriga extranjera, y
preservaros de las imposturas del patriotismo fingido…”
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Decía Belgrano en la Introducción del documento: “Un conjunto de
sucesos que no estaban al alcance nuestro, pues vivíamos sabiendo
únicamente lo que nuestros tiranos querían que supiésemos, nos trajo la
época deseada, y por una confianza que no merecía, mis conciudadanos
me llamaron a ser uno de los individuos del gobierno de Buenos Aires, que
sucedió a la tiranía”.
Hubiera sido interesante compararlo con el proyecto corregido, del que
Belgrano escribe: “Para executarla con más prontitud me he valido del
americano Dr. Redhead, -su médico personal- que se ha tomado la
molestia de traducirla literalmente y explicarme algunos conceptos…”
No debemos olvidar jamás “La gloria de llamarse americanos”, hoy
resuena con renovada promesa por encima del clamor de un mundo
angustiado.
LA CLASE TRABAJADORA
En el país han existido muchos hombres de empresa, merced a cuya
iniciativa se fueron levantando los primeros establecimientos
agropecuarios e industriales que, al amparo de las ventajas naturales del
territorio, alcanzaron rápido y fecundo desarrollo. Pero, también es exacto
que estos hombres, activos y emprendedores tuvieron como punto de
mira siempre el interés personal, la prosperidad de sus negocios y que casi
nunca tomaron en cuenta el grave problema social de los trabajadores
argentinos.
Recordemos sin ir más lejos lo que decía Manuel Belgrano al describir el
cuadro que ofrecía el territorio de Misiones, cuando Europa vivía la etapa
de la revolución industrial y los reglamentos y leyes obreras comenzaron a
esbozarse. En plena selva misionera, Belgrano comprendía ya el dolor
proletariado, la explotación de los trabajadores y buscaba llevarles con
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una reglamentación sencilla y clara, pensaba y redactaba sobre el terreno
las normas que debían protegerlos y ampararlos de la explotación del
feudalismo criollo. Por eso en los fundamentos de aquel reglamento dice a
los pobladores misioneros “que venía a restituirles sus derechos de
libertad, prosperidad y seguridad, de que tantas generaciones estuvieron
privados, sirviendo únicamente para las rapiñas de los que han gobernado,
como está de manifiesto hasta la evidencia, no hallándose una sola familia
que pueda decir: éstos son los bienes que he heredado de mis mayores.
Hasta ahora -agregaba Belgrano en su reglamento- se ha tenido a los
desgraciados naturales bajo un yugo de hierro, tratándolos peor que a las
bestias de carga, hasta llevarlos al sepulcro entre los horrores de la miseria
y la infelicidad que yo mismo estoy palpando con ver su desnudez, sus
lívidos aspectos y los ningunos recursos que les han dejado para subsistir.
Dos siglos después, este mismo cuadro está presente, cuando se habla de
trabajo esclavo, falta de instrucción y muchos trabajadores rurales
padecen enfermedades incurables.
LA BANDA ORIENTAL
La causa revolucionaria comienza a extenderse por toda América del Sur
mientras en Montevideo se concentra uno de los mayores puntos de
resistencia realista. Se reprime a todo sospechoso de adhesión al gobierno
de Buenos Aires, que para evitar una ruptura definitiva, comisiona ante las
autoridades uruguayas al Secretario Juan José Paso, quien fundamenta la
necesidad e importancia de unir esfuerzos para hacer frente al peligro de
una eventual agresión portuguesa. Las gestiones fracasan, pero un grupo
de gauchos producen el llamado “Grito de Asencio” para luchar contra el
dominio hispánico y José Gervasio Artigas será la guía para conducirlos
hacia la libertad.
Los ideales comunes, la confianza y adhesión a Artigas, el prestigio y la
autoridad de Belgrano que los orientales reconocen, se ligan para
posibilitar el éxito de la insurrección. Cuando Belgrano estable su cuartel
109
general en Mercedes cuenta con un ejército de tres mil hombres.
Comisiona a su ayudante Manuel Artigas a sublevar el norte oriental y a
José Artigas en el centro para cercar a Montevideo. Despacha a Venancio
Benavidez para dirigirse sobre Colonia y unirse en Montevideo a las
fuerzas de José Artigas, que logran importantes victorias.
Belgrano escribe a la Junta de Buenos Aries: “… los heroicos patriotas, así
veteranos como milicianos, se empeñan en manifestar su valor y deseo de
sostener la sagrada causa, para conseguir la tranquilidad y conservar
estos dominios libres de toda otra dominación que no sea la de nuestro
Augusto Rey y Señor Don Fernando VII; cada día se estrechan más mis
relaciones, y pronto espero que se concluya el germen de nuestra desunión
y por consiguiente de los males en que nos quieren envolver los hombres
desnaturalizados, enemigos irreconciliables del bien general”.
También se dirige al gobernador de Montevideo Gaspar de Vigodet: “…me
glorifico de no haber engañado jamás a ningún hombre… me hallo pronto
a recibirlo en el seno de la patria, si abandona el partido inicuo de la
guerra civil en que tan infelizmente lo ha envuelto un hombre sin
autoridad, sin representación legítima… Convénzase Ud. de que le hablo
de vedad y que deseo se venga a mí; sus honores, sus distinciones, sus
sueldos, le serán satisfechos y el nombre de un buen español, amante de
su rey Fernando VII y sus legítimos sucesores, no los perderá”.
PROCESO Y ABSOLUCIÓN
El núcleo de oposición a la Junta Grande, estaba constituido por jóvenes
porteños, defensores de los principios democráticos de la Revolución y los
ideales independentistas, sostenidos por Mariano Moreno, cuya obra y
directivas se encaminaban hacia el logro de la emancipación política. A
partir de la incorporación de los representantes del interior al gobierno, la
separación de Moreno y la formación de la Junta Grande, inicia una etapa
de postergación de aquel ideal que Belgrano sostenía, integrando el sector
más decidido del primer gobierno patrio.
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En las noches del 5 y 6 de abril de 1811, se produce en Buenos Aires un
motín de trascendencia política. Es el primer intento de rebeldía contra las
autoridades patrióticas constituidas y el inicio de las luchas intestinas.
Precisamente, una de las peticiones, -la número 13- del movimiento
triunfante establece: “Quiere el pueblo que el vocal don Manuel Belgrano,
general de la expedición destinada al auxilio de nuestros hermanos los
paraguayos, sea llamado y comparezca inmediatamente en esta Capital a
responder a los cargos que se le formen”.
Belgrano contaba con el afecto de los jefes orientales que habían
encabezado la revolución, y había ganado prestigio entre sus pobladores y
contaba, además, con la adhesión del ejército del Alto Perú, que al mando
de Balcarce y Castelli había sido vencedor en la batalla de Suipacha. Con
ese apoyo pudo modificar los acontecimientos en la Banda Oriental y por
su habilidad diplomática los de Paraguay.
Presidida por Cornelio Saavedra, el 22 de abril una Junta de Guerra
acuerda sustituir a Belgrano por José Rondeau en la Banda Oriental.
Nombra segundo jefe a Martín Galaín y al teniente coronel José Artigas,
jefe de las milicias patrióticas. El 2 de mayo Belgrano, desde Zanja Honda
le responde a la Junta: “Tuve mis impulsos de desobedecer y no cumplir la
orden de V.E., fecha 19 del pasado, que recibí a las ocho de la noche; ya
por sus relaciones con el Paraguay, ya con los portugueses, ya con esta
campaña y varias otras que había emprendido con los mismos enemigos;
pero el que se graduase de ambición la falta de cumplimiento por los que
hallan movido al pueblo para que se me llame inmediatamente a
responder los cargos que se me formen, y tal vez se provocase un nuevo
movimiento que a costa de todo sacrificio se debe evitar, me estimuló a
expedir mis órdenes en aquella misma noche, que mandé abiertas a don
José Rondeau, para que se le reconociese por general del ejército al tiempo
de emprender mi marcha al amanecer de este mismo día, y evitar las
reclamaciones que con solo las noticias había entreoído, quitando así de la
vista mi persona, que habría podido acalorarla: pues mis intenciones
jamás fueron exponer a la patria al más mínimo vaivén, sino trabajar para
111
que con la unión logre concluir con sus enemigos y establecer su gobierno,
si es posible en el seno de la tranquilidad”.
Ante esta situación tanto el ejército como las poblaciones orientales
manifiestan en una nota enviada a la junta el 8 de mayo: “¿Qué podríamos
temer teniendo al frente a su digno jefe Don Manuel Belgrano? Nada; su
nombre era pronunciado con respeto hasta por nuestros mismos
contrarios, Montevideo, que en sus papeles públicos tantas veces le había
publicado derrotado y preso por los paraguayos, confesaba tácitamente
que no podía soportar sin susto su cercanía, los portugueses le
respetaban; el Paraguay le temía: nuestras tropas tenían puestas su
confianza y este numeroso vecindario descansaba en sus sabias
disposiciones, con tanto mayor gusto cuanto que habíamos empezado a
sentir sus favorables resultados… Su presencia es uno de los objetos más
interesantes para llenar nuestros vastos designios”.
Entretanto, los jefes y oficiales manifestaban a la Junta: “Los oficiales del
ejército patriótico… hacemos presente que es muy precisa la persona del
señor vocal Manuel Belgrano, a quien consideramos los necesarios
conocimientos para terminar la cuestión de los enemigos de la patria y del
bien común. Nuestros contrarios le temen y le quieren por su rectitud”.
Hacia finales de mayo de 1811, Belgrano llega a Buenos Aires, recién se
cumple el primer aniversario de la Revolución y una vez más
sometiéndose a la voluntad superior, vuelve a acreditar sus valores
morales, honradez y patriotismo. Solicitan su procesamiento sin haberse
formulado cargos y se acuerda llamar por edictos a quienes puedan
formularlos.
El caudillo Tomás Grigena manifiesta a la Junta el 28 de junio: “… con
respecto a los cargos, el Gobierno se los debe formar… así como ejecutaría
en cualquier caso en que no hubiese procedido de oficio en fuerza de
autoridad”.
112
Por su parte, los oficiales que habían participado en la campaña del
Paraguay expresaron: “… que no había un oficial ni un soldado que tuviera
la menor queja que producir contra él”.
A todo esto, estalla la Revolución en el Paraguay, esto se convierte en su
mejor victoria y defensa, por lo que el gobierno porteño lo ve como el
hombre indicado para concertar negociaciones diplomáticas ante los
paraguayos.
No habiéndose resuelto la acusación que todavía pesa sobre él, rechaza
tal designación con estas palabras: “Renunció a todos los trámites; fío mi
defensa a la correspondencia que he tenido con V.E.; la dejo a las
declaraciones de cuantos han presenciado mi conducta, sea los que fueren,
castigados o no por mí: tal es la confianza que tengo de haber procedido
según mi obligación”.
El 9 de agosto de 1811, con la firma de todos los miembros de la Junta, y a
pesar de haber mantenido cierta predisposición acusatoria, declara: “…
que el general Manuel Belgrano se ha conducido en el mando de aquel
ejército, con un valor, celo y constancia dignos del reconocimiento de la
patria; en consecuencia, queda repuesto en los grados y honores que
obtenía…” La Resolución debe ser publicada en “La Gaceta”, “… para
satisfacción del público de este benemérito patriota”.
Finalizado el proceso, Belgrano acepta llevar a cabo la misión diplomática
junto al Dr. Vicente Anastasio de Echevarría, pero Paraguay declara su
autonomía y desvinculación con Buenos Aires. El 12 de octubre se firma
una convención en la que se reconoce al Paraguay la facultad de
gobernarse libremente hasta la reunión del Congreso General de las
Provincias del Río de la Plata, a la que tenía la obligación de enviar
diputados. Lamentablemente, bajo un gobierno dictatorial hasta 1840 se
aísla y abstiene de participar de las guerras de la independencia.
113
COMANDANTE DEL REGIMIENTO DE PATRICIOS
Hacia fines de 1811, Montevideo se consolida como baluarte realista, a
esto se suma el fracaso militar en el Paraguay, a la que se agrega la
derrota de Castelli, en la batalla de Huaqui, con lo cual las fuerzas
patriotas ubicadas en el norte deben retroceder. El triunvirato decide
iniciar una reorganización militar creando un Estado Mayor del Ejército y
el 16 de noviembre de 1811 los regimientos 1ro y 2do se unen pasando a
ser el Nro 1 de Patricios y asume su jefatura el coronel Manuel Belgrano…
“por no ser conforme con las atenciones del señor Brigadier Don Cornelio
Saavedra el desempeño de las obligaciones de este importante cargo”.
Saavedra, es enviado a reorganizar el Ejército del Norte.
Belgrano manifiesta al gobierno: “Procuraré hacerme digno de llamarme
hijo de la patria. En obsequio de esta ofrezco a V.E. la mitad del sueldo que
me corresponde, siéndome sensible no poder hacer demostración mayor,
pues mis facultades son ningunas y mi subsistencia pende de aquél, pero
en todo evento sabré también reducirme a la ración del soldado, si es
necesario para salvar la justa causa que con todo honor sostiene V.E.”, dijo
e hizo el abogado economista transformado en militar. “No quiero pícaros
a mi lado... lo mismo es morir a los cuarenta que a los sesenta, no me
importa y voy adelante, quiero volar, pero mis alas son chicas para tanto
peso”.
El gobierno acepta el ofrecimiento y le contesta: “El contribuir todo
ciudadano con su fuerza moral y física a los sobrados objetos de la justa
causa, es su deber primero; pero desprenderse de lo que la patria le
franquea para su indispensable subsistencia, es retribuir a la patria cuanto
ha recibido de ella…”
El nuevo Poder Ejecutivo –representante del centralismo porteño- procura
gobernar excluyendo a quienes habían prestado adhesión tanto a la Junta
como a Saavedra por una sostenida tendencia hacia las provincias. Tales
divergencias políticas dan origen, en el regimiento de Patricios, al “motín
114
de las trenzas” que se produce el 6 de setiembre de 1811, en el que se ve
envuelto Belgrano.
La mayoría de los integrantes de ese cuerpo –entre los que se encuentran
numerosos provincianos- no aceptan el reemplazo de Saavedra. Entre las
medidas disciplinarias adoptadas por Belgrano está la de cortarse la coleta
o trenza que lucían con orgullo como distintivo de la unidad. Este es el
pretexto para iniciar el levantamiento que se conoce como “el motín de
las trenzas” y pedir el relevo de los jefes y oficiales, como así también
elegir a quienes deben reemplazarlos. La sublevación que estalla dentro
del mismo cuartel, es reprimida por Rondeau y se despoja a la unidad de
su nombre y uniforme.
Fue un suceso triste y trágico de nuestra historia donde valientes
suboficiales y soldados fogueados en la defensa del suelo patrio, la
fatalidad los empujó a combatir, -matando y muriendo- contra
compatriotas no menos valientes. “El motín de las trenzas” puede
considerarse el origen de nuestras guerras civiles y las disidencias entre
porteños y provincianos y el origen de “unitarios” y “federales”.
LA CREACIÓN DE LA BANDERA
Los realistas preparan en el Norte un vasto plan de ataque a la vez que
concentran sus fuerzas en Montevideo, apoyadas por las tropas del Brasil.
A partir de allí y en busca de víveres, la marina española efectúa
frecuentes incursiones en los ríos Paraná y Uruguay, hostilizando las
poblaciones indefensas situadas en las inmediaciones. Para contrarrestar
tales actos de piratería y asegurarse el dominio del litoral, el Triunvirato
dispone levantar en las costas pequeñas fortificaciones defensivas que
impidan la penetración española.
En enero de 1812, Belgrano asume el mando de las baterías costeras y la
vigilancia del Paraná entre la Bajada y San Nicolás. Durante diez días
realiza los aprestos para que su unidad inicie la marcha. Debe reorganizar
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los cuadros, procurar los pertrechos y superar las numerosas dificultades
que la insurrección de diciembre y la consiguiente represión, habían
ocasionado. Fortalecidos los espíritus de aquellos hombres, comienza la
partida hacia San José de Flores, el 24 de enero por la mañana parten
carretas y ganado mientras a las cinco y media de la tarde lo hace la tropa.
La marcha se ve agravada por diversos inconvenientes, el clima agobiante,
las dificultades del suelo y la falta de agua para consumir demoran catorce
días el arribo del regimiento a la Villa del Rosario.
Belgrano escribe en su “Diario de Marcha”: “… Hallándonos a distancia del
Rosario de cerca de una legua se formó la tropa, sacaron las banderas, y
con todo orden seguimos hasta este pueblo, cuyo Comandante, capitán
Moreno, y el Alcalde con otros vecinos salieron a recibirnos y
ofrecérsenos… Llegados a la Plaza Mayor se formó una batería… y
habiéndose depositado las banderas de la Casa que me estaba preparada,
marchó la tropa al campamento que ya estaba señalado por el capitán
Alvarez en una buena situación cerca del río y bajo unos árboles que
favorecen mucho la estación que nos hallamos… El pueblo no tiene casas
ni galpones para colocar la gente; se ha encontrado una a propósito para
parque de las municiones que traemos, y almacén de los vestuarios y
demás útiles del Regimiento”.
LAS BATERÍAS “LIBERTAD” E “INDEPENDENCIA”
A su arribo a la Villa del Rosario, donde encuentra fuerzas del regimiento
de Dragones de la Patria, un piquete de artillería y algunas otras tropas,
Belgrano se aboca a la finalización de la construcción de las baterías y
registra en “Diario de Marcha”: “El coronel y oficiales de Caballería de la
Patria y el capitán de Artillería Herrera, como igualmente el capitán
Rueda, encargado de la construcción de la Batería, se me han presentado;
he tenido mis conferencias con los dos últimos para la pronta conclusión
de la obra en que me dicen que trabaja con bastante anhelo, sin embargo
de la falta de gente, y lo que es peor del dinero; pienso esta tarde ir a verlo
todo por mí mismo, a fin de tomar los conocimientos prácticos que se
requieren”.
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El Triunvirato notifica a Belgrano el 11 de febrero, la misión encargada al
teniente coronel de ingenieros Angel Monasterio, un español identificado
con la causa americana, que tomará a su cargo la dirección de las obras y
Belgrano elogia enviando una nota al gobierno.
Una de las fortificaciones es instalada sobre la barranca para dominar el
estrecho canal del río, hacía el oeste. La otra, en la isla fronteriza frente al
poblado, artillada con tres piezas de grueso calibre.
Belgrano debe desarrollar toda su creatividad en Rosario para superar
numerosas dificultades que se oponían al éxito de la empresa, dada la
precaria situación económica, los inconvenientes de orden militar que
diezman los cuadros, afectando la organización de sus fuerzas: “Si la idea
que V.E. tiene por Patria… existieran en cuantos habitamos este suelo, ya
no habría más que desear y ni se vería la horrorosa deserción, ni otra clase
alguna de delitos: pero por desgracia no es así y yo estoy convencido por la
que veo; por lo que experimentó aquí mismo y lo que he experimentado,
que entre nuestros paisanos no hay más que la indiferencia por todo y que
solo se mueven por el temor; de modo que conceptúo que nuestra Santa
Causa se ha de sostener únicamente, tanto exterior, como interiormente,
por la fuerza”. En el mismo oficio, consustanciado de la ociosidad y vicios
que padece la juventud, somete a la consideración del Gobierno, la
posibilidad de un reclutamiento obligatorio, desde los 18 a los 24 años:
“Por este medio los Regimientos lograrían completarse y nuestro Ejército
se formará bajo principios más sólidos… y andando el tiempo no habría un
vecino que ignorase el servicio y que para un caso de guerra no estuviese
apto”.
LA ESCARAPELA NACIONAL
Una flotilla española con fuerzas de desembarco esta próxima a zarpar de
Montevideo para remontar el río Paraná y apoderarse de la Bajada,
cuando todavía no habían finalizado las obras de fortificación. Ante esta
situación, Belgrano concibe la idea de otorgar a sus fuerzas un símbolo
que sea a la vez, el distintivo de la Revolución, estimulando de esta forma
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los sentimientos patrióticos de sus hombres y el 13 de febrero de 1812
envía un oficio al Triunvirato proponiendo se sirva indicar la “escarapela
nacional” utilizada en lugar de la realista. De esta forma se dejará de
luchar bajo bandera española y los ejércitos de la Patria abandonarán las
distintas escarapelas que se usaban que eran según lo expuesto por
Belgrano “una señal de división cuya sombra, si era posible, debía
alejarse”.
El 18 de febrero el Gobierno le responde que se ha decretado que se “use
por las tropas… la Escarapela Nacional de las Provincias Unidas del Río de
la Plata… que deberá componerse de dos colores, blanco y azul celeste”.
El 23 de febrero Belgrano distribuye la nueva insignia entre sus soldados,
comunicando al gobierno: “… se ha puesto en ejecución la orden de V.E.,
fecha 18 del corriente, para el uso de la escarapela nacional que se ha
servido señalar, cuya determinación haya sido del mayor regocijo, y
excitado los deseos de los verdaderos hijos de la patria de otras
declaraciones de V.E. que acaben de confirmar a nuestros enemigos de la
firme resolución en que estamos de sostener la Independencia de
América”.
Estos términos y los nombres de las baterías “Libertad” e
“Independencia”, son prueba para ilustrarnos de la esencia de su doctrina
y colocarlo en nuestra historia como el precursor de la Independencia
suramericana y padre de la patria junto al libertador José de San Martín.
CREACIÓN DE LA BANDERA NACIONAL
Manuel Belgrano es designado General en Jefe del Ejército del Alto Perú,
en reemplazo de Juan Martín de Pueyrredón el 27 de febrero de 1812 y
ese mismo día, crea y enarbola la enseña nacional, al inaugurar las
baterías. Forma sus tropas sobre la barranca del río Paraná y a las seis y
media de la tarde, con los mismos colores que el gobierno designó para la
escarapela nacional arenga a sus fuerzas diciéndoles:
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“Soldados de la Patria: En este punto hemos tenido la gloria de vestir la
escarapela nacional que ha designado nuestro Excmo. Gobierno; en
aquél, la Batería de la Independencia, nuestras armas aumentarán las
suyas. Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la
América del Sur será el tempo de la Independencia y de la Libertad.
“En fe de que sí lo juraís, decid conmigo: ¡Viva la Patria!
“Señor Capitán y tropa destinada por la primera vez a la Batería
Independencia; id, posesionaos de ella, y cumplid el juramento que
acabís de hacer”.
Por este juramento se infiere que la Batería “Libertad”, estaba sobre la
barranca y la “Independencia” en la isla.
Mientras tanto, el Triunvirato mantiene una actitud vacilante respecto de
cualquier proyecto de emancipación. Consintió el uso de una escarapela
para los soldados pero por razones de política externa, reprueba
severamente la actitud de Belgrano, considerándola prematura y ordena,
en oficio enviado el 3 de marzo, arriar la bandera. Belgrano desconoce la
directiva del Poder Ejecutivo e inicia la marcha hacia el norte para hacerse
cargo del ejército.
Ya está en San Salvador de Jujuy cuando se cumple un nuevo aniversario
de la Revolución de Mayo y para festejarlo, hace bendecir y jurar el
pabellón azul-celeste y blanco, en una ceremonia a cargo del canónico
Ignacio Gorriti, con la insignia flameando en todos los balcones del
Cabildo, mientras dice a la tropa: “Soldados, el 25 de mayo será para
siempre un día memorable en los anales de nuestra historia, y vosotros
tendréis un motivo más para recordarlo, cuando, en él por primera vez…
veis en mi mano la Bandera Nacional, que ya os distingue de las demás
naciones del globo… No olvidéis jamás que vuestra obra es de Dios; que él
os ha concedido esta bandera, y que nos manda que la sostengamos”.
Belgrano es desautorizado nuevamente por el Triunvirato y el 18 de julio
le responde que ha recogido la bandera reservándola para el día de una
119
gran victoria. El 13 de febrero de 1813, con el triunfo de Tucumán el
prócer enarbola nuevamente la bandera de la Patria, aunque recién el 25
de julio de 1816, se aprueba oficialmente, con carácter de pabellón
nacional.
El 8 de junio de 1938, el gobierno nacional decidió que el aniversario de la
muerte de Belgrano se transformara en el Día Nacional de la Bandera”. La
instauración de esa nueva efemérides fue un paso más en la consolidación
de una identidad argentina, impulsada desde fines del siglo XIX por el
Estado, a través de la escuela pública. Los hijos de los inmigrantes
provenientes de países muy diversos se reconocieron como miembros de
una misma comunidad, representada por los colores de la bandera.
La Bandera fue creada por Manuel Belgrano, comandante del Ejército de
Norte, para distinguir a las tropas del gobierno de Buenos Aires de las
tropas delegadas por el virrey del Perú en el combate que enfrentaba a
unas y otras y que se extendía en el centro-sur del Altiplano, en las zonas
que ahora ocupan Bolivia y el Noroeste argentino.
Belgrano eligió los colores heráldicos de los Borbones, el azul cielo y el
blanco que vemos en las bandas sobre el pecho de los monarcas
españoles en sus retratos oficiales desde Carlos III hasta Fernando VII.
Recordemos que el movimiento porteño pretendía, aún en 1812, actuar
en nombre y defensa de los intereses del rey Borbón, cautivo de los
franceses.
La guerra siempre fue el motor en los procesos de adopción de banderas y
escudos. Basta recordar que en tiempos del feudalismo, las enseñas y las
armas distinguían a los linajes nobiliarios que participaban en combates
junto a los primeros monarcas de Europa. Es así que a partir de la guerra
de los Treinta Años, en el siglo XVII, esas insignias se redujeron para
simbolizar a los ejércitos de las naciones. La lucha social internacional que
desencadenó la Revolución Francesa fue la última etapa de creación de
120
pabellones que identificarían a las naciones tanto en la guerra como en la
paz.
LOS COLORES DE LA BANDERA
El acopio documental que se ha realizado sobre los orígenes de los colores
y la distribución de los mismos en la bandera enarbolada por Manuel
Belgrano el 27 de febrero de 1812 ha sido tema de numerosos trabajos
realizados con verdadero criterio científico; sin embargo dichos
testimonios no han permitido dilucidar el secreto que cubre a la elección
de nuestros colores patrios.
Bartolomé Mitre sostiene que los colores azul celeste y blanco debieron
ser adoptados: “… en señal de fidelidad al rey de España, Carlos III… La
cruz de esta orden es esmaltada de blanco y celeste, colores de la
Inmaculada Concepción de la Virgen, según el simbolismo de la Iglesia”. Es
decir dichos colores fueron los distintivos de los Borbones, la casa
reinante española”.
El pabellón real, signo de la monarquía, sigue utilizándose después del 25
de mayo de 1810. Incluso, los primeros ejércitos de la Patria que
marchaban hacia el Alto Perú y al Paraguay, lo hacían bajo la insignia
española, roja y gualda.
Por otra parte, muchos historiadores aseguran que los colores celeste y
blanco, fueron los distintivos de los jóvenes morenistas, decididos a la
emancipación, que actuaron durante los acontecimientos de 1810.
En un oficio del 13 de febrero de 1812, antes de fijarse la escarapela
nacional, Belgrano con el fin de unificar los distintivos, algunas de nuestra
tropas usaban ya los colores azul celeste y blanco: “… de que había en el
Ejército de la Patria cuerpos que llevaban la escarapela celeste y blanca”, y
él no la había adoptado para sus soldados “… hasta que viendo las
consecuencias de una diversidad tan grande, exigí a E.E. la declaración
respectiva”.
121
Cabe consignar que el primer contingente de 1500 hombres enviado por
acuerdo del 25 de mayo de 1810, llevaba en sus sombreros, la cocarda
española roja y amarilla y Rivadavia envía a Belgrano para sustituir a la
blanca y celeste enarbolada en Rosario, era a tres franjas horizontales,
rojas las externas y gualda la del centro. No era la usada por las tropas
españolas, sino la que correspondía a una jurisdicción marítima e
impuesta por Carlos III en 1785, como insignia naval a los buques de la
armada.
En junio de 1812, tras la representación en Buenos Aires de la obra de
Voltaire “Alcira”, aparece en escena el genio de la independencia
americana, llevando los colores celeste y blanco como emblema. También,
según menciona Juan Manuel Beruti en sus “Memorias curiosas”,
mientras se festejaba el descubrimiento de la conjura de Alzaga, el 23 de
agosto de 1812, se adornó la torre de la iglesia de San Nicolás con siete
banderas celestes y blancas.
Mientras tanto, después del triunfo de la batalla de Tucumán y el
juramento dispuesto por Belgrano, recién el 5 de octubre por la tarde, al
conocerse la noticia, se arría la bandera roja y gualda del Fuerte y se iza un
gallardete celeste y blanco, quedando debajo la enseña española.
Finalmente el coronel Luis Beruti, hace izar por primera vez el 17 de abril
de 1815 en el Fuerte de Buenos Aires la bandera de la Patria, azul celeste y
blanca.
CONFECCIÓN DE LA PRIMERA BANDERA
Según la tradición rosarina, la bandera fue confeccionada por Doña María
Catalina Echevarría de Vidal, hermana de Vicente Anastasio Echevarría,
compañero de Belgrano en la misión diplomática al Paraguay y notable
personalidad de la villa. María Catalina Echevarría nació en Rosario el 1°
de abril de 1782. Fue hija de Fermín de Echevarría (vizcaino) y de Tomasa
Acevedo (rosarina); fallecidos cuando era niña. La adoptó el matrimonio
122
formado por Pedro Tuella y Monpesar (comerciante español afincado en
Rosario) y Ana Nicolasa Costey (montevideana).
El 26 de setiembre de 1810 se casó con Juan Manuel Vidal y Lucena y
tuvieron cuatro hijos: Natalia, Josefa, Pedro y Manuela. Su hermano, el Dr.
Vicente Anastasio Echevarría, gran amigo de Belgrano participó del
Cabildo Abierto de 1810, fue armador del corsario Bouchard, diplomático
y desempeño otros cargos de importancia.
En febrero de 1812 María Catalina Echevarría tenía 29 años y se presume
que Belgrano se alojó en su casa.
Cuidó de sus padres adoptivos hasta su muerte y luego se afincó en la
localidad de San Lorenzo. Falleció el 18 de julio de 1866 y se la inhumó en
la iglesia del Convento de San Carlos.
La Bandera fue bendecida por el párroco Julián Navarro e izada por Cosme
Maciel. Este acontecimiento, ocurrido en la barrancas del Paraná, es
generalmente tomado en el ámbito educativo como un caso cerrado, pues
el efectivo sostenimiento de la mitología, dentro de la construcción de un
imaginario nacional, así lo requiere. De ahí la existencia de varios cuadros
que presentan esta escena inaugural, y muchos otros en los que participa
Belgrano, en donde se ve flamear la celeste y blanca que homenajeamos.
Estas obras, manifestaciones del poder central, ocultan que hay una
fuerte discusión al respecto. Son elementos de adoctrinamiento, que
hacen referencia a una historia lineal perfecta desde el comienzo hasta la
instalación definitiva del poder centralizado en Buenos Aires.
Rosario en aquel tiempo contaba con una población de 758 habitantes.
Blancos 83%, negros, 16% mestizos y 1% de originarios. En cuanto al sexo:
57% eran mujeres y el 43% hombres, cuyo estado civil era: 69% solteros,
25% casados y 6% viudos. En cuanto a las edades: menores de 20 años,
47%. De 20 a 50 años: 42% y mayores de 50 años el 11%. En promedio la
esperanza de vida era de 40 años.
123
Las ocupaciones se distribuían entre albañiles, barberos, carniceros,
carpinteros, comerciantes, domadores, empleados, escribanos,
hacendados, sastres, herreros, isleños, jaboneros, maestros, molineros,
plateros, pulperos, peones, sacerdotes y sirvientes.
Las actividades sociales se dividían entre los festejos familiares y
religiosos, las cuadreras, el juego de la sortija, el pato, los naipes, la riña de
gallos, la taba, los dados y los baños en el río.
LOS COLORES EN LAS PRIMERAS BANDERAS DE LA PATRIA
La disposición de los colores en nuestra bandera han sido motivo de
estudios de notables historiadores, sin embargo, solo se puede aludir a
conjeturas, muchas coincidentes en determinados puntos esenciales.
Existe una clara distinción entre las banderas que flamearon en Buenos
Aires y el Litoral y las del interior, inspiradas en la original de Belgrano.
El creador de la bandera había empeñado por entero su espíritu y acción a
la causa americana; lo demuestran los nombres de “Libertad” e
“Independencia”, que elige para las baterías y la enseña nacional, símbolo
de soberanía y libertad, que hace flamear en nuestro suelo gracias a su
férrea voluntad, antes de que el gobierno patrio adopte una resolución en
tal sentido.
Se conjugan varios elementos de juicio para sostener que la primera
bandera argentina constaba de dos paños, o sea dos franjas blanca y
celeste, dispuestas verticalmente y unidas al asta por la de color blanco.
Esta distribución primitiva habría sido mantenida por el general Belgrano
hasta retirarse del Ejército Auxiliar del Perú.
Por otra parte, también fue de sólo dos paños la diseñada en dos cuadros
de Manuel Belgrano realizados en Londres, presumiblemente por el pintor
francés C. Charbonnier. Sin embargo, tanto Julio Arturo Benencia como
Mario Quartaruolo, estiman que, en este caso las franjas ya no eran
verticales como las de la bandera de Rosario, sino dispuestas
124
horizontalmente. A todo esto, Mario Belgrano señala, respecto del óleo de
1815: “… En esa escena se ve un jinete llevando una bandera de dos
franjas horizontales, la superior blanca y la inferior azul celeste. No deja de
llamar la atención esta disposición de los colores, que todo permite
suponer fue hecha por indicación del propio general, pues no hay que
olvidar que se trata de un retrato del natural”.
Por su parte, Benencia observa: “En la penumbra el óleo, sobre el lado
izquierdo dos tropas combaten y una de las fracciones, la patriota,
mantiene el campo con la bandera de dos franjas tendidas: blanca la de
arriba y azul celeste la otra: conducida por un abanderado”.
Debemos recordar que a dos franjas verticales es realizada la bandera del
Ejército de los Andes; muy probablemente, debido a que San Martín no
olvida la forma de la bandera que le ha legado Belgrano, por la que debe
decidirse ante la carencia de suficiente paño celeste como para hacerla
confeccionar de tres franjas, según lo había dispuesto el Congreso de
Tucumán el 25 de julio de 1816: “Elevadas las Provincias Unidas en Sud-
América al rango de una Nación, después de la declaratoria solemne de su
independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca que
se ha usado hasta el presente, y se usará en lo sucesivo en los ejércitos,
buques y fortalezas, en clase de bandera menor, interín decretado al
término de las presentes discusiones la forma de gobierno más
conveniente al territorio que fijen conforme a ellos los jeroglíficos de la
bandera nacional mayor”.
San Martín, sin embargo, modifica esencialmente el modelo propuesto
por el gobierno, ya que la bandera de su ejército es provista de atributos,
aludiendo a un sistema político y dejando de ser un pabellón liso, una
“bandera menor”.
Volviendo a la primitiva bandera enarbolada el 27 de febrero de 1812, en
oposición a lo que se ha afirmado tradicionalmente, no habría
acompañado al prócer cuando el día 2 de marzo debió partir hacia el
Norte.
125
Quartaryuolo, hace esa advertencia al estudiar las circunstancias del
momento. Reitera el concepto que se desprende de la comunicación que
hace Belgrano al gobierno, el 18 de julio, dando las razones que lo
determinan a enarbolar la bandera celeste y blanca y de haber ignorado lo
ordenado por el Triunvirato, “que se remitiría al comandante del Rosario,
y la obedecería, como yo lo hubiera hecho, si la hubiere recibido”.
Entonces, si la bandera no hubiese continuado siendo usada en Rosario,
dice el autor, la orden de su retiro habría carecido de efecto. Tampoco la
premura de su partida le habría posibilitado hacer confeccionar una nueva
bandera.
Aquella original, y la segunda que hizo bendecir en Jujuy el 25 de mayo de
1812, están entre las numerosas banderas de la Patria perdidas. No habría
tampoco razones suficientes como para apoyar la idea sostenida por
Augusto Fernández Díaz, al afirmar que las banderas descubiertas en
1883, en el curato de Macha, en Bolivia, fueron las de guerra,
abandonadas después de la batalla de Ayohuma. Ni se identificaría a
ninguna de ellas con la primitiva de Rosario. Se sostiene entonces, que la
bandera que Belgrano hace confeccionar al hacerse cargo del Ejército
Auxiliar del Perú, es como la primera, a dos franjas verticales, blanca y
celeste, con el paño blanco unido al asta. Al igual que la utilizada en Salta
para festejar el tercer aniversario de la Revolución de Mayo, según se
deduce de la descripción que hace de aquella el gobernador intendente
Dn. Feliciano Antonio Chiclana: “Es el nuevo estandarte de color celeste y
blanco con cordones, borlas y aparejos del mismo color: por un costado –
la faja inferior- se ven las armas del Estado… y por la parte superior –la
faja superior- un sol naciente con esta inscripción en toda la
circunferencia: “Soberana Asamblea General de las Provincias Unidas del
Río de la Plata”. Por el otro se advierten las aras de la ciudad… Alrededor
de éstas armas y de todo el estandarte le hermosea por ambas faces un
lúcido tejido de oro y plata”.
En la precisa descripción, no pudo haber omitido hacer referencia a la
tercer franja celeste si la hubiese tenido. Y de esta forma, a dos paños
126
blanco y celeste, son las banderas que se enarbolan en el interior del país,
centro, norte y Chaco, entre los años 1812 y 1814.
En Buenos Aires y el Litoral, mientras tanto, a partir de mediados de 1813,
las banderas varían de forma. Recién a comienzos de 1814, se crea por el
artículo tercero de la “Reforma de Estatuto Provisorio del Supremo
Gobierno”, la banda directorial con tres franjas. Otro testimonio que lo
corrobora, es el oficio del 16 de octubre de 1813, del gobernador militar
de la plaza sitiada en Montevideo, Gaspar de Vigodet, al Ministro de
Estado español y al encargado de negocios de España en Río de Janeiro:
“Los rebeldes de Buenos Aires han enarbolado un pabellón con dos listas
azul celeste a las orillas y una blanca en el medio, y han acuñado moneda
con el lema “Provincias del Río de la Plata en unión y libertad”. Así se han
quitado de una vez la máscara con que cubrieron su bastardía desde el
principio de la insurrección…”
Pero también se observan alteraciones, como lo indica la acuarela del
pintor británico Emeric Essex Vidal que en 1817, reproduciendo desde el
río una vista del fuerte de Buenos Aires, de setiembre de 1816, la franja
blanca central del pabellón de la fortaleza es más ancha que las celestes
laterales.
Por otra parte, los historiadores navales insisten con la afirmación de que
en 1814, en las naves de la escuadra al mando de Guillermo Brown,
flamea el emblema nacional celeste y blanco, a tres franjas laterales.
Por último, citaremos la resolución oficial de 1818, respecto a la bandera
de guerra y a la de los barcos mercantes: “Por disposición del Soberano
Congreso se ha dispuesto que la bandera de guerra nacional se componga
de tres tiras horizontales, la de en medio blanca, ocupando una mitad, y la
alta y la baja azules, esto es del cuarto de la anchura, con un sol en la línea
del medio; la de los buques mercantes lo mismo, sin sol”.
127
LA MÁS ANTIGUA
A diferencia de las otras capitales provinciales, en Jujuy el fervor patrio se
puede prolongar durante todo el año, porque en su Casa de Gobierno se
custodia y exhibe con orgullo la bandera más antigua del país, o para ser
más preciso, la bandera argentina más antigua que se haya conservado.
Aunque la ciudad tiene muchos otros atractivos, el Salón de la Bandera es
“la visita” que hay que realizar en Jujuy, también por el mobiliario y la
colección de banderas provinciales que acompañan la reliquia principal.
Está en la Casa de Gobierno uno de los mayores edificios urbanos, cuya
elegante fachada francesa domina la plaza Belgrano. El edificio parece
trasplantado desde el siglo del clasicismo francés a las puertas de la
Puna... Además, lo custodian alegorías de Lola Mora, estatuas que
simbolizan los valores de la República, del Progreso y de la Justicia.
En el primer piso, con una vista sobre la plaza que se prolonga hacia el
valle y las montañas que rodean la ciudad, el Salón de la Bandera se
muestra más clásico todavía: aquí todo está ricamente recargado para
darle un marco lo más imponente posible a la bandera que Manuel
Belgrano donó al Cabildo de Jujuy el 25 de mayo 1813. La bandera está en
una punta de la sala, enfrente de un escudo que Belgrano mandó pintar
para una escuela.
Llama la atención, sin embargo, su color blanco: y aquí la pequeña historia
se entrelaza con la grande para ofrecer una explicación a esta falta de
celeste en la venerable enseña. Es que no se encontró tela celeste en toda
la ciudad en aquel ya lejano 1812, cuando Jujuy se preparaba para vivir
una de las páginas más negras de su historia, la del Éxodo, y por lo tanto
para completar los colores y suplir la escasez se tiñó seda blanca. Antes de
ser exhibida y protegida en el Salón de la Casa de Gobierno, la bandera
estuvo guardada durante décadas en la Catedral de la ciudad, de donde se
la sacaba en fiestas patrias: así fue perdiendo el color celeste, y quedó con
el blanquecino que se ve hoy.
128
EL ENIGMA
Se ha escrito mucho sobre cuál fue la verdadera distribución de los colores
de la primera enseña. Existen distintas teorías, todas dignas de respeto,
pero ninguna que aclare definitivamente la incógnita. Hay quienes afirman
que la bandera enarbolada en Rosario fue blanca, celeste y blanca, con
franjas distribuidas en forma horizontal, como la hallada en Macha, y que
el pabellón enviado por el gobierno para que la sustituyese fue celeste,
blanco y celeste, conforme a la enseña actual y a los colores de la Casa de
Borbón. Otros señalan que fue celeste y blanca, en dos paños colocados
verticalmente. Por otra parte, otros sostienen que fue confeccionada en
dos franjas horizontales, una celeste y la otra blanca. Hay quienes
aseguran que la bandera que flameó en Rosario tuvo los mismos colores y
distribución que la actual.
Lo más atinado es atenerse tanto a la circular enviada por el Triunvirato a
los gobiernos de las provincias y jefes militares con respecto a la
escarapela nacional, “de dos colores blanco y azul celeste (20 de febrero
de 1812), o al texto de la comunicación de Belgrano, siempre estricto al
expresarse con precisión y claridad: “la mandé hacer blanca y celeste”. Es
decir, de dos franjas.
Sea como sea, lo importante fue el gesto de Belgrano de levantar un
nuevo emblema que distinguiese a las huestes patriotas de las realistas y
expresase el propósito de alcanzar la independencia.
Los conflictos internos hicieron proliferar las banderas provinciales, que se
levantaban contra el poder de Buenos Aires. Desde 1862, la bandera
nacional azul, blanca y azul tiende a generalizarse y a uniformarse,
mientras que las banderas provinciales van desapareciendo, o suavizando
su tenor frente al centralismo albiceleste.
En 1884, por decreto del Presidente Roca, la bandera mayor o de guerra
pasa a ser usada también para los edificios del gobierno, convirtiéndose,
129
de hecho, en la bandera y pabellón de estado y bandera de guerra en
tierra y mar.
Para glorificar la bandera como corresponde, el 8 de junio de 1938 el
Congreso sancionó una ley que fijaba como Día de la Bandera el 20 de
junio, aniversario de la muerte de su creador, Manuel Belgrano.
Hoy, después de tanto dolor por las luchas intestinas, la bandera Nacional
es el símbolo que une a los habitantes de la nación, lo que significa que
todos somos iguales bajo sus colores. Sin embargo, desde los tiempos de
Belgrano, la historia del país ha mostrado lo contrario, pues las diferencias
entre las provincias ricas, las pobres, las afines al poder centralizado y las
disidentes, ponen en evidencia la dificultad de construir un país
auténticamente federal. Sólo cuando el signo de la bandera se cumpla, el
legado de Belgrano será posible, y éste será un país verdaderamente
inclusivo.
Bandera argentina idolatrada, guardada, escondida, imitada por varias
naciones, también manipulada, manchada de sangre, utilizada por la
dictadura y los gobiernos populistas, manta de cada muchacho argentino
que peleo por Malvinas, convertida en camisetas y pasiones deportivas,
presente en los altares, los juzgados, las escuelas, los desfiles, pintada por
los niños en los cuadernos, en la cara de los hinchas, dibujada por los
estudiantes, llorada por los viejos, en el corazón de los exiliados, en todas
las selecciones nacionales, en las calles, en los balcones, en las ventanas,
los barcos, los aviones, fileteada en camiones, colectivos, taxis, carruajes,
flameando en las casitas humildes, de plástico o tela, la bandera
argentina, está en todas partes.
Es una de las pocas mujeres con monumento propio, convertida en
música, pañuelo, banderín, industria argentina, memoria, tango, rock o
nostalgia del viajero, ya cumplió más de 200 años. Como es de tela y es
necesario cuidarla, porque se deshilacha, y con el tiempo pierde color,
130
cuerpo y belleza. Es tan peligroso desconfiar de los símbolos, como
adorarlos o vaciarlos de sentido, es necesario un compromiso personal,
sin falsos patriotismo. Nosotros, patria, pueblo, identidad, diversidad,
Argentina. Todos bajo los colores de una misma Bandera, para
protagonizar el país que pensaron nuestros próceres y aprender de los
gestos de liberación que la tomaron como ejemplo varios países
suramericanos.
EL EXODO JUJEÑO
El enemigo avanza a las órdenes de Goyeneche que se ha puesto a la
vanguardia con más de 3.000 hombres y 10 cañones al mando del general
Pío Tristán. 800 realistas de la primera columna de esa avanzada, parte de
Suipacha el 1ro de agosto.
El grueso de las fuerzas patriotas se hallan concentradas en San Salvador
de Jujuy y la vanguardia en Humahuaca. Ante esta situación, el 14 de julio
de 1812 emite un bando convocando a las armas a los jóvenes ciudadanos
de Jujuy, que responden con entusiasmo al llamado del prócer, quién los
exhorta a la lucha en términos que revelan un profundo amor a la Patria:
“Cuando el interés general exige las atenciones de la sociedad, deben
callar los intereses particulares, sean cuales fuesen los perjuicios que
experimentasen; este es un principio que solo desconocen los egoístas, los
esclavos y que no quieren admitir los enemigos de la Patria; causa a que
están obligados cuantos disfrutan de los derechos de propiedad, libertad y
seguridad en nuestro suelo, debiendo saber que no hay derecho sin
obligación y que quien solo aspira a aquel, sin cumplir con ésta, es un
monstruo abominable, digno de la execración pública y de los más severos
castigos. Exige por hoy el interés general que todos tomen las armas para
sostener esa misma causa, cuya justicia está apoyada en fundamentos
incontrastables de derecho natural y divino…”
Todos los ciudadanos de entre 16 y 35 años “amantes de la libertad” son
convocados a alistarse en las banderas de la patria. Así organiza, bajo las
órdenes de Eustaquio Díaz Velez, una nueva unidad de caballería llamada
131
los “Decididos”. Acelera la fundición de cañones, reúne la caballería y el
ganado. El 29 de julio da una proclama haciendo extensivo su llamado a la
población. Ordena abandonar los hogares dejando las tierras arrasadas al
enemigo. Insta a las familias a unirse al ejército, llevando sus armas, el
hierro, el plomo y sus ganados a Tucumán. Las cosechas son quemadas y
los que se resistan ejecutados. Desconfiaba profundamente de los
terratenientes locales, a los que llamaba “los desnaturalizados que viven
entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados
derechos de libertad, prosperidad y seguridad sean ultrajados y volváis a la
esclavitud”. Tenía datos precisos de que ya estaban en contacto con la
avanzada española para hacer negocios con las probables nuevas
autoridades, de las que habían recibido la garantía de respetar sus
propiedades. Belgrano no les dejó alternativas: o quemaban todo y se
plegaban al éxodo o los fusilaba.
El 23 de agosto, sin la aprobación del Triunvirato, Belgrano inicia la
retirada que él mismo dirige y en la caravana van las familias de abolengo,
las de noble estirpe, los doctores y letrados, labradores y artesanos,
mujeres, niños y viejos, todos formando un monumento viviente de
heroísmo. Las fuerzas de Tristán entran en la ciudad el día 24 e
intercambia los primeros fuegos con la retaguardia patriota.
TRES FUNDACIONES
La gesta de Belgrano y de la bandera más antigua debidamente
documentada no se puede disociar del episodio del Éxodo Jujeño. Entre
agosto de 1812 y febrero de 1813, los vecinos de la ciudad acompañaron
al Ejército del Norte en su retirada hacia Tucumán frente al avance de las
tropas realistas. No volvieron antes de haber vivido seis meses de
destierro y tras haber recorrido 700 kilómetros... Es una de las grandes
gestas de la Independencia nacional, que Belgrano agradeció con la
entrega de esta bandera histórica. Sin embargo, las peripecias de la ciudad
no se limitan a estos episodios: desde sus tres fundaciones hasta hoy,
tiene con qué llenar las salas de la decena de museos que posee.
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San Salvador de Jujuy tuvo que ser fundada tres veces. La tercera fue la
vencida, como dice el refrán. Fue en 1593, en la confluencia de los ríos
Grande y Xibi-Xibi. Pero bien pudo haber una cuarta fundación, porque en
los primeros años del siglo XVI la ciudad llegó a tener menos de diez
vecinos. Durante años la pequeña colonia estuvo a la merced de los
ataques de los indígenas y de las epidemias, hasta que durante el siglo
XVII pudo empezar a desarrollarse. Pero como en muchos otros rincones
del país, fue el ferrocarril el verdadero motor de crecimiento: el tren llegó
a Jujuy en 1903, unos años después de la electricidad. A lo largo del siglo
XX, el centro creció y la ciudad fue desbordándose sobre las riberas de
ambos ríos.
La Catedral es el mayor emblema del centro. Como era de esperar, fue
construida sobre un costado de la plaza central, la plaza Belgrano, y tiene
una historia tan sufrida como la propia capital provincial: fue construida
una primera vez y destruida por un terremoto en 1692. El edificio actual
fue reconstruido por etapas entre 1765 y 1906 (cuando se agregó la
torre). Más que por su edificio, se la visita por las obras de arte religioso
que atesora. Hay pinturas cuzqueñas del siglo XVIII, un óleo que
representa a Manuel Belgrano haciendo bendecir la bandera en 1812 y
sobre todo un púlpito de madera tallada considerado entre los más bellos
de todo el continente.
La plaza Belgrano está custodiada por el poder espiritual y el poder
temporal, separados por pocos metros de distancia: la Catedral en una
cuadra y la Casa de Gobierno en otra. Una tercera cuadra le corresponde
al Cabildo, aunque el edificio no es tan histórico como su nombre hace
pensar: es que después de vicisitudes varias, sólo se terminó de construir
en torno de 1870. Hoy lo ocupa la policía de la provincia, que instaló un
Museo Policial con una colección de uniformes y armamento.
En una esquina de la calle Belgrano –una de las más comerciales del
centro– se encuentra la otra iglesia histórica de la ciudad, dedicada a San
Francisco. El edificio original fue construido por los franciscanos en 1611 y
133
remodelado durante los siglos siguientes para ser derruido y reconstruido
en estilo neoclásico a principios del siglo XX. Nuevamente el interior es
más interesante que la fachada, con otro púlpito histórico de estilo
cuzqueño. En un costado de esta iglesia se levanta el Museo de Arte Sacro.
EL EJÉRCITO AUXILIAR DEL PERÚ
El Triunvirato designa interinamente a Manuel Belgrano Comandante en
Jefe del Ejército del Perú, el 27 de febrero de 1812, reemplazando a
Martín de Pueyrredón, quien renunció por motivos de salud.
También estaba enfermo Belgrano pero igualmente, acompañado por una
pequeña comitiva, inicia la marcha hacia el norte el 1ro de marzo. Lleva
entre sus alforjas el decreto de su nombramiento, copia de las
“Instrucciones Reservadas” a Pueyrredón y las dirigidas al él donde le
informan los propósitos realistas de lanzar un gran ejército sobre Salta,
que obligaría a los patriotas a una retirada general en ese frente.
Llegan a Tucumán el 19 y desde allí se trasladan a la posta de Yatasto,
actual provincia de Salta, donde el General Pueyrredón, le delega el
mando el 27 de marzo. Belgrano continúa hacia el Norte y desde la posta
de La Ciénaga, el 3 de abril, dirige al Cabildo de Jujuy su primera proclama,
donde anuncia que acude con auxilios en defensa y protección de los
habitantes de esas regiones: “… Espero desempeñar por cuantos medios
estén a mis alcances este cargo: reine paz, tranquilidad, y unión entre
vosotros, y no dudéis de que la virtud triunfará: Desechad las odiosidades,
apartad de vosotros todo lo que no sea espíritu de Patria, y no dudéis, que
ella logará aumentar en santa y sagrada causa bajo los principios más
sólidos para vuestra felicidad… que reine la fraternidad, y lejos de nosotros
la desunión. Auséntense los enemigos de la causa para no alterar el orden
exponernos a tomar medidas que nos sean dolorosas. Demasiado
conocidos están, y si ahora queremos acallar nuestros justos sentimientos,
tal vez repetidas sus malignas operaciones con que atizan el fuego de la
guerra civil, no será posible sofocarlos… empeñaos en apagar ese incendio,
que tantas lágrimas causa a la Patria y lisongeaos de atraer sobre
134
nosotros las bendiciones del cielo; el amor de vuestros conciudadanos y la
gratitud de la posteridad”.
Su campamento se encuentra en Campo Santo (Salta), donde se aboca a la
reorganización del ejército, que cuenta con escaso armamento,
instrucción y disciplina. Mientras espera el ataque realista, le exige a sus
hombres un gran esfuerzo para salvar la Revolución, que para esos
hombres parece no existir. Belgrano escribe el 2 de mayo de ese año: “…
ello es cierto, que en mi camino al Rosario con el Regimiento de mi cargo,
ni en aquel triste pueblo, ni en la provincia de Córdoba y su Capital, ni en
las ciudades de Santiago, Tucumán y Jujuy que he visto de la provincia de
Salta, he observado aquel entusiasmo que se manifestaba en los pueblos
que recorrí cuando mi primer expedición al Paraguay; por el contrario,
quejas, lamentos, frialdad, total indiferencia, y diré más, odio mortal”.
Mientras tanto, crea un cuerpo de guías y otro de cazadores de infantería.
Organiza la sección de ingenieros y arma con lanza a los dragones. Crea un
tribunal militar para atender a la disciplina y no descuida las tareas de
administración, previsión y maestranza. El 6 de mayo le escribe a
Rivadavia: “Me veo detenido con prejuicio de la causa y me es muy
doloroso, pero cuando nuestros hermanos del Perú están sacrificándose,
esperanzados en nosotros, y con sólo la súplica de que entretengamos al
enemigo con nuestra presencia, dejándoles a ellos su destrucción, no
pueda acceder a ello por una falta… Me hierve la sangre al observar tanto
obstáculo, tantas dificultades, que se vencería rápidamente si hubiese un
poco de interés por la patria”.
Belgrano decide trasladar su campo militar a Jujuy, mientras la avanzada
realista permanece en Suipacha y comenzar la ofensiva. El 19 de mayo
comienza su marcha en auxilio de Cochabamba. Despacha al coronel Juan
Ramón Balcarce a la quebrada de Humahuaca, con una fuerte vanguardia
que integran el Batallón de Pardos y Morenos, como también los
Regimientos de Húsares y Dragones. La falta de armamento y efectivos lo
obligan a mantenerse en actitud defensiva.
135
El 26 de mayo fue designado general en Jefe del Ejército Auxiliar de Perú y
un día después cae Cochabamba en poder de los realistas, mientras el
resto de sus defensores se encaminan al encuentro de las fuerzas de
Belgrano. Al tomar conocimiento de la situación recién en junio, cuando
todavía estaba en la tarea de organizar sus tropas escribe: “… a más de
haberse desertado tantos y de los buenos soldados, casi los más que han
quedado se hallan aún como los reclutas sin saber cargar y descargar con
prontitud”.
Un mes más tarde, los realistas habían reforzado la vanguardia asentada
en Suipacha y preparan el avance sobre Jujuy y Salta. Esta situación
advierte a Belgrano la necesidad de retroceder. Reclama
infructuosamente auxilios al gobierno central y toma la medida extrema
de abandonar Jujuy al enemigo con el objeto de evitar un desastre fatal
para las fuerzas de la Patria. Manda a Dorrego a Buenos Aires con la
misión de informar al gobierno central sobre la necesidad urgente de
enviar refuerzos, armas y dinero.
LAS PIEDRAS
La disciplina impuesta por Belgrano sobre aquellos soldados, cuya mitad
eran reclutas, permite que en la madrugada del 29 puedan acampar junto
al río Pasaje, demostrando un excepcional rendimiento en la forzada
marcha realizada. Ese mismo día Belgrano informa al gobierno sobre la
firme decisión de fortificarse en Tucumán. Para ello, atraviesan el Pasaje el
3 de septiembre. La vanguardia enemiga cae sobre ella dispersándola. El
enemigo se encuentra entonces frente a la posición que ocupa el grueso
del ejército patriota, al sur del río Las Piedras. Belgrano despliega sus
fuerzas con el río delante y ordena el ataque, que inicia la artillería al
mando del barón Holmberg. Luego con Forest, Araoz, Díaz Vélez y
Balcarce, -conduciendo una operación conjunta- alcanza la victoria y pone
en fuga al enemigo. Rescatan prisioneros y toman numerosas armas de los
realistas que en el combate dejaron númerosos muertos, heridos y
136
prisioneros. Este triunfo, como hecho de armas, es insignificante, pero
permitió conocer mejor el fraccionamiento de las fuerzas realistas, la
posición del grueso de sus tropas y la intención de Pío Tristán, de seguir su
ofensiva más allá de Tucumán.
LA BATALLA DE TUCUMÁN
Manuel Belgrano continúa su marcha, mientras destaca al coronel
Balcarce en la ciudad, logrando el apoyo de las autoridades y el pueblo
tucumano que se ha mostrado decidido a rechazar al invasor. Esta actitud
estimula al prócer a asumir la gran responsabilidad de presentar batalla al
enemigo y la determinación de no obedecer las órdenes del gobierno de
continuar su retirada y el 13 de septiembre informa: “Son muy apuradas
las circunstancias y no hallo otro medio que exponerme a una nueva
acción: los enemigos vienen siguiéndonos. El trabajo es muy grande; si me
retiro y me cargan, todo se pierde… La gente de esta jurisdicción se ha
decidido a sacrificarse con nosotros, si se trata de defenderla, y de no, o
nos seguirán y lo abandonarán todo…”
Cuando Belgrano entra en la ciudad, halla a los heroicos tucumanos en
armas, dispuestos a luchar hasta el fin antes de abandonar sus tierras.
Balcarce, mientras tanto, reunía una nueva fuerza compuesta de casi 400
hombres, la “caballería gaucha”. Mientras esperaban la llegada de nuevos
contingentes, comienza una infatigable tarea con el fin de preparar a las
fuerzas para enfrentar al enemigo.
Las fuerzas patriotas están decididas a esperar al enemigo en las
inmediaciones de la ciudad. Se fortifica la plaza y se deja en ella una
pequeña guarnición y 6 piezas de artillería. El resto del ejército se sitúa a
espaldas de la ciudad. Presentará batalla campal sorprendiendo al
enemigo que está seguro de que nuestro ejército estará a la defensiva,
encerrado en la ciudad.
A todo esto, las fuerzas de Tristán avanzan confiadas, con el fin de
reconcentrar sus divisiones. Así es tomado prisionero, por una partida de
paisanos de observación, el jefe de su vanguardia, el coronel Huisi, cuando
137
imprudentemente, ingresa en el pueblo de Trancas, acompañado por dos
oficiales.
Tristán, al frente de sus 3.000 hombres, acelera su marcha, mientras las
fuerzas patriotas que no superan los 1.800 efectivos, la mayoría de
caballería, información ignorada por el enemigo. Durante la mañana del
24 de septiembre de 1812, Tristán inicia la marcha con la intención de
cortar la retirada de Belgrano hacia el Sur, tomando el antiguo camino del
Perú. Belgrano observa los movimientos del enemigo y rápidamente logra
formar su ejército sobre el flanco de los realistas, sorprendiéndolos
cuando aún no habían cargado sus armas y montado su artillería. Deja ver
sólo la infantería, ocultando la caballería.
Con los primeros fuegos de la artillería patriota, los realistas avanzan con
la infantería cargando la bayoneta. Belgrano lanza su caballería y la
infantería por el centro. El combate se generaliza en forma desordenada,
mientras la lucha es heroica y sostenida durante varias horas, con un
resultado indefinido.
Al día siguiente Belgrano intima a Tristán, proponiéndole la paz en
nombre de la fraternidad americana y no ataca. Hacia el anochecer,
rearma su caballería, junto al arroyo Manantiales, desde donde podrá
cortar la retirada enemiga. Tristán que ha perseguido a Belgrano hasta
Tucumán, cuando sus órdenes eran las de permanecer en Salta, ve
peligrar su situación y en la noche del 25 al 26 de septiembre, opta por
iniciar la retirada hacia Salta. Una columna de 600 patriotas al mando de
Díaz Vélez fue destacada para hostigar la retaguardia enemiga y, al llegar
al río Las Piedras, logra rendir a una partida enemiga. El triunfo final se
había logrado.
Quedan en el campo de batalla 453 muertos, 687 prisioneros, 3 banderas,
13 cañones, 358 fusiles, 183 bayonetas, 39 lanzas, 38 carretas con 70
cajones de munición, 87 tiendas de campaña. Mientras en las filas
patriotas mueren 65 soldados, entre ellos un oficial y se registran 187
heridos.
138
En reconocimiento al triunfo, el gobierno otorga diversos premios a la
tropa y a sus jefes. Belgrano recibe un escudo de lámina de oro con la
leyenda “La Patria a su defensor en Tucumán”. La victoria es el resultado
del esfuerzo y la constancia que Belgrano pone, hasta lograr que la
decisión, el valor y el patriotismo, sean la mejor divisa de sus hombres. La
batalla tiene importantes consecuencias: corona las armas de la
Revolución, que atravesaba por una angustiosa situación militar y además
precipita la caída del desacreditado Triunvirato.
El 20 de octubre, luego de la victoria de Tucumán, Manuel Belgrano es
designado Capitán General, pero no acepta dicho honor con estas
palabras: “Sirvo a la Patria sin otro objeto que el verla constituida, y este
es el premio a que aspiro… Hablando con verdad, en ella (la batalla) no he
tenido más de general que mis disposiciones anteriores, y haber
aprovechado el momento de mandar avanzar, habiendo sido todo lo
demás obra de mi mayor general, de los Jefes de división, de los oficiales y
de la tropa y paisanaje, en términos que a cada uno se le puede llamar el
héroe de campo de las Carreras de Tucumán”.
Este renunciamiento engrandece aún más la heroica victoria de Manuel
Belgrano y su resultado justifica el haber desoído las órdenes superiores.
Si el ejército patriota se hubiese retirado hasta Córdoba, las provincias
norteñas se perdían para siempre y los realistas, dueños de un vasto
territorio habrían contado con el auxilio de sus tropas ubicadas en la
Banda Oriental y las portuguesas del Brasil.
LA BATALLA DE SALTA
Lo que aún queda del ejército realista, después de una fatigosa marcha, se
atrinchera en Salta a la espera de refuerzos que debe enviarle Manuel de
Goyeneche. Es una estación de copiosas lluvias.
Mientras tanto, Belgrano ha enviado emisarios al Perú para extender la
Revolución por un lado y mantenerse en contacto con el jefe realista. A
139
todo esto, el gobierno le envía como refuerzos a los regimientos de
infantería 1 y 2, y la orden de iniciar una ofensiva hasta las proximidades
del río Desaguadero, en el Alto Perú, desalojando al general Pío Tristán de
Salta.
Belgrano logra reunir una fuerza de 3.000 hombres, pertrechados con
armas, uniformes y dinero, con lo cual se dispone a reiniciar la campaña.
El 12 de enero de 1813, comienza su avance hacia el norte y a principios
de febrero se une a la vanguardia a orillas del río Pasaje, que ha sido
señalado punto de concentración del ejército. Tres días le llevará el paso
del río por las frecuentes lluvias de la estación y las crecidas que dificultan
el traslado de todo el material y los animales. Una vez en la ribera, el 13
de febrero, forma a su ejército, enarbola por tercera vez la bandera
bicolor que ha creado y hace jurar a los cuadros militares obediencia a la
Asamblea General Constituyente, reunida en Buenos Aires. Después de
tan emotiva ceremonia, manda a grabar sobre un tronco de árbol que ese
se llamará en lo sucesivo “Río Juramento”.
Al día siguiente, rumbo a Salta, en Cobos, una patrulla sorprende a una
partida realista. Algunos de los que pueden escapar informan lo sucedido
a Tristán, pero éste considera que la estación lluviosa no es propicia para
abrir la campaña, y desestima el hecho, considerándolo una escaramuza
aislada.
Los servicios del baqueano Apolinario Saravia, sirvieron de guía a Belgrano
por la quebrada de Chachapóyas. Difícil, angosta y por la noche, bajo una
lluvia torrencial logra una magnífica posición el 18 de febrero. Está a
menos de tres leguas de Salta, frente al campo de Castañares, en
condiciones de atacar al enemigo por la retaguardia. Con esa operación
cierra las comunicaciones a Jujuy y le corta la retirada al ejército español.
Además, para distraer al enemigo, hace que su vanguardia siga hacia el
Portezuelo. Cuando Tristán advierte que tiene el grueso del ejército
patriota a sus espaldas, traslada sus fuerzas hasta cubrir la ciudad, dando
frente al norte, donde Belgrano ha destacado su ejército.
140
El 20 de febrero, a las once de la mañana, Belgrano comienza a mover sus
tropas hacia la ciudad de Salta, donde el enemigo tiene mayores
posibilidades de triunfo. Mayor cantidad de hombres, jefes veteranos y
mejor armados, los realistas esperan. Sin embargo los efectivos patriotas
logran quebrar la tenaz resistencia enemiga. Como último recurso, Tristán
intenta reunir sus fuerzas en el centro de la ciudad, donde preparo
numerosas trincheras y empalizadas, pero todo es inútil. Por la tarde, se
ajustan los términos de la capitulación.
La lucha fue encarnizada, perdieron la vida casi 600 hombres y otros
tantos fueron heridos. Todos los muertos quedan sepultados en una fosa
común en el campo de Castañares, bajo una cruz de madera con una
sencilla leyenda: “Aquí yacen los vencedores y vencidos del 20 de febrero
de 1813”.
Los vencidos dejan en el campo de batalla 481 muertos, 114 heridos,
2.776 rendidos, entre ellos 95 oficiales. Numerosas armas: 10 piezas de
artillería, 2.188 fusiles, 200 espadas, pistolas, carabinas y pertrechos. Las
filas de Belgrano suman 113 muertos y casi 500 heridos.
El enemigo entregará sus armas y pertrechos, obligándose por juramento,
desde el general en jefe hasta el último tambor, a no tomar las armas
contra las Provincias Unidas del Río de la Plata, comprendiéndose también
a las localidades de Charcas, Potosí, Cochabamba y La Paz.
Goyeneche dejará en libertad a los patriotas prisioneros que tiene en su
poder y Belgrano hará lo mismo con los realistas y permitirá a la
guarnición de Jujuy retirarse sin armas. Belgrano alienta la esperanza de
inspirar en los vencidos el espíritu de la Revolución, aunque muchos de
ellos no respetaran su juramento.
Militarmente, el ejército realista sufre un rudo golpe. Goyeneche, desde
Potosí, repliega su poderoso ejército hacia Oruro.
141
El 3 de marzo de 1813, durante una tranquila tarde que se ve alterada por
una salva de artillería y el repique de campanas, se anuncia a los vecinos
de Buenos Aires, la victoria de Salta.
El gobierno no acepta con agrado la capitulación hecha por Tristán y
estima que Belgrano debía haber avanzado sin dilación hasta Potosí, por lo
que Belgrano le escribe a Chiclana: “Siempre se divierten los que están
lejos de las balas, y no ven la sangre de sus hermanos, ni oyen los clamores
de los infelices heridos; también son esos los que más a propósito para
criticar las determinaciones de los jefes: por fortuna dan conmigo que me
río de ellos, y hago lo que me dicta la razón, la justicia y la prudencia y no
busco glorias, sino la unión de los americanos y la prosperidad de la
patria”.
La Asamblea General Constituyente, decide premiar a los vencedores
declarándolos “Beneméritos en Alto Grado” y entregándoles un escudo de
oro, plata y paño respectivamente. El mismo está orlado de palma y
laurel, encerrando la inscripción: “La Patria a los vencedores de Salta”.
Para el general Belgrano, un sable con guarnición de oro y en la hoja
grabado: “La Asamblea Constituyente al Benemérito General Belgrano”,
además “la donación en toda propiedad de la cantidad de cuarenta mil
pesos señalados en valor de fincas pertenecientes al Estado”.
Al tomar conocimiento de esta actitud Belgrano escribe al gobierno el 31
de marzo, con el fin de que la suma otorgada, se destine a la creación de
cuatro escuelas públicas de primeras letras en Tarija, Jujuy, Tucumán y
Santiago del Estero. Si bien se siente honrado con aquella consideración,
hace una serie de reflexiones, guiado, como siempre, por su interés por el
bien público: “… nada hay más despreciable para el hombre de bien, para
el verdadero patriota que merece la confianza de sus conciudadanos en el
manejo de los negocios públicos que el dinero o las riquezas, que éstas son
un escollo de la virtud, y que adjudicadas en premio, no sólo son capaces
de excitar la avaricia de los demás, haciendo que por principal objeto de
sus acciones subroguenbienestar particular al interés público, sino que
142
también parecen dirigirse a lisonjear una pasión seguramente abominable
en el agraciado…”
El gobierno acepta el generoso ofrecimiento y Belgrano remite como lo ha
prometido, el reglamento que debe regir a las cuatro escuelas y en uno de
sus artículos enaltece la misión del maestro diciendo: “… procurará con su
conducta… inspirar a sus alumnos amor al orden, respeto a la religión,
moderación y dulzura en el trato, sentimientos de honor, amor a la virtud y
a las ciencias, despego del interés, desprecio a todo lo que diga a profusión
y lujo en el comer, vestir y demás necesidades de la vida, y un espíritu
nacional, que les haga preferir el bien público al privado, y estimular en
más la calidad de americano que la de extranjero”.
LA ESCUELA QUE ESPERO 191 AÑOS
Con 191 años de demora, se inauguró el 6 de julio de 2004, una de las
escuelas que el héroe de la independencia pretendía que se construyeran
con el dinero que donó a comienzos del siglo XIX.
Las obras en el colegio "Legado Belgraniano" fueron financiadas por la
provincia de Jujuy, ya que los sucesivos gobiernos centrales nunca
enviaron los 40.000 pesos "fuertes", equivalentes a 80 kilos de oro, que el
prócer destinó para ese fin en 1813.
El colegio está ubicado en el barrio Campo Verde, de San Salvador de Jujuy
y tiene capacidad para 380 chicos del ciclo primario. Cuenta con una
superficie de 1553 metros cuadrados y demando una inversión de 591.934
pesos.
Jujuy fue la primera provincia que cumple con su legado, ya que en 1813 y
sin esperar que vinieran los fondos nacionales construye la primera
escuela, que por las constantes guerras de la época se cierra en 1815"
En la ciudad de Tarija (sur de Bolivia), la "Unidad Educativa General
Manuel Belgrano" se construyó con dinero argentino y abrió sus puertas
143
recién en 1974, para convertirse en una de las más importantes de la
zona, con casi 3.500 alumnos"
Después de varias idas y venidas 1998 ese inauguró en Tucumán la
"Escuela de la Patria", tal como Belgrano ordenó que se llamasen
las instituciones, donde actualmente estudian unos 2.500 niños
Manuel Belgrano fundó escuelas para mujeres y para varones, cuidando
en especial de la educación moral y religiosa de las niñas y su preparación
para las tareas del hogar. “Se les enseñará la doctrina cristiana –escribía
Belgrano- a leer, escribir, coser, bordar, etc., y principalmente inspirarles
amor al trabajo, para separarles de la ociosidad, tan perjudicial o más en
las mujeres que en los hombres.”
Su amor ardiente a la patria fue el alma de todas sus acciones y el germen
prodigioso de sus virtudes públicas. Patriotismo, desprendimiento,
humildad, virtudes que marcan los rasgos predominantes de su fisonomía
moral, sostenida por el honor y nunca desmentido por los hechos.
Belgrano redactó un moderno reglamento para las escuelas que en su
artículo primero dice: "el maestro debe ser bien remunerado, por ser su
tarea de las más importantes de las que se puedan ejercer" y dibujó el
escudo que debían llevar las escuelas legadas por él a las provincias de
Tucumán, Jujuy, Santiago del Estero y Tarija, donde puede leerse:
“Venidque de gracia se os da el néctar agradable y el licor divino de la
sabiduría”.
EL CACIQUE CUMBAI
El diplomático sueco Jean Adam Graaner (1782-1819) publicó su libro “Las
provincias del Río de la Plata en 1816”, donde informa sobre la presencia
del cacique chiriguanoCumai, quien en Salta ofrece su apoyo al general
Belgrano. “He visto en Salta –dice Graaner- a un cacique venerable de la
nación de los chiriguanos, llamado Cumbai, que había venido acompañado
de veinte caciques de otras tantas naciones vecinas, desde las orillas del
río Pilcomayo, para ofrecer su concurso a los patriotas”.
144
Era el mismo cacique a quien el general Belgrano, algún tiempo antes,
había invitado a revistar sus tropas con toda la pompa posible para
impresionarle, pero el cacique no pareció sorprenderse en modo alguno.
Con mirada tranquila y muy sereno contemplaba en silencio el número de
armas de fuego, y después, volviéndose hacia donde estaba un oficial le
dijo en lengua del Cuzco: “De cuantas cosas he visto y me han mostrado
estos hombres dorados, lo que me gusta más de ésta, y mostraba un gran
tambor”. El coronel Díaz Vélez, segundo comandante del ejército, tenía
pocos deseos de adelantarse a saludar al cacique y evitó hacerlo mientras
le fue posible. Pero, al fin, el general Belgrano se lo presentó a Cumbai y
éste se excusó de no haberlo saludado antes, porque, le dijo:
-Creí, por su aire embarazado, que era usted un subalterno intimidado
por la presencia de su príncipe…
“Si la superstición de los criollos no lo hubiera puesto en pugna con sus
propios intereses podrían esperar una gran ayuda de los infieles”
Cuando las tropas americanas fueron expulsadas del Perú, esos mismos
indios se arrojaron entre ellos y el enemigo, ocupándose de recoger los
fusiles y municiones que entregaron después, con toda lealtad, al general
de los patriotas.
Otros de estos indios, por retardar la persecución que llevaban a cabo los
españoles, se dejaron matar, dando así tiempo a los americanos de retirar
su ejército, fusiles, artillería y bagajes. Tal es el verdadero carácter de los
indios que los criollos menosprecian o temen incorporar a su causa.
“Los indios de las pampas, los de las cordilleras, y los de la confluencia del
Salado con los del Paraná, son más salvajes que los de la frontera del Perú;
poco se comunican con las provincias occidentales y muy raramente han
tomado alguna parte en sus guerras”, agrega Graaner, cuya obra
publicada en francés, fue traducida por José Luis Busaniche.
145
VILCAPUGIO
Después de la batalla de Salta, Belgrano se dedica a la reorganización de
sus fuerzas, mientras discrepa con el gobierno central que lo insta a
continuar su marcha y perseguir al enemigo que se ha retirado en fuga. En
abril de 1813, se encamina hacia Jujuy, mientras a principios de mayo, al
mando de Díaz Vélez, las fuerzas llegan a Potosí. Una avanzada de 500
hombres parte a Oruro, donde permanece el ejército realista. Un grupo de
100 hombres son destacados en la zona de Cochabamba, donde existe un
grupo sublevado.
Mientras tanto, Belgrano marcha con la reserva y a su paso hace jurar en
todos los pueblos, fidelidad a la Asamblea General Constituyente. Llega a
Potosí sobre finales de junio y establece su cuartel general. Ha creado un
ejército disciplinado que responde a la celosa vigilancia de su jefe que los
ha prevenido diciéndoles: “… que se respetarán los usos, las costumbres y
aún las preocupaciones de los pueblos; amenazando con la muerte al que
se burlase de ellas con acciones o con palabras, y aún con gestos”.
El brigadier Joaquín de la Pezuela, comandante en jefe del ejército
realista, logra reorganizar un ejército con más de 4.600 hombres.
Belgrano avanza desde Potosí y destaca a los coroneles Baltazar Cárdenas
y Cornelio Zelaya a desplazar sus fuerzas hacia donde se encuentra el
enemigo, e instando a los indígenas a que se subleven. Belgrano marchará
por el frente hasta incorporársele el resto de las fuerzas por su derecha.
Cárdenas se mueve desde Chayanta con más de 2.000 hombre de los
pueblos originarios, con los cuales Belgrano mantenía una excelente
relación. Zelaya lo hace desde Cochabamba y Belgrano desde Potosí,
conduciendo todo el ejército. El triunfo parece seguro. Belgrano adelanta
emisarios a Arica, Arequipa y Cuzco con el objetivo de insurreccionar a
esos pueblos y cortar las comunicaciones enemigas con Lima.
Pero, el combate en la pampa de Vilcapugio, resulta adverso. El 25 de
septiembre de 1813, desde el paraje Lagunillas, Belgrano le escribe a San
Martín: “Ay mi amigo y ¿Qué concepto se formado usted de mí? Por
146
casualidad o, mejor diré porque Dios ha querido, me hallo de general, sin
saber en qué esfera estoy. No ha sido ésta mi carrera y ahora tengo que
estudiar para medio desempeñarme, y cada día veo más las dificultades de
cumplir con esta terrible obligación… Crea usted que jamás me quitará el
tiempo y que me complaceré con su correspondencia, si gusta honrarme
con ella, y darme alguno de sus conocimientos para que pueda ser útil a la
patria, que es todo mi conato, retribuyéndole la paz y tranquilidad que
tanto necesitamos”.
El 27 de septiembre Belgrano instala su campamento en Vilcapugio,
mientras aguarda la incorporación de las divisiones de Zelaya y Cárdenas,
con 5.000 hombres y sorprender al enemigo. El 1ro de octubre, la
vanguardia patriota ubicada en Condo-Condo visualiza que las fuerzas de
Pezuela que descienden hacia Vilcapugio.
El fuego de la artillería comienza la lucha. Belgrano, a punta de bayoneta,
logra romper una de las alas del ejército enemigo. La victoria se inclina por
el centro y la derecha de las fuerzas de Belgrano. Pezuela abandona el
campo de batalla, aprovechado por el enemigo que logra romper la línea
patriota.
Zelaya, por su parte, no llega a tiempo a colocarse a la retaguardia
enemiga y la batalla, que en un principio parecía ganada, se transforma en
derrota. Heroicamente mueren el coronel Benito Alvarez y el mayor
Patricio Beldón y los capitanes Villegas y Saravia. Entre muertos y heridos,
Belgrano no logra reunir 400 hombres.
La derrota no atemoriza al jefe patriota que manifiesta a sus hombres:
“Soldados: hemos perdido la batalla después de tanto pelear, la victoria
nos ha traicionado pasándose a las filas del enemigo en medio de nuestro
triunfo. ¡No importa!. ¡Aún flamea en nuestras manos la bandera de la
Patria!
Mientras se inicia la retirada, cede su caballo a un herido y marchará con
su fusil al hombro en última fila. Luego se reúne con parte del Escuadrón
de Dragones y junto con sus oficiales y la tropa, avanza a piepara asistir a
147
los heridos y enterrar a los muertos. Desordenadamente llegan al
pequeño pueblo de Caine, donde luego de reunir lo que queda del
ejército, arenga a sus fuerzas para continuar la lucha hasta morir por el
honor y en defensa de su Patria.
TRES SARGENTOS
Después de la derrota del general Manuel Belgrano en Vilcapugio, el 1 de
octubre de 1813, el grueso del Ejército del Norte se retiró hacia el este,
acampando tras varios días de marchas forzadas en Macha. Las pérdidas
en hombres y material habían sido considerables, sobre todo en lo que
hace a la artillería. No obstante, Belgrano comenzó a reforzar sus
desmoralizadas y exhaustas tropas con el apoyo de patriotas locales que
se sumaron a sus filas y le proveyeron víveres y alimentos.
Pese a su reciente victoria, la situación de los realistas distaba de ser la
mejor. El general Joaquín de la Pezuela había perdido más de 200
hombres en Vilcapugio, junto con un buen número de mulas y caballos,
único medio de transporte en el terreno escarpado del Altiplano. Una
parte del ejército de Belgrano se retiró a la villa de Potosí bajo el mando
del general Eustaquio Díaz Vélez. A mediados de octubre, Potosí se hallaba
asediada desde el norte por un escuadrón realista, comandado por el
coronel Saturnino Castro, quien se había apoderado del pueblo de Yocalla.
El camino entre las fuerzas de Díaz Vélez y las de Belgrano estaba
controlado por el enemigo
La memorable hazaña de Tambo Nuevo, en la que tres soldados del
ejército de Belgrano –los cordobeses Santiago Albarracín y Juan Bautista
Salazar, y el tucumano José Mariano Gómez- se convirtieron en héroes por
propia inspiración, no envueltos en acontecimientos, sino provocándolos
con su audacia, constituyen una de las páginas brillantes y conmovedoras
de la luchas por la independencia argentina. Refuerzan el carácter y el
brillo de la proeza el hecho de que los tres combatientes, que hasta ese
momento no habían recibido de sus jefes distinción alguna, pertenecían a
una tropa mal alimentada, para la que las provisiones que escaseaban a
148
menudo, llegaban en malas condiciones. A esto se agregaban los
recientes triunfos del enemigo. Más contratiempos y privaciones no
amilanaban a los hombres de las fuerzas patriotas, y así como del núcleo
de los oficiales surgió en ese tiempo el teniente de dragones Gregorio
Aráoz de Lamadrid, del conjunto de los soldados nacieron a la
inmortalidad Gómez, Salazar y Albarracín.
Llamado por Belgrano, el bravo teniente recibió orden de conseguir
noticias de la vanguardia adversaria. En el cumplimiento de su misión
llegó, a la cabeza de doce subordinados, al portezuelo de la quebrada de
Tinguipaya, muy cerca de la Posta de Tambo Nuevo. Sabía el teniente que
a poca distancia de donde se hallaba, había sido destacada una compañía
de cazadores montados del ejército realista.
Era necesario conocer el número de sus integrantes y las condiciones en
que se encontraban. La empresa no resultaba fácil. La posta quedaba en lo
alto de una empinada cuesta. Comisionados Gómez, Salazar y Albarracín
para que explorasen el terreno, desmontaron al llegar al pie de la altura y,
llevando de las riendas a sus caballos, iniciaron la difícil marcha.
La noche favorecía y dificultaba al mismo tiempo el intento. Protegidos
por las sombras, el silencio acechaba como para descubrirlos. Cuando
llegaron arriba, el relincho de un caballo anunció su presencia. A ese
relincho siguieron otros. Cincuenta equinos encerrados en un corral
contestaron a su compañero. Los tres soldados hicieron un alto. Habían
divisado una luz. Un candil ardía en una de las casas de la posta. Lenta y
cuidadosamente reanudaron la marcha. Pudieron distinguir a un
centinela.
Ya sabían bastante. Con lo que habían comprobado tenían suficiente pero
no se dieron por conformes. Siguieron avanzando. El centinela dormitaba.
Dentro del rancho también descansaban once realistas. Las armas habían
quedado apoyadas contra la pared, a cuidado del centinela. El guardia
había estado jugando a la baraja, a la luz de un candil, ajena a los
movimientos de nuestros patriotas. Salazar, Gómez y Albarracín se
149
leyeron el pensamiento. Ellos no podían volver con las manos vacías. ¿Qué
importaba que a retaguardia descansasen en esos momentos los otros
cuarenta hombres de la compañía adversaria?
Los tres soldados desarrollaron sin pérdida de tiempo su plan. Uno de
ellos sorprendió al centinela, lo desarmó y calló su voz de alarma. Otro
tomó a su cargo las armas y el último penetró en el rancho y apuntando
con su carabina a los realistas que no salían de su asombro, por lo
inverosímil de la situación, los obligó a rendirse.
Los realistas nunca imaginaron que esos tres hombres estaban solos, los
maniataron y condujeron en medio de la noche en las sierras.
La aurora les reveló a los realistas que los atacantes, eran sólo tres
soldados, mientras contemplaban como se alejaban con todos sus
pertrechos aquellos bravos integrantes del ejército de la independencia a
los que Belgrano llamaría, al ascenderlos, los Tres Sargentos de Tambo
Nuevo.
AYOHUMA
Ya comienzan a ser evidente los deterioros en la salud de Belgrano. No
obstante, continúa su marcha y sepultando los restos mortales de sus
heroicos soldados. El 5 de octubre fija su cuartel general en Macha, con el
objetivo de reorganizar su ejército, a pesar de las numerosas dificultades.
Luego de la derrota de Vilcapugio, se desmorona la estrategia a pesar de
la sublevación de las provincias altoperuanas y el apoyo de los indígenas
que le habrían posibilitado penetrar victorioso.
Belgrano mantiene su espíritu calmo y reflexivo. La población contribuye
generosamente, mientras el general Francisco Antonio Ortiz de Ocampo,
desde Charcas le envía refuerzos, soldados, cañones, fusiles, municiones y
caballos. También lo hacen el gobernador de Cochabamba, general Juan
Antonio Alvarez de Arenales y el gobernador de Santa Cruz de la Sierra,
coronel Ignacio Warnes.
150
Belgrano, entre tanto, expide un bando en el que decide gratificar a los
pobladores de Chayanta, que habían salido en auxilio de su ejército,
distribuyendo entre los perjudicados por la guerra, tierras del Estado.
Pezuela, por su parte, carece de los elementos adecuados de movilidad y
está rodeado de poblaciones hostiles, por lo que no se atreve a tomar
iniciativas.
Belgrano sigue sosteniendo que será un buen recurso la sublevación de las
regiones inmediatas a las que ocupa, por lo que destaca partidas en todas
direcciones, aunque finalmente, solo obtiene la adhesión de Tacna.
Algunos caciques con sus malones deberán cortar las comunicaciones
realistas con La Paz y el Desaguadero, mientras otras avanzadas, al mando
de oficiales experimentados, hostilizarán los destacamentos enemigos
ubicados en el campamento de Condo-Condo.
Gregorio Araoz de Lamadrid, teniente de Dragones, se destaca por su
audacia y heroísmo, atacando sin descanso a las distintas partidas
enemigas. Belgrano mantiene su espíritu revolucionario, sustentando los
principios de libertad de la causa americana, lo infunde sin descanso a los
pueblos hermanos y el 21 de octubre desde Macha le escribe al gobierno
central: “En balde se fatigan nuestros enemigos así interiores como
exteriores; en vano sufriremos contrastes, en vano, tal vez, nos veamos
casi a las puertas de nuestra total ruina, como ya lo hemos estado en
algunas épocas de nuestra gloriosa empresa: las Provincias Unidas del Río
de la Plata serán libres, y las restantes del continente se le unirán,
afirmando con sus sacrificios y esfuerzos la libertad e independencia que el
cielo mismo ha puesto en nuestras manos”.
Si bien no descuida la política, acelera la marcha de los diputados de los
pueblos que deben incorporarse a la Asamblea General y advierte que los
habitantes del interior imponencondiciones antes de acatar la autoridad
de Buenos Aires: “Las ideas de federalismo han cundido mucho y creo que
Dios nos manda trabajos para que nos amoldemos y sujetemos al orden:
confieso que más temo a los pueblos después de la victoria, que a los
enemigos de hoy. Es mucha la ignorancia, y conviene que todavía en
151
mucho tiempo estén las atenciones fijas en los peligros exteriores, sin
perder de vista los objetos interiores”, escribe al gobierno el 23 de
octubre.
Precisamente sobre finales de octubre, Pezuela todavía no encuentra
posibilidades para entrar en acción y es apremiado por el Virrey del Perú
que lo intima a reanudar las operaciones, comenzando la ofensiva con
numerosas ventajas. En principio derrota a los caciques Cárdenas y Lanza,
aliados de Belgrano que encabezaban una gran rebelión indígena. El 8 de
noviembre, ingresan a Cayampayani, y se sitúan en las proximidades de
Macha. El 12 los realistas llegan a los Altos de Taquirí, desde donde
advierten todos los movimientos del ejército patriota.
Belgrano, contra la opinión de los oficiales en una Junta de Guerra, que
prefieren la retirada a Potosí, impone su voluntad de ir al combate,
convencido de vencer a Pezuela. El enemigo cuenta con 3.500 hombres,
mientras que el ejército patriota con 3.000 hombres. Belgrano logra
doblar al enemigo en tropas de caballería pero es demasiada la diferencia
con la infantería y la artillería.
La estrategia de Belgrano es que los españoles lo atacarán de frente y
ocupa sus posiciones con demasiada anticipación, lo cual pone en
descubierto su plan, que lo obliga a permanecer en una actitud de espera,
para lanzarse sobre ellos con movimientos rápidos y envolventes.
El 14 de noviembre, Pezuela inicia el descenso por un estrecho sendero de
la cuesta de Taquirí, por donde solo tres hombres caben de frente y traen
la artillería a lomo de mula por lo cual están desarmados.
Lamentablemente Belgrano deja pasar esta oportunidad que hubiese sido
determinante del combate. Ese grave error define la batalla en su contra.
Con los restos de su ejército, 400 infantes y 80 jinetes que logra reunir con
el auxilio de Díaz Vélez, emprende la retirada, mientras un grupo de
valientes al mando del comandante Zelaya lo cubre. En el campo de
batalla queda toda su artillería y armamento, más 300 muertos y el doble
de prisioneros.
152
El 8 de diciembre de 1813, Belgrano está en Humahuaca y el 9 lanza una
ardorosa proclama a los pueblos del Perú. Está convencido de la necesidad
de afianzar mucho más, en aquellos hombres, el sentimiento
revolucionario. Así lo expresa al Triunvirato el día 13, después de dar
cuenta de la situación en que ha quedado su ejército. Una derrota con
graves consecuencias militares y políticas: “Creo que después de nuestra
Revolución más estudio hemos hecho los hombres en ser intrigantes y
malvados que en adquirir virtudes, sin las que no puede haber libertad, y
creo también que no se adquirirán sino a la fuerza de trabajos, y
separando cizaña de trigo; mientras no haya firmeza para ellos no
adelantaremos un paso.
“No hablo ni digo con más franqueza a V.E. una multitud de cosas, porque
temo que se aumente la desunión que tanto reina en las Provincias que se
dicen Unidas, y las personalidades que es lo único que existe entre
nosotros, no concluyen con este edificio que en sus principios se empezó a
minar, y cuya subsistencia la espero sólo de la Providencia Divina.
“Cuanto he visto, cuanto he corrido, cuanto he observado de ellas en lo
moral y en lo físico, me convenció de que aún no estábamos de aspirar a la
libertad e independencia; pero, estamos en la empresa, no hay otro
camino que arrastrar todos los peligros y vencerlos o perecer en la
demanda: a lo que estoy resuelto”.
El pensamiento y la labor de Manuel Belgrano representan el esfuerzo
más vasto y hondo realizado en el país desde el período hispánico, sus
nobles afanes están patentes en esa labor precursora y sistemática a favor
del desarrollo integral del país. “...el vestido de los héroes de la Patria,
siempre tirado y siempre en trabajos y poco menos que desnudos”,
escribió en una de sus 370 cartas reunidas en el libro Epistolario
Belgraniano, al hacer mención a sus compañeros de armas. Son los
héroes de la Patria. Son anónimos pero protagonistas de la historia. Son
las masas anónimas integradas por niños y jóvenes, mujeres, negros y
mulatos, indios y criollos, los que combaten en el interior en pos de una
nación integrada a Latinoamérica.
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MARIA REMEDIOS DEL VALLE
María Remedios del Valle formó parte del Cuerpo de Andaluces que
defendió la ciudad en las Invasiones Inglesas. El 6 de julio de 1810 se
incorporó al Ejército Auxiliar con su marido y dos hijos. Sólo ella regresó
viva de las campañas militares en la gesta por la independencia. La escasez
de fuerzas no le impidió protagonizar hechos gloriosos de nuestra historia,
como el decisivo Éxodo Jujeño y las victorias de Tucumán y Salta.
Del Valle se presentó ante Belgrano en vísperas de la Batalla de Tucumán
para solicitar que se le permitiera atender a los heridos de las primeras
líneas de combate. Belgrano reacio a la participación de la mujer en sus
tropas le negó el permiso. Pero durante la contienda la mujer se filtró
entre las líneas de la retaguardia y llegó hasta el centro del combate,
donde asistió y alentó a los soldados a batir al enemigo. Los soldados
conscientes del rol histórico que cumplía en las feroces batallas contra el
enemigo colonialista, comenzaron a llamarla “Madre de la Patria”. Ante la
evidencia de su valor, Belgrano la nombró Capitana de su Ejército.
Los colonialistas que venían del triunfo en Vilcapugio y en Ayohuma
utilizaron la misma estrategia: atacar por sorpresa. Después de una
jornada de encarnizados combates yacían sobre el campo de batalla unos
doscientos cadáveres de las tropas patriotas, doscientos heridos y unos
quinientos soldados fueron tomados prisioneros por los realistas. Entre los
prisioneros estaba María de los Remedios del Valle, que luchando a la par
de sus compañeros de regimiento, había sido herida de bala.
Del Valle fue tomada prisionera y sometida durante nueve días a azotes
públicos para que su actitud no fuera imitada. Pero Del Valle pudo escapar
y regresar a las filas del Ejército de Belgrano empuñando las armas y
asistiendo a los heridos en los hospitales de campaña. Las tropas de
Belgrano habían combatido más con prepotencia de victoria que con
recursos, protagonizando numerosos actos de valor para expulsar a los
españoles que los superaban en hombres y armamento.
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Cuando el pabellón patrio fue jurado en Jujuy, la negra Del Valle estuvo
arrodillada junto a Martín de Güemes y a Juan Antonio Álvarez de
Arenales. Del Valle al igual que Belgrano viviría en la pobreza relegada por
las autoridades porteñas que intentaron resarcirla delo injusto. Pero el
Estado y la burocracia cobraron una nueva víctima y María Remedios del
Valle murió sin cobrar un solo peso y olvidada por la historia.
BELGRANO Y SAN MARTÍN
Bajo las altas temperaturas de enero de 1814, Belgrano abandona Jujuy.
Manuel Dorrego con una división de 500 hombres protege la marcha de
los patriotas. El enemigo es hostigado en varios frentes, mientras las
autoridades de Buenos Aires, adoptan medidas a fin de procurar los
refuerzos necesarios para el ejército derrotado en el altiplano.
El 16 de diciembre de 1814, el Ejecutivo nombra Mayor General del
Ejército Auxiliar del Perú al coronel José de San Martín.
Dicho nombramiento alegra a Belgrano, quién al tomar conocimiento del
mismo le escribe: “No se decir a Ud. lo bastante cuanto me alegro de la
disposición del gobierno para que venga de jefe del auxilio con que se trata
de rehacer este desgraciado ejército; ojalá que haga otra cosa que le pido,
para que mi gusto sea mayor”. En estas líneas puede advertirse el deseo
de Belgrano para que San Martín asuma la dirección del Ejército.
Continúa el escrito: “… La patria necesita que se hagan esfuerzos
singulares, y no dudo que Ud. los ejecute según mis deseos para que yo
pueda respirar con toda confianza y salir de los graves cuidados que me
agitan incesantemente. Crea Ud. que no tendré satisfacción mayor que el
día que logre tener el placer de estrecharlo entre mis brazos, y hacerle ver
lo que aprecio el mérito y honradez de los buenos patriotas como Ud.”.
Transcurriros dos días, y con la humildad que lo caracteriza, Belgrano
eleva su renuncia como General en Jefe del Ejército del Perú, y solicita
continuar a cargo del Regimiento Nro. 1.
155
La grandeza de Belgrano le permite ubicarse sin problemas bajo las
órdenes de San Martín, que sabe explicar los méritos militares del
triunfador de Tucumán y Salta. En su correspondencia Belgrano le
recomendaría: “La guerra no la ha de hacer Ud. con las armas, sino con la
opinión, afianzándose siempre en las virtudes naturales, cristianas y
religiosas; pues los enemigos la han hecho llamándonos herejes, y sólo por
este medio han atraído las gentes bárbaras a las armas, manifestándoles
que atacábamos la religión… Añadiré únicamente que conserve la bandera
que dejé: que la enarbole cuando todo el Ejército se forme; que no deje de
implorar a Ntra. Sra. de las Mercedes nombrándola siempre nuestra
Generala, y no olvide los escapularios a la tropa; deje Ud. que se rían; los
efectos lo resarcirán a Ud. de la risa de los mentecatos que ven las cosas
por encima”.
San Martín sale de Buenos Aires el 18 de diciembre y llega a Tucumán en
la madrugada del 11 de enero. Observando las directivas de Belgrano,
continúa la marcha hacia el norte, avanzando con la caballería a fin de
proteger la retirada de Jujuy del grueso del ejército.
Dentro de sus cálculos estratégicos Belgrano estima que el plan de
Pezuela es perseguir los restos de su ejército hasta Salta, donde se
detendrá para reorganizar sus fuerzas y lograr auxilios del frente realista
destacado en Montevideo. Esto se lo comunica a San Martín, con quien
intercambia mucha correspondencia, donde además, deja entrever el
deseo mutuo de los dos próceres de reunirse, para aunar esfuerzos en
beneficio de la Patria.
Belgrano está muy delicado de salud y le escribe a San Martín el 17 de
enero: “Voy a pasar el río Juramento y respecto de hallarse Ud. con la
tropa tan inmediato sírvase esperarme con ella”. San Martín se halla a
pocos kilómetros de allí, en las proximidades del poblado de Algarrobos,
donde se apresta a esperar a Belgrano. Ese mismo día se conocen
personalmente estos dos hombres, confundiéndose en un fraternal
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abrazo, en el que nace una sincera amistad, cimentada por la pureza de
sus principios.
Belgrano le informa a San Martín de sus planes y optan por apurar la
retirada, desistiendo de la idea de atacar la vanguardia realista sobre la
margen sur del río de las Piedras. Los efectivos fraccionados avanzan hacia
Tucumán.
El 21 de enero, desde la “Estancia Las Juntas”, Belgrano extiende un oficio
a San Martín, ordenándole ponerse en marcha hacia la ciudad de
Tucumán, con el objetivo de que reconocido como segundo jefe del
ejército, proceda a la instrucción y disciplina de la tropa.
Mientras tanto, el Supremo Poder Ejecutivo, a cargo del Director Gervasio
Posadas, extiende los despachos donde nombra al coronel José de San
Martín, Jefe del Ejército Auxiliar del Perú. El 29 de enero Belgrano recibe
la comunicación oficial e inmediatamente la da a conocer a todo el
ejército y en nota al gobierno expresa: “… en consecuencia, fui a rendirle
los respetos debidos a su carácter. Doy a V.E. mis más expresivas a la
patria, lo ejecutaré con el mayor empeño y anhelo gracias por el favor y
honor que me ha dispensado accediendo a mi solicitud; y créame que si
cabe el redoblar mis esfuerzos por el servicio de la patria, lo ejecutaré con
el mayor empeño y anhelo… era menester seguir el camino que me
propuse desde que me decidí a trabajar por la libertad e independencia de
América”.
Cabe consignar que hacia fines de 1813 el Supremo Poder Ejecutivo había
acordado iniciar las investigaciones tendientes a establecer las
responsabilidades en las derrotas de Vilcapujio y Ayohuma. El organismo
constituido en Tucumán por el Dr. Antonio AlvarezJonte y Francisco
Ugarteche, tiene como finalidad estructurar la administración pública de
las provincias. Dicha comisión comienza a tomar declaraciones a los
oficiales que han participado en aquellas acciones y pide informes a Díaz
Vélez y Gregorio Ignacio Perdriel. La comisión no llega a su cometido
porque San Martín presiona a sus integrantes de no continuar con la
157
investigación iniciada. Los integrantes de la comisión se dirigen al Director
Supremo, haciéndole saber que suspenden las tareas “… por la
desmoralización que resulta de procesar a un general con mando,
haciendo deponer contra él a sus subalternos”.
Posadas exige por oficio a San Martín que ordene el inmediato traslado de
Belgrano a Córdoba y debe dejar el mando del regimiento Nro 1 al oficial
más antiguo que correspondiera.
San Martín responde con profundo respeto hacia Belgrano y destaca los
numerosos factores que lo llevan a no cumplir sin pérdida de tiempo esa
orden: El delicado estado de salud del brigadier, sus valiosos
conocimientos de la zona, donde no hallará “un oficial de bastante
suficiencia y actividad que le subrogue…”, además de la buena opinión
que rodea a Belgrano entre los vecinos y la consideración con que lo
juzgan los miembros del ejército. Finalmente, “en obsequio a la salvación
del Estado”, solicita que se mantenga a Manuel Belgrano en el ejército de
su mando.
A pesar de las razones expuestas, el gobierno de Buenos Aires, insiste en
el cumplimiento de lo ordenado y el 18de marzo, el jefe del ejército
comunica al Director Supremo que Belgrano, enfermo, ha partido hacia
Santiago del Estero, rumbo a Córdoba.
Allí permanece unos días hasta que las autoridades cordobesas, reciben
instrucciones de ordenarle que continúe su viaje. A mediados de junio le
ordenan detenerse en Luján. Enfermo de gravedad, logra por tal motivo
llegar en calidad de detenido hasta una quinta de Buenos Aires. Se instala
en San Isidro, donde comienza a escribir sus Memorias, en estos términos:
“… Nada importa saber o no la vida de cierta clase de hombres que todos
sus trabajos y afanes lo han contraído a sí mismo, y ni un solo instante han
concedido a los demás; pero la de los hombres públicos, sea cual fuere,
debe presentarse, o para que sirva de ejemplo que se imite, o de una
lección que retraiga de incidir en sus defectos”.
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Belgrano pensaba que “nadie debe exceptuarse de poner el pecho al frente
por la patria”, y que “nada hemos de lograr de nuestros enemigos sino por
medio del cañón y la espada”. También opinaba que “sin ejército no habrá
jamás patria; la fuerza en orden, disciplina y subordinación, es la única que
puede asegurarnos interior y exteriormente, todo lo demás es un error que
traerá nuestra total destrucción, por más ventajas que repentinamente
aparezcan”.
Para dar el ejemplo y demostrar con los hechos sus convicciones, a pesar
de no ser militar de profesión, sabido es que tomó sobre sí el mando del
Ejército Auxiliar del Perú durante varios años, obteniendo victorias y
derrotas.
Más aún, no tuvo empacho en confiarle a San Martín su desconocimiento
de las regiones en las que actuaba como jefe militar, que había hecho la
guerra “como un descubridor”, que estaba solo, “no tengo, ni he tenido
quien me ayude”, y había entrado a esa empresa por puro patriotismo,
“con los ojos cerrados y pereceré en ella antes de volver la espalda, sin
embargo de que hay que huir a los extraños y a los propios, porque la
América aún no estaba en disposición de recibir dos grandes bienes, la
libertad e independencia; en fin, mi amigo, espero de V. un compañero que
me ilustre, que me ayude y quien conozca en mí la sencillez de mi trato y la
pureza de mis intenciones, que Dios sabe no se dirigen ni se han dirigido
más que al bien general de la Patria, y sacar a nuestros paisanos de la
esclavitud en que vivirán”.
En la historia de nuestra emancipación la amistad de San Martín y
Belgrano cobra un relieve especial, dada la virtuosa significación de ambas
figuras. Mucho antes de conocerse personalmente habían ambos héroes
mantenido frecuente correspondencia, que fue cimentando en ellos una
recíproca simpatía. San Martín estimó mucho las dotes morales e
intelectuales del creador de la bandera, y éste, a su vez, supo ver en el
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vencedor de San Lorenzo, no sólo al colega sino también al jefe y futuro
libertador rioplatense.
En la Posta de Yatasto, situada en el camino de Tucumán a Salta se
encontraron por primera vez los dos próceres más altos de la
nacionalidad. Un estrecho abrazo selló una amistad que nunca fue
desmentida. San Martín había analizado en el terreno de los hechos, los
orígenes y el desarrollo de la revolución y luego de ponerse en contacto
con alguno de sus protagonistas, distingue entre todos ellos a Belgrano,
no por la ciencia militar de quien ha tenido que improvisarse conductor de
tropas, sino por la naturaleza moral que presiente en quien fue precursor
de Mayo desde sus funciones de secretario del Consulado.
Belgrano murió con el convencimiento de que San Martín era el genio
tutelar de su patria, y por su parte San Martín honró hasta en sus últimos
días la memoria de su amigo, señalándolo como una de las glorias más
puras del nuevo mundo.
MISION DIPLOMÁTICA EN EUROPA
Estamos en los meses finales del año 1814, numerosas dificultades
amenazan concretar la Revolución. Las luchas por la emancipación han
tenido resultados adversos. El norte continúa en poder de los realistas
mientras se mantiene al antiguo ejército de Belgrano dentro de los límites
de Tucumán para mantener la defensa de la frontera en aquel punto.
En Europa, mientras tanto, habiendo abdicado Napoleón, Fernando VII
toma nuevamente el poder y se dispone a enviar una expedición al Río de
la Plata. En el orden interno, entretanto, la Asamblea General se divide en
facciones y la desmoralización en el ejército crece. José Artigas en la
Banda Oriental y la amenaza de los portugueses se tornan peligrosas. Se
comienza a pensar en recurrir a la vía diplomática para encontrar aliados
que apoyen el movimiento revolucionario, pero el escenario no es el
160
mejor, dado que se cuenta con escasos recursos y una situación política
inestable. En líneas generales lo que se intentaba es obtener el
reconocimiento de nuestra independencia por parte de Gran Bretaña,
interesada económicamente y mediadora obligada.
Se Inician negociaciones ante la Corte española, con el objetivo de
neutralizar la expedición a Buenos Aires. Llegar a un acuerdo pacífico con
las autoridades portuguesas establecidas en el Brasil para asegurar su
neutralidad o su apoyo ante cualquier agresión. Esta es la misión que el
Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas le encarga a Bernardino
Rivadavia y a Manuel Belgrano en misión diplomática ante las cortes de
Inglaterra y España. De las instrucciones reservadas se conoce un solo
ejemplar y estaban dirigidas a Rivadavia. Belgrano pasaba a estar bajo las
órdenes de éste y el propósito era asegurar la “independencia política de
este Continente, o al menos, la libertad civil de estas Provincias”. Los
comisionados debían lograr “… la venida de un Príncipe de la Casa Real de
España que mande el Soberano, a este Continente bajo las formas
constitucionales que establezcan la provincias o el vínculo y dependencia
de ellas a la Corona de España, quedando la administración en todos los
ramos en manos de los americanos…”, mientras que todo lo que en tal
sentido se conviniera debía ser sancionado en la asamblea de los
diputados de estas Provincias.
Los comisionados parten el 28 de diciembre en la corbeta “Zephir”. En Río
de Janeiro deben ponerse en contacto con el embajador inglés Lord
Strangford. La misión encargada a Rivadavia y Belgrano completará la que
se le había encargado a Manuel de Sarratea en Londres que miran hacia
“la libertad e independencia de estas Provincias y la cesación de las
hostilidades”, mientras buscaba el apoyo inglés ante un ataque de España.
Rivadavia y Belgrano arriban a Brasil a mediados de enero de 1815 y se
enteran de la renuncia de Posadas al cargo de Director Supremo y que el
sustituto era su sobrino Carlos de Alvear. No obstante se abocan
161
activamente a las gestiones encomendadas y se entrevistan no solo con
Lord Strangford, sino con el encargado de negocios de España, el ministro
de Estado portugués y el ministro de los Estados Unidos.
Al mes llega a Río de Janeiro el doctor Manuel José García, enviado
confidencial del nuevo Director que portaba dos notas: una para el
gabinete de Londres y otra para Lord Strangford, donde pone a
disposición del gobierno británico las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Al tanto de los términos de aquellos documentos, Rivadavia y Belgrano
aconsejan a García sobre las gravísimas consecuencias para la Patria que
surgirían de darse curso legal a aquellos pliegos. El embajador inglés, por
su parte, adopta una posición neutral y les asegura que su país no
permitirá la injerencia portuguesa en los negocios políticos, ni atentar
contra el territorio del Plata.
Rivadavia y Belgrano dejan entrever en su correspondencia, la
impopularidad de su misión, pero prefieren no desistir y continúan con las
negociaciones a pesar de pensar que estuvieran destinadas al fracaso.
Mientras Manuel José García permanece en Brasil, nuestros comisionados
se embarcan el 10 de marzo de 1816 en una nave del correo inglés hacia
Londres. El 7 de mayo desembarcan en el puerto de Falmouth y de allí se
encaminan hacia la capital, donde toman conocimiento que Napoleón
Bonaparte retomó el gobierno de Francia, tras su huida de la isla de Elba.
Inmediatamente se ponen en comunicación con Manuel de Sarratea, -
agente del gobierno de las Provincias Unidas en Europa- quien se
encontraba en Londres desde hacía un año. Ante su presencia abren los
pliegos cerrados de que son portadores y las instrucciones a que deben
ajustarse.
162
Las gestiones ante el gabinete británico permanecen estancadas mientras
toman conocimiento del proyecto trazado por Sarratea: Un plan
monárquico constitucional que Rivadavia y Belgrano aceptan ante la
imposibilidad de llevar a cabo otro, dado el giro de los acontecimientos
europeos.
Belgrano, ante el ineludible fracaso de cualquier otro intento, escribe al
gobierno: “… el acelerar el reconocimiento de nuestra existencia política, o
mejor diré, el realizar ésta, pende del modo en que se negocie con la
España, para que ella sea la primera en reconocerla; por que, el que
Inglaterra o cualquier potencia lo haga, mientras las cosas permanezcan
como están en Europa, es del todo imposible y no hay que esperarlo jamás,
siendo contra todos los principios que rigen a los soberanos y han
proclamado del modo más enérgico, y sostendrán con los mejores
esfuerzos, habiéndoles llegado su época”.
Sarratea, mientras tanto, sostiene que la ejecución de su plan los
conducirá al reconocimiento de la independencia por parte de España. Ha
enviado un agente ante el destronado rey de España, Carlos IV, que se
hallaba exiliado en Roma. Estas negociaciones tienen por objeto instalar
en el Río de la Plata una monarquía constitucional coronando al hijo
menor de Carlos IV, Francisco de Paula.
El 3 de febrero de 1816, Belgrano resume así las circunstancias:
“Reflexionamos sobre la materia con aquel pulso y madurez que exigía:
observamos por una parte el estado en que habíamos dejado las
provincias y el de los gobiernos que las regían; las disposiciones de la Corte
de España para traer la guerra a nuestros países; la frialdad del gobierno
inglés, o no sé si me atrevo a decir enemigos de nosotros y de todos los
demás gobiernos de América: el interés que manifiesta el resto de las
potencias (incluyendo aún a Estados Unidos de América), en que nos
conservemos unidos a la España, con el designio de poder balancear el
poder marítimo de la Inglaterra…”.
163
Sobre la actitud de la Corona de España estima: “Observamos la reacción
que se obraría en la familia de España con este hecho; cómo se le cruzarán
sus ideas en contra de la América con él, pudiendo nosotros apoyar el
proyecto e b el derecho que nos asistía de escoger al Infante, lo mismo que
le habían hecho los españoles escogiendo a Fernando y despojando a su
padre del reino”.
Se forzará a Gran Bretaña ya: “que nombrando el padre a su hijo, el
predicho Infante, por su sucesor en las Provincias Unidas del Río de la
Plata, se declararía precisamente el gobierno inglés por el pensamiento así
porque era nuestro y consiguiente a los principios, porque obra en sus
transacciones políticas en el continente de Europa, como, no teniendo
disculpa para con su nación, que está empeñada en nuestra
independencia, y se empeñaría más viendo que la imitábamos en su clase
de gobierno…. Así desterrábamos la guerra de nuestro suelo; y que al fin
por este medio conseguiríamos la independencia y que ella fuese
reconocida con los mayores elogios, puesto que en Europa no hay quien no
deteste el furor republicano”.
El nuevo gobierno se instalaría sobre claros principios democráticos: “…e
igualmente establecer un gobierno sobre bases sólidas y permanentes,
según la voluntad de los pueblos, en quien estuviesen deslindadas las
facultades de los poderes, conforme a sus circunstancias, carácter,
principios, educación y demás ideas que predominan y que la experiencia
de cinco años que llevamos de revolución nos ha enseñado”.
Tal vez convencido, en parte, de la efectividad del plan, Belgrano estima
que aquella sería una solución para atenuar el temor de la pérdida de
todo lo que costosamente se había logrado en procura de la libertad
americana, justifica el apoyo que presta al proyecto: “Considerando, pues,
todo esto, y teniendo presente que resistirnos, no solo obrábamos contra
lo que la razón nos dictaba en tales circunstancias, como único remedio a
164
nuestra patria, sino que se atribuiría después a nuestra resistencia su
pérdida, y la preponderancia de la causa de los reyes sobre los pueblos,
nos resolvimos a entrar en el proyecto, a favorecerle y prestarle todos los
auxilios que de nuestra parte estuvieren”.
Mientras continúan las negociaciones, Sarratea envía a Roma, como
agente al conde de Canbarrús. En mayo de 1815 regresa a Londres,
sosteniendo haber tenido éxito en su gestión, pero Rivadavia y Belgrano
entienden que los principios sostenidos por Cabarrús fueron desvirtuados,
es más intenta entablar negociaciones en términos absurdos, como la
posibilidad de intentar un secuestro del infante Francisco de Paula.
Belgrano se manifiesta en total desagrado sobre lo actuado y por otra
parte se le niega el conocimiento directo de la documentación que
manejaba el agente de Sarratea.
Mientras tanto, la derrota de Napoléon en Waterloo, cambia el escenario
político de Europa y da por tierra con todos los proyectos. Resurge la
tendencia a restaurar las monarquías, dándole apoyo a Fernando VII,
mientras sus padres se niegan a respaldar el plan que sostiene los
derechos de su otro hijo, el infante Francisco de Paula.
Se le pide a Belgrano que regrese al país para informar al gobierno,
mientras la misión queda en manos de Rivadavia y Sarratea, que
permanecen en Europa. Belgrano emprende el regreso el 15 de
noviembre arribando a Buenos Aires a principios de 1816.
EL EJÉRCITO DE OBSERVACIÓN
Alvear se ha ganado una creciente oposición debido a las medidas
dictatoriales empleadas. Por su parte, San Martín, al frente del Ejército de
Cuyo, y considerado un militar prestigioso, se declara abiertamente contra
Alvear, mientras los artiguistas propagan la guerra civil en el interior.
165
Precisamente el 3 de abril de 1815, el brigadier Ignacio Alvarez Thomas,
está al mando de las tropas destinadas a enfrentar al ejército de Artigas
que, con acuerdo de la oposición, ha avanzado sobre Santa Fe.
Alvarez Thomas se subleva contra el Director Supremo, al llegar con sus
tropas a Fontezuelas, en las proximidades de Arrecifes, mientras se
producen una serie de revueltas populares que culminan con la renuncia
de Alvear y consecuentemente con la disolución de la Asamblea.
Las funciones gubernativas son dispuestas por el Cabildo, que convoca a
electores con facultades, para designar Director Supremo al general del
Ejército del Norte a José Rondeau. Mientras dura la ausencia de éste, en
carácter interino nombran al coronel Alvarez Thomas, quien presta
juramento el 21 de abril de 1815. Éste asume sólo el mando militar ya que
el Cabildo se reserva el poder político hasta la sanción del Estatuto de
1815.
Si bien Alvarez Thomas debe enfrentar una serie de dificultades, mientras
intenta llevar a cabo una política pacifista, y busca un acercamiento con
Artigas, cuyos ideales políticos tienen cada vez más adeptos en el litoral. A
tal fin envía representantes al campamento de Artigas ubicado en
Purificación, en las márgenes del río Uruguay. Artigas, por su parte,
convoca a una reunión de los representantes de los pueblos de Entre Ríos,
Corrientes, Misiones, Córdoba, Santa Fe y la Banda Oriental. Sus
exigencias iniciales se oponen a cualquier entendimiento con el gobierno
porteño.
La guerra civil estalla nuevamente y el Ejecutivo pone a las órdenes de
Juan José Viamonte el Ejército de Observación, que en agosto de 1815,
logra ocupar la capital de Santa Fe y designar un gobernador adicto a
Buenos Aires. Sin embargo, pocos meses después Mariano Vera, con el
apoyo de Artigas, Estanislao López y Francisco Ramirez, logra deponer a
las autoridades impuestas por los porteños. Mariano Vera es elegido
166
gobernador de Santa Fe, quedando fuera del dominio de Buenos Aires y
bajo la influencia de Artigas.
Mientras tanto, el gobierno de Buenos Aires designa en reemplazo de
Viamonte a Manuel Belgrano como “General en Jefe de las fuerzas de
línea y milicias de campaña”, con asiento en Rosario. Desde allí, y con el
propósito de negociar con Artigas, Belgrano destaca al general Eustasquio
Díaz Vélez , quien abusando de su autoridad, se anticipa a firmar un
armisticio con Cosme Maciel, representante de Artigas.
Este acuerdo, fechado el 9 de abril de 1816, se conoce en la historia como
el Pacto de Santo Tomé y establece el retiro de las fuerzas porteñas de
esa provincia y la separación del mando del ejército del Brigadier General
Manuel Belgrano, para tomar su lugar Díaz Vélez. Esta sublevación militar
origina la renuncia del Director interino Alvarez Thomas que obliga al
Cabildo porteño a designar inmediatamente al general Antonio González
Balcarce, quién permanece en su cargo de mayo a julio de 1816.
CONGRESO DE TUCUMÁN
En marzo de 1816, convocado por Alvarez Thomas, comienza sus sesiones
el Congreso de Tucumán. Apenas se inician las discusiones, el tema
prioritario era establecer el régimen de gobierno, antes de proceder a la
declaración de la Independencia. Para ello, era necesario contar con el
apoyo de los oficiales y los jefes de los ejércitos de la Patria, que eran los
principales sostenedores del Congreso.
Belgrano, quien ya había preconizado abiertamente su monarquismo
constitucional, es llamado para asistir a una sesión secreta que se lleva a
cabo el 6 de julio de 1816. Es importante destacar que, en forma
generalizada, se pensaba en la necesidad de instaurar un régimen
monárquico que dentro de las reglas constitucionales, asegurase el
ejercicio de la democracia. La conveniencia del sistema consistía en
167
afirmar la unión de las provincias, para luego integrar un orden
americano.
En el acta de la mencionada sesión del 6 de julio, Belgrano sintetiza su
pensamiento: “Aunque la revolución de América, en su origen mereció un
alto concepto de los poderes de Europa, por la marcha majestuosa con que
se inició, su declinación en el desorden y anarquía, continuada por tan
dilatado tiempo, ha servido de obstáculo a la protección, que sin ella se
habría logrado; así es que, en el día, debemos contarnos reducidos a
nuestras propias fuerzas… el espíritu general de las naciones, en los años
anteriores, era republicanizado todo, en el día se trata de monarquizarlo
todo. La nación inglesa, con el grandor y majestad a que se ha elevado,
más que por sus armas y riquezas, por la excelencia de su Constitución
monárquico-constitucional, ha estimulado a los demás a seguir su
ejemplo. La Francia lo ha adoptado. El rey de Prusia, por sí mismo, y
estando en el pleno goce del poder despótico, ha hecho una revolución en
su reino, sujetándose a bases constitucionales idénticas a las de la nación
inglesa”.
Resulta evidente que su pensamiento esta contextualizado en el tiempo
que le toca vivir. Su evolución es sensata al juzgar la evolución de aquellas
naciones, los estragos a los que nos sometía la anarquía y dada la grave
situación interna aconseja para las Provincias Unidas del Río de la Plata:
“Conforme a esos principios, en mi concepto,la forma de gobierno más
conveniente para estas provincias, sería la de una monarquía temperada,
llamando la dinastía de los Incas, por la justicia que en sí envuelve la
restitución de esta casa, tan inicuamente despojada del trono, por una
sangrienta revolución que se evitaría en lo sucesivo con esta declaración, y
el entusiasmo general de que se poseerían los habitantes del interior,
como la sola noticia de un paso para ellos tan lisonjero…”
Belgrano no fundamenta su propuesta en un convencimiento absoluto por
el monarquismo, como régimen ideal de gobierno, sino en la conveniencia
168
de su adopción, dadas las críticas circunstancias por las que atravesaba la
Patria. Mientras tanto, en Europa impera nuevamente el “antiguo
régimen”, cuando los ideales de la Revolución Francesa han sido
desvirtuados políticamente por Napoleón Bonaparte. Recordemos que
desde 1809, Belgrano se inclina por la monarquía como recurso político,
como el único medio para alcanzar la independencia y poder sostenerla
después. Para Belgrano esta forma de gobierno es condicional. Representa
el camino obligado para alcanzar la democracia cuando, a través de la
educación, como siempre ha preconizado, se haya preparado
suficientemente al pueblo para sostenerla.
Con fecha 8 de octubre de 1816 le escribe a Bernardino Rivadavia: “… me
exalté, lloré e hice llorar a todos al considerar la situación infelíz del país.
Les hablé de la monarquía constitucional con la representación soberana
de los Incas: todos adoptaron la idea”.
Belgrano justifica ante Tomás de Anchorena, la coronación de un Inca: “…
el lo había hecho con ánimo de que corriendo la voz y penetrando en el
Perú, se entusiasmasen los indios y se esforzasen en hostilizar al enemigo,
con lo que, distraído éste, tendría (Belgrano) tiempo de engrosar su
ejército para atacarlo, llegada la oportunidad”.
Martín Miguel de Güemes apoya el plan de Belgrano: un alzamiento
indígena debilitaría al enemigo. José de San Martín también celebra el
plan y en carta fechada el 22 de julio de 1816 a Tomás Godoy Cruz dice:
“Yo digo a Laprida lo admirable que me parece el plan de un Inca a la
cabeza: sus ventajas son geométricas; pero por la patria les suplico, no
nos metan una regencia de (varias) personas; en el momento que pase de
una, todo se paraliza y nos lleva al diablo: Al efecto, no hay más que variar
de nombre a nuestro Director; y queda un Regente. Esto es lo seguro para
que salgamos a puerto de salvación”.
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Finalmente no se da la sublevación indígena esperada en el Alto y Bajo
Perú y las causas del fracaso del plan se dan en las luchas intestinas que
anarquizan las provincias.
El trono incaico debía ser instalado en Cuzco, con lo cual disminuía el
poder de Buenos Aires. También puede deducirse que el voto favorable de
algunos congresales haya sido simplemente en oposición a Buenos Aires.
El debate continúa y ahora después de 200 años comienzan a discutirse
los verdaderos derechos de los pueblos originarios sobre todo el
continente.
BELGRANO NO PERDONO LA INSURRECCIÓN
La noche del 31 de diciembre de 1816, Santiago del Estero vivió
momentos de incertidumbre. En medio de la algarabía general, propia de
los festejos de fin de año, partidarios de Juan Francisco Borges, intentarían
demorar su ejecución persuadidos de que el general Belgrano perdonaría
al rebelde comprometido, con los movimientos de Córdoba, Salta y con
realistas del Alto Perú. Belgrano había recibido información y no ocultaba
su enojo por la falta gravísima de Borges, en momentos que la situación
general de país era bastante delicada.
El fallo de Belgrano, producido con auténtica serenidad, se ajustaba a la
ley promulgada por el Congreso de Tucumán el 3 de agosto de 1816, que
establecía: “los que promovieran la insurrección o atentaren contra esta
autoridad y las demás constituidas en los pueblos, serán reputados
enemigos del estado y perturbadores del orden y la tranquilidad pública y
castigados con todo el rigor de las penas hasta la muerte”.
Belgrano había comisionado a La Madrid para reprimir el levantamiento,
pero en conocimiento de los sucesos reforzó el contingente con fuerzas al
mando del coronel Juan Batista Bustos y 60 dragones al mando de José
María Paz.
170
Borges había intentado aplicar en Santiago el principio político de Mariano
Moreno que expresaba “que disueltos los vínculos que ligaban a los
pueblos con el monarca español. Cada provincia sería dueña de sí misma,
por cuanto el pacto social no establecía relaciones entre ellas
directamente, sino entre el rey y los pueblos”. Era el recetario para la
guerra civil en momentos en que el Congreso de Tucumán trataba de
lograr la unidad monolítica de los pueblos. La adhesión aBuenos Aires era
el punto inicial para la liberación continental y lo contrario significaba una
traición a los sacrificios de los ejércitos patrios, una carencia absoluta de
sentido revolucionario para la consagración de la Patria Grande. Más
adelante llegaría el tiempo de las autonomías provinciales. Pocos vieron
los entornos de la unidad nacional. Belgrano y San Martín intentaban fijar
los hitos de la Patria Grande.
Llegado La Madrid a Santiago, tienen noticias de que Juan Francisco
Borges no se entrega y acosado escapa como puede buscando refugio en
el sur de la provincia. La Madrid hace prisionero a Borges y pone en aviso
a Belgrano que le ordena que pase por las armas al rebelde.
LOS ÚLTIMOS AÑOS DE VIDA DE BELGRANO
Cabe consignar que tras la derrota de Sipe-Sipe ocurrida el 29 de
setiembre de 1815 se pierden definitivamente las provincias altoperuanas.
La frontera norte está otra vez amenazada por el enemigo que está
sostenida por las acciones militares de Martín Miguel de Güemes y sus
valientes gauchos.
Belgrano es designado el 3 de agosto de 1816, Brigadier General del
Ejército Auxiliar del Alto Perú, en reemplazo de Rondeau, que con los
restos de su ejército se establece en el norte de Jujuy. El repliegue
continúa y Belgrano se establece en las Trancas (Tucumán), donde se pone
a trabajar para la recomposición de sus fuerzas, un cuerpo de 2.400
171
hombres, donde reina la indisciplina y la rebeldía. El descontento y la
pobreza se instalan en las provincias mientras los recursos del Estado se
destinan a Mendoza para organizar el Ejército de los Andes.
Mientras tanto, Joaquín de la Pezuela, había sido designado virrey del
Perú y el Comando del ejército realista está a cargo del Brigadier José de la
Serna. Durante todo el año 1816, el enemigo no realiza una ofensiva y
Belgrano permanece en Tucumán asistiendo, en segundo plano, las
partidas de los gauchos de Güemes. Hacia finales de 1816, el ejército de
Belgrano cuenta con 2.700 hombres, con cuatro batallones de infantería,
dos regimientos de caballería y un cuerpo de artillería, pero la falta de
recursos y la miseria que padecen han relajado sensiblemente su moral:
“Yo mismo estoy pidiendo prestado para comer. La tropa que tiene el
gobernador Güemes está desnuda, hambrienta y sin paga, como nos
hallamos todos, y no es una de las menores razones que lo inducen a hacer
la guerra de recursos al enemigo. Yo mismo habría hecho otro tanto: pero
estoy muy lejos, y temo se me quedaría en la marcha la mitad de las
fuerzas de lo que se llama ejército”, escribe Belgrano a fines de octubre de
1816.
Ante el avance de los realistas para ocupar las provincias de Salta y Jujuy,
Belgrano y Güemes estiman necesario mantener una retaguardia firme en
Tucumán. Y a pesar de que el gobierno porteño insiste en no aventurar
fuerzas en el norte de Tucumán, Belgrano ubica una división de su ejército
sobre la retaguardia realista, como también sublevar las poblaciones del
altiplano e intentar cortar la retirada del enemigo. Destaca a 300 hombres
a las órdenes del coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid, con dos piezas de
artillería, para avanzar hacia Tarija. Entre tanto, en los valles Calchaquíes
están los gauchos de Güemes. Continúan hacia la Quebrada del Toro y se
colocan a la retaguardia del enemigo, cortándole la retirada hacia la
región de Yavi. Para auxiliar a las milicias gauchas, Belgrano ordena que el
Regimiento Nro 2, al mando de Juan Bautista Bustos, evitara la dispersión
del enemigo, pero el gobierno porteño, desautoriza la medida.
172
LA LUCHA INTERNA
En 1817, el Congreso de Tucumán es trasladado a Buenos Aires, dicta una
Constitución que es jurada por el pueblo el 25 de mayo de 1819, con la
ausencia de los representantes de las provincias de Entre Ríos, Santa Fe,
Corrientes y la Banda Oriental. Como sistema político, basado en el
centralismo porteño, considerado necesario para continuar la guerra por
la independencia, es elegido un Directorio, que debe enfrentar numerosos
obstáculos. En 1818, las fuerzas nacionales enfrentan a los artiguistas en
Santa Fe. En la Banda Oriental, nuevamente invadida por los portugueses,
crece la oposición al gobierno central que se desentiende de su defensa.
El 7 de enero de 1819, Belgrano, a cargo del Ejército Auxiliar del Perú,
recibe la orden de marchar sobre Santa Fe y asumir simultáneamente la
Jefatura de las fuerzas de operaciones. Deja en Tucumán 500 hombres y
con un ejército de 5.000 inicia la marcha el 1ro de Febrero.
El plan preparado por el Director Juan Martín de Pueyrredón, preveía el
avance de las tropas de Buenos Aires a las órdenes de Juan José Viamonte.
Mientras tanto, Belgrano llega a la Villa de los Ranchos (Villa del Rosario,
sobre el Río Segundo) el 28 de febrero y continúa hacia el sur hasta la
posta de la Candelaria.
Entre tanto, Viamonte que habiendo intentado invadir Santa Fe fue
derrotado por las fuerzas de Estanislao López en marzo de 1819, debió
replegarse en Rosario y a comienzos de abril firman un armisticio, donde
se acuerda el cese de la lucha.
Belgrano toma conocimiento de la situación mientras está en Candelaria y
apoya el acuerdo aunque el mismo no representará la paz que el
procuraba cimentar. El armisticio disponía que las fuerzas de Buenos
Aires, debían abandonar el territorio de Santa Fe, mientras que las tropas
173
provinciales retrocederían hasta el norte del río Salado. Mientas las tropas
de Viamonte acampan en San Nicolás, Belgrano deja Rosario y parte hacia
Cruz Alta (Córdoba) donde comienzan a concentrarse los efectivos de su
ejército.
La angustiosa situación de sus hombres, el desaliento y la creciente
miseria, lo insta a pedir nuevamente auxilio del gobierno y escribe: “En
nuestro presente conflicto ¿cuál es el recurso que se presenta para
continuar la indispensable lucha a que estamos comprometidos?.
¿Despedir las tropas porque el Erario carece de fondos para sostenerlas?
Esto es decir que, disponiendo de armas, pidamos el tiránico yugo
español”. Ante la falta de recursos la deserción aumenta: “Consumo
cincuenta reses diarias, no sé de dónde sacarlas, porque se han agotado
los depósitos. Se ha disminuido la ración de carne: vivimos con el arroz
traído de Tucumán; vamos a echar mano de los bueyes. A consecuencia de
esto la deserción se pronuncia. Estoy en un desierto”.
La salud de Belgrano se halla seriamente quebrantada y obtiene una
autorización para trasladarse a Capilla de Pilar, ubicada a pocos kilómetros
de la ciudad de Córdoba.
En Junio de 1819 Juan Martín de Pueyrredón deja su cargo en manos del
general José Rondeau, mientras las negociaciones en torno al armisticio
de San Lorenzo, se prolongan sin posibilidades concretas de un buen
resultado.
Manuel Belgrano sigue viviendo en la miseria, mal alimentado, sin
medicina ni abrigo, mientras su salud continúa deteriorándose día a día:
“Sé que estoy en peligro de muerte, pero la conservación del ejército
pende de mi presencia. Aquí hay una capilla donde son enterrados los
soldados: también puede enterrarse en ella al general. Me resulta
agradable pensar que aquí vendrán los paisanos a rezar por el descanso de
mi alma”.
174
El 29 de agosto de 1819, ante el deterioro cada vez mayor de su salud, le
solicita a Rondeau, dejar su cargo hasta reponerse y el 11 de setiembre
entrega el mando del ejército a su jefe de Estado Mayor, el general
Francisco Fernández de la Cruz. El día 10 se había despedido de sus
soldados diciéndoles entre otras cosas: “Nada me queda por deciros, sino
que sigáis conservando el justo renombre que merecéis por vuestras
virtudes, cierto de que con ellas daréis gloria a la nación, y corresponderéis
al amor que os profesa tiernamente vuestro General”.
Ya han transcurrido casi diez años de las gloriosas jornadas de Mayo y el
escenario político del país se ha modificado. Se logró la independencia y la
causa Suramericana no tarda en verse asegurada por las victorias de San
Martín en Chile. La guerra contra los realistas había concentrado los
esfuerzos de la Patria y ahora, una vez alejado el peligro, se generalizaba
el desorden interno, que hacia 1820, concluirán con la disgregación
nacional y el comienzo de la era de las autonomías provinciales.
REGRESO A BUENOS AIRES
Belgrano, cuyo estado de salud es muy delicado, se retira hacia Tucumán,
luego de dejar a su ejército en las proximidades de la ciudad de Córdoba.
El 11 de noviembre de 1819, en la guarnición que tiempo atrás había
dejado asentada en Tucumán, antes de marchar a Santa Fe, estalla un
motín encabezado por el capitán Abraham González, del Regimiento Nro
9. Este motín instigado por Bernabé Aráoz, se despliega contra el
gobernador Feliciano de la Motta y Botelho.
Los sucesos se desarrollán tan rápidamente que cuando Belgrado advierte
la maniobra, se encuentra en su lecho de enfermo, rodeado por las tropas
rebeldes, que invadieron su domicilio increpándoles: “¿Qué quieren de
mí? Si es necesaria mi vida para asegurar el orden público, aquí está mi
pecho: quitenmelá….”
175
Sin consideración por su estado de salud y sus piernas hinchadas que no
soportan siquiera el contacto de las ropas, González ordena engrillarlo. Su
médico el doctor José Redhear, se opone logrando evitar aquel acto de
barbarie.
Bernabé Araoz, luego gobernador declara la liberación del prócer, cuyo
estado de salud continúa en franco deterioro. Celedonio Balbín le ofrece
un préstamo para regresar a Buenos Aires en febrero de 1820.
Acompañado de su médico, el capellán Villegas y sus ayudantes de campo
emprende el viaje a su ciudad natal. En Córdoba, Carlos del Signo, un
modesto comerciante, le facilita los medios para continuar la marcha. En
territorio santafecino se entera de la derrota de Cepeda, con lo que se
desplomaba el sistema de gobierno.
Acompañado de su limpia pobreza llega a Buenos Aires a fines de marzo
intentando en ese viejo refugio histórico que fuera San Isidro, mitigar sus
males como huésped de una hermana. Agotado el otoño, en medio de
crecientes fríos, pasa a la vieja casona paterna. Las viejas enfermedades y
continuos esfuerzos y tensiones provocados por su agitada vida pública
culminan en una hidropesía aguda combinada con cirrosis hepática frente
a las que nada es posible.
Un reducido número de allegados a su familia saben que Manuel Belgrano
llegó a Buenos Aires y los pocos amigos que lo rodean son los que se
hacen cargo de los gastos de su curación.
En vísperas de su muerte, recibió la visita de su amigo Balbin, que le había
proporcionado en Tucumán los medios para trasladarse a Buenos Aires,
sin recabar de él ningún documento que comprobase la deuda. En esos
momentos se anunciaba la nueva invasión de los federales sobre la
provincia de Buenos Aires.
176
Después de algunos momentos de conversación, le dijo: ‘Mi situación es
cruel, mi estado de salud me impide montar a caballo para tomar parte en
la defensa de Buenos Aires’. Siguió un intervalo de silencio y luego agregó:
‘Me hallo muy mal, duraré pocos días. Espero la muerte sin temor, pero
llevo al sepulcro un sentimiento’.
Interrogado por Balbín, le contestó con tristeza: ‘Muero tan pobre, que no
tengo con qué pagarle el dinero que usted me prestó, pero no lo perderá.
El Gobierno me debe algunos miles de pesos de mis sueldos, y luego que el
país se tranquilice se los pagarán a mi albacea, quien queda encargado de
satisfacer la deuda’.
El día de su muerte encomendó el cuidado de su hija Manuela Mónica,
que se hallaba en Tucumán, a su hermano, el sacerdote Domingo
Estanislao y a su hermana Juana que lo asistía con el amor de una madre,
que le alcanzase su reloj de oro que tenía colgado a la cabecera de la
cama, “Es todo cuanto tengo que dar a este hombre bueno y generoso”,
dijo dirigiéndose al doctor Redhead, quien lo recibió enternecido.
Pidió ser envuelto con el hábito dominico y enterrado en el atrio de la
vieja parroquia de Santo Domingo, que viera sus correrías infantiles y su
heroísmo en el combate.
Luego empezó su agonía, que se anunció por el silencio, después de
prepararse cristianamente, sin debilidad y sin orgullo como había vivido,
entrego su alma al Creador.
En 1820 los gobernantes de la provincia de Buenos Aires se sucedieron
vertiginosamente: El teniente coronel Miguel de Irigoyen gobernó 5 días
(12-21820/ 17-2-1820). Juan Pedro Aguirre un día (17-2-1820), Manuel de
Sarratea 4 días (18 al 22 de febrero), Hilarión de la Quintana 7 días (22-2-
1820 al 1-3-1820), como sustituto de Sarratea, quien a su vez era
177
provisorio; reasume éste y gobierna 6 días (1 al 6 de marzo) y le sucede
Juan Ramón González Balcarce quien también gobierna 6 días (6 al 11 de
marzo. Le sucede Miguel de Irigoyen, pero no llega a asumir el mando, ya
que entro a gobernar Manuel de Sarratea (12 de marzo al 2 de mayo) y a
éste Idelfonso Ramos Mejía que gobernó durante un mes y 18 días (2 de
mayo al 20 de junio) y fue en este día que hubo tres autoridades porteñas:
el mencionado Ramos Mejía, Juan JoseDolz por el Cabildo, como alcalde
de primer voto, y el general Miguel Estanislao Soler, nombrado por el
ejército que él comandaba y por el cabildo de Luján. En ese caótico día
falleció Manuel Belgrano.
20 DE JUNIO DE 1820
El paisaje bajo el cielo encapotado de la tarde anterior era austero y
silencioso. Ladraban los perros de la aldea y como eco simbólico se oía el
tumbar ciclópeo y opaco de un río costero lejano.
Al amanecer el sol no calentaba los fríos campos. Los días se sucedían
monótonos, amortajados en el sudario de la llovizna: El viento soplaba
áspero y frío. No llevaba aromas, ni caricias, era un aliento embrujado y
parecían oírse voces de otros mundos.
¡Qué invierno aquel! Los aldeanos pasaban silenciosos, como un rebaño y
sólo hacían un alto cuando las viejas campanas de la iglesia de Santo
Domingo, dejaba oír sus tañidos.
Él estaba en su lecho. Sobre su pecho temblaban las cruces, y los rosarios
mientras sus palabras ululaban en el viento y las greñas lacias y tristes le
azotaban las mejillas. Sus ojos celestes se alzaban en amoroso ruego y sus
labios trémulos permanecían entreabiertos con anhelo infinito…
Las procesiones se sucedían unas a otras, envueltas en la bruma luminosa
de la otra vida. Temblores esporádicos recorrían su cuerpo. Unos
precedidos del tamboril de las batallas, otros por el estruendo de los
cañones, las mujeres, paisajes de tierras lejanas, libros, el silbido de las
balas, las quejas desgarradoras de los heridos, los mutilados, el olor a
178
muerte, desfilaba por fragantes senderos alfombrados con los pétalos de
las rosas litúrgicas que, ante el trono del Altísimo deshojan día y noche los
serafines. Era una agonía de rezos ardientes.
Se despertó con el alba y creyó que una celeste albura circundaba la
puerta de su habitación, sobre un fondo de prados húmedos que parecían
cristales bajo la helada. En el cielo lívido del amanecer aún temblaban
algunas estrellas mortecinas. El sol naciente se levantaba sobre su cabeza
como para un largo día mientras temblaba el rosado vapor de alba con
gloria seráfica. La campiña se despertaba bajo el púrpura que la vestía
con una capa pluvial. Los aromas se esparcían en el aire. Con las blancas
manos enlazadas contemplaba el infinito detenido. Rosas y lises de la
heráldica celestial se perfilaban en el descenso angélico de aquel
amanecer…
Una misteriosa llama temblaba en la azulada flor de sus pupilas, su boca
se estremecía sonriente y sobre su rostro se derramaba como óleo santo,
la mística alegría. No acertaba con las palabras, el corazón le batía en el
pecho como inquietas palomas. Las nubes se habían desgarrado y el cielo
aparecía ante sus ojos. Por sus mejillas corría el llanto.
Por el fondo del huerto, aparece un abuelo, con las guedejas casi blancas,
con arrugas hondas y bruñidas. Se conduce lentamente, como en
procesión. El viejo se detiene y levanta los brazos, sereno y profético
exclama: ¡…ahí patria mía…¡ mientras va al encuentro con su madre.
Se extendía en el aire una palpitación de sombra azul, religiosa y mística.
Cerró los ojos. El sopor del sueño lo vencía con la congoja y la angustia de
un desmayo. Era como si lentamente lo cubriesen todo con velos de
sombras pasadas. Sentía el rumor de una fuente rodeada por árboles
llenos de cuervos. Hubo un murmullo de voces mientras una sombra
llamaba sigilosa en la ventana. El cuerpo tendido sobre la cama parecía
tener cien años. El viejo dejaba que los murmullos se acallasen. Tocaron
solas las campanas ese amanecer. El rocío brilla sobre el oro de sus
cabellos.
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La soledad hacía más triste aquel camino de humildad, resignación y
pobreza hecho al comenzar la vida. Ardía una hoguera de sarmientos, las
chispas y el humo subían por la vieja campana de la chimenea que
cobijaba el hogar. Hay algo de patriarca en aquella lumbre que arde en el
hogar. El humo indeciso y blanco, sube y se disipa en la luz como
salutación de paz, mientras la briza remueve las hojas muertas.
La luz del cirio se apagó ante los ojos de los presentes. Aquellas viejas
campanas de San Ignacio dejaban oír sus voces en la paz de la mañana,
mientras el canto de un ruiseñor parecía responder desde muy lejos como
airón de plata en la cimera de un arcángel guerrero llamado Manuel José
Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano. El reloj anunciaba las 7 de la
mañana de aquel 20 de junio de 1820.-
REPERCUSIÓN
La novedad pasó desapercibida para los periodistas de aquel año, con la
sola excepción de Francisco de Paula Castañeda. Ni la Gaceta de Buenos
Aires, no obstante su carácter oficial dio la noticia, ni el Boletín del
Ejército recordó el hecho, como tampoco El Termómetro del Díaque Juan
de Escalante publicaba en Mendoza, que recordó el acontecimiento
tardíamente. En El Amante del Bien Público que apareció ese año, sus
periodistas se dedicaron a brindar subordinación y respeto a las
autoridades constituidas, ya que, como proclamaba dicho periódico esa
era “la base fundamental de todo sistema” y no el principio que “por obra
del Contrato Social de Rousseau, se había propagado y que el pueblo de
Buenos Aires había captado a la perfección: “todo hombre es soberano y
por ende tiene derecho a mandar y no tiene obligación de obedecer”. Y
aunque el filósofo de Ginebra estaba lejos de llegar a estas conclusiones, a
ellas arribaron las multitudes que aplicaron una lógica simplista.
Castañeda en el polo opuesto a Rousseau no participó de esa posición y
cuando falleció Belgrano, él dirigía el Despertador Teofilantrópico
Místico-Político, el Suplemento al Despertador, el Paralipómenon al
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Suplemento y el Desengañador Gauchi-Político. Más tarde sacó el Don Eu
nao me meto con ningún, como también La Matrona Comentadora y
Doña María Retazos. Todos estos siete periódicos del fraile glorificaron al
gran patriota.
Ni El Argos, con sus cien ojos, supieron de la muerte de Belgrano, sólo el
Despertador Teofilantrópico de Castañeda a cinco días del acontecimiento
publicó una epístola en verso en la que al comentar el entierro del prócer
dijo:
Porque es un deshonor a nuestro suelo.
Es una ingratitud que clama al cielo.
El triste funeral, pobre y sombrío
Que se hizo en una iglesia junto al río
En ésta capital, al ciudadano
Ilustre general Manuel Belgrano.
El río al que alude Castañeda es el Río de la Plata, que en aquella época
llegaba a proximidades de lo hoy es la calle Paseo Colón y la iglesia es la de
Santo Domingo (Belgrano y Defensa).
También aparee, firmada por Un gaucho que llora la pérdida irreparable
del general Belgrano pero atribuida al mismo Castañeda:
¡No es la patria insensible a los quebrantos!
¡Yo advierto su semblante doloroso!
¡Yo la veo deshecha toda en llantos!
Lloran unos a ese hombre generoso,
Intrépido campeón americano
Que en la tumba ha logrado reposo.
Lloran porque triunfando del hispano
Murió para vivir en nuestra historia
Como un gran adalid; como un Belgrano.
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¡Ya lo dije! Y su nombre la memoria
De sus hechos recuerda, y las acciones
Que del Sud llenarán toda la historia!
Lloran otros las doctas producciones
Que impresas nos dejó en el Consulado,
Y aún en el campamento mil lecciones.
Lloran porque su espada y pluma han caducado
A rigor de la Parcha ¡Sí!!! ¡Belgrano
En sus triunfos ha muerto sepultado!!!
Ya lo dije! ¡y el impulso soberano
A no llorar me veo constreñido!
No lloro, pues, a general Belgrano.
Lloro y lamento con tenaz gemido
La muerte de un patriota religioso
Católico, cristiano y bien nacido.
Más poética, pero nacida del mismo sentimiento, fue la composición que
poco después dio a conocer Juan Cruz Varela, en la que el escritor encaró
con la muerte como una enemiga visible:
Muerte implacable
Algún triunfo bastara,
Que llenase tu cólera insaciable,
Y todos tus trofeos coronará,
¿Cuál otro esperarías
Y cuando mayor llanto causarías?
Luego el artista evocó las glorias de Belgrano y puso su trayectoria moral
como ejemplo para las futuras generaciones. Instando a sus colegas a que
alzasen a las estrellas el renombre del héroe virtuoso, ordenó a todo un
pueblo: Oíd la vos que de su templo os llama
182
Trece meses después de la muerte de Belgrano, el 29 de julio de 1821, se
rindieron homenajes a su memoria. Exhumados sus restos, fueron
trasladados a la Catedral en medio de tropas formadas y del gentío que no
había olvidado al patricio. El doctor Valentín Gómez hizo, desde el púlpito,
el elogio de la personalidad de Belgrano, cuyo humilde ataúd volvió a ser
colocado en el atrio de la iglesia de Santo Domingo.
Como en la antigua Grecia, se sirvió un banquete funeral, donde
Rivadavia, que volcó sobre las flores el vino de una copa, lanzó la idea de
fundar una ciudad que, como la de Washington, en Norteamérica,
llevando el nombre de Belgrano, simbolizara la unión de los argentinos.
El público cantó el mismo himno que los compañeros del prócer en la
Revolución de Mayo habían entonado junto a la mesa de los brindis.
Más de medio siglo habría de transcurrir, para que Belgrano tuviese una
estatua en la ciudad de su nacimiento. El 24 de setiembre de 1873 fue
inaugurada en la Plaza de Mayo. Avanzando hacia ella, el presidente
Domingo Faustino Sarmiento llevó en sus manos la bandera del Ejército de
los Andes. Fue entonces cuando el sanjuanino pronunció el discurso cuya
frase más famosa fue: La bandera celeste y blanca - ¡Dios sea loado!- no
ha sido atada jamás al carro triunfal de ningún vencedor de la tierra…
Bartolomé Mitre que ya en 1857 había publicado su “Historia de Belgrano
y de la Independencia Argentina”, dijo estas palabras: “…vivirás en la
memoria y en el corazón de los hombres mientras la bandera argentina no
sea una nube que se lleve el viento y mientras el nombre de nuestra patria,
pronunciado por millones de ciudadanos libres, haga estremecer las fibras
de tu bronce…”
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BELGRANO Y SUS ENFERMEDADES
A lo largo de su vida, Belgrano padeció distintas enfermedades. Estas permiten valorizar al ser humano que supo sobreponerse a las mismas y cumplir con sus obligaciones civiles y militares. Es conmovedor saber que en vísperas de la Batalla de Salta, y al amanecer de ese mismo día, 20 de febrero de 1813, Belgrano tuvo vómitos de sangre. Se pensó que tendría que dirigir la batalla desde un carruaje, que se conserva en el Museo Histórico de Luján, posteriormente los vómitos cesaron y Belgrano pudo montar a caballo, y recorrer todo el frente de batalla. El general Paz ratifica el episodio en sus Memorias Póstumas. No existen antecedentes patológicos en la infancia y la adolescencia de Belgrano. Su patología comenzó con el retorno al país en 1794, cuando se hizo cargo de su función de secretario del Consulado. Siendo secretario del Consulado tuvo que enfrentar grandes desilusiones, como él mismo lo consigna en su Autobiografía: ”no puedo decir bastante mi sorpresa
cuando conocí a los hombres nombrados por el Rey para la Junta, quienes
lejos de cumplir con la misión encomendada, de propender a la felicidad de
las provincias del virreinato de Buenos Aires, eran todos comerciantes
españoles, exceptuando uno que otro, nada sabían más que su comercio
monopolista a saber comprar por cuatro para vender a ocho”. Se consagró a dar realidad a sus ideas pero chocó con una muralla de intereses, con la ambición y el deseo de lucro de los comerciantes. Belgrano impedido de luchar contra el ambiente hostil se desmoralizaba y confiesa que su ánimo se abatió. En esta etapa sus padecimientos fueron de índole espiritual y orgánica. Mitre afirma que la salud delicada de Belgrano, no le permitía contraerse intensamente a los deberes de su empleo. En diferentes oportunidades debió solicitar licencia por verse aquejado de diferentes dolencias. Una de las enfermedades que padeció fue la sífilis, enfermedad muy difundida en Europa. Se supone que Belgrano la contrajo en su época de estudiante en la Metrópoli. Fue atendido de esta dolencia por los facultativos más prestigiosos que había en Buenos Aires en aquellos tiempos. Estos eran el Doctor Miguel Gorman del Protomedicato, y los licenciados Miguel García de Rojas y José Ignacio de Arocha. Esta
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enfermedad lo obligó a solicitar repetidas licencias siendo secretario del Consulado y a concurrir a Maldonado, donde residió algún tiempo, al igual que en la Costa de San Isidro, en procura de descanso, logrando una moderada mejoría. Para su tratamiento le fueron suministrados sales y el iodo. También es posible, como lo señala Molinari, en su trabajo, que padeciera alguna afección reumática, tan frecuente en nuestros climas. La reunión de ambas afecciones, sífilis y reumatismo, podría ser la causa que lo obligara a mudar de país a otro más adecuado, según se lo recomendaban los facultativos. En 1800 Belgrano padeció una afección ocular, un principio de fístula en ambos conductos lagrimales. Por épocas la supuración se intensificaba y le impedía trabajar. Enterado de esta dolencia el Rey lo invitó a que pasase a España a curarse. Le concedía licencia por un año con goce de sueldo. Belgrano rechazó el ofrecimiento, firme en su convicción de anteponer su patria a su persona y enfermedades. La supuración se transformó en fístula, que mejoró pues llegó a ser casi imperceptible según el testimonio de Balbín y el retrato de Goulu. Estando en el Ejército del Norte sufrió distintos padecimientos. Ya mencionamos los vómitos de sangre que padeció previo a la batalla de Salta. Se supone que provienen del aparato digestivo, porque tienen una iniciación y una terminación bruscas, en oposición a la hemoptisis, sangre proveniente del aparato respiratorio, en que la duración es más prolongada. Posteriormente durante sus campañas militares, según Molinari, volvieron a repetirse los vómitos de sangre. Ello se debe a las tensiones emocionales que se viven frente a una batalla, acrecentadas por la responsabilidad de dirigir la acción. Algunos autores afirman que los vómitos de sangre que tuvo Belgrano se debieron a una úlcera de stress, que curó bien, no pasó a la cronicidad y por lo tanto no se halló en la autopsia. Otra de las enfermedades que padeció fue el paludismo. Con fecha 3 de mayo de 1815, el héroe envió una comunicación al gobierno en la que manifestaba: “Estoy atacado de paludismo-fiebre terciana, que me arruinó a términos de serme penoso aún el hablar; felizmente lo he desterrado y hoy es el primer día, después de los doce que han corrido que me hallo
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capaz de algún trabajo.” En estas condiciones físicas efectuó Belgrano la campaña del Altiplano, a la que debe agregarse el factor anímico descripto por el mayor Loza quien señaló: “que la salud de Belgrano es un elemento que debe tenerse en cuenta, su espíritu estaba amargado por la continuas exigencias del gobierno y decaído por las rivalidades y ambiciones de los jefes de los cuerpos”. Como tratamiento del paludismo se empleaba la quina, planta oriunda de América, y Belgrano la utilizó según consta en su correspondencia. En todo el periplo por el Altiplano y el viaje a Buenos Aires le acompañó su gran amigo y abnegado médico, el Doctor Joseph Redhead. Llegó muy grave a Tucumán, y en esa ciudad no sólo no encontró alivio sino que debió soportar vejámenes. El 11 de noviembre estalló un movimiento que derrocó al Gobernador don Feliciano de la Motta. El jefe del levantamiento fue el Capitán Abraham González, quien intentó colocarle una barra de grillos a Belgrano, quien se encontraba enfermo y con graves edemas. No pudo realizar su propósito por la enérgica y decidida acción del Doctor Redhead, médico y amigo del prócer. Pero Belgrano quedó detenido, con un centinela que montaba una guardia en la puerta. Cuando Bernabé Araoz se hizo cargo del gobierno lo puso en libertad. El prócer permaneció tres meses en Tucumán, teniendo como únicos amigos a su médico Josef Redhead y a Balbín. Finalmente, Belgrano tomó la decisión de irse a Buenos Aires. En todo el trayecto no recibió hospitalidad por parte del estado. Le negaron auxilio los gobernadores Ibarra de Santiago del Estero y Díaz de Córdoba. El desprecio y la indiferencia se ensañaron de nuestro héroe en las etapas finales de su vida. La gente olvidó a una de las glorias más puras, junto con el General José de San Martín, de la independencia americana.
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En 1820 se produjo la caída del Directorio, el nacimiento de Buenos
Aires como provincia federal, y un período de crisis en el cual se
alternaron distintos gobernadores. Belgrano falleció el 20 de junio de
1820 a las 7 horas. Le practicaron la autopsia y lo embalsamaron los
doctores Joseph Redhead y Juan Sullivan.
El patólogo Sullivan señalaba que sacó gran cantidad de agua; que
encontró un tumor duro en el epigastrio derecho; el hígado
aumentado en volumen, al igual que el bazo; los riñones
desorganizados, los pulmones colapsados, el corazón hipertrofiado. La
descripción parece coincidir con el diagnóstico de un carcinoma
hepatocelular; un tumor de gran tamaño, con nódulos en la superficie,
tejido duro por la cirrosis portal que suele asociarse; ictericia y ascitis;
la gran cantidad de líquido que extrajo Sullivan indicaría la invasión
neoplásica de la vena portal. Otros autores nos hablan de una
cardiopatía orgánica total como causa de la muerte del prócer.
Más allá del sufrimiento que experimentó Belgrano en esta cruel
agonía, podemos rescatar la fidelidad del Doctor Redhead, quien
cumplió con el sentido misional de la medicina, expresado en una
sentencia: “Curar cuando se puede, aliviar a veces, pero consolar
siempre”. Redhead recibió como testimonio de gratitud del prócer el
reloj y el carruaje que en vida acompañaron a Belgrano, quien al darle
el obsequio expresó: “Estoy tan pobre que no tengo nada más para
regalarle”.
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BELGRANO: UNA MENTE BRILLANTE
Belgrano no estaba errado en sus apreciaciones y propiciaba un
tratamiento de las materias primas que se exportaban con el objeto de
lograr una mayor ganancia en el intercambio y por eso insistía en la
industria de la curtiembre, que además de producir trabajo producía
mayores dividendos que la exportación de cueros sin tratar.
El Secretario del Consulado propiciaba y realizó hechos positivos en pos
del engrandecimiento económico del virreinato. En ese sentido bregó por
la creación de una marina mercante, construida en el país, con el fin de
que los países marítimos, no nos quitaran parte de nuestras riquezas con
los fletes, ni dominaran nuestro comercio. También trataba de mejorar
puertos, muelles, la navegación fluvial, el balizamiento y la realización de
tareas hidrográficas, para ampliar y facilitar el comercio. De esta manera
dejó trazado el camino para el futuro.
Con la liberación del comercio trataba de abolir el contrabando que
traficaba con productos que faltaban en el país y suplía en parte el
comercio libre, pero no dejaba beneficios para el estado y solo servía para
el enriquecimiento de comerciantes y funcionarios venales. Buscaba,
además, el progreso de su país, su crecimiento económico y por ello el
librecambismo que sólo favorecía a Buenos Aires y perjudicaba al
comercio la industria del interior, estaba protegiendo la industria propia.
En Manuel Belgrano encontramos la génesis de los desarrollos posteriores
y la solución a problemas que no pudo resolver en su tiempo. Muchos de
sus escritos tienen hoy vigencia. La labor de Belgrano fue extraordinaria,
ella sólo sería suficiente para labrar la gloria de un hombre, sin embargo,
sabemos que fue una de las tantas tareas realizadas por el prócer que
también tuvo facetas en lo militar, diplomático, comercial, educativo,
político, periodístico y cultural. Cuando la revolución se apoderó y ocupó
su vida, ya casi no le quedó tiempo para otra cosa que no fuera luchar por
su país. La labor más importante en lo relacionado a lo marítimo lo realizó
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antes de mayo de 1810, junto con varias reformas en lo económico y
cultural. Belgrano fue grande antes de crear la bandera, en su expedición
por el Paraná al Paraguay, vencer en Tucumán y Salta, por la labor que
realizó en la época hispánica en pro del desarrollo del país.
'Otro mal imponderable al labrador y a los pueblos es el de los usureros,
enemigos de todo viviente, a estos que tragan la sustancia del pobre y
aniquilan al ciudadano, se les debe considerar por una de las causas
principales de la infelicidad del labrador, y como mal tan grande, no hay
voces con qué exagerarlos', escribió Belgrano en el 'Telégrafo Mercantil,
Historiográfico, Rural y Político del Río de la Plata'.
'...la repartición de las riquezas hace la riqueza real y verdadera de un
país, de un estado entero, elevándolo al mayor grado de felicidad, mal
podría haberla en nuestras provincias, cuando existiendo el contrabando
y con él el infernal monopolio, se reducirán las riquezas a unas cuantas
manos que arrancan el jugo de la patria y la reducen a la miseria',
sostuvo con fenomenal precisión.
'He visto con dolor sin salir de esta capital una infinidad de hombres
ociosos en quienes no se ve otra cosa que la miseria desnuda; una
infinidad de familias que solo deben su subsistencia a la feracidad del
país que está por todas partes denotando la riqueza que encierra, esto
es, la abundancia; y apenas se encuentra alguna familia que esté
destinada a un oficio útil, que ejerza un arte o que se emplee de modo
que tenga alguna más comodidad en su vida. Esos miserables panchos
donde ve uno la multitud de criaturas que llegan a la edad de pubertad
sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad, deben ser atendidos hasta
el último punto', se desesperaba Belgrano en torno a los pibes
empobrecidos como consecuencia de la riqueza acumulada en unos
pocos.
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UNA VIDA SIN LUJOS
“Durante los años 1817 y 1919 en que permaneció acantonado el Ejército
en Tucumán, vivió constantemente en el campamento de La Ciudadela,
sin ausentarse de él una sola noche, obligando a todos a dormir en sus
cuarteles.
Su alojamiento lo componían cinco habitaciones de techo de paja,
construidas por los soldados; rodeadas de un pequeño jardín y de una
huerta, como lo estaban las cuadras de la tropa, a la que obligaba a
cultivar la tierra para sustentarse y no gravar al erario.
Los muebles eran sencillísimos y todos ellos fabricados en la maestranza
del Ejército. Su cama era un catre pequeño de campaña, con un colchón
muy delgado, que siempre permanecía doblado, salvo en las tres o cuatro
horas que dedicaba al descanso durante el día.
Su almuerzo era un solo plato y su comida, tres platos, del que
participaban sus edecanes. Por la mañana temprano recibía a su jefe de
estado mayor, el general Cruz, a quien impartía las órdenes del día.
Después de almorzar despachaba su correspondencia, leía y enseguida se
acostaba a descansar, y cuando se levantaba, el colchón volvía a doblarse
hasta el día siguiente a la misma hora. Las horas que seguían a su frugal
comida, las pasaba generalmente en su jardín, donde había hecho
construir dos bancos rústicos.
Allí solía recibir algunas visitas y entregarse a largas conversaciones. Estas
eran sus únicas horas de esparcimiento. Por la noche montaba a caballo y
la pasaba en vigilancia, acompañado solamente de sus edecanes; recorría
los cuarteles, patrullaba la ciudad y suburbios y era inexorable, cuando
después del toque de silencio encontraba a un individuo del Ejército fuera
de su puesto.
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Era sencillo en su vestido y en sus arreos militares, sumamente aseado; su
uniforme era una levita de paño con alamares de seda negra, gorra militar
redonda como se usaba entonces; pantalón azul sin franja y en los últimos
tiempos, botas de montar a la inglesa.
El único lujo que llevó en aquella época al Ejército fue una volanta inglesa
de dos ruedas que él manejaba en persona con un solo caballo y que fue
el primer carruaje en su género que se vio en Tucumán. Muchas veces se
le vio las botas remendadas.
Belgrano no tenía, como él mismo lo ha dicho, grandes conocimientos
militares, pero poseía un juicio recto, una honradez a toda prueba, un
patriotismo puro y desinteresado, el más exquisito amor al orden, un
entusiasmo decidido por la disciplina y un valor moral que jamás se ha
desmentido.
FRASES DE MANUEL BELGRANO QUE NO PIERDEN VIGENCIA
* "A quien procede con honradez, nada debe alterarle. He hecho cuanto
he podido y jamás he faltado a mi palabra."
* "Desde la más remota antigüedad hasta nuestros días, la historia de
los siglos y de los tiempos nos enseña cuánto aprecio han merecido todos
aquéllos que han puesto el cimiento a alguna obra benéfica a la
humanidad."
* "Deseo ardorosamente el mejoramiento de los pueblos. El bien público
está en todos los instantes ante mi vida."
* "Deseo que todos sepan el bien para alegrarse, y el mal para
remediarlo, si aman a su patria; así que nada oculto ni ocultaré jamás."
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* "El honor y el premio son los resortes para que no se adormezca el
espíritu del hombre."
* "El miedo sólo sirve para perderlo todo."
* "El modo de contener los delitos y fomentar las virtudes es castigar al
delincuente y proteger al inocente."
* "En mis principios no entra causar males sino cortarlos."
* "En vano los hombres se empeñan en arrastrar a su opinión a los
demás, cuando ella no está cimentada en la razón."
* "Era preciso corresponder a la confianza del pueblo, y me contraje al
desempeño de esta obligación, asegurando, como aseguro, a la faz del
universo, que todas mis ideas cambiaron, y ni una sola concedía a un
objeto particular, por más que me interesase: el bien público estaba a
todos instantes ante mi vista."
* "Esta paz tan estimable se compra al duro precio de la sangre y de la
muerte."
* "Este país, que al parecer no reflexiona ni tiene conocimientos
económicos, será sin comercio un país desgraciado, esterilizada su
feracidad y holgando su industria."
* "Estoy muy acostumbrado a contrastes y más espíritu tengo en ellos
que en las prosperidades; me ocurre siempre en éstas que después del
buen tiempo viene el malo y en éste que ha de venir aquél."
* "La agricultura es la madre fecunda que proporciona todas las
materias primeras que dan movimiento a las artes y al comercio."
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* "La vida es nada si la libertad se pierde."
* "Lo que creyere justo lo he de hacer, sin consideraciones ni respetos a
nadie."
* "Los gobiernos ilustrados, conociendo las ventajas que prometen el
premio y el honor, han echado mano de estos principios motores del
corazón humano para todas las empresas."
* "Los hombres no entran en razón mientras no padecen."
* "Me glorío de no haber engañado jamás a ningún hombre y de haber
procedido constantemente por el sendero de la razón y de la justicia, a
pesar de haber conocido la ingratitud."
* "Me hierve la sangre, al observar tanto obstáculo, tantas dificultades
que se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por la
patria."
* "Mis ideas no se apartan de la razón y justicia que concibo, ni jamás se
han dirigido a formar partidos, ni seguirlos."
* "Mis intenciones no son otras que el evitar la efusión de sangre entre
hermanos."
* "Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me
contentaría con ser un buen hijo de ella."
* "Nada importa saber o no la vida de cierta clase de hombres que todos
sus trabajos y afanes los han contraído así mismo, y ni uno solo instante
han concedido a los demás; pero la de los hombres públicos, sea cual
fuere, debe siempre presentarse, o para que sirva de ejemplo que se
emite, o de una lección que retraiga de incidir en sus defectos."
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* "Nadie me separara de los principios que adopté cuando me decidí a
buscar la libertad de la patria amada, y como éste solo es mi objeto, no
las glorias, no los honores, no los empleos, no los intereses, estoy cierto
de que seré constante en seguirlos."
* "Ni la virtud ni los talentos tienen precio, ni pueden compensarse con
dinero sin degradarlos."
* "Ninguna cosa tiene su valor real, ni efectivo en sí mismo, sólo tiene el
que nosotros le queremos dar; y éste se liga precisamente a la necesidad
que tengamos en ella; a los medios de satisfacer esta inclinación; a los
deseos de lograrla y a su escasez y abundancia."
* "No busco el concepto de nadie, sino el de mi propia conciencia, que al
fin es con la que vivo en todos los instantes y no quiero que me
remuerda."
* "No busco glorias si no la unión de los americanos y la prosperidad de
la patria."
* "No es lo mismo vestir el uniforme militar, que serlo."
* "No hallo medio entre salvar a la patria o morir con honor."
* "Nuestros patriotas están revestidos de pasiones, y en particular, la de
la venganza; es preciso contenerla y pedir a Dios que la destierre, porque
de no, esto es de nunca acabar y jamás veremos la tranquilidad."
* "Parece que la injusticia tiene en nosotros más abrigo que la justicia.
Pero yo me río, y sigo mi camino."
* "Que no se oiga ya que los ricos devoran a los pobres, y que la justicia
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es sólo para aquéllos."
* "Que nos entristezcamos o nos alegremos, la mano que todo lo dirige,
no por eso va a variar: esta es una verdad evangélica."
* "¿Qué otra cosa son los individuos de un gobierno, que los agentes de
negocios de la sociedad, para arreglarlos y dirigirlos del modo que
conforme al interés público?"
* "Quiero volar, pero mis alas son chicas para tanto peso."
* "Renuncio a mi sueldo de vocal de la Primera Junta de Gobierno
porque mis principios así me lo exigen."
* "Se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad,
propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre
fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la
naturaleza le habían concedido."
* "Se deben poner escuelas gratuitas para la niñas, de se les enseñará la
doctrina cristiana, a leer, a escribir, coser, bordar, y principalmente
inspirarles amor al trabajo, para separarlas de la ociosidad, tan
perjudicial o más en las mujeres que en los hombres."
* "Sin educación, en balde es cansarse, nunca seremos más que lo que
desgraciadamente somos."
* "Sirvo a la patria sin otro objeto que el de verla constituida, ése es el
premio al que aspiro."
* "Trabajé siempre para mi patria poniendo voluntad, no incertidumbre;
método no desorden; disciplina, no caos; constancia no improvisación;
firmeza, no blandura; magnanimidad, no condescendencia."
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* "Yo no sé más que hablar la verdad y expresarme con franqueza: esto
me lo he propuesto desde el principio de la revolución y he seguido y
seguiré así."
INGRATITUD
Cuesta encontrar justificativos para algunos lamentables episodios que se
vivieron después de la muerte del Dr Manuel Belgrano, por ejemplo, al
exhumarse sus restos, que debían ser trasladados desde su sepultura
original -en el atrio del convento de Santo Domingo-, al interior de una
urna que se colocaría más tarde dentro del mausoleo.
El 20 de junio de 1903, se inauguró, durante la segunda presidencia de
Julio A. Roca, transcurrida entre 1898 y 1904, el Mausoleo de Manuel
Belgrano. La iniciativa llevada a cabo a partir de 1895, se había originado
en una inquietud nacida en la juventud estudiantil porteña que organizó
una suscripción pública con el fin de generar los fondos necesarios para la
obra. De la misma no participó ningún organismo oficial.
Una vez reunido el dinero, que alcanzó la suma de $ 107.725,25, una
comisión ad hoc llamó a concurso de proyecto a escultores argentinos,
italianos y franceses, resultando ganador el italiano EttoreXimenes.
La exhumación se produjo el 4 de septiembre de 1902. Al poco tiempo de
comenzar la operación, aparecieron varios trozos de madera, algunos
clavos de bronce y huesos del esqueleto de Belgrano. Los restos eran
colocados en una bandeja de plata, sostenida por el prior de Santo
Domingo. Las anormalidades cometidas fueron tan singulares, que es
mejor remitirnos a la crónica publicada al día siguiente por el matutino LA
PRENSA:
“Llama la atención que el escribano del Gobierno de la Nación no haya
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precisado en este documento los huesos que fueron encontrados en el
sepulcro; pero no es ésta la mayor irregularidad que es permitido
observar en este acto, que ha debido ser hecho con la mayor solemnidad,
para honrar al héroe más puro e indiscutible de la época de nuestra
emancipación, y también es necesario decirlo, para honrar nuestro
estado actual de cultura. Entre los restos del glorioso Belgrano que no
habían sido transformados en polvo por la acción del tiempo, se
encontraron varios dientes en buen estado de conservación, y admírese
el público 'esos despojos sagrados se los repartieron buena,
criollamente, el Ministro del Interior y el Ministro de la Guerra!... Que
devuelvan esos dientes al patriota que menos comió en su gloriosa vida
con los dineros de la Nación, y que el escribano labre un acta con el
detalle que todos deseamos y que debe tener todo documento
histórico...”
Ese mismo día, a raíz del escándalo, tanto Pablo Ricchieri como Joaquín V.
González, devolvieron al superior de la Iglesia Santo Domingo los dientes
de Belgrano que se habían robado. De no haber existido la nota del diario
La Prensa, jamás hubieran devuelto los dientes.
Las excusas esgrimidas por los ministros eran estúpidas y demostraban la
impunidad con que actuaban los funcionarios. Ricchieri alegó que se
“había llevado un diente para mostrárselo a Mitre y preguntarle acerca
de la conveniencia de engarzarlo en oro para después meterlo en un
anillo”. La verdad era que ambos se habían robado los dientes para
entregárselos a Bartolomé Mitre, director del diario La Nación, que en su
crónica sobre tal acontecimiento había tergiversado los hechos. De no
haber existido la nota de LA PRENSA, jamás hubieran devuelto los dientes
que pasarían a engrosar la “colección personal” de Bartolomé Mitre.
La revista “CARAS Y CARETAS”, por su parte, publicó, las fotografías de
todos los presentes, que permanecieron con los sombreros puestos. Una
caricatura aparecida en la famosa revista porteña mostraba a Belgrano
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saliendo de su tumba y señalando acusadoramente, con su índice, a los
ministros González y Riccheri, mientras profería: '¡Hasta los dientes me
llevan! ¿No tendrán bastante con sus propios para comer del
presupuesto?'
La severa actitud de LA PRENSA, apoyada por CARAS Y CARETAS ayudaba
a formar el concepto de patrimonio histórico del que se carecía aún en las
esferas oficiales.
EL RELOJ
Otro ejemplo se da cuando un grupo de desconocidos robó el reloj del
general Manuel Belgrano que se exhibía en el Museo Histórico Nacional
(MHN) ubicado en Parque Lezama, en el barrio porteño de San
Telmo. La pieza, fabricada en oro, fue la que el prócer entregó en su lecho
de muerte a su médico, el Dr. José Redhead, como pago de honorarios
ante la carencia de otros recursos económicos. Lo había recibido como
obsequio del rey Jorge III, de Inglaterra. La pieza histórica tiene un valor
estimado de 400 mil euros.
El sábado 30 de junio, de 2007, personal de vigilancia del Museo Histórico
Nacional detectó la falta de un reloj de bolsillo que perteneció a Manuel
Belgrano. El objeto se encontraba en una vitrina que fue violentada, indicó
la Secretaría de Cultura mediante un comunicado.
“Si algún argentino lo tiene en su poder, espero que lo devuelva, porque no Si algún argentino lo tiene en su poder, espero que lo devuelva, porque no Si algún argentino lo tiene en su poder, espero que lo devuelva, porque no Si algún argentino lo tiene en su poder, espero que lo devuelva, porque no
les puede quitar un pedazo de historia al resto de los argentinosles puede quitar un pedazo de historia al resto de los argentinosles puede quitar un pedazo de historia al resto de los argentinosles puede quitar un pedazo de historia al resto de los argentinos”, dijo el
director del museo, José Antonio Pérez Gollán. El objeto robado tiene
“bordes ondulados, tapa posterior, esfera de esmalte blanco y marca las
horas con números latinos”, expresa la información que acompañó el
pedido de búsqueda internacional. En el centro tiene grabado el busto del
general Lafayette y también lleva el monograma del general Belgrano, con
el número 1075 de inventario.
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LAS ARMAS OBSEQUIADAS
El tercer ejemplo es el ocurrido en Estados Unidos. La casa de subastas
Christie’s vendió el 22 de noviembre de 2006, dos pistolas que
pertenecieron al general Manuel Belgrano a un misterioso coleccionista
que pagó 374.400 dólares por ellas y realizó la compra por teléfono.
Manufacturadas por la firma británica Henry Tatham&Amp; Joseph Egg en
1814 y regaladas a Belgrano en 1816 con motivo de la declaración de la
independencia argentina, las armas habían sido valuadas por Christie’s
entre 200.000 y 400.000 dólares, y se esperaba una intensa puja. Sin
embargo, sólo se presentaron un par de ofertas en sobre cerrado al
rematador, que fueron superadas por la persona al teléfono que sería un
viñatero californiano conocedor de la historia argentina. El gobierno
argentino parece no haberle prestado atención a la subasta.
Las pistolas, decoradas con incrustaciones de oro y plata y el escudo
nacional cincelado, fueron obsequiadas por la ciudad de Buenos Aires al
creador de la bandera en agradecimiento por haber liderado el Ejército del
Norte. Llevan inscripta la leyenda: "La ciudad de Buenos Aires al general
Belgrano, vencedor en Tucumán y Salta. La libertad de la patria
establecida". Tras la muerte de Belgrano, en 1820, tuvieron sucesivos
dueños, entre ellos Juan Manuel de Rosas, hasta que llegaron a manos de
William Simon, secretario del Tesoro estadounidense durante el gobierno
de Gerald Ford (1974-1977).
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CONCLUSIÓN
Seguramente muchas son las omisiones en este breve repaso sobre el
legado belgraniano. Pero vale para recalcar que los pueblos pueden y
deben plantearse la construcción de su porvenir. En los proyectos y en el
accionar de los hombres se mide la verdadera capacidad, comprensión y
decisión de tornarse protagonistas de los hechos. No se trata de descubrir
seres ideales, sino reales y perfectibles, que bajo los efectos de un impulso
interior –no siempre expresado in consciente- se lanzan, cada cual a su
manera, por la empinada cuesta empujando el carro del progreso que
hace a la historia.
El pesado fardo de las fallas humanas desempeña un papel negativo en el
desarrollo de los acontecimientos. Un requisito que se impone es el de ir
formando una nueva mentalidad para estar en mejores condiciones de
afrontar exitosamente las sucesivas crisis históricas que se producen en el
curso del desarrollo de la sociedad.
Cada crisis histórica exige que la misma sea abordada con una nueva
mentalidad, acorde al tiempo que esta por inaugurarse. La nueva
mentalidad no se forja exclusivamente en el gabinete ni por mera
especulación filosófica, se templa en la fragua de la vida, de las luchas
cotidianas, es allí donde aparecen más nítidos los aciertos y los errores.
Solo es necesario tener un sentido autocrítico.
El objeto de estas líneas es para evocar la grandeza del pensamiento del
Dr. Manuel Belgrano, su genio creador, impregnado de hidalguía,
generosidad y patriotismo. Su renunciamiento luego de las victorias
militares, decisivas para la suerte de las armas americanas, enaltecen aún
más su figura de pensador profundo, economista y educador.
Su muerte siempre estuvo rodeada de olvido a pesar de haber sido el
precursor de nuestra independencia. Maestro de Mayo, abnegado y leal,
patriota honorable creador de la enseña nacional que identificará a la
Nueva Patria, parece querer encaminarse hoy después de 200 años, a su
200
destino de grandeza, junto a la Suramérica soñada en la búsqueda
incesante de grandeza y bienestar dentro de un marco de paz y justicia.
Cronología Belgraniana(1770-1820)
1770: 3 de Junio, nace en Buenos Aires Manuel Belgrano.
1776: Carlos III crea el Virreinato del Río de la Plata y designa a Pedro de
Ceballos como primer virrey. Independencia de los EEUU. Comienza la
Revolución Industrial en Inglaterra.
1777: Juan José Vértiz reemplaza a Ceballos como virrey.
1783: Manuel Belgrano inicia sus estudios en el Real Colegio de San
Carlos.
1786: Se traslada a españa junto a su hermano Francisco. Ingresa a la
Universidad de Salamanca en la carrera de Derecho.
1789: Belgrano recibe el diploma de Bachiller en Leyes de la Universidad
de Valladolid. El 14 de Julio comienza la Revolución Francesa. Los
comerciantes porteños piden por carta a la Corona que impida el ingreso
de productos importados.
1790: Es designado presidente de la Academia de derecho romano,
política forense y economía política de la Universidad de Salamanca.
1793: En Francia el rey Luis XVI es ejecutado en la guillotina.
1794: Traduce al español las "Máximas generales del gobierno económico
de un reino agricultor" de FrancoisQuesnay.Regresa a Buenos Aires y
asume la secretaría del Consulado, creado por Real Cedula de Carlos IV el
30 de enero.
1795: Presenta su primera "Memoria anual" en el Consulado. Se inicia en
la ciudad de Córdoba la enseñanza del Derecho.
1796: Solicita y obtiene el nombramiento de su primo, Juan José Castelli
como su suplente durante sus licencias y ausencias.
1797: Es designado por el Virrey Melo como Capitán de las milicias. Según
los datos recogidos por Félix de Azara, los 180 mil habitantes de la
201
gobernación de Buenos Aires, están distribuidos así: 72 mil en la Capital y
los alrededores; 31 mil en la Banda Oriental y 75.000 en el Litoral.
1799: Crea la Escuela de Náutica y la de Dibujo. En Francia Napoleón llega
al poder tras un golpe de estado conocido como el 18 Brumario.
1801: Asume el virrey Joaquín del Pino. Aparece el primer número del
"Telégrafo Mercantil, Rural, Político Económico e Historiográfico del Río de
la Plata", dirigido por Francisco Cabello. El periódico cuenta entre sus
principales impulsores y columnistas a Manuel Belgrano.
1802: Gracias al impulso de Hipólito Vieytes y Manuel Belgrano aparece
otro periódico político en Buenos Aires: el "Semanario de Agricultura,
Industria y Comercio"
1804: Asume el virrey Sobremonte. Napoleón es coronado emperador.
Triunfa en Haití la revolución encabezada por esclavos y se proclama la
independencia.
1806: Primera invasión inglesa al Río de la Plata comandada por William
CarrBeresford. Belgrano participa activamente en la defensa. Tras la
ocupación de Buenos Aires por las tropas británicas, se retira a la Banda
Oriental para no jurar obediencia a los invasores.
1807: Segunda invasión inglesa por tropas al mando de John Whitelocke.
Tras la reconquista es destituido el Virrey Sobremonte y reemplazado por
Santiago Liniers aclamado por la voluntad popular y confirmado en el
cargo por ordenanza real. as tropas francesas invaden Portugal. La casa
reinante portuguesa, los Braganza, se trasladan a Brasil.
1808: Napoleón invade España, hace abdicar a Carlos IV y Fernando VII y
nombra rey a su hermano, José Bonaparte. En el Río de la Plata crecen los
enfrentamientos entre Liniers, acusado por los españoles de ser un espía
de Napoleón, y el gobernador de Montevideo, Javier de Elío.
1809: En Buenos Aires se produce un motín para derrocar a Liniers
encabezado por el comerciante español Martín de Alzaga. Belgrano, junto
a otros criollos apoya a Liniers y logra la derrota de los españoles. La Junta
de Sevilla decide reemplazar a Liniers por un nuevo virrey, Baltasar
202
Hidalgo de Cisneros. Mariano Moreno, con la ayuda de Belgrano, publica
la "Representación de los hacendados", solicitando la libertad de
comercio. Sublevaciones de Chuquisaca y La Paz. Cisneros decreta la
libertad de comercio.
1810: Belgrano deja su cargo de Secretario del Consulado. 25 de mayo:
Primera Junta de Gobierno. Belgrano es nombrado vocal, pero pronto
deberá dejar el cargo para asumir, el 22 de septiembre, con el grado de
General en Jefe, el mando de la expedición al Paraguay.
1811: El 19 de enero es derrotado en Paraguarí y Tacuarí. Entrega el
mando de las tropas a José Rondeau y viaja a Buenos Aires para ser
juzgado por sus derrotas. Finalmente será sobreseído de todos los cargos
por falta de pruebas en su contra. Se le restablecen todos los grados
militares y los honores correspondientes. El ejército patriótico es
derrotado en Huaqui. Se pierde el Alto Perú. Cae la Junta Grande y asume
el Primer Triunvirato.
1812: Parte hacia Rosario y crea dos baterías sobre el Paraná: Libertad e
Independencia. Belgrano le propone al Triunvirato la adopción de una
escarapela blanca y celeste. La propuesta es aprobada el 18 de febrero de
1812. Pocos días después, el 27 de febrero, Belgrano hizo formar a sus
tropas frente a una bandera con los colores de la escarapela. El
triunvirato, a través de su secretario Bernardino Rivadavia, se opuso y le
ordenó guardar esa bandera y seguir usando la española.
Es designado como jefe del Ejército del Norte. En Julio encabeza el éxodo
del pueblo jujeño. El 3 de septiembre logra la victoria de Las Piedras y el
24 derrota a las fuerzas de Pío Tristán, frenando el avance español en el
Norte.
1813: Se reúne la "Asamblea General Constituyente". El 20 de febrero
vuelve a derrotar a las tropas de Pío Tristán, esta vez en Salta. Pero el 1 de
Octubre de 1813 en Vilcapugio y el 14 de Noviembre en Ayohuma, sufre
dos graves derrotas.
1814: Se reúne con San Martín en la Posta de Yatasto. En España,
Fernando VII recupera su trono tras la abdicación de Napoleón. Belgrano
203
parte hacia Europa, junto a Bernardino Rivadavia, en una misión
diplomática. La Asamblea crea el cargo de Director Supremo de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, y designa a Gervasio Posadas.
1815: El Director Posadas es reemplazado por su sobrino Carlos María de
Alvear, muy impopular en las provincias, que se sublevan al igual que el
ejército del Norte desconociendo su autoridad. Alvear renuncia y lo
reemplaza Alvarez Thomas. Belgrano sigue en Europa. Napoleón es
definitivamente derrotado en Waterloo.
1816: Comienza a sesionar el Congreso Constituyente de Tucumán.
Belgrano regresa al país y participa activamente en el Congreso
proponiendo la coronación de un príncipe inca. 9 de Julio declaración de
nuestra independencia. 25 de julio: el Congreso decreta el uso de la
bandera creada por Belgrano como insignia nacional. El 3 de agosto es
designado General en jefe del Ejército del Perú en reemplazo de Rondeau,
derrotado en SipeSipe.
1817: el Congreso se traslada a Buenos Aires. San Martín inicia el cruce de
los Andes.
1819: en febrero el gobierno le ordena marchar hacia el Litoral para
enfrentar a las montoneras federales de Artigas, López y Ramírez. Pide
licencia por motivos de salud
1820: visita a su hija en Tucumán y parte hacia Buenos Aires. 20 de junio
muere en su casa paterna.
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LUGARES BELGRANIANOS
. La casa de Belgrano: Belgrano nació, vivió y murió en la casa de su padre,
Don Domingo, ubicada en la calle de Santo Domingo, hoy Av. Belgrano
432. Sólo hay una placa que lo recuerda y un cuadro a la entrada.
. Convento Santo Domingo: Manuel Belgrano aprendió a leer y escribir en
el Convento Santo Domingo (Defensa 433).
. Colegio Real San Carlos: donde completó sus Estudios Secundarios. (hoy
Colegio Nacional Buenos Aires, Bolívar 263), del cual queda un corredor
entre el actual edificio y la Iglesia San Ignacio.
. Consulado del Virreinato (del cual queda una placa recordatoria en San
Martín 135): Luego de estudiar abogacía ejerció como Secretario del
Consulado.
. Iglesia Santo Domingo: En esta Iglesia podrán encontrar huellas de
distintos hechos en los que participó Manuel Belgrano, así como su
Mausoleo. Invasiones Inglesas: En la Iglesia de Santo Domingo se
encuentran huellas de los cañonazos (reproducidas), banderas inglesas
capturadas luego de la derrota.
. Guerras de la Independencia: podrán encontrar en el interior de la
Iglesia banderas españolas capturadas por Belgrano en las Batallas de
Salta y Tucumán
• Cabildo de Buenos Aires: Belgrano protagonista de la Revolución de
Mayo
• Casa Rosada: Como Vocal de la 1ra Junta, la Fortaleza fue su lugar de
trabajo. Monumento a Manuel Belgrano (Frente a Casa de Gobierno)
inaugurado el 24 de setiembre de 1873. El Museo de la Casa Rosada
ofrece una visita en la cual se puede observar los restos del Fuerte de la
época de la colonia
205
. Patio de Maniobras de la Aduana. La puerta de Hipólito Irigoyen 219
conduce, por debajo de la Casa de Gobierno, hacia los restos de la Aduana
Taylor y del antiguo Fuerte de Buenos Aires.
. Recorrido por la calle Defensa: Llamada así en homenaje a la Defensa de
la ciudad en el año 1807, en el antiguo barrio llamado de Santo Domingo.
La ciudad crecía hacia el sur, ya que la calle Defensa, conocida como calle
Real, era el camino obligado al puerto del Riachuelo, por eso era la calle
más transitada. El barrio no tenía límites precisos, tomó el nombre de la
Iglesia de Santo Domingo, aunque incluía otros como la Iglesia de San
Francisco y la de San Ignacio.
. Barraca colonial. Casa de la defensa, actual museo nacional del gravado:
calle Defensa 372. Está ubicado al lado de la casa de Rivadavia. Cuando
Belgrano era niño esta barraca servía para almacenar productos que se
exportaban, cuero, sebo, astas, etc.
. Regimiento 1º de Infantería Patricios en Palermo. Av. Juan B. Justo y
Bullrich. Se encuentra el Instituto Belgraniano.
. Basílica Nuestra Señora de la Merced: Calle Reconquista Nº 207.
Durante las Invasiones Inglesas fue ocupada por las tropas defensoras de
Buenos Aires y, desde el atrio, Santiago de Liniers dirigió el ataque a la
Plaza Mayor. Un grupo escultórico representa a Belgrano ofreciendo el
bastón de mando del Ejército del Norte a la Virgen de la Merced.
. Monumento a la Bandera Nacional:Av. Belgrano entre Córdoba y Santa
Fe, Rosario, provincia de Santa Fe.
. “Ruta de la Libertad de los Pueblos”, Itinerario en la campaña al
Paraguay, las ciudades de San Nicolás de los Arroyos (Provincia de Buenos
Aires), Santo Tomé y Santa Fe (Provincia de Santa Fe), Paraná (ex La
Bajada, Provincia de Entre Ríos), el punto geográfico de la ex
Mandisoví (antecedente de la actual ciudad de Federación (Provincia de
Entre Ríos). CuruzúCuatiá , zonas rurales de Mercedes, Concepción del
Yaguareté Corá(Provincia de Corrientes),dónde se incorpora Pedro Ríos, el
206
tamborcito de Tacuarí, puntos geográfico de las localidades de San Miguel
y de Loreto (Provincia de Corrientes), el punto geográfico de la ex San
Jerónimo (en el departamento de Ituzaingó, Provincia de Corrientes)
y Candelaria (Provincia de Misiones).
. Réplica de la vivienda en la que residió el General Manuel Belgrano
durante su permanencia en San Miguel de Tucumán, entre los años 1816 y
1820; erigida en la esquina de Bolívar y Bernabé Aráoz. La Casa es de
adobe blanqueada, tiene ventanas pequeñas, pisos de ladrillones, dos
habitaciones y una cocina, una amplia galería y a un costado, el infaltable
aljibe.
. Casa de Tucumán, lugar histórico donde se firmó la Independencia el 9
de julio de 1816.
. Casa de Gobierno de Jujuy: San Martín 450, provincia de Jujuy. En el 1er
piso se encuentra la bandera que Belgrano donó al Cabildo de Jujuy el 25
de mayo de 1813.
. El 23 de agosto en “Los Hornitos”, se recuerda el “Éxodo Jujeño”
. Algarrobo de Purmamarca: -Pcia de Jujuy - Al costado de la iglesia fue
importante testigo en la historia de Jujuy . Bajo su sombra descansaron las
tropas del Ejército del Norte al mando del Gral. Belgrano desde donde se
puede apreciar la montaña de 7 colores.
. La Batalla de Salta: llevada a cabo el 20 de febrero, conmemora a los
vencedores y vencidos con una cruz en el campo de batalla que
actualmente se encuentra en la Iglesia de La Merced, sobre Calle Caseros.
. Gran Monumento de la Batalla de Salta: también conocido como
Monumento 20 de febrero, por ser la fecha en que se conmemora la
victoriosa acción de armas del Gral. Manuel Belgrano en 1813.
. Iglesia y Convento de San Francisco: El Gral. Manuel Belgrano asistió allí
a una misa por los caídos en la Batalla de Salta en 1813, y del bronce de
207
los cañones usados en el combate se fundió la Campana de la Patria
ubicada en la entrada de la misma.
. Cabildo de Salta: En la sala dedicada al Periodo Independiente guarda
objetos del Gral. Manuel Belgrano, entre los que podemos encontrar
uniformes, armas, elementos personales y cuadros que marcan momentos
de su historia. También puede visitarse una sala güemesiana, con objetos
originales y réplicas pertenecientes al General Martín Miguel de Güemes y
a su familia.
. Posta de Yatasto: 12 km de la ciudad de Metán y a 3 km de la Ruta
Nacional 34, provincia de Salta. Lugar en el que Belgrano recibió el mando
del Ejército del Norte en 1812 y en el que se reunió con San Martín en
1814.
AL PADRE DE LA PATRIA
¡AY PATRIA MÍA!!!
FUERON TUS ÚLTIMAS PALABRAS
DESPUÉS DE HABER LUCHADO
Y ORGANIZADO UN PAÍS
MANUEL BELGRANO,
TU NACISTES EN LA MEJOR CUNA,
TE EDUCASTE CON LOS MEJORES PROMEDIOS
PARA BRINDARLOS A UN PAIS NACIENTE
LA EDUCACIÓN, LOS NIÑOS, MUJERES Y TRABAJADORES
FUERON TU DESVELO
Y DESDE EL CONSULADO
TU TRABAJO NO TUVO FIN
MANUEL BELGRANO,
DIO REGLAMENTO A LAS PRIMERAS ESCUELAS
DIGNIFICÓ LA TAREA DE LOS DOCENTES
PENSÓ EN LA AGRICULTURA, LA INDUSTRIA, LA NÁUTICA
208
EL COMERCIO Y LA ECOLOGÍA, CON SU GRAN VISIÓN
MANUEL BELGRANO UNA MENTE BRILLANTE
QUE LOS COMERCIANTES PORTEÑOS DESPRECIARON
Y SIN SER MILITAR A LA GUERRA ENVIARON
A DETENER AL EJERCITO REALISTA
MANUEL BELGRANO CREO CAMINOS, ESCUELAS Y CIUDADES.
LOS RÍOS, LOS MONTES Y LAS MONTAÑAS
FUERON DESAFIADOS POR PRIMERA VEZ
JUNTO A HOMBRES QUE SE SUMABAN A SUS FILAS
PORQUE COMPARTÍAN SUS IDEALES
DE LIBERTRAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD
LA INDEPENDENCIA SURAMERICANA FUE TU DESVELO
NO TENÍAN CABIDA LA FAMILIA NI LOS HIJOS
PEDRO Y MANUELA NO TE CONOCIERON
SOLO EL IDEAL DE UNA NACIÓN ESTABA EN TU MENTE
MANUEL BELGRANO, UNA MENTE BRILLANTE
LAS MUJERES ADORABAN TU TRATO
LOS CACIQUES TUS CONOCIMIENTOS
LOS HUMILDES TU SENCILLES
LOS ENEMIGOS TUS CÓDIGOS
MANUEL BELGRANO FUNDO PUEBLOS
CREO LA BANDERA NACIONAL
EL ÉXODO JUJEÑO TE MOSTRO COMO ESTRATEGA
SIN SER MILITAR
SALTA Y TUCUMAN FUERON TUS VICTORIAS CONTRA EL INVASOR
CUATRO ESCUELAS MANDASTE A CONSTRUIR
CON EL DINERO DE LOS TRIUNFOS MILITARES
209
Y LA BUROCRACIA DETERMINÓ
QUE LA ÚLTIMA FUERA INAUGURADA 191 AÑOS DESPUÉS.
VILCAPUGIO Y AYOHUMA TE VIERON LLORAR
JUNTO A TUS VALIENTES, NEGROS, ABORIGENES, POBRES, SOLDADOS
MUERTOS O MUTILADOS EN EL FRAGOR DE LA BATALLA
TRAICIONERA DEL INVASOR
TODA TU FORTUNA FUE INVERTIDA
EN LA LUCHA POR LA INDEPENDENCIA
Y VER CONSOLIDADA LA PATRIA GRANDE
CON EL RECONOCIMIENTO PARA LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
REGRESASTE A BUENOS AIRES, POBRE Y ENFERMO
EN TU LECHO DE MUERTE SEGUIAS IMAGINANDO
MIENTRAS POR TUS MEJILLAS CORRIA EL LLANTO
AL IMAGINAR LO QUE PUDO SER Y EL EGOISMO TRUNCABA
TODOS TE RECUERDAN PERO NADIE TE IMITA
BELGRANO, PADRE DE LA PATRIA
EL RELOJ DE ORO SALDO LA DEUDA CON TU DOCTOR
TU CORAZÓN SE BATIA EN EL PECHO COMO INQUIETAS PALOMAS
LAS CAMPANAS DE SANTO DOMINGO
TOCARON SOLAS ESE AMANECER
EL CIELO APARECÍA ANTE SUS OJOS
EL MÁRMOL DE LA MESITA DE LUZ FUE TU LAPIDA …
MANUEL BELGRANO, HOMBRES COMO TU, LA PATRIA NECESITA
¡AY PATRIA MÍA!...
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SOBRE EL AUTOR Ernesto Martinchuk nació en Caseros, Pcia.de Bs As. el 8/6/1951 y desde 1974 es Periodista, MP 10166. Se desempeño en el área de Noticias de los canales 9, Teledos, 7 y TELEFE. Socio Fundador de la Asociación Iberoamericanade Periodistas Especializados y Técnicos (AIPET) Capítulo Argentino. Fue Docente en la Cátedra de TV en la Universidad del Salvador. Fue Coordinador en el Servicio Iberoamericano de Noticias con sede en Madrid,(RTVE) España. Editor del Capítulo Argentino para la Cadena Eco de México. Docente y Rector en la Escuela de Periodismo Círculo de la Prensa. Miembro de la Asociación de la Prensa Parlamentarios de la República Argentina (APPRA) Edito los libros "Federalización de la información" (1995) "Televisión para Periodistas: un enfoque práctico".1ra Edición 2002 – 2da Edición 2007. Documentales: "Los Quilmes: la última Resistencia" (1995) Mención Especial otorgada por FUNTV "Malvinas a Sangre y Fuego" (Para TV en 1988) 2do Premio a la Creatividad de la Academia Nacional de Periodismo por su trabajo: “Manuel Belgrano también fue Periodista” (2004) Colaborador en medios nacionales y del exterior sobre temas de comunicación y educación. Editor en Noticongreso.wordpress.com, Periodismo Parlamentario en temas de Ciencia, Tecnología, Salud, Educación, Ambiente y Energía. Como parte de la difusión del conocimiento, publicó para ser leído en cualquier sistema digital o imprimir gratis el libro: “Como Estudiar: Manual Práctico” cuyo link es: http://issuu.com/gaceta21/docs/comoestudiar Para comunicarse con el autor: emartinchuk@gmail.com