Post on 19-Jan-2016
Introducción:
Nos comenta cómo Dale Carnegie nace en una granja de Missouri y con mucho esfuerzo logra,
poco a poco, ser una persona exitosa. Ha llegado a criticar unos 150.000 discursos, que
básicamente es un discurso por día desde el descubrimiento de América.
En su afán de llegar al éxito, pidió a las escuelas de Asociación Cristiana de Jóvenes, en Nueva
York, permiso para dar cursos de oratoria. En poco tiempo, su trabajo era enorme. Hoy, este
libro es el texto oficial para todas las Asociaciones Cristianas de Jóvenes, de la Asociación
Bancaria y de la Asociación Nacional de Crédito.
“Cualquier Hombre es capaz de hablar cuando se excita” (p.10)
Capítulo 1: Desarrollo del valor y de la confianza en sí mismo
“Cuando las circunstancias me obligan a hablar me pongo tan nervioso, me arredro tanto, que
no puedo ya razonar con fluidez, concentrar la atención ni recordar qué tenía pensado decir.”
(p. 15)
La adquisición del valor y la confianza en sí mismo, además de la calma y claridad, mientras
hablamos en una reunión no es un don que adquirimos al nacer; es algo que se aprende a base
de esfuerzo y constancia. (p. 18)
Es normal comenzar con cierto nerviosismo, a muchas personas importantes les ha pasado y
les sigue pasando. Sin embargo esto no tiene que ser la tónica del discurso. A fin de adquirir
provecho del adiestramiento tenemos que tener cuatro cosas en mente: (pp.20-21)
1. Comenzar con deseo vivo y tenaz: tenemos que alimentarnos de entusiasmo, saber
que es una satisfacción duradera e íntima (poder estar hablando ante un auditorio y
convencerlo), debemos centrar nuestro pensamiento en torno al beneficio que
produce la oratoria. (pp.19-21) “Si nuestros deseos son pálidos y fofos, nuestro
progreso corresponderá a ese tinte y a esa constancia…pero si es al revés, nada podrá
detenernos” (pp.19-20).
2. Saber cabalmente el tema que vamos a tratar: tenemos que conocer sobre qué vamos
a hablar. “No hables hasta que estés seguro de que tienes algo que decir y sepas qué
es, entonces dilo y luego siéntate.” Un recurso que se aconseja al comienzo de
nuestra carrera como oradores es realizar algún movimiento ante tu auditorio, tales
mostrar algo, escribir una palabra en la pizarra, mover algún libro, ya que esto puede
contribuir a que te sientes cómodo. Sin embargo, cuando cojamos experiencia, no
sigamos haciéndolo, ya que los niños no se agarran de las sillas una vez que han
aprendido a caminar. (23-24)
3. Proceder con confianza: cuando sepamos qué decir, vayamos con energía y respiremos
profundamente. Esto nos ayudará y nos dará valor para afrontar el auditorio. Miremos
al auditorio con confianza como si ellos fueran deudores nuestros. Tengamos en
cuenta: no nos abrochemos y desabrochemos la chaqueta ni movamos las manos
bruscamente. Para ello, podemos poner nuestras manos en la espalda y entrelazar los
dedos donde nadie los ve o mover los dedos gordos de los pies. Roosevelt dice:
“comportándome como si no tuviera miedo, llegué gradualmente a perderlo”. De la
misma manera, mentalicémonos en que podemos lograrlo y gradualmente lo iremos
consiguiendo. (24-27)
4. ¡Practicar! ¡Practicar! ¡Practicar!: lo más importante y el único método para conseguir
éxito es practicar. Muchos principiantes pueden coger la “fiebre del gamo”. Es aquella
que consiste en una intensa excitación nerviosa, que muchas veces no tiene que ver
con la timidez. Esto se combate con la práctica. “El miedo nace de la ignorancia y de la
falta de certeza” (profesor Robinson); tenemos miedo porque no conocemos de lo que
somos capaces. Esto se conoce por medio de la experiencia. (28-29)
Gramática: Deber y deber de
Deber implica obligación, mientras que deber de es una presunción, conjetura.
La respiración correcta:
El dominio de la respiración correcta es el primer paso a una mejor voz. La forma de
respiración correcta es la respiración diafragmática, es decir, aquella que realizamos cuando
estamos en posición horizontal. Esta respiración no sólo nos ayuda en la voz, sino también
aumenta nuestra longevidad.
Capítulo 2: la confianza en sí mismo durante la preparación
“Hablar de repente y sin pensar siempre lleva consigo al desacierto” (Azorín, p.36)
Un error fatal que muchas veces se comete es descuidar la preparación de los discursos. El
apóstol Juan escribe: “El amor perfecto destruye el miedo”. Lo mismo hace la perfecta
preparación; nos quita el miedo.
La forma correcta de prepararse
Una de las formas de prepararnos un discurso es leyendo un libro, pero no el único ni el más
eficaz. La manera eficiente es a través de la experiencia. Si tan sólo cogemos un material y lo
preparamos, pero no lo vivimos y lo experimentamos ¿cómo podemos esperar que el auditorio
se impresione más que lo nosotros mismos nos hemos impresionado? Nuestro discurso tiene
que provocar en nosotros entusiasmo, sentimientos para hablar con genuino interés y haber
sido vivido o experimentado. (38-41).
En qué consiste la preparación
“¿Consiste la preparación de un discurso en pensar algunas frases intachables y anotarlas o
aprenderlas de memoria? No. Preparar un discurso significa reunir los pensamientos propios,
las ideas propias, las convicciones propias, las necesidades propias.”
La preparación es pensar, considerar, recordar y escoger las sensaciones y experiencias que
hayamos vivido en nuestra vida. Sólo necesitamos concentrarnos un poco, pensar y estar con
una meta decidida.
Dwinght Moody tenía su propio semillero homilético para cuando necesitara frases o ideas. De
igual manera, tenemos que aprender a tener este hábito.
El sabio consejo del decano Brown
Es importante meditar el texto y el tema, hasta que estén tiernos y manejables. Este proceso
es bueno que se realice a lo largo de la semana, y no dejarlo para el último día. En esta
meditación, vamos a tener muchas ideas, por lo que las escribamos. Vamos a encontrar que
los discursos (sermones) más eficaces son aquellos que son producto de nuestra reflexión.
Cómo preparaba Lincoln sus discursos
No los preparaba el día de antes, sino que todo lo contrario. Juntaba ideas, pensamientos, y los
escribía en un papel, para luego armar sus discursos.
Cómo preparar un discurso
“Quien mucho abarca poco aprieta y todo se le suelta”. Cuando hablemos, tengamos uno o
dos puntos a tratar, para que el discurso no sea algo abstracto. Al asunto a tratar
dediquémosle una semana para pensar en ello; hagámosle todas las preguntas posibles.
En el discurso no hablemos (incluso en los ejemplos) de cosas abstractas, sino específicas. Esto
ayudará a que el auditorio recuerde mejor y la exposición sea brillante y fluida. Y es muy
importante no cometer un típico error de novato: cuando preparemos el mensaje, pensemos
en el auditorio que tendremos y en sus necesidades y deseos. Tengamos en cuenta la forma de
hablar, las palabras a utilizar, el tono, etc.
Poder dejado en reserva
Uno de los defectos principales, según Arthur Dunn, es el saber únicamente lo necesitado en el
discurso. Tenemos que conocer diez veces más sobre lo que vamos a hablar. Aunque no nos
dará tiempo a exponer a nuestro auditorio todo lo aprendido, sí nos ayudará a nosotros a
tener seguridad y confianza en nosotros mismos. Todo esto, requiere tiempo y un consejo es:
hacerlo algo habitual, una costumbre.
Ejercicio vocal. La correcta respiración
Se nos plantea el poder respirar de forma diafrágmica, pero esta vez, de pie.
Capítulo III: cómo preparaban sus discursos algunos oradores famosos
“El hombre que no parte de ningún lugar, generalmente no llega a ningún lugar” (p63). A la
oratoria podemos adherirle esta frase: “El arte de la guerra es una ciencia en la que nada sale
bien si previamente no se calcula y medita”. Tenemos que tener una disposición ordenada de
las ideas y los objetivos que busquemos con cualquier discurso.
El famoso discurso de Nariño
Algunos consejos: siempre conviene mencionar a personas que el auditorio conoce y respeta;
nunca dejar ver de forma directa nada, sino que crear el ánimo de la expectación; encarar a la
persona, es decir, darle a elegir (o esto o lo otro); tener un buen tono de voz (todo depende
dela situación y el público), ya que será determinante para el éxito o el fracaso del discurso.
El método de trabajo intelectual
André Siegfried da once consejos interesantes:
1. Sacudir la pereza mental.
2. Observar antes de discutir (observar el echo tal y como es, además de no creer lo que
se desea creer).
3. Masticación y digestión.
4. Medir y pesar las cosas.
5. Situar el asunto.
6. Administrar bien la memoria. Recordar los hechos importantes.
7. Proceder como un general en la guerra (Reclutamiento de ideas y hechos;
movilización; concentración en los lugares de combate).
8. Tener en cuenta el factor psicológico (motivación de las personas).
9. No creer nada porque nos lo digan.
10. Saber presentar el problema.
11. Proponer soluciones.
Un consejo más corto de Dale Carnegie es:
1. Mostrar algo que está mal.
2. Mostrar cómo se puede remediar.
3. Pedir cooperación, es decir, “ustedes deben ayudar por esto, por esto y por esto”.
Cómo armaba el esqueleto Woodrow Wilson
Utilizaba la práctica de escribir lo que iba a decir. Esto, nos obliga a pensar, aclara nuestras
ideas, las fija en nuestra memoria y nos ayudará en la dicción (entonación).
Juguemos al solitario con las notas
No dejemos de escribir las ideas que se nos vengan, ya que son de gran utilidad. También,
después de dar el discurso sigamos anotando estas ideas, ya que es ahí cuando más ideas
viene (“esto debería haberlo hecho así o asá”).
¿Debemos emplear notas mientras hablamos?
Lincoln dice: “(las notas) Tienden a cansar y confundir al oyente” (77). Sin embargo, no
pronunció nunca un discurso sin antes haberlo escrito con sumo cuidado. Las notas pueden
impedir el contacto que tiene que haber entre el orador y el auditorio; puede hacer todo muy
superficial, entibiar el discurso. Las notas sí tienen que estar a la hora de la preparación, pero
al dar el discurso escondámosla (además de que sean muy breves). Las notas son una
herramienta de emergencia para usarla en casos de catástrofe, es decir, cuando nos hemos
quedado pillados por los nervios, nos hemos perdido, etc.
No aprendamos los discursos al pie de la letra
A la hora de exponer el discurso no lo leamos, ni tratemos de recordar frase por frase. Si
hacemos esto producirá que la exposición sea dura, fría, insípida, inhumana, además de perder
tiempo y energías.
“No busquemos palabras, sino hechos e ideas, y las palabras vendrán solas” (Horacio p.79).
Luego de haber fijado las ideas, ensayemos en discurso desde el principio hasta el final.
Hagámoslo en silencio y a voz normal, gesticulando, poniendo en ellos nuestro calor y la
energía. Mientras ensayemos, imaginemos a nuestro auditorio, así cuando estemos con un
auditorio real no nos causará impresión porque ya lo habremos vivido.
Por qué los labriegos creían que Lincoln era “la mar de perezoso”
En los momentos que no tenemos nada que hacer podemos practicar, hablando y
gesticulando. Los grandes oradores tienen algo en común, practicaron y practicaron.
Cómo se divertían Charlie Chaplin y Douglas Fairbanks
Un juego para desarrollar la capacidad de pensar en pie es hablar durante un minuto sobre
una palabra, sin repetirla.
Gramática
Recién sólo se usa antepuesto a participios pasivos (“recién llegado”).
Ejercicio vocal. El reposo absoluto
Aprendamos a tener una buena voy mediante el reposo y la relajación total.
Capítulo IV: perfeccionamiento de la memoria
La persona media emplea el 10% de su capacidad para memorizar. Las leyes naturales de
recordación son tres: impresión, asociación y repetición. Cuando conseguimos que algo se nos
quede grabado en la memoria, es muy difícil que se borre.
Impresión: esto se produce, normalmente, de forma involuntaria.
Repetición: es interesante saber que podemos estar un día repitiendo algo para que se nos
quede grabado en la mente, pero obtendremos poco resultado. Esto se debe al desgaste del
cerebro. También tengamos en cuenta que lo aprendemos lo podemos perder en las ocho
primeras horas; por lo tanto, antes de salir a nuestro auditorio recordemos lo que tenemos
que exponer.
Asociación: otra de las formas de aprender algo, es asociándola con algo que ya conocemos.
¿Cómo podemos enlazar nuestros datos e ideas entre sí? La respuesta es hallando su
significado y meditándolos.
Cómo recordar los puntos de nuestros discursos
Tenemos dos métodos: mediante un estímulo externo o interno. Podemos recordar mediante
el auxilio de estímulos externos, tales como las notas, pero ¿ a quién le gusta que el orador
esté con una hoja? La otra opción es recordar mediante la asociación de ideas. Un método
para esto es el uso de una frase desatinada (p.ej., “La vaca fumo un cigarrillo con Napoleón” si
los puntos a recordar son vaca, cigarrillo y Napoleón). Mientras más ridículo sea, más fácil de
recordarlo será.
Si nos olvidamos de pronto de qué íbamos a decir, cuando estamos en el escenario, podemos
salvarnos usando las últimas palaras de nuestro último párrafo como primeras del próximo.
Capítulo V: Cómo evitar que el auditorio se duerma
“Un ser sin pasiones es como un candil apagado: no produce humo, pero tampoco alumbra”
(p.116)
Hablar con pasión
Hemos de saber que aunque no seamos unos oradores consumados, no es en sí el contenido
del discurso lo que provoca el fracaso, sino la forma de trasmitirlo. Es imprescindible estar
excitados y sentir sincero e intenso fervor. Si tenemos poco interés, el auditorio tendrá poco
interés por nuestro discurso.
Para decir algo con pasión, primero, tenemos que tener algo para decir. Muchos oradores
fallan en esto; no le ponen ímpetu en sus discursos. En muchas ocasiones el tema que
tengamos que exponer será aburrido, pero para que tengamos éxito tenemos despertar
pasión por ello.
-Debo vivir-decía un joven a Voltaire.
-No veo la necesidad –le respondió el filósofo. (122)
Esta será en muchos casos la actitud de las personas hacia nosotros. Tenemos que mostrar la
necesidad, y dejar que ella se apodere de nosotros; debe parecer la cosa más importante que
haya bajo el sol. Consiste en cavar en lo más hondo en nuestra mente, en nuestro corazón, en
nuestra vida, y extraer convicciones y entusiasmo genuino.
Comportarse con vehemencia
Delante al auditorio estemos erguidos, firmes, no nos balanceemos hacia adelante y hacia
atrás (en su defecto hacia los costados), no saltemos con los talones, no mudemos el peso
del cuerpo sobre un pie. No hagamos esa serie de movimientos que delatan que estamos
nerviosos. Es importante que usemos ademanes. Éstos darán mayor vivacidad y energía a
nuestro tono y a nuestro estilo en general.
Pongamos energía y seguridad en lo que digamos. El error de muchos oradores noveles es
que deslucen su discurso con tímidas frases apuntadas (p.ej., “A la izquierda del camino
había algo así como un sembrador de cebollas”, a simple vista sabes si es un sembrado de
cebollas o no, no hace falta tener muchas luces para ello.) (129)
Tengamos en cuenta que hay personas en el auditorio que sólo quieren ser guiadas y no
conducidas; por lo cual, presentemos los hechos para que ellos lleguen a sus propias
conclusiones. Esto ocurre con las personas de un alto nivel cultural.
Es de suma importancia que amemos a nuestro público. Sigamos el ejemplo de Jesús: amaba a
los hombres y el corazón de éstos ardía en su pecho cuando Jesús les hablaba. (132)
Capítulo VI: elementos indispensables para hablar con éxito.
Ten fijo en la memoria, que nadie sin afán y ardua fatiga, supo arrancar las palmas de la
gloria” (Miguel Anonio Caro, 146)
Uno de los factores claves es que uno tenga confianza en sí. Esto se consigue con la práctica y
más práctica. “Qué pobre el que carece de paciencia. ¿Cuál es la herida que no haya sanado
sino gradualmente?” (140) Tenemos que saber que aprendemos a tirones repentinos,
mediante avances bruscos. Luego permanecemos inactivos, y hasta parece que decrecemos;
sin embargo, si perseveramos, un día sin saber cómo ni por qué, haces un gran progreso. Si
perseveramos, nuestros miedos y tics se irán, pero algo permanecerá: nuestro miedo inicial.
Después de las primeras frases se irá este temor y seremos unos grandes oradores.
Capítulo VII: El secreto de la buena elocución
“Es menester algo más que el simple conocimiento del tema. Es menester vestirlo de
vehemencia. Es menester estar convencido de que sabemos algo que la gente debe
imprescindiblemente conocer.” (154)
Hay algo muy importante en la oratoria aparte de las palabras, la forma en que uno dice las
cosas. “No importa tanto lo que decimos, cuanto cómo lo decimos.” (155) Por tanto, cuidemos
la elocución. Poder pronunciar bien un discurso es fácil pero, a su vez, complicado. Tenemos
que usar nuestro tono natural, pero aumentado para que el auditorio nos escuche. El orador
tiene que conseguir que su tono sea tan natural que las personas no se fijen en la forma de
hablar, sino en el contenido.
Algo que ocurre en el escenario, es que nos ponemos tan nerviosos, que nos ponemos rígidos
y “estrictamente protocolados”. Sin embargo, la gente no quiere eso, sino que seas natural;
esto se consigue con la práctica y práctica. (161) si conseguimos esto, romperemos con la
monotonía del discurso y lo haremos más agradables, directo e íntimo. La sinceridad, el
entusiasmo, y la vehemencia contribuyen a una naturalidad. (163)
Hacemos esto cuando hablamos en público?
1. Destaquemos las palabras importantes y subordinemos las no importantes: cuando
conversamos, golpeamos ciertas sílabas con bastante fuerza y luego decimos el resto
de la frase con prisas. Pongámoslo en práctica frente a nuestro auditorio.
2. Variemos el tono de voz: levantemos un ajemos repentinamente el tono de voz sobre
una palabra o frase. “Es preciso dominarse mucho para vencer la monotonía de la voz.
Cuando comenzamos en un tono y seguimos en el mismo, los que nos escuchan dejan
de estar atentos al poco tiempo.” (Roberto Ardigó, 166)
3. Variemos la velocidad del discurso
4. Hagamos pausa antes y después de las ideas importantes: esto, es cuestión de
temperamentos, de sentido y de sentimiento, por lo que variará según cada personas.
Capítulo VIII: porte y personalidad en la tribuna
Personalidad porte
E instituto Dale Carnegie de Tecnología ha realizado estudios que demuestran que la
personalidad contribuye más que la inteligencia al éxito en la vida. Hay oradores que atraen
más, porque hablan con vida y brío, irradian vitalidad y animación. (181)
Aunque parezca ridículo, la vestimenta habla de nosotros. Si una persona sube al escenario
con una vestimenta descuidada, el auditorio sentirá tan poco respeto por el orador como el
que él siente por su propia apariencia. Al ser el orador una persona que siempre está al frente,
“la más mínima desarmonía en su apariencia personal será tan notoria como un comenta en
el cielo” (183)
Hagamos que el auditorio esté apiñado
Es mucho más fácil influir sobre las acciones de una muchedumbre que sobre las de un
individuo solo. (185) Si el auditorio no es muy numeroso, acerquémonos a ellos; pongámonos
al mismo su mismo nivel; rompamos con la formalidad y hagámoslo más íntimo.(186)
Haremos una sensación de una pequeña familia.
Hágase la luz…sobre nuestro rostro
Es importante que la luz nos dé sobre el rostro para que la gente vea nuestra cara y gestos.
Está el famoso dicho de que “una imagen vale más que mil palabras”, podemos decir
también: “un gesto vale más que mil palabras”.
No caigamos también en el error de ocultarnos detrás de una mesa o púlpito, el público nos
quiere ver. Procuremos no tener nada detrás de nosotros cuando estemos en el tablado:
mapas, ventana, personas. Esto es así, ya que la gente no puede resistir la tentación de mirar.
Y sobre todo, cuando estemos en frente, no juguemos con los dedos, con la ropa, ni hagamos
gestos nerviosos que nos quiten méritos.(189) Decimos esto, porque da sensación de
debilidad, de falta de dominio. “Todo movimiento qque no mejore nuestro porte, lo
empeora.” (190)
Para salir al frente, tengamos en cuenta estos consejos:
1. Cuando nos levantemos para pasar al frente no nos corra prisa el comenzar.
2. Cuando estemos en frente, respiremos hondo y miremos el auditorio. Si hay algún
ruido, esperemos a que termine.
3. Cuidado con las manos: la mejor posición es que pendan naturalmente a los costados
del cuerpo. Esto nos ayudará a que no fijen la atención y si queremos realizar un gesto
están a plena disposición.
Referido a los ademanes o gestos, es imprescindible practicar si no salen naturalmente.
Podemos practicar cuando hablemos con un amigo nuestro o frente al espejo. En caso de
hacer gestos, no lo interrumpamos, no lo repitamos constantemente, no hagamos
movimientos revés y rápidos con el antebrazo. (196)
Capítulo IX: cómo iniciar un discurso
Una de las cosas más importantes del discurso es la introducción. Preparar un comienzo
interesante, algo que arrastre nuestra atención es cuestión de planearlo. Es decir, pensar,
perder tiempo, tener fuerzas de voluntad (207) y que no sea lo último que hagamos. Tenemos
que tener muy en cuenta esto, ya que es la primera impresión que causamos; si la impresión
es negativa, prácticamente habremos perdido al auditorio. Decir que no es difícil retener la
atención durante los primeros 5 segundos, pero sí durante los 5 primeros minutos. (213)
Veamos algunos comienzos pésimos:
1. Comenzar con un chiste: ¿qué hay de más difícil, de más raro, que la habilidad de hacer
reír a un auditorio? (209). Si comenzamos con un chiste, que vengan al caso y
ejemplifiquen un punto del discurso. El éxito depende de la forma de contarlo. Lo
recomendable, y además sano, es que nos riamos de nosotros mismos; pintémonos en
situación ridícula y apurada. (211)
2. Comenzar con una disculpa: muchas veces, nos equivocamos en algo, pero el auditorio
no se ha percatado; por tanto, ¿para qué hacérselos saber?
Algunas formas de comenzar:
1. Despertemos la curiosidad: despertemos la curiosidad de nuestro auditorio con la
primera frase y habremos tenido éxito. (214) Esto lo podemos aprender muy bien
leyendo periódicos. (216)
2. Comencemos con una narración: si el relato es una experiencia vivida es mucho más
placentera para el público. (216-217)
3. Comencemos con un ejemplo preciso: (217-218)
4. Mostremos algún objeto: es la manera más sencilla de llamar la atención. )(218)
5. Hagamos una pregunta inicial: logramos que el auditorio piense con el orador y
coopere con él. (218)
6. Iniciemos el discurso con una cita de un famoso: el nombre de quién es la cita fija
nuestra atención, y la cita misma nos despierta curiosidad y la duda de qué dirá el
orador sobre ésta. (219)
Capítulo X: cómo ganar inmediatamente la voluntad del auditorio
“Para hacer escuchar lo que decimos, es menester ponernos en el lugar de aquellos a quienes
nos dirigimos.” (Rousseau 232)
Si queremos ganar un hombre para nuestra causa, primero, convenzámosle de que somos su
amigo sincero. (234) Un NO como respuesta es la desventaja más difícil de superar. (237)
Si alguien nos dice que estamos equivocados rechazamos el cargo y endurecemos nuestros
corazones (240). Nos gusta seguir creyendo lo que estamos acostumbrados a tener por
verdadero. 241.
El orador que discute con el auditorio sólo logra despertar la tozudez de ella, además de
colocarla a la defensiva y casi imposible de cambiar de parecer. Es más ventajoso comenzar
con algún problema que el auditorio quiere que sea resuelto. Tenemos que llevar al auditorio a
buscar la solución, mientras tanto, expliquemos nuestro punto de vista con claridad y los
oyentes irán aceptándolas como propias. 241.
Capítulo XI: cómo terminar un discurso
La parte final es dónde podemos conocer si un orador es novel o experimentado. El final es la
parte del discurso más complicada de realizar, ya que serán las últimas palabras que queden
en los oídos de los oyentes. Veamos algunos errores comunes:257
1. “Bueno, esto es todo lo que tenía que decir, así que vamos a ir terminando…”, esta es
una terminación desastrosa. Si era todo lo que tenía que decir, mejor le era sentarse y
no decir nada más.
2. El orador que ha dicho todo lo que tenía preparado, pero no sabe cómo finalizar.
Es menester conocer las imágenes y palabras con las que culminaremos nuestro discurso.
Debemos ensayarlo varias veces y corregir aquello que pensemos que sobra o es inadecuado.
No tenemos que caer en el error de finalizar “de sopetón”. 258-9
Veamos algunas formas de culminar un discurso:262-8
1. Resumiendo los puntos dados
2. Exhortando a la acción (se verá en amplitud en el capítulo XV)
3. Demostrando una galantería sobria y sincera: esta terminación si no es sincera, sabrá a
falsa y nadie la aceptará.
4. Terminando humorísticamente: si tienes esta virtud tendrás éxito.
5. Finalizando con una cita poética: realza, dignifica y embellece el discurso.
6. Trayendo una cita bíblica
Tengamos en cuenta que en esta época en la que vivimos y en nuestra cultura occidental el
tiempo es oro. La gente no busca perder el tiempo; por tanto, el orador tiene que ser breve
pero conciso. Tengamos en cuenta estas palabras de Lorimer “el punto de hartazgo llega muy
poco después de haberse alcanzado la cumbre de la popularidad”. Procuremos ser breves ya
que si “lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aun lo malo, si breve, no tan malo”.269-70
En los pueblos africanos, nos cuenta el doctor Johnson, cuando un orador habla un rato
considerable, el auditorio lo calla diciendo: Gwangwara (¡suficiente!). ¡Que nuestro auditorio
no tenga que pronunciar esta palabra, ni externa ni internamente! 270
Capítulo XII: cómo hacernos entender claramente
Para hacernos entender hemos de conocer nuestra finalidad y cómo poder llegar a ella. La
claridad es un aspecto que en muchas ocasiones es olvidada. Jesús de Nazaret hablaba de
forma clara a sus oyentes al utilizar cosas cotidianas y sencillas que pudieran entender. 279-82
La razón más común por la que las personas no logran ser explícitas es porque ni siquiera en
ellos está claro lo que quieren expresar.288
Si buscamos tener claridad tengamos en cuenta lo siguiente:285-92
1. Evitemos palabras técnicas: aprendamos a utilizar palabras comunes al auditorio y
expliquemos los pormenores.
2. Recurramos a las imágenes: hagamos nuestras ideas visibles, ya que atrae la atención y
estimula la atención. Es importante que sean claras las imágenes.
3. Repitamos las ideas importantes con diferentes palabras: las ideas que para nosotros
están claras, para otros no, y necesitan que se las repitamos. Los novatos cometen el
error de no repetir nada.
4. Pongamos ejemplos: que sean generales y casos concretos.
Capítulo XIII: inculcación y convencimiento
Miguel de Unamuno: “Mira, a un auditorio no le caben, por lo general, más de tres o cuatro
ideas por hora, y el arte del orador consiste en darle a cada una de esas ideas cuatrocientas
vueltas…” 302
La mayor parte de nuestras acciones vienen dadas como resultado de la sugestión. Ésta es
hacer que la mente asimile una idea sin previo análisis de ella. Es fácil creer; dudar es difícil, ya
que exige conocimiento y esfuerzo. Nuestro objetivo como oradores es introducir a nuestros
oyentes la idea que queremos trasmitir e impedir que surjan ideas opuestas o contrarias. Aquí
los sentimientos son más poderosos que las ideas frías. 303-7 También influye el orgullo;
cuando se toca el orgullo el hombre puede hacer lo que sea. 308
La repetición es otra de las formas para impedir que surjan ideas contrarias y antagónicas. La
impresión grafica es otro instrumento. Podemos citar autoridades: casi todos somos
propensos a hacer lo que los demás hacen, a creer lo que otros creen, a aceptar sin ponerlo en
tela de juicio, etc. Sin embargo, tengamos en cuenta: 1) Seamos precisos: “muchos autores
declaran” esta frase es ridícula; seamos precisos y demostremos que sabemos de lo que
hablamos. 2) Ciemos a un hombre popular y querido: gozaremos del cariño del auditorio. 3)
Citemos a autoridades locales: si el discurso está pronunciado en Madrid, que la persona
pública sea madrileña. 4) Cuidemos que quien citamos tenga autoridad para decir lo que
dice.314-324
Capítulo XIV: cómo despertar el interés del auditorio
Lord Bryce: “…El hombre que tiene algo que decir y que tiene fama de no hablar a menos que
tenga algo que decir, es siempre escuchado con atención…Si n nuestra mente hay confusión, la
habrá muchos mayor en la mente de los oyentes…”330
¿Qué nos despierta el interés? ¿Las cosas viejas o las cosas nuevas? Nos llama la atención algo
nuevo de cosas viejas. 331 Tenemos que conocer que la gente es egoísta, sólo se interesan por
sí mismos. Esto produce que el orador conozca a su auditorio; es decir, ha de conocer sus
necesidades íntimas. 338 para captar la atención, hemos de hablar a la necesidad que tiene el
oyente.
Otra de las formas de atraer el interés es por medio de las historias y las experiencias
personales. Estas han de ser concretas (p.ej., “Lutero era testarudo y huraño”; mejor es decir:
“los maestros zurraban a Lutero hasta quince veces por mañana”). 342 Utilicemos palabras
que evoquen imágenes, esto ayudará al oyente a ver con claridad lo que, como oradores,
queremos explicar. 344