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Contenido
Una aproximación crítica al estado actual de la teoría de las relaciones internacionales,
Rosa María Pérez Larez ............................................................................................... 2
Post-Neoliberalismo en Sudamérica: en busca del paradigma perdido, Nahuel Arenas
García ........................................................................................................................... 2
De recorridos y fantasmas: el post-estructuralismo en las RRII, Mariela Cuadro .......... 2
Desarrollos epistemológicos y reconsideraciones del concepto de seguridad en tres
Escuelas Europeas de Relaciones Internacionales; Aberystwyth, Copenhague y París,
José Luis de la Flor ....................................................................................................... 2
El papel de la sociedad civil en la re conceptualización de las Relaciones
Internacionales, Marcia Padilla Loayza ......................................................................... 2
Una aproximación crítica al estado actual
de la teoría de las relaciones
internacionales.
Pérez Larez, Rosa María
Universidad Central de Venezuela
3ras. Jornadas de Relaciones Internacionales
FLACSO | 25 y 26 de Octubre de 2012
Resumen
Este artículo, tiene como objetivo realizar una aproximación a los nuevos enfoques de
carácter teórico- epistemológico que han irrumpido recientemente en el campo de la
Teoría de las Relaciones Internacionales. En tal sentido, se toma como referencia los
acontecimientos suscitados el 11 de septiembre del 2001 (11-S), que representan un
punto de inflexión en la evolución de la disciplina. Se proponen tres ejes temáticos
fundamentales: el histórico, el civilizacional y el disciplinario, a través de un análisis
crítico. Se concluye, que aunque tal aproximación no ha evolucionado suficientemente
en cuanto a propuesta teórica como para hablar de un “Quinto Debate” en la disciplina,
muestra elementos que no deben ser desestimados a la hora de abordar la actual
complejidad internacional.
Palabras Claves: Aproximación, Historia, Civilizaciones, Disciplina, Enfoques.
Presentación
El estudio teórico de las relaciones internacionales ha experimentado diversas
modificaciones, las cuales se reflejan en los distintos debates que se han dado hasta
ahora. Pero, la superación de cada uno de ellos, pareciera, que sigue dejando sin
respuesta a la complejidad existente. Se asume con preocupación, los esfuerzos que
cada una de las corrientes teóricas invierte: Tratan de construir enfoques que
respondan de manera eficiente a la comprensión del sistema internacional.
Este desarrollo teórico, es objeto de gran interés. Los cambios en el entorno y en el
campo de los hechos, constituyen uno de los factores que deben ser tomados en
cuenta. La política mundial, en época de globalización, es muy compleja, por ello se
debería trabajar con aquellas teorías que mejor explican los fenómenos que interesan
y reflejan premisas propias. Hay suficientes teorías para escoger y cada una de ellas
dibuja una realidad internacional diferente.
La multiplicidad de visiones de dicha realidad internacional es amplia y diversa, por lo
que sin ser pesimista, se asume que la evolución de la Teoría de las Relaciones
Internacionales se encuentra en estos momentos en su propia búsqueda. A pesar de
que sigue viviendo bajo la sombra de los presupuestos teóricos del Realismo Político,
existen enfoques críticos, que muestran la ausencia de un discurso homogéneo en
cada uno de ellos. La diversidad de fuentes filosóficas en las que se han inspirado,
provocan un clima de fragmentación y de confusión total en la disciplina.
Al examinar los aspectos de carácter ontológico y epistemológico de los principales
debates existentes en la Teoría de las Relaciones Internacionales, quedan de
manifiesto profundas diferencias. Sin embargo, al analizar la naturaleza de sus
explicaciones, aparecen rasgos compartidos importantes, prevaleciendo en algunos
casos mecanismos convergentes.
Existen sectores académicos, para quienes la teoría de las relaciones internacionales
aún debe ser ubicada en un cuarto debate. No obstante, hay una suerte de consenso
que considera la existencia de una especie de desorden metodológico, por lo que el
ejercicio de introspección, resulta un paso necesario. El Cuarto debate es un fiel reflejo
de este tiempo transitorio, donde no se distingue bien el camino, mucho menos luego
del 11/S donde se vuelve a sufrir un cambio. Simultáneamente, se hurga en antiguas
propuestas y variadas doctrinas, que, pretendían ofrecer certeza a todos los que se
movían en las oscuridades de la inseguridad. (Sodupe: 2003, p.17)
Aunque no se daba por agotado el Cuarto debate, existen ideas que se están
gestando más allá de sus fronteras, y a pesar de haber sido tildadas como
“complejas”, constituyen un punto válido para la reflexión, y forman parte de lo que se
ha tendido a llamar un posible “ Quinto Debate”.
Las circunstancias históricas han marcado la evolución de la disciplina de la
Relaciones Internacionales. Hace más de 9 años, cuando ocurrió el ataque a las
Torres Gemelas de Nueva York, el mundo unánimemente declaraba a una sola voz
que “todos somos americanos.” Hoy en día el panorama es otro y los argumentos que
se esgrimen son variados. Se hablaba del surgimiento hegemónico de los Estados
Unidos, conformándose como la nación más poderosa del planeta, lo que para otros
países constituyó una amenaza y buscan en la agregación de intereses comunes, un
contrapeso efectivo para mitigar su fuerza.
La exposición precedente, que enlaza algunas de las ideas que están siendo
estudiadas en el ámbito internacional, pone en evidencia la complejidad existente en la
disciplina. Además, muestran problemas que no son analizados por las corrientes
teóricas del Cuarto debate, por lo que se está de acuerdo con lo afirmado por Sodupe
(2003: p. 117) cuando dice que: “es posible que todavía requiera cierto tiempo de
maduración”; como ocurrió con el debate inter-paradigmático.
No debe dejarse de lado, que si bien es cierto, este debate requería de un mayor
tiempo para alcanzar una madurez teórica sólida, el 11 de septiembre frenó esta
posibilidad, conllevando a analizar temas considerados como superados en la
disciplina, pero con un matiz propio de la coyuntura que supuso este evento.
La tarea de reforzar la proyección teórica de las relaciones internacionales como
ciencia, constituye, un factor de gran importancia. En este orden de ideas, vale la
pena hacerse las siguientes interrogantes: ¿Constituyó el 11 de Septiembre un evento
que dejó sin sentido el discurso tradicional tanto en el terreno académico como
político? ¿Supuso la irrupción de nuevas perspectivas teóricas?..¿Hasta qué punto
este acontecimiento puede provocar un replanteamiento de la disciplina? ¿Es posible
hablar de un “Quinto Debate” en la Teoría de las relaciones Internacionales? ¿Existe
una redefinición de la disciplina para el siglo XXI, ó está inmersa en un obsesivo
ejercicio de autoexamen?
Este articulo, no busca otorgar una respuesta definitiva a dichas interrogantes, pero sí
pretende dar cuenta de que “algo” está sucediendo en esta disciplina, que no puede
resumirse en las simplificaciones que encierra el mapa que había servido para formar
una idea de su situación en la actualidad.
Se han gestado nuevos enfoques en la disciplina, aunque no han alcanzado la
correspondiente madurez en cuanto a propuesta teórica, epistemológica y
metodológica, como para considerar la existencia de un debate consistente en el área.
El proceso globalizador ha creado espacios para nuevas alternativas teóricas. En
ellas, converge la necesidad de dar una mejor explicación al orden internacional
existente, con el fin de responder a las urgencias y necesidades del sistema
internacional, en aras de una mejor gobernabilidad global.
La Teoría de las Relaciones Internacionales seguirá ampliándose, redefiniéndose,
construyéndose. Esto implica un diálogo constructivo entre las distintas vertientes que
existen y que siguen apareciendo. La posibilidad de síntesis teórica no siempre es
exitosa, o cuando menos viable, aunque no debe ser desestimada como una
posibilidad de coexistencia entre enfoques nuevos y otros no tan nuevos. Las
perspectivas de análisis en este campo siguen apareciendo, mientras siga estando
presente el problema de la totalidad del mundo.
El campo de la disciplina no ofrece a sus pensadores un camino único hacia el
conocimiento. Se vislumbra competencia y complejidad. En realidad la diferencia entre
una escuela de pensamiento y otra, radica más en las interrogantes que plantea que
en las respuesta que da. Se debe indagar en la “naturaleza de la naturaleza”, es decir
en la diversidad ontológica.
Resultó complejo precisar posibles itinerarios a seguir. Sin embargo, se estima como
pertinente abordar esta problemática, a la luz de las siguientes perspectivas y /o ejes
temáticos, los cuales serán desarrollados en forma de propuesta capitular. Estos son;
Capítulo Uno o Introductorio, en el cual se presenta la dimensión teórica actual en la
disciplina de las Relaciones internacionales, el Capítulo Segundo aborda la
perspectiva histórica vigente en dicha disciplina; en el Capítulo Tres, se analiza la
óptica de las civilizaciones, como un nivel de análisis novedoso que hoy en día se
presenta en este ámbito. El Capítulo Cuarto, pretende dar cuenta de la discusión
contemporánea, en torno a la existencia misma de la disciplina de las Relaciones
Internacionales. Por último, un Capítulo Quinto, en el cual se brindan algunas
conclusiones.
CAPÍTULO DOS. LA PERSPECTIVA HISTÓRICA.
El 11 de Septiembre de 2001. (11-S): Reviven viejos paradigmas tanto de izquierda
como de derecha, que contribuyen a que las nuevas aproximaciones teóricas que se
estaban produciendo en la disciplina, se limiten en su capacidad de comprensión. Sin
embargo, para fines de los noventa, los programas de docencia e investigación en el
área, dejaban entrever el retorno a una suerte de realismo puro.
Paralelamente se producen interesantes publicaciones que invitaban a repensar el
estado de la disciplina, con el objeto de defenderla de quienes estaban decretando su
agonía, por quedarse aparentemente sin objeto de estudio, siguiendo a Romero (2008:
p.13).
Los sucesos del 11-S propiciaron de alguna manera un regreso al realismo. No
obstante, la presencia de temas duros no sólo se debe a esta coyuntura, sino también
a la no materialización de importantes iniciativas multilaterales, las cuales intentaban
dar respuesta a la creciente complejidad global.
Este evento constituyó un crimen contra la humanidad que lesionó los valores
fundamentales de los derechos humanos y de las leyes humanitarias internacionales.
Inmediatamente después de los ataques, la administración Bush - junto a una amplia
coalición de naciones - se comprometió a adoptar acciones coordinadas destinadas a
hacer comparecer ante la justicia a los posibles responsables.
En muchos aspectos, la campaña contra el terrorismo se vio acompañada por un
constante desgaste e incumplimiento de las leyes internacionales. Se socavó el
respeto y la vigencia de los derechos humanos, precisamente en el momento en el
cual resultaba clave su fortalecimiento.
Tras numerosos esfuerzos se logró desmantelar principalmente el dominio de Al-Qaida
y de los Talibán sobre Afganistán y, tras la firma de los Acuerdos de Bonn, de 20021.
Se le prometió al pueblo afgano un futuro más promisorio. Los Estados Unidos y sus
aliados se mostraron incapaces de proporcionar los niveles de seguridad necesarios
para facilitar la reconstrucción de Afganistán. La estrategia norteamericana permitió
que los jefes militares locales consolidaran su poder y debilitaran al nuevo gobierno,
permitiendo la continuación de los abusos contra los derechos humanos
1 Acuerdos de Bonn. La caída del régimen de los talibán en noviembre de 2001 abrió las puertas al inicio
de un proceso político con asistencia de las Naciones Unidas entre cuyos elementos figuraba el Acuerdo de Bonn y el establecimiento de una Autoridad Provisional y de una Administración de Transición. La Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para el Afganistán (UNAMA), establecida en marzo de 2002, prestó un apoyo crucial a los procesos políticos y emprendió una serie de actuaciones humanitarias, de socorro, recuperación y reconstrucción en asociación con la administración afgana y en coordinación con los donantes y con otros interlocutores.
Adicionalmente, un conjunto de nuevas iniciativas elaboradas por el Consejo de
Seguridad de la ONU, el Grupo G8, ayudaron a intensificar los controles sobre el
financiamiento y las actividades de los grupos terroristas. Setenta y seis gobiernos
colaboraron en los esfuerzos para establecer la primera Corte Penal Internacional, un
organismo con poderes para investigar y procesar crímenes como los cometidos el 11
de septiembre.
En el curso del 2004 y 2005, se adoptaron medidas antiterroristas de carácter general,
y desproporcionado, que en numerosas ocasiones estuvieron dirigidas contra grupos
extranjeros, especialmente a personas de origen árabe y musulmán. Estas medidas
trajeron políticas discriminatorias, detenciones arbitrarias y el incumplimiento del
debido proceso.
Algunos gobiernos emplearon la campaña contra el terrorismo de manera oportunista,
justificando los ataques y abusos contra sus adversarios. En un informe publicado por
Humans Rigth Watch (2002), se plasma la situación de algunos países, a un año del
11-S. En la India, por ejemplo, el gobierno introdujo la llamada “Ordenanza para la
Prevención del Terrorismo”, una versión modificada de una antigua ley de seguridad
que posibilitaba la tortura y las detenciones de miembros pertenecientes a minorías y
de opositores políticos.
En Pakistán, el Presidente de esa nación, el General Musharraf adoptó medidas
severas contra aquellas personas sospechosas de participar en actividades militantes,
mientras consolidaba el dominio de los militares en el país y extendía unilateralmente
su mandato presidencial por cinco años. China también aprovechó la agenda
internacional contra el terrorismo, para justificar la represión generalizada de los
miembros de la etnia Uighurs en Xianjiang, 2 incluyendo a activistas pacíficos y a
grupos religiosos de origen musulmán.
Otros gobiernos, especialmente en el hemisferio occidental, adoptaron lineamientos de
carácter punitivo y restrictivo en contra de los aspirantes al asilo político y los
inmigrantes. En Australia, por ejemplo, el gobierno exacerbó la xenofobia desatada
2 Los uigures, etnia autóctona turcomana de credo musulmán. Son de religión musulmana, lengua de
origen túrquico y alfabeto árabe. Habitan fundamentalmente en Xinjiang, que oficialmente se denomina Región Autónoma Uigur, en la que también habitan otras minorías musulmanas, además de la mayoría han, muy numerosa sobre todo en la capital, Urumqi, debido a los intentos del Gobierno central de repoblar esta región con hanes.
después de los ataques del 11 de septiembre con la finalidad de justificar la expulsión
de un grupo de refugiados que habían entrado al país. Este hecho constituyó una clara
violación de las leyes internacionales. En el Reino Unido, se promulgó una nueva ley
que autorizó la detención prolongada y arbitraria de los extranjeros sospechosos de
estar involucrados en actividades terroristas. Los esfuerzos multilaterales también
erosionaron los derechos de los refugiados, al asociarlos con el terrorismo.
Las acciones adoptadas por los Estados Unidos, sentaron un precedente peligroso y
dieron luz verde a los demás países del globo, para ignorar las salvaguardas judiciales
y para aprobar medidas antiterroristas contradictorias con los estándares
internacionales en materia de derechos humanos. Muchos aliados de los Estados
Unidos --desde Uzbekistán hasta Israel y desde Rusia hasta Egipto-- aprovecharon
este contexto, para justificar las violaciones de los derechos humanos, tomando
ventaja de la actitud del gobierno norteamericano, de acuerdo a un informe publicado
investigaciones por Humans Rights Watch (2002).
Esta perspectiva histórica, sirve de telón de fondo para precisar los enfoques teóricos,
que surgen como consecuencia del hecho antes mencionado. Cabe señalar la Tesis
del Smart Power o Poder Inteligente, sobre el cual deben hacer unas consideraciones
previas.
El politólogo estadounidense Joseph Nye, en un artículo publicado en noviembre de
2005 titulado “La Cultura vence a los Misiles”, explicaba la diferencia entre lo que llama
el poder suave o blando (soft power) y el poder duro (hard power). En su concepción,
el primero es la derivación de los valores de la cultura y en cambio, el segundo es el
originado en la capacidad militar.
Este pensamiento surge después de la invasión a Irak, y puede ser concebido como
una reacción a la ideología neoconservadora de Bush en relaciones internacionales.
Señala el autor en el citado artículo, que el Presidente de Estados Unidos olvidó otra
lección implícita en su analogía: la importancia de utilizar el poder suave de la cultura.
La Guerra Fría se ganó mediante una combinación de fuerza militar, que disuadió la
agresión soviética, y del poder atractivo de la cultura y las ideas occidentales, Nye
(2005)
En otro artículo publicado en marzo de 2007 cuyo título es “Entender el juego del
poder”, Nye define la distribución del poder en el ámbito internacional como un juego
de ajedrez tridimensional. En el tablero superior –están las relaciones militares entre
Estados– el mundo es unipolar, y según su opinión, lo seguirá siendo por décadas,
pues los EE.UU. tienen la mitad del gasto en defensa total. En el tablero del medio, el
de las relaciones económicas, el mundo es multipolar y ya la Casa Blanca no podía
obtener los resultados que pretendía en las relaciones con Europa, Japón, China y
otros países.
En el tablero inferior, se presentan las cuestiones transnacionales que están más allá
del poder de los gobiernos nacionales –cambio climático, terrorismo global, y crisis
económica mundial–, el poder está distribuido en forma asimétrica, no hay hegemonía
estadounidense. Es en este tercer nivel, donde la cooperación entre Estados se
convierte en la mejor vía para enfrentar los problemas mencionados, Lo anterior
requiere usar al mismo tiempo tanto el poder blando de la cultura, como el poder duro
de la coerción. (Nye: 2007).
Posteriormente, el mismo Nye comienza a utilizar otro término, que es el de Smart
Power, para explicar lo que inicialmente había planteado como soft power. Lo definen
como una combinación estratégica de la diplomacia, persuasión, capacidad de
construcción y la proyección de poder e influencia encaminadas a lograr en relación
costo-efectividad.
Conviene destacar que en mundo académico de las relaciones internacionales, se ha
discutido, sobre quién fue el primero en introducir el término de Smart Power. De
cualquier modo, la revista norteamericana Foreing Policy – de gran prestigio mundial
en el estudio y análisis de las relaciones internacionales–, publicó en 2004, un artículo
escrito por Suzanne Nossel3, que recibió este título, marcando así la
“institucionalización” del término.
La autora hace un balance histórico del internacionalismo liberal estadounidense,
propone reformas en política exterior y en institucionalidad internacional y realza la
necesidad de fortalecer la imagen de su país como una potencia liberal (poder blando),
al tiempo que fortalece su posición a favor de la reconstrucción de Estados en
sociedades asoladas por inestabilidad política. Es una propuesta de estrategia para
una política exterior eficiente de los Estados Unidos, en el nuevo orden mundial de
transición.
3 Susan Nossel fue Ministro Consejero en la misión estadounidense ante las Naciones Unidas encargada
de la gestión y reforma del organismo multilateral.
Para quien escribe el presente artículo, debe procederse con absoluta prudencia ante
esta propuesta. Se parte de una premisa fundamental, y es que dicha tesis más que
un enfoque novedoso en el área de la Teoría de las Relaciones Internacionales, luce
como una guía para la acción en el marco de la formulación estratégica de la política
exterior de Estados Unidos.
Es así como, las principales TRI son a su vez teorías sobre política exterior, pero las
teorías sobre política exterior no son necesariamente TRI. Tal es el caso de la
bastante conocida teoría burocrática de política exterior de Allison (1988), y hoy el de
la tesis del poder ingenioso.
Dicha tesis – calificada por algunos como una “simple explicación de una coyuntura”-,
exhibe una característica muy atractiva: tiene el potencial de presentarse como una
progresión en el desarrollo de la TRI, al menos como teoría de la política exterior
estadounidense. En principio, su formulación pretende matizar y sintetizar el análisis-
diagnóstico radical que hace el realismo político sobre la realidad internacional, con un
importante componente normativo que se aproxima a sus raíces liberales.
Para Nossel, se trata de utilizar viejas estrategias en el marco de nuevos cambios. Es
así como en su artículo, propone que una política exterior realista de los EE.UU,
requiere enfatizar la importancia de desarrollar una estrategia global que mezcle el
atractivo del poder duro con el blando, originando así un poder inteligente que los
combine. En palabras de Nossel (2004:p.141) “se trata de un ambicioso esfuerzo que
no deja por fuera ni el tema de la democracia, ni el de los derechos humanos, en un
contexto en el cual el país tendría que aprender a trabajar con otras naciones”
Se considera que el discurso pronunciado por el presidente de los Estados Unidos,
Barak Obama en El Cairo, Egipto, para en el mes de junio del año 2009, constituye el
primer intento importante por aplicar dicha tesis, tanto por la elección del sitio, como
por los temas tratados: el extremismo, Palestina-Israel, Irán, la libertad religiosa, los
derechos de la mujer, la democracia y el desarrollo económico y social.
Egipto representa lo que Occidente espera del mundo musulmán: capaz de firmar la
paz con Israel y de normalizar sus relaciones diplomáticas después de haber tenido
cuatro guerras con el Estado judío. El lugar elegido es el primer acierto, ya que la
Universidad de Al-Azhar, en la capital, es probablemente el centro de pensamiento
más respetado del mundo musulmán.
En tal sentido, pareciera que el éxito político del poder ingenioso no depende del
alcance académico que tenga esta propuesta, sino de la habilidad de los decisores
diplomáticos y militares de Washington, pero además de sus élites socio-económicas y
su desempeño cultural como nación. Se reconoce como una estrategia de política
exterior exigente y compleja, que resume en buena medida el proyecto de sociedad
de Estados Unidos, lo que ofrece esperanzas para su realización.
Sin embargo, también somete, como nunca antes en la historia de la humanidad, la
estrategia de política exterior a los vaivenes sociales y económicos internos de un
Estado, al tiempo que busca otorgar una imagen “diferente” a este importante curso de
acción.
La complejidad del elemento “blando” de la estrategia, se une a la dificultad inherente
de decidir cuándo aplicar la fuerza y en qué medida para que los resultados sean
vistos tan efectivos como justificados, sobre todo cuando se espera aprobación
internacional de acciones en el marco del interés nacional.
No cabe duda que en la mayoría de los temas humanitarios y ambientales, la
estrategia del poder ingenioso tiene gran oportunidad de prevalecer, más que en
temas “duros” de seguridad internacional y defensa nacional, en virtud de que sus
opciones se enfocan a las directrices lógicas de una superpotencia.
Cabe preguntarse si el alcance que tenga el poder ingenioso como propuesta teórica,
reposa en su capacidad para sintetizar elementos importantes del realismo político,
aunado al éxito relativo que obtenga como estrategia de política exterior. De ser así,
podría hablarse de la posibilidad de que obtenga un puesto significativo en la historia
intelectual de las Relaciones Internacionales
La perspectiva histórica abordada en este Segundo capitulo, no sólo permite aproximarse
a nuevas propuestas sobre el poder, sino que prioriza un aspecto estrechamente
vinculado: la Seguridad, tradicionalmente atada al realismo clásico.
Romero (2008:p.16), señala que para fines del siglo XX, surgieron tesis muy novedosas,
que intentan un redimensionamiento de este tema. Se habla de “seguridad humana”,
orientada los aspectos sociales del tema, de ir más allá del Estado y de enfocarse en los
problemas de seguridad de la sociedad civil, de una seguridad colectiva, de impulsar
mecanismos de prevención de conflictos y de crear comunidades epistemológicas de
seguridad, que transcendieran el pensamiento estratégico tradicional basado en las ideas
de soberanía y el interés nacional.
El catedrático estadounidense, Tulchin (2005) resume de manera muy clara y a favor
ésta posición, al afirmar que el factor que ha impulsado una toma de conciencia respecto
a la importancia de la seguridad, es la sensación de que en la actualidad los países están
integrados dentro de una comunidad global y que, también por primera vez en la historia,
comparten un grupo de valores que vale la pena defender.
Estos valores están creando una poderosa sensación de comunidad. Las amenazas a la
seguridad que tienen tanto dimensiones domésticas como internacionales, requieren de
una mejor comunicación entre las naciones de las distintas subregiones del hemisferio.
Las amenazas a la seguridad transnacional también requieren respuestas de toda la
comunidad, a través del uso de instituciones democráticas nacionales y multinacionales.
El 11 de Septiembre del 2001, afianzó a la seguridad como un tema de interés
permanente en las relaciones internacionales, pero al igual que el “poder inteligente”, está
estrechamente a la política exterior de Estados Unidos. Etzioni, en su libro titulado
“Security First” (2007) hace una profunda reflexión sobre este asunto. La preocupación de
Etzioni (2007:p.2) radica en no echar la culpa a los errores del pasado, sino crear
lecciones para abordar el futuro.
Se plantea las siguientes interrogantes: ¿Y ahora qué se puede hacer para mejorar las
relaciones de EE.UU. con el resto del mundo?... ¿Cuál debería ser la política
estadounidense hacia los países recientemente liberados como Irak y Afganistán, o
estados “canallas” como Corea del Norte e Irán? ; ¿Cuándo debe realizar los Estados
Unidos la intervención humanitaria en el extranjero? ; ¿Qué se debe hacer para proteger
a Estados Unidos del terrorismo nuclear?
El autor afirma que garantizar la seguridad, debe ser la primera prioridad en todas las
consideraciones de política exterior, incluso por encima de los esfuerzos para
democratizar. Establece directrices fundamentales para una política exterior que tiene
sentido en el mundo real, con base en principios morales. Crea la posibilidad de
establecer relaciones positivas con el resto de la comunidad internacional. Esta propuesta
sostiene que los EE.UU. deben abandonar la idea de que puede democratizar, por
ejemplo, el Oriente Medio, u otras naciones.
Sostiene que el hilo conductor que guía la política exterior de EE.UU. es la primacía del
principio de la vida. Afirma que dicho principio, sirve como un fundamento moral para una
política de seguridad, que en principio, es realista. Es así como sostiene que el núcleo
fundamental de dicho programa de política exterior, es el reconocimiento de que el
derecho más básico de todas las personas es estar libre de violencia, mutilaciones y
torturas.
Explica en detalle las implicaciones de una política de seguridad primero hacia los
Estados denominados “forajidos” -Corea del Norte e Irán-, para luego hacer frente a los
estados en “crisis” –Rusia-. Posteriormente debe ocuparse de la "reconstrucción" de los
estados recién “liberados” -Irak y Afganistán-.
Desde su perspectiva, la democratización es importante, pero no proporcionará una
salida política para resolver los conflictos de valores e intereses. Por lo tanto, Etzioni
insiste que lo más importante en política exterior es la seguridad.
Estima que EE.UU. y sus aliados deben aceptar que los regímenes democráticos que se
desarrollan gradualmente en tierras tradicionalmente no democráticas, siempre serán
diferentes a la visión que Norteamérica ha desarrollado de este principio. Considera que
se debe apoyar los cambios de régimen, sólo cuando los estados involucrados en este
proceso, dejen de lado sus desarrollos nucleares, posibles participaciones con el
terrorismo, al tiempo que deben evitar cometer genocidios o limpiezas étnicas (p.51).
No obstante, Etzioni asume que si se sostiene que sólo los partidarios de la democracia
liberal califican como aliados de Estados Unidos, esta nación, contará cada vez más con
menos apoyo. Por otra parte, si reconocen que la mayoría de los individuos prefiere la
paz y el orden social a la violencia, entonces gran parte de las civilizaciones estarán de
su lado.
De cara al tema religioso, el autor estima que sería “prudente” para los EE.UU, dar la
“bienvenida” a los creyentes de todas las tendencias que renuncian la violencia y al
extremismo.
Las principales consideraciones que hace el autor sobre el tema, pueden ser
resumidas de la siguiente manera:
La principal diferencia que separa a las religiones, no viene dada por sus
respectivos sistemas de creencias, sino por el lenguaje que cada una maneja. Esto se
advierte al interpretar frases que ensalzan la violencia como "ojo por ojo", "ya no traer
la paz, sino la espada“
En el marco del Islam, Etzioni afirma que la mayoría de los practicantes de la
religión musulmana son moderados, los cuales dejan de lado la posibilidad de hacer
una interpretación violenta y radical del Islam.
Sin embargo, reconoce que muchos de esos “moderados”, no va a adoptan a
la democracia liberal occidental y tampoco comparten la Declaración Universal de los
Derechos Humanos. El autor los denomina como "moderados no liberales” . Propone
que si Occidente sigue rechazando estos moderados no liberales basándose en que
sólo los partidarios de la democracia son aliados seguros, Occidente estará cada vez
más aislado. Por el contrario, si Occidente forma una alianza de todos los
moderados, liberales y no liberales, de manera efectiva, podrá frenar la violencia y
abonará el terreno para el avance de la democracia y los derechos humanos por
medios pacíficos (p.85).
Este trabajo representa un esfuerzo por concebir una teoría comunitaria de las
Relaciones Internacionales y un enfoque comunitario para la Política Exterior. La
nueva arquitectura global debe basarse no sólo en los principios occidentales de los
Derechos y la libertad, sino también en los conceptos orientales de la comunidad y la
autoridad. El aumento de los problemas transnacionales ya no puede ser manejado
por las naciones y se requiere un avance renovado de la dimensión no estatal,
enfatizando en la sociedad civil internacional. “Security First”, Etzioni intenta presentar
un argumento convincente, para el cambio en la política exterior de Estados Unidos,
articulado sobre la base de lo que constituye un nuevo escenario para las decisiones
estadounidenses en este ámbito, post 11 de septiembre.
El objetivo principal es democratizar el mundo. Esta meta no es realista. Las
verdaderas democracias sólo crecen en sociedades que cuentan con las condiciones
necesarias para su implantación, y gran parte del mundo carece de tales recursos. En
estas condiciones, el desigual esfuerzo para aplicar necesariamente el objetivo de
democratización, ha dado lugar a acusaciones y a una crisis de legitimidad del poder
estadounidense.
La política exterior requiere algo más que un pragmático "ajuste" de los medios para
lograr la democracia. Es así como Etzioni, hace un llamado para alcanzar una
justificación sobre la base de un principio moral más realista, a través del cual,
Estados Unidos debe privilegiar la "seguridad primero", y luego la "primacía de la
vida." El derecho a la vida y a la seguridad –de acuerdo al autor- moralmente está por
encima de los demás Derechos Humanos.
En el contexto de esta perspectiva histórica, destaca la Tesis de la Paz Democrática,
la cual está adquiriendo una importancia creciente en la literatura de relaciones
internacionales. Sostiene que las democracias no se hacen la guerra entre ellas. Sus
puntos fuertes son su conexión con las ideas kantianas y con la teoría normativa,
además de su supuesta base histórica y su capacidad de explicación del
comportamiento de los Estados.
La tesis de la paz democrática es probablemente uno de los conceptos surgidos
durante los últimos años de la denominada Guerra Fría, que ha saltado al debate
académico y político y obtenido una relevancia capital a la hora de determinar la
política exterior y de seguridad nacional de los estados occidentales y particularmente
de Estados Unidos.
Se ha dicho que quizás, el principal atractivo de esta tesis, reside en su extrema
simplicidad. Es comprensible que haya provocado gran entusiasmo, la posibilidad de
que un único factor (el tipo de régimen político) pudiera tener efectos tan decisivos en
las relaciones internacionales.
La tesis de la paz democrática invita a reflexionar sobre las condiciones necesarias
para lograr un sistema internacional pacífico. Sus defensores, proponen promover la
democratización de las unidades del sistema (según el modelo de democracia
estadounidense) traerá la paz universal.
Aquellos gobiernos que realmente se proponen contribuir a la creación de un orden
internacional, deben contribuir a desarrollar la estructura institucional existente.
Se cuestiona el estatuto de la tesis de la paz democrática como teoría, es decir, como
explicación de la relación causal entre una variable independiente -el carácter liberal
de los regímenes políticos-y una variable dependiente -la ausencia de conflicto armado
internacional entre los Estados con esos regímenes-. Adicionalmente, las relaciones
internacionales son un ámbito en continuo cambio y transformación, por lo cual deben
considerarse los factores que intervienen en la política mundial, incluyendo las
instituciones, valores y prácticas económicas, sociales y civilizatorias.
Es así como Kenneth Waltz (2000: p. 5) resalta el carácter de tesis en lugar de teoría
que tiene la “paz democrática” dado que hasta el momento se sustenta en la
evidencia empírica resultante de categorizaciones no muy definidas.
Lo que para unos es una democracia para otros no, y por tanto señalar que los
estados democráticos serían pacifistas en su relación con otros estados democráticos
llevaría a la definición de un solo tipo de democracia, la democracia liberal. La paz
democrática implicaría el fin de las “teorías realistas” del equilibrio de fuerzas como
elemento regulador del orden internacional.
Para Waltz, en el proceso de construcción de la llamada “paz democrática” hay
muchos elementos de comportamiento realista. Diversos críticos de la tesis señalan
que la voluntad pacifista de las democracias no sería tal y que el comportamiento
dependería de restricciones de procedimientos que hacen difícil, que las democracias
emprendan una guerra frente a otra democracia. (p.10)
Las democracias, aún teniendo un comportamiento exterior pacífico, no tienen
necesariamente un contexto interno pacífico. Estos conflictos internos (muy presentes
en las incipientes democracias liberales nacidas a partir de la caída del bloque
soviético) llevan a los estados a preocuparse más por la estabilidad interna que en
perseguir ideales expansionistas.
En conclusión, debe entenderse que la tesis de la paz democrática es una
manifestación de la teoría neorrealista de Waltz en lo relativo a la acción defensiva de
las democracias y la conformación de federaciones. No se considera posible sostener,
que la universalización de la democracia llevaría a una situación de paz universal, sin
desconocer la importancia en la distribución de las capacidades materiales del
ordenamiento internacional. Hay que examinar con cautela la idea de la lucha contra el
terrorismo, viene aparejada a la idea de la promoción y difusión de la democracia.
Mansfield y Snyder (2007) afirman que la edificación de una democracia es un aspecto
tan complejo y de resultado imprevisible, por lo que no parece que una construcción
rápida y eficaz sea más factible y desemboque en un mejor resultado.
Estiman que la política orientada a establecer un mundo de democracias, con el fin de
que éste sea próspero, seguro y pacífico, no pasa de ser una simple utopía, que se
convierte en una “mala política” cuando los estados con capacidad (económica, militar
o política) impulsan estos procesos democratizadores y por ende, se ven afectados
por las consecuencias negativas derivadas de la puesta en marcha de los mismos. El
ejemplo más claro sería el de Estados Unidos en Afganistán o Irak, al introducirse en
un callejón sin salida, donde los costos tanto en vidas como económicos se
multiplican, generando precisamente un resultado contrario al deseado.
La crítica a la Política Exterior de Estados Unidos y sus aliados, ha venido
acompañada del desarrollo creciente de un discurso radical, que ha conllevado a que
se hurgue en viejas tesis antiimperialistas y marxistas, uniéndolas con una idea
antiglobalizadora y promotora del multiculturalismo. De igual forma, este discurso no
solamente ha arribado a la discusión académica. Algunos gobiernos lo han
incorporado a sus actividades oficiales, dando lugar entonces a un
redimensionamiento del debate en la Disciplina.
Es así, como el Radicalismo también se presenta dentro de esta perspectiva histórica.
En este contexto, la idea de la democracia encuentra en Eric Hobsbawm, un gran
crítico, proponiendo una perspectiva contraria a la tesis de la paz democrática,
refiriéndose a su imposición como idea dominante.
Sostiene que se está en medio de lo que pretende ser una reordenación minuciosa
del mundo por parte de los Estados más poderosos. Las guerras de Irak y Afganistán
no son más que una parte de un esfuerzo supuestamente universales para crear un
orden mundial mediante la difusión de la democracia. Desde su óptica y ante la
ausencia de un gobierno mundial real, algunos humanitarios están dispuestos a
apoyar un orden establecido por el poder de los Estados Unidos.
Para el autor, esta imposición no sólo se ve en la actuación directa de los Estados,
está también presente en las organizaciones internacionales, que buscan su difusión
como medio de asegurar mejores condiciones de convivencia para los actores de la
escena internacional, Hobsbawm (2004: p.35).
Dentro de esta visión radical, hay quienes se inclinan por resaltar el impacto de las
llamadas “revoluciones”, orientadas a verdaderos cambios sociales. Esta concepción
científica sobre la “revolución social” está expuesta en las obras de Marx, Engels: la
idea fundamental reposa en el hecho de que las revoluciones sociales están
determinadas por leyes objetivas de desarrollo social, que en la contemporaneidad
encuentran su origen en las contradicciones económicas, políticas y sociales del
sistema capitalista. Los teóricos marxistas no han ofrecido un estudio amplio y
sistemático, sobre la repercusión de las revoluciones en el sistema de relaciones
internacionales de esta época.
Existe una tendencia entre algunos estudiosos de la disciplina, materializada en
revalorizar la filosofía de Marx para interpretar las más recientes transformaciones del
mundo internacional. Rodríguez (2006:p.4) se refiere al planteamiento de Eric
Hobsbawm para dar cuenta de lo anterior, en virtud de que el mundo capitalista
globalizado que emergió en la década de los noventa del siglo XX, ha resultado en
muchos aspectos, enigmáticamente parecido al que había pronosticado Marx en el
Manifiesto Comunista de 1848, ahora sin duda, con mas complejidad, por los conflictos
y problemas globales derivados de la interacción de múltiples fenómenos de carácter
económico, financiero, tecnológico y transnacional, engendrados por el mismo
sistema capitalista, sin posibilidad real de solución.
Los radicales, afirman que ante el panorama desolador del sistema capitalista, en
particular de su periferia pobre y subdesarrollada, los científicos sociales vuelven al
pensamiento de Marx, para adoptar nuevos modelos socioeconómicos que
aprovechen más eficientemente los recursos humanos y naturales, contribuyan a
conservarlos y renovarlos con políticas de desarrollo sustentables en beneficio de la
humanidad.
Hobsbwan, (2004) señala las condiciones que son fuente del potencial conflicto
humano, es decir a los problemas socioeconómicos, los impulsos violentos, agresivos
originados de la frustración al medir lo concreto frente al ideal, la retirada y la
alienación de las estructuras sociales existentes y otros factores similares en la época
de Marx, que según su propuesta, se hacen cada vez más palpables en las relaciones
internacionales.
Dentro del pensamiento radical, no sólo ha desarrollado ideas en contra de un mundo
unipolar, capitalista y neo-liberal, a favor de un mundo multipolar y anti-capitalista que
bajo las tesis socialistas, multiculturalistas y religiosas, que como el Islam, plantean un
giro de 180 grados de la estructura internacional actual heredada del modelo
westfaliano, esto citando a Romero, (2008:p.16).
Finalmente, se subraya que un hecho histórico como el 11-S, puso sobre el tapete el
tema de las Civilizaciones. No sólo se trata de una compilación de propuestas en el
marco de occidente, sino un planteamiento teórico que da cuenta de la coexistencia de
civilizaciones, más allá de la expuesto por Samuel Huntington, quien en 1993,
encendió un importante debate sobre relaciones internacionales con la publicación de
un artículo titulado The Clash of Civilizations, en la revista Foreign Affairs.
Posteriormente, Huntington expandió este trabajo en un libro completo, publicado en
1996, The Clash of Civilizations and the Remaking of the World Order. El artículo y el
libro articulan su teoría de un mundo compuesto por múltiples civilizaciones en
conflicto.
En esta aproximación teórica al estado actual de las relaciones internacionales, se
intenta ir más allá. Se trata de asumir a las civilizaciones, como un nivel de análisis
novedoso en el abordaje teórico de las relaciones internacionales actuales; que parte
de la importancia que ha adquirido los tópicos vinculados a la cultura e identidad. Es
precisamente, las civilizaciones, el tema que anima el próximo eje temático de este
artículo.
CAPITULO TRES.
LA PERSPECTIVA DE LAS CIVILIZACIONES.
En este contexto de aproximación critica y de comprensión teórica al estado de las
relaciones internacionales, ha venido tomando cuerpo la idea de la diversidad cultural,
la cual ha sido una constante prácticamente desde la conformación de las primeras
sociedades.
Al respecto, Gellner (1997: p.47) hace una afirmación bastante esclarecedora, cuando
asegura que un rasgo verdaderamente esencial en la sociedad humana es su
asombrosa diversidad, aunque presenta tres problemas fundamentales: uno, propio
del relativismo: las turbadoras dudas de cuál de las diferentes formas socioculturales
existen en un determinado momento y lugar de acuerdo con sus sistemas de
principios; dos, vinculado a la coexistencia de dicha diversidad cultural y tres, relativa a
cómo afrontar las consecuencias e implicaciones de esa diversidad.
La diversidad debe entenderse como la coexistencia de diferentes culturas y
civilizaciones, pero que al tiempo implica la necesaria convivencia de enfoques
doctrinales de carácter comprensivo, que permita a los ciudadanos construir distintas
visiones de mundo. Rawls (1979) introdujo en su sistema teórico, la idea de la
pluralidad como un hecho ineludible en las sociedades llamadas democráticas.
Lo anterior, sirve como punto de partida para reflejar una tendencia creciente en la
sociedad, como es el Multiculturalismo. El interés que la noción de multiculturalismo ha
suscitado en el mundo contemporáneo no es nada desdeñable, no tanto porque a
partir de la llamada crisis de la modernidad, se ha conformado progresivamente, un
movimiento de pensamiento que aboga por la pluralidad de discursos, sino por los
cuestionamientos y debates que se han generado alrededor de la necesidad del
respeto y tolerancia de las diferencias culturales. Se trata de una propuesta que cada
vez está más presente, en la gestión de las sociedades llamadas democráticas.
Es necesario mencionar que el multiculturalismo como ideal democrático, asociado a
la institucionalización de la diversidad e igualdad, ha sido planteado anteriormente.
Siguiendo a Gutiérrez (2006: p.11) este tema aparece en el marco del proyecto
aislacionista surgido a finales del siglo XIX, y se ha extendido hasta los últimos
embates del pluralismo cultural, que aboga por políticas de reconocimiento y
diferenciación.
El multiculturalismo debe entenderse como un signo de época, que designa las
nuevas dinámicas, tanto identitarias como políticas, que se erigen con fuerza en el
mundo de hoy. Desde las reivindicaciones religiosas, étnicas, hasta la consolidación
de los derechos interculturales, el multiculturalismo se encuentra en la comprensión
del tiempo-espacio, que los procesos de globalización han marcado. Es así como a la
clásica búsqueda de conformar una identidad única y unitaria, de aglutinar semejanzas
e igualdades, se ha pasado a la búsqueda de conciliación y cohabitación de
diferencias.
Esta vertiente encuentra expresión en autores como Benhabib (2004) quien en su
trabajo titulado El Derecho de los Otros, examina las fronteras de la comunidad política
centrándose en la pertenencia a una determinad espacio socio-político: esto es, los
principios y prácticas para la incorporación de extranjeros, forasteros, inmigrantes
refugiados y asilados.
Tradicionalmente, las fronteras políticas han definido a algunos como miembros y a
otros como extranjeros. Hoy, cuando la soberanía de los Estados se resquebraja y la
ciudadanía nacional tiende a descomponerse, las definiciones de la pertenencia
política se vuelven menos claras.
Benhabib se proclama a favor de un universalismo moral y un federalismo
cosmopolita, declarándose partidaria de establecer fronteras no abiertas, sino porosas
que reconozcan no sólo los derechos de admisión de los refugiados y solicitantes de
asilo, es decir, el derecho de todo ser humano a ser una persona legal, sin importar
cuál sea su condición (p. 76).
Su propuesta está profundamente inspirada en reflexiones sobre la tragedia de la
condición apátrida y la incapacidad de todas las doctrinas de derechos humanos para
hacer algo para cambiarlo. Sin embargo, en su análisis del sistema internacional,
reconoce los grandes peligros del nacionalismo para el Estado-Nación, en virtud de
que sólo este puede proteger al individuo. Benhabib, reconoce la necesidad de seguir
profundizando, sobre el discurso emergente de la ley internacional, los derechos
humanos y las instituciones multilaterales.
En el lado opuesto al Multiculturalismo, se encuentran autores que afirman la primacía
de una sola cultura. Ese es el caso del francés Rougier (2001), quien en su libro, El
Genio de Occidente, se presenta como epistemólogo e historiador de las religiones.
Tuvo a lo largo de su extensa vida dos pasiones: averiguar el lazo que une
pensamiento con ciencia y defender el conocimiento como expresión máxima de la
condición humana. Este autor ha estimado, que la forma más compleja, rica y
profunda de civilización que ha conocido hasta hoy el género humano no ha nacido en
otro lugar, sino en el espacio de la cultura occidental.
Formado en la gran tradición liberal europea, sus aportes al mundo del pensamiento
han sido muchas, pero hay una que le valió muchos admiradores y, a la vez,
innumerables censuras: debelar el carácter propiamente supersticioso de las utopías
políticas y científicas, especialmente del marxismo.
En su obra nombrada anteriormente, expone de manera sistemática los grandes hitos
que han ido dando forma a la actual civilización: el racionalismo griego, el inicio de la
ciencia teórica, el nacimiento de la democracia clásica, la aparición de la ciencia ética,
el orden romano, el papel de la esclavitud en las civilizaciones antiguas, la revolución
social del cristianismo, el renacimiento, las sucesivas revoluciones científica,
económica, industrial y política, la idea de progreso, el despegue de Occidente.
Para el autor, el mundo occidental no puede dejar de suscitar admiración. La
civilización occidental es el resultado de una mentalidad que insiste en liberarse de
tabúes y costumbres carentes de utilidad social; que se esfuerza incesantemente
por mejorar las condiciones de vida, a fin de que la existencia valga la pena para el
mayor número posible de personas; pero que al mismo tiempo insiste en que el
progreso, sólo puede darse mediante procesos que respeten la dignidad del
individuo.
Compara la civilización occidental y las orientales: la china, la hindú y la del islam,
dedicando un capitulo a los riesgos del progreso. Concluye indicando, que del
mismo modo que no hay un determinismo histórico, que conduce a ése progreso,
tampoco existe una certeza de que lo logrado permanezca sin lucha. Es un texto
que definitivamente llega en su momento, cuando se habla de multiculturalismo.
Desde una óptica analítica, se afirma que el tema de la identidad y la cultura, ha tenido
gran impacto en el ámbito de las relaciones internacionales. La noción de una
“comunidad internacional” ha llegado a ser una realidad mucho más de lo que nunca
fue, ahora que han proliferado las agencias internacionales y las organizaciones no
gubernamentales.
Quienes abogan por la politización de la identidad (cultural) de grupo parten de una
gran variedad de premisas y terminan con una gran variedad de propuestas. A los
puntos de vista mencionados se les conoce como política de la diferencia, política del
reconocimiento o, más vulgarmente, multiculturalismo.
La diferenciación y la diversidad entre las sociedades, han sido puntos nodales en las
civilizaciones, por lo que se busca diversas maneras de abordarlas y gestionarlas. Es
un aspecto que no solo atañe a todas las sociedades tradicionales y complejas, sino
que también ha estado presente en todas las épocas. El tema civilizacional y cultural,
definitivamente adquiere otro matiz en esta discusión teórica.
Ya no se trata de abordarlo como una consecuencia inmediata de un evento como el
11 de septiembre, que conllevó a posturas maniqueas sobre estos tópicos. Se debe
intentar trascender sobre cuál es el verdadero debate o dilema al respecto.
En este contexto, debe hacerse mención a Arnold Toynbee, quién en su trabajo A
Study of History, (que comprende doce volúmenes escritos entre 1934 y 1961), fue
uno de los primeros autores en considerar el atractivo de las civilizaciones.
Estableció una teoría cíclica sobre el desarrollo de las mismas, civilizaciones, como
producto del resultado de la respuesta de un grupo humano a los desafíos que sufren,
ya sean naturales o sociales. De acuerdo con esta teoría, una civilización crece y
prospera cuando su respuesta a un desafío no sólo tiene éxito, sino que estimula una
nueva serie de retos. Una civilización decae, como resultado de su impotencia para
enfrentarse a los desafíos que se le presentan.
Toynbee otorgó gran importancia a los factores religiosos en la formulación de las
respuestas a esos desafíos. La mejor manera de comprender su propuesta, es
aproximarse a la perspectiva sistemática y unificadora de la historia de la humanidad,
comprendida en el estudio exhaustivo y analítico de sus diversas civilizaciones.
(Toynbee, 1987).
Por su parte, Huntington (1993) en El Choque de Civilizaciones, repite la antigua tesis,
unitaria de las civilizaciones. Su libro, posiblemente sea el más influyente publicado
sobre relaciones internacionales desde el final de la Guerra Fría. Para el autor, las
civilizaciones son coherentes, confrontacionales, no varían, y las equipara con la
capacidad de un estado para actuar. Logró su objetivo al proporcionar un nuevo
paradigma para mirar política mundial.
Su anticipación al 9/11 proporcionó una gran validez a su propuesta. No obstante, el
mundo académico siempre estimó que Huntington exageraba, cuando habla del
choque entre civilizaciones. Más allá de cualquier duda razonable, los choques casi
siempre ocurren dentro de las civilizaciones, en palabras de Katzenstain (2010: p.13)
Al replantearse el análisis de las civilizaciones, no sólo debe considerarse la propuesta
de Huntington, quien insistió en ése concepto unitario de civilizaciones. Los liberales
siguen una lógica inversa. A diferencia de Huntington, ellos son a menudo más
dispuestos a reconocer la existencia de programas culturales en una sola civilización.
Adicionalmente, intentan evitar que se singularice o se estandarice un concepto de
conducta intercivilizacional, bajo un estereotipo de “buenos” y “malos”.
Katzestein estima que un punto de partida obligado en este sentido, radica en
profundizar sobre conceptos claves en las civilizaciones, así como intentar abordar la
esencia de la tensión civilizacional. En este sentido, cuestiona lo que se ha llamado “la
ilusión de la singularidad” es decir, no se debe pensar únicamente en conceptos
unitarios y en las teorías tradicionales, en virtud de que hay que reconocer la
complejidad existente en el mundo la política, de los procesos de cambio, a fin de
optar por las estrategias políticas adecuadas (p. 12).
Las civilizaciones están basadas en formas urbanas de vida y en una división de
trabajo. Existe una perspectiva fundamental sobre la civilización. Katzestein plantea
la visión plural de las civilizaciones, partiendo de su concepción como un sistema de
conocimientos y prácticas que se diferencian y se enlazan, en un competitivo sistema
internacional con sus respectivas manifestaciones religiosas y literarias.
En este contexto, resulta pertinente detenerse en dos trabajos que han sido
particularmente esclarecedores para entender este asunto. Estos son “Occidentalismo
- Una breve historia de anti-occidentalismo” (2004) de Buruma y Margalit y el libro
“Orientalismo” de Said (1979).
A juicio de quien elabora este Trabajo, ambas posturas sobre las civilizaciones,
tienden a facilitar el análisis, más que a problematizarlo, lo cual es casi que obligado
en una realidad complicada por rígidas ideas preconcebidas. La definición de
problemas políticos y las soluciones, deben pasar por no dar por sentado, lo que debe
ser cuestionado.
El trabajo de Buruma y Margalit parte de una reflexión crítica sobre los orígenes de los
puntos de vista anti-occidentales y las formas que han adoptado. Si bien en
Orientalismo, Said se centra en creencias generalizadas y suposiciones sobre el
Oriente, Occidentalismo examina sobre visiones comunes, negativas, asociadas con
Occidente.
En palabras de Buruma y Margalit (2004: p. 15) cada quien tiene distintas razones
para odiar a Occidente. No es posible amontonar a los enemigos izquierdistas del
“imperialismo estadounidense” en el mismo saco que los islamistas radicales. Ambos
grupos detestan la penetración global de la cultura y del poder empresarial
norteamericano, pero sus finalidades políticas no se podrían comparar con provecho.
Se asume que los autores proporcionan una mirada en conjunto de un tema, que
posee una gran relevancia en el área de las Ciencias Sociales para el siglo XXI,
considerando la frecuencia con la que se habla de posturas antioccidentales, sobre
todo en décadas anteriores. La imagen deshumanizadora de Occidente que pintan sus
detractores, es precisamente lo que se ha denominado como occidentalismo. Insisten
en examinar este racimo de prejuicios y rastrear sus raíces históricas (p.16).
Esta actual tendencia puede ser explicada principalmente por las repercusiones de
procesos como las migraciones en el marco de la globalización, en el contexto de
políticas culturales vinculadas a Estados Unidos y Gran Bretaña, reconocidos como los
epítomes de Occidente.
Hacen una revisión histórica, intentando demostrar cuán profundamente entrelazadas
se encuentran las ideas que se tiene de lo occidental y de lo oriental, al tiempo que
estiman que tanto una como otra visión, no son necesariamente un producto exclusivo
mutuo.
En sus palabras, una forma de describir el occidentalismo, sería rastrear la historia de
todos sus engarces y solapamientos, desde la Contrarreforma hasta la Contra-
Ilustración en Europa, pasando por muchas variedades del fascismo y del
nacionalsocialismo, que se han dado en Oriente y Occidente, hasta llegar al
anticapitalismo y la antiglobalización y, por último, los extremismos religiosos que hoy
“atruenan” en tantos lugares (p.21)
La hostilidad hacia la noción de ciudad, es un aspecto del occidentalismo, que alcanzó
un clímax impactante en el marco del 11 de septiembre de 2001 en el ataque a Nueva
York, ciudad caracterizada por el comercio, el capitalismo y el cosmopolitismo. En sus
palabras, Nueva York se había convertido en una suerte de la “Babilonia Moderna.”
El mundo occidental es presentado como adicto al materialismo, criticado por el
islamismo, que es la religión principal, fuente de críticas del occidentalismo hoy en
día. Para dichos autores, el Islam ha conllevado a pensar en el Occidente como
salvajes: adorando al falso dios del materialismo. Se convierte así en el mal, mientras
que los creyentes genuinos son vistos como buenos y puros.
Buruma y Margalit intentan demostrar que el Occidentalismo tiene una larga historia,
que en gran parte se originó en el Oriente. Su trabajo recoge dos siglos de las ideas
anti-occidentales, en el cual sostienen que la hostilidad de los extremistas islámicos
hacia los Estados Unidos no es sino la manifestación más reciente de una tensión
siempre presente en la historia. Lo llaman el grupo de los prejuicios y las imágenes
poco favorecedoras de Occidente por parte de sus enemigos. Posteriormente
aparecen temas vinculados directamente a otras variantes del occidentalismo: el
pecado y el desarraigo de la vida urbana, la corrupción del espíritu humano en una
sociedad materialista, impulsado por el mercado.
Continuando con la estructura de la obra analizada, estudian a los enemigos de
Occidente, porque bajo la premisa de que sin el entendimiento profundo de quienes
odian a Occidente, no se puede tener la esperanza de impedir que destruyan a la
humanidad. Se preguntan: ¿Quiénes son? A lo largo del tiempo lo han sido muchos,
algunos de los cuales, como Japón, han terminado formando parte acabado formado
parte del Occidente que atacaban. En el pasado más reciente han sido los
totalitarismos fascistas y comunistas. Y, en la actualidad, fundamentalmente, los
grandes enemigos son aquellos que confunden y mezclan la autoridad religiosa con el
poder político: sin duda los regímenes islámicos, que ambos autores critican con
contundencia. En sus palabras, “el Islam fue una idea revolucionaria enroscada en el
fondo en una revolución secularista, que ha asesinado a miles de árabes” (p.150).
Estiman, que si se lleva a cabo una investigación profunda sobre los estereotipos
hostiles del mundo occidental que alimentan el odio de movimientos tales como Al
Qaeda, se encontrará que aún cuando el virus anti-occidental halla su razón en
determinadas partes del mundo islámico, tiene en realidad, sus orígenes en el propio
Occidente.
No se aventuran a dar posibles respuestas, y explican que la repugnancia por
Occidente, e incluso el odio a Occidente no es sí misma una cuestión de gravedad;
algo si pareciera quedar claro en su estudio: pase lo que pase, se puede desenvolver
como un drama histórico largo y violento. (p.152)
Las conclusiones a las cuales llegan, lucen como recomendaciones sobre los que no debe pensarse al
abordar esta problemática. La primera es que Occidente no está en guerra con el Islam. Por el contrario,
es precisamente dentro del mundo musulmán donde fundamentalmente se desarrolla el enfrentamiento.
Advierte que hay que rehuir la “parálisis de la culpa” por el pasado colonial; asumirlo sí, pero se trata de
no ser condescendientes con quienes cometan crímenes basándose en este precepto, (en todos los
países se puede encontrar, tanto en la actualidad como a lo largo de la historia,
emanaciones occidentalistas); por otra parte, es un error considerar la religión organizada como el
principal problema, al contrario, aunque las garantías no son totales, puede funcionar.
Finalmente, precisan que el odio a Occidente no es en sí mismo una cuestión grave, el occidentalismo se
torna peligroso cuando se une a un poder político dictatorial, cuya ideología se alimenta de ese tipo de
resentimiento.
Contrariamente a lo que podría pensarse, en "Orientalismo" Said (1979) no hace un
relato de viajeros europeos por Egipto y otros países árabes: muestra una realidad
mucho más compleja. Así lo narra extraordinariamente, Juan Goytisolo en el prólogo
de dicho libro (versión en español). Said va mucho más allá, cuando explora el
universo árabe musulmán, en un trabajo que recoge diferentes facetas, que se debate
entre la ficción y la realidad.
Para Said, el orientalismo no es “una estructura de mentiras o de mitos que se
desvanecerían si dijéramos la verdad” (p.26). El autor propone concebir al
Orientalismo, como una suerte de disciplina sistemática a través de la cual la cultura
europea ha sido capaz de manipular e incluso dirigir Oriente, desde un punto de vista
político, sociológico, militar, ideológico, científico e imaginario, a partir del período
posterior a la Ilustración.
Correspondería propiamente a un discurso, o como el mismo autor señala, a "la
distribución de cierta conciencia geopolítica en unos textos estéticos, eruditos,
económicos, sociológicos, históricos y filológicos" sumada a un conjunto de “sueños,
imágenes y vocabularios que se encuentran a disposición de cualquiera que quiera
hablar de lo que se encuentra al este de una línea de demarcación geográfica tan
arbitraria como inflexible, que imaginariamente divide el mundo entre dos bloques
principales, Oriente y Occidente - "ellos" y "nosotros"- (p.27).
Se comparte que el trabajo titulado: "Orientalismo" se funda sobre una base teórica
según la cual, literatura y cultura no son "inocentes" política e históricamente
hablando y que debe ser analizadas en forma conjunta para ser mejor comprendidas.
A juicio de Said, no hay nada parecido a una idea inocente sobre "Oriente". Por el
contrario, uno de los propósitos de "Orientalismo" es demostrar cómo ha existido una
completa red de intereses que inevitablemente se ponen en funcionamiento Prueba de
lo anterior, es el Islam. Tras reafirmar que ha estado mal representado en Occidente,
Said argumenta que existe un sistema organizado, un pozo de intereses que han
propuesto un puñado de ideas básicas y básicamente inmutables sobre el Islam, que
sólo lo han presentado erróneamente como una religión, sin ofrecer ninguna idea
colectiva del Islam como historia (pp.398-399).
Esta reflexión le lleva a concluir que las representaciones deben ocupar su sitio en el
marco de una tradición de pensamiento que viene determinada por la historia, y por
una tradición común de discurso. Persiste en el autor, la idea de revisar y reformular
unas experiencias históricas, y aunque las desigualdades persistan, el Orientalismo
seguirá siendo la razón de su interés, como fenómeno cultural y político (p.461).
Desde una óptica analítica, ambas posturas -Occidentalismo y Orientalismo- dan
cuenta de la importancia que reviste adoptar una visión pluralista de las civilizaciones,
que debe ser reforzada por el contexto en el cual se integran y del manejo que hagan
de conceptos que las identifican. Hay valores compartidos como el intento de alcanzar
el bienestar, que es una prerrogativa inherente a cualquier civilización
Una aproximación adecuada de las civilizaciones debe estar concebida sobre la base
de sistemas más o menos integrados, que generan debates y controversias. Las
civilizaciones en un sentido amplio, deben reconocer la existencia de valores
compartidos. Tal concepción pluralista de la civilización, está en sintonía con el
surgimiento de nuevas fuerzas, culturales y políticas, que reflejan precisamente la
riqueza de las diferentes civilizaciones.
Finalmente, hay que destacar la importancia que ha adquirido lo cultural y lo
“civilizacional” en el contexto de las relaciones internacionales. Las civilizaciones
deben ser asumidas en el actual contexto global, donde es si bien es cierto, resulta
muy importantes el conocimiento y la tecnología, debe reconocerse su relevancia
como unidades de análisis, sin perder su carácter distintivo.
Eisenstadt (2002) ha denominado lo anterior como “modernidades múltiples” a fin de
superar la visión de concebir al mundo en términos unitarios. Se debe trascender a
discusiones más profundas sobre el tema y aunque no puede ser calificada como una
postura teórica acabada, la discusión sobre la cultura, identidad y civilización, ha
cobrado un renovado interés en el área.
CAPITULO CUATRO. LA PERSPECTIVA DISCIPLINARIA.
Este articulo, ofrece la oportunidad para analizar, la existencia de una disciplina, con
la cual se está en contacto a diario. Stanley Hoffmann (1987) señaló más de veinte
años atrás, que los estudiantes de Relaciones Internacionales tenían dos motivos para
estar insatisfechos: el estado del mundo y el estado de la disciplina. Hoy es posible
afirmar que existen menos razones para estar insatisfechos, no porque el estado del
mundo sea motivo de alegría, sino porque la disciplina de Relaciones Internacionales,
ha propuesto debates significativos, en los planos epistemológicos, ontológicos y
metodológicos.
Las Relaciones Internacionales es una disciplina en ascenso. El fin de la Guerra Fría,
la globalización, la integración y los atentados del 11 de septiembre de 2001, han
motivado no sólo a que se origine un gran interés, en “contarle al mundo acerca del
mundo”, sino que se replantee hacia donde se dirige la actual discusión teórica en este
ámbito, que es el tema central de esta investigación.
Persisten algunas discusiones en esta área: aún se sigue haciendo alusión a la
supuesta “juventud” de la disciplina; otros dudan de su autonomía; algunos de su
objeto de estudio y otros la ven como la codificación teórica de políticas de poder
llevadas a cabo por los estados más poderosos y por lo tanto de poca utilidad para la
gran mayoría de los Estados.
Buzan y Little (2001:p.19) sugieren que más allá de estos discusiones, lo importante
es que en definitiva RRII sirve como un claro espacio de identidad para una
comunidad intelectual que abarca varios miles de personas.
Weaver (2004) apunta que la disciplina RRII, está conformada por un número
relativamente limitado de propuestas teóricas y paradigmas que han definido los
debates existentes.
En todo caso, la estructura de la disciplina puede ser examinada de maneras diversas
y de acuerdo a diferentes criterios. En el Capítulo I ó Introductorio, ya se hizo mención
de los principales debates existentes.
Un informe publicado por Área de Teoría de las Relaciones Internacionales del
Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (IDICSO) de la Universidad del
Salvador, Argentina (2005), se presenta la evolución teórica de la disciplina, en lo que
denominan “cinco escenas”. Por su gran potencial explicativo, - sin ser excluyente con
la ya conocida metodología de los debates -serán resumidas a continuación, para
posteriormente abordar el estado actual de la discusión para las Relaciones
Internacionales.
Primera escena. Se forma el campo en los Estados Unidos, luego de la Segunda
Guerra Mundial y debido a un conjunto de contextos políticos, culturas institucionales y
predisposiciones intelectuales (Hoffmann, 1987). En su etapa inicial, el campo generó
dos posiciones. Por un lado, apareció el Análisis de Política Exterior (APE). Por el otro,
los estudios de Política Internacional (PI).
El APE intentó investigar la política exterior de los estados a partir de los atributos
internos al estado: tipo de régimen, burocracia, percepciones de la elite, el rol del
lobby, etc. Los analistas de PI intentaron investigar la política exterior de los estados a
partir de los atributos del sistema internacional: distribución de poder entre los estados;
el rol de las instituciones internacionales o el rol de la interdependencia económica. El
centro del campo fue ocupado por la perspectiva realista en Relaciones
Internacionales. La perspectiva idealista fue superada, por pensar la realidad
internacional en función del deber ser y no del es.
Segunda escena. El campo fue adquiriendo cada vez más una epistemología holista y
un concepto de ciencia asociado con la noción de sistema. En este lenguaje, el
Análisis de Política Exterior sería ‘reduccionista’ porque intentaba estudiar el todo (el
sistema internacional) a partir del conocimiento de las partes (los estados). La Política
Internacional sería sistémica porque intentaba estudiar a las partes a partir de la
comprensión del todo, para Waltz (1979).
De esta manera, el APE quedaría desacreditado como reduccionista y por lo tanto
como poco científico. La disciplina concluyó que una teoría no es sobre todo, sino
sobre algo y que para comprender la naturaleza de la política internacional era
necesario tomar a los estados como actores dados y no problematizarlos: no podría
haber teoría sistémica si al mismo tiempo se intentaba desconstruir las unidades. Las
teorías sistémicas (realistas y liberales) ocuparon el monopolio de la producción
científica. El marxismo quedó excluido por no incorporar categorías fundacionales de
la disciplina.
Tercera escena. Tanto el realismo como el liberalismo se convirtieron entonces en las
teorías sistémicas dominantes, esta vez bajo la etiqueta de neorrealismo y
neoliberalismo, siendo representadas por Waltz (1988) y Keohane (1993)
sucesivamente.
Ambas asumieron una epistemología positivista. Compartieron las características del
estado como un actor egoísta, unitario, racional y cuyo objetivo es maximizar
beneficios en un mundo anárquico. La diferencia pasó más que nada por el rol de las
instituciones internacionales o la interdependencia en disminuir el conflicto entre
Estados, según Baldwin (1993).
Para el realismo, la política internacional es un juego de poder y repetición en donde
los estados participan en el juego de la auto-ayuda. Para los liberales, la política
internacional es un juego de poder, pero el progreso es posible y los estados pueden
jugar el juego de la especialización internacional bajo esquemas cooperativos. Se
estabiliza la propuesta de los Regímenes Internacionales, en el marco del dialogo
Neo-Neo.
Cuarta escena. Comienzan a aparecer nuevos enfoques teóricos que problematizaron
la noción de “anarquía”, en lo sostenido por Wendt (1992), de “positivismo” por parte
de Smith (1996). Estas perspectivas aparecieron bajo varios nombres: ‘post-
estructuralismo’, ‘feminismo’, ‘constructivismo’, entre otras. La identidad y la seguridad
comenzaron a ocupar un lugar central en esta nueva agenda teórica. Para estas
perspectivas, problematizar acerca de la identidad, hacía necesario entender al estado
como agente social.
Quinta escena. El campo quedó estructurado a partir de tres macro perspectivas.
Weaver (1996) plantea que los liberales y realistas reflexionaron que lo que los une es
más fuerte que lo que los distingue entre sí y conformaron una suerte de síntesis
teórica o “alianza estratégica”.
Una segunda perspectiva se presenta como la más radical y se estructuró a partir del
pensamiento de teóricos ajenos a la disciplina, como Michel Foucault o Jacques
Derridá. Una tercera perspectiva (el constructivismo) adoptó la estrategia de
alternativa intermedia, y se propuso investigar las relaciones internacionales
combinando una epistemología positivista (como los realistas y liberales) con una
ontología post-positivista (como los post-estructuralistas).
Tanto las perspectivas constructivistas como el post-estructuralismo han iniciado un
regreso al estado como unidad de análisis. El campo está dejando de estar dominado
por las teorías sistémicas. Se observa una vuelta a los Análisis de Política Exterior,
pero esta vez no en términos institucionales ni sistémicos sino a partir de los
conceptos constructivistas y post-estructuralistas de identidad, género, discurso,
comunidades epistémicas, etc.
La Discusión Actual.
Durante los últimos años, se producido un marcado interés por la Historia Disciplinaria
de las relaciones internacionales, ensamblando discusiones ya olvidadas,
desempolvando publicaciones no leídas, ofreciendo nuevas perspectivas a viejas
preguntas. Duncan Bell, (2009), en su artículo titulado “Más allá de la historia de la
disciplina”, explora algunas de las ventajas y de las trampas que supone, analizar la
existencia misma de las modernas ciencias sociales.
Para Bell, (2009: p.4), la historia intelectual de relaciones internacionales ha asumido
varias formas en su evolución, centradas en el estudio de figuras importantes en la
historia del pensamiento político, incluyendo Hobbes, Rousseau, Kant, entre otros; o
en las concepciones de guerra, actores, dominación imperial y de capitalismo global.
Las Relaciones internacionales tienen una historia relativamente breve, han madurado
bastante y su producción teórica continúa deviniendo de la existencia de enfoques de
otras disciplinas.
Los paradigmas dominantes han cambiado con el paso del tiempo como resultado del
ajuste a la realidad, pero también de la influencia de nuevas ideas que están
repercutiendo en el acontecer internacional. Cada nueva tendencia tiene diferencias
en torno a sus unidades de análisis, sus marcos conceptuales y mecanismos de
acción.
El proceso globalizador ha creado espacios para estas nuevas alternativas teóricas.
Pareciera que en todas ellas converge la necesidad de dar una mejor explicación al
orden internacional existente que responda a las urgencias y necesidades del sistema
internacional en aras de una mejor gobernabilidad global.
Toda esta dinámica, incide en mayor o menor medida de acuerdo al contexto
institucional de cada país y al grado de fortaleza que tengan para hacer frente a estas
transformaciones, que son particularmente dramáticas en áreas como la política
exterior y política económica. Este impacto, estará altamente condicionado por las
experiencias históricas y grado de desarrollo de los Estados, en un mundo
caracterizado por el avance tecnológico, en el cual la velocidad como vector de política
y poder ha desplazado al tiempo y el espacio.
En este contexto, Elsa Cardozo (2009:p.10) ha señalado la presencia ineludible de lo
No-Estatal. Se han multiplicado asuntos e iniciativas ante las cuales el estado es
insuficiente, en ocasiones disfuncional y en ciertos casos innecesarios para el fluir de
relaciones y procesos en los que se difuminan las fronteras entre lo nacional y lo
internacional.
Existen actores muy diversos y de todas las gamas: Estados, empresas
multinacionales, organizaciones regionales, grupos sociales, Organizaciones No
Gubernamentales, individuos. Se habla de la transición de una matriz estatocéntrica a
una sociocéntrica, en el manejo de los asuntos públicos.
La política mundial, no puede ser analizada con las herramientas tradicionales que se
han manejado en las relaciones internacionales. Siguiendo a Romero (2009:p.45) ha
habido continuidad, pero también cambio. Los Estados comparten su rol con actores
transnacionales, supra-estatales, en el marco de una interdependencia compleja y
asimétrica. Hay que destacar, que en esa transición, el mundo sólo puede ser
conocido a través de una visión amplia del fenómeno político. El Estado deja de tener
el monopolio de la representación de su comunidad política, lo cual implica replantear
aspectos como la democracia,
Conviene detenerse en el impacto de lo anterior para América Latina; en tanto se
sostiene que el enfoque dominante de la disciplina para la región, no se ha ajustado
plenamente a una mirada crítica desde los países latinoamericanos. Es necesario
cuestionar la aplicabilidad de conceptos y su eventual redefinición, con el único objeto
de entender mejor la realidad.
No resulta sencillo comprender la importancia de un “aporte local”, en virtud de que en
relaciones internacionales, significa romper con diseños establecidos y asumir, que en
muchos casos, la condición de países “en vías de desarrollo” es producto de
desaciertos propios y de la imposibilidad de reunir las condiciones para salir de ésa
situación, tal como acota Falomirt (2009: p.166).
Desde una perspectiva amplia, el campo teórico de las Relaciones internacionales se
ha bifurcado: La síntesis realista/liberal sigue predominando en Estados Unidos; el
Post-estructuralismo permanece en Europa y el Constructivismo Social sigue ganado
partidarios en todo el mundo.
Buzan y Little (2001,p:32) realizan un planteamiento muy interesante, al asegurar que
las Relaciones Internacionales son una disciplina que importa mucho más de lo que
exporta no sólo en lo que respecta a autores y conceptos, sino también con relación a
los debates:
La teoría realista importó de Tucídides, Maquiavelo y Hobbes. Las teorías
liberales hicieron lo propio con Locke, Kant o Adam Smith. El realismo
estructural se apropió de conceptos económicos y sociológicos
Durkheimianos… La idea de ‘sistema internacional’ surgió en un
momento en donde las Ciencias Sociales mostraban una clara
preferencia por los abordajes sistémicos. El constructivismo a su vez
tomó elementos de la Psicología Social, la Sociología o la Lingüística. Los
post-estructuralistas basaron sus críticas al realismo a partir de autores
como Michel Foucault o Jacques Derrida. Pero RRII no sólo importó
autores y conceptos sino también debates enteros entre, por ejemplo,
realistas versus idealistas, sistémicos versus reduccionistas, materialistas
versus ideacionistas, positivismo versus post-positivismo o el debate
agente/estructura. Estos debates han reproducido oposiciones
intelectuales formadas en el pasado y dentro de contextos diferentes,
careciendo en muchos casos del conocimiento que les da lugar en primer
lugar….
En este orden de ideas, cabe preguntarse si las Relaciones Internacionales, tiene el
monopolio en la producción de conocimientos y conceptos sobre relaciones
internacionales? Quizás no haya respuesta concreta para esta interrogante, lo que si
luce claro es que se sigue apuntando hacia un espectro multidisiciplinario, el cual se
nutre del abordaje que de lo internacional, hacen otras áreas de estudio.
Lo anterior, coloca en primer plano, un asunto de Interés Permanente: la existencia de
un cuerpo propio de conocimientos que la habilitan como un campo autónomo. Esta
inquietud, que data desde su aparición como disciplina, es producto de una reflexión
profunda acerca del status epistemológico.
Por último, merece la pena destacar algunas de las idea central planteada por Fred
Halliday (2009), en su discurso de despedida, concluyendo veinticinco años
enseñando en la London School of Economics and Political Science, en el cual
analiza aspectos de la realidad cambiante y del contexto intelectual de Relaciones
Internacionales. Para el autor,” hoy” es el momento para analizar sobre la necesidad y
la vitalidad de la reflexión académica sobre las relaciones internacionales. Reconoce
que se debe trascender el pensamiento convencional en el tema de la globalización,
abordar tópicos como la sociedad civil global. Afirma, que por encima de cualquier
consideración, las Relaciones Internacionales deben asumir la complejidad de un
compromiso con los valores mundiales. (2009:p.47).
La política mundial ha cambiado significativamente, esto implica transformaciones en
la forma en que se piensa sobre las relaciones internacionales. Es importante
considerar los cambios globales y su influencia sobre el conocimiento y lo cotidiano.
En la realidad, analistas e instituciones utilizan de manera entremezclada y constitutiva
las ideas y las circunstancias prácticas y materiales. Sin embargo, vale la pena
abordar estos cambios desde una perspectiva disciplinaria, mediante la dilucidación y
la interacción teórica y práctica.
CAPITULO V. CONCLUSIONES.
Siempre habrá historias que contar de las relaciones internacionales. Unas, vinculadas
a las estructuras, y procesos, y otras que relacionadas con enfoques, teorías y
tendencias. Ambas han dominado la disciplina, sin olvidar los significados que las
relaciones internacionales tienen para los Estados y para otros actores de la política
mundial.
En cualquier intento de aproximación teórica que se haga a este ámbito, estará
siempre presente el tema de los “Debates”. Romero (2008, p: 25) sostiene que han
jugado un papel de especial importancia en la Teoría de las Relaciones
Internacionales y está presente en los pensa de estudios de los cada día más
numerosos programas universitarios sobre el área. Sin embargo, en el mundo, existe
un variado reservorio de escuelas, autores y perspectivas que van mucho más allá de
los límites de esos debates.
Adicionalmente, se estaba evolucionado hacia una Disciplina, que exhibía una suerte
de estabilidad teórica, de su enriquecimiento por otras áreas del conocimiento, lo que
la convierte en un terreno mixto y cambiante. Se asiste a la convergencia de las
Relaciones Internacionales con la filosofía del conocimiento, que no sólo ha conllevado
a sólidas críticas hacia el positivismo y los enfoques empírico analíticos en sus
pretensiones de explicar la realidad, sino que se había generado una nueva agenda
con especial énfasis en el lenguaje, y en la construcción de identidades y significados
en todas sus formas.
Lo anterior dio lugar a la conformación del llamado “Cuarto Debate”, el cual sugería la
superación de concepciones que separaba lo externo de lo interno, de la posibilidad de
un interés nacional y una anarquía mundial y en dónde se justificaba la imagen de la
“bola de billar”. Del otro lado, y desde una visión contraria, se defendía la primacía de
la norma sobre el poder, de la cooperación sobre el conflicto y de las ideas sobre el
pragmatismo. (Salomón, 2002).
Para fines de la década de los noventa, surgió paulatinamente las bases para un
retorno del Realismo “puro” en diversos programas universitarios de docencia y de
investigación, así como en interesantes publicaciones que invitaban a repensar el
estado de la Disciplina, a defenderla de quienes estaban decretando su extinción, por
quedarse aparentemente sin objeto de estudio: las relaciones internacionales entre
Estados y motivando una discusión sobre el poder; entendido este factor como la base
central de la política. (Nau, 2002).
Los sucesos del 11-S le dieron un empujón significativo a estas propuestas, aunque no
influyó de manera determinante en la posibilidad de un retorno al enfoque realista. La
agenda internacional, exhibía la presencia de los “hard issues”, no sólo como
consecuencia del cuestionamiento a los cursos de acción de instituciones
internacionales como la Organización de las Naciones Unidas, sino por la respuesta
de política exterior llevada a cabo por Estados Unidos: sus intervenciones en
Afganistán y en Irak, en el marco de la lucha contra el terrorismo.
Sin embargo, los eventos históricos constituyen fuentes casi inagotables de
información, referentes, significadas y ejemplos para las relaciones internacionales. Lo
ocurrido el 11-S, resalta de muchas maneras la actuación internacional de Estados
Unidos, a partir de la representación que se tiene de sí mismo. Al propio tiempo, este
hecho conllevó a replantearse el abordaje teórico de la disciplina: Lo que se estaba
gestando como el “Cuarto Debate” experimenta un “quiebre” en su proceso de
maduración. No obstante, existe consenso académico, en torno a la vigencia del
Constructivismo Social –enfoque que surge en el marco del citado debate- sobre todo
por su capacidad explicativa para aprehender el comportamiento estatal en la política
internacional. Merece la pena hacer algunas consideraciones.
En su visión más fundamental, este enfoque sostiene que el individuo – en los
aspectos cognoscitivos y sociales de comportamiento - no es un mero producto del
ambiente, ni un simple resultado de la interacción entre esos dos factores. En
consecuencia, el conocimiento no es una copia de la realidad, sino una construcción
del ser humano, que se lleva a cabo con los esquemas que ya posee, con lo que
modeló en su relación con el medio que lo rodea. Se le atribuye una naturaleza
interactiva, que permite acercar y relacionar el objeto de estudio con el sujeto
cognoscente. En suma, cada individuo es constructor de su propio conocimiento con
base en esas dos premisas.
Corresponde a Alexander Wendt, el mérito de proyectar este enfoque en la teoría de
las relaciones internacionales. En 1992, publica uno de los artículos más famosos del
Constructivismo Social, “Anarchy is What the State Make of It: The Social Construction
of Power Politics”, aclarando que su intención es “tender un puente entre dos
tradiciones: racionalistas y reflectivistas” (Wendt, 1992, pp.: 5).
A partir de los supuestos anteriores, Wendt da cuenta del concepto de anarquía, que
es el punto focal de trabajo. Los procesos de identidad que se construyen bajo la
anarquía, conciernen en primer lugar, a la preservación de la seguridad de los
Estados. Por supuesto, el concepto de seguridad, difiere para cada caso, depende de
la forma en que cada uno identifique y perciba al otro, lo cual está altamente
condicionado por la variación cognitiva del significado de la anarquía y de la variación
del poder.
La anarquía y la distribución del poder sólo tienen significado para la acción estatal, en
virtud de la comprensión y expectativas que constituye la identidad institucional y los
intereses. Tanto para los Estados, como para los seres humanos, las acciones
dependerán de las probabilidades que se le asignen de que ocurran, entrando en
juego una noción intersubjetiva, que se basa en el conocimiento y en las expectativas.
Los sistemas competitivos de interacción, colocan en suspenso a los dilemas de
seguridad, y la identidad se produce de acuerdo a la actividad situacional.
Más allá de la vigencia del Constructivismo Social, el 11-S generó incertidumbre en la
disciplina; lo cual planteó la urgente necesidad, de cambiar los instrumentos teóricos y
conceptuales manejados hasta entonces.
De allí la idea de aproximarse al estado actual de la discusión teórica, sobre la base de
tres directrices fundamentales que se erigen como consecuencias de este evento. Por
una parte, se analizó la perspectiva histórica, la cual supuso por una parte, la irrupción
de enfoques vinculados a una crítica realista a la política exterior de Estados Unidos:
Smart Power (Poder inteligente) el propone el uso de todas las herramientas posibles
de manera integral e inteligente: desde la literatura hasta la fuerza militar.
Paralelamente se replanteó la priorización de la Seguridad, pero vinculada
principalmente a la primacía de la vida; la tesis de la Paz Democrática como vía para
lograr un sistema internacional pacífico.
Esta perspectiva también conllevo a la promoción de una propuesta radical, lo que
permitió que se remozaran viejas tesis antiimperialistas y marxistas, relacionadas a
una posición antiglobalización. Por otro lado, se presentó a la perspectiva de las
civilizaciones que pone de relieve temas como la identidad, la cultura, el
multiculturalismo, como premisas básicas para observar el funcionamiento de las
sociedades.
El 11-S, represento una oportunidad para contrastar visiones políticas sobre
crear y derribar muros. (Katzenstein, 2010, p: 22) La concepción pluralista de las
civilizaciones y de las múltiples tradiciones, ofrece una dimensión más amplia que la
concepción unitaria sobre la tradición.
Lo anterior, siempre va a suponer debates y desacuerdos. Este autor considera que
debe comenzarse por desmantelar los demostrativos genéricos, los cuales son
calificativos nominales para designar, por ejemplo “musulmanes”, “occidentales”,
“americanos” ó "esas personas”: Sólo contribuyen a la distancia entre yo y el otro, a la
imposición de la uniformidad, en lugar de hacer hincapié en la pluralidad. (p.19).
Por último, se examina la perspectiva disciplinaria, lugar obligado en cualquier
acercamiento que se haga a evolución de las relaciones internacionales. No se trata
de insistir en la sempiterna discusión sobre status epistemológico de las RRII. Sigue
estando presente el problema de la totalidad del mundo.
El campo de la disciplina no ofrece a sus pensadores un camino único hacia el
conocimiento. Se vislumbra competencia y complejidad. En realidad la diferencia entre
una escuela de pensamiento y otra, radica más en las interrogantes que plantea que
en las respuesta que da. Se debe indagar en la “naturaleza de la naturaleza”, es decir
en la diversidad ontológica.
En este orden ideas, se afirma que si bien es cierto, todas estas transformaciones,
perspectivas de análisis, suponen espacios que de alguna forma estarían
conformando un “Quinto Debate, es igualmente cierto que aún no ha logrado su total
madurez como propuesta metodológica, por tanto, se sugiere ubicarse en la idea de
“aproximación critica·. Dado su carácter de acercamiento inicial, resulta difícil extraer
conclusiones definitivas sobre el estado preciso de la teoría de las relaciones
internacionales de la disciplina. La tarea por venir, debe basarse en seguir
reflexionando sobre la pertinencia de las herramientas existentes e ir creando
imágenes para entender el entramado internacional.
Por último, se espera que esta aproximación pueda estimular abordajes posteriores o
al menos, despertar reacciones -aunque sean encontradas!- por parte de quienes se
sitúan en este ámbito. Después de todo, los teóricos en esta disciplina necesitan y
quieren seguir siendo escuchados.
.
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Post-Neoliberalismo en Sudamérica: en
busca del paradigma perdido
Arenas García, Nahuel
Iniciativa Sudamericana para el Desarrollo
3ras. Jornadas de Relaciones Internacionales
FLACSO | 25 y 26 de Octubre de 2012
“Durante la última década, América Latina - y particularmente Sudamérica -
ha sido el terreno de disputa y resistencia a la hegemonía del neo-
liberalismo, de la mano de gobiernos y movimientos sociales. Muchos
autores han afirmado que se trata de un viraje hacia la izquierda de los
latinoamericanos como reflejo de la frustración con el fracaso del modelo
neo-liberal que marcó las décadas precedentes. Este trabajo explora
algunas de las políticas superadoras del neo-liberalismo que han sido o
están siendo implementadas en la región y examina la emergencia de un
nuevo modelo denominado ‘post-neoliberal’. Se argumenta que mientras los
gobiernos llamados post-neoliberales han mostrado una mayor “sensibilidad
social” aún se observa en muchos países cierta continuidad de la doctrina
neoliberal y de las estructuras de poder que reproducen la exclusión social y
la desigualdad. El “post-neoliberalismo” se trata todavía de una búsqueda
inacabada.”
Introducción: La Alternativa Latinoamericana
En 1998, Inácio Lula da Silva formaba parte de un grupo de líderes, políticos e
intelectuales Latinoamericanos que se reunían bajo iniciativa del filósofo y político
Brasileño, Roberto Mangabeira Unger, y del intelectual y político Mexicano, Jorge
Castañeda. Surgido del centro y de la izquierda, este grupo se convocaba “en busca
del paradigma perdido” (Mangabeira Unger y Castañeda, 1997). Aquellos encuentros
darían luz a un manifiesto denominado la Alternativa Latinoamericana: “Conscientes
que tanto el reinante fundamentalismo de mercado como el desarrollismo populista y
proteccionista del pasado son hoy en día infructuosos”, dice el documento, “estamos
fuertemente determinados a superar las políticas que han elevado el status del
mercado de un instrumento a una religión… Proponiendo la democratización de la
economía de mercado, avanzamos un enfoque alternativo”. La crítica al neo-
liberalismo se contrastaba con propuestas como las de garantizar el “derecho social” a
la educación y al trabajo y fomentar el seguimiento ciudadano del gasto municipal.
Cinco años más tarde, el ya presidente de Brasil, Lula da Silva, y el presidente de
Argentina, Néstor Kirchner, se reunieron en Buenos Aires con el objetivo de dar un
mensaje de consenso en las cuestiones claves que guiarían sus mandatos. El
bienestar de las personas, la justicia social y la libertad eran aspectos claves de ese
mensaje. No sólo Argentina y Brasil se comprometían a impulsar un desarrollo
económico que no se desentienda de la necesidad de luchar contra la desigualdad,
sino que alrededor de valores y tradiciones compartidas, ambos países acordaban
tener una posición común frente a las instituciones internacionales. Esta visión
compartida se materializó en un documento llamado Consenso de Buenos Aires, que
pretendía enviar un mensaje de contraposición al Consenso de Washington y de
apertura de un nuevo capítulo en el desarrollo de la región.
La Búsqueda del Paradigma Perdido
Durante la última década, América Latina - y particularmente Sudamérica – ha sido el
terreno de disputa y resistencia de diferentes gobiernos y movimientos sociales a la
hegemonía del neoliberalismo. Este giro a la izquierda, del elector Latinoamericano ha
sido leído como el fruto de la frustración con el modelo neo-liberal que marcó la región
durante las décadas anteriores. De hecho, América Latina ha atravesado varios ciclos
de triunfos y derrotas, oscilaciones entre éxitos y claras retrocesos de la izquierda.
Siguiendo a Sader (2008), podría observarse un primer ciclo que se abre con la
victoria de la Revolución Cubana en 1959 y se extiende hasta la muerte del Che en
1967. En ese período, la expansión de movimientos de guerrilla en Venezuela,
Guatemala y Perú siguieron a aquellas de Colombia y a Nicaragua, y movilizaciones
en masa contra las dictaduras se observaron en otros países, como es el caso de
Brasil. Un segundo ciclo, de reveses y resistencia, puede distinguirse entre 1967 y
1973. Las guerrillas rurales menguarán frente a la emergencia de guerrillas urbanas en
Argentina, Brasil y Uruguay. El gobierno electo de Salvador Allende en Chile, en 1970,
y su muerte en el golpe de 1973 son eventos que forman parte de este período mixto.
De 1973 a 1979 las dictaduras se consolidan en el Cono Sur, y el modelo neoliberal
comienza a ser desplegado por Pinochet en Chile. La década de los 80’s es, sin
embargo, un periodo de progreso para la izquierda, con la victoria Sandinista en
Nicaragua, guerrillas expandiéndose en El Salvador, y con Castro siendo elegido para
encabezar el Movimiento de Países No-Alineados. De 1990 a 1998, la hegemonía
neoliberal se instala en la región: Menem en Argentina, Cardoso en Brasil, Fujimori en
Perú, Pérez en Venezuela y el PRI en México. Incluso la Concertación en Chile, una
coalición de Socialistas y Demócratas Cristianos, continuarían implementando las
políticas económicas neoliberales de gobiernos anteriores.
Muchos autores, no obstante, identifican la asunción de Chávez al poder en
Venezuela, en 1998, como un punto de inflexión que abriría un nuevo ciclo de
progreso para la izquierda.1 El lanzamiento en el 2001 del Foro Social Mundial en
Puerto Alegre, y la elección de Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores (PT) en el
2002 son momentos decisivos que han sido acompañados del establecimiento de
gobiernos de izquierda o centro-izquierda en Argentina, Uruguay, Bolivia, Nicaragua,
Ecuador, Chile y Paraguay. El impulso de iniciativas de integración regional como la
Alianza Bolivariana de los Pueblos de nuestra América (ALBA),2 la expansión del
Mercosur, la creación de UNASUR en el 2008,3 y el establecimiento del Banco del Sur
en el 2009 reflejan una búsqueda de mayor autonomía regional enmarcada en nuevos
consensos.
Un sector de la academia se ha referido a los actores e iniciativas de este ultimo
período como “la nueva izquierda Latinoamericana”,4 siendo incluso caracterizado
1 Ver, por ejemplo, Panizza (2009), Macdonald & Ruckert (2009), Castañeda 2008 y Sader 2008. Otros
autores identifican otros momentos decisivos que marcan la insurgencia contra las políticas de ajuste neoliberal en Latinoamérica; ellos son el Caracazo Venezolano de 1989 (ver Beasley-Murray, J., 2007; Lomnitz, 2006), el levantamiento Zapatista de 1994 (Rodríguez-Garavito et al. 2008), o la caída en el 2001 del Presidente De La Rúa en Argentina y el ¡Que se vayan todos! como un momento icónico de reacción a las políticas y los políticos asociados al fracaso de las políticas neoliberales de ajuste (Arditi 2008: 65). 2 Una alternativa al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
3 Organización que integra a todos los países de América del Sur, exceptuando el territorio de Guyana
francesa. 4 Ver, por ejemplo, Rodríguez-Garavito, Barret & Chavez 2008; Vilas, 2006; Wong, 2004.
como un proceso político distintivo (Wong 2004). Según lo ha expresado el sociólogo y
actual vice-presidente de Bolivia, Alvaro García Linera, “el continente en su conjunto
está atravesando un proceso muy interesante de renovación de las ideas, de la política
y de sus estructuras sociales, de hecho es el continente más progresista del planeta.
Desde aquí se están pensando los horizontes del futuro; en otros continentes [están]
todavía pensando como mantener, reproducir, conservar y ampliar la vieja estructura
económica y política neoliberal, [mientras que] algunos con más o menos desarrollo
[estamos] pensando en cómo construir una estructura post-neoliberal”.5
Este trabajo hace un examen general del escenario político de la última década en
América Latina (con especial foco en Sudamérica) y se cuestiona de manera crítica
sobre cuan pertinente es denominar a tal período como post-neoliberal. Para ello
analizamos en primer lugar el precedente; es decir, el agotamiento del modelo
neoliberal y el costo social de las reformas, las cuales dispararon el descontento y la
búsqueda de alternativas progresistas.
En segundo lugar examinamos el surgimiento de la denominada “nueva izquierda” y la
búsqueda del modelo post-neoliberal en el marco de la última década. Creemos que
esta década no es homogénea e identificamos tres períodos: un primer período de
surgimiento, del 2002 al 2005, caracterizado por la elección de Lula da Silva y el
Partido de los trabajadores (PT) en Brasil, la transición post-¡que se vayan todos! en
Argentina y la asunción de Néstor Kirchner, y cerrado con el rechazo al ALCA en la IV
Cumbre de las Américas y las elecciones ganadas por Evo Morales en Bolivia a fines
del 2005. Este primer período marca la aparición firme de la nueva izquierda en la
escena política regional con fuertes mensajes que se contraponen al modelo
neoliberal. En el segundo período, del 2006 al 2010, hay una consolidación de la
tendencia, o despliegue, con la elección y re-elección de gobiernos de izquierda o
centro-izquierda, y una materialización física (y/o estructural) del modelo, con la
implementación de políticas a nivel nacional y regional. Son ejemplos de esta
consolidación y materialización la entrada en vigencia de las nuevas constituciones de
Bolivia y Ecuador, la reelección de Lula y Chávez, el lanzamiento del “Socialismo del
SXXI”, y la creación de la UNASUR. Si bien se trata de gobiernos heterogéneos y
contextos diferentes de cada país, se reproducen las referencias a los diferentes
modelos y al contexto regional como “post-neoliberal”.
5 Revista Renacer, 2007.‘Entrevista a Alvaro García Linera: Del Empate Catastrófico al Desempate
Conflictivo’. Renacer, 138 (online) Disponible en: http://renacerbol.com.ar/edicion138/bolivia16.htm (Accedido el 31 de Julio de 2012).
El 2010 es un año de transición, pero abre la puerta a un tercer período, todavía
vigente e inacabado, donde comienzan a evidenciarse fisuras en el modelo y / o una
tendencia a la radicalización. En Bolivia y Ecuador se viven fuertes protestas indígenas
y se crean escisiones en lo que fue la base social de los regímenes en el poder. Con la
muerte de Néstor Kirchner y la reelección de Cristina Fernández en Argentina,
cambian las alianzas – o se crean escisiones en el gobierno y en sus alianzas políticas
- y aumenta el recelo contra las nuevas políticas económicas implementadas para
controlar los crecientes niveles de inflación (control del cambio de divisas, restricciones
a las importaciones, etc.). La Sociedad Interamericana de Prensa, entre otras
instituciones, ha denunciado en sus informes y resoluciones la creciente amenaza
contra la libertad de prensa y expresión, particularmente en Venezuela, Ecuador y
Argentina.6 En Chile y en Colombia gana la derecha, y en Perú Humala enfrenta
fuertes conflictos sociales que lo obligan a realizar numerosos cambios de gabinete.
La oposición gana peso en Venezuela frente a las elecciones de Octubre 2012 y ante
el misterio que cubre la salud de Chávez, quien busca una vez más su propia
reelección. Hay, según el Latinobarómetro, un “giro al centro” que no sólo se ve
reflejado en las elecciones de Chile y Colombia, pero también dentro de cierta
izquierda como la de Rousseff en Brasil. El crecimiento medio de Brasil (convertido en
la sexta economía mundial recientemente) cayó del 7,5% anual en 2010 a un 0,3% en
el último trimestre del 2011.7 Un informe de Naciones Unidas pronostica un
crecimiento del 2,7% para el 2012.8 Si bien el apoyo a Dilma Rousseff continúa siendo
sólido – 62% según una encuesta publicada por Datafolha en Agosto 20129 - , la
capacidad del Rousseff de restaurar el crecimiento y la competitividad es un desafío
decisivo de cara a las elecciones del 2014. Consideramos que sería interesante tomar
estos tres períodos como eje de análisis, pero dejamos tal ejercicio para un trabajo
posterior. En este trabajo simplemente nos interesa usar esta referencia para subrayar
que identificamos un primer momento, de cambios socio-políticos importantes en la
región que generan muchas expectativas; un segundo momento, donde algunos
países toman más riesgos que otros en la generación de alternativas políticas y de
desarrollo pero en el cual se materializan en la región avances importantes; y un tercer
momento, actual, que genera mayores interrogantes sobre la consolidación de un
modelo “post-neoliberal” o superador del neoliberalismo.
6 Ver, por ejemplo, http://www.sipiapa.org/v4/reportes_resoluciones.php
7 Instituto Brasileiro de Geografía e Estadística.
8 United Nations (2011), “World Economic Situation and Prospects 2012: Global Economic Outlook”. New
York. 9http://en.mercopress.com/2012/08/16/brazilian-president-riding-high-in-approval-ratings-despite-
economic-slowdown
Finalmente, proponemos un análisis explorativo de algunas de las políticas
implementadas en la última década en la región del cual concluimos que el post-
neoliberalismo ha sido y sigue siendo una búsqueda con aciertos y desaciertos. Si
bien existen experiencias positivas de políticas que se alejan del modelo neoliberal y
se dirigen hacia una distribución más equitativa de la riqueza, una reducción de la
pobreza y una región mas cohesionada y autónoma, no se puede hablar de un
abandono completo de ciertos axiomas del Consenso de Washington.
El trabajo reconoce la heterogeneidad en la región, y la especificidad de los actores y
contextos nacionales, por lo que nos enfrentamos a la imposibilidad de analizar cada
uno de ellos en detalle y al riesgo de generar enunciados demasiado generales. Sin
embargo, creemos que esta iniciativa explorativa permite identificar temáticas y
procesos que merecerán una atención privilegiada para un examen futuro, y que
permitirá enmarcarlos en un análisis necesario de las tendencias regionales.
Reformas Neoliberales en América Latina
De un desarrollo dirigido por el Estado a uno dirigido por el Mercado
A pesar de las reformas profundas sufridas, el desempeño económico de América
Latina durante las ultimas tres décadas del SXX ha sido pobre, y muchas de sus
deficiencias estructurales, en particular la pobreza y la desigualdad, se han
intensificado (Martínez, Molyneux & Sánchez-Ancochea 2009). Desde fines de los ’70s
a principios de los ’80s muchos países Latinoamericanos se embarcaron en una
decisiva liberalización de sus economías, animados por y bajo la tutela de instituciones
financieras internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco
Mundial. Chile fue el pionero, comenzando a principios de los ’70s seguido por otros
países en los ’80s y ‘90s – México en 1986, Argentina en 1988, Venezuela en 1989 y
Brasil y Perú en 1990 (Baer & Maloney, 1997).
La doctrina de la liberalización llegó a la región como respuesta al modelo de
Industrialización por Substitución de Importaciones (ISI) y los Estados desarrollistas
que caracterizaron las décadas precedentes. Particularmente, en ciertos países, las
reformas neoliberales fueron introducidas como una manera de salir del estancamiento
y controlar la inflación. La falta de divisas llevó a problemas con la balanza de pagos y
volatilidad económica. El frágil e ineficiente sistema financiero doméstico resultó
insostenible, y la fragilidad fiscal de las economías Latinoamericanas las hacía
incapaces de brindar el soporte necesario a las políticas industriales que el modelo
buscaba incentivar. Esto, a su vez, resultó en déficits fiscales, inflación y acumulación
de deuda.
La ferocidad de la crisis abrió el camino para que la ideología neoliberal pueda
convencer, primero y principal, a las elites Latinoamericanas de que el neoliberalismo
y la globalización restaurarían el dinamismo económico. Las alternativas socialistas
tradicionales estaban globalmente deslegitimizadas con el colapso del modelo
Soviético, y la capacidad del Estado de implementar costosas políticas de distribución
se vio debilitada por la reorganización del capital internacional (Wong, 2004).
Sofocados por la deuda, muchos países comenzaron a adoptar las políticas
neoliberales a partir de las condiciones impuestas en acuerdos de renegociación de
deuda (Baer & Maloney, 1997). Asimismo, el desempeño económico de algunos
países vecinos, como Chile, y el éxito de algunas economías “abiertas” del Sudeste
Asiático fueron tanto un factor de entusiasmo con el dogma neoliberal, como así
también un factor de desánimo con respecto al peso del estructuralismo y la teoría de
la dependencia que habían influido las políticas de desarrollo desde los ‘50s a los ‘70s.
Bajo el principio de que la regulación del mercado es la promotora más eficiente de la
actividad económica y el crecimiento, estas reformas buscaron limitar las funciones del
Estado. En pocas palabras, la distribución de recursos se harían según los dictados
del mercado dejando la intervención del Estado sólo para los casos en los que fuera
necesario corregir fallas del primero.
Los Dictados Neoliberales
El ímpetu neoliberal se relacione en América Latina con los axiomas del Consenso de
Washington (CW), que emergió como respuesta a los principales problemas de la
época. Las prescripciones del CW estaban dirigidas al control de la inflación y la
reducción de déficits fiscales con el objetivo de asegurar una estabilidad
macroeconómica. El capital debía liberalizarse y las economías abrirse al mundo,
mientras que el producto doméstico y los factores del mercado debían desregularse y
privatizarse. El término Consenso de Washington fue acuñado por Williamson (1990)
para referirse a un set de prescripciones sobre políticas que, según él, relejaban el
núcleo de ‘la sabiduría de todo economista serio de la época’ (Williamson, 1994: 18).
En una revisión ulterior, Williamson admite que aquellas políticas no ofrecían una
agenda efectiva para reducir la pobreza (Williamson, 2000: 257). El autor reconoce
que su primera formulación no tenía suficientemente en cuenta los aspectos de
regulación y supervisión (para, por ejemplo, controlar la calidad de los préstamos), y
que había obviado las políticas redistributivas. En otras palabras, Williamson admite
que las políticas del CW necesitaban ser acompañadas por políticas mas amplias de
reducción de la pobreza e iniciativas distributivas (Panizza, 2009).
Con la imposición de políticas como el tipo de cambio y la disminución de la inflación,
las prioridades neoliberales se dirigen hacia a la estabilidad de los precios que al
crecimiento del producto y el empleo, limitando las posibilidades de los gobiernos de
adoptar políticas anticíclicas. En otras palabras, estas políticas eran eficaces para el
control de la inflación, pero el costo económico y social podía ser muy elevado (Molho
& Saad-Filho, 2006). Aquellos que defendían la reestructuración neoliberal eran
conscientes que las reformas orientadas hacia el mercado podrían ser socialmente
regresivas, pero estaban convencidos que el crecimiento sostenido tendría,
eventualmente, consecuencias sociales positivas (Korzeniewicz & Smith, 2000).
Mientras que una primera generación de reformas se focalizó en cambios en la política
económica (estabilización macro-económica, cortes en presupuestos y tarifas,
privatización, etc.), una segunda generación de reformas se focalizaba en reformar las
instituciones del Estado (la administración pública, los sistemas de salud y educación,
etc.). No obstante, no sólo las reformas eran insuficientes para resolver los principales
problemas del modelo de ISI, sino que a su vez crearon nuevos problemas. El
aumento de la dependencia de capital extranjero, la disponibilidad reducida de ahorro,
el desempleo estructural y la fragilidad fiscal – a la que se le sumaba el peso de los
pagos de intereses en los presupuestos nacionales (Saad-Filho, 2005).10 Las
economías Latinoamericanas crecieron menos durantes las ultimas dos décadas del
siglo XX que en las décadas precedentes, y a su vez sufrieron severas crisis, como la
de México y Argentina en 1995, Brasil en 1999. Incluso los países que observaron un
rápido crecimiento económico hacia fines de los ’80 y los ’90, mostraban un impacto
débil en la reducción de la pobreza y una profundización de la desigualdad (O’Donnell,
1998).
Impacto de las Reformas en la Desigualdad: los casos de Argentina, Brasil y Chile.
Según un estudio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre
política social en Argentina, el 53% de la población Argentina pertenecía en 1960 a la
clase media. No obstante, entre 1990 y el 2000, cerca del 20% de la población de este
10
En 1972, la deuda total de América Latina era de US$31.3 billones. A fines de los ’80 la misma ascendía a US$430 billones, y llegó a US$750 billones al final del milenio (Saad-Filho 2005: 224).
país (unas 7 millones de personas) se empobrecieron, en lo que se considera un
episodio histórico de movilidad social aguda regresiva. El citado estudio observa
también que la diferencia entre el 10% más rico y el decil más pobre se pasó de ser 18
veces en 1993 a 26 en el año 2000 (Kliksberg, 2003).
En Brasil, el índice medio anual de crecimiento del PBI entre 1990 y 2002 fue de sólo
1.7%; siguiendo a Morais & Saad-Filho, “significativamente por debajo de la
denominada década perdida” (2003: 18). Las medidas de flexibilización y
desregulación implementadas para reducir costos laborales no fueron efectivas,
llevando a un aumento del desempleo y del sub-empleo (Morais & Saad-Filho, 2003).
En el caso Chileno, por el contrario, la tasa de desempleo se redujo pasando de una
media de 15% en la década de 1980, a 7,4% en 1998, acompañado de un incremento
del salario real (Giovagnoli, Pizzolitto & Trías, 2005). La alta productividad del país y el
crecimiento de las exportaciones (comparadas con sus vecinos Latinoamericanos),
sus niveles de inversión extranjera directa, y otros indicadores macro-económicos han
posicionado a Chile como modelo del éxito (Leiva, 2006). Comparado a sus vecinos, el
país también tuvo una nota positiva en reducción de la pobreza.11
El Índice de Desarrollo Humano 2001 (IDH) de Naciones Unidas ubica a Chile en el
puesto número 44 (de 187), reflejando un mejor desempeño en comparación con la
media de los países Latinoamericanos (PNUD, 2011). Sin embargo, el IDH es un
compuesto que combina medidas de esperanza de vida, alfabetización, escolaridad e
ingreso. El índice no refleja indicadores como desigualdad de ingresos,12 respeto por
derechos humanos y libertad política. Como advierte Leiva (2006), debajo de esta
capa de éxito se esconde el hecho de que Chile es uno de los países más desiguales
de América Latina. Según este autor, a ello se le suma que la clase trabajadora de
Chile es una de las más explotadas del hemisferio, lo cual aduce a un continuismo de
las política neoliberales instauradas por Pinochet. La flexibilización del mercado laboral
incrementó la precariedad del empleo, aumentando así la vulnerabilidad y la falta de
protección para una gran parte de los trabajadores.
En su estudio sobre la reforma de la seguridad social y la liberalización política y
económica en ocho países de América Latina,13 Mesa-Lago (1997) observa una
11
Usando la línea de pobreza moderada según datos oficiales, se observa un reducción significativa de 45.1% en 1987 a 21.7% en 1998. El período de desaceleración de 1999-2002 también afecta la reducción de la pobreza, pero así y todo se observa una reducción del 20,6% en 2000 al 18,8% en 2003 (Giovagnoli, Pizzolitto & Trías, 2005). 12
Chile cae 11 lugares en el ranking si se tiene en cuenta el Indice de Desarrollo Humano ajustado por la Desigualdad (IDH-D). 13
Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, México, Perú y Uruguay.
correlación negativa entre liberalización política y privatización de la seguridad social,
lo que implica que mientras más democrático es un régimen, menor es la posibilidad
de introducir un sistema de seguridad social completamente privatizado. Chile es el
caso extremo con el régimen militar más duro y mas largo, y el programa de
liberalización más fuerte. Altos niveles de desigualdad y pobreza se asocian, según
Huber & Solt (2004), con procesos de liberalización más profundos y radicales. A partir
de un análisis del período entre 1982 y 1995, estos autores observan que las
economías más liberalizadas de América Latina son a su vez las que tienen mayores
niveles de desigualdad. La demanda ciudadana que ha irrumpido en Chile estos
últimos años con respecto al sistema educativo y otros cambios estructurales
evidencian que crecimiento sin desarrollo, o desarrollo sin equidad, son insostenibles.
Como expresa el Informe 2011 de Latinobarómetro, “el buen desempeño fiscal de
Chile de poco le ha servido para convencer a su población de que las cosas van por
buen camino” (2011: 8).
El Costo Social
Los sistemas de seguridad social no han compensado los costos sociales de las
reformas económicas (Mesa-Lago, 1997). Es más, los costos sociales han sido
distribuidos de manera desigual entre los diferentes sectores de la sociedad. Mientras
el capital y los negocios se han beneficiado, en general, de las reformas, el
crecimiento del desempleo, la reducción de los servicios sociales y la contracción de
los salarios reales afectaron en mayor medida a los más vulnerables ampliando la
pobreza, la desigualdad y la exclusión social (Mesa-Lago, 1997). En el contexto
Latinoamericano, la desigualdad les facilita a los grupos sociales poderosos a empujar
por sus intereses y obtener rentas políticas que perjudican a los pobres. La exclusión
social genera tarde o temprano inestabilidad, lo cual dificulta a su vez el crecimiento
(Korzeniewicz & Smith, 2000). Lo que es peor, la desigualdad y la exclusión social
deslegitiman la democracia.
Un estudio de los estándares de vida en Latinoamérica durante el siglo XX muestra
que el desempeño del PBI per capita, la esperanza de vida y la alfabetización era
mejor en el período de 1940-1980, y que el crecimiento del PBI fue cuatro veces y
medio mayor en los años del modelo de ISI que en el período neoliberal (1980~2000)
(Astorga, Bergés & Fitzgerald, 2003). En este contexto de lento crecimiento, deterioro
de las tasas de pobreza y profundización de la desigualdad, no sorprende que los
Latinoamericanos hayan percibido al neoliberalismo como “un dogma desacreditado
usado por los ricos para promover sus propios intereses” (Macdonald & Ruckert,
2009:5). Ello ha disparado en la región una enérgica búsqueda de alternativas políticas
progresistas. La sección siguiente examina lo que puede considerarse de manera
amplia como un giro hacia la izquierda de la región, como reacción al descontento con
las reformas neoliberales y sus consecuencias negativas para los sectores populares
de la región.
Post-neoliberalismo y la Nueva Izquierda Latinoamericana
A medida que se profundizaba la concentración de los ingresos, la desigualdad y la
marginalización; y a la vez que la clase media se reducía, nuevos movimientos
sociales emergieron para articular demandas populares de políticas más inclusivas. La
mayoría de los gobiernos de izquierda o centro-izquierda llegaron al poder en un
contexto de gran deslegitimización de los partidos políticos, revueltas sociales, crisis
financiera, desempleo y, en pocas palabras, descrédito general del modelo dominante
de las décadas precedentes.
Un giro a la izquierda…
Es interesante notar que, hacia principios de 1990, sólo dos países Latinoamericanos,
Cuba y Nicaragua, tenían gobiernos de izquierda. Los Sandinistas nicaragüenses
perderían las elecciones del 25 de Febrero de 1990. Chile estaba gobernado por una
coalición que incluiría a los socialistas aunque, estrictamente hablando, la presidencia
la ostentaban los Demócratas Cristianos. Sin embargo, hacia fines del 2007, nueve
serían los países Latinoamericanos que elegirían o re-elegirían gobiernos de izquierda
o centro-izquierda.
Sin embargo, sería un error inscribir a estos diferentes gobiernos de izquierda o
centro-izquierda en una misma raíz identitaria, ya que sus orígenes y las distintas
realidades domésticas en las que se enmarcan son únicas (Domínguez, 2009). La
historia de la democracia en la región ha llevado a la izquierda (y a la derecha, para el
caso) a buscar legitimar sus programas políticos y económicos a través del concurso
político. Este ha obligado a la izquierda a ostentar un electorado más amplio (Wong,
2004).14 Las disputas internas de la Concertación en Chile son mucho más complejas
14
Datos de la Encuesta Mundial de Valores y de las series de tiempo del Latinobarómetro revelan que durante los 90’s la opinión pública agregada en Latino América viró hacia la derecha, mientras que entre el 2001 y el 2005 se observó un viraje hacia la izquierda (Morales, 2008). Sin embargo, de acuerdo a Morales (2008), no debe concluirse que los latinoamericanos son más de izquierda que de derecha sino que los partidos que izquierda que han ganado elecciones lo han hecho moderándose y atrayendo a un electorado más amplio que sólo aquellos que se identifican con la izquierda.
que aquellas al interior del Frente Amplio en Uruguay, y la asunción de Lula y el
Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, no tiene nada que ver con la historia (y las
ambigüedades) del Peronismo en Argentina. En otras palabras, la manera en la que
estos gobiernos llegaron al poder y las tensiones socio-políticas específicas a las que
hacen frente producen en cada país una conjunción distintiva de continuidad y ruptura,
grados diferentes de respuestas a las demandas sociales, de conservadurismo y
convencionalismo versus nuevos riesgos a tomar en cuanto al modelo de desarrollo
económico. En el corazón del análisis sobre el giro hacia la izquierda yace el dilema
creado por las contradicciones entre las denominaciones de los partidos, regímenes y
personalidades por un lado, y las políticas que implementan, por el otro (Petras, 2008).
¿Que izquierda?
En la historia de la región, muchos procesos de transformación – que implicaron
desarrollo nacional, democratización social y política, y nacionalismo económico –
fueron promovidos por regímenes nacionales-populares con apoyo de los sectores
populares urbanos y rurales, pero también por clases medias y altas. Es por ello que
Vilas (2006) observa que en América Latina la dicotomía convencional derecha-
izquierda ha sido a veces forzada, y agrega que llegar a un acuerdo sobre aquello a lo
que nos referimos cuando hablamos de izquierda nunca ha sido una tarea fácil. En
cualquier caso, la justicia social, el desarrollo económico, la emancipación nacional y
la igualdad socio-económica han sido siempre componentes de la agenda política de
la izquierda en la región. Las políticas tradicionalmente defendidas por la izquierda
incluyen redistribución a través de medidas impositivas progresivas, la expansión de
los servicios sociales, la protección de los derechos de los trabajadores, una fuerte
participación en los procesos de industrialización y una cierta hostilidad al capital
extranjero, entre otras (Panizza, 2005).
Hoy en día, los analistas concuerdan en el hecho de que existe mas de una variante
de gobierno de izquierda presentes en la región. No hay acuerdo, sin embargo, sobre
las distintas caracterizaciones de la izquierda propuestas por diferentes autores.
Desde el punto de vista de Castañeda y Morales, “algunas emergen de una izquierda
histórica que se ha actualizado para acceder y permanecer en el poder, mientras
otras aparecen con un discurso extravagante y atrayente” (2008:10). Castañeda ofrece
una caracterización dicotómica de la izquierda en Latinoamérica. De un lado ubica él a
un sector populista, nacionalista y Estado-céntrico, que implica un retorno al pasado;
frente a administraciones competentes, mayormente honestas y responsables,
humanizadas y “amables” (Castañeda 2008: 238). Esta definición de izquierdas
latinoamericanas como populista o social demócrata implica un retrato de la primera
como “la izquierda mala” o incorrecta y la segunda como “la izquierda buena”, o
correcta. En otras palabras, una es representada como la responsable, la respetuosa
de la democracia y la que opera en el marco del mercado; y la otra como
irresponsable, estatista y abusiva (Cameron, 2009).15
Según Castañeda, la izquierda que está enredada en dilemas ideológicos y en un
“respeto reverencial por la soberanía nacional” (2008: 239) es incapaz de superar un
obstáculo mayor: trascender la contradicción entre un “sentimiento anti-EEUU y
prácticas pro-EEUU”. Una izquierda pragmática y que se “comporta bien” sería capaz
de negociar y consensuar, dejando a un lado los desacuerdos y evitando los extremos
(Castañeda 2008: 239), mientras que la izquierda combativa corre el riesgo de ser una
caricatura de sí misma: “Morales que copia a Chávez, quien copia a Castro y los
cubanos, quienes invocan mentores aún mas oscuros” (Ibid: 238). Otros autores
identifican en la terminología de Castañeda un objetivo normativo: un llamado a apoyar
la “izquierda buena” y un consejo para los policy-makers de EEUU sobre como
combatir a la “izquierda mala” (Motta 2009, Lievesley & Ludlam 2009).16
Lo anterior nos lleva a cuestionarnos sobre los propósitos detrás de cada
categorización, pero también sobre los riesgos que traen aparejadas las
simplificaciones. En esta línea, Cameron (2009) sostiene que las caracterizaciones
dicotómicas ocultan los fracasos del neoliberalismo y la decreciente influencia de los
EEUU en la región. Además, este mismo autor advierte que asociar conceptos
multidimensionales como populismo con la heterogénea izquierda Latinoamericana no
sólo es problemático sino que eclipsa las importantes fuentes de diferenciación como
el análisis de los movimientos sociales (y especialmente de los movimientos
indígenas) (Cameron 2009: 335). Un correcto examen de lo último sólo es posible
cuando se trascienden demonizaciones simplistas.
La Nación Post-Neoliberal
15
Petras (1997) y Schamis (2006) ofrecen tipologías alternativas. 16
Castañeda se ha expresado abiertamente acerca de la necesidad de “apoyar activa y sustancialmente a la izquierda correcta mientras está en el poder … y atraer a sus líderes y públicos … La comunidad internacional también debe aclarar que espera de la ‘izquierda incorrecta’ dado que ella existe … Europa y los EEUU tienen una gran capacidad de influencia en estos países. Deberían utilizarla” (Castañeda, 2006: 7; citado en Motta, 2009: 76) y traducido por el autor).
¿Que significa post-neoliberalismo? Preguntándose si existe una política económica
intrínseca al post-neoliberalismo, Heidrich & Tussie (2009) examinan las políticas
económicas y comerciales de los gobiernos Latinoamericanos. Luego de analizar el
caso de la Argentina de Néstor Kirchner concluyen que el Estado mantiene un
“convencionalismo macroeconómico” - esto es, una moneda competitiva, cuentas
fiscales fuertes y un énfasis en la infraestructura – sin adoptar medidas neoliberales
como privatizaciones, pero tampoco imponiendo nacionalizaciones a gran escala,
controles de cambio y aumento de salarios reales (2009: 45). El crecimiento
económico es buscado a través de los mercados sin una ingerencia fuerte del Estado
en controles de precios e impuestos a las exportaciones. Tomando las políticas
económicas implementadas como indicador, Heidrich & Tussie (2009) concluían que
Néstor Kirchner era un presidente “post-neoliberal”. Estas políticas económicas
contrastaban, según estos autores, con el ortodoxismo y neoliberalismo de las
políticas económicas implementadas por el gobierno de Lula da Silva en Brasil, de
Tabaré Vazquez en Uruguay y de Michelle Bachellet en Chile.
Cuando Néstor Kirchner asumió el poder en Argentina, en el 2003, se comprometió a:
“… reconstruir un capitalismo nacional que genere las alternativas que
permitan reinstalar la movilidad social ascendente. No se trata de cerrarse al
mundo, no es un problema de nacionalismo ultramontano, sino de inteligencia,
observación y compromiso con la Nación… Para eso es preciso promover
políticas activas que permitan el desarrollo y el crecimiento económico del
país, la generación de nuevos puestos de trabajo y la mejor y más justa
distribución del ingreso. Como se comprenderá el Estado cobra en eso un
papel principal, en que la presencia o la ausencia del Estado constituye toda
una actitud política.
Por supuesto no se trata de poner en marcha, una vez más, movimientos
pendulares que vayan desde un Estado omnipresente y aplastante de la
actividad privada a un Estado desertor y ausente…Se trata de tener lo
necesario para nuestro desarrollo, en una reingeniería que nos permita contar
con un Estado inteligente… Sabemos que el mercado organiza
económicamente, pero no articula socialmente, debemos hacer que el Estado
ponga igualdad allí donde el mercado excluye y abandona”.17
17
Discurso pronunciado ante la Asamblea Legislativa, el 25 de mayo de 2003.
Féliz (2010) se refiere al modelo de Kirchner como “neo-desarrollismo”, un desarrollo
capitalista post-neoliberal que manifiesta ciertos cambios en el proceso de valorización
del capital y de la política pública que lo acompaña, pero en general dentro del marco
capitalista de la era precedente. Lo que es evidente es que en este modelo lo social
retorna a la agenda del Estado, el cual toma un rol principal en la promoción de una
conexión entre el mercado y la esfera social, dentro del marco de políticas
macroeconómicas que articulan las presiones del mercado globalizado con los
intereses nacionales. No obstante, encontrar el balance correcto no es una tarea
sencilla. Macdonald & Ruckert llaman a esta búsqueda post-neoliberal “la
discontinuidad dentro de la continuidad” (2009:7). Estos autores identifican la
continuidad en el ámbito de la política macro-económica, donde la mayoría de los
países Latinoamericanos persisten con las prescripciones neoliberales y la necesidad
de mantener tasas de inflación moderadas, balance presupuestario y liberalización del
comercio. Sin embargo, hay una ruptura generada por el rol activo del Estado
estimulando la economía, corrigiendo fallas del mercado y re-nacionalizando ciertos
sectores; y sobre todo, intentando reducir las desigualdades sociales a través de
mecanismos e instituciones oficiales, marcan un corte con la ortodoxia neoliberal
(Macdonald & Ruckert 2009).
En la misma línea, Heidrich & Tussie advierten que “la alternativa de la nueva
izquierda ha sido construir un gobierno que pueda defender una agenda con corazón
de izquierda, con políticas que enfatizan respuestas locales para cubrir déficits
sociales, pero mantenerse fiscalmente conservadora, no sólo debido a las primacía de
las lecciones de la izquierda en los ‘70s y ‘80s, pero también para competir con el
partido que ocupó el gobierno precedente, mostrando al electorado que la nueva
izquierda puede ser más sensible socialmente y más responsable económicamente”
(2009:40).18 Esta visión es la de una izquierda que ha aprendido las lecciones de las
nuevas condiciones socio-económicas creadas por las reformas neoliberales, con sus
elementos positivos y aquellos aspectos en descrédito (como las privatizaciones, la
liberalización unilateral del comercio, etc.).
Una de las características de la nueva izquierda es el uso frecuente de la idea de
pueblo y nación en el discurso político, si bien el grado de “populismo verbal” (Tussie &
Heidrich, 2008) no es homogéneo en todos los países. Según Vilas, este resurgimiento
representa una síntesis de múltiples identidades sociales que recuperan la dimensión
de la lucha política “desde abajo” (2006: 246). En la misma línea reivindica Laclau el
18
Traducción del autor.
concepto de “populismo”, que en vez de ser un adjetivo peyorativo, refiere desde su
punto de vista a una forma de construcción política que es capaz de articular
demandas sociales insatisfechas (2005). Es el fracaso del neoliberalismo el que
genera en la región una identidad popular que se alza frente a la crisis de
representación política. La nación es, por su parte, el sujeto colectivo que surge como
contraste al concepto liberal e individualista del “ciudadano” (Vilas 2006).
El sociólogo y vice-presidente Boliviano, Alvaro García Linera, ofrece un buen ejemplo
de este ‘re-pensar’ de lo nacional en su narrativa sobre los eventos que llevaron a la
asunción del nuevo proyecto nacional que él y Evo Morales encabezan. García Linera
afirma que mientras el nacionalismo propuesto en los años ’50s traía consigo la idea
de ciudadanía – el sufragio universal fue establecido en Bolivia en 1951 -, la misma
estaba definida por las elites oligarcas (que se mantendrían en el poder por cincuenta
años más!). Hoy en día el indio es un sujeto político autónomo, pero la idea central en
la estrategia de Morales es la de “indianismo flexible”, con un enfoque de unificación
política. El núcleo organizador, el indianismo, pasó de ser una ideología de resistencia
a la dominación a significar una concepción del mundo que desafió el liderazgo político
y cultural del neoliberalismo (García Linera, 2005). El movimiento indianista tiene una
larga historia de resistencia,19 sin embargo Morales ha buscado expresar una línea de
“nacionalismo expansivo”, flexible y abierto a cualquiera (esto es, multicultural), “pero
bajo la premisa de organizar un nuevo proyecto que tenga como base, otra vez, a la
nación” (García Linera, 2006: 27). García Linera asegura que el indianismo representa
la concepción emancipatoria del mundo mas importante e influyente de la vida política
de Bolivia, siendo el núcleo discursivo y organizador de lo que puede denominarse
“nueva izquierda” (García Linera, 2005).
En Ecuador, “lo nacional” también ha estado al centro de los debates pos-neoliberales.
Alberto Acosta, un académico ecuatoriano que ha estado profundamente inmerso en
el activismo de los movimientos sociales e indígenas y que ha ocupado diversos altos
cargos en las primeras fases del gobierno de Correa (hasta el 2008), ha hecho un
llamado para un Estado que sea capaz de “intervenir racionalmente en el contexto
internacional, en medio de un proceso en el cual emerge con inusitado vigor lo local-
regional, como espacio para procesar múltiples interacciones (Acosta 1998: 58). El
desafío es abrir y mantener espacios para un “desarrollo más nacional - más
19
Por ejemplo el katarismo, un movimiento indígena Boliviano – inspirado en la figura del indio revolucionario Tupac Katari (1750-1781) – buscó en los ‘70s romer con el control de los partidos políticos tradicionales sobre la población rural a través de la sindicalización de los trabajadores rurales. La influencia del katarismo en la cultura y la política de Bolivia ha sido profunda. Además de reorganizar los sindicatos rurales, el katarismo introdujo la idea de autonomía política e intelectual Aymara (Tapia, 2007).
autodependiente y menos transnacionalizado”. Esto implica reconocer (integrar e
integrarse en) el entorno globalizado y articular este reconocimiento con la idea de
inclusión social (Ibid: 59).
Recapitulando, el fracaso del modelo neoliberal - y particularmente su costo social -
contribuyeron al surgimiento de una “nueva izquierda”, más moderada y pragmática,
pero con una fuerte vocación de articulación de lo local con lo global, consciente del rol
protagónico del Estado en la lucha contra la desigualdad y de la importancia de
articular las demandas sociales insatisfechas.
Además de contextualizar y en cierta medida caracterizar a la denominada nueva
izquierda, esta sección nos permite identificar cuatro elementos comunes: en primer
lugar, los gobiernos de izquierda o centro-izquierda asumen el poder ampliando el
electorado. Esto lo logran gracias a una cierta moderación del discurso pre-electoral y
cierta continuidad de políticas ortodoxas, principalmente en el ámbito macro-
económico. No obstante, reaparece lo nacional y lo popular en el discurso político-
social. No se trata de un regreso al desarrollismo de los ‘50s, sino un reconocimiento
de demandas sociales insatisfechas y una búsqueda de un modelo socio-económico
más inclusivo.
En tercer lugar, y a partir de las diferentes tensiones entre cambio y continuidad,
discurso y práctica, surgen tipologías dicotómicas que tienden a demonizar ciertos
modelos, como el caso de Venezuela y Bolivia, frente a otros mas “responsables” (por
ejemplo, Brasil). Esta clasificación no sólo sobre-simplifica la riqueza, variedad y
heterogeneidad de los diferentes procesos socio-políticos y económicos en la región
sino que también omiten poner de relieve los efectos negativos del neoliberalismo y la
decreciente influencia de EEUU en la región. Por ello, finalmente, observamos que
aquello a lo que se tiende a denominar post-neoliberal no es mas que una búsqueda
de superación de los déficits del modelo neoliberal a partir de la devolución de un rol
más prominente al Estado y la búsqueda de alternativas de integración regional (o
refuerzo de los mecanismos existentes) para hacer frente a las fuerzas hegemónicas y
caminar hacia una mayor autonomía regional.
A partir de esta conceptualización de la nueva izquierda, focalizada en los primeros
períodos de la década analizada (que podríamos llamar de surgimiento y despliegue),
presentamos en la sección siguiente un análisis general de ciertas políticas
implementadas en la región que examina el grado de ruptura con o continuidad del
modelo neoliberal, prestando particular atención al contexto presente (o tercer
período).
Consenso de Buenos Aires o Consenso de Washington?
Si denominamos a esta década “post-neoliberal” debemos hacerlo aceptando que lo
‘post’ no significa necesariamente haber dejado completamente de lado ciertas
políticas de la década precedente, como hemos visto en la sección anterior. Sin
embargo, sí podemos reconocer que existe un mayor margen de maniobra en
comparación a la era del Consenso de Washington. En materia de política social,
Reygadas & Filgueiras (2011)20 se observan en este período un aumento de la
participación y una expansión del repertorio de políticas implementadas por los
diferentes gobiernos, cada uno de ellos con sus particularidades. Esta expansión viene
de la mano de una focalización en la cuestión de la desigualdad y una
desmercantilización de las políticas sociales a partir de una mayor intervención estatal;
lo cual rompe con los axiomas que regían la política pública en la década precedente.
Reynadas & Filgueiras (2011: 138) agrupan los enfoques en política social de los
gobiernos “post-neoliberales” en tres estrategias: la liberal, la socialdemócrata, y la
populista radical. La primera prioriza programas de transferencias condicionadas y
formación de quasi-mercados de servicios públicos (igualdad de oportunidades),
mientras que la segunda impulsa derechos universales, reformas tributarias y
programas de promoción al desarrollo (igualdad de capacidades). La estrategia
populista radical ha sido la más agresiva frente a grupos hegemónicos y la más
decidida al momento de redistribuir la riqueza reduciendo privilegios y buscando
beneficiar a los más excluidos (igualdad de resultados). Esta es la estrategia que más
riesgos ha corrido en sus enfrentamientos políticos concentrando el poder y, según
estos autores, es a la vez aquella cuya viabilidad económica está más en duda (2011:
155). Los diferentes países tienden a implementar una combinación de estrategias,
aunque es posible identificar donde esta puesto mayor peso. A modo de ejemplo,
Chile y Uruguay concentran sus políticas dentro del marco liberal (ej. voucher
educativo en Chile) y socialdemócrata (ej. Plan “Chile Crece Contigo” y “Plan Equidad”
en Uruguay), mientras que Bolivia y Venezuela enmarcan las suyas dentro de los
grupos populista radical (ej. nacionalización de hidrocarburos) y socialdemócrata (ej.
ampliación de derechos laborales y sociales).
20
Estos autores han estudiado los casos de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Venezuela.
Así como estos autores observan un claro avance en cuanto a ubicación del tema de
la desigualdad en la agenda pública, de la misma manera señalan las limitaciones o
desafíos estructurales del modelo: “en ningún caso se ha alcanzado una reforma
tributaria profunda y progresiva. En ningún país se han reformado los sistemas de
educación, salud y seguridad social con un sentido claramente equitativo” (Reynadas
& Filgueiras 2011: 156). Por otro lado, es importante destacar que el abanico de
políticas implementadas no está solo condicionado por la voluntad política y los
recursos nacionales sino también por el escenario y los actores internacionales, en
especial las agencias multilaterales y financieras internacionales. Según Ceceña
(2011), la recuperación de soberanía, el alejamiento de instituciones como el FMI y el
Banco Mundial, junto a la construcción de una nueva institiucionalidad (ALBA,
UNASUR, Banco del Sur, Petrocaribe, etc.) representan aspectos de superación del
neoliberalismo por parte de los gobiernos denominados “post-neoliberales”. En otras
palabras, se buscan enfoques alternativos de desarrollo que conllevan expectativas
diferentes del papel de las instituciones y de la integración regional (Arenas García,
2012). El rechazo al ALCA en la IV Cumbre de las Américas celebrada en Mar del
Plata (Argentina) en Noviembre 2005 es un evento simbólico que refleja un neto
quiebre de la región con la lógica neoliberal del ALCA como así también expresa la
disminución del peso de EEUU en la región.
Los espacios intra-regionales de comercio han sido reforzados y son la fuente de
mayor resiliencia regional frente a la crisis, pero siguen por debajo de sus niveles
máximos históricos (1997-1998), lo cual es igualmente cierto tanto para Latinoamérica
como región como para UNASUR como sub-grupo (CEPAL, 2012a). Si bien para
Tussie “en América Latina los flujos comerciales nunca han sido tan libres de
barreras”, sobre todo dentro de los varios grupos subregionales (MERCOSUR,
NAFTA, CARICOM, etc.) (2012: 16), un informe de la CEPAL aboga por expandir la
liberalización del comercio intra-regional no sólo porque contribuiría a expandir las
exportaciones totales sino también a generar empleo (Duran Lima, Terra & Zaclicever,
2011: 50). Aunque no se observa un alza generalizada a nivel regional, algunos
países, como Ecuador y Argentina, han aumentado sus aranceles sobre las
importaciones. En el caso de Argentina este es un elemento que eleva la tensión con
el vecino (y socio) Brasil y dentro del marco del MERCOSUR. La inserción comercial
de la región - y sobre todo de la sub-región de América del Sur - en el mercado
mundial esta basada en gran medida en sus recursos naturales con un aumento
considerable del protagonismo de China como receptor (Tussie, 2012).
Con respecto a la inversión extranjera directa (IED), América Latina alcanzó récords
históricos en 2011 registrándose 153.448 millones de dólares de IED, lo que significa
una participación del 10% en el total mundial. Dejando de lado a Brasil, a mayor parte
de la IED recibida en América del Sur, un 57%, se destina al sector de recursos
naturales (CEPAL, 2012a). De hecho, si tomamos el caso de Ecuador como ejemplo,
el país ha registrado un superávit comercial de US$657 millones entre enero y abril de
este año según datos oficiales. Sin embargo, si se excluye el sector petrolero se
registra un déficit de US$2.886.21 Dada la importancia que los recursos
hidrocarburíferos representan para ciertos países, se han observado en la región
cambios regulatorios, contractuales e incluso (re) nacionalizaciones de empresas
extranjeras con el objetivo de recuperar estos recursos estratégicos. Según el citado
informe de la CEPAL, estos cambios han tenido consecuencias negativas en las
inversiones en Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela (CEPAL, 2012a). No obstante,
las inversión estatal en sectores estratégicos e infraestructura ha recobrado un rol
prominente, que acompañan al protagonismo regulador y redistributivo del Estado
(Ramírez Gallegos, 2011). No es un tema menor ya que si bien varios países
latinoamericanos sostienen modelos extractivistas, se observa en la última década una
mayor democratización en el uso de los recursos y / o diversificación de actores
beneficiarios. Con respecto al caso de Bolivia, por ejemplo, Hinojosa (2012) analiza la
ruta del excedente generado por el sector hidrocarburífero (a través del Impuesto
Directo a los Hidrocarburos) y su destino, argumentando que el gobierno del MAS a
aumentado la amplitud de beneficiarios, desde gobernaciones y municipios, hasta el
fondo indígena, las universidades y, por supuesto, el Tesoro.
El crecimiento regional de años anteriores de América Latina en 2011 y 2012 observa
tasas menores a las sostenidas los años precedentes, aunque el crecimiento fue
igualmente muy positivo teniendo en cuenta la desaceleración mundial.22 El aumento
de la inflación y la apreciación cambiaria son desafíos a considerar; pero así y todo la
región se ha mostrado fuerte frente a la crisis financiera. En términos generales, la
región mantiene bajo control las finanzas públicas,23 las reservas monetarias
internacionales están a niveles históricamente altos y se prevé un ligero aumento del
crecimiento para los próximos años (CEPAL, 2012b).
21
http://www.larepublica.ec/blog/economia/2012/06/18/ecuador-eleva-impuestos-de-importacion-de-vehiculos-alcohol-y-otros/ 22
CEPAL (2012b) reporta una desaceleración para América Latina y el Caribe de 5,9% en 2010 a un
4,3% en 2011 y un 3,7% en 2012.
23 No obstante cierta heterogeneidad. Países como Argentina, Colombia y Uruguay observan en el primer
trimester de 2012 un mayor crecimiento del gasto que de los ingresos según la CEPAL (2012b).
Resumiendo, podemos decir que Latinoamérica siguió en gran medida el marco del
CW en lo correspondiente a la liberalización de los tipos de interés, el mantenimiento
de un tipo de cambio competitivo, la disminución de barreras aduaneras, la apertura
hacia las IED, y la protección a la propiedad privada (dejando de lado casos
específicos). La huella “post-neoliberal” está en la devolución al Estado de cierto rol
regulador y un importante peso re-distributivo, acompañados de un re-priorización del
gasto público y un peso importante del desafío de la desigualdad en la agenda pública.
A nivel internacional, se observa una apuesta hacia una mayor autonomía regional con
un refuerzo de las instituciones regionales y/o una nueva institucionalidad - que
trasciende lo meramente comercial - enmarcada en un contexto mundial de crisis, una
declinación del peso de EEUU en la región, un aumento del peso de China y un
protagonismo político y económico de Brasil en el mundo que funciona como punta de
lanza regional (y sobre todo, sub-regional).
Si bien la tasa de desempleo y de pobreza siguen una tendencia a la baja,24 y la
brecha de la desigualdad de ingresos sigue estrechándose, Latinoamérica continua
siendo la región con mayor desigualdad de ingresos del mundo. El aumento del gasto
social en la última década y el impacto de programas de transferencias condicionadas
(como el “Jefas y Jefes de Hogar”, en Argentina; “Bolsa Familia” en Brasil, etc.) han
contribuido a reducir la desigualdad, así como también la disminución de la brecha de
ingresos como consecuencia de una creciente cobertura de la educación básica
(López Calva & Lustig, 2010). Sin embargo, estos avances se verán limitados por dos
factores: en materia de educación, todavía existen grandes desafíos en las franjas
secundaria y superior, así como también en materia de calidad y desempeño (PNUD,
2011). Por otro lado, los sistemas impositivos y las políticas tributarias en América
Latina, como mencionábamos anteriormente, siguen tendiendo a ser en gran medida
regresivos (e indirectos), lo que limita las posibilidades redistributivas y representan un
peso mayor para los sectores que cuentan con menos recursos y oportunidades. En
otras palabras, mientras no se reforme la estructura tributaria seguirán siendo las elites
las que mas se beneficien del sistema. Siguiendo a Sabaini & Martner (2008) esta
“inmovilidad” responde en parte a las tensiones políticas de los diferentes países, que
modelan la política económica, y en parte al grado de desarrollo institucional; “no
resulta casual que en los países donde las “elites” son más fuertes las
administraciones tributarias son más débiles” (Sabaini & Martner, 2008: 54).
24
La pobreza se redujo de un 43,9% en 2002 (48,4% en 1990) a un 30,4% en 2011 (CEPAL, 2012b). Esto es; mas de 50 millones de latinoamericanos que superaron el umbral de pobreza.
En el período actual, o a partir de 2010, comienzan a vislumbrarse ciertos cambios,
evidentemente marcados por el contexto político interno de cada país y la evolución de
la crisis internacional; pero también por el estilo de liderazgo y desgaste de ciertas
personalidades. La Argentina del segundo mandato de Cristina Fernández comienza a
alejarse en cierta medida del “convencionalismo macro-económico” que Heidrich &
Tussie (2009) adscribían a su predecesor y esposo Néstor Kirchner. Las tensiones con
Uruguay y Brasil se suceden con mayos frecuencia. En Paraguay, Lugo es destituido y
la asunción de Franco desafía a las instituciones regionales. En Bolivia, a diferencia de
los períodos anteriores donde se percibía una cohesión indígena-campesina-popular,
hoy se vive un panorama de diversas fracturas o distanciamientos, dentro del
movimiento indígena, entre campesinos y obreros, entre el Estado y los movimientos
sociales, etc. (Moldiz Mercado, 2012). Rousseff libra una batalla contra la corrupción
que pone en jaque ciertas alianzas políticas, a la vez que la economía se desacelera.
Piñera se ve desgastado por los conflictos sociales mientras que se oye fuerte el
nombre de Bachelet para retornar a la presidencia. La salud y la avidez continua de
Chávez a auto-sucederse en un gobierno cada vez más personalista lo han
desgastado, estrechando la brecha con la oposición frente a las elecciones del
próximo mes de Octubre. Resumiendo, se observa una conflictividad creciente que
puede ser consecuencia de factores como la resistencia de grupos que históricamente
han ostentado el poder, la crisis internacional, o simplemente es parte de los límites de
un modelo que se va construyendo con aciertos y desaciertos.
Si bien el Consenso de Buenos Aires no ha sido ni tan axiomático ni tan influyente
como el de Washington, es un símbolo de un cambio de prioridades a nivel regional.
La justicia social y la desigualdad han vuelto a tener protagonismo en la agenda
política, pero todavía hay un camino por recorrer si queremos ver cambios
estructurales.
Conclusiones
No creemos que el Consenso de Buenos Aires, o la visión de Lula y Kirchner, haya
buscado dejar completamente ciertas prescripciones del CW pero sí capitalizar las
lecciones aprendidas y encontrar formulas de crecimiento que no sean negligentes con
las demandas sociales y la necesidad de invertir en el capital humano de la región.
No hay que olvidar que muchos regimenes latinoamericanos se han beneficiado del
precio de las commodities y la industria extractiva. Esa fue y es en muchos casos la
fuente que sustenta económicamente el aumento del gasto social. Por un lado es
necesario capitalizar los momentos de vacas gordas e invertir en tecnología,
innovación y capital humano, y por el otro, salir del inmediatismo y pensar modelos de
desarrollo con vista al mediano y largo plazo - y que sean sustentables!. La región
deberá capitalizar conscientemente la coyuntura política regional y económica
internacional con una voluntad política de invertir hoy en la América Latina del futuro.
El post-neoliberalismo es una búsqueda inacabada; pero una búsqueda visible y clara.
La región se permite pensar alternativas y tomar riesgos, valiéndose de los
aprendizajes de décadas pasadas. No se trata de buscar alternativas al capitalismo -
aunque iniciativas no faltan – sino de reconocer que no puede existir crecimiento sin
un desarrollo inclusivo que fomente la participación y genere oportunidades. Debemos
capitalizar el terreno ganado y saber aprovechar, con fuertes consensos políticos, las
ventajas relativas de la región en el marco de la coyuntura mundial. Finalmente,
esperemos que el actual aumento de la conflictividad interna en varios países sea
parte de un proceso positivo que permita profundizar aun más los cambios
estructurales que la región necesita para combatir la desigualdad.
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De recorridos y fantasmas: el post-
estructuralismo en las RRII
Cuadro, Mariela
Conicet - IRI (UNLP)
3ras. Jornadas de Relaciones Internacionales
FLACSO | 25 y 26 de Octubre de 2012
De recorridos y fantasmas: el post-estructuralismo en las RRII
Resumen: El presente es un trabajo monográfico que busca llevar a los lectores a un
sucinto recorrido por la producción del post-estructuralismo en las RRII desde su
“manifiesto inaugural” en 1989 hasta su lectura de la Guerra Global contra el Terror.
Dicho objetivo es abordado a través de una descripción de sus principales
preocupaciones, temas y objetos de estudio y sus principios metodológicos y
epistemológicos. Asimismo, el trabajo da cuenta tanto de las críticas que las corrientes
hegemónicas en la disciplina le han hecho al mismo, como de las respuestas a ellas
que ha proporcionado. Luego de otorgar una panorámica del post-estructuralismo y de
contextualizar históricamente su emergencia, el texto se detiene particularmente en
dos aplicaciones de los principios de esta corriente al estudio de un tema específico de
la política mundial: la Guerra Global contra el Terror. En esta sección son descriptos
analíticamente los trabajos sostenidos sobre el concepto foucaulteano de biopolítica y
aquéllos sostenidos sobre una lectura discursiva del pensamiento de Carl Schmitt,
ambos teniendo en su centro la cuestión más amplia del liberalismo a nivel mundial.
De recorridos y fantasmas: el post-estructuralismo en las RRII
“Contra la teoría monológica y totalizadora, el postmodernismo propone rejillas de
saber y práctica heterológicas y multipolares” (Der Derian, 1989: 6)
1. Introducción: la mirada de los otros
La construcción de identidades y otredades es uno de los temas centrales de lo
que a lo largo de este texto llamaremos indistintamente1 post-estructuralismo2 y
posmodernismo3. Tal como sostiene David Campbell (1998), es ésta una etiqueta
colocada por los detractores de una multiplicidad de miradas críticas que, con mayor
fuerza a partir de fines de la década del 80 del siglo pasado, han intervenido en el
campo de las RRII. De esta manera, una multiplicidad de autores, sostenidos sobre
diversas metodologías y objetos específicos de análisis, pero coincidentes con
respecto a su militante anti-positivismo epistemológico, han sido homogeneizados y
transformados en el “otro” de dicho campo disciplinar. Podría afirmarse que este último
movimiento ha sido realizado por un “Yo”, protector de la pureza de la disciplina, que
se ha erguido como el auténtico representante de este campo de estudio, invocando
una tradición que es presentada como continuidad: Tucídides, Maquiavelo, Hobbes.
En contraste, algunos autores “posmodernos” se han dedicado a subrayar el carácter
de constructo de esta continuidad, señalando las profundas diferencias que atraviesan
a estos filósofos (Walker, 1993).
Desde entonces ha comenzado una lucha teórico-política que encuentra a los
anti-positivistas pugnando por ingresar al campo disciplinario de las RRII. Foucault
(2004a) señala a las “disciplinas” como un procedimiento de control y delimitación del
discurso formado por un conjunto de objetos, métodos, corpus de proposiciones
consideradas verdaderas, juegos de reglas y de definiciones, de técnicas y de
instrumentos, que habilita a las distintas afirmaciones no a ser verdaderas o falsas,
sino a estar “en la verdad”. Estos parámetros van mutando de acuerdo al contexto
socio-histórico en el que se desarrollan. Según la visión crítica posmoderna, en una
disciplina como la de RRII, en tanto la política mundial se transforma, los instrumentos
de análisis, conceptos, categorías y perspectivas, necesariamente deben variar.
Las críticas que los anti-positivistas efectúan contra las corrientes hegemónicas
en RRII son fundamentalmente de carácter teórico-ontológico y apuntan a
desnaturalizar los supuestos sobre los que la disciplina se sostiene, llamando la
atención sobre el poco desarrollo teórico de ciertos conceptos medulares. Así, como
1 Como veremos un poco más adelante, esta indistinción es polémica, pues muchos autores que se auto-
definen como postestructuralistas afirman su carácter de modernos. Hemos decidido mantener esta indistinción a fin de seguir en la línea del lenguaje utilizado por las corrientes hegemónicas de las RRII para distinguir a este grupo de autores. 2 El término post-estructuralismo emergió en el año 1966 para referirse al movimiento intelectual crítico del
estructuralismo francés en boga en los años 60s del siglo pasado, que se evidenció en el “Coloquio Internacional sobre Lenguajes Críticos y Ciencias del Hombre”, realizado en la Universidad John Hopkins (Payne, 2002). Sus mayores exponentes son, entre otros: Jacques Derrida, Michel Foucault, Jacques Lacan, Roland Barthes, Edward Said. 3 El término postmodernismo es más amplio que el de postestructuralismo. Fue acuñado por el español
Federico de Onís para describir un reflujo conservador al interior del modernismo literario en los años 30s del siglo pasado (Anderson, 1998). El término, cuyo significado inicial fue transformado por distintos usos, da cuenta de un conjunto de transformaciones que se dieron tanto en el ámbito intelectual como en el artístico y que, a grosso modo, constituyen una ruptura con respecto al modernismo iluminista.
afirma Roxanne Lynn Doty: “Es irónico que un concepto tan central a las RRII como el
de poder permanezca tan empobrecido en términos de cómo es definido y cómo es
entendido operando en la política global” (1996: 165). Las respuestas desde los
sectores hegemónicos (neorrealismo, neoinstitucionalismo e incluso algunos modos
del constructivismo) han tendido a despreciar el valor de tales críticas, tildándolas de
“filosóficas”, y, por tanto, han tendido a ignorarlas. En cambio, se han centrado sobre
todo en su carácter heterogéneo, no programático y relativista. El ya clásico texto de
Keohane (1988) en el que el autor estadounidense aborda el “debate” entre
“racionalistas” y “reflectivistas” es un claro ejemplo de la reticencia de los académicos
de las RRII a embarcarse en discusiones filosóficas, consideradas como
“divertimentos” y “desviaciones” de la tarea que se impone: la investigación empírica
seguida de la práctica prescriptiva. De esta manera, los propios supuestos
epistemológicos y ontológicos no son puestos en cuestión.
El relativismo que les es adosado a los autores que estamos trabajando es
definido de un modo simplista y, al igual que se acusara a los sofistas en la
Antigüedad, sus afirmaciones son despreciadas por no ser “más ‘válidas’ que las que
rechazan” (Salomón, 2001/2002: 34). Desde una lectura un tanto más compleja y
respetuosa del post-estructuralismo es necesario señalar que lo que estos autores
buscan no es mostrar la verdad o falsedad de las proposiciones que critican, sino los
regímenes de veridicción4 (Foucault, 2007) que permiten que éstas se formen. De esta
manera, la verdad y la falsedad son entendidas de un modo no-ilustrado, como
construcciones factibles de ser realizadas en el marco de determinadas reglas de
producción del discurso, ligadas de un modo inescindible a las relaciones de poder. Es
necesario resaltar que esto último no implica en modo alguno que se trate aquí de un
voluntarismo: las construcciones se dan en un contexto socio-histórico. Los discursos-
disciplinas y el marco no-discursivo en el que se despliegan están fuertemente
imbricados, sin poder afirmarse que el uno determina al otro5.
Y ha sido precisamente la insistencia de los posmodernos en el análisis del
discurso uno de los blancos de ataques de los “defensores de las fronteras” de la
disciplina. Este modo de análisis, fuertemente ligado a la genealogía, ha sido (y es)
calificado por los sectores hegemónicos como un mero divertimento que se elude de
aquellas cuestiones que son verdaderamente importantes y centrales en el estudio de
las RRII (principalmente: la eterna y necesaria lucha de los Estados por el poder). Este
tipo de crítica es posible en tanto no pueden/no quieren considerarse las cuestiones
epistemológicas que atañen al modo de comprensión del discurso por parte de los
pensadores críticos. Frente al carácter de constructor de “realidad” que los
posmodernos le otorgan al discurso, los positivistas lo piensan como una mera
manifestación o reflejo de una “realidad” que ya está dada, a la espera de que el
conocimiento devele sus verdaderos y ocultos mecanismos.
4 “el régimen de veridicción (…) no es una ley determinada de la verdad, [sino] el conjunto de las reglas
que permiten, con respecto a un discurso dado, establecer cuáles son los enunciados que podrán caracterizarse en él como verdaderos o falsos” (Foucault, 2007: 53). En este sentido, a Foucault y a sus seguidores no les interesa tanto determinar la verdad o falsedad de una proposición, cualquiera sea, sino cómo es posible que tal proposición y ninguna otra en su lugar pueda ser caracterizada como verdadera, cuál es el régimen discursivo que lo permite. 5 La lectura que hace Gilles Deleuze de Michel Foucault (uno de los máximos referentes del post-
estructuralismo) sostiene que en la teoría del autor las relaciones de poder aparecen como determinantes y las relaciones de saber, como determinables, de modo tal que las primeras tendrían cierto predominio sobre las segundas (2003). Como se pondrá de manifiesto más adelante, es ésta una tensión que el post-estructuralismo no busca resolver.
Además de la Introducción, el presente texto se divide en tres apartados. El
primero da cuenta del contexto de emergencia del posmodernismo en las RRII,
presenta sus rasgos distintivos y explicita lo que lo diferencia del constructivismo. El
segundo apartado se detiene en la heterogeneidad que habita este enfoque,
presentando un resumen de dos lecturas post-estructuralistas que aparecieron en los
últimos años de la mano de la llamada Guerra Global contra el Terror. Finalmente, se
esboza una conclusión.
2. Hablan los post-estructuralistas
2.1. El contexto de emergencia.
A fin de comprender la emergencia de disciplinas y de teorías a su interior, las
mismas deben ser contextualizadas históricamente, poniendo en evidencia las
transformaciones sufridas por el saber en un movimiento paralelo a aquéllas
experimentadas por las relaciones de poder. En este sentido, la emergencia del
“posmodernismo” en RRII puede ser situada en el marco del largo proceso que derivó
en el fin de la “Guerra Fría”. La aparición del número especial de la International
Studies Quarterly en septiembre de 1990, titulado “Hablando el lenguaje del exilio:
disidencia en los estudios internacionales” (“Speaking the Language of Exile:
Dissidence in International Studies”) es sintomático al respecto. El punto final del
conflicto cuyos dos protagonistas principales fueron Estados Unidos y la URSS,
supuso la victoria de “Occidente” por sobre “Oriente”, la instauración de un orden
unipolar y la consiguiente imposición del neoliberalismo en una buena parte del globo.
El neoliberalismo no sólo debe ser entendido como un modelo económico, sino que
también supone modos de construcción de subjetividades y configuraciones de
relaciones sociales bien específicas. El proceso de globalización cobró tal velocidad
que se convirtió en un fenómeno del todo novedoso. Esto trajo como consecuencia,
asimismo, la pérdida relativa de poder de los Estados como actores internacionales y
consiguientemente una miríada de actores no-estatales comenzaron a gravitar con
inusitada fuerza en el plano internacional. La globalización entonces se tornó también
cultural, engendrando resistencias del mismo tipo, convirtiéndose dicha dimensión en
un tema relevante para la agenda de los estudios internacionales. Constructivismo y
postmodernismo lo tomaron a su cargo.
Lo que se había globalizado era el modo de ejercicio del poder liberal. Ciertos
autores comenzaron a hablar entonces de “gobernanza liberal mundial” (Dillon y Reid,
2001), sostenidos sobre el concepto acuñado por James Rosenau y Ernst-Otto
Czempiel en los inicios de la década del 90 del siglo pasado (1992). Otros tomaron el
concepto foucaultiano de gubernamentalidad y lo aplicaron a las RRII (Dean, 1999;
Larner y Waters, 2005; Neumann y Sending, 2007, entre otros). De esta manera,
efectuaron una lectura de la política mundial desde una perspectiva del todo distinta a
la predominante en la disciplina. Y ya que el liberalismo fue colocado en el centro de la
escena, buena parte de la “corriente postmodernista”, que incluye a un amplio abanico
de autores de diversas tradiciones intelectuales, apuntaron sus miradas a dos autores
que habían hecho de dicho régimen de gobierno su centro de atención: Carl Schmitt y
Michel Foucault. Si bien desde epistemologías diferentes, la utilización de estos dos
autores por los post-estructuralistas buscó reflexionar acerca del discurso liberal y su
modo de ejercicio del poder asociado, siguiendo una preocupación central en estos
análisis: la de la relación del saber con el poder.
2.2. El exilio en los márgenes.
El post-estructuralismo/posmodernismo en las RRII, institucionalizado en
revistas tales como Alternatives: Global, local, political; Millennium – Journal of
International Studies; European Journal of International Relations, entre otras, no se
define a sí mismo como una “corriente”, término que supone cierta homogeneidad que
los propios autores que forman parte de ella rechazan. Más bien es definido como un
conjunto de prácticas intelectuales que utilizan diversos instrumentos conceptuales,
metodológicos y de perspectivas como ser la genealogía, el deconstruccionismo, la
semiótica, la teoría psicoanalítica feminista, la intertextualidad (Der Derian y Shapiro,
1989). Si bien existen diferencias entre los autores que adscriben a este enfoque en
las RRII, también los convocan similitudes, ligadas, básicamente, a la preocupación
por cómo el saber, la verdad y los significados son constituidos: cuáles son las
relaciones entre saber y poder en el ámbito de la política mundial. De este modo, el
posmodernismo procura derribar todas aquellas afirmaciones y relaciones que se
encuentran naturalizadas, dando cuenta de que éstas son producto de sistemas
específicos de producción de conocimiento y, por lo tanto, de circunstancias históricas
específicas. Se trata de un modo de análisis que piensa al mundo de las RRII como un
texto y desde allí lo trabaja. Interroga dichas naturalizaciones preguntándose por las
relaciones de poder que juegan en esferas y espacios que parecen estar por fuera de
la política. En este sentido, la producción de “conocimiento científico” es una instancia
privilegiada en la que los intelectuales se presentan como estando por fuera de luchas
de poder y, sin embargo, estando atravesados por éstas. Es así cómo estos
instrumentos son utilizados, entre otras cosas, para establecer una crítica del discurso
académico hegemónico en la disciplina.
Esta crítica apunta a los supuestos intelectuales del racionalismo y del
positivismo occidental sobre los que este último se basa. En este contexto, una
cuestión central es la crítica a la separación entre sujeto y objeto de conocimiento,
instanciada en la concepción de la noción de “hecho”. Mientras neorrealistas y
neoinstitucionalistas insisten en afirmar que ellos estudian “hechos” objetivos, es decir,
escindidos de sus propias prácticas como teóricos, los post-estructuralistas ponen el
acento sobre el carácter de constructo discursivo de estos “hechos”. Estos son
entendidos desde un primer momento como interpretaciones, es decir que el sujeto
que los “lee” se encuentra ya atravesado por ciertas categorías, escalas de valores,
formas de ver el mundo, de los que no puede escapar. Esta afirmación derivará en dos
aspectos fundamentales del posmodernismo. Por un lado, en la poca importancia que
se le da a la noción de “autor” (entendiendo como “autor” en el ámbito de las RRII
también a aquellos sujetos que participan en el proceso de toma de decisiones): éste
no es más que un producto y sus intenciones y percepciones no resultan relevantes en
sí mismas, sino como textos. Es decir que las justificaciones y argumentos para
emprender una acción preceden al sujeto que decide sobre ella. Por otro lado, la
afirmación esbozada más arriba deriva en la imposibilidad de encontrar una Verdad
que pertenecería más al hecho que al sujeto que se la adscribe. En su epistemología,
el positivismo iluminista postula la existencia de dos entes separados: sujeto y objeto
(de conocimiento). Según esta concepción, el objeto estudiado sería portador de una
verdad y la función del investigador sería la de des-cubrirla. El posmodernismo
rechaza de plano esta idea y postula, en cambio, una relación de inseparabilidad entre
el sujeto y el objeto de conocimiento. Este último es pensado como un texto cuyo
significado ya ha sido interpretado. El sujeto, por su parte, es también producto. De
esta manera, el investigador, atravesado por una multiplicidad de preconcepciones
características del contexto histórico en el que vive, trabaja sobre interpretaciones que
ya han sido realizadas. Así, el discurso pasa a ocupar un lugar fundamental en el
conocimiento, subrayándose su carácter performativo6. Esto significa que el discurso
no “refleja” la realidad, sino que la construye o la constituye. La objetividad es, de este
modo, imposible y, por lo tanto, también lo es la ciencia en su versión iluminista.
Por lo dicho, puede intuirse que una cuestión recurrente en los análisis post-
estructuralistas es la historicidad (Ashley, 1989). Frente a la narrativa del discurso
histórico moderno que encuentra su centro en una unidad postulada como lo “normal”
y, por tanto, concibe a todo aquello que se aleja de ese núcleo como una desviación,
un accidente que hay que corregir, el historicismo post-estructuralista plantea partir de
la diferencia. De allí sus lazos con la genealogía, que, en lugar de buscar el origen en
una unidad idéntica a sí misma que las peripecias de la historia habrían adulterado, lo
busca en los resultados de batallas. De modo que en el comienzo de la historia se
encuentra el “disparate” (Foucault, 1992: 8; Nietzsche, 1999). Tal como sostiene
Foucault: “La genealogía (…) se opone al despliegue metahistórico de las
significaciones ideales y de los indefinidos teleológicos” (1992: 7), es decir, que frente
a una lectura moderna de la historia que ve en ésta el despliegue necesario de una
esencia7, la genealogía la entiende como el movimiento discontinuo de
configuraciones de relaciones de poder. En otras palabras, en el comienzo no se
encuentra la unidad, sino la diferencia, de modo que la primera es el resultado de una
construcción.
Y esto mismo es aplicado al discurso dominante en las RRII. De lo que se trata
es de situar históricamente la emergencia de ciertos conceptos con los significados
que se le fueron adosando. En este sentido, los conceptos no se mantienen
inalterados a lo largo del tiempo, no existe un significado puro, verdadero, de
determinado concepto; por el contrario, son resignificados, cambian su sentido de
acuerdo al momento histórico en el que emergen. Dos ejemplos interesantes al
respecto. El primero: A genealogy of sovereignty, de Jens Bartelson (1995), en el que,
tal como lo indica el título, el autor desnaturaliza un concepto fundante de las RRII
como ser el de soberanía para dar cuenta de la contingencia de su significado. Así,
echa por tierra la naturalización de un concepto que permite efectuar la oposición
fundadora de las RRII: adentro/afuera, política doméstica/política internacional. El
segundo ejemplo lo proporcionan los cambios en el significado de “seguridad” que ha
pasado de nociones de riesgo en el Renacimiento, a la idea de defensa nacional, a la
6 Es éste un concepto del lingüista John L. Austin, muy utilizado entre los posmodernos así como entre los
“constructivistas radicales”. Un enunciado performativo es para el autor un enunciado que más que describir un hecho lo realiza. Un ejemplo muy citado es el del enunciado “Yo prometo”, la acción de prometer se está realizando en el mismo momento en que éste es expresado. 7 Un ejemplo pertinente al respecto es el de las lecturas que se hicieron de la llamada Primavera Árabe
que tuvo lugar en el mundo árabe desde fines del año 2010/principios del 2011. Muchos de los analistas que reflexionaron acerca de dicho acontecimiento lo explicaron como el despliegue necesario de la democracia por el mundo. Según estos analistas, la democracia habría nacido en 1776 en Estados Unidos, luego se habría expandido por Europa después de las guerras mundiales, más tarde habría pasado por América Latina y Europa del Este (con la caída de la URSS y el advenimiento de las “revoluciones de colores”), para finalmente hacer pie en Medio Oriente. Una lectura parecida había sido proporcionada por Fukuyama en 1989 en su artículo “The end of History?”.
noción de seguridad, unida indefectiblemente a la de libertad de circulación (de esto
último hablaremos un poco más adelante; Shapiro, 1989; Bigo, 2011).
Frente a las corrientes estructuralistas y aquellas que colocan el acento en la
acción voluntaria del individuo, el post-estructuralismo se sostiene sobre una paradoja
que no busca resolver: al tiempo que afirma que la práctica depende de la estructura,
también postula que la estructura depende de la práctica. De esta manera, se obtiene
una estructura en constante movimiento y transformación. El post-estructuralismo
busca mantenerse siempre en el límite entre estas dos aserciones, sin inclinarse a
favor de ninguna de ellas.
Si la modernidad se caracteriza por el remplazo del fundamento-Dios propio de
la Edad Media (trascendencia) por el fundamento-hombre, el posmodernismo se
caracteriza por poner fin a todos los fundamentos, bregando por resaltar el carácter de
constructos de estos últimos. De allí su marcado anti-esencialismo. De allí también la
imposibilidad de una ciencia que dé cuenta de verdades objetivas. En palabras de
Campbell y George:
“El blanco de esta disidencia es el fundacionalismo y esencialismo de la
filosofía científica de la post-ilustración, sus supuestos universalistas sobre
el hombre racional moderno, su metafísica escondida, su compromiso
metateórico con categorías de significado y comprensión dualizadas, sus
estrategias logocéntricas de identidad y jerarquización, sus proposiciones
teorizadas sobre la naturaleza humana, su fe dogmática en el método, sus
filosofías de la intención y la conciencia y su tendencia hacia la gran teoría
y las implicaciones de su imposición” (1990: 280).
En cuanto a lo metodológico, el post-estructuralismo pone en práctica el análisis
del discurso. Éste apunta tanto al discurso de la disciplina como a aquél cuyos
portadores son los funcionarios que participan en los procesos de decisiones y su
relación con la construcción de la identidad internacional. Asimismo, han comenzado a
aparecer trabajos que estudian el discurso de los medios de comunicación respecto a
cómo presentan las relaciones internacionales o a los distintos países y regiones del
mundo. Este método de análisis descansa sobre una determinada concepción
epistemológica del discurso que toma elementos del pensamiento de Wittgenstein, de
Derrida y de Foucault. Principal y fundamentalmente, el discurso se entiende como
constructor de realidad y no como mero reflejo de ésta, rechazando, como dijimos,
todos y cada uno de los esencialismos. Esto último los enfrenta con el “constructivismo
moderado” (Wendt, 1999). El método deconstructivo, tomado de Derrida, los lleva a
concentrarse en los binarismos discursivos y los efectos que, así planteados,
producen, señalando el carácter contingente de las oposiciones discursivas. La
metodología no se postula como un a priori, sino, por el contrario, es adaptada a un
objeto de estudio construido y seleccionado como tal: el nexo entre poder y saber,
instanciado mayormente en la construcción de identidades y otredades. El trabajo de
Lynn Doty (1996) es paradigmático al respecto: allí la autora analiza los modos en los
que políticos, intelectuales y periodistas del “Norte” han representado al “Sur” a fin de
llevar a cabo políticas de corte imperialista.
Frente al “dogmatismo metodológico” del positivismo, el análisis del discurso se
presenta, en cambio, más bien como una herramienta, una cierta perspectiva analítica.
Esta “flexibilidad” metodológica ha sido fuertemente criticada, caracterizada como no-
científica. Existieron intentos de sistematizar la metodología del análisis del discurso
tanto en las Ciencias Sociales en general (ver, por ejemplo, Wodak y Meyer, 2003)
como en las RRII en particular (Milliken, 1999). Sin embargo, desde nuestro punto de
vista, estos intentos de sistematización que buscan darle a esta herramienta el
carácter de método, a fin de ser aceptados al interior de los parámetros discursivos de
la disciplina, han resultado infructuosos y probablemente continuarán siéndolo. Esto no
supone hacer a un lado estos intentos, sino entender y respetar la especificidad de
estas perspectivas de análisis, y su posición con respecto a la “Ciencia” y al lugar que
en ella ocupa la metodología.
Todas estas características, fuertemente ligadas a su posición epistemológica,
les han valido ser acusados de anti-modernos. Algunos de estos autores se han
defendido de tales acusaciones utilizando la lectura de la Ilustración que efectúa
Foucault (1996a). Según el filósofo francés, la característica central de este
movimiento intelectual y político es la función de la crítica. Los llamados
“posmodernos” aducen que, en tanto su función radica en pensar el presente
históricamente (de allí que se sostengan sobre una analítica interpretativa), esta
característica “está siendo practicada mejor por [ellos] que por los auto-proclamados
racionalistas defensores de la fe” (Campbell, 1998: 215).Y, en efecto, si seguimos la
categorización de Cox que establece teorías de resolución de problemas y teorías
críticas, el “posmodernismo” se encontraría claramente en este último conjunto. Según
el autor gramsciano, el segundo tipo de teorías “es más reflexivo acerca del proceso
de teorizarse a sí mismo: ser claramente consciente de la perspectiva que da pie a la
teorización, y su relación con otras perspectivas (para lograr una perspectiva sobre las
perspectivas); y para abrir la posibilidad de elegir una perspectiva válida diferente
desde la cual la problemática deviene una de crear un mundo alternativo” (1986: 207-
208).
En lugar, entonces, de patrullar “fronteras” que delinean los contornos no
franqueables de una disciplina, estos autores se proponen cruzar esas fronteras
establecidas por los discursos hegemónicos, proponiendo un pensamiento diagonal y
multidisciplinario. De allí que busquen explicitar la teoría política subyacente en los
discursos hegemónicos de las RRII y que, asimismo, luchen por reinsertarla en el
ámbito de los estudios de política mundial (Walker, 1993). Lo mismo puede decirse
respecto de la filosofía del conocimiento. Tal como afirma David Campbell:
“conscientemente o no, los teóricos de las RRII son filósofos del conocimiento” (1998:
220). De lo que se trata, entonces, es de visibilizar los supuestos que se encuentran
sosteniendo el discurso hegemónico disciplinar. Se trata de una “actitud disidente” que
insiste en plantear los supuestos como preguntas más que como afirmaciones (Ashley
y Walker, 1990).
2.3. Posmodernismo y constructivismo.
Haciendo a un lado el constructivismo de Wendt, cuyo carácter de tal ha
llegado a ser puesto en duda (Kratochwil, 2000), el constructivismo y el
posmodernismo tienen muchos elementos en común. Ambos hacen foco en la
cuestión de la construcción de significado y de identidades y le otorgan un papel
destacado al lenguaje en sus investigaciones. Ambos sostienen la idea de un mundo
construido por la interacción de los hombres en circunstancias determinadas, así como
de que el conocimiento es socialmente construido y, por lo tanto, ambos son anti-
positivistas (o post-positivistas). La diferencia entre ambos, no obstante, es de
intensidad, pero a un punto tal que se convierte en una diferencia cualitativa. Esto se
encuentra profundamente ligado a los autores sobre los que cada una de estas
corrientes se sostiene. Por el lado constructivista, la influencia viene mayormente
desde el mundo anglosajón: dos de los autores más citados son John L. Austin y su
teoría de los actos de habla y la teoría de la acción comunicativa del frankfurtiano
Jürgen Habermas. Con respecto al post-estructuralismo, sus mayores referentes son
los franceses Jacques Derrida, teórico del deconstruccionismo, y Michel Foucault,
cuyo trabajo ha estado dedicado a detectar las relaciones entre saber y poder en
aquellos ámbitos en los que el poder parecería no tener lugar. Foucault también ha
desarrollado intensamente el concepto de discurso.
De algún modo, podría afirmarse que la de los posmodernos es una postura
radical. La consecuencia lógica que derivan de sus premisas es, como se afirmó, la de
la imposibilidad de la ciencia y de la verdad. No existe la verdad: tan sólo
interpretaciones cuyo carácter hegemónico se encuentra más ligado a relaciones de
poder vigentes en el momento de aparición y dominio de dicha “verdad” (de allí su
preocupación por los regímenes de veridicción). Los constructivistas, por su parte, si
bien acuerdan con las premisas, se niegan a abandonar el concepto de ciencia e
incluso aquél de verdad. Comparten con los posmodernos la idea de que la verdad no
está en el objeto sino que es una construcción, resultado de la interacción entre sujeto
y objeto (de conocimiento). Sin embargo, en su reticencia a abandonar la idea de
ciencia (afirman abandonar sólo una concepción dogmática de ésta), tampoco pueden
deshacerse completamente de la idea de verdad. El punto medio que encuentran, no
sin cierta incomodidad, es la conservación de una noción de verdad a la que pueden
aproximarse, pero nunca alcanzar (Kratochwil, 2000).
Algunas críticas que han resonado desde el constructivismo hacia el post-
estructuralismo hablan de este último como sosteniendo “una posición idealista radical
cada vez más vaciada de cualquier significado inteligible” (Guzzini, 2000: 148), como
“preocupados por el estilo y el método y ofreciendo conocimiento sustantivo limitado”
(Ruggie, 1993: 144). Son acusados también de anti-iluministas. Los constructivistas,
por el contrario, siguiendo en este punto muy de cerca a Habermas, ofrecen lealtad a
la modernidad tardía, sosteniendo que su proyecto (un proyecto que leen como
emancipatorio) sufrió desviaciones, pero puede ser reconstruido. De esta manera,
mientras el posmodernismo da por tierra con todos los fundamentos, el
constructivismo defiende la posibilidad de que estos existan (Onuf, 1994). Recuérdese
que algunos autores post-estructuralistas se defienden de las acusaciones de anti-
iluministas destacando el aspecto crítico de dicho proyecto.
Asimismo, un punto a subrayar que ha destacado Stefano Guzzini (2000)
respecto al post-estructuralismo es el espacio fundamental que esta “corriente” le
otorga a las relaciones de poder. Según el constructivista italiano, es ése un punto
cuya importancia el constructivismo ha tendido a despreciar.
3. Post-estructuralismos.
Como hemos afirmado, la etiqueta de “posmodernos” es un rótulo que les fue
colocado a un conjunto de autores que utilizan diversos instrumentos teóricos por
aquellos que se encuentran en desacuerdo y se sienten amenazados por la llegada al
campo de los estudios internacionales de una nueva perspectiva crítica. Los
“posmodernos” se han nutrido de distintas fuentes teóricas de acuerdo a los problemas
que se han planteado y los objetos de análisis a los que han dirigido la mirada. Si en
los primeros años de la emergencia de esta perspectiva en la mayor parte de los
casos los autores se dedicaron a sentar las bases de sus planteamientos y, al mismo
tiempo, a criticar los fundamentos naturalizados por neorrealistas y
neoinstitucionalistas, con el paso de los años fueron tomando distancia también de los
constructivistas. Asimismo, comenzaron a plantear investigaciones empíricas que
apuntaban sobre todo a comprender los modos de construcción de identidades y
otredades en las RRII y su relación con el poder (ver, entre otros: Connolly, 1989;
Doty, 1996; Campbell, 1998).
La “Guerra Global contra el Terror” (GGT) dio un nuevo impulso a esta
perspectiva de análisis y emergieron en su interior otros dos conjuntos de autores que,
a pesar de compartir varios puntos entre sí, tienen marcadas diferencias. Nos
referimos a, por un lado, aquellos autores que se han encaramado sobre el concepto
de biopolítica de Foucault y lo han utilizado para pensar la política mundial y, por otro
lado, a aquellos otros que se han basado en Carl Schmitt para pensar el liberalismo
global, en general, y la GGT como guerra liberal en particular. Sobre estos hablaremos
a continuación.
2.3.1 Biopolítica y RRII
Entre los aportes más recientes del “posmodernismo” a las RRII se encuentran
aquéllos que se parapetan sobre el concepto de biopolítica de Michel Foucault. Este
concepto, acuñado por el filósofo francés a partir del primer volumen de su Historia de
la sexualidad y desarrollado más tarde en los seminarios de 1975-1976, 1977-1978 y
1978-1979 (Foucault, 2000, 2004b y 2007, respectivamente), ha sido retomado por
académicos de las RRII y ha sido aplicado fundamentalmente al área de los estudios
de seguridad internacional.
Dar una idea acabada del concepto de biopolítica constituye una empresa
extremadamente compleja y aún más en un espacio reducido como éste. Podemos
remitir al lector a los libros y Seminarios en los que Foucault abordó el tema (2000,
2002, 2004, 2007) y a algunos textos de filósofos y cientistas sociales que lo han
trabajado desde distintas perspectivas (Agamben, 1998; Espósito, 2006; Castro-
Gómez, 2010, Castro, 2011, entre otros). A los efectos del presente texto, bastan
algunas rápidas referencias. En primer lugar digamos que Foucault desarrolla el
concepto de biopoder, entendido como una tecnología de poder, en contraposición al
de poder soberano. Si esta última tecnología se basaba en el derecho soberano de
“hacer morir y dejar vivir”, la biopolítica se tratará de “hacer vivir y dejar morir”
(Foucault, 2000). Es decir que en lugar de reprimir se tratará de administrar, aumentar,
multiplicar, controlar, regular la vida de la población. Esta última, entendida como
conjunto de procesos naturales será el principal objeto de esta tecnología de poder.
De esta manera, este tipo de poder será un poder expansivo, que intentará incorporar
a su gestión a la totalidad de los individuos, no sólo en tanto tales, sino en tanto
especie biológica. Y esta incorporación será posible sólo a través de una intervención
permanente sobre esta vida que se trata de gestionar a fin de aumentar y organizar las
fuerzas que somete.
Biopolítica y liberalismo se encuentran fuertemente imbricados, funcionando el
segundo como el marco al interior del cual se inscribe la primera (Foucault, 2007).
Foucault afirma que frente al discurso de la aristocracia que entendía la historia del
Estado como el relato particular del bando que había resultado victorioso en un
conflicto que atravesaba a la sociedad, la burguesía liberal aspirará a la universalidad
a través de la noción de nación (2000). Esta noción funcionará de modo tal de
incorporar a los distintos elementos de la sociedad en una unidad (el Estado-nación).
De esta manera, renegará de la idea de que la sociedad está dividida y planteará, por
el contrario, la idea de una sociedad unitaria. Así, los enemigos ya no se presentarán
como enemigos políticos para uno de dos bandos en conflicto, sino como enemigos de
la sociedad toda. Y ya no serán enemigos políticos, sino, por el contrario, peligros
biológicos internos (pues lo que ponen en peligro es la vida de la sociedad) que habrá
que eliminar. Lo que aquí se pone en evidencia es la finalización, por parte del
discurso liberal burgués, de un modo binario de comprensión de la sociedad por un
modelo de inclusión ad infinitum.
El objetivo fundamental de la biopolítica será acompañar fenómenos que serán
concebidos como naturales: “asegurar la seguridad de esos fenómenos naturales que
son los procesos económicos o los procesos intrínsecos a la población” (Foucault,
2004: 361). Por lo tanto, la seguridad ya no pasará únicamente por la protección, sino
por el mejoramiento de estos procesos naturales. Se trata de una seguridad-marco
que permita que el proceso vital de la sociedad en su conjunto se desenvuelva sin
tropiezos. Y, ligada a la cuestión de la seguridad y también a la cuestión de la
naturaleza que estarán en el centro de la biopolítica, un elemento fundamental será la
libertad. No la libertad como derecho frente a los abusos del soberano, sino la libertad
como condición necesaria para el correcto funcionamiento de este nuevo tipo de
gobierno. De este modo, el gobierno neoliberal, por ejemplo, deberá producir las
condiciones para el despliegue de la libertad de mercado, lo cual supondrá una
intervención permanente. Este carácter particular del neoliberalismo hará que Foucault
pueda llamarlo “liberalismo positivo” (2007: 162), pues se trata de un liberalismo que
interviene mediante acciones reguladoras y ordenadoras. Ahora bien, estas últimas no
actúan directamente sobre el mercado, sino sobre el “marco”, es decir, primero sobre
la “población” y sus instituciones.
Ya que, en palabras de Foucault, el liberalismo es el “marco general de la
biopolítica” (Foucault, 2007: 40), los análisis de los autores que en el ámbito de las
RRII y, específicamente, en aquél de los estudios de seguridad, utilizan este último
concepto, dan cuenta del modo particular que adopta el modo liberal de la guerra
teniendo en cuenta para esto y necesariamente cómo se ejerce el poder liberal. En la
búsqueda de la comprensión del correlato entre el modo de hacer la guerra y el modo
de gobierno liberales, estos autores encuentran la fundación del correlato en el
compromiso liberal de “hacer vivir” (Reid, 2006). La vida -un particular significado del
significante vida-, como parte componente de la biopolítica, ocupa, por tanto, un lugar
fundamental en estos estudios. Entre los textos que podemos destacar, de sus
referentes más visibles, encontramos: The biopolitics of the war on terror (Reid, 2006),
“Biopolitics of security in the 21st century: an introduction” (Dillon y Lobo-Guerrero,
2008), The liberal way of war (Dillon y Reid, 2009) y Foucault on politics, security and
war (Dillon y Neal, 2011).
El pensamiento de estos autores va por la vía de reflexionar, ayudados por la
particular concepción de seguridad desplegada por Foucault en su desarrollo del
concepto de biopolítica, cómo se ha modificado el significado de este término y los
efectos que ello implica. La seguridad, en este sentido, es entendida como una
práctica discursiva, constituyente de sujetos y objetos sobre los que recae (Bigo,
2011), definición que comparten con la llamada escuela de Copenhague cuyo máximo
referente es Barry Buzan. Aquí se ve claramente por qué hemos colocado a estos
autores en el campo de los post-estructuralistas. A diferencia de los portadores del
discurso hegemónico en las RRII, los trabajos que estamos analizando no entienden la
existencia de sujetos y objetos que entran en relación estando ya constituidos, sino
que, por el contrario, es su encuentro mismo el que posibilita su mutua constitución.
En este sentido, la aparición de un concepto como el de “seguridad humana” es leído
en su contexto histórico de emergencia, rechazando las afirmaciones que encuentran
allí signos de progresividad.
A diferencia de muchos autores, los que aquí estamos analizando plantean que
la seguridad no debe ser pensada como un momento de excepción (es una lectura
que le atribuyen al conjunto de autores de los que hablaremos a continuación), sino
como formando parte de la “normalidad” (Neal, 2011). De este modo, y como hemos
sostenido más arriba, libertad y seguridad se presentan como una dupla que se
implica y supone mutuamente, pues la segunda apunta justamente a posibilitar el
despliegue de la primera. En este sentido, la seguridad biopolítica no es entendida en
términos represivos, sino con el objetivo de multiplicar, mejorar un cierto tipo de vida
cuya particularidad no es reconocida. De allí que las intervenciones neoliberales se
den en el “marco” del mercado y no en el mercado mismo. Tal como afirma Foucault:
el neoliberalismo supone un “mínimo de intervencionismo económico y un máximo de
intervencionismo jurídico” (2007: 199).
En este contexto, las guerras en nombre de la democracia liberal y la Teoría de
la Paz Democrática (TPD) que las acompañan pueden ser entendidas desde otra
perspectiva: no como un mero recurso retórico para justificar acciones inconfesables
(lo cual no implica que estas últimas no existan), sino como modos estratégicos de
ejercicio del poder. No es de sorprender, entonces que éste sea uno de los temas más
interesantes de este enfoque (Dillon y Reid, 2009). Si entendemos que el mandato
democratizador que acompañó discursivamente a las últimas intervenciones de las
potencias puede ser utilizado debido a que está inserto al interior de un modo de
ejercicio de poder que busca “hacer vivir”, es decir, aumentar la potencia de la vida, es
posible ubicar allí la particular relación entre la vida y la muerte (“hacer vivir” y “dejar
morir”) que atraviesa al liberalismo como modo de ejercicio del poder.
El discurso universalista, entonces, tomará toda la fuerza, elevándose el
racismo al lugar de mecanismo fundamental para el ejercicio del poder soberano de
matar (Foucault, 2000). El racismo, según Foucault, cumplirá una doble función. Por
un lado, una función de fragmentación, pues será el mecanismo que permita
establecer un corte en el ámbito que el biopoder tomó a su cargo: el ámbito de la vida.
Así, es actualizado el establecimiento de oposiciones binarias, propias del poder
soberano, marcando una separación entre lo que debe vivir y lo que debe morir. Una
segunda función será la que establezca una relación entre la vida y la muerte del tipo
“cuanto más hagas morir, más, por ello mismo, vivirás”. En otras palabras, la muerte
del Otro, de aquel que no debe vivir, se convierte en una condición para el
mejoramiento de la propia vida (Foucault, 2000). De allí que estos autores concluyan,
como lo hiciera Carl Schmitt (2006), pero desde otra perspectiva epistemológica, en la
posibilidad del desarrollo de guerras de exterminio en el marco de una tecnología de
poder liberal. La vocación universalista, sumada al racismo que postula que “cuanto
más mates, hagas morir, dejes morir, tanto más, por eso mismo, vivirás” (Foucault,
1996b: 206), apunta a la desaparición de peligros que son construidos como
biológicos: peligros para el despliegue natural de la propia vida.
De esta manera, la GGT con sus enemigos cuyo exterminio se presentaba
como necesario fue pensada como guerra liberal por excelencia. Más aún cuando a
ésta se le añadió el elemento universalizador: la imposición de la democracia (liberal).
En efecto, basándose fundamentalmente en la inexistencia de guerras entre los países
noratlánticos a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, los teóricos de
la TPD sostienen que los Estados democráticos no hacen la guerra entre sí. A partir de
allí concluyen que la instauración de la democracia (liberal) a nivel global hará posible
el sueño que expresara Immanuel Kant (1795) de una paz perpetua. Entendiendo al
neoliberalismo como un liberalismo interventor que busca hacer de los mecanismos
competitivos del mercado la matriz de todas las relaciones sociales (Foucault, 2007),
puede añadirse a estos análisis que la imposición de la democracia liberal (que –dato
que no debe soslayarse- se hace de modo selectivo) también apuntaría a la
instauración de dichos mecanismos en el ámbito político-institucional. En este sentido,
la construcción de los sujetos como individuos resulta fundamental para el
mantenimiento de los resortes competitivos del mercado.
Se ha querido establecer una diferencia tajante entre biopolítica y soberanía,
de modo tal que la expansión de la tecnología de poder biopolítica al ámbito global,
remplazaría a la configuración westfaliana de dicho espacio, dejando obsoleta la
noción de soberanía (Hardt y Negri, 2002). Siguiendo con esta lógica, estos mismos
autores plantearon la muerte de los Estado-nación y el advenimiento de un gobierno
mundial presidido por las empresas transnacionales, gobierno en el que las fronteras y
las líneas demarcatorias de espacios se difuminarían. Si bien somos testigos de la
pérdida de importancia relativa del principio de igualdad soberana y el avance del
principio de intervención y de conceptos tales como el de “responsabilidad de
proteger” (valgan como ejemplos Irak 2003 y Libia 2011), la utilización del concepto de
biopolítica no debe comprenderse como opuesto al de geopolítica o a aquél de
soberanía. Más bien, biopolítica y geopolítica deben ser entendidas como dos
tecnologías de poder que marchan juntas, aunque alguna predomine sobre la otra por
momentos. En este sentido, aquellas lecturas que señalan una oposición entre
soberanía y biopolítica son rechazadas (Dillon y Lobo-Guerrero, 2008).
2.3.2. Carl Schmitt, el post-estructuralismo y las RRII
Otro de los aportes recientes desde la perspectiva post-estructuralista a la
teoría de las RRII ha sido realizado por autores que se han parapetado sobre Carl
Schmitt (entre otros, William Rasch, Louiza Odysseos, Fabio Petito). Lo que diferencia
fuertemente a los autores de la biopolítica de aquéllos que recuperaron al jurista
alemán en su lectura de la GGT es, básicamente, el concepto de estado de excepción.
En tanto los primeros lo rechazan, los segundos lo retoman, más específicamente en
la lectura que de este concepto hiciera Giorgio Agamben (2007). Como se ha visto, la
seguridad para los teóricos de la biopolítica es una noción que no emerge en
momentos excepcionales, sino que más bien forma parte de la “normalidad” de la
tecnología de poder. Aún más, el poder biopolítico, en tanto poder que incorpora, se
ejerce incluyendo todos los casos en la normalidad y la seguridad es entendida
precisamente como dispositivo que asegura el despliegue natural de ésta. El estado
de excepción, noción que Agamben retoma de Schmitt (2009), por el contrario, plantea
una separación entre lo normal y lo excepcional. En efecto, éste es definido como
aquella decisión soberana que suspende la norma a fin de procurar su restitución. Al
tiempo que se impone, el estado de excepción pone en evidencia al soberano, pues
éste es definido como aquél que puede decretarlo (Schmitt, 2009). Se entiende,
entonces, por qué los autores que han hecho uso de la caja de herramientas
schmittiana han usado esta figura (jurídica) para analizar la GGT. Según estos, esta
guerra supuso el derribamiento de todas las fronteras y la anulación de todas las
soberanías territoriales. De esta manera, la norma (internacional) fue suspendida a fin
de restituirla (según el discurso dominante, ésta había sido quebrada por los atentados
del 11 de septiembre de 2001 a Estados Unidos). Fue Washington quien, al decidir
sobre la instauración del estado de excepción, se irguió entonces como soberano
global (Odysseos y Petito, 2007).
Es difícil pensar, dada la ontología schmittiana, la utilización de los escritos del
autor alemán por parte de pensadores post-estructuralistas. Sin embargo, realizan una
lectura desde allí: en lugar de resaltar los rasgos hiperrealistas del jurista alemán,
plantean una lectura centrada en la importancia que Schmitt daba al lenguaje y al
discurso en su concepción del poder:
“Respecto de estos conceptos políticos decisivos, depende de quién los
interpreta, los define y los utiliza; quién concretamente decide qué es la
paz, qué es el desarme, qué es la intervención, qué son el orden público y
la seguridad. Una de las manifestaciones más importantes de la vida legal
y espiritual de la humanidad es el hecho de que quien detenta el poder real
es capaz de determinar el contenido de los conceptos y las palabras.
Caesar dominus et supra grammaticam. César es también señor de la
gramática” (Carl Schmitt, citado en Mouffe, 2007: 94)
A partir de aquí, pueden afirmar que, para el autor alemán, “las convicciones,
creencias e ideas son lo que era la política en última instancia” (Odysseos y Petito,
2008: 473). Entonces, el discurso pasa a ocupar un lugar central en lo que
denominarán “pensamiento internacional heterodoxo de Schmitt” (Odysseos y Petito,
2007). Y es una lectura que podría explicar el olvido8 que ha sufrido un autor como el
que estamos tratando por parte del discurso hegemónico de las RRII.
Existen dos trabajos conjuntos representativos de esta tercera perspectiva al
interior del “posmodernismo” y ambos fueron concebidos en el marco de la GGT. Por
un lado, un número especial dedicado al pensamiento internacional de Carl Schmitt de
la revista canadiense Études internationales del año 2009. Por otro lado, un libro
compilado por Louiza Odysseos y Fabio Petito, de la Universidad de Sussex, titulado
The international political thought of Carl Schmitt. Así como en el primero, en este
último trabajo no encontramos únicamente contribuciones desde una perspectiva post-
estructuralista, pero será en ellas en las que nos detendremos.
Como se mencionó, la utilización de Schmitt es a partir de una lectura que hace
foco en la cuestión discursiva. De este modo, uno de los puntos privilegiados que
estos autores retomarán del jurista alemán será su crítica al concepto de humanidad y
a su uso político (Rasch, 2003; Odysseos, 2007). En El concepto de lo político, Schmitt
(2006) llamó la atención sobre la utilización por parte del liberalismo del concepto de
8 Según Nietzsche (1999) el olvido es una facultad activa.
humanidad en nombre del cual comenzaban a justificarse intervenciones
internacionales. La crítica pasaba por dos puntos centrales:
Por un lado, afirmaba el autor, llevar adelante guerras en nombre de la
humanidad suponía postular al enemigo ya no como un enemigo real con quien era
factible negociar luego de haberlo debilitado, sino postularlo como un enemigo
absoluto, inhumano, al que se hacía necesario eliminar. De aquí se derivaba una
transformación de las guerras que, a diferencia de las existentes durante la era
westfaliana (guerras limitadas), podían convertirse en “guerras de exterminio” (modo
en que es postulada la GGT). En este marco puede entenderse, asimismo, que los
autores que estamos tratando también se detengan en la idea de paz perpetua que
postula el discurso liberal (siempre entendiendo discurso en un sentido diferente al de
retórica). En efecto, Schmitt se opone con fuerza a esta idea con una furibunda crítica
a la Sociedad de Naciones y su prohibición de la guerra.
Por otro lado, el recurso a la humanidad suponía, asimismo, la emergencia del
característico discurso universalista del liberalismo9. Y en efecto, también aquí, como
sucediera con los autores que colocaban en el centro de sus análisis el concepto
foucaultiano de biopolítica, el liberalismo en tanto modo de ejercicio de poder, ocupará
un lugar central: el universalismo liberal, sostienen estos autores, busca negar su
carácter político (es decir, particular10). Tal como afirma Odysseos11: “la ética universal
alimenta discursos y prácticas políticas que generan un mundo político (o más
exactamente biopolítico) unipolar” (2009:73). Como bien puede apreciarse en esta
proposición, la relación saber (discurso)-poder se presenta como una de las
preocupaciones principales de los post-estructuralistas internacionales que revisaron
Schmitt durante la GGT.
Por otra parte, sosteniéndose en la historización del sistema westfaliano (jus
publicum Europaeum) que Schmitt realiza en su Nomos de la tierra… y el concepto de
soberanía que despliega en Teología política, estos autores logran repensar la
soberanía en el actual contexto mundial (Barder y Débrix, 2009) y criticar a un tiempo
la eternización del sistema de Estados que efectúa el realismo. En efecto, Carl Schmitt
(1950) propone la caída del sistema westfaliano de Estados sobre todo a partir de la
9 Aquí trabajamos con dos autores que han reparado en el carácter universalista del liberalismo. Por un
lado, Carl Schmitt, quien remarcó el carácter apolítico con el que se presenta este discurso, llamando la atención sobre el peligro que supone la emergencia de guerras llevadas a cabo en nombre de la humanidad. Este último término, según el jurista alemán, constituía un arma de doble filo pues suponía caracterizar a los enemigos como enemigos absolutos y, por tanto, exterminables (2006). Por otro lado, también hemos visto que, según Foucault, frente al discurso de la aristocracia que planteaba la existencia de dos bandos enfrentados, la emergencia de la burguesía y el discurso liberal supuso el establecimiento del Estado-nación como una homogeneidad (2000). Como dijimos, así planteado, los enemigos internos que el Estado enfrentaba no constituían enemigos con los que se pudiera negociar sino enemigos que había que exterminar pues ponían en riesgo la existencia misma del Estado-nación. Hay que remarcar que, mientras que el filósofo francés reflexiona acerca del ejercicio del poder al interior del Estado-nación, las palabras del jurista alemán refieren específicamente a las relaciones entre Estados. 10
Al respecto, afirma Schmitt: “La unidad política presupone la posibilidad real del enemigo, y, por consiguiente, otra unidad política coexistente. De ahí que, mientras haya un Estado, habrá siempre en la tierra varios Estados, y jamás podrá darse un ‘Estado’ mundial que abarque la humanidad entera. El mundo político es un pluriversum, no un universum. En este sentido, toda teoría política es pluralista” (2006: 71). Y un poco más adelante: “Cuando un Estado combate a su enemigo político en nombre de la humanidad, la guerra no es una guerra de la humanidad, sino una guerra en la que un Estado determinado trata de secuestrar en su favor, contra su adversario, un concepto universal, para identificarse con él (a costa de su adversario)” (2006: 72) 11
Louiza Odysseos también ha escrito, apoyándose en Martin Heidegger, trabajos muy interesantes sobre la ontología en las RRII y la construcción de la otredad que en este texto no hemos tenido en cuenta. Véase, The subject of coexistence. Otherness in International Relations, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2007.
emergencia de Estados Unidos como potencia mundial. Se centra entonces en el
carácter liberal de la potencia norteamericana y piensa en la novedosa constitución
espacial que traza su emergencia como potencia global: un espacio que no va a ser ya
el espacio cuadriculado del orden europeo (es decir, el espacio westfaliano con sus
fronteras trazadas), sino uno abierto y universal. Esta última característica supone el
fin del jus publicum Europaeum, orden legal que suponía la división del mundo en dos:
Europa como una región relativamente pacífica y América como un espacio-otro en el
que la fuerza de las potencias europeas podía desplegarse. Ésta será una
característica también importante para los teóricos de la biopolítica a nivel mundial.
Como dijimos, para ellos, siguiendo a Foucault, el modo de ejercicio del poder liberal
se caracterizará por la búsqueda de una inclusión universal, haciendo a un lado las
oposiciones binarias que planteaba el poder soberano.
Carl Schmitt (2006) da cuenta de esas mismas oposiciones al definir la
distinción propiamente política como aquella que separa amigos de enemigos. Es decir
que lo que el jurista alemán entendía como discurso político necesariamente debía
trazar una distinción entre un Nosotros y un Ellos. De allí que planteara una ontología
de la política como pluriverso (2006, ver nota al pie 13). La nostalgia que el autor
transmite en sus escritos de un mundo europeo westfaliano con sus fronteras bien
definidas tiene sentido en el marco de esta concepción de la política y del
advenimiento de la hegemonía del liberalismo de la mano de Estados Unidos. Según
Schmitt, el liberalismo rechaza la política precisamente porque no reconoce su
carácter de particularidad. El Nosotros del liberalismo es un Nosotros que procura
integrar a toda la Humanidad, un Nosotros con vocación universalista. Sin embargo,
dirá Schmitt, continúan existiendo exclusiones. Pero son exclusiones de un nuevo tipo,
pues, ya que desde el discurso liberal se busca incluir a toda la Humanidad,
necesariamente los excluidos pasarán a ser caracterizados como no-humanos. De ahí
a la posibilidad de su exterminio sólo resta un paso. Es por esto que el jurista alemán
hablará de dos categorías de enemigos: el enemigo político, cuya desaparición no es
deseable pues la propia identidad política depende de su existencia; y el enemigo
absoluto, cuyo exterminio se presenta no sólo como deseable sino también como
necesario (Schmitt, 1966). A causa del tipo de relación planteada del liberalismo con la
política, sus enemigos tenderán a tomar la forma de enemigos absolutos. La
caracterización de los terroristas durante la GGT como seres inhumanos cuya
eliminación resultaba necesaria para el mejoramiento de la vida fue, entre otras cosas,
lo que permitió a los autores que estamos trabajando echar mano de la caja de
herramientas schmittiana.
3. Algunas conclusiones
“Una práctica textual politizadora no es por lo tanto únicamente una cuestión de
introducir un vocabulario epistemológico alternativo; está íntimamente conectada con
una meticulosa oposición a los marcos de significado que destextualizan y de ese
modo aíslan formas de poder y autoridad” (Shapiro, 1989: 21)
Lo que a lo largo de este capítulo hemos denominado indistintamente
“posmodernismo” y “post-estructuralismo” no constituye una corriente teórica, si por tal
entendemos una homogeneidad. Como hemos intentado mostrar, el post-
estructuralismo se define más bien por un conjunto de prácticas intelectuales ligadas a
variados instrumentos que toma de distintas disciplinas: filosofía, sociología,
psicoanálisis, lingüística, teoría literaria, entre otras. En este sentido, es una
perspectiva profundamente transdisciplinaria que sostiene la necesidad de múltiples
instrumentos para pensar el estado actual tanto de la política mundial como de
aquellas teorías que sirven a su construcción. De allí que abarcar la totalidad de su
producción en un único texto resulte imposible. Si bien su anti-positivismo
epistemológico le impide llegar a una síntesis con los discursos hegemónicos en la
disciplina de las RRII, no debe entenderse que estos análisis descarten de plano los
conceptos usados por ellos. Lo que hacen es llamar la atención sobre el hecho de que
son constructos y, por tanto, bregar por su historización, arrebatándoles el carácter de
verdades indiscutidas y esencias inmóviles. De lo que se trata, en última instancia, es
de poner fin a la oposición materialismo/idealismo y señalar que el discurso tiene
efectos materiales, pues es constitutivo de la realidad y no su mero reflejo. Así, sin
quitarle importancia a factores como el militar y el económico, esta corriente considera
de fundamental importancia analizar los discursos políticos, académicos y de
personajes ligados a los procesos de tomas de decisiones, pues estos, por un lado,
construyen realidad (son performativos) y, por otro lado, dan cuenta de determinada
estructura de relaciones de poder, de ciertos modos de ejercicio del mismo.
Los distintos aportes que hemos traído para graficar los movimientos del post-
estructuralismo han mostrado diferencias y también similitudes. Entre estas últimas
podemos destacar una preocupación central por la relación entre saber y poder en el
ámbito internacional (de allí que el aspecto discursivo del liberalismo en tanto modo de
ejercicio de poder haya ocupado un lugar central en estos análisis, sobre todo a partir
del lanzamiento de la GGT, conceptualizada como guerra liberal por excelencia), una
crítica ontológica a los conceptos medulares de las RRII y una crítica epistemológica al
positivismo. Esta última supone también un modo distinto de concebir la “ciencia”, sus
métodos y sus objetivos. En cuanto a las diferencias, se trata, sobre todo, de objetos
de análisis distintos, de la utilización de diversos autores (hemos visto la utilización del
concepto de biopolítica de Foucault y la de Carl Schmitt), pero también de
discrepancias conceptuales fuertes (los teóricos de la biopolítica en el ámbito mundial
han rechazado de plano la idea del estado de excepción).
Si esta perspectiva ha sido aceptada en otras Ciencias Sociales, como ser la
Sociología y la Teoría Política, en cambio en las RRII ha sido y es prácticamente
ignorada, cuando no vapuleada, por los referentes de la disciplina. En este sentido, es
importante resaltar su carácter crítico pues, desde nuestro punto de vista, ha sido una
importante razón por la que ha sido tan combatida. No obstante lo dicho, desde su
emergencia ha permanecido en movimiento y en importante avance. Al respecto, sirva
de ejemplo la Conferencia titulada “Materialism and World Politics” organizada por la
Millenium Journal of International Studies en la London School of Economics para
octubre de 2012. Entre los temas que se tratarán figuran, entre otros, Biopolítica y
Discurso y materialismo. Temas que, como se mencionó, son caros a los enfoques
post-estructuralistas.
Para finalizar, agreguemos que el post-estructuralismo no sólo es un enfoque
crítico y que cruza campos teóricos distintos, dos características absolutamente
necesarias dado el contexto mundial político, social y económico actual, sino que,
además, pugna por fomentar el análisis del discurso en nuestro ámbito disciplinar. En
un mundo en el que existe una enorme proliferación de los discursos y de los
dispositivos que los sostienen, hacer a un lado esta dimensión analítica o dar cuenta
de ella únicamente de un modo decorativo, es arrebatarnos una herramienta
imprescindible para el cambio. Para concluir con palabras de algunos de sus mayores
exponentes, ésta es una perspectiva que celebra:
“la diferencia, no la identidad; el cuestionamiento y la transgresión de
límites, no la reafirmación de fronteras y marcos; una preparación para
cuestionar cómo el significado y el orden son impuestos, no la búsqueda
de una fuente de significado y orden ya dada; el análisis implacable y
meticuloso de los funcionamientos del poder en la vida global moderna, no
la añoranza por una figura soberana (sea el hombre, Dios, la nación, el
Estado, el paradigma o el programa de investigación) que promete una
liberación del poder” (Ashley y Walker, 1989: 265)
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Desarrollos epistemológicos y
reconsideraciones del concepto de seguridad en
tres Escuelas Europeas de Relaciones
Internacionales; Aberystwyth, Copenhague y
París
De la Flor, José Luis
3ras. Jornadas de Relaciones Internacionales
FLACSO | 25 y 26 de Octubre de 2012
Introducción1
El estudio de la crisis económica europea y en concreto la situación en el estado
español puede ser abordada desde diversos enfoques de las ciencias sociales, por
ejemplo; la economía política y el análisis de la actuación de los mercados financieros,
los estudios de políticas públicas y la desaparición de servicios sociales para la
población, los estudios de gobernanza centrados en el papel de la Unión Europea
como actor supra-estatal o la ciencia política y la investigación sobre la participación o
desconfianza social en las instituciones liberales. Dentro de esta multiplicidad de
enfoques este trabajo se propone explorar si los Estudios Internacionales de
Seguridad (EIS) -área en la que el autor desarrolla sus investigaciones doctorales-
pueden constituir un ámbito específico para el estudio de la crisis económica; y de ser
así que tipo de herramientas para reflexionar sobre la crisis podrían surgir de esa
subdisciplina de las Relaciones Internacionales.
Este documento se levanta con una precaución; evitar un ejercicio de torsión
académica que obligue a forzar un encuentro entre un hecho, la crisis económica, y
un cuerpo teórico, los EIS. Conscientes de esta precaución hemos observado que
dentro de los EIS emergen dos espacios relacionados directamente con nuestro
interés. Un primer espacio es la existencia de un sector de seguridad económico que
relaciona la seguridad nacional con la persecución y defensa de los intereses
económicos y comerciales nacionales (Dent, 2007 ). Un segundo espacio surge de la
relevancia que las amenazas internas han tenido históricamente en la construcción de
la agenda de seguridad nacional (Neocleous, 2006). De tal forma que la pérdida de lo
común, la desconfianza en las instituciones, la agitación social y la actuación represiva
del estado puede convertirse tanto en un problema de seguridad nacional como en
una fuente de preocupación en otros estados. La constatación de la existencia de
estos dos espacios nos animó a recuperar el proceso histórico de evolución de los EIS
y explorar si en su movimiento aparecen elementos de interés para nuestro objetivo.
Por eso aplicamos una metodología histórica al estudio de la evolución de los EIS que
presenta; a) los tres periodos históricos de la evolución de los EIS; b) el encuentro
entre la sociología del conocimiento de los EIS de Buzan y Hansen y el Manifiesto por
un Enfoque Crítico en los Estudios de Seguridad en Europa (Critical Approaches to
Security in Europe; C.A.S.E). Al final de esta exploración presentamos algunas
herramientas de los EIS que sirven para problematizar ámbitos de la actual crisis
1 Este texto es parte de una exploración en proceso. Lo que aquí mostramos son sus líneas
fundamentales de argumentación
económica vinculados al neoliberalismo, el papel del estado y el impacto de la crisis
sobre la población.
2. Una sociología del conocimiento para el estudio de la evolución histórica de unos
Estudios Internacionales de Seguridad.
El estudio “The Evolution of International Security Studies” de Barry Buzan y Lane
Hansen cubrió en 2009 la laguna académica que Nye y Lynn Jones señalaron a finales
de la década de los ochenta; la carencia dentro de la disciplina de Relaciones
Internacionales de un análisis histórico del proceso de institucionalización de los
Estudios Internacionales de Seguridad (Nye and Lynn-Jones, 1988). La sociología del
conocimiento que promueve el estudio de Buzan y Hansen analiza la evolución de
unos Estudios Internacionales de Seguridad (EIS) como el resultado de la interacción
de unas fuerzas materiales2 y unas fuerzas académicas3 en tres periodos históricos; la
guerra fría, la postguerra fría y la guerra global contra el terrorismo. El desarrollo
histórico de unos EIS ha contribuido a generar enfoques epistemológicos y a
problematizar diferentes ámbitos de las relaciones internacionales. Dicho de otro
modo, los Estudios Internacionales de Seguridad han producido debates que han ido
más allá de los sectores de seguridad analizados. Por ejemplo, conceptos centrales a
la disciplina de Relaciones Internacionales como frontera, soberanía, identidad,
autoridad o legitimidad recorren los Estudios Internacionales de Seguridad (Walker
1990, Williams, 2003).
2. Las señas de identidad del avance de los Estudios Internacionales de Seguridad en
tres periodos históricos
De las fuerzas materiales y académicas señaladas en el trabajo de Buzan y Hansen
nos centraremos en analizar estas tres características; 1) el debate surgido en torno a
limitar la seguridad internacional al sector militar y el estado; 2) la vinculación de la
seguridad internacional a una lógica de actuación basada en la urgencia, la
vulnerabilidad y la respuesta rápida; 3) las diferentes relaciones establecidas entre las
Escuelas Internacionales de Seguridad.
2Las fuerzas materiales que establecen Buzan y Hansen son; las políticas de los grandes poderes, los eventos históricos, el desarrollo tecnológico, la política internacional, la institucionalización de un conocimiento académico en revistas, congresos…(Buzan y Hansen, 2009; 10-13) 3Las cinco preguntas que establecen Buzan y Hansen son ¿Quién debe ser el referente a proteger (el estado, la sociedad, el individuo, el medio ambiente…)? ¿Se debe ampliar los estudios de seguridad a otros sectores diferentes al militar? ¿Debe relacionarse la seguridad solo con las amenazas externas o también con las amenazas internas al estado? ¿La seguridad debe estar ligada inevitablemente a la amenaza, el peligro o la emergencia? ¿Qué epistemologías y metodologías deben ser desarrolladas para el estudio de la seguridad? (Buzan y Hansen, 2009; 10-13)
El interés por recuperar estas tres características se debe a que sostenemos que en
torno a ellas se producen dos tipos de diálogos en los EIS. Un primer diálogo es
genealógico y supone analizar el estado actual de los EIS como parte de la evolución
de un debate teórico en torno a la seguridad internacional. Un segundo dialogo se
establece del encuentro actual entre diferentes Escuelas de los EIS. Como
intentaremos mostrar este segundo diálogo contribuye a que la disciplina de
Relaciones Internacionales problematice ciertos espacios políticos internacionales y
profundice en sus posibilidades epistemológicas.
A continuación repasamos las señas de identidad de esos tres elementos en tres
periodos históricos; Guerra fría, Post-Guerra Fría y Guerra Global Contra el terrorismo.
El estado actual de los EIS es el presente de esta evolución histórica.
2.1 Guerra Fría
En el contexto histórico de la guerra fría dominó un enfoque realista asociado a la
seguridad nacional y el sector militar. Las investigaciones sobre la tecnología militar y
en concreto las armas nucleares aplicadas a un contexto histórico caracterizado por el
enfrentamiento entre bloques constituyó un espacio de análisis en la seguridad
internacional levantado en torno al uso y control de la carrera nuclear. Así, desde un
lenguaje de seguridad internacional impulsado por un tipo de Escuela particular
conocida como Estudios Tradicionales o Estudios Estratégicos se desplegaron
términos como disuasión, amenaza nuclear, distensión o control de armas. Desde
estos Estudios a un contexto centrado en la amenaza nuclear y la tensión entre
bloques se desplegó una lógica de seguridad basada en la vulnerabilidad y la
urgencia. (Buzan y Hansen, 2009; 98)
El concepto de seguridad fue definido desde diversas agendas nacionales y estudios
académicos pero no por ello desarrollado teóricamente. El subdesarrollo conceptual de
este término se relaciona con la interpretación de la seguridad nacional y el dilema de
seguridad. Ambos conceptos dieron al estado y el sector militar la centralidad como
referentes de seguridad. En 1952 Wolfers identificó la idea de seguridad con la
seguridad nacional. El concepto de seguridad nacional fue presentado como un
concepto ambiguo que al ligarlo a la defensa, el conflicto y la guerra frenó el interés
por el desarrollo teórico del mismo (Wolfers, 1952; Buzan y Hansen; 2009;1). La
importancia dada al “dilema de seguridad” de Herz señaló la importancia de las
percepciones de los estados en el ámbito de la seguridad internacional. El dilema de
seguridad afirmaba que las medidas defensivas tomadas por un estado eran
percibidas como una amenaza para la seguridad de otro lo que constituía una
escalada en la inseguridad internacional. (Herz, 1950).
Comprender el subdesarrollo del concepto de seguridad también supone acercarse a
la influencia que tuvieron en la disciplina de Relaciones Internacionales; 1) el auge en
la década de los cincuenta de las metodologías behavioristas que centraban su interés
en el estudio del comportamiento de los estados más que en debates teóricos; 2) la
emergencia en la década de los sesenta de unas Investigaciones por la Paz que
relacionadas con los estudios sobre violencia estructural y el control de armas
desatendieron el desarrollo teórico del término seguridad internacional; 3) el dominio
de una metodología positivista, desde finales de los setenta, centrada en estudiar el
comportamiento de los estados en el ámbito internacional y en aplicar modelos micro
económicos, como los juegos de elección racional. Estas últimas metodologías fueron
usadas por enfoques neorrealistas y neoliberales que explicaban la actuación de los
estados en base a su consideración como actores racionales que buscaban maximizar
sus intereses económicos y de seguridad. (Buzan y Hansen; 2009; 129-135)
2.2 Post-guerra fría
Desde la década de los ochenta y sobre todo tras la caída del Muro de Berlín se
extiende dentro de la disciplina de Relaciones Internacionales un interés por la
epistemología constructivista. Algunos estudios constructivistas de importancia para la
disciplina de Relaciones Internacionales emergen desde los propios Estudios
Internacionales de Seguridad como por ejemplo la obra de Katzeinstein “The Culture of
National Security: Norms and Identity in World Politics”. A su vez la amenaza y la
seguridad se convertían en dos espacios de argumentación que demostraban la
promesa que encerraba el enfoque constructivista para la disciplina de Relaciones
Internacionales (Hopf; 1998).
El giro constructivista extiende a los Estudios Internacionales de Seguridad tres
intereses. Un primer interés fue ampliar su agenda de investigación y extender sus
estudios a otros sectores distintos al militar. Un segundo interés fue profundizar
teóricamente en el concepto de seguridad. Y un tercer interés fue el desplazamiento
que no superación del dilema de seguridad.
En concreto, distintas epistemologías recogidas bajo la etiqueta de Estudios Críticos
de Seguridad impulsaron el desplazamiento de un enfoque tradicional centrado en el
estado y el sector militar. Los Estudios Críticos de Seguridad proponían un desarrollo
teórico del concepto de seguridad vinculado a la extensión de su agenda a otros
sectores como el medio ambiente distinto a la centralidad dada al estado y al sector
militar. (Krause and Williams; 1997, Kolodziej; 1992). Ahora bien, esta ampliación de
la agenda de seguridad a sectores no tradicionales no estaba libre de problemas.
Académicamente preocupaba la construcción de la seguridad internacional como un
concepto laxo, poco riguroso, que podía abrazar una multiplicidad de cuestiones
internacionales. Y políticamente se criticó tratar cuestiones como, la economía o el
medio ambiente como problemas de seguridad en vez de abordarlos dentro de la
normalidad de las políticas cotidiana. La emergencia de unos Estudios Críticos de
Seguridad no supuso el final de los Estudios Estratégicos. Walt defendió un
renacimiento de los estudios tradicionales basándose en las nuevas amenazas
planteadas a las políticas exteriores de los estados (Walt; 1991). Mientras los Estudios
de Seguridad Críticos comenzaron a extenderse en diferentes centros europeos, los
Estudios Estratégicos mantuvieron su dominio en los centros estadounidense
(Waever, 2004).
La naturaleza de la lógica interna de seguridad adecuada a la urgencia, la
vulnerabilidad y la respuesta rápida no se cuestionó. Podemos decir que con la
postguerra fría se dio una “democratización” de la lógica seguridad porque diferentes
actores reivindicaron su uso en diferentes ámbitos internacionales. La emergencia del
concepto de seguridad humana aunque reivindicó desplazar al estado como máximo
referente de la seguridad en favor de la comunidad y el individuo mantuvo una lógica
de actuación basada en la vulnerabilidad y la urgencia. (PNUD, 1994) Al incorporar
asuntos como el medio ambiente o el VIH/sida a una agenda y un imaginario de
seguridad se demandaba tomar medidas urgentes para frenar el cambio climático o la
expansión del VIH/sida en África; lo que suponía fortalecer los recursos humanos y
financieros destinados a esos sectores. Stefan Elbe muestra cómo autoridades y
expertos internacional securitizaron el VIH/sida en la década de los noventa, es decir
lo transforman en un problema de seguridad a través de un proceso de comunicación,
un acto pre-formativo que presentó a una audiencia global la epidemia como un
problema de seguridad. La construcción del VIH/sida como un problema de seguridad
internacional no fue el resultado exclusivo de un conocimiento epidemiológico si no el
producto de relacionar éste con diferentes lenguajes; económicos, ciencia política o
desarrollo. (Elbe; 2009).
El ejemplo de la securitización del VIH/sida muestra; 1) cómo desde la guerra fría
actores distintos al estado instrumentalizan la lógica de seguridad para problematizar
ciertos ámbitos de las relaciones internacionales con el objetivo de aumentar la
atención y la toma de medidas sobre los mismos. 2) las características de la teoría de
la securitización como parte de los Estudios Críticos de Seguridad.
La teoría de la secrutización es un producto de la Escuela de Copenhague4, uno de los
institutos donde la investigación en seguridad tanto teórica como orientada a casos
empíricos más se ha desarrollado en Europa. No tan enfocados en los grandes
debates teóricos dentro de la disciplina de Relaciones Internacionales la investigación
de esta Escuela ha impulsado el desarrollo de nuevos conceptos para comprender las
dinámicas de seguridad en la Europa del final de la Guerra fría. (Huysmans, 1998b:
483–484). Como hemos señalado uno de sus conceptos centrales es la teoría de la
securitización que define la seguridad como un acto de habla. Al considerar la
seguridad como el resultado de un acto de lenguaje la Escuela de Copenhague
analiza cómo autoridades y expertos internacionales construyen un significado de
amenaza en diferentes sectores de seguridad. No todo puede ser presentado como
amenaza. Existe una lógica interna discursiva que permite la construcción de un
asunto como una amenaza internacional. Esta lógica interna se sustenta en la
autoridad de los expertos, el proceso de comunicación a través del que se explica la
existencia de la amenaza y la comprensión de la amenaza presentada por la sociedad.
(Wæver, 1995: 54; Buzan, Wæver & de Wilde, 1998).
2.3 Guerra Global Contra el Terrorismo
La guerra global contra el terrorismo, tras los atentados del 11-S, ha supuesto un
renovado interés académico por los Estudios Estratégicos de Seguridad, el concepto
de seguridad nacional, la defensa frente a nuevas amenazas externas y la posibilidad
de producir una meta-narrativa a imagen de la guerra fría en los EIS. /Buzan y
Hansen, 2009; 229).
La afirmación de Walker y Williams de que los EIS dinamizan la disciplina la
trasladamos ahora al encuentro entre distintos enfoques críticos de seguridad. La
relación establecida entre distintas Escuelas Críticas de Seguridad supone vincular
diferentes enfoques analíticos con los que problematizar distintos ámbitos de las
políticas internacionales y supera la división geográfica anterior entre Estados Unidos
y Europa. En concreto el dialogo vincula las posibilidades de la Escuela de
Copenhague, la Escuela de Aberystwyth y la Escuela de Paris. (C.A.S.E, 2006).
4 Bill McSweeney propuso este nombre en su artículo” Identity and Security: Buzan and the Copenhagen
Scholl”. Review of International Studies (22)1: 81-93. 1996.
Presentamos brevemente la dos últimas Escuelas para luego ver cómo el dialogo que
se establece entre ellas permite problematizar diferentes espacios de las relaciones
internacionales.
La Escuela de Aberystwyth se asocia a autores como Keith Krause, Michel Williams,
Ken Booth y Richard Wyn-Jones. Apropiándose de visione críticas marxistas como la
de Robert Cox y la Escuela de Frankfurt proponen el objetivo de abrir la agenda de
seguridad más allá del sector militar para crear nuevas agendas teóricas y debates
centrados en un proyecto de emancipación del individuo (Both, 2005). Es la
centralidad dada a la emancipación del individuo lo que diferencia la Escuela de
Aberystwyth de otros Estudios Críticos de Seguridad donde comparten espacio
enfoques postestructuralistas y realistas subalternos (Krause and Willimas, 1997). La
centralidad por un discurso normativo de emancipación ha acercado su trabajo a
enfoques amplios de la agenda de la seguridad humana (Thomas, 1999).
La escuela de París localiza su interés en la sociología política o la criminología, a
diferencia que las escuelas de Aberystwyth y Copenhague más localizadas en la
disciplina de Relaciones Internacionales. (Bigo, 2002, C.A.S.E, 2006). Su interés es el
estudio de los profesionales de seguridad, la racionalidad política encerrada en el acto
de incorporar un elemento a una agenda de seguridad y los efectos de las tecnologías
y los conocimientos de seguridad en la estructuración de las políticas europeas.
El encuentro entre los tres enfoques críticos que hemos repasado; Copenhague,
Aberystwyth y París tiende a la construcción de nuevos regímenes de enunciación, es
decir nuevas epistemologías que surgen del diálogo entre esas tres Escuelas. Tender
hacia la producción de un nuevo régimen de enunciación supone intentar hacer visible
lo que se intuye pero cuya existencia no es todavía conocida. En el caso de las
políticas de seguridad que atraviesan escenarios donde se produce el actual orden
global, problematizar supone investigar la producción de nuevas racionalidades de
gobierno.
Tres posibles diálogos abiertos entre estas tres Escuelas para problematizar las
racionalidades del gobierno de lo global son; las autoridades internacionales, la
excepcionalidad política, las trampas de seguridad. (C.A.S.E, 2006)
Un diálogo es el establecido entre la Escuela de Paris y la Escuela de Copenhague en
torno al estudio de la autoridad internacional. Las dos Escuelas muestran su atención
por el análisis de los expertos y las autoridades internacionales. El acto de securitizar
para la Escuela de Copenhague supone la atención a una lógica interna caracterizada
por el análisis discursivo de un acto lingüístico pre-formativo. Por su parte la Escuela
de París investiga las tecnologías políticas o los dispositivos concretos desplegados en
un sector de seguridad. A través de este análisis, la Escuela de París profundiza en el
estudio del tipo de racionalidad política que se esconde en esas tecnologías. Ambas
Escuelas comparten el interés por estudiar las relaciones que se establecen entre las
autoridades y los expertos en seguridad. La relación entre las dos Escuelas permite
estudiar sociológicamente la actuación de las autoridades internacionales como
resultado de la interacción de una lógica interna (acto pre-formativo) y una lógica
externa (racionalidades políticas).
Un segundo diálogo se abre al interés por el estudio de las autoridades de seguridad y
la excepcionalidad política. Las políticas globales de seguridad están estrechamente
relacionadas con la excepcionalidad política. La lógica interna de seguridad basada en
la vulnerabilidad, la emergencia y la respuesta rápida supone la posibilidad de generar
espacios de excepcionalidad política donde los derechos civiles quedan suspendidos.
La declaración de medidas de excepcionalidad es una posibilidad que emana de la
autoridad del estado. Pero también ante, epidemias, catástrofes o amenazas
terroristas el estado requiere de la colaboración de otros expertos o autoridades
internacionales. La extensión de los espacios de excepción reúne; a) nuevas
condiciones materiales de posibilidad para la reelaboración de un discurso normativo
centrado en la emancipación del individuo (Escuela de Aberystwyth); b) un interés por
analizar la excepcionalidad como una mentalidad de gobierno (Escuela de París); c)
un ámbito concreto para el estudio del trabajo de las autoridades internacionales
(Escuela de Copenhague).
El tercer dialogo entre estas tres Escuelas Críticas desplaza el dilema de seguridad y
fortalecer el estudios de lo que se denomina trampas de seguridad5 (C.A.S.E, 2006).
Las trampas de seguridad son los efectos no calculados o no previstos que emergen
al incorporar un asunto a la agenda de seguridad. Estas trampas surgen al romper las
formas normales de gestión política. Como hemos visto al incorporar un asunto a una
agenda y un imaginario de seguridad aumenta su atención y los recursos destinados
hacia ellas. Esto puede generar diferentes desequilibrios. Por ejemplos; la
comprensión del VIH/sida como un problema de seguridad ha supuesto un caudal de
fondos para luchar contra esta enfermedad que compite en terreno con los precarios
sistemas de salud africanos; al incorporar una asunto a la agenda de seguridad
aumenta la apreciación social de amenaza en vez de contribuir a incrementar la
5 Desplazar el dilema de seguridad de Herz no supone superarlo porque todavía sigue siendo un
elemento analítico de interés para la disciplina (Booth and Wheeler; 2008)
percepción de seguridad; la incorporación del cambo climático como problema de
seguridad condena al Sur a salir de ciertos modelos de crecimiento frente a los cuales
no hay modelos alternativos que encierren la misma promesa de desarrollo.
A modo de cierre
La guerra fría estableció un subdesarrollo teórico del concepto de seguridad
internacional y la importancia del dilema de seguridad. Los Estudios Estratégicos
relacionaron una lógica de seguridad basada en la vulnerabilidad y la urgencia a un
contexto centrado en la amenaza nuclear y la tensión entre bloques. El giro
constructivista y la caída del Muro de Berlín abrieron el uso de la lógica de seguridad
por actores diferentes al estado. Diferentes ámbitos de las relaciones internacionales
fueron securitizados para ganar en atención y recursos. Unos regímenes de
enunciación problematizaron ámbitos de las relaciones internacionales a través de la
expansión del concepto de seguridad humana o la securitización de espacios como el
medio ambiental. Ello impulsó el desarrollo teórico del concepto de seguridad y la
diferencia entre Estudios Tradicionales y Estudios Críticos. La Guerra Global contra el
Terrorismo ha subrayado por un lado la importancia dada a la seguridad nacional y por
otro la revisión crítica de los problemas asociados con el exceso de securitización. En
este periodo la relación entre diferentes Escuelas críticas tiende a superar la diferencia
entre los estudios anteriores para proponer un encuentro entre diferentes regímenes
de enunciación en los EIS. El dialogo entre esas epistemologías encierra tres
intereses. El primer interés es acercarse a la investigación académica de la seguridad
internacional con la idea de generar nuevos debates, conceptos y epistemología
dentro de la disciplina de Relaciones Internacionales. El segundo interés es constatar
que una importante crítica a la centralidad dada por la disciplina al estudio del estado y
del sector militar, tan habituales desde la post guerra fría, han surgido desde el interior
de los propios Estudios Internacionales de Seguridad. El tercer interés es reflexionar
sobre la naturaleza del avance de unos EIS. El desarrollo de unos Estudios
Internacionales de Seguridad ha supuesto relacionar unos regímenes de enunciación
con unos regímenes de visibilidad. Es decir diferentes epistemologías se han ido
desplegando en los EIS para problematizar diferentes ámbitos de la realidad
internacional. Problematizar estos campos supone investigar cómo se están
construyendo nuevas formas de racionalidad política. En concreto en este documento
hemos presentado tres ámbitos de problematización; las autoridades internacionales,
la excepcionalidad política, las trampas de seguridad. (C.A.S.E, 2006). Por último
presentamos tres puntos que surgen al relacionar esos ámbitos con nuestro interés
por explorar las herramientas que ofrecen los EIS para estudiar la actual crisis
económica.
1. La seguridad es un concepto en desarrollo que asume diferentes elementos
materiales, realidades sociales y procesos intersubjetivos. La relación establecida
entre esos elementos construye la crisis económica como un proceso social que
amenaza la seguridad de la población.
2. Un tipo de regímenes de enunciación o epistemología que desde los EIS aborde el
análisis de la crisis económica puede emerger del diálogo entre la Escuela de
Aberystwyth, la Escuela de París y la Escuela de Copenhague. Profundizar en sus
relaciones supone problematizar dos ámbitos e intentar hacer visible lo que se intuye
pero cuya existencia no es todavía conocida;
2.1 La relación entre las autoridades internacionales y la cesión del ejercicio de
soberanía nacional. El avance de una agenda de gobierno neoliberal reduce las
competencias del estado y amenaza la atención de distintas áreas sociales, laborales
y asistenciales de la población. El peligro emerge de gubernamentalizar al estado y la
sociedad dentro de un agenda de buen gobierno neoliberal. La transformación del
estado y la población en objetos de cálculo no es una originalidad histórica del
presente (Foucault, 2004). Lo que es original al momento actual emergería del estudio
de; a) la forma concreta que toma las relaciones entre las autoridades internacionales,
las autoridades nacionales y las necesidades de la población; b) la aceptación de las
autoridades nacionales de trasladar la decisión política a autoridades no nacionales
(internacionales u otros actores) que supone la construcción de un tipo de soberanía
nacional en negativo.
2.2 La desaparición de lo común supone rechazar que un gran número de políticas
dirigidas a la administración de las funciones sanitarias, laborales, educativas de la
población sean gestionadas por el estado. La multiplicación de ámbitos sociales
liberados a la ordenación de las fuerzas del mercado supone multiplicar los espacios
de excepcionalidad social por ejemplo; segregación médica en función de dolencias
padecidas u origen del asegurado, segregación escolar en función las capacidades
económicas para acceder a la educación, segregación laboral en función de la pérdida
de garantías laborales del trabajador a favor de la empresa o el contratante…La forma
en que la crisis económica afecta a la población supone; a) estudiar la naturaleza de
un tipo concreto de excepcionalidad que surge del despliegue de una agenda de buen
gobierno neoliberal; b) estudiar las posibilidades ético-normativas que surgen de
relacionar; la seguridad humana y los discursos críticos de emancipación en ámbitos
de excepcionalidad concretos (sanitario, educativo, laboral)
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El papel de la sociedad civil en la re
conceptualización de las Relaciones
Internacionales
Padilla Loayza, Marcia
Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra
3ras. Jornadas de Relaciones Internacionales
FLACSO | 25 y 26 de Octubre de 2012
Resumen
Desde los albores del siglo XXI se avizoró un cambio fundamental en la dinámica del
sistema internacional, tal cambio estuvo marcado por la transición de roles tanto de las
élites gubernamentales como de la sociedad civil, fenómeno que ocurre por algunas
prácticas que quedaron obsoletas en las funciones clásicas del Estado – justificadas -
en el marco de las teorías denominadas Racionalistas de las RRII (realismo,
liberalismo y las neo - neo), tales redefiniciones han sido estimuladas por el
empoderamiento de la sociedad civil reflejadas en la incidencia de éstas en la toma de
decisiones políticas, poniendo en manifiesto la vigencia de las teorías reflextivistas
propuestas por Jurgen Habermas o como el constructivismo social de Went.
(Proposiciones que hace menos de tres lustros eran tildadas de subjetivas).
Las demandas globales han cobrado importancia gracias a la transnacionalización de
la sociedad civil a través del establecimientos de ONG’s, Redes de Movimientos
indígenas y sociales, las redes sociales cibernéticas, son a través de estos
mecanismos que la sociedad civil ha logrado incluir temas determinantes en la agenda
internacional, promoviendo especial atención temáticas como desarrollo sostenible,
derechos humanos, interculturalidad y un largo etcétera de intereses colectivos,
asimismo estos mecanismos utilizados por la sociedad civil transnacional pone
evidencia la vulneración de las soberanías estatales ya que la élite gubernamental es
incapaz de establecer fronteras cibernéticas.
Ello hace que sea necesaria prestar atención a la reconfiguración de la nueva
estructura, que albergue en su seno la importancia central de la sociedad civil como tal
y que los traumas de las pasadas estructuras no intervengan en el proceso de
transformación y evolución de la sociedad civil.
Palabras/ conceptos claves:
Sociedad civil, redes sociales, redefinición de “soberanía”, movimientos sociales y
relaciones internacionales, toma de decisiones internacionales, democracia,
civilicracia, teorías reflextivistas.
El inicio del siglo XXI ha de ser rememorado como el hito de hitos de transición
temporal, social, política, comunicacional – léxica, entre otros, los avatares este siglo
han gestado transformaciones en todas las disciplinas y ámbito en el que desenvuelve
el ser humano, indudablemente estos avatares van acompañados casi
automáticamente con un reajuste estructural de todos los ámbitos afectados.
En lo que respecta a la disciplina de las relaciones internacionales no ha sido la
excepción, ya que ésta ha demandado y demanda actualización constante y
permanente puesto que lejos de ser una disciplina estática es totalmente dinámica,
mucho más a finales del siglo XX y en los albores del XXI cuando el escenario
requiere un replanteo y análisis axiológico, epistemológico y ontológico urgente en la
disciplina. Ciertos acontecimientos trascendentales aparentemente redefinirían desde
el concepto de sociedad civil hasta su función con diversas variantes y con ello se
desencadenaría una forzada reestructuración en la disciplina partiendo desde
consideraciones semánticas hasta las acciones, roles y funciones de actores en el
sistema internacional, las cuales que se irán desglosando a lo largo del presente
documento.
Claramente, el actual sistema internacional desprende connotaciones de cambios
radicales a los estudios y relaciones clásicas entre poderes y actores, ya que al
abordar la configuración de poder se deben destacar las transformaciones esenciales.
Soberanía….
Haciendo una retrospectiva, al escenario internacional tradicional, en éste era
elemental considerar ante todo, al actor principal por excelencia, el ESTADO y
lógicamente su característica principal, la SOBERANÍA. El primero, entendido como
un concepto definido por tres elementos: territorio, pueblo y poder (E. Arnoletto 2007 p.
31) y soberanía como «una determinación de restringir los imperativos de la
conciencia moral individual, anclados en creencias religiosas, y acordar, en cambio,
prioridad a los requerimientos de la coexistencia pacífica» dentro de un Estado
(Forsyth, 1992 p. 25) por tanto, el concepto tradicional de “soberanía estatal” está
compendiado a los grados limítrofes, que garantizaba el accionar de una élite política
gobernante sobre la población inmersa dentro de los límites establecidos, élite
gobernante responsable por la seguridad nacional que abarcaba desde los límites de
la nación hacia el centro.
Es bajo este concepto de soberanía estatal que se ensaña la justificación realista
fundamentando que la gran responsabilidad de seguridad que recae sobre la élite
gobernante es la que empuja a éstos a obedecer los preceptos de Nicolás Maquiavelo
quien en su libro El príncipe donde describe el perfil ”ideal” del gobernante que –entre
otros objetivos – esencialmente estaba inspirado hacia la enseñanza de cómo
mantener el poder, “guión” que fue bastante cuestionado ya a finales del siglo veinte
puesto que se lo cuestionó de perpetuar acciones troceas, ambiciosas y maliciosas
que justificaban la toma y control de poder de un pequeño grupo personas -la élite-
sobre el pueblo.
Un ejemplo claro de las prácticas bajo el esquema realista es el accionar de Estados
Unidos en la definición de su política exterior, impulsada a mantener, expandir y
conservar PODER pero ya no en un marco estatal, sino en el marco internacional.
En un entendido simple, se podría definir que la soberanía estatal ha sido la limitante
que impide que las relaciones internacionales alcancen un marco de ética y fiabilidad,
en donde la diplomacia más allá de ser un simple protocolo de buenos oficios sea una
muestra superficial de voluntad de relacionamiento estrecho entre Estados.
Para el entendido de la soberanía actual, Baruj Rubel hace un par de años, fue quien
publicó un artículo titulado: “La crisis del Estado: soberanía vs globalización”, en el
artículo sintetiza un poco la idea la crisis de la soberanía, del estado y la democracia:
“La crisis del estado, la crisis de la democracia (para algunos),
la crisis de la soberanía (para muchos). Del por qué se plantea
dicha crisis, pues no resulta muy difícil de explicar (…)
fenómenos han tomado un auge sin precedentes, el mercado a
sabido llevar de la mano, en sus portafolios, los valores, las
creencias, las costumbres, las culturas, de un país a otro,(…). La
soberanía Westfaliana y la legal internacional se han visto
violadas una y otra vez, y el hablar de soberanía en estos
momentos podría significar para algunos un chiste. Y si la
soberanía se ha visto boicoteada por consiguiente el estado
también, tal cuestión se ha generado por la mala práctica de las
soberanía.(..) Una frase del Libertador es muy ilustrativa al
respecto: “los Estados Unidos parecen destinados por la
providencia, para plagar la América de miserias a nombre de la
libertad” y fuera de cualquier contexto político, el ejemplo puede
ilustrar: los derechos humanos, los derechos a las minorías, por
nombrar a algunos, son herramientas de poder para violar la
autonomía de un estado, claro esta en nombre de la libertad.”
(Baruj Rubel: 2007)
Tal concepto clásico de soberanía se ha visto totalmente desgastado en
este siglo, no solo por la interpretación - en función a intereses – que le
dieron algunos Estados, sino por la interacción de las sociedad civil y su
accionar, tal apreciación se desarrollará mas adelante
¿Lo natural ?
Es muy común que algunos académicos en el campo de las relaciones
internacionales, para hacer más sencilla la comprensión del funcionamiento de éstas,
generalmente optan por recrear esta dinámica tomando a la biología como un
referente instrumental para comprender –por ejemplo- la naturaleza de la
configuración de poder: plebeyos y nobles como la relación entre los miembros del
cuerpo, los más importantes y los de servicio; otro ejemplo, los positivistas -
deterministas que aseguraban que la estructura del sistema internacional responde a
una situación de anarquía “natural”, por ende las sociedades estaban predestinadas al
sometimiento de tales leyes naturales.
A pesar del surgimiento del idealismo en la década de 1920, éste no cobra relevancia
sino hasta la década de los 60’ donde se da una tendencia a la cooperación -
posterior a la tragedia de la segunda guerra mundial- pero tal vigencia se ve
empañada por las tendencias de la época y los esquemas neoliberales que no son
más que un idealismo evolucionado, pasando así a la historia (el idealismo clásico)
como una teoría utópica que jamás podría haber sido efectiva, cosa que se llega a
contradecir en la actualidad cuando se rescata el fundamento idealista “pacifista”, ya
que en los estudios para la paz se evidencia que no puede haber un “utopismo”
cuando en realidad la teoría idealista –mal denominada por cierto- es la que responde
de manera extraordinaria a la REAL naturaleza humana, ya que el ser humano de
forma natural es un ser “sociable”, es decir que necesita de un entorno social para
poder desarrollarse, cultivarse, definir su identidad, que solo lo logrará si tiene un
entorno de seres semejantes con culturas o actividades diversas, el ser humano de
forma natural tiende a crear y no destruir, tiende a recomponer lo descompuesto, por
ende tiene una tendencia natural a concebir la paz como un medio y un fin.
Bien lo señalo Freire al denominar lo utópico para romper con ese mito de
INALCANSABILIDAD de la propuesta idealista:
“Lo utópico no es lo inalcanzable ni lo idealista, lo utópico es un proceso dialectico de
denunciar y anunciar; denunciar una estructura deshumanizante y anunciar una
estructura humanizante”
Lo que sucede en realidad, según analogía de Kant, es que los individuos poseen una
“oscura metafísica moral” porque es capaz de razonar y comparar LO QUE HACE y lo
que DEBERÍA O PODRÍA HACER, es así que ante la identificación de acciones
“retorcidas” se plantea un estudio o análisis de cómo se podría mejorar la acción o
cómo se la puede encaminar o normalizar el “retorcimiento” (E. Kant)
Rescatando la frase de Kant - la “insociable sociabilidad humana”, la insociabilidad
tendiente a la generación de conflictos entre los que viven en sociedad, la
predisposición al conflicto y la naturaleza ambiciosa de la sobrevivencia del más fuerte
y la opresión de éste sobre el más débil, es la exageración y el estereotipo que se le
ha asignado no es más que un “adoctrinamiento” ilógico de las enseñanzas realistas
que ha satanizado al conflicto herramienta de obtención o toma de poder y no así
como un evento positivo que puede fortalecer las relaciones humanas o corregir
anomalías sistémicas. (Martínez V. 2005 p.106)
En este contexto es necesario abordar el análisis de las relaciones internacionales a la
luz del estudio de la sociedad civil y su rol como actor en sistema internacional, pero,
¿cómo conceptualizar sociedad civil?
La sociedad civil ayer …
Por una cuestión metodológica, se partirá de la reflexión conceptual teórica del origen
de la noción de “sociedad civil” ya que esta conjugación léxica ha sido centro de
preocupación y especulación de varias disciplinas como la sociología, economía,
psicología, politología, filosofía, entre otros y su evolución semántica / teórica surge a
partir del rol de la misma –es decir a partir de su rol práctico- y no ha sido necesaria la
modificación literal o terminológica.
El término castellano de sociedad civil proviene del latín societas civilis, societas
describe cualquier sociedad o asociación de grupos o individuos, sociedad
ciudadana1.
La definición de sociedad civil inicia su complicación de su definición, al momento de
tratar de identificar si es la ciudad que determina al ciudadano o, es el ciudadano quien
hace el concepto de ciudad. Considerando únicamente la terminología literaria, es a
partir del concepto de ciudad el que le da la derivación al concepto de ciudadano, pero
si se considera la cronología histórica es a partir de la condición de ciudadano cuando
posteriormente surge el concepto de ciudad.
Las conocidas ciudades medievales fueron “suscitadas” por los monarcas cuando
éstos a fin de tener más recursos humanos, promovían los asentamientos de las
colectividades en su territorio determinado, ello genera una dinámica de servidumbre
a aquella tierra que les proveía de alimento, además el monarca dotaba a la
colectividad de <<libertad>> entendida ésta a la mera autorización a la actividad
comercial característico de la agrupación asentada en dicho territorio monarca2, con el
discurso de ‘libertad’ lo más lógico que podría ocurrir en esta dinámica es que aquellas
colectividades por naturaleza seminómadas, se volvieran sedentarias a fin de “gozar”
de la condición de “libertad” y la posibilidad de proveerse de sus propios bienes
materiales o propiedad privada. Cabe recalcar que la condición de libertad estaba
totalmente ligada a la pertenencia de un territorio específico, es decir a una ciudad.
Los nobles, a fin de no desprestigiar su linaje conservando “servidumbre” transfirieron
a la gleba 3 el título de propiedad de los ciudadanos, es decir es la tierra la que tiene
derechos sobre los individuos, por ello éstos le rendían culto a su tierra amurallándola,
creando dioses, o estatuas a quien rendir culto en honor a su dueño/a…la tierra.
Al presente, el concepto de ciudadano, ya no se limita a la ciudad a la que se
pertenece, sino que el concepto de ciudad evolucionó a la concepción de Estado.
La situación de evolución, Aristóteles la atribuiría a un evento natural, este pensador
consideraba que el individuo en su estado natural, nace perteneciendo a una sociedad
natural que es su familia, esta es una sociedad imperfecta ya que no cuenta con una
autosuficiencia económica y su organización es precaria ya que se nace en una
1 Pavón D, Sabucedo JM, el concepto de sociedad civil: breve historia de su elaboración teórica,
Araucaria. Revista Iberonamericana de Folosofía, política y humanidades, N 21, sem I - 2009 2 http://www.elalmanaque.com/marnal/ciudad/ciudad.htm
3 Tierra que cultivaban
estructura de jerarquía natural sin considerar capacidades o potencialidades de
quienes deberían tener mayor jerarquía, ante esta estructura predestinada, la
naturaleza humana empujada por la racionalidad provoca que el individuo genere una
tendencia a convertirse en un ser político así es que el individuo tiene la posibilidad de
formar parte de una sociedad perfectamente evolucionada y eso significa un progreso,
desde esa sociedad imperfecta –la familiar- a otra con autosuficiencia económica y
con una organización mucho mas estructurada jerárquicamente, escalonada según
capacidades y cualidades sobresalientes. La pertenencia a la sociedad política es
voluntaria. El mismo Aristóteles considera que el ser humano - considera para si
mismo- que debe ser un ser político o ciudadano, no solo un animal social.
Ante el optimismo de Aristóteles, Rouseau se atreve a cuestionar la condición de ser
civil; Rouseau, más pesimista, atribuye las problemáticas “evolucionadas” y la
multiplicación de conflictos justamente a la “invención de la condición de los civiles”, ya
que considera que la aspiraciones de los individuos para alcanzar un estatus civile es
lo que provoca su ambición por la adquisición de propiedad privada, el concepto de
ciudadano lamentablemente, por la historia que lo caracteriza, está ligado
profundamente a la noción de propiedad privada. Si no hubiese existido la grandiosa
idea que generar la <<condición de ciudadano>>, se hubiese evitado la avidez del
monopolio de bienes que pueden además ser entendidos como el control de los
recursos naturales.
Pese a la percepción negativa de Rosuseau, hay que destacar que ésta sociedad civil,
es en realidad la condición primordial para la existencia de un Estado de derecho en el
sistema democrático, ya que marca el límite entre la sociedad política o élite política y
la sociedad no política o no gobernante, en realidad es la sociedad civil que es capaz -
a fin de salir de un estado de anarquía - de cerrar un “pacto social”, es la sociedad civil
el grupo de personas que determina y decide vivir en un estado de derecho, es la
sociedad civil quien hace que la élite o sociedad política tenga razón de ser, es la
sociedad civil la que legitima las acciones de un Estado, la sociedad civil conformada
por individuos arduos del bienestar colectivo o común.
<<la sociedad civil es un concepto que pertenece especialmente al
contexto de la ciencia política y refiere a todos aquellos individuos
con el título de ciudadano de una sociedad determinada que actúan
de manera colectiva, con el objetivo de tomar decisiones en lo
concerniente al ámbito público, por fuera de cualquier tipo de
estructura gubernamental. Según los agudos observadores de la
realidad social y política, sin la existencia de este tipo de sociedad
sería prácticamente inviable la forma de gobierno democrático, la
sociedad civil es inherente e indispensable para que haya y se
mantenga la democracia>> (F. Ucha 2008)
Este concepto aglutina el pasado desde los orígenes de la sociedad, y además lo que
vendría a convertirse en un pasado inmediato de lo que ES la sociedad civil del siglo
XXI.
La sociedad civil hoy
A pesar de estas aseveraciones, las sociedades han demostrado no pertenecer a
estructuras inmutables, y estas “leyes naturales” se pueden lograr modificar tal como
ha ocurrido en el desarrollo y evolución e incluso transformación de la sociedad en el
escenario internacional.
La sociedad actual –partícipe del escenario internacional-, ha logrado poco a poco
recuperar el que habría sido su rol dentro del pacto social, en donde se comprometía
voluntariamente a vivir dentro de las voluntades tomadas en la esfera gobernante a
cambio de que se garantizara el goce de seguridad en toda la extensión de su
significado, tal compromiso de garantía –por la élite gobernante- se fue degradando;
esto se palpa claramente en Latinoamérica, en la época del populismo, totalitarismo,
conservadurismo y el pleno auge de los partidos políticos tradicionales, provocó una
sociedad civil desatendida, y en lo que respecta a su papel en la toma de decisiones
estatales, éste se vio involucionado a tal grado que la élite gobernante emanaba
disposiciones nocivas a la sociedad, con el único objetivo de llegar a un poder
perenne, olvidando su objetivo primordial: el servicio a la sociedad civil en general.
Las colectividades en general han logrado un indudable progreso gracias a la sociedad
civil organizada ya que hoy por hoy se puede evidenciar que son las agrupaciones
sociales institucionalizadas las que se comprometen con el logro de las aspiraciones
colectivas éticas, solidarias y planetarias, compromisos que -tal vez- están lejos de las
preocupaciones de las élites políticas gobernantes.
Es la sociedad civil organizada a través de fundaciones u organizaciones no
gubernamentales quienes inclusive –por la presión y por la percepción que pueden
crear en la comunidad internacional- llegan a desestabilizar gobiernos o por lo menos
generar un dilema moral. Un claro ejemplo es el rol de Amnistía internacional,
fundación que ha cobrado tal importancia como actor en la arena internacional que no
se puede ser capaz de cuestionar la posesión de poder con el que ahora cuenta, no
necesariamente el poder debe tener capacidad coercitiva, lo que ahora otorga poder
sobre todo, es la legitimidad.
Alfred Weber (1953) inicia un libro característico afín a esta idea de evolución
constante de la sociedad: «Wir haben Abschied zu nehmen von der bisherigen
Geschichte» que significa ”hemos de despedirnos de la historia tal y como ha sido
hasta nuestros días” expresa este, lógicamente Weber advierte un cambio radical tal
vez el de la transición del particularismo al universalismo, post 2da guerra mundial no
había remotamente ninguna idea de la posible magnitud de los efectos «noosféricos4»,
pues en ese momento los nacionalismos estaban a “flor de piel” en el panorama
mundial pero la noción de ESTADO estaba iniciando el proceso transición para ser
transformada ya que post segunda guerra, se advierte el mayor brote de procesos
integracionistas particularmente en latinoamericana.
Esta situación no fue distinta en el campo intercontinental, ya que los países europeos
yuxtapuestos, tuvieron una acción emprendedora muy significativa, ya que el drama de
la devastadora experiencia bélica de mitad de siglo, conllevó a la creación de la
Comunidad europea del Carbón y el Acero – CECA- y el Euratom que poco a poco
evolucionaría a la actual Unión Europea sólida con 27 países miembros.
En este sentido además se puede afirmar que hubo una cuasi voluntad de los países
hegemónicos hacia una descolonización parcial, cuasi porque solo abarcó la
descolonización territorial, más se advirtió la neo colonización se transfirió al ámbito
económico. Aunque al respecto el 261 papa de la iglesia católica Juan XXIII en la
encíclica Pacem in Terris, con perspectiva de futuro señaló, «todos los pueblos se han
constituido o están en trance de constituirse en comunidades políticas
independientes», y que «los seres humanos en todos los países y continentes son
ciudadanos de un Estado autónomo e independiente o están en vías de serlo», puesto
que a nadie le gusta ser sujeto de poderes políticos procedentes de fuera de la
comunidad o grupo étnico al que pertenece. Antonio Truyol (2001), su perspectiva del
futuro no fue fallida, solo que se podría interpretar cuando menciona que a NADIE le
gusta ser sujeto de poderes políticos ajenos a su realidad, en ese contexto obviamente
4 Fase de la evolución de la cognición humana universal capaz crear conciencia universal”
se refería a las unidades estatales, pero si nos quedamos con esa analogía se podría
interpretar como una lectura de las sociedades del siglo XXI.
Transformaciones, mutaciones, evoluciones….
Consecuente con estas manifestaciones de Juan XXIII, se avizora una transformación
estructural, porque la idea de ser gobernados por sujetos políticos extranjeros, o
gobernados por leyes o normas que no se adaptan a las realidades ni respetan las
identidades de los pueblos, van a tender a ser readaptadas, o ajustadas a las
demandas sociales, y a partir de ello solucionar las contrariedades internas, para en
un futuro abordar la convivencia en una sociedad interconectada.
Por si fuera poco, en la transición temporal del siglo XX al XXI, hay que destacar que
el desarrollo tecnológico impulsó a generar redes a la sociedades en todo el planeta, el
impulso del internet simplificó, de manera significativa, los tiempos para comunicarse,
las sociedades en general experimentaron el desarrollo de las comunicaciones
inmediatas, es decir, tanto las sociedad civil organizada como la no organizada podía
tener un nexo y conocer de manera instantánea las demandas, aspiraciones,
preocupaciones de las sociedades al otro lado del mundo. Estas redes de
comunicación instantánea otorgaron una dosis de PODER a la sociedad para
denunciar maldades o demandar atención de sus gobernantes.
De la sociedad tradicional ensimismada y pasiva, pasó a la historia, antes la única
manera de ejercer participación en la toma de decisiones gubernamentales era a
través de los partidos políticos pero ahora se cuenta con la posibilidad de hacerlo
mediante el internet, ya que éste se brinda como una herramientas adecuada para
generar protestas, solidaridad, acciones conjuntas, etc. A través del internet, se puede
ser miembro de una comunidad, Organización no gubernamental, Movimiento Social
mediante la red; se pueden organizar coaliciones, promoción de cultural, defensa de la
identidad de las personas gracias a la Red, en sí, se pueden las sociedades ahora
están dotadas para organizar miedos (en el peor de los casos), pero sobre todo
esperanzas.
El uso de las TIC (tecnología de la información y comunicación), han estrechado al
mundo, ciertamente, las sociedades se han unido con características emancipadoras
post modernas.
Esta nueva forma de libertad que se ha dado gracias a la red de los internautas, es
una situación no convencional que deben enfrentar los gobiernos actuales. En
Latinoamérica en particular ha predominado la reivindicación social, como se
manifestó un par de párrafos atrás al citar al Juan XXIII.
En el caso particular de Bolivia, se podría citar a su gobernante actual, el Presidente
Evo Morales Ayma, que en a inicios del presente siglo, formaba parte de los
movimientos sociales que demandaban un mínimo de atención a un gobierno
tradicional, pedían en pos de sus necesidades básicas materiales y subjetivas, como
el reconocimiento de sus identidades, estos movimientos fueron quienes quebrantaron
al gobierno de Goni Sanchez y posicionaron a un representante de su colectividad,
rompiendo con todos los esquemas usuales del gobernante. Al margen de evaluar la
gestión del presidente del Estado plurinacional de Bolivia, es destacable la acción
colectiva tanto de los indígenas, como de los cocaleros en pro de la reivindicación de
sus derechos colectivos.
A pesar de haber señalado el ejemplo como un caso particular, éste no está ajeno a
una corriente en el campo internacional, la “cultura” es un tema que se ha puesto
“muy de moda” en estos tiempos, su concepto se relaciona de manera automática con
la noción de “pueblo” que aglomera desde prácticas cotidianas tradicionales hasta
identidad y cosmovisión. Todos estos elementos configuradores de la cultura forma un
red de multiculturalidad, esta cuestión multicultural ha sido centro de mayor atención
de la comunidad internacional recién a finales del siglo XX, al momento de evaluar y
juzgar las políticas gubernamentales de reconocimiento cultural a través de todas sus
estructuras y el impulso a normas que precautelen los derechos de estos grupos
sociales: comunidades étnicas, lingüísticas y religiosas.
Ejemplos de Estados multiculturales que se vieron obligados a realizar ajustes
estructurales mediante la modificación de sus constituciones, en función al
reconocimiento de su interculturalidad, se pueden citar a: Bélgica, que ajusta su
constitución en 1993, Canadá, lo hace en 1982, Sudáfrica en 1996, Suiza en el año
2000 5, Bolivia en el año 2009, entre otros.
Pero la transnacionalización de la sociedad civil, puede ir más allá de las simples
modificaciones constitucionales, o de la facilidad comunicacional entre organizaciones
5 Fernandez Ivanna, Países Multiculturales: análisis constitucional comparado, 1ra ed. : plural editores, La
Paz Bolivia 2006
o instituciones de la sociedad civil organizada, China, por ejemplo es un país que ha
tenido grandes problemas por el auge de la interconexión y transnacionalización de las
sociedades, el gobierno chino ha identificado al internet y su alcance como una
amenaza de la cultura occidental a permeabilizar tanto su cultura tradicional como su
régimen gubernamental comunista, pero a la vez no tiene otra alternativa que
adherirse a esta nueva corriente de las TIC’s ya que si no lo hace perdería grandes
oportunidades comerciales y definitivamente el comercio es el sostén económico de
todos los países. Esto implica que la élite gobernante de China tiene que replantear
su rol, sus controles, sus políticas internas, etc ante los avatares del nuevo siglo.
Ya este país asiático atravesó por un dolor de cabeza con el terremoto de Sichuan,
donde más de medio millón de “blogueros” se ocuparon de denunciar la tragedia del
terremoto y la evidencia que quedó respecto a las construcciones, los edificios
estatales no colapsaron mientras la mayoría de las escuelas quedaron convertidas en
escombros dejando entre estos a miles de niños desaparecidos.6 En este caso al
gobierno chino no se le presentó una amenaza extranjera, sino que fue testigo de la
debilidad que representaba la gobernabilidad, la vulneración había sigo endógena, se
utilizaron las redes sociales internas como herramienta de protesta.
En este sentido, lo antiguo se torna redundante, las sociedades del todo el globo
terráqueo, sin distinguir raza, cultura no estrato social parecen estar predestinadas a
este avatar del siglo XXI, bien lo mencionó Al Gore, “estamos viendo el surgimiento de
una nueva conciencia política(…) conciencia política que surge en la red”
Esto ha preocupado a los estadistas de los países mas poderosos, en mayo del 2011
un diario titulaba: <<Los países más poderosos de la tierra han decidido meter el
ecosistema digital de internet a la hora de ruta económica mundial>>, con la propuesta
de Sarkozy “la cumbre digital o E- G8” se logró llevar adelante. Esta determinación,
antes que ser una oportunidad económica, puede ser que sido una consideración
necesaria para la reestructuración gubernamental transversal puesto que el escenario
internacional estaba quedando vulnerado ante los cambios del nuevo siglo.
Este intento desesperado de controlar la red, no modifica la realidad, que trae una
noción de Estado erosionada, noción que lógicamente liga además la erosión del
concepto de soberanía.
6 Wobi: virtual revolution
Lo contradictorio en esta situación es que, a nivel interno los Estados no habían
generado políticas que acompañen el proceso de transición en la evolución de la
estructura social gracias al internet, pero ya a nivel Organismos Internacionales la
redefinición del Soberanía había sido contemplada dentro de su evolución, es decir,
las Naciones Unidas(NNUU) justifica de legal y legítima las intervenciones en los
Estados que vulneren los derechos humanos de sus ciudadanos, ya que en
retrospectiva los gobernantes gozan de autoridad sobre una población en un
determinado territorio gracias a que esta misma población acordó ceder parte de su
soberanía (manifestada con el voto democrático) a cambio de seguridad; en este
sentido las NNUU, argumenta que dentro de sus mecanismos de paz, puede
considerar intervenir un Estado aunque éste no solicite ni autorice la misma, si es que
los derechos de los ciudadanos de éste Estado han sido vulnerados, por ende, en este
caso dentro de lo que es el derecho internacional no se estaría violentando ninguna
norma ni regla, ya que en todo caso aquel gobierno que vulnera e incumple con su
parte del pacto social provoca que la sociedad retome la “parte de soberanía que le
había asignado a su gobernante”, entonces, en este caso la soberanía es netamente
del ciudadano y ya no tiene validez la autoridad del gobernante que incumplió su
compromiso.
La diferencia es muy clara cuando se analizan a los movimientos sociales tradicionales
que limitaban su demanda a un escenario específico definido por las fronteras
territoriales, a diferencia de los Nuevos Movimientos Sociales, éstos generan una
desinstalación de tales fronteras territoriales transgrediendo el concepto clásico de
soberanía a través de las redes virtuales que permeabilizan todo tipo de seguridad
fronteriza, el ciberactivismo trasciende redes físicas, y crea un nuevo prototipo de lo
entendido como territorialidad: el espacio virtual en donde la disposición del mismo
está determinado por las demandas o aspiraciones solidarias, y/o simbólicas
determinadas por una correlación entre los miembros de la red virtual, las sociedades
aspiran a redibujar el mapa del mundo, los sistemas de creencia se refuerzan
instantáneamente, el internet reemplaza los límites de un país, la web colapsa
distancias, vulnera fronteras y permeabiliza la tradicional “seguridad nacional”.
Como en el caso de China, citado anteriormente y como en los siguientes casos
expuestos a continuación. Proyección probabilística…. una sociedad cosmopolita.
Los usuarios del facebook llegan a ser alrededor de 350 millones, siguiendo los datos
generales, si el facebook fuese una ciudad o país, facebook sería el 3er país mas
poblado del mundo, y sus cifras tienen a seguir creciendo.
Hay quienes acusan a las redes de ser herramientas de homogenización cultural que
tiene por objeto reducir identidades…esto podría identificarse más que como una
amenaza como un desafío para las sociedades actuales
Considerando las amenazas de las Tics y el papel que juegan para la amalgamación
de las diferentes sociedades del planeta, la comunicación instantánea y la interacción
de las sociedades, pueden sabotear las labores positivas de la red de
telecomunicaciones del siglo XXI. Por ejemplo Estonia, un país de la Europa del este,
se vio totalmente expuesto a demandas de un grupo de insurgentes Rusos, habiendo
llegado a alcanzar el 97% en interconexión local, siendo reconocido como uno de los
países mas conectados de Europa , en el año 2007 las entidades financieras en
primera instancia, son el blanco rehén de un sector ruso que sintió afectada su
identidad cuando estaban considerando mover el monumento del centro de Tallin,
símbolo de la resistencia soviética contra el nazismo, esto conlleva a un ciberataque ,
logran tomar control incluso de los computadores particulares, y las instituciones
gubernamentales, Estonia no tenía otras alternativas que rendirse de rodillas, para
poder seguir dándole funcionalidad a su nación ya que se desconectó a Estonia del
mundo, lo peor es que los ciber guerreros que generan todo este caos no tenían un
lugar fijo donde buscarlos, no se identifica el punto de partida de estos grupos.
"Sabemos que un ataque a un puerto o a un aeropuerto es un acto de guerra, pero no
hay nada sobre ataques con ordenadores", fue lo que dijo un portavoz del Ministerio
de Defensa de Estonia.
El artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) establece que un ataque armado
contra uno o varios aliados, en Europa o en América del Norte, será considerado como
un ataque dirigido contra todos, pero con este acontecimiento sale a la luz que los
conflictos armados prácticamente están pasando paulatinamente a la obsolescencia y
se requieren de nuevas estructuras ante las problemáticas insurgentes del presente
siglo, donde no se puede calificar de un conflicto internacional cuando los actores de la
élite política no están involucrados directamente y son las sociedades las que tomas
acciones de gran magnitud.
La revolución virtual, más allá de generar una mutación en las relaciones
internacionales, tiene muchos otros alcances, como por ejemplo la homogenización
comunicativas, sin diferencias idiomas, ahora gracias al boom del las redes sociales
virtuales, se crean nuevos silogismo, nuevos códigos de comunicación:
<< Xd, M nknta Comunikrm c/tigo,Xq m a c = q a vos , i l u, t k m, no xist
f®onter@s % N°T®°S l ☼ d la in-T-gr@ción c sien t !! it’s + o +? > D4L3 M3 6u574 S!
L06R4573 L33R
Traducción: Súper, me encanta comunicarme contigo porque me hace feliz igual que
vos “i love you” , te quiero mucho, no existe frontera entre nosotros, el calor de la
integración se siente!! Dale me gusta si lograste leer.
Esto ha aportado a la integración mundial, indistintamente de las toma de decisiones
políticas, basta con leer la siguiente nota sacada de una revista chilena 7:
<<Pop coreano a la vista: La invasión de bandas asiáticas sumó un
nuevo escalón en Chile la semana pasada. El K-pop, o pop coreano,
cruzó todas las fronteras internacionales, incluso logrando un botón en
YouTube y clips con millones de visitas como el de las 2NE1, antes de
extender hasta Santiago su plaga de seguidores (…) JYJ fueron parte
de la mundialmente reconocida ex agrupación Dong Bang Shin Ki
(동방신기) o TVXQ, quienes llevaron el movimiento K-pop a niveles
inimaginables, y son considerados hasta hoy como la banda masculina
que más ha vendido en toda Asia. (…) en el 2010 se asociaron con los
productores estadounidenses Kanye West y Rodney Jerkins para
grabar su álbum debut “The Beginning” (…)Ya sabíamos algo sobre el
K-pop cuando a través de redes sociales los fans de todo
Latinoamérica se reunían para pedir a la banda Super Junior para
la última edición del Festival de Viña del Mar, logrando más de 15.000
votos, y superando a artistas con el ruido mediático de Justin Bieber o
Lady GaGa. - Antes y durante el concierto - (…)Flameaban banderas
de Brasil, Argentina y España entre otros, e incluso había fans
traídos directo desde Corea y Japón. (…) –eran un espectáculo las
7 http://www.paniko.cl/2012/03/pop-coreano-a-la-vista/
expresiones de las fans - poleras oficiales (…)y carteles en perfecto
coreano>>
En este caso, las relaciones a nivel, élite gobernante entre Chile y Corea del sur (lugar
de origen del grupo JyJ) son muy buenas ya que ambos países cuentan con
relaciones comerciales bilaterales muy sólidas, a nivel Latinoamérica Corea del Sur,
políticamente, ha tenido un importante acercamiento en los últimos 10 años, ya que
corea del sur, planea disminuir su fuerte dependencia hacía los recursos naturales que
tiene con medio oriente, pero esto seguramente es lo último que evaluarían las fans de
JyJ para solicitar un concierto de la esta banda.
Así como estos, se pueden citar otros ejemplos donde las sociedades incitan a la
integración intercultural obviando las tensiones políticas dadas entre sus gobiernos, en
los festivales de Hip Hop, según el documental presentado por WOBY8, en las
entrevistas a los asistentes ellos aseguraban que este tipo de música y baile los
redimía como una comunidad, su nuevo idioma se traduce a sus similitudes de
hobbies, ya que conviven varios días desconociendo el idioma de sus compañeros,
pero eso no implica que no puedan comunicarse.
Estos acontecimientos confieren indicios -definitivamente- del inicio hacia una
sociedad cosmopolita global, la expansión de la sociedad internacional. Esta sociedad
con aspiraciones de integración y solidaridad planetaria es totalmente confirmada por
cambios estructurales trascendentales. La sociedad civil pasó de tener un papel
secundario a ser el actor principal -o por lo menos se perfila a serlo- en el actual
sistema internacional y por cierto, es menester analizar que el concepto de sistema
internacional ya que el mismo abarca en esencia una connotación de acción e
interacción de actores y poderes, dichos actores al no ser meramente Estatales
redefinen el concepto de internacional (entre naciones) a mundial (abarca la totalidad
de actores).
Apoyados en esta noción, surgen a finales del siglo XX las teorías que responden
categóricamente a las nuevas tendencias, las teorías conocidas como reflextivistas,
teorías que fueron tildadas de subjetivas y poco probables para abordar lo que eran
las relaciones internacionales, teorías que sugieren una reconfiguración en la dinámica
8 Woby: Festivales de hip hop
del sistema internacional, a partir de la revalorización de esa tan mencionada
“sociedad civil”.
Estas categorización de las teorías reflextivistas, tienen el común denominador de
cuestionar axiológica, epistemológica y ontológicamente a las teorías racionalistas a
quienes se las adjetiva de objetivistas, deterministas, positivistas, estructuralistas y
justificadoras y perpetuadoras de “verdades falsas” o “verdades a medias”, otra de las
características sobresalientes de las teorías reflextivistas es que centran su atención
en la composición de las sociedades y reflexionan sobre el papel fundamental de éstas
para la evolución y desarrollo de la humanidad y/o de su estructura organizativa, el
secreto de la emancipación real está en las sociedades quienes obtendrán una
fórmula endógena para encontrar las “verdades ocultas”
Waltz, señalaba que existe una parcialidad o arbitrariedad de las distintas posturas
teóricas al momento de hablar de la subjetividad, indistintamente de ser reflextivista o
racionalista el centro u objeto central para cada una de las teorías está delimitada por
el “interés cognitivo”
Los post modernistas, atribuirían los males contemporáneos al imaginario colectivo
pesimista que heredó la sociedad al ser víctima del adoctrinamiento de los
“poderosos”, fundamento queda un tanto opacado tras el análisis de la situación actual
de las sociedades latinoamericanas que a finales del siglo XX y ya en los albores del
siglo XXI se han visto organizada, dispuestas a romper esquemas y estructuras que,
hace 50 años se considerarían inmutables, tal estructura comprendía una jerarquía de
clases sociales, la “eterna aspiración” de lograr reconocimiento de identidades,
sometimiento cultural y un largo etcétera de insatisfacciones colectivas que llevaron a
la sociedad a agruparse sistemáticamente en función a sus demandas, no es
casualidad el surgimiento de movimientos etnonacionalistas en Venezuela, Ecuador,
Bolivia y Perú, es decir no es casualidad que los movimientos indígenas y campesinos
se hayan organizado y hayan logrado una normativa para sus pueblos manifestada en
la declaración de naciones unidas sobre los derechos de las poblaciones indígenas, en
su preámbulo señala “(..) los pueblos indígenas, contribuyen a la diversidad y riqueza
de las civilizaciones y culturas que constituyen el patrimonio común de la humanidad”
, quedando con esto sentado la visión a largo plazo de una sociedad cosmopolita.
Éstos tienen derechos colectivos e individuales que en muchos casos ha sido
controversial el hecho de asumir acciones por ejemplo si en situaciones específicas se
debe considerar los derechos de los pueblos o si se adscriben a lo instaurado por la
constitución del estado donde se alojan y éste es un tema muy amplio para debatir
entre lo legal y lo legítimo.
No es casualidad que las universidades a nivel regional se hayan organizado
formando un red institucional denominada la Organización Universitaria
Interamericana (OUI), centrada en la preocupación de la educación dispareja en el
continente americano, problemática identificada por el intercambio permanente y la
migración de estudiantes a las distintas instituciones;
A nivel gobiernos locales, un claro ejemplo es la red de municipios del MERCOSUR,
alcaldes, intendentes y prefectos de la región que - al margen de los procesos de
integración internacional- se ven en la obligación de idear la red denominada
MERCOCIUDADES ya que la interacción natural entre los ciudadanos de cada una de
estas ciudades distribuían las experiencias de sus gobiernos de manera informal a fin
de beneficiar a las sociedades en general; asimismo en esta misma línea se puede
destacar la red de diplomacia ciudadana Sister Cities international, promueve la
inclusión de las minorías étnicas, raciales, personas con discapacidad, jóvenes,
mujeres y personas de diversidad socioeconómica en todas las actividades de las
ciudades hermanas a fin de garantizar el desarrollo global, ésta red está conformados
por funcionarios gubernamentales y voluntarios de la sociedad civil que responden a
una demanda de mejora de la calidad de vida global y no centrado en una mejora
local.
Indiscutiblemente, en todos los ámbito la sociedad ha habido una clara tendencia a
agruparse bajo una orientación cosmopolita dándole así un universalismo a las
problemáticas generales, esta orientación cosmopolita comprendida como Chris Brown
lo mencionaría bajo una perspectiva normativa de las relaciones internacionales en
donde se tiene una visión integral del ser humano como actor en una palestra única
llamada mundo, en donde realmente el concepto de soberanía clásico deja de cobrar
importancia y las fronteras soberanas están en función a las fronteras sociales que
lógicamente no ha trazado dichos límites.
Algunos fundamentos teóricos
Citando a Jürgen Habermas, uno de los máximos exponentes de la teoría crítica de
las relaciones internacionales, éste plantea que la sociedad civil tiene mecanismos
determinantes en las Relaciones Internacionales: el primero, la configuración de
instituciones quienes respaldan la libre asociación de los ciudadanos garantizando sus
derechos individuales, políticos y sociales de los ciudadanos; el segundo mecanismo
determinante son los movimientos sociales endógenos en cada región quienes con
indicios emancipatorios, regularmente sugieren nuevos principios y valores que
responden a una realidad social, son quienes luchan o defienden aquellos derechos
sociales vulnerados. Así, la sociedad civil se convierte en el principal sujeto articulador
del bienestar del Estado contemporáneo y en un elemento activo, transformador,
constituido por los nuevos movimientos sociales. Aunque Riechmann atribuye la
multiplicación de los Nuevos Movimientos Sociales, más que como una voluntad
emancipatoria, como una necesidad de supervivencia ya que las aspiraciones post
modernas están en función de la conservación del ser humano, por ejemplo, las
demandas ambientales, pacifistas, reivindicacionistas, todas son aspiraciones para
evitar que la raza humana perezca, de hecho los nuevos movimientos sociales pueden
ser tildados de irracionales porque sus pretensiones alcanzan demandas subjetivas
que estarían totalmente en contra que lo que es el positivismo, materialismo o
mercantilismo, como Ferguson planteaba la idea de felicidad total, al logro de las
colectividades de satisfacer tanto necesidades materiales como subjetivas con el del
reconocimiento de las identidades culturales, la igualdad de género, o la lucha por el
respeto al medio ambiente, estas demandan están lejos de insatisfacciones
meramente materiales.
En referencia a la evolución, el Ruso, Vladimir Ivanovich, como parte del movimiento
filosófico del cosmismo Ruso, elaboró la teoría de la noosfera (o evolución de la
cognición humana universal capaz de generar la transmutación de elementos) que
viene siendo la tercera fase del desarrollo de la tierra, después de la geósfera
(evolución geológica, materia inanimada) y la biósfera ( evolución biológica, vida
biológica). Pero es Pierre Teilhard quien desarrolla mas este concepto de noosfera y la
conceptualización cognitiva determinada por Ivanovich, Teilhard agrega el concepto de
“conciencia universal” conducida por la humanidad, la noosfera vendría siendo el
estrado que conduce la energía liberada en el acto del pensamiento.
¿Es acaso el siglo XXI, el momento en que la noosfera cobra mayor impacto en las
“estructuras inmutables” promovida por los positivistas?, parafraseando a Jaques
Dérrida: no sólo las estructuras, sino los conceptos que se crearon a fin de crear
paradigmas impávidos para dentar ideas supuestamente “racionales y objetivistas”, el
hecho de hacer mención de la “tansnacionalización del a sociedad civil” deja sentado,
o hace referencia a la primacía inicial del ESTADO- NACIÓN y secunda el papel de la
sociedad civil ya que la palabra “transnacional”, lleva consigo la referencia
fundamental de lo NACIONAL.
Cayendo en la incitación evolucionista y por la motivación “noosférica natural’9 que
mueve al ser humano, no obstante se debe reconocer que esta evolución estuvo
acompañada por factores tales como la revolución virtual o tecnológica occidental que
tuvo alcance global, el estrechamiento total de las sociedades en el mundo gracias a
las TIC’s, la expansión demográfica y con ello el replanteo de las colectividades como
sujetos con una participación escalonada en las relaciones internacionales que han
transformado de raíz la anatomía de ésta disciplina.
Abordando más allá de la cuestión cuantitativa/ cientificista de las relaciones
internacionales, a la luz del enfoque cualitativo, se puede afirmar que la intensificación
progresiva de la interacción internacional, se amplía al concepto de internacional a lo
que es mundial o planetaria ya que la mutación y el alcance de los roles, acciones y
actores han redefinido el concepto de <<democracia>> que desde su concepción
original fue tergiversada en función a las aspiraciones de un grupo elitista deseoso de
poder, autoridad y dominación.
Se podría analizar que la psicología histórica de las sociedades en general al
rememorar la vivencia en democracia, esta la pueden relacionar directamente con la
posibilidad de goce de libertad (aunque se esta puede ser ilusoria como cuando
surgen los civiles y su entendimiento de libertad se limita simplemente a la posibilidad
de adquirir bienes particulares y la posibilidad de mercantilizar), pero también se
asocia democracia a los partidos tradicionales que se sirvieron de la gobernanza sobre
el pueblo, estructura de gobierno que produjo la sociedad civil que ahora toma el
control del campo internacional.
La democracia habría sido concebida como la justificación perfecta para transformar el
altruismo cívico de los ciudadanos interesados en la polis, en un grupo de ciudadanos
ávidos de ambiciones particulares, que los convertía en simple “zorros de la
corrupción”
La democracia y sus huellas..
De hecho, si se centra especial atención a <<la democracia>> en su alcance total, se
podría afirmar ésta es más que el conteo de una mayoría, como afirma Rocha D. en su
9 Usando un neologismo adaptado a los avatares del siglo XXI
estudio desde una perspectiva filosófica: la democracia “comienza por asegurar el
derecho a pensar lo que se dice, diga quien lo diga, y el derecho a decir lo que se
piensa, es decir, comienza por asegurar el pensar”, esto conlleva a individuos capaces
de evolucionar cognitivamente y habilitarse la posibilidad emancipatoria.
Al surgimiento de la democracia como un sistema de gobierno, ésta sistema está
moldeado directamente a lo que se entiende como la estructura nacional, o a la noción
de Estado – Nación, modelo sistémico que se ha mantenido a través de los siglos a
pesar de la transformación y evolución de todos los aspectos de la vida social del ser
humano y su entorno.
En esta línea, se hace imprescindible destacar a Jaques Dérrida, el pensador francés
contemporáneo que con su herencia de su escritos de <<La democracia por venir>>
en su libro titulado “Voyou” que significa canallas, expresa una crítica frontal a las
democracias actuales, y deconstruye el significado de la misma, partiendo desde sus
orígenes griego y la determinación del sistema haciendo una denominación del artículo
femenino singular “LA”, para referirse a <<la democracia>>, esto conlleva a un estudio
exhaustivo en la época de su denominación, se atribuye una denominación femenina
cuando el concepto necesariamente demanda determinación y fuerza penetrable para
lograr el cometido del sistema, pero paradójicamente se le asigna el componente
femenino que le resta determinación a la noción conceptual. Además Dérrida identifica
los conceptos de libertad e igualdad como claves en la esencia de la democracia, pero
estas necesitan alternarse para alcanzar la totalidad de su objeto, no compatibles en
paralelo, Citando al pensador francés:
«(…) La democracia no es lo que es sino en la différance por la cual
difiere y se difiere de sí misma. No es lo que es sino espaciándose
más allá del ser mismo de la diferencia ontológica: es (sin ser) igual
y propia a sí misma solamente en tanto que inadecuada e impropia,
a la vez retrasada y adelantada sobre sí misma, sobre lo Mismo y lo
Uno de sí misma, interminable en su inacabamiento por encima de
todos los inacabamientos determinados, todas las limitaciones en
órdenes tan diferentes como el derecho al voto (...), la libertad de
prensa, el fin de las desigualdades sociales en el mundo entero, el
derecho al trabajo, tal o tal derecho nuevo, en resumen, toda la
historia de un derecho (nacional o internacional) siempre distinto de
la justicia, la democracia no buscando su lugar sino en la frontera
inestable e inencontrable entre derecho y justicia, es decir también
entre la política y la ultrapolítica. Es por esto, una vez más, por lo
que no es seguro que democracia sea un concepto por completo
político»10.
Dérrida analiza que la democracia actual es un sistema que limita la razón según lo
disponga el Estado más poderosos – ordenadores del sistema internacional-; es en
función al razonamiento de estos ordenadores que se juzgan a los “Estados Canallas”,
Estados que vayan en contracorriente a estos modelos de pensamientos instaurados,
definidos y moldeados por los ordenadores; asimismo, éstos se auto determinan como
Juez y parte en la condena de los “Estados desordenadores e irracionales” (o como
los Estados poderosos los denominarían, Estados canallas), aunque en realidad,
según Dérrida, el verdadero Estado Canalla por excelencia es aquél que haciendo uso
de su fuerza y poder ha condicionado la democracia a una estructura impuesta de
manera “racional”, por ello es que el pensador señala que se vislumbra
forzosamente una democracia por venir.
La homogenización cultural que gira en torno a lo “racional” definido por el “Estado
canalla por excelencia”, en este sentido, la particularidad política solo puede ser
alcanzada en democracia manifestada como la resistencia y permanente polarización
política entre lo real y lo que se aspira. Según Dérrida la democracia por venir «Se
trata, por tanto de disociar democracia y autonomía, esto que, lo asumo, es más que
difícil, imposible. Es más imposible, y sin embargo necesario, disociar soberanía e
incondicionalidad, derecho y justicia» (Dérrida 2003)
En este sentido, la sociedad civil organizada en su afán “irracional emancipador”,
obliga al concepto de democracia sufrir una transformación ya que dicha sociedad
para lograr sus fines, se organizó, institucionalizó y coordinó una red de acción
colectiva y pasa de tener un papel pasivo en la estructura política, a demandar una
enmienda a la estructura que logra involucrarlos en la toma de decisiones, por lo que
la limitada democracia representativa pasa a transformarse en una democracia más
abierta y participativa.
10
DERRIDA J., Voyous, Paris, Galilée, 2003
Esta sociedad civil organizada, se preocupa por fungir como nexo entre la sociedad
civil no organizada (que es el mayor número de personas) y la élite gobernante a fin de
hacer escuchar las demandas y necesidades insatisfechas de la colectividad. Es así
que mas allá de crear una red de acción y demanda, se genera una red cognitiva
suscitando así el avance y fomento de su propio desarrollo colectivo, ésta red
gestada es compleja puesto que se extienden no solo de manera hacia una
interconexión física en función a determinadas aspiraciones o demandas, sino que se
integran de en función a representaciones simbólicas y/o solidarias.
Ese desarrollo se ve plasmado ahora, en las características de los nuevos
movimientos sociales (NMS) que lejos de parecerse a las élites gobernantes o
movimientos sociales tradicionales ávidos de poder, demuestran tener una motivación
emancipadora y de supervivencia ya que sus demandas tienen que ver con
reconocimiento de identidades, culturas, o atenciones ecologistas; estos NMS hacen
escuchar su voz con diversas acciones no convencionales que trascienden las
desgastadas manifestaciones violentas; estos NMS tildados de Nueva Izquierda por
los –como diría Dérrida- “Estados canallas” quienes tratan de minimizar, ningunear y
satanizar las acciones emprendidas por esta Sociedad Civil evolucionada.
Esta recuperación de sus roles de la sociedad civil, demanda cambios urgentes,
Antonio Truyol (2001) en el libro de <<Lecturas básicas para el estudio de las
Relaciones Internacionales>> menciona que esta evolución de la sociedad en el
sistema internacional ha provocado una «crisis del derecho internacional», o, al
menos, una la crisis del «derecho internacional clásico», y como reacción, la
necesidad de un «nuevo derecho internacional». Entonces se puede afirmar que el
proceso, configuración y estructuración del sistema internacional es el resultado de
una constante mutación de las sociedades.
Ahora es limitativo hacer alusión a una internacionalización de la democracia, porque
en primera instancia, el concepto de democracia ha sufrido un desgaste considerable,
y segundo porque al haberse hecho vulnerables las fronteras y que las sociedades
hayan encontrado el mecanismo de interacción ideal, ya no se puede hablar de
internacional como entre naciones, es el concepto de mundial el que engloba lo que
antes se concebía como internacional ya que las sociedades han cobrado mayor
protagonismo y en el concepto tradicional estas sociedades están subordinadas a los
Estados.
La era de la “civilicracia”
En definitiva, el inicio del siglo XXI ha de ser rememorado como el hito de hitos de
transición temporal, social, política, comunicacional – léxica, entre otros. Los cambios
este siglo han gestado transformaciones en todas las disciplinas y ámbito en el que
desenvuelve el ser humano, indudablemente estos avatares van acompañados casi
automáticamente con un reajuste estructural de todos los ámbitos afectados.
La sociedad en general, en especial los jóvenes son la generación que vive más de
cerca el proceso de transición de la humanidad hacia una posible fase noosférica y por
ello es imprescindible destacar que el auge de las redes sociales virtuales y no
virtuales especialmente en el siglo XXI trajeron indicios de cambios, el acceso a la
información indudablemente generó que las sociedades se inclinen a cuestionar y
proponer soluciones alternativas a problemáticas transversales, logrando así
involucrarse en la toma de decisiones de sus Estados. La transición de ser una
sociedad Pasiva a ser una sociedad activa es sin duda, uno de los mayores logros que
trajeron consigo las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento (TIC’s).
Las sociedades activas del siglo XXI, serían, como Habermas señalaba, la sociedad
de la emancipación, que es capaz de evolucionar a partir de nutrir su elemento
cognitivo para avanzar hacia el desarrollo.
El despojarse de esta truncada relación dentro de lo que se conoció desde sus inicios
como democracia, es una labor maratónica, aunque si el sistema de <<democracia>>
atrajo a si irregularidades, excesos y caprichos, se podría decir que con todas estas
transformaciones expuestas a lo largo de estas páginas, al tener la dicha de formar
parte de este proceso que está en manos de la sociedad civil en transición de retomar
los roles fundamentales de la interacción mundial
Civil= del latín civilis ciudanano, individuo que goza de libertad
Polís= equivalente a civil, pero en griego
Cracia= de griego Kratós que se define como poder y gobierno
Bajo esta etimología, al haber la democracia generado una psicología histórica de
sometimiento, al haber asignado el término de político a las personas con ansias de
poder, mezquinas y hasta corruptas, evidentemente existe una gran incredulidad
respecto a los sistemas que éstos impliquen, o que por lo menos hagan referencia
conceptual a aquellos traumas sociales.
Por ello se propone el concepto integral de la CIVILICRACIA para la era del siglo XXI,
el concepto combina el latín = civil y el griego = cracia , representando así la tendencia
de integración mundial de todas las culturas en su pleno reconocimiento y voluntad de
convivencia, además implica un mayor protagonismo no limitativo a las sociedades en
general ya que el término está sujeto completamente al concepto de ciudadano civil ,
una civilicracia que no ostenta una anarquía sino más bien una relación horizontal
entre élite gobernante y gobernados, gobernados en función a sus demandas
insatisfechas, al haber una situación de horizontalidad lo último que se quiere llegar es
la ingobernabilidad o volver a la situación previa del pacto social, todo lo contrario,
sería una versión mejorada de la democracia, corregida en sus excesos, ahora
tomando en cuenta las identidades culturales, las demandas sociales, adaptadas a los
cambios que trajo consigo el nuevo siglo.
La civilicracia, representaría la noción del constructivismo social de Alexander Wendt,
según el conjunto de hipótesis que implicaba su contructivismo:
“Wendt no ha planteado una teoría, sino un conjunto de hipótesis que
sugirió explorar empíricamente, lo que si ha hecho es proponer una
agenda de investigación. Ésta tendría el objetivo de evaluar las
relaciones causales entre prácticas e interacciones y las estructuras
cognitivas en el nivel de los estados individuales y los sistemas de
Estado , lo que equivale a a explorar la relación entre lo que los actores
hacen y lo que son. Aunque sugirió partir de la idea de la constitución
mutua entre agentes y estructuras, subrayó que no es una idea que
pueda ayudar demasiado: lo que hay que averiguar es cómo se
constituyen mutuamente. En particular Wendt señaló la importancia del
papel de la práctica al configurar actitudes hacia lo dado de esas
estructuras: ¿cómo y por qué los actores reifican las estructuras sociales,
y bajo qué condiciones desnaturalizan esas reificaciones? ” (Salomón M.
2001)
En esta era ya se estarían corroborando las hipótesis de construcciones sociales, que
fueron embrionarios a finales del siglo XX y que ahora empiezan a emerger tales
estructuras.
La nueva era, estaría marcada por esa civilicracia dotada de mejor distribución de
poder, mejor relación e interacción entre gobernantes y gobernando, en donde las
tomas de decisiones políticas necesariamente deban de considerar las identidades,
demandas y cotidianeidades de la sociedad en general.
Se plantea una civilicracia como un estabón más para alcanzar la sociedad
cosmopolita, y contrariamente al pensamiento de Went de “frente a la controversia
epistemológica definida como positivismo – post positivismo, sencillamente propuso
quitarle importancia, señalando asimismo que abandonar las restricciones artificiales
de las concepciones de la investigación del positivismo lógico, no nos obliga a
abandonar la ciencia” (Salomón 2001), se considera que lógicamente la preocupación
de Wendt en el afán de comprender las transiciones estructurales, quiso dejar de lado
la señalética que implica la epistemología en la ontología, pero claro está que ya con
las apreciaciones que se han concebido a la actualidad es, como Dérrida lo valoraría,
necesaria la deconstrucción, el entender el significado de la estructura, el despojarse
de aquellos conceptos que traen nuevamente a la luz traumas colectivos.
Al proponer una era de civilicracia, como ya se mencionó anteriormente, lo último que
se pretende es el retroceso a la anarquía, al contrario la civilicracia representa la
evolución humana hacia el SABER gobernarse, o HACER gobernar las colectividades,
es posible que sea también un eslabón en la evolución de las fases de la tierra hacia la
noocracia, pero aún es temprano para pronosticar el alcance y pertinencia de esta
fase además que merece un estudio particular para evaluar la viabilidad que podría
tener.
Por el momento, queda reafirmar el rol de una sociedad consciente de sus
necesidades, consciente de la riqueza que genera la diversidad, consciente de la
convivencia pacífica y la interacción oportuna para afrontar problemáticas que le
atañen a toda la humanidad, una sociedad consciente del ejercicio tradicional absurdo
de la élite gobernante y consciente de una participación activa en la toma de
decisiones de sus nuevos gobernantes.
Fuentes consultadas
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Virtual revolution & Festival de hip hop, canal woby (emitido por vía satelital)
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