amelia...–Amelia, tu papá trabajó arto pa comprarle esto al patrón. Le tuve que arremendar,...

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Amelia

–Amelia, tu papá trabajó arto pa comprarle esto al patrón. Le tuve que arremendar, pero seguro te va a quedar bien chulo.

Di vueltas y vueltas

con el vestido puesto.Giré tan rápido

que me mareé. Me detuve

y vi que a lo lejos se empezaba a juntar gente alborotada.

En medio de todos, un señor alto, alto, moreno, moreno, subido en un caballote pinto,

decía cosas que se oían hasta mi casa.

Ya ll

egó,

ya es

ta aq

uí, P

an

cho Villa con su gente,con sus dorados valientes,

Se iban a la revolución.

Toditos ellos.

–Apá, Yo me voy a la revolución con usted. Aunque sea agarrada de la cola del Flaco, pero me voy.

–Amelia, las niñas no van a la revolución. ¿Pa qué quiere ir a la revolución,

si nomás la pueden matar?”

–Pues pa conocer a Villa.

Usted no sirve pa la revolución,

quédese a cuidar a su madre.

Ya que mi padre se había ido,corrí a decirle a mis amigos que se fueran conmigo.

Am

elia,

tú es

tás c

hi�a

da.

Pos

déjame voy y le

prgunto a mi tía.

Yo no voy. A mí ya me

dijeron que no

en mi casa.

¿Yo pa qué me quiero ir a la rev

oluc

ión

cont

igo?

Usted no va a la revolución,

Iba caminando de regreso a mi casa, bien sola. Me detuve para ver la foto de Don Pancho Villa

en un cartel. Suspiré y seguí caminando.

–Amelia, ¿qué ya no se va a la revolución conmigo?

Era Don Pancho Villa

que se había salido del cartel para hablarme.

–Amelita. Si no se atrasa mucho,

igual y nos encontramos carne y hueso en Chihuahua. Agarre sus cosas en la noche

y sálgase con mucho cuidado.

Se dio la vuelta en su caballoy se metió de nuevo en el cartel.

Tomé la foto y corrí a mi casa.

En cuanto oscureció,empecé a empacar mis cosas.

Si mi mamá se despertaba, podía darme por muerta.

Adiós Villa, adiós revolución. Pude sentir cómo me estaba viendo.

Por poco lo con�eso todo y pido perdón, pero en realidad, mi madre seguía bien dormida.

Con mi vestido, la foto de villa,

y un pan,

salí corriendo de mi casa.

Iba por una colina,cuando algo me arrebató mis cosas.

Era un perro, corrí tras él.

Era Don Pancho Villa

que se había salido del cartel para hablarme.

Para uando lo alcancé, el animal ya se había comido mi pan.

Recogí el resto de las cosas y el perro empezó a ladrarle a un caballo. Era El Flaco,

el caballo de mi padre.

Si mi padre me veía ahí, adiós Villa,

adiós revolución. Tuve que callar al perro.

Justo cuando mi padre estaba por �jar sus ojos en nosotros

sonó el grito de guerra.Se montó en su caballo

y cabalgó hacia la batalla.

Respiré con alivio.

–Amelia, ¿usted qué hace aquí?

Era mi primo, Filomeno –Pos nada, quiero conocera Villa. ¿Usted qué hace aquí?

–Luchando la revolución, ¿qué va a ser?

–Pos no lo veo muy luchón.

–Cállese, insolente.

Filomeno me sacó de los arbustosy me llevó a la batalla donde estaba mi padre.

Una bala, salida del campo de batalla, le paso rozando a Filomeno.

El muy miedoso salió corriendo bien espantado.

Cuidando que nadie me viera, regresé a los arbustos en los que Filomeno

ahora se escondía.

–Filomeno, usted es un collón.

–Cállese. ¿Conque quiere conocer a Villa?

Me quitó la foto de las manos, como queriendo romperla.

–¡No la rompas! ¡Devuélvemela– le dije.

–Bueno. Yo te ayudo a encontrar a Villasi no le dices a nadie en Buenaventuraque salí corriendo.

Nos fuimos caminando para dondeFilomeno había escuchado que iba

a estar Don Pancho Villa.

–Y ese perro, ¿cómo se llama?

–Se llama…Perro.

Pasamos casi un día entero caminando, cuando dos villistas se nos cruzaron.

Nos subieron a un tren que llevaba niños indigentes

a Coahulia.

El tren empezó a avanzar hacia el lado opuesto al que habíamos caminado.

Así, no llegaría a Chihuahua.Jamás alcanzaría a Pancho Villa.

Todo estaba perdido.

–Amelita, no llore. El tren va rumbo a Coahuila. Todo esto lo organicé pa los niños pobres. Pero usted no se me preocupe, que su tren pasa por Chihuahua y ay va a andar su servidor. Nomás póngase el vestido bonito que trae ay y bájese en la parada que sigue.

En el momento en que creíque todo había acabado,

Don Pancho me volvió a hablar.

Me puse rápido el vestido, y esperé paciente a la parada que seguía.

El tren paró en Coahuila. Todos esperaban a Villa, se oía desde lo lejos.

Lista para brincar, Filomeno me detuvo.

El tren empezó a avanzar y mi primo no me dejababajar. Pude ver cómo lo disfrutaba.

Del fondo del vagón, salió Perro. Le brincó a Filomeno para distraerlo,

y así saltamos los dos al suelo de Coahuila.

Al caer, me pegué en la cabeza y poco a pocolos ojos se me cerraron.

Lo último que vi fue un hombre a caballo acercarse.

Desperté enfrente de la multitud que aclamaba a Villa. Me volví y vi al mismísimo Pancho Villa.

Lo abrazcé de las piernas y me subióen sus hombros.

Desde el público, vi a mi padre mirándme, con los ojos grandes

como platos

–Amelita, no llore. El tren va rumbo a Coahuila. Todo esto lo organicé pa los niños pobres. Pero usted no se me preocupe, que su tren pasa por Chihuahua y ay va a andar su servidor. Nomás póngase el vestido bonito que trae ay y bájese en la parada que sigue.

–Don Pancho, esa es mi niña, Amelia. –Tiene una hija muy valiente, Don… –Raymundo – dijo mi padre con los ojos bajos.

–Pasen por un potrillo al establo para que Amelia se regrese a casa, no les va a costar. Me parece que ya se conoce los caminos de por acá y se puede ir sola.

– Está bueno, Don Pancho.

Cuando el discurso terminó, mi padre se acercó a Villa y a mí...

–Pero, Amelia ¿qué hace usted aquí?

–Yo le dije que iba a conocer a Villa.

–Pos se me cuida, que ya vi que usted puede.

–Nos vemos cuando vuelva, Padre.

Caminamos en silencio rumbo al establo.

Aún no salíamos del centro de la ciudad cuando me di cuenta que Perro ya no estaba.

De repente, oí unos ladridos a lo lejos. Unos perros enormes

estaban amenazando a Perro.

Cabalgué rápido hacia donde estaban, los perros malos se espantaron y salieron corriendo.

Cuando llegamos a casa, mi madre me abrazó bien fuerte.

–Amá. ¡Me fui hasta Coahuila a conocer a Don Pancho Villa!Hasta nos regaló un potrillo ¡mira!

–Pos no sé de dónde sacaste eso, pero no te vuelvas a desparecer así.

–Está bien, mamita.

Me fui a mi cuarto, con Perro siguiéndome. Miré a un lado y vi, en la pared,

la única foto que tenía de mi padre. Tomé la de Villa, que traía en las manos,

y la puse junto.

Amelia

Jorge de la BrenaValeria BernalLuis VázquezLuz Baños