Post on 21-Apr-2020
ENTRE LA
HISTORIA Y
LA FICCION
Virgilio Botella Pastor, Todas las ho
ras hieren. Instituto de Estudios Juan Gil-Albert, Diputación Provincial de Alicante, 1986.
La obra narrativa de Virgilio Botella Pastor está dedicada a captar novelísticamente los destinos de los republicanos españo-
les, desde el momento en que se produjo el alzamiento militar de 1936 hasta la desaparición de la dictadura franquista en 1975. Dentro de ese marco histórico, el autor ha ido creando, a lo largo de tres décadas, un ciclo de carácter sociopolítico bajo el título «Nuevos episodios nacionales. Novelas de la guerra y el exilio».
El gran ciclo de Botella Pastor se puede dividir en dos etapas que se ajustan a las esperanzas de los desterrados: la primera, concluye con la derrota de Hitler; la segunda, pertenece a los años lentos e interminables para quienes estuvieron vinculados al Gobierno Republicano en el Exilio y se esforzaron, al principio, por derrocar al régimen franquista, y, ante la imposibilidad del éxito, persistieron en sus ideales alentados por el pensamiento de «volver a España, cuando Franco muera», única alternativa que la política internacional hizo posible.
De los siete volúmenes que han aparecido hasta la fecha como parte del ciclo, únicamente el primero (Por qué callaron las campanas) 1 se desarrolla en suelo español, durante la Guerra Civil. En esa primera novela se introdujo una problemática que luego irá a constituir la esencia de las siguientes novelas. Es decir, que el primer título no es únicamente la apertura de una serie. Es también, y sobre todo, el planteamiento de unos «por qués»: los del destierro y la diáspora. A nivel ideológico, esos «por qués» explican la fuerza de los ideales republicanos, el tesón de sus hombres, las esperanzas tantas veces fallidas; a nivel creador, definen la conducta de los personajes, o sea, son la dinámica que les mueve fuera de España. El séptimo volumen, Todas las horas hieren siguen cronoló-
Los Cuadernos de la Actualidad
gicamente el desarrollo de la historia del destierro, y, el octavo, La gran ilusión, aunque todavía inédito, se publicará a corto plazo, cerrando así la primera etapa que se ha mencionado arriba.
En Todas las horas hieren se plasma el tema de las esperanzas republicanas por los años 1943 y 1944: la creencia de que la derrota de Hitler, Mussolini, y los regímenes colaboracionistas como el de Petain, «supondría la liberación de España y su regreso [el de los republicanos] a cuanto fuera su vida anterior al alzamiento militar y falangista»
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(p. 166). Esa esperanza se ilustra mediante la participación republicana en la Segunda Guerra Mundial, proyectada en tres zonas de referencia: una, la formación de cuerpos militares republicanos que lucharon encuadrados en los ejércitos de Francia, Inglaterra y los EE. UU.: dos, la creación de guerrillas españolas en suelo francés: y tres, el internamiento en los campos de exterminio alemanes, ejemplificado en el de Mathausen. El asunto se desarrolla .en secuencias encuadradas en dichas zonas referenciales. A las secuencias que proceden de las dos novelas anteriores (principalmente, las actividades de los maquisards en París y en la presa del Aguila, la existencia en Mathausen) se añaden otras que se refieren a la presencia republicana en el frente aliado: en los regimientos ingleses de paracaidistas que operaron en Narvik, o que tomaron parte en la evacuación de Creta; en la 2." División Blindada, al mando del general francés Leclerc; en el 7.º Ejército de los EE. UU. que elgeneral Clark desembarcó en Italia; en el Cuerpo Expedicionariode Francia (La Legión) que con elgeneral Juin hizo las campañas deSiria, Eritrea, Etiopía, y del Nortede Africa donde combatió en la ba-
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talla de Bir-Hakein contra Rommel; etc. En este cuadro, falta la participación española en el ejército ruso, donde también combatieron y murieron los republicanos, entre otros, Santiago de Paul Nelken (hijo de la escritora Margarita Nelken), o Rubén Ruiz lbárruri (hijo de Dolores Ibárruri). De todos los modos, la participación española en la Segunda Guerra Mundial no es una fantasía, sino un hecho histórico en que el autor se ha documentado extensamente. La documentación se trasluce en el texto, y, a veces, se puede acotar
dentro de lo que constituye la ficción.
Las numerosas secuencias estructuran el relato en la misma forma que se hizo en las dos novelas precedentes, en El camino de la victoria, 2 o en Tiempo de sombras. 3 Se trata de secuencias independientes entre sí, que se han redactado como unidades, por separado, pero que en el texto aparecen en forma alterna, fraccionada. Es decir, que las secuencias, aunque coinciden con un estado de cosas, y quedan dentro de un espacio temporal (el que va desde el estancamiento de los avances alemanes hasta el desembarco aliado en Normandía), no están acotadas en un espacio físico. El diseño estructural es idéntico al que se siguió Cela en La colmena, por citar un caso bien conocido. En la novela de Botella Pastor, la dispersión del asunto responde al fenómeno de la diáspora, y la cohesividad narrativa de lo múltiple y disasociado se logra mediante lo sensible y mediante la presencia del personaje colectivo.
Como es peculiar de las novelas de Botella Pastor, las peripecias responden a una situación sociopolítica, o realidad histórica que condiciona el momento plasmado. La conducta de sus personajes
«DE ENTRADA» (poesía) Miguel Suárez
«TEXTOS DE MELIBEA» (poesía) Luis Federico Martínez
«TODOS DE ETIQUETA» (antología de inéditos) Tomás Salvador (antólogo)
«EN NO IMPORTA QUE IDIOMA» (ensayo) Francisco Pino
«LUZ NO USADA» (narrativa) Gustavo Martín Garzo
«CRUCIARE SEMETIPSUM» (poesía) Carlos Ortega
«EL PEDITORIO» (narrativa) Elisa Gutiérrez
«DESCRIPCION DE LA MENTIRA» (poesía) Antonio Gamoneda
ccDE LO IMAQUINARIO» (ensayo) Fernando Giménes Molina
«LA MEMORIA BUSCANDO SUS DISFRACES» (poesía) Luis Miguel Rabanal
De próxima aparición:
«REBAÑADURAS» (ensayo) Rosa Chacel
«GEOGRAFIA FISICA» (poesía) Francisco Sanz
«AL FILO DEL CUERPO» (poesía) Gaspar Moisés Gómez
«RELATO CON LLUVIA» (narrativa) Elena Santiago
«345 POEMAS BREVES» (poesía) Luis Javier Moreno
JUNTA DE CASTILLA Y LEON Consejería de EducaciónyCiencia
guarda siempre una estrecha relación con lo permanente (los ideales, la obsesión del retorno, la vol1;1ntad de sobrevivir) y con lo vanable (el desplazamiento geográfico, las necesidades perentorias los pelig_ros del entorno). Pero los personaJe� de Botella Pastor que, en sus pnmeras novelas, seguían el m?d�lo galdosiano del personaje pnncipal, mediador e intérprete de u_nos sucesos históricos, ha evoluc10nado considerablemente. En las tres últimas novelas, el protagonista se ha convertido en múltiples personajes con atributos de personaje colectivo. En estas novelas cada una de las secuencias está protagonizada por un grupo diferente de participantes, entre los que suele destacar una pareja de figuras, pero esas figuras son iguales a las que protagonizan las demás secuencias, salvo las diferencias privativas, naturalmente. Lo importante del caso es que, en conJunto, no existe un héroe determinado, 1;1n personaje o personajes con reheve sobresaliente por encima de los demás, sino una multiplicidad de héroes (a veces ni siq�iera se �onocen entre ell�s) que piensan, sienten y actúan en forma idéntica, a tono con una causa que es la de la colectividad. Luego acá Y allá, los personajes de bajo r�lieve aparecen mezclados con nombres de quienes vivieron realmente la situación novelada. En último tér�ino, el lector percibe las peripecias como si fuesen comunes a muchos.
Todas las horas hieren es una novela que se lee como un libro de �istoria, la «otra» historia de Espana que no escribieron los vencedores. Es también una historia relacionada con la vida del autor: un alicantino vinculado a la República, que pasó por las vicisitudes del destierro hasta el último momento Y que tras volver a España dond� h_a residido en Madrid, se 'ha avecmdado definitivamente en Gijón.
Pablo Gil Casado
1 Ediciones Libertad, México, 1953. Argos-Vergara, Barcelona, 1979. Argos, Barcelona, 1978.
Los Cuadernos de la Actualidad
TESTIMONIO
DE AMISTAD
José Luis Cano, Los Cuadernos deV�!intonia. Barcelona, Seix Barral. Bibhoteca Brevé, 1986.
V elintonia 3 fue un lugar de reunión clave para entender la vida cultural (literaria y académica) social y política de nue�tros
últimos 50 años. Vicente Aleixandre, gran cultivador de la amistad fue uno de los hombres mejor in� for!11ados de su tiempo. Sin apenas sahr de casa dispuso en todo momento de una precisa información sobre el complejo tejido políticosocial y literario de la España de aquellos años. De todo esto y de mucho más habla José Luis Cano en Los Cuadernos de Velintonia. En la Nota previa nos advierte que no ha «pretendido con ellos escribir un diario ni unas memorias. Se trata sólo de unas apuntaciones tomadas la mayoría de ellas de mis charlas con Vicente Aleixandre en su casa ... » (p. 5) Estas «apuntaciones» ocupan un espacio temporal que va desde 1951 a 1984; 33 años de notas al hilo de reuniones visitas y tert1;1lias con el poeta co�o protagomsta. Son años claves los que describe� estas notas y es por ello que el hbro presenta varias lecturas. Vamos a señalar 3 al menos: �na l�ctur� socio-política, otra poét1ca-hterana y otra más íntima, más personal; la que atañe a los
A !eixandre.
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afectos y a la vida amorosa de nuestro Premio Nobel. Plano éste que se nos revela inédito y desconocido.
En cuanto a la primera de estas lecturas encontramos en el libro sufi�iente material que refleja y test,i�ca la difícil situación social y pohtJca que en aquellos años se respiraba. Encontramos por ejemplo, alusiones a la cen;ura que se hacía a las películas, al teatro y a las obras literarias (p. 58). El cierre de las revistas Insula e Indice en 1956 por_ orde� de Arias Salgado. Las mamfestac10nes universitarias. La brutal paliza propinada a Claudia Rodríguez por unos falangistas a causa de su primer libro. Los choques entre los falangistas del SEU y los estudiantes antifranquistas. Las detenciones de Ridruejo Tamames, Sánchez Mazas Javie; Pradera y Enrique Múgica �n el 56. O _ la i�uaJmente dura represión umversttana de los años 63 64 y 65 con el cierre de las facultades y encarcel_amiento de intelectuales y estudiantes. La expulsión de Aranguren, Tierno Galván y García Calvo de, sus cátedras, etc., etc. hay ademas abundantes alusiones críticas al OPUS y al diario madrileño ABC. Se nos informa también de la caída de Batista en 1959 y de la situación cubana así como de los in�umerables escritos firmados por mtel�c.tuales y enviados al gobierno pidiendo una amnistía para presos políticos y exiliados ...
Cano toma el pulso a la situac�ón social y política de aquellos anos dando fiel noticia de los acontecimientos que se producían y de la repercusión de estos en el grupo de intelectuales que rodeaban a 1\leixandre. Dámaso Alonso, por eJemplo, es el más drástico en cuanto a reacciones y en todos notamos idéntica sensación de ahogo hastío, condena y exilio interior.'
La lectura poético-literaria del libro quizás sea la más jugosa e interesante dado que está llena de anécdotas y detalles menores que no se encuentran ni en manuales ni en historias de la literatura al uso pero que en buena medida son los que propician que una determinada obra o autor sean así y no de otra manera. Por otra parte Aleixandre tal vez fuera el poeta e intelectual que desde su exilio interior mejor y más fidedigna información tuviera de la vida cultural española. Conoció a lo más granado de generaciones anteriores
Garcia Larca.
y así por estas páginas desfilan el Juan Ramón Jiménez que le propinara un violento ataque desde la revista cubana Orígenes. Azorín y Baroja en la visita que el poeta le hiciera ya al final de sus días. También encontramos al olvidado Cansinos-Assens. Se nos describen los entierros de Ortega y Baroja. Hay alusiones a Unamuno y a Valle-Inclán y recuerdos para don Antonio Machado.
Las noticias más cumplidas son las referidas a los poetas de su generación: Dámaso Alonso, Gerardo Diego, García Lorca, Alberti, Bergamín, etc. De todos guarda puntuales recuerdos dada su portentosa memoria y para todos tiene cariñosas palabras. Hay, no obstante, una notoria insistencia en el «tema Cernuda»; frecuente en las conversaciones de Cano y Aleixandre. En el apunte correspondiente al 28 de agosto de 1961 (p. 146) uno de los más extensos del libro, Cano visita a Vicente en Miraflores y hablan de Lorca y Cernuda comparando a éste con Juan Ramón Jiménez en cuanto a rareza de carácter: «Juan Ramón y Cernuda eran iguales. Extraordinarios poetas, artistas exquisitos del verso, pero como seres humanos difíciles para la amistad». (p. 151) Más adelante (p. 159) se nos habla también de Cernuda a propósito de la publicaciónde Desolación de la Quimera al quese califica de libro inferior y llenode resentimiento. El espacio dedicado a Cernuda en estas notas essensiblemente superior al dedicadoa cualquier otro poeta de la misma generación. Miguel Hernández
Los Cuadernos de la Actualidad
quizás sea el poeta más cariñosamente recordado. De entre los poetas del 36 hay recuerdos para Rosales y Panero, amigos etílicos de Dámaso, y también para Vivanco. Claudio Rodríguez y José Angel Valente son, de la generación del 50, los poetas más estimados por Aleixandre, también Barral y Brines. En cambio Gil de Biedma sale muy mal parado en la apreciación del poeta ya que le consideraba un esnob filocomunista con mala conciencia por proceder de la burguesía. De los novísimos se nos habla de «Pedrito» Ginferrer de Colinas, altamente apreciado' por Aleixandre, de Antonio Carvajal, de Carnero, de Juan Luis y Leopoldo María Panero, de Amusco, etc. poetas todos ellos que pasaron por Velintonia y que hoy ocupan un puesto importante en el panorama de la poesía última.
La lectura íntima y personal finalmente nos revela en muchos momentos facetas del poeta totalmente desconocidas para el lector de su obra. Esperemos que el Epistolario recopilado también por Cano y recientemente editado por Alianza Tres contribuya a desvelar más estas intimidades aquí solamente apuntadas que no trascendieron en vida del poeta dada su delicadeza y discreción. En varios momentos del libro se nos hace un repaso de la vida amorosa de Aleixandre; por ejempo en la p. 121 : Año 1959, 2 de enero: « ... La tarde en Velintonia. Repaso a sus amores: Eva, su profesora de alemán:
Gerardo Diego.
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Amonio Machado.
Carmen de Granada, del 20 al 23; Dorita, de la que estuvo muy enamorado, aunque no fue una pasión como la de Carmen; Margarita, la americana, quien pensaba que una hija que tuvo era de él. Y pensar que no pocos amigos suyos pensaban que como Vicente fue siempre un enfermo, no había podido tener vida amorosa y que toda su poesía amorosa era inventada». El pasaje no puede ser más explícito y a buen seguro que abrirá una importante veta para biógrafos e historiadores de la literatura que nada sospechaban del tema.
Hay una posible cuarta lectura y es el considerar al libro, a pesar de la advertencia inicial, como diario personal de su autor pues hay momentos en que lo que Cano hace son meras confidencias de diario. Por ejemplo en p. 73, 10 de junio (1955), también en p. 74, 30 de junio o en la 219, 3 de setiembre (1976) en la que después de una visita a Vicente en Miraflores, al final cuando marcha, nos ofrece una emocionada visión de su propia vida y de lo que puede ser su ya próxima vejez.
Los Cuadernos de Velintonia es una extensa demostración de amistad y amor al amigo y al maestro. Documento que nos ofrece una preciosa información imprescindible para tener una visión global de la vida y obra de Vicente Aleixandre y de la época que le tocó vivir.
. José Luna Borge
Los Cuadernos de la Actualidad
UNA
PECULIAR
GEOGRAFIA
Felicísimo Blanco, Apuntes italianos. Oliver, Oviedo, 1986.
Después de sus dos entregas anteriores, Los dioses de la calle (El Telar de Penélope, Avilés, 1982) y Un amor entre sombras
(Cuadernos de Cristal, Avilés, 1984), Felicísimo Blanco (una de las voces mas singulares de cuantas conforman el panorama poético asturiano de nuestros días -desconocido, pero no por ello inexistente) nos ofrece quince Apuntes italianos que son anticipo de un libro de mayor envergadura, en el que se recogen las impresiones, las vivencias del poeta en un viaje al país evocado en el título.
Los viajes han dado pie desde antiguo a un material poético muy específico y sugerente; creando paraísos o formulando infiernos, el poeta ha trasladado a sus versos esa experiencia vital, haciendo válidas las palabras que Cervantes anotara en alguna parte del Quijote: ¿por ventura es asunto vano o es tiempo mal gastado el que se gasta en vagar por el mundo? Ciertos poetas han doblado el provecho de su «vagar por el mundo» al dejar constancia escrita de él, y al hacerlo de un modo tan inteligente como lo ha hecho Felicísimo Blanco.
Como suele ocurrir con los mejores poetas viajeros, Apuntes italianos no constituye una muestra de simple exaltación culturalista (a la que Italia se presta tanto, según nos demuestra un buen número de nuestros poetas) ni una ingenua recopilación, a modo de catálogo o guía turística, de ciudades y monumentos imperecederos. Lo que tenemos en las manos es un atlas particular, una geografía personal, condicionada, fundamentalmente, por el hecho de que el poeta aparece en ella como un personaje más, en actitud reflexiva, observadora o dialogante, con sus contradictorios sentimientos, que oscilan entre la más pesimista reflexión sobre la soledad «Campo San Zacearía», «Ponte di Rialto») y el sarcasmo más incisivo y mordaz («Catacombe»), entre la sabia ironía («Orvie-
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to», «Cá Rezzonico») y la calma descripción de una ciudad («Umbría») o una escena humana («Il giardino di Boboli»). Esta variedad de registros es uno de los rasgos más sobresalientes de los poemas que comentamos.
Arriba queda dicho que el poeta aparece como un personaje más en sus poemas. Esto condiciona, entre otras cosas, el tono de familiaridad con que se dirige a otros personajes, la actitud desmitificadora ante ciertos tópicos y, en última instancia, la ironía y el sarcasmo (que en ocasiones tienen como objeto al propio poeta). En «Orvieto» se trata con alegre familiaridad a Luca Signorelli, pintor de la Capilla de San Brizio, y en «Madama Lucrezia» podemos leer: En esos menesteres, mi Lucrezia / querida, mucho temo que no fueras / brillante ni eficiente como otros. A una actitud desmitificadora responden los siguientes versos, tomados de «Gallería dell' Accademia»: Recordad que el David no es más que vano / brillo, fulgor adolescente, frío / eco recaudador de vanidades.
Por su parte, la ironía se ve potenciada por la distancia espaciotemporal en que han sido escritos los poemas; ha cumplido rigurosamente Felicísimo Blanco el noveno mandamiento del decálogo que Horacio Quiroga concibiera para el «perfecto cuentista»: No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Sólo desde la distancia es posible adornar con ironía la rabia, el odio que produce en el poeta la parafernalia turística, los múltiples / parásitos que venden la instantánea -como si fuese el alma de Venecia- I a los torpes esclavos de la prisa. Y sólo desde la distancia es posible orientar hacia uno mismo, como hacia un espejo que muestra el pasado inmediato debidamente tamizado, esa fuerte carga irónica, en la que se contiene, por regla general, una reflexión pesimista sobre la propia existencia y sobre el propio oficio de poeta. En «Via Teatro di Marcello» escribe Felicísimo Blanco: ocomo ese poeta, que se estruja / los sesos por hallar un verso digno, / perdiéndose la vida y el ocaso, colocándose consiguientemente al lado de los «niñatos de papá», los «turistas orientales y ovejunos», los «imbéciles avaros» y todos los demás «farsantes» que, como el poeta mencionado, pasan por la calle a la que alude el poema .
Poco dice lo que llevamos escrito de estos Apuntes italianos, y cabría añadir otras observaciones: el cuidado de la forma (predomina el endecasílabo, la adjetivación es suntuosa, el ritmo calculado ... ); el recurso a la anécdota como generadora del poema, aunque éste acaba por superarla y desplazarla a un segundo plano; el deslumbramiento contenido ante la belleza... Que sean sin embargo los propios poemas los que nos hablen.
Leopoldo Sánchez Torre
EN LA
MONTANA
El Conde de Saint-Saud, Por los Picos de Europa. Con mapas trazados y dibujados por el coronel León Maury, y otro original de F. Prudent.
Ante un libro como «Por los Picos de Europa», del Conde de Sain-Saud y Paul Labrouche, a uno se le ocurre lamentar su per
dida juventud: tenía el viaje y la aventura al lado de mi casa -poco falta para que las cumbres de las Peñas de Europa se divisen desde mi galería-, y yo me iba al cine a ver películas de Bergman. En cambio, Sain-Saud y Labrouche obraron de otra manera: vinieron de Francia con el propósito de recorrer y explorar unas montañas que intuían, y ante cuya torre totémica, el Naranjo de Bulnes (que el Con-
Los Cuadernos de la Actualidad
de observó desde respetuosa distancia), exclama Celso Amieva en sus «Poemas de Llanes»: «Salve, urriel de urrieles, puntal del cielo de mi tierra».
Aymar d'Arlot de Saint-Saud, a quien también se conocía por los motes de «Conde corredor» y «Cuenta corriente» (dado que era «Comte courant», debido a su carácter inquieto y excursionista, y su «compte courant» estaba más que saneada), visita Covadonga en 1881, después de algunas aventuras alpinistas en los Pirineos, y escribe que en este viaje le «fue dado entrever cimas nevadas, y, en resumen, tan sólo pude recoger la información de que 'Potes está al pie de dos de las más altas puntas de los Picos de Europa'». Por su parte, Paul Labrouche «había creído divisar una cadena lejana e inmensa en los claros horizontes de la costa española, en esos maravillosos días de luz, bien conocidos por todos los que pasan el otoño en Biarritz». No hacía falta esperar a recibir más datos: la aventura estaba a punto. Allá, en España, les aguardaba un desierto de piedra, de torres, picos, grietas, desfiladeros, valles, al que los lugareños llamaban «la mala tierra», y también Montes del Cornión, y del que dice Joaquín Boguerín, que fue ayudante y compañero de Casiano de Prado: «iQué yermo aquel, poblado sólo de rebecos que huían delante de nosotros conforme seguíamos avanzando!». Los viajes del Conde de Sain-Saud por los Picos de Europa se desarrollan durante un período muy dilatado: entre 1881, en que hizo el primero, y 1924, que fue el año del último. Producto de estos viajes es el libro «Por los Picos de Europa», que ahora aparece por primera vez vertido al español.
«Por los Picos de Europa» no es, únicamente, un libro documental, pese a su importante complementación cartográfica (los mapas trazados por Leon Maury y F. Prudent, sobre las anotaciones de Saint-Saud y Labrouche). Ante todo, es un libro de viajes en el sentido más clásico, y, por lo tanto, un relato de aventuras, y un muestrario de usos, costumbres y personas. Saint-Saud, al tiempo que se procuraba hazañas deportivas y exploraba un territorio ignorado, se detenía en los detalles, observaba, anotaba. Anota, por ejemplo, que el queso de Cabrales le recuerda al Roquefort, y le indigna la escasa
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NOVEDAD
Facsímiles
OBRAS
DE DON IVAN DE
TARSIS CONDE DE
VILLAMEDIANA
Edición Príncipe
(C::arago<;a, 1629)
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Otros títulos: En octavo (12x17 cms.).
1. Rinconete y Cortadillo y El zeloso estremeño (Madrid, 1788).
2 . Rimas. Los dosdentos sonetos de Lope de Vega (Madrid, 1602).
3. Segunda parte de las Rimas deLope de Vega (Sevilla, 1604).
4. Rimas de Francisco de Medra
no (Palermo, 1617).
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tuche: 6 .000 ptas.
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puntualidad de los españoles: refiere con gracia y malhumoradamente las pillerías del cura de Caín, quien, para colmo, «no deja de toser toda la noche a causa de un estruendoso catarro que al año siguiente desembarazará a Valdeón de este bellaco»: describe tremendos viajes en diligencia o en ferrocarril, teniendo por compañero, en uno de ellos, a un pintoresco Don Ventura, que aunque viaja de cercanías, se despide de sus familiares en todas las estaciones: pondera la incompetencia de algunos guías (así, Cos, el famoso Cos, cazador de osos, que acaba confesándole que no ha subido jamás a Peña Santa), o recuerda la grosera xenofobia del telegrafista de Cangas de Onís. Pero, a pesar de las chapuzas de algunos guías, como Cos y Bias, el Conde sabe disculparlos: «Estos hombres eran buena gente, pero sus ovejas les inquietaban más que nuestras personas, lo que también era lógico». Y en lo que respecta al telegrafista xenófobo, no era asturiano. En las montañas, por el contrario, ve a «estos cazadores que buscan sus piezas entre las cimas, duermen en grutas y viven con nada. Tipos extraños, hechos para correr por un país de leyenda y para mantener una tradición de audacias pretéritas».
Las descripciones de paisajes son afectivas y no interrumpen la acción: «Tras la avería antes descrita, se reparan las correas de tiro en la fonda de Fontibre. Desde aquí la carretera asciende en curvas y contracurvas hasta el Collado del Frontal, en los puertos de Sejos, por los monótonos pastizales de su
Los Cuadernos de la Actualidad
vertiente meridional, que apenas forman colina por este lado. Pero por el opuesto, en la otra ladera de la Cadena Cantábrica, aquello es un abismo revestido de espesos bosques, donde a golpe de hacha se abaten los árboles, a menudo alejados del eje de la futura carretera. De hecho, los leñadores tallan sin piedad, abriendo salvajemente una enorme huella, sin respetar nada a su alrededor». Queda, de paso, constancia aquí del odio ibérico y municipal hacia el árbol, que ya había sido señalado anteriormente por Baudelaire en un poema en prosa.
En algún caso, el Conde eleva su estilo, y la grandeza de la montaña le induce a la reflexión cósmica: «En estos torbellinos de nieblas los dentados perfiles de los Picos adquieren fantásticas dimensiones. Todo se deforma, se agranda, se aleja. Entre los desgarrones se aprecian montañas de apariencia gigantesca, glaciares de dimensiones alpinas. Cuando creemos que ya hemos visto la más alta de las cimas, otras mucho más altas surgen detrás o al lado. Luego otras y aún otras más. Aquello sube y se pierde en el infinito, entre el revoltijo de nubes. Uno se pregunta si estas montañas tienen límites, si, por singular prodigio, son móviles como las olas del mar y se entregan a una loca zarabanda entre un cielo y unas nubes no menos alocadas, tal como debió ocurrir en la génesis del Universo».
En otras ocasiones reproduce la dieta de los mineros de «La Providencia» (pág. 20), calificándola de «sana y abundante». Y, como fondo de estas noticias varias y de estas elevadas meditaciones, los imponentes Picos de Europa, con sus macizos, torres, agujas, llambrías, neveros, contrafuertes, peñas, trabes, tiros, picas, castros, coteras, coladas, canales, rebecos y personas.
La obra, traducida y prologada con entusiasmo por José Antonio Odriozola, está impecablemente impresa, con abundante material fotográfico y una carpeta adjunta que contiene los mapas. Las fotografías evocan las viejas aventuras y exploraciones; algunas de estas imágenes (la de la diligencia de Piedras Luengas; la de la cacería del oso por el Conde de la Vega del Sella; la de D. Teodoro Ruiz y Paul Labroche a caballo, en el vado del Cares, en Mier; la de un vecino de
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Bulnes con su caballería; la de Vicentón Marcos, de Soto de Valdeón, con su carabina) parecen tomadas de un «western».
José Ignacio Gracia Noriega
PERDIDO EN
EL AZUL
e on el pulgar alzado has ensartado los días en el cuello de esta mujer para proclamar un recuerdo de perlas oscuras. Has des
cansado la barbilla en las rodillas y rodado hasta el sueño golpeando tu frente contra el algodón de sus sílabas de plata. Caramba -piensas- he olvidado cien veces su nombre. Pero nadie ahoga como ella las miradas.
Dos botas abiertas por el sudor tibio de los pasos bajo la mecedora aguardan los nudos firmes de la mañana. Este es el buen augurio. Todos los caminos benditos de polvo doblan del mismo modo la cabeza: jadean los árboles el aliento de la lejanía y enredan con su sombra una multitud de tobillos. Yo prometo levantar un sable contra los hombros del silencio. Pero nadie te ha oído. Nada vuelve del azul.
Si este suspiro arrebatase el maullido terrible de cien mil gatos reunidos por la mañana en el portal y la leche del cielo corriera como un murmullo por los tejados, tú estarías asistido y podrías advertir con orgullo: para un muro de acero azul basta la seña del índice.
Por las cúpulas abiertas de las cabañas de paja ascienden las burbujas azules de sus labios. Y la frente entre los dedos dicta a las páginas la cifra que romperá los dientes. Ella conoce el desvío que sin duda conduce al extravío azul. Pero la astucia es más potente que la caridad. Ningún perdonado alcanza las frías rocas del azul.
Estás indignado y soplas patadas con todo tu cuerpo. No cruza tu puño las veladas del sueño: parece mentira, piensas balanceando la cabeza. Y o tuve en mi regazo las semillas del azul. lEn qué cajones plegué pañuelos preñados? Has revuelto la casa de tus amigos, y no
has encontrado nada. Por suerte para tí, la bondad es más larga y azul que la astucia: anda, ve. Ya te alcanzarán.
En la pradera húmeda y desierta de la noche un murciélago ha mordido las alas de la ingratitud y todos han condenado el vuelo insensato del ingenio espantoso. Estas criaturas saben lo que hacen: con sus plumas han hilado una cadena, y la argolla que ata esa cabeza destartalada bajo el pedestal de la noche azul nos pesa como la sangre que pierde el perseguido.
Te has asomado a la cuna esta misma noche para verter algo de tu vértigo y ser generoso al fin con la familia de tus amigos. Todos te han felicitado por ello. Después te has sentado para cruzar las piernas, los dedos y el remordimiento: todavía no sabes de qué estás hablando, pero ya reconoces el sonido de las palabras con rapidez y precisión: esto ya es sorprendente. Has escondido tu cabeza bajo el manto del azul.
Basilio Baltasar
DE UN
NAVEGANTE
SOLITARIO
Miguel Sánchez-Ostiz, La negra provincia de Flaubert.
Recién cerrada La negra provincia de Flaubert, de Miguel Sánchez-Ostiz, necesidad de dar testimonio sobre este dietario,
uno de los pocos libros realmente
Los Cuadernos de la Actualidad
hermosos que a uno le ha deparado esta temporada que ahora concluye.
Publicar un diario, y hacerlo en una ciudad como Pamplona, y a los treinta y cinco años, es sin duda dura empresa de cierto riesgo. Lectores malintencionados nunca han faltado en España. La negra provincia cabe pronosticar que será mal recibida por algunas categorías de lectores, que en sus páginas se verán retratados. Un vasco intolerante, de izquierdas o de derechas, tanto da, no verá con buenos ojos la desesperanza con que el autor contempla la convivencia en aquella tierra. Un conformista de la modernez, se dará por aludido cuando perciba qué lejos de toda moda está la verdad de este escritor. Un tradicionalista no aceptará el modo en que son enjuiciadas no pocas de las rancias tradiciones locales.
Todo esto, en cualquier caso, es lo de menos. La negra provincia es, sencillamente, un dietario, en el que se mezclan realidad y ficción. El dietario de un escritor de provincias que quiere hablar de lo que le rodea, de lo que le gusta y de lo que le disgusta en la ciudad donde vive, pero que más allá de eso, de lo que él llevaría al escenario o decorado, quiera emprender un viaje interior, un viaje hacia el centro de sí mismo, un recorrido que le lleve cada día hacia nuevas estancias del nautilus. Todo esto, tensado por una aspiración hacia una vida más plena, de mayor sosiego y equilibrio, de mayor verdad; por una voluntad de saber, de razonar, de convivir, que cobra, en estos tiempos que corren, valor de testimonio moral, algo de lo que precisamente no andamos sobrados los españoles, y me temo que los vascos menos todavía que el resto de los españoles.
Miguel Sánchez-Ostiz va anotando en sus cuadernos la vida que pasa. Desde su torre de los panoramas, escucha «la música secreta de la provincia». Ve caer la tarde sobre las torres de San Gernin. Se lamenta de que talen los árboles del paseo de Sarasate, y compone su elegía: never more. Se interesa, como el Lezama de Tratados en La Habana, por los puestos de los libreros de viejo, al rato se queja de que nada en ellos se encuentra, y de que el afán es vano. Vuelve una y otra vez sobre los obsesiones del escritor, sobre las miserias de la vida literaria en una ciudad pequeña. Habla de crímenes, de violencia,
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de noches sórdidas, de muertes absurdas en la madrugada. Recuerda a un pintor amigo, ya desaparecido. El olor del otoño, le lleva a un callejón en Londres, a Biarritz, a las Pulgas de París, a otros olores, a músicas en la memoria. Convoca a algunos de sus fantasmas favoritos, a Baroja, a Mac Orlan, a Cendrars, a Morand (de su Venises está tomado el título del dietario), a Modiano, a Roth, a Trakl, a Holan en su casa de Praga... Deambula, también por su propia obra: por los antros pamploneses de Pasaje de la luna, por las calles donde, en otra ciudad, está Tanger Bar.
Pamplona es el escenario inevitable, circular, obsesivo, del viaje interior. Dos personajes le ayudan a Sánchez-Ostiz en su indagación pamplonesa: Angel María Pascual, y Julián Cienfuegos. El primero es un personaje real, desaparecido a finales de los años cuarenta. Un escritor olvidado, artista de una época incierta que diría María Luisa Caturla. Un romántico malgré fui, a cuya muerte Eugenio d'Ors dijo aquello de: «Solitarios del mundo, uníos». Glosas a la ciudad, de Pascual, es la única gran interpretación de Pamplona, anterior a la propuesta por Sánchez-Ostiz en este libro, y en Pasaje de la luna. Julián Cienfuegos, por su parte, es una ficción. Alguien que está condenado a Pamplona, a su gabinete de trabajo, a su erudición a sus broncas, a sus improperios, a su aparente no-escribir, que le acerca al personaje evocado por Daniele del Giudice en El estadio de Wimbledon. Julián Cienfuegos, en el fondo, es un Antonio Azorín de nuestros días. Es y no es SánchezOstiz. Es, tal vez, la imagen despiadada y sin embargo tierna que él se forma de lo que con los años podría llegar a ser, si siguiera la corriente: Es, en cualquier caso, un
personaje fundamental para la buena marcha del libro, y muy logrado en cuanto que le añade mayor misterio, mayor incertidumbre y lo acerca a una posible novela.
A ratos yo creo que el secreto de este libro admirable, que contiene tantas cosas, es estar escrito a ratos, como si nada, sin ambición de totalidad, sin ocultación de humores, sin miedo a las contradicciones. A ratos la provincia es negra, a ratos no tanto. A ratos la vida tiene sentido, y a ratos todo se desmorona y sólo queda el callejón de los gatos, cristales rotos, humo negro, ceniza. A ratos apetece decir barbaridades, y a ratos sólo se trata de ver caer la tarde sobre las torres toscanas, y de decir lo irrepetible de esa tarde. El resultado de esta lúcida mirada, mirada en torno y mirada hacia dentro, mirada de poeta y mirada digamos de filósofo, es un libro que uno lee como si, ya, estuviera leyendo a un clásico. La negra provincia de Flaubert, es, sí, un libro clásico, en el que encontrarán aliento espiritual quienes se hayan sentido concernidospor las indagaciones de Jünger en sus diarios, por las de Pla en su Cuaderno gris: por ese tipo de libros que nos explican, sin hacer aspavientos, el mundo en torno.
Juan Manuel Bonet
EL NEGRO ES
UN BUEN
COLOR PARA
EL HUMOR
Donald E. Westlake, «¿Por qué yo?». Colección «Etiqueta negra». Ediciones Júcar, Gijón, 1986.
Los buenos aficionados al género policíaco, y los pocos especialistas, han tenido que degustar las obras de W estlake en ex
trañas versiones argentinas y mexicanas en las que, digan lo que digan los hispanistas, no se escribe en nuestro idioma. En España sólo se han publicado cuatro novelas de este neoyorkino («A quemarropa»,
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«Dosmassie», «El muerto sin descanso» y «Socorro, estoy prisionero») a pesar de que por el mimetismo cultural debería ser muy conocido ya que es uno de los autores más famosos de la actual novela «negra» de los USA.
W estlake es un escritor con una carrera de un cuarto de siglo en la que ha conocido de todo. Sus primeras novelas eran un calco de los «hard-boiled» de Hammett y demás clásicos. Sus relatos incidían, quizá con exceso en la violencia. Y fue esa violencia la que le envió a la fama después de la publicación de «A quemarropa», que firmó con el seudónimo de Richard Stark. En esta obra surgía el personaje de Parker, un individualista, que heredaba el mito de héroe solitario norteamericano en una época que lo hacía imposible. W estlake se rió de la tradición USA, a pesar de lo peligroso que es burlarse de las tradiciones recientes cuando aún no se han convertido en leyendas, haciendo que su personaje protagonista fuese todo lo contrario de lo que hasta entonces se había exigido al «mozín» de la película. Parker tomó los rasgos del actor Lee Marvin en el film «A quemarropa» (Point Blank) que dirigió, en 1967, y cuando aún era un genio, John Boorman.
Con Parker de protagonista W eslake escribió una serie de novelas que le llenaron los bolsillos, pero la violencia llegó a cansarle y sacó de la saga de Parker a un secundario, Grofield, al que hizo personaje principal para una nueva serie de relatos. Grofield es también un ladrón, pero un ladrón un poco especial que sólo trabaja, un golpe por año, a principios de temporada para poder financiar un teatro de obras experimentales del cual es
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director y propietario. De este personaje intermedio derivará el tercero, y definitivo: John Archibald Dortmunder, que inició su andadura, en 1970, en la obra «Una esmeralda candente».
Dortmunder es un genio al que un halo de «gafe» hace que sus hazañas pasen de lo épico al absurdo, en una clara traslación del duro universo del hampa a una visión propia de Groucho Marx al observarla, con naturalidad, desde su punto de vista del otro lado de la ley.
La primera novela de Dortmunder tuvo la suerte de ser rodada, en 1972, por Peter Yates que ya tenía dos obras maestras en su historial: «Bullitt» y «Los amigos de Eddie Coiley», en las que se lucieron Steve Mac Queen y Robert Mitchum. La película en España se llamó «Un diamante al rojo vivo», contó con la presencia de Robert Redford como Dortmunder, George Segal como Kelp, el lugarteniente de Dortmunder y un magnífico Zero Mostel que encarnaba un «malo» inolvidable.
Desde la primera aparición el «gang» de Dortmunder se ha enfrentado al absurdo de la realidad USA, pasando de la crítica destructiva a la ironía más feroz sin dejar de hacer ver los sarcasmos más crueles pero siempre dentro de un «realismo» impecable, que no excluye los momentos más delirantes y divertidos de toda la serie «negra» norteamericana (incluyendo también el resto de las novelas que aparecen en las colonias).
«Etiqueta negra», la colección policíaca nacida en Gijón, comienza con la última, por ahora, novela de la saga de Dortmunder que al igual que las demás novelas de W estlake es algo más que un divertimento. Es una aventura que se lee de un tirón, que provoca carcajadas y obliga a pensar. En total todo lo que tiene que tener un libro para merecer el nombre de tal y además cuesta menos de lo que vale. En «Etiqueta negra» anuncian una larga lista de autores, incluidos los de mayor éxito, en la que vuelve a repetirse, en el número seis, el nombre de W estlake, en su obra más seria, y no por eso menos divertida, titulada «Policías y ladrones». Volveremos a hablar de esta colección que es un agradable regalo para los que consideran la lectura como una pasión que tiene la obligación de ser divertida.
Víctor Acebal
MODERNIDAD
E INMO
DERNIDAD
E. Trías, Los límites del mundo. Ariel,Barcelona, 1985.
si la Modernidad dice método, crisis y razón, entonces precisa de la Inmodernidad como de masa do ejercer su energía
crítica, del mismo modo como la razón industrial necesita los productos agrarios para enlatarlos. Modernidad e inmodernidad son ahora conceptos correlativos y coimplicados: tendría razón, pues, la razón posmoderna al rehabilitar la noción de coimplicidad como noción clave y al recuperar la razón empedoclesiana como razón mejúnjica.
Esta sería mi particular conclusión tras la lectura del último libro de E. Trías «Los límites del mundo». Se trata de un texto-síntesis filosófico, en el que su autor nos conduce dialécticamente a través de la cuerda tensa de un pensar intencionadamente débil/lábil situa-
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do en la frontera del ser, en el gozne o quicio (desquiciado) de la razón moderna, en el límite entre el espacio abierto y el tiempo ocluidor, en el signo de concordancia(/ ) que articula, cual barra-bisagra de Duchamp, mundo y trasmundo. Somos nosotros mismos el límite mismo interpretado cual juntura/ separación de Terra y Antiterra. Y si bien a su ámbito de puro filo/hilo no accede el conocer clásico, sí que accede el pensar posclásico: de este mundo la verdad clásica aparecería horadada por el sinsentido, siendo el sentido dicho logoslegein límite, mediación pura, azar- reunión, lingüicidad ontológica o relación/relato originario. Heidegger ronda los aledaños triásicos de Trías -un Heidegger hispánico afirmador de una ontología trágica por cuanto herida por invisibles cristales simbólicos rotos.
Somos, en efecto, los desgarrados hijos/huérfanos de una Madre presuntamente católica y de un Padre presuntamente moderno: situación de encerrona, límite entre la modernidad y la contramodernidad, fisura entre la materia y el espíritu. Ahuecar el mundo, encontrar un espaciotiempo fraterno parece ser el intento lúcido: en el entreacto, empero, quedan flotando Madre y Padre, Materia y Espíritu, Espacio y Tiempo. La peligrosidad axiológica de una tal operación filial de desalojo resulta obvia: matar a Madre y Padre o incluso relegarlos al vacío y olvido nos relega a nosotros mismos como irreligados seres flotantes en el abstracto azul. De este modo la preconizada prohibición del incesto con la Madre por parte de un Padre muerto, parecería acercar la posición de Trías, ve/is no/is, a una Razón moderna vaciada de sentido.
Frente a la tesis del doble ances-
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tro muerto, propondría aquí la contratesis del doble ancestro interiorizado en andrógina asunción de los contrarios. Somos el (desquiciado) quicio de Madres y de Padres: la articulación y transmutación de los contrarios reunidos en fratriarcado simbólico define una auténtica razón coimplicacional. Pues no parece posible «fundar», como quiere Trías, la imperativa voz ética de un Padre-Dios muerto que reocupa simbólicamente el agujero dejado por la Madre premoderna: un tal Padre es el LogosEstado moderno, cuyo Deber formal tórnase hueco, huero y vacío porque no tiene detrás el fundacional amor materno. Nadie puede amar (ser ético) si no ha sido amado a tergo: todo deber (paterno) procede de una deuda ontológica con la Madre (Natura). Como la belleza, la razón es la «relación» de lo elemental-sublime: y lo elemental-sublime es la emergencia (eros) de un sentido sub-límite. De lo contrario, el espaciotiempo ocupado por el hijo de unos Padres muertos y sepultados corre el peligro de funcionar cual «comunidad que enajena las pasiones dominantes de sus individuos» (p. 139) -un texto demasiado cercano al último Habermas y su vaciada concepción del arte como sometimiento de las vivencias, y que encontraría fiel eco en el propio Trías: «siento como costosa y valiosa consecución lo que, por vez primera en la historia que reconozco como mía, se impone hoy como fundamento de convivencia» (p. 115). llmposición o Proposición-propuesta? Mientrasque la Razón moderna impone verdad, un lenguaje posmoderno propondría complejas redes de sentidos consentidos.
Y bien, todo el discurso de Trías se aglomera en su proyectivo con-
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cepto límite del Espacio-luz trascendental: aquí se sintetiza su visión metafísica del ser como topos trasparente, límite puro, vidrio-luz, sentido absoluto, logos fulgente, gozne de cristal. En este conceptolímite parece reunir Trías la concepción de una «materia transparente», simbolizante de la realidad como vida complexiva de lo topológico (espacio materno o jora platónica) puro. Ahora bien, este espacio-luz vuelve a mostrar cierto larvado intento por sobreponer el logos (paterno) al cuerpo inerte del humus-matriz: recuerda, así, el espacio vacío habitado por una luz cuya velocidad es patrón-límite pe-ro, sobre todo, recuerda el Cielo ;: cual Patria luminosa y topos «de- � fensor» de una Madre Natura caó- u tica (sic ya el Freud citado por nuestro autor). Frente a este Espacio-luz, uno hablaría mejor de un Espacio ahuecado por el Tiempo, Espacio-lunar en cuya cara vidria-da emerge un sentido anidado de sinsentido por cuanto traspasado por la relatividad y la transicionalidad: logos, pues, irracional, síntesis de contrarios, relacionalidad previa a toda descarada racionalidad pura, quicio desquiciado, mezcla y mejunje. Pues el sentido dice cristalización vidriada: vidrios poliédricos, coímplices, heteróclitos.
Andrés Ortiz-Osés
VIAJAR AL
FUTURO
Luis Bello, Viaje por las escuelas de Asturias. Servicio de Publicaciones del Principado de Asturias. Edición en colaboración con Tribuna Ciudadana de Asturias.
Viajar ha sido siempre uno de los hechos que ha marcado más notoriamente a todas las civilizaciones de la tierra. Aun
que en la antigüedad, muchas de las expediciones estaban trazadas por el signo de la conquista y de la guerra, otras dejaron la huella indeleble de sus viajeros que, a través de sus notas, nos legaron la leyenda y las costumbres de pueblos tan lejanos que sin ellas habría
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--El Maestro de Escuela Rural.
sido imposible reconocernos como planeta habitado hasta casi la invención de nuestras modernas técnicas.
Como Ford o Borrow, Luis Bello (1872-1935) es uno de nuestros últimos románticos que emprende un largo viaje por tierras de España para dejar constancia del estado de nuestras escuelas. La labor emprendida por este ilustre periodista no sólo se impregna de un interés antropológico como bien demuestran sus escritos costumbristas, sino que, con ellos, alcanzan un alto grado de sentido social y político acercándonos la realidad de cada una de las escuelas españolas -algunas encaramadas en lo alto de las montañas-, su historia, situación financiera, sus deficiencias, pero también sus progresos, en un esperanzador y edificante diálogo con sus maestros.
De su constante peregrinar, Luis Bello publica entonces, en cuatro volúmenes, «El viaje por las escuelas de España». Sesenta años después, podemos los asturianos conocer la escuela de nuestros padres gracias a la labor conjunta de recuperación que han hecho el Principado de Asturias y Tribuna Ciudadana, editando este hermoso libro, no sólo para deleitarnos con su prosa sino también para no perder el tren de nuestra cultura más viva y necesaria: la que se fragua en los más tiernos años escolares.
Desde la muerte de Bello hasta nuestros días se ha escrito una de las páginas más lúgubres de nuestra historia reciente y es necesario mantener muy viva y expectante la
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memoria para que el aporte en materia de educación no se mida tan sólo en la cantidad de escuelas creadas (siendo por supuesto importante) sino en la calidad de la enseñanza. Cultura y democracia son dos términos que precisan, además de definición, ejemplos cada vez que los usamos para no quedarse en un mero discurrir teórico y convertirlos así, en una incesante representación cotidiana. Esto es, una cultura viva, demostrativa de una conciencia que abarque un grado mayor de humanismo y no la absurda y anquilosada acumulación de datos. Han transcurrido muchos años desde que Luis Bello recorriera las escuelas y, ejemplos tenemos en España, aunque daten de más de cuarenta años, en que los escolares acudían a recibir una enseñanza cualitativamente importante. El profesor Juan Benito Argüelles, en su «epílogo para asturianos» nos recuerda que la filosofía docente del autor es la misma que la de la Institución Libre de Enseñanza y que la de los regeneracionistas.
Este espíritu abierto y renovador hace de Luis Bello un hombre de su tiempo, un moderno que aspira a la propia modernidad de la sociedad en la que le ha tocado vivir. Es, por tanto, el hombre sensible que sabe que el futuro empieza a forjarse en nuestra infancia y, por ende, en las escuelas y acomete la tarea de practicar con el ejemplo dejándonos sus escritos como testimonio de cariño y dedicación al futuro de la cultura española.
Este libro se ilustra, además, con el prólogo que Azorín le escribiera para el tercer tomo de estos viajes, más un artículo de Luis Araquistáin aparecido en El Sol el 24 de marzo de 1928, y una introducción del escritor José Esteban quien nos acerca la figura y la obra de Bello en una breve y cálida biografía.
Poco a poco iremos entrando en tierra asturiana por el claro abierto entre dos lomas desmesuradas, deteniéndonos en Cangas de Tineo (hoy del Narcea), Grado, Oviedo, Gijón, Avilés, Luarca, Langreo ...
«En definitiva», nos dicen las últimas palabras del epílogo antes mencionado, «un libro que representa un enriquecimiento y una recuperación para la bibliografía asturiana en particular y la española en general».
Miguel Munárriz